La Donacion de Constantino
La Donacion de Constantino
La Donacion de Constantino
la
« Donación de Constantino »
( «Donatio Constantini» )
Reproducimos en esta ocasión ciertas circunstancias que, tan notables como lamentables,
formaron parte del nacimiento en el siglo VIII del imperio que hoy se concentra en el Estado
Vaticano, sede central de la Iglesia Católica Apostólica Romana, liderada por el Sumo Pontífice
romano ("Pontifex Maximus", otrora título de los paganos emperadores romanos).
Mediante un documento falsificado, aparentemente en Roma entre los siglos VIII y IX, del cual el
manuscrito más antiguo conservado es del siglo IX (Bibliothèque Nationale, París, MS. Latin 2777),
se le atribuía a Constantino I (siglo IV) el haberle conferido al Papa de turno (Silvestre, 314-35) y al
papado en general (".. todas estas decisiones [...] permanezcan inviolables e íntegros hasta el fin
del mundo") inmensos poderes temporales, privilegios e investiduras, a la vez que riquísimas
posesiones territoriales, "..nuestro palacio, la ciudad de Roma y todas las provincias, lugares y
ciudades de Italia y del Occidente."
Recién en el siglo XV, setecientos años después, la falsedad del documento fue demostrada. Esta
falsedad ha sido reconocida por la misma Iglesia Católica Romana, que tantos beneficios obtuviera
gracias al mismo. Y de fuentes católicas es que reproducimos a continuación una somera crónica
del tema. Al final, incluimos el texto mismo de la falsa "Donación de Constantino".
(Jesús, Jn 18:36)
La Donación de Constantino
Por este nombre se conoce, desde el fin de la Edad Media, un documento falsificado del
Emperador Constantino el Grande por el cual, grandes privilegios y ricas posesiones eran
conferidas al Papa y a la Iglesia Romana. En el manuscrito más antiguo conocido (noveno siglo)
(Bibliothèque Nationale, París, MS. Latin 2777) y en muchos otros manuscritos, el documento lleva
el título: "Constitutum domni Constantini imperatoris". Está dirigido por Constantino, al Papa
Silvestre I (314-35) y consiste de dos partes. En la primera (titulada "Confessio") el emperador
relata cómo fue instruído en la Fe Cristiana por Silvestre, hace una profesión llena de fe, y cuenta
su bautismo por ese Papa en Roma, y cómo de este modo se curó de lepra. En la segunda parte, (la
"Donatio") Constantino dispone conferir a Silvestre y a sus sucesores los siguientes privilegios y
posesiones: el Papa, como sucesor de San Pedro, tiene la primacía sobre los cuatro Patriarcas de
Antioquía, Alejandría, Constantinopla, y Jerusalén, también sobre todos los Obispos en el mundo.
La basílica de Lateran en Roma, construida por Constantino, mandará sobre todas las iglesias como
cabecera, igualmente las iglesias de San Pedro y San Pablo serán dotadas de ricas posesiones. Los
principales eclesiásticos romanos (clerici cardinales) quienes también pueden recibirse como
senadores, obtendrán los mismos honores y distinciones que éstos. Como el emperador, la Iglesia
Romana tendrá funcionarios cubicularii, ostiarii, y excubitores. El Papa disfrutará los mismos
derechos honorarios que el emperador, entre ellos, el de llevar una corona imperial, una capa
purpúrea y túnica, y en general toda insignia imperial o señales de distinción; pero, como Silvestre
se negó a poner en su cabeza una corona de oro, el emperador lo invistió con el superior casquete
blanco (frigio).
