Ayuda para El Camino

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PRESENTACIÓN
Alguien a dicho que orar es pensar en Dios con amor; o
sencillamente estarse con él amándole, y mirar al que
me mira. Sea como fuere, hermano, lo cierto es que, al
orar, quien ora es la persona integralmente. No oramos
con los labios; ni con nuestro pensamiento. Oramos
haciendo unidad de nuestro ser. Y la persona es alguien
que piensa, alguien que siente, alguien que ama, decide,
busca. Quiero ahora, hermano ayudarte a encontrar
respuesta a esa pregunta ¿cómo orar? ¿Qué tengo que
hacer en la oración? ¿Cómo sé yo que realmente mi
oración es verdadera?
Con mucha humildad te diría que cuando ores "pongas tu
mente y tu corazón en Dios"; que cuando ores "veas"
desde la fe a Dios y le "ames" también desde la fe. En la
base de la oración está la fe que es búsqueda, impulso
de amor de tu corazón a Dios, ese abandonarte a su amor,
ese confiar en su bondad, ese esperar en su misericordia,
esa comunión y comunicación de vida con él. Se trata que
al orar pongas la mente en Dios con amor. Poner la
mente es centrar mi atención en Dios que habita dentro
de mí; es mirar a Dios que está en el fondo de mi alma;
es estar despierto delante de Dios y tomar conciencia
de que él está vivo en mí; es tener la certeza de que pase
lo que pase, tanga razones para creer o no, él está en mi
vida, me ama, se preocupa por mí y me toma en serio.
No dudo que en nuestro itinerario como discípulos
franciscanos, quisiéramos ver a Dios manifestado
rápidamente en nuestra vida, pero no es así. Tal vez el
pecado, el estilo de vida que llevamos es una nube que no
deja ver a Dios. O tal vez nuestra dispersión, habituados
a pensar en cualquier cosa admitiendo todo tipo de
pensamientos, no nos dejan centrar en Dios. Debemos
tener paciencia, estamos comenzando un ejercicio largo de

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ir habituando nuestra mente a estar atenta a Dios, a su
presencia en nuestra vida. O tal vez los recuerdos de tu
memoria te hagan vivir más en el pasado que el presente;
o las heridas del pasado no estén sanadas. Trata de orarlas,
de sanarlas con el amor de Dios y confíalas a su
misericordia. Tal vez tu imaginación y fantasía son tan
fuertes que no te dejan dominar, centrar tus pensamientos.
Comienza a dominar tu imaginación, a seleccionar tus
pensamientos a liberarte de recuerdos desagradables. Pon
orden en tu mente para que a la hora de querer orar se
sienta libre, pacificada limpia, y pueda centrarse en Dios.

Estos apuntes, quieren ser una herramienta práctica en el


camino del discípulo que se inicia en la relación íntima
espiritual con el Maestro, camino que nos propone una
revisión sana muy franciscana de lo que somos, de nuestra
vida, de nuestros sentimientos, costumbres y confusiones,
que de uno u otra manera tenemos que integrar para poder
dar inicio a un verdadero crecimiento en el espíritu y para
un mayor acercamiento a la espiritualidad franciscana.

Esta compilación de apuntes y artículos, que a lo largo del


camino he encontrado y de una u otra manera han
ayudado en gran parte en la primera fase de mi formación,
a lograr acercarme con mayor fluidez al Dios de la vida,
con la libertad más plena de saberme su hijo y libre en
gran manera de tantos prejuicios, que al igual que otras
personas he encontrado en mi iniciación en la vida de
oración, en relación sana y positiva con el Sumo Bien; de
ahí que no pretendo mostrarme como una persona
avanzada en el arte de la intimidad con Dios sino
simplemente ofrecer unas pocas herramientas que
pudieran ser útiles, pues de donde las he venido tomando
ofrecen garantía de expertos en la oración. Por tanto, no
deseo hacer un itinerario ajustado, que no permita la
fluidez de las mismas mociones del Espíritu dentro del
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discípulo; simplemente son pequeños ítem, ejercicios etc.,
que se te sugieren para superar algunas dificultades, para
caer en la cuenta de lo que implica la oración y
proporcionarte algunas ideas que te puedan ser útiles en tu
proceso de discipulado franciscano. No se trata de buscar
cual método es mejor, sino de ver en qué medida algunas
de estas ideas favorecen con más fuerza mí encuentro
con el Señor; descubrir como los discípulos lo hicieron
con Jesús, que la hora de él encontrarse con su Padre
era en la madrugada, en la montaña, así como nos lo dan
a conocer los evangelios; "y se retiraba de madrugada a la
montaña para orar" de igual forma nosotros debemos
descubrir cuál es nuestra montaña y esa madrugada en
mi vida que me sirve para el encuentro con el Sumo Bien,
Bien total.

La oración es un don, pero sin mí, sin todo lo que supone


mi vida, no puede florecer. Cultivar la oración y, a la vez,
ser grandes desconocidos para nosotros mismos, es
construir la casa sobre arena. Una persona superficial vive
y ora superficialmente. Una persona profunda vive y ora
maduramente. La oración y la vida se relacionan
mutuamente.

En el camino del discípulo se debe tener claro, que en la


medida que nos vamos humanizando, aceptando e
integrando en lo que somos, nos hacemos más espirituales,
no "espiritualistas"; se trata de encarnar mi espiritualidad,
de saber encontrar la presencia de Dios hecho hombre en
cada acontecimiento de mi vida, de saberle descubrir en el
paso que él hace por mi historia y decirle como Abraham
"Señor mío, no pases juntos a mí sin detenerte" o gritar
como el ciego Bartimeo "Jesús hijo de David ten
misericordia de mi", se trata pues de descubrir que el Dios
del amor está más cerca de sus discípulos de lo que ellos
lo imaginan, recordemos el camino de los de Emaus, por
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tanto es necesario afinar el oído para saberle escuchar y
agudizar los ojos de nuestro corazón para captarle en
cotidianidad; experimentar cómo él se cansa conmigo en
el trabajo, y se hace partícipe de mi historia. Abrirse a dar
inicio a la experiencia de discípulo es estar dispuesto a
romper los esquemas que la sociedad me impone, y dar
comienzo a una experiencia que parte desde el amor.

Fr. Franklin Duran.

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CARISMA Y

ESPIRITUALIDAD DE SAN
FRANCISCO

En esa obra maestra admirable que es la vida y la persona


del santo de Asís confluyeron tres componentes
principales: la gracia, la naturaleza y la propia
personalidad, ya presentes en sus primeros veinticuatro
años de vida pura e íntegra, pero también vana y
disipada. Los tres componentes se entremezclaron luego
en sus veinte años de conversión y penitencia, en una
creciente tensión espiritual, hasta alcanzar su punto
culminante en la transformación mística en Cristo
estigmatizado (1Cel. 94). Fruto de la gracia y de los
dones extraordinarios de Dios, sin duda, pero también de
su esfuerzo decidido y constante en la práctica de toda
virtud humana, moral y social, a la luz del Evangelio de
Cristo y al servicio del amor de Dios y del prójimo.

La espiritualidad de San Francisco de Asís es, sobre todo,


cristocéntrica, evangélica, afectiva y mística. Francisco,
en su contemplación del misterio Trinitario, ve sobre
todo la persona del Hijo de Dios encarnado y
crucificado, el cual es la vía de acceso al Padre en el
Espíritu Santo . Al hermano mayor de toda la humanidad,
al autor de la salvación, mediador y modelo de nuestra
comunión con Dios. Esto lo descubrió ya desde el
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momento de su conversión. La visión de Cristo
crucificado en San Damián (2 Cel. 10), lo marcó de tal
modo para toda su vida, que no podía recordar la Pasión
del Señor sin que le saltaran las lágrimas y, como dice
San Buenaventura, ya desde entonces llevó impresas
en su interior las llagas de la pasión. La espiritualidad de
San Francisco de Asís no es especulativa sino afectiva, y
es su ardor por Cristo lo que le empuja a seguirlo y a
imitarlo en todo, hasta parecer otro Cristo pobre y
crucificado, "Alter Chistus."

Francisco encontraba a Jesucristo pobre y crucificado en


los pobres, en los leprosos, en las pruebas, en las iglesias
en ruinas y, sobre todo, en la soledad y en el silencio de la
oración. Allí, transformado no ya en orante sino "en la
oración misma", contemplaba con los ojos de la mente y
con el corazón la pobreza en Belén de Cristo y de su
Madre pobrecilla; la caridad que lo llevó a la Cruz por
amor nuestro; y su humildad en la Eucaristía, hecho pan en
las manos del sacerdote para la vida del mundo.

El gran amor de Dios por la humanidad manifestado en


Cristo le hacía vivir en constante alabanza y acción de
gracias, bendiciendo a Dios por todas las cosas creadas
por Dios, que de él llevan "significación". Y por su
"compasión" a Cristo encarnado amaba a toda criatura,
animada o inanimada, en especial al hombre redimido con
su sangre, y a proclamarlo a los cuatro vientos cual
mensajero de su salvación y de su paz, no sólo a los
hombres de todo el mundo, cristianos o no, de cualquier
clase o condición, sino incluso a los pájaros, al fuego, a los
peces, a toda criatura. Y sus palabras no eran estériles,
pues eran inspiradas e iban acompañadas por el ejemplo
de una vida intachable. Y todo eso, a diferencia de otros
movimientos evangélicos de su tiempo, lo vivió desde una
fe inquebrantable bajo la obediencia de la Iglesia católica,
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en su doctrina y en sus ministros. "Hombre católico y
totalmente apostólico, que en su predicación exhortaba,
principalmente, a observar inviolablemente la fe de la
Iglesia Romana" (Julián de Spira).

San Francisco fue también, desde su conversión, un


"penitente", es decir, un hombre en camino de conversión,
de regreso a la voluntad del Padre. Más, el regreso no es
posible sin penitencia, sin austeridad ni mortificación de
los sentidos, sin dar muerte al hombre viejo, esclavo de los
vicios y pecados. Su ascética fue la práctica y el ejercicio
de las virtudes, principalmente las seis virtudes que él
llama "hermanas": la reina sabiduría con la pura sencillez,
la dama pobreza, con la santa humildad, la señora santa
caridad y la santa obediencia. La ascesis lo transformó en
un hombre renovado, devuelto a la inocencia original
pues, habiendo vencido al pecado, se sentía perdonado y
reconciliado con Dios, en paz consigo mismo y en
comunión con toda criatura y con los hermanos.

De allí su optimismo y la "verdadera alegría" que lo


lleva a componer el Cántico al hermano sol cuando se
estaba quedando ciego, y a recibir cantando a la
"hermana Muerte", como afirma Celano (2 Cel. 24)."Bien
lo saben cuántos hermanos convivieron con él, qué a
diario, qué de continuo traía en sus labios la
conversación de Jesús; qué dulce y suave su diálogo; qué
coloquio más tierno y amoroso mantenía. De la
abundancia del corazón habla la boca, y la fuente de su
amor iluminado que llenaba todas sus entrañas, bullendo
saltaba fuera. ¡Qué intimidades las suyas con Jesús!
Jesús en el corazón, Jesús en los labios, Jesús en los
oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús
presente siempre en todos sus miembros... Porque con
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amor ardiente llevaba y conservaba siempre en su
corazón a Jesucristo, y éste crucificado, fue marcado
gloriosamente sobre todos con el sello de Cristo..." (1 Cel.
115)

ESCUCHAR
LOS LATIDOS
DEL
CORAZÓN

. Orar es conocerse. Sin el


propio conocimiento, la
oración, como la vida, será
superficial. De ahí que sea "lo
que más importa" (Mt 6,5-7)
El propio conocimiento es la
tierra buena donde cae la
semilla para dar buen fruto
(cf. Mt 13,8).
Ni siquiera en asuntos de
oración conviene espiritualizar sin humanizar.
La oración se desarrolla cuando recreamos lo que somos.
En el diálogo con Dios, la oración abre toda la riqueza
humanitaria, propia del cristiano (”y del discípulo
franciscano”), una oración sin vibraciones auténticas de
humanidad sería fría fórmula de sin contenidos.

. Observación humilde. Con la actitud del testigo,


miramos lo que somos, escuchamos nuestras voces,
observamos con atención lo que nos pasa. Cuando vamos
por la vida con los ojos abiertos, con capacidad de
atención, todo nos habla de nosotros.

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. "La verdad en el amor" (Ef. 4,15). La oración no es
para huir, sino para ser, es un tiempo de ser nosotros de
verdad. Hay cosas que son mentira, pero que aparecen
como verdad; allí radica su atractivo. "Terribles son las
estrategias y mañas del demonio para que las almas no se
conozcan". "Somos la misma vanidad .

He aquí un texto fuerte, pero sincero:

"El hombre, en general, no ora de buena gana y


fácilmente experimenta en la oración tedio, embarazo,
repugnancia e incluso animosidad. Cualquier ocupación
se le antoja más interesante e importante y se dice a sí
mismo: “no tengo ahora tiempo para orar”, o “aquella
ocupación es más urgente ahora”. Y ordinariamente el
tiempo no empleado en la oración se malogra en las
cosas más superfluas. Es absolutamente necesario que el
hombre cese de engañarse a sí mismo y de intentar
engañar a Dios. Es mucho mejor no emplear tales
estrategias y decir sencillamente: “no quiero orar”1.
Mejor que escudarse en la disculpa de un excesivo
cansancio es decir con toda claridad: “no tengo ganas de
orar”1. Estas frases no suenan precisamente bien y
muestran a las claras la mezquindad de nuestro espíritu,
pero son la verdad y con la verdad se supera esta
mezquindad de espíritu mucho más fácilmente que con
tergiversaciones" (Romano Guardini).

. Humildad y verdad andan juntas. "La humildad


siempre labra, como la abeja, la miel". Cuando creamos
espacios de verdad, renace la vida. Entonces no vivimos
de opiniones: "Lo que la gente opine de ti es un problema
suyo, no tuyo" (Kübler Ross).

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UNA MIRADA
A LA FE

. No basta con
observarnos. Nuestros
ojos no son el único
criterio para saber
quiénes somos. Los ojos
de la fe iluminan nuestro misterio: "Tu luz nos hace ver
la luz" (Sal 35,10); "Todas mis fuentes están en ti" (Sal
86,7). Como bisoños en el camino, no nos conoceremos de
verdad si no nos sabemos habitados por la Trinidad.
Aunque, en estas primeras moradas, sea poca "la luz que
sale del palacio donde está el Rey".

El sentido de pecado. Al mirarnos con la luz de la fe,


descubrimos nuestra incapacidad, como si estuviésemos
atados y en gran oscuridad, desalojados de nosotros
mismos, incapaces de relacionarnos con Dios, sin palabra
ni vida propia, "como niños sacudidos por las olas y
llevados al retortero por todo viento de doctrina" (Ef 4,14).
Son las consecuencias éticas y teologales del pecado. Si
perdemos el sentido del pecado, perdemos el sentido de la
realidad, nos equivocamos de camino. La miseria de todo
ser humano, tantas veces experimentada en nosotros y en
los demás, es el contrapunto de su grandeza y dignidad.

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. Un riesgo. No podemos reducir el propio conocimiento a
nuestra vanidad y pecado, porque esa no es toda la verdad,
y por tanto genera "temores, pusilanimidad y cobardía"
(Mt. 1, 2,10). Hay Alguien que nos habita; El es nuestra
verdad más honda, por eso "jamás nos acabamos de
conocer, si no procuramos conocer a Dios" (Mt. 1, 2,10)...

. Conocernos en el don. Lo más nuestro es lo que hemos


recibido por gracia. "Mirando su grandeza, acudamos a
nuestra bajeza; mirando su limpieza, veremos nuestra
suciedad, considerando su humildad, veremos cuan lejos
estamos de ser humildes" (Mt. 1, 2,9). Cuando volvemos
nuestros ojos para mirar al Señor y adquirimos la certeza
de que contamos con El, nos hacemos osados, atrevidos,
fuertes aguerridos..., nos disponemos a grandes cosas.
"Nuestro entendimiento y voluntad se hace más noble y
más aparejado para todos bien tratando a vuelta de sí con
Dios" (Mt. 1, 2,10).

. Nuestro rostro en el de los pobres. Si, más allá de las


estadísticas frías que nos hablan de los pobres, no nos
acercamos a mirar de cerca su rostro, no sabremos quiénes
somos. Cultivar el propio conocimiento "al margen de los
pobres es un producto burgués. Es el conocimiento de sí
que tiene el rico Epulón (cf Le 16,19-31), que después de
comer bien busca profetas para salvarse. A éste no se le
enviarán. Deben bastarle los lázaros que tiene delante.
Nuestra 'sentada silenciosa' debe estar habitada por el
'nosotros solidario"' (Irene Vega).

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"LÁMPARA ES TU
PALABRA PARA MIS
PASOS" (Sal 118,105)

. Espacios donde la vida


renace (cf. Mc 4,1-9). So pena
de ser flor artificial, nuestra
oración no puede germinar, ni
florecer ni dar fruto, si no está
inserta en la trama de nuestra existencia cotidiana. Esta
es la tierra buena, en la que hay que buscar el manantial.
Una oración sin historia origina una historia sin Dios.
"Todos los graves problemas del mundo pueden ser
agrupados bajo el epígrafe de la indiferencia
generalizada ante el sufrimiento humano. Te encuentras
con cosas terribles que están sucediendo, pero pasas la
página y sigues con tu vida" (Woody Alien).

De la agitación a la calma (cf. Lc 10,38-41). La


actividad inútil, la agitación interior y las preocupaciones,
nos impiden dar con lo mejor de nosotros y de abrirlo a la
Palabra del Señor. "Hay que tener una heroica humildad
para ser uno mismo y no otro" (Thomas Merton).

. Como nos vemos oramos (cf Lc 18,9-14). Dos maneras


opuestas de vivir dan como resultado dos maneras
opuestas de orar: una con fruto y otra sin él. Quien
prescinde de los otros y se complace enumerando sus
vicios, se incapacita para el encuentro con Dios. Está tan
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seguro, que nada le cuestiona; más que dar gracias a Dios
espera que Dios se las dé a él. Quien reconoce su
condición de pecador y siente necesidad de salvación,
puede recibirla; el amor gratuito de Dios lo rehabilita.
Nuestra verdad, aunque sea pobre, es la esterilla sobre la
que nos colocamos (cf 2Re 5,1-19: Elíseo y el sirio Naamán).

