Campbell 2012 Cambio XVIII CNACh

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Actas del XVIII

Congreso Nacional de
Arqueología Chilena

Sociedad Chilena de Arqueología


2012
Actas del XVIII Congreso Nacional
de Arqueología Chilena

Editor
Sociedad Chilena de Arqueología

RPI:220.824

Diseño, diagramación e impresión


Gráfica LOM Ltda.
Concha y Toro 25
Fonos: (56–2) 672 2236 – (56–2) 671 5612
C on t e n id o

Presentación del XVIII Congreso Nacional de Arqueología Chilena 9

Discurso Inaugural XVIII Congreso Nacional de Arqueología Chilena 11

Homenaje al prof. Julio Montané Martí 12

Anexo: Bibliografía de Julio Montané Martí 17

Acerca de evolución, Neolítico, Formativo y complejidad: 21


Pensando el cambio desde Tarapacá (900 a.C.-800 d.C.)
Mauricio Uribe y Leonor Adán

Las transformaciones en las prácticas culturales de los 33


colonizados: las prácticas mortuorias bajo el dominio
incaico en el Valle Calchaquí Norte (NOA)
Claudia Amuedo y Marisa Kergaravat

Buscando el Formativo en la costa tarapaqueña: prospección arqueológica 43


y gestión de datos en sistemas de información geográfica
Rolando C. Ajata López y Pablo Méndez-Quirós

Caracterización del modo de vida, salud y dieta de las 53


poblaciones de los cementerios Caserones–Tarapacá 40 y Cáñamo 3
(período Formativo, Región de Tarapacá)
Macarena Arias y María José Herrera

Asentamientos mineros históricos en el valle de Copiapó: 63


una aproximación a la organización de la producción minera y el rol
del trabajador en el ámbito socio económico de inicios del siglo xix
Lorena Arancibia, María José Fernández y Erika Palacios

Cebando mate en la pampa. Sitios arqueológicos de arrieros en la 73


periferia del cantón Central, Antofagasta (1880-1930)
Yerko Araneda

Arqueología de espacios internodales: el proyecto Minera Esperanza 83


Mónica Barrera y Catherine Westfall

Tecnología y etnoarqueología de las bolsas domésticas de Arica 93


Bárbara Cases
4

De pescadores a agricultores. En torno al proceso de 103


cambio cultural en el extremo norte de Chile
Juan Chacama e Iván Muñoz

Los subcontratistas de la pampa: asentamientos salitreros 111


en el cantón Central, Región de Antofagasta (1880-1938)
Flora Vilches, Claudia Silva, Charles Rees

Industrias madereras vinculadas a sitios habitacionales 121


de Tarapacá, Norte de Chile (ca. 300-1.450 d.c.)
Magdalena García, Alejandra Vidal, Rosario Cordero y Eliana Belmonte

Rescate y puesta en valor del cementerio Rinconada de Quillagua 131


Magdalena García, Estefanía Vidal, Cecilia Lemp,
Elizabeth Shaeffer Francisca Santana y Tamara Pardo

El ciclo del guano en el Pacífico Sur, una epopeya 141


olvidada (1840-1977)
Pablo Méndez-Quirós y Tamara Sánchez

Patrón de asentamiento de los agricultores tempranos en los Valles Occidentales 153


del área Centro-Sur Andina: el caso de los túmulos funerarios
Iván Muñoz, Juan Chacama, Francisca Zalaquett y Adán Umire

Las primeras ocupaciones de Hakenasa: implicancias 165


para el poblamiento de la Puna Seca
Daniela Osorio

Asentamiento y modo de vida en el Intermedio Tardío de la costa de Tocopilla, 175


II Región, Norte de Chile
Camila Palma, Diego Salazar y Hernán Salinas

Tecnología lítica minera del periodo Arcaico en


la quebrada San Ramón, Taltal (ii región de Antofagasta) 185
Hernán Salinas, Diego Salazar, Jean Louis Guendon,
Valentina Figueroa y Germán Manríquez

Poblamiento temprano del Norte de Chile (18-25° S):


nuevas evidencias arqueológicas y paleoambientales 197
Paula C. Ugalde, Carolina Salas, Claudio Latorre, Daniela Osorio,
Donald Jackson y Calogero M. Santoro

Decisiones tecnológicas, conocimiento tecnológico y 207


paisaje en los grabados rupestres del valle de Lluta,
Valles Occidentales, Norte de Chile
Daniela Valenzuela
5

La presencia del Inca y la incorporación de Tarapacá al 217


Tawantinsuyo (Norte Grande de Chile)
Mauricio Uribe, Simón Urbina y Colleen Zori

Etnoarqueología de la fiesta andina: el caso de 229


la región cultural de Tarapacá
Estefanía Vidal

Metales para el Inka: la producción de cobre y plata 241


durante el período Intermedio Tardío y el horizonte
tardío en la quebrada de Tarapacá
Colleen Zori

Las vasijas monocromas y los grandes contenedores Diaguitas 253


de los sitios Césped 3 y El Bato 4, período Tardío valle de Illapel
María Albán y Johanna Jara

Adaptación costera durante el Arcaico Tardío del semiárido: 261


Nuevos aportes con el estudio del sitio Museo del Desierto
José Castelleti, Marcos Biskupovic, María Antonieta Campano,
Ángela Guajardo, Álvaro Delgado, Paulina Peralta, Silvia Alfaro,
Luciana Quiroz, Paulina Acuña, Violeta Abarca,
Claudia Castillo, Jorge Lillo y Laura Olguín

Caracterizando los objetos metálicos del Complejo 269


Cultural Animas, norte semiárido de Chile
María Ignacia Corral

Desbaste de lascas en el complejo Huentelauquén: una comparación 277


entre la costa y el interior
Consuelo Huidobro y Jaie Michelow

Estructuras funerarias en el sitio de Fuerte 285


Quemado-Intihuatana. Sus implicancias en los estudios
acerca de las estrategias del estado Inka en el sector
meridional del valle de Yocavil-Catamarca-Argentina
Martín Orgaz, Néstor Kriscautzky

Algunas consideraciones en torno al problema de las piedras tacitas en el 297


Valle El Encanto (Ovalle, Chile): Una aproximación a su organización espacial
Mariela Pino E

Nuevos antecedentes para el período Alfarero Temprano 309


en el valle del Choapa: el sitio Los Mellizos (cuenca superior del Río Illapel)
Andrés Troncoso, Pablo Larach, Silvia Alfaro, Daniel Pascual y Daniel Pavlovic.
6

Comparación entre las máscaras rupestres del Valle El 321


Encanto y el valle de Choapa
Paula Urzúa

Contribuciones metodológicas al estudio de fuentes 329


y características visibles de sílices: el caso de
Rungue-Montenegro (R.M.-Chile)
Patricio Aguilera

Influencias incaicas más allá del Cachapoal: el caso del sitio Palquibudi, 341
cuenca media del Río Mataquito
Pedro Andrade, Francisco Silva, Francesca Mengozzi,
Paula Urzúa, Roberto Campbell y Javier Hernández

Traspasando barreras, interacciones sociales y conflicto allende la Cordillera Andina 351


Mónica Berón, C. Rodrigo Mera y Doina Munita

Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad: 359


La Araucanía a la luz del registro etnohistórico (y arqueológico).
Roberto Campbell

Arqueología del trabajo y los trabajadores: contextos 369


productivos del siglo XIX en las márgenes del capitalismo
(Mendoza, Argentina)
Horacio Chiavazza

Adaptaciones humanas en contextos áridos: ambiente y patrón de 381


asentamiento prehispánico en el Noreste de Mendoza, Centro Oeste, Argentina.
Horacio Chiavazza

Contradicción y la fuente del cambio social 393


Luis E. Cornejo

Lo que cuentan los actuales piñoneros sobre los antiguos recolectores. 403
El uso del espacio en dos aleros del sur de Chile (provincia de Cautín,
ix Región de la araucanía)
Oscar Salvador Toro

Configuración de comunidades locales en los grupos del período Alfarero Temprano. 413
Una propuesta metodológica y primeros resultados dentro
de la cuenca del Río Angostura
Fernanda Falabella, Itaci Correa, Luis Cornejo y Lorena Sanhueza

Aproximaciones teórico-metodológicas a la zooarqueología de sociedades 423


horticultoras del periodo Intermedio Tardío en Chile Central
Cristóbal Iglesias Torrejón
7

Reevaluación del sitio cerro La Cruz dentro de las 431


estrategias de dominio incaico en el curso medio del Aconcagua
Andrea Martínez

Los recursos vegetales de los grupos El Vergel 441


en la Isla Santa María (siglos X al XVI d.C.)
Mauricio Massone, Claudia Silva, Rafael Labarca y Simón Haberle

Uso diferencial de materias primas líticas por localidad 451


geográfica entre cazadores recolectores del curso
superior del río Maipo y sus afluentes
César Miranda y María Ángela Peñaloza

Descripción y caracterización química de distintas fuentes 459


y tipos de obsidiana en la Cordillera de los Andes
Sudoeste del Neuquén, Norpatagonia Argentina
Alberto E. Pérez, Lisandro G. López y Charles R. Stern

Evaluación de las evidencias metalúrgicas del sitio Cerro La Cruz, 471


Catemu, región de Valparaíso
Maria Teresa Plaza

De huesos y carne de ballena: el uso de los restos de 481


cetáceos en las costas de La Araucanía
Daniel Quiroz y Felipe Fuentes-Mucherl

Cementerio incaico Estación Quinta Normal, sector 487


Matucana, Santiago de Chile: nuevos antecedentes
Verónica Reyes, Mario Henríquez, Julio Sanhueza y Claudia Prado

Cazadores recolectores de los archipiélagos de Chonos y de Chiloé: 497


comparación intra e interpoblacional desde la paleopatología
Mónica Rodríguez

Arqueología histórica en la Plaza Alcalde Patricio Mekis, 507


Santiago de Chile
Catherine Westfall, Mónica Barrera

La aplicación del análisis funcional sobre el conjunto lítico del 519


componente temprano -u4- del sitio Casa del Minero 1 para la determinación
de operaciones técnicas
Manuel Cueto, Rafael Paunero y Alicia Castro

Manufactura de instrumentos bifaciales en Marazzi 1, 533


norte de Tierra del Fuego
Consuelo Huidobro Marín
Actas del XVIII
Congreso Nacional de Arqueología Chilena

Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad:


LA ARAUCANíA A LA LUZ DEL REGISTRO ETNOHISTÓRICO
(Y ARQUEOLóGICO).
Roberto Campbell T.1

Resumen
Se pone a prueba la hipótesis de que severos cambios sociopolíticos debieran gatillar cambios en el nivel social de la unidad
doméstica. Se utiliza para esto el registro etnohistórico (siglos XVI a XX) de la Araucanía el que, pese a las importantes trans-
formaciones experimentadas en la organización sociopolítica y en las bases económicas, revela una sorprendente estabilidad en
aquel nivel social. A su vez, este registro pareciera revelar que los cambios mencionados sí se reflejan en el nivel social de la
comunidad, puesto que desde 1600 d.C. se detecta un cambio en la descripción del patrón de asentamiento indígena. Esta última
situación parece estar refrendada por la distribución espacial del registro arqueológico en Isla Mocha, que por su particular tra-
yectoria histórica resulta ser útil para modelar la posible situación pre-contacto en y para la Araucanía, y donde dicho cambio no
se manifiesta. Por tanto, estos datos en conjunto, parecen indicar una gran capacidad adaptativa de la unidad doméstica frente a
los cambios sociopolíticos y económicos, de modo de poder integrarlos sin necesidad de modificar su estructura. Por otro lado, se
ponen en evidencia ciertos prejuicios y supuestos que están afectando la comprensión de la sociedad prehistórica tardía e histórica
pre-reduccional de la Araucanía, lo que conlleva la necesidad de articular una arqueología más auto-valente y de implementar
metodologías más idóneas a los casos específicos de estudio.
Palabras clave: Araucanía, unidad doméstica, comunidad, registro etnohistórico.

Abstract
A hypothesis that states that severe sociopolitical changes should trigger changes at the domestic unit social level is tested. The
Araucanian ethnohistoric record (16th-20th centuries) is used to achieve this goal. It reveals a surprising stability for such social
level, despite the significant changes on the sociopolitical organization and in the economic basis. At the same time, these sources
also show that the above mentioned changes are indeed represented at the community social level; this change in the native sett-
lement pattern is evident only from AD 1600 onwards. This last situation seems to be confirmed by the spatial distribution of the
archaeological record on Isla Mocha, where that change is not present. This area, because of its particular historical trajectory,
can be useful to model the likely pre-contact situation in Araucania. Therefore, this dataset seems to indicate a great adaptive
skill from the domestic unit in relation to the sociopolitical and economic changes, successfully adopting those changes without
a modification of its structure. On the other hand, this research also discloses certain prejudgments and assumptions that affect
our understanding of the Araucanian late prehistoric and pre-reservation historic society. Then, it conveys the need to articulate
a self-reliant archaeology and to implement more appropriate methodologies to the specific cases under study.
Key words: Araucanía, Domestic unit, Community, Ethnohistoric record

Introducción
La comprensión del cambio cultural tal como están articulados, b) que está basado mayormente
se planteó en la convocatoria a este simposio es un en una serie de imágenes estáticas y sincrónicas,
tema fundamental en la discusión antropológica y las que no muestran una clara continuidad entre sí,
arqueológica. Sin embargo, el cierto descrédito en y c) que está construido principalmente a partir de
que han caído y el prejuicio que ha acompañado a supuestos, los que no necesariamente están expli-
las perspectivas evolucionistas que buscan explicar citados y empíricamente fundamentados.
el cambio social ha mermado el estudio de este Tomando en consideración estos puntos, el obje-
fenómeno. Por tanto, hemos arribado en gran parte tivo de este trabajo será evaluar cuan permeable es el
a un conocimiento parcial sobre el cambio cultural, ámbito social de la unidad doméstica a los cambios
el que presenta entonces 3 grandes falencias: a) que sociales que ocurren en los niveles ubicados sobre
si es que el cambio es abordado, no hay una clara ella. De hecho, el eje estará puesto en dicho nivel, de
identificación de los niveles sociales involucrados, modo que éste servirá tanto de punto de observación
en qué nivel aquel se refleja y/o cómo estos niveles como de referencia. Para realizar esto tomaremos una

1
University of Pittsburgh. [email protected]
360 Roberto Campbell T.

perspectiva diacrónica, informada primordialmente cultural. Según él la transición a un modo de vida


por el registro etnohistórico de la Araucanía, el que de tipo aldeano y un énfasis en la familia nuclear
aporta una ventana temporal de alrededor de 350 (en desmedro del grupo), iría aparejado a un cam-
años (1550-1900 d.C.) sobre los procesos sociales bio desde unidades domésticas de forma circular u
acaecidos en dicho territorio. Luego, a partir de este ovalada hacia otras de forma más cuadrada.
registro, trataremos retrospectivamente los datos A la luz de estas propuestas debiéramos preguntarnos
arqueológicos, tanto prehistóricos e históricos, entonces, si la unidad doméstica refleja bien los cambios
entregados por la investigación en Isla Mocha. De culturales. O, dicho de otra forma, si esta unidad es útil
la misma forma, también serán considerados los o relevante para estudiar tal problemática. Para poder
supuestos que han servido de base a las concepciones evaluar esto necesitamos de un caso de estudio que nos
arqueológicas acerca del cambio y la continuidad en informe de un cambio cultural, y para el que contemos
la Araucanía prehistórica tardía e histórica. también con información sobre la unidad doméstica. A
nuestro parecer, la situación de la Araucanía desde el
momento del arribo europeo (1550 d.C.) sirve de base
El cambio en el nivel social de la para este ejercicio, entregando entonces luces tanto para
unidad doméstica el periodo histórico como prehistórico.

Al momento de buscar entender una sociedad es


clave tener conciencia sobre los niveles sociales que La Araucanía: definiciones, registro y
la componen y, de hecho, en cuál de ellos nosotros procesos
como investigadores estamos interesados, o desde
cuál nivel estamos hablando. Esta situación se torna Geográficamente entenderemos por Araucanía
más evidente al buscar abordar el cambio cultural, el territorio formado por las cuencas de los ríos
pues este no necesariamente se expresa en todos Bio-Bio, Cautín-Imperial y Toltén, e incluyendo las
los niveles ni tampoco de la misma forma o con la islas Quiriquina, Santa María y Mocha. A su vez,
misma intensidad. De forma más bien esquemática, temporalmente, nuestro foco estará en el periodo
y en el marco de este trabajo, reconoceremos los histórico pre-reduccional (1550-1882 d.C.), y des-
siguientes niveles sociales: la unidad doméstica, de el cual buscaremos adentrarnos en el momento
la comunidad, la localidad y la región (Falabella y prehistórico correspondiente al Complejo El Vergel
Sanhueza 2005-2006; Peterson y Drennan 2005). (aprox. 1000-1550 d.C.). Pese a los significativos
Con respecto al campo de los estudios referidos avances en nuestro conocimiento sobre la sociedad
a la unidad doméstica en Antropología, Hirth (1993) indígena prehistórica tardía de la Araucanía (Adán
refiere la existencia de dos posiciones antagónicas et al. 2005; Aldunate 2005; Castro y Adán 2002;
al momento de considerar el cambio cultural. Por Dillehay 2007; Quiroz 2003a), este aún dista mucho
un lado, quienes estiman la unidad doméstica como de una comprensión clara de las dinámicas y proce-
un espacio inherentemente estático, y quienes, sos sociales acaecidos en esta zona. Esta situación,
contrariamente, la consideran altamente dinámica. sumado a las condiciones ambientales y las meto-
Para Hirth la segunda posición está originada por dologías utilizadas, se hace aún más evidente si nos
considerar etnografías desarrolladas en sociedades referimos a los sitios arqueológicos en una escala de
del Tercer Mundo, insertas ya en economías de nivel doméstico. Esto, porque si bien es cierto que
mercado y para las cuales hay variados medios sitios domésticos han sido identificados (aunque
disponibles para el cambio doméstico. En cambio, casi siempre en oposición a los sitios funerarios), los
según él las unidades domésticas prehistóricas ha- menos se han excavado; pero sobre todo, rara vez
brían tenido menos vehículos para el cambio y, por estos han sido pensados como espacios domésticos.
tanto, la situación normal habría sido de unidades Dado todo lo anterior es que el registro etnohistó-
domésticas estables, las que cambiarían sólo “under rico ha sido utilizado de forma abusiva e indiscrimi-
circumstances of dramatic sociopolitical reorgani- nada para paliar ciertos aspectos de la investigación
zation or environmental change” (Hirth 1993:23). arqueológica. Por ello mismo, en este trabajo hemos
Por otro lado, Flannery (1972, 2002) también optado por hacer una lectura retrospectiva más cau-
aborda la relación entre unidad doméstica y cambio telosa donde iremos desde lo conocido (el periodo
Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad... 361

