PRD Politicascolectivas PDF
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Antropología de tramas
políticas colectivas
Estudios en Argentina y Brasil
Mabel Grimberg
Marcelo Ernandez Macedo
Virginia Manzano
Etnografía de tramas políticas colectivas
ISBN: 978-987-1238-74-3
Primera edición: Editorial Antropofagia, febrero de 2011.
www.eantropofagia.com.ar
ISBN 978-987-1238-74-3
Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo: notas sobre
o exercício da liderança em um movimento social . . . . . . . . . . . . . . . . 195
André Dumans Guedes
5
6 Antropología de tramas políticas colectivas
7
8 Antropología de tramas políticas colectivas
Bibliografía
Elias, Norbert. 2006. Escritos e ensaios 1 – Estado, processo, opinião pública.
Federico Neiburg & Leopoldo Waizbort (orgs.). Rio de Janeiro: Zahar.
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Rosa, Marcelo. 2004. O engenho dos movimentos: reforma agrária e significação
social na zona canavieira de Pernambuco. Tese de Doutorado em Sociologia. Rio
de Janeiro, iuperj.
20 Antropología de tramas políticas colectivas
Introducción
Hacia fines de abril de 2002, en un aula de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires, escuché hablar por primera
vez a Julia 2, una obrera de la confección a quien tendría la oportunidad
de conocer personalmente algunas semanas después. Vestida con su guar-
dapolvo celeste desabrochado, pidió permiso para hablar y se dispuso a
relatar la historia de su fábrica. La acompañaban dos varones jóvenes, de
quienes se podía adivinar que eran militantes universitarios. Ambos lleva-
ban una caja de cartón con una inscripción que decía “fondo de huelga”.
Durante los 10 minutos que Julia tomó la palabra, narró brevemente una
historia que después escucharía de manera sucesiva en charlas públicas,
encuentros con organizaciones sociales y entrevistas con periodistas o es-
tudiantes universitarios. El relato comenzaba el 18 de diciembre de 2001,
cuando un grupo de obreras y obreros de la confección, entre los que ella
se encontraba, había ocupado la planta en la que trabajaban hacía más
de diez años en promedio. “Los dueños se fueron y no volvieron más. El
último viernes cobramos un vale de 5 pesos y no podíamos ni volver a
nuestras casas. Nos quedamos para proteger nuestra fuente de trabajo,
que es lo único que tenemos”. Antes de despedirse, Julia nos invitó a cola-
borar con el “fondo de huelga” y nos propuso acercarnos a la fábrica para
apoyar la medida.
1 Una versión previa de este trabajo fue presentada en las V Jornadas de Investigación en
Antropología Social (2008). Agradezco las sugerencias de Sebastián Carenzo y los comentarios
a la primera versión de Mabel Grimberg y Virginia Manzano.
2 Los nombres de las personas y de la fábrica han sido modificados. Utilizo bastardilla para
términos nativos y comillas para citas textuales.
21
22 Antropología de tramas políticas colectivas
tensión normal de la vida social, una forma de hacer política de otra manera. Las emociones
quedaron así a la sombra.
7 Como lo hemos desarrollado en trabajos previos (Fernández Álvarez 2006) las teorías de
la acción colectiva en sus diferentes vertientes parten de un supuesto compartido según el
cual la acción colectiva es el resultado del involucramiento (individual) de las personas en
una acción común. Un actor racional que se mueve en pos de un interés estratégico a partir
de un cálculo costo-beneficio. Desde este supuesto se busca identificar factores que expliquen
las motivaciones de la gente para involucrarse en acciones colectivas, entre los que algunas
vertientes ponderan dimensiones de carácter estratégico, mientras que otras privilegian variables
identitarias, culturales o emocionales. Tal como lo desarrolla en profundidad V. Manzano (2007),
estos supuestos responden a la concepción parsoniana en que se fundan estas corrientes, según
la cual la acción es pensada como un sistema social que se explica a partir de la identificación
de factores que dan cuenta de su origen, desarrollo y declive.
8 En Argentina, esta línea de análisis ha sido recuperada recientemente para el estudio de
la configuración de “territorios de violencia y control policial” mostrando el modo en que las
emociones constituyen una forma particular de experiencia que permite reconstruir tramas de
relaciones y configura sujetos (Pita 2007; Daich, Sirimarco y Pita 2007).
9 Siguiendo a los autores, las emociones definieron una categoría ideológica cuyo rol fue cen-
tral en el pensamiento académico occidental, y a partir de ellas se sostienen dicotomías como
mente/cuerpo, comportamiento/intención, individuo/sociedad, consciencia/inconsciencia (Lutz
1986; Lutz y White 1986).
Fernández Álvarez: “Como si me hubieran dado un puñal”. . . 25
11 La fábrica tiene seis pisos entre los que se distribuían y organizaban las distintas fases del
proceso de trabajo. Hemos realizado una descripción detallada del mismo, así como un análisis
de las continuidades y rupturas a partir de la recuperación en Fernández Álvarez 2006.
12 El seguro por desempleo fue implementado en el año 1991 en el marco de las reformas intro-
ducidas a la legislación laboral. Esta reglamentación establece que los beneficiarios del seguro
serán aquellos que puedan demostrar haber tenido una relación laboral con cierta permanencia
en el tiempo y acreditar mediante un documento legal la situación de desempleo (despido sin
justa causa, o despido por quiebra, o concurso preventivo del empleador). Se estipula una pres-
tación básica que se calcula tomando el 41,5 % de la mejor remuneración neta mensual, normal
y habitual de los últimos seis (6) meses trabajados y cuyo importe no puede superar los $300
ni ser inferior a $150. La duración de la cobertura por desempleo se encuentra en relación con
el tiempo efectivamente trabajado y cotizado a la Seguridad Social; por ello la extensión del
beneficio contempla un mínimo de cuatro meses y un máximo de 12 meses.
13 En el año 2000 se decretó la quiebra de la empresa. En ese momento la firma cambió de
nombre y consiguió convertir esa situación jurídica en una instancia previa, la figura de concurso
preventivo de acreedores, situación en la que se encontraba al inicio de la recuperación. La
quiebra de la nueva firma fue decretada en octubre de 2003.
Fernández Álvarez: “Como si me hubieran dado un puñal”. . . 27
“El último vale fue de 5 pesos, después ellos se fueron [en referencia a
los dueños de la empresa]. Ellos se fueron y la gente que no tenía para
viajar se fue quedando. . . porque ya veníamos de una semana. . . Era
un día martes. . . me acuerdo el viernes nos fuimos todos mal, todos
así. . . porque nos habían dado 5 pesos; el lunes aparecieron con 2
pesos y la gente se fue, la que pudo irse se fue. El martes vinimos
temprano. . . normal, a trabajar con la esperanza de que Ricardo [el
jefe de personal] a las 10 de la mañana nos iba a dar los vales. Y
no. No apareció a las 10, ni a las 11, ni a las 12. Después habló por
teléfono que no consiguió la plata. Y bueno, nosotros nos quedamos
con eso, con la esperanza que por ahí andaba buscando la plata [. . .]
Yo, por lo menos, ni ahí pensé que iba a llegar hasta ahora. . . Yo dije:
‘No, capaz que mañana vienen, nos traen el vale y nos vamos. O esta
misma noche, nos quedamos, o vienen a las siete u ocho; van a volver y
nos traen los vales’. Eran las siete, las ocho, las once, las doce y nada”
(Margarita, 58 años, 13 años de antigüedad en la empresa).
MI: ¿Me querés contar cómo fue ese día para vos?
B: Mirá, yo te digo cómo nos quedamos, nos quedamos. . . yo creo
que más por bronca, más por bronca no porque uno pensaba quedarse,
fue por la contestación de X [nombre de uno de los dueños], porque ya
en ese momento la mina había bajado a hablar con él, con la señora
que estaba en ese momento y toda la gente de la oficina. Yo creo que
no nos fuimos por bronca, que nos quedamos; bronca en el sentido
de todo lo que uno iba acumulando, de la plata que nos estábamos
llevando y habiendo mucho trabajo y mucha exigencia, porque ellos
nos pedían, por ejemplo, que entreguemos el trabajo, que terminemos;
nos exigían mucha producción, porque había mucho trabajo; eso es
lo que uno no comprende, adónde iba y por qué no entraba la plata
habiendo mucho trabajo; porque yo te puedo decir: “Bueno, sí, tenían
razón, si nosotros no producíamos y no había trabajo aquí adentro; si
mirá la cosa está mal, pero había mucho trabajo y cómo nos exigían el
trabajo y darnos lo que nos daban de vale”. . .(Beatriz, 49 años, obrera
calificada, 12 años de antigüedad en la empresa).
En este caso, Beatriz hizo referencia a la sensación de bronca que le per-
mitió quedarse o, más exactamente, “no irse”; una acción que ella describía
como no pensada. La bronca se fundaba en el inexplicable comportamien-
to de “los dueños”, quienes aunque “exigían producción” no cumplían con
el pago de los salarios. Hacía referencia así a la contraposición entre exi-
gencia e incumplimiento y se reforzaba en la falta de reconocimiento de
su trabajo. Desde este sentimiento rememoraba la sensación de traición y
maltrato que había desencadenado la permanencia en la planta, más que
como una acción prevista, como una consecuencia inevitable. Al mismo
tiempo, su descripción inscribía ese acto en el marco de su relación con
los dueños, como una respuesta: “Fue por la contestación de X”.
En síntesis, tanto en el relato de Margarita como en el de Beatriz, el
comienzo de la ocupación fue descripto siguiendo un registro emotivo.
Continuando este argumento, las emociones podrían constituir la base
para explicar el involucramiento de ambas en la ocupación. La bronca o
la esperanza serían factores para entender por qué Margarita y Beatriz
decidieron quedarse el 18 de diciembre y comenzar la recuperación de
la fábrica. El problema de esta argumentación radica, a mi entender, en
plantear una pregunta que ellas no se hicieron. Cuando volvemos sobre
estos relatos observamos que la permanencia en la fábrica se describe
principalmente como una acción no pensada. Para usar sus palabras, el
30 Antropología de tramas políticas colectivas
J: En ese momento que sale esta vivienda, cuando nos sale esta
vivienda, muy contenta yo decía: “Bueno, ahora sí tenemos algo nues-
tro”, pagar la cuota. . . ahí edificamos de a poquito algo. Pasan a los
pocos meses, tres meses habrá. . . no, seis meses estuve viviendo acá,
con lo que ganaba de la fábrica tratando de juntar y ver, ¿viste?, cómo
sostenía acá porque la cuota de la casa es 260 más o menos. . . y nos
viene a pasar esto [se refiere a la fábrica]. ¡Me agarró una depresión!
Y yo dije: “Uh, ¿ahora qué?, ¿ahora qué hago?” porque yo no quería
dejar de pagar la cuota porque como que había luchado tanto por algo,
un crédito, algo, y ahora no poder pagar. . .
MI: ¿Ahora cuando los desalojaron de la fábrica?
J: No. Eso fue cuando se fue la. . . el 18 de diciembre del 2001. Eso
creo que fue una de las iniciativas, fue. . . la bronca que a mí me per-
mitió quedarme en la fábrica. Para algunos compañeros se quedaban,
para mí fue la toma de la fábrica. Porque con algunos compañeros
nos sentamos a hablar y yo les conté, les dije: “No puedo pagar mi
casa, estoy mal, es con un banco, ¿viste?”. Estaba repreocupada, sabía
sentarme ahí y lloraba y estaba mi marido, mi cuñado y les digo: “No
tengo para. . .”. Mi marido estaba sin trabajo. . . Les digo: “No sé cómo
hacer para que vivamos esta semana”. Por lo que nos venían pagando,
lo último ya eran 5 pesos los que nos venían dando. Después nos jun-
tábamos con algunos compañeros y sabés ¡qué bueno! Entonces nos
juntamos, con los compañeros. Hablamos cerca de la esquina, les digo:
“¿Qué hacemos?”. Y ya cuando nos dieron los dos pesos, bueno, ya
está. . . entonces yo digo: “Ya está. No, esto ya no se recupera más,
ellos [los dueños de la empresa] quieren sacar las cosas afuera e irse”
(Julia, 33 años, 7 años de antigüedad en la empresa).
Al igual que en el caso de Beatriz la sensación de broca recorrió el relato
de Julia. Pero a diferencia de sus compañeras ella hablaba de la “toma
de la fábrica”, expresión que prefería a la de “quedarse” o “permanecer”.
En su caso, esta acción se inscribía en una vida de lucha, primero por su
vivienda y luego por el trabajo. Perder su empleo era perder aquello que
había conseguido con el sacrificio de años. Julia evocaba su sufrimiento
frente a la imposibilidad de seguir manteniendo a los suyos. Expresaba la
sensación de desesperación y temor frente a la posibilidad de perderlo to-
do. Una sensación que sintetizaba en la idea de depresión y que resaltaba
exclamándola. Al mismo tiempo, su relato mostraba la preocupación por
organizarse cuando sentía que la fábrica ya no iba a recuperarse. Narra-
32 Antropología de tramas políticas colectivas
“La chica de limpieza nos había contado que se estaban llevando las
cosas, la heladera, cosas personales estaban sacando. Por ejemplo, la
heladera de la dueña, no sé qué otras cosas se habían llevado ellos y
nosotros decíamos: ‘¡No! ¡Estos se están por ir!’. Y encima ya faltaba
una semana para salir de vacaciones todos. ¡Y no! Nosotros decíamos:
‘¡No! ¡Estos se están por ir!’. Y en la desesperación nos juntamos y de-
cíamos: ‘No. Tenemos que quedarnos. Tenemos que tomarla’. ‘Bueno,
pero hablemos, hablemos con los compañeros, con las que se quieran
quedar. Yo creo que hay muchos que tienen bronca y de última, no
importa, nos quedamos nosotros’. Como los dueños se iban. . . Y bueno
y nosotros siempre habíamos dicho: ‘Nos quedamos a pedir los vales
hasta que traigan la plata. Nos quedamos a pedir los vales, nos po-
nemos candado y nos quedamos encerrados ahí’. Yo les había pedido
ayuda a mis vecinos. Los mismos que habíamos luchado por la vivien-
da. A ver si se podían acercar por si nos pasaba algo. Yo tenía miedo a
la policía, que sé yo. . . Bueno, llega ese día; para esto estuve hablando
con muchas compañeras: ‘Miren, chicas, que nosotros nos quedamos.
Estamos decididos a quedarnos, sí o sí. Así nos vengan y nos den 20
pesos, nosotros nos quedamos’. Porque no eran 20 pesos los que es-
taban metidos adentro” (Julia, 33 años, 7 años de antigüedad en la
empresa).
Fernández Álvarez: “Como si me hubieran dado un puñal”. . . 33
“Nos reunimos con plancha, tres menos cuarto, tres menos veinte
eran, me acuerdo. Porque tres menos cuarto ya se iban a bañar al-
gunos. Nos reunimos con plancha y subimos, con Roberto que dice:
“Bueno, compañeros –dice así, ¿no? [con tono enérgico, como imitan-
do a Roberto en ese momento]–, vinimos a hablarles, estamos con el
sector pantalón y plancha y nosotros hemos pensado que nos vamos
a quedar. Así vengan con 20 pesos nosotros nos quedamos igual, por-
que estos seguramente piensan vaciar la empresa cuando nos vamos de
vacaciones, así que nosotros, entonces, nosotros, los que nos quieran
acompañar, estamos en el segundo piso al fondo y los esperamos ahí;
nosotros de acá no nos movemos, el que quiera ir a alcahuetearle a la
patronal –eso lo dijo por delegados de. . . –que les vaya a decir. Acá
no hay sindicato nadie que nos ayude, nosotros nos vamos a quedar
y nos sabemos defender y que venga y se entere la patronal mañana
que acá no estamos dispuestos ni a trabajar, ni a mover un dedo, ni
siquiera a irnos si ellos no traen nuestro sueldo, sueldo que tenemos
metido adentro” (Julia, 33 años, 7 años de antigüedad en la empresa).
“Eran las nueve de la noche y llegan mis vecinos con comida. ¡Uy,
una alegría! [. . .] mis vecinos que habían quedado todavía en La Rioja
viviendo [hace referencia a sus compañeros de la organización por la
vivienda en la que participaba y a partir de la que había obtenido su
casa], que no les habían dado la vivienda todavía porque habíamos
formado grupos, ellos se acercaron con comida ahí. Para esto ya era
otro portero el que estaba, un viejito más pilita, nos llama a nosotros.
Los otros llegaron con pizzas, milanesas. Mirá, no sé, para mí, yo. . . los
saludaba, tenía ganas de llorar, porque estaba de este lado, como había
peleado por la vivienda con ellos, unido con ellos, estaba de este lado,
estaban ellos de afuera y yo de adentro. . . ‘¿Qué necesitas? ¿Qué que-
rés?’. Les digo: ‘Aerosoles, vos traenos aerosoles’. Bueno, no sé de dónde
consiguieron, pobres, me trajeron aerosoles, me trajeron a esa hora y
llega la esposa de Roberto, otra vianda de comida. ¡No sabés el festín
esa noche! Después subimos todos, el hermano de Julio me acuerdo, o
sea que no eran sólo mis vecinos sino que también el hermano de Julio
también, que había llegado. Fuimos todos. Ellas contentas [refiriéndo-
se a sus compañeras de trabajo]: ‘Mirá cómo los vecinos nos vinieron,
los vecinos de Julia, la mujer de Roberto. ¡Mirá! ¡Como nunca! Hace
cuánto que no comíamos así’. Bueno, después empezaron a llorar las
chicas, ¿no? Que como estaba su familia y nosotros comer así. . . Y
entonces los aerosoles. . . ‘Chicas, ¿les parece que hagamos carteles?’
Ellas ‘no’, una ‘sí’, otra ‘no’. . . ‘Hagamos carteles, hagamos carteles
donde diga: «[Nombre del dueño] paga los sueldos», cosa que cuando
venga mañana se arme, que vea que esto es un escándalo, ¿no?” (Julia,
33 años, 7 años de antigüedad en la empresa).
Con el mismo énfasis y desde el mismo registro que movilizó para hablar
de los momentos previos, marcados por la desesperación, Julia narró a
continuación las horas que siguieron, en las que esta se entremezcló con
la alegría. Una alegría que la conmovía al sentirse acompañada y que se
extendía a sus compañeras. La narración enfatizaba el contraste entre esta
alegría, “el festín de esa noche”, y el sufrimiento por sus familias. Al mismo
tiempo, como pude encontrarlo en otros relatos, la alegría se vinculaba a
38 Antropología de tramas políticas colectivas
media, todos salían a la calle, era un quilombo total. Era una cosa muy
terrible para nosotros. Así pasamos unos días, hasta que. . . Navidad la
pasamos acá adentro, Año Nuevo lo pasamos acá. Un grupo se quedó
para Navidad y otro se quedó para Año Nuevo. Así fuimos, como se
dice, rotando los grupos. Yo, por ejemplo, en la primera instancia me
había quedado los tres días, después un día fui a la casa, volví, otros
tres días; así estuvimos, hasta que vimos la necesidad de organizarnos
un poco mejor. No podíamos estar todos acá. Entonces nos fuimos
rotando y bueno, los dueños no aparecían para nada ¿no? Habían des-
aparecido por completo” (Pedro, 41 años, 7 años de antigüedad en la
empresa).
El relato de Pedro, este obrero de origen boliviano que había sido ele-
gido delegado pocos meses antes de la ocupación, es parte de una charla
que mantuve con él en agosto del año 2002, cuando la fábrica ya se había
convertido en un caso emblemático de las empresas recuperadas. En ese
momento, las/os obreros/as se habían vinculado con asambleas barriales
–conformadas a partir de “las jornadas del 19 y 20”–, partidos políticos
de izquierda y otras empresas recuperadas, en particular un conjunto de
experiencias impulsadas por sindicados que promovían formas de “demo-
cracia obrera” y “control obrero” de la producción. La reconstrucción que
Pedro hace de esa noche recupera las interpretaciones que desde estas
organizaciones se construían sobre estos acontecimientos, expresadas en
ideas como la “rebelión del pueblo”, al tiempo que trasmite la atmosfera de
aquel momento, al igual que Julia, en un relato que combina sensaciones
de temor y euforia, destacando a continuación la necesidad de organizarse.
En este sentido, la idea misma de organización de la que habla Pedro y
la forma que esta fue tomando, debe comprenderse en el marco de estas
relaciones con organizaciones sociales y políticas.
Una de las primeras acciones realizadas al inicio de la recuperación fue la
implementación de una guardia rotativa en la que las/os trabajadoras/es
pasaban la noche en la fábrica. Para garantizarla se conformaron grupos
estables de seis trabajadoras/es, que rotaban cada 8 días. La guardia
comenzaba una vez finalizadas las tareas de confección, en este caso a
las tres de la tarde, y se prolongaba hasta las seis de la mañana del día
siguiente, momento en que se retomaban las tareas de producción. En las
primeras horas aseguraban el control del ingreso y egreso a la fábrica,
permaneciendo en la entrada de la planta. Esto incluía la recepción de las
personas que se acercaban al edificio, entre las que se encontraban vecinos
40 Antropología de tramas políticas colectivas
18 Esta categoría hace referencia a las prácticas ilegales que se desarrollan frente a situaciones de
quiebra en las que los dueños retiran del establecimiento maquinarias o insumos de la producción
con el objetivo de que no sean incluidos en el remate.
19 Durante los años 90 se recurrió a la contratación de trabajadores jubilados, que se empleaban
“en negro”, es decir, no registrados, como forma de reducir “costos laborales”. En la mayoría de
los casos se incorporaban mujeres que habían estado empleadas bajo relación de dependencia
previamente en la firma.
Fernández Álvarez: “Como si me hubieran dado un puñal”. . . 41
por aquí, por allá, nos mandaban a un lugar, a otro, y ellas iban a
buscar. . . Es para los compañeros, éramos conscientes de. . . Creo que
entonces estábamos más unidos que ahora. [. . .] Así que decidimos em-
pezar a trabajar. Lo primero que hicimos fue entregar el trabajo [hace
referencia a un trabajo que había quedado sin entregar a otra empresa
en el momento en que se inicia la recuperación]. Bueno, entregamos
y después nos animamos a entregarle a otros trabajos también. Ahí
cuando entregamos eso hicimos el primer corte de ruta, me acuerdo.
De calle. ¡Qué vergüenza! Yo me voy a poner algo, no sé, un gorro de
cartón que no me conozca nadie. Y después me pareció divertido salir
a la calle” (Manuela, 38 años, 7 años de antigüedad en la empresa).
21 En este trabajo sobre las demandas de justicia de familiares de víctimas de la violencia fami-
liar en Argentina, la autora recupera las reflexiones de Ch. Lutz (1986) respecto del estudio de
las emociones en ciencias sociales para mostrar el modo en que este registro incidió en el proceso
de politización de las muertes. Siguiendo a Lutz, M. Pita llama la atención sobre la paradoja
que envuelve la mirada dicotómica sobre las emociones, que al oponerla al distanciamiento la
ubica del lado del compromiso. Así, en sentido positivo, la emoción puede ser vista como pro-
veedora de un poder personal que interviene en la construcción de poder social y permite lograr
adhesión.
Fernández Álvarez: “Como si me hubieran dado un puñal”. . . 45
Bibliografía
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Worsley, Peter. 1980. Al son de la trompeta final: estudios de cultos “cargo”
en Melanesia. Madrid: Siglo xxi.
Afetados e tradicionais – mobilizaçao
social, práticas de representãço
e (re)organização do setor pesqueiro
no Estado do Rio de Janeiro
Deborah Bronz
49
50 Antropología de tramas políticas colectivas
4 “Nos quais se incluem: I – as formas de expressão; ii – os modos de criar, fazer e viver; iii –
as criações científicas, artísticas e tecnológicas; iv – as obras, objetos, documentos, edificações e
demais espaços destinados às manifestações artístico-culturais; V – os conjuntos urbanos e sítios
de valor histórico, paisagístico, artístico, arqueológico, paleontológico, ecológico e científico”.
5 A classificação de pescador “artesanal” é utilizada como forma de diferenciação entre as di-
ferentes “classes” que se autodefinem como “artesanais”, bem como dos “patrões” da pesca
(donos de barcos e instrumentos de pesca) e de demais trabalhadores desta atividade (pescado-
res “empregados”, intermediários, carregadores, peixeiros etc.), para reivindicações de diretos
específicos (Barreto 2006: 16).
6 Para o autor, o traço essencial da distinção das populações tradicionais é da ordem do sim-
bólico, e as culturas tradicionais são definidas da seguinte maneira: “(. . .) padrões de compor-
tamento transmitidos socialmente, modelos mentais usados para perceber, relatar e interpretar
o mundo, símbolos e significados socialmente compartilhados, além de seus produtos materiais,
próprios do mundo da produção mercantil” (Diegues 2000: 87).
7 Nesse caso, a mesma crítica apresentada por Frederik Barth ao tratamento dado por alguns
antropólogos ao estudo de grupos étnicos se pode reproduzir para certos usos da categoria
população tradicional: “De igual modo se reduce el número de factores que utilizamos para
explicar la diversidad cultural: se nos induce a imaginar a cada grupo desarrollando su forma
52 Antropología de tramas políticas colectivas
10 A regulamentação dos Estudos de Impacto Ambiental (eia) está apresentada na Res. n o. 001,
de 23 de janeiro de 1986, do Conselho Nacional de Meio Ambiente (Conama), que estabeleceu
as definições, responsabilidades, critérios básicos e diretrizes gerais para o uso e implementação
das Avaliações de Impacto Ambientais.