MOMENTO DE
ORACIÓN

Comenzamos con un
gesto de oración:
En el nombre del
Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
* Canta: La Palabra se hizo humanidad y acampó en
la tierra de los hombres. Desde entonces todo ser
humano lleva dentro la semilla del amor.

* Escucha este relato. El preso y la flor

El preso N°. 87 contemplaba los alrededores de la


cárcel. Sus ojos se fijaron en un brote que nacía junto a
la pared, debajo de su ventana.
- Ya tengo compañía... La regaré todos los días. Me
servirá de distracción.
Pasaban los días y la planta crecía. Al mes justo, empezó
a echar los primeros brotes... Más tarde floreció. El
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preso No. 87 se sentía mejor. Empezó a darse cuenta
que no había muerto en él la esperanza. La emoción y la
alegría inundaron su celda cuando la flor alcanzó su
ventana. Pasó horas contemplándola de cerca,
acariciándola con mimo, conversando... Así pasó una
semana feliz y contento, extasiado con su compañía. Pero
un día, le nació la duda y la preocupación...
- Si la riego, seguirá creciendo y se marchará de mi
ventana... Si no la riego, se me morirá... Si la meto en mi
celda, la verá el carcelero y la cortará...
Preocupado se movía de un lado para otro y gritaba los
insultos aprendidos...
- ¡Esto es un asco! ¡Yo siempre tengo mala suerte! ¡Estoy
desesperado!
De pronto oyó un ruido. Apresuró el paso a la ventana y se
agarró con ansia a los barrotes. Alguien estaba regando su
flor... Por la dirección del agua se dio cuenta que era el
preso que vivía en la celda de arriba... Sintió alivio a su
preocupación, al mismo tiempo que le nacía por dentro
una alegría nueva.
- Alguien necesitaba una flor... Yo ya he sido feliz una
temporada.
La liberó de los barrotes de su ventana y la animó a seguir
subiendo.

LA ORACIÓN

Si quieres que una planta tenga


vida, debes regarla. Si deseas
mostrar que quieres a una persona,
debes decírselo. Si cortas las raíces
de un árbol, el árbol se muere. Eso
pasa con la oración. La oración es
vida para nuestro espíritu y es el
medio para decirle a Dios... Te amo.
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Necesidad de la oración
La oración es tan necesaria en nuestra vida espiritual
como lo es respirar para nuestra vida del cuerpo.
Desgraciadamente, muchos intentan encontrar a Dios a
través de caminos erróneos como la meditación
trascendental, la dialéctica, la cienciología, las técnicas
orientales de meditación y relajación, la quiromancia y la
adivinación.

En todos estos casos, se habla del espíritu y de un ser


superior, un dios cósmico, un dios presente en los
elementos que conforman el universo y los ejercicios que
realizan los centran en ellos mismos, pues buscan como
único fruto "sentirse bien", estar en paz con ellos mismos.
La oración cristiana es muy diferente a estas técnicas que
están de moda, porque es una oración personal (de persona
a persona) en la que nosotros hablamos con Dios que nos
creó, nos conoce y que nos ama. Nuestro Dios es una
persona, no algo etéreo como el cosmos o el universo.
No es un dios "cósmico", es un Dios con el que podemos
dialogar de persona a persona porque nos conoce a cada
uno y sabe qué es lo que necesitamos. Dios es un Padre
que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su
amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos. La
oración cristiana da frutos, no sólo con uno mismo sino
con los demás, nos hace crecer en el amor a Dios y a los
hombres.
Algunos quizá, hayamos alguna vez intentado orar con
toda nuestra buena voluntad, pero los esfuerzos que
hicimos no dieron el fruto que esperábamos y terminamos
desanimados y abandonando la oración.
¿Por qué nos pasa esto? Porque no sabemos orar,
necesitamos aprender a orar. Si aprendemos a orar,
encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras

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inquietudes, encontraremos la paz espiritual y nuestro
corazón se encontrará lleno de energía para dar amor a los
demás.
La oración ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos
hace crecer interiormente. Dios se convierte en un Alguien
en nuestras vidas y no es sólo una "idea" sin vida. El
diálogo continuo con Dios se vuelve parte de nuestra vida
cotidiana.
Para continuar, puedes ir recorriendo en orden los
siguientes enlaces o escoger el que más se adapte a tus
necesidades de oración.

¿QUÉ ES LA ORACIÓN?

-Para orar, es necesario "querer


orar" -La oración es buscar a Dios,
es ponernos en contacto con Dios,
es encontrarnos con Dios, es
acercarnos a Dios. -Orar es
llamar y responder. Es llamar
a Dios y es responder a sus
invitaciones. Es un diálogo de
amor.
-Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de
Dios en los momentos de más importancia, en las horas
difíciles, en la tentación, etc
-En cambio, si no oramos con frecuencia, vamos dejando
morir a Dios en nuestro corazón y vendrán otras cosas a
ocupar el lugar que a Dios le corresponde.

¿Por qué nos desanimamos en la oración?


-Algunas veces podemos desanimarnos en la oración,
porque creemos que estamos orando, pero lo que hemos
hecho no es propiamente oración.

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Lo que no es oración
-Si no se dirige a Dios, no es propiamente oración.
-Si no buscamos una comunicación con Dios, sino
únicamente una tranquilidad y una paz interior, no
estamos orando, sino buscando un beneficio personal.
-Si no interviene la persona con todo su ser (afectos,
inteligencia y voluntad) no es oración.
-Si no hay humildad y esfuerzo no es oración. Para orar es
necesario reconocer que necesitamos de Dios.
-Si no nos sentimos poco a poco más identificados con
Jesucristo no hemos hecho oración.-Si no tenemos un
fruto de más amor a Dios, al prójimo y a nosotros
mismos, no hemos hecho oración.
CARACTERÍSTICAS DE
LA ORACIÓN

-La oración se dirige a Dios


y no necesita de muchas
palabras: Él conoce lo que nos
pasa.
-La oración debe ser
perseverante: tener paciencia
en establecer ese diálogo con
Dios.
-La oración debe ser insistente: no abandonarla a la
primera sino insistir.
-Para orar es necesario ser humildes: es enriquecerse
partiendo de nuestra pobreza para abrirnos a la riqueza de
Dios.
-La oración es poderosa: se pueden observar en la Iglesia
muchos imposibles conseguidos por la oración
-La oración es confiada: al orar se tiene la certeza de que
Dios no nos va a fallar y esto debe transformar nuestra
vida.
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-La oración, siempre debe estar precedida del perdón:
antes de orar debemos limpiar nuestro corazón...
-La oración es necesaria para no caer en tentación: nos
fortalece para vivir siempre cerca de Dios.

Consejos para la oración

Cuando comencemos a orar es muy conveniente hacer un


ejercicio de reflexión para preparar nuestro corazón.
Consiste en detenernos un momento a pensar que es lo que
estamos haciendo, con quién estamos hablando.
Dedicar cada día unos minutos a la oración personal. Así
como dormimos, comemos, trabajamos y descansamos, la
oración debe formar parte de nuestra vida diaria.
Algunas recomendaciones prácticas que cada
persona puede adaptar a su estilo de vida:

- Lugar: Escoger un lugar específico para orar. No


importa cuál sea, mientras nos ayude a obtener el
silencio interior que necesitamos.
- Horario: Revisar nuestro horario y escoger para
la oración un momento en el que nos encontremos
en paz y no tengamos muchas ocupaciones y que
tampoco nos encontremos muy cansados.
Procurar que esta hora sea siempre la misma y
mantenerla fija lo más
que se pueda.
- Postura: La postura es importante, más no
indispensable. La oración no es cuestión de
ejercicios físicos, es algo espiritual. Cada quien
puede adoptar la postura que quiera, ya que cada
persona experimenta las cosas de manera
distinta. Nos pueden ayudar
algunos ejercicios de relajación y de respiración,
pero sin convertirse en el fin de nuestra meditación.
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LA ORACIÓN EN
LAS SAGRADAS
ESCRITURAS

Sobre la historia de la
oración cristiana
El amplio campo de lo que
se entiende generalmente
por o., y también el hecho
significativo de que "en los
tiempos primitivos... del AT no existiera un concepto
general de o." (RGG3 rr 1213), nos incitan a considerar el
acto (sin duda unitario) de orar desde dos puntos de vista,
tomando como base las dos definiciones clásicas del
mismo. Así evitaremos una restricción demasiado
precipitada. "Conversación con Dios o con Cristo"
(dialexis, homilía, conversatio) fue la descripción
espontánea de la o. desde los padres apostólicos; pero en
la teoría resultó decisiva otra definición, que se hizo
famosa bajo el nombre de Juan Damasceno: "Elevación
del ánimo hacia Dios." La consideración unilateral de la o.
como un hablar con Dios (DSAM II 1123-1130) corre el
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peligro de profanar el carácter inefable del -> misterio
divino, y puede conducir a la confusión de la personalidad
de Dios con una realidad categorial, o bien a desvirtuar su
absolutez, que lo envuelve todo, mediante la idea de un
teísmo o de una cosificación mágica. En el pensamiento
de la elevación del corazón (RAC vi 1-22) se puede
olvidar fácilmente que Dios nos sale al encuentro en
Jesucristo; y cabe ahí el peligro de rebajar este encuentro
en un sentido sentimental-pietista, o bien el de caer en la
mentalidad del neoplatonismo, que congrega en el uno la
multiplicidad dispersa de lo creado.

Antiguo Testamento

La o. del AT ha superado claramente todas estas


aberraciones. Una mirada retrospectiva a los comienzos,
que pueden descubrirse estudiando las fuentes, muestra
cómo ciertos procedimientos mágicos son tan sólo
fenómenos marginales integrados en la práctica auténtica
de la o. El fundamento teológico de esta pureza teísta de la
o. de Israel consiste en la experiencia viva de la acción
salvífica de Dios, que tras el peregrinar de los padres y las
pruebas de Egipto concluyó definitivamente con su pueblo
la alianza abrahamita del "Quiero estar contigo y
bendecirte" (Gén 26, 3). La o. que se encuentra en el
ámbito de esta fidelidad de Yahveh (Ex 34, 6) tiene una
triple dimensión en todas sus formas. La visión del pasado
histórico: "Él ha liberado a su pueblo de la esclavitud de
los egipcios" (cf. Éx 32); la certeza del ahora: "No se
olvidará de la alianza" (Dt 4, 31); y la expectación de la
grande y definitiva acción salvífica: "He aquí que tu rey
viene hacia ti" (Zac 9, 11). Así gran parte de las oraciones,
tal como están recopiladas, p. ej., en el libro de los ->
Salmos, proceden del recurso de las acciones salvíficas en

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Israel, y están compuestas para pedir la acción salvífica de
Yahveh en medio de las necesidades presentes. En los
profetas el pasado histórico es motivo de constante
exhortación a la penitencia; y los libros sapienciales
ofrecen materia para el recogimiento en la meditación y
alabanza.

Tanto la o. del individuo como la de la comunidad está


envuelta por la dirección personal de Dios, que en la
monarquía, en los lugares sagrados del templo, en los
tiempos y ritos sagrados, en los preceptos relativos a los
vestidos y a los alimentos crea la expresión cultual de que
Israel es un pueblo santo (Lev 20, 7). Dentro de esta
certidumbre se articula asimismo la riqueza de las formas
concretas de o., que van desde la conversación casi
profana (Gén 18, 23ss; Jer 14s) hasta el descanso confiado
en la providencia de Dios (Sal 127), desde la ardiente o.
de súplica hasta las desesperadas acusaciones contra Dios
(Sal 74, Iss; Job 31), desde la adoración, alabanza y
glorificación (1 Par 29, 10-19) hasta la penitencia (1 Par
21,17; Sal 51). No interesa aquí lo que podría enumerarse
en cuanto a formas, gestos, actitudes, textos, etc. (cf.
Krinetzlci); es más importante la actitud fundamental que
lo anima todo, la cual puede definirse simplemente como
confianza en la bondad de Yahveh y a la vez como
distancia respetuosa.

Esta actitud fundamental sufrió modificaciones: el trato


confidencial con Yahveh en los tiempos primitivos ha de
captarse ahora en una reflexión quizá demasiado
sentimental de épocas posteriores: "Cuando Israel era
joven, yo lo amé..." (Os 11, 2; Jer 2, 2; Is 5, Iss). Luego,
en los desastres de la época de los reyes, en la cautividad
de Babilonia, en la dramática lucha de Yahveh con su
pueblo para lograr una devoción reverente y personal, la

22
piedad de Israel se purifica: "pues no deseo sacrificio de
víctimas... El sacrificio que Dios quiere esun espíritu
contrito" (Sal 51, 18s). Y después se consolida en la o.
cultual y fiel a la ley de los cinco últimos siglos antes de
Cristo: "...Entonces aceptarás nuevamente los sacrificios
puros" (Sal 51, 21). En conexión con este desplazamiento
del acento dentro de la única actitud fundamental de la o.
se halla la creciente excelsitud de Yahveh. Su nombre
propio desaparece de la o., entre Dios y el pueblo se
introducen seres intermedios (-> ángeles), una casuística
ridículamente exacta en torno a la ley amenaza como un
muro con impedir el diálogo libre entre Yahveh y su
pueblo.
Nuevo Testamento e Iglesia primitiva

Algunos de los rasgos que hemos señalado adquieren por


vez primera la claridad que acabamos de describir en la
visión de la dogmática cristiana. Y, en todo caso, la o. de
Jesús, que en las fuentes corre paralela con la o. de la
joven Iglesia y va inseparablemente unida a ella, sin duda
representa dentro de la historia de la o. una etapa que
reclama un carácter definitivo (cf. Lc 11, 1). El -> sermón
de la montaña da testimonio, en todas las redacciones, de
esta confianza filial del que ora hacia el Padre celestial, de
la seguridad en Dios y de la conversación con él, que
proceden de una relación personal de hijo. En Getsemaní y
en la cruz es donde más claramente se muestra la tensión
polar - entre actividad y pasividad - de la o. del Señor: el
diálogo con Dios, que llega hasta pedir que se retracte la
voluntad del Padre, y la callada entrega al plan divino son
inseparablemente una misma cosa.

No se puede comprobar exactamente hasta qué punto la


frecuente o. del Señor, de la que nos informa Lucas, es
interpretación teológica o narración histórica de los

23
hechos; pero no hay duda alguna sobre el hecho de que en
la o. de Jesús se expresa la unidad de su voluntad con la
del Padre (cf. las invocaciones antes de las curaciones de
enfermos, y también Mt 11, 25ss). En Juan esta unión es
tan central que la o. de Jesús, la cual podría expresar una
cierta subordinación, se presenta expresamente sólo como
un testimonio externo para los circunstantes (11, 42)

El ejemplo del Señor se condensó de la manera más


palpable en el Padrenuestro, donde Jesús, como siempre,
distingue (Jn 4, 22 dice algo diferente) su o. de la o. de los
otros. Concretamente hay dos rasgos que la Iglesia tomó
del Señor: la incondicional confianza en la bondad y
omnipotencia del Padre celestial, la cual se impuso de tal
manera, que en los primeros decenios la "certeza de ser
escuchado" nunca parece haber llegado a ser problema; y
la expectación de la -> parusía del Señor, que es un punto
central en torno al cual gira la o. La certeza de ser
escuchados en los pequeños e incluso mínimos deseos
tenía su centro moderador en el Maranatha (¡Ven, Señor!:
1 Cor 16, 22; Ap 22, 20; Did 10, 6). Esa exclamación es el
eco de la predicación del Señor acerca del reino de Dios.

Pero también se puede ver con toda claridad en el NT


cómo el encuentro vivo de los discípulos con el Señor, con
el Resucitado, con el Espíritu de Cristo llegó a ser el
medio de la oración (cf. el desarrollo del nombre de
kyrios). En la súplica: "Señor, enséñanos a orar" (Lc
11,1), en la postración de los enfermos ante Jesús
(especialmente en Mt), o en las confesiones de los
demonios, se esconde la certeza - intensificada por la
experiencia de la -> resurrección - de que la proximidad
de Jesús da acceso a la o. Esto ha adquirido una
formulación clásica en el "por Cristo" de las cartas
paulinas. Según Pablo, los cristianos oran en el pneuma de

24
Cristo, que es la presencia del Señor. Ese pneuma, que se
diferencia cada vez más como persona, clama en nosotros
"Abba, Padre" (Rom 8, 15; Gil 4, 61; -> Espíritu Santo).
Él es igualmente el lazo que une las múltiples
manifestaciones de la o. en la Iglesia primitiva: el
balbuceo carismático y el canto de los himnos, las
asambleas cultuales y la sencilla o. privada, el punto
culminante de la celebración de la cena y la actitud de o.
cotidiana que se pide en la exhortación a "orar
constantemente". Él concede la nueva certeza que se
manifiesta en los fenómenos extáticos y en acceso
confidencial a Dios (parresia).

En el medio del Espíritu, con el centro palpable en la


persona del Señor, se realiza cumplidamente la triple
dimensión de la oración judía: mirada retrospectiva a la
acción histórica de Dios en la resurrección del crucificado,
la cual es la insuperable acción histórico-salvífica de Dios
que lo abarca todo; presencia del Señor en el espíritu de la
Iglesia, portadora de toda la o. de los cristianos; y
expectación del retorno del Señor. Este retorno, que
inicialmente se realiza día a día en la o. de la comunidad,
tiene en la Iglesia primitiva mayor peso que la expectación
del Mesías en el Antiguo Testamento.