Constantino, el documento continúa, pone al servicio del Papa, un strator, es decir quien llevará el
caballo en que montará el Papa. Es más, el emperador obsequia al Papa y a sus sucesores el
palacio de Lateran de Roma y las provincias, distritos, y pueblos de Italia y todas las regiones
occidentales (tam palatium nostrum, ut prelatum est, quamque Romæ urbis et omnes Italiæ seu
occidentalium regionum provinicas loca et civitates) El documento continúa diciendo, que el
emperador ha establecido para sí, en el Este, una nueva capital que lleva su nombre, y allá él quita
su gobierno, porque es inoportuno que un emperador secular tenga poder donde Dios ha
establecido la residencia de la cabeza de la religión cristiana. El documento, concluye con
maldiciones contra todos los que se atrevan a violar estas dádivas y con la certidumbre que el
emperador las ha firmado con su propia mano y las ha puesto en la tumba de San Pedro. Este
documento es sin la duda una falsificación, inventada en algún momento, entre los años 750 y
850. Ya en el decimoquinto siglo su falsedad fue conocida y demostrada. Nicolás Cardenal de Cusa
(De Concordantiâ Catholicâ, III, ii, en ediciones Basilea de su obra , 1565, I) lo definió como un
dictamen apócrifo. Algunos años después (1440) Lorenzo Valla (Del falso credita et ementita el
Constantini donatione declamatio, Mainz, 1518) demostró la falsificación con certeza.
Independientemente de sus dos predecesores. Reginald Pecocke, Obispo de Chichester (1450-57),
sacó una conclusión similar en su trabajo, "The represor of over much Blaming of the Clergy", Rolls
Series, II, 351-366.
Su autenticidad fue defendida aún de vez en cuando, y el documento todavía llega más allá, siendo
usado como auténtico, hasta Baronio en su "Annales Ecclesiastici" (ad.an 324) admitió que la
"Donatio" era una falsificación, después, pronto fue admitido universalmente como tal. Es una
mentira tan clara que no hay razón para ninguna sorpresa que, con el reavivamiento de la crítica
histórica en el decimoquinto siglo, el verdadero carácter del documento, se reconociera
rápidamente. El falsificador hizo uso de varias licencias que Grauert y otros han investigado
completamente. Se imitan la introducción y la conclusión del documento de las escrituras
auténticas del periodo imperial, pero también se utilizan "formulæ" de otros períodos. En la
"Confesión" de fe en la doctrina del Espíritu Santo, se explica en extensión, la Caída del hombre y
la Encarnación de Cristo.
Hay también reminiscencias de los decretos del Sínodo Iconoclasta de Constantinopla (754) contra
la veneración de imágenes. La narrativa de la conversión y curación del emperador esta basada en
los Actos apócrifos de Silvestre (Acta o Gesta Sylvestri), aún todas las particularidades de la
"Donatio" no aparecen en el relato de los, hasta ahora, textos conocidos de esa leyenda. Las
distinciones otorgadas al papa y a los cardenales de la Iglesia romana, probablemente, el
falsificador las inventó y las describió según ciertos ritos contemporáneos del ceremonial de la
corte romana y de los emperadores bizantinos. El autor también usó las biografías de los papas del
Liber Pontificalis (q.v.), asimismo las cartas del octavo siglo de los papas, sobre todo en su informe
de las donaciones imperiales. La paternidad literaria de este documento todavía está envuelto en
oscuridad. Ocasionalmente, pero sin razón suficiente, los críticos lo han atribuido al autor de las
Falsas Decretales (q.v.) o a algún eclesiástico romano del octavo siglo. Por otro lado, el tiempo y
lugar de su composición han sido estudiados, completa y últimamente, por numerosos
investigadores (sobre todo alemanes), aunque ninguna conclusión firme y universalmente
aceptada, se ha sacado todavía. Acerca del lugar de la falsificación, Baronius (Annales, ad.an 1081)
sostuvo que fue en Oriente y por un griego cismático; de hecho, se encuentra en colecciones
canónicas griegas. Natalis Alejandro se opuso a esta interpretación, y ya no es sostenida por
ningún historiador reciente. Muchos de los estudiosos críticos recientes del documento, localizan
su composición en Roma y atribuyen la falsificación a un eclesiástico, su argumento principal es
intrínseco: este falso documento se redactó en favor de los papas y por consiguiente de la Iglesia
romana, la propia Roma debe de haber tenido principal interés en esta falsificación, ejecutada
para un propósito tan claramente expresado. Es más, las fuentes del documento son
principalmente romanas. No obstante, la interpretación más antigua de Zacarias y otros, de que la
falsificación se originó en el Imperio Francogermano, ha sido bastante defendida recientemente y
con habilidad por Hergenröther y Grauert. Ellos llaman la atención sobre el hecho que la "Donatio"
aparece primero en las colecciones Francogermanas, es decir en las Falsas Decretales y en el
manuscrito de St.Denis antedicho; además la cita segura más primitiva fue hecha por autores del
Imperio Francogermano, en la segunda mitad del noveno siglo.