11 Ver: beck, Ulrich. 2000. World Risk Society. Malden, Mass.: Polity Press.
Bronz: Afetados e tradicionais. . . 55
16 Não se pode negar que o diálogo das empresas com os novos interlocutores se tornou quase
uma condição necessária para garantir o sucesso de seus empreendimentos. As empresas pre-
cisam de associações que se aglutinem, pois isso torna o seu trabalho mais fácil, na medida
em que elas passam a dialogar com entidades organizadas da sociedade civil. A Uepa surgiu
e tem-se fortalecido como uma organização “parceira” das empresas, ao aceitar participar dos
projetos que desenvolvem com os pescadores.
Bronz: Afetados e tradicionais. . . 59
17 Observa-se uma inclinação das empresas na aproximação direta com os grupos afetados,
no intento de criar espaços de negociação informal, sem a mediação do poder público, fora
dos marcos da obrigatoriedade legal e da vigilância do Estado. Não se deve perder de vista
que, em grande medida, é o próprio Estado que legitima essa ação, ao outorgar às empresas a
responsabilidade pela gestão dos recursos destinados a essas populações.
18 A Baía de Guanabara é a segunda maior baía do Brasil. Localizada ao sul do Estado do
Rio de Janeiro, em seu entorno se encontram os seguintes municípios: Rio de Janeiro, Duque
de Caxias, Magé, Itaboraí, São Gonçalo e Niterói.
60 Antropología de tramas políticas colectivas
Organização dos Advogados do Brasil (oab), a Fundação Oswaldo Cruz (Fiocruz), o Conselho
Regional dos Economistas (Corecon), o Conselho Regional de Engenharia e Arquitetura (Crea)
e o Instituto de Desenvolvimento e Direitos Humanos (iddh).
23 Nota-se o apoio de empresas privadas à criação de entidades apenas nos casos onde já se
encontram comunidades organizadas em torno de alguma liderança com capital político e poder
de mobilização (que de algum modo “ameacem” a implantação dos projetos), mas que carecem
da formalização necessária para aceder aos recursos das compensações.
62 Antropología de tramas políticas colectivas
Eu não vou dispensar a ajuda dele. Tenho certeza que nós temos
com ele muita coisa para interagir. Tenho certeza que temos coisas
para aprender com ele, mas temos certeza também que ele tem que
aprender muita coisa com a gente e descer do cavalo, que nós fazemos
tanto quanto ele. (Chico Pescador, audiência pública do Complexo
pdet, 10 nov. 2003)
24 Membros da Uepa, hoje, prestam serviço para empresas de consultoria ambiental na rea-
lização de diagnósticos de pesca e mapas de pesqueiros incluídos nos estudos de impacto am-
biental.
Bronz: Afetados e tradicionais. . . 63
zados pelos pescadores desta associação, o rio São Francisco, que margeia
o terreno onde está em construção a usina siderúrgica. Os prejuízos cau-
sados pela paralisação da dragagem –em geral, as dragas são terceirizadas
e seu custo é calculado por dia de operação– provocaram um reconheci-
mento imediato da entidade pela empresa, culminando na realização de
reuniões de negociação para a definição de medidas de compensação.
Depois de um longo caminho de negociações –com o apoio e a parti-
cipação ativa da Fapesca e seus “especialistas” e advogados– não houve
acordo com o grupo, uma vez que a demanda de compensação visava o
pagamento de indenizações pessoais para todos os pescadores vinculados
à Apescari durante o período de operação da draga no rio São Francisco.
A justificativa apresentada pela empresa se baseou no fato das medidas
compensatórias individuais não estarem previstas entre as políticas acor-
dadas pela empresa com entidades representativas de outros grupos de
afetados da região da Baía de Sepetiba, que já haviam sido reconhecidos
nos estudos de impacto ambiental.
Sem a efetivação de um acordo, as estratégias políticas da Apescari se
encaminharam para um outro tipo de mobilização social frequentemente
observado no campo: o estabelecimento de vínculos dos grupos da pesca
com lideranças políticas formais e representantes do Ministério Público.
A ação da entidade informa-nos ainda sobre a entrada de atores interna-
cionais no fortalecimento das organizações de pesca no estado. Em ambos
os casos, observa-se a incorporação de uma nova lógica de organização,
que se impõe sobre as entidades pesqueiras.
Os Ministérios Públicos Federal e Estadual (mp) assumem um impor-
tante papel no licenciamento ambiental, por serem os únicos órgãos esta-
tais capazes de interferir diretamente nos processos. O mp tem formalmen-
te a função de fiscalizador do licenciamento e de “mediador” (no sentido
stricto do termo) entre a sociedade civil, o Estado e os empresários. Por
meio da formalização de acordos (preventivos ou corretivos) ou da moção
de ações judiciais, o órgão pode suspender o processo em nome dos anseios
dos grupos afetados ou das avaliações técnicas dos estudos ambientais por
seus especialistas. 26 Não raro observamos ações civis públicas movidas pe-
los mps e assinadas por entidades de pesca e outros tipos de organizações
–ongs ambientalistas, associações de moradores, sindicatos, movimentos
comunitários etc. Foi o caso das ações movidas contra a tkcsa, já citadas
26 O Ministério Público Estadual do Rio de Janeiro possui um Grupo de Apoio Técnico (Ga-
te), composto por uma equipe multidisciplinar, que costuma analisar os estudos ambientais
produzidos durante o licenciamento ambiental de grandes projetos industriais no estado.
Bronz: Afetados e tradicionais. . . 65
As negociações se iniciaram em mar e terminaram em terra, onde foi agendada uma nova
reunião da empresa com os pescadores da Apescari para tratar das compensações.
Considerações finais
Com brevidade, procurei apresentar os casos que bem demonstram al-
gumas das transformações observadas na organização política do setor
pesqueiro do Estado do Rio de Janeiro. Concentrei-me naquelas mais dire-
tamente relacionadas às políticas ambientais de licenciamento de grandes
projetos industriais e aos marcos jurídicos do campo ambiental ancorados
nas populações pesqueiras.
Dentre as novas práticas de mobilização social, tratei da contratação
de assessorias jurídicas para as entidades pesqueiras e da incorporação
de um discurso legalista pelos seus próprios membros, que incorporam
o léxico do licenciamento ambiental e das políticas ambientais voltadas
para a gestão da pesca. As alianças entre entidades da pesca, políticos,
ambientalistas e instituições de outra natureza –movimentos sociais, orga-
nizações não governamentais, partidos políticos, Ministério Público etc.–
colaboram para a difusão de informações na mídia impressa e nas redes
sociais da Internet, para a realização de atos público (barqueatas, parali-
sações), de encontros, bem como para a publicação de documentos. Tudo
isso contribui para o aumento da visibilidade das entidades de pesca e,
consequentemente, influi nas negociações pelas compensações.
Nos casos em que as negociações resultam na formalização de acor-
dos entre entidades de pesca e empresas, vê-se a incorporação da lógica
organizacional e institucional corporativa, bem como dos discursos ideo-
lógicos e dos aparatos do desenvolvimento, às práticas das lideranças da
pesca. As entidades precisam estar formalizadas para que possam aceder
aos recursos das compensações. Com frequência, verificam-se investidas
das empresas para a regularização de entidades “parceiras”. Além disso,
é necessário que desenvolvam projetos estruturados, considerados “sus-
tentáveis” do ponto de vista ambiental e econômico, com cronogramas
e orçamentos complexos. Cursos de qualificação profissional, oficinas pa-
ra elaboração de projetos e contratação de consultores para dar apoio
na fase de implantação dos mesmos fazem parte das ações das empresas
direcionadas à adequação dos pescadores à mesma lógica organizacional.
Paradoxalmente, a construção dos pescadores como sujeitos políticos do
campo ambiental, por meio da incorporação das “categorias de direitos”
comunidades afetadas e populações tradicionais, terminam por viabilizar
a adequação do setor aos modelos contemporâneos, e nada tradicionais, de
organização das instituições do desenvolvimento. Mobilizar-se nos espaços
Bronz: Afetados e tradicionais. . . 67
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68 Antropología de tramas políticas colectivas
Matías Triguboff
Introducción
Hacia fines de 2001 y principios de 2002, mientras los niveles de conflictividad y movilización
en Argentina continuaban en aumento, vecinos de diferentes barrios comenzaron a reunirse
con regularidad y a funcionar bajo la denominación de asambleas 2 en la Ciudad de Buenos
Aires, Gran Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y otras ciudades más pequeñas 3. En el momento
de mayor auge, en agosto de 2002, existían 122 en la Ciudad de Buenos Aires y 329 en todo
el país 4. Las asambleas mostraron una notoria heterogeneidad en su composición, integradas
1 Una versión anterior de este trabajo fue presentada en el ix Congreso Argentino de Antropo-
logía Social en 2008.
2 Entre las asambleas podía observarse una amplia diversidad en sus denominaciones, que va-
riaban entre “barriales”, “populares”, “vecinales”, “vecinos autoconvocados” (Pérez, Armelino,
Rossi, 2005; Triguboff, 2005). Por ello, utilizo el concepto asamblea para poder contener es-
tas diferentes denominaciones. Utilizo comillas para referencias textuales y bastardilla para
términos nativos.
3 En ese momento, Argentina atravesaba una profunda crisis política, económica y social, con
crecientes índices de pobreza y desocupación. A la crisis económica se sumaban un ajuste
presupuestario y salarial cada vez mayor, combinado con un aumento de la movilización y la
protesta social y un cuestionamiento al sistema de representación política. En 2002, el nivel
de necesidades básicas insatisfechas ascendía a un 23,8%; la pobreza se había duplicado entre
1995-2002, llegando al 53,3% de la población; la desigualdad de la distribución del ingreso
experimentaba un constante aumento (pnud, 2002). Según datos del Banco Mundial, el pbi en
dólares había caído 11 puntos de 1995 a 2002 (Banco Mundial, 2002), lo cual se expresaba en
una caída de un 20% en el ingreso per cápita de la población (pnud, 2002). El porcentaje de
desempleados se había incrementado del 6,1% en 1985 al 17,4% en 2001 (cepal, 2003).
Respecto de las instituciones políticas, el 49% de la población opinaba que no importaba el
tipo de régimen político si un gobierno no democrático lograba brindar soluciones a los pro-
blemas económicos del país. Asimismo, hacia febrero de 2002, el 74% de la población tenía
poca o ninguna confianza en el Presidente, el 93% desconfiaba del Congreso y el 94% de los
partidos políticos. Solo un 23% promedio de la población confiaba en las instituciones políticas
democráticas (Zovatto, D. 2003).
En relación a las elecciones, en la elección parlamentaria de 2001 el voto en blanco y nulo había
alcanzado el 21,1% y el abstencionismo el 27,1%. La participación electoral se había reducido
del 86,04% en 1983 al 78,22% en 2003 (Abal Medina, 2006).
4 Según un informe realizado por Eduardo Ovalles de la consultora Nueva Mayoría, de marzo
a agosto de 2002 las asambleas aumentaron en un 21%, pasando de 272 a 329 en todo el país.
69
70 Antropología de tramas políticas colectivas
“seguridad”, entre otros. Entre todos los asambleístas se definió un nombre: la casa del Parque
Díaz.
Las investigaciones sobre las ocupaciones desarrolladas por las asambleas se centraron en los
cambios en las concepciones de lo público, lo privado y la legalidad, así como en los efectos de
estas acciones en el funcionamiento posterior de las asambleas. Partiendo de la caracterización
de crisis de representación política y del sistema político en Argentina en general y poniendo
el eje en la confrontación con el Estado, estos estudios se orientaron hacia la identificación de
aportes políticos tales como la ruptura con formas tradicionales de representación política y
la creación de formas de “autoorganización” novedosas (Svampa y Corral, 2002), el cuestiona-
miento a la categorización público-privado (Fernández y otros, 2006) y la modificación de la
relación entre Estado y mercado (Ouviña, 2003).
Para Fernández y otros (2006), las ocupaciones de locales redefinían el lugar de lo priva-
do y lo público, instaurando un espacio “ni privado, ni estatal, sino comunitario”. Desde esta
óptica, la creación de estas instancias “vecinales-comunitarias” hacía “estallar” la polarización
público-privado o individual-social. Lo privado ya no era lo opuesto a lo público; tampoco era
lo personal. Lo público ya no era sólo sinónimo de Estado. Si bien no realizaron un rastreo
histórico de las prácticas comunitarias, estos autores sostuvieron que los nuevos espacios eran
“vecinales-comunitarios”, caracterizados por la “apropiación” de locales que el Estado no uti-
lizaba, la “autogestión” barrial, la utilización de la “imaginación colectiva” hacia iniciativas
concretas, y nuevas formas de “sociabilidad solidaria” llevadas adelante a través de la “vecin-
dad” (Fernández y otros, 2006: 64-66).
En esa línea, para Svampa y Corral (2002:14-15), las ocupaciones de inmuebles establecieron
una discusión sobre la legalidad de la medida a partir de un debate más general sobre las
formas legales o institucionales de lo político y lo público. Los autores señalaron que la decisión
de realizar una ocupación delineaba “cierto imaginario político” respecto de la relación con el
Estado, la “apropiación del espacio público” y los modos de asumir la confrontación con el poder
institucional. Al mismo tiempo, estos autores señalaron la emergencia de nuevos conflictos entre
los asambleístas como consecuencia del mantenimiento y la ocupación del local.
Estas investigaciones analizaron las asambleas como movimiento social, tomando como refe-
rencia los trabajos norteamericanos y europeos sobre protesta, acción colectiva y nuevos movi-
mientos sociales. Así, destacaron algunos aspectos organizativos del “movimiento” y evaluaron
el impacto de sus demandas en el sistema político, presentando en algunos casos una relación
objetualizada entre Estado y asambleas, caracterizándolas como dos esferas separadas y homo-
géneas. De esta manera, tendieron a homogeneizar las múltiples relaciones y contradicciones
que fueron parte de este proceso. Dejaron de lado el análisis de las tensiones entre los aspectos
discursivos y las prácticas, así como también las trayectorias de los sujetos, sus resignificaciones
y experiencias.
En este capítulo me interesa descentrar el análisis de la confrontación con el Estado y de
la crisis de representación y del sistema político, para mostrar cómo los diferentes procesos
de ocupación pusieron en juego múltiples relaciones e interacciones con el Estado, así como
diferentes representaciones de lo público y lo privado. Para ello, examino los debates y las
prácticas llevadas adelante en torno a los sentidos y tensiones de cada ocupación. En particular,
me detengo en dos casos. Por un lado, analizo el proceso por el que la asamblea Parque Díaz se
instaló en un inmueble. Por el otro, el proceso que llevó adelante la asamblea de San Lorenzo,
cuyos integrantes optaron por ocupar la calle para organizar festivales y una feria de productos,
establecieron una huerta en un terreno baldío y se instalaron en la casa de un asambleísta para
intentar evitar su desalojo por la Justicia.
Este trabajo forma parte de los resultados de una investigación doctoral ya finalizada sobre
las asambleas de la Ciudad de Buenos Aires, basada en un trabajo de campo intensivo entre
los años 2002 y 2007. Desde un enfoque etnográfico, propuse desplazar la mirada del momento
de la protesta para indagar en las prácticas cotidianas, las relaciones sociales y los sentidos que
cotidianamente ponen en juego los sujetos. En una primera etapa, desde un nivel intermedio de
72 Antropología de tramas políticas colectivas
análisis, entre 2002 y 2003, examiné la dinámica de funcionamiento de las reuniones de distintas
asambleas, de algunas de sus actividades y del funcionamiento cotidiano de los locales.
Luego de un acercamiento general, seleccioné dos asambleas para estudiar en profundidad,
focalizando en aspectos de la vida cotidiana y la trayectoria de vida de algunos de sus inte-
grantes. Entre fines de 2005 y principios de 2007, realicé la última serie de entrevistas. En esta
etapa, gran parte de las personas que entrevisté ya no formaban parte de ninguna asamblea.
Así pude trabajar sobre las percepciones y balances que ellos mismos efectuaban. En el caso de
la asamblea Parque Díaz entrevisté a algunas de las personas que todavía asisten a la misma y
pude analizar los aspectos de continuidad y ruptura con el período 2002/2003.
8 Las sociedades de fomento son organizaciones barriales, integradas por vecinos, que realizan
demandas al Estado para el mejoramiento de los servicios públicos y barriales. Al mismo tiem-
po, llevan adelante iniciativas culturales y sociales. Los Centros Culturales son organizaciones
barriales que llevan adelante actividades tales como clases de teatro, música, baile, entre otros.
Igualmente, realizan funciones abiertas de teatro y música. En general están financiados por
los propios vecinos y en algunas casos reciben subsidios estatales y/o privados.
9 El Gobierno de la Ciudad cedió provisoriamente algunos inmuebles propios que estaban en
desuso, como terrenos baldíos o ex ferias municipales.
Triguboff: Estado y asambleas en la Ciudad de Buenos Aires. . . 73
los comedores. Al mismo tiempo, se organizaban acciones para defender los espacios ocupados,
fundamentalmente de los desalojos policiales. En muchos casos, las tradiciones políticas de algu-
nos de sus integrantes y el conocimiento de algunos miembros de partidos políticos permitieron
la incorporación de ciertas tecnologías para organizar y mantener la ocupación. Entre ellas, el
modo y el momento en que se realizaría la acción, el procedimiento a seguir en caso de que
apareciera la policía y el establecimiento de vínculos de solidaridad con otras organizaciones
frente a la posibilidad de ser desalojados.
Lygia Sigaud (2004, 2005), en su investigación sobre ocupaciones de tierras en zonas rurales
de Brasil, analizó cuáles fueron los cambios en las condiciones sociales que contribuyeron para
que las ocupaciones y los campamentos se convirtieran en una forma apropiada de reclamar
al Estado la reforma agraria. Describió cómo a fines de los años 70 comenzaron las primeras
ocupaciones en Río Grande do Sul que luego se fueron multiplicando y extendiendo a lo largo
de todo el país como parte de un proceso de transformación del modo de actuar de distintas
organizaciones sociales del ámbito rural y del Estado. El trabajo de investigación mostró cómo
mientras el Movimiento Sin Tierra, los sindicatos de trabajadores rurales y otras organizaciones
llevaban adelante distintas ocupaciones, el Instituto Nacional de Reforma Agraria, que hasta ese
momento había tenido una acción muy limitada, comenzó a expropiar tierras y a distribuirlas
entre los ocupantes, transformándolos en titulares de una parcela de tierra.
A partir de la reconstrucción de diversos campamentos, señaló una serie de elementos recu-
rrentes que sintetizó bajo la categoría “forma acampamento”. Según la autora, los campamentos
son mucho más que una mera reunión de personas que reivindican la desapropiación de un inge-
nio. Esta forma de ocupación, que en su extensión territorial se fue adaptando a las condiciones
sociales de cada lugar, comprende acciones ritualizadas, una organización espacial, reglas de
convivencia, un vocabulario propio y elementos con fuerte simbolismo que constituyen sus ca-
racterísticas distintivas como una “bandera y una lona negra”.
La autora describe, entre otros elementos, cómo en el momento en que ingresan en las
propiedades las personas buscan lugares altos y visibles, cerca de los bosques y cursos de agua.
Arman las carpas con hojas y una lona negra y las ubican de manera alineada para armar calles.
En el momento de la ocupación están presentes mayormente varones adultos. Las mujeres y los
niños se acercan después. En todos los campamentos hay una división de trabajo en comisiones,
como las encargadas de la seguridad y de la gestión con diferentes órganos de gobierno para
el suministro de alimentos. También utilizan un vocabulario propio. Dicen ocupar en vez de
invadir, que es la palabra utilizada por los propietarios. La vida en el campamento la describen
como estar “bajo la lona negra”.
En este sentido, una mirada global al proceso de ocupación de estas asambleas posibilita
señalar que estas iniciativas no consistieron solamente en la instalación de un grupo de personas
en un espacio deshabitado con el objetivo de hacer actividades para el barrio. Por el contrario, la
ocupación muestra un complejo proceso llevado adelante a partir de relaciones previas, debates y
significaciones. Estas iniciativas comenzaron tras varios meses de funcionamiento e implicaron
una organización espacial, una división de tareas, una simbología, una tecnología específica,
distintas formas de relación con el Estado y un vocabulario determinado.
“El tema del comedor fue fuerte, porque venían alcohólicos [. . .] Y algo que a mí particu-
larmente me impactó mucho en esa época fue la situación de hombres grandes que vivían en
la calle por elección, porque la falta de trabajo los había llevado a separarse de su familia,
porque se sentían como menoscabados por no tener trabajo y preferían dejar a su familia
en una casa y ellos pasaban a vivir en la calle ” (Marisa, psicóloga social, sin experiencia
política, 50 años, asamblea Parque Díaz 10).
De la misma manera se realizaron clases de apoyo escolar para niños, y de inglés y nivel
primario para adultos que necesitaran terminar sus estudios. Se organizaron “charlas debate”
con invitados especiales como Osvaldo Bayer 11, a las que llegaron a concurrir hasta cuatrocientas
personas.
De esta manera, a partir de agosto, la casa del Parque se convirtió en un ámbito de refe-
rencia cotidiano para los vecinos. Numerosas personas se acercaron a conocer el predio y otras,
además, se sumaron al espacio de discusión. Algunos vecinos llevaron sillas, mesas y muebles;
donaron libros, leche y pan para el merendero, y juguetes para los niños. Con estas acciones,
los asambleístas se sintieron respaldados por el barrio.
“Hubo cosas muy emotivas, cosas hermosas, como por ejemplo: estábamos todos ahí
charlando y de pronto se abría la puerta despacito y aparecía un vecino con cuatro o cinco
litros de leche, para hacer el merendero. Y me acuerdo que, para un Día del Niño, se apareció
el de Tom, de acá de la zona, y donó un montón de juguetes, y armamos paquetes y todos
los chicos se fueron con juguetes” (Berta, empleada administrativa, sin experiencia política,
60 años, asamblea Parque Díaz).
10 Cito con nombre, edad, ocupación y experiencia política. Utilizo nombres ficticios para las
asambleas y para sus integrantes.
11 Osvaldo Bayer es historiador, escritor y periodista. Se identifica con las ideas anarquistas
y participa de diversas iniciativas en apoyo a las reivindicaciones de los pueblos originarios
argentinos. Durante la última dictadura militar en Argentina estuvo exiliado en Alemania. Entre
sus ensayos más importantes están Los Vengadores de la Patagonia Trágica, Los anarquistas
expropiadores y otros ensayos, Fútbol argentino, Rebeldía y esperanza, Severino Di Giovanni ,
el idealista de la violencia y la novela Rainer y Minou.
Triguboff: Estado y asambleas en la Ciudad de Buenos Aires. . . 75
Como recuerda Marisa, otras personas se acercaban para pedir ayuda. Habitualmente, los
asambleístas intentaban ayudarlas ellos mismos, pero en algunas ocasiones les recomendaban
que se presentaran en el Centro de Gestión y Participación (cgp) del gobierno local 12.
“Nosotros no queríamos pero cuando vos te das cuenta que tenés un límite real, el Estado
se tiene que hacer cargo. [. . .]Habíamos llegado a tener una nena con una serie de violaciones,
que había que derivar sí o sí. Después un matrimonio de médicos que los dos se habían
quedado en la calle. Hay cosas que se tenía que hacer cargo el Estado, que nosotros como
asamblea no podíamos manejar; entonces el reconocimiento de límites me parece que también
era saludable” (Marisa, psicóloga social, sin experiencia política, 50 años, asamblea Parque
Díaz).
“Rechazábamos cualquier tipo de vinculación con el gobierno, hasta caminar por la vereda
del cgp [tono de risa];después te das cuenta que en realidad no queremos formar parte del
chanchullo, pero queremos lo que nos corresponde. Pero bueno, lo cierto es que en la práctica
nunca tuvimos una relación, al menos orgánica, con el cgp, salvo ir a reclamar una que otra
cosa” (Osvaldo, técnico informático, sin experiencia política, 38 años, asamblea Parque
Díaz).
La relación de los asambleístas con el Estado era compleja; la negativa a ser parte de ac-
ciones que los comprometieran políticamente con el Centro de Gestión y Participación (cgp)
no obstaculizó una serie de demandas, relaciones e interacciones con otros organismos estatales
centrados en la gestión de recursos, como subsidios y alimentos. En efecto, desde la comisión
de desocupados se vincularon con la Secretaría de Promoción Social del gobierno local a través
de la solicitud de subsidios para desocupados y bolsas de alimentos, que recibían en el local y
luego distribuían entre familias de bajos recursos del barrio.
Una vez más, el punto central de esta relación consistía en conseguir y gestionar recursos
del Estado. Así, los subsidios y las bolsas de alimentos otorgados por el gobierno local re-
presentaron, para las asambleas, un contacto con los desocupados y las familias más pobres
del barrio. En algunas ocasiones, primero conseguían los planes y luego buscaban quienes se
pudieran beneficiar con ellos. De este modo, mediante la entrega de bolsas de alimentos o de
subsidios a desocupados, la asamblea se convertía en un centro de distribución de las políticas
gubernamentales, al tiempo que atraía a otros sectores sociales y entablaba vínculos cotidianos
con algunas dependencias estatales.
