JJOO Eckart Woertz (Coord.)
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INTRODUCCIÓN 5
Eckart Woertz
Eckart Woertz
Jordi Bacaria
Paula de Castro
Oriol Farrés
Nicolás de Pedro
Anna Ayuso
Josep M. Coll
Francis Ghilès
D
esde su reinicio hace más de cien años, la política ha acompaña-
do los juegos olímpicos modernos. Los juegos se han utilizado
para promover intereses nacionales, exhibir visiones ideológicas
del mundo y llamar la atención sobre algunas causas –como la lucha
contra el racismo y la discriminación de género. Desde la década de los
ochenta del siglo pasado, sin embargo, la dimensión económica de las
olimpiadas ha pasado a un primer plano, tras el incremento de su comer-
cialización mediante contratos de televisión y patrocinios. Las ciudades
que aspiran a acogerlos tratan, así, de presentar una oferta mejor que
las demás para aumentar su prestigio y lograr su deseada transformación
urbana. Sin embargo, la ciudadanía está cada vez más preocupada por el
coste que este evento supone para el erario público y se indigna ante los
escándalos de corrupción que se han asociado a su organización.
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2016
tos de su iconografía moderna–, a las amenazas de boicot y boicots
efectivamente realizados –a partir de la década de los cincuenta–, hasta
el fuerte impulso de su comercialización desde los juegos de verano de
Los Ángeles en 1984.
Oriol Farrés, por su parte, analiza los Juegos de verano de Beijing 2008
con los que China trató de fortalecer su condición de modelo a seguir
entre los países de mercados emergentes. El Gobierno tuvo éxito con su
enfoque de planificación de arriba a abajo y estaba ansioso por mejorar
la pésima calidad del aire de la ciudad, pero también tenía como objeti-
vo cortar de raíz cualquier manifestación política. Contrariamente a lo
que muchos esperaban, no se produjo una apertura política como con-
secuencia de los juegos, aunque a las minorías étnicas por lo menos se
les concedió una presencia en las ceremonias celebradas.
INTRODUCCIÓN
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2016
una advertencia en muchos aspectos. La espiral de costes pesó sobre una
economía que, después de 2009, se hundió en una profunda crisis; y los
consiguientes debates sobre el papel negativo de la corrupción y de las
élites extractivas se ampliaron a la organización de las olimpiadas.
Eckart Woertz
Investigador sénior, CIDOB
ECKART WOERTZ
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2016
LA POLÍTICA DE LAS OLIMPIADAS
Eckart Woertz
Investigador sénior, CIDOB
L
os juegos olímpicos modernos se iniciaron en 1896, después de un
paréntesis de 1600 años; una tradición reinventada de un antiguo
ritual, privado esta vez de sus connotaciones religiosas originales
y lleno de modernas aspiraciones de construcción de la nación e ideas
aristocráticas sobre la formación del carácter. La marca se amplió con
las primeras olimpiadas de invierno en 1924, en Chamonix; los primeros
Paralímpicos en 1960, en Roma; y los primeros juegos olímpicos de la
juventud, para jóvenes entre 14 y 18 años, en 2010, en Singapur.
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2016
recibió un impulso adicional y allanó el camino para su comercialización
en la década de los ochenta.
Asimismo, los juegos olímpicos han sido el blanco de los terroristas para
capitalizar la atención que despiertan. Durante los Juegos de Múnich, en
1972, un comando terrorista palestino mató a 11 miembros del equipo
israelí y la bomba de un terrorista de ultraderecha mató a una persona
durante los Juegos de Atlanta en 1996. También los atletas los han uti-
lizado como plataforma para transmitir mensajes políticos. En las Olim-
piadas de Ciudad de México, en 1968, los velocistas estadounidenses
Tommie Smith y John Carlos hicieron el célebre saludo del Black Power,
con el puño en alto. De forma similar, un atleta checoslovaco protestó
por la ocupación de su país por las fuerzas soviéticas el mismo año. La
política también prevalece en los esfuerzos de Irán y otros países de
Oriente Medio para evitar competir con atletas israelíes.
