Qué Es La Homosexualidad
Qué Es La Homosexualidad
Qué Es La Homosexualidad
Causas
La homosexualidad no es una elección. Según recoge
la American Pshycological Association (APA), muchos
científicos consideran que una persona es homosexual
debido a una interacción compleja de factores biológicos,
cognitivos y del entorno. Los primeros indicios de atracción
emocional o sexual de una persona tienden a surgir
durante el comienzo de la adolescencia, ya sea hacia
personas de su mismo o de distinto sexo (o ambos, en el
caso de la bisexualidad). En su momento, esta asociación,
junto a otros colectivos, consideró la homosexualidad
como un “trastorno mental y emocional”, aunque en 1937
decidió eliminar a la homosexualidad de este grupo.
Historia
La homosexualidad ha estado siempre presente en las
distintas culturas a lo largo de la historia. En
la Enciclopedia de Filosofía de Stanford, se explica que la
primera acepción del término “homosexualidad” aparece
de mano de Karl-Maria Kertbeny a finales del siglo XIX.
Sin embargo, las relaciones entre personas del mismo sexo
se remontan a la Antigua Grecia.
En esta época, no era raro que los hombres mantuviesen
relaciones sexuales con aquellos de su mismo sexo. Estas
relaciones no estaban mal vistas, ya que para los griegos
no importaba el sexo de la pareja, sino su estatus social.
En la Antigua Roma también se compartía una visión
similar sobre la homosexualidad, aunque progresivamente
se fue tomando una visión más crítica de rechazo.
Con la aparición del cristianismo durante los primeros
siglos después de Cristo, las relaciones sexuales
mantenidas fuera del matrimonio comenzaron a
condenarse, lo que hizo que las prácticas homosexuales
provocaran un mayor rechazo por parte de la sociedad.
Este odio hacia lo homosexual se vio aún más
incrementado en torno a los siglos XII y XIV, con las
diferentes reformas de la Iglesia que tomaban la ley natural
como el principal estandarte de moralidad.
Durante los siglos posteriores las penas por actos
homosexuales tenían grandes castigos, aunque surgían
grupos y sub-culturas que lo aceptan pese a la
persecución. En los siglos XVIII y XIX la atención sobre
estos grupos fue disminuyendo, y algunos teóricos
empezaron a tratar de buscar una relación entre la
homosexualidad y la medicina y la psicología. La reducción
de penas por homosexualidad surgió con la idea de que si
la homosexualidad no era algo que la persona escogía de
forma voluntaria, no tenía sentido convertirla en un crimen.
Esto provocó, también, que empezaran a surgir diversos
tratamientos para tratar de erradicar la homosexualidad de
las personas.
Ya en el siglo XX la homosexualidad comenzó a separarse
del concepto de “trastorno mental” para convertirse en una
orientación sexual más. La eliminación de prohibiciones
para tener relaciones sexuales fuera del matrimonio hacía
más difícil encontrar argumentos para criminalizar las
relaciones homosexuales. Además, en la década de los 60
surge un movimiento de liberación encabezados por
distintos colectivos homosexuales, en busca de una mayor
aceptación por parte de la sociedad. Desde entonces, la
aceptación y visibilidad de estos grupos van siendo cada
vez mayores.
Aceptación de la homosexualidad
La aceptación de la homosexualidad a lo largo de la
historia ha ido variando dependiendo del tipo de sociedad
y época. Aunque en gran parte de la historia se ha visto
como algo negativo (e incluso catalogado como crimen),
durante las últimas décadas cada vez es mayor el sector
de la opinión pública que se posiciona a favor de la libertad
de expresión sexual y la condena de la discriminación por
razones de orientación sexual.
Pese a todo, en la sociedad actual siguen existiendo
determinadas actitudes en contra de la homosexualidad, lo
que dificulta a veces la llamada “salida del armario” de los
homosexuales, es decir, que estos anuncien su condición
sexual ya sea a un grupo pequeño de su entorno o de
manera pública. Además, la discriminación puede
ocasionar otro tipo de consecuencias como la violencia
física o mental, impidiendo a estas personas desarrollar su
vida con normalidad.
Actualmente, el día 28 de junio de cada año se celebra
el Día Internacional del Orgullo LGBT, una reivindicación
para la tolerancia e igualdad de derechos de los
homosexuales, bisexuales y transexuales. La elección de
este día se debe a los disturbios de Stonewall ocurridos el
28 de junio de 1969 en Nueva York, en los que parte de la
comunidad LGTB luchó contra una redada policial
consecuencia de una ley que obligaba a clausurar todos los
bares para homosexuales. Desde este día, surgieron varias
organizaciones y protestas en busca de una mayor
tolerancia del colectivo LGTB, lo que ayudó en gran medida
a conseguir unas condiciones razonables de vida y un
respeto a los derechos básicos de este colectivo.
En el caso de España, los matrimonios entre personas del
mismo sexo se legalizaron en el año 2005, conviertiéndose
así en el tercer país del mundo en permitir el matrimonio
homosexual. Desde hace muchos años, el Orgullo LGBT se
celebra en varias ciudades del país con diversas marchas;
la más importante de toda Europa es la celebrada en
Madrid.
Salud sexual
Aunque las enfermedades transmitidas a través de las
relaciones sexuales pueden darse tanto entre
heterosexuales como en homosexuales o
bisexuales, existen ciertas enfermedades que tienen una
mayor prevalencia entre aquellas personas del mismo
sexo.
Hombres
La enfermedad venérea más frecuente entre hombres
homosexuales o bisexuales es el sida, según recoge
el Centro de Control y Prevención de
Enfermedades (CDC). Esta enfermedad se transmite sobre
todo a través del sexo anal o de jeringuillas, y en menor
medida a través de sexo oral. El VIH es una enfermedad
que puede tardar varios años en provocar síntomas, por lo
que puede haber personas infectadas que lo desconozcan.
Para evitar contraer el VIH, desde el CDC se recomienda el
uso de métodos anticonceptivos de barrera, como
el preservativo, así como reducir el número de
compañeros sexuales. Además, aconseja acudir al médico
de forma inmediata en cuanto se sospeche que se puede
haber contraído el virus.
Otras infecciones de transmisión sexual frecuentes entre
las relaciones entre hombres son la sífilis, la hepatitis B,
la hepatitis C, la clamidia, la gonorrea o el herpes
genital.
Mujeres
Las mujeres lesbianas o bisexuales tendrían un mayor
riesgo que las heterosexuales de contraer infecciones de
transmisión sexual que, por motivos desconocidos, serían
más prevalentes entre este colectivo, según el
portal WomensHealth. La vaginosis bacteriana es una de
las más frecuentes, aunque se puede tratar con
antibióticos.
Otras enfermedades frecuentes son la clamidia, el herpes
genital, el virus del papiloma humano, la tricomoniasis o
las ladillas.
Para evitar todos estos problemas, es importante conocer
el estado de salud de la pareja sexual, o
usar preservativos femeninos que puedan ayudar a evitar
el contagio de estas enfermedades.
https://cuidateplus.marca.com/sexualidad/diccionario/homosexualidad.html
La adolescencia es el amanecer de la atracción sexual. Esto ocurre debido a los cambios
hormonales propios de la pubertad. Estos cambios afectan tanto al cuerpo como a la
mente, de modo que el mero hecho de pensar que alguien es atractivo puede causar
excitación sexual.
El término orientación sexual se refiere al sexo (masculino o femenino) hacia el que una
persona se siente atraída. Hay varios tipos de orientación sexual que se suelen describir
como:
Identificar la propia orientación sexual, sea heterosexual u homosexual, es algo que los
niños o los adolescentes suelen reconocer con seguridad desde muy pronto. Algunos
adolescentes homosexuales dicen haberse enamorado de personas del mismo sexo en la
infancia, del mismo modo que sus compañeros heterosexuales se enamoran de personas
del sexo opuesto.
Tomar conciencia y aceptar la propia orientación sexual puede llevar un tiempo. Tener
pensamientos sexuales hacia personas del mismo sexo y del sexo opuesto es algo
bastante frecuente cuando los adolescentes exploran su emergente sexualidad.
Se suelen sentir diferentes de sus amigos cuando la gente heterosexual que los rodea
empieza a hablar de sentimientos románticos, citas y sexo. Es posible que sientan que
todo el mundo espera que sean heterosexuales. O pueden sentir que deben fingir
sentimientos que no tienen solo para quedar bien y "encajar". O tal vez sientan que deben
negar quiénes son y ocultar una parte importante de sí mismos.