La oración en el NT....

a) La oración de Jesús. Los evangelistas, especialmente


Lucas, subrayan unánimemente la oración intensa y
frecuente de Jesús durante su vida pública; ella se inserta
en el ritmo ordinario de la jornada, como parece indicar
Marcos (1,35), y se hace más intensa en momentos
particulares y significativos, como el bautismo (Lc 3,21-
22), la elección de los apóstoles (Lc 6,12), la
transfiguración (Lc 9,28-29), antes de algún milagro,

25
como la multiplicación de los panes (Jn 6,11 y paralelos) y
la resurrección de Lázaro (Jn 11,41). Su actitud de oración
se hace aún más intensa en las horas de la pasión (Jn
12,27s); en la última cena, cuando pronuncia su gran
oración de glorificación e intercesión (Jn 17); en medio de
la angustia del huerto de los Olivos, cuando llama a Dios
Abbá y se pone en sus manos (Mc 14,36); en el grito del
abandono sobre la cruz, pronunciado con las palabras del
Sal 21: "Dios mío, Dios mío..." (Mc 15,34), y en la
oración de confianza extrema con la que se pone en las
manos del Padre antes de expirar (Lc 23,46). Los
evangelistas no señalan ningún gesto de oración en el
Resucitado; pero él, según la carta a los Hebreos, está
vivo, a la derecha del Padre, intercede por nosotros (Heb
7,25)

Jesús enseñó a los discípulos a orar (Mt 7,7) con


perseverancia y humildad (Lc 11,5-13; 18,9-14), en lo
oculto, donde el Padre escucha (Mt 6,5-6), empeñándose
en cumplir la voluntad del Padre (Mt 7,21); ha prometido
su presencia entre quienes se reúnen en su nombre para
orar, comprometiéndose a conceder cuanto pidan con fe
(Mt 18,20). A los discípulos que le rogaron: "Señor,
enséñanos a orar" (Lc 11,1), Jesús les enseñó la oración
del padrenuestro, incluida por Lucas en el contexto de una
instrucción global sobre la oración (Lc 11,2ss), y por
Mateo en la sección del sermón de la montaña, en el
ámbito de la revelación de la paternidad y la providencia
de Dios (Mt 6,9-13.25-34). En esta oración Jesús invita a
dirigirse a Dios llamándolo Padre para cumplir, como él,
su voluntad.

b) La oración de la iglesia. Desde las primeras páginas de


los Hechos la comunidad de los discípulos, fiel a las
enseñanzas de Jesús, aparece como un grupo que ora (He

26
1,14; 2,42; 4,24s; 12,5.12), que se distingue por dos notas
evangélicas derivadas de la enseñanza del Maestro: la
unidad de los corazones y la perseverancia fiel. Las
comunidades apostólicas que van naciendo se reúnen en
asamblea para la escucha de la palabra y la oración (Ef
5,18-20; Col 3,16-17). Pablo ofrece el ejemplo de su
oración ardiente con las grandes bendiciones que abren
sus cartas (Ef 1,3-14; Col 1,3.13-20) y con la exhortación
a una intercesión universal (1 Tim 2,1-8). El cristiano
tiene conciencia de orar con el mismo espíritu de Jesús
(Rom 8,15; Gál 4,6) y en su nombre. Las fórmulas de la
oración son generalmente "salmos, himnos y cánticos
inspirados" (Ef 5,18), pero tienen ya la riqueza del
misterio de Cristo y de la revelación hecha por su palabra,
como podemos ver por las oraciones de Pablo y por los
fragmentos de los antiguos himnos cristianos contenidos
en las cartas apostólicas (Ef 5,14; Flp 2,5-11; 1 Pe 2,21-
25). También Jesús es invocado como Señor; se espera su
venida con la fórmula Maraná tha, "Ven, Señor Jesús" (1
Cor 16,22; Ap 22,20). Todo el culto de la iglesia primitiva
se desarrolla, por tanto, en un ambiente de oración, con
fórmulas apropiadas; junto con la fracción del pan, la
oración es el sacrificio espiritual de los cristianos, ofrenda
de alabanza a Dios, fruto de los labios que confiesan su
nombre (Heb 13,15) 9.

Esta rica experiencia, que va desde el AT hasta la praxis


de la comunidad apostólica, sigue siendo el punto de
referencia para toda oración cristiana, que debe
conformarse a los mismos principios e inspirarse en los
mismos sentimientos.

c) De la oración bíblica a las fórmulas litúrgicas. Desde


los primeros tiempos de la iglesia podemos detectar la
progresiva fijación de los cánones de la oración cristiana,

27
de sus formas típicas, de las mismas horas de la oración.
En la formación de estos cánones tuvieron un influjo
determinante las mismas fórmulas del AT y del NT, con la
novedad que los cristianos proyectaron sobre las oraciones
del AT, interpretadas en sentido pleno ya a la luz de
Cristo. No podemos olvidar los posibles influjos de la
eucología judía extrabíblica, tal como la conocemos hoy,
especialmente con las oraciones que acompañaban los
sacrificios de la mañana y de la tarde, como la Yózer,
bendición matutina, y la gran oración de bendición e
intercesión o Tephillah.

Entre las fuentes más antiguas de la oración de la iglesia


podemos recordar la Didajé, que prescribe la triple
recitación cotidiana del padrenuestro -¿en sustitución tal
vez de la fórmula judaica de la Shemá? (cf Dt 6,4-9)-, con
la añadidura del embolismo: "Porque tuyo es el poder y la
gloria por los siglos", y que incluye una plegaria
eucarística todavía fuertemente influida por elementos
eucológicos judíos. Con la misma inspiración judeo-
cristiana se compusieron algunas fórmulas bajo el nombre
de Odas de Salomón. Ejemplos de oración de intercesión
de gran extensión y complejidad los encontramos en la
Primera carta a los Corintios, de Clemente Romano.

En el Martirio de Policarpo se nos transmite una hermosa


oración de acción de gracias y de ofrecimiento, inspirada
probablemente en el estilo de la oración eucarística, de la
que ofrece algunas alusiones Justino en la 1 Apología.

La teoría y la práctica de la oración son muy pronto


tratadas sistemáticamente, como en los escritos de
Cipriano y de Tertuliano, de Clemente Alejandrino y de
Orígenes. En estos escritos se fijan también las horas de la
oración cristiana, recurriendo al ejemplo de los grandes

28
orantes del AT y a la tradición de los apóstoles.

La oración litúrgica de la iglesia en Occidente aparece ya


bien estructurada y clasificada en sus formas típicas en la
Tradición apostólica de Hipólito. Esta obra nos ofrece un
esquema amplio de oración eucarística, fórmulas para la
ordenación del obispo, del presbítero y del diácono.
Aparece en las mismas bien definida la oración de la
comunidad y del cristiano en las diversas horas de la
jornada y se insiste en la oración de la tarde o lucernario,
incluyendo una fórmula cristológica para esta hora, que
coincide con la puesta del sol.

Aunque no podamos seguir la evolución de la oración


eclesial a lo largo de la historia, no dejaremos de
referirnos, en el momento oportuno, a las formas
específicas de la oración litúrgica, especialmente en
Occidente, tal como fueron fijadas en el período áureo de
la liturgia romana.

Dimensiones de la oración cristiana

A la luz de estas premisas bíblicas, podemos trazar una


síntesis teológica de la oración cristiana, válida para la
oración litúrgica, pero indirectamente indicativa también
para todas las otras formas de oración. Sustancialmente
puede describirse la oración como el diálogo de la
comunidad eclesial con el Padre por Cristo en el Espíritu
Santo; este diálogo presupone la escucha y la acogida de
la revelación hecha en la palabra, la fe en el misterio
celebrado, la participación activa en la acción salvífica
vivida en la liturgia. Poniendo de relieve a los
protagonistas de la oración -Dios y su pueblo-, podemos
captar esta triple dimensión de la misma: su sentido
trinitario, con el papel especial que corresponde al Padre,

29
a Cristo y al Espíritu; su carácter eclesial-comunitario; su
densidad humana.

1. Aspecto Trinitario. Según las antiquísimas fórmulas


doxológicas cristianas, la oración se dirige al Padre, por
Cristo, en el Espíritu Santo; ella completa el sentido
dialógico de la revelación, que es manifestación de Dios
por Cristo en el Espíritu a la iglesia (DV 2): la oración
actualiza la historia de la salvación en la dimensión de
respuesta a la revelación hecha por Dios con palabras y
obras, y culminada en el don de Cristo y del Espíritu (ibid)
Según el mandato y el ejemplo de Jesús, la oración se
dirige al Padre, incluso cuando se usan términos como
Dios, Señor. Es el Espíritu el que suscita en nosotros esta
palabra y nos permite pronunciarla con audacia: "Nos
atrevemos a decir". El Padre es el manantial de todas las
gracias que se piden, el término de toda alabanza. En esta
dimensión, la oración se convierte en la expresión de la
condición filial del cristiano y debe estar empapada de los
sentimientos característicos de la filiación divina: fe,
ternura, confianza, abandono, empeño coherente en
cumplir la voluntad del Padre. La oración litúrgica educa
en este teocentrismo y pone al cristiano en la justa
dimensión de religiosidad filial.

El cristocentrismo de la oración litúrgica es evidente.


Además de ser el maestro y modelo, Cristo es el mediador,
el sujeto y el objeto de la oración. Como mediador, ora
por nosotros; como sujeto, es el orante que une a sí a la
iglesia haciéndose presente en aquellos que se reúnen en
su nombre; además lo invocamos directamente como Dios
y pedimos al Padre el don de su Espíritu. Toda oración
presupone a Cristo activamente presente, implicando en su
alabanza e intercesión a la iglesia de la que es la cabeza y
a la humanidad de la que es primogénito, según la

30
expresión de Tertuliano: "Cristo es el sacerdote universal
del Padre" (Adv. Marc. IV, 9,9: PL 2,405). El "une a sí de
tal manera a toda la comunidad humana, que se establece
una unión íntima entre la oración de Cristo y la de todo el
género humano. Pues en Cristo y sólo en Cristo la religión
del hombre alcanza su valor salvífico y su fin"20. Alcanza
la eficacia de la oración hecha en su nombre y la
universalidad de su alabanza y su intercesión, que por
medio de la iglesia asume a toda la humanidad.
La posibilidad y la certeza de un diálogo con el Padre nos
las ofrece Cristo en el don de su Espíritu, que viene en
ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con
gemidos inefables (Rom 8,26). El Espíritu es el vínculo de
la comunión entre los orantes y el artífice de la oración
unánime. En los individuos y en la comunidad, como en
un templo, el Espíritu suplica, alaba e intercede; nosotros,
a nuestra vez, pedimos el Espíritu como don escatológico
supremo, más allá del cual no se puede obtener nada
mejor. El purifica e interpreta nuestra oración y nos hace
capaces de esa coherencia filial que es condición de la
invocación de Dios; toda auténtica manifestación orante,
individual o comunitaria, es fruto del Espíritu. El,
finalmente, Ileva a la iglesia a la profundidad teologal más
pura en la oración y a la fidelidad en el cumplimiento de la
voluntad del Padre.

2. Carácter Eclesial. La oración cristiana deviene


lógicamente eclesial por varios motivos: expresa el
nosotros comunitario del pueblo de Dios y del cuerpo de
Cristo; se funda sobre la participación en el único
bautismo y sobre la confesión de la misma fe; aun
admitiendo una gran variedad en las fórmulas, confirma el
sentido de la comunión con la iglesia de todos los tiempos
y de todas partes porque usa fórmulas típicas de la
tradición bíblica y litúrgica antigua; tiene el tono de

31
universalidad y la amplitud de horizontes característicos
del pueblo de Dios; confiesa la comunión con la iglesia
celeste y la solidaridad con los anhelos de toda la
humanidad. Toda oración eclesial es en alguna medida
oración de todo el cuerpo de Cristo, especialmente cuando
se expresa en las asambleas locales, encarnaciones de la
iglesia universal. Al ser la dimensión de la oración una
nota característica de la iglesia, los cristianos han dado
desde los primeros tiempos espacio autónomo a las
reuniones de oración como momentos para expresar la
propia fe y confirmarla en medio del mundo.

La oración cristiana ha tenido este carácter eclesial desde


los orígenes porque en ella tenía lugar la confesión
auténtica de la fe, la expresión de la comunión orante con
todos los bautizados, la universalidad de las intenciones.
Siguiendo esta eclesialidad es como se debe educar toda
manifestación de oración en la iglesia.

3. Densidad Antropológica. En el diálogo con Dios, la


oración abre ante él toda la riqueza humanitaria propia del
cristiano y de la iglesia. Los sentimientos humanos, por sí
solos, no bastan para que haya oración; deben abrirse a
Dios; viceversa, una oración sin vibraciones auténticas de
humanidad sería fría fórmula sin contenidos. Sobre la
huella de la oración bíblica -microcosmos de la
experiencia religiosa humana- y sobre el ejemplo de Jesús,
que hace vibrar toda su humanidad en su relación orante
con el Padre, la iglesia ofrece al corazón del hombre el
instrumento de sus fórmulas, de modo que pueda
interpretar los más ricos sentimientos propios y verter en
ellas sus experiencias más auténticas que, abiertas a Dios,
se convierten en oración. En el ámbito de la específica
relación cristiana con Dios -fe, esperanza, amor-, todos los
sentimientos humanos encuentran el modo de convertirse

32
en comunión orante: la alegría y el dolor, la historia y el
fracaso, el temor y la confianza, el estupor y el peso del
pecado, todo puede devenir oración en la alabanza, en el
ofrecimiento, en la súplica, en la intercesión.

Obviamente, la oración cristiana asume todas las


modalidades que hacen completa y totalizante la oración
con Dios: espíritu, alma, cuerpo, psicología y sensibilidad,
gestos corporales de adoración o de súplica, movimientos
de procesión, canto, danza. Las formas explícitas de la
comunicación vehiculan la relación orante y la hacen
auténticamente participada y comunitaria: escucha,
meditación, proclamación, canto, diálogo.

En la medida en que el hombre se realiza en y es


condicionado por las dimensiones del cosmos y de la
historia, éstas entran a formar parte de la oración, que
asume así el tiempo, el espacio, las cosas, la naturaleza,
las estaciones, el trabajo y el descanso. Con frecuencia se
invita a la naturaleza a unirse en la oración a través del
hombre: "Y por nuestra voz las demás criaturas" (cf
plegaria eucarística IV). La historia pasada y la
experiencia presente, el futuro lleno de esperanza o
amenazante entran en la relación con Dios como "tiempo
oportuno" (kairós) e historia de salvación y se convierten
en ocasión y motivo de la oración cristiana. Ninguna
dimensión humana permanece extraña a la oración de la
iglesia que, al menos en principio, integra en sí todas las
legítimas expresiones culturales que
pueden enriquecerla, en la línea de la
inspiración bíblica y de la tradición
litúrgica (SC 37-39).

TIPOS DE ORACIÓN
33
Los caminos de la oración son muchos. Se puede orar de
varias formas. Existen muchos modos de entrar en
contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo de acuerdo
a su personalidad, a sus circunstancias personales, a lo que
le llene más espiritualmente en cada momento
determinado. Antes de iniciar a elucubrar algunas
propuestas de oración, descubramos algunos principios
regulativos en la oración, o al momento de procurar orar, a
la luz de las Escrituras:

-Que se hace en la fe (Hebreos 11:6; Mat. 17:20),


-En el nombre de Jesús (Juan 14:13; 15:16),
-De acuerdo con la Voluntad de Dios (1Juan 5:14,15),
-Bajo la dirección y la dinámica del Espíritu Santo (Judas
20),
-Perdonar por un corazón (Mat. 6:14-15),
-En un contexto de relaciones armoniosas en el plano
humano (Mat. 5:23,24; 18:19),
-Con persistencia (Lucas 11:5-8; 18:1-8).
-Desde el punto de vista de la responsabilidad humana, la
oración es el elemento principal en el que trabajan fuera
del programa de redención de Dios (1Tim. 2:1-4). El
descuido de la oración es un pecado (1Samuel 12:23).

La oración es conversar con Dios, la relación del alma con


Dios, no en la contemplación o la meditación, pero en la
dirección directa a él, podemos subrayar:

• Oración vocal
• Lectura meditada
• Contemplación del Evangelio
• Oración sobre la vida cotidiana
• Oración de contemplación

34
Oración vocal:

Consiste en repetir con los labios o con la mente,


oraciones ya formuladas y escritas como el Padrenuestro,
el Avemaría, el ángel de la guarda, la Salve. Para
aprovechar esta forma de oración es necesario pronunciar
las oraciones lentamente, haciendo una pausa en cada
palabra o en cada frase con la que nos sintamos atraídos.
Se trata de profundizar en su sentido y de tomar la actitud
interior que las palabras nos sugieren. Es así como
podemos elevar el alma a Dios. Podemos apoyarnos en la
oración vocal para después poder pasar a otra forma de
oración. Todos los pasos en la vida se dan con apoyos y la
oración vocal es un apoyo para las demás. La palabra
escrita es como un puente que nos ayuda a establecer
contacto con Dios. Por ejemplo, si yo leo: "Tú eres mi
Dios" y trato de hacer mías esas palabras identificando mi
atención con el contenido de la frase, mi mente y mi
corazón ya están "con" Dios.
La lectura meditada:

Un libro nos puede ayudar mucho en el camino a


encontrarnos con Dios. No se trata de leer un libro para
adquirir cultura, sino de tener un contacto más íntimo con
Dios y el libro puede ser una ayuda para conseguirlo. No
se trata de aprender cosas nuevas, sino de hablar con Dios
acerca de las ideas que nos inspire el contenido del libro.
Hay que leer hasta que encontremos una idea que nos haga
entrar en contacto con Dios y ahí frenar la lectura
"saboreando" el momento. Es así como se profundiza en
las ideas del libro para escuchar a Dios. Si cuando estamos
leyendo, se produce una visita de Dios, abandonémonos
en Él. Al orar hay algo que nos "llama", una idea en la que
sentimos la necesidad de profundizar. Para profundizar
volvemos a la idea para verla en todos sus aspectos, hasta
que la hagamos propia. Esta idea mueve nuestra voluntad,
35
nuestra capacidad para el amor, el deseo y el afecto. Esta
oración debe terminar con un propósito de vida de acuerdo
a las ideas en las que hemos profundizado en compañía de
Dios.