histórico a través del registro etnohistórico) hacia lo se ha desarrollado en torno a este, indican severos
menos conocido (el periodo prehistórico e histórico cambios tanto en lo económico y socio-político
a través del registro arqueológico). (Bengoa 2003; Boccara 2007; Dillehay 2007; Leiva
Como ya se ha señalado, los datos etnohistóricos, 1977; Montecino 1980; Torrejón y Cisternas 2003).
aun con todas sus deficiencias y problemas, aportan 350 Con respecto a lo económico, hay un cambio
años de información documental sobre las unidades en sus bases desde una agricultura/horticultura de
domésticas, tanto en sus aspectos arquitectónicos como maíz, quinoa, papas, porotos y otros cultivos. Lo
sociales. Las fuentes que consideraremos incluyen anterior, complementado con prácticas de caza y
para el siglo XVI a Valdivia (1929 [1552]), Bibar recolección hacia una economía orientada bási-
(1966 [1558]) y Mariño de Lobera (1865 [1595]). camente a la ganadería de animales europeos, al
Para la transición de dicho siglo al XVII a Ocaña intercambio y al pillaje del área trans-Biobío, con
(1995 [1602]) y González de Nájera (1889 [1614]), una práctica agrícola de subsistencia. Además, está
para el siglo XVII a Van Noort (en IJzerman 1926 el reemplazo de elementos como la tecnología lítica
[1602]), Van Speilbergen (1906 [1617]), Núñez de y la incorporación de nuevos bienes como el hierro,
Pineda (1863 [1673]), Ovalle (1646) y Rosales (1877 las cuentas y la plata europea. En lo político y social,
[1674]). En el siglo XVIII a Frezier (1902 [1713]), si bien persiste la estructura anidada de 6 niveles
Molina (1795), Carvallo Goyeneche (1876 [1789]) y (ruca, caserío, quiñelob, lebo o rehue, ayllarehue y
Pérez García (1900 [1810]); y para el siglo XIX pre- futamapu), hay un cambio en la autonomía política
Pacificación a Gay (1854 [1842]), Domeyko (1845), y la importancia de estas unidades. Es así como
Smith (1855), Ruiz Aldea (1902 [1868]), Coña (2000 el ayllarehue gana poder en desmedro del lebo o
[1920]) y Joseph (1931)2. Este último trabajo, a su rehue, lo que va aparejado de una centralización del
vez, también entrega información sobre la situación poder en los jefes regionales en desmedro de los
post-Pacificación, y debe ser considerado el punto locales. A su vez, también hay una modificación
cúlmine y final del registro etnohistórico disponible en las bases del liderazgo, desde el prestigio social
en relación a “La Vivienda Araucana”. De hecho, hacia la acumulación de riqueza. Finalmente, hay
llega a ser una paradoja que con la incorporación una baja población, ya que se estima que para 1550
de la Araucanía a Chile y el desarrollo de la Antro- d.C. en la Araucanía habitaban 500.000 personas.
pología como una disciplina científica, el estudio Sin embargo, para 1600 d.C. esta habría disminuido
material de los aspectos domésticos de la población a 100.000 personas, manteniéndose en dicho número
indígena de la Araucanía desaparezca totalmente. hasta la Pacificación misma. Como se puede ver, el
Simplemente, no hay etnografías o estudios que se arribo europeo a la Araucanía generó una dramática
hagan cargo de compilar información material o de reorganización sociopolítica y una transformación en
una forma más descriptiva y que, por tanto, sea de la base económica. Por tanto, a la luz de la propuesta
utilidad al arqueólogo. de Hirth (1993) debiéramos esperar un cambio en
En otro sentido, es clave establecer si efecti- el nivel de la unidad doméstica.
vamente ocurrieron severas transformaciones a la
sociedad de la Araucanía a partir de 1550 d.C., un
punto que debe ser establecido con anterioridad a El nivel de la unidad doméstica en la
abordar el estudio del nivel doméstico y su relación Araucanía
con el cambio cultural. Esto es precisamente el telón
que necesitamos para poder testear la proposición Como indicábamos anteriormente el registro
de Hirth, respecto a que la unidad doméstica pre- etnohistórico provee útiles descripciones respecto
histórica abandona su estabilidad tradicional y se a la unidad doméstica, las que utilizaremos para
modifica sólo ante “una dramática reorganización evaluar los cambios que la afectaron a través del
sociopolítica”. En este sentido, tanto el registro et- tiempo3. En cuanto a su arquitectura las unidades
nohistórico en sí como también la investigación que domésticas son descritas en términos muy similares

2
La primera fecha indica el año de publicación de la fuente
que estamos utilizando, la segunda el rango temporal máximo 3
Debido a limitaciones de espacio se ha optado por no incluir
que cubre dicha fuente. como parte del texto la mayoría de las citas.
362 Roberto Campbell T.