La mayoría de los escritores, que sitúan en la propia Roma el origen de la falsificación, sostienen
que su intención, es principalmente, apoyar las demandas de los Papas hacia el poder secular en
Italia; difieren, sin embargo, acerca de la magnitud de las demandas. Según Döllinger la
"Constitutum" tenía como destino ayudar en la creación de una Italia unida bajo el gobierno papal.
Otros limitarían las demandas papales a esos distritos que Esteban II quiso obtener de Pipino, o a
territorios aislados que, antes o después, las papas desearon adquirir. En general, esta clase de
historiadores busca conectar la falsificación con los eventos históricos y los movimientos políticos
de ese tiempo en Italia (Mayer, Langen, Friedrich, Loening, y otros). Algunos, ponen más énfasis en
la elevación del papado que en la donación de territorios. Ocasionalmente se sostiene, que el
falsificador buscó afianzar para el Papa una categoría de autoridad secular superior, una
supremacía imperial en contra del Gobierno Francogermano, sólidamente establecido, entonces,
en Italia. Otras veces, algunos de este grupo, limitan para Italia la expresión "occidentalium
regionum provincias", pero la mayoría interpreta que representa a todo el Imperio Occidental
anterior. Ésta es la actitud de Weiland para quien el objeto principal de la falsificación, es
incrementar el poder papal sobre el imperial, y el establecimiento de la supremacía imperial del
Papa sobre todo Occidente. También por esta razón él baja la fecha de la "Constitutum" nunca
más lejos que el fin del reinado de Carlomagno (814). Sin embargo, con este documento Silvestre
obtiene de hecho, la jerarquía imperial de Constantino y los emblemas de dignidad imperial,
aunque no la verdadera supremacía imperial. Martens observa, por consiguiente, en la
falsificación, un esfuerzo para elevar al papado en general; todos alegaron prerrogativas para el
papa y eclesiásticos romanos, todos regalos de posesiones otorgadas, se quieren derechos de
gobierno secular, ascensos y confirmaciones de esta elevación, y de todo eso el nuevo Emperador
Carlomagno delineó conclusiones prácticas en su proceder, respecto al Papa. Scheffer-Boichorst
sostiene una opinión singular, a saber, que el falsificador tuvo la intención de la glorificación de
Silvestre y Constantino, principalmente, y sólo de manera secundaria, una defensa de las
demandas papales a las posesiones territoriales. Grauert para quien la falsificación es un asunto
francogermano, comparte la visión de Hergenröther, es decir el falsificador tenía en mente la
defensa del nuevo Imperio Occidental, de los ataques bizantinos. Por consiguiente fue muy
importante, para él, establecer la legitimidad del imperio recientemente fundado, y este
propósito, fue especialmente auxiliado por todos aquellos documentos que sostuvieran la
elevación del Papa. De lo anterior, se puede observar que la última palabra sobre investigación
histórica en esta materia, todavía está por verse. Preguntas importantes acerca de las fuentes de
la falsificación, el lugar y momento de su origen, la tendencia del falsificador, aún esperan
solución.