Contemplación del Evangelio:

Consiste en leer un pasaje del Evangelio, contemplarlo,


saborearlo y compararlo con nuestra vida, tratando de ver
qué es lo que debo cambiar para vivir de acuerdo a los
criterios de Cristo. Al leer el Evangelio nos vamos a
familiarizar con los gestos y las Palabras de Cristo, y a
comprender su sentido. Poco a poco iremos cambiando
nuestra mentalidad y nuestra conducta de acuerdo a los
criterios del Evangelio. Comparamos nuestro actuar en la
vida con la vida de Jesús en el Evangelio. Se trata de mirar
a Jesús más que mirar el pasaje del Evangelio, escuchar su
Palabra. Al orar de esta forma, hemos pasado de la
reflexión que se detiene a mirar en cada punto a un mirar
simplemente a Cristo. Para ponerlo en práctica se
necesitan seguir los siguientes pasos:
a) Ponernos en presencia de Dios y ofrecerle nuestra
oración. Leer lentamente la escena del Evangelio para
tener una visión rápida de conjunto, del lugar donde
sucede. Por ejemplo: en Belén, en el templo de
Jerusalén, etc. Después pedirle a Dios que adquiramos
un conocimiento más hondo de Jesús para amarlo más
y poderlo servir mejor.
b) Volvemos sobre el pasaje evangélico, vemos las
personas y:
- Vemos a los personajes que hablan y actúan en el
pasaje. Fijarnos en cada uno en particular viendo
primero su exterior para luego contemplar sus
sentimientos más íntimos, (buenos o malos). Sacar algún
fruto personal.
- Después escuchamos las palabras: Penetrar en su
36
sentido, poner atención a cada una de ellas.
Algunas palabras las podemos escuchar dirigidas a
nosotros personalmente. Sacar un fruto personal.
- - Como tercer punto, consideraremos las acciones:
seguir las diversas acciones de Jesús o de las demás
personas. Penetrar en los motivos de tales acciones y
los sentimientos que los han inspirado. Sacar algún
fruto personal, recordando que la oración nos debe
llevar a la conversión de corazón.
c) Terminar platicando con Jesús o con su Madre la
Santísima Virgen María acerca de lo que hemos
descubierto.

Oración sobre la vida cotidiana:

Dios está presente en nuestra vida. Los acontecimientos de


la vida son un camino natural para entrar en contacto con
Dios. Es necesario buscar la presencia de Dios en nuestra
vida y descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros.
Esta búsqueda y este descubrimiento son ya una oración.
Estar atentos a lo que Dios quiere de nuestra vida es hacer
oración y nos invita a colaborar con Él. De esta "mirada"
sobre mi vida nacerá el asombro, el agradecimiento, la
admiración, el dolor, el pesar, etc. De esta manera nuestra
vida entera será una oración.

Contemplación:

Se le conoce también como silencio en presencia de Dios.


Este es el punto donde culminan todos las formas de orar
de las que hemos hablado con anterioridad. Es el momento
en que se interrumpe la lectura, o se deja la reflexión sobre
un acontecimiento, una idea o un pasaje del Evangelio. Se
da cuando ya no hay deseos de seguir lo demás, se ha
encontrado al Señor con toda sencillez, después de
recorrer un camino. Hemos experimentado interiormente
37
que Dios nos ama a nosotros y a los demás. Es guardar
silencio en presencia de Dios con un sentimiento de
admiración, de confusión, de gratitud, cuando nos
sentimos invadidos por la grandeza de Dios y su amor
hacia nosotros y nos ofrecemos a Él. La oración
contemplativa es mirar a Jesús detenidamente, es escuchar
su Palabra, es amarlo silenciosamente. Puede durar un
minuto o una hora. No importa el tiempo que dure ni el
momento que escojamos para hacerla.
Para tener una oración contemplativa, debemos:

a) Recoger el corazón: Olvidarnos de todo lo demás,


encontrándonos con Él tal y como somos, sin tratar de
ocultarle nada.
b) Mirar a Dios para conocerle: No se puede amar lo
que no se conoce. Al mirarlo debemos tratar de conocerlo
en su interior, sus pensamientos y deseos.
c) Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y
empezaremos a ver las cosas como Él las ve.
d) Escucharle con espíritu de obediencia, de acogida, de
adhesión a lo que Él quiere de nosotros. Escuchar
atentamente lo que Dios nos inspira y llevarlo a nuestra
vida.
e) Guardar silencio: Silencio exterior e interior. En la
oración contemplativa no debe haber discursos, sólo
pequeñas expresiones de amor. Hablar a Jesús con lo que
nos diga el corazón.

Comenzar con la Oración de hoy Ponerse en


presencia de Dios
-Ponte en presencia de Dios.
-Date cuenta de que Él está allí; Él te mira, te conoce, te
penetra con su luz.
-Date cuenta que todo esto es muy importante porque orar
es unirse con Dios que está presente delante de nosotros
38
en estos momentos...
-Si no se establece esta relación de unión con Dios, no es
oración cristiana

La oración se inicia con una invocación al Espíritu


Santo
-Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y
enciende en ellos el fuego de tu amor.
-Envía tu Espíritu Creador. Y renueva la faz de la tierra.
-Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Actos preparatorios
Acto de fe:
Señor, creo que tú estás aquí, dentro de mí. No te veo, ni
te oigo, ni te siento, pero creo que sí estás realmente aquí.
No hay ningún rincón de mi cuerpo o de mi alma
escondido para ti, pues tu me penetras totalmente con la
luz de tu inteligencia. Creo todo lo que tu me enseñas por
medio de tu Palabra y por medio de la santa Iglesia
Católica.
Acto de esperanza:
Confío en ti, Señor. Sé que miles de personas confían en
otras cosas como dinero, prestigio, posición social, sus
propias cualidades.... Pero yo confío únicamente en ti. Sé
que nunca me vas a fallar y que siempre eres fiel. Espero
en ti para la salvación de mi alma y que me darás todo lo
necesario para alcanzar la vida eterna.
Acto de caridad:
Te amo, Señor, porque eres infinitamente amable. Quiero
amarte con toda mi inteligencia, con toda mi voluntad, con
todo mi corazón y con todas mis fuerzas. Quiero amarte
como tú me amas, con un amor hecho de esfuerzo y

39
entrega. Te ofrezco esta meditación como una
manifestación de mi amor. Quédate conmigo durante la
meditación y durante toda mi jornada.

Acto de humildad:
Me doy cuenta, Señor, que no soy nada. Soy lo que soy
delante de ti. No soy más porque los hombres me alaben,
o menos porque me vituperen. Ayúdame a darme cuenta
de mi miseria física, moral y espiritual. Si produzco fruto
en mi vida es porque tú me das tu gracia. Perdona mis
pecados, que son muchos. He traicionado tu amor tantas
veces...
Acto de entrega:
Yo me consagro una vez más a tí, Señor. Aquí tienes mi
boca para hablar las palabras que tu quieres que hable;
tienes mis pies para llevarme a donde tú quieres que vaya;
tienes mi mente para que piense lo que tu deseas que
piense. Te ofrezco mi corazón para que tú ames en mí a
todos los hombres con los cuales me encuentre hoy.
Acto de gratitud:
Te agradezco, Señor, por haberme creado, por haberme
llamado a la fe católica. Te agradezco especialmente por
todas las veces que me protegiste y no me dejaste caer en
pecado. Te agradezco, de antemano, el fruto que deseo
sacar en esta meditación.
Escoge el Evangelio para comenzar tu oración:
Marcos 6, 14-29. De Juan podemos aprender su
reciedumbre de carácter y coherencia de vida con lo que
predicaba.
Debe ser un lugar hermoso este cielo. Dios nos espera,
Jesús nos guía, María nos llama. Tenemos un lugar para
nosotros.

Diálogo
Dialoga la lectura anterior con el Padre, con Cristo, con la
Virgen, para suscitar los afectos que muevan a la voluntad
40
a hacer unos propósitos prácticos que sean fruto de la
meditación.
1. ¿Qué me quiere decir el Señor a través de este pasaje
evangélico, de estas líneas...?
2. ¿Qué resonancia tiene en mi corazón?
3. ¿Qué consecuencias se siguen para mi vida?
4. ¿Por qué motivos?
5. ¿Cómo me he comportado hasta hoy en este aspecto?
6. ¿Cómo debo comportarme en adelante?
7. ¿Qué dificultades tengo que vencer?
8. ¿Qué medios debo emplear para lograrlo?

Balance
1. ¿Hay algo en mí que no esté de acuerdo con la voluntad
de Dios?
2. ¿Detesto lo que me aparta de ella?
3. Deseo seguirla en todo momento por amor a Cristo y a
los hermanos?
4. ¿Me he preparado bien para la meditación? ¿Me he
puesto antes en clima de oración?
5. ¿He aprovechado todo el tiempo de la meditación desde
el principio hasta el final?
6. ¿Me he entregado a la meditación luchando contra la
pereza, las distracciones, el cansancio, la dificultad?
7. ¿Mi meditación ha sido un diálogo con Cristo?
8. ¿Me he mantenido en una postura de humildad delante
de Dios?
Acción de gracias
Te doy gracias, Señor, por los buenos propósitos hechos y
por las luces recibidas durante esta meditación y te pido
perdón por las distracciones o negligencias que he tenido.
A ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

MÉTODOS PSICOFÍSICOS-CORPÓREOS

41
La postura más propicia para el recogimiento puede
expresar simbólicamente la misma oración, variando
según las culturas y la sensibilidad personal.
La experiencia humana demuestra que la posición y la
actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el
recogimiento y la disposición del espíritu. Esto constituye
un dato al que han prestado atención algunos escritores
espirituales del Oriente y del Occidente cristiano.
Sus reflexiones, aun presentando puntos en común con los
métodos orientales no cristianos de meditación, evitan
aquellas exageraciones o visiones unilaterales que, en
cambio, con frecuencia se proponen hoy en día a personas
insuficientemente preparadas.
Los autores espirituales han adoptados aquellos elementos
que facilitan el recogimiento en la oración, reconociendo
al mismo tiempo su valor relativo: son útiles si se
conforman y se orientan a la finalidad de la oración
cristiana. Por ejemplo, el ayuno cristiano posee ante todo
el significado de un ejercicio de penitencia y de sacrificio,
pero, ya para los Padres, estaba también orientado a
hacer más disponible al hombre para el encuentro con
Dios y al cristiano más capaz de dominio de sí mismo
y, simultáneamente, más atento a los hermanos
necesitados.
En la oración, el hombre entero debe entrar en relación
con Dios y, por consiguiente, también su cuerpo debe
adoptar la postura más propicia al recogimiento. Tal
posición puede expresar simbólicamente la misma oración,
variando según las culturas y la sensibilidad personal. En
algunos lugares, los cristianos están adquiriendo hoy una
mayor conciencia de cómo puede favorecer la oración una
determinada actitud del cuerpo.
La meditación cristiana de Oriente ha valorizado el
simbolismo psicofísico, que a menudo falta en la oración
de Occidente. Este simbolismo puede ir desde una

42
determinada actitud corpórea hasta las funciones vitales
fundamentales, como la respiración o el latido cardíaco. El
ejercicio de la «oración a Jesús» por ejemplo, que se
adapta al ritmo respiratorio natural, puede —al menos por
un cierto tiempo— servir de ayuda real para muchos. Por
otra parte, los mismos maestros orientales han constatado
también que no todos son igualmente idóneos para hacer
uso de este simbolismo, porque no todas las personas
están en condiciones de pasar del signo material a la
realidad espiritual que se busca.
El simbolismo, comprendido en modo inadecuado e
incorrecto, puede incluso convertirse en un ídolo y, como
consecuencia, en un impedimento para la elevación del
espíritu a Dios. Vivir en el ámbito de la oración toda
realidad del propio cuerpo como símbolo es todavía
más difícil: puede degenerar en un culto al mismo y
hacer que se identifiquen subrepticiamente todas sus
sensaciones con experiencias espirituales.
Algunos ejercicios físicos producen automáticamente
sensaciones de quietud o de distensión, sentimientos
gratificantes y, quizá, hasta fenómenos de luz y calor
similares a un bienestar espiritual. Confundirlos con
auténticas consolaciones del Espíritu Santo sería un modo
totalmente erróneo de concebir el camino espiritual.
Atribuirles significados simbólicos típicos de la
experiencia mística, cuando la actitud moral del interesado
no se corresponde con ella, presentaría una especie de
esquizofrenia mental que puede
conducir incluso a disturbios
psíquicos y, en ocasiones, a
aberraciones morales.
Esto no impide que auténticas
prácticas de meditación provenientes
del cristianismo Oriental y de las
grandes religiones no cristianas que

43
ejercen un atractivo sobre el hombre de hoy —dividido y
desorientado—, puedan constituir un medio adecuado
para ayudar a la persona que hace oración, a estar
interiormente distendida delante de Dios, incluso en
medio de las solicitaciones exteriores.
Sin embargo, es preciso recordar que la unión habitual con
Dios, esa actitud de vigilancia interior y de invocación de
la ayuda divina que en el Nuevo Testamento viene
llamada la «oración continua», no se interrumpe
necesariamente ni siquiera cuando hay que dedicarse,
según la voluntad de Dios, al trabajo y al cuidado del
prójimo. «Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra
cosa», nos dice Apóstol, «hacedlo todo para gloria de
Dios» (1 Co 10, 31). Efectivamente, la oración auténtica,
como sostienen los grandes maestros espirituales, suscita
en los que la practican una ardiente caridad que los
empuja a colaborar en la misión de la Iglesia y al servicio
de sus hermanos para mayor gloria de Dios.
LA NECESIDAD DE LO HUMANO PARA
ORAR

¿Qué ganamos con navegar


hasta la luna si no somos
capaces de cruzar el abismo
que nos separa de nosotros
mismos? (Thomas Merton).
"¿No sería gran ignorancia...
que preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni
supiese quién fue su padre ni su madre ni su tierra? Pues
sin comparación es mayor la que hay en nosotros cuando
no procuramos saber qué cosa somos" (Santa Teresa).
"El verdadero discípulo no tiene el corazón ambicioso, ni
los ojos altaneros. No busca grandezas que superan su
capacidad. Ha acallado su alma y ha moderado sus deseos.
Como un niño en el regazo de su madre,
44
así está su alma en paz y en silencio en el Señor" (Salmo
130).

Ejercicio Corporal

Siéntate en tu silla, derecho pero cómodo, con la


espalda recta y recostada. Deja que tu cuerpo se
relaje (sin echarse hacia delante ni hacia atrás), con
los pies en el suelo delante de ti y las manos
descansando sobre los muslos o en el regazo.
Cierra los ojos o fíjalos en un punto concreto delante
de ti. Ahora deja que tu atención se concentre en lo
que va sintiendo tu cuerpo. Puedes empezar por los pies
e ir subiendo, dejando que la atención se fije, aunque
sólo sea por unos instantes, en cada una de las partes del
cuerpo que vayas recorriendo. Recuerda que siempre es
mejor que tu atención se mantenga en una parte del
cuerpo el mayor tiempo posible. La atención está fija en
"cómo" te sientes, y no en la reflexión sobre tal
sentimiento. Si no te sientes cómodo, o si sientes una
picazón, o lo mismo si quieres cambiar de posición,
simplemente reconoce que te sientes incómodo, asegúrate
a ti mismo que estás bien, y sin moverte, sigue prestando
atención a lo que sientes en tu cuerpo. Al hacer este
ejercicio la mente raras veces nos deja en paz, sino que
empieza a requerir nuestra atención con comentarios y
preguntas: Esto es una pérdida de tiempo. ¿Qué tiene
que ver esto con la oración? ¿Es una cosa hindú? ¿De
qué me sirve?

Si quieres cambiar hacia una oración más explícita puedes


recitar repetidamente la frase de San Pablo, "En Él me
muevo, soy y tengo el ser. "

Ejercicio de Respiración:
45
Este ejercicio supone concentrar toda tu atención en el
sentimiento físico de la respiración, de inhalar y exhalar,
sin cambiar deliberadamente el ritmo de tu respiración.
Pon toda tu atención en sentir el aire fresco al
entrar por tu nariz y el aire caliente cuando lo echas hacia
fuera. Al principio puedes sentirte consciente de la
respiración y darte cuenta que ésta se hace irregular, pero
esto normalmente no suele prolongarse. Si te sucede y
encuentras que te vas quedando sin respiración, entonces
este ejercicio por ahora no es para ti.

La mayoría de la gente encuentra que al hacer este


ejercicio, su forma de respirar se hace más profunda y
lenta y empieza a sentirse adormilada. En sí, esta es una
buena forma de relajarse, pero si tú buscas una forma más
explícita de orar, entonces deja que el respirar hacia dentro
exprese todo lo que más deseas en la vida, aunque en la
práctica te parezca imposible; y deja que el echar el aire
afuera exprese tu entrega total a Dios, toda tu vida con sus
preocupaciones, pecados, culpabilidad y pesares. Es
importante hacer esto sin juzgarte a ti mismo, sin
aprobación ni desaprobación. Mantén la atención fija en tu
deseo de entregar todas estas preocupaciones, y no te
agarres a ellas como si fueran una posesión de gran valor.