durante estos 350 años: tienen una forma ovoidal- y el segundo de estos que cada esposa puede tener
rectangular, son construidas de cañas y paja, son un departamento separado, donde cocina y trabaja
altas, sin ventanas, y el techo puede llegar al suelo independientemente. Smith (1855:205), Coña (2000
(Valdivia 1929 [1552]:225; González de Nájera [1920]:194-195) y Joseph (1931:35, figura 8, figura
1889 [1614]:167; Ovalle 1646:89; Rosales 1877 9) por su parte identifican 3 sectores en la vivien-
[1674]:149; Frezier 1902 [1713]:40; Domeyko da: un área de almacenaje al fondo, separada por
1845:51-52; Smith 1855:204; Ruiz Aldea 1902 una muralla de caña; el centro, donde está el o los
[1868]:16; Coña 2000 [1920]:185-199; Joseph 1931). fogones; y los dormitorios, que no necesariamente
Incluso González de Nájera (1889 [1614]:167) y están segregados físicamente, ubicados a los cos-
Smith (1855:295) coinciden en describirla con la tados o en los rincones. Una muy posible área de
forma de un bote invertido. almacenaje aparece en el grabado “Un Machitún”
Un aspecto que es escasamente mencionado de Gay (1854 [1842]). Además Smith (1855:205,
es el de la cantidad de puertas o accesos. Valdivia 295) y Coña (2000 [1920]:188) indican la posible
(1929 [1552]:225) señala que hay viviendas con 2, existencia de un desván o entretecho para almace-
4 y 8 puertas, mientras que Mariño de Lobera (1865 naje, al que se accede por uno de los pilares de la
[1595]:124) refiere “en cada casa catorce o quince, casa a modo de escalera.
y más puertas para que cada mujer tuviese su puerta En relación al fogón, Núñez de Pineda (1863:49,
aparte”. Ya en el siglo XIX, Smith (1855:204) y Coña 85) menciona que estos pueden estar dentro o fuera
(2000 [1920]:198) mencionan sólo una puerta, y de la unidad doméstica y que, por ejemplo, Angana-
Joseph (1931:33), una o dos. Con relación al tamaño món “tenía tres fogones por ser capaz y anchuroso”
de las unidades domésticas, la tabla 1 compila esta (Núñez de Pineda 1863 [1673]:126, 225). Por
información (figura 1). otro lado, Molina (1795:116), Pérez García (1900
[1810]:59), Smith (1855:296) y Ruiz Aldea (1902
[1868]:16) indican que a cada esposa correspondía
un fogón, lo cual entonces no resulta muy coherente
con la situación social de Anganamón. Sin embargo,
Smith (1855:296) indica que si la familia es peque-
ña cada mujer tiene su fogón, pero si la familia es
grande las mujeres comparten fogones, llegando
él a registrar hasta 6 fogones simultáneos. Por su
parte, Coña (2000[1920]:195) señala que si el hogar
es numeroso o hay dos esposas, habrá dos fogones.
Otro aspecto indicado por los cronistas es la apa-
rente falta de mobiliario. Valdivia (1929 [1552]:225)
refiere que al interior de las casas hay comida, lana y
armas, mientras que Ocaña (1995 [1602]:37) indica
Figura 1. Tamaño de las unidades domésticas. En el caso de que “solo tienen armas en las casas”. González de
Mariño de Lobera se indica la relación ancho-alto a partir de Nájera (1889 [1614]:48), Núñez de Pineda (1863
los perímetros dados (ver nota 3). En el caso de Smith el trián- [1673]:51, 154, 217), Rosales (1877 [1674]:160),
gulo unido a otro por una línea corresponde a la inclusión de la Frezier (1902 [1713]:40), Carvallo Goyeneche (1876
ramada de dicha unidad doméstica (ver nota 5).
[1789]:137), Pérez García (1900 [1810]:59) y Ruiz
Aldea (1902 [1868]:17) nombran el uso de ponchos
Respecto al interior de la unidad doméstica, o pellejos para sentarse o dormir, e incluso sólo
las crónicas de los siglos XVI, XVII y XVIII no para los más ricos o caciques principales. Frezier
hacen mención a divisiones internas, incluso Ovalle (1902 [1713]:35) menciona que “Los caciques
(1646:89) indica que las viviendas son “sin altos, comienzan a hacer uso de mesas i bancos”, Smith
sin entresuelos, ni ventanajes, y no son demasiado (1855:204) y Coña (2000 [1920]:195-196) hablan
grandes, ni están unidas”. Ya para el siglo XIX Smith de coligües con cueros a modo de camas, y Ruiz
(1855:295), Ruiz Aldea (1902 [1868]:16) y Joseph Aldea (1902 [1868]:17) de bancos de madera. Ya
(1931:35) mencionan divisiones como dormitorios, Joseph (1931:35) menciona camas y baúles. Por
Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad... 363

otro lado, Molina (1795:119), Smith (1855:205, y Molina (1795:116) una cabaña exterior para los
253), Ruiz Aldea (1902 [1868]:40), Coña (2000 visitantes. Por otro lado, Rosales (1877 [1674]:324)
[1920]:195) y Joseph (1931:35) indican que los y Coña (2000 [1920]:124-125) indican que por su
alimentos, cunas, bolsas y/o artefactos de madera valor los hueque dormían dentro de la casa.
se cuelgan de las vigas del techo y/o en las paredes. En cuanto a aspectos más sociales se indica la
Un aspecto interesante es la existencia de es- práctica de la poligamia y la existencia de unidades
pacios anexos a la unidad doméstica. Entre ellos domésticas polifamiliares (Mariño de Lobera 1865
una ramada adosada a la unidad doméstica donde [1595]:124; Núñez de Pineda 1863 [1673]:97, 217;
el dueño de casa pasa el día y recibe a los invitados Rosales 1877 [1674]:141; Molina 1795:114-115;
y viajeros, y de una vara o viga larga atravesada que Carvallo Goyeneche 1876 [1789]:141; Pérez García
marca hasta dónde pueden aproximarse los visitantes 1900 [1810]:62; Domeyko 1845:55; Smith 1855:188-
(Domeyko 1845:48; Smith 1855:184, 295; Ruiz 189, 257, 285, 296; Ruiz Aldea 1902 [1868]:35, 39;
Aldea 1902 [1868]:16, 50; Coña 2000 [1920]:210). Coña 2000 [1920]). Esto está ligado al hecho de
Por su parte, Núñez de Pineda (1863 [1673]:83, que la mujer o las mujeres que habitan la unidad
199) menciona corrales para las aves y el ganado, doméstica constituían la fuerza laboral de esta, es

Tabla 1: Tamaño de unidades domésticas según fuentes escritas


Fuente Largo Ancho Area Descripción
(en m) (en m) (en m²)
Mariño de Lobera, 51.5 4.5 231.8 “las casas son mui grandes de a cuatrocientos piés en cua-
(1865 [1595]:124) 1 28 28 784 dro cada una, y algunas de mas, y aun no pocas de ocho-
cientos piés”
107.5 4.5 483,8
56 56 3136
González de Nájera, “las cuales barracas hay pequeñas, medianas y mayores,
(1889 [1614]:167) 28 8.4 235 y la más grande de indio señalado no pasa de cien piés de
largo y treinta de ancho”

Domeyko (1845:51)2 16.6 6.6 110 “su casa bien hecha, grande, espaciosa, de veinte i mas va-
16.6 8.3 138 ras de largo i de ocho a diez de ancho”

Smith (1855:204, 250, 295)3 “The house (...) some thirty feet long by fifteen broad”,
9 4.5 41 “We found the house (...) about eighty feet long by thirty
broad. The “ramada” (or shed, serving as a protection from
216 the sun), was very large, of the same length as the house,
24 9 (27) before which it stood, and a bout sixty feet wide”, “The
(648)
house (...) Its length was about a hundred and forty feet,
and the width some thirty odd. The peak stood near fifteen
42 9 378 feet from the ground”

Ruiz Aldea (1902 [1870]:16] 4 8.3 7.8 64.7 “Sus casas son (…) de diez a veinte varas de largo”
16.6 7.8 129.5
Joseph (1931:34) 12 7 84 “Las mayores miden de doce a quince metros de largo por
15 10 150 siete a diez de ancho y unos cuatro a seis de alto”

1
Un pie hispano del siglo XVI-XVII equivale a 0.28 cm, dato válido entonces para Mariño de Lobera y González de Nájera. En
el primer caso, la expresión “en cuadro” hay que entenderla como perímetro (Zapater 1978:55). Por tanto, los posibles perímetros
máximos son 112 m y 224 m y las posibles áreas máximas 784 m² y 3136 m², respectivamente. Sin embargo, lo anterior es
considerando las casas como cuadrados (polígonos de cuatro lados de igual largo). Por tanto, si tomamos el ancho mínimo reportado
(4,5 m, Smith 1914:115), esto nos da para una casa de un perímetro de 112 m, lados de 4,5 y 51,5 m (231,8 m²), y para una casa
de perímetro de 224 m, lados de 4,5 y 107,5 m (483,8 m²). (ver figura 1).
2
Una vara equivale a 0,83 m, dato válido entonces para Domeyko y Ruiz Aldea.
3
Un pie equivale a 0,30 m. El valor entre paréntesis es habiendo agregado la ramada adyacente.
4
Como Ruiz Aldea sólo informa los largos, hemos decidido suplir el dato del ancho por medio de promediar los anchos
proveídos por Domeyko, Smith y Joseph, obteniendo un valor de 7,8 m.
364 Roberto Campbell T.

decir, de ellas dependía en gran parte la reproduc- 1855:184, 250-251). Esto bien pudiera estar indicando
ción social y económica de la misma. Lo anterior una segregación de género del espacio doméstico:
es indicado por los cronistas, quienes coinciden en interior/femenino y exterior/masculino.
que la mujer es quien realiza prácticamente todas
las labores domésticas, tales como las labores de
la tierra, hacer y servir la chicha, hilar, tejer, juntar Estabilidad doméstica y perspectivas
leña y agua, hacer fuego y cocinar, barrer, moler el
grano, hacer cerámica y cestos, esquilar el ganado, y De este conjunto de datos y en relación a los
cuidar a los niños y los caballos. Mientras tanto, los cambios en el nivel de la unidad doméstica, con-
hombres figuran jugando, parlamentando, comer- sideramos que lo más sugerente es una reducción
ciando, recibiendo a las visitas, a cargo del trabajo en en el tamaño de las unidades domésticas. Esto se
madera y de la platería, y ocasionalmente labrando hace evidente si comparamos los datos aportados
la tierra (Van Noort [IJzerman 1926:57] [1602]; por Mariño de Lobera para la segunda mitad del
Ocaña 1995[1602]:44; González de Nájera 1889 siglo XVI, contra los datos que dan González de
[1614]:41, 47, 54; Núñez de Pineda 1863 [1673]; Nájera para el inicio del siglo XVII y Domeyko,
Rosales 1877 [1674]:152, 155, 160; Ovalle 1646:90; Smith, Ruiz Aldea y Joseph para la segunda mitad
Frezier 1902 [1713]:34-35, 41; Molina 1795:116- del siglo XIX. Sin embargo, la falta de más datos
117; Carvallo Goyeneche 1876 [1789]:159-160; para el siglo XVI, así como el vacío de casi 150
Domeyko 1845:50-51, 55; Smith 1855:195, 204, años entre González de Nájera y Domeyko impide
214, 298, 302; Ruiz Aldea 1902 [1868]:20, 23, 28, darle más solidez a esta tendencia. Por tanto, aun
41-42; Coña 2000 [1920]; Joseph 1931). considerando estas últimas informaciones, el grueso
Aspectos sobre los que hay sugerentes, pero de la evidencia presentada apunta, a nuestro parecer,
no totalmente confiables datos, es en relación a un a destacar la estabilidad de la unidad doméstica en
uso diferenciado de la unidad doméstica según la sus aspectos arquitectónicos y sociales. Esto con-
estación, como también del espacio interior y exte- trasta con los drásticos cambios en la organización
rior y sus características. Es así como, González de sociopolítica y las bases económicas ya referidos.
Nájera (1889 [1614]:166, 255) indica que “cuando Por tanto, llegado a este punto, y teniendo en mente
los nuestros campean es verano, en tal tiempo no la propuesta de Hirth (1993), surgen 4 posibilidades:
duermen los indios en sus barracas donde los pien- a) Que los cambios en la organización sociopo-
san hallar”, situación que se revierte en invierno. lítica y en lo económico no fueron tan severos, y
De hecho, Núñez de Pineda (1863 [1673]) durante por tanto, no conllevaron mayores transformaciones
su “cautiverio” siempre durmió adentro, mientras en el nivel de la unidad doméstica.
que Smith (1855:260-261) durante su viaje estival b) Que el planteamiento de Hirth es erróneo,
durmió afuera. y que la unidad doméstica es de por sí estable y
Por otro lado, Núñez de Pineda (1863 [1673]:146) resiliente, incluso frente a severos cambios en la
menciona la existencia de “emboscaderos” o chozas organización sociopolítica y económica.
para 3 o 4 personas, escondidas en los cerros, que c) Que el nivel de la unidad doméstica en el
se usan en verano o cuando atacan los españoles. caso de la Araucanía ha de ser reconocido como
Estas bien podrían corresponder a las chozas cónicas una anomalía histórica en cuanto a sus respuestas
del grabado “Los pinares de Nahuelbuta” de Gay sociales.
(1854 [1842]). A su vez, estas últimas parecen ser d) Que el nivel de la unidad doméstica no es
la “casa encolihuada” que Coña (2000 [1920]:188) el idóneo para investigar el cambio cultural en la
describe, y que se indica en una nota que “es esta Araucanía.
la choza araucana del tipo antiguo; tiene forma La primera opción, de ser correcta, debiera
cónica”. Finalmente, hay una tendencia a que las llevar a preguntarnos qué entonces deberíamos
actividades vinculadas a los hombres se desarrollen considerar como “cambios dramáticos”, puesto que
fuera de la unidad doméstica misma, y también de lo que ocurre en la Araucanía desde 1550 parece
evitar el acceso directo de los hombres a ella (Van a todas luces severo, por tanto, descartamos esta
Noort [IJzerman 1926:57] [1602]; Van Speilbergen posibilidad como correcta. La segunda opción nos
1906 [1617]:52-53; Domeyko 1845:48, 51; Smith genera la interrogante entonces de cuándo y cómo
Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad... 365

debiéramos esperar cambios más drásticos en el decir, dicha explicación recién aparece, al menos,
nivel de la unidad doméstica, y que no sean entonces en el registro etnohistórico en un momento cuando
sólo paulatinos; por tanto, también descartamos esta ya han pasado 50 años desde el arribo europeo y
posibilidad. Finalmente, la tercera y cuarta opción, ya ha ocurrido una significativa baja poblacional.
a la luz de los antecedentes que pasaremos a revisar, A la par de esto, ciertos textos también indican
parecen ser las más correctas, además de ser posi- grandes concentraciones de población con carácter
ble vincularlas. Al mismo tiempo, y seguramente estrictamente ocasional: González de Nájera (1889
el punto más lamentable, es la ausencia de datos [1614]:184) menciona una con 9000 personas, y
arqueológicos específicos a lo doméstico, tanto Núñez de Pineda fiestas con 4000, más de 10000,
para el periodo prehistórico como histórico, que y 12000 a 14000 personas (1863 [1673]:126, 200
nos permitan evaluar desde la arqueología misma, y 207, respectivamente).
lo antes propuesto y contrastarlo con el registro Pese a este cambio en la descripción del asen-
etnohistórico. tamiento indígena en la Araucanía, los arqueólogos
sólo han recogido y considerado la afirmación
etnohistórica que hace mención a un patrón de
El nivel de la comunidad asentamiento disperso. A este, además, se le ha
otorgado una indeterminada profundidad histórica,
El mismo registro etnohistórico, que por un expandiéndose así retrospectivamente una informa-
lado indica una fuerte estabilidad y resiliencia del ción que estaría caracterizando a la Araucanía sólo
nivel de la unidad doméstica frente a los drásticos desde 1600 d.C. en adelante. El grabado “Plain of
cambios ocurridos en lo social, político y económico, Boroa” de Smith (1855:frontispicio) y una fotografía
parece sí indicar cambios drásticos y permanentes en Alvarado et al. (2001:233) bien pueden representar
en el nivel de la comunidad y la localidad. el paisaje social que los arqueólogos asumen para
Volviendo a las crónicas, tanto Valdivia (1929 la Araucanía prehistórica, formado por dispersas y
[1552]:223), Bibar (1966 [1558]:145) y Mariño aisladas unidades domésticas.
de Lobera (1865 [1595]:115-116, 123-125, 302) Llegado a este punto, y en relación al cambio
mencionan recurrente y consistentemente la cultural y su efecto en diferentes niveles sociales,
existencia de grandes concentraciones con una se hace necesario poder evaluar y comprender
alta densidad poblacional para la Araucanía. Esta el patrón de asentamiento indígena prehistórico
situación cambia drásticamente desde 1600, cuando e histórico pre-reduccional de la Araucanía. Sin
ya en las crónicas de Ocaña (1995 [1602]:37-38, embargo, la falta de una metodología arqueológica
48) y González de Nájera (1889 [1614]:48, 50) es adecuada a este objetivo dificulta poder evaluar los
mencionada la presencia casi exclusiva de asenta- puntos anteriores.
mientos dispersos de pocas unidades domésticas,
con la sola excepción de la “ciénaga de Purén”. Esta
descripción es luego la que se repite una y otra vez Isla Mocha: Área no-impactada
hasta el fin de la Pacificación. Es decir, en los textos
de Núñez de Pineda (1863 [1673]:49, 78, 85, 208, En este contexto los datos distribucionales
220), Rosales (1877 [1674]:150-151), Frezier (1902 generados como parte de un proyecto de investi-
[1713]:40), Molina (1795:58), Domeyko (1845:26- gación arqueológico desarrollado en Isla Mocha
27), Smith (1855:280-281, 285192), Ruiz Aldea son útiles para evaluar los aspectos anteriores.
(1902 [1868]:15) y Joseph (1931:33). Isla Mocha, como ya lo ha mostrado investigación
Esta nueva situación social podríamos incluso previa (Goicovich y Quiroz 2008; Quiroz 2003b;
considerarla refrendada por el hecho de que re- Quiroz y Sánchez 1997; Sánchez et al. 2004),
cién para 1600, sea reportada por vez primera la presenta un momento de ocupación humana estable
“explicación emic” referente a que la población y permanente que se extiende desde aproximada-
indígena de la Araucanía vive dispersa, por temor mente el 900 hasta 1685 d.C. Dicha ocupación
a los envenenamientos y brujerías (Ocaña 1995 abarca entonces, el periodo correspondiente al
[1602]:48; González de Nájera 1889 [1614]:48, Complejo El Vergel y concluye ya en tiempos
139-140; y luego en Rosales 1877 [1674]:150). Es históricos, cuando las autoridades españolas
366 Roberto Campbell T.

efectúan el despoblamiento de la isla. Por tanto, nos permitiese visualizar un patrón de pequeños
dadas estas condiciones, ella es idónea para los asentamientos dispersos, concordante con la lec-
fines de esta investigación. De hecho, si bien, tura tradicional que los arqueólogos han hecho y
por un lado, Isla Mocha en tiempos prehistóricos asumido a partir del registro etnohistórico. Muy
estuvo plenamente integrada a los procesos cul- por el contrario, la imagen que se generó fue la de
turales continentales, ya en tiempos históricos es grandes núcleos acotados, con un área aproximada
relevante el que no fuese ocupada efectivamente de entre 15 a 20 ha, y separados por un espacio
por los europeos y, por tanto, no fue impactada virtualmente vacío de 1 km de distancia.
tan drásticamente como sí lo fue la Araucanía Por tanto, estos datos apuntan en la dirección
continental. Por esto es que consideramos que de confirmar la posible naturaleza histórica (post-
los datos generados a partir de esta isla pueden 1600 d.C.) del “tradicional” patrón de asentamiento
entregar una imagen social menos distorsionada disperso de la Araucanía. En consideración de esto,
por el impacto histórico europeo y con ello, más pasa a quedar en entredicho que aquel patrón sea
cercana a la situación pre-contacto. extensible también a tiempos prehistóricos. A su
La metodología empleada en este proyecto vez, retomando el foco de este trabajo, los datos
contempló una prospección de cobertura total sobre de Isla Mocha dan sustento a nuestra proposición
un territorio de 6 km². Esto se llevó a cabo a través de que los drásticos cambios en la organización
de transectos que corrían paralelos y espaciados sociopolítica y en las bases económicas en el caso
cada 25 m, desde el límite de la Reserva Nacional de la Araucanía afectaron el nivel de la comunidad,
Isla Mocha hasta la costa. En dichos transectos la pero no así el de la unidad doméstica.
presencia y la continuidad en superficie del material
arqueológico fue registrada a su vez en intervalos
cada 25 metros. Esta metodología permitió generar Conclusiones
así un mapa de la distribución en superficie de los
materiales arqueológicos, con el fin de poder delimitar Respecto a las 4 posibilidades planteadas más
a los sitios y las áreas ocupadas por la población arriba, y a la luz de la hipótesis de Hirth, efectiva-
indígena (Peterson y Drennan 2005) (figura 2). mente debiéramos reconocer el nivel de la unidad
doméstica en el caso de la Araucanía como una
anomalía. Esto ya que pese a los severos cambios en
la organización sociopolítica y en las bases econó-
micas, esta demostró una extraordinaria estabilidad
y resiliencia. A su vez también, la información con
que contamos, pese a lo preliminar y exploratoria
que es, parece indicar que los niveles de la comu-
nidad y la localidad son más sensibles y por tanto
más idóneos para investigar el cambio cultural, en
contraste con el de la unidad doméstica. Nuevamente,
esto último, al menos en el caso de la Araucanía.
Por otro lado, es posible plantear también que la
propuesta de Hirth peca de poco precisa, pues casos
como el de la Araucanía estarían mostrando que cier-
tos cambios más globales no afectan los niveles más
inferiores, o bien, que estos niveles pueden adaptarse
a una nueva situación sin modificar mayormente sus
Figura 2. Mapa de la zona de estudio en Isla Mocha. Cada
características. Incluso, es factible que las nuevas
triángulo negro corresponde a un punto de recolección de condiciones puedan ser integradas, o incluso, ser
material arqueológico. Las concentraciones identificadas están coherentes con la estructura ya presente y por tanto
delimitadas en azul (sitios P29-1, P31-1 y P5-1, de norte a sur). no hagan necesario ni esperable un cambio en esta.
Tal puede ser el caso del rol de la mujer, cuya fun-
Nuestra expectativa era la de que este mapeo ción como motor económico del nivel doméstico,
Cambio cultural, unidad doméstica y comunidad... 367

más que modificarse, que de hecho no sucede, se ve desarrollo de una arqueología que vaya más allá de
intensificada por las nuevas condiciones. lo estrictamente prehistórico, es decir, que se haga
En otro sentido, tratar de esclarecer si el cambio cargo precisamente de ese periodo etnohistórico
cultural surge desde lo doméstico hacia lo general, o que va desde 1550 hasta 1882.
desde lo general hacia lo doméstico, no tiene mucho De hecho, es dable pensar que las transforma-
sentido. Puesto que si bien la mayoría de las decisio- ciones gatilladas por la Pacificación y el proceso
nes y la reproducción social pasa en gran parte por lo reduccional han sido muchísimo más severas que
doméstico, también es cierto que el nivel de resolución las generadas por el arribo europeo en 1550. Ya en
arqueológico impide saber si primero fue el huevo o su artículo, Joseph (1931:34) incluye “las modernas
la gallina. Más bien, nuestros esfuerzos debieran estar habitaciones de los araucanos acomodados, techa-
dirigidos a generar una investigación arqueológica das con zinc y fierro galvanizado y parecidas a las
que sea capaz de hablar por sí misma y que tenga casas del campo de los chilenos”. A esto debemos
una capacidad explicativa desde sus propios datos. agregar la pérdida de su independencia política y
Esto, en cierta forma, significa dejar de apoyarse tan territorial, una drástica reducción en la propiedad
facilistamente en el registro etnohistórico, y utilizarlo de la tierra y la supresión de la poligamia. Estos
como una herramienta que colabore con, pero que no son temas que quizás aún sea prematuro investigar
determine o pre-oriente nuestras explicaciones. arqueológicamente y que le correspondan evaluar
En este contexto, es crucial empezar a entender a los arqueólogos del futuro, quienes tendrán una
el registro arqueológico desde una perspectiva mayor perspectiva temporal de los cambios y pro-
antropológica, en la cual las sociedades indígenas cesos sociales de la Araucanía.
sean insertas en su historicidad y cotidianidad. De Agradecimientos: esta investigación fue finan-
este modo se evitará asignarles patrones que se pier- ciada por National Science Foundation a través de
den en una atemporalidad absoluta. Esto, además, la beca BCS-0956229. Además el autor desea agra-
debe ir aparejado de metodologías de investigación decer a las familias Varela, Parra, Moya, Pincheira,
adecuadas a las sociedades de nuestro interés y que Larronde, González, Silva, Arancibia y Brendel
permitan así una adecuada evaluación del registro de Isla Mocha. A los arqueólogos y licenciados en
arqueológico generado por estas. Antropología con mención en Arqueología Itací
Finalmente, y más específicamente en nuestro Correa, Magdalena de la Maza, Jaie Michelow y
caso de estudio, estas conclusiones nos deben hacer Pedro Andrade. A los estudiantes de Antropología
reflexionar respecto a la necesidad de investigar la de la Universidad de Chile Emilia Catalán, Fran-
aparente profundidad temporal de la estabilidad cisca Moya, Consuelo Tardones; Paula González,
doméstica, los patrones y ciclos que rigen el nivel Daniela Núñez, Gabriela Palma, Sandra Rebolledo,
doméstico. Se hace necesario, en consecuencia, el Leonora Rojas y Constanza Silva.

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al grado de Licenciado en Antropología, Departamento de
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