Las nuevas investigaciones probablemente prestarán todavía mayor atención a la crítica textual,
sobre todo de la primera parte o "Confesión" de fe. Hasta donde las evidencias a mano nos
permiten juzgar, la falsificación de la "Constitutum" se conoció primero, en el Imperio
Francogermano. El manuscrito en existencia más antiguo, ciertamente del siglo noveno, se
escribió durante el Imperio Francogermano. En la segunda mitad de ese siglo, el documento es
mencionado expresamente por tres escritores francogermanos. Ado, Obispo de Viena, habla de él
en su Crónica (De sex ætatibus mundi, ad an. 306, in P.L., CXXIII, 92); Æneas, Obispo de París, se
refiere a él en defensa de la primacía romana (Adversus Græcos, c. el ccix, op. cit., CXXI, 758);
Hincmar, Arzobispo de Reims, menciona la donación de Roma al papa, por Constantino el Grande
según la "Constitutum" (De ordine palatii, c. el xiii, op. cit., CXXV, 998). El documento logró más
amplia circulación por su incorporación en las Falsas Decretales (840-850, o más específicamente
entre 847 y 852; Hinschius, Decretales Pseudo-Isidorianæ, Leipzig, 1863, pág. 249). En Roma, el
documento no fue usado durante el noveno y décimo siglos, tampoco en medio de los conflictos y
dificultades de Nicolas I con Constantinopla, cuando podría haber servido como un bienvenido
argumento para los derechos del Papa. El primer Papa que lo usó en un acto oficial, fue León IX;
en una carta de 1054 a Miguel Cærulario, Patriarca de Constantinopla, él cita la "Donatio" para
demostrar que la Santa Sede tuvo ambos poderes, uno temporal y otro celestial, el sacerdocio
real. De allí en adelante la "Donatio" adquiere más importancia y se usa más frecuentemente
como evidencia en los conflictos eclesiásticos y políticos entre el papado y el poder secular.
Anselmo de Lucca y el Cardenal Deusdedit lo insertaron en sus colecciones de canones. Gracián, es
verdad, lo excluyó de su "Decretum", pero lo agregó pronto como "Palea". Los escritores
eclesiásticos en la defensa del papado durante los conflictos de principios del duodécimo siglo, lo
citaron como documento autorizado. (Hugo de Fleury, De regiâ potestate et ecclesiasticâ
dignitate, II; Placidus de Nonantula, De honore ecclesiæ, c.c.p.. lvii, xci, cli,; Disputatio vel defensio
Paschalis papæ, Honorius Augustodunensis, De summâ gloriæ, c. xvii; cf. Mon. Germen. Hist.,
Libelli de lite, II, 456, 591, 614, 635; III, 71). San Pedro Damiano también confió en el, en sus
escrituras contra el antipapista Cadalous de Parma (synodalis de Disceptatio synodalis, in Libelli de
lite, I, 88). Gregorio VII nunca citó este documento en su larga lucha por la libertad eclesiástica
contra el poder secular. Pero Urbano II lo usó en 1091 para apoyar sus demandas sobre la isla de
Córcega. Después, los Papas Inocencio III, Gregorio IX, Inocencio IV, tomó su autoridad para
conceder a Inocencio III, el Sermo de sancto Silvestro, (en P.L., CCXVII, 481 sqq.; Raynaldus,
Annales, ad an. 1236, n. 24; Potthast, Regesta, no. 11,848), y los escritores eclesiásticos adujeron
muchas veces su evidencia en favor del papado.
Los adversarios medievales de los papas, por otro lado, nunca negaron la validez de esta apelación
a la pretendida donación de Constantino, pero trataron de demostrar que el fundamento de las
deducciones legales se basaba en interpretaciones falsas. La autenticidad del documento, como ya
se declaró, no fue dudado por nadie antes del decimoquinto siglo. Fue conocido por los griegos en
la segunda mitad del duodécimo siglo, cuando aparece en la colección de Teodoro Balsamon
(1169 sqq.); luego, otro canonista griego, Matthæus Blastares (aproximadamente 1335), lo admitió
en su colección. También aparece en otras obras griegas. Es más, fue muy estimado en la Grecia
Oriental. Es bien conocido que los griegos, exigieron, para el Obispo de Nueva Roma
(Constantinopla) los mismos derechos honoríficos que aquéllos gozados por el Obispo de Roma
Antigua. Ahora, en virtud de este documento, reclamaban también para el clero bizantino, los
privilegios y prerrogativas dispensadas al papa y a los eclesiásticos romanos. En Occidente, mucho
tiempo después que su autenticidad fue disputada, en el decimoquinto siglo, su validez fue aún
levantada por la mayoría de canonistas y juristas que continuaron a lo largo del decimosexto siglo,
citándolo como auténtico. Y aunque Baronio e historiadores antiguos, lo reconocieron como
falsificación, ellos trataron de ordenar otras autoridades, en defensa de su contenido,
especialmente como memorias de las donaciones imperiales. En tiempos posteriores, esto fue
abandonado, por lo que ahora , toda la "Constitutum", en forma y contenido, es considerada
debidamente, y en todo sentido: una falsificación.