Ejercicio de Escucha:

Siéntete en una silla, derecho


pero cómodo, con la espalda
apoyada en un espaldar.
Ahora sólo haz caso de los
sonidos que escuches, sonidos
lejanos. Simplemente óyelos,
no intentes ni siquiera darles
nombre...
46
Hazte consciente de los sonidos más ligeros, y luego de
los sonidos que se hallan más cerca. Sólo escucha, hazte
consciente de ellos...
Y ahora escucha el sonido de tu propio corazón, un sonido
bajo, que es el sonido de tu propia vida...
Y luego el sonido del silencio en tu lugar de oración, el
silencio dentro de ti mismo....
Escúchalos durante unos minutos.
Retos del orante:

- Aprender que nada de lo humano es


ajeno a la oración. Es una aberración
pensar "que para enriquecer a Dios debe
empobrecerse el hombre; para que Dios
sea todo, debe el hombre ser nada"
(Feuerbach).
- Cultivar la dimensión humana, desde lo más profundo
hasta los pequeños detalles, porque es ahí, en la propia
vida, donde se va a tejer la historia de amistad con Jesús,
la Palabra de Dios encamada.
- No esconder nada ni esconderse de nadie, "porque El
sabe de qué estamos hechos" (Salmo 103,14).
- "¡No desperdicies tu vida! Nuestras vidas están formadas
de días y horas, Y cada hora es muy valiosa.
¿Hemos desperdiciado nuestros días y horas? ¿Estamos
desperdiciando nuestras vidas?" (Thich Nhat Hanh).
-
HABITAR NUESTRA
CASA

La oración es un don, pero sin mí, sin todo lo que supone


mi vida, no puede florecer. Cultivar la oración y, a la vez,
ser grandes desconocidos para nosotros mismos, es
construir la casa sobre arena. Una persona superficial vive
y ora superficialmente. Una persona profunda vive y ora
47
maduramente. La oración y la vida se relacionan
mutuamente.
Llamamos "habitar nuestra casa" al empeño diario por
conocemos, aceptamos y queremos.
Dimensión corporal. No perdemos el tiempo cuando
prestamos atención a nuestro cuerpo. ¿Cómo acogeríamos
al Señor sin contar con él?
Dimensión afectiva. ¿Cómo podríamos vivir sin
sentimientos, sin afectos? ¿Cómo podríamos orar sin
capacidad de asombro, de gratuidad, de ternura, de dolor,
de alegría, de compasión?
Dimensión intelectual. ¡Qué pobreza cuando practicamos
la oración sin cambiar de mentalidad! Nuestra forma de
pensar, de situamos ante el mundo de hoy, de escrutar los
signos de los tiempos, oxigena y aporta verdad a nuestro
encuentro con Dios.
LA DIMENSIÓN MÁS HONDA
Es lo más profundo de nuestro ser. Ahí tiene lugar el
encuentro con el tú, y por tanto, la oración. Así lo definió
Santa Teresa: "Como el lugar principal en un palacio real
con inmensas moradas, donde pasan las cosas más
secretas entre Dios y la persona humana".
Los textos bíblicos hablan de "corazón" ("Dichosos los
limpios de corazón" Mt 5,8), de "morada" ("¿No sabéis
que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu?" ICor 6,19),
de "hombre interior capaz de comprender la anchura y la
longitud, la altura y la profundidad del amor" (Ef 3,16-
18).
La interioridad humana no es física, "no estamos huecos
por dentro". Tampoco queda configurada por
componentes de orden ético y psicológico. La persona de
Cristo entra a formar parte de la interioridad del creyente;
el Señor se queda en "quien come mi Carne y bebe mi
Sangre" (Jn 6,57); él está-reside en "quien da mucho

48
fruto" (Jn 15,5); "quien permanece en el amor permanece
en Dios y Dios en él" (Un 4,16).
El misterio de nuestra interioridad se despliega en tres
planos:
- El cuerpo es santo, es templo de Dios, envase de la
interioridad.
- El corazón, lo interior del ser humano, sede en que
anidan los sentimientos, pensamientos, amores,
proyectos... y, que a su vez, es el recipiente de algo que lo
rebasa.
- El Espíritu, Cristo, Dios en persona, su amor, su vida
derramada y creciente dentro. Es la Trinidad que se dona y
habita en el ser humano, en comunión con él. El cristiano
al pensar en lo profundo de sí mismo se siente implicado
en lo divino, se siente relacionado con las Personas de la
Trinidad.

UNA LUZ QUE NOS REGALA MARÍA

- Frente al deseo de muchos de auto-


comprenderse y darse sentido a sí
mismos, María es la mujer que deja
que su Señor le regale su sentido.
- Frente al anhelo secreto del
hombre de hoy de ser comienzo
absoluto desde su libertad, María es
la mujer que acepta "ser desde otro";
se deja mirar por su Señor y se le
llena la vida de agradecimiento.

DETALLES QUE AYUDAN A CREAR CLIMA


DE ENCUENTRO VERDADERO

La oración es un "encuentro". Con una particularidad: "a


solas con Dios". El llena ese encuentro. El da sentido a ese
49
encuentro. El es el primero en llegar a ese encuentro. Así
lo entendió Jesús de Nazaret. Y así vivió su "experiencia
de Dios". Jesús es el hombre religioso, el creyente
profundo que busca el estar a solas con su Padre Dios.
Busca la soledad del monte y se mete en la espesura de la
montaña. Se adentra en el silencio de la noche y ora,
corazón abierto, de cara al Dios de su vida. Jesús busca, al
alba, el descampado. Y se levanta temprano, cuando aún
brillan las estrellas. Y el sol naciente le sorprende, rostro
en tierra, hundido en el amor de Dios. Y el sol lo ilumina
y le pone en pie para que vaya camino de los hermanos.

Jesús es constante a la cita. Y a la hora, Jesús es como


un enamorado: goza en el encuentro con su Dios. El amor
es detallista. Y pone su alma en las pequeñas cosas. Es
en lo pequeño donde se manifiesta la grandeza del amor.
Por eso, amigo, aprende a expresar tu amor a Dios en los
encuentros de amistad que tengas con él. En esos
encuentros en el fondo de tu corazón, en la parte más
secreta de ti mismo. Aprende a conocer y a amar a Dios y
déjate llenar de su Espíritu y que Jesús se una a ti
interiormente. Serás feliz; más feliz que un niño en el
regazo de su madre; más feliz que un enamorado mirando
los ojos de su amor. Por eso te digo que busques un
tiempo, una hora para orar a solas. Una hora en que te
vaya bien. ¿Será de madrugada? ¿Será al anochecer? Tú
sabrás cuál es el mejor tiempo, dentro de tu trabajo, para
dedicárselo al Señor. Y sé fiel a este tiempo. Sé fiel y no
falles a la cita.

Pase lo que pase, tengas ganas o no, estés con mucho


trabajo o poco. Di a tu corazón: "Es la hora" Y busca
también un lugar. Un rinconcito donde te encuentres
bien. Un lugar escondido, tranquilo, acogedor. Un lugar
que será el espacio para la cita. ¿Será tu habitación?

50
¿Será la capilla? ¿Será una iglesia? ¿Será la naturaleza?
Busca un sitio y sé fiel a ese lugar de los dos. Cuida la
tonalidad de la luz. Mucha luz no te deja interiorizar,
profundizar. La penumbra te ayuda a hacer camino al
interior. O la luz te ayudará a alegrarte o a alabar y
exultar en el Señor. También una música suave ambiental
te puede ayudar a concentrarte, relajarte. Una música sólo
instrumental, sin letra. Serénate y verás cómo el Espíritu
de Jesús surge en tu corazón y te hace conectar con otra
música. Sé sensible a Dios.

Cuida en el encuentro la postura. Busca tu postura


oracional. Tal vez sentado sea la mejor. Con una silla de
mediana altura. Siéntate bien, pero derecho, no dejes el
cuerpo encorvado en la oración. Pon tus manos como
mejor te sientas. Tal vez con las palmas sobre el muslo; tal
vez juntas, descansando sobre el muslo boca arriba, como
alguien que se abre al Don. Si eres capaz de soportar con
paz la postura de sentado en el suelo, hazlo. Ayúdate de
un cojín. Apoya la espalda contra la pared. Pero no gastes
las energías en la postura. O sírvete de una banquita y
arrodillado, apóyate en ella. Cierra los ojos si te ayuda a
concentrarte. Si no, déjalos abiertos mirando en algún sitio
que te centre. Procura crear una respiración tranquila,
pacífica, acompasada, pero no te preocupes con ella. Sé tú
entero quien ore.

Aprende a orar con la Palabra de Dios, con la Biblia entre


tus manos. Te ayudará a centrarte. Haz de la Biblia
presencia de Dios, manifestación de su rostro, revelación
constante. Lee despacio el texto. Escúchalo desde el
corazón. Proclámalo a tu vida. Y busca en él la voluntad
de Dios para contigo. Ocúpate en él, aplícate a su mensaje.
Toma una palabra sagrada, un mantra del texto y repítelo
suavemente en tu interior. Si te distraes, vuelve a leer el
texto, a repetir el "mantra". Deja en paz las distracciones.
51
No pierdas tiempo en luchar contra ellas. Combátelas con
la Palabra de Dios que repites una y otra vez. Sé constante
en este método.

Sé sincero, transparente contigo mismo. Dedícale a Dios


un tiempo suficiente. Si puedes llegar a "una hora"
seguida es un buen tiempo para hacer oración personal.
No le tengas miedo. Es el amor lo que mide el tiempo. Es
la gratuidad lo que marca ese espacio. Dedícale tiempo
largo porque, si no, fácilmente no llegarás a lo profundo.
Sé consciente de ese mundo de distracciones que viene.
Por eso que el tiempo de una hora da espacio para llegar al
fondo. No te dejes llevar Por la ansiedad, ni la prisa, ni el
trabajo excesivo. Se trata de saber que "quien está unido
conmigo ése da mucho fruto; se trata de saber que "sin mí
no podéis hacer nada ",
Entra en clima de soledad y silencio. Y no tengas miedo.
No tengas miedo a que surja el hombre que realmente eres.
No tengas miedo a los hombres, con sus problemas, a
quienes Dios te va a llevar. No tengas miedo al mismo
Dios bueno y exigente. Busca la paz y "baja a tu corazón".
Busca la alegría y gozo interior y no tengas miedo al
asombro y a la sorpresa. Estáte despierto y no te dejes
llevar por el Sueño. Si te duermes, vuelve otra vez. Si el
sueño es fuerte y no te deja orar como tú quisieras, pon tu
vida en las manos de la misericordia de Dios. Pero nunca
digas: "Como me viene el sueño, como me duermo, pues
mejor no voy". Sé humilde y aprende, poco a poco. A
estar despierto, ante el Señor.

Hermano, hay algo muy importante en la hora del


encuentro con Dios. Tú no vas a ese encuentro a estar con
"algo". Sino que vas a encontrarte con alguien. Tu oración
personal es con una Persona que te quiere, que te ama, que
te espera, que te brinda su amor y amistad. Tu oración es
un encuentro con Jesús, camino único al Padre, acceso
52
entrañable y seguro al Padre. Encuéntrate con Jesús y ten
la seguridad en la fe de que él está presente, de que estás
con él, de que a él le gusta estar contigo, de que él se
siente dichoso con tu presencia. No olvides nunca esto: a
la oración vas a encontrarte con Jesús, el Señor. Pon los
pies en tierra al orar.

Habrá días en que necesitarás hacer, decir, echar mano de


"muchas reflexiones". Hazlo. Habla al Señor. Otros días
sentirás un deseo fuerte de "repetir una palabra sagrada".
Dísela al Señor. Y cállate. Y vuelve otra vez a repetirla.
En otras ocasiones tu corazón se quedará "en un
sentimiento interior" ante Dios. Quédate en su presencia
en paz y sosiego. A veces necesitarás "leer un Salmo". Y
orar al ritmo del Salmo. Tómalo. Otras veces, de "devorar
el Evangelio". Devóralo. Habrá días que solamente
desearás "bajar a tu corazón". Baja y quédate allí. Otras
veces querrás gritarle a Dios tus problemas o los de los
hombres. Grítaselos. Otras veces te atraerá el "mirar que
me mira". Mírale. Pero, en cualquier circunstancia no
olvides esto: él está contigo y tú estás con él. No olvides
esto: mientras haya diálogo (presencia) hay oración
verdadera. Mientras la Palabra de Dios esté por medio la
oración es segura.

Por fin quiero decirte una cosa más. Aprende a orar con la
liturgia. Toma en tu oración los textos de cada día. Al
acostarte cada noche lee despacio la Liturgia de la Palabra
del día siguiente. Y céntrate en uno de los textos. Si tienes
el Libro de la Comunidad con los textos de cada día, pues
bien. Y si no lo tienes, busca en una agenda litúrgica, en el
misal los textos y vete a tu Biblia, y allí óralos. Es la
mejor de las oraciones. Es la oración de la Iglesia. Es la
oración del Espíritu del Señor Jesús. Es la oración que te
pone en comunión con la Iglesia de Jesús. Es la Palabra de
Dios para cada día.
53
Una palabra más: a la oración a solas con Dios, vete a
amar mucho. Cuanto más ames al Señor, más profundo
será el encuentro. No te pierdas en palabras ni en muchos
pensamientos. Estáte con él y ámale ayudado de su
Palabra de Vida.

Aquí estoy contigo. Señor Jesús. Contigo, porque te


quiero, No sé lo que en realidad quiero al estar en este
encuentro. Vengo a orar, a estar a solas contigo, porque tú
lo dices; porque me lo dicen por todas partes, ¿Qué será la
oración. Señor? Me gusta más el hacer, el comprometerme
con la gente, el ayudarla; pero me dicen que si no estoy
unido a ti, lo que hago vale poco. Me dicen. Señor, que la
oración es esa fuente de energía para alimentar mi vida y
luego desbordará en los demás. Quisiera entenderlo;
quisiera, Señor, estar convencido de que es así. Te he visto
en el Evangelio orando muchas veces, ya sea al amanecer
o en la noche.

Te he visto en los momentos claves de tu vida orar con


fuerza, ir al encuentro de tu Padre y hasta gritarle tu dolor.
Señor Jesús, enséñame a orar: tú eres el único Maestro.
Mira que no sé cómo orar, que me canso enseguida de
estar contigo a solas. Tú, Jesús amigo, que has dicho que
quien pide recibe, que quien busca, encuentra; que quien
llama termina con la puerta abierta. Tú, Señor Jesús,
despierta en mi corazón el deseo de orar. Orar para que mi
espíritu crezca; orar para que tu presencia en mí se haga
viva; orar para que tome conciencia de que soy hijo de
Dios y de que él es mi Padre; orar para que descubra todo
lo bello y bueno que tu Padre ha puesto dentro de mí.

Señor Jesús, Tú que nos enseñaste a llamar a Dios Padre


nuestro, que nos enseñaste a pedirle tu Reino y que se
haga su voluntad; tú que nos diste confianza para que le
pidiésemos el pan de cada día y que perdonásemos para
54
ser perdonados; tú que nos enseñasteis a pedir a Dios para
no caer en tentación, enséñame a encontrarme con el
Padre por medio de ti, único Mediador, bajo la moción del
Espíritu. Señor Jesús. Convénceme de que tú me quieres
orante.

MANERAS DE HACER DIÁLOGO CON


DIOS EN LA ORACIÓN
Lo importante en la oración es que haya diálogo entre
Dios y el Orante. Y el diálogo exige dos presencias: la de
un tú (Dios) y la de un yo (el hombre). Cuanto más
profundo sea el encuentro, menos palabras en el diálogo;
cuanto menos profundo sea el encuentro, más palabras en
el diálogo. Jesús dice, amigo, que cuando oremos que no
seamos "palabreros", porque el Padre ya sabe lo que hay
en el fondo de nuestro corazón y lo que necesitamos. Pero
tenemos miedo a callar, a hacer silencio, a escuchar, a
estar sencillamente. Y a la oración no vamos tanto a
hablarle a Dios, sino a escucharle. Con todo, ten paciencia
contigo mismo, y vete caminando poco a poco hasta que
llegues al silencio interior. Es un camino largo y doloroso.
Quiero hablarte de tres maneras de hacer diálogo con Dios.

Una de ellas es "en medio de numerosas reflexiones" Otra,


"por medio de reflexiones cortas continuadas por largo
tiempo". Y la tercera es "simple atención" Las tres nos
ayudan a orar, a mantenemos en la presencia de Dios. Las
tres están a nuestro alcance para que las usemos conforme
las necesitemos. No olvides, hermano, que no hay una
manera única, un método único de hacer encuentro con
Dios. La misma experiencia te enseñará qué camino seguir
conforme la situación que vivas. Con todo, no olvides
nunca que, pase lo que pase, tengas ganas de orar o no las
tengas, te resulte bien o no te resulte la oración, tú,
55
hermano, nunca dejes de tener ese encuentro diario. Nunca
le dejes al Señor, que te ama, "plantado", esperándote
porque hoy no llegas. No hay nada que te impida hacer ese
encuentro sino la caridad y la obediencia; pero cuando
ocurran esas dos circunstancias, vuelve a la oración
después de haber cumplido con la voluntad de Dios.

La primera manera de hacer diálogo con Dios es por


medio de numerosas reflexiones. No se trata de un
monólogo. Se trata de ir poco a poco entrando en la
oración. Al principio sentirás ganas de hablar tú mucho,
de reflexionar, de decirlo tú todo. Yo te digo que te
tranquilices, que hables hasta que el hablar mucho, o el
pensar mucho ya no te diga gran cosa y te des cuenta que
el asunto de la oración está en "amar mucho". Las
numerosas reflexiones te ayudarán a aclararte, acercarte a
Dios, a motivarte, a buscar razones, a convencerte de algo,
a asentar ideas. Sólo te digo una cosa, hermano, que esas
reflexiones largas no te quiten la vista de Dios, que las
hagas "hablándole" y La segunda manera de hacer diálogo
con Dios es por medio de cortas reflexiones por largo
tiempo continuadas.

Es sencillo, hermano. Se trata de que te agarres a una


frase sagrada, a la Palabra de Dios. Una frase del
Evangelio o de un Salmo que sea corta, que sea clara, que
la puedas decir de memoria, aun con los ojos cerrados.
Tomas esa frase, la memorizas con alma y la repites una,
dos, varias veces. Vas pensando con amor en lo que dice,
pero sin hacer mucho esfuerzo en entenderla. Se trata más
de ir dejando caer en el corazón esa Palabra de Vida para
que le vaya empapando, para que le vaya despertando a
Dios. Conviene que escojas varias frases que vayan en la
misma línea. Por ejemplo, yo te voy a facilitar la
experiencia con el tema de buscar en Dios "fuerza,

56
apoyo".

Lo voy a hacer con tres Salmos. De ellos busco las frases


sagradas que más me ayudan. Digo el "mantra" o frase
sagrada despacio y me callo. Lo vuelvo a decir y me callo,
y así varias veces. Lo hago con el Salmo 26. Digo así: El
Señor es mi luz y mi salvación (lo repito despacio
varias veces). El Señor es la defensa de mi vida (hago lo
mismo). ¿A quién temeré? El me protegerá en su tienda,
me esconderá en lo escondido de su morada, (lo repito
varias veces). Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor. (Repítelo despacio). Ahora lo hago con
el salmo 22. Digo y hago lo mismo: El Señor es mi
Pastor, nada me falta. El repara mis fuerzas. Aunque
camine por cañadas oscuras, nada temo porque tu vas
conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Sigo con este
otro Salmo 83, del que escojo unos versos y hago lo
mismo: Dichosos los que encuentran en él su fuerza
al preparar su peregrinación El Señor es sol y
escudo, él da la gloria y la gracia. Señor Dios. Dichoso el
hombre que confía en ti.

Por fin, la tercera manera es más profunda es más


entrañable, es más honda. Se trata de estar en estar en ese
encuentro con Dios a solas, haciendo a solas haciendo
diálogo con él, por simple atención Aquí, sobran las
palabras Aquí lo que cuenta ese silencio Aquí se da un
encuentro de unión, donde ya no importa lo que se diga,
sino lo que somos en unión de amor, Dios y yo, Se trata de
poner los ojos de la fe, en silencio, en Dios. Se trata de
poner el corazón con amor en Dios, y estarse gozando en
ese amor de encuentro. Se trata de olvidarse uno de su
mismo y llegar a la experiencia de que lo que cuenta es
Dios, me olvido de mí y aparece el tú. Me quedo ante él
como maravillado, como admirado, asombrado. Me quedo
ante él esperando que se manifieste. Y esto lo hago con
57
algo muy profundo, con un sentimiento interior. Yo sé que
Dios está en mí y le miro, le amo y me quedo así. Me
distraigo y vuelvo otra vez a mirarle, a estarme con él. La
fe y el amor, acompañados de la esperanza, aguantan esta
experiencia.

Por ejemplo, sitúate ante Dios que habita en tu corazón;


en el cosmos o en el sagrario:
Cierra los ojos y experiméntalo dentro de ti, sin decir nada
(permanece, aguanta largo tiempo). Abre los ojos ante un
bello paisaje y cállate. Mira en silencio. No digas nada.
Deja a Dios ser Dios. Puedes ponerte ante el sagrario,
en el silencio de la capilla, y estarte largo tiempo,
mirándole desde la fe, estando a gusto con Jesús, que se
ha quedado con nosotros.

Hermano, lo importante en la oración es que hagas


"encuentro de amor con Dios. Lo importante es que hagas
por estar con él y salgas con la experiencia de que él ha
estado contigo. A esto te ayudará "el diálogo". Con más
palabras, con menos palabras o sin palabras, con un
sentimiento interior. No lo olvides: Dios se manifiesta al
que le busca con amor y constancia.

MÉTODOS PARA LA MEDITACIÓN


(Puntos para orientar la lectura orante, personal y diaria de la Biblia
o de los escritos Franciscanos)

1. COMENZAR
INVOCANDO EL
ESPÍRITU SANTO.

58
2. LEER EL TEXTO
LENTAMENTE Y
CON ATENCIÓN.

3. HACER UN
MOMENTO DE
SILENCIO INTERIOR
RECORDANDO LO
QUE SE LEYÓ.
4. VER EN
PROFUNDIDAD EL SENTIDO
DE CADA FRASE.

5. RUMIAR LA PALABRA,
ACTUALIZARLA Y
RELACIONARLA CON LA VIDA.

6. AMPLIAR LA VISIÓN
RELACIONANDO EL TEXTO
LEÍDO CON OTROS PASAJES
DE LA BIBLIA.

7. VOLVER A LEER,
REZANDO EL TEXTO Y
59
RESPONDIENDO A DIOS.

8. FORMULAR UN
COMPROMISO DE VIDA

9. REZAR UN SALMO
APROPIADO

10. COMO RESUMEN. ELEGIR


UNA FRASE PARA
MEMORIZAR.

CUATRO RECURSOS PARA ORAR

La Palabra de Dios. Las oraciones compuestas. Los


símbolos. La Imaginación.

MODOS DE ORAR CON LA PALABRA

1.- Repitiendo las palabras llamativas:


A veces la palabra de Dios ilumina, otras veces
consuela, o advierte, o amenaza, o fortalece...Al leer
palabras así, más entradoras, puedo cerrar los ojos y
repetírmelas, varios minutos, sin apuro, hasta que se me
disuelvan en el corazón y me entreguen su misterio.

2.- Volver a la fuente:


Hacer la señal de la cruz. Tomar la Palabra. Leer un
poquito y levantar la cabeza, considerando brevemente lo
leído, volver a leer otro poco y levantar nuevamente la
60
cabeza, dejando que lo leído impregne el corazón. Y así
seguir, leyendo y levantando la cabeza, como la gallina
tomando agua.

3.- Aprendiendo de memoria un pasaje:


Leer un pasaje, tomar aquellas frases que me llamen la
atención, repetirlas muchas veces hasta aprenderlas de
memoria. Finalizar agradeciendo al Señor, o pedir
perdón, según sean las palabras repetidas y aprendidas.

4.-Entrando por las palabras:


Tomar un fragmento de la Palabra, ir leyendo despacio y
atender a los sustantivos o nombres que aparecen:
desierto, camino, casa, agua... ¿Qué me dicen estas
cosas? Otras veces podemos tomar los verbos: mandó,
imitó, sanó, ¿ocurre esto en mi vida? Lo que
encontramos en la Palabra tratemos de encontrarlo en
nuestra vida, comparando una y otra cosa.
Terminar pidiendo algo al Señor, o reclamar su
misericordia o agradeciendo o alabando.

5.- Considerando las situaciones:


Leer y releer un pasaje concreto. Pedir gracia para oír a
Dios en esas palabras. Atender especialmente a las
situaciones humanas que aparecen allí: bodas, entierro,
reunión, oración...Considerar como vive Jesús esas
situaciones, entender la situación en Jesús y a Jesús en esa
situación.
Comparar al final si en mi vida se dan situaciones
semejantes y cómo participo en ellas. Terminar
dialogando con Jesús, como con un amigo.

6.- Relaciones personales según Dios:


Atender a las relaciones personales que aparecen:
parentesco, amistad, obediencia, enemistad...Ver a Jesús

61
en ellas y esas relaciones en Jesús. Terminar buscando esa
relación en mi vida y cómo actúo yo. Al final hablar con el
Señor según como me encuentre.

7.-Ejercicio espiritual de la imaginación:


Leer y releer el pasaje bíblico. Luego comenzar a
imaginar:
-el lugar donde ocurre la escena.
-las personas y cosas que aparecen.
-las caras, gestos, voces, ruidos, palabras.
Terminar con una oración creada por nosotros o el
Padre Nuestro.

8.- Contemplando las personas:


Leer el pasaje, imaginar el lugar y la escena. Centrarse
especialmente sobre las personas que aparecen: -cómo
visten
-qué dicen
-qué sienten.
Terminar conversando con Jesús o María según me
encuentre.

9.-Meterse dentro de los diálogos:


Leer el pasaje, detenerse cuando aparezca un diálogo o
conversación. Imaginar la escena, mirar a las personas, oír
lo que dicen. Intentar meterme dentro de cada uno y
descubrir desde uno mismo a cada personaje, sus
pensamientos, sentimientos...
Terminar con una oración espontánea.

10.-Dibujar la escena:
No se trata de un dibujo artístico, sino de orar trazando
rasgos de la escena que leemos. Se trata de concentrar la
atención y expresar el corazón con líneas, colores,
palabras...

62
11.- Mirar imágenes de ese misterio:
Si tenemos estampas o libros o cuadros o esculturas o
símbolos que representan el misterio que queremos
meditar, podemos leerlo primero en la Biblia y
después en lugar de imaginarnos por nuestra cuenta, mirar
detenidamente la imagen y dejar que del corazón broten
expresiones para el Señor.

MÉTODOS DE
ORACIÓN
PARA LAS
ORACIONES
COMPUESTAS:
Las oraciones compuestas son
aquellos escritos para Dios,
pueden ser poemas, canciones,
oraciones populares.

1. Lectura rezada: Al leer ir haciendo mías las


palabras de la oración elegida. Al encontrar cualquier
expresión que a mí me diga mucho, parar, repetir, varias
veces, hasta agotar la novedad de la misma o hasta que
su contenido inunde por completo mi alma. Proseguir
leyendo asumiendo, asimilando, vivenciando lo leído. Se
puede volver atrás en la lectura. Si en un momento
determinado uno se da cuenta de que puede abandonar la
lectura, abandonarlo y permitir que el Espíritu se
manifieste con expresiones espontáneas, inspiradas.

2. Lectura meditada: Leer, tratar de entender lo


leído. Si aparece una idea que llame la atención, parar y
después de entenderla y darle vueltas en la mente,

63
aplicarla a la vida. Seguir leyendo y si se siente que
el corazón se mueve hacia Dios, expresarle los deseos,
alabarle, pedirle...

3. Salida y quietud: Pronuncia una frase


mentalmente o en voz suave. La atención se apoya en la
frase que sale de sí misma hacia un Tú. Al identificar la
mente con el contenido de la frase, ésta transporta y
deposita al alma en un Tú y así, todo YO queda
depositado en todo TU, fijo e inmóvil. Es una adoración
extática.

4. Mantras: es una variación del anterior. Sólo que


aquí la frase o palabra es transportada al Tú por la
respiración.

ORACIÓN CON SÍMBOLOS Y GESTOS

Para orar con símbolos es necesario buscar el adecuado:


una vela, una cruz, se observa detenidamente hasta que me
mueva a dialogar con Dios. Para orar con gestos, se
busca algún gesto que exprese lo que uno sienta en el
momento, como elevar las manos...

LECTIO DIVINA

Lectio Divina es la manera m ás


tradicional de cultivar la amistad
con Cristo. Es un método de
escuchar los textos de las escrituras
como si estuviéramos en
conversación con Cristo y el nos sugiriera los temas
de conversación.
El encuentro diario con Cristo y la reflexión en sus
64
palabras nos lleva más allá de un mero conocimiento
de Cristo a una verdadera actitud de amistad, confianza y
amor. La conversación simplifica y da lugar a la
comunión, o como Gregorio Magno (siglo VI),
resumiendo la experiencia contemplativa cristiana lo
expuso, "a descansar en Dios". Este fue el significado
clásico de la oración contemplativa por los primeros
dieciséis siglos.

Oración contemplativa
La oración contemplativa es el desarrollo normal de los
dones del bautismo y la práctica regular del Lectio Divina.
Podemos creer que la oración es un pensamiento o
sentimiento expresado en palabras. Pero esto es solo una
expresión de la oración. La oración contemplativa es la
apertura de la mente y el corazón - todo nuestro ser - a
Dios, el Gran Misterio, más allá de todo pensamiento,
palabra o emoción. Abrimos nuestra percepción a Dios
quien sabemos por la fe está dentro de nosotros, mas cerca
que el aliento, el pensamiento, el escoger - mas cerca que
la conciencia misma. La oración contemplativa es un
proceso de purificación interna la cual nos guía, si
consentimos, a la unión divina.

Lectura- recoger - recibir


La Lectio Divina es la búsqueda de algo que se nos da. La
lectura orante nos pone en contacto con una palabra viva
(a la que no debemos quedarnos indiferentes), que nos
ofrece la Sagrada Escritura, es el contacto con las tres
divinas personas Padre Hijo y Espíritu Santo. En esta
búsqueda la meta es que la Palabra me lleve a la plenitud
de la persona que está contenida en ella. En un primer
momento invocamos al Espíritu Santo, quien hace que la
palabra no sea muerta sino viva y eficaz, es el Espíritu que
nos lleva a descubrir una Palabra viviente que nos
65
conduce a Jesús. Por eso, la lectura orante de la Sagrada
Escritura, nos permite desentrañar lo que es la Palabra de
Dios Padre Creador "Al principio creó Dios el Cielo y la
tierra. La tierra era una soledad caótica y las tinieblas
cubrían el abismo, mientras el Espíritu de Dios aleteaba
sobre las aguas"(Gn 1,1-2).

En la perícopa podemos notar la dimensión existencial


de la Palabra: Inmanente (aquí y ahora) y trascendente
(más allá). Entonces, no podemos pretender un arrebato
místico desconectado de la realidad inmanente -del aquí y
ahora- (del caos, de la confusión) que me rodea. Ni
tampoco podemos desconectar la oración de la
realidad trascendente que caracteriza la palabra. El
encuentro se da, pero siempre después de la palabra. La
Lectio Divina no puede ser sustituida por otra lectura
piadosa, tiene que ser la Sagrada Escritura. En algunos
momentos de la vida religiosa se ha suprimido la Lectio
LECTIO= Lectura = comer
MEDITATIO=Meditación = Masticar-rumiar
COLLATIO = Confrontación = probar el gusto
CONTEMPLATIO=Contemplación=saborear el
gusto
OPERATIO = Compromiso = combatir con sabor
Divina por la lectura de libros ascéticos o consejos
prácticos para la oración, cosa que fracasó por completo,
por que se desconectó la oración de la verdadera fiiente
que es la Palabra de Dios contenida en la Sagrada
Escritura. La lectura de vida de santos o consejos prácticos
ayudan, pero, después que hayamos encarnado la Palabra
de Dios en nuestra vida.
Hermenéutica: Arte de interpretar textos y especialmente
el de interpretar los textos sagrados, teoría de la verdad y
el método que expresa la universalización del fenómeno
interpretativo desde la concreta y personal historicidad.
66
Aplicación del texto a la realidad concreta. Que responde a
la pregunta ¿Para qué?
Exégesis: Análisis sistemático del texto sagrado en su
contexto, que responde a las preguntas: ¿Qué? ¿Quién?
¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?
Lectura: ¿Qué dice el texto? Es decir, situar el texto en el
contexto para no desvirtuar el hecho. La lectura no es otra
cosa que apropiarnos de la palabra. Conocer, respetar,
situar ¿quién lo dijo? ¿Por qué lo dijo? ¿Cómo lo dijo?
Con pasión, con ternura, con alegría, con autoridad ¿Qué
circunstancias se estaban viviendo? La lectura no debe
depender del gusto que me produce, al hacer la lectura
sacamos la palabra que está oculta, buscamos la verdad tal
cual es, no como la sentimos nosotros, sino como es en
realidad.
Género literario - Responde a la pregunta - ¿qué?
Género histórico - Responde a la pregunta - ¿cómo?
Género teológico - Responde a la pregunta - ¿para qué?
¿Qué me dice a mí el texto? ¿Qué diferencia encuentro
entre la situación del texto y la mía? ¿Qué conflictos
descubro en el pasado que se dan hoy? ¿Cómo ilumina
nuestra situación actual? ¿Qué cosa confirma de lo que ya
viví o vivo en el texto? Al hacer
esto la misma palabra me juzga
no en clave de bueno o malo sino
en clave de vida o muerte. La
meditación del texto quita
máscaras o caretas.
Confrontación: Confesión,
diálogo y comunión fraterna

La experiencia fundante de la
oración la encontramos en la
Virgen María, ella que meditaba
todas estas cosas guardándolas en su corazón. La

67
oración tiene que ser realista, debe asumir la realidad.
Oración es vivir no en función de mí sino en función del
otro, con quien me relaciono en el vivir cotidiano.

Descubrir esta dinámica de vida implica que saliendo de


allí yo pueda construir la comunidad. La fecundidad de la
oración no depende tanto de lo que yo hago o digo sino de
lo que vivo "Dime como vives y te diré como oras". La
oración debe ser una experiencia de gracia, no puedo
seguir siendo el mismo, debo irme transformando en
hombre nuevo.

Estimados hermanos después de haber visto lo importante


que es hacer oración con la Palabra de Dios, te invito que
abras tu Biblia, preferiblemente un relato del Evangelio, el
que más te llame la atención. Busca un lugar apropiado en
donde te sientas cómodo y antes de empezar a orar invoca
al Espíritu Santo, para que sea Él quien dirija tu oración.
Ponte en un ambiente de serenidad, de paz y de confianza.
No tengas prisa, ni pretendas hacer un estudio meramente
racional, déjate conducir por el Espíritu.

EL MÉTODO DE LA ORACIÓN
CENTRANTE

La Oración Centrante es un método


diseñado para facilitar el desarrollo de
la oración contemplativa, mediante la
preparación de nuestras facultades
para cooperar con este don del
Espíritu.
Es un intento de presentar las
enseñanzas de épocas pasadas (i.e. "La nube del No
68
saber") en una manera actualizada y para ponerle cierto
orden y regularidad. Su objetivo no es el de reemplazar
otros tipos de oración; simplemente coloca otros tipos de
oración en una nueva y más completa perspectiva.
Durante el tiempo de oración consentimos a la presencia
y la acción de Dios dentro de nosotros. En otros
momentos nuestra atención se mueve hacia afuera para
descubrir la presencia de Dios en todas partes.
Las Guías
1. Escoge una palabra sagrada como el símbolo de su
intención de consentir a la presencia y acción de
Dios en su interior.
2. Sentado cómodamente y con los ojos cerrados,
cálmate brevemente e introduzca silenciosamente
la palabra sagrada como el símbolo de su
consentimiento a la presencia y acción de Dios en
su interior.
3. Cuando esté consciente de pensamientos, vuélvete
sutilmente a la palabra sagrada.
4. Al final del periodo de oraci ón, mantente en
silencio con los ojos cerrados por un par de
minutos.

Explicación de las guías


I. Escoge una palabra sagrada como el símbolo de su
intención de consentir a la presencia y acción Dios
en su interior.
1. La palabra sagrada expresa nuestra
intención para estar en la presencia de Dios
y permitir la acción divina en nosotros.
2. La palabra sagrada debe ser escogida
durante un breve periodo de oración
pidiéndole al Espíritu Santo que nos inspire
con una que sea especialmente apropiada
para nosotros.

69
a. Ejemplos: Señor, Jesús, Abba,
Padre, Madre.
b. Otras posibilidades: Amor, Paz,
Shalom.
3. Un vez escogida la palabra sagrada, no la
cambiaremos durante el periodo de oración,
pues esto sería empezar a pensar de nuevo.
II. Sentado cómodamente y con los ojos cerrados,
cálmate brevemente e introduzca silenciosamente
la palabra sagrada como el símbolo de su
consentimiento a la presencia y acción de Dios en
su interior.
1. Al decir "sentado cómodamente" se refiere
a relativamente cómodo, no tan cómodo
que nos quedemos dormidos, sino que
sentados los suficientemente cómodos
como para evitar pensar en lo incómodo
que están nuestros cuerpos durante el
periodo de oración.
2. Cualquier posición que escojamos debemos
tener la espalda derecha.
3. Si te duermes, continuaremos orando por
unos cuantos minutos al despertar, si
tenemos el tiempo.
4. Orando de esta manera después de una
comida fuerte promueve la somnolencia. Es
mejor esperar por lo menos una hora antes
de comenzar la oración centrante. Orar de
esta forma antes de dormir puede afectar
los patrones de sueño.
5. Cerramos nuestros ojos para dejar ir lo que
está pasando alrededor y dentro de nosotros.
6. Introducimos la palabra sagrada
interiormente y sutilmente como poniendo
una pluma sobre un algodón absorbente.

