El Amor No Se Compra - Sophie Saint Rose PDF
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Susanne apartó el periódico de mal humor cuando llamaron a la puerta de su apartamento. Se le cortó el aliento y ni se
movió- ¡Abre la puerta de una maldita vez!- exclamó su casero de muy mal humor. Hizo una mueca por el grito que había
dado. Se habrían enterado todos los vecinos- ¡No tienes vergüenza!- gritó él fuera de sí- ¡Sé que estás en casa!
Suspiró levantándose del sofá apartando un mechón rubio de su cara y se acercó a la puerta. –Ya le abro, señor Bliss.
Abrió los cerrojos gimiendo y cuando vio a su casero volvió a gemir- Intento pagarle de verdad pero…
-¡No me vengas con historias, niña!- gritó el hombre. Susanne no pude evitar mirar fijamente con sus ojos verdes el pelo
postizo que llevaba su casero- Estás en un apartamento en lo mejorcito de Nueva York. ¡Sino te lo puedes permitir, múdate a
uno más barato!
-Es que la empresa en la que trabajaba…
-¡No me interesa! ¡Te doy una semana para que te vayas! –entrecerró sus ojitos marrones mirándola- sino atente a las
consecuencias.
Con la boca abierta por la amenaza vio como ese hombrecillo que parecía que no resistiría ni un soplido, se iba por el
pasillo con grandes zancadas diciendo que siempre era lo mismo. Se abrió la puerta de al lado y Susanne se sonrojó al ver salir
a su vecina. Era preciosa. Morena con un peinado estilo Cleopatra y labios rojos salía con un vestido de noche rojo que
quitaba el aliento. – ¿Una mala racha?- preguntó mirándola de arriba abajo. Susanne se sonrojó estirando sus pantaloncitos
cortos del pijama.
- ¿Me llamo Ruth y tú?-preguntó su vecina agradablemente.
-Susanne -la chica sonrió y alargó el brazo para darle la mano- Mucho gusto.
-¿Por qué no te mudas?- preguntó Ruth frunciendo ligeramente el ceño- Al menos te quitarías a ese pesado de encima.
Hizo una mueca- Porque me quedaría en la calle.
-¿Tan mal están las cosas?
-Peor. – se mordió el labio inferior desesperada- Mi empresa estuvo tres meses sin pagarme y tuve que gastarme mis
ahorros.
-Y después te despidieron- dijo antes de apretar los labios observándola- Sé algo de eso. Pasa, voy a hablar contigo de
una cosa.
Susanne la observó. Parecía buena persona así que asintió.- Pasa, por favor.
-No puedo quedarme mucho tiempo- se acercó al sofá sonriendo sin llegar a sentarse
-¿Tienes una cita?
-Sí- sonrió ampliamente y abrió su bolsito. Sacó una tarjeta y la puso sobre la mesilla de noche.
-¿Qué es eso?
Ruth la miró fijamente.- No he hecho esto nunca. No me gusta recomendar a nadie pues no quiero ser responsable del
cambio de otras vidas. Pero he estado como tú y a mí me funcionó.
-¿Es para un trabajo?- preguntó esperanzada.
Ruth asintió- Para el trabajo más antiguo del mundo.
Susanne al principio no entendió pero luego abrió sus ojos verdes como platos- ¿De puta?
-Nosotras preferimos chica de compañía –dijo con una sonrisa triste-pero sí.
Dio un paso atrás negando con la cabeza.- No puedo hacer eso.
-¿Qué te parece si te dejo la tarjeta y mañana me paso a desayunar antes de ir a la facultad?- dijo Ruth yendo hacia la
puerta.
-¿Vas a la facultad?
-Cuando empiezas en esto tienes que tener un objetivo- le dijo mirándola fijamente- No es un trabajo para toda la vida. Si
me quieres escuchar, mañana hablamos.
-Está bien- respondió insegura.
-Buenas noches, Susanne.- se despidió Ruth yendo hacia el ascensor.
-Buenas noches- respondió antes de cerrar la puerta.
Se acercó a la tarjeta que estaba sobre la mesa. La cogió y la leyó. Sólo ponía: “Relaciones personales” y un número de
teléfono móvil. Le dio la vuelta a la tarjeta que estaba en blanco. Tiró la tarjeta sobre la mesa de café y miró su apartamento.
Quizás si vendiera los muebles tendría para alquilar un apartamento en Brooklyn, pero como estaban las cosas se quedaría sin
muebles y sin apartamento el mes siguiente. Fue hasta la nevera y gimió por el régimen forzoso al que estaba sometida. Sólo
había manzanas y leche. Sacó una manzana e iba a cerrar el frigorífico cuando se apagó la luz. Gimió al darse cuenta que se la
habían cortado. No pagaba el recibo desde hacía dos meses y no le extrañaba nada. Se sentó en el sofá. No necesitaba la luz.
Veía perfectamente con la que entraba por las ventanas por las farolas de la calle. Suspiró mirando la tarjeta que había sobre
la mesa. No podía meterse a prostituta. ¡Si no se acostaba con un hombre desde hacía dos años cuando su novio la dejó por
otra, que por cierto era su mejor amiga! Ahora estaban casados y ya tenían gemelos. ¡La vida era una mierda!
Volvió a mirar la tarjeta. Necesitaba el dinero, con urgencia. No tenía ni para comprar comida y la iban a echar del piso.
Se quedaría en la calle. ¡Sería una indigente! De repente se puso a llorar.
A su madre no podía decirle nada ¿Cómo le iba a decir que su triunfadora hija no tenía nada? Estaba muy orgullosa de
ella. Presumía ante las vecinas de como le había costado darle una buena educación, pero que había merecido la pena pues en
Nueva York era una triunfadora. Su madre había tenido a Susanne con la oposición de sus padres y con un sueldo de
secretaria le había dado todo lo que había podido. Ella procuró compensárselo estudiando con becas y sacando unas notas
excelentes. Había llegado muy alto, trabajando para una de las galerías de arte con más prestigio de Nueva York. Y para
sorpresa suya dejaron de pagarle. No se podía creer que una empresa de ese prestigio fuera mal y cuando la echaron
cerrando la galería se quedó en shock. No tenía paro pues supuestamente le pagaban con las comisiones y ahora no tenía
nada.
Si llamaba a su madre le daría un disgusto de muerte y aún así seguiría sin trabajo. Y en Illinois no es que tuviera
demasiadas oportunidades para lo suyo. Tendría que trabajar de otra cosa, eso si encontraba algo en plena crisis económica.
Estaban echando a gente todos los días.
Se mordió el labio inferior cogiendo la tarjeta- Por escucharla no pierdes nada.- se dijo a sí misma. No se veía capaz de
realizar ese trabajo pero por escuchar lo que Ruth tenía que decir, sólo perdía su tiempo y en ese momento tenía mucho.
Gimió levantando la cabeza de la almohada cuando oyó el timbre. Miró el reloj para ver que eran la siete de la mañana.
Bufó levantándose y fue hasta la puerta. Al mirar por la mirilla vio a su vecina al otro lado. Sonrió levantando dos enormes
vasos de café – ¡El desayuno!
Abrió la puerta rápidamente para ver a su vecina con ropa de deporte y el desayuno.
- ¿Has ido a correr?- preguntó al verla entrar.
-Voy todas las mañanas- respondió sonriendo.
La observó atentamente. Tenía un cuerpo perfecto- ¿Y por qué?
Ruth se echó a reír al ver su expresión – Pues para mantenerme. Con tanta cena tuve que empezar para mantener la figura.
El olor a café le dio hambre y le gruñeron las tripas- Siéntate y come- dijo su nueva amiga señalando la bolsa. –Te he
traído dos bollos de chocolate. Todavía están calentitos.
Gimió acercándose y sentándose en el sofá- Bien –dijo Ruth al verla comer con gusto- ¿Quieres que te cuente algo de mi
profesión?
Susanne se sonrojó y asintió- Voy a empezar desde el principio para que te des cuenta de que esta profesión puede ser
dura. No pienso ocultarte nada. Si entras en esto, tienes que hacerlo con los ojos abiertos.
-Bien. Lo prefiero.
-Yo empecé hace cuatro años. Tengo veintiocho. Y estaba en una situación similar a la tuya. Estaba desesperada porque
no tenía a quien acudir. Estaba sentada en central Park cuando una madre dejó el sándwich a la mitad pues su hijo no lo
quería. Me levanté y lo recogí de la papelera muerta de la vergüenza cuando alguien tocó mi hombro. Era una mujer de unos
cuarenta años muy bien vestida. Me miró atentamente y me dijo que si quería salir de esa situación la llamara. Me dio esa
tarjeta. Bueno, esa no pero una como esa.
-Pero no sabías para lo que era.- susurró Susanne ante de beber de su café.
-No, pero en ese momento me daba absolutamente igual.- dijo mirándola con sus ojos color miel. –Hubiera hecho
cualquier cosa.
Susanne asintió y siguió escuchando- Por supuesto llamé y me dieron una dirección. Fui inmediatamente y cuando llegué
me encontré con una oficina de alto standing. Me recibió la misma mujer que me había dado la tarjeta y me dejó las cosas muy
claras. Su negocio es muy respetado y trabaja con clientes demasiado importantes para meter la pata. Si entraba en el negocio
podía irme cuando quisiera, pero tenía que cumplir con mi trabajo. Las chicas somos libres para irnos, no es algo sórdido, ni
como esas cosas que salen en televisión. Ofrecemos un servicio, eso es todo. Cumplimos y cobramos, dándole el diez por
ciento de la comisión a Glory.
-¿Se llama Glory?- susurró Susanne.
Ruth asintió después de beber de su café.- Le dije que sí y pregunté cuales eran mis obligaciones. Glory me miró y dijo
“Todo lo que quiera el cliente”.
Susanne gimió- ¿Todo?
-Espera y escucha- dijo ella sonriendo- Durante el tiempo que estás con un cliente, sí que tienes que hacer lo que él te
pida, pero sino te gusta no tienes que volver a verle.
-Para no dejar mal a Glory.
-Exacto. En nuestra profesión hay chicas que están especializadas en ese tipo de cosas que otras consideran repulsivas. –
Susanne la miró fijamente apartando su pelo rubio- Y Glory normalmente envía a esas mujeres. Pero puede haber un cliente
nuevo del que no se conocen sus gustos y ella puede enviar a cualquiera.
-Entiendo. ¿Sorpresa?- bromeó intentando relajar la tensión
Ruth se echó a reír y asintió- Exacto. –la miró a los ojos- Glory me dio dinero para ir a la peluquería, a la esteticista y para
comprar ropa de diseño. Me lo descontaría del sueldo.
-¿Y fue así?
-Glory es muy clara y además tiene palabra. Por eso su negocio funciona tan bien. Tiene chicas de sobra para trabajar y si
una le falla, simplemente es despedida.
-¿Y si se va de la lengua?
-Eso no puede hacerlo nadie porque todas firmamos contratos de confidencialidad cuando entramos a trabajar en la
empresa. Si alguien se fuera de la lengua tendría que pagar una sustanciosa cantidad de dinero.
-¿Cuanto?
-Tres millones de dólares.
-Guau- dijo abriendo los ojos como platos.
-Así Glory garantiza su negocio, ¿entiendes?
-Sí.
-Mi primera cita era con un cliente habitual y me llevó a cenar a un restaurante carísimo. Después me llevó al Plaza y me
hizo el amor.
-¿Cómo era?
-Físicamente no era guapo pero me trató bien y en ese momento era lo que necesitaba. Calmó mis nervios, ¿entiendes?-
asintió ensimismada en su historia- La siguiente vez ya no estaba tan nerviosa y fue más fácil. Al final te acostumbras.
-¿Siempre se acaba en la cama?
-No, muchas veces quieren acompañantes para sus cenas. Muchos hombres disfrutan llevando mujeres hermosas a su
lado y no siempre acaba en sexo.- apretó los labios antes de decir- Pero a veces puedes encontrarte con hombres horribles,
Susanne. Hombres que no dudan en pegarte o tratarte como una mierda.
Susanne jadeó- ¿Te han pegado?
-Uno de mis clientes parecía muy agradable pero fue cerrar la puerta de la habitación y se transformó. Me pegó una paliza
y me violó.
-¡Dios mío!- se tapó la boca con horror.
-Por eso quiero que lo sepas todo. Por supuesto Glory cuando se entera de que se propasan así con sus chicas, toma
represalias.
-¿Represalias?
-En cuanto me pasó y se fue de la habitación, llamé a Glory. Se presentó en el hotel y sacó fotos de todo y de mí. Me
llevó al hospital privado y me hicieron un informe clínico. Después se puso en contacto con él y envió a su abogado.
-¿Qué le hicieron?
-Me pagó quinientos mil dólares de indemnización.
-Entonces se hizo justicia.
-Te aseguro que el miedo que pasé pensando que me mataría no se paga con dinero.- dijo ella con la mirada triste-
También tienes que renunciar a otras cosas.
-¿A qué?
-A tener novio, por ejemplo. A mentir continuamente a todo el mundo.
-¿A quién mientes?
-A mi familia, a mis compañeros de la facultad…- se encogió de hombros.-Y es algo que llevarás toda tu vida. Por eso en
cuanto termine la carrera, me voy de Nueva York.
-Tienes miedo de que alguien sepa en que has trabajado
-Exacto. Un cliente puede ser un compañero en tu nuevo trabajo... imagínate.
Se miraron la una a la otra un rato- Eres muy valiente- susurró a Ruth.
-¡Por Dios, no!- se levantó del sofá emocionada- Dicen que es el camino fácil pero no lo es. Desde luego tiene sus
compensaciones. Tengo un bonito apartamento, ropa de lujo, estudio lo que quiero y mi cuenta bancaria me tiene cubierta.
Incluso a veces mis clientes fijos me hacen bonitos regalos, pero tienes que dar muchas cosas a cambio.
-Tu cuerpo.
-Y tu mente, Susanne. –dijo mirándola a los ojos- Tienes que tener una cosa clara. Esto no es Pretty Woman. No puedes
enamorarte de un cliente. Conozco a chicas que se enamoraron de clientes al quedarse encandiladas por su manera de vivir, su
manera de tratarlas y salieron muy mal paradas.
-¿Qué hicieron?
-Conocí a una que empezó a seguir a un cliente para poder verlo y cuando Glory se enteró, la echó a la calle. Siguió
acosando al cliente y fue a verla un abogado de la agencia. La amenazaron con una demanda y tuvo que irse del estado.
-Pobre.
-Esto es un negocio y debe quedarte claro. La mayoría de los hombres están casados y los que no lo están, no van a
casarse con una puta que ha podido estar con uno de sus socios o clientes
-Entiendo.
-Si entras en esto tienes que tener un objetivo y cumplirlo. El mío es acabar la carrera y montar una consulta de psicología
en otro lugar.
La idea de abrir una galería la hizo ilusionarse- Veo que has encontrado tu sueño.
-Sí.
-Depende de lo que trabajes, más ganarás.
-¿Cuanto ganas tú por una cena con hotel?- preguntó tímidamente.
Ruth se echó a reír y respondió- Tres mil.
Abrió los ojos como platos- Pero piénsalo primero, Susanne. Medítalo bien. Prométemelo. Haz una lista de los pros y los
contras.
Asintió – Te lo prometo.
-Si te decides llama al número y di que te recomiendo yo.- dijo en voz baja yendo hacia la puerta. Abrió la puerta y la
miró por encima del hombro- Suerte.
-Gracias por el desayuno- dijo sonrojándose –y por los consejos.
Ruth apretó los labios y salió al pasillo cerrando la puerta.
Bebió lo que quedaba de su café y se levantó de golpe para hacer una lista. Empezó por los pros y sólo pudo poner la
palabra dinero. Después escribió los contras. Rellenó toda una página y soltó el block sobre la mesa al lado de la tarjeta. La
palabra dinero le hizo morder el labio. Sonó su móvil y lo cogió corriendo por si era de algún trabajo-¿Diga?
-Cielo, ¿te pillo bien?
Suspiró decepcionada –Sí mamá, todavía no he salido a trabajar.
-Me preguntaba si vendrías para el cumpleaños de Marvin. Voy a organizar una fiesta el próximo fin de semana- No tenía
dinero ni para el autobús, mucho menos para un billete de avión para ir al cumpleaños del novio de su madre.
-Lo siento, mamá. Pero no puedo ir- dijo con voz entrecortada por la emoción.
-¿Estás bien?
-Oh sí, es que estoy algo resfriada.
-Cuídate ¿Cuando podrás venir? Hace tiempo que no vienes.
-Es que hay mucho trabajo en la galería y...
-Lo entiendo.- su madre suspiró.
-Te quiero, mamá.
-Lo sé, mi vida. Y yo a ti. Cuídate y toma algo para ese resfriado.
-No te preocupes por nada ¿vale? Estoy bien.
-Llámame cuando tengas un hueco y hablamos.
-Adiós mamá y felicita a Marvin de mi parte.
-Lo haré.
Cuando colgó se quedó mirando su teléfono mientras lloraba. Por nada del mundo daría un disgusto así a su madre.
Entonces se dio cuenta de que había empezado a mentir hacía mucho tiempo y cogió la tarjeta con la mano temblorosa.
Capítulo 2
Se presentó muy nerviosa en la dirección que le habían dicho por teléfono. Entró en la oficina situada en el segundo piso
de un edificio de Park Avenue. Se había puesto un vestido verde entallado con unos zapatos de tacón y su pelo rubio lo había
dejado suelto llegándole hasta la cintura. Al ser de tarde se había maquillado ligeramente resaltando sus ojos. Esperaba tener
buen aspecto para dar buena impresión. Una chica estaba sentada detrás de una mesa enorme con dos ordenadores. Llevaba
unos cascos con micro incorporado y se imaginó que era la persona que apuntaba las citas. Se acercó a ella.
-Buenas tardes. Tengo una cita con Glory.- dijo sonriendo.
La chica sonrió-¿Señorita Hayden?
-Sí, soy yo- respondió muy nerviosa.
-Puede entrar, Glory la espera.
Se giró a la enorme puerta de caoba y apretó los labios dándose ánimos. Avanzó lo cuatro pasos que había entre el
escritorio y la puerta como si fuera un kilómetro. Llamó a la puerta débilmente.
-Adelante, señorita Hayden- dijo una voz desde dentro.
Cuando abrió la puerta se quedó con la boca abierta y ella también- Susanne ¿qué haces aquí?
Entró rápidamente mirando a su mejor clienta de la galería- Dios mío ¿tú eres Glory?- preguntó sorprendida.
Glory la miró fijamente- Me enteré del cierre de Richard´s galery. Lo siento mucho.
Suspirando se sentó en una de las sillas ante su escritorio- ¿Quizás si hubieras comprado más?- preguntó divertida.
Glory se echó a reír-Cielo, aquello era un negocio muy mal gestionado. Tenías que haberlo visto venir.
Hizo una mueca –Lo sé.
-¿Tan mal están las cosas?
-Peor.- gimió ella- Me ha costado un triunfo cruzar la calle.
La evaluó. Era una mujer de cuarenta y cinco años muy atractiva. Morena de ojos grises, era realmente inteligente y las
charlas que habían tenido en la galería habían sido estimulantes e ingeniosas.- No sé si serás adecuada.
-Dios mío, no me digas eso. Ya no sé que hacer- dijo desesperada.
Glory apretó los labios- Puedo hacerte un préstamo.
-¿Y deberte el dinero?- preguntó horrorizada.- No, no puedo hacer eso.
Su amiga apoyó los antebrazos sobre la mesa enseñando sus anillos de diamantes- Susanne, esto es muy duro.
-Ruth me ha informado de todo. –se levantó muy nerviosa dejando ver su graciosa figura y comenzó a andar nerviosa por
el despacho- Sé todos los problemas que puedo tener, Glory y no tengo otra opción.
-Tú no puedes pasar de un hombre a otro ¿Hace cuanto que no sales con un hombre?- se sonrojó intensamente.- ¿Ves?
-No tengo otra opción. Las galerías no quieren contratarme y no tengo experiencia para otra cosa.
-Entiendo.
-No tengo dinero ni para el metro. Tengo que buscar una solución.
Glory se levantó enseñando su vestido de firma y apoyó la cadera en el escritorio- Cuando tengas tres citas te vendrás
abajo.
-Soy más dura de lo que piensas. –dijo mirándola a los ojos.
-¿Y cuando te pidan que les golpees? – Susanne abrió los ojos como platos – ¿O si piden que les orines encima? ¿Qué
harás entonces?
-Esto me pasa porque me conoces, sino me conocieras...
-Exacto….tengo esa habilidad y es muy importante para este negocio. Con echar un vistazo a una persona, sé de qué palo
va. –la examinó de arriba abajo- Eres la barbie que todo hombre desea.
-¿Entonces?
-Se me está ocurriendo algo- dijo sonriendo irónicamente.-Siéntate.
Lo hizo rápidamente mientras Glory miraba la pantalla del ordenador- Tengo un cliente nuevo.
-¿Nuevo?- preguntó nerviosa por lo que Ruth había comentado sobre los nuevos.
-No te preocupes, le conozco muy bien aunque hasta ahora nunca ha sido mi cliente. Es apasionado pero no violento.-
suspiró aliviada- Pero lo que quiere no es lo normal.
Frunció el ceño- ¿A qué te refieres?
Glory sonrió- Es un hombre de negocios muy ocupado. Muy ocupado, Susanne.
-¿Y?
Su amiga se echó a reír- Pues que sus ocupaciones últimamente no le permiten ciertas actividades.
-Como salir a ligar
-Exacto y necesita una mujer atractiva para esas actividades, aparte de asistir a fiestas o cenas.
-Quiere una novia de mentira.
-Siempre has sido muy lista, querida- dijo divertida- Yo le he dicho que no doy ese servicio pues le saldría por un ojo de
la cara pero a él le da igual. Además me había pedido otros requisitos
-¿Qué son?- preguntó impaciente.
-Que sea nueva- dijo irónica.
-¿Qué sea virgen?- preguntó decepcionada.
-¡No!- exclamó riéndose- Que no haya trabajado nunca en la ciudad. Tiene que pasar por novia.
-Ah- dijo aliviada- Yo valgo.
-Sí, en ese aspecto sí. También pidió que fuera atractiva y rubia.
-¿Cumplo todos los requisitos?
-Depende de ti. –dijo mirando otra vez la pantalla – Ha pedido que durante seis meses después de estar con él no
trabajes.
-¿Qué?
-Para dar la apariencia de noviazgo no podéis dejarlo y acostarte con un socio suyo ¿Entiendes?
-Ya- hizo una mueca- ¿Algo más?
Glory se echó a reír –Pues suelo hacer preguntas de tipo sexual y está claro que algunos mienten pero él fue muy sincero.
-¿Quiere algo raro?
-Le gusta mandar. En la cama manda él. Esas fueron sus palabras.- la mirada penetrante de Glory la puso nerviosa otra
vez
-¿Es dominante?
-No me parece de ese estilo en sentido estricto de la palabra con trajes de cuero y esas cosas, pero si le conocieras te
darías cuenta de que es un hombre en toda la extensión de la palabra. Y en la cama se comporta igual. Manda él.
Tragó saliva- ¿Y durante cuanto tiempo?
-No me lo ha dicho. Supongo que dependerá de lo cómodo que esté con la situación. Por supuesto quiere a la chica en
exclusiva y quiere análisis recientes de la chica pues no usa condón.
Se sonrojó intensamente- ¿Y él?
-También entregará los análisis si le gustas. Por supuesto tiene que haber fidelidad. Quiere una novia, sin ser su novia
¿Entiendes? Además tendrás que firmar un contrato en el que si te quedaras embarazada renuncias a cualquier manutención
que él pudiera darte.
-Para garantizar que no dejo de tomar la píldora intentando colocarle un niño.
-Exacto.
-Está bien, no tengo problema en eso.
-¿Y en lo demás?
-Es mejor de lo que había pensado.
-Si no te gusta tendrás que continuar hasta el final, lo sabes- dijo mirándola con sus ojos grises.
-Lo sé. Ruth fue muy clara. El trabajo se termina.
Glory sonrió satisfecha- Este trabajo te permitirá mantenerte una temporada y si quieres no tendrás que volver a hacerlo.
-¿Tú crees?- preguntó esperanzada.
-Sí, Susanne. De momento voy a organizar un encuentro para que os veáis. No le hables, ni te acerques. Te verá y
decidirá si quiere o no. Entonces hablará conmigo para concretar.
-Muy bien.
-Siempre has vestido muy bien –dijo sacando una chequera -Pero seguramente necesitaras vestidos nuevos. –rellenó el
cheque y se lo entregó- Tendrás gastos pendientes.
Leyó el cheque que era de cinco mil dólares y abrió los ojos como platos- ¿Y si no me escoge?
-Entonces pensaremos otra cosa. Te llamaré esta noche.
Sonrió a su amiga que se levantó para acompañarla a la puerta. –Gracias, Glory.
-No me las des – la miró a los ojos antes de abrir la puerta- No te enamores.
-Lo sé- susurró ella- Es sólo trabajo.
Glory apretó los labios y abrió la puerta –Te llamaré.
Cuando salió del edificio le temblaban las piernas aferrada a su bolso con el cheque en su interior. Debía dos mil de
alquiler y tenía cuentas pendientes. Afortunadamente le quedaría la mitad para comprar ropa. De momento no compraría nada
hasta que supiera que él la escogía. No quería tirar el dinero.
Esa noche estaba cenando un banquete de comida china cuando sonó su móvil. – ¿Sí?
-Soy Glory.
-Dime- dijo nerviosa.
-Dentro de una hora en el hall del Plaza. Ponte un vestido blanco y unos zapatos rojos. Así te reconocerá.
-Bien. No me acerco, ni le hablo. Pero ¿si se acerca él?
-Alzas una ceja y te vas ignorándole –dijo su amiga riéndose- Esto empieza a divertirme
-¿Luego me llamas tú?
-En cuanto concrete el precio y los detalles. Tienes una hora. No llegues tarde.
-Bien, jefa.- dijo antes de colgar y salir corriendo al armario. Tenía un vestido blanco entallado. Eran unas bandas elásticas
que se ajustaban a su cuerpo como una segunda piel. Nunca se lo había puesto pues se sentía desnuda pero era hora de sacar
la artillería pesada. Tenía que conseguir ese trabajo. Los zapatos eran otro cantar pues no tenía ningunos rojos. Salió corriendo
del apartamento y llamó a la puerta de Ruth, esperaba que no hubiera salido todavía. Abrió la puerta abrochándose un vestido
negro- ¿Qué ocurre? ¿Hay fuego?
-Tengo veinte minutos. Zapatos rojos.
Ruth salió corriendo y le trajo unos zapatos de aguja rojos.-Gracias.
-¡Cuéntame mañana!-gritó su nueva amiga al verla salir corriendo.
-¡Hecho!
Estaba arreglándose el maquillaje cuando llamaron a la puerta y fue corriendo- Tienes los pies enanos- dijo cuando vio a
Ruth al otro lado.
Ruth se echó a reír- ¿Te aprietan?- dijo dándole un bolso rojo y mirándola de arriba abajo- Estás estupenda.
-Gracias
-Labios rojos. Les vuelven locos- dijo su amiga alejándose de la puerta.
-Ok.
Cerró la puerta y se pintó los labios de rojo. Se colocó su larga melena rubia sobre el hombro izquierdo y se miró al
espejo de cuerpo entero, dándose la vuelta. Tanta manzana había merecido la pena. Llamó a un taxi y a cinco minutos de la
hora entraba en el hotel. Tomó aire intentando calmar los nervios que tenía en el estómago y caminó por el hall pisando con
una seguridad que no sentía su impresionante suelo de mármol. El hall no estaba demasiado concurrido y miró a su alrededor
sin saber que hacer. Tenía que quedarse en un sitio visible sin llamar la atención, así que cogió su móvil de su bolso y simuló
hacer una llamada. Pasaron cinco minutos de la hora acordada y no sabía si la habría visto. Empezó a sentirse insegura y dejó
el móvil. Estaba metiéndolo en el bolso cuando entraron un grupo de hombres. Todos llevaban trajes muy caros y hablaban
entre ellos entre risas pero hubo uno que le llamo la atención. Era alto, moreno y debía tener unos treinta y ocho años, dudaba
que llegara a los cuarenta. Irradiaba poder por todos sus poros. Estaba hablando con un hombre mayor pero Susanne se dio
cuenta que buscaba a alguien y a ella le dio un vuelco el corazón. No podía tener tanta suerte. Ese hombre era un Adonis y no
necesitaba una novia de pega. Susanne cogió el bolso de mano y se dirigió a la puerta sin saber porque, llamando su atención.