J.P. KIRSCH
Enciclopedia Católica
http://www.enciclopediacatolica.com/d/donacionconstan.htm
Cuando se hizo necesario justificar semejante innovación jurídica (de facto los pontífices ejercían
ya una no bien determinada jurisdicción gubernativa desde las invasiones bárbaras) se recurrió al
viejo método medieval de "inventar" un documento que retrotrajese en el tiempo la situación que
se daba en el presente. Este fue el nacimiento del documento cuya traducción damos a
continuación y que ha pasado a la historia como la Donatio Constantini (ss. VIII-IX).
Este "falso" medieval lleva la fecha del 313 d. C. y pretende ser un decreto imperial de Constantino
I por el cual, a la vez que se reconoce al papa Silvestre I la dignidad de soberano, se le dona la
ciudad de Roma, las provincias de Italia y todo el occidente (!). La autenticidad del documento fue
puesta en tela de juicio ya durante el medioevo, pero fueron los humanistas del s. XV quienes
definitivamente demostraron que era una falsificación..
La «Donatio Constantini»
...Junto con todos los magistrados, con el senado y los magnates y todo el pueblo sujeto a la gloria
del Imperio de Roma, Nos hemos juzgado útil que, como san Pedro ha sido elegido vicario del Hijo
de Dios en la tierra, así también los pontífices, que hacen las veces del mismo príncipe de los
Apóstoles, reciban de parte nuestra y de nuestro Imperio un poder de gobierno mayor que el que
posee la terrena clemencia de nuestra serenidad imperial, porque Nos deseamos que el mismo
príncipe de los Apóstoles y sus vicarios nos sean seguros intercesores junto a Dios. Deseamos que
la Santa Iglesia Romana sea honrada con veneración, como nuestra terrena potencia imperial, y
que la sede santísima de san Pedro sea exaltada gloriosamente aún más que nuestro trono
terreno, ya que Nos le damos poder, gloriosa majestad, autoridad y honor imperial. Y mandamos y
decretamos que tenga la supremacía sobre las cuatro sedes eminentes de Alejandría, Antioquía,
Jerusalén y Constantinopla y sobre todas las otras iglesias de Dios en toda la tierra, y que el
Pontífice reinante sobre la misma y santísima Iglesia de Roma sea el más elevado en grado y
primero de todos los sacerdotes de todo el mundo y decida todo lo que sea necesario al culto de
Dios y a la firmeza de la fe cristiana...
...Hemos acordado a las iglesias de los santos Apóstoles Pedro y Pablo rentas de posesiones, para
que siempre estén encendidas las luces y estén enriquecidas de formas varias; aparte, por nuestra
benevolencia, con decreto de nuestra sagrada voluntad imperial hemos concedido tierras en
Occidente y en Oriente, hacia el norte y hacia el sur, a saber en Judea, en Tracia, en Grecia, en
Asia, en Africa y en Italia y en varias islas, con la condición de que sean gobernadas por nuestro
santísimo padre el sumo pontífice Silvestre y de sus sucesores...