Es posible que a los adolescentes homosexuales les lleve un tiempo procesar sus
sentimientos y aceptar este aspecto de su propia identidad antes de revelar su orientación
sexual a otras personas. Muchos deciden explicar cuál es su orientación sexual a unos
pocos amigos y familiares que los comprenden y los apoyan. Esto se conoce como salir
del armario.
Para la mayoría de la gente, salir del armario requiere valentía. En algunas situaciones, los
adolescentes que declaran abiertamente su homosexualidad se exponen más a sufrir la
intimidación y el acoso que aquellos que no lo hacen. Pero muchos adolescentes gays,
lesbianas y bisexuales que salen del armario ante amigos y familiares se sienten
plenamente aceptados por ellos y por su comunidad. Se sienten cómodos y seguros por
sentir atracción hacia personas del mismo sexo. En una encuesta reciente, los
adolescentes gays que habían salido del armario indicaron que se sentían más felices y
menos estresados que quienes no lo habían hecho.
Cómo se pueden sentir los padres
La adolescencia es una etapa de transición, no solo para los adolescentes sino también
para sus padres. Muchos padres afrontan la emergente sexualidad de sus hijos
adolescentes con una mezcla de confusión y angustia. Pueden sentir que no están nada
preparados para la próxima etapa de la paternidad. Y, si su hijo es homosexual, esto
puede suponer toda una serie de nuevas preguntas e inquietudes.
Otros padres sienten tristeza, desilusión o incapacidad para aceptar la orientación sexual
de su hijo adolescente. Pueden estar preocupados por la posibilidad de que su hijo reciba
acoso, marginación y/o malos tratos. También pueden ser hiperprotectores con su hijo,
temerosos de que los demás lo juzguen o rechacen. A algunos padres, también les cuesta
aceptar la orientación sexual de su hijo por sus propias creencias religiosas o personales.
Lamentablemente, algunos padres reaccionan con enfado, hostilidad y rechazo.
Pero muchos padres solo necesitan tiempo para adaptarse a la noticia. Y es aquí donde
los grupos de apoyo y otras organizaciones pueden ayudar. Puede tranquilizar el hecho de
conocer a personas abiertamente homosexuales que llevan vidas felices y productivas.
Con el paso del tiempo, hasta los padres que pensaban que no podrían aceptar la
orientación sexual de sus hijos adolescentes se sorprenden al descubrir que pueden llegar
a comprenderlos.
https://kidshealth.org/es/parents/sexual-orientation-esp.html
Orientación sexual y identidad de género
¿Qué es la orientación sexual?
La orientación sexual es una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera
hacia otros. Se distingue fácilmente de otros componentes de la sexualidad que incluyen
sexo biológico, identidad sexual (el sentido psicológico de ser hombre o mujer) y el rol
social del sexo (respeto de las normas culturales de conducta femenina y masculina).
La orientación sexual existe a lo largo del continuo que va desde la heterosexualidad
exclusiva hasta la homosexualidad exclusiva e incluye diversas formas de bisexualidad.
Las personas bisexuales pueden experimentar una atracción sexual, emocional y
afectiva hacia personas de su mismo sexo y del sexo opuesto. A las personas con una
orientación homosexual se las denomina a veces gay (tanto hombres como mujeres) o
lesbianas (sólo a las mujeres).
La orientación sexual es diferente de la conducta sexual porque se refiere a los
sentimientos y al concepto de uno mismo. Las personas pueden o no expresar su
orientación sexual en sus conductas.
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https://www.apa.org/centrodeapoyo/sexual
Los Adolescentes Homosexuales y Lesbianos
No. 63 (Revisado 01/02)
Para todo adolescente el desarrollo es una tarea llena de retos y demandas. Un aspecto
importante consiste en definir su identidad sexual. Todos los niños exploran y experimentan
sexualmente como parte de su desarrollo normal. Este comportamiento sexual puede llevarse a
cabo con miembros del mismo sexo o del sexo opuesto. A muchos adolecentes el pensar en o
experimentar con personas del mismo sexo puede causarles preocupación y ansiedad con
respecto a su orientación sexual. A otros, aún los pensamientos o fantasías pueden causarles
ansiedad.
Los adolescentes que no se sienten cómodos con su orientación sexual o que no saben cómo
expresarla, pueden beneficiarse de recibir consejería. Pueden beneficiarse del apoyo y de la
oportunidad de clarificar sus emociones. La terapia también puede ayudar al adolescente a
hacer el ajuste a los problemas y conflictos que surjan en el ámbito personal, escolar y familiar.
La terapia dirigida específicamente a cambiar la orientación homosexual no se recomienda y
puede ser dañina a un adolescente reacio/a. Puede crear mayor confusión y ansiedad al
reforzar los pensamientos negativos y las emociones con las que el adolescente ya está
luchando.
Vea también:
https://www.aacap.org/aacap/Families_and_Youth/Facts_for_Families/FFF-Spanish/Los-
Adolescentes-Homosexuales-063.aspx
Homosexualidad significa que una persona se define a sí misma
como homosexual y también se muestra así frente a los
demás. Esa es su identidad sexual.
Normalmente significa también que esa persona:
se siente atraída emocional y/o sexualmente por personas
del mismo sexo (sentimientos) y
Human rights for LGBT people and their limitations against the
model of normative citizenship
Ericka López Sánchez1
1
Mexicana. Doctora en Estudios Sociales por la Universidad Autónoma
Metropolitana. Profesora-investigadora de tiempo completo en el Departamento de
Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad de Guanajuato, México, y
miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente, desarrolla una
investigación sobre La condición ciudadana de las personas LGBT a partir de las
narrativas de las políticas públicas en tres escenarios subnacionales: Ciudad de
México, Guanajuato y Tijuana. Asimismo, es co-coordinadora del proyecto
Diagnóstico de la participación política de la diversidad sexual en México, financiado
por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Un proyecto de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad de Guanajuato. Correo
electrónico: [email protected]
RESUMEN
INTRODUCCIÓN1
En algunas ocasiones, los derechos humanos arriban para solventar aspectos que
las democracias liberales han marginado, discriminado y violentado dado la
construcción del orden cívico-público: los sujetos son abstraídos de su materialidad
corpórea para poder existir en el espacio público desde el principio imperante de la
racionalidad para alcanzar la imparcialidad, la cual garantizará la convivencia desde
una razón moral despojada de pasiones.
El prestigio de verdad que han alcanzado los derechos humanos los ha colocado
como parámetros para medir la calidad de las democracias. Se constituye, de este
modo, una paradoja: la propia lógica del modelo normativo de ciudadanía de la
democracia liberal lleva a la exclusión de todas aquellas personas que no alcanzan
los estándares de igualdad requeridos. Pero dichas exclusiones les causan conflictos
que les colocan en un estado de desprestigio dentro de un orden global que valora
altamente los derechos humanos. Entonces, las democracias recurren a la
suscripción de estos derechos para asegurar su lugar en el mundo a partir de su
alto grado de calidad democrática.
En este sentido, el avance de los derechos humanos del LGBT debe ir acompañado
de la reflexión y el replanteamiento de la concepción de ciudadanía, que obstaculiza
en la práctica la materialización de la idea de que los derechos humanos son
inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna en razón, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra
condición, ya que en realidad prevalece una tensión ontológica entre la noción de
ciudadanía y la de los derechos humanos: mientras la primera apela al
desdibujamiento de los cuerpos para otorgar prerrogativas, la otra exige el
reconocimiento de las especificidades corporales para eliminar la discriminación y
las injusticias.
En el espacio público debe imperar la razón normativa, aquella que solo se logra si
se alcanza la imparcialidad y ésta a su vez sólo es posible de aprehender si se
expulsa de la razón el deseo, la afectividad y el cuerpo. Las decisiones morales que
se fundamentan en consideraciones de simpatía, preocupación y valoración de
necesidades diferenciadas son definidas como no racionales, no objetivas,
meramente sentimentales y que, por lo tanto, no tienen cabida en lo público.
Las disposiciones jurídicas implementadas por los Estados para violentar a los
cuerpos no heteronormados no siempre son evidentes y explícitas. Por el contrario,
en un marco internacional de exigencia al respeto a los derechos humanos, estas
disposiciones se construyen de forma indirecta. Así la detención o la acusación se
pueden basar aparentemente en razones distintas a la propia identidad o condición,
aunque en realidad, estos argumentos son muchas veces un pretexto para accionar
contra la orientación sexual o la identidad o expresión de género de una persona
(Comisión Internacional de Juristas 2009, 79).
Ken Plummer hace referencia a la ciudadanía íntima y señala que esta se enfoca en
“los derechos, obligaciones, reconocimiento y respeto en torno a las esferas más
íntimas de la vida: con quién vivir, cómo educar a los hijos, cómo disponer del
cuerpo, cómo relacionarse como un ser con género, cómo ser una persona erótica
(Plummer 2001).
Así, la práctica simbólica de salir del closet, utilizada por las personas gays y
lesbianas como una forma de empoderamiento, reflejan una metáfora de la división
de lo público-privado. Dicha concepción de ciudadanía obliga a los Estados a
reconocer a las personas en la vida pública en toda la extensión de sus
especificidades corporales y aspectos confinados a lo privado. Tal postura rompe
con el modelo hegemónico de la ciudadanía normativa.
Esos modelos de ciudadanía que pueden ir aparejados implican no dejar ser quien
se es ni en el espacio público ni en el privado:
La noción de ciudadanía sexual alude principalmente a tres áreas en las que los
derechos de ciudadanía sexual -en tanto opuestos a la ciudadanía heterosexual
social y políticamente dominante- deberían de ser reclamados: derechos a varias
formas de prácticas sexuales; derechos relativos a la identidad propia y a las
autodefiniciones y derechos en relación con instituciones sociales, tales como la
validación pública de una vatiedad de relaciones sexuales (Richardson 2000, 99).
Se sabe que las personas LGBT y las minorías sexuales son más vulnerables a la
violencia y a los abusos de los derechos humanos, incluidas las amenazas de
muerte y las violaciones del derecho a la vida, y, con frecuencia, se cometen en un
clima de impunidad. Es apropiado mencionar aquí una situación concreta: en el
desarrollo de una terapia psicológica colectiva para personas trans y familiares, en
la Ciudad de México, en mayo de 2017, un joven trans narró que constantemente él
sufría golpizas y amenazas de muerte por parte de su hermano mayor a causa de
su identidad de género.
Los derechos humanos de las personas LGBT más que derechos sexuales
Por supuesto que hay una apelación clara y fuerte hacia la defensa del ejercicio de
la sexualidad y la libre decisión del cuerpo, pero no lo es todo: las personas LGBT
demandan derechos civiles, políticos y sociales que se les niegan o complican,
justamente, por esa falta de reconocimiento de la orientación sexual e identidad de
género diferente a la heteronormada y la cisnorma en la vida pública.
Es decir, no se puede pensar en las personas LGBT solo a partir de una concepción
gregaria, la garantía a su derecho a expresarse, reunirse y asociarse pacíficamente
debe estar garantizado dentro o fuera del activismo; tampoco se puede hacer ese
determinismo de que las personas LGBT demandan prioritariamente políticas
públicas encaminadas a la prevención y solución del VIH/SIDA, ya que ese
enunciado tiene como fondo una estigmatización; pareciera ser que esta pandemia
de transmisión sexual que ha cobrado la muerte de miles de personas en el mundo
es resultado de las prácticas sexuales no heterosexuales y solamente la padecen las
personas LGBT.
Los derechos humanos tendrían que estar más en consonancia con la extensión de
derechos universales sobre el género y la sexualidad a toda la población, sin
importar su orientación o identificación de género. Es el caso del matrimonio
igualitario, la adopción, el derecho a una pensión en caso de defunción de la pareja,
a cobrar el seguro de vida, lograr el cambio de identidad, así como armonización de
las leyes para que el cambio de identidad sea de verdad un derecho consumado,
etc.
Esta misma idea del determinismo sexual para mirar a los cuerpos disidentes ha
llevado a agrupar a lesbianas, gays, bisexuales y personas trans dentro de una sola
identidad y uniformar sus demandas dentro de una conceptualización
homogeneizadora. Poco se repara en realizar un análisis con perspectiva de género
y diferenciado dentro del LGBT y más aún hacer una distinción puntual entre el LGB
y la T, pues el primer grupo reta el orden heteronormativo en relación con la
orientación sexual y el segundo, la construcción binaria hombre-mujer natural
desde la identidad de género.
Reconocer a las personas LGBT en una sola identidad es delicado, por lo que es
preciso acotar que las identidades son constructos sociales y, por lo tanto, no
guardan esencias, sino relaciones con la otredad, dentro de un contexto social,
político y cultural. Las identidades están conformadas por: atributos, estigmas y
prejuicios que vuelven complejo el reconocimiento de las diferencias y construyen
lo abyecto.
La Ilustración, como movimiento filósofico-epistemológico que implicó la ruptura
con el orden tradicional, impuso la idea de la igualdad, que se tradujo en
homogeneización y esto ha servido como un dispositivo de inclusión y exclusión: lo
que no responde al estándar construido queda fuera de esa igualdad. Las
diferencias, por ende, han tenido una concepción negativa, resultan antagónicas y
amenazantes, y, además son más difíciles de controlar; en cambio, lo parecido
facilita desarticular resistencias, atender demandas y vigilar.
Desde el enfoque de la identidad que los derechos humanos LGBT se han pensado y
diseñado, por ejemplo, cuando se definen las obligaciones de los Estados con
respecto a la protección de los derechos humanos de las personas LGBT, se señalan
cinco de forma muy concreta:
Entre los hombres gays y las mujeres lesbianas las violencias y discriminaciones
son diferentes; las mujeres lesbinas de entrada viven una doble discriminación por
ser mujeres y ser lesbianas y sin considerar su condición de etnia, clase social,
nivel académico, etc.
Lo mismo ocurre con las personas trans; hombres y mujeres trans viven de manera
diferente las violencias y discriminaciones, pues el hecho de que los hombres trans
puedan ser menos percibidos como tales en el espacio público los resguarda de
violencias; no así para las mujeres trans, quienes son muy visibles.
Por otra parte, cuando se hace mención, en el punto dos de las obligaciones de los
Estados con las personas LGBT, a la tortura o tratos crueles que pueden vivir las
personas al ser privadas de su libertad por cometer un ilícito que amerite su
aprehensión, no hay una definición clara del tipo de violaciones que puedan vivir las
personas cisgénero y las personas trans, sin mencionar las intersexuadas, que es
todavía más complejo. No se hace alusión a que las mujeres trans son las más
afectadas en este aspecto, pues se les lleva a las cárceles de hombres y ahí son
violadas sexualmente por los hombres detenidos y poco se sabe lo que ocurre con
los hombres trans y tampoco es un tema atendido.
Desde esta premisa, sería interesante repensar los derechos humanos para las
personas LGBT; de lo contrario, se seguirá diseñando derechos desde la lógica del
sistema heteropatriarcal, binario y cisgénero. Todavía más, las políticas públicas
que se elaboran son desde esta lógica, y esta concepción identitaria tiende a
oscurecer las diferencias dentro de los grupos y pueden también exacerbar las
tensiones entre ellos, ya que una lógica institucional dependiente de la
reivindicación de identidades construidas como mutuamente excluyentes
inevitablemente implica la competencia por recursos y acceso político (Pecheny & de la
Dehesa
s.f.).
El reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo consagra al
modelo de familia heterosexual de clase media como el patrón a seguir, ya que los
arreglos de convivencia alternativos no reciben igual protección. Este sesgo posee
variados efectos tanto sobre la vida pública como sobre el espacio íntimo de los
ciudadanos. Las reivindicaciones basadas en reclamos de derechos encuentran su
límite cuando el reconocimiento parcial reproduce la desigualdad y refuerza la
clasificación jerárquica de prácticas y sujetos (Moreno 2006, 123-124).
En este sentido, la vida privada, al no poder quedar ajena de la vida pública como
lo enuncia la democracia liberal, se estructura, por medio de leyes y políticas que
codifican valores dominantes. De este modo las relaciones familiares, eróticas y
afectivas están marcadas como un espacio heterosexual en las sociedades
occidentales y la consigna es tratar de que los cuerpos no heteronormados se
constriñan a prácticas heterosexuales para hacerlos coincidir, por lo menos, en
estilos de vida con los esquemas sexuales normales, y desde ahí aceptarlos, con un
poco de mayor facilidad para suavizar lo anormal, y para no romper con la armonía
y estética del paisaje social.
Así, el matrimonio entre personas del mismo sexo se representa mediante cuerpos
de hombres homosexuales y mujeres lesbianas, todos atractivos, con un estatus
económico medio o medio alto, que reproducen la idea de la familia con hijos. Y,
entonces, se explota la imagen de artistitas comerciales que encajan perfectamente
bien con estas representaciones que hace el mercado acerca de los cuerpos:
estilizados, atractivos, blancos, de clase media o media alta y que consumen mucho
y viven felices.
Reflexiones finales
Los derechos humanos se han convertido en una zona discursiva de refugio para
muchos grupos violentados; pero para hacerlos valer se requieren competencias
sofisticadas que no todas las personas tienen y pueden ejercer. Los derechos
humanos son un recurso aún privilegiado y al recurrir a ellos de forma
extraordinaria no modifica de raíz la estructura heteropatriarcal, cisgénero y binaria
que violenta y discrimina la diversidad sexual y de género.
Traducir los acuerdos y tratados que firman los Estados-nación (en materia de
derechos humanos en beneficio de las personas LGBT) en políticas públicas es
todavía muy complicado, puesto que muchas de las recomendaciones que hacen las
diferentes instancias como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
son resueltas parcialmente por las naciones en términos administrativos muy
suaves o de modo extraordinario, sin bajarlas al terreno operativo cotidiano de las
políticas públicas.
Las personas LGBT tienen que ser actores y actrices clave del reconocimiento de
derechos y de la política pública que de ellos se derive. En la medida en que estas
personas sean incoporadas en las discusiones se corre menos riesgo de tener
sesgos heteronormativos y cisgénero de las prerrogativas reconocidas y las políticas
públicas generadas.
Los derechos humanos poco han podido escapar de este orden sociosexuado y de la
clara diferenciación entre las personas de la diversidad sexual y de género. Es
necesario construir los derechos humanos de las personas LGBT desde la
perspectiva de género, la diferenciación y rompiendo el paradigma de la identidad
para entender estas poblaciones desde su identificación, donde además lo trans no
quede subsumido a lo cisgénero.
Los derechos humanos han resultado ser dispositivos muy potentes, sin embargo,
su margen de acción dentro de los Estados-nación es muy acotada porque
solamente pueden formular recomendaciones desde una obligatoriedad suave, que
incide poco en la vida diaria de las personas, al tiempo que los Estados omiten
legislar seriamente en ese sentido y erradicar las exclusiones de esta población
desde el núcleo central que le da orden a su paradigma cívico-público
REFERENCIAS
12
https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?pid=S2215-24662019000200001&script=sci_arttext
Patricio Benalcázar Alarcón. Especialista en Derechos Humanos El 25 de noviembre de
1997 el entonces Tribunal Constitucional, a través de la Sentencia No. 111-97-TC declaró
inconstitucional el primer inciso del artículo 516 del Código Penal y dispuso la suspensión
de sus efectos; la norma mencionada establecía que: “En los casos de homosexualismo,
que no constituyen violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de 4 a
8 años…”. En aquel tiempo, la organización del colectivo LGBTI era incipiente, sin
embargo, organizaciones como Triángulo Andino con el apoyo del fallecido
constitucionalista Ernesto López presentaron una demanda de inconstitucionalidad,
argumentando que la norma afectaba el ejercicio de libertades y el derecho a la igualdad y
no discriminación. Para aquella época, el debate sobre temas como este contaba con más
detractores que aliados. Para 1990 la Organización Mundial de la Salud eliminaba la
homosexualidad de su lista de patologías, mientras la Iglesia Católica tomaba posición
frente al tema en una carta dirigida al Tribunal Constitucional el 4 de noviembre de 1997,
en la cual mencionaba que de ningún modo era inconstitucional la cuestionada norma
penal. Fabián Alarcón, quien ejercía la Presidencia de la República, en la contestación a la
demanda, argumentaba que no era el Tribunal Constitucional, sino el legislador el que
debía dejar sin efecto la norma y pedía se deseche la demanda. Han pasado 20 años de
este hecho que constituye uno de los hitos jurídico - sociales en la lucha por la dignidad, el
respeto a la diversidad e igualdad; sin embargo, después de dos décadas, la estructural
discriminación contra este colectivo aún pervive en la región; es así como la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en diciembre de 2014 publicó las conclusiones de
su Registro de Violencia contra personas LGBTI en América, en las cuales se afirma que
ocurrieron al menos 770 actos de violencia en un período de 15 meses en 25 Estados,
incluido Ecuador; mientras que en 11 Estados se mantienen leyes que criminalizan las
relaciones sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo en privado.
Los avances normativos en la lucha contra la discriminación fueron importantes, sin
embargo, los esfuerzos para enfrentar la violencia y los estereotipos demandan aún
acciones que transformen la cultura, la institucionalidad y su cotidianidad. (I) et
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despenalizacion-de-la-homosexualidad-en-el-ecuador-parte-i
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