Sus ojos se encontraron durante dos segundos antes de pasar a su lado con paso firme. Eran grises y en esos segundos la
analizaron. Estaba a punto de subir a un taxi cuando le vio en la puerta del hotel. La había seguido. Ella le miró sin mostrar
nada y entró en el taxi sin dejar de mirarlo. Su mirada era fría y Susanne sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. No
sabía si le había gustado a él pero ese hombre sería capaz de volverla loca. Se dio cuenta al perderlo de vista que se había
metido en un lío mucho más grande de lo que había pensado.
Al llegar a casa se quitó los zapatos y caminó inquieta por el salón mirando el teléfono cada dos minutos. Tenía que
conseguir ese trabajo. Se decía que necesitaba el dinero, mucho. Pero esos ojos grises aparecían en su memoria cada dos
minutos.
Se quitó el vestido tirándolo sobre la butaca de su habitación y se puso la bata. Sonó su móvil y ella corrió hasta el salón-
¿Si?
-Le has causado buena impresión- dijo Glory divertida- De hecho no ha discutido el precio
-¿De verdad?- preguntó perdiendo el aliento. Entonces frunció el ceño- ¿Cómo es?
-¿No lo has visto?- preguntó divertida.
-Como no tenía ni idea de cómo era, no puedo estar segura- dijo incómoda.
-Tenía que haberte dicho que iba a cenar con un grupo de hombres.- dijo su amiga.
-¿Es moreno?
-Sí.
-¿De ojos grises?
-Sí.
-¿Es guapo para morirse?
Glory se echó a reír –Sí, creo que lo has visto.
-Uff, como para no verlo- dijo ella – ¿Por qué necesita una novia de pega?
-Ese no es nuestro problema –dijo Glory más seria- y tú no vas a preguntárselo.
-Bien. ¿Qué tengo que hacer?
-Mañana te harás los análisis. Quiere empezar cuanto antes.
-Bien. ¿Habéis concretado el tiempo o algo?
-De momento serán seis meses.
-¿Seis meses?- preguntó sorprendida por que era mucho tiempo.
-Lo sé, sino os lleváis bien es mucho tiempo, pero lo pide el cliente y no he podido convencerlo. ¿Te crees capaz?
-Dios mío-se sentó en el sofá- Glory ¿tu qué crees?
-Te compensará económicamente- dijo ella- Medio millón.
Abrió los ojos como platos – ¿Medio millón?
-Y el vestuario corre de su cuenta para los actos que tengas que asistir. Ha preguntado por tu vida anterior y he tenido que
contárselo.
No le importaba. Todo el mundo lo sabía.- Está bien. No me importa. -con ese dinero cumpliría su sueño- Está bien.
-Prepararé los papeles. Te llamaré para firmar.
-Bien. Espero tu llamada.
Durmió inquieta y al día siguiente no pudo desayunar con Ruth pues tenía que hacer los análisis. También fue al ginecólogo
y le pidió la píldora pues no la tomaba. Empezó a tomarla ese mismo día para estar lo más protegida posible cuando llegara el
momento. Estaba excitada y nerviosa. Por un lado tenía miedo y por otro estaba emocionada por salir con ese hombre.
A la hora de la comida llegó Ruth y frunció el ceño –Glory me ha contado lo que pasa.
-Y no te gusta –dijo yendo hacia la cocina- ¿Te quedas a comer?
-Tengo una cita- respondió sentándose en una de las sillas de la cocina.- ¿Vas a aceptarlo?
-¿No crees que es lo mejor?- preguntó sacando la ensalada de la nevera.
-Es sólo un hombre pero corres más riesgo de enamorarte – dijo preocupada- Pasar tanto tiempo con un cliente…
Apretó los labios- Lo sé.
-Mantén los pies en la tierra, Susanne. Te lo digo por experiencia. Sino, vas a sufrir.- asintió viendo a su amiga salir del
apartamento y suspiró preocupada.
Dos días después recibió la llamada de Glory- Ven a mi despacho esta tarde a las cuatro.
-Bien.
-¿Tienes los análisis?
-Me los dan mañana.
-Está bien, tendrás que enseñárselos tú cuando os veáis. Hoy firmas el contrato.
-¿Lo has hecho tú?
-Sí, pero su abogado lo ha revisado. Y no está muy contento con una cláusula que he incluido- dijo divertida- Te lo cuento
esta tarde a las cuatro.
-Hasta las cuatro.
Capítulo 3
Al llegar a la oficina de Glory estaba de los nervios. No sabía que se iba que encontrar y se había puesto un vestido de
gasa azul intenso para darse confianza. Su cabello estaba recogido en una coleta alta y su maquillaje era ligero. –Pase –le dijo
la secretaria sonriendo- La están esperando, señorita Hayden.
Fue hasta la puerta y llamó- Adelante.
Entró en el despacho y se encontró con esos ojos grises que la perseguían desde hacía dos días. Estaba de pie al lado del
escritorio de Glory con las manos apoyadas en él. Había un documento sobre la mesa y se mordió el labio inferior muy
nerviosa.
–Pasa, Susanne- dijo Glory sonriendo.
Cerró la puerta –Siéntate aquí- Glory señaló una silla ante ella. Al lado había otro hombre sentado que la miraba
fijamente.- Te presento al señor Higgins –dijo señalando al hombre sentado.
Este se levantó y le dio la mano –Encantado, señorita Hayden.
-Mucho gusto.
-Y él es el señor Boyd Campbell.
Susanne le miró a los ojos –Señor Campbell.-extendió la mano y se la estrechó. Nunca había creído eso de que te
recorriera una descarga eléctrica cuando conocías a alguien especial pero Susanne lo sintió. Apartó la mano rápidamente y se
sentó en su asiento. Miró a Glory que asintió satisfecha.- Este es el contrato, Susanne. ¿Quieres leerlo?
No sabía si era capaz de decir su nombre, mucho menos ponerse a leer un contrato. Pero era necesario y extendió la
mano para coger el documento- ¿No se lo has explicado ya? Tenemos prisa.
Era un hombre muy ocupado y ella lo sabía. Lo miró con una sonrisa –Seré breve.
Boyd apretó los labios pero asintió. Susanne se dispuso a leer. Todas las cláusulas eran como había dicho Glory pero al
llegar a la última abrió los ojos como platos- ¿Y esto?
-Eso es de lo que quería hablarte –dijo Glory satisfecha- Se trata de una cláusula para protegerte a ti.
-Eso ya lo veo pero…- miró a Boyd que parecía muy enfadado.
-Aquí dice que si en algún momento me pone en evidencia como prostituta deberá indemnizarme con tres millones de
dólares.
Boyd chasqueó la lengua.- Firma de una vez, Susanne. No tengo todo el día.
-Boyd, dale tiempo. Te está entregando seis meses de su vida- dijo Glory sonriendo.
-Los voy a pagar muy bien- dijo molesto.
Vaya, ese hombre tenía carácter. Cogió el bolígrafo de oro que había sobre la mesa y firmó al lado de la elaborada firma
de Boyd.
–Firma este también, es una copia para nosotras.
Lo hizo rápidamente y le dio el documento a Glory. Después miró a Boyd – ¿Mañana te dan los análisis?-Se sonrojó
intensamente pero asintió- Mañana te paso a recoger a las seis y media. Vestido de noche.
El hombre sentado a su lado se levantó cogiendo su copia- Un placer, señorita Hayden. Glory.
Salieron del despacho dejándola totalmente noqueada. –Vaya, es una dinamo humana.
Su amiga se echó a reír y se levantó a cerrar la puerta.- ¿Preparada?
-No tengo más remedio. ¿Por qué has puesto esa cláusula? Si me deja en evidencia también lo hace él mismo.
-Boyd tiene algo –dijo mirándola a los ojos- Cuando se enfada tiene una lengua viperina. No quiero que haga daño a tu
reputación por un berrinche porque sé que después de este trabajo no lo harás más.
-Puede que le coja el gusto- comentó maliciosa.
Glory se echó a reír. –Venga, vete de compras. Te llamaré cuando tenga tu cheque preparado.
-¿Ya ha pagado?
-Seguramente en este momento me están haciendo la transferencia. ¿Prefieres que te lo ingrese en una cuenta en un
paraíso fiscal? Es medio millón de dólares...
-Y un cheque al portador o mejor en billetes de diez.
Glory se echó a reír- Largo de aquí. Vete de compras y recuerda pasarme las facturas para cobrárselas.
Pasó la tarde de boutiques. No quería derrochar. No le parecía bien aprovecharse pero tenía que comprar ciertas cosas
imprescindibles y los vestidos de firma eran muy caros. Escogió cuatro de noche. Uno de ellos de lentejuelas negro con la
espalda al aire .Una gran abertura hasta medio muslo dejaba ver su pierna. Siempre había querido tener algo así pero al ver el
precio abrió los ojos como platos. ¡Cuatro mil dólares!
No tenía dinero para pagarlo y suspiró dejándolo en la percha. Miró los otros tres que había elegido y uno de ellos se
ajustaba al presupuesto. Pero sólo podría comprar uno. Decidió llamar a Glory
-¿Qué ocurre? ¿Ya te has gastado el dinero?- preguntó divertida.
-Es que tengo un problema.
-¿Qué ocurre?- se puso seria.
-El dinero que me queda no me da para comprar lo que necesito porque tengo que ir de firma ¿no?
-Por supuesto. Boyd no puede llevar a su lado alguien con ropa barata.
-¿Qué hago?
-¿Dónde estás?
Le dijo el nombre de la firma- Pásame con Rose.
Miró a su alrededor a los dependientes vestidos de negro- ¿Quién es Rose?- le preguntó a uno de ellos. El hombre se
volvió y señaló con una sonrisa a una elegante mujer que no iba con el uniforme negro. Se acercó a ella y le dijo muriéndose de
la vergüenza- Disculpe pero una amiga quiere hablar con usted.
La mujer le cogió el teléfono y sonrió- Glory querida, hace mucho que no te veo. Sí, por supuesto nos encargaremos de
ella- dijo mirando a Susanne de arriba abajo- ¿De todo? Es un placer hablar contigo- se echó a reír- Como siempre. Te veré
en la fundación, querida.
Entregó el móvil a Susanne –Quiere hablar con usted.
Se puso al teléfono-¿Glory?
-No te preocupes por nada. Ellos me enviarán la factura. Conozco a Rose de una fundación de ayuda contra el cáncer y
no tiene ni idea a lo que me dedico, así que no hay problema.
-Gracias Glory, eres un sol.
-Compra todo lo que quieras. Boyd fue muy claro. En eso no va a haber ningún problema.
-Está bien.
Rose hizo señas a dos de sus empleados- Traigan una copa de champán a la señorita.
-No es necesario –dijo sonrojándose.
-Querida, disfrute del momento- dijo la mujer cogiéndola del brazo y llevándola a un reservado. Le sirvieron champán y le
llevaron los vestidos que había seleccionado sorprendida de que lo supieran. Obviamente la habían observado. Le llevaron tres
vestidos más .Uno era de encaje color verde esmeralda y era un sueño-¡Dios mío!
-Es precioso ¿verdad? Una obra de arte- dijo Rose satisfecha.
-Pero es para ir a la opera...
-O a una fiesta de gala. –eso lo veía más probable. Boyd no tenía pinta de ir a la ópera.-Pruébeselo. Vamos a pasarlo
bien.
El vestido de encaje era maravilloso. Le pusieron unas sandalias plateadas y se sintió como una princesa. –Me lo llevo –
dijo con una sonrisa radiante.
Y así estuvo toda la tarde. Era la única frase que salía de su boca. También se compró vestidos de tarde y de cóctel. Por
supuesto el vestido de lentejuelas se sumó a sus compras. Los zapatos de la firma eran preciosos y se compró seis pares.
También medias pero lo de la ropa interior era un problema pues allí no la había. De todas maneras todavía tenía el dinero que
le había dado Glory, así que cuando terminó decidió pasarse por una tienda de lencería. Tenía tantas bolsas que Rose le dijo
que se las enviarían a las ocho de la tarde por mensajero. Sonrió saliendo de la tienda pues era una maravilla comprar así. Ni
tenía que cargar con las bolsas. Aunque con lo que se había gastado no le extrañaba nada. La ropa interior fue un problema
pues ella siempre había sido muy clásica y no sabía lo que le gustaba a Boyd. Pensar en su cliente le hizo sonrojarse. Se
decidió por ser más osada y escogió conjuntos de colores más fuertes que lo que llevaba habitualmente. Uno rojo, dos negros,
uno gris perla, otro verde esmeralda. Todos eran preciosos y de buena calidad. También compró un body de encaje blanco.
Ese se lo compró para ella. El escote caía en uve hasta el ombligo y le encantó. También se compró camisones. No sabía si
después de hacerlo la enviaría a casa o querría que se quedara, así que compró dos. Uno amarillo de gasa con encaje y otro
rosa de seda.
Al volver a casa vio unos zapatos rojos en un escaparate. Eran de aguja y sonrió pues los necesitaba. Los compró sin
dudarlo. Esa noche sería su última noche de “soltera” hasta dentro de seis meses, así que pensaba disfrutarla. De la que iba
hacia casa compró sales de lavanda y comida italiana. Cuando llegaron los paquetes abrió los ojos como platos al ver todo lo
que había comprado. Gimió pensando en la factura y se sintió algo culpable. –Veo que lo has hecho- dijo Ruth sonriendo
cuando salía de la casa.
-Me he pasado- dijo con arrepentimiento- ¿y si se molesta?
-No tienes que preocuparte por eso – los hombres del reparto salieron- Tienes que vestir acorde a su estatus. Esto es así.
-Lo sé pero… -Cogió una caja y la abrió. Era el vertido de encaje verde
-¡Que preciosidad!
-¿A que sí? –preguntó ella admirándolo- No podía dejarlo allí. Me necesitaba
Ruth se echó a reír. –Disfruta, esto es lo mejor.
-Lo sé- observó a su amiga que llevaba ropa de deporte- ¿No trabajas hoy?
-No, tengo el periodo y estos días no trabajo.
-Ah…
-No será tu caso, si es necesario…
-Ya- abrió otra caja –Tengo que colgar todo esto ¿me ayudas?
Se pasaron la noche hablando de ropa mientras comían comida italiana y veían la televisión.
-Tengo que irme –dijo su amiga a las diez- Mañana me levanto como siempre y tengo que aprovechar para estudiar algo.
-Claro.
-¿Quieres que desayunemos mañana?
-Sí –respondió algo inquieta.
-Traigo el desayuno y te despierto ¿O quieres salir a correr?- preguntó maliciosa
La cara de horror de Susanne la hizo reír.
Cuando se quedó sola se dio un largo baño mientras escuchaba la radio. Pensó en su encuentro con Boyd. No había ido
tan mal. Suponía por su carácter que si le daba la razón en todo, no tendría problemas. Sólo eran seis meses de su vida.
A la mañana siguiente recogió los análisis después de desayunar con Ruth. Como suponía todo era perfecto y los metió en
el bolsito de noche que llevaría. Su vestido negro de lentejuelas estaba colgado en la puerta del armario. Se paseó nerviosa
por el apartamento y decidió limpiar. Se pasó todo el día limpiando con la radio puesta y cuando considero que estaba lo
bastante limpio, decidió darse una ducha para empezar a prepararse. Pasó al lado del teléfono y vio una lucecita que la avisaba
que la habían llamado. Gimió y lo cogió corriendo viendo un número que no conocía. – ¡Mierda!- exclamó dando al botón de
rellamada.
Después de tres tonos descolgaron-Cuando te llamo, lo coges- dijo enfadada la voz de un hombre al otro lado de la línea.
Entrecerró los ojos pero contestó- Bien.
-Te recojo a las seis –dijo antes de colgar. Ese hombre no tenía modales. Que le pagara por ser su amante durante seis
meses no significaba que no pudiera ser educado. Molesta se fue al baño.
Estuvo lista a las seis menos cuarto y nerviosa se miró en el espejo cien veces. Al llegar las siete menos cuarto pensó que
ya no la recogería cuando sonó el telefonillo- ¿Si?
-Baja de una vez- dijo muy enfadado.
Se mordió el labio inferior alejándose del aparato y cogió su bolso de noche negro. Estaba claro que cuando estuvieran
solos la trataría como una empleada. Suspiró cerrando la puerta y fue hasta el ascensor. El espejo demostraba que estaba muy
bella. Su largo pelo estaba recogido en un elaborado moño en la nuca. Estaba trenzado como se lo había enseñado su madre.
Su vestido de lentejuelas negro le sentaba como un guante y sus sandalias plateadas mostraban sus uñas pintadas de rosa.
Cuando salió a la calle, él por supuesto no estaba allí esperándola. Había delante una limusina negra donde esperaba el chofer
para abrirle la puerta. Entró en ella sonriendo al chofer y se sentó frente a Boyd que hablaba por el móvil. La limusina se puso
en movimiento y él la observaba de arriba abajo mientras contestaba algo sobre unas acciones. Apretó el bolso nerviosa y él
observó sus uñas pintadas de rosa. Cuando colgó el móvil lo hizo de golpe, sin despedirse. Así que ella dedujo que era
grosero con todo el mundo, no sólo con ella. – ¿Qué llevas puesto?- preguntó él mirando su vestido.
-Un vestido de noche.
-No hace falta que vayas diciendo por ahí lo que eres. La próxima vez viste más discreta- replicó ajustando su pajarita.
Susanne apretó los labios pues era un vestido maravilloso, pero no dijo nada.
-Baja los tirantes – dijo él mirándola fijamente.
-¿Qué?- preguntó sorprendida.
-Quiero ver lo que pago – respondió divertido al verle la cara- Baja los tirantes, ahora.
Sonrojada pues no se lo esperaba bajó un tirante lentamente, después el otro dejando caer el vestido hasta su cintura
mostrando sus pechos. Él la observaba sin mostrar ningún sentimiento. Ni deseo, ni desprecio, nada. Se avergonzó todavía
más al notar que sus pechos reaccionaban a la mirada endureciendo los pezones. Se mordió el labio inferior. –Abre las
piernas.
A Susanne se le cortó el aliento mirándolo a los ojos – ¿Aquí?
-Cuando pido algo lo quiero ya- dijo impaciente taladrándola con sus ojos grises. –Abre las piernas.
Susanne se subió el vestido para poder abrir las piernas y lo hizo avergonzada. –Más- ordenó él. Las abrió todo lo que
pudo mirando su rostro. No la iba avergonzar por eso. Él sabía de sobra su situación. – ¿Tienes los análisis?
-Sí –dijo en un susurro.
-¿Tomas la píldora?- preguntó mirando su entrepierna viendo sus braguitas negras.
-Sí.
-Sino lo haces es problema tuyo- dijo con voz ronca desviando la mirada hacia la ventanilla. –Quítate las bragas.
Abrió los ojos como platos pero al darse cuenta de que no se movía, la volvió a mirar a los ojos- ¡Ya!
Se quitó las bragas y apretó las piernas para que no se le viera nada. Algo totalmente irracional. –No te pondrás bragas
cuando estés conmigo.-dijo cortándole el aliento.-Cuando yo quiera y como yo quiera.
Tragó saliva y asintió.- Bien.
-Arréglate.-volvió a coger el móvil y marcó. Se puso a hablar por el móvil sin dejar de observar como se subía el escote
del vestido, después de bajarse la falda del vestido cubriendo las piernas.
Capítulo 4
Cuando la limusina se detuvo estaban en Broadway y se sorprendió al darse cuenta que iban a un estreno de teatro-
¿Qué vamos a ver?- preguntó sonriendo al ver la alfombra roja.
-Una adaptación de Shakespeare “La fierecilla domada” –respondió él saliendo de la limusina y alargando la mano para
que saliera del coche.
La cogió del brazo y avanzó con ella sonriendo a sus amigos y algunos periodistas- Sonríe- dijo él antes de saludar a una
mujer que debía organizar el evento.
-Boyd, me alegro que hayas venido- dijo mirando descaradamente a Susanne- y acompañado.
-Susanne Hayden te presento a Stella- las presentó con una encantadora sonrisa que a Susanne le cortó el aliento.
-Encantada Susanne, espero que disfrutéis de la velada. –dijo a modo de despedida- Quedaos a la fiesta. Estarán todos
Entraron en el teatro – ¿Quienes son todos?- preguntó algo nerviosa.
-La gente guapa.- respondió sin darle importancia.
-Dios-susurró mirando a su alrededor. Allí había todo tipo de gente famosa desde actores, políticos, hasta deportistas de
élite.
-No estarás arrepintiéndote ¿verdad?- preguntó divertido.
-No- ¿Cuando tendría la oportunidad de tener esos contactos? En la vida.
-Veo el signo del dólar en esos bonitos ojos verdes- dijo él irónico.
Al principio se ofendió y cogió una copa de champán de la bandeja pero decidió que si él creía que era una oportunista, le
daría la razón. Así que sonrió y dijo- Cuando esto termine pienso abrir una galería.
-Ya veo por donde vas, nena.- dijo él antes de dar un sorbo a su copa – Si eres lista, te irá muy bien.
-Pienso serlo- le cogió del brazo sonriendo- ¿Me presentas a alguien?
Él sonrió irónico –Por supuesto- la llevó hasta hombres con los que trabajaba. Hombres de dinero, mucho dinero. La
presentó pero eso fue todo, hasta que uno de ellos le preguntó si tenía algo que ver con el mundo del espectáculo.
-¡Por Dios, no!- dijo horrorizada-¡Sólo pensar en ponerme ante una cámara, me pone los pelos de punta!- Los hombres
se echaron a reír por su gracia.
-¿Y a qué se dedica?
-Soy licenciada en bellas artes. Hasta hace poco trabajaba en Richard´s galery.
-Inteligente y preciosa, Boyd. ¿De dónde las sacas?- preguntó uno de ellos dándole una palmada en la espalda
-Me la ha enviado mi hada madrina- respondió mirándola a los ojos, provocándole un estremecimiento en la columna.
Desvió la mirada observando el espectáculo que estaba promocionando una estrella adolescente de la canción mientras
intentaba controlar la respiración
Después de unos minutos fueron entrando al teatro. Sus localidades estaban en el centro de la platea y ella estaba al lado
de una de sus actrices favoritas, Catrina Rogers.
No hablaron mientras esperaban que se llenara. Boyd saludaba a conocidos y no la presentó, así que se quedó sentada.-
Tengo muchas ganas de ver esta obra- dijo la actriz sonriendo- ¿le gusta Shakespeare?
No quiso mentir- Es la primera obra suya que veo. Aunque por supuesto he leído sus obras en el instituto.
-Querida, le encantará. –dijo sonriendo- Yo representé una suya hace años y me resultaba muy satisfactorio.
-¿Puedo decirle que su trabajo en Vivir como morir es una de mis películas favoritas?
-Y de las mías- dijo la actriz sorprendida- Querida, esa película tiene cuarenta años.
-Creo que las he visto todas-dijo riendo.
-No creo – puso una mirada maliciosa- ¿A quién interpretaba en Sol rojo?
-A una profesora en el desierto.
-¡Dios mío!- dijo llevándose una mano al pecho- ¡Debiste ser la única que la vio!
Susanne se echó a reír atrayendo varias miradas –La tengo en cd. Me llamo Susanne.
-No tengo que decirte mi nombre.
-¿El auténtico o el otro?- Catrina se echó a reír y su acompañante se presentó. Era su sobrino, Scott. Se volvió y se dio
cuenta de que Boyd no perdía detalle. –El es Boyd Campbell.
-Encantada, querida- dijo la actriz.
Se apagaron las luces y Boyd le dijo al oído. –No pierdes el tiempo ¿verdad?
Ella le miró a los ojos y apretó los labios sin responder. Se volvió hacia el escenario pues empezaba la obra. La
adaptación era buena y disfrutó mucho de la velada. Cuando terminó la obra, Boyd la cogió de la mano y prácticamente la
arrastró entre la gente hasta la salida. –Tengo que ir al...
-Ni hablar.- dijo él –No pienso esperar una hora para que tú des la lengua en el cuarto de baño.
La limusina ya estaba esperando pues salieron de los primeros al no quedarse a hablar con la prensa, ni a la fiesta
posterior. Esperó a que subiera y se sentó a su lado.- ¿Por qué tanta prisa?
-Porque lo digo yo- dijo mirándola seriamente.- Si empiezas a preguntar estupideces…
Cerró la boca y miró por la ventana las luces de Broadway. Fueron hasta un restaurante y eso la sorprendió porque
pensaba que irían al grano. El maître los recibió como a reyes y los sentó en una mesa discreta. Sonrió amablemente al
camarero cuando le entregó la carta. – ¿No tenías que ir al baño?
-No quiero interrumpir tu horario. Iré en cuanto pidamos.
Boyd chasqueó la lengua- Tienes una manera muy sutil de estar de morros.
Decidió no contestar porque la hacía sentir mal- Parte de tu trabajo es entretenerme- dijo divertido.
Ella le miró por encima de la carta- Creía que no te interesaba hablar conmigo .No quería molestarte.
-Has vuelto a hacerlo.
Hizo una mueca- Quiero ensalada de langosta – dijo levantándose de la silla-Voy al aseo.
Después de ir al baño se arregló ante el espejo. Abrió los ojos como platos cuando lo vio entrar – ¿Qué haces aquí?-
preguntó sorprendida – ¿Estás loco?
Él sonrió cerrando la puerta con una llave que no sabía de donde había salido- Tranquila.
-Oh- dijo viendo como se acercaba.
-Exacto. –se acercó a ella y Susanne prácticamente se sentó en el mármol del lavabo intentando no estar tan cerca de él.
Boyd la miró a los ojos y le bajó uno de los tirantes dejando su pecho al descubierto. Antes de que pudiera impedirlo se lo
acarició acunándolo, provocándole un jadeo. Se agachó cogiéndola por la cintura y se lo metió en la boca. Susanne jadeó al
sentir su boca, al darle un vuelco el estómago. –Dios- dijo ella si poder evitarlo haciéndolo sonreír. Boyd levantó la cabeza y le
atrapó los labios. La besaba apasionadamente y sintió que abría sus piernas sin querer, ni poder evitarlo. Se sujetó sobre sus
hombros y cuando la acarició íntimamente, gritó contra sus labios. Ni se esperó sentir su sexo y que entrara en ella
profundamente de golpe haciéndola arquearse. La besó en el cuello mientras la sujetaba por la cintura y Susanne le rodeó con
sus piernas pidiendo más. La embistió fuertemente provocándole oleadas de placer. Un placer que no había sentido nunca y
que no sabía que era capaz de sentir. Después de varias embestidas en las que no dejó de besarla, sintió que su interior se
tensaba y apretó sus piernas alrededor de su cintura, gritando en su cuello cuando explosionó de placer estremeciéndose entre
sus brazos.
Cuando pudo abrir los ojos Boyd se apartó de ella bajándola del lavabo. –Arréglate. Te espero fuera.- dijo él
arreglándose el cabello mirándose en el espejo.
Le observó salir y se mordió el labio inferior todavía apoyada en el lavabo. Se volvió lentamente y se miró al espejo. Había
sido la mejor experiencia sexual de su vida y le pagaban por ello. –Eres patética.
Se arregló lo más rápidamente que pudo y salió al comedor. El esperaba como si nada mientras que Susanne estaba como
un tomate. Se sentó en su silla y cogió la copa de vino blanco. Ni se dio cuenta de la mirada de admiración de varios hombres
de las mesas cercanas.- ¿Ocurre algo?- preguntó Boyd divertido.
-No- carraspeó al soltar un gallito- No, todo está bien.
-Me alegro. Aquí llega la comida.
Se apartó un poco para que la sirvieran. La ensalada de langosta tenía una pinta estupenda pero ella había perdido el
apetito. –Come, Susanne- dijo divertido.- Pareces nerviosa.
-No, que va- cogió un trozo de langosta y se la metió en la boca – Mumm, buenísimo.
-¿Te ha incomodado lo del baño?- preguntó mirándola a los ojos.
-No –desvió la mirada – no.