70
III. Cuando estés consciente de pensamientos, vuelve
sutilmente a la palabra sagrada.
1. "Pensamientos" es un término general que
se refiere a todo tipo de percepción
incluyendo: percepción de los sentidos,
emociones, imágenes, memorias,
reflexiones y comentarios.
2. Los pensamientos son parte normal de la
Oración Centrante.
3. "Volviendo sutilmente a la palabra
sagrada", un mínimo de esfuerzo es
indicado. Esta es la única actividad que
iniciamos durante el periodo de Oración
Centrante.
4. Durante el curso de nuestra oración, la
Palabra sagrada se puede convertir muy
leve y aún desaparecer.

IV. Al final del periodo de oración, mantente en


silencio con los ojos cerrados por un par de
minutos.
1. Si esta oración se hace en grupo, el líder
puede lentamente recitar el Padre Nuestro
durante los 2 ó 3 minutos, mientras los
demás lo escuchan.
2. Los 2 ó 3 minutos adicionales le dan a la
psiquis tiempo a reajustarse a los sentidos
externos y nos permiten traer la atmósfera
de silencio a la vida diaria.

Algunos Puntos Prácticos


1. El tiempo mínimo para ésta oración son 20
minutos. Dos periodos de oración son
recomendados, uno lo primero del día y uno en la
tarde o temprano en la noche.

71
2. El final del periodo de oración puede ser indicado
por un cronómetro, provisto que este no han
mucho ruido o tenga un timbre muy fuerte.
3. Los principales efectos de la Oración Centrante se
experimentan en la vida diaria y no durante el
periodo de oración en sí.
1. Síntomas físicos:
a. Podemos notar leves dolores, picazón o
espasmos en diversas partes del cuerpo o
una intranquilidad física generalizada.
Estas se deben usualmente a nudos
emocionales en el cuerpo que se están
desatando.
b. También podemos notar pesadez o ligereza
en las extremidades. Esto usualmente se
debe a un profundo nivel de atención
espiritual.
c. En cualquier caso no le prestamos atención,
o permitimos que la mente descanse
brevemente en la sensación antes de volver a
la palabra sagrada.
5. El "Lectio Divina" provee el fundamento
conceptual para el desarrollo de la Oración
Centrante.
Un grupo de apoyo orando y compartiendo juntos una vez
a la semana, ayuda a uno a mantener el compromiso a la
oración.

MEDITACIÓN SOBRE UN HECHO O UN


ACONTECIMIENTO CONCRETO

"El trabajo, los acontecimientos, las llamadas de nuestros


Hermanos, de la Iglesia y del mundo alimentan también
nuestra oración diaria"
72
a) Preparar el espíritu para la meditación
Concentración, pacificación...
• Invocación al Espíritu Santo...

b) Centrar el tema: elegir un hecho concreto.


Sugerencias:
• Gesto de servicio que se vive personalmente o se capte en
alguna persona o grupo humano.
• Una actitud de entrega donde yo me realizo.
• El actuar de una persona que ha sido significativa por sus
actitudes.
• Experiencias de encuentro positivo o negativo con
alguna persona.
• Experiencias apostólicas que nos hayan interpelado y
ayudado espiritualmente.
• Algún recuerdo de mi vida familiar que haya sido
estimulante o doloroso.

c) Situar el tema
• Con nuestra imaginación visualizar el hecho viva y
realmente.
• Recordar los detalles más importantes y significativos.
• Pedir al Señor una gracia en relación con el tema.

d)Reflexión sobre el hecho


• Analizar motivaciones.
• Individualizar las consecuencias que se derivaron.
• Evaluar los aspectos positivos y negativos.

e) Iluminación del tema


• Traer a la memoria textos de la Palabra de Dios que
tienen que ver con lo reflexionado.
• Repetir e interiorizar los textos de la Palabra de Dios.

f) Coloquio con el Señor


73
• Alabándole, dándole gracias.
• Haciendo actos de fe, esperanza y amor.

g)Conclusión
Tomar alguna resolución o bien pedir alguna gracia.

EL EXAMEN, UNA
VÍA DE

ACCESO AL
DISCERNIMIENTO
(Carlos Cabarrús)

Discernir es aprender a reconocer por dónde nos quiere


llevar Dios para «dejarnos llevar por Él», para colaborar
con Él o, por lo menos, para no estorbarle. Por eso no es
algo simple, sino un proceso que supone, en primer lugar,
que como persona me haya acostumbrado a optar por
principio por la vida. Requiere tener el hábito de buscar y
elegir lo que nos da vida y lo que da vida a otros; implica
que me importen los demás y, sobre todo, los que son
mayoría en este mundo.

Esa opción por la vida tiene muchas manifestaciones. Una


de ellas es la autoestima positiva, que se refleja, entre
otras muchas actitudes, en el trabajo equilibrado, la
capacidad de descansar y recuperar las fuerzas físicas,
psíquicas y espirituales, la disposición para el diálogo y el
perdón, la apertura a descubrir lo positivo en todo y en
74
todos. Esto conlleva un cambio radical en mi persona y,
sobre todo, en mi comportamiento.

Para que esta opción por la vida sea posible, es necesario


haberla descubierto dentro de mí y, sobre todo, dejarla
brotar desde mi propio pozo, desde el manantial que tengo
dentro, desde el Agua Viva que hay en mi interior y que es
la vida misma de Dios en mí. Sólo al captarme desde mis
potencialidades, solamente desde el reconocer mi
manantial, podré descubrir que lo que lo sostiene es el
Agua Viva, es Dios mismo en lo más íntimo de mi
intimidad. Es desde ese descubrimiento tan interno, tan
hecho carne en mí mismo, como de verdad puedo abrirme
a la experiencia de Dios, que es vida para todos y vida en
abundancia. Pero reconocer esa fuente de vitalidad en mi
interior exige haber hecho previamente un proceso de
sanación de los traumas y los golpes personales, haber
sanado la propia herida.

Discernir el Dios de Jesús: el primer discernimiento al


conocer el barro del que estoy hecho, me doy cuenta de
que tengo una serie de miedos y compulsiones que me
fabrican fetiches, falsas imágenes de Dios. Por eso un
primer examen, un primer discernimiento, tiene que
encaminarse a verificar si eso que yo llamo «Dios» refleja
en realidad la imagen del Dios que Jesús nos revelara, o si
es una pobre percepción de Dios, producto mi propia
fragilidad humana.

Así voy comprendiendo que discernir es una lucha: una


lucha por reivindicar el verdadero rostro de Dios:
Nuestros miedos y compulsiones nos han fabricado un
dios —con minúscula, porque pobre es su realidad— que
provoca el perfeccionismo y, por tanto, se vuelve
implacable.

75
Nuestros miedos y compulsiones nos han hecho rendir
culto a un dios —también en minúscula, porque su
presencia nos aplasta— que nos exige cosas que cuesten,
cosas que sangren, cosas que duelan, por principio:
mientras más difícil sea, ¡más signo es de dios!
Nuestros miedos y compulsiones nos hacen creer en un
dios fetiche —siempre en minúscula— que exige obras,
que exige cultivar la imagen, que es algo que puede
mercarse. Por eso la relación con ese dios se torna
mercantilista: «te hago para que me des»...

Nuestros miedos y compulsiones fabrican un dios fetiche


—continuamos con minúscula— hecho a mi pobre medida.
Es el dios de mi propiedad, a quien manejo: lo hago a «mi
imagen y semejanza» para mí.
Nuestros miedos y compulsiones nos hacen fabricar un
dios —en minúscula, porque es muy pequeño— a quien
se le puede manipular Con ciertos ritos, oraciones o
conocimientos esotéricos.

Nuestros miedos y compulsiones nos han generado la


imagen de un dios —en minúscula, por su mezquindad—
juez implacable que está listo para juzgarnos y castigarnos,
sobre todo en lo que respecta a nuestro cuerpo y nuestra
sexualidad.

Nuestros miedos y compulsiones nos fabrican un dios —


en minúscula, por supuesto— del puro placer, un dios
facilitón. El dios del niño, que es imagen de sus
proyecciones y de sus miedos.

Nuestros miedos y compulsiones nos fabrican un dios —


sin variar, en minúscula— que se confunde con el
poder,que se coloca en la prepotencia y que entonces
nos arma los mayores embrollos: no podemos
explicamos el mal ni el dolor frente a ese fetiche.
76
Nuestros miedos y compulsiones nos fabrican un dios —
en minúscula, por su cobardía— de la falsa conciliación y
de la falsa paz. De una paz, por ejemplo, sin justicia.
Todas estas imágenes fetichistas nos exigen que el primer
trabajo de discernimiento sea descubrir si estamos o no
estamos hablando del Dios que Jesús nos reveló; si es el
Dios — ¡siempre con mayúscula!— que se parece a Aquel
con el que Jesús mantuvo su relación filial:
El Dios de Jesús es el Dios de la Alegre Misericordia,
como lo encontramos en el Hijo Pródigo.
El Dios de Jesús es el del amor incondicional, que nos
quiere no por lo que hacemos, sino por lo que somos, y
precisamente cuando hemos sido más alejados de lo que
nosotros hemos captado como "su camino".
El Dios de Jesús es el de la gracia. Es la palabra que quizá
lo representa más. Todo en El es gratuito. No se le compra
con nada, no se nos vende por nada. Todo en Él, todo Él,
es regalo.

El Dios de Jesús es el Dios del Reino, es decir, de un


proyecto histórico suyo para con la humanidad, proyecto
que implica la paz, la justicia, la concordia, la solidaridad,
la igualdad, el respeto entre todas las personas y el
equilibrio con el universo. Es un proyecto que comienza
ahora y termina en Dios también.

El Dios de Jesús es el Dios que se experimenta, es decir,


se le conoce y se le comprende desde la experiencia y no
desde el conocimiento. No hay pasos ni gradaciones en su
comprensión. La clave exegética para estar en su sombra
es el reconocimiento de nuestra condición de limitados y
pecadores, de pobres y necesitados. Ésta es la condición
de su experiencia.

El Dios de Jesús apuesta por nuestra libertad y nos insta a


77
ser libres. Nos pone el amor como único criterio
normativo.
El Dios de Jesús nos enseña algo radicalmente nuevo: que
si el grano de trigo no muere, no da fruto; es decir, da un
sentido al saber entregarse hasta el fondo.
El Dios de Jesús es el que escoge lo débil, lo pobre, lo
pequeño, como primer canal de revelación: la Encarnación
antes que toda otra formulación teológica.
EL Dios de Jesús es quien provoca en nosotros la
esperanza, que moviliza la historia...

Como decíamos, nuestro primer discernimiento debe


llevarnos a distinguir si estamos adorando ídolos o
estamos en la dimensión del Dios de Jesús. Vale entonces
preguntarse: ¿A quién busco: a dios o a Dios —así, entre
minúscula y mayúscula...?

Discernir entre mis deseos y los deseos de Dios


Ya de cara al Dios de Jesús, tendremos que clarificar —
discernir— otro aspecto: si Él nos puede imponer su
voluntad, si tiene una «voluntad específica» para cada cual
y en todo tiempo, o si lo que tenemos que hacer es
reconocer en nuestros deseos y aspiraciones aquellos que
se pueden atribuir a Dios. Es decir, el discernimiento nos
prepara para dar una respuesta personal e inédita a los
llamamientos del Evangelio, del Reino de Dios, teniendo
en cuenta lo que soy, lo que he vivido, lo que quiero ser y
hacer, lo que reconozco como urgencia en el mundo. Por
tanto, el discernimiento es inventar «nuestra» respuesta: la
mía y la de Dios. Es una creación común.

Sin embargo, en esta invención común puedo encontrarme


con dos dificultades: en primer lugar, puedo confundir las
cosas de Dios con mis cosas, y con mis cosas muchas
veces mal ubicadas; y en segundo lugar, constatar que no
es fácil distinguir cuándo algo puede ser «en la onda de
78
Dios». De ahí que sea necesario tener un conocimiento
profundo de mí mismo —somos reiterativos en esto— y
un conocimiento básico de cuáles son los gustos de Dios,
cómo es su modo.
Los gustos de Dios y su modo quedan muy patentes en
una imagen simbólica que Sintetiza todo lo del Reino: el
Banquete, la comida compartida alegremente. Algo es de
Dios cuando se pueden encontrar los cuatro pedestales de
la mesa del banquete del Reino: realizar las obras de
justicia solidaria (Mt 25,3 lss), aceptar la invitación a la
misericordia de Dios (Le 6,36), asumir que por realizar
estas dos tareas venga la incomprensión y hasta la
persecución y la muerte (Me 8,38), y cuidar de mí mismo
con la misma dedicación con que quiero y cuido de los
demás (Mt 19,19).

Todo lo que me lleve a la mesa del Banquete del Reino va


en la onda de los deseos de Dios. Este es, por tanto, el
gran criterio de discernimiento. En torno a éste se genera
lo que es su metodología específica. Ahora bien, aunque
lo básico es conocer el derrotero de lo que
experimentamos —adonde nos lleva eso que sentimos o
pensamos—, es muy importante captar toda la riqueza que
tiene la experiencia, sabiendo tener en cuenta varios
elementos. Estos elementos, puestos a funcionar cada día,
constituirían el «examen cotidiano». Es decir, el examen
diario se convierte en un medio privilegiado para
confrontar mis deseos con los deseos de Dios, un medio
eficaz para revisar continuamente la respuesta conjunta
que estamos inventando Dios y yo.

Los personajes del discernimiento


Es importante caer en la cuenta de que en el
discernimiento intervienen tres personajes: yo con mi
libertad —con el peso de mis heridas y la riqueza de mi
manantial—; el espíritu de Dios, cuyos gustos e imagen
79
hemos ya presentado y cuyas invitaciones denominamos
«mociones», y el espíritu del mundo, cuyas invitaciones
denominamos «tretas» o trampas, sobre el que diremos
unas cuantas palabras.

Para percatarnos de que hay un mal espíritu podemos


recurrir al texto evangélico; pero esto nos puede confundir.
En el NT hay dos palabras que para nosotros pueden
significar lo mismo, y no es así. Está en primer lugar el
término «demonio(s)», y luego la palabra «Satán» .
«Demonio» significa en el Evangelio toda fuerza que
ingiere sobre la humanidad o sobre el mundo y cuyas
causas son desconocidas. La enfermedad, por ejemplo, se
identifica o se analiza como fruto de «algún demonio». Es
decir, que «demonio» es lo que no se conoce y ejerce una
acción maligna para con los seres humanos,
principalmente por otra parte, está «Satán», que, éste sí es
el «padre de la mentira», el «enemigo de la naturaleza
humana». Pero siempre está sometido a Dios. Eso lo
muestra vivamente Jesús en su actuación contra él.

Ahora bien, nosotros sólo podemos creer en Dios. El mal


no es ningún principio ontológico. Pero esto no significa
que la desmitificación de Satanás como un cuasi Dios del
mal nos lleve a la trivialización del mal, a la pérdida de
seriedad y gravedad que entraña. La seriedad y gravedad
del mal aparece siempre en sus víctimas insoslayables.
La existencia del mal en el mundo —más allá de la
injusticia social, más allá de las opresiones de toda
índole— no puede explicarse con facilidad. Es el
«misterio de la iniquidad». Sin embargo, para decirlo de
una manera simple, es un «excedente» de maldad que
supera la individual capacidad que tenemos de hacer el
mal. Los espectáculos históricos como el holocausto —a
nivel del mundo occidental—, los escenarios de
destrucción y matanzas en pueblos indígenas y
80
campesinos en América Latina, como las luchas intra-
étnicas en África, son prueba de ese excedente de maldad
que ha coagulado en la historia de la humanidad. Sin
embargo, los tentáculos de ese mal no se muestran sólo en
su fealdad. Siempre el dinero fácil, la comodidad, el sacar
de quicio los instintos, han funcionado como atractivos
fundamentales. El mundo de la droga —con todo lo que
esto implica— es una manifestación de ese «excedente de
maldad», de alguna manera imparable, al que asistimos
actualmente.

En definitiva el mal existe, nos atrae, y nos ataca.


Resaltamos dos maneras fundamentales que emplea el mal
para alejamos del Dios de Jesús y la construcción de su
Reino: una consiste en aprovecharse de nuestros instintos
(haciéndonos incapaces de manejarlos) y de nuestras
heridas (agrandándolas haciéndonoslas sentir con más
dolor) para hundirnos más en el momento presente. Otra
-que es encubierta- consiste en aprovecharse de lo mejor
nuestro, de una cualidad muy importante (nos la saca de
quicio, haciéndonos caer en nuestro propio
encumbramiento convirtiéndonos con ella en jueces y
criterio de verdad para los otros), o haciéndonos ver como
virtud nuestras propias compulsiones y mecanismos de
defensa. Estos dos modos de ataque del mal constituyen lo
que denominamos dos «épocas espirituales» o dos tácticas
fundamentales.

La columna vertebral del proceso del discernimiento


Todo eso que hemos ido presentando son elementos
constitutivos del discernimiento. Pero, si quisiéramos
pormenorizar concretamente su proceso, tendríamos que
decir que consta de seis partes esenciales: la experiencia
que se vive, la ocasión que la provoca, la vinculación
psicológica que tiene, el derrotero, la reacción y la
confrontación. Miremos un poco más despacio cada uno
81
de estos elementos.
1. La experiencia que se vive
Todo discernimiento tiene que tener un momento de
conexión profunda con nosotros. No podemos comenzar
un discernimiento si no tomamos en cuenta lo que en
realidad nos está pasando. Ahora bien, lo que nos pasa es
siempre una mezcla: hay cosas agradables o desagradables,
hay también imágenes, pensamientos, sensaciones. El solo
adueñarnos de lo que nos pasa, el solo poner nombre a lo
que nos habita, es ya una victoria frente al caos interior
que a veces nos domina.
Dentro del ámbito del discernimiento hay que saber que, si
una persona es apta para hacerlo, podrá tener sensaciones
negativas, pero siempre puede encontrar positividad en sus
sentimientos y pensamientos, sencillamente porque está
viva, porque no está enferma. Alguien que
sistemáticamente sólo encuentra negatividad en su interior
no sería apto para discernir: estaría más bien en situación
de ser atendido psicológicamente. Dentro de eso que se
vive, debe escogerse algo que sea lo que se quiere
examinar.
2. La ocasión que provoca eso que se vive
Las cosas espirituales, como las simplemente psíquicas, se
generan, se gestan, no están desvinculadas de una serie de
acontecimientos previos. ¿Qué circunstancias provocaron
esta experiencia que estoy viviendo? Aquí es muy
importante percatamos de que en la vida hay
circunstancias, redes sociales, amistades, cosas, que
mecánicamente me llevan hacia el bien o hacia el mal. Eso
es lo que —glosando unas palabras empleadas por San
Ignacio— hemos denominado «Babilonia» cuando me
llevan al mal; y «Jerusalén» cuando es lo contrario:
cuando me invitan a las cosas de Dios, (al bien).