12 Los Centros de Gestión y Participación (cgp) fueron creados como parte del proceso de
descentralización administrativa del Gobierno de la Ciudad. Estas oficinas están distribuidas
en toda la ciudad, donde los vecinos pueden realizar algunos trámites y reclamos. A su vez, los
cgp realizan el seguimiento y la ejecución de algunas políticas estatales, como la distribución
de alimentos a personas de bajos recursos.
76 Antropología de tramas políticas colectivas
“Fue importante que desde que estuvo el lugar pasábamos más tiempo juntos, con lo cual
no podés estar matándote todo el tiempo si pasás mucho tiempo con alguien porque no te
da el cuero; en un momento tenés que parar y tomarte un mate. Así que eso estuvo bueno,
eso aflojó un poco los vínculos” (Esteban, docente universitario, ex activista del centro de
estudiantes del secundario y de la universidad, 35 años, asamblea Parque Díaz).
13 Ese canto hacía referencia a las manifestaciones populares del 19 y 20 de diciembre de 2001
en el marco de la cuales renunció a su cargo el Presidente de la Nación, Fernando De la Rúa.
14 Este organismo tiene a su cargo los bienes y terrenos que no fueron concesionados en el
proceso de privatización de los servicios públicos en la década del 90. Según la página web
oficial, su principal función es la de “administrar y resguardar en forma óptima los bienes
que no tienen afectación directa a las actividades propias del Estado, maximizar su valor y
entregarlos a la vida cotidiana de los ciudadanos”.
78 Antropología de tramas políticas colectivas
“Éramos muchos participando de la huerta. A mí, en realidad, fue la actividad que más
me impactó en mi vida y que perdura. . .Yo me enganché mucho con cuidar la alimentación
y eso lo sigo haciendo” (Josefina, estudiante universitaria, ex integrante de una agrupación
universitaria trotskista, 30 años, asamblea de San Lorenzo).
Como todas las iniciativas que la asamblea organizó en la calle, el fogón de diciembre de
2002 generó tensas situaciones de negociación con la policía, que procuraba evitar la ocupación
de la vía pública. Tras pocos minutos de haber iniciado esta actividad, se presentaron agentes
policiales de la zona en dos autos patrullas, buscando algún representante de la asamblea o
encargado de la actividad. Consultaron a distintas personas, pero todas negaban la existencia
de un referente. Las autoridades pretendían liberar uno de los carriles de la avenida donde
estaba realizándose el fogón. Continuaron interrogando a la gente hasta que un asambleísta
les contestó: “Pero nosotros somos una asamblea, y ahora están todos de fiesta, y nosotros
para liberar un carril tenemos que hacer una asamblea acá, y no da porque esto es una fiesta”.
Frente a esta inesperada respuesta, los uniformados decidieron retirarse. Una hora más tarde
regresaron, pero todos comenzaron a cantar “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”,
y, como resultado, los policías se quedaron observando desde los patrulleros y finalmente se
retiraron.
“Bueno, lo que ocurrió realmente fue que ese jueves, vos no fuiste [se refiere a Fernando]
y fui yo, y yo me sentí re-mal, porque sentí como que vinieron y dijeron: ‘Acá lo central es
que a Arnaldo lo van a desalojar y nosotros tenemos que tomar la casa para impedir que lo
desalojen y convertir ese lugar en la casa de la asamblea’. Entonces, de repente se levantó
la reunión de esa esquina y todo el mundo. . .” (Luisa, psicóloga social, ex integrante del
Partido Revolucionario de los Trabajadores (prt), 56 años, asamblea de San Lorenzo).
15 Una de las últimas actividades que realizó San Lorenzo fue el “carnaval contra la farsa
electoral”. Como en la mayoría de las asambleas, sus integrantes no alcanzaron una síntesis
común sobre la postura que debía tomar el espacio colectivo frente a las elecciones. Sin embargo,
la mayoría de los asambleístas coincidió en que era necesaria una reforma institucional profunda.
El carnaval consistió en un festival en la calle al que asistieron bandas musicales invitadas
y en el que los asambleístas se disfrazaron como una forma de rechazo a los representantes
gubernamentales de ese momento.
80 Antropología de tramas políticas colectivas
Como consecuencia, durante los casi tres meses que duró la ocupación, la asamblea cambió su
dinámica y dejó de funcionar en su tradicional esquina para trasladarse a la casa.
Sin embargo, el debate interno en relación con esta decisión continuó y se incorporó al boletín
de la asamblea del 21 de mayo de 2003. Tras la controversia causada por un artículo escrito por
uno de los asambleístas, la asamblea decidió en la reunión plenaria “censurar” este contenido
retirando la revista de circulación. Esa nota cuestionaba la ocupación de la siguiente manera:
Este artículo resumió los principales núcleos del debate en torno a la ocupación: la propiedad
privada, la relación con el Estado, la “necesidad” de un local propio y la toma de decisiones. El
intento de “solidarizarse” con Arnaldo forzó una resolución en torno al tema de la ocupación
para tener un espacio “propio”, que en la asamblea de San Lorenzo parecía haberse saldado
tiempo atrás. A su vez, Arnaldo representaba el vínculo con el “otro”, con otros sectores sociales
que en general no eran parte de la asamblea.
Finalmente, Arnaldo fue desalojado en mayo. Sin embargo, el juez que dictó la orden de
desalojo hizo lugar al reclamo de la asamblea y solicitó al Gobierno de la Ciudad que cediera
un local para realizar las actividades. Pero esta posibilidad ya no interesaba a los asambleístas;
días antes del desalojo habían decidido dejar la casa debido a conflictos internos, y retornar a la
esquina habitual de reuniones. Ese mismo mes realizaron sus últimas reuniones y actividades,
hasta que la asamblea terminó por disolverse.
definir límites de funcionamiento e incluso decidir, en algunos casos extremos, expulsiones del
ámbito colectivo. Igualmente, la definición del local como lugar público entró en debate cuando
un grupo de personas sin vivienda pidió instalarse allí. Para la mayoría de los asambleístas, la
recuperación tenía como fin la realización de actividades sociales y políticas para la “lucha”,
razón por la cual la demanda de estas personas sin vivienda fue vista como un intento de
apropiación del sitio.
Por otro lado, cuando las ocupaciones se hicieron sobre otro tipo de espacios, como terrenos
en desuso o la vía pública misma, las representaciones de lo público cobraron otros sentidos. En
el caso de la huerta, la discusión sobre lo público y lo privado atravesó directamente la acción.
Este proyecto de San Lorenzo no pretendía abrir un espacio para los vecinos, sino servirse de
un lugar desocupado del barrio para realizar una actividad vinculada con la asamblea. En este
sentido, la acción se justificaba por el fin social y solidario que tendría la huerta.
En estos casos, el sentido de lo público tenía como denominador común la constitución de
espacios de sociabilidad y acción política orientados a los vecinos y al barrio. De esta manera,
a diferencia del trabajo realizado por Fernández y otros (2006), los datos de mi investigación
muestran que la acción de los asambleístas no apuntaba a una interpretación de las ocupaciones
como un ámbito “comunitario” en confrontación con el Estado, sino que estaba orientada a la
construcción de ámbitos abiertos de interacción y de desarrollo de diversos proyectos. A su vez,
las ocupaciones no sólo eran de locales, ni de locales estatales, sino que también fueron llevadas
adelante en la vía pública, como calles y plazas.
Por otra parte, quienes hicieron hincapié en que la ocupación se establecía sobre propiedad
privada resaltaron la categoría toma. Este fue el caso del grupo de integrantes de la asamblea
Parque Díaz que se separó de la misma cuando se decidió ocupar un local. Argumentaron que la
medida no “representaba” a los vecinos del barrio y que era una “aparateada”, una imposición
de partidos que integraban la asamblea, como el Partido Comunista (pc) y el Partido Obrero
(po). Ernesto, integrante de la Central de Trabajadores de la Argentina 16 (cta), insistió a lo
largo de la entrevista en que decidió no sumarse a la ocupación debido a que, desde su punto de
vista, estos partidos motorizaban la toma de una propiedad privada, sin asumir que para llevar
adelante una medida de estas características la asamblea debía recibir el apoyo del barrio.
“El elemento que termina por generar la ruptura es cuando un grupo decide tomar un lu-
gar. Había sido una propuesta que no se había cerrado en la asamblea. Muchos no estábamos
de acuerdo. [. . .] La discusión era si la acción política que hacíamos representaba al conjunto
o no; si representaba al barrio o no, aunque el barrio no acompañara. [. . .] Porque estamos
hablando de Parque Díaz: clase media media. Tenemos que saber también el entorno en el
que estamos trabajando. [. . .] Te iba a acompañar el sector progresista, el problema es qué
iba a ocurrir con todo el resto” (Ernesto, docente, ex integrante del Frente País Solidario
[frepaso] y activista de la Central de los Trabajadores Argentinos [cta], 60 años, asamblea
Parque Díaz).
“Marisa: Esta decisión de la toma hace una fractura muy importante en la asamblea; esta
decisión hace que una parte de los militantes, que representaban a la cta y que no estaban
conformes con la toma, se fuesen de la asamblea.
Del mismo modo, Cecilia, como integrante del Partido Comunista (pc), señaló que el pro-
blema era ideológico, pues se fundaba en las diferentes concepciones de los integrantes de la
asamblea sobre la propiedad privada y el “derecho” que tenían a ocupar ese local. En su relato,
a diferencia de quienes se oponían a la ocupación y se retiraron de la asamblea, resaltó el apoyo
que Parque Díaz recibió de distintos vecinos de la zona.
“C: Después se tomó la decisión de tomar este lugar; eso dividió aguas porque eso era
romper la legalidad en el sentido de la propiedad: cómo vamos a tomar un lugar que no nos
pertenece.
M: ¿Y cuál era la discusión?
C: La discusión era esa. Un docente decía: yo no le voy a enseñar a mi hijo que tome
algo que no le pertenece. Entonces la discusión era: ¿y a quién le pertenece si no es a los
vecinos del barrio que fueron estafados por el banco? ¿De quién es ese lugar? Eso dividió
aguas y apartó a un sector de la asamblea. Otro grupo quedó expectante; esa fue otra cosa
muy interesante. Porque cuando se abrió el lugar, la reacción de los vecinos del barrio fue
muy buena, muy solidaria, la gente traía de todo; entonces mucha gente de la asamblea que
había vacilado sobre lo que iban a decir los vecinos se sumó” (Cecilia, jubilada, integrante
del Partido Comunista [pc], 70 años, asamblea Parque Díaz).
Tal como señalaron Svampa y Corral (2002) las ocupaciones de inmuebles pusieron en discu-
sión la legalidad de la medida; no obstante, en el caso de la asamblea de San Lorenzo, en lugar
de hacer hincapié en la trasgresión a la legalidad, los asambleístas discutieron el sentido que
adquiría esta acción, destacando la obligación que implicaba poseer un local propio y evitar
que no se desvirtuaran los objetivos iniciales de la ocupación. Para ellos, la toma imponía una
obligación a la asamblea, que debería mantener y administrar este espacio. Tal como señaló
Josefina, la ocupación suponía una organización particular, una división de tareas, responsabili-
dades, deberes y actividades diarias, como las “guardias nocturnas”, que no estaban dispuestos
a asumir.
“F: Es muy difícil acordar cómo gestionás para sostener en el tiempo y mantener un
lugar [. . .] Entonces en lo que terminaban, como por ejemplo la toma de [nombre],terminó
convirtiéndose en un depósito de cartoneros. Los cartoneros venían, dejaban sus cosas. . . Yo
no sé si está bien o está mal, pero para mí por lo pronto no era el objetivo. Yo lo que no
veía era la posibilidad de acordar qué íbamos hacer con ese espacio. Qué se yo, está bien,
yo podía decir ‘organicemos un centro cultural como armaron acá en [barrio]’; se daban una
cantidad de actividades, se organizaban talleres, había una cantidad de gente que concurría
[. . .] Pero no estaba dado para que nosotros hiciéramos eso” (Fernando, ex integrante del
gremio aeronáutico, 50 años, asamblea de San Lorenzo).
Del mismo modo, consideraban que una toma los obligaría a exceder los lazos que habían
construido. Evaluando la experiencia de otras asambleas, sostenían que el encuentro y la acción
conjunta, al asumir la responsabilidad de mantener el local, dejarían de ser voluntarios para
convertirse en un deber.
“Yo creo que todos los que tomaron. . . terminó como pesando; estaba el lugar y faltaba el
lazo; como que nosotros apostamos a generar el lazo. [. . .] el lugar estaba. El lugar eran los
vínculos que se daban y las actividades se elegían ad hoc. [. . .] Esa fue la decisión y estuvo
bien, nos hubiera atado a seguir” (Mariano, psicólogo, ex activista del centro de estudiantes
de la universidad, 40 años, asamblea de San Lorenzo).
Así, las relaciones de las asambleas con el Estado durante los procesos de ocupación no se
circunscribieron al cuestionamiento del poder institucional como garante de la propiedad priva-
da y del espacio público. Las asambleas interpelaron a las instituciones estatales de diferentes
maneras; a su vez, las políticas estatales tuvieron diferentes dimensiones.
Los procesos de interacción y relación asumieron diferentes formas según el carácter y los
sentidos otorgados a las ocupaciones. En casos como el de Parque Díaz, que ocupó un local cuyo
propietario era una empresa privada, la acción estatal fue posterior a la ocupación, y se ejerció
fundamentalmente a través de la policía y la Justicia. En general, las agencias represivas del
Estado desplegaron diferentes estrategias de intimidación y coerción, realizando inspecciones a
los locales y citaciones y juicios a varios asambleístas. Así obligaron a las asambleas a recurrir
a abogados y especialistas con el objetivo de evitar desalojos y responder a cargos judiciales
individuales.
En 2003, cuando el nivel de movilización social había disminuido, la mayor parte de las
asambleas fue desalojada. Sin embargo, la política de desalojo no fue homogénea. En el caso de
San Lorenzo, la Justicia aceptó el reclamo interpuesto por sus integrantes e instó al Gobierno
de la Ciudad a ceder un local en desuso para la asamblea. Del mismo modo, no hizo lugar a la
denuncia penal contra Parque Díaz y suspendió el desalojo.
Cuando los locales ocupados eran propiedad del Estado, no se iniciaron acciones legales. La
excepción se produjo en los casos en que, como sucedió con el terreno donde se asentaba la
huerta de San Lorenzo, los terrenos ocupados eran parte de planes de licitación para urbanizar
algunas zonas de la ciudad. Cuando se trataba de inmuebles que eran parte de la comuna de
la Ciudad de Buenos Aires, el gobierno local intentó, por intermedio de los Centros de Gestión
y Participación (cgp), entablar instancias de diálogo y negociación con las asambleas. Un
ejemplo de esta política fue la discusión promovida sobre la ley de comunas y el presupuesto
participativo. Sin embargo, las asambleas generalmente rechazaron el diálogo y presionaron
para que se les brindara un predio sin condicionamientos. En diversas ocasiones, como sucedió
con la feria de San Lorenzo, lograron la cesión del espacio.
Paralelamente, la postura de las asambleas hacia el Estado consistió en rechazar sus ini-
ciativas, al mismo tiempo que reclamar el cumplimiento de lo que consideraban obligaciones
estatales. Entre otras cuestiones, los asambleístas solicitaban bolsas de comida, planes de em-
pleo, viviendas, atención médica en los hospitales y vacunas para los cartoneros.
84 Antropología de tramas políticas colectivas
Conclusiones
Como señalé, luego de que la asamblea Parque Díaz resolviera recuperar un local abandonado,
el eje de preocupación y acción pasó a ser el cuidado del lugar. Para la mayoría de sus protago-
nistas, trasladar el espacio público de la asamblea hacia un lugar cerrado revitalizó y dinamizó
la asamblea, a la vez que brindó a Parque Díaz un perfil específico y diferente. Este proceso
no fue casual ni espontáneo, sino que fue una forma de ocupación característica de numerosas
asambleas, que se nuclearon en las reuniones de Intertomas.
La ocupación del local permitió que la asamblea Parque Díaz canalizara ciertas demandas y,
a su vez, generó conflictos y debates que en San Lorenzo se dieron de modo diferente o tomaron
otra connotación. Convertirse en un interlocutor diario del barrio y ser un centro de distribución
de bolsones de comida fueron algunos de los ejes centrales de Parque Díaz. Al mismo tiempo, la
ocupación provocó rupturas, alejamiento de algunos integrantes y la expulsión de asambleístas
que “ponían en riesgo” las instalaciones. Así, cada asamblea fue forjando su propio recorrido a
través de los múltiples sentidos brindados a las ocupaciones, a lo público, a la propiedad privada
y a la relación con el Estado.
En el marco de la amplia movilización producida en Argentina durante fines de 2001 y 2002,
las asambleas, de la misma manera que otros actores de la protesta, identificaron al Estado o,
más específicamente, a sus instituciones, como representantes “corruptos” de los intereses de la
“clase dirigente”. Los discursos y consignas indicaban fuertes críticas al conjunto del sistema y
a la dirigencia política, y expresaban el nivel de cuestionamiento al régimen. Esas posturas, sin
embargo, no implicaban una confrontación general con las políticas estatales.
Desde este punto de vista, desplazar la mirada del momento de la protesta y de las acciones
de confrontación con el Estado, para indagar las prácticas cotidianas, las relaciones sociales
y los sentidos que cotidianamente ponen en juego los sujetos protagonistas (Grimberg, 1997,
2005; Fernández Álvarez, 2006; Manzano, 2007), me permitió mostrar cómo en las ocupaciones
llevadas adelante por las asambleas la relación con el Estado combinó contradictoriamente
procesos de demanda y búsqueda de recursos con un fuerte rechazo a las intervenciones de
las fuerzas de seguridad y a políticas identificadas por los asambleístas como acciones para
comprometerlos y condicionarlos. Por un lado, las ocupaciones promovieron la intervención del
Estado como garante de la propiedad privada. Por otro, desde el local “propio” se llevaron
adelante nuevas iniciativas, posibilitando que las asambleas pudieran constituirse en agentes de
gestión de políticas estatales.
Bibliografía
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tedra libre “Taller Abierto de Ciencia Política”. Titular Dr. Juan Abal Medina,
Facultad de Ciencias Sociales, uba, Buenos Aires, mimeo.
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cessary Institutional Reform”. In Epstein, E. y Pion-Berlin, D. (org.). Broken
Triguboff: Estado y asambleas en la Ciudad de Buenos Aires. . . 85
Paula Isacovich
87
88 Antropología de tramas políticas colectivas
3 Todas las citas están tomadas de diferentes documentos leídos por las víctimas en las marchas
de los días 30.
4 Como resultado de ese trabajo, escribí mi tesis de licenciatura en antropología social: Isaco-
vich (2009) Sobre el dolor, la furia y la justicia.Etnografía del procesamiento político del caso
Cromañón.
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 89
6 Este término no debe comprenderse en el sentido de las teorías que se centran en la catego-
ría de performance. En cambio, remite a la lingüística pragmática de Austin, quien distinguió
(analíticamente) los actos de habla por sus características locucionarias o referenciales; ilocucio-
narias o performativas, en el sentido señalado, y perlocucionarias en el sentido de que producen
efectos sobre el oyente.
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 91
Acá hay gente dispersa en pequeños grupos o sola; son más de 100
y más de la mitad de ellos parecen tener menos de 25 años. Algunos
tienen pancartas o remeras con caras que estimo de víctimas y en la
mayor parte de ellas se lee la consigna ‘justicia’.
En la pared de enfrente hay una suerte de cartelera con inscripciones
donde pueden leerse desde opiniones generales hasta mensajes afectivos
dirigidos a las víctimas. Es un espacio de más de 10 metros de largo y
unos 4 de ancho.
Camino desde la entrada por el piso de cemento y pasto y oigo
que desde el micrófono se leen nombres. A medida que me acerco al
micrófono desde el cual se leen los nombres escucho que la gente dice
(y digo con ellos) ‘presente’ tras cada uno de los nombres” (Registro
de campo, 30-04-06).
En el transcurso de la misa continúan arribando personas a la plaza y,
cuando aquella finaliza, se disponen todos sobre la calle de Cromañón y del
Santuario. De modo seguido, se inicia la marcha propiamente dicha, una
caminata que invariablemente llegará a Plaza de Mayo. En algunas oca-
siones, el trayecto sigue una línea recta por la avenida que conecta ambas
plazas. En otras, se desvía para transitar otras de gran circulación o bien
para pasar por puntos clave como la dependencia policial responsable de
la zona, o el Palacio de Tribunales, sede central del poder judicial. Estos
desvíos están generalmente vinculados con situaciones específicas relacio-
nadas con el curso de las causas judiciales que investigan los hechos. En
alguna oportunidad, el paso por algún otro punto significativo se realizó
después del acto en Plaza de Mayo (sobre el que volveré enseguida).
Durante la marcha, los participantes portan numerosas banderas, pan-
cartas o vestuario en los cuales pueden verse fotos de víctimas fatales
junto a sus nombres. Algunas de estas insignias llevan impresa la palabra
“justicia”, o mensajes de afecto hacia los muertos. Además de este tipo de
objetos que podemos considerar diacríticos (Barth, 1976), en tanto iden-
tifican a sus portadores como allegados a las víctimas, hay tres banderas
de gran tamaño que son regularmente exhibidas en estas marchas. Una de
ellas es negra, y lleva escrito en blanco “justicia”. Las otras dos tienen
los colores de la bandera argentina y llevan las fotos de las víctimas, y en
una de ellas hay inscripciones y numerosas palmas de manos estampadas.
También es frecuente que algunos familiares enarbolen otras banderas con
el rostro pintado de alguna víctima, o con su nombre escrito y algún men-
saje hacia esta persona. Por otra parte, mientras que algunos intentan
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 93
12 Este análisis recupera el aporte de Alencar Chaves (2002), quien estudió la “Marcha nacional
dos sem-terra” como un ritual de larga duración en el cual se expresó y realizó la identidad
del Movimento Sem-Terra (mst, movimiento campesino de Brasil que reclama centralmente
la reforma agraria). Según su lectura, la marcha permitió monopolizar la conciencia de los
sujetos participantes en un solo sentimiento, una sola idea. En términos más generales, señaló
que al indexar contenidos referenciales de la cultura a nuevos actores, los rituales aportan
patrones renovados de relaciones sociales y pueden ser instrumentos de construcción de nuevas
legitimidades. Esto le permitió identificar cómo el mst construyó la legitimidad de sus demandas
a partir de la “marcha nacional”. Si se toma su propuesta para pensar el caso Cromañón,
es posible sostener que, a través de los dispositivos diacríticos mencionados, los familiares se
indexan a sí mismos con un contenido que los acerca a las demandas de los organismos de ddhh
y de las víctimas del gatillo fácil, así como les indexan a estos características nuevas por la
inclusión en su espectro del caso Cromañón (para un análisis más extenso de estas relaciones
simbólicas se puede consultar Isacovich, 2009).
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 97
13 Este comentario, formulado por un diputado porteño y extractado del acta de la sesión
especial de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires del día 7 de marzo de 2006, puede
escucharse con variantes de boca de familiares, analistas, personas invitadas a los actos de
Cromañón, o bien leerse en documentos diversos.
14 No debe interpretarse el término movimiento tal como ha sido definido desde las ciencias
sociales, sino que se trata de un término nativo, que intenta definir a los familiares, amigos y
sobrevivientes y a sus agrupamientos como constituyentes de un actor político.
98 Antropología de tramas políticas colectivas
por su duración, aunque nunca muy abiertamente, sobre todo los días de
frío. Otros lo refieren con respeto pero son muy claros en cuanto a que no
tienen ningún interés en participar. Al mismo tiempo, miembros de este
grupo han cuestionado en más de una ocasión posicionamientos y prác-
ticas de las iglesias, aunque no en relación con Cromañón y las prácticas
de los familiares que adscriben a ellas. En este sentido, conversando con
algunos de sus integrantes he escuchado los siguientes comentarios:
“‘Yo respeto la misa, pero ellos tienen que respetar terminar más
temprano porque no todos queremos ir, y la gente ya se acostumbró y
viene más tarde, más ahora que hace frío, el día está feo. Si está lindo
por ahí vienen antes y se quedan un rato esperando, pero un día así
no. Además son tres cultos; es larga, una vez tuvimos también un. . .’
(No registro, parece un religioso de otro culto)” (Registro de campo,
30-04-06).
“La verdad que nadie te obliga a ir a la misa, ¿eh? Y todo el mundo
sabe que yo no voy a ir a una misa. Que he ido a algunas, que en
particular donde está la jerarquía de la Iglesia, no voy. De hecho, yo no
sabía, yo me levanté de una misa que le hicieron a Julián los primeros
días porque apareció Bergoglio. . .
Pero lo que uno hace individualmente no es lo mismo que lo que uno
hace en un colectivo. Yo después fui caminando a Luján. Porque una
de las mamás había dicho que –yo no lo sabía, parece que se reza hacia
dentro; yo soy atea así que desconozco–, pero ella había dicho que si lo
destituyen a Ibarra 15, si lo logramos destituir, iba a ir a agradecerle a
la Virgen. Y yo le dije: ‘Te acompaño. A mí me gusta caminar’ [risas].
Y es loco porque fuimos varios de Cromañón, y nos acompañó el
padre Jere que, la verdad, es un divino, y fuimos cantando ‘Corazón
libre’.
Es bastante loco. Todo esto es bastante loco. Y después la mitad del
mundo creía que yo me había convertido. No, yo fui a Luján porque
había dicho que iba a ir a Luján. A mí me gusta caminar, no tengo nada
16 Sobre este punto, ya Durkheim había señalado que los rituales dejan entrever clasificaciones
de las personas y de las cosas.
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 101
“El acto tarda una media hora en empezar. Allí hay sonido y luces
pero no escenario. En ese tiempo Patricia y Noemí se paran frente a los
micrófonos y comienzan a convocar a la gente cantando: ‘Escúchenlo,
escúchenlo, escúchenlo, ni una bengala ni el rock and roll, a nuestros
pibes los mató la corrupción’ (. . .). Interrumpen de a ratos los cantos
para pedirle a la gente que se desplace para que pueda entrar más
gente frente a donde se hace el acto.
Van a leer el documento común de la articulación de organizaciones.
Piden cárcel a Ibarra, López y Chabán 17.
El documento se titula ‘16 meses. ¿Por qué seguimos marchando?’.
Comienza la lectura; leen Patricia y Noemí; Noemí llora y mien-
tras algunos la contienen (una mujer rubia, Andrés, una mujer joven,
dirigente del po, la misma que impulsaba los cantos al frente de la
columna), otra mujer toma el micrófono y la reemplaza en la lectura.
Luego otra mujer, la que contuvo a Noemí, toma la lectura. Me voy
dando cuenta de que cada uno de los conductores del acto, que son
más de 10 personas y van rotando, lee un fragmento no como algo
17 Gustavo López era Secretario de Cultura de la Ciudad al momento del incendio. Por su
parte, Omar Chabán era el empresario que gerenciaba el boliche.
102 Antropología de tramas políticas colectivas
está pasando gran cosa para decir. Y la verdad que nadie cuestiona lo
que yo escribo. Nadie. Hace mucho.
A mí eso particularmente no me agrada. Me parece que la falta de
representatividad es una gran cagada. Todos me dicen: ‘No, lo que
pasa es que vos lo hacés re bien’. Está bien pero, mañana, viste, me
deliro y pongo cualquier cosa. . .
Pero también digo: si nosotros tenemos un país acostumbrado a fun-
cionar sin participación, con liderazgos carismáticos o autoritarios, en
todos los órdenes, ¿por qué va a ser diferente el movimiento Croma-
ñón?” (Entrevista a Patricia, 18-02-09).
Finalmente, con frecuencia estas marchas son ocasiones para que otros
sujetos presenten demandas no originadas en Cromañón. Su inclusión sue-
le depender de invitaciones realizadas por alguno de los grupos, y los te-
mas a los que han referido han abarcado reivindicaciones estudiantiles,
laborales y otras, aunque tal vez hayan primado las demandas de justicia,
algunas de víctimas de incendios en locales comerciales, pero sobre todo
–como vimos– de familiares de víctimas de actos de violencia policial o
estatal. La mayoría de ellos reclamaron que el Estado diera solución a
demandas centradas en el cuidado de la vida. Como dijo un obrero de
una fábrica recuperada:
dos. Creo que sí lo están para algunos, tal vez por ejemplo para Patricia,
pero no para otros, que participan activamente de ambos momentos. Pero
más allá de aquellos que se posicionan de uno u otro modo, las interpreta-
ciones sobre la política, los modos en que las personas proponen resolver
el conflicto, las aspiraciones y demandas, en conjunto, son sí contradicto-
rias o al menos divergentes. Y esto parece ser lo que expresan y permiten
procesar las marchas.
Simultáneamente, el mecanismo de lectura rotatoria de los nombres y
los documentos impide que los valores que definen a la comunidad de
familiares, amigos y sobrevivientes de Cromañón queden asociados exclu-
sivamente con unos u otros de sus integrantes y, por extensión, con los
sentidos que cada uno prioriza y defiende.
Por último, es necesario resaltar que este dispositivo formalizado y re-
petitivo no sólo presenta algunas variantes en su formato sino también en
sus intérpretes. Si bien algunos sujetos son más regulares en sus modos de
participar, otros asisten a veces a las misas, otras al acto de cierre, otras
a toda la marcha, etc. Dicho de otro modo, este esquema no determina
conductas, como tampoco las determinan los grupos, dado que miembros
de unos y otros intervienen en la marcha de modos divergentes.
Bibliografía
Alencar Chaves, C. 2002. “A Marcha Nacional dos Sem-terra: estudo de um
ritual político”. En: Peirano, M. (org.) O dito e o feito. Ensaios de antropologia
dos rituais. Rio de Janeiro: Relume Dumará.
Barth, F. 1976. Los grupos étnicos y sus fronteras. México: fce.
Crivelli, N. 2007. Juventud en riesgo. Un estudio sobre la comunicación de las
víctimas en el caso Cromañón. Tesina de Licenciatura en Ciencias de la Comu-
nicación. Buenos Aires: fsoc-uba.
Delgado, M. 2004. “Del movimiento a la movilización. Espacio ritual y conflicto
en espacios urbanos”. Maguaré N o 18: 125-160. Bogotá.
Durkheim, E. 1992 [1912]. Las formas elementales de la vida religiosa. El sistema
totémico en Australia. Madrid: Akal.
Isacovich: Las formas de la movilización y la construcción. . . 109
Introdução 1
Hoje em dia, no Brasil, aqueles que desejam um pedaço de terra devem
ocupar uma terra, montar um acampamento ou participar de um acampa-
mento organizado por um movimento e, a partir desse momento, fazer suas
demandas ao Estado. 2 Desde os anos 1990, a fórmula ocupação-acampa-
mento tornou-se uma das maneiras de demandar reforma agrária ao Es-
tado brasileiro, ou seja, para que as demandas das organizações de tra-
balhadores rurais (movimentos) 3 sejam atendidas, deve existir ocupação
e, sobretudo, um acampamento (Rosa 2004; Sigaud 2005). 4
1 Este trabalho, de cunho etnográfico, faz parte da minha tese de doutorado em Antropologia
Social, intitulada Tempo de acampamento, defendida em dezembro de 2009 no programa de
Pós-graduação em Antropologia Social da Universidade Estadual de Campinas (Unicamp).
Uma versão anterior deste artigo foi apresentada em Buenos Aires, em setembro de 2009, no gt
“Procesos de movilización social, políticas estatales y vida cotidiana. Perspectivas etnográficas”,
no marco da viii Reunión de Antropología del Mercosur. Os dados empíricos aqui apresentados
foram colhidos ao longo de quase seis anos de pesquisa em vários acampamentos no Estado
de São Paulo. Neste trabalho, vou me referir principalmente a três deles: O Terra sem Males,
onde realizei trabalho de campo de 2003 a 2004; o Dom Hélder Câmara, onde realizei trabalho
de campo em 2003, e o acampamento Famílias Unidas, onde realizei três períodos de campo,
em 2006, 2007 e 2009. A estratégia metodológica da pesquisa de doutorado consistiu em seguir
o percurso de uma família extensa (de consanguíneos e afins), a família Dos Reis-Cerqueira,
pelo mundo das ocupações de terra, desde os primeiros acampamentos, dos quais participaram
em 2003 até alguns membros da família serem assentados no começo de 2006. Dei seguimento
também, até começo de 2009, aos integrantes dessa família que não foram assentados em 2006
e que continuaram em peregrinação por acampamentos de sem-terra do Estado de São Paulo.
Devo ainda mencionar que o objetivo da pesquisa não foi fazer uma história de vida, mas,
através do caminho percorrido por uma família extensa, descrever o que algumas trajetórias
podem revelar do mundo das ocupações de terra.
2 Essa forma de demanda ao Estado e a relação entre ocupações de terra e organizações de
trabalhadores rurais são o que Rosa (2004) chama de “forma movimento”.
3 Todos os termos nativos aparecerão em itálico.
4 A partir da constituição de 1988, as propriedades que não cumprem com a sua função so-
cial podem ser desapropriadas. De maneira geral, as principais etapas do processo de reforma
agrária ligado à montagem dos acampamentos são as seguintes: uma vez que uma propriedade
foi ocupada e um acampamento foi montado, o Instituto Nacional de Colonização e Reforma
Agrária (Incra), órgão do Governo Federal encarregado das desapropriações de terras, classifica
111
112 Antropología de tramas políticas colectivas
Tempo de acampamento
Hoje em dia, estar na reforma, para aqueles que realizam as ocupações e
se instalam em acampamentos, corresponde a participar de uma ocupação
e acampar, reivindicando uma terra para si ou para outros. No entanto,
estar acampado ou manter uma barraca num acampamento e participar
das tarefas do movimento que o organiza pode significar também uma
chance de ascensão social, uma maneira de adquirir certo status ou ocupar
uma posição privilegiada no mundo das ocupações de terra; posição que
passa pelo tempo de acampamento. 7
Essa expressão não é só uma forma de quantificar o tempo que se passa
num acampamento, mas também o número de ocupações, acampamentos
e mobilizações dos quais já se participou, o quanto já se sofreu, o número
de famílias que se conseguiu levar para a terra e mais: também traduz as
relações tecidas com outros acampados, com militantes dentro do próprio
acampamento e do próprio movimento que organiza a ocupação, as alia-
nças e relações estabelecidas com outros movimentos, com representantes
do Estado e com políticos locais. Essa expressão diz também respeito
ao tempo de participação e dedicação ao barraco, ao acampamento, ao
movimento e ao cumprimento de certas obrigações, assim como ao con-
hecimento ou saber que se tem sobre o modo de funcionar do mundo das
ocupações de terra.
Desta maneira, o tempo de acampamento remete-nos a diversas si-
tuações e diversos significados, todos eles referidos ao contexto, à situação
e à condição do indivíduo, assim como às posições que as pessoas ocupam
nesse mundo social particular.
7 Parto da hipótese de que, no processo de institucionalização do mundo das ocupações de terra,
configuraram-se grupos de status (Bourdieu, 1998). Para Bourdieu, “são os grupos de status
que impõem aos que neles desejam participar, além de modelos de comportamentos, modelos
da modalidade dos comportamentos, ou seja, regras convencionais que definem a maneira justa
de executar os modelos” (1998: 16). Esses grupos, portanto, distinguem-se não pela maneira de
ter bens, mas de usar esses bens.
Loera: Tempo de luta 115
8 “Ficar debaixo da lona” é uma expressão comum, entre os participantes dos acampamen-
tos, para designar a vida no acampamento. Muitas vezes é usada em situações nas quais os
acampados querem mostrar ou fazer explícitas as penúrias e dificuldades pelas quais passam no
acampamento; é uma expressão, muitas vezes, ligada à noção de sofrimento.
9 Como assinalado por Rosa (2009), o termo militante é usado principalmente por indivíduos
ligados ao mst e participantes dos acampamentos promovidos por esse movimento. Para outros
casos, faz-se referência a dirigentes ou lideranças. Ocasionalmente, o termo militante também
pode ser usado para lideranças que não fazem parte dos quadros do mst. Farei referência a
esses diferentes termos respeitando, então, a lógica nativa.
116 Antropología de tramas políticas colectivas
Tempo de luta
Em acampamentos organizados pelo Movimento dos Trabalhadores Rurais
Sem-terra (mst), ficar acampando ou, em termos nativos, ficar debaixo
da lona não é suficiente para ser beneficiário de reforma agrária ou, como
mencionam alguns acampados: não é suficiente para ser indicado para
uma vaga num assentamento; para isso, também é preciso ter tempo de
luta.
Comerford (1999), na sua análise sobre as reuniões de trabalhadores
rurais, menciona que o termo “luta” pode ter diversos significados. Nos
acampamentos da reforma agrária, tal como entre os trabalhadores ru-
rais estudados por Comerford, o termo “luta” pode estar “intimamente
associado à noção de sofrimento” (1999: 19). Para a maioria dos novos
e velhos acampados, 10 é o sofrimento debaixo da lona o que legitima a
pretensão de ter terra. Macedo (2003), por exemplo, na sua etnografia
sobre o acampamento Zé Pureza, organizado por lideranças do mst no
Rio de Janeiro, já mencionava a existência dessa relação entre a luta e o
sofrimento. Para esse autor, muitas das disputas e tensões vividas nesse
acampamento aconteciam entre “residentes” e “andorinhas”, estes últimos
indivíduos que não moravam no acampamento. As disputas tinham como
10 Nos acampamentos, o primeiro desses termos faz referência àqueles que têm pouco tempo
num acampamento e àqueles que acampam pela primeira vez, que também são chamados no-
vatos. O segundo termo refere-se àqueles que já têm experiência na arte de acampar, seja por
serem acampados de outros lugares, porque já passaram por vários outros acampamentos antes,
seja porque já têm bastante tempo no acampamento.
Loera: Tempo de luta 117
11 Loera (2006) encontrou que o discurso do sofrimento geralmente é evocado por pessoas
adultas ou idosas, pois para a maioria dos jovens a vivência do acampamento é representada
como uma aventura.
12 Os militantes do mst de São Paulo organizam eventos e mobilizações a partir de escritórios do
movimento montados nas principais cidades desse estado. Escritórios chamados de regionais.
Os militantes, no entanto, também estão divididos hierarquicamente em Direção Nacional,
coordenações estaduais e regionais. Por outro lado, como assinalado por Rosa (2009), e já
mencionado na nota 9, o termo militante é usado principalmente por indivíduos ligados ao
mst e participantes dos acampamentos promovidos por esse movimento. Para outros casos,
faz-se referência a dirigentes ou lideranças. Ocasionalmente, o termo militante também pode
ser usado para lideranças que não fazem parte dos quadros do mst. Ainda devo esclarecer
que nos acampamentos do mst em São Paulo é feita uma distinção entre os militantes. Por um
lado, alguns acampados que de fato moram nos acampamentos, mas estão envolvidos nas tarefas
locais do mst, podem ser considerados pelos acampados como militantes do acampamento. Por
outro, há os Militantes –que distingo do resto colocando-os com M maiúsculo– que não ficam ou
não moram com os acampados e geralmente fazem parte de alguma comissão ou núcleo do mst
ligada à secretaria Estadual ou Nacional; estes são considerados cabeças do movimento, aqueles
que na percepção dos acampados ocupariam os lugares mais altos na hierarquia do movimento.
Os primeiros, militantes dos acampamentos, muitas vezes não são considerados dessa maneira
pelas cabeças do movimento, e são vistos como apoios do acampamento.
118 Antropología de tramas políticas colectivas
13 Essa família (conformada por Alfredo (65), Cleusa (43), Tiago (19), Marcos (16), Junino
(13)) realizou em abril de 2002 sua primeira ocupação na região de Bragança Paulista, na
Fazenda Capuava, pertencente ao município de Atibaia, localizado ao leste do Estado de São
Paulo. Ali montaram seu barraco e passaram a ser acampados do acampamento Terra Sem
Males, acampamento que foi organizado por militantes do mst de Campinas (sp). O contingente
de famílias desse acampamento era composto por famílias de novos acampados, mas também
por acampados de outros acampamentos da região e, ainda, por assentados que, cumprindo
com seus compromissos, tinham ido apoiar a ocupação.
Loera: Tempo de luta 119
teria que passar por muitas outras ocupações e mobilizações antes de pisar
em terra própria.
Cleusa relatou-me que, certa noite, alguns militantes haviam tido uma
reunião a portas fechadas no acampamento. Por volta das 22h00, quan-
do uma das militantes saiu da reunião, começou a correr o rumor, entre
os novos acampados, de que as terras haviam sido liberadas para assen-
tamento, pois havia um grande alvoroço, ouviam-se gritos e palavras de
ordem dos militantes. Nas palavras de Cleusa, os militantes fizeram uma
farra mesmo. O acampamento todo havia se tornado uma festa. No dia
seguinte, porém, para os novos acampados a festa acabara. O desânimo
foi uma das primeiras reações de alguns novatos logo depois que soube-
ram que a comemoração de alguns militantes havia sido não pela suposta
liberação das terras, mas pela liberação de uma das lideranças do mst
que havia sido presa uns dias antes. Já para os velhos acampados, “a fa-
rra” dos militantes e as reações dos novatos foram motivos de gozação,
porém também de distinção entre experientes e inexperientes do mundo
das ocupações. Gracilda, uma velha acampada, mas nova acampada nesse
acampamento, lembrando daquele episódio, me explicou que aquilo havia
provocado risos e reações de outros velhos acampados ao ouvirem os no-
vatos comemorando o boato de que haviam ganhado as terras. Gracilda
e outros velhos acampados sabiam que, tão somente duas semanas após
terem feito a ocupação na Fazenda Capuava e montado o acampamen-
to, era impossível entrarem nas terras. 14 Ela, com quase quatro anos de
acampamento, havia aprendido não só a etiqueta e/ou o ritual seguido
logo após uma ocupação –reintegração de posse, despejo, desmanche do
acampamento, deslocamento das famílias e reocupação –, mas também
que aquela ocupação era só o começo para alguns, era uma de tantas
outras; os novatos ainda teriam que acumular um tempo considerável de
luta antes de serem assentados. Como ela me disse, ao relembrar aquele
episódio: “[os novatos] não sabiam que ainda tinham muitas ocupações
pela frente”. 15
algumas, a convite de outras famílias assentadas ou acampadas, se instalam dias, meses ou até
anos depois num acampamento já constituído.
Loera: Tempo de luta 121
Eram [no total] 103 pessoas, famílias, fora o apoio que veio de An-
dradina, veio muita gente de Andradina que já foram assentadas, aí
veio até um padre de lá [de Andradina]; aí, quando foi de noite, fi-
zeram uma assembleia, aí falaram que íamos ficar na frente de uma
outra [fazenda].Mas o Gugu militante falou assim: “Vamos carregan-
do de pouquinho em pouquinho até nós entrar na fazenda”. O que
que aconteceu? Ninguém seguiu as ordens [do Gugu],todo mundo se
apavorou e já foi carregando, e entrou, e foi arrancar aquela cerca, e
entraram não sei quantos, aí virou aquela bagunça. (. . .) Tinha uns
[acampados] que não prestava, só tava ali para fazer bagunça; eles [os
militantes] não souberam controlar o povo, trouxeram uns [novatos]
sei lá de onde, foram mobilizados pelo pessoal [militância] de Andra-
dina. (. . .) Quando foi na sexta-feira, fomos lá na Câmara Municipal
com o vereador e eu fui convidada para entrar junto. Aí eu vi o Luiz
pegando a liminar, assim, e nós lemos. Até então nós não estava sa-
bendo; aí, quando nós viemos, já a Laís pegou e falou: “Já temos a
liminar de despejo, nós temos 24 horas para sair”. Aí eles tentaram
tudo quanto é jeito para ficar lá, aí não conseguiram, não souberam
negociar (. . .). Quando foi na terça-feira cedo, teve uma assembleia,
quando foi na segunda-feira de noitinha, já aí chamaram para explicar
que nós ia sair; aí ele falou nós vamos sair daqui, 20 quilômetros longe
da fazenda, e amanhã cedo já nós vai começar a sair, né, e começou
cedo, menina do céu! Aí, cedo teve outra assembleia e tinha uma fila
como daqui lá naquele mato; tinha Corpo de Bombeiro, ambulâncias,
tudo isso, e falei: “Gente, o que que está acontecendo aqui”? A polí-
cia tava entrando. Aí nós fizemos o cordão assim comprido, com todo
mundo beirando o feijão, assim, e nós todos de mão dada assim, na
frente de todos os camburão, os policial que tava lá, e todo mundo
16 As famílias que participaram da conformação desse acampamento haviam saído de Cajamar,
a 30 quilômetros da cidade de São Paulo, e percorrido mais de 500 quilômetros, até o município
de Araçatuba, onde ocuparam a Fazenda Pau d’Alho, depois a Santa Rosa e dias depois a fazen-
da Araçá, todas elas no município de Araçatuba. Finalmente, ocuparam uma fazenda em Brejo
Alegre, próxima à cidade de Birigui, e ali montaram o acampamento Dom Hélder. Essa saga
de ocupações durou ao todo 11 dias, desde o planejamento da mobilização até a conformação
do acampamento. Devo especificar que uma ocupação não corresponde necessariamente a uma
só mobilização; uma sucessão de ocupações, num espaço curto de tempo, pode ser considerada
uma mobilização ou várias.
122 Antropología de tramas políticas colectivas
nós não vai liberar o ônibus, não, vai liberar todos, mas um vai ficar”.
Foi tipo de um sequestro, e os motorista de ônibus louco, dava até dor
de ver, porque eles não podia ir embora, todo mundo descarregou, a
carreta descarregou tudo e eles ficou, encostou lá na beira da pista
e, do outro lado de lá, era só polícia e polícia, aí demorou, demorou,
demorou, todo mundo com fome, porque nós tinha feito, tinha comido
era 10 horas da manhã. (. . .) O Gugu foi corajoso, enfrentou a polí-
cia por nós. Ele negociou direitinho com eles. O pessoal novo [novatos]
não o conheciam, mas, quando enfrentou. . . passaram a confiar nele. O
pessoal tava desconfiado, já era muito despejo e muda para cá e muda
pra lá, mas o pessoal viu que podia confiar. (Antônio, acampamento
Dom Hélder Câmara, jul. 2003)
Nos depoimentos acima, relata-se não somente o processo de mobili-
zação das pessoas e das sucessivas ocupações, mas, na percepção desses
acampados, o medo, a incerteza, a desordem, a presença de agentes exter-
nos aos sem-terra, a inexperiência dos novos acampados, a falta de bens
básicos do mundo das ocupações, a perda de bens materiais e o tempo
passado se deslocando de um lugar para o outro conformaram também
as dificuldades daquela mobilização. Por outro lado, essas dificuldades se
foram atenuando no momento em que se fez uso de certos recursos sociais:
quando o capital de relações foi acionado, com militantes de alto escalão
do movimento, com o vereador ou a vereadora, e também no momento em
que os militantes que acompanharam a mobilização, fazendo uso das suas
competências pessoais, conseguiram negociar com as autoridades em favor
dos acampados e quando, graças ao conjunto desses recursos mobilizados,
a confiança foi restituída.
Se as dificuldades vivenciadas durante as mobilizações são consideradas
pelos acampados uma condição sine qua non do tempo de luta, a confia-
nça aparece como uma dádiva, como algo que é dado e pode ser cobrado,
tornando-se um dom e contradom fundamental para que os acampados
“vão à luta”. Inclusive, também no processo de mobilização de famílias
novas, a confiança é um valor fundamental. A maioria dos novatos só
se instala debaixo da lona quando alguém conhecido, e em quem con-
fiam, os convida ou fala sobre a experiência do acampamento. No caso
da formação dos acampamentos Terra sem Males e Dom Hélder, as famí-
lias novas que constituíram esses acampamentos foram mobilizadas por
militantes, assentados ou acampados das regiões onde os acampamentos
foram instalados, pessoas que já conheciam. Esses militantes, acampados
124 Antropología de tramas políticas colectivas
19 Para uma análise mais detalhada desses acordos, ver Loera (2009a)
126 Antropología de tramas políticas colectivas
maioria das vezes, essas relações são estabelecidas sob a base da recipro-
cidade, ainda que a balança do poder penda, é claro, para um lado e que,
ainda, nessas relações sejam colocados frente a frente diferentes universos
de valor.
No caso das relações entre acampamentos e prefeituras, não é muito dife-
rente. Em entrevista, em janeiro de 2009, com o recém-eleito vice-prefeito
de uma pequena cidade do noroeste do Estado de São Paulo, o tema das
“ajudas” e dos recursos para os acampamentos veio à tona. Para ele, era
um tema que não devia ser falado em público, no entanto, ele aceitou:
as ajudas existem como acordos informais entre movimentos e prefeitura.
De fato, ele mencionou que a nova administração da cidade pretendia ofi-
cializar esses acordos, criando uma estrutura na prefeitura para atender
um público específico, os sem-terra.
Se, por um lado, para o vice-prefeito, os sem-terra geram despesas para
o município (já que a prefeitura apoia os acampamentos principalmente
com água, transporte para levar as crianças até as escolas, transporte pa-
ra o deslocamento de lideranças e outros recursos para as mobilizações)
e não necessariamente retribuem à prefeitura –pagando impostos, por
exemplo–, por outro, acampados na forma de assentados potenciais re-
presentam uma possibilidade de captação de recursos para o município, 20
recursos na forma de verbas do estado, 21 mas também uma possibilidade
de acumular capital simbólico. Os acordos, o vice-prefeito deixou claro,
são feitos com o mst, já que, segundo ele, “é um movimento que trabalha
melhor e tem mais articulação política, mais relações”. Dependendo da
“articulação dos movimentos”, as relações de cooperação entre prefeitu-
ras e movimentos podem ser, de fato, institucionalizadas, como no caso
da cidade anteriormente mencionada, onde inclusive o novo secretário da
cultura é uma pessoa ligada ao mst, que, como o vice-prefeito mencionou,
“já foi acampado e era membro da coordenação estadual do movimento”.
Alguns acordos entre prefeitura e mst parecem ser estabelecidos ten-
do como base uma crença de que esse movimento teria uma posição de
destaque no mundo das ocupações de terra. Todavia, os acordos também
dependem da posição que os próprios representantes dos governos locais
20 Em um documento informativo da campanha do atual prefeito, os acampamentos do mu-
nicípio são vistos como parte do “grande potencial agrário” do município e são contemplados,
juntamente com os assentamentos, como o alvo de novos projetos.
21 O vice-prefeito também mencionou a importância que teria para o município que os acam-
pados “de fora” mudassem o título de eleitor para a sua cidade. Afinal, isso também é necessário
para esses acampados poderem usufruir dos serviços do município, como saúde e educação, por
exemplo.
Loera: Tempo de luta 127
24 Neguinho é o coordenador dos acampados que acampam sob a bandeira do Sintraf. Ele foi
eleito entre outros velhos acampados, no contexto de um racha acontecido no acampamento,
em que algumas famílias de acampados do mst passaram para o mtr (grupo do Nino) e outros
criaram o grupo do Neguinho. Os detalhes dessa divisão são descritos em Loera (2009).
25 Estar encostado é uma expressão recorrente entre acampados quando fazem referência a
alguém que foi aposentado por doença, o que, nos termos oficiais do Estado brasileiro, significa
aposentadoria por invalidez. Portanto, para os acampados, estar encostado ou estar encostado
no inss significa também estar recebendo benefícios do Estado, especificamente uma aposenta-
doria do Instituto Nacional do Seguro Social (inss).
Loera: Tempo de luta 129
26 Quirós (2006), na sua etnografia sobre os movimentos piqueteros em Buenos Aires, também
identifica a existência de uma prática de substituição nas mobilizações e a importância dessa
prática para a obtenção de recursos por parte do Estado. Para a autora, “la generalidad de la
práctica del reemplazo parece revelar, por un lado, la importancia que la cantidad tiene para
los movimientos. Ellos dependen de esa participación, pues en la cantidad movilizada se juega
la capacidad de negociación con el Estado. Por otro lado, los reemplazos hablan, también, de
la importancia que la asistencia tiene para las propias personas que marchan” (2006: 78).
130 Antropología de tramas políticas colectivas
Os bons de luta
As dificuldades e os recursos como elementos que podem conferir mais ou
menos valor a uma mobilização e, ao longo prazo, ao tempo de luta, às
vezes são enunciados ou lembrados, principalmente, no contexto de outras
mobilizações. Esse foi o caso, na ocasião de uma marcha acontecida em
abril de 2003, que envolveu a participação de famílias do Terra sem Ma-
les. 27 O contingente da marcha, composto na sua maioria por acampados
do tsm, acampados da Região Metropolitana de São Paulo, assentados,
estudantes e simpatizantes do mst, partiu do acampamento tsm que es-
tava localizado no município de Cajamar, a 30 quilômetros da grande São
Paulo. A marcha percorreu trinta quilômetros pela via Anhanguera até
o seu destino final: o Consulado dos Estados Unidos na cidade de São
Paulo.
Dias antes de a marcha acontecer, no acampamento Terra sem Males,
aquela mobilização era o principal tema de conversa entre os acampados
e os militantes do acampamento, e todas as tarefas realizadas no acam-
pamento estavam direcionadas à organização da marcha. Todos os dias
havia reuniões entre grupos de acampados e militantes para definir quem
e como as pessoas participariam das diversas comissões que comporiam a
marcha. As discussões mais acirradas, naquele contexto, aconteciam entre
aqueles que se consideravam experientes na luta, principalmente velhos
acampados e militantes, e os menos experientes, os novatos. Os novos
acampados haviam chegado ao Terra sem Males em janeiro de 2003. A
maioria havia sido convidada por militantes durante um trabalho de base
na região; outros haviam sido recomendados ou convidados por familiares
que já eram assentados ou estavam acampando. Também, alguns desses
acampados eram novos naquele acampamento, mas não era a primeira vez
que apostavam na lona preta.
No grupo de acampados onde se encontrava a barraca da família Dos
Reis, não cessavam os comentários sobre quem participaria e quem não
participaria da marcha. Cleusa já havia decidido que não participaria, já
que, segundo ela, havia participado de várias mobilizações nesse ano e,
principalmente, porque considerava que a ocupação em Franco da Rocha
valia por muitas. 28 Pelo que acreditava, eles contavam com um capital de
mobilizações e podiam, sem constrangimento nenhum, não participar da
27 Para uma descrição detalhada dessa marcha, ver Loera (2006).
28 Como foi mencionado anteriormente, essa ocupação foi realizada no município de Franco da
Rocha, perto de um presídio próximo à cidade de São Paulo.
Loera: Tempo de luta 131
29 Como tratado em Loera (2006), no Terra sem Males, como em outros acampamentos or-
ganizados pelo mst, todos os acampados devem cumprir uma série de tarefas coletivas dentro
do acampamento, tarefas que são divididas em diferentes setores: saúde, educação, segurança,
almoxarifado, agricultura. A participação nos setores e a realização de tarefas fazem parte das
“obrigações de acampado”.
30 O termo “lutas” também é usado como sinônimo de mobilizações.
132 Antropología de tramas políticas colectivas
31 Esse militante fazia uma analogia com o Batalhão de Operações Policiais Especiais (Bope),
que é considerado a elite da instituição policial no Brasil.
32 Esse tipo de acampado intermitente também é chamado, em outros acampamentos, de
andorinha. Essa categoria foi identificada por outros autores (Macedo, 2003 e Barra, 2007)
nos acampamentos por eles estudados. No caso estudado por Macedo (2003), as disputas mais
acirradas no acampamento, pela legitimidade da luta, aconteciam entre residentes e os chamados
andorinhas (não residentes no acampamento), no entanto, ao contrário do que acontece com
os apoios ou moradores de final de semana do acampamento Família Unidas, considerados
os participantes mais valorizados, os andorinhas do acampamento no Rio tinham um status
inferior ao dos considerados residentes.
Loera: Tempo de luta 133
33 Como demonstrado por Loera (2009), os militantes e coordenadores dos acampamentos têm
uma participação decisiva na indicação de pessoas para uma vaga ou um lote dentro de um
assentamento.
34 Bourdieu (1982) é outro autor que também chama a atenção sobre a importância de se
prestar atenção na linguagem. Para ele, as palavras são atos, e a língua, além de ser um
instrumento de comunicação, é também um instrumento de poder.
134 Antropología de tramas políticas colectivas
Reflexões finais
O tempo de luta, visto também por participantes do mundo das ocu-
pações como tempo de acampamento, torna-se decisivo, principalmente
em acampamentos organizados pelo mst, para se poder aspirar aos bens
disponibilizados pelo Estado, como um lote de terra, por exemplo. Aquele
que não participa das lutas tem menos chance de chegar a ser indicado
para um lote de terra se surgir uma vaga numa fazenda. Para Biro, mili-
tante e coordenador de um acampamento do mst, “o que forma as pessoas
dentro da luta é a própria luta”. Para ele, o tempo de acampamento tem
uma função de criação e consolidação de grupos participantes na luta.
Militantes do mst acreditam que esse objetivo será atingido com a nova
estrutura do movimento: a criação do Frente de Assentamentos, ou seja,
militantes e acampados são escolhidos a dedo ou indicados para serem
assentados, dependendo da luta que fizeram, e são estes, os indicados, os
bons de luta, os que, na visão de militantes do mst, irão dar continuidade
à luta a partir dos assentamentos.
Assim sendo, os participantes das ocupações de terra logo aprendem que
não basta ter um barraco em um acampamento para ser merecedor a um
lote de terra; para isso também há que se cumprir uma série de obrigações
e critérios. Em alguns acampamentos é preciso se dedicar ao seu barraco,
caprichar na arrumação, sofrer e passar dificuldades debaixo da lona; em
outros também é preciso ocupar, fazer jornadas e convidar pessoas para
participar de outros acampamentos, assim como correr atrás de recursos.
136 Antropología de tramas políticas colectivas
Nesse processo, não só o tempo pode se tornar um bem que pode ser
acumulado, trocado e negociado, mas também a dedicação, o sofrimento,
a participação, a confiança, e os acampados tornam-se recursos que podem
ser mobilizados.
Por outro lado, seguindo o fluxo dos recursos, vimos a evidência da
existência de relações de cooperação entre Estado e movimentos, alianças
tecidas entre grupos e instituições que, como mencionam Grimberg, Fer-
nández e Rosa (2009), são vistos geralmente como antagônicos, mas que,
no entanto, inclusive mantêm obrigações recíprocas. Ainda, essa coope-
ração entre Estado e movimentos se intensifica dependendo também do
contexto e de determinadas conjunturas políticas e sociais.
Assim, ao indagar como os recursos circulam, de quem e para quem e
em que circunstâncias, tornam-se evidentes as tramas de relações. Tramas
que se estendem para além dos acampamentos, ficando assim cada vez
mais claro que, no mundo das ocupações de terra, como em qualquer
mundo social, as pessoas estão indiscutivelmente ligadas umas às outras.
O conjunto dessas tramas de relações constitui o que Elias (2000 e 2005)
chama de figuração.
As relações de interdependências recíprocas fazem com que cada ação
individual dependa de uma série de outras. E, ainda, ao falar de relações
de interdependência, falamos também de tensões. Essas tensões na teia de
relações adquirem uma cor local e, muitas vezes, são elas que permitem
perceber a existência de certos códigos de comportamento existentes nesse
mundo social em particular. Assim sendo, o tempo de luta não é uma
mera medida cronológica, no sentido de que não só indica o tempo que
de fato uma pessoa passa na luta, num acampamento ou participando de
mobilizações, mas também é um código social, um demarcador de prestígio
e um ordenador das relações sociais dentro dos acampamentos.
Finalmente gostaria de colocar que os participantes das ocupações de
terra e dos acampamentos não necessariamente se consideram ou são con-
siderados como membros dos movimentos. Estudiosos da ação coletiva ou
especialistas em movimentos sociais frequentemente assumem que todos
os grupos ou indivíduos mobilizados fazem parte dos quadros dos mo-
vimentos. Beletti et al. mencionam, por exemplo, fazendo referência ao
mst, que “today the movement has approximately two million members
[. . .] who are settled in government-funded land reform settlements or li-
ving in temporary ‘encampments’ awaiting final resolution of their claim
to land” (2008: 294). Já Feix (2002), em seu estudo sobre assentamentos
Loera: Tempo de luta 137
Bibliografia
Barra, Camila. 2007. Mário Lago encontra Terra Sem Males. A produção do
outro em acampamentos dos sem-terra. Dissertação de mestrado em Antropologia
Social. Instituto de Filosofia e Ciências Humanas, Unicamp.
Baleti, Brenda et al. 2008. “Late Mobilization”: Transnational Peasant Net-
works and Grassroots Organizing in Brazil and South Africa. Journal of Agrarian
Change, v. 8 n o. 2-3.
Bourdieu, Pierre. 2004.A produção da crença. Contribuição para uma economia
dos bens simbólicos. São Paulo: Zouk.
— 1998. A economia das trocas simbólicas. São Paulo: Perspectiva.
— 1982. Ce que parler veut dire. L’économie des échanges linguistiques. Paris:
Fayard.
Branford, Sue e Rocha, Jan. 2004. Rompendo a cerca. A história do mst. São
Paulo: Casa Amarela.
138 Antropología de tramas políticas colectivas
Introducción
La historia social del sida mostró la emergencia y el entrecruzamiento de
múltiples formas de organización y movilización por el acceso a derechos
sociales y políticos de parte de conjuntos tradicionalmente estigmatizados.
A lo largo de los años, junto al crecimiento de la epidemia las personas di-
rectamente afectadas fueron haciéndose visibles públicamente y generaron
estrategias de intervención política y trabajo comunitario, siendo sus prin-
cipales demandas el acceso universal y sostenido a tratamientos y atención
médica en forma gratuita y la creación de políticas de prevención soste-
nidas 2. Muchas de esas personas dejaron de ser simplemente “pacientes”
para convertirse en “activistas”, conformaron sus propias organizaciones
–las redes de personas viviendo con vih 3–, generaron prácticas de asisten-
1 Este artículo es una versión reformulada de una monografía originalmente producida para
el curso Teoría Antropológica ii dictado por la profesora Lygia Sigaud en 2008 en el marco
del ppgas (Programa de Postgraduación en Antropología Social) del Museo Nacional de la
Universidad Federal de Río de Janeiro.
2 En el caso de Argentina, esta demanda resultó en la provisión a nivel nacional de terapias
antirretrovirales de alta eficacia por parte del Estado a partir de 1997. Esto posibilitó la dis-
minución de la aparición de enfermedades oportunistas y de la mortalidad asociada al sida,
convirtiendo al vih en un padecimiento transmisible crónico y abriendo mayores posibilidades
de sobrevida. Pero a la vez emergieron problemáticas complejas ligadas a dificultades en el
acceso a y el sostenimiento de los regímenes de medicación antirretroviral (Margulies, Barber,
Recoder, 2006: 287).
3 Hasta donde he podido relevar actualmente en Argentina existe una “Red Argentina de per-
sonas viviendo con vih” (Redar+), redes provinciales o regionales (por ejemplo, Red Patagonia
y la Red Bonaerense) y otras menores que nuclean a grupos del conurbano bonaerense y loca-
lidades provinciales, como por ejemplo la Red de La Matanza de personas con vih y las redes
de Mar del Plata o de Bahía Blanca. Sobre todo a partir de la creación del Foro nacional de
141
142 Antropología de tramas políticas colectivas
ong con trabajo en sida en 2002, existe un diálogo fluido entre los referentes y líderes de las
distintas redes, basado fundamentalmente en el uso del correo electrónico y los e-groups, en
los cuales circulan discusiones, diversas informaciones, noticias y denuncias. Como espacios de
relativa unificación entre las redes y otras asociaciones dedicadas al problema del vih-sida,
existen también un Foro provincial en Buenos Aires, y otros regionales (Cuyo y Patagonia, por
ejemplo). Algunos líderes también participan, a nivel de Latinoamérica y del Caribe, en redes
mayores y “movimientos” junto a representantes de otras organizaciones como la Red Global
de personas viviendo con vih-sida (gnp+ por sus siglas en inglés), la Red Latinoamericana de
personas viviendo con vih (redla+), el Consejo Latinoamericano y del Caribe de ongs con
trabajo en vih-sida (laccaso), la Comunidad Internacional de Mujeres positivas (icw por sus
siglas en inglés) y el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Positivas (mlcm+).
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 143
4 En Argentina fue muy relevante el impulso dado desde 1997 y 1998 a las acciones de las
llamadas “Organizaciones de la sociedad civil”, sobre todo de parte del Banco Mundial. Ese
impulso se renovó entre 2003 y hasta 2008 con los aportes del Fondo Global de lucha contra
el sida, la tuberculosis y la malaria, creado en enero de 2002, con sede en Ginebra, como un
instrumento de financiamiento destinado a complementar los programas oficiales dirigidos a
estos padecimientos existentes en distintos países.
5 Un estudio reciente sobre la situación social de personas con el vih en Argentina señala
que, para la mayoría de los referentes de organizaciones entrevistados, la falta de fondos es
considerada un factor de incertidumbre respecto a la continuidad de su trabajo. Pero al mismo
144 Antropología de tramas políticas colectivas
6 Utilizo comillas e itálicas para citar el discurso directo y las categorías de las personas que
componen las unidades de análisis de mi estudio. A lo largo de todo el trabajo empleo las
nociones de “líder” y “referente”, las cuales, si bien son utilizadas por ellos distinguiéndolas, no
reflejan roles y personas siempre distinguibles en los hechos: un “referente” puede ser conside-
rado “líder” y viceversa, según la ocasión, pero no cualquier “referente” es un “líder”. Quienes
no son reconocidos por otros ni se consideran a sí mismos con esas categorías son llamados
“compañeros” o “pares”. En un sentido general y más abarcativo, esta última denominación
es utilizada para nombrar a todas las personas directamente afectadas por el vih, incluidos
“líderes” y “referentes”.
146 Antropología de tramas políticas colectivas
13 A algunas personas les han diagnosticado grados de discapacidad muy altos en función de las
patologías que han sufrido y las secuelas que presentan (neuropatías, trastornos respiratorios,
disminución de la visión, dificultades motrices por amputación de miembros, dolores crónicos,
cirrosis hepática muy desarrollada en casos de co-infección con el virus de la Hepatitis C), y
han sido pensionada por invalidez percibiendo montos que rondan entre los 500-600 pesos por
mes (alrededor de 150 dólares).
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 149
En la reunión del grupo de Merlo 17, Pablo contaba que iría con
unos compañeros al barrio Ciudadela, a una fábrica de pastas donde
les regalan los productos desechados que no se comercializan, como
17 Municipio de la zona oeste del conurbano, al igual que Morón y Moreno, donde funcionan
grupos de la Red.
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 155
paquetes de fideos y cajas de ravioles. Dijo que él los come, pero otros
juntan en bolsas y “las venden a un criadero de cerdos por 50 pesos ca-
da bolsa”. También agregó que juntan cartones. En esa reunión volví a
encontrar a Claudio, a quien había visto dos semanas atrás en el grupo
de Morón. Claudio preguntó por qué en la reunión no tomaban mate,
ni ofrecían algo para comer, y contó que Pedro le venderá un carro
para cartonear, por 80 pesos. Mencionó que junta cartones y vive con
su mujer, quien “cobra un plan”. Preguntó por las cajas de alimentos
a una secretaria del hospital y ella dijo que “no llegaban”. Cuando
le comentó ese problema a Susana [una referente que coordinaba la
reunión de ese grupo] ella dijo que aún “el Gobierno no las entrega”.
Claudio se mostró molesto, luego Susana se comunicó por teléfono con
Fabio y Mariela [dos líderes de la Red] y dijo que ellos ya se habían
reunido “con la gente del ministerio” para resolver el problema de las
cajas de alimentos. “¿Qué ministerio?”, preguntó Claudio. . . [Notas de
campo de una reunión de personas viviendo con vih. Junio de 2008].
En esa cadena de reclamos los “líderes” se comunican con autoridades
personalmente para transmitir el problema en cuestión o bien intentan re-
solver la demanda por sus propios medios. En 2007, en una oportunidad
acompañé a un grupo de cuatro personas que se reunieron con represen-
tantes de un programa del Ministerio de Salud de la provincia con esa
finalidad. En ese tipo de situaciones pueden entablarse conversaciones
formales o bien derivar estas en discusiones y amenazas hacia los funcio-
narios acusándolos con futuras acciones contenciosas, en caso de no dar
respuestas satisfactorias a los reclamos.
Las prácticas de “referentes” y “líderes” definen circuitos que los conec-
tan con otros actores a través del espacio de instituciones de salud y otras
dependencias de Estado, pero su cotidianidad también transcurre en ta-
lleres de capacitación brindados por profesionales (médicas y psicólogas),
actividades para los “pares” (como talleres de adherencia al tratamiento y
charlas), las consejerías que los promotores dan a los pacientes y, en menor
medida, las reuniones de apoyo mutuo. Ocupan una posición particular y
actúan en el papel de mediadores intentando resolver problemas y “nece-
sidades de los compañeros”. Para eso se valen del conocimiento sobre el
funcionamiento de las instituciones (al cual también modelan desde sus
prácticas, en cierto modo), de sus vínculos personales e influencias allí y
de su capacidad para redactar pedidos formales hacia estas instituciones
solicitando recursos en distintos niveles. Tal como planteaba Gastón, un
156 Antropología de tramas políticas colectivas
hombre que forma parte de la Red desde hace varios años y trabajó en un
hospital y un centro de salud municipal:
“. . .para esto sirve [el grupo],ellos [los compañeros] saben que vos
estás y cada uno sabe que puede contar con los demás, entonces para
mí sirve el grupo, está bueno; un grupo se hace porque hay mucha
gente que necesita de otro, por eso se forma un grupo y el
grupo es imprescindible en esto porque son pares, son gente
que pueden entenderte, que uno puede tener más problemas que
como un lugar en el cual es posible charlar con los “pares” y ser escuchado, y representan un
momento muy significativo por brindar contención emocional a quienes reciben un diagnóstico
positivo o presentan un estado de salud comprometido, o quienes sufren por la muerte de un
ser querido, etc.
22 En muchas de esas reuniones observé la llegada de pacientes que acababan de recibir un
diagnóstico vih positivo, ocasiones en que las personas con más antigüedad en los grupos mues-
tran capacidad de transmitir consuelo, contener, abrazar a aquellos que se quiebran en llanto o
requieren apoyo. Mostrando incluso un uso del cuerpo recurrente, ya fijado en algunos gestos
(abrazar o tomar de la mano al otro) y palabras o frases para dar contención emocional.
160 Antropología de tramas políticas colectivas
23 En un trabajo reciente (Gregoric, 2009), he analizado experiencias de mujeres que viven con
el vih a partir de la reconstrucción de sus trayectorias de vida y narrativas, mostrando que
sus relatos aluden a un antes y un después del vih y de su inserción en espacios y acciones
colectivas, y señalan modificaciones en lo que refiere a sus modos de vida luego de vincularse
entre sí. Consideré tales modificaciones como producto de la acumulación de experiencias y
reflexiones conjuntas, como vector para cambios personales, redefinición de prácticas cotidianas
y, en ocasiones, para el cuestionamiento específico de las relaciones y estereotipos de género que
las atraviesan.
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 161
24 A grandes rasgos, este conjunto de características representa lo que algunos autores han
denominado “expertización” (Pecheny, Manzelli y Jones, 2002: 33-34) para aludir al capital del
paciente que sufre un padecimiento crónico y progresivamente acumula información y expe-
riencias sobre la enfermedad, el tratamiento, los cuidados cotidianos, que lo habilitan a mayor
autonomía respecto del saber biomédico, llegando a instaurar una inflexión en el modo tradi-
cional de considerar y vivir la relación entre médico y paciente.
162 Antropología de tramas políticas colectivas
25 Podríamos decir, siguiendo a Goffman, que en ese caso cuidan la cara de los otros, a la
vez que la propia; ya que, desde la moral del militante que pretendo delinear, el consumo de
drogas y alcohol no son hábitos permitidos en la organización por obstaculizar las prácticas
esperadas y por ende el “compromiso”. En esa línea, problemas derivados del uso de drogas o
conflictos generados por acusaciones de robo de cajas de leche en polvo en un centro de salud
y discusiones con profesionales médicos afectan a una persona individualmente pero sobre todo
pueden afectar indirectamente a la organización o a sus representantes, es decir, a los referentes
y líderes: “las caras” notables de la Red.
26 Bourdieu, P. 1996. A economia das trocas lingüísticas. O que falar quer dizer. sp, Brasil,
Ed. da Universidade de S. Paulo
27 “fundada por sua vez no desconhecimento, que constitui o princípio de toda e qualquer
autoridade” (Op. cit.: 91).
164 Antropología de tramas políticas colectivas
28 Aunque no hay espacio para desarrollar esto aquí, cabe señalar que los viajes a lugares
distantes y a eventos desconocidos son objeto de apreciación y de prestigio para muchas de
las personas que participan en esta y otras asociaciones, y son también uno de los símbolos
definitorios de lo que se podría denominar la producción de activistas. Los viajes representan
no sólo la posibilidad de conocer otros lugares, sino también a otras personas e iniciativas de or-
ganizaciones de diferentes partes del mundo, y así permiten asimilar diversas experiencias. Las
posibilidades objetivas de acceder a estas instancias están sujetas a unos criterios no siempre
explícitos, regulados principalmente por los dirigentes de la asociación, quienes no las deter-
minan de modo absoluto pero en gran medida las prefiguran, concediendo este beneficio en
función del mérito y el compromiso demostrados por quienes aspiran a realizar algún viaje y
de acuerdo a la necesidad variable de enviar más o menos representantes de la Red a distintos
eventos.
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 165
Con este rodeo quiero dejar en claro que el papel del activista internacio-
nal y su acceso a ámbitos de interacción considerados “políticos” pueden
ser para algunos una gran aspiración, mientras que para otros parecen
ser menos relevantes que la acción de acompañar de cerca a quien parece
necesitarlo (la visita a alguien internado en el hospital o a quien enfermó
en su casa, la resolución de problemas específicos desde los ámbitos ins-
titucionales, o incluso dar las condolencias a otro ante su pérdida de un
ser querido). Así, el movimiento de distanciamiento/acercamiento entre
“bases” y “líderes” y las posibles discusiones que suscita expresan formas
diferentes de valorar el activismo político y el trabajo de acompañamien-
to, la contención o el apoyo mutuo y la urgencia de las necesidades de los
compañeros. La definición de “las necesidades” de las personas está, de
hecho, sujeta a disputa y podríamos decir anclada en valoraciones morales
divergentes 29.
A modo de cierre
La reconstrucción de datos etnográficos que desplegué apuntó a mostrar la
forma en que las personas cuya cotidianidad gravita en torno a “la Red”
tejen vínculos e interacciones día a día en distintos ámbitos proyectan-
do expectativas y obligaciones mutuas y poniendo en escena perspectivas
y valoraciones diversas sobre sus prácticas, necesidades y objetivos. Al
seguir esa trama de interacciones y prácticas se ponen de manifiesto con-
diciones de padecimiento o malestar que motivan el acercamiento mutuo y
la inclusión en la asociación en busca de respuestas e información, la posi-
ble creación de vínculos afectivos y/o la obtención de recursos de diferente
índole. Algunas personas construyen un papel diferencial sobre la base de
vínculos con sus compañeros y con otros fuera del conjunto de “los pa-
res”, a partir de prácticas específicas: interviniendo en instancias relevan-
tes desde el punto de vista del activismo –en torno a “la parte política”–,
realizando viajes al exterior en representación de los otros, convocando
a movililizaciones, o bien actuando como mediadores en las instituciones
29 Tomo la noción que María Pita (2005: 229-232) utiliza para analizar el modo en que valora-
ciones morales o moralidades divergentes fundan diferentes posicionamientos políticos frente al
Estado entre grupos de familiares de víctimas de la violencia policial en Argentina. La diferencia
es que aquí me refiero a cómo las personas toman posición de modo divergente acerca de los
principios de acción, los objetivos y el tipo de relaciones consideradas esperables, legítimas o
ideales en la asociación que conforman.
166 Antropología de tramas políticas colectivas
etnográfica revela que un grupo o una asociación (en este caso personas
que se vinculan a partir de vivir con un padecimiento en común) producen
distinciones no sólo del tipo “líderes/bases”, sino que más bien expresan
un universo heterogéneo y complejo de experiencias, motivaciones, com-
petencias y valoraciones que pueden ser dispares 31.
Por otra parte, los desarrollos que presenté acerca de las motivaciones
para la participación en la acción colectiva indican que no es posible pen-
sar el involucramiento de las personas en grupos y organizaciones desde
una perspectiva instrumentalista o exclusivamente centrada en el peso de
los recursos materiales. Y esto parecería ser así aun cuando los propios
líderes hacen afirmaciones valorativas como “algunos [compañeros] vienen
a llevarse una caja [de alimentos] y no toman conciencia”, u otras per-
sonas reclaman diciendo: “yo acompañé [la protesta] porque había una
posibilidad de trabajo de por medio”. He querido resaltar que así como
la obtención y circulación de determinados bienes modela relaciones y en
parte define los modos de involucrarse colectivamente en una iniciativa,
de igual modo las emociones, la expresión de sentimientos y el afecto 32
emergen como una dimensión central (y también obligatoria) de las inter-
acciones expresando y modelando deseos, expectativas y valores.
Mis reflexiones también partieron de una preocupación implícita por el
modo en que consideramos a los grupos sociales como unidades de nues-
tros análisis y las implicancias conceptuales que ello puede acarrear. Definí
el papel destacado de algunas personas a partir de todo el conjunto de
vínculos que las liga en un entrelazamiento con otros significativos, como
los funcionarios, los representantes de agencias externas, los miembros de
otras organizaciones, los trabajadores municipales, los médicos, contem-
plando los espacios en que despliegan prácticas y los efectos que estas
pueden tener sobre las diferentes expectativas que las personas crean co-
30 Me interesa recordar lo que había advertido F. Barth al respecto: “. . .we know that not only
interests but also values and realities are contested between persons in stable social interaction
with each other (. . .) I see a need to recognize that what we have called societies are disordered
systems, further characterized by an absence of closure. . .” (1992: 20-21).
31 La tensión líderes/bases que atraviesa este proceso y las acciones cotidianas de estas personas
adquiere aquí unos rasgos específicos, ya que la marcación de diferencias y distinciones junto a
la explicitación de valoraciones diversas sobre cuáles deberían ser las acciones privilegiadas por
la Red parecerían trastocar una matriz ideal de semejanza, horizontalidad y solidaridad mutua
expresada y reproducida por medio de la identificación de las personas como “pares”. No he
profundizado más esta cuestión por razones de espacio.
32 Sea como sensibilidad ante la percepción de la falta de apoyo y como voluntad de “estar con
alguien que le pasa lo mismo” y de “ayudar” a otro, sea como decepción asociada a una expec-
tativa frustrada, o cómo desesperación ante la incertidumbre, la precariedad y el padecimiento
propio y de otro.
168 Antropología de tramas políticas colectivas
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ciencias sociais e humanas em saude na America Latina. Editora fiocruz. Rio
de Janeiro, Brasil.
33 Un aporte significativo para pensar este punto ha sido el análisis de Comerford (2002) sobre
las relaciones entre dirigentes y trabajadores “de base” en organizaciones campesinas en Brasil,
y las tensiones entre la construcción de pertenencia y las simultáneas disputas por prestigio.
Gregoric: “Activar”, “gestionar”, “ayudar”. . . 169
Sandra Wolanski
Introducción
Hasta 1990, el servicio telefónico en Argentina era provisto por entel,
la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, que había sido creada en
1948. En septiembre de 1989, en el marco de las políticas de “reforma del
Estado” y de privatización de las empresas públicas que el gobierno recien-
temente electo intentaba impulsar, se establecieron –por decreto del Poder
Ejecutivo Nacional– los pliegos para llevar a cabo la privatización de esta
empresa. Luego de seis meses de intervención estatal de la dirección de
la empresa y de masivas huelgas contra la privatización por parte de los
trabajadores del Sindicato Buenos Aires, esta se concretó en noviembre de
1990. El Servicio Básico Telefónico fue entonces dividido entre dos gran-
des consorcios licenciatarios, Telefónica de Argentina y Telecom S.A. (ver
Abeles, Forcinito y Schorr, 2001; Montes Cató, 2006), y los trabajadores
que se desempeñaban en la empresa estatal fueron arbitrariamente de-
signados a uno de ellos. La privatización supuso profundas consecuencias
para los trabajadores telefónicos, entre ellas, la escisión entre el Sindicato
Buenos Aires (foetra Buenos Aires 1) y la Federación nacional (ex foe-
tra, hoy foeesitra 2), cuya conducción apoyó activamente la política
privatizadora.
Además, tanto Telefónica como Telecom implementaron, apenas priva-
tizadas, una activa política de reestructuración organizativa que supuso
no sólo masivos ofrecimientos de retiros voluntarios y jubilaciones anti-
171
172 Antropología de tramas políticas colectivas
5 Al citar testimonios o prácticas de trabajadores, las señalaré mediante la tarea que realizan
en el espacio de trabajo, el sector en el que se desempeñan y, en los casos en que corresponda,
la categoría con que los trabajadores designan su activismo (referente o delegado). En casi
todos los casos, a lo largo del período reconstruido a partir de los relatos de los trabajadores
y durante mi trabajo de campo ha habido modificaciones en tareas, cargos y sectores. Elegiré
siempre la que fue más importante durante el período de mi trabajo de campo. Por razones de
confidencialidad, los nombres de los trabajadores han sido cambiados.
180 Antropología de tramas políticas colectivas
Participar es, para trabajadores como Nicolás –un operador ex pasante del
edificio Verde– una actividad sumamente valorada, que le permite hacer
un aporte, poner “un granito de arena”:
“Siento que está bien estar ahí, yo quiero participar de alguna mane-
ra para que esto cambie. Yo sé que mi participación va por otro lado,
por el lado de la psicología, salud mental (. . .) Pero nada; es sentir que
pongo mi granito de arena, y eso lo digo como ruborizándome, ¿eh?”
(Nicolás, operador, Verde).
6 Entre los trabajadores, suele denominarse “carnero” a aquel que “rompe” las huelgas, traba-
jando. En general se aplica a todos aquellos que, en lugar de apoyar las demandas y acciones
de los trabajadores, toman una postura favorable a la empresa.
Wolanski: Formas y sentidos de la actividad gremial. . . 183
“Sí sé que tengo algunas personas que las reconozco como referentes,
que tengo ganas de saber qué piensan, les reconozco un laburo día a
día, y aparte una claridad, ya sea por ese mismo laburo día a día o
porque son líderes. . . Es gente que se dedica a eso. Son referentes que
yo tengo” (Nicolás, operador, Verde).
Los referentes son “gente que se dedica a eso”, militantes; sin embargo,
sus tareas y atribuciones no están establecidas claramente, como al menos
una parte de las de los delegados; tampoco existen mecanismos pautados
para llegar a ser un referente. Muchos de ellos participan de reuniones
de agrupaciones gremiales, y toman parte de proyectos como encuestas y
relevamientos de salud y medio ambiente de trabajo, o de la organización
de cursos de formación.
184 Antropología de tramas políticas colectivas
“Fortalecer ese grupo fue una tarea permanente, cuyo resultado casi
natural, fue el boletín y todo lo que éste implicó. Fue remarcado una
y otra vez que más allá de algunas iniciativas individuales, el boletín
sólo se explica por la existencia de un colectivo unido y con mucha
confianza en sí mismo” (Santos, 2001: 74). 7
“También fue fuerte el quiebre cuando se fueron los chicos para [el
sector Azul],porque como que acá siempre se había hablado de las
salidas colectivas, del grupo y el colectivo y no sé qué, y como que
un montón de gente de la mañana lo vio. . . lo vio como una traición
que ellos vayan para allá, porque en realidad no todos estábamos de
acuerdo” (Leila, operadora, sector Verde).
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otra cara de las telecomunicaciones. La situación de los trabajadores telefónicos.
Buenos Aires, tel.
Lidar com o povo, ajudar o povo, falar
com o povo: notas sobre o exercício da
liderança em um movimento social
Minha amiga Rebeca veio me contar que haviam instalado uma rede de
água no setor 1 onde ficava o seu barraco. Comentou também que naquele
mesmo dia tinha que ir a uma reunião com seus vizinhos para debater ou-
tras questões relativas à infraestrutura da área onde moravam. Mas como
se sentia cansada, achava que não iria aparecer. Querendo provocá-la, per-
guntei como ela, uma militante de um movimento social, poderia deixar
de estar presente a um evento desses, ela que era uma pessoa tão articu-
lada e engajada. . . Recebi de pronto uma resposta impaciente: “Ah, mas
aquele pessoal de lá é muito devagar, e mesmo aqueles dois que adoram
bancar os representantes do povo, você sabe quem são, eles não fazem
nada”!
*****
195
196 Antropología de tramas políticas colectivas
A história de Rui
Conheci Rui na secretaria do movimento em Encruzilhada. Nos meus pri-
meiros dias nesse lugar, costumava me sentar junto a ele e a outros homens
debaixo de uma mangueira onde, num banco improvisado, eles costuma-
vam se encontrar para conversar. Foi aí que pude conhecer o que se passara
com ele ao longo dos últimos anos.
No início da década de 90, ele e seus cinco irmãos se encontravam numa
ótima situação financeira, com seus negócios progredindo. Eram proprie-
tários de diversas dragas e balsas destinadas à extração de ouro às margens
do Rio Tocantins, nas redondezas da cidade de Santa Palma –localizada
a algumas dezenas de quilômetros de Encruzilhada, rio acima. Nesta ati-
vidade, chegaram a empregar mais de 25 homens. Assim, os irmãos, como
Rui se orgulhava de lembrar, eram responsáveis pelo sustento de mais
de cem pessoas. Além disso, plantavam muito e possuíam um bar, onde
tinham outros empregados.
No final dessa década, porém, tudo começou a mudar. A construção da
Usina Hidrelétrica de Serra da Mesa inundou as áreas onde eles garimpa-
vam, obrigando-os a se deslocar diversos quilômetros rio abaixo, para as
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 197
*****
não tem um grupo onde são distribuídas cestas. Durante um certo tempo,
ele teve sim “seu grupo”: mas esse continha somente garimpeiros, e fora
assim organizado com o objetivo de unir aqueles que pretendiam receber
seus direitos.
No dia a dia, porém, o termo não adjetivado é usado com mais frequên-
cia para designar todas essas pessoas. Para elas mesmas, é sobretudo isso
o que são no movimento: coordenadores.
Xicão e Rui
Na secretaria do mab, sempre bastante frequentada, conheci diversas pes-
soas que trabalharam com Rui num passado não muito longínquo –e Xi-
cão entre elas. Natural do interior da Bahia, Xicão veio para Goiás no
final dos anos 80, quando tinha pouco mais de 18 anos de idade, incen-
tivado pelo sucesso de alguns conterrâneos que haviam ganhado bastante
dinheiro nos garimpos do norte deste estado. Após alguns anos em En-
cruzilhada, conheceu Rui, e trabalhou com ele por bastante tempo. Após
a construção da Usina de Cana Brava, ele, como a maior parte de seus
companheiros de ocupação, abandonou o garimpo. Chegou a ser fichado
numa firma, mas esse era um emprego temporário e que pagava muito
pouco. Comentando sobre esse período de sua vida, Xicão me disse que,
sendo analfabeto, a única posição que havia conseguido arrumar –e isso
no período em que, por causa da construção da barragem, havia trabal-
ho disponível na cidade– foi a de ajudante, o que não lhe interessava em
função da baixa remuneração.
Foi justamente através de Rui que ele se aproximou do mab. Segundo
o próprio Xicão, também foi por causa deste último que ele conseguiu
ser incluído na lista dos 180 casos que a auditoria realizada pelo bid
caracterizou como elegíveis para alguma espécie de compensação. Além
disso, fora Rui quem tinha sido capaz de “defendê-lo” numa discussão
a respeito das casas que seriam construídas pelo Projeto da Moradia,
financiado pelo fundo de desenvolvimento já mencionado. Ao se envolver
com o mab, Xicão conseguiu ainda obter o direito de receber uma das
cestas básicas que o movimento distribuía mensalmente. Diante de tudo
isso, eram-me evidentes as suas manifestações de gratidão perante Rui,
assim como o fato de que ele acreditava que sem a sua ajuda não teria
tido acesso a esses benefícios.
200 Antropología de tramas políticas colectivas
Ainda assim, sua situação em Encruzilhada não era fácil: vivia ali pra-
ticamente sozinho. Dizia confiar apenas em Rui. As outras pessoas do
movimento, segundo Xicão, afirmavam que ele era um fugitivo –alguém
que cometera um crime em outro lugar e que procurava se esconder em
Encruzilhada (acusação de resto não rara naquela cidade repleta de foras-
teiros). Não possuía parentes na região, e somente recentemente consegui-
ra recuperar o contato com alguns familiares, após mais de uma década
sem quaisquer notícias deles. Não queria mais se envolver com mulheres,
já que elas só queriam saber dos “caras que têm um carro”. Diante de tu-
do isso, Xicão destacava o seu amor pelos cachorros, o carinho que sentia
pela dona da pensão onde morava, que cuidara dele quando teve dengue
e o ajudara a providenciar seus documentos, e a felicidade que sentira ao
conseguir reencontrar seu irmão. 3
Num certo dia, senti-me especialmente honrado por ter sido convidado
a ir, junto com os dois, para uma procissão de Semana Santa. A essa altu-
ra, eu já descobrira que as relações de camaradagem que uniam homens
diversos em longas conversas na secretaria do mab estavam restritas a
alguns espaços particulares: à própria secretaria, naturalmente, ou às ro-
dinhas que se formavam nas esquinas, sob uma sombra qualquer. No dia
dessa procissão, dei-me conta do que me pareceu ser a solidão daqueles
dois homens: sem familiares próximos e com poucas relações íntimas, iam
juntos ao evento religioso. 4
Para além do que pode haver de afetivo nos vínculos entre ambos, a
gratidão de Xicão para com Rui tinha como contrapartida a lealdade
expressa que o primeiro devia ao segundo, em especial no que se refere
aos embates existentes no interior do movimento. Sempre concordando
com Rui, ele também não tinha dúvidas de que o movimento havia se
3 O mundo que emerge de vivências como essas poderia ser comparado àquele que descrevem
os autores que buscam enfatizar o surgimento de laços de patronagem em contextos onde pre-
dominam adversidades diversas. É esse o caso, por exemplo, de Wolf (2003: 110), que enfatiza
as dificuldades e incertezas relativas à reprodução material: “esses laços se mostrariam espe-
cialmente funcionais em situações em que a estrutura institucional formal da sociedade fosse
fraca e incapaz de distribuir com suficiente estabilidade o suprimento de bens e serviços, prin-
cipalmente para os níveis mais baixos da ordem social”. Ou de autores que destacam as visões
a respeito de um mundo hostil e perigoso, no qual as relações estão marcadas pela desconfiança
e o isolamento, como Boissevain (1966: 21) e Foster (1967: 213).
4 Alguns dos traços destacados por Silverman (1967: 285-287) na relação entre patrono e cliente
ficam evidentes aqui. Refiro-me, em especial, ao fato de o vínculo entre eles ser “ideally a
personal and affectionate tie” e à presença aí de “loyalty, friendship, or being almost like one
of the family”.
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 201
desviado daquele que deveria ser o seu foco, a luta pelos direitos; e isso
não podia continuar assim. 5
5 Assim, esse caso particular se adéqua à descrição de “an informal contractual relationship
between persons of unequal status and power, which imposes reciprocal obligations of a different
kind on each of the parties” (Silverman 1967: 283; cf. Wolf 2003: 108; Boissevain 1966: 18-23;
Foster 1967: 16). O caráter assimétrico das trocas entre Rui e Xicão é evidente: o primeiro
defende os interesses do segundo junto ao mab, assegurando, por exemplo, o seu direito à
inscrição no Programa da Moradia; o segundo garante-lhe apoio político e lealdade (Wolf 2003:
109; Silverman 1967: 284; Boissevain 1966: 23) no interior das disputas existentes nesse mesmo
movimento, tornando-se “membro de uma facção que serve aos propósitos competitivos de um
líder” (Wolf 2003: 109).
202 Antropología de tramas políticas colectivas
patrão garimpeiro, tinha uma grande casa sempre aberta para receber os
amigos, forasteiros importantes e ex-empregados.
Agora, dispondo de menos recursos materiais, exercia a sua generosi-
dade de forma mais modesta. “Ontem apareceu uma mulher muito ne-
cessitada, dei um meio saco de leite que tinha e que estava usando para
me ajudar a engolir um remédio forte”. Quando conseguia algum dinhei-
ro, dava alguns trocados a conhecidos em situação particularmente difícil;
ou então aos filhos destes, “para tomar um refrigerante”. Nas mesas de
bar, ainda insistia em arcar com a maior parte da conta. No movimento,
oferecia-se para arcar com uma ou outra despesa: dava dinheiro para que
alguém comprasse mantimentos e preparasse a comida a ser servida na
secretaria ou, então, se dispunha a pagar o carro de som contratado para
anunciar a data da distribuição das cestas. E com isso ia dilapidando as
economias que fizera no passado, e das quais lançava mão para sobreviver.
Mas nem só por meio de dinheiro ou riqueza esta generosidade podia
ser exercida. Rui não se cansava de exaltar a sua influência e de como,
através dela, efetivamente era capaz de ajudar ao povo. Nesse caso, essa
ajuda não estava diretamente vinculada a recursos materiais, mas à sua
capacidade de exercer o papel de “intermediador 6 do povo”.
6 A discussão que realizo aqui foi, em alguma medida, inspirada pela discussão do papel do
“mediador” –tópico constantemente abordado na literatura sobre patronagem. Note-se, a esse
respeito, a semelhança entre o termo que Rui utiliza para se referir a si próprio (“interme-
diador”) com essa categoria analítica. A referência principal aqui é Silverman (1967: 280-1),
principalmente naqueles dois aspectos que ela desenvolve a partir da definição que Wolf propõe
para os ‘brokers’ (“persons who ‘stand over the critical junctures or synapses of relationships
which connect the local system to the larger”): a) “the functions which those who are defined
as mediators perform must be ‘critical’, of direct importance to the basic structures of either
or both systems”; b) “the mediators ‘guard’ these functions, i.e., they have near-exclusivity in
performing them. (. . .) As a result, the number of mediators’ statutes is always limited”. Ver,
também, Campbell (1963: 94).
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 203
Segundo ele, não se podia ser como alguns dos coordenadores do movi-
mento se você realmente tinha a intenção de conseguir alguma coisa. Esse
tipo de gente não cobra: diante de alguém poderoso ou grande, eles se
encolhem e não abrem a boca. Rui, pelo contrário, afirmava ter coragem
para dizer a verdade: não provocou o promotor da cidade, dizendo-lhe “na
cara” que ele parecia receber apenas para ajudar os mais ricos? E não es-
tava sendo ele intimado a comparecer ao fórum justamente por isso, por
não ter medo de dizer o que achava que era certo?
Se enfrentar a onça é lutar contra a empresa, poderíamos especular no
que consistia, para Rui, a caçada às pacas. Um cão que caça pacas é o
que encontra o objeto desejado por aquele a quem serve e o traz para ele.
Ele consegue as coisas para os outros. Teríamos aí uma metáfora para
aquele que ajuda alguém atuando como intermediador, aquele que realiza
a conexão que permite que esse alguém tenha acesso a recursos desejados
ou necessários?
Os exemplos de situações em que Rui afirma ter atuado junto a ou-
tras pessoas e instituições para ajudar o povo como um “intermediador”
são inúmeros. No interior do mab de Encruzilhada ele interveio, como
vimos, para que uma injustiça não fosse cometida e Xicão fosse excluído
do Projeto da Moradia. Para Rui e para os outros garimpeiros que lhe
são próximos, porém, sua mais importante atuação dizia respeito à pres-
são que ele exercia junto aos outros coordenadores para que a luta pelos
direitos não fosse deixada de lado.
Rui também costumava destacar o papel que desempenhara na pró-
pria constituição do mab na cidade de Encruzilhada. Ele foi um dos que,
seguindo a indicação de um conhecido, entrou em contato com o mab Na-
cional. “Sou um dos primeiros coordenadores do mab. Eu fui o primeiro,
depois o Godofredo entrou. Dos primeiros mesmo quem segurou a barra
até montar uma secretaria aqui fui eu. Tínhamos que ter um ponto para
receber o povo”.
Depois contribuiu para montar a coordenação. Fora ele quem trouxera
Roceiro para o movimento. Nesta época, este último se encontrava rodado
(desamparado e sem lugar no mundo) e doente –“até roupa de cama fui
eu quem deu pra ele”!
Seus esforços para que as cestas continuassem sendo enviadas para En-
cruzilhada também devem ser destacados. Em um Encontro Nacional do
mab, diante de 1200 pessoas (e de 12 microfones!), foi peremptório ao
defender esse ponto: “Se cortar essas cestas, o pessoal passa fome”! Além
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 205
between different levels, he plays a central role in the imagination of the center as the real
source of power, whereas what exist in reality is a diffuse set of de-centered practices without
much internal coherence (Foucault, Rubin)”. Não é meu objetivo aqui discutir as concepções
ontológicas desse autor a respeito do que é o poder ou de como ele se exerce. Por outro lado,
se busco identificar, a partir da representação que Rui faz de si próprio e de suas práticas, “the
role the ‘idea of the gap’ [gap esse referente à distância que, supostamente, separa as pessoas
do centro do poder] plays in the constitution of a given culture of power” (De Vries 2002: 904),
o que encontro é algo diferente de um centro como a “real source of power”. De fato, como
indiquei acima, as afirmações de Rui a respeito da sua atuação como “intermediador do povo”
incluem um conjunto diverso de organizações. Aqui se evidencia um contraste significativo com
as situações trabalhadas por autores como o próprio De Vries (2002) ou Campbell (1963), que
identificam a atuação dos mediadores exclusivamente com o Estado. No caso de que trato, não
me arriscaria nem mesmo a dizer que este último apareça como uma instância privilegiada
de negociação e intervenção. De qualquer forma, ‘ao seu lado’ existem movimentos sociais
(o próprio mab, seja incorporado nas figuras dos dirigentes locais ou nacionais), empresas (a
Tractebel e a Assist) e organizações multilaterais (o bid). A própria ideia de ‘Estado’ é, a esse
respeito, demasiado abstrata para dar conta do tipo de instância ou agente a que pessoas como
Rui se referiam: “a base do Governo Federal”, “a agência ambiental”, “o Coronel”, “o Ibama”
(que não se confunde com aquela “agência ambiental”), “o Ministério”. Não chegaria a dizer que
o que emerge daí é a representação de um “diffuse set of de-centered practices without much
internal coherence”, aquilo que para De Vries (2002: 904) realmente existe (e que deveria, assim,
se contrapor ao ilusório centro ‘duro’ e único do poder que o cacique anuncia como sendo real).
Provavelmente o que encontramos, a partir do que coloca Rui, é algo mais parecido com o “mapa
de poder político” de que fala Wolf (2003: 94-5), onde poderíamos identificar algumas daquelas
“áreas com fortes concentrações de recursos estratégicos”, os “centros de controle –aquilo que
Lênin chamou de elevações estratégicas”.
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 207
Tradições e apropriações
Mencionei anteriormente que Rui dissera que a licença para garimpar ouro
tinha que ser buscada junto ao “Coronel”. Mas não cheguei a comentar
que ele tentara obter uma. Para isso, recorrera a um vereador da cidade,
pedindo sua ajuda. Não foi atendido no seu pedido, segundo ele, porque
o vereador em questão também tinha interesses em obter a licença para
a mesma área. Rui ajuda aos outros; mas também recorre à ajuda de
terceiros. Assim, poderíamos talvez dizer que Rui faz parte do povo do
vereador que procurou.
O que me interessa aqui, porém, é outra coisa: é o fato de Rui, um coor-
denador, fazer as mesmas coisas que um político. Rui comentara comigo
que, na opinião dele, um político tinha que ser alguém “que ajuda a re-
solver os problemas do povo”. Em diversas outras ocasiões, presenciei-o se
referindo a si próprio como alguém que faz, senão a mesma coisa, algo mui-
to parecido: “ajudar a sociedade”, “ajudar o povo”, “ajudar a população”.
As menções às formas de falar para o povo sugerem, igualmente, o vínculo
que existe entre os políticos e os coordenadores, os primeiros ‘inspirando’
os segundos. Os comentários brincalhões direcionados aos que terminam
a sua fala –nas reuniões e assembleias– mostram bem isso, bem como re-
velam a consciência dos envolvidos a respeito desse vínculo: “Agora que
você terminou, não vai pedir o nosso voto?”.
No que se refere à questão da generosidade e da “intermediação”, a
atuação de Rui enquanto coordenador estava pautada pela presença de
uma série de práticas que remetem diretamente a outros tipos de relações,
‘externas’ ao movimento –como aquelas que caracterizavam os vínculos
entre um proprietário e seus trabalhadores no garimpo, ou entre um fa-
zendeiro rico e seus vizinhos pobres.
São essas relações ‘tradicionais’ o que poderia ser aproximado –e não
muito mais que isso– daquilo que, na literatura antropológica, se chama
de relação “patrono-cliente”. E foram elas que, após o surgimento do mab
em Encruzilhada, foram ‘estendidas’ 8 para algumas das relações que iam
8 De Neve (2000) mostra como, no sul da Índia, a patronagem levada a cabo pelos empresários
têxteis está vinculada à “extensão” para o presente de um “indigenous model of royal patronage”.
210 Antropología de tramas políticas colectivas
Tractebel. Aqui, para ter a garantia de que iam me pagar meu direito, lá,
porque eu precisava sobreviver, e fui trabalhar na obra”. Lembremo-nos
de que Xicão se sentia especialmente grato à dona da pensão onde mora-
ra também porque ela lhe havia ajudado a providenciar seus documentos.
Estes papéis parecem, assim, se constituir como os símbolos por excelência
das transformações recentes que levaram essas pessoas a uma dependência
perante o Estado e outras instituições ‘modernas’ que, ao menos com essa
intensidade, não lhes eram familiares até pouco tempo atrás. As dificul-
dades encontradas no trato com eles são frequentemente encaradas como
sinais do ‘desajuste’ ou da inadequação destas pessoas a essa nova reali-
dade. A educação aparece-lhes, assim, como uma solução –ou ao menos
um paliativo– para esta situação.
A esse respeito, a descrição de um pequeno conflito que presenciei é
elucidativa. Uma vez que as cestas distribuídas ali são uma doação do
Governo Federal, é preciso cadastrar todos aqueles que a recebem e “en-
viar para Brasília” a listagem de todos os beneficiários. Cada coordenador
é responsável pelo controle dos membros de seu grupo, assim como pela
elaboração da lista deste grupo, que deve incluir nome, endereço, número
do documento de identidade e do cpf. A realização desse trabalho sempre
foi algo complicado para eles. Alguns coordenadores resolveram esse pro-
blema através das secretárias: pessoas estudadas e de sua confiança que
tinham facilidade para realizar esse controle e manter, no computador, o
cadastro com os dados. Particularmente habilidosa, uma dessas secretárias
passou, com o tempo, a organizar não somente os nomes do grupo pelo
qual ela era responsável, mas também a lista com o conjunto de todas
as informações que deveriam ser repassadas mensalmente ao órgão res-
ponsável pela doação. Acusações contra ela logo surgiram –inclusive uma
especialmente séria, quando dirigida a alguém no movimento: a de que ela
estaria “recebendo dinheiro”, sabe-se lá vindo de onde. A visibilidade e o
poder que ela ganhou ao desempenhar sua tarefa incomodaram particu-
larmente alguns coordenadores –em especial as mulheres. Para uma das
coordenadoras, que por mais de uma vez se desentendera com esta secretá-
ria, a centralidade crescente que ela assumira no processo de distribuição
das cestas era um indício a mais de que “o movimento havia acabado”.
Como era possível que ela, já há tantos anos no movimento, sempre li-
dando com o povo (“e como isso cansa!”), fosse desafiada e pisada por
alguém que sequer fazia parte da coordenação (ou seja, do conjunto de
todos os coordenadores)? Mas, por mais que isso fosse um absurdo, a coor-
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 215
denadora em questão sabia que pouco podia fazer contra a secretária: ela
sabia que, mesmo que em desacordo com o que pensava ser correto para
o movimento, as habilidades daquela haviam se tornado indispensáveis.
Coordenadores e militantes
Os trabalhos de Sigaud (2000) e Rosa (2004, 2009) mostraram como, a
partir do Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem-Terra (mst), disse-
minam-se o que estes autores denominaram de “formas”: a forma-acampa-
mento, a forma-movimento. Influenciado por esta perspectiva, e partindo
da descrição acima apresentada, gostaria de concluir este artigo ensaian-
do alguns comentários –pouco mais que hipóteses e sugestões para inves-
tigações futuras a respeito deste tema. Meu foco, aqui, reside não nas
ocupações de terra por eles consideradas, mas na questão da militância.
218 Antropología de tramas políticas colectivas
*****
fluxos. Procedendo assim, elas não seriam encaradas como vestígios, me-
mórias, escombros ou ruínas de uma história petrificada e referente a um
“já acabado”, mas como aquilo que promove a ligação –e a coexistência e
interação– entre um presente e um passado que “não para nunca de pas-
sar” (para usar uma expressão do romancista William Faulkner); passado
que, desta forma, apareceria como um manancial inesgotável de onde flui
aquilo que, no presente, pode ser atualizado pelos movimentos sociais.
Na perspectiva destes autores, há ainda uma distinção que interessa
especialmente para o que discuto aqui, aquela que se estabelece entre a
“conexão” e a “conjugação” dos fluxos:
12 E destaco aqui que o mesmo termo (“linguagem”) é usado tanto por Sigaud (2000) quanto
por alguns dos coordenadores de Encruzilhada para qualificar as formas atreladas aos movi-
mentos sociais.
Guedes: Lidar com o povo, ajudar o povo, falar com o povo. . . 223
Bibliografia
Julieta Quirós
Introducción
En estas páginas busco reflexionar sobre una serie de prácticas de co-
nocimiento a través de las cuales nosotros, socio-antropólogos, solemos
interrogarnos por las motivaciones y disposiciones del involucramiento
político allí y cuando estudiamos en contextos social y sociológicamen-
te definidos como de pobreza o asociados a lo popular. Las reflexiones
aquí presentadas son suscitadas por problemas de interpretación con los
que yo misma me he encontrado en la pesquisa etnográfica que desarro-
llo desde hace cinco años en barrios de Florencio Varela, municipio del
sur del conurbano bonaerense, donde exploro una serie de experiencias de
politización que gravitan en torno a organizaciones de desocupados y al
peronismo local. La discusión que presento en este ensayo es en buena me-
dida un diálogo con mi propio trabajo, y puede pensarse como un ejercicio
de objetivación participante: no porque lleve a cabo stricto sensu lo que
Bourdieu (2003) entiende por ese ejercicio, sino más bien porque rescato
el espíritu de su propuesta, a saber, la de no dejar la tarea de analizar
nuestras disposiciones intelectuales en manos de los epistemólogos o de los
popes de la ciencia, sino constituirla en parte de nuestros propios objetos
de investigación.
Para ello voy a centrarme en dos subcampos disciplinares en los que
suele compartimentarse el estudio de la política popular: el de la “política
1 La primera versión de este artículo fue presentada en el grupo de trabajo “Procesos de movili-
zación social, políticas estatales y vida cotidiana. Perspectivas etnográficas” de la viii Reunión
de Antropología del Mercosur, Buenos Aires, en septiembre de 2009. Agradezco a los coordi-
nadores y comentadores del grupo, Virginia Manzano, Mabel Grimberg, Marcelo Ernandez,
María Lagos, Marcelo Rosa y María Inés Fernández Álvarez, por sus aportes y comentarios al
trabajo. También a Guillermo Quirós y a Gabriel Vommaro por los diversos diálogos con que
contribuyeron a mis argumentos.
225
226 Antropología de tramas políticas colectivas
Política Economía
Compromiso Necesidad
Desinterés Interés
Colectivo o social Individual
Bien común Bien propio
que se fundaba no hacía sino reproducir esa desigualdad. Pero eran, tam-
bién, vínculos que se asentaban sobre un componente moral y afectivo que
apelaba a una simetría. Precisamente era ese pero aquello que debía ser
explicado.
Lazzari señala que mientras la moralidad –como los sentimientos de deu-
da, agradecimiento, lealtad a ella asociados– fue conceptualizada como el
“aspecto émico” de la relación (esto es: lo que los actores sociales pien-
san de ella), el intercambio asimétrico e instrumental fue tratado como
su “aspecto objetivo” (esto es: lo que los investigadores des-cubrirían de
esa relación). Recuperando esta formulación, sostengo que esta distinción
tendió a adoptar –no necesariamente en los fundadores de los estudios so-
bre clientelismo y patronazgo pero ciertamente en buena parte de los usos
y apropiaciones que conformaron ese campo disciplinar– la forma de una
jerarquía ontológica, que podría sintetizarse en un doble movimiento: por
un lado, los socio-antropólogos proclaman, explícitamente, que ‘el clien-
telismo es más que intercambio interesado y calculado’ (es también una
relación entre personas morales); por otro lado, abonan implícitamente el
supuesto de que ese ‘es más’ sería ‘menos’ allí y cuando a las dimensiones
morales y afectivas del lazo clientelar les es asignado el estatuto de creen-
cia o representación nativa añadida al intercambio instrumental en que
residiría, en última instancia, el (verdadero) fundamento de la relación. En
este sentido, la distinción entre “moralidad” (simétrica) e “intercambio”
(asimétrico) puede operar no sólo como distinción entre aspectos analíti-
cos, sino también como una jerarquización entre dos órdenes de realidad,
basada en el supuesto de que el intercambio (interesado) sería una reali-
dad “más real” que la moralidad y el afecto (desinteresados). Y así, la
dimensión moral de las relaciones clientelares siempre acaba oliendo a
“falsa moral”. 5
En el caso de la sociología contemporánea en Argentina, esa fórmula
“es más pero es menos” sobre la que estoy llamando la atención ha de-
venido parte del pensamiento dominante de la mano de los trabajos de
Javier Auyero, figura principal de los estudios sobre clientelismo partida-
rio en contextos urbanos. Su noción de “habitus clientelar” –un “conjunto
de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que
acompañan a estos intercambios –explicándolos y clarificándolos, justifi-
cándolos y legitimándolos” (2002:40 subrayado mío; véase también Auyero
5 Una elocuente reflexión crítica sobre este tipo de supuestos epistemológicos para el caso del
tratamiento de los “valores morales” en la teoría antropológica puede encontrarse en Balbi 2007.
Quirós: Moralismo y economicismo en la política popular . . . 235
Política Economía
Compromiso Necesidad
Desinterés Interés
Colectivo o social Individual
Bien común Bien propio
236 Antropología de tramas políticas colectivas
que se fundaba no hacía sino reproducir esa desigualdad. Pero eran, tam-
bién, vínculos que se asentaban sobre un componente moral y afectivo que
apelaba a una simetría. Precisamente era ese pero aquello que debía ser
explicado.
Lazzari señala que mientras la moralidad –como los sentimientos de deu-
da, agradecimiento, lealtad a ella asociados– fue conceptualizada como el
“aspecto émico” de la relación (esto es: lo que los actores sociales pien-
san de ella), el intercambio asimétrico e instrumental fue tratado como
su “aspecto objetivo” (esto es: lo que los investigadores des-cubrirían de
esa relación). Recuperando esta formulación, sostengo que esta distinción
tendió a adoptar –no necesariamente en los fundadores de los estudios so-
bre clientelismo y patronazgo pero ciertamente en buena parte de los usos
y apropiaciones que conformaron ese campo disciplinar– la forma de una
jerarquía ontológica, que podría sintetizarse en un doble movimiento: por
un lado, los socio-antropólogos proclaman, explícitamente, que ‘el clien-
telismo es más que intercambio interesado y calculado’ (es también una
relación entre personas morales); por otro lado, abonan implícitamente el
supuesto de que ese ‘es más’ sería ‘menos’ allí y cuando a las dimensiones
morales y afectivas del lazo clientelar les es asignado el estatuto de creen-
cia o representación nativa añadida al intercambio instrumental en que
residiría, en última instancia, el (verdadero) fundamento de la relación. En
este sentido, la distinción entre “moralidad” (simétrica) e “intercambio”
(asimétrico) puede operar no sólo como distinción entre aspectos analíti-
cos, sino también como una jerarquización entre dos órdenes de realidad,
basada en el supuesto de que el intercambio (interesado) sería una reali-
dad “más real” que la moralidad y el afecto (desinteresados). Y así, la
dimensión moral de las relaciones clientelares siempre acaba oliendo a
“falsa moral”. 7
En el caso de la sociología contemporánea en Argentina, esa fórmula
“es más pero es menos” sobre la que estoy llamando la atención ha de-
venido parte del pensamiento dominante de la mano de los trabajos de
Javier Auyero, figura principal de los estudios sobre clientelismo partida-
rio en contextos urbanos. Su noción de “habitus clientelar” –un “conjunto
de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que
acompañan a estos intercambios –explicándolos y clarificándolos, justifi-
cándolos y legitimándolos” (2002:40 subrayado mío; véase también Auyero
7 Una elocuente reflexión crítica sobre este tipo de supuestos epistemológicos para el caso del
tratamiento de los “valores morales” en la teoría antropológica puede encontrarse en Balbi 2007.
Quirós: Moralismo y economicismo en la política popular . . . 241
Aunque no es objeto de este ensayo explicar por qué esta distinción –que
es, una vez más, una jerarquización entre dos órdenes de realidad– tuvo
tanto éxito dentro del pensamiento social, sí me interesa ensayar una hi-
pótesis sobre la acogida y la funcionalidad que puede haber tenido para
242 Antropología de tramas políticas colectivas
una dación en todos sus términos; que “ir al acto” no sólo ni siempre es
una retribución hacia los favores del referente: puede ser, también, una
actividad de la que se participa sencillamente con gusto; dimensión que
nuestros propios interlocutores ponen a jugar en sus explicaciones y atri-
buciones de intención, y cuyo carácter de dato sociológico ha sido, sin
embargo, sistemáticamente desestimado, sobre todo allí y cuando de lo
popular se trata (cf. Quirós 2010).
La etnografía como modo de conocimiento insiste en rescatar del olvido
aquellos motivos de la acción que Max Weber ubicara en la grilla de
la “irracionalidad”; insiste en mostrarnos que hay más motivaciones de la
acción que aquellas con arreglo a fines y arreglo a valores, y que hay fuerzas
constitutivas del involucramiento político que desbordan la “economía” y
la “moral”. En lo que la gente hace cotidianamente, y sobre todo en cómo
lo hace, podemos capturar y restituir esta dimensión vivida de la política,
que no es sino restituir el sabor, el dolor y el placer que constituyen y
atraviesan toda acción social (Wacquant 2009).
Una aclaración de principio se torna imprescindible: no estoy proponien-
do hacer de esas fuerzas el nuevo conjunto de “variables” que vienen a re-
velar algo más “verdadero” o “determinante” que el economicismo y el mo-
ralismo. Tampoco una operación de suma de motivaciones. Más bien estoy
queriendo llamar la atención sobre otro camino epistemológico: el desafío
es cómo dar cuenta de la hibridez que hace a las relaciones humanas que
estudiamos, lo cual implica explorar qué dinámica aparece si estamos dis-
puestos a prescindir analíticamente de la propia oposición y exclusión en-
tre términos como interés/desinterés, necesidad/compromiso, instrumen-
tal/moral, cálculo/liberalidad, individual/colectivo, economía/política, obli-
gación/voluntad 10. Una cosa es que nuestros interlocutores profesen estas
purificaciones y ellas sean materia prima de nuestro objeto; otra es que las
mimeticemos con nuestras explicaciones. Así, desafiar el economicismo y
el moralismo es intentar dar cuenta de la impureza que hace a la política
vivida, lo cual nos convoca, a su vez, a restituir en la construcción de
nuestros datos el propio carácter de experiencia vivida que es la etnogra-
fía como modo de conocimiento; en una palabra, a considerar seriamente
que eso que llamamos “perspectiva nativa” no es sólo un punto de vista,
o una forma de ver o pensar: es también, siguiendo al viejo Malinowski,
10 Este camino epistemológico guarda sintonía con una lectura del Ensayo sobre el Don que
restituye la igualdad ontológica de las dimensiones imbricadas en el don que la interpretación
bourdiana tendió a separar y jerarquizar. Sobre esta lectura y sus implicancias para una teoría
etnográfica del involucramiento político, véase Quirós 2010.
250 Antropología de tramas políticas colectivas
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Miradas encontradas. Notas etnográficas
sobre una experiencia de trabajo colectiva
“Written anthropology
is still written images.”
Denis O’Rourke
Introdução
Ao longo dos meses de outubro e novembro de 2009, um grupo formado
por um brasileiro e quatro argentinos nos reunimos para filmar um docu-
mentário. O projeto está inserido no âmbito do convênio Capes-Secyt, in-
titulado “Reconfiguración estatal, movimientos sociales y formas de cons-
trucción de ciudadanía en perspectiva comparada: Brasil y Argentina”,
que previu o intercâmbio entre pesquisadores desses dois países. O filme
aborda as complexidades e os desafios de um grupo de catadores de lixo
no processo de construção da cooperativa “Reciclando Sueños”, localizada
no bairro San Alberto, no Município da Matanza, uma localidade densa-
mente povoada do Conurbano Bonairense –cinturão ao redor da cidade de
Buenos Aires–, que concentra uma ampla porcentagem de sua população
em situação de pobreza. 1 Esta cooperativa, integrada na época das filma-
gens por trinta pessoas (homens e mulheres), vem realizando desde o ano
de 2006 um serviço de coleta diferenciada no bairro Aldo Bonzi. Em 2008,
esta experiência foi replicada aos bairros de San Justo e Tapiales como
parte de um programa municipal, passo importante para que o trabalho
1 Este distrito se ubica en la zona oeste del Amba, tiene una extensión de 325.71 km2 y una
población de 1.251.457 (Indec 2001). Según datos provenientes de una encuesta realizada por
el Municipio, en 2007 el 35,3% de su población se encontraba bajo línea de pobreza y el 10%
bajo la línea de indigencia.
255
256 Antropología de tramas políticas colectivas
2 Com disponibilidade para ficar dois meses na Argentina, Marcelo, pesquisador e documenta-
rista brasileiro, propôs aos seus colegas a realização de um registro audiovisual sobre alguma
situação de pesquisa naquele país. Maria Inés, recém-doutora em antropologia social e uma
das pesquisadoras do convênio, sugeriu a realização de um vídeo sobre uma cooperativa de
catadores de lixo que estava pesquisando e enviou material bibliográfico para Marcelo. Este, ao
perceber a relevância sociológica do tema e da pesquisa realizada, aceitou a sugestão.
3 Decidimos que, dentre as partes escritas em conjunto, a introdução será escrita em português
e a seção final em espanhol.
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 257
“Se me ocurre que mi estadía en Buenos Aires podría aportar con la rea-
lización de un documental. Teniendo en cuenta el poco tiempo, creo que
lo mejor sería pensar en algún campo donde ya estén trabajando ustedes”.
Esta fue la propuesta que nos hizo Marcelo a mediados del año pasado
mientras intercambiábamos mails preparando su llegada a Buenos Aires
como parte de las misiones del proyecto Secyt-Capes. Inmediatamente
pensé en proponerle que hiciéramos el documental sobre Recisu, donde
realizo trabajo de campo desde hace tres años. Varias razones me moti-
vaban en este sentido.
En primer lugar el hecho de que se tratara de un emprendimiento “pe-
queño” en términos de las personas que, de manera más o menos perma-
nente, lo integraban. Esto facilitaba establecer un vínculo relativamente
rápido accediendo a datos sobre sus condiciones y trayectorias de vida.
En segundo lugar, y a mi criterio más importante, “la cooperativa” era
un caso reconocido en el mundo del reciclado (tanto por las ong que traba-
jan con “cartoneros” como por parte de funcionarios estatales que diseñan
y gestionan programas de residuos sólidos). Sin embargo no constituía un
ícono mediático dentro del universo de las experiencias de acción colectiva
desarrolladas en Argentina en los últimos años. Esta combinación daba
a mi entender “el tono justo” para realizar una película original sobre
una experiencia de relevancia. Pero sobre todo, otorgaba al film una im-
portante “utilidad social” ya que permitía difundir esta experiencia, poco
conocida fuera del ámbito del reciclado, que a mi modo de entender era
sumamente interesante en términos de su proceso de formación.
258 Antropología de tramas políticas colectivas
7 El programa establecía recorridos “casa por casa” recolectando residuos reciclables separados
previamente por las/os vecinas/os. Para su puesta en marcha Recisu había obtenido un crédito,
financiado por el Programa de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos denominado “Sin
Desperdicio”, y un subsidio otorgado por la ong Avina.
8 A diferencia de esto, cuando se trataba del ingreso de alguien por primera vez, la persona se
dirigía a Marcelo o a Alberto, sobre quien recaía esta decisión. Cabe destacar que la rotación de
las/os integrantes es una característica destacada de “la cooperativa” que hemos observado en
experiencias similares. Esta particularidad ha sido analizada por otros compañeros con quienes
compartimos trabajo de campo (ver Sorroche 2010).
260 Antropología de tramas políticas colectivas
9 Esta preocupación se relaciona con un modo particular de construcción política desde la cual
Recisu ha venido estableciendo su vinculación con organismos estatales y ong, que consiste en
presentarse como una “experiencia de trabajo real” frente a una “cooperativa para los papeles”,
y que hemos analizado en Fernández Álvarez y Carenzo (2009).
10 Esta práctica constituye sin duda una modalidad frecuente en espacios variados de militan-
cia. A modo de ejemplo, algunos estudios (Espinosa, 2008) han analizado el acto de hablar en
el caso del “Espacio de Mujeres” del Frente Darío Santillán.
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 261
Debo confesar que tras mi primera reflexión sobre los aspectos positi-
vos de la realización del documental en Recisu lo que vino fue una serie
de preocupaciones y temores. Por un lado, me inquietaba el tiempo que
debería destinar a “acompañar” a Marcelo (Ernandez) en sus excursiones
a San Alberto. ¿Cuántas horas de mi agenda laboral debería destinar a
la realización de “su” documental? Por otro lado, aunque en términos de
resultados me parecía sin duda sumamente positivo, me preocupaban los
potenciales problemas que podría generar la presencia de un “extraño”,
con quien no había previamente realizado trabajo de campo, sobre todo a
la luz de esta particular forma de vinculación. Al respecto, una cuestión
que me inquietaba particularmente era el espacio del taller. La presencia
de la cámara en este ámbito me parecía sumamente delicada, no tanto
por el hecho de lo que se registrara sino sobre todo por lo que podía limi-
tar que fuese dicho, incluso por nosotras/os. Aunque en ocasiones previas
algunos talleres habían sido filmados, este era un material de uso interno
que no estaba, en principio, pensado para ser difundido públicamente. A
mi entender, una de las cuestiones que había favorecido el desarrollo de
la dinámica del taller era una suerte de intimidad lograda, no por el co-
nocimiento necesariamente profundo de quienes ahí participábamos, sino
por el modo de establecer el diálogo. El taller era un lugar donde, “res-
petando al compañero”, todas/os podíamos (o más bien debíamos) decir
lo que pensábamos. Al punto que un invitado ocasional rápidamente se
podía sentir habilitado o convocado a volcar sus opiniones personales e
incluso a expresar cómo debía resolverse determinado problema.
Además, participar en los talleres era para mí una actividad sumamen-
te exigente por diversos motivos. En primer lugar, aunque sobre todo
durante los primeros años las actividades que realizábamos en los talle-
res tenían una dinámica cuidadosamente planificada en la que se preveía
el desarrollo de una temática específica (que podía prolongarse durante
varias semanas), lo que podía suceder en las dos horas que duraban era
completamente imprevisible (incluyendo, en oportunidades, en sí mismo
su realización). De esta manera, muchas veces se hacía necesario improvi-
sar sobre la marcha y sobre todo mantener un delicado equilibrio cuando
la bifurcación de los temas estaba dada por el desarrollo de un conflicto
personal o grupal (en ocasiones potencial) que podía poner en cuestión la
continuidad del programa, incluso de la experiencia. Pensarme filmada en
este marco me generaba cuando menos cierta incomodidad.
262 Antropología de tramas políticas colectivas
tiva para difundir su trabajo, que es como dije también el nuestro. Así, la
edición del documental tomó como punto de partida para la construcción
del relato los ejes y resultados de nuestras investigaciones con Recisu. Las
imágenes tienen sin duda un poder del cual la palabra carece: basta un
primer plano de Karina para expresar con profundidad el modo en que
la “violencia estructural” (Farmer 2004) se incorpora, hace parte de la
experiencia cotidiana, de quienes forman la cooperativa. Creo que en este
punto sería interesante avanzar en una línea de reflexión sobre la idea
misma de “investigación-acción” y preguntarnos si no cabe más bien ha-
blar, como lo sugiere Ch. Hale (2006), de “investigación activista”. Una
pregunta abierta, como el final de la película.
12 Para saber mais sobre a cooperativa Reciclando Sueños e o trabalho desenvolvido pelos
pesquisadores do Conicet junto a este grupo, ver Fernández Álvarez e Carenzo (2009).
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 267
16 Observando o comportamento de todos nos dias que se seguiram, percebemos que o evento
foi importante para aumentar a harmonia entre os cooperativados.
272 Antropología de tramas políticas colectivas
po del Banco Mundial que registró durante toda una jornada las distintas
labores de sus integrantes como parte de un “relevamiento de experiencias
exitosas” de gestión de los residuos urbanos a escala global, y del cual los
integrantes de la cooperativa no volvieron a tener noticias. Finalmente
esta reseña debe incluir también una suerte de filmografía “oficial” de la
cooperativa, compuesta por un heterogéneo y desordenado conjunto de
registros en video, capturados en forma intermitente durante el período
2006-2008 por Mauro, un diseñador amigo de los dirigentes de la coope-
rativa, que los asesora voluntariamente en el área comunicacional de sus
proyectos.
Inclusive es preciso señalar que, a lo largo de esta trayectoria, algunos de
sus integrantes habían logrado forjar un especial sentido de la actuación
frente a las cámaras, interpretando su rol de modo extrovertido y seguro.
Este es el caso de “Pino” (Walter), cuya explicación de las tareas de clasi-
ficación y molienda de los “materiales” resulta un relato sumamente vivaz
y cargado de divertidas anécdotas. Otro tanto podría decir de “Enrique”,
quien en las escenas de sus “recorridos” –que focalizaban en situaciones de
interacción cara a cara con las/os “vecinas/os” del barrio donde realizan
la recolección diferenciada– se manejaba de un modo afable y desenvuelto,
orgulloso de mostrar la profundidad del vínculo logrado con sus “clientes”.
Durante los días previos a la llegada de Marcelo Ernández a Buenos
Aires, repasé obsesivamente estos eventos antecedentes, intentando con-
vencerme que este improvisado ritual pagano podría atenuar la carga de
incertidumbre y ansiedad que me invadía ante la inminente proximidad de
nuestro “día D”: ¿La gente de la cooperativa estaría de acuerdo con una
propuesta que implicaba un alto nivel de exposición? ¿Hasta qué punto
estábamos poniendo en riesgo nuestro vínculo con ellos? ¿Podríamos fil-
mar con libertad? ¿Nuestro colega brasilero compartiría las ambigüedades
y contradicciones que nosotros asumíamos como constitutivas de nuestro
vínculo con la cooperativa? Afortunadamente mis presunciones resulta-
ron adecuadas y no tuvimos necesidad enfrentarnos a estos “fantasmas”
que acabo de nombrar. De hecho, los objetivos y el plan de trabajo de la
propuesta fueron aceptados de inmediato en un clima de claro optimis-
mo respecto del resultado final de la iniciativa y varios integrantes de la
cooperativa se transformaron en claros “personajes” del film. El material
generado resultó tan rico que nos obligó a filmar casi diez horas más de
las que habíamos planeado inicialmente (30 en vez de 20).
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 275
18 Tal como fuimos aprendiendo a partir de los talleres de reflexión colectiva que coordinamos,
la categoría “compañero” no resulta una categoría de definición ontológica, derivada de la ins-
cripción de una persona en una determinada tradición política-ideológica o que puede adquirirse
por auto-adscripción a un colectivo, sino que resulta una categoría relacional derivada del modo
en el cual se construyen relaciones con los otros, por lo tanto una persona no “es” compañero,
sino que “se vuelve” compañero en la práctica.
19 Para un estudio en profundidad sobre la categoría de lealtad puede encontrarse el trabajo
de F. Balbi (2008).
276 Antropología de tramas políticas colectivas
20 Es preciso aclarar que este sentido de lealtad comprendió para ambas partes una valorización
de la crítica constructiva en tanto aspecto constitutivo de nuestra relación. De allí que una
clave de nuestro trabajo de investigación-acción ha sido la promoción de la reflexión crítica
sobre las prácticas individuales y grupales (incluyendo las nuestras, obviamente) como forma
de promover la construcción de nuevos conocimientos y la visibilización de perspectivas y saberes
subalternizados (incluso en las relaciones intra-cooperativa).
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 277
21 La categoría de “taller” fue inicialmente propuesta por nosotros para designar el espacio de
trabajo conjunto que comenzamos a desarrollar en y con los/as integrantes de Recisu, siendo
rápidamente incorporada al léxico cotidiano de la cooperativa para designar “el espacio pri-
vilegiado de toma de decisiones, procesamiento de tensiones y definición de reglas colectivas”
(Fernández Álvarez y Carenzo 2009). Durante algunos períodos tuvieron una frecuencia sema-
nal, mientras que en otros resultó quincenal, dependiendo de complejas negociaciones donde se
consideraba tanto nuestra disponibilidad según las agendas académicas de cada uno/a (finali-
zación de tesis, entrega de informes, trabajo de campo en otros lugares) como ciertos momentos
críticos de la dinámica productiva y política de la cooperativa (entregas de materiales comercia-
lizados, asistencia a movilizaciones y acciones de presión a funcionarios, etcétera). La duración
de los talleres también se estableció por consenso, acordando una extensión de 120 minutos,
que ocupaba una hora de la jornada laboral (8 a 17 horas), y otra del “tiempo personal” de los
integrantes, por lo cual los días de “taller” el horario de salida se ampliaba a las 18.
280 Antropología de tramas políticas colectivas
Reflexiones finales
En este artículo hemos analizado el encuentro entre un investigador bra-
silero con un equipo de pares argentinos, que conjugaron sus distintos
saberes y miradas para discutir los límites y posibilidades del soporte
audiovisual como estrategia comunicacional de una experiencia asociati-
va, y al mismo tiempo como método de investigación y producción de
conocimiento científico.
En este sentido, nuestra experiencia en la realización del documental
Reciclando sueños puede distinguirse en varios sentidos de otras expe-
riencias de intercambio académico entre colegas y equipos pertenecientes
a distintos países. En estas últimas, el criterio que ordena y legitima los
intercambios está dado por la distancia que caracteriza la mirada de los
Fernández Álvarez, Ernandez y Carenzo: Miradas encontradas. . . 281
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284 Antropología de tramas políticas colectivas
Introducción
Los estudios sociales sobre las llamadas minorías sexuales 1 no han de-
jado de multiplicarse en Argentina en los últimos quince años. Si en un
comienzo los saberes en torno a las personas calificadas como homosexua-
les fueron generados casi exclusivamente por disciplinas psi y biomédicas,
indagando en sus conductas y ubicándolas en grupos de riesgo, en la ac-
tualidad han florecido una multiplicidad de discursos, desde un continuum
entre academia y activismo donde los límites raramente se encuentran de-
lineados. En este creciente desarrollo de perspectivas y debates, uno de
los asuntos privilegiados de reflexión ha sido el denominado movimiento
de lesbianas, gays, bisexuales y trans 2 (lgbt en adelante). Muchas veces
el movimiento ha sido definido, a priori, como una suerte de “comunidad
imaginada” a la que sus miembros sienten pertenecer, en tanto que sus
prácticas sexuales y/o sus identidades de género –aunque sean muy di-
ferentes entre sí– desestabilizan la heteronormatividad. La preocupación
por pensar en las potencialidades políticas de estos colectivos tal vez ha-
ya traído aparejado el problema de desestimar la heterogeneidad de un
campo que, como tantos otros, es dinámico y conflictivo. Quienes se han
propuesto tomarlo como un objeto de estudio unificado o cerrado, difícil-
mente consiguieron hallar otra instancia de análisis distinta de la Marcha
del Orgullo lgbt y sus preparativos, uno de los pocos eventos del año en
el que el movimiento actúa de manera relativamente articulada.
1 Utilizo bastardilla para indicar categorías sociales (o nativas, según la jerga antropológica).
2 La categoría trans engloba a personas travestis, transexuales y transgéneros.
287
288 Antropología de tramas políticas colectivas
4 No existen estadísticas oficiales sobre este colectivo pero, según datos recogidos por las mismas
organizaciones, el 79% de las travestis y transexuales de la Argentina se encuentran en situación
de prostitución (Berkins, 2008).
5 Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, ammar Capital, que nuclea a mujeres en
situación de prostitución, rompió en 2002 con la organización original, miembro de la Central
de Trabajadores de la Argentina (cta), por oponerse a considerar a la prostitución como un
trabajo. Desde una perspectiva feminista, ammar Capital sostiene que la prostitución es una
situación, y no un trabajo digno, generada por la articulación del capitalismo y el patriarcado.
Cutuli: El escándalo: modos de estar, negociar, resistir y demandar. . . 295
“Será penado con una multa de entre el 15 y el 40% del haber men-
sual del Agente de Seguridad de la Policía Bonaerense, y arresto de 5
a 30 días, la prostituta o el homosexual que se ofreciera públicamente,
dando ocasión de escándalo o molestando, o produjere escándalo en
la casa que habitare”.
Consideraciones finales
En este trabajo nuestra intención fue mostrar cómo la categoría de escán-
dalo se constituye como una de las formas privilegiadas por las travestis
y transexuales para denunciar, demandar y negociar. Argumentamos que
estas modalidades resultan de una experiencia de padecimientos y resis-
tencias ante diversos aspectos represivos del Estado, en articulación con
una más reciente vinculación con organismos administrativos y agentes
burocráticos. El escándalo resulta no sólo una manera de hacer, sino tam-
bién una forma de estar, relacionada con el ámbito de la prostitución
callejera, y es puesta en tensión, política y moralmente, en las nuevas ex-
Glosario
Ammar: Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina.
306 Antropología de tramas políticas colectivas
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Cutuli: El escándalo: modos de estar, negociar, resistir y demandar. . . 307
and social movements: contested identities, agency and power. Cambridge: Cam-
bridge University Press. Cap. iv.
El hacerse y (des)hacerse del movimiento.
Sobre espacios etnográficos y espacios
en movimiento en el Gran Buenos Aires
Virginia Manzano
Introducción
El proceso de descubrimiento antropológico, sostiene Peirano (2004), re-
sulta de un diálogo comparativo entre la teoría acumulada de la disciplina
y la observación etnográfica que presenta nuevos desafíos para ser enten-
didos e interpretados.
El diálogo que nos propone Peirano es particularmente complejo, y más
aún en un tema como movimientos sociales que, a primera vista, se inserta
en marcos interpretativos de teoría acumulada en otros campos disciplina-
rios. Con relación a este problema, en este capítulo reflexionaré sobre las
dificultades en mi propia investigación para valorizar el potencial creativo
de la observación etnográfica.
En el año 2000 inicié un trabajo de campo en el distrito de La Matanza,
zona oeste del Gran Buenos Aires, que se prolongó hasta marzo de 2006.
El objetivo allí era conocer y estudiar el movimiento de desocupados, pero
ese movimiento se volvía sumamente fluido para abordarlo como un suje-
to/objeto homogéneo y unitario. En mi recorrido, circulaba por distintos
espacios en los que se tejían y destejían vínculos con los movimientos.
A pesar de observar cómo se desenvolvían las relaciones con los movi-
mientos, mi fidelidad con los datos etnográficos fue relativa. Hasta poco
tiempo antes, la posibilidad de plantear la fluidez de lo que denominamos
movimiento social estaba colocada conceptualmente fuera de los marcos
interpretativos con los cuales trabajaba. Con esto quiero significar que
subordiné el proceso reflexivo sobre los desafíos y las perturbaciones que
me generaban los datos a la búsqueda, recuperación y precisión de un
abordaje antropológico de los movimientos sociales.
309
310 Antropología de tramas políticas colectivas
2 Felipe Vallese desapareció a los 22 años, en 1962. Era obrero metalúrgico y delegado del
establecimiento fabril donde trabajaba. Militaba en un grupo juvenil vinculado a la Resistencia
Peronista. Fue secuestrado en Capital Federal, junto a otros militantes, en un operativo a cargo
de la Unidad Regional de San Martín. Se lo considera el primer desaparecido en la historia
argentina, puesto que su cuerpo, a diferencia de los otros militantes, nunca apareció.
Manzano: El hacerse y (des)hacerse del movimiento. . . 313
4 La historia de los orígenes del Frente Grande reconoce como hito fundacional las acciones de
un grupo de diputados que, aunque provenientes del peronismo, comenzaron a votar con criterios
autónomos respecto de los que fijaba el bloque justicialista en la Cámara de Diputados de la
Nación; por ejemplo, votó en contra de la privatización de los ferrocarriles. En junio de 1990, ese
núcleo de legisladores convocó a un encuentro de la militancia peronista en oposición a la política
de Menem bajo la consigna “Peronismo o Liberalismo: para recuperar el verdadero peronismo”.
Entre los convocantes se encontraban Carlos Álvarez, Germán Abdala, Juan Pablo Cafiero,
Luis Brunati y Darío Alessandro. A nivel nacional, esa fuerza política se articuló en torno a
pocas figuras con notoria presencia en los medios de comunicación masiva, así como también a
partir de comicios legislativos desde 1993. En 1994 se constituyó como partido político; en 1995
impulsó la fundación del Frepaso, y en 1997, junto con la Unión Cívica Radical, conformó la
Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación (Abal Medina h., 1998).
Manzano: El hacerse y (des)hacerse del movimiento. . . 315
8 Hasta la década del 30, el distrito era eminentemente rural. Las principales actividades econó-
micas estaban asociadas con las producciones de quintas y estancias donde invernaba ganado,
se sembraban frutales y se criaban gallinas, patos, pavos y equinos (Chiozza, 2000).
9 La zona sur fue pionera en el itinerario geográfico de la implantación industrial en el Gran
Buenos Aires durante la primera mitad del siglo xx. Se trata de distritos como Avellaneda, Gerli,
Lanús, Remedios de Escalada, Valentín Alsina, Piñeyro, Quilmes y Bernal. Como consecuencia,
fueron esos distritos y esos obreros los que protagonizaron de forma contundente la jornada
“mítica” y fundante del peronismo como fue la del “17 de Octubre de 1945” (James, 1995;
Lobato, 2004).
318 Antropología de tramas políticas colectivas
10 El Polo Obrero es el nombre de otra organización piquetera, que se encuentra vinculada con
un partido de orientación trotskista llamado Partido Obrero.
11 El 20 de junio de 1996, cinco mil manifestantes bloquearon la ruta nacional 22 y la provincial
17 en los accesos a Cutral-Có y Plaza Huincul, en la provincia sureña de Neuquén. Ambas
ciudades habían crecido desde 1918 vinculadas con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos
Fiscales. El 24 de septiembre de 1992, el Congreso Nacional aprobó por ley la privatización
de esa empresa; como consecuencia, se redujeron sensiblemente los puestos de trabajo: había
52.000 personas empleadas en la planta de Cutral-Có en 1991 y, tras la privatización, sólo
quedaron 13.500; en tanto, en Plaza Huincul, la cifra de trabajadores disminuyó de 4200 a 600
(Auyero, 2004). En ese marco, la cancelación de un contrato de instalación de una planta de
320 Antropología de tramas políticas colectivas
fertilizantes en la región se convirtió en uno de los fundamentos para iniciar la protesta que
mantuvo bloqueadas las rutas durante siete días.
12 El Código Penal estipula la prisión de tres meses a dos años para quien “impida, estorbe o
entorpezca el normal funcionamiento de los transportes por tierra, agua y aire”. Otros delitos
previstos por el Código y plausibles de ser aplicados en estos casos son el de “sedición”, que
prevé una pena de entre uno y seis años de cárcel para quienes “se alcen en armas para arrancar
una medida o concesión de los poderes públicos”, y el de “intimidación pública”, que castiga
con tres a seis años de cárcel al que “incite a la violencia contra instituciones”. Finalmente, la
acusación más grave que se puede aplicar es la de “asociación ilícita”, que pena con prisión de
entre tres y diez años a quien arme una banda para delinquir.
Manzano: El hacerse y (des)hacerse del movimiento. . . 321
13 Una reconstrucción pormenorizada sobre las distintas posiciones se puede consultar en Man-
zano, 2008.
322 Antropología de tramas políticas colectivas
Con el correr del tiempo fui aprendiendo sobre las prácticas y las ca-
tegorías que daban vida al piquete. Ese aprendizaje fue posible por una
beca doctoral que obtuve en el año 2002, la cual me permitió dedicarme
casi por completo a la investigación y conocer a integrantes de la ftv y
la ccc en los barrios. De esta manera, en los piquetes que visité a partir
de ese año no sólo gozaba de la compañía de integrantes de la Agrupación
Felipe Vallese sino que pude adentrarme en la vida que transcurría en las
carpas. Así, supe que las personas que permanecían debajo de las carpas
conformaban grupos en torno a la figura de dirigentes locales que en la
ftv se denominaban “referentes barriales” y en la ccc, “dirigentes de ba-
rrio”. Estos dirigentes se encargaban de coordinar diversos temas y eran
responsables de organizar la “participación” de quienes formaban parte
de su grupo. Los términos “relevo” y “reemplazo” indicaban dos moda-
lidades de organizar la “participación”. El primero hacía referencia a un
sistema de turnos; por lo general, mujeres, niños y ancianos permanecían
en la carpa durante el día y eran relevados por los varones durante la no-
che; el segundo indicaba cómo se organizaba la participación en el marco
de relaciones familiares o de amistad, ya que una persona registrada en el
listado de un dirigente podía ausentarse del piquete, pero debía dejar en
su lugar a otra –un familiar cercano o un amigo– para demostrar que se-
guía participando de la medida. En definitiva, la cantidad de personas en
las carpas indicaba la capacidad de movilización de los diferentes barrios
y se trataba de un indicador relevante para la reasignación de vacantes
en programas de empleo.
La progresiva sistematización de mis datos de campo me ayudó a com-
prender que el piquete se sostenía mediante la especialización y coordi-
nación de tareas, como las negociaciones con funcionarios estatales, el
abastecimiento y la distribución de alimentos y agua mineral, y la limpie-
za. Otras tareas de enorme importancia eran aquellas relativas a procedi-
mientos de control: las personas que se habían especializado en la custodia
de los piquetes o las marchas eran denominadas seguridad por la ftv o
autodefensa por la ccc. La vida en el piquete se estructuraba también en
función de una serie de normas, fundamentalmente la prohibición de la
ingesta de alcohol, el consumo de drogas y el robo. El piquete concluía o
se “levantaba” cuando se abría una instancia de negociación con los fun-
324 Antropología de tramas políticas colectivas
Después de ese día, varias veces reconocí a Violeta y a otros de sus com-
pañeros del bloque del Frente Grande-Frepaso caminando rápidamente
por los pasillos del edificio municipal junto con distintas personas, soste-
niendo papeles entre las manos, como prescripciones de medicinas, plani-
llas de pensiones o permisos para habilitar puestos en ferias municipales.
Volviendo a nuestro primer encuentro, Violeta no sólo se refirió a su
trabajo en la municipalidad y las expectativas que despertaba entre la
“gente”, también recordó que la antropóloga que ambas conocíamos había
visitado el barrio. Fue así que comentó que en el barrio “la cosa estaba
muy fea” y mencionó algunas de sus ideas, como ejecutar un proyecto de
huerta y una copa de leche. Al fin de la charla, acordamos que pasaría a
buscarla durante la semana siguiente para conocer Tierra Nuestra.
El trayecto en ómnibus que separaba el edificio municipal de la casa de
Violeta duraba aproximadamente cuarenta minutos. Partíamos desde el
centro del distrito de La Matanza, tomábamos la ruta 3 y en el kilómetro
extensión de los lotes y el ordenamiento de los mismos por manzana (Aristizábal e Izaguirre,
1988; Merklen, 1991; Cravino, 1998).
326 Antropología de tramas políticas colectivas
bebes. Los hijos más chicos esparcían sobre la mesa útiles para realizar
tareas escolares y la madre de Violeta se sentaba en un pequeño sillón y
encendía el televisor.
Las acciones que registré en mi primera visita a la vivienda de Violeta
se relacionaban con la organización de la contraprestación de cuatro ho-
ras diarias en el marco de programas de empleo estatales. La categoría
trabajar con el plan expresaba una modalidad de trabajo específica que
recuperaba pautas del mundo laboral, como la organización de turnos de
trabajo (mañana y tarde), el registro de asistencias e inasistencias, la jus-
tificación de ausentismo y los períodos de vacaciones anuales de quince
días, generalmente durante el mes de enero.
Ese movimiento en función de los planes y el trabajo durante el turno
mañana en el edificio municipal pautaban el día de Violeta. En varias
ocasiones repetía: “Con los planes estoy hace un año y medio, más o
menos, del primer corte que recibí un cupo de treinta”.
Sobre ese intenso movimiento se dibujaron a lo largo de un año y me-
dio innumerables conversaciones y entrevistas con Violeta y con quienes
circulaban por su casa. En esas conversaciones repasamos sus inicios en
política: “Yo creo que empecé a crecer con lo que fue el plan pais y a
partir de ahí, bueno, es como que a medida que vas teniendo experiencia
vas aprendiendo”, sostenía Violeta en una de las entrevistas.
El Programa Alimentario Integral y Solidario (pais) funcionó entre 1989
y 1991 y destinaba sumas de dinero a grupos compuestos por ocho familias
para la compra comunitaria de alimentos. Uno de los trabajadores sociales
del programa contactó a Violeta y Mauricio con promotores de un organis-
mo denominado Ente del Conurbano Bonaerense 16, quienes procuraban
establecer nexos con “líderes barriales” para presentarles una política des-
tinada a la expropiación y la compra de tierras que habían sido ocupadas
irregularmente, como era el caso de Tierra Nuestra. Con el asesoramien-
to y apoyo de los promotores, Violeta y Mauricio formaron una entidad
inscripta como sociedad de fomento, la cual les otorgó un aval frente al
Estado de cara a la sanción de una ley de expropiación y regularización de
la tierra. A través de la sociedad de fomento emprendieron “la pelea por la
tierra” y por servicios urbanos, como electricidad, transporte y escuelas.
16 El Ente del Conurbano Bonaerense recibía su presupuesto del Fondo de Reparación Histórica
del Conurbano Bonaerense. Este fondo destinado, prioritariamente a programas sociales, fue
creado en 1992 por la Ley Nacional 24.073/92 de Reforma Impositiva. Se formó con el 10%
de la recaudación del Impuesto a las Ganancias, girado directa y automáticamente para ser
ejecutado y administrado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires (Grassi, 2003).
Manzano: El hacerse y (des)hacerse del movimiento. . . 329
El Dr. Pinto era uno de los médicos militantes del Partido Comunista
Revolucionario que se dedicó a la tarea de crear una sala de salud en el
barrio Santa Emilia. Fue también quien organizó el encuentro “Medicina
Social y Salud para la Lucha”. En el salón de actos del edificio escolar don-
de tuvo lugar el encuentro, el Dr. Pinto ofició como principal anfitrión;
luego de entonar las estrofas del Himno Nacional Argentino, mencionó a
distintas personas para que ascendieran al palco y ofrecieran su testimo-
nio a quienes allí estábamos. Primero, subieron integrantes de la Junta
Vecinal, que, convertidos en activos militantes de la ccc, en sus discursos
enfatizaron la historia de lucha por la tierra, la lucha de los desocupados
y la lucha del Dr. Pinto en la salud como parte de una misma causa.
Tras ellos, el personal de salud de la sala concentró su relato en las tareas
de prevención sanitaria y en la pelea por conseguir equipos para mejorar
la atención. Posteriormente, ofrecieron su testimonio mujeres del barrio
transformadas en agentes sanitarias. Finalmente, desfilaron tres jóvenes
que habían resultado heridos con bala de plomo el 20 de diciembre de
2001, cuando los miembros de la ccc procuraron ocupar la ruta 3 y fue-
ron desalojados por fuerzas de seguridad. Los jóvenes saludaban alzando
sus manos mientras el doctor los nombraba, nos informaba sobre el tipo
de heridas sufridas y destacaba el heroísmo de los muchachos. También
recordó a otro joven del barrio, El Pola, quien a diferencia de los homena-
jeados había muerto cuando intentó asaltar un camión de distribución de
bebidas gaseosas. El Dr. Pinto pronunció: “Es una vida que se nos fue de
las manos y no pudimos salvarla; también fue víctima de este sistema”.
Las notas de campo sobre mi primera estadía en el barrio Santa Emilia
destacaban la organización colectiva y detallada de cada aspecto del en-
cuentro, la escenificación y la apelación al relato testimonial. Transcurrió
bastante tiempo hasta mi próxima visita puesto que en el año 2002 me
concentré en mis vínculos con Violeta y Ana, y acompañé la vida del mo-
vimiento a través de la ftv. La vuelta a Santa Emilia se inició en 2003,
cuando encontré al Dr. Pinto en un corte de ruta y procuré entablar un
diálogo con él. Desde el año 2003 hasta el 2006, frecuenté de un modo per-
manente el barrio; primero tomé parte de las actividades organizadas por
el Dr. Pinto, como las clases semanales para entrenar a agentes sanitarios,
la actividad de la sala de salud y los encuentros que aquel mantenía con
jóvenes con problemas de “adicción”, a quienes conocía de niños.
Un intenso movimiento de personas otorgaba particularidad a la sala
de salud. En la planta baja, mujeres, niños y ancianos aguardaban por la
332 Antropología de tramas políticas colectivas
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