Boyd se echó a reír y lo miró sorprendida. Que se riera de ella le daba igual con tal de verlo reír. No se podía ser más
guapo y las mujeres que lo miraban pensaban exactamente lo mismo.
-Relájate, Susanne. Sé que no nos conocemos pero me gusta ese tipo de sexo.
-¿En público?
-Inesperado. No estábamos en publico- respondió divertido.
-Ah –dijo antes de meterse un poco de ensalada en la boca.
-Estás incómoda- dijo él mirándola más serio.
-No entiendo lo que quieres de mí- susurró mirando su plato.
-Mírame, Susanne. –alzó la mirada – Quiero una compañía amena. Una buena compañera de cama y no quiero amoríos.
-Tengo miedo de decir algo que te enfade más.
-Si me enfadas te pego un grito y ya está ¿Qué problema hay?
¿Eso significaba que podía ser ella misma? –No has mirado los análisis.
-Dámelos- dijo divertido.
Abrió el bolso y se los dio mientras él sacaba los suyos del interior de la chaqueta- Un poco tarde, ¿no crees?- preguntó
ella divertida.
-Más vale tarde...- él le devolvió los análisis y ella hizo lo mismo. –Mañana es sábado. Te recogeré a las diez. Vamos a
navegar.
-¿A navegar?- preguntó ilusionada.
-Sí, a navegar. Eso que se hace en un barco- dijo antes de meterse en la boca un trozo de su solomillo.
-Pero que gracioso eres, deberías estar en el circo. – dijo con voz melosa.
Él la miró divertido.- ¿No te has dado cuenta de que mi vida es un circo?
-Y tú que eres ¿el jefe de pista?
-El domador de leones- dijo comiéndosela con los ojos.- Y por las uñas que me has clavado antes, deduzco que vas a ser
una leona de primera.
Susanne se atragantó y comenzó a toser tapándose con la servilleta mientras él se reía a carcajadas.
En el postre estaban hablando de la obra. Ella había pedido tarta de chocolate y lamió la cuchara mientras le escuchaba
hablar. Cuando lo volvió a hacer, él observó el movimiento de su lengua y se levantó de repente. – ¿Nos vamos?- preguntó
sorprendida cuando la cogió de la muñeca y la levantó de la silla suavemente. –No he terminado...
-Lo sé – dijo con voz grave- Tengo prisa.
-Ah- frunció el ceño al ver que se despedía del maître con un saludo de cabeza- ¿No pagas?
-Tengo cuenta.
-¿Ocurre algo?- preguntó metiéndose en el coche.
-Sí –en cuando cerró la puerta la cogió por la nuca y la besó apasionadamente, dejándola sin aliento.
Se separó de ella y acarició un muslo hasta llegar a su trasero.- ¿Otra vez?- preguntó gimiendo al sentir como le acariciaba
el glúteo.
-Nena, me has puesto a cien con la puñetera tarta – dijo abriéndole las piernas y bajándose la cremallera.
-Estaba buenísima –gimió al sentir como entraba en ella.
-¿Sí?- preguntó él con voz ronca entrando en ella fuertemente haciéndola gritar.- Te dejaré comer tarta siempre que
quieras.- dijo antes de besarla mientras la embestía apasionadamente. Aumentó el ritmo rápidamente haciéndola gritar como
una loca pidiendo más mientras se aferraba a su cuello. Al borde del orgasmo pensaba que moriría de placer y con una
potente embestida la catapultó a un placer indescriptible.
Una caricia en la mejilla la hizo volver.- ¿Nena?- preguntó Boyd preocupado.
-¿Sí?- respondió ella con una sonrisa.
-Pensaba que te habías desmayado.- dijo él entre risas.
-¿Sí?- todavía no podía decir nada más y él siguió riéndose sentándola en el asiento. El peinado estaba arruinado pero ella
no se dio ni cuenta, intentando levantar uno de los tirantes del vestido. Boyd se lo levantó después de darle un suave beso en el
pecho. Susanne suspiró sintiendo un estremecimiento que fue visible para Boyd. –Tu trabajo no parece muy duro- dijo él
divertido.
-De momento no- respondió ella sinceramente –Uff.- levantó las manos para arreglarse el peinado y se lo deshizo al ver
que no tenía arreglo. Boyd le acarició el cabello que caía en hondas por su espalda- Me gusta suelto.
Susanne le miró a los ojos sonriendo- Entonces ¿no me lo corto?
La cara de horror que puso Boyd la hizo reír. Llegaron a su casa y Susanne lo miró con una sonrisa pues no sabía si
invitarle a subir. Al final se decidió- ¿Quieres subir?
La miró con los ojos entrecerrados- No.
Asintió algo avergonzada pues tenía que haber sido Boyd quien lo pidiera. –Hasta mañana.
Salió del coche rápidamente con su bolso en la mano imaginando lo que pensaría el chofer.
Cuando se tumbó en la cama pensó en esa noche y en el carácter extraño de Boyd. Se dio cuenta que había sido la mejor
noche de su vida.
A la mañana siguiente se estaba preparando para salir guardando el bikini en una bolsa cuando Boyd la llamó- Tengo que
ir a Hong Kong esta tarde, así que no vamos a navegar.
La decepcionó un poco pero no podía decir nada- Esta bien. ¿Me llamarás cuando vuelvas?
-¿Tienes pasaporte?
-Sí –respondió sin aliento.
-Te recojo a las tres.
-¡No me cuelgues!- dijo ella rápidamente.
-No iba a colgar- dijo divertido.
-¿Qué tengo que llevar? ¿Hay cenas de gala o algo así?
- Mete en la maleta un vestido de gala por si acaso y varios para salir por la noche. Nos quedaremos una semana.
-¿Bikini?
-Voy a trabajar, nena- dijo él empezando a impacientarse – Pero si hay piscina puede que lo uses.
-Bien.
-No lleves veinte maletas- dijo antes de colgar.
Soltó un chillido de alegría y salió corriendo hacia su dormitorio para hacer la maleta. Cuando terminó vio las dos maletas
y pensó en que llevaría en el viaje. Eran muchas horas de vuelo pero tenía que estar guapa para él. Así que se decidió por unos
shorts blancos con una camisa blanca sujeta por un cinturón rojo y los zapatos rojos de aguja. Se miró al espejo soltándose el
cabello y alborotándoselo. –El pasaporte. –salió corriendo para buscarlo en su escritorio. Hacía un año que no lo usaba y
revisó la fecha de expedición. Respiró aliviada al ver que quedaban unos años para que caducara. Lo metió en el enorme
bolso que llevaría con ella. Metió el neceser con el maquillaje, el cepillo, algo de perfume y las píldoras anticonceptivas. Algo
de dinero, el teléfono y revisó bien su cartera. Miró la hora y gimió al ver que eran ya las dos y media. Tenía que estar abajo a
la hora, así que hizo un repaso mental. –Camisones- dijo gimiendo
Corrió a su habitación y cogió los dos nuevos. Los metió en un lateral de la maleta y suspiró. Si le faltaba algo tendría que
comprarlo allí. Tenía hambre, así que se hizo un sándwich de pavo.
Estaba a punto de empezar a comer cuando llamaron al timbre. – ¡No!- exclamó mirando el reloj- ¡Quedan quince
minutos!
Fue hasta el micro- ¿Si?
-¡Estoy aquí!
-Vale
-¡Abre!-exclamó él sobresaltándola. Puso los ojos en blanco pulsando el botón. Abrió la puerta y se puso a comer el
sándwich mientras sacaba las maletas. Boyd llegó vestido de traje con su chofer detrás y levantó una ceja cuando vio que
estaba comiendo- ¿No has tenido tiempo a comer?
-Tenía que hacer las maletas a toda prisa sin saber que llevar. Seguro que a ti te las hacen- dijo con el sándwich en la
mano recogiendo su bolso.
-Baja las maletas –le dijo al chofer que cogió las dos maletas sin dificultad.
Cuando salió del apartamento Boyd cerró la puerta y Susanne arqueó una ceja mientras masticaba- ¿No nos vamos?-
preguntó con la boca llena.
-Me gustan esos zapatos- dijo acercándose a ella.
Susanne se echó a reír al ver que le quitaba el bolso y el sándwich de la mano. –Me gustan mucho.-dijo con voz ronca
antes de cogerla en brazos y llevarla hasta el dormitorio.
Cuando se subieron al avión no la sorprendió ir en primera. Aquellos asientos eran muy cómodos y se sentó tocando
todos lo botoncitos que encontraba. –Estate quieta, pareces una cría- la reprendió mirándola molesto.
-Perdón. –pero le faltaba uno por probar y lo hizo. Boyd gruñó y ella le lanzó una brillante sonrisa. –Es la luz.
Volvió a gruñir sacando un ordenador portátil- ¿Vas a trabajar? –preguntó ella mirándolo mientras echaba hacia atrás su
asiento hasta tumbarlo y volvía a levantarlo.
-¿Tengo algo mejor que hacer?- preguntó encendiéndolo.
-¿Lo has hecho alguna vez en un avión?
Boyd la miró sorprendido y ella soltó una risita- Yo nunca.
Meneó la cabeza sin poder creerlo y no pudo evitar sonreír- ¿Eso es una sonrisa?- preguntó ella aparentando perplejidad.
-Sí- respondió él mirándola- lo he hecho en un avión.
Se cruzó de piernas levantando la punta de su zapato – ¿Y cómo es?
-Nena, con lo que gritas no lo podemos hacer en un avión.
-Vaya.
Boyd se echó a reír y en ese momento una azafata se acercó a él para ofrecerle una de las bebidas que tenía sobre una
bandeja, después se volvió para ofrecérsela a ella- No tomes alcohol, no es bueno en vuelo.- dijo él sin mirarla.
Escogió un zumo de naranja y sonrió a la azafata dándole las gracias. La sección de primera clase estaba casi vacía y vio
como se preparaban para despegar. Unos minutos después la azafata recogió su copa de plástico.-El cinturón, por favor.
Se abrochó el cinturón mientras Boyd cerraba el ordenador. El pasillo que había entre ellos era una molestia, pero así eran
los nuevos asientos de primera, cada uno tenía su espacio. – ¿Dónde nos alojaremos?
-En uno de los mejores hoteles, el Dorado.
-¿Siempre has sido rico?
Él la miró con el ceño fruncido –No.
Se dio cuenta que no quería hablar de ello, así que decidió cambiar de tema pero Boyd cogió el periódico acabando la
conversación. Suspiró cogiendo la revista de modas que había comprado en el aeropuerto. Cuando vio un vestido que le
gustaba dobló la página he hizo lo mismo con unos zapatos. Por si acaso, pensó ella sonriendo. Casi ni se enteró del despegue.
Se puso los cascos y eligió en la pantalla canciones de los noventa. Tarareaba mientras pasaba las páginas hasta que Boyd la
cogió de la muñeca para que le hiciera caso.
Sonrió quitándose un casco – ¿Si?
-Nena, cantas muy bien pero no me concentro.
-¿Canto bien?
-¿Sólo te has quedado con eso?- dijo irónico.
-Vale. - dijo ella antes de colocarse otra vez los cascos. No se dio cuenta de que movía el pie arriba y abajo al ritmo de
música. No hacía ruido pero el movimiento también lo distraída. Entonces se quitó los zapatos y tumbó el asiento dándole la
espalda pero ni con esas. Le dijo que se movía demasiado. Exasperada se levantó del asiento- ¿A dónde vas?
-A pedirle a la azafata que me dé otro asiento. Ya que te molesta todo de mí, buscaré otro sitio.
-Nena, siéntate. No me molestas tanto.
Lo hizo y preguntó – ¿Seguro?
-¡Sí!
Sonrió de oreja a oreja y se puso los cascos otra vez. Decidió ver una película y puso los puentes de Madison. Lloró
como una magdalena encogida en su asiento, viendo el amor imposible de los protagonistas. Se limpió las lágrimas con un
clínex que le dio la azafata y se quitó los cascos para ir al baño. Se puso los zapatos y se levantó. – ¿Te has quedado a gusto?
- preguntó él sin desviar la vista de la pantalla.
Suspiró- Es preciosa. –Se dio la vuelta y fue hasta el baño. Un hombre que estaba dos asientos más adelante le miró el
trasero y las piernas descaradamente.
Cuando volvía hacia su asiento el hombre se levantó- Disculpe.
Ella le miró.- ¿Si?- era un hombre de la edad de Boyd, rubio y bastante atractivo –Me preguntaba si le gustaría tomar una
copa conmigo.
Sorprendida miró a Boyd que estaba bastante enfadado. –Lo siento, pero estoy acompañada.
El hombre sonrió –Otra vez será.
Sonrió sin ganas y se acercó a su asiento sintiendo que llegaba una verdadera tormenta. Se sentó disimulando pero Boyd
estaba a punto de explotar, así que decidió mirarlo con valentía. – ¿No sigues trabajando?- preguntó al ver que la miraba con
los ojos entrecerrados.
Él no dijo palabra mientras la seguía mirando – ¿Qué?
-Nada- molesto volvió la vista a la pantalla cuando las azafatas pasaron a preguntar lo que querían de cenar. Recogió el
ordenador de mala manera y se dio cuenta de que necesitaba relajarse un poco.
-Boyd- susurró ella llamando su atención.
-¿Qué?
-Tengo un picor en la espalda y no llego- dijo muy seria.
-¿Qué?- preguntó él sorprendido.
-¿Crees que puede ser un bicho?
Boyd se echó a reír-Tú sí que eres un bicho.
Sonrió porque había logrado su objetivo y cuando la azafata llegó a ella, le dijo que quería un bistec. La azafata la miró
confundida y negó con la cabeza –Lo siento señorita, pero sólo hay pato o rosbif.
Boyd se rió entre dientes sin poder evitarlo- Oh, pues entonces rosbif- dijo ella sonriendo – con patatas fritas.
-No lleva patatas fritas, solo puré de patatas.
Se encogió de hombros –Vale, pero con guisantes.
-No lleva guisantes –dijo la pobre mujer nerviosa.- creo que lleva zanahorias.
Arrugó su preciosa naricilla- No me gusta la zanahoria.- la azafata parecía contrariada.
-Nena…
-Vale, se las come él .Y una coca cola…- la azafata se alejaba cuando gritó sobresaltándola- ¡Light!
Miró a Boyd que puso los ojos en blanco – ¿Qué?- preguntó divertida-¿Qué clase de primera clase es esta que no tienen
patatas fritas?
Después de cenar vio otra película. My fair lady. Se quedó dormida a la mitad con los cascos en los oídos mirando hacia
Boyd. Sintió como le quitaba los cascos y la cubría con una manta pero no abrió los ojos. Suspiró cuando bajó el asiento
arropándose con la manta.
Capítulo 5
Una turbulencia la despertó. La cabina estaba a oscuras y miró hacia Boyd que la observaba fijamente. La excitación la
recorrió al verlo tumbado a su lado sólo con el pasillo en medio. Sus ojos reflejaban que la deseaba pero no se atrevía a hacer
nada pues como le había dicho era cuando él quería y como quería. Suspiró de alivio cuando se levantó lentamente y la cogió
de la mano. Susanne se levantó mirándolo a los ojos y se dejó llevar por el pasillo hasta el baño. El pasillo estaba desierto y
nadie se fijaba en ellos. Boyd la metió en el baño y entró detrás cerrando la puerta.- Quítate los pantalones- susurró él
apartando su pelo. Se los quitó rápidamente mientras Boyd se desabrochaba sus pantalones. Gimió al ver lo excitado que
estaba y puesto que casi no tenían espacio la rozó con su miembro al quitarse sus pantaloncitos y dejarlos a un lado del
lavabo. Le miró a los ojos y le abrazó por el cuello pero él la apartó dándole la vuelta mirando hacia el espejo- Ni se te ocurra
abrir la boca- le susurró al oído abriéndole las piernas y acariciándola íntimamente. Gimió intentando no hacer ruido y se tuvo
que apoyar con ambas manos en el espejo para mantener el equilibrio mientras Boyd acariciaba con la otra mano su pecho
por debajo de la camisa. Entró en ella lentamente mirándola a los ojos a través del espejo y tuvo que morderse el labio inferior
mientras arqueaba su cuello hacia él. Boyd la besó en el cuello hasta llegar al lóbulo de la oreja lamiéndola, provocándole un
estremecimiento. Salió lentamente de ella para volver a entrar de un fuerte impulso que la hizo gemir suavemente- Si sigues así
tendremos que dejarlo- dijo él con voz ronca mirándola a los ojos.
Ella llevó una mano hacia atrás agarrando su cintura- No- rogó ella clavando sus uñas en su espalda. Boyd gruñó y repitió
el movimiento pero Susanne no pudo reprimir el gemido. Él llevó una mano a su boca y se la tapó repitiendo el movimiento
más fuerte ahogando sus gemidos de placer, provocando que Susanne se pudiera relajar disfrutando del momento todavía
más- Eso, nena –dijo él contra su oído.-Córrete para mí.-dijo aumentando el ritmo mientras Susanne se apoyaba en el espejo
por la fuerza con la que entraba en ella. Su cuerpo se tensó mientras Boyd enterraba su cara en su cuello reprimiendo un
gemido mientras sus cuerpos se estremecían de placer. Boyd la agarró por la cintura para que no se desplomara contra el
lavabo. A ella le costaba volver a la realidad mientras seguía teniendo pequeños estremecimientos. Le dio la vuelta lentamente
sujetándola de la cintura mientras se reía entre dientes- Susanne, no podemos quedarnos aquí para siempre- dijo divertido al
verla todavía intentando recuperarse.
-Unnn- dijo cuando le acarició el trasero. Boyd cogió sus pantalones y se los puso en la mano.
-Te veo fuera. ¿Puedes tenerte en pie?
Le miró con sus ojos verdes sin comprender del todo hasta que lo entendió- Sí, claro- susurró ella con una sonrisa.
Cuando Boyd salió del baño, cerró la puerta con el pestillo y suspiró. Se miró al espejo sonriendo tontamente pensando
que en esos seis meses lo iba a hacer el los sitios más interesantes.
Al volver a su asiento él estaba trabajando y ni la miró. Volvían a la guerra fría hasta que quisiera sexo otra vez. No se
quejaba, era un amante excelente, era generoso, tenía un guardarropa nuevo e iba a visitar Hong Kong. Sonrió mientras cogía
la revista. Lo único que tenía que superar era esa necesidad que empezaba a sentir de que le hablara.
En cuanto aterrizaron, un chofer se hizo cargo de todo. Habían sido dieciséis horas de vuelo y estaba algo cansada. Iba
sentada a su lado en la limusina mirando por la ventana mientras él hablaba por teléfono. Aquello era fascinante. Esa manera
de vivir era increíble y disfrutaba de todo. Como no había soltado el teléfono, no pudo hacerle ninguna pregunta de lo que
podría ver mientras él trabajaba pues pensaba visitar todo lo que pudiera. Cuando llegaron al hotel, Susanne se quedó con la
boca abierta por el lujo que la rodeaba- Cierra la boquita, nena- dijo él muy serio aunque sus ojos no demostraban lo mismo.
-¿Has visto eso?- preguntó mirando un enorme elefante dorado con los ojos rojos. – ¿Eso es oro?
-No creo –respondió firmando algo que le dio el recepcionista.- Vamos, tengo una reunión.- sin esperarla fue hasta los
ascensores de puertas doradas.- ¡Susanne!
Se sobresaltó mirando las enormes lámparas de cristal y sujetando bien su enorme bolso echó a correr tras él. Cuando se
cerraron las puertas, ella miró el mapa del hotel –Tiene piscina en la azotea.
-Estupendo-murmuró él mirando el móvil- Acuérdate de ir al spa. Hacen unos masajes estupendos
-¿De veras?- preguntó sonriendo- Nunca me han dado un masaje.
Él la miró y arqueó una ceja- Aprende todo lo que puedas para que pueda probarlo yo.
-¿Quieres que te dé un masaje?- preguntó divertida
-Sí.
Eso sí que la desconcertó pues hablaba en serio. ¿Cómo iba a aprender a dar un masaje en tan poco tiempo? Se encogió
de hombros saliendo del ascensor detrás de el y jadeó al ver la suite. –Dios mío ¿en qué piso estamos?
-En el cuarenta y seis- dijo quitándose la corbata. –Aquella es tu habitación. –dijo entrando en la otra.
Otra cosa que la desconcertó. ¿No iba a compartir la habitación? Estaba claro que no. –Que derroche- murmuró para sí
acercándose a la ventana. Estaba claro que le cobraba poco. Entonces sonrió. Decidió darse una ducha y se quitó el cinturón
yendo hacia su habitación y de paso cogiendo una de las maletas. Se desvistió después de echar un vistazo a su lujosa
habitación y fue hasta la ducha. Estaba enjabonándose cuando Boyd entró en el baño – Son las nueve de la noche. Descansa,
porque sino mañana sufrirás el cambio de horario. Pide lo que quieras al servicio de habitaciones.
-¿Son las nueve de la noche?- preguntó sorprendida lavándose el cabello.
- Sí, son doce horas menos que en Nueva York así que todavía estamos en el mismo día.-Boyd la observaba a través de
la mampara y apretó los labios- Tengo que irme .He quedado para cenar.
-Bien. –se giró hacia la alcachofa dándole la espalda dejando caer el agua sobre su cara para aclararse y ni se dio cuenta
de que él la seguía mirando. Cuando cerró el grifo se giró retorciendo el pelo para escurrir el agua. Sorprendida lo miró- ¿No
tenías prisa?
Él parecía enfadado- ¿Estarás bien?
Abrió la puerta de la mampara sonriendo y cogió una toalla- Claro. He viajado antes ¿sabes?
-Sí, lo se – esa respuesta la hizo fruncir el ceño hasta que se dio cuenta que seguramente la habían investigado. Boyd se
giró para irse pero antes de salir volvió hasta ella y la agarró de la nuca para besarla intensamente. Se apartó de ella de golpe
dejándola en el cuarto de baño con las piernas temblando. ¿Había sido un beso de despedida?
Pidió un sándwich para cenar, con algo de fruta. Con la comida sobre la cama encendió la tele cambiando de canal hasta
que encontró una cadena americana de noticias. Estaban hablando de la fusión de una empresa que había hecho dispararse
ciertas acciones- Aburrido, aburrido –Iba a cambiar de canal cuando la foto de Boyd apareció en antena y se quedó con la
boca abierta al enterarse que su empresa había ganado en el último año cerca de seiscientos millones de dólares-
Definitivamente le he cobrado poco.- dijo antes de morder el sándwich cambiando de canal.
Se quedó dormida con la televisión encendida y la bandeja de la cena a su lado. Gimió cuando oyó su nombre apretando
la almohada que estaba abrazando. – ¡Susanne!- el grito la despertó de pronto y apoyándose en las manos miró a su
alrededor sorprendida.
Gimió sentándose en la cama con el ceño fruncido- ¿Si?
-¡Mueve el culo!- gritó Boyd desde la otra habitación.
-¿Hacia donde?- preguntó levantándose.
-¡Hacia aquí!- Puso los ojos en blanco porque lo que menos le apetecía en ese momento era acostarse con él. Dormir sí,
hacerlo no. Para ahorrar tiempo se quitó el camisón y lo tiró sobre la cama. Salió de su habitación medio dormida y entró en la
habitación de Boyd pero frunció el ceño al no verlo en la cama y volvió a salir abriendo los ojos como platos al ver a Boyd
sentado al lado de otro hombre oriental desayunando. El oriental con una taza en la manos sonreía de oreja a oreja sin perder
detalle de su desnudez mientras que Boyd no salía de su asombro- ¡Vístete mujer!
Susanne soltó un chillido entrando en su habitación rápidamente. Se sonrojó intensamente mientras gemía de vergüenza. –
Mierda, mierda…
Boyd entró en la habitación furioso- ¿Qué demonios haces?
-¡Vestirme!- respondió ella.
-Es increíble que hayas salido desnuda ante la vista de cualquiera.- dijo él muy enfadado
-No pensaba que había nadie- cogió un vestido blanco y se lo puso- ¡Me dices que vaya y yo voy! –exclamó exasperada.
– ¿Qué sabía yo que había un chino en el salón?
Boyd entrecerró sus ojos grises mientras se recogía el cabello –Te presentaré al señor Yung otro día, cuando se le haya
pasado la erección.
Se sonrojó intensamente al verlo irse.- Será idiota- susurró aplicándose el maquillaje.
Diez minutos después ella seguía en su habitación hasta que se abrió la puerta- Me voy. Volveré por la tarde sobre las
cuatro. Tienes desayuno en la bandeja. –Se acercó con una tarjeta. –Por si necesitas algo. Vete de compras.
-No necesito nada –dijo rechazando la tarjeta. –Tengo mi dinero.
-Este es un viaje de negocios y son gastos de negocios. No quiero que uses tu dinero. –dijo todavía enfadado.
-Bien- le arrebató la tarjeta de entre sus dedos.- La usaré, no te preocupes. –Se iba a enterar.
Boyd entrecerró los ojos y dio un paso hacia ella- ¿Estás enfadada?- preguntó con voz heladora.
-No querido, estoy muy bien- dijo con voz melosa batiendo sus pestañas. – Me gusta pasearme desnuda ante los
hombres, me da igual quien sea.
-Recuerda quien eres, nena- dijo dejándola de piedra- y donde te he encontrado.
Se mordió el labio inferior encajando el golpe y asintió.
La agarró por la nuca y la besó bajando las manos hasta su trasero y apretándoselo. Ella respondió pues era lo que se
esperaba de ella pero por dentro se estaba desgarrando. Cuando él se separó la miró con los ojos entrecerrados. –Te veo
esta tarde.
Se fue de la habitación y ella no se movió de su sitio hasta oír como se iban de la suite. Entonces mecánicamente se quitó
el vestido y se fue a la ducha. Lloró varios minutos bajo el agua que ahogaba sus sollozos. Sabía lo que era pero que él se lo
recordara le había dolido mucho. Era una puta. Se acostaba con él por dinero y se lo había dejado claro. Simulaban ser
pareja. Tenía que tener claro que él era un cliente. Reconocía que Boyd le gustaba demasiado y eso era un riesgo. No debía
perder la perspectiva. Ella estaba comprada temporalmente y debía tenerlo claro. Él mandaba hasta dentro de seis meses y
Susanne debía dejarse llevar.
Cuando se vistió cogió la tarjeta de crédito sonriendo maliciosa. ¿No estaba allí para su disfrute? Pues ella iba a disfrutar
de su dinero. Bajó a recepción y pidió que alguien la llevara al centro comercial más lujoso que hubiera en Hong Kong.
Cuando llegó miró con desinterés los escaparates hasta que vio una bata de seda violeta- No tengo bata.- fue y se la compró
sin probársela siquiera.
Después fue a la zapatería y se compró cuatro pares. Ya no sentía ningún remordimiento. Dos pares de gafas de sol.
Varios vestidos de seda. Unos vaqueros de firma, varios jerseys de cashmere. Pasó al lado de una joyería y se dio cuenta de
que no tenía unos pendientes adecuados. Unos solitarios enormes le quedarían perfectos. También se compró un reloj de
platino con brillantes en la esfera como se llevaban ahora. Sonó su móvil y sonrió diabólica al ver quien llamaba- Nena, ¿te
acabas de gastar treinta mil dólares en una joyería?
-No tenía reloj- dijo ella inocentemente- y necesitaba unos pendientes.
-De brillantes sin duda.
-Por supuesto. Lo mejor para mi cariñito. –el gruñido al otro lado de la línea la hizo sonreír satisfecha.
-Nena…
-Ya he terminado, aunque pensaba pasar por la sección de lencería antes, he visto unas braguitas que tienen una
abertura…
-¿Y para que sirven si tienen una abertura? Déjate de tonterías, Susanne. –dijo divertido. – ¿Tienes una pataleta?
-No- respondió fingiendo asombro- Eso sería poco profesional.
-Deja la tarjeta.-dijo fríamente antes de colgar.
Satisfecha decidió comprobar si seguía funcionando y se compró dos bolsos de piel. Satisfecha vio que no la había
anulado. Cargada de bolsas volvió al hotel. Decidió ir al spa y pidió cita.
Se estaba mirando al espejo cuando se le pasó algo por la cabeza mirando su cabello. Pero decidió que por una pataleta
no se iba a cortar su pelo para fastidiarlo.
Eligió uno de los tratamientos que terminaban con un masaje. Estaba tan relajada en la camilla que quedó dormida y las
chicas la dejaron dormir un rato. Sintió que la tocaban tímidamente en el hombro y levantó la cabeza para ver ante ella a la
chica que la había atendido con una sonrisa- ¿Hemos terminado?
La chica asintió y se levantó de la camilla sujetando la toalla. Había un reloj en la pared y marcaba las cinco y media. –
¿Son las cinco y media?– La chica asintió y Susanne gimió saltando de la camilla buscando su ropa. –Estupendo –dijo
poniéndose su vestido a toda prisa. Salió corriendo del spa y se metió en el ascensor. Se arregló el pelo mirándose al espejo-
Prepárate para morir.
En cuanto metió la tarjeta en la cerradura se abrió la puerta de golpe- ¿Dónde coño estabas?- preguntó Boyd con un
enfado de mil demonios. Se había quitado la chaqueta del traje y su camisa tenía las mangas enrolladas hasta los codos. Tragó
saliva mirando los pelillos se sus antebrazos.
-En el spa- dijo resueltamente- me retrasé un poco.
-¿Un poco? Hora y media- gritó él cerrando la puerta de golpe.
-Lo siento- dijo con una sonrisa aunque por dentro temblaba- es que me dormí en la camilla y no me despertaron hasta
ahora.
Boyd no salía de su asombro- ¡Te quedaste dormida y yo buscándote por media ciudad!- gritó él sobresaltándola.
-Es que el masaje ha sido demasiado relajante- susurró ella dando un paso atrás –y no pude evitarlo.
Él la observó apretando los puños y Susanne tragó saliva recordando las palabras de Ruth. Se acercó a ella en dos
zancadas y la cogió por el brazo llevándola hasta su habitación. Gritó cuando la tiró sobre la cama de mala manera- Bien, pues
ahora relájame a mí – dijo él empezando a desabrocharse la camisa sin quitarle la vista de encima. La excitación la recorrió
cuando le abrió las piernas rudamente para después dejar caer sus pantalones. Se arrodilló en la cama y Susanne se apoyó en
sus codos queriendo acercarse a él para tocarlo pero Boyd la miró duramente y la levantó por las caderas subiendo su
vestido. Entró en ella de una fuerte estocada y Susanne gritó apretando las sábanas. El placer la recorrió haciéndola arquear la
espalda mientras Boyd usaba su cuerpo proporcionándole un placer indescriptible. Cuando volvió a la realidad abrió los ojos
viendo como Boyd salía de la habitación. Ni siquiera la había tocado en otra parte que no fuera las piernas y nunca se había
sentido más usada que en ese momento. Se mordió el labio inferior dándose cuenta realmente de su condición y sintió un gran
dolor.
– Como no estarás cansada después de esa siesta, tienes media hora para prepararte.- dijo él desde su habitación. –Ponte
un vestido que no sea de fiesta. Algo elegante.
Apretó los labios levantándose de la cama y yendo hacia el armario. Sacó uno de los vestidos que había comprado allí.
Era de gasa verde y le llegaba hasta las rodillas. Se duchó rápidamente sintiendo una gran tristeza aunque no sabía porque.
Tenía claro lo que él quería. Había sido muy claro. No era culpa de Boyd que ella se hubiera hecho ilusiones porque lo
encontraba atractivo y era un buen amante. Decidió recogerse el cabello en una cola de caballo alta pues hacía calor. Se puso
los pendientes nuevos y el reloj. Estaba echando rimel a las pestañas cuando Boyd entró en la habitación con un traje negro.
La miró fijamente y asintió dándole el visto bueno. Susanne apretó los labios volviendo la vista al espejo y tragó saliva cuando
lo vio tras ella. Ella desvió la mirada buscando sobre el aparador la barra de labios. No se veía capaz de mirarlo a los ojos. Se
pintó los labios rápidamente- Sólo me quedan los zapatos- dijo ella girándose para ir a por ellos.
-Bien- dijo él sin quitarle la vista de encima.- Me gustan los pendientes.
Ella forzó una sonrisa y abrió el armario cogiendo unas sandalias plateadas. Cuando se abrochó los cierres de las sandalias
levantó la vista. –Lista.
Boyd la miraba fijamente con el rostro tallado en piedra- Quiero que te quede clara una cosa desde ya.
Susanne se enderezó mirándolo a los ojos- Eres mi empleada. He pagado por tu tiempo y tu cuerpo. Como con cualquiera
de mis empleados espero de ti que estés disponible cuando yo quiero.
-Lo sé.
-Y espero que no lo olvides. No eres mi novia, ni mi esposa, ni siquiera una amiga- dijo él dando un paso hacia ella- eres
lo que eres y no tengo que recordártelo.
Susanne asintió sin poder hablar por las ganas que tenía de llorar. Boyd se acercó a ella y la cogió de la mano para sacarla
de la habitación. No hablaron en todo el camino pues ella no se veía capaz. La subió a un coche sentándose a su lado. Boyd
hablaba por el móvil ignorándola y ella lo agradeció. Llegaron a un restaurante de lujo y Boyd le presentó a varios hombres
acompañados por sus esposas. Sonrió a las mujeres que obviamente no hablaban inglés y los hombres se pusieron a hablar
entre sí con ayuda de un intérprete. Boyd la cogió de la mano todo el tiempo, llevándola con él. Ella era un florero que sólo
tenía que sonreír pues las mujeres tampoco hablaban demasiado entre ellas. Se sentaron en una enorme mesa redonda y
cuando le iban a servir el vino negó con la cabeza- Bebe. –dijo él asintiendo al camarero que le sirvió inmediatamente.
Estaba claro que no tenía ni voz ni voto. La copa de vino quedaría intacta sobre la mesa porque no pensaba beber. Le
empezaba a doler la cabeza de fingir tanto y tendría que tomarse un analgésico en cuanto llegara al hotel. Suspiró colocando la
servilleta sobre su regazo cuando colocaron sobre la mesa diversos platos de comida china. Al ver que se servían ella hizo lo
mismo aunque no tenía nada de hambre. Cogió los palillos y empezó a comer sonriendo a la mujer que tenía en frente que la
miró satisfecha de que supiera usar los palillos. Boyd se pasó toda la cena hablando con el intérprete sentado al otro lado que
iba traduciendo todo lo que decía. Fue bastante aburrido. El dolor de cabeza empezaba a hacer de las suyas pero como no
podía decir nada se aguantó. Boyd le miró el plato y frunció el ceño.- ¿No te gusta la comida?
Ella forzó otra sonrisa- Está todo buenísimo. Pero no puedo más. –Cogió la copa del agua y le tembló ligeramente la
mano. Boyd entrecerró los ojos pero no dijo nada y siguió con sus negocios. Dos horas eternas después se levantaron de la
silla y la cabeza de Susanne parecía que la iba a explotar. Le latía y tenía nauseas. Le molestaba la luz y sabía que debía tener
los ojos rojos. Se despidieron y él la miró- ¿Qué pasa?
-Nada- dijo desviando la mirada – ¿Qué iba a ocurrir?
Él la cogió por la barbilla para mirarla a la cara- ¿Estás enferma?
-¡No!- exclamó sonriendo – Estoy bien.
Boyd apretó los labios pero ya no dijo nada. Sacó su teléfono y revisó sus mails. Suspiró de alivio al llegar al hotel. Fue
hasta su habitación y rápidamente cogió sus pastillas para el dolor de cabeza. Se tomó dos bebiendo después de una botella
de agua.
-¿No decías que estabas bien?- preguntó mirándola desde la puerta con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.
-Estoy bien- escondió las pastillas en su neceser y fue hasta la cama sentándose en ella para empezar a quitarse las
sandalias. Sólo quería cerrar los ojos, sentía que sus ojos empezarían a llorarle en cualquier momento por el dolor. Y no quería
tenerlo cerca. Durante unas horas quería estar sola para reponerse.
-No pareces estar bien. Estas pálida y tienes los ojos rojos.
Suspiró porque él no lo dejaría.- Me duele un poco la cabeza, eso es todo.
Él la observó levantarse y bajarse la cremallera del vestido – ¿Te importa que me acueste?- preguntó tímidamente. No
sabía como se lo iba a tomar
-No.
Aliviada se quitó el vestido dejándolo sobre una silla. Sin ponerse el camisón se metió en la cama después de soltarse el
pelo. – ¿No prefieres que llame un médico?
-Estoy bien, de verdad- dijo cerrando los ojos. –Sólo tengo que descansar, debe ser por el viaje.
Él apagó la luz y cerró la puerta. El dolor no la dejaba dormir y los ojos le latían. Gimió sintiéndose cada vez peor. Las
pastillas no estaban funcionando. Había tardado mucho en tomarlas. El médico le había dicho que ante cualquier síntoma de
cefalea tensional tenía que tomar las pastillas para evitar precisamente eso. Cuando ya no pudo retener las nauseas salió
corriendo al baño y vomitó la cena. Obviamente también las pastillas. De repente se encendió la luz y Susanne gimió cerrando
los ojos- Voy a llamar al médico- dijo él sólo con el pantalón del pijama viéndola arrodillada delante del water.
La cogió en brazos. Susanne sólo quería que el dolor se fuera y dejó que la llevara hasta la cama. – Tranquila, nena- dijo
cogiendo el teléfono de la mesilla- El médico llegará enseguida. Habló con recepción y ella suspiró cerrando los ojos. La
arropó y cuando llamaron a la puerta se levantó rápidamente. El médico llegó y ella abrió los ojos débilmente. –Me duele la
cabeza.
El médico hablaba inglés y le hizo unas preguntas tocándole la cara y preguntándole si lo sentía. Ella dijo que sí. Le hizo
varias pruebas y le pasó una lamparilla por los ojos- Es una cefalea- dijo el médico levantándose y cogiendo una jeringuilla de
su maletín
-¿Qué le pone?- preguntó Boyd preocupado al ver que la inyectaba.
-Algo para el dolor. La relajará y podrá dormir. –dijo el doctor mirando a su paciente.-Si mañana sigue igual avíseme y la
llevaremos al hospital. Entonces le haré otras pruebas.
Susanne no abría los ojos para que la luz no la molestara.- Estaré bien- susurró ella blanca como la sábana.-Gracias,
doctor.
-Duerma. Puede que el viaje le haya pasado factura- el médico salió con Boyd y habló con él en el salón. Cuando se fue,
Boyd apagó la luz y se acostó a su lado.
Ella abrió los ojos al sentir su peso sobre la cama- Estoy bien, no tienes que dormir aquí.
-Duerme- dijo mirándola a los ojos. Agotada decidió dejarlo. Afortunadamente lo que le había dado el médico empezaba
a hacer efecto.
Capítulo 6
Cuando se despertó a la mañana siguiente suspiró de alivio hasta que se dio cuenta donde dormía. Estaba literalmente
sobre Boyd con la mejilla sobre su pecho. – ¿Cómo estás?- preguntó él suavemente apartando su cabello.
-Bien –Intentó apartarse sonrojada pero él se lo impidió sujetándola por la cintura- Siento el numerito.
-No es culpa tuya haberte puesto enferma- dijo mirándola fijamente.
No supo que decir y desvió la mirada. –Tengo que ir al baño.
Boyd la soltó y se levantó rápidamente. Cuando salió llevaba puesto el albornoz blanco del hotel. Boyd todavía estaba en
la cama y se acercó sin llegar a sentarse en ella. – ¿Quieres desayunar?- preguntó él levantándose de la cama.
-Sí, tengo hambre. –Boyd cogió el teléfono y pidió el desayuno. -¿No llegas tarde? – preguntó algo nerviosa.
-Hoy sólo tengo una reunión a las tres- dijo mirándola desde el otro lado de la cama- Si te pusiste enferma por lo de
ayer…
-No, que va…me ha pasado antes. Y es impredecible.- dijo mirando a su alrededor y recogiendo el vestido. Lo colgó en
el armario y se volvió armada ya con una sonrisa.- ¿Así que no trabajas hasta las tres?
-¿Quieres ir a conocer la ciudad?
-No tienes que hacerlo por mí. Seguro que tú ya la conoces- dijo recogiendo los zapatos y colocándolos en su sitio.
-Sino quisiera no te lo sugeriría – dijo acercándose a ella.
Asintió indiferente- Está bien. Como quieras.
Él la agarró por la cintura pegándola a el. –Mírame, Susanne- ella le miró a los ojos con una sonrisa- ¿Seguro que estás
bien?
-Si-susurró.
Boyd la besó ligeramente y ella se derritió levantando los brazos. Acarició su nuca mientras él la acariciaba con la lengua.
Gimió aferrándose a él y Boyd la levantó agarrándola por el trasero. Él separó su boca mirándola a los ojos –¿Estás bien para
esto?
-Sí- respondió impaciente antes de atrapar su boca.
Minutos después se miraban jadeantes tirados sobre la cama. Llamaron a la puerta pero Susanne no podría moverse ni
aunque el hotel estuviera en llamas. Boyd se echó a reír al ver su expresión y se levantó haciéndola gemir. Divertido se puso el
albornoz que unos minutos antes llevaba ella y salió de la habitación. Cuando encontró las fuerzas se levantó poniéndose su
bata de seda nueva y salió hacia el salón. –Uhnnn. Café- dijo acercándose a Boyd que cogía el periódico del carrito. Se sirvió
una taza y Boyd frunció el ceño- ¿Puedes tomar café?
Ella le miró sorprendida- ¿Por qué lo dices?
-Tiene cafeína, eso es un excitante.
-Precisamente lo que necesito- dijo sentándose en una de las sillas.
Boyd se acercó a ella y cogió la taza de entre sus dedos lentamente. Susanne frunció los labios y apretó los dedos
alrededor de la taza. Boyd divertido fue separando cada uno de los dedos hasta que se la quitó.-No, por favor- rogó ella al
ver que se la empezaba a beber él. – ¿Y qué voy a tomar?
-Tienes zumo de naranja- se sentó en la silla y abrió el periódico.
-Te advierto que si no me tomo un café soy peligrosa- dijo con los ojos entrecerrados.
Boyd la ignoró, sólo arqueó una ceja sin dejar de leer el periódico. Alargó la mano y cogió un croissant que se empezó a
comer sin dejar de mirarlo fijamente mientras él disfrutaba de su café. Cuando terminó de desayunar, se levantó molesta pues
no tenía derecho a decirle lo que podía o no podía tomar. Fue hasta su habitación y se duchó. Cuando salió se asomó al salón
y vio que estaba vacío. Sonriendo se acercó al termo del café y lo cogió- ¡Ni se te ocurra! –gritó él desde su habitación.
Gruñó dejando la jarra sobre el carrito –Date prisa o me iré sin ti.
Con grandes zancadas volvió a su habitación y se puso un vestido de flores. Se dejó el pelo suelto y se puso unas
manoletinas pues quería estar cómoda. Boyd apareció con unos pantalones de sport y un polo verde. – ¿Estás lista?
-Sí- gruñó cogiendo su bolso.
-¿Llevas las pastillas?
-Sí
-¿Te estás tomando la píldora?- preguntó divertido.
Se sonrojó intensamente-Sí.
-¿Estás gruñona?
-Sí.
-Se te pasará. –dijo acercándose y cogiéndola de la mano.
Fueron hasta el ascensor – ¿Dónde vamos?
-Al monasterio de Po lin.- dijo dando al botón del hall.
-Oh, he leído sobre él – dijo ella ilusionada- Está en Ngong Ping ¿verdad?
Él sonrió –Sí ¿Qué más sabes?
-¿Es un examen? –preguntó divertida. Él arqueó una ceja y respondió- El Buda Tian Tan es de bronce y mide treinta y
cuatro metros, con una escalinata de doscientos sesenta escalones. El monasterio se llama Po Lin que significa Loto Precioso y
se puede visitar y si se tiene suerte se pueden ver a los monjes en sus rituales. También están las casas de los monjes, incluso
hay un restaurante que la guía recomienda.- Boyd sonreía- Tiene tres estatuas de Buda que representan el pasado, el presente
y el futuro. Se pueden realizar ofrendas de incienso. ¿Cómo lo he hecho?
Boyd se echó a reír –Puedes dedicarte a ser guía turístico. –la sacó del ascensor riendo y la llevó hasta el coche.
-¿Vienes mucho?- preguntó por entablar conversación.
-Unas cuatro veces al año- comentó él sonriendo.
-Entonces lo conoces bien.
-Por lo visto no tanto como tú.
Ella sonrió –Entonces viajas mucho.
-Continuamente- dijo haciendo una mueca.
-¿Por qué trabajas tanto?- preguntó ella mirándolo a los ojos.
-Soy el presidente de mi empresa, se espera eso de mí- dijo sacando su móvil.
-¿Te ha costado mucho llegar ahí arriba?
-¿Ahí arriba? Creo que ahora tú también estas ahí arriba.
Susanne negó con la cabeza- No, ahí no me gustaría estar.
Ella desvió la mirada para ver el exterior. – ¿Por qué?- preguntó él frunciendo el ceño.
No quería responder porque les llevaría a otra discusión, así que sonrió mirándolo- Estoy bien donde estoy.
Boyd la miró con el ceño fruncido. Ella decidió cambiar de tema- ¿Dónde vives cuando no estás viajando?
-Tengo un piso en la Quinta.
Ella asintió cuando sonó su teléfono y descolgó rápidamente. Miró por la ventana y pensó que realmente su vida no le
gustaba pues realmente estaba solo. No tenía tiempo ni para buscarse una novia y dudaba que alguien aguantara las continuas
interrupciones, los cambios de planes, los retrasos de casi una hora...Decidió olvidarlo y pasarlo bien.
Cuando llegaron, Boyd seguía hablando por teléfono y parecía muy enfadado por algo. Él la cogió de la mano al salir sin
dejar el teléfono y Susanne miró a su alrededor maravillada. Tiró de él para verlo todo desde abajo y le entregó el móvil para
que le sacara una foto. Boyd frunció el ceño al verse con los dos teléfonos en la mano y colgó el suyo. –Sácame una foto- dijo
ella sonriendo subiendo el primer escalón.
Boyd sonrió y se agachó para que se viera el alto de la colina con el gran Buda al fondo.
Cuando la hizo, se incorporó y ella lo cogió por el hombro – ¿Nos hacemos un selfie?
Preguntó ella tirando de su brazo para que se colocara a su lado. Colocó el móvil ante ella buscando el mejor ángulo.
-Nena, hacia abajo- dijo divertido al ver que no encuadraba.
-No puedo cogerlo- protestó ella.
Boyd le cogió el teléfono riendo y encuadró en un segundo. La agarró por la cintura para pegarla a él y Susanne se echó a
reír. Sacó dos fotos y en la tercera la besó. Sonrojada empezaron a subir la inmensa escalera. – ¿Ves como tenías que
haberme dejado tomar el café?- preguntó divertida. –No tengo energías por tu culpa.
Boyd tiró de ella y cuando llegaron arriba miraron hacia abajo-¡Vaya!- exclamó al ver a todos los turistas que subían y
bajaban. –Esto es precioso.
El buda era impresionante y Susanne disfrutó como una niña. Se sacaron varias fotos más y fueron hasta el Monasterio.
Hicieron unas ofrendas y pasearon entre los turistas.
-¿Te ha gustado? – preguntó Boyd sonriendo mientras la cogía por la cintura.
-Mucho.
-Tenemos que volver.
-¿No podemos almorzar aquí?- preguntó ella viendo el restaurante que recomendaba la guía.
-Es vegetariano, nena.
Ella puso cara de horror- Estoy lista para irnos.
Boyd se echó a reír y la llevó hacia la salida.
Cuando llegaron al hotel comieron en el restaurante. Ella pidió un bistec con patatas fritas y Boyd sonrió al recordar a la
azafata.- ¿Ves? Este es un buen servicio- dijo ella bebiendo un sorbito de vino tinto.
-Volveré a las siete – dijo él dejando su móvil sobre la mesa.
-¿Vamos a salir?- preguntó mirando la hora del reloj de Boyd. La hora se les echaba encima.
-¿Por qué no miras tu reloj?- preguntó divertido.
-Oh.- dijo mirándose el caro reloj que tenía en la muñeca- Es que nunca lo llevo y no estoy acostumbrada.
Él negó con la cabeza intentando retener la risa- Sí, vamos a salir. Iremos al Jumbo. Un restaurante que hay en el puerto.
-¿Solos?
-Sé que la cena de ayer fue aburrida para ti.
-Es que las mujeres no hablaban conmigo y…
-En realidad no son de Hong Kong y no hablaban inglés- explicó el.- Son clientes de
China.
-Me lo imaginé cuando vi al traductor.
-Sí, desafortunadamente aunque en Hong Kong mucha gente habla en inglés por haber sido colonia inglesa en China no es
así y es un mercado que no puedo permitirme dejar a un lado.
Llegó la comida.-Entonces Rusia también será interesante para ti.
Boyd la miró con admiración- Sí, con el auge del capitalismo es imprescindible.
Estuvieron hablando de su negocio hasta que a ella se le ocurrió algo- Boyd ¿tú a que te dedicas?
Él se echó a reír dejando los cubiertos sobre el plato- ¿Te refieres a que hago o a que hacen mis empresas?
-Tú diriges tu empresa ¿pero qué fabricas?
Él la miró casi con ternura y ella se sonrojó- De todo. Desde televisores hasta una fabricar quesos.
Ella abrió los ojos como platos- ¿De veras? Me encanta el queso.
Boyd se echó a reír llamando al camarero. – ¿Quieres postre?
-No te da tiempo- dijo mirando su reloj.
Boyd hizo una mueca- Vamos, me tengo que cambiar.
Cuando subieron a la suite ella se tumbó sobre la cama. Boyd salió de su habitación recién duchado abrochándose la
camisa.- ¿Qué vas a hacer?
-Salir a dar una vuelta. –dijo apoyándose en los codos.
-Quédate en el centro de la ciudad. Aunque es una ciudad muy segura no me gusta dejarte por ahí sola. –dijo poniéndose
la chaqueta.
-Vale.
-¿Tienes dinero?
-Sí- respondió divertida viendo como se ponía la corbata a toda prisa.
Él se acercó a la cama y arrodilló una pierna apoyando las manos a cada lado de ella para darle un beso rápido. –Aléjate
de las joyerías.
Susanne se echó a reír y él la observó sonriendo. –Vete, vas a llegar tarde.
-Sí – dijo incorporándose.
Cuando se fue suspiró sonriendo. No debía hacerse ilusiones, mañana se le cruzaría el cable y volvería a estar distante con
ella.
Paseó por la ciudad. Era fantástica y se quedó sorprendida con sus contrastes. Pasó ante un escaparate lleno de
productos tradicionales. Vio unas figuritas de jade que representaban a Buda pero lo que le llamó la atención fue un dragón.
Sonrió maliciosa y entró a comprarlo. Estaba dentro de la tienda cuando vio un vestido típico de china pero era corto. Apenas
cubría el trasero. Seguro que se ponía con unos pantalones debajo pero ella decidió que no los compraría. Estaba deseando
ver la cara de Boyd cuando se lo viera puesto. Lo compró de color negro con dibujitos rojos. El dragón se lo envolvieron
delicadamente para que se lo llevara en el viaje aunque esperaba poder dárselo esa noche.
Cuando volvió al hotel se dio un baño y se puso el vestido negro de china. Se miró en el espejo y sonrió al ver casi todas
las piernas al descubierto. Se recogió el cabello en un moño alto con dos palillos cruzados, se calzó los zapatos rojos, se
marcó la línea del ojo y se puso lápiz de labios rojo. Cuando Boyd volvió a la suite lo esperaba con una copa de vino en la
mano apoyada en el respaldo del sofá – ¿Qué tal la tarde?- preguntó ella acercándose con una sonrisa. Boyd la miraba de
arriba abajo y dejó caer el maletín –Has estado de compras.- susurró él mirando sus piernas.
-¿Te gusta?- preguntó dando una vuelta.
-Me gusta mucho – dijo cogiéndola de la cintura y pegándola a él.
-Cuidado con el vino-susurró ella cerca de sus labios. – ¿No tienes sed?
-Mucha- dijo antes de besarla.
Ella se separó de él y vio que tenía los labios rojos- ¿Tienes que cambiarte para salir?
La miró sorprendido- ¿No pensarás salir así?
-¿Qué tiene de malo?- preguntó maliciosa.
-Nena, se te ve el trasero- dijo llevando las manos hacia esa zona y acariciándoselo- Además no llevas bragas. No, no vas
a salir así. Te ayudo a desvestirte.
Susanne se echó a reír cuando le quitó la copa de la mano y la dejó sobre una mesa cercana para después cogerla en
brazos llevándola al dormitorio.
Pasaron una noche estupenda. Después de hacerle el amor apasionadamente, la llevó a un restaurante al lado del puerto.
La vista era maravillosa con los yates al fondo y la comida estaba deliciosa. Boyd estaba muy relajado y lo pasaron bien
haciéndose fotos con los farolillos rojos de la decoración. Al volver a la habitación la desvistió y le hizo el amor de una manera
que la dejó totalmente agotada.
El resto del viaje siguió esa tónica. No hubo más problemas y parecía que cada vez se llevaban mejor. Ella procuraba
relajarlo después de trabajar haciendo bromas y dándole sorpresas. La noche antes de irse le dio su regalo. Él miró el paquete
con una ceja alzada- Me da miedo abrirlo- dijo divertido. – ¿No serán fuegos artificiales?
Susanne se echó a reír sentándose a su lado en el sofá.-Es mi manera de darte las gracias por este fantástico viaje.- dijo
ella sonriendo.
Boyd abrió el paquete y sonrió al ver el dragón- ¿Es una indirecta?
-No, que va- su mirada lo decía todo y él se echó a reír, cogiéndola por la cintura y dándole un beso.
-¿Te gusta?
- Es muy bonito, gracias
La noche antes de irse sería la última que durmieran juntos y Susanne le observó dormir un rato pensando que se estaba
enamorando de él y no tenía ninguna esperanza de que aquello funcionara. Decidió disfrutar todo el tiempo que pudiera sin
remordimientos. Suspirando cerró los ojos.
Después de un viaje agotador, Boyd la observaba atentamente- Estoy bien- dijo con una sonrisa.
-¿No te duele la cabeza?
-No- se metió en el coche y él lo hizo tras ella.
Estaba saliendo del aeropuerto cuando Boyd perdió la sonrisa.- ¿Ocurre algo?- preguntó indecisa al ver que le había
cambiado el humor.
-No, ¿qué puede ocurrir?- preguntó indiferente.
Susanne le miró de reojo pero al ver que sacaba el móvil decidió dejarlo. Llegaron a su casa y él seguía hablando por
teléfono. Ella esperó que bajara del coche para despedirse pero al ver que no se movía, se mordió el labio inferior y se dirigió
hacia su casa con el chofer siguiéndola con las maletas. Cuando se las dejó en el salón le dio las gracias y cerró la puerta
lentamente luchando contra las lágrimas. Esa noche lloró mucho pero como sabía que no había solución, tuvo que conformarse
con lo que tenían. Al día siguiente no la llamó. Ni el siguiente. Estaban a jueves cuando Glory la llamó por teléfono- ¿Si?
-¿Cómo te va?
-Bien- dijo sentándose en el sofá.
-¿Te resulta difícil?
Estaba al borde del llanto otra vez, así que respiró hondo-¿Qué ocurre, Susanne?
-No sé. A veces es distante y frío, pero otras veces…
-No te enamores –dijo Glory seriamente- Es un trabajo. Uno que terminará en unos meses.
-Lo sé, de verdad que lo sé.
-¿Pero?
-Es como si cuando estuviéramos bien fuera perfecto, ¿entiendes lo que te digo?
Glory suspiró- Lo sé. He pasado por eso…y no funciona. Nunca funciona.
Se pasó una mano por la frente- Entiendo lo que quieres decir y procuro no ser lo más distante que puedo en mis
sentimientos pero me he dado cuenta de que no puedo evitarlo. Hemos ido de viaje y hemos pasado mucho tiempo juntos.
Desde que hemos vuelto no me ha llamado.
-Te estás enamorando.
-Lo sé y tendré que pagar las consecuencias.-dijo tocándose uno de sus pendientes.
-¿Quieres dejarlo?
No volver a verlo la aterrorizó- No se dejan los trabajos, se terminan.
-Este es especial. Le devolvería el dinero por supuesto y ya está.
-No voy a dejarte mal. No voy a dejarlo. Además necesito el dinero.
-Te prestaré el dinero para abrir la galería.
-Glory…-dijo al borde de las lágrimas- no puedo hacerlo, no puedo dejarle hasta que sepa que esto no tiene ningún
futuro.
-Entiendo. Tienes el cheque preparado. –dijo su jefa. –Puedes pasar a recogerlo cuando quieras.
-Lo recogeré esta tarde
-Cuídate, Susanne. Y si tienes algún problema no dudes en llamarme.
-Lo haré, gracias.
Estaba paseando por Park Avenue después de que la secretaria de Glory le diera el cheque cuando en la misma acera vio
una limusina detenida ante uno de los portales. Se quedó de piedra al ver bajarse a Boyd y coger la mano de una mujer. Salió
una preciosa morena riendo a carcajadas. Boyd la cogía de la cintura cuando vio a Susanne. Ella desvió la mirada y siguió
caminando pasando ante ellos como sino lo conociera. No sabía lo que sentía en ese momento pero algo parecido a la furia y
a la desesperación. Ni la había detenido para saludarla. Lógicamente ella no podía saludarlo, sobre todo yendo con otra.
Pálida llegó a su casa. Cuando estaba a punto de bañarse le sonó el móvil y vio que era Boyd. Estuvo a punto de no cogerlo
pero al final descolgó y aparentó normalidad-¿Si?
-Te paso a recoger en una hora.
-Tengo el periodo- dijo ella mirando el agua.
Hubo un silencio al otro lado de la línea-¿Boyd?
Colgó el teléfono sin decirle nada y ella se sentó en el borde de la bañera llorando desconsolada.
Capítulo 7
Tres días después Susanne ya se había dado cuenta de que aquella situación no podía seguir así. Le llamó por teléfono y la
respondió a la tercera llamada. – ¿Ya estás bien?
¿Ni siquiera merecía un saludo?- Tengo que decirte algo y…
-Susanne ¿qué pasa?- preguntó con impaciencia.
-Se acabó.
-Entonces te recojo a las seis.
-No lo entiendes- dijo con voz firme- Esta situación se acabó.
Hubo un silencio al otro lado de la línea- ¿Qué quieres decir?- notaba que ahora tenía toda su atención.
-No quiero seguir- susurró ella.
-Nena, hay un contrato.
-Como dijiste soy tu empleada y he decidido despedirme.
-Es por el dinero ¿quieres más?-Cerró los ojos horrorizada por lo que acababa de decir- ¿Un millón?
-No y por supuesto te devolveré lo que has dado. La comisión de Glory no puedo pero lo mío...
-¡Deja eso de una vez! ¡Si quieres más dinero, dime una maldita cantidad!- gritó al otro lado de la línea.
-No quiero seguir- susurró ella en contraste con sus gritos.-No sirvo para esto.
-¡Pues se te da de miedo, nena!- gritó él fuera de sí – ¡Eres una auténtica experta!
Susanne sollozó antes de colgar y se sentó en el sofá haciéndose un ovillo. Una hora después aporrearon la puerta
sobresaltándola. – ¡Abre la puerta!
A oír la voz de Boyd se levantó lentamente y abrió. Él la apartó de la puerta cerrándola de golpe. La miró de arriba abajo-
¿Qué coño te pasa? ¿Estás enferma?
-No – se acerco al sofá y se sentó- ¿Qué haces aquí, Boyd?
Él se quitó la chaqueta del traje- Vengo para saber qué te pasa.
-Ya te lo he dicho. No quiero seguir.
-¿Por qué?
-No me encuentro cómoda – dijo mirando sus manos. –No quiero seguir.
-Parecía que estabas bien en Hong Kong, ¿qué ha pasado?- preguntó furioso pasándose una mano por su cabello negro.
-Nada. He cambiado de opinión.
-¡Por Dios, sólo han pasado dos malditas semanas!
Susanne no le respondió-¡Mírame!- gritó él levantándola del sofá y sujetándola de la barbilla. Susanne lo miró a los ojos –
Dime ¿por qué?
-No quiero seguir- dijo al borde del llanto.
Observó su cara atentamente y la besó. La besó apasionadamente apretándola contra su cuerpo. Ella no pudo evitar
responderle, aferrándose a él. Cuando sintió como le desgarraba el vestido no se resistió y cuando la tumbó sobre el sofá, la
besó entre los pechos haciéndola gemir. Entró en ella fuertemente haciéndola gritar de placer y continuó aferrándose a él hasta
que empujó fuertemente las caderas llevándola al orgasmo. –No me dejarás- susurró él en su oído- Yo digo cuando termina
esto ¿entiendes?
Respondió débilmente-Sí.
Ahí empezó su auténtico calvario. Sólo la utilizaba destrozándola por dentro. Tenían varias cenas a la semana. Ella
intentaba aparentar normalidad durante esos encuentros siendo amable con sus amigos o clientes, después la llevaba a casa, le
hacía el amor y se iba. No volvió a dormir con ella. Los fines de semana no volvió a hacer ningún plan con ella y tampoco
volvió a llevarla de viaje.
Estaba de viaje en Londres cuando se dio cuenta de que algo pasaba. Se había levantado mareada varios días y pensó
que era un problema de tensión arterial, así que decidió ir al médico. El médico le hizo unos análisis y cayó la bomba.
Impresionada le dijo al médico- Tomo la píldora. Eso no puede ser- dijo casi sin voz.
-Debe dejarla de inmediato.- el médico la miró preocupado al ver su reacción- tiene otras opciones.
-Entonces ¿es seguro?- preguntó nerviosa pensando en lo que Boyd diría.
-Sí.
Se levantó temblando- Gracias, doctor.
Esa misma tarde todavía en estado de shock llamó a Glory – ¿Podemos hablar?
-Claro, ¿Qué ocurre?
-Estoy embarazada.
-¿Qué?- gritó su amiga- ¿Qué ha pasado?
Se echó a llorar – No lo sé. Tomaba la píldora, te lo juro.
-Madre mía ¡que lío!- exclamó su amiga. –Tranquilidad, ¿tú como estás?
-Se va a poner como loco.
-Lo sé.-su amiga suspiró- Se lo diré yo. Tu vete a casa de tu madre una temporada.
-No puedo hacer eso. Se lo diré yo.
El silencio al otro lado de la línea le dijo que Glory no estaba de acuerdo.- Has roto el contrato.
-Lo sé. Y no tengo derecho a nada. También lo sé.
-Exacto. No tiene ninguna responsabilidad.
Se mordió el labio inferior –Todavía tengo el dinero.
-Quedan dos meses ¿y si no dices nada? Al menos te ahorrarás el disgusto de contárselo y que te lo eche en cara. Te
llamará de todo.
-Lo pensaré. De todas maneras ahora está en Londres.
-Llámame con lo que decidas.
Ruth se dio cuenta de que pasaba algo al día siguiente cuando fue a desayunar- No tienes buen aspecto.
-Estoy bien- no quería explicárselo pues no se lo había dicho todavía a Boyd.
-¿Boyd está de viaje?
-Sí, volverá mañana.
-Así te animarás, estás mustia.-dijo su amiga divertida. Al ver que no se reía la miró fijamente – Ay, Dios.-Se mordió el
labio inferior- ¿Cómo ha pasado?
-No lo sé –dijo echándose a llorar.
Ruth se acercó a abrazarla –Tranquila, no te preocupes. Todo saldrá bien.
-¿Cómo va a salir bien? ¡Me va a odiar!
-Si te odia, es que no te merece. – su amiga le limpió las lágrimas como si fuera una niña. –Ahora tranquilízate. ¿Se lo vas
a decir mañana?
-Sí.
-Mañana me quedaré en casa por si hay problemas.
-No me va a hacer nada.
-Te va a decir de todo. De eso no tengo ninguna duda- dijo Ruth.
-Se enfadará como es lógico…
-Susanne prepárate para lo que puede venir.
Boyd la llamó el día siguiente en cuanto llegó al JFK. –Te paso a recoger a la seis.
-No puedo quedar.
-¿Qué?- preguntó sorprendido pues desde la última discusión no había vuelto a discutir nada.
-Tienes que venir a casa. A las siete.
-Tenemos una cena ¿Volvemos a las andadas?
-Tengo un billete para Illinois para mañana por la mañana. –dijo ella con voz firme – puedes venir o no, es tu decisión.
Después colgó el teléfono. Veinte minutos después estaba llamando a la puerta. –Llegas pronto- dijo ella dejándole pasar.
Se quitó el abrigo y se pasó una mano por el pelo- Bien, ya estoy aquí. ¿Qué tontería es esa de que te vas a Illinois?
-Siéntate- dijo muy pálida por los nervios.
Él entrecerró los ojos-¿Te duele la cabeza?
-Siéntate, Boyd.
Lo hizo mirándola fijamente –Estoy embarazada- dijo mirándolo con lágrimas en los ojos- No sé como ha pasado, te lo
juro. Me he tomado la píldora todos lo días.
Boyd endureció el gesto y se levantó cogiendo el abrigo. – ¿Y me lo cuentas por?
Lo miró confundida- Porque eres el padre y quería que lo supieras.
-No entiendo por que crees que podría interesarme. –dijo yendo hacia la puerta sonriendo con tristeza – No sé como
pude confiar en que cumplirías con el contrato. Eres una puta interesada –dijo con desprecio- Pero esperaba que al menos
esa parte del contrato la cumplieras
-Boyd, por Dios- dijo ella llorando – No lo he hecho a propósito.
-¿A no?- preguntó divertido- Entonces debes ser de las pocas a las que no le funciona la píldora y has tenido una suerte
pésima.
Ella enderezó la cabeza tragándose las lágrimas- Bien, entonces está todo dicho.
-Te recogeré a las siete.- dijo él como si nada dejándola pasmada.
-¿Estás loco? No voy a ir contigo a ningún sitio.- dijo casi sin voz.
Él que había abierto la puerta la cerró lentamente y la miró. –Creía que había quedado claro la vez anterior.
-En este momento y dadas las circunstancias no querrás seguir acostándote con una puta interesada que se queda
embarazada a propósito.
Apretó los labios y dio un paso hacia ella. –Vamos a dejar claro algo de una vez…
-¡No! –exclamó ella enfadándose –¡Voy a dejarte claro algo yo! No quiero verte más, no quiero que me llames, ni que te
presentes en mi casa y por supuesto no quiero acostarme más con un hombre tan egoísta que no puede tener ni el más mínimo
sentimiento por otra persona. Que es grosero y se cree el centro del universo. Que ve confabulaciones a su alrededor y que no
deja que nadie se le acerque- Se acercó a la puerta y la abrió de golpe- Espero que seas muy feliz ahí arriba tú solo.
La miró furioso- ¿Tienes el descaro de criticar mi actitud? ¿Te recuerdo que eres una puta?
Ruth que estaba en el pasillo jadeó mirándolos y Susanne sintió que dos lágrimas caían por las mejillas- Por favor, vete.-
susurró escondiendo humillada la cara de sus miradas.
-Nena, yo…- dijo él intentando cogerla del brazo.
-¡Sí, váyase y déjela en paz! – le espetó Ruth mirándolo como si quisiera matarlo- ¡Espera Susanne que voy por el bate de
béisbol!
Su amiga entró en el apartamento rápidamente.-Vete, Boyd.
Él la observo durante unos segundos mientras Susanne no podía levantar la vista del suelo. Salió de allí con grandes
zancadas y cuando Ruth llegó con el bate la miró con pena- Lo siento mucho.
-No importa –susurró –No tenía futuro. Todas lo decíais.
Después de toda la noche sin dormir. Salió hacia el aeropuerto a las siete de la mañana.
Cuando llegó a casa y su madre la vio en la puerta, la abrazó fuertemente mientras lloraba como una niña. Tardó varias
horas en poder contarle su historia, pues tenía miedo de su reacción pero al final decidió sincerarse. Sentadas en la mesa de la
cocina lo contó todo. Todo lo que había pasado desde que había perdido su trabajo y no omitió nada. Su madre no la
interrumpió en ningún momento mientras la cogía de la mano apretándosela para darle ánimos.
Después de varios minutos de silencio su madre la miró con sus ojos verdes, idénticos a los de ella- No voy a decirte que
debías habérmelo contado porque no sirve de nada. Ni voy a recriminarte lo que hiciste después porque ya lo haces tú por
todos lo demás. Ahora es momento de pensar en el futuro, cariño- le apretó la mano- Tienes que olvidar a ese hombre.
-Lo sé, pero es que le amo tanto.
-Eso es algo evidente para un ciego. Y si él conocía tu pasado y es tan listo para ganar millones, debe saberlo.- la miró
con pena.- Pero tú eres muy fuerte y podrás superarlo. Aquí tienes tu casa y siempre estará abierta para ti. Si quieres volver
yo estaré encantada. Te ayudaré con el niño y te apoyaré en todo.
-¿Pero?
-Pero tienes el dinero para cumplir tu sueño –dijo su madre dejándola atónita- Él no va ayudarte y tienes que trabajar.
Eres buena en lo que haces y tienes que pensar en el futuro. Tu futuro no está aquí.
-No sé si seré capaz de vivir en Nueva York.- dijo llorando.
-Sé que lo eres, tienes que construir tu futuro y el de tu hijo. Yo lo hice y tú también lo harás. Y lo puedes hacer allí
perfectamente.
Después le hizo un té y le sirvió un trozo de tarta- Tómate esto. El niño tiene que comer y estoy segura que no has comido
nada en muchas horas.
Comió la tarta lentamente sin ganas y su madre la obligó a acostarse después.
Los siguientes días su madre la ayudó en lo que pudo e intentó animarse. Era lista y sabía en que consistía su trabajo pero
no estaba cómoda con quedarse con el dinero. Así que tomó una decisión. Se la contó a su madre que sonrió de oreja a
oreja- Sabía que lo harías, mi amor. Y no me has defraudado.
-Tendré que pedir el dinero prestado pero si me va bien…
-Te irá muy bien- dijo ella.
En ese momento le sonó el móvil y vio que era Glory – ¿Si? –preguntó mirando a su madre.
-Has estado días sin coger el teléfono –dijo su amiga.
-Estoy en casa de mi madre.
-Tengo tu cheque. –dijo Glory divertida.
-¿Mi cheque?
-Los tres millones.
-¿Qué?- preguntó levantándose de golpe- ¿Por qué?
-Su exabrupto ante Ruth puede dañar tu imagen y…
-¡Devuélvelos!- exclamó enfadada.
-Pero Susanne, ha incumplido el contrato...
-¡Devuélvelos! ¡No quiero saber nada de él y te voy a dar mi dinero para que se lo devuelvas!
-Piensa lo que dices. Vas a ser madre.
-Sí y él es el padre, pero sino quiere saber nada del bebé tengo que respetarlo. Ahora devuelve ese cheque, por favor. –
rogó ella
-Lo haré de inmediato, no te preocupes. – dijo su amiga suavemente –Pero sí me escogerás como socia ¿verdad?
-¿Socia capitalista?
-Por supuesto.- dijo entre risas.
-Hecho.
-Llámame cuando vuelvas.
Miró a su madre a los ojos – Ya no hay vuelta atrás.
Capítulo 8
Días después volvió a Nueva York. Se reunió con Glory para darle lo que quedaba del dinero que era bastante. –Quiero
que se lo devuelvas.
-No veas como se puso cuando le tiré el cheque de tres millones sobre el escritorio.
-¿Por qué?
-Respondió que si querías más, lo llevabas claro. – respondió con pena.
Apretó los labios dolida y se levantó de su silla- Voy a empezar a buscar local. ¿Te parece?
-Muy bien, avísame con lo que encuentres para extender el cheque –dijo divertida.
No podía perder el tiempo pues no tenía mucho dinero. Los ahorros que le había dado su madre no dudarían para
siempre.
Encontró un local que le parecía perfecto. Estaba en Soho y era espacioso con un amplio almacén. No había mucho
presupuesto para decoración y la iluminación era importante, así que tendría que ingeniárselas. La zona era cara pero al estar
tan destartalado el alquiler era razonable. Llamó a Glory para decírselo y le dio el visto bueno. Ya estaban en marcha.
Durante las siguientes dos semanas no paró ni un segundo. Tenían que abrir la galería cuanto antes y estaba muy ocupada.
Tenía que conseguir buenos pintores y encontrar nuevos talentos. En eso tuvo mucha suerte pues tenía unos contactos
estupendos y Glory conocía a la flor y nata de Nueva York. En una conversación en su despacho, Glory soltó la bomba- No
voy a ser tu socia a la vista de todos, Susanne.
Se quedó con la boca abierta-¿Por qué?
Glory se sonrojó- No sería bueno para el negocio pues los hombres que podrían comprar arte seguramente han sido
clientes míos y se sentirían incómodos.
-Entiendo- susurró ella.
-Pero sí puedo ayudarte a conocer a sus mujeres- dijo con picardía. –La mayoría están en la Fundación de ayuda a la
investigación contra el cáncer de la que soy vicepresidenta. Si ellas te compran, ellos no se opondrán, ¿entiendes?
-Vamos a entrar por la puerta de atrás- dijo con una mirada de picardía.
-Exacto. –Sacó una invitación de un cajón del escritorio- Dentro de una semana daremos una fiesta de recaudación de
fondos. Allí te presentaré a lo mejorcito de Nueva York, aunque con tu relación con Boyd seguramente has conocido a
muchos.
Se removió incómoda en su silla- Sí, conozco bastantes.
-Es el momento de explotar eso. No estarás en mi mesa pues no he querido que fuera algo evidente. Pero hay un baile
después, así que habrá tiempo de sobra. Tienes que llevar pareja.
Susanne se sonrojó- ¿Pareja?
Glory la miró sonriendo-Tienes una semana para conseguir un hombre atractivo, al que no le moleste que trabajes esa
noche.
Se mordió el labio inferior pensando en quien podría llevar. Desde que la habían echado de su trabajo en la galería no se
relacionaba prácticamente con nadie. –Como no lo encuentre en el supermercado...
Glory se echó a reír –Por Dios Susanne, con tu apariencia no deberías tener problema.
-¿No tendrás por ahí algún…?
Su amiga levantó la mano- No. Tiene que ser un hombre respetable. Si alguna de las asistentes lo conoce, imagina como
quedarías.
Asintió- Está bien. –dijo levantándose divertida- Me pondré un cartel al cuello “Busco pareja de baile desesperadamente”
Glory se echó a reír mientras abandonaba el despacho.
Dos días después estaba en la galería revisando los trabajos de iluminación cuando un hombre entró por la puerta. Ella le
miró con el ceño fruncido- Disculpe pero no está abierto.
El hombre que debía tener unos treinta años, era guapo para morir. Con su cabello rubio sobre los hombros iba vestido
con unos vaqueros desgastados y una camisa azul arrugada. Un artista, pensó ella al verle sonreír- ¿Puedo ayudarle en algo?-
preguntó esquivando a uno de los técnicos de iluminación.
-Eso espero –dijo con una sonrisa arrebatadora que a ella no la afectó en absoluto.-Estoy buscando a quien dirija esto
-Yo dirijo esto- respondió divertida. Extendió la mano- Susanne Hayden.
-Steven Hard- le retuvo la mano más tiempo del necesario mientras la miraba a los ojos.- Soy artista
-Me lo imaginaba. Pero siento decirte que no me suena nada tu nombre- dijo con una sonrisa de disculpa.
-Eso es porque nunca me han expuesto.- dijo haciendo una mueca. – ¿Te interesaría ver mi obra?
-Claro- nunca se negaba a ver la obra de un desconocido pues podía ser un diamante en bruto- puedes traerme tu book
cuando quieras.
-No tengo book –dijo algo avergonzado- Son caros y no me lo puedo permitir.
Ella le miró sus ojos azules y lo entendió- Está bien. ¿Y cómo quieres que lo hagamos? Me traes tu obra…
-Está en la furgoneta- dijo señalando una furgoneta que había fuera.
Susanne lo evaluó. No le gustaba subir a una furgoneta de un desconocido pero parecía que no tenía otra opción. –Vamos
a verlos- dijo dejando la carpeta que llevaba en la mano sobre una caja.
Él sonrió ampliamente- ¡Estupendo!
Le abrió la puerta y ella salió al exterior. La furgoneta azul estaba en muy mal estado y se notaba que el dinero no le
sobraba. Steven abrió la puerta de atrás- Disculpa por todo esto, sé que no es ortodoxo.
-No te preocupes –dijo con curiosidad mirando el interior de la furgoneta. Debía haber veinte lienzos de pie apoyados
unos sobre otros. Intentó subir y le dio la risa pues su estrecha falda de tubo no le permitía levantar la pierna demasiado.
-Espera que te ayudo- dijo Steven cogiéndola de la cintura y levantándola con cuidado.
-Gracias – Se acercó a los lienzos y miró el que había delante. Se le cortó el aliento en cuanto puso los ojos en él. Los
colores eran intensos y potentes. La fuerza que emanaba del cuadro, la estremeció. Nunca había conocido a alguien con tanto
talento, ni siquiera pintores consumados. Intentando esconder la emoción preguntó-¿Has enseñado esto antes?
-En unas veinte galerías- dijo decepcionado mientras Susanne miraba el segundo lienzo que era todavía mejor que el
primero. Necesitaba verlos con buena luz y se volvió hacia él para salir de la furgoneta. Steven apretó los labios al ver que no
los seguía mirando.
-Ayúdame a bajar.-Steven lo hizo y cerró una de las puertas.
Susanne entendió en ese momento lo que pensaba. –Espera un momento. No te vayas.
Cuando entró en la galería dijo a uno de los hombres- ¿Me pueden hacer un favor?
-Por supuesto, señorita- dijo dejando su tarea.
-¿Me ayudarían a sacar unos cuadros de esa furgoneta?
Todos los hombres que había en la galería salieron sin rechistar y se dirigieron a la furgoneta. Steven vio sorprendido como
uno subía y empezaba a sacar sus cuadros para dárselos a sus compañeros que comenzaron a meterlos en la galería.- ¿Qué?
-Quiero verlos bien- dijo ella sin demostrar nada. Quería asegurarse primero de lo que tenía entre las manos.
Cuando los chicos terminaron llamó a una pizzería para invitarles mientras ella miraba los cuadros colocados uno detrás de
otro en una de las paredes blancas. Caminó ante las obras con los brazos cruzados. Sus tacones resonaban en el suelo de
madera mientras Steven la observaba atentamente.- ¿Tienes más?
-Sí- respondió rápidamente.
-¿Cuantos?
-Unos veinte más.
-¿De la misma serie?
-Y de otra.
Ella se giró hacia él y le miró a los ojos- Tu exposición inaugurará la galería.
Steven abrió los ojos como platos- ¿De veras?
-Quiero que traigas los que tienes para seleccionarlos. No todos se expondrán en la inauguración pero si tenemos éxito los
demás se venderán después.
-¡Gracias!- exclamó cogiéndola de la cintura y girándola de felicidad. – ¡Dios mío, gracias!
Ella se echó a reír sujetándose en sus hombros para intentar no caerse cuando vio a alguien en la puerta- No sé como
agradecértelo, de verdad.- decía Steven mientras la dejaba en el suelo, pero Susanne no podía dejar de mirar a Boyd que
estaba delante de ella mirándola con los ojos entrecerrados. –Steven, ¿nos dejas unos minutos?
-¿Voy a por los otros?
-Sí...luego hablamos de todos los detalles.
Steven le dio un beso en la mejilla y sonrió de oreja a oreja-Gracias.
Sonrió débilmente y Steven casi sale corriendo de la galería para ir a buscar sus obras.
-Es bueno- dijo Boyd mirando su obra.
-Es un genio.-susurró ella – ¿Qué haces aquí?
-Pasaba por aquí y quería hablar contigo de algo...
-Tú y yo no tenemos nada que hablar –dijo girándose muy nerviosa para coger la carpeta.
Uno de los chicos llegó hasta ellos- Señorita, tengo que mostrarle como van los automáticos.
-Sí, por supuesto- dijo evitando la mirada de Boyd.-Enseguida voy.
-Por cierto la pizza estaba estupenda.- Susanne sonrió sin ganas.
-Nena, tenemos que hablar.- dijo Boyd dando un paso hacia ella.
Susanne lo fulminó con la mirada y dijo con voz controlada- Te repito que no tenemos nada que decirnos. Por favor, vete.
Estoy muy ocupada.
Él apretó los labios y se pasó una mano por el cabello antes de girarse e irse de la galería. Suspiró de alivio. Tuvo que
apoyarse en una de las cajas pues sentía que sus piernas no la sostenían y respiró varias veces para intentar tranquilizarse y no
ponerse a llorar por las esquinas. Cuando se sintió mejor, enderezó la espalda y se encaminó hacia el fondo de la galería.
Se sintió todo el día inquieta y cuando llegó a casa después de una reunión de varias horas con Steven, tuvo que acostarse
porque estaba agotada.
Invitó a Steven a la cena de gala pues quería que la jet set lo viera y les encandilara. Así que tuvo que ir con él a alquilar un
smoking para que no apareciera con un traje que diera la nota. En eso había que controlar a los artistas que a veces eran
demasiado bohemios.
El sábado de la fiesta, Susanne decidió ponerse el vestido de encaje que tenía guardado en el armario y que no había
llegado a estrenar. Lo acarició recordando que lo había comprado el día que había hablado por primera vez con Boyd.
Cuando se lo puso se dio cuenta que le apretaba algo en el vientre pues ya empezaba a tener algo de barriga. Estaba de tres
meses y era normal que se le empezara a notar. Se miró al espejo y se dijo que podría soportarlo. El escote de barco la
favorecía porque mostraba parte de sus hombros y que fuera tan entallado hasta la cintura, hacía que esta pareciera minúscula.
La falda caída desde sus caderas hasta los tobillos mostrando el maravilloso encaje de verde intenso. Estaba perfecta y
después de hacerse el recogido trenzado en la nuca parecía una mujer de otro siglo. Sólo se puso los pendientes de diamantes.
No podía evitarlo pues sentía mejor cuando los llevaba puestos. Con las sandalias plateadas rezó para que no lloviera. Steven
llamó a su puerta a la hora en punto y ella la abrió con una sonrisa- Puntual, así me gusta- recordando todas las veces que
Boyd se había retrasado haciéndola esperar.
-Estoy muy nervioso- dijo metiendo un dedo entre el cuello y la camisa.
Lo miró de arriba abajo- Estás muy guapo.
-Tu estás para comerte- dijo él haciéndola reír.
-Vamos. No quiero llegar tarde. Tenemos a mucha gente que conocer.
En el taxi le dio instrucciones de cómo comportarse. –Recuerda que serán los compradores. Sé encantador, sin pasarte.
No flirtees con las mujeres de manera descarada pues sus maridos son los que tienen el dinero.
Él la miró divertido- Tranquilízate.
-No jugamos mucho, Steven.-le dijo muy seria.- Seguramente será tu única oportunidad pues si fracasas ninguna galería de
Nueva York te volverá a exponer.
Steven asintió más serio- Y yo me juego mucho también. Si esto no funciona la siguiente exposición que monte no tendrá
el mismo impacto. Los clientes no asistirán a la exposición de la misma manera por muy buena que sea la fiesta.
-De acuerdo.
Ella le sonrió- Relájate y sé agradable. Esa es tu única función. Las ventas déjamelas a mí.
La fiesta era en salón del hotel Palace y al pasar por el hall del brazo de Steven recordó los ojos de Boyd el día que lo vio
por primera vez. Entraron en el salón y entregaron la invitación. Los dejaron pasar después de pasar el control de seguridad
pues se comentaba que iría alguien del gobierno y los invitados eran muy famosos. –Me siento en una película- dijo Steven
sonriendo al ver a una estrella del cine.
-No parece real ¿verdad?- dijo ella sonriendo- Vamos a movernos.
Rose de la tienda de modas se acercó nada más verla y la saludó con dos besos- Hermosa. El diseñador se quedará
encantado cuando te vea.
-¿Valentine está aquí?- preguntó sorprendida.
-Sí, querida –dijo mirando a su alrededor- Es una fiesta muy concurrida. Esperamos recaudar mucho dinero.
-Espero que lo consigáis. Es un tema muy importante que tenemos que solucionar. –le presentó a Steven y a Rose se le
caía la baba. Era un rompecorazones y sabía enamorar solamente con una sonrisa.
Rose la presentó al diseñador que apareció en ese momento. La miró fijamente y dijo –Espléndida. Digna de llevar un
diseño mío.
Se sonrojó intensamente por el cumplido y él se echó a reír. La gente se les empezó a acercar pues Valentine era muy
admirado. Steven hablaba con las damas y ella con los caballeros pues había observado a Boyd muchas veces en sus
reuniones. Sintió que se le erizaba el vello de la nuca y miró hacia atrás para encontrarse con Boyd que la observaba con una
copa de champán en la mano. Estaba guapísimo con la chaqueta del smoking abierta y una mano en el bolsillo de su pantalón
observándola fijamente. Gimió dándose la vuelta. No podía tener tan mala suerte. Glory apareció con un vestido de satén en
color gris perla y le guiñó un ojo mientras se acercaba hablando con una mujer. La reconoció al instante. Era la heredera de un
gran imperio cosmético. Tragó saliva cuando Glory se hizo la encontradiza y sonrió ampliamente aunque se sentía realmente
incómoda con Boyd observándola. Después de presentarle la dama a Steven diciendo que le consideraba el nuevo genio de la
pintura del siglo veintiuno, le dijo a Glory discretamente al oído- Está aquí.
-Lo sé- dijo algo molesta- No sé de dónde ha sacado la invitación. Me negué a venderle una pero aún así ha conseguido
venir.
-¿Quería una entrada y tú se la negaste?- preguntó sorprendida.
-¿Y dejar que nos arruinara nuestra gran noche? Sonríe querida. Voy a traerte a otra buena pieza- dijo antes de girarse y
saludar- Richard querido, que alegría que hayas venido. ¿Qué tal tu esposa?
La observó irse cuando alguien le susurró al oído- Estás preciosa, nena.
Su aliento la estremeció y apretó la copa de champán que no había probado. Enderezó la espalda y sonrió girándose
lentamente- ¡Boyd, que sorpresa!
-Si ya me habías visto- dijo irónico antes de beber de su copa.
-Esperaba que fuera un espejismo.
-Los espejismos normalmente son de algo que se desea mucho- dijo él con voz grave mirándola a los ojos. A Susanne se
le borró la sonrisa.
-Si me perdonas, mi pareja me está esperando- dijo dando un paso a un lado.
Boyd le bloqueó el paso –Sí, ya he visto a tu pintor. Casi no lo reconozco después de peinarse.- dijo irónico.
-¿Susanne?- preguntó Steven acercándose a ella y cogiéndola de la cintura de manera amigable.
-Steven permite que te presente. El es Boyd Campbell. Un importante empresario- eso último lo dijo con algo de ironía.
Boyd observó la mano de Steven en la cintura de Susanne y apretó los labios antes de mirar a Steven a los ojos. –Así que
tú eres su descubrimiento. –dijo extendiendo la mano.
Steven asintió con una sonrisa mientras se la estrechaba sin soltar a Susanne- Eso espero.
-He visto tu obra y me ha parecido estupenda- dijo él sinceramente.
-Oh sí, el otro día en la galería. Perdona que no me presentara pero estaba muy emocionado.
-Ya- dijo mirando la cintura de Susanne- Cielo, ¿cómo te encuentras?
Se enderezó tensándose- Bien, gracias.
-¿No tienes nauseas o mareos?
Steven la miró con el ceño fruncido- ¿Estás enferma?
-No –Susanne fulminó con la mirada a Boyd- Estoy muy bien. Steven, vamos a saludar a una amiga que acaba de llegar.-
dijo cogiéndolo de la mano con intención de tirar de él.
-Está embarazada- dijo Boyd dejándola sin aliento. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo tenía el descaro de hablar de su
embarazo?
Steven la miró sorprendido – ¿De verdad?
Ella se sonrojó- Sí.
Su amigo se echó a reír y la abrazó- Felicidades.
Susanne fulminó con la mirada a Boyd mientras Steven la abrazaba. Parecía muy satisfecho de sí mismo- Me encantan los
niños- dijo Steven cogiéndola por los hombros y apretándola a él.
Esa frase no pareció gustar ni un pelo a Boyd que entrecerró los ojos- Si me disculpáis tengo que ir al aseo.- dijo
alejándose de ellos. Ya no lo soportaba más. Al entrar en el tocador se dio cuenta con horror que estaba hasta los topes.
Suspiró saliendo de allí y para calmar los nervios prácticamente se escondió detrás de unas plantas de la decoración. Estaba
casi a oscuras mientras apoyaba la espalda en la pared con los brazos en jarras intentando controlar la respiración. – ¿Estás
bien?-preguntó Boyd cerca de ella.
-Por Dios, ¿no puedes dejarme en paz?- preguntó mirando a su alrededor.
Se acercó a ella y le levantó la barbilla- Estás algo pálida.
Se alejó de él como si tuviera la peste. –No me toques- dijo con desprecio dándole la espalda.
La cogió por la cintura girándola para que lo mirara.- Nena, lo siento.
-¡Déjame!- exclamó ella empujándolo por los hombros- ¡Suéltame ahora mismo, Boyd!
La agarró por la barbilla obligándola a mirarlo- No te juzgue con objetividad. Lo siento.
-No me importa que lo sientas. Ya no me importa nada de ti- dijo ella con voz fría.
-Ah ¿no?- preguntó antes de besarla como sino hubiera mañana. Gimió al sentir sus caricias en su boca aunque intentó
separarse. Al darse cuenta de que no tendría resistencia le dio una patada en la espinilla haciéndose un daño horrible en el
dedo gordo del pie. – ¡Joder! –exclamó él llevándose la mano a la rodilla. Sonriendo la miró-Nena, me has roto la rodilla
-¿Boyd?- preguntó ella apoyando una mano en la pared.
Él se incorporó mirándola preocupado – ¿Te encuentras mal?
-Creo que me he roto el dedo- dijo al borde de las lágrimas. Le había arruinado la noche.
Boyd se agachó rápidamente y le miró el pie. –Joder –dijo cuando le tocó el dedo y ella chilló- Sí, está roto.
-¿No podías dejarme en paz?- preguntó llorando.- ¡Me has arruinado la noche!
-Tranquila, nena. Voy a buscar a Glory.
-¡No! Llama a Steven- dijo ella limpiándose las lágrimas. Encima seguro que tenía todo el rimel corrido.
-No te muevas de aquí.- dijo saliendo de detrás de la planta rápidamente. Se acercó a un hombre que frunció el ceño y
asintió para luego seguirlo. ¿Era idiota? ¿No le había quedado claro que llamara a Steven?
-Nena, el es el doctor Madison.
-¿Doctor?- saludó fulminando con la mirada a Boyd. – ¿Dónde está Steven?
-No le he llamado- contestó diciendo lo evidente, mientras el doctor se agachaba colocando el pie de Susanne sobre su
rodilla.
Se lo movió lentamente y reprimió un grito- Sí, está roto. Su noche ha terminado. Tiene que ir a urgencias.
-Gracias, doctor – dijo ella intentando sonreír- Le enviaré una invitación para una exposición que estoy organizando.
-La espero ansioso- respondió él con una sonrisa saliendo de detrás de la planta.
Le miró con odio- Te mataría.
-Lo sé, pero no es culpa mía que des patadas sin ton ni son- dijo evaluando la situación. –Hay que ir a hospital y Steven se
tiene que quedar para que le vean.
-Yo también tengo que quedarme. –dijo entre dientes.
-Ni hablar. Tengo una idea- salió de detrás de la planta y atravesó el salón. Frustrada decidió que si se sentaba tampoco
sería para tanto. Le palpitaba el dedo pero eso era todo. Después de la cena se tendría que ir pero no sería tan evidente que
había abandonado la fiesta. Una chica morena y muy guapa se acercó a ella – No sabía si era esta la planta-dijo divertida- Soy
Elisa Moore. Soy amiga de Boyd.
-Encantada – dijo con una sonrisa forzada. – ¿Y él dónde está?- preguntó queriendo matarlo.
-Buscando a mi nueva pareja. ¿Tú eres Susanne?- la miró de arriba abajo y se dio cuenta de que era la mujer que había
salido de la limusina con Boyd aquel día.
-Sí- respondió algo molesta porque le hubiera enviado a su nueva amiguita para acompañarla.
-Me ha dicho que te has roto el dedo del pie dándole una patada- dijo divertida.
Gimió queriendo matarlo y Elisa se echó a reír- Le viene bien que lo vapuleen un poco. En ese momento llegaron Steven y
Boyd- ¿Qué ha pasado?
-Me he roto el dedo del pie pero no pasa nada. Me sentaré en mi sitio...
-Ni hablar- dijo Boyd muy serio – Vamos al hospital y Elisa se encargará de presentar a Steven a lo mejor de la sociedad
neoyorkina ¿Verdad?
-Claro- dijo ella comiéndoselo con los ojos.
Steven sonrió de oreja a oreja- ¿No es molestia?
-¿Estás de broma? Nos lo vamos a pasar estupendamente.
-Tenéis que promocionar la galería- dijo ella mirando a Steven –A todo él que conozcas diles donde pueden comprar tus
obras.
-Entendido.
-Y di que la exposición es en dos semanas. Recuerda sus nombres.
-Tranquila –dijo Elisa sonriendo- Te enviaré por mail sus nombres y direcciones.
Gimió de alivio- Gracias, eres un sol .
-¿Y yo qué?- preguntó Steven divertido.
-Tú también.
-¿Y yo?- preguntó divertido Boyd.
-Tú eres idiota.
Elisa se echó a reír mirando la cara que puso Boyd y cogió del brazo a Steven que parecía confundido. Boyd hizo una
mueca. – ¿Nos vamos?
-Puedo ir sola- dijo saliendo cojeando para no apoyar el dedo gordo del pie. –Tú quédate y dona dinero- dijo irónica.
Fue hasta la salida con él detrás mirándola atentamente. Al salir del salón Boyd puso los ojos en blanco y la cogió en
brazos de repente haciéndola gritar del susto.
-¿Eres idiota? ¡No quiero tu ayuda!- exclamó ella sin querer tocarlo.
-Susanne cuando alguien te ofrece ayuda...
-No quiero nada de ti, ¿estás sordo?
Él la miró a los ojos y apretó los labios como si se estuviera mordiendo la lengua. Cuando salieron fuera del hotel, allí
estaba la limusina de Boyd. El chofer les abrió la puerta rápidamente cuando un flash la sobresaltó. –Mierda- dijo ella entre
dientes cuando la metía en la limusina.- Esto es estupendo, Boyd.
-Lo arreglaré- dijo él entrando en el coche.
-Mañana sabe Dios lo que pone el periódico- dijo furiosa.
-Te he dicho que lo arreglaré.
Decidió callarse pues no podía hablar sin enfadarse. Miró por la ventanilla ignorándolo.- ¿Has ido al médico?
Sabía perfectamente a lo que se refería pero no pensaba contestar a ese tipo de preguntas. De hecho no pensaba
contestar a ninguna pregunta.
-Así que esa es tu táctica ¿eh?- preguntó enfadándose. – ¡Al menos mírame!
Al cabo de unos minutos Boyd suspiró y dijo- ¿Qué querías que pensara, Susanne? ¿No te parecía lógico mi punto de
vista?
Ella se mordió la lengua furiosa por no decirle cuatro cosas- De la manera que nos conocimos no te tenía mucha confianza,
debo reconocerlo.
Ya no pudo más- ¿Es que en cuatro meses no tuviste tiempo a conocerme? Porque yo a ti te conozco muy bien.
-No es cierto –dijo con ironía.
Ella lo fulminó con la mirada- Eres un cobarde de mierda- dijo dejándolo de piedra- Cuando me llevaste de viaje, querías
mantenerte distante por eso lo de las dos habitaciones pero al ver que te acercabas a mí, decidiste hacerme daño para que no
me hiciera ilusiones- dijo con desprecio- y me lo dejaste todo muy claro
Boyd palideció- No fue intencionado.
-Eres un mentiroso. Me hiciste daño a propósito dejándome claro que era una puta y que no olvidara mi lugar. –le miró
con dureza- Aprovechaste tu superioridad para dominar la situación tratándome como si fuera escoria y cuando protesté
diciendo que te dejaba utilizaste la química que tenemos para doblegarme.
-No quería hacerte daño- protestó él.
-¡Sabías de sobra que me hacías daño!- gritó ella furiosa- Lo sabías.-Boyd se mantuvo callado apretando las mandíbulas-
Pero eso te lo perdonaba porque yo también era responsable al dejarte tratarme así. Era culpa mía también. Pero lo del niño
no te lo perdonaré nunca.
Se giró para mirar por la ventana y dijo calmadamente después de haberse desahogado- Como dijiste, no es tu problema.
Capítulo 9
La limusina se detuvo y ella lo fulminó con la mirada- Ni se te ocurra tocarme- Abrió la puerta que tenía al lado y salió con
cuidado. El chofer al otro lado la miró sorprendido al verla salir. –Susanne…
Ella miró al chofer y gritó – ¡Largo de aquí! Lléveselo de mi vista.
Boyd salió del coche suspirando y el chofer se metió en el coche- Nena, por favor.
Vio donde la había llevado. Era una clínica privada donde ella no tenía póliza- ¿Pero dónde me has traído?- preguntó
furiosa.
Salió un enfermero con una silla de ruedas. Se giró para empezar a caminar calle abajo y buscar un taxi mientras el
enfermero y Boyd no perdían detalle- La entrada es por aquí- dijo el enfermero confundido al ver a aquella mujer con traje de
fiesta cojeando calle abajo.
-Nena, déjate de tonterías.
Eso la enfureció más- ¡No te metas más en mi vida!- gritó desgañitada.
-Te va a empezar a doler la cabeza- dijo él mirándola preocupado.
Furiosa no lo soportó más y le tiró el bolsito de mano a la cara. Él lo esquivó he hizo una mueca cuando vio como se abría
su bolso desparramando su contenido en el suelo- Cielo, has roto el móvil.
Su tono suave la puso de los nervios y se acercó cojeando dándole un tortazo en la cara. Al ver que no se movía, gritó
furiosa intentando abofetearle otra vez pero Boyd la cogió de las manos, girándola y apretándola contra su pecho- Lo siento,
nena.
-Suéltame.
-Le tengo aprecio a mi cara- la besó en el lóbulo de la oreja antes de cogerla en brazos y sentarla en la silla de ruedas.
-Creo que está todo –dijo el enfermero sonriendo, entregándole el bolsito- Mi mujer también se pone algo nerviosa
cuando va al hospital
-Son las hormonas, está embarazada.
-¿Quieres dejar de decírselo a todo el mundo?- gritó ella viéndolo sonreír.
-Claro, nena.
Afortunadamente la metieron en una sala y él se quedó fuera porque estaba al borde del llanto por la impotencia. Un
médico entró en la sala y vio su cara- No se preocupe, sólo es un dedo roto- dijo el hombre intentando animarla.
Sonrió débilmente y le médico la exploró. – ¿Qué ocurrió?
-Le pegue una patada al idiota que hay fuera y mire lo que me ha pasado- respondió furiosa.
-Nena, te he oído- dijo Boyd desde fuera divertido.
El doctor sonrió- Boyd me ha dicho que está en estado.
-Sí.
-Tomaremos las precauciones necesarias, no se preocupe.
Asintió viéndolo salir. Le oyó hablar con Boyd y este entró en la en la sala- Vete.-murmuró ella dejando caer la cabeza en
la camilla.
Él apoyó las caderas en uno de los armarios de hospital que había en la sala y se cruzó de brazos. –No me voy a ir, así
que déjalo de una vez.
Le observó unos segundos y le miró con odio al verlo tan guapo como siempre. Apretó los labios y le ignoró sacando el
móvil de su bolsito. Se había roto la carcasa pero milagrosamente funcionaba. Glory le había envidado un mensaje diciendo
que cuando saliera del hospital la llamara. Sonrió al ver el mensaje de Steven diciendo que todo iba de perlas y que Elisa era
una relaciones públicas estupenda. Al mencionar a Elisa volvió a apretar los labios. –Es una amiga –dijo Boyd leyéndole el
pensamiento.
Al ver que ella no respondía continuó- El día que nos viste en la calle la llevaba a su casa. –él suspiró- Tenía que haberte
presentado pero…
-No tienes que darme explicaciones- dijo furiosa. –Ya no me importa.
-Mientes. Sino te importa no sé porque te enfadas tanto.
-Me enfado porque todavía no entiendo que haces aquí Boyd. ¿Qué haces aquí?-preguntó sentándose en la camilla.
Él la miró con sus ojos grises –Quiero que vuelvas.
Ella palideció al oírlo –Estás loco.
-Vas a tener un hijo mío y quiero que estemos juntos.
-Hace nada no querías este niño que ahora consideras tuyo. Y ahora soy yo la que digo que no vas a formar parte de su
vida.
Boyd se enderezó y antes de darse cuenta estaba a su lado cogiéndola por la nuca para que lo mirara a los ojos – Ahora
escúchame tú. Vas a estar en mi vida y el bebé también. Creo que me conoces lo suficiente para saber que cuando quiero
algo, lo quiero ya y puedo ser muy duro para conseguir lo que quiero.
-No puedes obligarme-dijo retándolo.
-Claro que puedo –le acarició la mejilla con el pulgar y Susanne intentó apartarse.- ¿Te recuerdo que tengo un contrato en
mi poder que te destrozaría socialmente?
Abrió los ojos como platos- No harías eso, tú quedarías peor que yo.
-¿Por qué? ¿Por contratar una prostituta?- Susanne tragó saliva – Ni un sólo hombre que conozco me juzgaría por eso. En
cambio a ti te destrozaría.
-Ni siquiera eres un hombre. Eres peor que una rata.-dijo con desprecio.
-Además está el tema del niño- dijo duramente aunque la acariciaba con suavidad- ¿A quién crees que le darían la
custodia?
Los ojos se le llenaron de lágrimas y él suavizó el gesto- No llores, nena. Nos llevaremos bien, ya lo verás.
-Te odio.
Él la abrazó consolándola –Todo irá bien.- Ella se intentó apartar pero no la dejó. Se limpió las lágrimas mirándolo con
odio. –Te juro que te arrepentirás de esto.
Boyd sonrió acariciando su oreja.-Y yo te juro que cambiarás de opinión.
El doctor apareció con una enfermera y frunció el ceño cuando la vio llorar. –Boyd ¿puedes esperar fuera?
Le hicieron una prueba pero ella no dejaba de darle vueltas al tema de Boyd intentando encontrar una solución. Lo había
planeado bien. Tenía que hablar con Glory. Mientras le vendaban el dedo al que tenía al lado se mordió el labio inferior de
impaciencia. El médico le trajo un zapato plano horrible y se echó a reír al verle la cara- Lo siento pero no lo hay de otro
color- dijo divertido.
Tenía unos velcros para cerrarlo y pensar que tendría que llevarlo cuatro semanas cuando tenía la exposición en dos, la
hizo gemir.- ¿Es imprescindible?
-Sí- respondió el médico muy serio.-Sino quiere problemas en el futuro debe llevarlo.
-Dios mío –aquello fue el colmo y se echó a llorar otra vez.
De repente Boyd estaba a su lado abrazándola – Nena, no es tan horrible.
-Sí que lo es. La exposición es en dos semanas- dijo rechazándolo- Parece que te han puesto en este mundo para
destrozarme la vida.
El médico carraspeó –Le daré unos analgésicos para el dolor que no le afecten en su embarazo.
-Bien- dijo Boyd mirándola fijamente.
Salieron de allí en silencio y cuando llegaron a su casa ella salió lo más rápido posible del coche intentando entrar en el
portal antes que él. Algo totalmente imposible teniendo en cuenta como andaba. Subió detrás de ella y entró en casa sin que
pudiera impedírselo. – ¡Vete de una maldita vez!
-Siéntate, Susanne- dijo él indicándole el sofá
-¡No me des órdenes en mi casa!
Boyd se metió las mano en los bolsillos del pantalón – Mañana vendrán los de la mudanza.
Ella se quedó con la boca abierta- ¿Qué?
-Se encargarán de todo. Tú sólo tienes que indicar lo que quieres conservar y se guardará en un guardamuebles.
-¡No!- exclamó horrorizada.
-Estás muy ocupada con la exposición y mañana es domingo. No pienso esperar hasta el fin de semana siguiente.
Ella no sabía que decir y él continuó-Esta noche puedes quedarte aquí pero mañana dormirás en mi cama.
Se tuvo que sentar porque se estaba mareando. Boyd se acuclilló ante ella- Sé que intentarás hablar con Glory para que lo
solucione –dijo apartando un mechón de cabello rubio de su mejilla- pero como lo hagas destrozaré su imagen ante todo
Nueva York. Filtraré a la prensa a lo que se dedica detrás de su filantrópica carrera y daré detalles bastante jugosos para
demostrarlo.
-Eres un demonio- susurró mirándolo a los ojos.
-Como te dije siempre consigo lo que quiero – dijo antes de besarla suavemente en los labios.
Se apartó de él con asco y Boyd apretó los labios- Te veo mañana.
Se levantó dejándola allí temblando- Toma las pastillas para el dolor.
Salió del apartamento y ella se tumbó en el sofá mientras lloraba desconsolada. Entonces se dio cuenta que la única
manera de escapar de él era yéndose de Nueva York. No tenía otra opción. Gimió al pensar en Steven y en Glory. No podía
dejarlos en la estacada. Ella le había echado una mano cuando lo había necesitado y Steven se merecía una oportunidad.
No se movió del sofá en toda la noche, ni se tomó las pastillas. Por la mañana al oír que se abría la puerta, ni se molestó en
mirar. Oyó un suspiro y Boyd se arrodilló al lado de su cara. –No has dormido en toda la noche –dijo él al verle la cara. –
Nena, tienes que dormir.
No respondió, ni le miró – Tampoco has tomado las pastillas para el dolor- le dijo viendo el frasco donde él lo había
dejado.
Ella lo miró sin vida en los ojos y Boyd se asustó- Susanne, ¿estás bien?
Al no decir nada la cogió en brazos y la llevó hasta la habitación. La dejó de pie al lado de la cama y la desvistió. Ella se
dejó hacer sin fuerzas y al verla desnuda le acarició el vientre- Todo irá bien, te lo prometo. – la echó sobre la cama y se
tumbó a su lado. Le acarició mejilla.-Ahora duerme, yo me encargo de todo.
Al ver que no se dormía se preocupó. Se levantó cuando llamaron a la puerta y fue a abrir. Oyó a los hombres de la
mudanza al otro lado de la puerta empezar a embalar sin su consentimiento. – ¿Qué pasa aquí?- preguntó Ruth asombrada
desde el salón.
Oyó que Boyd le decía algo pero no lo entendió. Ruth gritó – ¡Quiero hablar con ella!
Las palabras de Boyd debieron convencerla porque no volvió a oír su voz. Boyd volvió un rato después y se acercó a la
cama. –Se acabó, sino duermes te llevaré a casa.
Fue hasta el armario y cogió un vestido suelto de verano. Se lo puso como si fuera una muñeca y le puso un abrigo encima.
La cogió en brazos y al salir al salón los de la mudanza los miraron sorprendidos. –Recojan la ropa y los enseres personales de
la habitación- ordenó él llevándola a la puerta. –y llévenlos a mi casa cuanto antes.
Cuando la metió en la limusina la sentó sobre sus rodillas acariciándole el cabello. Sonó su móvil pero él lo ignoró
mirándola preocupado. Al llegar a la Quinta Avenida la subió al último piso pero ella sólo miraba los botones de la camisa azul
de sport que llevaba. La tumbó en su cama y la volvió a desnudar. Cogió su móvil y salió de la habitación. Se enroscó
abrazando la almohada. Veinte minutos después entraba el médico que la había atendido el día anterior y no se inmutó. – ¿Qué
le ha pasado?- preguntó el doctor mirando a Boyd.
-Está pasando un mal momento.
-¡Por Dios Boyd, está embarazada! ¡Tiene que estar tranquila!
-Para mi gusto está demasiado tranquila- dijo nervioso pasándose la mano por el pelo- ¡Haz algo!
El médico apretó los labios y sacó una jeringuilla –Voy a darle algo para que duerma. Si continua así cuando se despierte
quiero ingresarla.
Boyd palideció.- ¿Qué le pasa?
-¡Está totalmente apática, Boyd! ¡Sino ha reaccionado cuando despierte, haz lo que te digo!
-Bien.
El médico la observó mientras la inyectaba y se sentó a su lado unos minutos. Afortunadamente sus párpados se fueron
cerrando dándole el alivio que necesitaba.
Cuando despertó tenía la boca pastosa. Sentía la mente algo nublada y gimió pues le dolía el dedo del pie. Miró a su
alrededor sorprendida y recordó lo que había pasado. La habitación era enorme y la cama parecía un campo de fútbol. Estaba
decorado en colores tierra y necesitaba unos toques de color. Se dio cuenta de que estaba desnuda y bajó las piernas al suelo.
–Te has despertado- Boyd estaba en la puerta y parecía que la miraba con alivio
-Sí- susurró ella pasándose la mano por su cabello suelto. Se levantó y se tambaleó. Al intentar sujetarse tiró la lámpara
que había sobre la mesilla de noche. – ¡No!- exclamó al ver que el cristal de la base se rompía en mil pedazos.
Boyd la cogió en brazos- Nena, no pasa nada.
-Pero era muy cara ¿verdad?- dijo al borde de las lágrimas- Tú no tienes nada barato,
Él sonrió dejándola en el baño. – ¿Necesitas ayuda?
-¡No!- exclamó horrorizada.
Cuando Boyd salió miró a su alrededor asombrada. Un enorme jacuzzi donde cabían cuatro personas, una ducha con un
plato enorme, un lavabo de dos senos, mármol de arriba abajo. Todo de primera. Hizo una mueca y usó el inodoro pensando
en que si había roto la lámpara que comprara otra. De hecho pensaba romper muchas cosas en el futuro. Pensaba ser muy
torpe. Salió del baño con un albornoz blanco que había en uno de los colgadores y vio que los cristales habían desaparecido.
De hecho había desaparecido la otra lámpara también. Boyd estaba hablando por teléfono y frunció el ceño al ver que estaba
en vaqueros y camiseta. Se sentó sobre la cama y él la miró de reojo, colgando inmediatamente.- ¿Seguimos en domingo? –
preguntó mirándolo a los ojos.
-Es lunes, cielo. Y son las tres de la tarde. ¿Tienes hambre?
-¿Lunes?- preguntó horrorizada- Tengo trabajo.
-Hoy no irás. Ya me he encargado de todo- dijo acercándose a la cama.
-¡Tengo que ir a pagar a los electricistas!
-Ya está arreglado- se sentó a su lado- Ahora tienes que comer.
Entonces se dio cuenta de algo – ¡No has ido a trabajar!
-No. –la cogió de la mano y la levantó llevándola hasta el salón donde estaba preparada la comida.
-¿Se está acabando el mundo?
Boyd se echó a reír sentándola en una de las sillas. Estaba hambrienta y se sirvió lo que le apetecía que era un pollo en
salsa con bastante puré de patatas, aunque había varias cosas para elegir. –Preciosa, ¿no quieres nada delante?
-No- dijo mirándolo con los ojos entrecerrados. Él levantó las manos en señal de rendición.
-¿Cuando tienes la próxima revisión?
Gruñó masticando el pollo y se negó a contestar.- Lo digo porque tengo que reorganizar la agenda.
Eso sí que la sorprendió. Que Boyd cambiara la agenda para ir con ella al ginecólogo la descolocó- No hagas eso.
-¿El que?
-¡Ser alguien que no eres!
La miró muy serio y asintió.- ¿Crees que estoy fingiendo?
-No sé lo que estás haciendo- dijo con desprecio. -Si crees que vas a conseguir algo estás muy equivocado.
Boyd apretó los labios y asintió- Dentro de nada serán las Navidades y había pensado...
-Ni se te ocurra terminar esa frase. Yo voy a ir a ver a mi madre.- siguió comiendo mirando su plato.
-Que podíamos invitar a tu madre a una casa que tengo en Méjico - terminó ignorando lo que había dicho. No respondió
sin dejar de comer. –Podemos estar allí dos semanas. Estarás de seis meses.
Levantó la vista de golpe- ¿Cómo lo sabes?-Boyd bebió algo de vino- ¿Me has investigado?
-Tenía que saber lo que estabas haciendo. –dijo sin ningún tipo de arrepentimiento.
-¿Por qué?- preguntó sorprendida- No querías saber nada de nosotros ¿por qué me investigabas?
Se encogió de hombros y siguió comiendo mientras ella lo observaba –Estás enfermo.
Boyd la observó con los ojos entrecerrados. –Nena, está empezando a cansarme ese tono.
-¡Pues te fastidias!
Él se levantó despacio y dijo tranquilamente-Creo que ya has comido lo suficiente
-¿Ahora me castigas sin comer?- se burló ella –Eres absurdo.
La cogió de la muñeca y le quitó el tenedor de la mano dejándolo encima de su plato vacío. La levantó de la silla y
Susanne entrecerró los ojos.-Ni se te ocurra.- dijo tirando de su muñeca.
-¿El que, nena?- la excitación la recorrió al ver su mirada. La conocía perfectamente.
La acarició en el cuello hasta llegar al lóbulo de la oreja. Algo que sabía que la volvía loca. Se apartó de golpe e intentó
soltarse pero él le cogió la otra muñeca colocándolas detrás de su espalda y sujetándolas con una sola mano. – ¿También eres
un violador aparte de chantajista?
Boyd se echó a reír y le desató el albornoz lentamente. –En cuanto te toque como tú y yo sabemos, estarás deseosa cielo.
Lo sabes muy bien.-dijo con voz ronca acariciando su cintura y subiendo la mano hasta llegar a su pecho. –Estás preciosa,
nena. Has nacido para estar embarazada. –rozó el pezón con su pulgar y cerró los ojos al sentir una oleada de placer que la
hizo jadear- Eso, cielo. Disfruta de lo que tenemos- La cogió en brazos rápidamente y la llevó hacia su dormitorio. La tumbó
sobre la cama y se desvistió rápidamente- Ha pasado mucho tiempo –dijo cuando estuvo desnudo ante ella.
-Te odio- susurró ella muerta de deseo.
-En este momento –dijo tumbándose sobre ella y haciéndola jadear al sentir su piel- me importa poco.
Entró en ella de golpe haciéndola gritar provocando que arqueara su cuello que en ese momento le besaba Boyd mientras
acariciaba sus pechos. –Eres mía – dijo mirándola a los ojos.- ¡Dilo!
-¡No!- volvió a empujar en ella firmemente y Susanne se aferró a sus hombros clavando sus uñas en su piel.
-Dilo – gruñó él antes de besarla apasionadamente mientras volvía a empujar fuertemente haciéndola volar. Él esperó a
que se recuperara mientras le besaba el cuello. Cuando abrió los ojos, Boyd levantó la vista y sonrió- Dilo.
-No- Volvió a empujar en ella haciéndola gritar de placer y así continuó hasta que ella entre lágrimas dijo que sí sólo para
que la dejaba en paz. Pero Boyd no la creyó y no le dio descanso en horas.
Somnolienta y agotada la cogió entre sus brazos mientras se dormía- No lo has dicho en serio pero conseguiré que lo
digas- susurró él acariciando su espalda.
-No-respondió antes de dormirse.
A la mañana siguiente se despertó sobre Boyd como siempre cuando dormía con él. No había pasado desde el viaje a
Hong Kong y le trajo malos recuerdos. Boyd se dio cuenta de que estaba despierta y le acarició el trasero- Nena, tienes que
darnos una oportunidad- susurró él – Sino lo haces por nosotros, hazlo por el niño.
Ella tensa levantó la mirada- Siempre que creo que no puedes caer más bajo, consigues caer un poco más- se levantó de
golpe y Boyd suspiró viéndola cojear hacia el baño.
Cuando salió del baño, Boyd entró para ducharse. Ella buscó su ropa en el vestidor y abrió la boca asombrada al ver que
todo estaba colocado pulcramente en un lado del vestidor. Cogió un vestido color azul intenso y unas medias negras. Tenía
que llevar aquel chisme horrible pero lo haría con estilo. Una manoletina de piel negra completaría el conjunto.
Sacó la ropa y la tiró sobre la cama, colocando las bragas a propósito sobre el vestido. Boyd salió secándose la cabeza y
levantó la ceja al ver la ropa interior. Entró en el cuarto de baño y cerró la puerta de golpe dando un fuerte portazo. Para
ducharse tuvo que tener cuidado de no mojar la venda. Cuando salió con el pelo húmedo y con una toalla alrededor del
cuerpo vio como él salía del vestidor ajustándose la corbata granate que llevaba- Esta tarde tengo una reunión de la que llegaré
algo tarde.
-Como si me importara- susurró ella poniéndose la ropa interior.
-¿Supongo que no te apetece comer conmigo?- preguntó divertido.
-Muérete.
Boyd la observó unos minutos mientras se vestía- Te veré esta noche.-dijo yendo hacia la puerta
Susanne ni se molestó en responder mientras se subía la cremallera del vestido. Boyd antes de salir se giró y se acercó a
ella- Nena, entiendo que estás furiosa –dijo mirándola enfadado- Pero no te voy a tolerar que me trates como si fuera una
mierda.
-¿Cómo te sientes?- preguntó sonriendo- ¿A qué no es agradable?
Él la cogió por la nuca – Fuiste tú la que firmaste aquel contrato. –dijo entre dientes –siento recordártelo pero eras tú la
que te ofreciste y yo él que compré. Porque te compré, Susanne. Sabías lo que quería y como lo quería. Siento que no fuera lo
que tú esperabas. Pero tú fuiste la que te quedaste embarazada, aún sabiendo que yo te había pedido que tuvieras cuidado.-
Susanne palideció pues sabía que tenía razón- No me lo tomé bien porque no teníamos una relación y tienes razón, cuando
volvimos de Hong Kong me alejé de ti a propósito porque no quería que nuestra relación fuera más allá de lo que habíamos
acordado. Por muy a gusto que estuviera contigo no quería tener una relación con nadie y por eso te contraté.
-Entonces ¿a qué viene esto?- susurró ella con lágrimas en los ojos.
-Viene a que ahora las circunstancias han cambiado y no eres la avariciosa que pensaba que eras.-le acarició la barbilla-
Vamos a tener un hijo y tenemos que llevarnos bien. Antes no quería pero ahora todo es distinto.
-Había renunciado a todo lo que pudiera reclamarte del niño...
-Si hubieras sido la egoísta que creía, capaz de traer un niño al mundo para beneficiarte, te hubiera aplastado en los
tribunales quedándome con mi hijo pero te ofrezco vivir conmigo e intentarlo.
Nada de amor, ni de te he echado de menos que era lo que necesitaba oír. Sólo lo probarían por el niño y si no funcionaba
la única que sufriría sería ella. –No me quitarás al bebé.
Él suspiró y dijo en voz baja- No has entendido nada.
Se dio la vuelta y se fue dejándola sola.
Susanne se sentó en la cama pensando en lo que le había dicho y tenía razón. No había entendido nada.
Capítulo 10
Cuando llegó a la galería para empezar a organizar la exposición, le sonó el móvil. Suspiró viendo que era Glory- ¿Qué
rayos ha pasado? Ruth me ha dicho que te has mudado.
Se sentó en su sillón y apoyó los codos en el escritorio- Me he mudado con él.
-¿Qué?- gritó su amiga al otro lado de la línea.- ¿Estás loca?-no sabía que decirle – ¿Qué ha hecho?- preguntó su amiga
desconfiando de Boyd-¿Qué te ha dicho para convencerte?
-Hemos hablado y vamos a intentarlo por el bien del bebé.
-No me lo trago. ¿Estás en la galería?
-Sí- susurró ella viendo la factura pagada del electricista encima de la mesa.
-Voy para allá.- Su amiga colgó antes de que pudiera impedírselo y se mordió el labio inferior.
Media hora después Glory entró en la galería con paso firme. Estaba preciosa con un abrigo de pelo de camello y su
birking. –Bien –dijo tirando el bolso al suelo y poniendo los brazos en jarras mirándola de arriba abajo. Frunció el ceño al ver
su pie- Dios mío ¿no tendrás que llevar esa cosa horrible mucho tiempo?
-Pienso ponerla de moda- dijo sonriendo.
Glory la miró a los ojos- ¿Qué ha pasado, Susanne? Y quiero que me digas la verdad.
Dejó el cuadro que tenía en la mano, apoyado en la pared y tomó aire- No puedo decírtelo
-¿Te ha amenazado?
-Sí.- susurró avergonzada por su comportamiento.
-Ya me imagino con que- dijo loca de rabia- ¿Te ha amenazado con publicar tu historia?
-No sólo eso.
-¿Con quitarte al niño?- preguntó escandalizada- Por Dios, es un monstruo.
-No digas eso- dijo defendiéndolo sin saber porque- Quiere intentarlo y…
-¡Quiere obligarte a que lo intentes!- exclamó Glory fuera de sí. –Lo que te está diciendo es pórtate bien porque sino ya
sabes lo que pasará....
-No te metas, por favor- dijo angustiada.
Su amiga entrecerró los ojos- No se atrevería.
Al ver que no decía nada gritó-¡Nadie, nadie me amenaza y sale impune!
-No hará nada- dijo ella llorando.
-¡No pienso dejar que esto pase! ¡No pienso dejar que te manipule de esta manera! ¡Que vivas asfixiada por un temor a
que te aparte de tu hijo!
-Por favor Glory, no hagas nada. Quiero intentarlo- dijo temiendo que todos salieran perjudicados por eso.- Si dentro de
un tiempo no ha funcionado, buscaremos una solución.
Glory apretó los labios –Si llego a saber esto...Nunca imagine que él pudiera hacer una cosa así. Me siento culpable.
-Tú no tienes la culpa de nada.
-Claro que sí. Conozco a Boyd desde hace años y al ver tu situación, quería intentar solucionar la vida de ambos. Él
necesitaba compañía y tú compañía con dinero. Era perfecto.
Se quedó con la boca abierta – ¿Querías emparejarnos?
Glory hizo una mueca- Y al veros en el despacho y como saltaban las chispas, supe que tenía razón. Tú lo suavizarías y él
te protegería. No sé todavía porque demonios ha pasado esto.
-Pero me dijiste que no me enamorara.
-Para el caso que me hiciste- dijo antes de chasquear la lengua.
De repente al ver lo absurdo de la situación se echó a reír y su amiga también .Se abrazaron riendo a carcajadas – Somos
idiotas ¿verdad?
-No está todo perdido –dijo Glory apartando su melena – ¿Le amas mucho?
-Sí.
-Como esta vez no te trate bien, lo mato. Conozco a unos colombianos...
-¡Glory!
-¿Y qué piensas hacer?- dijo cogiéndola por los hombros y sentándola en una de las sillas.
-¿Hacer?
-Querida tienes que enamorarlo para que sufráis en igualdad- dijo divertida.
-¿Cómo voy a hacer eso?
-¡Niña! ¡Eres una profesional! –dijo riéndose- ¡No me digas que no has aprendido nada!
Se sonrojó intensamente y su amiga se echó a reír a carcajadas. –Ahora vives con él y tienes ventajas que antes no tenías.
-Dice que estoy preciosa.
Su amiga sonrió –Deduzco que ya te ha hecho el amor.
Gimió tapándose la cara –No te avergüences. Le quieres y es lógico que te guste que te toque. –la miró fijamente y le
apartó las manos de su cara- Aprovecha su deseo. Poténcialo.
-¿Quieres que lo excite? Creo que no necesita mucho para eso.
-No, tienes que volverle loco. Un ejemplo. Yo tenía una pareja que se excitaba viendo como me pintaba las uñas de los
pies. Lo sabía de sobra pero me hacía la loca desquiciándolo cuando no le hacía ni caso, aparentando estar distraída.
Negó con la cabeza –Eso no funcionaría con Boyd, me cogería en brazos tirándome en la cama con el pintauñas en la
mano.
Glory se echó a reír. -Olvidaba que es muy apasionado y le gusta mandar.
-Siempre toma la iniciativa y me encanta. Una sola vez lo excité a propósito disfrazándome, pero al final fue Boyd el que
me sedujo a mí.
Su amiga se dio cuenta de una cosa-¿Y si mandas tú?
-No creo que me deje.
-Pídeselo.
Se sonrojó otra vez- No puedo hacer eso.
-¿Por qué? Dile que es parte de vuestra nueva relación- dijo maliciosa- Átalo a la cama y tortúralo.
La idea le encantó. Que estuviera a su merced aunque fuera una vez.
-Tengo que irme, he retrasado una cita para venir. –Miró a su alrededor –Ha quedado muy bien.
-Voy a empezar a enviar las invitaciones – dijo levantándose.
-¿Crees que Steven tiene tirón?
-Será una estrella- dijo sonriendo mirando su obra- Espero estar a la altura de su talento.
-Los encandiló a todos- dijo Glory sonriendo- Y Elisa es una relaciones públicas estupenda. Conoce a todo el mundo y le
sirvió de mucha ayuda.
-¿Se dieron cuenta de que nos habíamos ido?
-Todo el mundo. Sobre todo cuando anunciaron el donativo de un millón de dólares que Boyd había hecho y se iluminó su
mesa para ver que vuestros asientos estaban vacíos.
-¿Estaba sentado en mi mesa?
-Repito, Elisa es muy buena en su trabajo.- dijo irónica. –Ciao, querida. Llámame con lo que sea.
Cuando la dejó sola se volvió a sentar en la silla pensando en Boyd y si estaba segura de lo que estaba haciendo.
Como Boyd llegaría tarde se quedó mucho tiempo en la galería organizando la exposición. A las siete llamaron a la puerta
que estaba cerrada y sonrió al ver a Steven
-¿Qué haces aquí?
-Pasaba por aquí y vi la luz – dijo mirando sus obras colocadas en el suelo en el sitio donde serían colgadas. – ¿Esa es la
posición?
-Sí- dijo sonriendo- ¿Qué te parece?
-Bien, me gusta. –Se paseó por la galería revisando los cuadros- Me gusta mucho.
Se volvió hacia ella y le miró el pie. –Estaba roto.
-Sí, una lata teniendo en cuenta que en menos de dos semanas es la exposición.
-¿Quieres ir a cenar algo? Todavía no tengo mucho dinero pero conozco un italiano cerca de aquí...
-No puedo. Tengo que volver a casa- se puso el abrigo cuando llamaron a la puerta. Sorprendida miró hacia el escaparate
y vio a Boyd al otro lado. –Vaya, ¿estáis juntos?- preguntó Steven sonriendo.
-Algo así. –Fue a abrir la puerta y miró a Boyd- ¿No ibas a llegar tarde?
Se acercó a ella y la besó en los labios como saludo- Al final he terminado antes. –dijo entrando en la galería. – ¿Steven?
-¿Has visto como ha avanzado la exposición?
-Sí, es estupendo –dijo mirando a su alrededor- Nena ¿no has ido a comer?
Se sonrojó pues sólo había comido un donut que había comprado en un carrito de la esquina.-Vamos- dijo al ver que no
contestaba. –No te importa, ¿verdad Steven?
-No, claro que no.
El coche los esperaba y preguntaron a Steven si lo acercaban a algún sitio. –No, que va.
Tengo ahí mi furgoneta.
Se despidieron de él y la ayudó a subir al coche. –No me gusta de que te quedes sola hasta tan tarde en la galería.
-Sólo son las ocho menos cuarto.
-¿No va siendo hora de que contrates a alguien?
-¿Sin haber vendido un solo cuadro? Ya le debo bastante dinero a Glory- dijo irónica.
-Yo saldaré tu deuda.
-Ni hablar.
Boyd suspiró- ¿Todo va a ser así?
-¿Así como?
-Discutir por todo.
-No me meto en tu negocio, no te metas en el mío.
-Ese es otro tema que tendremos que discutir pero lo haremos más adelante- dijo él mirándola fijamente.
-No voy a dejar la galería.
-No te pediría que lo hicieras. Pero tienes que tener en cuenta que de mí dependen miles de empleados y que tengo que
viajar a menudo.
-¿Y?
-Que tendrás que venir conmigo.
-No.
-Nena…
-¿Por qué tengo que aparcar mi vida cuando tú quieras? ¡No es justo!
-Sólo tienes que contratar a alguien para que te sustituya cuando tengamos que irnos. Además cuando tengas al bebé…
-Por Dios, dejemos el tema. Estaba de un humor bastante bueno hasta que tú llegaste.
-¡Por eso no quería discutirlo ahora!
-Tengo hambre y quiero darme un baño. Es lo único que me importa ahora.
Cuando llegaron al ático se fijó en la decoración del salón. No era demasiado moderno. Era cómodo, con sofás mullidos y
gruesas alfombras pero los colores eran algo apagados. Como el dormitorio, necesitaba color. Fue hasta el dormitorio
quitándose el abrigo-¿Estamos solos?
-Vienen dos mujeres todos los días pero se van a las cinco. –dijo él quitándose la chaqueta del traje. Boyd se sentó en la
cama y con los codos sobre las rodillas, se pasó las manos por la cara.
-¿Estás bien? – era la primera vez que veía en él un síntoma de agotamiento y se preocupó.
-Sí – respondió levantándose y quitándose la corbata. – ¿Pedimos algo de cena?
Se dio cuenta que todo aquello también le había pasado a él factura y se sintió fatal
- ¿Boyd?- susurró.
Él la miró cuando iba hacia el vestidor – Todo está bien, nena.
Entró a quitarse el traje y ella se sentó en la cama mirando al vacío pensando en todo lo que había pasado. Cuando salió
del vestidor ella se mordía el interior de la mejilla intentado saber que hacer. – ¿Susanne?
Ella lo miró. Iba con vaqueros y camiseta- ¿No querías darte un baño?
-Oh sí- dijo sonrojándose y bajando la cremallera del vestido- Un baño, sí.
Él entrecerró los ojos al verla de repente tan nerviosa- ¿Qué pasa por esa cabecita?
-¿Pizza?- preguntó sonriendo. Al verla sonreír sí que se preocupó y entrecerró los ojos.
-¿Estás bien?
-Claro, con mucho queso – se quitó el vestido dejándolo sobre la cama.
Se quitó las medias y la ropa interior. Cojeando fue hacia el baño sabiendo de sobra que la miraba. –Y quiero helado de
vainilla.
Entró en el baño y abrió el grifo de la bañera. Echó gel para hacer espuma y sonrió oyendo como Boyd pedía la pizza y el
helado. Decidió hacer algo que lo animara un poco. La bañera tardaba mucho en llenarse pues era enorme y mientras lo hacía
se depiló las cejas. Sonrió cuando llegó al nivel que ella quería. Se metió con venda y todo porque tendría que cambiársela.
Suspiró de gusto al sentir el aroma del gel. Oyó como llamaban a la puerta. –Nena, ha llegado la pizza.
Sonrió contando hasta cinco- Boyd ¿cómo funciona esto?- preguntó simulando que no sabía como funcionaba el jacussi.
Él entró en el baño y la vio llena de espuma- Si pones ahora el jacussi el baño se llenará de espuma.
-¿De veras?- preguntó ella sonriendo de oreja a oreja- ¿Cómo funciona?
Él hizo una mueca y le dio al botón de encendido. -Dando a este vas aumentando el volumen.
Suspiró de alivio cuando el chorro que tenía detrás le masajeaba en la espalda-Que relajante. Tengo hambre ¿Traes la
pizza?
-¿Vas a comer en la bañera? Un poco decadente, ¿no crees?- preguntó divertido.
Ella se encogió de hombros. –Si traes la pizza dejaré que te metas conmigo.
-¿Ah sí?- preguntó cruzándose de brazos.
-Sí y te dejaré que me enjabones la espalda.
-¿Y que harás tu por mí?
-Te enjabonaré la tuya- dijo pasando la esponja por el brazo. –y puede que algo más.
Boyd salió disparado del baño y ella se echó a reír. – ¡Y algo de beber!
Cuando volvió traía la pizza, una botella de agua y una cerveza. Sonrió al ver lo rápido que se desnudaba, tirando la ropa
en el lavabo. Se metió en la bañera con la caja de pizza en la mano y la colocó sobre el mármol. –Nena, vas a llenar de
espuma el baño- dijo sentándose a su lado.
-Boyd, dame un trozo- dijo alargando el brazo para coger la botella de agua.
Él la agarró por la cintura y la colocó entre sus piernas- ¿No hay sitio de sobra?- preguntó divertida al sentir su sexo en su
espalda.
-Así te enjabonaré la espalda mejor. –dijo dándole una porción de pizza.
Ella se recostó sobre su espalda –Umm, está buenísima.
Boyd comía su porción mientras le acariciaba la cintura- ¿Has pensado en lo de las vacaciones?
Susanne se echó a reír- ¿Nunca te das por vencido?
-No nena, sino no habría llegado hasta aquí arriba.
-¿Es cierto que no naciste siendo rico?
-Soy de Queens, ¿tú que crees?
Sorprendida miró hacia atrás para ver si le tomaba el pelo- ¿Y cómo lo has hecho?
Boyd hizo una mueca- Trabajando mucho y teniendo algo de suerte.
-Has debido trabajar como un maniaco. –Comió otro trozo de pizza apoyándose otra vez en su espalda.
-Mi padre trabajaba en una chatarrería. Quería algo mejor para mí y me inculcó el trabajo duro. Ninguno de mis padres ha
visto hasta donde he llegado.
- Lo siento. ¿Estudiaste con becas?
-Nena, nunca he estudiado. Después del instituto me puse a trabajar. –dijo él antes de beber de la cerveza
-¡Vaya! Eres muy culto e inteligente.
-Leo mucho cuando tengo tiempo. Él periódico todos los días y hablo con personas que son muy inteligentes. Vas
adquiriéndolo.
-Y eres modesto.
-Si se quiere se va aprendiendo a medida que se va avanzando. Y yo quería saber.
-¿Al bebé que le aconsejarás?
-Que haga lo que crea que le hará feliz – dijo acariciando su cuello y apartando su pelo- He ganado bastante dinero para
que sea feliz.
-¿Y si se vuelve un mimado?
-Le enseñaremos lo que cuesta ganarse el dinero y que las cosas hay que ganárselas.
-¿Enseñanza de recompensas?
-A mí me funcionó- dijo divertido.
-Mi madre también trabajó duro.
-Tú también pusiste de tu parte estudiando mucho.
-No, busqué el camino fácil- susurró ella mirando el espejo del fondo que los reflejaba.
-¿Yo soy fácil?
Se echó a reír y alargó la mano para coger otro pedazo. – ¿Es el tercero?
-¿Me estás controlando?- preguntó ella girando la cabeza para mirarlo.
-Sé que no has comido pero no quiero que te siente mal. – dijo antes de besarla en la punta de la nariz.
-¿Apaga el jacussi, quieres?- dejó la pizza en la caja. De repente tenía calor. –Hace un poco de calor.
Boyd se levantó llevándola con él y la sacó de la bañera sentándola en el borde. Se sintió mejor –Nena, estás algo pálida.
-No sé, me ha entrado un calor de repente.
-¿Llamo al médico?
-No, ahora estoy bien. –dijo ella negando con la cabeza. –Quizás me ha bajado algo la tensión. La secó con una enorme
toalla y la llevó hasta la cama- No ha sido buena idea lo de la bañera. La próxima vez cenaremos en la cama.
Él sonrió y la besó en los labios. –Todavía estás mojado- susurró ella – ¿quieres que te seque?
-¿Estás bien?- preguntó mirándola preocupado.
Le acarició el pecho hasta llegar a su nuca- Perfecta. ¿Quieres comprobarlo?
Capítulo 11
A partir de aquel día hicieron una especie de tregua. No hablaban del pasado. Sólo del futuro. Llegó el día de la
exposición y todo fue perfecto. Steven fue todo un éxito y no quedó una sola obra sin vender. La comisión era tan jugosa que
podrían mantenerse abiertos un año. El pintor estaba pletórico y ella muy contenta por él. Glory sonreía de oreja a oreja
tomando champán –Has estado estupenda. Ya es hora de que ruedes sola.
Frunció el ceño mirando a su amiga- ¿Qué dices?
-Boyd me ha devuelto mi dinero más intereses y tú puedes dedicarte a lo que te gusta.
-¿Te ha dado el dinero?- preguntó sorprendida y enfadada.
-No te enfades. Es lo mejor.
-¡Es un entrometido, no le defiendas!
Glory se echó a reír- Eres maravillosa pero sabes muy bien que nuestra sociedad no tenía futuro. Ahora que tienes éxito,
es hora de que vueles sola. Aunque estaré ahí si lo necesitas.
-¿Ha hablado contigo? –preguntó preocupada por los sentimientos de su amiga.
-Que va. Me ha preguntado cuando te había prestado y al día siguiente recibí la transferencia.
-¡Increíble! –miró alrededor, muchos asistentes ya se habían ido y le vio al fondo de la galería hablando con Elisa.
Entrecerró los ojos y se acercó lentamente. Parecían estar discutiendo en voz baja y cuando llegó a su lado se callaron de
repente- ¿Qué ocurre?- preguntó mirándolos. Elisa se sonrojó intensamente.
-Hablábamos de lo bien que te ha ido la exposición, cielo- la cogió por la cintura acercándola a él y besándola en la
mejilla.
-¿Estabais discutiendo?- preguntó mirando a Elisa.
-No, por supuesto que no- dijo la mujer mirando alrededor- Voy a buscar a Steven.
-¿Qué ocurre?- le miró a los ojos – ¿De qué discutíais?
Boyd hizo una mueca. –Elisa no está muy de acuerdo con algo que he hecho en uno de mis negocios. Eso es todo.
-¿Qué has hecho aparte de pagar mi deuda cuando yo no sabía nada?
Boyd se enderezó- Vaya.
-Sí, vaya. Te dije que no te metieras- dijo enfadada.
-Nena, así no tendrás que preocuparte tanto. Cuando quieras me lo devuelves.-la acarició la mejilla.
Bufó y miró a su alrededor- ¿Cuando se irán? Ya no hay nada que comprar- dijo fastidiada en voz baja.
Boyd se echó a reír –No me has contestado- dijo ella bebiendo algo de agua-¿Qué has hecho?
Él apretó los labios y la miró con sus ojos grises- He comprado algo.
-¿Qué has comprado?- preguntó divertida- ¿Otra empresa?
No respondió mirando a la gente que todavía quedaba conversando- ¿Boyd?- al ver que no le respondía se puso alerta-
¿Cuantos has comprado?
-Nena...
-¿Cuantos has comprado?
-Diez.- dijo mirándola a los ojos.
-¿Por qué?- preguntó horrorizada.
-Porque son una buena inversión- dijo el mirándola a los ojos- Y porque quería que tuvieras éxito.
-Se hubiera vendido todo –protestó ella –he tenido demasiadas ofertas...
-Estupendo, eso significa que tengo razón.- dijo divertido.
-Por eso Elisa estaba enfadada. No has dejado que Steven se promocione vendiendo a cuantos más, mejor
-Sí- dijo haciendo una mueca- Pero le he dicho que no tiene que preocuparse. Me han filtrado la crítica del Times.
-¿Y qué dice?- preguntó ansiosa.
-¿Quieres saberlo, verdad?-dijo maliciosa- ¿Qué me das a cambio?
-Nada. Todavía estoy enfadada contigo por meter las narices donde no te importa- él bajó la mano de la cintura a su
trasero y se lo acarició suavemente-Nena, así estarás mas tranquila.
-¿Y si yo me metiera en tus negocios?
Boyd se echó a reír.- No sabrías ni por donde empezar. Eso me recuerda algo importante que tendré que arreglar.
Le dio un beso en los labios y le dijo- Voy a buscar a Steven y así se irán esos pesados.
Ella le vio ir hacia el pintor que hablaba con los últimos invitados que allí había. Para alivio de Susanne, en cuanto se
alejaron de los invitados, estos se fueron al fin y se quedaron solos los cinco. Glory le dio un beso en la mejilla a Steven a
modo de despedida.
–Felicidades a todos. Ha sido un día estupendo. Os veo, queridos. Tenemos que cenar una noche de estas.
-Hasta mañana, Glory.
Cuando se quedaron los cuatro solos, Elisa fulminó a Boyd con la mirada. – ¿Qué ocurre?- preguntó Steven mirando a los
demás.
-Verás, Steven –dijo Susanne irónica –Aquí el magnate ha hecho algo que nos puede perjudicar un poco.
Boyd negó con la cabeza sonriendo y Steven lo miró- ¿El qué?
-Ha comprado diez de tus obras.
Steven se echó a reír-¿Tanto te gustan?
-Lo ha hecho para que tuviera éxito esta noche pero si alguien se entera…
-No se enterará nadie.
-La gente puede llegar a pensar que no eres el éxito que se supone. ¿Entiendes?
-No tenías que haberlo hecho. Lo hubiera vendido todo- dijo Elisa furiosa.
-Lo sé, pero ahora valen el doble- dijo Boyd con desinterés.
Las mujeres se miraron exasperadas. –Si el Times se entera de esto, conseguirás que su valor caiga.
-Dejar de preocuparos- dijo Steven sonriendo. –Mañana puedes llamar a alguno de los que querían algún cuadro y
venderlos ¿no?
-No, porque no pueden enterarse que hay cuadros libres.
-¡Son míos!- protestó Boyd- Ya los he pagado.
Los demás lo ignoraron y siguieron discutiendo que hacer- ¿Alguien le interesa lo que va a decir el Times?
Se callaron y lo miraron fijamente. Boyd sonrió mirando a Steven – Felicidades amigo- le dio una palmada en la espalda-
Eres la nueva cara del arte moderno. Tu talento es comparable al del mismísimo Picasso.
Steven palideció- No. La crítica no dirá eso.
Las chicas se miraron y se pusieron a gritar de alegría. Si el Times daba esa crítica su popularidad se dispararía.-Y no sólo
eso – dijo Boyd interrumpiéndolas con una sonrisa- Aunque no pintaras nunca más, las obras que se han expuesto esta noche
entrarán en los anales de la historia y serán estudiadas en un futuro.- miró a Susanne con una sonrisa- ¿Crees que he hecho
mal al comprar diez Picasso?
-¿Dirá eso de verdad?- Steven no salía de su asombro.
-Lo leeremos mañana en el desayuno- dijo él sonriendo y cogiendo a Susanne de la muñeca. –Ahora me llevo a mi mujer a
la cama.
A Susanne se le cortó el aliento al oír esa frase pero intentó disimularlo. Se despidieron muy contentos de sus amigos y ya
subidos en el coche, Susanne se apoyó en él antes de susurrar- ¿Por qué has dicho que soy tu mujer?
-Porque lo eres. –le acarició el cabello –Aunque no me lo has dicho todavía- dijo divertido- Eres mía, nena. Eres mi
mujer.
Días después estaba en el médico esperando a que la atendieran y miró el teléfono molesta. Decidió llamar a Boyd pues
llegaba tarde y la iban a atender enseguida.
-¿Dónde estás?- preguntó molesta en cuanto respondió.
-Salimos con unos minutos de retraso, nena y hay muchísimo tráfico.
La enfermera se acercó a ella –Señorita Hayden…
-Tengo que entrar.
-En cinco minutos estoy ahí.
Colgó el teléfono y sonrió a la enfermera.- Es que mi pareja se retrasa un poco.
-Mientras se cambia, llegará. –La mujer la acompañó a consulta y la recibió la doctora Phillips.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó la mujer indicándole una silla delante del escritorio.
-Bien, bastante bien.
-¿Vómitos, mareos?
-El otro día en el jacussi me entró un calor de repente... pero aparte de eso nada más.
-Vamos a ver a ese pequeñín.
Se estaba poniendo la bata cuando Boyd entró en la consulta- Disculpe, pero no he podido llegar antes.
Suspiró de alivio al oír su voz y sonrió saliendo de detrás del biombo. –Hola, cielo- dijo él dándole un beso en los labios.
Parecía nervioso y eso le hizo gracia-¿Estás bien?
-Sí, sí.
Cuando la doctora comenzó con la ecografía les miró sonriendo- Estupendo, todo va muy bien- movió el ecógrafo sobre
su vientre – ¿Queréis saber el sexo?
-Sí- dijeron los dos a la vez.
-Es una niña.
Se miraron a los ojos- Querías niño- dijo al ver la decepción en sus ojos.
-No- dijo exagerando y la doctora miró a Susanne conteniendo la risa.
-Mentiroso.
-Bueno, me imaginaba enseñándolo jugar al béisbol y esas cosas- dijo algo avergonzado.
Le miró tiernamente y dijo- Puedes enseñar a la niña. Yo jugaba al béisbol.
-Y yo – dijo la doctora sonriendo –Pero a mi marido le pasó exactamente lo mismo. Y ahora adora a las niñas.
-¿A las niñas?- preguntó Boyd con el ceño fruncido – ¿Cuantas niñas?
-Cinco- dijo sonriendo- no termina de llegar el niño. Yo ya me he dado por vencida.
Se echaron a reír y cuando salieron de la consulta pasearon un poco por Central Park. Veinte minutos después, Susanne
preguntó al ver que estaba algo callado -¿Cómo la llamaremos?
Boyd miró su reloj- ¿Lo hablamos esta noche?
-¿Tienes que irte?
-Tengo una reunión en media hora- dijo mirando a su alrededor.
-Está bien- Susanne sonrió aunque estaba preocupada –Te veo esta noche.
Él la besó en los labios rápidamente y se fue en dirección al coche que lo estaba esperando.
Esa noche Boyd llegó muy tarde. Tanto que ella estaba ya en la cama cuando apareció.
-¿Por qué no me has llamado para decirme que no vendrías a cenar?
-¿Te vas a comportar como una esposa gruñona?- preguntó divertido entrando en el vestidor
Apretó los labios y se levantó de la cama- ¿Qué pasa, Boyd?- preguntó en voz baja viendo como se desvestía.
-No pasa nada –respondió molesto- ¿por qué no te duermes de una vez?
Al ver que no quería hablar, volvió a la cama. Cuando se acostó a su lado no la abrazó como siempre y entonces supo que
pasaba algo. ¿Estaría agobiado? Puede que no estuviera preparado para todo lo que había pasado. Preocupada no podía
dormir y una hora después Boyd dijo en voz baja- Nena, lo siento.
-¿Por qué?
-Cuando he visto a la niña…
-Te has agobiado.
-Sí- susurró él- Tengo la sensación de que voy a ser un padre pésimo.
Se volvió para mirarlo- Yo no te dejaría ser un padre pésimo- dijo sonriendo- Además ¿desde cuando haces algo mal?
Él sonrió con tristeza mirando al techo- Quedan unos meses y ya estoy muerto de miedo.
-Y seguirás así hasta que vaya a la universidad e incluso después- le acarició el pecho- es lo normal, Boyd.
-¿Tú no tienes miedo?- le preguntó él mirándola a los ojos.
-Claro. Tengo miedo a que algo vaya mal, a que haya algún problema en el parto… no sé, siempre se teme a lo
desconocido ¿no?
-¿Me estás diciendo que cuando tengamos el quinto no me sentiré así?
-¿El quinto?- preguntó sorprendida.
Boyd se echó a reír al verle la cara y la besó. Su beso se volvió cada vez más apasionado y durante un rato no pensaron
en nada más que en darse placer.
Después de esa pequeña crisis su relación mejoraba día a día. Poco antes de Navidad él le dijo que enviaría un billete de
avión a su madre para que los visitara pues estaba de seis meses y ya no le convencía ir a Méjico a pasar las vacaciones-
Iremos en verano- dijo él cuando estaban desayunando.
-Pero...
-Nena, ¿te has visto?- preguntó divertido observando su vientre. Cierto era que estaba enorme pero no era como para no
viajar.
-¿Nos quedaremos en Nueva York?
-¿Qué te parece si damos una fiesta de Nochevieja?-preguntó él para animarla.
Hizo una mueca y entrecerró los ojos- Tienes una reunión algún día de las fiestas. ¿Verdad?
Boyd desvió la mirada- ¡Te pillé!
-No puedo retrasarla. Es importante.
-¡Boyd! ¿Cuando vas a parar?
Él la miró a los ojos sonriendo- ¿Soy un poco joven para detenerme, no crees?
-Cuando nazca la niña…
-Eso está arreglado, cielo. Estoy formando a alguien que me suplirá en determinadas ocasiones.
Susanne lo miró esperanzada – ¿De verdad?
Se levantó de la mesa y la besó en los labios- Me voy a trabajar.
-Tenemos que ir a comprar los muebles…
-Te recojo a las cinco.
Suspiró y miró su enorme barriga –Espero que vuelvas a tu sitio –dijo antes de meterse la tostada en la boca.
Fueron a recibir a su madre al aeropuerto y se abrazaron entre lágrimas aunque su madre miraba a Boyd con
desconfianza. Él intentó ser amable pero no le daba tregua.
Esa noche en la cama Boyd dijo divertido- Nunca había tenido la experiencia de la suegra y no es divertido.
-Lo siento, es culpa mía- susurró ella – Le conté lo que había pasado y ahora lo vamos a pagar por que ella no te va a
perdonar.
-No te preocupes ¿vale?- dijo él acariciando su barriga- Lo arreglaré.
E increíblemente lo hizo. Su madre al día siguiente estaba como una balsa de aceite. No decía pullas, ni comentarios
irónicos. Sólo sonrisas. Entrecerró los ojos mirando a Boyd que parecía muy satisfecho- ¿Qué has hecho? ¿La has drogado?
Boyd se echó a reír negando con la cabeza –Sólo hemos hablado, nada más.
El día de Nochebuena organizaron una cena con varios amigos entre los que estaba Glory. Fue muy agradable pues
después pusieron música e hicieron una pequeña fiesta. Miró a su alrededor buscando a Boyd y no le vio por ningún sitio. Le
buscó por la casa hasta que oyó unas voces en el despacho. La puerta estaba abierta y vio a Boyd hablando con Elisa en voz
baja- ¡Por el amor de Dios!- exclamó Elisa enfadada-Tienes que decírselo.
-No sé como sacar el tema. –dijo él molesto- No he encontrado el momento adecuado.
-¡No puedo esperar más, Boyd! ¡Todo está preparado!
Susanne se tensó al oír esas palabras- No puedo esperar eternamente.- sintió que el mundo se le caía encima.
-Se lo diré ¿vale? – dijo nervioso pasándose una mano por el cabello negro.- No sé como se lo tomará y..
-Dímelo ahora.-dijo ella pálida entrando en el despacho.
Se sobresaltaron al oírla y Boyd la miró preocupado- Nena...
-No es lo que piensas- dijo Elisa nerviosa- Mejor os dejo solos- dijo cuando Boyd la fulminó con la mirada.
-Sí, será lo mejor- comentó con ironía.
-¿Qué pasa, Boyd? ¿Tienes un lío con Elisa?- preguntó casi sin voz cuando ella salió cerrando la puerta.
-¡No!- se acercó a ella y dio un paso atrás. –Ni hablar, cariño. Siéntate en el sofá antes de que te caigas redonda.
Se sentó en el sofá de cuero pues las piernas le temblaban- ¿Qué ocurre?
-No quería decírtelo así- dijo acuclillándose ante ella. La miró a los ojos- Nos casamos mañana.
Ella lo miró confundida sintiendo que le daba un vuelco el estómago. – ¿Qué?
-Mañana –dijo cogiendo sus manos- nos casamos.
Después del primer susto, aquello la dejó en shock y susurró.- Todo está preparado para mañana.
-Sí.-dijo sonriendo- ¿Qué te parece?
Entrecerró los ojos molesta – ¿Cuando me lo has pedido?
-Pues no te lo he pedido, así no me arriesgo a que me digas que no.- dijo resuelto.
-¿Es una broma?
Boyd estaba nervioso y se incorporó –Vamos a tener un hijo y vivimos juntos, es lógico que nos casemos.
-Lógico- dijo al borde del llanto. –No quiero lógica, Boyd.
-Sé que te he obligado a que vivamos juntos, también puedo obligarte a que nos casemos.- dijo mirándola fijamente.
-¡Es la declaración de matrimonio más horrible que podrías haber hecho!-exclamó ella levantándose del sofá.
-¿Por qué no lo piensas un poco?- preguntó intentando calmarla.
-¡No quiero!- él palideció – ¡Anula esa locura, Boyd! -se echó a llorar al ver que no decía nada.
- ¿Tan horrible es casarte conmigo?- preguntó furioso.
Ella salió corriendo del despacho y fue hasta su habitación. Boyd llegó un minuto después cerrando la puerta de golpe. –
¿Qué es lo te pasa?
-¿Pensabas que me haría ilusión?- preguntó a gritos yendo hacia el armario.
-¡Sí!- Cuando salió con el abrigo puesto se asustó-¿Qué haces?
-Me voy- cogió su bolso y fue hasta la puerta.
Boyd se interpuso –Nena, no lo entiendo- la intentó coger del brazo y ella le miró furiosa- Hablemos de esto.
-No tengo nada que decir.-dijo llorando mirándolo a los ojos- No puedo seguir con esto.
Él dio un paso atrás sorprendido- ¿Tan insoportable es?
-¡Sí!-gritó ella. Ya no soportaba saber que no la quería y que ella tuviera que reprimir sus sentimientos para que él no se
sintiera incómodo.
Llamaron a la puerta –Susanne ¿qué ocurre?- preguntó su madre al otro lado de la puerta.
Boyd abrió la puerta furioso. Su madre la miró preocupada-¿Qué ocurre aquí?- exigió saber- ¿Por qué lloras? ¿Y por qué
tienes el abrigo puesto?
-Si me disculpáis, yo me rindo- dijo Boyd saliendo de la habitación.
Capítulo 12
Su madre entró, cerrando la puerta tras ella- Siéntate Susanne y cuéntame que pasa.
-No quiero hablar de ello.
-¡Siéntate!- gritó su madre sobresaltándola. Nunca gritaba, por muy enfadada que estuviera nunca le había gritado.
Se sentó en la cama mirando a su madre como cuando tenía cinco años- Ahora cuéntame porque tus invitados tienen que
oír tus gritos.
Se sonrojó bajando la mirada – Me ha dicho que mañana nos casamos- dijo en voz baja.
-¿Y?- se sentó a su lado y le cogió la mano.
-No me lo ha pedido, me ha dicho que mañana nos casamos. Como si fuera todavía una empleada- dijo indignada- Ni
siquiera se ha molestado en consultarme.
Su madre suspiró. –Supongo que tenéis un pequeño problema de comunicación, cielo. Él te había preparado una sorpresa
que pensaba que te agradaría, pues así sabrías que se comprometía contigo. Que estaría a tu lado. Quería que te sintieras
segura y si le pasara algo que estuvieras totalmente tranquila.
-No me quiere, no me ha querido nunca- dijo entre lágrimas.
-¿Te ha dicho él que no te quiere? –preguntó suavemente- ¿Se lo has preguntado?
-No.
-¿Le has dicho tú que le quieres?
-No, tenía miedo de lo que él me dijera
-Y después de obligarte a volver con él ¿no crees que puede tener miedo de decirte que te quiere?
-¿Cómo sabes eso?-preguntó avergonzada.
-Me lo dijo él. Me explicó toda la situación.
Se quedaron en silencio unos minutos- No le entiendo- susurró ella.
-Lo sé
Se echó a un lado la melena y se levantó para quitarse el abrigo. Su madre sonrió cuando la vio hacerlo. Se volvió a sentar
cuando llamaron a la puerta. Entró Glory sin esperar a que la dejaran pasar-¿Qué coño pasa aquí? Boyd tiene cara de funeral
y no sé que le ha dicho a Elisa que se ha puesto a llorar. Encima tú estás encerrada en la habitación.
Su madre sonrió al verla tan enfadada- Le ha dicho que mañana se casan
Glory se llevó una mano al pecho-Dios mío, ¿te lo ha pedido?
-No, me lo ha ordenado- explicó ella mirando a su amiga.
-¿Y qué diferencia hay?- preguntó confundida.
Asombrada respondió- ¡Mucha!
-¿Susanne con quién has compartido cama todos estos meses?
Se sonrojó intensamente y miró a su madre que se echó a reír- Cielo, no me voy a escandalizar – dijo señalando su
enorme vientre.
-¡Él es así!- exclamó Glory- ¡Es un duro hombre de negocios al que no le gusta que le digan que no!
-Yo no soy un negocio.
-¡Eres su mujer!
-¡Pues eso!
-¿Si te lo hubiera pedido le hubieras dicho que sí?
-¡Si no me hubiera dicho que me quiere, no!
Su madre gimió.- ¿Y si te hubiera ordenado que te cases mañana diciéndote que te quiere?
-Mañana me hubiera casado- dijo convencida.
-Entonces lo único que tiene que decirte es que te quiere ¡No es importante como te lo ha pedido!- dijo su amiga
exasperada.
-¡Exacto!- gritó ella exasperada.
Glory la miró enfadada- ¡Boyd te quiere, idiota!
Se quedó con la boca abierta al ver el enfado de su amiga. No supo que decir.- Sino te quisiera, crees que un hombre
como él que lo tiene todo- dijo señalando a su alrededor- que puede tener a cualquier mujer, ¿te iba a obligar a convivir con
él? ¿A soportar tus desplantes?
-Lo hace por la niña- respondió ella suavemente.
-¡Por la niña! –la señaló con el dedo- Te creía más lista.
-Cielo, podía haberse quedado con la niña en cuanto naciera. A ti no te necesitaba.- susurró su madre – ¿Por qué iba a
querer casarse contigo por la niña?
-¿Por qué convivir contigo?
Sus ojos se le llenaron de lágrimas – ¿Me quiere?
Un portazo le indicó que alguien se había ido de muy mal humor. Se levantó asustada pasando ante su amiga. Cuando
llegó al salón vio que a Elisa la estaba consolando Steven – ¿Dónde está Boyd?
-Se acaba de ir- dijo su amigo mirándola con tristeza.-Estaba hecho polvo.
Fue hacia la puerta pero su madre se lo impidió- No vas a ningún sitio. Te quedas aquí.
-Tengo que hablar con él.
-¿Y dónde vas a ir a buscarlo?- preguntó Glory enfadada- Ahora tenemos que arreglar esto. Cuando ya estaba todo bien.
-Susanne no estaba bien, sino le hubiera dicho que sí- protestó su madre.
-¡Boyd es como es y ella lo conoce muy bien!- exclamó Glory.
-¿Es culpa mía?- preguntó Elisa sentada en el sofá.
-¡No!- exclamó Susanne nerviosa- Es culpa nuestra. –se pasó una mano por el pelo- ¿Dónde habrá ido? Voy a llamarlo.
Cogió el teléfono y le llamó, pero el teléfono estaba apagado. Gimió frustrada
- ¿Tengo que anular la boda? Tengo a sesenta invitados esperando confirmación.
-Dios mío- dijo mirando a su alrededor.
-Tranquilízate Susanne, esto no te viene nada bien- dijo su madre mirándola preocupada.
-Habrá ido a pillarse una cogorza- dijo Steven levantándose – Voy a buscarlo.
-¿Dónde vas a buscarlo?
-Voy a llamar a la compañía de taxis, tengo un amigo que trabaja allí. Igual hay suerte.- dijo divertido. Después miró a
Elisa –Como cuando te pida matrimonio me montes un numerito así, no me caso. Que lo sepas.
Elisa le miró ilusionada- ¿Cuando me lo pidas?
Steven sonrió cogiendo el móvil y la cazadora- Os veo luego.
-No se casará mañana- dijo ella sentándose en el sofá. La niña le pegó una patada y se acarició la barriga.
-Claro que sí- dijo Glory- Por la cuenta que le trae.
-Me dijo que se rendía –susurró ella mirando al vacío.
-Cielo, no te preocupes. Tenéis que hablar, eso es todo.
-Sería conveniente que te vinieras a dormir a mi casa, Liss- le dijo Glory a su madre- conviene que estén solos para que se
griten a gusto.
-Sí- se levantó para ir a buscar su maleta.
-No hace fal…
-Tienes que hablar con tu hombre sin preocuparte de lo que se pueda oír- le dijo Glory con una mirada penetrante. –Te
aconsejo que lo ates a la cama.
Elisa se echó a reír al oírla y Susanne se sonrojó. Por supuesto Elisa no sabía a lo que se dedicaba Glory, aunque su madre
sí.
-Sí, cielo- dijo su madre saliendo con su trolley. –Átalo a la cama hasta que os pongáis de acuerdo.
Se levantaron y rápidamente se despidieron dejándola sola. Se mordió el labio inferior preocupada.
Una hora después oyó que la puerta se abría y se levantó del sofá muy nerviosa. Boyd se la quedó mirando- No te has
ido.
-¿Te ha encontrado Steven?- preguntó nerviosa.
-No.
-Tengo que llamarlo- dijo nerviosa cogiendo el móvil –Te está buscando.
Habló con su amigo brevemente y colgó el teléfono mordiéndose el labio inferior. Boyd la observaba atentamente y
decidió tirarse a la piscina. –Ven conmigo- dijo muy seria yendo hacia la habitación.
Boyd pareció confundido pero la siguió sin decir nada. –Desnúdate.
-Nena… esto no se arregla así.
-¡Desnúdate!- gritó ella medio histérica.
Fue hasta el vestidor y cogió varias medias. Cuando volvió a la habitación se había quitado el vestido y Boyd estaba
sentado en la cama todavía vestido. Gimió al ver que sino colaboraba, no iba a ser fácil- Boyd, necesito que me ayudes-
suplicó.
Él la miró fijamente y empezó a desnudarse ante ella. –Túmbate en la cama- dijo excitada comiéndoselo con los ojos.
-¿Qué haces con eso en la mano?- preguntó con desconfianza.
-Túmbate en la cama. –Boyd se tumbó en el centro de la cama y Susanne sonrió. Cogió una de las medias y le ató la
muñeca al extremo de la cama
-Nena, esto no lo veo- dijo incómodo.
-Yo sí.
Se dejó atar a la cama y para ella era todo un triunfo. Se le quedó mirando unos segundos y Boyd se sonrojó- Bien, ahora
vamos a hablar.
-¿Así?
-Sí, así. –Se quitó la ropa interior y se subió a la cama colocándose a horcajadas sobre él.
-¡Joder!- exclamó al sentir su sexo debajo del de ella.
Le acarició el pecho- ¿Sabes? No quería que me dijeras que nos casaríamos mañana.- dijo apretando las uñas sobre su
pecho.
-Ya me he dado cuenta –dijo molesto para después gruñir cuando pasó la uña sobre su pezón.
-Quería que me lo pidieras- le dijo mirándolo a los ojos.
-Me hubieras dicho que no, como siempre- dijo él en voz baja mirándola con deseo.
-Normalmente cuando te lo piden, se dicen cosas.- susurró ella bajando la mano por su estómago.
A Boyd se le cortó el aliento y tiró de las medias –Suéltame, nena.
-No- sonrió cogiendo su miembro entre sus manos haciéndolo arquearse. – Tú no me has dicho lo que yo quería escuchar.
Jadeó al sentir su caricia y volvió a tirar de las medias- ¡Susanne!
-¡Dímelo!- exclamó ella pellizcando uno de sus pezones.
-¿El qué?
-Respuesta equivocada- dijo entrecerrando los ojos. Acercó la boca a su pezón y lo chupó torturándolo. Boyd sudaba y
sonrió al ver que la miraba como si quisiera matarla.
-¿Te gusta?
-Cuando me sueltes…
-Eso no ocurrirá hasta que me digas lo que yo quiero – dijo lamiendo su estómago.
Su profundo gemido la hizo sonreír.- Porque sabes lo que quiero oír ¿verdad?
-No tengo ni idea- dijo torturado- ¡Dime lo que tengo que decirte de una maldita vez!
Puso los ojos en blanco, estaba muy excitada y quería terminar de una vez, pero no podía dejarlo hasta que no le dijera lo
que quería oír. – Piensa Boyd, ¿qué se le dice a alguien cuando te quieres casar con ella?
-¡No puedo pensar!-exclamó justo antes de que le acariciara el miembro con la lengua haciéndolo gritar.
Al ver que estaba a punto de explotar se apartó y le miró sonriendo. Boyd jadeaba –Nena, suéltame ahora mismo.
-No. –Se apartó de él sentándose a su lado.
Boyd la miró atónito- ¿Me vas a dejar así?
-Tengo sed- se levantó y salió de la habitación sonriendo. Cuando volvió bebiendo un zumo de manzana sonrió dejándolo
sobre la mesilla.- ¡Esto no tiene gracia!
-¿Tienes sed?- cogió el zumo y se lo acercó a la boca. Varias gotas cayeron sobre sus labios. Se acercó a su boca y le
lamió los labios. Boyd gimió acercándose a ella para besarla intensamente pero se apartó. – ¿Sabes? cuando te vi por primera
vez no esperaba que fueras así. Tan guapo, tan perfecto...- dijo tirándole el zumo sobre el pecho.- sólo tienes un defecto.
-¿Si?- preguntó jadeando tirando de las medias cuando ella comenzó a limpiárselo con la lengua.
-Eres tan dominante. Todo tiene que ser a tu manera.
-¡Susanne! ¡Por Dios, suéltame!- gritó al sentir su lengua en su ombligo.
-Sino lo hago todo a tu manera, te enfadas. Y eso no tiene futuro.- Volvió a acariciar su miembro y Boyd botó sobre la
cama gritando otra vez. Se volvió a alejar hasta que recupero la respiración. – ¿Por qué me pediste que viviera contigo?
Él la miró a los ojos. Estaba sufriendo- Suéltame y te lo cuento.
-No –cogió otra vez el zumo
-¡Está bien! –Se sonrojó antes de decir- ¡Porque te quería tanto que no podía vivir alejado de ti y hubiera hecho lo que
fuera para que volvieras!
A Susanne se le llenaron los ojos de lágrimas- ¿De verdad?
Boyd asintió- Ahora suéltame- suplicó – quiero tocarte.
Se limpió las lágrimas y le dijo- No.
-¡Susanne!
Ella sonrió colocándose otra vez a horcajadas sobre él. – ¿Cuando te diste cuenta de que me querías? –movió las caderas
sobre él y Boyd gimió levantando las caderas.
-Me enamore de ti en el viaje.
-¿Por eso me trataste así?
-¡Sí!
Ella cogió su miembro y se lo introdujo lentamente haciéndolo gemir-¡Dios! –exclamó Boyd arqueando su cuello hacia
atrás. Estaba totalmente tenso y Susanne cerró los ojos disfrutando del momento.- Suéltame.
Se acercó a su boca todo lo que pudo por su vientre y él levantó la cabeza para besarla. Boyd levantó las caderas
entrando en ella fuertemente y Susanne jadeó en su boca. Se separó lentamente y lo miró a los ojos- Sabes que soy tuya
¿verdad?
Boyd gimió tirando de su agarres.-Mía.
-Sí. –Apoyó las manos en su pecho mirándolo a los ojos y empezó a mover las caderas lentamente haciéndole el amor.
Cuando sintió que iba a explotar aceleró el ritmo dejándose llevar mientras Boyd gritaba su nombre. Tardó en volver a la
realidad echada a su lado. Él intentaba tirar de las medias y ella sonrió- Cariño, no lo conseguirás- dijo divertida.
-Suéltame- gruñó él-Te juro que cuando me sueltes…
Le acarició el pecho – ¿No te ha gustado?
-Nena...Ni se te ocurra- dijo al ver como volvía a bajar la mano.
-¿Te ha gustado?- preguntó sonriendo.
-Cuando te ate a la cama no tendré piedad- dijo con los ojos entrecerrados.
Susanne se echó a reír- No te aguantarás.- le dio un beso en los labios y se apartó. –Ahora tienes que prometerme una
cosa.
-¿El qué?- preguntó desconfiado.
-Que cuando te suelte pensarás en la niña y no serás demasiado impetuoso. –dijo divertida.
-¡Suéltame de una maldita vez!
Se miraron a los ojos demostrándose todo el amor que sentían el uno por el otro y ella dijo – ¿Y si te dejo así hasta
mañana?
Él pegó un brinco que la hizo rebotar sobre el colchón y se echó a reír. –Está bien- llevó sus manos a una de las suyas y lo
desató. En cuanto tuvo la mano libre él mismo se desató la otra mientras Susanne se reía por su prisa. Cuando estuvo libre la
cogió de las piernas, tumbándola en la cama haciéndola gritar. Boyd la miró malicioso. –Llegó mi turno.
Susanne le acarició el pecho –Te quiero.
-Y yo a ti, mi vida- dijo acariciando su vientre.
-Entonces me casaré contigo.
-Más te vale.
FIN