...Desde este momento concedemos a nuestro santo padre Silvestre, sumo pontífice y papa
universal de Roma, y a todos los pontífices sucesores suyos, que hasta el fin del mundo reinen
sobre la sede de san Pedro: nuestro palacio imperial de Letrán, la diadema, o sea nuestra corona,
la tiara, el humeral que suelen llevar los emperadores, el manto purpúreo y la túnica escarlata y
cualquier otra indumentaria imperial, la dignidad de caballeros imperiales, los cetros imperiales y
todas las insignias y estandartes y los diversos ornamentos imperiales, y todas las prerrogativas de
la excelencia imperial y la gloria de nuestro poder. Queremos que todos los reverendísimos
sacerdotes que sirven a la misma santísima Iglesia Romana en sus diversos grados, tengan la
distinción, potestad y preeminencia con las que se adorna gloriosamente nuestro ilustre Senado,
es decir, que se conviertan en patricios y cónsules y sean investidos con todas las otras dignidades
imperiales. Decretamos que el clero de la Santa Iglesia Romana se adorne como el ejército
imperial. Y como la potencia imperial se circunda de oficiales, chambelanes, servidores y guardias
de todo tipo, así también queremos que la Santa Romana Iglesia esté adornada con los mismos. Y
para que resplandezca magníficamente el honor del Pontífice, decretamos asimismo lo siguiente:
que el clero de la Santa Iglesia Romana adorne sus caballos con arreos y gualdrapas de lino blanco
y así cabalgue. Y como nuestros senadores llevan calzados blancos de pelo de cabra, así los lleven
también los sacerdotes, para que las cosas terrenas sean adornadas como las celestiales, para
gloria de Dios. Además, a nuestro santísimo padre Silvestre y a sus sucesores les damos autoridad
de ordenar a quien quiera que desee ser clérigo, o de agregarlo al número de los religiosos. Nadie
actúe con arrogancia respecto a esto. También hemos decidido que él y sus sucesores lleven la
diadema, o sea la corona de oro purísimo con gemas preciosas, que de nuestra cabeza le hemos
concedido. Pero porque el mismo beatísimo Papa no quiso llevar una corona de oro sobre la
corona del sacerdocio, que lleva a gloria de san Pedro, Nos con nuestras propias manos hemos
puestos sobre su santa cabeza una tiara brillante de cándido esplendor, símbolo de la
Resurrección del Señor y por reverencia a san Pedro le sostuvimos las riendas de su caballo,
cumpliendo para él el oficio de caballerizo: establecemos que también todos sus sucesores lleven
en procesión la tiara, con un honor único, como los emperadores. Y para que la dignidad pontificia
no sea inferior, sino que tenga mayor gloria y potencia que la del Imperio terreno, Nos damos al
mencionado santísimo pontífice nuestro Silvestre, papa universal, y dejamos y establecemos en su
poder gracias a nuestro decreto imperial, como posesiones de derecho de la Santa Iglesia Romana,
no solamente nuestro palacio, como ya se ha dicho, sino también la ciudad de Roma y todas las
provincias, lugares y ciudades de Italia y del Occidente. Por ello, hemos considerado oportuno
transferir nuestro imperio y el poder del reino hacia Oriente y fundar en la provincia de Bizancio,
lugar óptimo, una ciudad con nuestro nombre, y establecer allí nuestro gobierno, puesto que no es
justo que el emperador terrenal reine allí donde el Emperador celestial ha establecido el
principado de los sacerdotes y la Cabeza de la religión cristiana. Decretamos que todas estas
decisiones que hemos sancionado con un sagrado decreto imperial y con otros divinos decretos,
permanezcan inviolables e íntegros hasta el fin del mundo. Por consiguiente, en presencia de Dios
vivo que nos ordenó reinar, y delante de su juicio tremendo, decretamos solemnemente, con este
acto imperial, que a ninguno de nuestros sucesores, magnates, magistrados, senadores y súbditos
que ahora, o en el futuro estuvieren sujetos al imperio, sea lícito infringir esto o alterarlo de
cualquier modo. Si alguno -cosa que no creemos- despreciase o violase esto, sea alcanzado por las
mismas condenas y les sean adversos, tanto ahora como en la vida futura, Pedro y Pablo, príncipes
de los Apóstoles, y con el diablo y con todos los impíos sean precipitados a quemarse en lo
profundo del infierno.
Hemos puesto éste, nuestro decreto, con nuestra firma, sobre el venerable cuerpo de san Pedro,
príncipe de los Apóstoles.
...
Tomado de: