Responsabilidad Extracontractual

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Responsabilidad Extracontractual

2004

1. Introducción
Una persona es responsable cuando está sujeta a la obligación de repara
el daño sufrido por otra. En derecho civil esta obligación se cumple mediante
la indemnización de perjuicios. Alessandri lo define como la obligación que
pesa sobre una persona de indemnizar el daño sufrido por otra.

El objeto de la acción de responsabilidad civil es la reparación de ciertos


daños, de manera que sus consecuencias sean soportadas en definitiva por
quien las causa. El daño es de la esencia de la responsabilidad extracontrac-
tual.

La principal cuestión que debe resolver el estatuto de la responsabilidad


consiste en determinar los criterios, fijar las condiciones o requisitos según
los cuales las consecuencias patrimoniales del daño sufrido por una persona
deben radicarse en el patrimonio de otro, por medio de la indemnización de
perjuicios y, a contrario sensu, en que casos dichas consecuencias deberán
radicarse donde se producen.

• Responsabilidad contractual → el antecedente es el incumplimiento del


contrato. La obligación originaria consiste en cumplir lo convenido, mien-
tras que la obligación de indemnizar surge sólo una vez que el deudor ha
incumplido la obligación contractual, como uno de los recursos judiciales
que la ley le confiere al acreedor para hacer frente al incumplimiento. Su
fundamento es el incumplimiento de la obligación principal o de primer
grado.

• Responsabilidad extracontractual → no supone la existencia de un vı́ncu-


lo previo. Su antecedente se encuentra en aquellos deberes de cuidado
generales y recı́procos que las personas deben observar en sus encuentros
espontáneos. Tienen un carácter originario cuyo antecedente es precisa-
mente haber ocasionado un daño infringiendo alguno de esos deberes de
conducta.

• Responsabilidad cuasicontractual → el derecho concede acciones mera-


mente restitutorias, cuyo objeto es el resarcimiento de los costos directos
en que el actor ha incurrido en beneficio de un tercero, ejemplo art. 2290.

Tanto la responsabilidad contractual como extracontractual tienen un


objetivo común: dar lugar a una acción civil de indemnización de perjuicios

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que persigue la reparación pecuniaria de los daños sufridos por el hecho de
un tercero.

1.1. Modelos de atribución de responsabilidad civil y riesgos


Un principio jurı́dico que se infiere del ordenamiento civil de la respon-
sabilidad extracontractual es que cada cual corre con los riesgos que impone
la vida en común, cada cual corre con sus propios riesgos, salvo que haya
una razón para atribuirle responsabilidad a un tercero.

Pregunta esencial → razones que el derecho habrá de considerar para


que el costo de los daños sea atribuido a un sujeto distinto de la vı́ctima.

a) Responsabilidad por culpa o negligencia: hace responsable al tercero que


causa el daño a condición de que éste haya actuado con culpa o dolo.

b) Responsabilidad estricta: establece la obligación de reparar todo daño


que se produzca en el ejercicio de cierta actividad, cualquiera sea la dili-
gencia empleada.

c) Seguro privado obligatorio: garantiza la reparación de la vı́ctima estable-


ciendo el deber legal respecto de quien realiza la actividad susceptible
de causar daño o de quien corre el riesgo de accidente, de contratar un
seguro de responsabilidad. Se rige por las normas de los contratos.

2. Responsabilidad por el hecho propio


El sistema de responsabilidad por culpa o negligencia impone las condi-
ciones más exigentes para dar por establecida la responsabilidad. Para que
el daño sea atribuido a un tercero se requiere que éste haya sido el resultado
de una acción ejecutada con infracción de un deber de cuidado.

Elementos de la responsabilidad civil por culpa:

a) Hecho doloso o culpable.

b) Daño.

c) Vı́nculo causal.

Parte de la doctrina comparada contemporánea y también alguna doc-


trina nacional (Alessandri), agrega la capacidad delictual o cuasidelictual,
pero por atender al aspecto subjetivo de la culpabilidad, también es posible
tratarlo como la parte subjetiva del concepto de acción culpable.

2.1. Hecho voluntario: acción u omisión


La responsabilidad tiene por antecedente el hecho voluntario. No hay
propiamente responsabilidad si no existe un daño reconducible a la conduc-
ta libre de un sujeto.

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Desde el punto de vista del autor del daño, la responsabilidad tiene su
condición más elemental en que éste sea atribuible causalmente a su con-
ducta.

Dentro de este hecho voluntario, es posible distinguir dos elementos:


a) Uno de carácter externo, consistente en la conducta del sujeto, que corres-
ponde a su dimensión material.
b) Otro de carácter interno, que se refiere a la voluntariedad y expresa su
dimensión subjetiva.
• En su dimensión material, el hecho voluntario se muestra en un compor-
tamiento positivo, a través de la acción, o negativo, mediante la omisión.
Por regla general, los daños relevantes para el derecho son los producidos
a consecuencia de una acción, pues el comportamiento negativo, la pura
omisión, está sujeto a requisitos particularmente exigentes para dar lu-
gar a responsabilidad: se requiere la existencia de un deber de actuar en
beneficio de otro.
• En su dimensión subjetiva, el hecho debe ser voluntario. La conducta sólo
es voluntaria en la medida en que puede ser imputado a una persona como
acción u omisión libre, lo cual supone necesariamente que el autor tenga
discernimiento. La responsabilidad supone que la acción que causa el daño
sea imputable a quien se le atribuye, esto es, que sea una acción voluntaria
de quien es jurı́dicamente capaz
La capacidad constituye una condición de imputabilidad de la responsa-
bilidad civil, que, en tal sentido, muestra su carácter retributivo. La impu-
tabilidad supone que el autor sea capaz, y ello exige algún grado mı́nimo de
aptitud de deliberación para discernir lo que es correcto.

La capacidad es un concepto jurı́dico, pues el derecho define quienes care-


cen de aptitud suficiente de deliberación para ser considerados responsables.

2.1.1. Incapacidad del demente


En términos generales, demente es aquella persona privada de razón. El
decreto de interdicción no produce en responsabilidad extracontractual efec-
tos permanentes e irrebatibles, como ocurre en materia contractual.

Es difı́cil precisar la extensión de la demencia en materia civil, y por


ello en la doctrina existen dos alternativas para definir normativamente la
noción de demencia:
a) Demente es quien carece de voluntad, quien está privado de la aptitud
para decidir.
b) Otro más estricto, demente es quien no está en condición de discernir
acerca de lo que es correcto.
En el derecho de la responsabilidad civil la demencia se ha entendido
generalmente en forma restrictiva, esto es, sólo ha sido considerado incapaz
quien no puede controlar su voluntad.

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2.1.2. Incapacidad del menor
Son incapaces de responsabilidad extracontractual los menores de 7 años,
y los mayores de 7 y menores de 16 que hayan actuado sin discernimiento.
Existen dos alternativas para juzgar el discernimiento:

a) Juzgamiento de la aptitud del menor para discernir acerca de los efectos


riesgosos o peligrosos de la acción, de modo que carece de discernimien-
to el menor que no está en situación de apreciar que cierta acción es
susceptible de dañar a una persona o a su propiedad.

b) Referir el discernimiento a la capacidad del menor para discernir el patrón


de debido cuidado, esto es, la posibilidad de distinguir aquello que es
correcto de lo que no lo es.

La opinión general da por supuesto el segundo elemento para concen-


trarse en el análisis del primero, esto es, si el menor era capaz de discernir
el riesgo que suponı́a su acción.

Responsabilidad por el hecho de los incapaces Puede ocurrir que


el acto del incapaz se deba a negligencia de quien lo tiene a su cargo. En
este caso, habrá responsabilidad directa y exclusiva de quien o quienes tie-
nen el deber de cuidar al incapaz, porque el daño no es atribuible a éste,
sino precisamente a quien lo tiene bajo su cuidado (art. 2319 inc. 1). Esta
responsabilidad es distinta de la responsabilidad por el hecho ajeno (Art.
2330).

2.1.3. Libertad en la acción


Para que la acción dañosa sea imputable a un sujeto se requiere, además
de la capacidad, que exista voluntariedad, esto es, que la acción u omisión
sean libres. El requisito de la libertad alude al rasgo más elemental de la
acción, pues basta que el sujeto haya tenido control sobre su conducta para
que ésta pueda serle atribuida.

En esta voluntariedad elemental, que se expresa en el mero control de


la acción, se agota el elemento subjetivo de la responsabilidad civil. No es
siquiera necesario que el sujeto conozca los efectos de su conducta, basta que
la controle. Los actos que están bajo el control de la voluntad son inimpu-
tables, del mismo modo que los actos de los incapaces.

Situación del ebrio o drogado La pérdida de discernimiento debido a


una acción originariamente imputable al autor no excluye la responsabilidad
(art. 2318). La responsabilidad del ebrio o drogado, a pesar de la privación
de razón que se sigue eventualmente de su estado, se funda en que la ebriedad
le es imputable, porque proviene de un acto voluntario.

2.2. Culpa o Dolo


La determinación de la culpa importa comparar la conducta dañosa con
un modelo o patrón abstracto, el dolo nos lleva a indagar la subjetividad del

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autor del daño.

Definido civilmente como “la intención positiva de inferir injuria en la


persona o propiedad de otro” (art. 44 inc. final), el dolo está en el extremo
opuesto de la culpa. Ésta definición tan estricta, comprensiva únicamente
de la hipótesis de dolo directo, hace que el dolo sea bastante inusual como
fundamento de la responsabilidad civil. Por esa misma razón, las hipótesis
de dolo eventual (en que el daño es aceptado como consecuencia de la acción
para el caso de que éste se produzca), son usualmente asimilables bajo la
culpa grave, con lo que la definición de dolo en materia civil pierde buena
parte de su sentido práctico.

2.3. Culpa
La doctrina tradicional tendió a enfocar la responsabilidad preferente-
mente desde el punto de vista del sujeto que causaba el daño, considerando
que la función de la indemnización era análoga a la pena. EL juicio de cul-
pabilidad importaba establecer si el autor del hecho merecı́a o no la sanción.

La doctrina contemporánea señala que lo pertinente no es cómo actuó el


sujeto especı́fico atendidas sus circunstancias personales, sino cómo debió ac-
tuar en esas circunstancia una persona cualquiera. Juicio normativo respecto
de la acción u omisión considerados en abstracto.

Los elementos subjetivos del juicio de responsabilidad han quedado redu-


cidos a la capacidad (con requisitos mı́nimos) y la voluntad libre (entendida
como el rasgo más elemental de la acción, consistente en que el sujeto haya
tenido control sobre su conducta). Por el contrario, el juicio de valor respecto
de la conducta se efectúa sobre la base de un patrón objetivo de comparación.

En el derecho civil, la responsabilidad por culpa es objetiva, porque no


supone un juicio de reproche personal al sujeto, sino la comparación de su
conducta con un patrón general y abstracto, lo relevante pasa a ser si se ha
infringido o no un deber de cuidado.

El CC. no contiene entre las normas sobre delito y cuasidelito civil una
definición especial de la culpa, siendo aplicable a este respecto la definición
legal del art. 44.

En materia extracontractual la culpa se aprecia en abstracto mediante


la comparación de la conducta efectiva con un patrón de conducta debida,
y en que el grado de culpa por el cual se responde es culpa leve, pues las
referencias del legislador a la culpa o negligencia en éste ámbito, son siempre
genéricas, y, en consecuencia, se aplica lo dispuesto en el art. 44 inc. 3, según
el cual “culpa o descuido sin otra calificación significa culpa o descuido leve”.

Lo relevante es cómo debe comportarse un sujeto atendido el rol que


desempeña.

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La culpa es un concepto normativo, referido a la conducta debida, y no
a un criterio estadı́stico de comportamiento. Pero este modelo normativo de
conducta tiene una base real dada por las expectativas que las personas tie-
nen acerca del comportamiento ajeno, expectativas que varı́an en el tiempo
y en el espacio. Una de las ventajas del patrón abstracto del hombre razo-
nable es precisamente su flexibilidad para adaptarse a situaciones concretas
muy diversas.

La culpa se valora o aprecia en abstracto, porque no considera las con-


diciones personales del autor, sino que centra la atención en su conducta y
la compara con la que habrı́a observado el hombre razonable o prudente.
Sin embargo, la culpa se determina en concreto, en cuanto se consideran las
circunstancias de la acción u omisión. En efecto, la determinación del grado
de cuidado que habrı́a empleado el hombre razonable o prudente depende
de la situación externa y el rol social del autor.

2.3.1. El estándar de cuidado: la culpa leve


Constituye una contradicción afirmar que la culpa se aprecia en abstrac-
to, aplicando el patrón de cuidado del hombre prudente, y al mismo tiempo
señalar que en materia extracontractual se responde incluso de culpa levı́si-
ma (toda culpa), pues se trata de grados de cuidado asimétricos.

Exigir culpa levı́sima lleva en la práctica a la responsabilidad por culpa


hacia los lı́mites de la responsabilidad estricta.

Culpable es quien actúa defraudando las expectativas que los demás


tenemos respecto de su comportamiento, y dichas expectativas no son otras
que aquellas que corresponden al actuar del hombre simplemente prudente,
y no del especialmente cauteloso.

2.3.2. Previsibilidad como requisito de culpa


La culpa supone la previsibilidad de las consecuencias dañosas del hecho,
porque el modelo del hombre prudente nos remite a una persona que delibe-
ra bien y actúa razonablemente, y como lo imprevisible no puede ser objeto
de deliberación, dentro del ámbito de la prudencia sólo cabe considerar lo
previsible. Esto permite distinguirlo del caso fortuito.

Consecuencia: efectos de la responsabilidad, sólo los daños previsibles de-


berán ser objeto de la obligación de indemnizar.
La previsibilidad relevante es un concepto normativo, la cuestión es si
debió preverlos, sobre la base del estándar del hombre razonable. Es una
condición necesaria, pero no suficiente para establecer la culpa (daños tole-
rables).

2.3.3. La culpa como ilicitud o infracción de un deber de cuidado


El principio a partir del cual se desarrolla la noción de responsabilidad
por culpa es que el autor del daño sólo debe responder cuando existe una

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razón especial para ello, y esta razón está constituida por la ilicitud de su
acto.

En el responsabilidad civil esta ilicitud se asocia a ka idea de culpa, esto


es, a la actuación que excede la esfera de comportamiento que el derecho
reconoce como legı́timo. En estos términos, en materia civil la culpa establece
el umbral entre el actuar lı́cito y el ilı́cito.

Quién y cómo efectúa la determinación en concreto de esos deberes


de cuidado

I. Culpa infraccional: infracción de un deber de cuidado establecido por


la ley.
Principio básico: cuando el accidente se produce a consecuencia de la
infracción de alguna de estas reglas, el acto es considerado per se ilı́cito.
En otros términos, existiendo culpa infraccional el acto es tenido como
ilı́cito sin que sea necesario entrar a otra calificación.
Con todo, no basta con la mera infracción de la norma para que pueda
atribuirse responsabilidad, pues además se requiere que exista una re-
lación de causalidad directa entre la ilicitud (infracción) y el daño. En
otros términos, es necesario que el daño se haya producido a causa de
la infracción.
Por regla general la determinación legal o reglamentaria de ciertos de-
beres no supone una regulación exhaustiva de la materia, de modo tal
que aún en casos de una regulación legal, el juez está facultado para
determinar deberes de cuidado no previstos por el legislador.
La definición legal de los deberes de cuidado presenta la ventaja de la
certidumbre.
La regla general entonces es que la infracción de una norma legal permi-
te dar por acreditada la culpa, pero a contrario sensu, el cumplimiento
de todas las normas legales no garantiza que se haya actuado con la
diligencia debida.

II. La culpa como infracción a un deber de cuidado definido por el juez.


El juez construye ex post un deber de cuidado que, atendidas las cir-
cunstancias, el demandado debió descubrir como máxima de su acción.

Deberes de cuidado como expresión de usos normativos Son aque-


llas reglas reconocidas espontáneamente como expresión de un buen com-
portamiento, es decir, de aquello que usualmente se tiene po debido. En
principio, estos usos normativos pueden ser concebidos como una invoca-
ción a principios de prudencia. Se trata por regla gneneral de normas que
emanana de sistemas de autoregulación profesional, manifestados en códigos
de ética o de conducta.
Con todo, los usos normativos en una sociedad tan diferenciada como
la actual, son generalmente imprecisos, y habitualmente difı́ciles de probar.
Por ello, lo usual será que el juez se vea obligado a construir el deber de
cuidado en ausencia de tales reglas.

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Construcción judicial de deberes de conducta: modelo del hombre
prudente A falta de reglas establecidas por usos normativos generalmente
aceptados, la determinación de los deberes de conducta según el modelo del
hombre prudente es el resultado de una tarea argumentativa. Lo relevante es
entonces definir los criterios con los que se construyen argumentativamente
esos deberes.

Esta forma de determinación de la conducta debida exige ponderar bie-


nes e intereses jurı́dicos diversos: aquellos que se identifican con la libertad
de actuar y los que representan el derecho a la vı́ctima a no sufrir daños
injustos. Supone además que esos bienes e intereses sean mı́nimamente con-
mensurables.

a) Intensidad del daño: magnitud del daño que supone una acción. La ame-
naza de un daño muy intenso llevará normalmente a exigir que se adopten
mayores precauciones para evitarlos.
No es común encontrar casos en que se acuda exclusivamente a la inten-
sidad del daño como criterio para determinar la culpa.

b) Probabilidad de la ocurrencia del daño: la probabilidad es una variable


acotada de la previsibilidad, pues mientras ésta muestra un resultado
como posible, aquella mide el grado de esa posibilidad.
Además, la probabilidad del daño es uno de los factores que permite
determinar el riesgo. En términos estadı́sticos, el riesgo de una actividad
puede definirse como función, por un lado, de la intensidad del daño que
ésta amenaza ocasionar, y, por otro, de la probabilidad de que ese daño
ocurra.
Lo propio del hombre prudente no es rechaar absolutamente el riesgo, sino
distinguir entre aquel que es una consecuencia razonable de su acción, y
el que resulta excesivo.

c) Valor social de la acción que provoca el daño: beneficio social que reporta
la acción que ocasiona el daño.
Ası́, el cuidado exigible para ejecutar una acción socialmente neutra
será usualmente mayor al que se demanda tratándose de una acción de
valor socialmente elevado.
El objeto de esta valoración está constituido, por una parte, por los
intereses jurı́dicos que se ven afectados por la acción que causa el daño,
y por la otra, por el interés social en que la acción se desarrolle.

d) Costo de evitar el accidente: costo que habrı́a significado para el autor


evitar el daño. Si el daño pudo evitarse a costo razonable, el deber de
cuidado exige que el daño sea evitado.

e) Tipo de relación entre el autor del daño y la vı́ctima: contribuye a deter-


minar los deberes de cuidado. SE refiere a los vı́nculos espontáneos que
pudieron existir entre el autor del daño y la vı́ctima.

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2.3.4. Culpa por omisión
El principio en esta materia es que por regla general no existe una obli-
gación genérica de actuar para evitar daños a terceros.

• Omisión en la acción → quien ejecuta la acción omite tomar las precau-


ciones necesarias para evitar el daño, exigidas por las circunstancias.
Desde el punto de vista del tratamiento legal, no existe deferencia alguna
entre la omisión en la acción y la acción negligente. Se trata de un defecto
de la acción y, por lo tanto, no hay delito o cuasidelito de omisión, sino
de acción.

• Omisión propiamente tal → frente a un riego autónomo, independiente


de la a¡conducta del agente, éste no actúa para evitar el daño o disminuir
sus efectos, pudiendo hacerlo.
La omisión acarrea responsabilidad civil sólo excepcionalmente, en quellos
casos en que una regla especial impone un deber en tal sentido. Esos casos
son los siguientes:

a) cuando la omisión es dolosa.


b) Cuando existe un deber especial de cuidado, atendidas las circunstan-
cias.
c) Cuando se omite ejecutar un acto expresamente ordenado por la ley
(culpa infraccional por omisión).

2.3.5. Causales de justificación


Su función es servir de excusa razonable para el hombre prudente. Según
Alessandri su existencia se desprende de los principios generales de nuestro
derecho, según los cuales, sólo se responde de los daños causados con dolo o
culpa (art. 2314, 2284).

I. Ejecución de actos autorizados por el derecho.

a) Ejercicio de un derecho: elimina la ilicitud de la acción que causa


el daño. El lı́mite a esta justificación está constituido por el abuso
del derecho, esto es, el actuar formalmente dentro del marco del
derecho que se ejercita, pero desviándose de sus fines1 .
b) Cumplimiento de un deber legal.
c) Actos autorizados por usos normativos.

II. El consentimiento de la vı́ctima.


Lo normal es que no exista relación previa entre la vı́ctima y el au-
tor del daño. Sin embargo, nada obsta a que en esta materia puedan
existir acuerdos previos entre el potencial autor del daño y la eventual
1
En un sentido amplio, comete abuso quien ejerce un derecho lesionando otro de mayor
envergadura; y en un sentido estricto, comete abuso quien ejerce un derecho con el único
propósito de dañar a otro. La doctrina nacional se ha manifestado tradicionalmente a favor
del concepto restringido.

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vı́ctima, ya sea en la forma de autorizaciones para ralizar un determi-
nado acto, o de convenciones sobre responsabilidad, por medio de los
cuales se acepta un cierto nivel de riesgo, se modifican consiciones de
responsabilidad, etc.
Lı́mites:

a) Vı́ctima renuncia a un derecho (acto de disposición)


i. no puede importar condonación del dolo futuro (art. 1465)
ii. no puede significar la renuncia de derechos indisponibles (art.
12)
b) Vı́ctima asume un riesgo razonable
i. el acto debe entenderse autorizado aun cuando se refiera a bie-
nes indisponibles
ii. si la probabilidad de daño es muy alta y hace que el riesgo ex-
ceda de lo razonable, el acto es de disposición y la autorización
no será válida.
Es necesario que el autor del daño haya proporcionado a la vı́ctima
información suficiente acerca de éste y de sus componentes (intensi-
dad y probabilidad del daño), siendo aplicable ı́ntegramente a este
respecto las regls generales sobre la buena fe contractual.

III. Estado de necesidad.


En principio, quien ocasiona un daño para evitar uno mayor, actúa
sin culpa. El estado de necesidad es una excusa que se basa en la
desproporción de los bienes en juego.
Requisitos:

a) Que el peligro que se trata de evitar no tenga su origen en una


acción culpable.
b) Que no existan medios inocuos o menos dañinos para evitar el daño.

El estado de necesidad excluye la acción indemnizatoria de la vı́ctima


por el daño ocasionado, pero no obsta al ejercicio de la acción restitu-
toria, pues el derecho no puede amparar el enriquecimiento injusto de
aquel que salva un bien propio con cargo a un patrimonio ajeno.

IV. Legı́tima defensa.


Actúa en legı́tima defensa quien ocasiona un daño obrando en defen-
sa de su persona o derecho, a condición que concurran las siguientes
circunstancias:

a) Que la agresión sea ilegı́tima.


b) Que no haya mediado provocación suficiente por parte del agente.
c) Que la defensa sea proporcionada al ataque.
d) Que el daño se haya producido a causa de la defensa.

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2.3.6. Prueba de la culpa
Principio general: la culpa debe ser probada por quien la alega (art.
1698), toda vez que el hecho culpable es uno de los supuestos de la obligación
de indemnizar. Para acreditar la culpa es necesario probar:

a) el hecho voluntario

b) el deber de cuidado que se supone infringido:

– Culpa infraccional: al demandante le bastará probar su infracción, se


da por establecida por el mero hecho de la contravención al deber legal
de conducta.
– Usos normativos: además del hecho, habrá de probar la existencia de
éstos usos.
– Construidos por el juez: exige un grado mayor al demandante, debe
probar todas las circunstancias que permitan al juez calificar el acto
como negligente.

Pueden emplearse todos los medios de prueba previstos por las reglas
generales.

Presunciones de culpa El principio general en virtud del cual la culpa


debe ser probada por quien la alega, pone con frecuencia a la vı́ctima en una
importante desventaja estratégica frente al autor del daño. En consideración
a esto, el sistema de responsabilidad contempla presunciones de culpabili-
dad, cuyo efecto es invertir el peso de la prueba en favor de la vı́ctima.

El CC. establece presunciones de culpabilidad referidas al hecho propio


(art. 2329), hecho de las cosas (arts. 2323, 2324, 2326, 2327, 2328) y hecho
ajeno (arts. 2320, 2322). En rigor, las dos últimas son también presunciones
de culpabilidad por el hecho propio:

– Se presume que el daño causado por una ocsa se ha debido al hecho


culpable de quien la tienen o de su propiestario.

– Se presume que el daño ocasionado por una persona es imputable a una


acción u omisión culpable de aquel que la tiene bajo su dependencia o
cuidado.

Presunción de culpabilidad por el hecho propio


Art. 2329. Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o
negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta.

Son especialmente obligados a esta reparación:

1.o El que dispara imprudentemente un arma de fuego;

2.o El que remueve las losas de una acequia o cañerı́a en calle o camino,
sin las precauciones necesarias para que no caigan los que por allı́ transitan
de dı́a o de noche;

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3.o El que, obligado a la construcción o reparación de un acueducto o
puente que atraviesa un camino lo tiene en estado de causar daño a los que
transitan por él.

Para Alessandri, el art. 2329 establece una presunción de culpabilidad


cuando el daño proviene de un hecho que por su naturaleza o por las cir-
cunstancias en que se realizó, es susceptible de atribuirse a culpa o dolo del
agente.

Argumentos para justificar la doctrina de que el art. 2329 es fundamento


para dar por establecida la presunción de culpa por el hecho propio:

a) Exegético:

i. ubicación
ii. enunciado (“por regla general”)
iii. si no, serı́a una repetición del art. 2314

b) Razones de texto:

i. Todo daño que pueda imputarse: se refiere a una conducta que por
si misma tiende naturalmente a ser negligente, aun antes de prueba
alguna. Obliga al autor a indemnizar cuando es razonable suponerlo,
dando a entender que mientras no se establezca lo contrario, pesa
sobre el autor del daño la obligación de indemnizar.
ii. Los ejemplos del art. 2329.

c) Esta interpretación resulta coincidente con la experiencia y la razón (res


ipsa loquitor )

d) Justicia correctiva: resulta a menudo el único camino para poder cons-


truir en la práctica la responsabilidad del autor del daño.

Condiciones de aplicación de la presunción:

a) Peligrosidad de la acción: quien actúa en ámbitos riesgoso, sea por la


probabilidad o la intensidad del daño, esta obligada a adoptar todos los
resguardos para evitar que ocurra un accidente.

b) Control en los hechos: tratándose de daños ocasionados por quien está en


condiciones de controlar todos los aspectos de su actividad, quien está en
mejor posición relativa para procurarse medios de prueba es precisamente
el autor del daño.

c) El rol de la experiencia: existe una buena razón para aplicar la presunción


cuando, conforme a la experiencia, cierto tipo de accidentes se deben más
frecuentemente a negligencia que a caso fortuito.

2.3.7. Dolo o culpa intencional


El art. 44 define el dolo como la intención positiva de inferir injuria a la
persona o propiedad de otro. Este es un concepto de dolo extremadamente
estricto, y corresponde únicamente al dolo directo, referido a os casos en que

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el autor no sólo sha previsto y aceptado el daño, sino además a querido que
éste ocurra. La definición excluye las hipótesis de dolo eventual, donde el
autor de la conducta no pretende dañar, aunque se representa la posibilidad
del daño como una consecuencia de su acción.

El dolo eventual plantea diversas dificultades de aplicación en materia


civil. Ante todo, porque la mera representación y aceptación del daño no
son constitutivos de culpa per se, sino en la medida que se incurre en con-
travención con un estándar de cuidado debido. Además, toda forma de dolo
supone indagar en la subjetividad del autor, cuastión que presenta proble-
mas probatorios.

La distinción entre dolo directo y evetual carece de importancia práctica


si se considera que en materia civil la culpa grave se asimila al solo, es decir,
se le atribuyen los mismo efectos. Diferencias:

a) Prueba: la culpa es esencialmente objetiva, el dolo se caracteriza por la


intencionalidad del autor.

b) Abuso de derecho: en sentido estricto se asimila al dolo directo.

c) Cláusulas de exoneración de responsabilidad: no pueden excluir jamás el


dolo directo (art. 1465).

2.4. El Daño
Es una condición de la responsabilidad civil extracontractual, sin daño
no hay responsabilidad. Por otra parte, el daño es una condición de la pre-
tensión indemnizatoria, de modo que ésta sólo nace una vez que el daño se
ha manifestado.

• Sentido estricto: lesión o pérdida de un derecho de la vı́stima.

• Sentido amplio: es toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo que


se sufre en la persona o bienes, o en las ventajas o beneficios patrimoniales
o extrapatrimoniales.

El daño debe ser significativo, es decir, se excluyen aquellas incomodi-


dades o molestias que las personass se causan recı́procamente como conse-
cuencia normal de la vida en común.

Tipos de daño:

I. Atendiendo a la naturaleza del bien lesionado, los daños reparables han


sido clasificados tradicionalmente en dos grandes categorı́as:

a) Daños materiales o patrimoniales.


b) Daños morales o extrapatrimoniales.

Además, la doctrina ha desarrollado una tercera categorı́a que com-


prende los denominados daños corporales. En este tipo de daños es
fácil confundir la materialidad de la lesión corporal con el daño en

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sentido jurı́dico. La lesión corporal da lugar a un daño material (emer-
gent/lucro cesante) y cosntituye daño material para la vı́ctima. Excep-
cionalmente levan aparejados daños a vı́ctimas indirectas.
Principio general: la indemnización comprende todo daño, es decir, debe
ser ı́ntegra, debiendo producirse una equivalencia entre el daño generado y
la indemnización pagada.

2.4.1. Daño Material


Afecta el patrimoo, se manifiesta en la diferencia entre el estado y posi-
ción económica de la vı́ctima después de ocurrido el accidente, y la situación
en que hipotéticamente se encontrarı́a en caso de que éste no hubiere ocu-
rrido (principio de la diferencia). Puede ser de dos clases:
a) Daño emergente: consiste en la pérdida o disminución patrimonial, actual
y efectiva que sufre la vı́ctima a causa del accidente. Puede consistir en:
i. Destrucción o deterioro de cosas que poseen valor económico.
ii. Costos en que ha de incurrir la vı́ctima a causa del accidente.
iii. Perjuicio puramente económico.
b) Lucro cesante: pérdida del incremento neto que habrı́a tenido el patri-
monio de la vı́ctima de no haber ocurrido el hecho por el cual un tercero
es responsable.
La determinación del lucro cesante considera un grado razonable de pro-
babilidad en la percepción de los ingresos futuros, y obedece a una proyec-
ción del curso normal de los acontecimientos, atendidas las circunstancias
particulares de la vı́ctima.

2.4.2. Daño Moral


Se define como el dolor o molestia que sufre una persona en su sensibili-
dad fı́sica, en sus sentimientos o afectos o en s calidad de vida.

Todo menoscabo no es susceptible de avaluación pecuniaria, esto es, como


sinónimo de daño no patrimonial.
Clasificación de los tipos de intereses susceptibles de perjuicio moral:
a) Atributos de la personalidad (honor, intimidad, imagen).
b) Intereses relacionados con la integridad fı́sica y psı́quica (dolor corporal,
pérdida de miembros).
c) Intereses relacionados con la calidad de vida en general (molestias oca-
sionadas en razón de la vecindad, ejemplo: ruidos molestos, olores, etc.).
Argumentos (Alessandri):
a) La ley no ha hecho distinciones acerca de la naturaleza del daño (arts.
2314, 2329). Luego, no cabe distinguir entre daño material y moral, máxi-
me cuando la ley habla de todo daño, expresión ésta que significa “lo que
se toma o se comprende entera y cabalmente según sus partes, en la
entidad o en el número”.

14
b) Cuando el legislador quiso exceptuar de esta regla a ciertos daños morales
y establecer que no son indemnizables sino en determinadas circunstan-
cias, necesitó decirlo, como en el caso del art. 2331.

c) Diversos preceptos demuestran que en nuestra legislación el daño moral


es indemnizable:

– art. 19 No 7 i) Constitución.
– DL 425 (Ley 16.643): consideraba la indemnización del daño meramen-
te moral que sufreire el ofendido, en los delito sde injuria o calumnia
cometidos a través de ciertos medios de comunicación.
– Código Penal: delito de usurpación de nombre (art. 215), 370.

d) El hecho de que la indemnización tienda, por lo general, a hecer desapa-


recer el daño, a restablecer en el patrimonio de la vı́ctima el valor que de
él se sustrajo o en que se le dismunuyó, lo que no puede ocurrir respecto
del daño moral, dada su naturaleza, no obsta a que este daño pueda ser
indemnizado. La indemnización no es sólo reparadora, también puede ser
compensatoria o satisfactoria y en le hecho lo es cuando el daño por su
naturaleza es irremediable, cuando consiste en la destrucción de algo que
no puede restablecerse o rehacerse. El dinero que el ofensor paga a la
vı́ctima no será la representación exacta del dolor que ésta experimente,
pero lo servirá para compensarlo procurándose los medios de aliviarse de
él, si es fı́sico, o de buscar otras ventajas o satisfacciones que le permitan
disiparlo, o en todo caso, atenuarlo o hacerlo más soportable.

e) Las dificultades para apreciar pecuniariemente el daño moral no pueden


tampoco ser un motivo para no admitir su indemnización. Igual cosa
ocurre respecto de muchos daños materiales y nadie ha sostenido que no
deban ser indemnizados.

Sentido de la indemnización en este tipo de daño La indemnización


por daño moral presenta caracteres diferentes a la que se concede por daños
patrimoniales, que persigue recomponer, mediante una reparación en dinero,
la situación patrimonial que tendrı́a la vı́ctima de no haber ocurrido el ac-
cidente. Tratándose del daño moral o extrapatrimonial, en cambio, aquello
que se pierde o deteriora no tiene un valor de intercambio que pueda servir
para reparar la pérdida por equivalencia. En este caso, la indemnización sólo
puede tener una función compensatoria del daño con un beneficio, recono-
ciendo una ventaja pecuniaria a quien ha debido soportar esa carga.

Más allá de esta función compensatoria, una revisión detallada de la


jurisprudencia nacional permite advertir que la indemnización por le daño
moral también ha tenido tradicionalmente una marcada función retributiva.
Ası́ lo demuestra el hecho qe en la valoración de esta especie de daño usual-
mente sea considerado no sólo la entidad del daño sino también la gravedad
de la culpa.

15
2.4.3. Principios que rigen la determinación del daño indemniza-
ble
I. La indemnización debe ser completa: igual al daño que se produjo, de
modo que permita a la vı́ctima reponer las cosas al estado en que se
encontraban a la fecha del acto ilı́cito.
Consecuencias:

– El monto de la reparación depende de la extensión del daño y no de


la gravedad del hecho.
– La reparación comprende todo el perjuicio sufrido por la vı́ctima que
sea una consecuencia necesaria y directa del delito o cuasidelito.
– El monto de la reparación no puede ser suprior ni inferior al daño.
– Debe incluir tanto el daño moral como el material.
– Debe considerar elementos que permitan dejar a la vı́ctima en la
situación en que probablemente se encontrarı́a de no haber ocurrido
el accidente, y en consecuencia, debe incluir reajustes e intereses.
– La indemnización sólo comprende el daño efectivo y no puede conver-
tirse en fuente de enriquecimiento para la vı́ctima, con la reserva de
la evolución jurisprudencial que atribuye a la indemnización del daño
moral no sólo un fin compensatorio, sino, además, uno estrictamente
sancionatorio (pena civil).

II. La indemnización sólo comprende daños directos: aquellos que son una
consecuencia cierta y necesaria del hecho ilı́cito. Por oposición, el daño
es indirecto cuando entre éste y el hecho doloso o culpable han in-
tervenido causas extrañas, que impiden que pueda ser razonablemente
atribuido a este último.
tratándose de la responsabilidad extracontracutla, el requisito de que
el daño sea directo expresa más bien una exigencia de causalidad.

III. El daño debe ser cierto: el daño eventual o hipotético no concede ac-
ción indemnizatoria, pero en ciertos casos da origen a ciertas acciones
preventivas: acción posesoria de denuncia de obra ruinosa (arts. 932,
948), acción popular para evitar daños contingentes (art. 2333).
En verdad, la exigencia de certidumbre es caracterı́stica del daño emer-
gente. El lucro cesante, en cambio, se refiere por definición a una pro-
babilidad basada en el curso normal de los acontecimientos, que supone
una estimación razonable de la situación en que se habrı́a encontrado
la vı́ctima de no mediar el hecho ilı́cito. La determinación del lucro
cesante se efectúa en concreto, tomando en consideración la situación
particular de la vı́ctima, y estimando prudencialmente la probabilidad
del beneficio esperado.

IV. El daño debe probarse.


Sin embargo, según la opinión dominante basta que la vı́ctima acredite
la lesión de un bien personal para que se infiera el daño. Su avalua-
ción se efectúa prudencialmente por el juez. La determinación de la

16
indemnización considera usualmente criterios punitivos, tales como la
gravedad de la culpa o la potencia económica del demandado.

V. La indemnización comprende daños sufridos personalmente por la vı́cti-


ma: excluye la indemnización por daños difusos, es decir, daños que
afecten a personas indeterminadas.
Daños mediatos (daño por rebote): aquellos que se experimentan en
razón del daño sufrido por la persona inmediatamente afectada por el
hecho. La procedencia de la indemnización de este tipo de daños se ha
fundado en el art. 2329, en cuanto se refiere a todo daño.
En verdad, todo aquel que a consecuencia del accidente se ve privado
de ingresos que le proporcionaba la vı́ctima, sufre un daño patrimonial
de carácter personal, en razón de lucro cesante, y tiene acción directa
en contra del autor del daño.
También es daño personal el que consiste en el dolor por la pérdida de
un ser querido.

2.5. Causalidad
Para que un hecho doloso o culpable genere responsabilidad, es necesario
que entre éste y el daño exista una relación o v´ñinculo de causalidad.

Las normas del CC. no hacen referencia expresa a este requisito, aunque
lo suponen (arts. 1439, 2314, 2329).

Tradicioalmente se ha sostenido por la doctrina y jurisprudencia que la


causalidad exige que entre el hecho y el daño exista una relación necesaria y
directa. Si bien estas expresiones resultan demasiado vagas para resolver los
casos más complejos, tienen la virtud de destacar los elemento determinantes
de la caualidad:

a) El naturalı́stico: se exige una relación natural de causalidad, que se ex-


presa en una relación de causa a efecto.

b) El normativo: se exige que el daño resulte atribuible normativamente al


hecho.

La causalidad se presenta como un problema complejo sólo en situa-


ciones lı́mites y, por lo mismo, excepcionales, ya sea porque han actuado
simultáneamente varias causas para ocasionar el daño o porque entre el he-
cho y el daño han intervenido circunstancias que alteran el curso normal de
los acontecimientos.

Sin una relación causal en sentido naturalı́stico, no puede haber res-


ponsabilidad civil; sin embargo, de la sola circunstancia que un hecho haya
efectivamente intervenido en la serie de causas que producen un daño (esto
es, que entre el hecho y el daño haya una relación necesaria), no se sigue
que pueda darse por establecida normativamente esa relación causal (esto es,
que entre el hecho y el daño haya una relación directa). En otras palabras,
que el hecho ilócito sea causa en sentido natural de un daño es condición

17
necesaria pero no suficiente para atribuir el daño a esa conducta (entre el
hecho y el daño debe haber una razonable proximidad).
Las diversas teorı́as sobre la causalidad jurı́dica, más bien proponen tópi-
cos relevantes para discurrir los alcances y lı́mites de la imputación objetiva
de un daño a un hecho, cuáles de las consecuencias dañosas de un hecho
ilı́cito pueden ser objetivamente atribuidas a su comisión (criterios de atri-
bución objetiva de los daños que se expresa en el requisito de que el daño
sea directo).

2.5.1. Elemento naturalı́stico: el hecho como condición necesaria


del daño
• Doctrina de la equivalencia de las condiciones o condictio sine qua non:
tradicionalmente, la doctrina y jurisprudencia han estimado suficiente pa-
ra dar por acreditada la causalidad que el hecho sea una condición necesa-
ria del daño, sin el cual éste no se habrı́a producido, aunque concurrieran
otras causas.
Todas las causas son equivalentes, en la medida de que individualmente
sean condición necesaria para la ocurrencia del resultado dañoso. Para
determinar si un hecho es condición necesaria basta intentar su supresión
hipotética. Si eliminado mentalmente el hecho, el daño no se produce, de
ello se sigue que tal hecho es causa necesaria de ese daño.
Aplicando este criterio, si en la producción del resultado han intervenido
como condición necesaria otros hechos ilı́citos atribuibles a terceros, la per-
sona obligada a indemnizar podrá repetir contra sus autores por la parte
que a cada uno que le corresponda, pero frente a la vı́ctima estará obligado
a responder ı́ntegramente (art. 2317)
Lı́mites: La causalidad relevante para el derecho no se agota en este ele-
mento naturalı́stico, sino que exige, además, que el daño sea directo.
El derecho civil no acepta hacer a alguien responsable de las consecuen-
cias excesivamente remotas de sus actos, según el principio del art. 1558.
Aunque se refiere a la responsabilidad contractual, la doctrina en general
esta de acuerdo en que se establece un principio general de la responsabi-
lidad civil, en orden a que sólo se responde de los daños directos (relación
causal relevante).

2.5.2. Elemento normativo: el daño como consecuencia directa


La pregunta acerca de si un daño es directo o indirecto supone un juicio
normativo respecto de si el daño puede ser atribuido objetivamente al he-
cho. No es propiamente un juicio de causalidad, sino una cuestión normativa
que obliga a discernir cuáles consecuencias derivadas causalmente del hecho
ilı́cito resultan relevantes a efectos de dar por establecida la responsabilidad.

La exigencia de que el daño sea directo cumple la función de discrimi-


nar entre todas las consecuencias dañinas de un hecho, aquellas que pueden
ser atribuidas al ilı́cito, estableciendo ası́ un lı́mite a la responsabilidad. Ello
supone que el juez aplique un criterio normativo y no puramente descriptivo.

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Criterios:

a) Razonable proximidad: que el daño no sea excesivamente remoto.

b) Causalidad adecuada: si desde la perspectiva de un observador objetivo,


la ocurrencia del daño es una consecuencia verosı́mil del hecho. La causa
no es adecuada cuando responde a factores intervinientes que resultan
causales (previsibilidad).

c) Riesgo creado por el hecho: lo determinante segúne esta variante es si el


observador razonable habrı́a tenido el correspondiente comportamiento
por riesgoso, en tanto aumenta el peligro de que surjan daños subsecuen-
tes. Si estos efectos dañinos pueden ser interpretados comorealización del
peligro creado por el demandado, tales daños podrán ser objetivamente
atribuidos al hecho y habrá lugar a indemnización.

d) Conexión de ilicitud entre la conducta y el daño (fin protector de la


norma).

2.5.3. Prueba de la relación causal


La carga de la prueba se extiende a la demostración de que el hecho es
una condición necesaria del daño y a las circusntancias de hecho que permi-
ten calificar el daño como directo. Es aplicable el art. 2329.

Causas difusas Situacioens en que no se conoce a la persona que come-


tió el hecho, sino únicamente al grupo de personas entre los que se encuentra
el autor, ejemplo: arts. 2323, 2328 (exc: art. 2317).

2.5.4. Pluralidad de causas


Hipótesis:

a) El daño se debe a la intervención de dos o más personas.

b) El daño es debido en parte al hecho del autor y en parte a la intervención


de la propia vı́ctima.

c) El daño puede deberse a un hecho externo al autor del ilı́cito, que a su


respecto constituye caso fortuito o fuerza mayor.

2.5.5. Pluralidad de responsabilidad


a) Cuando existen varios responsables que actuan simultáneamente ejecu-
tando un mismo hecho (art. 2317).

b) Cuando existen varios responsables por hechos distintos, todos los cuales
son antecedentes necesarios del daño.

c) Cuando cada hecho individualmente es apto para producir el daño con


indiferencia del otro hecho.

19
2.5.6. Culpa de la vı́ctima que contribuye a la ocurrencia del
daño
a) Contribuye a la ocurrencia del daño.

b) Colabora a aumentar su intensidad.

Efecto: reducción proporcional de la indemnización (art. 2330).


Con todo, aun existiendo culpa de la vı́ctima, si ésta no influye de manera
alguna en la producción del resultado no procede aplicar reducción. Tampoco
si no existe conexión de ilicitud (licencia vencida).
Criterios:
a) Intensidad relativa de las culpas.

b) Intensidad de las causas.

2.5.7. Exclusión de la causalidad por caso fortuito o fuerza mayor


Art. 45. Se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no
es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de
enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.

Opera en sede de causalidad, no de culpa, pues aunque haya intervenido


un acto culpable, el daño no resulta atraibuı́ble a ese acto culpable, sino al
caso fortuito o fuerza mayor.

Elementos:
a) Irresistibilidad: se exige que se trate de un evento insuperable, que no
sea posible evitar sus consecuencias. Se mide en función del deber de
cuidado.

b) Imprevisibilidad: el caso fortuito comienza donde cesa el deber de pre-


visión. No se trata de algo absolutamente imprevisible, sino imprevisible
para el autor del daño atendido el nivel de diligencia que le es exigible.

c) Exterioridad: el hecho debe ser externo a la esfera de acción de la gente,


que sea ajeno al ámbito de cuidado del demandado.

Efectos del caso fortuito Excluye la causalidad, aun cuando haya inter-
venido la culpa de la vı́ctima.

3. Responsabilidad por el hecho ajeno


Es la responsabilidad que una persona puede asumir por hechos ilı́citos
y dañosos de terceros.
Art. 2320. Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones,
sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado. (inc. 1)

– Se aplica genéricamente a todas las relaciones de dependencia o cuidado,


de modo que las situaciones especı́ficas referidas en los demás incisos son
meramente ejemplares.

20
– Establecida la relación de dependencia o cuidado de quien realiza un ac-
to susceptible de generar responsabilidad, se presume la culpabilidad de
quienes deben ejercer ese cuidado, de modo que sólo pueden exonerarse
de esa responsabilidad si logran probar que “con la autoridad y el cui-
dado que la rspectiva calidad les confiere y prescribe no hubieren podido
impedir el hecho” (arts. 2320 inc. 5, 2322 inc. 2).

Puede estar construida como una forma de responsabilidad estricta, que


en este caso suele denominarse vicaria.

En el derecho chileno está construı́da sobre la base de un doble ilı́cito


civil:
a) El del dependiente, que causa el daño directamente.
b) De quien lo tiene bajo dirección o cuidado, cuya culpa es legalmente
presumida.
En materia contractual es de carácter estricto, sin que resulte admisible
al deudor excusar su incumplimiento en el hecho culpable del tercero, ni aun
probando que personalmente actuó con diligencia (arts. 1590, 1679).

En el derecho nacional la responsabilidad por el hecho ajeno está sujeta


a los siguientes principios:
a) Por regla general, el hecho de quien está bajo dependencia o cuidado de
otro hace a éste último responsable.
b) Sin embargo, la ley sólo contempla una presunción general de responsa-
bilidad en favor de la vı́ctima. Probada la culpa del autor, se presume la
culpabilidad de su guardián.
c) La responsabilidad por el hecho ajeno supone dos cuasidelitos civiles:
i. el de la persona que se encuentra bajo la dependencia o cuidado de
otro;
ii. el de su guardián, que consiste en no impedir el hecho.
d) La responsabilidad vicaria es de derecho estricto, requiere norma legal
que la establezca.

3.1. Responsabilidad por el hecho de los incapaces


Art. 2319. No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete
años ni los dementes; pero serán responsables de los daños causados por ellos
las personas a cuyo cargo estén, si pudiere imputárseles negligencia. (inc. 1)

Tratándose de hechos ilı́citos cometidos por incapaces, el tercero que lo


tiene a su cargo responde exclusivamente por el hecho propio y su culpa
debe ser acreditada.

Cualquier persona que tenga al incapaz bajo su cuidado responde según


la regla del art. 2319. Conviene insistir que en todos los casos existe respon-
sabilidad directa por el hecho propio, es decir, no se aplica la regla del art.

21
2320.

Por regla general la culpa debe probarse, excepción:


Art. 2321. Los padres serán siempre responsables de los delitos o cuasi-
delitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de
mala educación, o de los hábitos viciosos que les han dejado adquirir.

El art. 2321 establece una presunción general de responsabilidad de los


padres por los delitos o cuasidelitos de sus hijos menores, que conocidamente
provengan de su “mala educación, o de los hábitos viciosos que les han
dejado adquirir”. Esta presunción se aplica indistintamente respecto de los
hijos menores capaces e incapaces de delito civil, pues según su tenor, se
superpone a las reglas de los arts. 2319 y 2320.

3.2. Presunción general de responsabilidad por el hecho de


personas que están bajo cuidado o dependencia de otra
Art. 2320. Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones,
sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado.

Ası́ el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los


hijos menores que habiten en la misma casa.

Ası́ el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive


bajo su dependencia y cuidado.

Ası́ los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los discı́pulos,
mientras están bajo su cuidado; y los artesanos y empresarios del hecho de
sus aprendices o dependientes, en el mismo caso.

Pero cesará la obligación de esas personas si con la autoridad y el cuidado


que su respectiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir
el hecho.

El art. 2320 establece una presunción general, cada vez que alguna de
estas personas comete un delito o cuasidelito civil se presume la culpa del
gurdián. El fundamento de esta presunción es la existencia de un vı́nculo de
autoridad entre el guardián y el autor del daño.

El art. 2320 contiene una enumeración no taxativa de casos especı́ficos


de situaciones de dependencia o cuidado que dan lugar a la presunción de
responsabilidad:

a) Los padres por el hecho de los hijos menores que habitan en la misma
casa. Se refiere a los padres que ejercen el cuidado personal.

b) Los guardadores por el hecho de los pupilos que viven bajo su dependen-
cia y cuidado (personal).

c) Los jefes de colegios y escuelas por el hecho de sus discı́pulos mientras


estén bajo su cuidado.
Esta regla se refiere a los jefes de colegios y escuelas y no a los profesores,
aunque en algunos casos éstos pueden quedar sujetos al principio general
del inc. 1.

22
Requisitos:

a) Que el dependiente haya incurrido en un delito o cuasidelito civil: la


vı́ctima debe acreditar la concurrencia de todos los elementos de la res-
ponsabilidad civil. Sin embargo, nada impide que respecto del hecho del
dependiente pueda operar además la presunción general de culpabilidad
por el hecho propio (art. 2329).

b) Que exista una relación de autoridad: la vı́ctima debe acreditar además


la existencia de una relación de autoridad o dependencia entre quien haya
ejecutado el hecho ilı́cito y el tercero cuya responsabilidad se persigue.

3.2.1. Efectos
Establecida la responsabilidad por el hecho ajeno, la vı́ctima puede diri-
gir su acción indemnizatoria en contra del autor del daño o del tercero, pues
según el art. 2317, ambos son solidariamente responsables. Por su parte, el
tercero obligado a la reparación de los daños causados por el dependiente
dispondrán de acción en contra del autor para obtener el reembolso de lo
pagado, siempre que éste haya actuado sin orden de aquel.

Descarga de la presunción La excusa del guardián se encuentra definida


en el art. 2320 inc. final en términos generales. De este modo, para desvirtuar
la presunción el tercero debe acreditar que aun actuando con la diligencia
debida le ha sido imposible impedir el hecho, lo que en la práctica exgige a
menudo probar la concurrencia de un caso fortuito o fuerza mayor.

3.3. Responsabilidad del empresario


Art. 2322. Los amos responderán de la conducta de sus criados o sir-
vientes, en el ejercicio de sus respectivas funciones; y esto aunque el hecho
de que se trate no se haya ejecutado a su vista.

Pero no responderán de lo que hayan hecho sus criados o sirvientes en


el ejercicio de sus respectivas funciones, si se probare que las han ejercido
de un modo impropio que los amos no tenı́an medio de prever o impedir,
empleando el cuidado ordinario, y la autoridad competente. En este caso
toda la responsabilidad recaerá sobre dichos criados o sirvientes.

El art. 2322 define de manera más estricta el ámbito de responsabilidad,


al señalar que ésta sólo se refiere al tiempo en que el dependiente se encuen-
tra en ejercicio de sus funciones.

El art. 2320 se refiere en general a la relación de dependencia o cuidado,


entendida como una especie de cuidado o vigilancia personal.

Excusas:

a) Art. 2322: exige probar que los criados o sirvientes han ejercido sus fun-
ciones de un modo impropio “que los amos no tenı́an medio de prever o
impedir, empleando el cuidado ordinario, y la autoridad competente”.

23
b) Art. 2320: la excusa está formulada de manera general, con clara alusión
a la relación entre el deber de cuidado y la posibilidad de impedir el
hecho.

La tendencia en el derecho comprado y nacional ha sido establecer una


responsabilidad estricta de los empresarios por el hecho de sus dependientes
(vicaria). Nuestra jurisprudencia ha seguido una tendencia que en la prácti-
ca ha situado al empresario en el lı́mite de la responsabilidad vicaria por
el hecho de sus dependientes, aunque formalmente éste responda según el
régimen general de la responsabilidad por culpa. Esta tendencia se ha ma-
nifestado de dos formas: ante todo ampliando el ámbito de aplicación de la
presunción de culpabilidad del art. 2320 inc. 4; y, además, juzgando en for-
ma particularmente estricta las excusas de que dispone el empresario para
desvirtuar la presunción.

Conviene tener presente que la responsabilidad del empresario puede es-


tar construida a partir de la presunción de culpabilidad por el hecho propio,
cada vez que la jurisprudencial atribuye presuntivamente el daño a deficien-
cias en la organización empresarial, está más bien atribuyendo una respon-
sabilidad directa con el hecho propio (art. 2329).

Requisitos:

a) Que el demandante haya incurrido en un delito o cuasidelito civil.

b) Relación de cuidado o dependencia entre el autor del daño y el empresa-


rio.

c) Que el daño se ocasionado en el ámbito de la dependencia o del ejercicio


de las funciones del dependiente.

4. Presunción de culpabilidad y responsabilidad


estricta por el hecho de las cosas
A diferencia de la responsabilidad por el hecho propio y por el hecho
ajeno, en que existen presunciones generales de culpabilidad, en materia de
responsabilidad por el hecho de las cosas la ley sólo contempla presunciones
especı́ficas, referidas a daños causados por el hecho de animales, por laruina
de edificis y por la caı́da de objetos desde la parte superior de un edificio.
A ello se agregan algunas hipótesis, también especı́ficas, de responsabilidad
estricta.

A falta de una presunción genérica de culpabilidad por el hecho de las


cosas, y fuera de los casos especı́ficos, en el derecho chileno sólo es posible
acudir a la presunción general de culpabilidad por el hecho propio (art.
2329), siempre que se trate de daños que razonablemente y de acuerdo a la
experiencia puedan atribuirse a negligencia.

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4.1. Presunción de culpa por el hecho de los animales
Art. 2326. El dueño de un animal es responsable de los daños causados
por el mismo animal, aun después que se haya soltado o extraviado; salvo
que la soltura, extravı́o o daño no pueda imputarse a culpa del dueño o del
dependiente encargado de la guarda o servicio del animal.

Lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva de un


animal ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido
por una calidad o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o
prudencia debió conocer o prever, y de que no le dio conocimiento.

Se presume la culpa por los daños causados por un animal, aún después
que se haya soltado o extraviado. El dueño podrá exculparse probando que
el daño, la soltura o el extravı́o del animal no se deben a su culpa ni a la del
dependiente encargado de guarda o cuidado. En este último caso se agrega
una presunción de culpabilidad por el hecho del dependiente.

La misma presunción se aplica a toda persona que se sirve de un animal


ajeno, pero tendrá acción de reembolso si el daño se debió a un vicio del
animal que el dueño debió conocer e informarle.

La vı́ctima podrá dirigir su acción de responsabilidad tanto contra el


dueño como contra aquel que se sirve del animal, pues responden solidaria-
mente.

4.2. Responsabilidad estricta por el hecho de animales fieros


Art. 2327. El daño causado por un animal fiero, de que no se reporta
utilidad para la guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al
que lo tenga, y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será oı́do.

Tratándose de animales fieros, de que no se reporta utilidad para la


guarda o servicio de un predio, se establece una regla de responsabilidad
estricta de la persona que lo tenga, por los daños que dicho animal ocasione.
La responsabilidad se funda en la tenencia fı́sica y no en el dominio.

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