Los debates de género han sido otro aspecto de la política de las olim-
piadas. Si bien se permitió competir a las mujeres ya en 1900, 35 nacio-
nes siguieron participando con equipos exclusivamente masculinos hasta
1992. En 2010 sólo Arabia Saudí, Qatar y Brunei seguían con esta prác-
tica, aunque –tras presiones y amenazas de exclusión de los juegos– aca-
baron enviando a atletas femeninas en 2012. Otros conflictos en torno a
ECKART WOERTZ
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2016
LOS IMPACTOS ECONÓMICOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Jordi Bacaria
Director, CIDOB
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y del estímulo de la demanda de corto plazo asociada a los flujos de per-
sonas y turismo. Ni Barcelona post 92 se libró de tal resaca, aun cuando a
largo plazo ha podido compensarlo por el factor de atracción de turismo.
En todos los casos, la intensidad de la recesión ha dependido del tamaño
de la economía nacional y de su capacidad de absorber el impacto nega-
tivo a corto plazo. No es lo mismo la economía de Beijing en el contexto
de China que el de Atenas en el contexto de Grecia. Tampoco lo es el
impacto de la economía nacional en relación con la economía interna-
cional en la generación de impactos de crecimiento mundiales, como ha
sido el caso de Beijing antes de las Olimpiadas de 2008, año que coincide
(casualmente) con el inicio de la Gran Recesión. Si bien estudios econó-
micos apuntan en general como efecto de los juegos un crecimiento de
entre el 0,7% y el 1,5% del PIB, habría que considerar si ello se compen-
sa con la posible recesión posterior.
JORDI BACARIA
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2016
CUATRO HISTORIAS OLÍMPICAS EN ESTADOS UNIDOS:
¿EL RIESGO DE MORIR DE ÉXITO?
Paula de Castro
Gestora de Proyectos, CIDOB
E
stados Unidos es la potencia olímpica por antonomasia. Nadie
como el coloso norteamericano ha sabido capitalizar estraté-
gicamente la organización de diversos juegos olímpicos para
proyectarse políticamente y obtener réditos económicos. Los juegos han
sido, además, una oportunidad para desarrollar las infraestructuras de las
ciudades que los albergaban y atraer inversión extranjera y turismo. Así,
los Juegos de verano en Los Ángeles (1932 y 1984) y Atlanta (1996) y los
Juegos de invierno de Salt Lake City (2002) ofrecen un ejemplo de cómo
un país puede aprovechar estos eventos deportivos para promover sus
valores y sus ciudades como símbolos de orgullo nacional. Pero Atlanta y,
particularmente, Salt Lake han puesto también de manifiesto los riesgos
inherentes de un modelo en el que los aspectos comerciales y corporati-
vos juegan un papel cada vez mayor.
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2016
los atletas vivirían en una especie de campamento olímpico durante los
16 días que duraría el evento.
En 1984, Los Ángeles volvió a ser sede de los juegos. En esta ocasión, no
fue la Gran Depresión sino la Guerra Fría el contexto que marcó su cele-
bración. Y, de hecho, lo que podría haber sido un fracaso a causa del
boicot de la Unión Soviética –resultado del bloqueo de Estados Unidos a
los Juegos de Moscú de 1980 como respuesta a la invasión de la URSS
en Afganistán– se convirtió en un triunfo económico y político para el
país. La clave del éxito fue la reutilización de las estructuras anteriormen-
te construidas para los Juegos de 1932 y el patrocinio y comercialización
de los juegos por grandes corporaciones privadas. Tal fue el éxito de la
inversión privada que estos juegos pasaron a la historia como los prime-
ros financiados en su casi totalidad por el sector privado y los primeros
que dejarían un superávit (de unos 232,5 millones de dólares). Desde
la perspectiva de Estados Unidos, el éxito de los juegos fue aún más
rentable políticamente dentro de la narrativa de la Guerra Fría. Además,
Estados Unidos fue una vez más el país que ganó un mayor número de
medallas (174).
Ahora bien, si los Juegos de 1984 son recordados por su éxito en atraer
inversión privada, los de Atlanta de 1996 fueron vistos como un ejemplo
de sobreexplotación de la estrategia de patrocinio corporativo. Los benefi-
cios privados se maximizaron, pero la percepción social final fue negativa
ya que se esperaba una mayor inversión en el desarrollo estructural y en
la promoción de Atlanta como símbolo de la tolerancia racial en Estados
Unidos. La marginación de algunos sectores de la ciudad y la sobreex-
plotación comercial planteó al Comité Olímpico Internacional (COI) la
necesidad de regular la participación de las empresas en los juegos.
Pero fueron los Juegos de invierno en Salt Lake City en 2002 los que
más seriamente pusieron en riesgo la exitosa trayectoria olímpica del
país y la propia imagen del olimpismo. El destape de los sobornos
realizados por miembros del Comité Organizador de Salt Lake City a
miembros del COI, para conseguir el éxito de su candidatura, puso en
cuestión la rectitud moral que pretendía promover Estados Unidos. Las
revelaciones sobre pagos millonarios, regalos y estudios pagados a ami-
gos y familiares de algunos miembros COI, pusieron al descubierto unas
prácticas de corrupción profundamente enraizadas en los procesos de
licitación y concesión y, por ende, erosionó seriamente el virtuosismo
sobre el cual pretende fundamentarse el movimiento olímpico.
PAULA DE CASTRO
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2016
BEIJING 2008: UN MUNDO, UN SUEÑO
Oriol Farrés
Gestor de Proyectos, CIDOB
E
n 2001 –y tras dos candidaturas fallidas (1993 y 2000)– finalmente
el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió otorgar a Beijing la
organización de los juegos de verano de 2008. El fallo respondió
a diversos motivos. En primer lugar, un cambio en el ambiente inter-
nacional permitió pasar del criticismo a China (en materia de derechos
humanos) a una visión favorable a su inserción (engagement), lo que
también llevó a su entrada en la Organización Mundial del Comercio
(OMC) a finales de 2001. Además del férreo compromiso gubernamental
y del entusiasmo popular (muy superior al de sus rivales), Beijing conta-
ba con un deslumbrante crecimiento económico al frente de los países
emergentes. Así, desde esta perspectiva más estratégica, los juegos olím-
picos podían –como ocurrió con Tokio (1964) y Seúl (1999)– oficializar
la incorporación de una potencia económica asiática en el entramado
internacional.
21
2016
doméstico, que no profesa la devoción internacional por el director de
la ceremonia, el cineasta Zhang Yimou.
ORIOL FARRÉS
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2016
DE SOCHI A RÍO: LA RUSIA DE PUTIN ANTE EL ESPEJO
OLÍMPICO
Nicolás de Pedro
Investigador principal, CIDOB
R
usia es una potencia olímpica. Y, como sucede con el resto de
grandes actores internacionales, política y deporte suelen ir de
la mano. Especialmente, cuando se trata de acontecimientos
deportivos masivos con repercusión mundial. De hecho, lejos de ser una
excepción, Rusia es, desde hace décadas, un perfecto exponente de esta
dinámica. Desde su primera participación en unas Olimpiadas en 1952, el
deporte fue para la URSS uno de los ámbitos propicios donde mostrar la
pretendida superioridad soviética sobre el mundo capitalista. En la actua-
lidad, la Rusia de Putin, sin esta dimensión ideológica, también apuesta
por los grandes eventos deportivos como vía de legitimación política
ante su audiencia doméstica y el mundo. Así, los Juegos Olímpicos de
invierno de 2014 en Sochi se concibieron como la presentación oficial
ante el mundo de la nueva Rusia, grande y abierta, que dejaba atrás los
traumas de los años noventa y retornaba al primer lugar de la escena
internacional.
Sochi era, y es, una apuesta personal del presidente Putin, empeñado en
reconvertir la antigua Riviera soviética en un «nuevo resort de clase mun-
dial para la nueva Rusia y el mundo entero». Así lo explicitó él mismo
ante el Comité Olímpico Internacional (COI) reunido en Guatemala en
julio de 2007. Además de las olimpiadas de invierno, Sochi acoge, tam-
bién desde 2014, el gran premio de Rusia de Fórmula 1 y, por supuesto,
la residencia de verano del propio presidente ruso donde suele recibir a
dirigentes de otros países o acoger cumbres como la Rusia-ASEAN cele-
brada en mayo de 2016. Sin embargo, más allá de la agenda oficial del
Kremlin, Sochi está aún muy lejos de ser un punto de referencia global.
Y ni siquiera parece que lo sea para el turismo local.
El Kremlin vivió los juegos de Sochi (febrero de 2014) con gran triunfalis-
mo y al propio presidente Putin se le vio, en varias ocasiones, celebrando
entusiasmado los triunfos de los atletas rusos. Rusia, de hecho, acabó pri-
mera en el medallero de Sochi. Las encuestas elaboradas en su momento
por el centro independiente Levada sugieren, por el contrario, que la ciu-
dadanía rusa no compartía este nivel de entusiasmo. Fundamentalmente,
por los elevados costes y las sospechas de corrupción masiva. El coste
inicial previsto de Sochi, 12.000 millones de dólares, se disparó hasta
25
2016
los 55.000 millones. Los de Sochi son así, hasta la fecha, los juegos
más caros de la historia, incluyendo todos los de verano que requieren,
normalmente, una inversión mayor. La cuestión de los sobrecostes se
agrava aún más si se tiene en cuenta que se imputa de forma destaca-
da a la malversación y que, además, prácticamente toda la financiación
provenía de fuentes públicas aunque parcialmente camuflada a través
de grandes corporaciones de titularidad estatal como Gazprom. De esta
manera, Sochi se convirtió en un reflejo de la corrupción profundamente
arraigada en las entrañas de la Rusia putinista.
NICOLÁS DE PEDRO
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2016
RÍO DE JANEIRO: DE LAS MIELES DEL OLIMPO A LA
DESILUSIÓN
Anna Ayuso
Investigadora sénior, CIDOB
L
a celebración de las Olimpiadas de 2016 en Rio de Janeiro no
puede desvincularse de la coyuntura nacional e internacional de
Brasil en el año 2006 cuando se presentó y 2009 cuando se con-
siguió la nominación. Brasil vivía una década de crecimiento económico
y prosperidad con mejoras sociales internas. Ese auge se proyectó incre-
mentando su rol en la arena internacional con una política exterior
reivindicativa de potencia emergente. Brasil reclamó protagonismo en
organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la
Organización Mundial de Comercio, el Consejo de Seguridad o el G20.
Con sus socios BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) defendía la
revisión de un sistema internacional que privilegia a las potencias tradicio-
nales. Al tiempo ampliaba alianzas con el llamado Sur global y lideraba la
cooperación regional en Sudamérica. Como otras potencias emergentes,
la celebración de megaeventos deportivos le permitía potenciar su presti-
gio internacional mientras generaba empleo y contentaba a la población.
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2016
especulativas a pequeños ahorradores y pensionistas. La Villa Olímpica
de la Barra de Tijuca se convirtió en la mayor inversión inmobiliaria, des-
plazando a población humilde para instalar un barrio exclusivo. Muchos
de los desalojados de las favelas más céntricas no consiguieron vivienda
social alternativa. Los precios de la vivienda se dispararon. Los medios
de transporte siguen colapsados y caros. La nueva línea de metro no
se terminó y pretenden restringir su uso a los espectadores durante las
Olimpiadas. La espectacular ciclovía sobre el acantilado de la costa que-
bró arrojando al vacío dos víctimas mortales.
Como colofón, meses antes del inicio de las competiciones estalló una
crisis sanitaria a causa de la transmisión del virus del zika por picadas de
mosquitos. Las consecuencias para la salud no están claras, pero la alerta
saltó entre deportistas y turistas. Aunque los efectos sobre la participa-
ción de ambos serán limitados, el episodio reveló debilidades del sistema
sanitario y las condiciones de vida de la población humilde.
ANNA AYUSO
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2016
LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE BARCELONA’92: LA
OPORTUNIDAD PERFECTA PARA LA TRANSFORMACIÓN
URBANA
Josep M. Coll
Investigador sénior asociado, CIDOB
T
rece oros, siete platas y dos bronces llevaron a España al sexto
puesto en el medallero de Barcelona’92; de lejos la mejor actua-
ción de su historia en unos juegos olímpicos. Fueron los juegos del
mítico Dream Team –el mejor equipo de baloncesto jamás reunido–, del
gran velocista y saltador Carl Lewis, del virtuoso gimnasta Vitaly Scherbo
y del nadador gigante Alexandr Popov. Estos dos últimos compitieron
bajo la bandera olímpica de la Comunidad de Estados Independientes,
que representaba a los ex estados de la antigua Unión Soviética.
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2016
y la atracción de inversiones olímpicas (8.000 millones de dólares). Estas
inversiones se realizaron en infraestructuras de viabilidad y transporte,
viviendas, telecomunicaciones y servicios, equipamiento hotelero y depor-
tivo e infraestructuras ambientales. El 61% de esta inversión se produjo
en obra civil, lo que indica un elemento esencial para entender la capa-
cidad de regenerar la ciudad, y sólo el 9,1% del total de inversión fue
destinado a financiar las instalaciones deportivas.
JOSEP M. COLL
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2016
LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE LONDRES 2012
Francis Ghilès
Investigador sénior asociado,CIDOB
A
los políticos les gusta presumir de la bonanza económica que ven-
drá si su país es elegido como sede de unos juegos olímpicos; y a
ello normalmente añaden que, si los atletas locales ganan muchas
medallas, eso motivará a muchos jóvenes a hacer deporte. En el período
previo a la xxx Olimpiada, John Armitt, presidente de la Olympic Delivery
Authority (ODA) del Reino Unido –organismo encargado de la construc-
ción de las instalaciones deportivas– sostuvo: «Antes de la candidatura,
nuestra capital no tenía ningún velódromo cubierto, ni un estadio de
atletismo moderno de primer orden, ni la clase de nuevos espacios que
tiene ahora». Pero como comentó en el Financial Times el agudo obser-
vador de acontecimientos deportivos internacionales, Simon Kuper:
«Londres no tenía esos espacios porque no los necesitaba. El estadio
central de Londres todavía no tiene inquilino para el período post-jue-
gos». En otras palabras, los políticos se engañan a sí mismos y engañan
a los ciudadanos.
37
2016
provocaron un boom turístico, pues muchos visitantes se mantuvieron
alejados de Londres por temor al bullicio y a las aglomeraciones. Spencer
Dale, economista principal del Banco de Inglaterra, declaró a la agencia
France Presse: «No creo que tenga un impacto sustancial en nuestras
predicciones».
Por supuesto, siempre existe el riesgo de que las cosas vayan mal,
como tal vez está ocurriendo en Brasil. Parece que los brasileños
están perdiendo felicidad antes de los juegos, al darse cuenta de que
las transferencias de dinero van de los contribuyentes brasileños a la
FIFA, a los clubes de fútbol brasileños y a las empresas constructoras
pagadas por edificar las nuevas instalaciones olímpicas. Por su parte,
Londres fue en conjunto un caso afortunado, pues la ceremonia de
apertura que conmemoraba la historia del Reino Unido fue muy acla-
mada –una combinación de los Sex Pistols con la Reina Isabel II de
Inglaterra volando en una misión con James Bond, unido al sentido
del humor, supuestamente muy inglés. Sin embargo, no hay que olvi-
dar que 24 horas después de la concesión de los juegos a Londres, la
buena noticia para esta ciudad se vio ensombrecida por los atentados
con bombas en su sistema de transporte.
FRANCIS GHILÈS
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2016
ATENAS 2004: ¿PRELUDIO DE LA CRISIS?
Pol Morillas
Investigador principal, CIDOB
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2016
de capitalizar el éxito de los futuros juegos olímpicos. Para esas fechas
el déficit público era del 3,2% y la deuda pública –superior al 100%
del PIB– había sido destinada a pagar las infraestructuras de los juegos.
Tanto el PASOK como Nueva Democracia justificaron el gasto total de
16.000 millones de dólares, según diversos cálculos, que costaron los
juegos con los beneficios que revertirían en forma de inversión, turismo,
puestos de trabajo, la apertura de la ciudad y el país al resto del mundo
y el desarrollo urbanístico y de infraestructuras.
A nivel de inversiones, los juegos tuvieron dos caras. Por un lado, la ciu-
dad de Atenas se renovó y amplió su red de metro y construyó un nuevo
aeropuerto; pero, por el otro, las instalaciones olímpicas suscitaron
dudas razonables sobre su reaprovechamiento y costes de mantenimien-
to. Los puestos de trabajo generados se caracterizaron por ser de baja
calidad, temporales y mal pagados, y en numerosas ocasiones se incu-
rrió en gastos extraordinarios, como un sistema de seguridad que acabó
costando 20 veces más de lo presupuestado. Algunos argumentaron
que la economía griega –pequeña y dotada de un sistema productivo
deficitario– no era capaz de absorber el agujero económico que originan
unos juegos olímpicos. El actual estado de las instalaciones olímpicas y el
elevado precio de mantenerlas demuestran la falta de estrategia y visión
a largo plazo de las autoridades al mando del evento.
L
a de Estambul ha sido una candidatura perseverante. Hasta en
cinco ocasiones se ha postulado para organizar los juegos de
verano y ha llegado a ser finalista en el proceso de selección para
las olimpiadas de 2000, 2008 y 2020. Este empeño forma parte de una
estrategia de consolidación de Estambul como ciudad global y de posi-
cionamiento de Turquía como una potencia ascendente. A todo ello
conviene añadir un factor de alto contenido simbólico: hasta ahora, los
juegos olímpicos nunca se han celebrado en un país de mayoría musul-
mana.
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2016
ramificaciones internacionales. A esto cabe añadir una situación en
Oriente Medio cada vez más tensa y con consecuencias para Turquía
cada vez más visibles en forma de refugiados así como de crisis bila-
terales con varios gobiernos de la región. Tanto la crispación política y
social como la proximidad del conflicto en Siria jugaron en su contra.
Un primer factor –no exclusivo de Turquía– son las dudas sobre las
economías emergentes. Durante los últimos años, Turquía se había
esforzado para asociarse al club de los BRICS (Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica) y por presentarse como un miembro activo del lla-
mado Sur global. El hecho que Beijing y Río de Janeiro hubieran sido
previamente seleccionadas para organizar los juegos de 2008 y 2016,
respectivamente, parecía indicar que incluir el concepto de emergente
era una buena carta de presentación. No obstante, el hecho de que
muchas de estas economías –entre ellas, la brasileña– hayan entrado
recientemente en crisis o la constante especulación sobre la sosteni-
bilidad del modelo económico chino, obliga a cambiar de estrategia a
partir de ahora.