También en la vida espiritual es importante caer en la


cuenta de que ciertas circunstancias juegan un papel en
82
una dirección, y otras lo contrario. Es relevante establecer
el «cuándo» suceden las cosas: el hecho de la
comparación entre diversos tiempos. El discernimiento es
una película, más que una fotografía de lo que me acaece.
La película es un conjunto de fotos captadas en secuencia,
da más datos, permite reconocer el antes, el durante y el
después.
3. Vinculación psíquica
Aun cuando las cosas de Dios son invitaciones suyas, sin
embargo, no se nos comunica el Señor sino empleando
nuestro material propio. Es decir, utiliza nuestro ser
golpeado y potente como material para su revelación y
para darle cuerpo a sus invitaciones (mociones).
Obviamente, nuestra parte herida encuentra en las
invitaciones del Señor un bálsamo, mientras nuestras
riquezas hallan plenificación. Por el contrario, el espíritu
del mal utiliza mi propio material psíquico, pero para
agrandar mis heridas o para darle rienda suelta a mis
fervores indiscretos o compulsiones. Así corno la acción
del mal en nuestras heridas es para agrandarlas y hacerlas
sangrar, la acción de Dios en ellas es para sanarlas y
ayudar a integrarlas. Y así como la acción del mal en
nuestras cualidades es para sacárnoslas de quicio, la
acción de Dios es para potenciarlas y llevarnos al servicio
con ellas.
4. El Derrotero
Todo discernimiento debe dar razón de «adonde me lleva»
lo que experimento. Si me lleva a la mesa del banquete del
Reino, con sus cuatro pedestales, si me lleva a la imagen
del Dios que Jesús me regaló, eso es de Dios, eso va en la
línea de sus deseos. Es decir, si Lo que experimento me
lleva a la justicia solidaria, a la alegre misericordia a la
aceptación de la persecución como consecuencia de las
dos primeras actitudes, y al cuidado justo, solidario, alegre
y misericordioso de mí mismo, estamos, sin duda alguna,

83
ante la presencia de Dios, pues estas manifestaciones son
la prueba de que se trasciende mi propia psicología,
porque se superan las tendencias de mis compulsiones y
mis heridas. Si, por el contrario, me separa de esa mesa
del banquete del Reino y de la imagen del Dios de Jesús,
eso proviene del espíritu del mundo.
5. La reacción
Todo discernimiento implica una respuesta de mi parte.
Las invitaciones que me hace Dios —las mociones— son
para que contribuya en la venida del Reino, no son un
adorno para embellecerme. Es el momento propiamente
moral del discernimiento. Las tretas —las invitaciones del
mal—, por su parte, hay que rechazarlas; evitar que
estorben y dificulten la venida del Reino. De ahí que las
mociones tenga que ser historizadas, hay que poner los
medios para que hagan historia, mientras que las tretas hay
que detenerlas, tengo que evitar precisamente que se
hagan realidad.

Hay una serie de acciones que se tienen que realizar para


evitar que las tretas tomen cuerpo: una acción sumamente
eficaz es precisamente el examen que desmonta y quita
fuerza a la treta. Otra es hacer justamente lo contrario a lo
que me propone. Una más es denunciar sus "invitaciones"
frente a alguien que me pueda acompañar en estos
vericuetos del espíritu. Lo que es más difícil de vencer es
una de esas tretas encubiertas, porque, como decíamos,
siempre están disfrazadas de lo positivo. Más aún, utilizan
la misma palabra de Dios, el deseo de mantener la
institución "religiosa" y una falsa preocupación por lo
divino como vehículos de su veneno. ¡Jesús en el desierto
desmonta este tipo de insinuaciones! Jesús frente a Pedro,
que ha sido movido por Satanás, descubre que los
pensamientos del discípulo — ¡que quería aparentemente
defenderle!— no son de Dios, sino del malo.
6. La necesaria confrontación
84
Todo discernimiento necesita y exige que se contraste con
alguien que tenga «densidad eclesial» —nótese que no se
dice "autoridad eclesiástica"—. Se precisa de «alguien»
que represente, de algún modo, el núcleo de iglesia en el
que me muevo, y me pueda contrastar con objetividad si
esas mociones recibidas —que siempre tienen que ver con
la construcción del Reino, sirviéndose probablemente de
esa plataforma eclesial donde me muevo— en realidad
facilitan o promueven el Reino. No hay discernimiento sin
cotejamiento con alguien que sepa optar por la vida y sepa
reconocer en su propia historia, y en la historia del mundo,
los deseos de Dios, sus gustos, su modo. Obviamente, a
mayor repercusión socio-política de lo que estoy
discerniendo, más necesidad hay de cotejamiento, y
viceversa.

El examen diario como ejercicio de discernimiento


Con lo visto hasta aquí, es posible concluir que discernir
no es fácil. Implica muchas cosas. Supone muchos
requisitos. Eso sí, me coloca en una línea de crecimiento
continuo, pues hace que me importen los deseos de Dios,
que siempre tienen que ver con mi propio bien y con la
construcción del Reino. Me hace introducirme en la onda
de Dios, que es la onda de la vida en abundancia para
todos.
Aunque discernir es un proceso, un arte, una actitud vital y,
fundamentalmente, una gracia, implica una metodología
que nos ayude a disponernos a reconocer a Dios y, sobre
todo, nos enseñe a hacer hábito en nosotros el modo de Él,
a hacer nuestros sus gustos, a empalmar sus deseos con los
propios. Dentro de esta metodología, consideramos el
examen cotidiano un medio bastante eficaz para lograrlo.
Ofrecemos ahora un pequeño esquema de lo que podría
Constituir el examen cotidiano como ejercicio de
discernimiento.
* Ponerse en la presencia del Señor. Para esto me ayuda
85
cualquier tipo de respiración y relajamiento. Le pido al
Señor que me ayude a desentrañar mi día. Que me dé su
luz para comprender cuál ha sido su revelación para mí en
este día. Es importante pedir la gracia de ver nuestra vida
desde su propio querer y no desde nuestras compulsiones,
voluntarismos o percepciones moralistas de «bueno /
malo».
* Recoger las vivencias internas del día Me doy el
tiempo para revivir las vivencias interiores del día. No me
fijo únicamente en lo que pasó externamente, sino en las
sensaciones que me habitaron durante el día. Las miro, las
revivo.
* Escoger algo que me parezca una moción. Tomo algo
del día que me suene a Dios, que me haya dado cierta
tranquilidad, que pueda reconocer como una invitación a
la vida, y la analizo haciendo pasar esa experiencia por los
seis elementos constitutivos de un discernimiento: lo que
me pasa, establecer las circunstancias, hacer la relación
con mi psicología, ponderar el derrotero, ver la reacción
que tuve ante ella.
* Hacer lo mismo que lo anterior con algo que suene a
treta o trampa del espíritu del mal en mí.
* Analizar el momento presente con los mismos elementos.
Es lo que denominamos un «discernimiento en caliente».
Ver lo que pasa en el momento en que hago el examen,
hace que sea consciente de la acción de Dios en diversos
tiempos, y permite desentrañar las tretas para descubrir, en
las mismas circunstancias, invitaciones de Dios que no
habían sido percibidas.
* Ver qué es lo que, entonces, ha significado este día.
¿Cuál es el mensaje que Dios me ha querido dar? ¿Qué
paso me ha invitado el Señor a dar en concreto? ¿Por
dónde se me abre camino hacia el futuro? ¿Qué pequeñas
cosas se me impone realizar, emanadas de la fuerza con la
que Dios me expresa sus deseos? Es el momento propio

86
para disponerme a irme haciendo cada vez más persona
integrada, puesto que el camino de Dios siempre tiene que
ver con la sanación de mis heridas y la plenificación de
mis potencialidades, de tal manera que me vaya haciendo
cada día más un instrumento al servicio de la venida del
Reino.
* Terminar con una oración de acción de gracias y de
petición de ayuda. Es el momento de decirle a Dios que
nuestro deseo es dejarnos conducir por Él...
Para acceder a la experiencia de Dios...

Hemos presentado hasta aquí en forma bastante sucinta lo


que, a nuestro modo de ver, es fundamental para vivir el
discernimiento como una vía de acceso a la experiencia de
Dios. Un supuesto básico: tener capacidad humana para
hacerlo. Un punto de partida imprescindible: estar tras la
búsqueda del Dios que nos reveló Jesús. Una convicción
necesaria: saber que mis deseos auténticos (los que brotan
de mi manantial) y los deseos de Dios son convergentes.
Una realidad innegable: el mal existe, me seduce y se me
impone. Ante esto, unos elementos constitutivos de lo que
debe ser un proceso de discernimiento y una metodología
concreta para adiestramos en ello. Lo que sigue... ¡hacerlo
práctica! Recordemos que el Dios de Jesús sólo se conoce
en el encuentro personal e íntimo con Él, en el
descubrimiento del modo como me ha llevado, como
me quiere llevar, como me promete seguir llevándome
para hacerme cada día más en mí para los otro.

MÉTODOS PARA LA
REVISIÓN DE LA JORNADA

"Cada día al caer la tarde,


dedicamos unos momentos para
hacer la revisión de la jornada:
87
agradecemos al Padre los signos de su amor,
pedimos perdón por nuestras faltas y renovamos
nuestro deseo de fidelidad con un acto de abandono
filial"
La revisión de la jornada es una oración, pero una oración
con objetivos específicos, por eso se sugiere una
estructura que luego cada uno puede usar o modificar
según lo que le vaya mejor. Recordar es una oración no un
examen.
a) Acción de gracias
Comienza con una oración de gratitud. Recorre el día y
siente la presencia del amor de Dios y de sus dones.
Expresa tu admiración y agradecimiento y pide a María
que esté junto a ti en tu propia gratitud.
b) Oración para pedir la luz del Espíritu Santo.
Invoca al Espíritu de Jesús para que te haga sentir su
acción en tu vida, para que ayude a un mayor
conocimiento de tu mismo, de tus motivaciones, de tus
valores, de tus miedos y de tus anhelos. Pedirle la
capacidad de descubrir las mejores formas de responder al
amor.
c) La revisión.
Plantéate algunas preguntas que te ayuden a ver el día de
una forma global y también en algunos detalles:
- ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
- ¿Cómo he vivido hoy mi experiencia de fe?
- ¿Cómo he sentido hoy la presencia del Señor?
- ¿Qué momentos me han acercado más a Dios?
- ¿Ha habido algún signo fuerte de la cercanía de
Dios?
- ¿Le he visto a él en mis miedos o debilidades?
- ¿He encontrado a Cristo en mis hermanos?
- ¿Cómo he sido signo de amor de Dios en mi entorno?
- ¿He salido de mí mismo para estar cerca de...?
A modo de resumen de toda la revisión:

88
- ¿A qué me ha llamado hoy el Señor?
- ¿Cómo he respondido?
- ¿Qué me dice esto sobre mi relación con Dios?
d) Pesar y gratitud
Acude al Padre abriendo tu corazón; reconoce tu
debilidad; reconoce que tu fuerza está en Él. Alégrate en
su amor y pide misericordia, curación y conversión de
corazón.
e) Proyección para el futuro
En este discernimiento continuo de tu vida que estás
haciendo en la revisión de la jornada, discernimiento
por el que te haces más consciente de la presencia del
Señor, de su llamada, y de la fuerza que pone en tu vida,
deja que aparezcan tus sentimientos.
Acepta tu ilusión y tu miedo, tu alegría y tu confusión... y
piensa que con ellos debes afrontar tu futuro confiando en
que el amor de Dios, siempre te conducirá hacia él.
- ¿Qué sentimientos tengo en el momento presente?
- ¿Qué he aprendido en el día de hoy?
- ¿Con qué esperanza miro el día de mañana?
Pide la gracia de confiar no en tus fuerzas y virtudes sino
en el amor que Dios te tiene. Pon tus esfuerzos bajo la
protección de María que fue sencilla y humilde, que
abrazó el proyecto de amor de Dios y que compartió
toda su vida con Jesús y con los creyentes.

REVISIÓN DE NUESTRO DÍA


a) Acción de gracias
El amor que Dios nos tiene, su presencia constante en
nuestras vidas, significa que el espíritu de agradecimiento
es tan natural en nosotros como el respirar. Por eso es
bueno comenzar la revisión con una oración de gratitud,
particularmente por lo que ha acontecido durante este día.
Pídele a María que te ayude a comprender más
89
plenamente el amor de Dios y su presencia en tu vida.
Recorre el día brevemente, viendo cómo has
experimentado el amor de Dios en los dones que has
recibido en el tiempo transcurrido desde la última revisión.
Expresa tu admiración y tu agradecimiento y pide a María
que se una a ti en tu propio "Magníficat" de alabanza y de
acción de gracias.
b) Oración para pedir la luz del Espíritu Santo
Pedimos al Espíritu que nos ilumine, que nos ayude a
conocernos más a nosotros mismos, y que nos haga
comprender y apreciar mejor las llamadas del Señor en
nuestra vida diaria.
Pídele al Espíritu Santo que te haga sentir profundamente
el amor que Dios te tiene. Y que te conceda también la
gracia de comprender mejor la acción del Señor en tu vida.
Y un mayor conocimiento de ti mismo, de tus
motivaciones, de tus valores, miedos y anhelos. Pídele al
Espíritu Santo que te ayude a ver todo lo que Jesús y
María han estado obrando en tu corazón. Pide la
capacidad de descubrir las mejores formas de
responder al amor activo que ellos brindan.
c) El examen
¿De qué vamos a examinarnos? Hay diferentes maneras de
enfocarlo. Una muy sencilla es buscar un acercamiento
así: "¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿A dónde voy?
¿Qué cosa o quién me conduce?", o poniéndolo en
otros términos: ", ¿Cómo he vivido mi experiencia de fe
en el día de hoy? ¿De qué forma me ha estado llamando el
Señor? ¿Cuándo he sentido su presencia?". Plantearse
algunas preguntas clave suele ayudar, y alguna de las que
siguen puede ser útil, pero es cuestión de cada hermano
elegir unas o pensar en otras por propia cuenta.
• ¿Ha habido momentos de relación más cercana, que
hayan sido particularmente significativos? (Momentos
durante la oración quizá, o algún contacto con la

90
naturaleza, o con otra persona: un hermano
Que precisaba ayuda, un mendigo que necesitaba al menos
una sonrisa amistosa, un muchacho en dificultades. A lo
mejor entonces no has reconocido la llamada, pero ahora
lo ves claro.
• ¿Te has sentido atraído por el Señor alguna vez en el día,
a través de un compañero, de un suceso, de un buen libro,
etc.?
• ¿Te has encontrado con Él en las incomprensiones, en
los miedos, en el dolor, en la debilidad?
• ¿Te ha llegado hoy su palabra viva.., en el tiempo de
oración... en las Escrituras... en la liturgia.., en otras
lecturas?
• ¿De qué manera has encontrado a Cristo en los
miembros de tu comunidad? ¿Has sido tú portador de
Cristo para ellos?
• ¿De qué forma has sido un signo de la presencia y del
amor de Dios... para tus hermanos... tus alumnos... tus
amigos... para la gente con la que trabajas... para las
personas con las que te has relacionado hoy?
• ¿Te has sentido movido a salir de ti mismo y a
preocuparte de los que sufren soledad... de los
desmoralizados.., de los tristes.., de los necesitados?

• ¿Se ha hecho más honda tu experiencia de... sentirte


amado... de saberte pecador... del deseo de reciprocidad...
de tu dependencia?
Las preguntas claves para sintetizar esta parte de la
revisión son: ¿A qué me ha llamado el Señor en el día de
hoy? ¿Cómo he respondido? ¿Qué me dice esto sobre mi
relación con Dios?
d) Pesar y gratitud
Según revisamos la jornada, vemos con más claridad la
debilidad, la falta de generosidad, el pecado que existe en
nuestras vidas, y por eso expresamos espontáneamente
nuestro pesar. Pero es un arrepentimiento mezclado con
91
gratitud porque percibimos el poder curativo del Señor
cuando nos libera del pecado.
Acude al Padre como el hijo pródigo, abriendo tu corazón
a su amor y pidiéndole humildemente que te perdone.
Reconoce tu debilidad y el hecho de que tu fuerza está en
él. Alégrate en su amor y pide misericordia, curación y
conversión de corazón.
e) Proyección para el futuro
Esta última parte fluye naturalmente del resto de la
revisión. Admitimos que este ejercicio es mucho más que
un breve recorrido del día. Es parte vital de un
discernimiento continuo por el que nos hacemos más
conscientes de la presencia del Señor en nuestra vida, y de
que El nos llama y nos atrae a sí, ayudándonos a crecer en
nuestra vocación cristiana y franciscana. Al ir
comprendiendo esto, se desarrolla en ti un análisis más
sensible de los impulsos, los sentimientos, los estados de
ánimo y los movimientos de tu corazón. Y es una buena
idea comenzar este último punto de la revisión con un
examen de tus sentimientos. A lo mejor parecen de signo
negativo: desánimo, temores, confusión...

No los rechaces, antes bien, acéptalos con honradez. Pero


incluso teniendo alguno de estos sentimientos, nos
esforzamos por encarar el futuro con esperanza basada en
la bondad y en el amor de Dios, en la confianza de que, si
le abrimos el corazón, Él nos conducirá a sí.
• ¿Qué sentimientos hay en ti en este momento presente?
Ruega para que el Señor te ayude en eso.
• ¿Qué has aprendido en el día de hoy?
• Pide la gracia de la esperanza, fundada no en tus propias
fuerzas o virtudes, sino en el amor que Dios te tiene.
Tienes que mostrarte positivo al buscar lo que se puede
hacer, lo que se puede cambiar en tu vida, cómo se puede
desarrollar tu sensibilidad

92
•Reza para que se te conceda responder con más fe,
humildad y decisión. Pon tus esfuerzos bajo la protección
de María, la peregrina contemplativa, que guardaba en su
corazón las palabras y los hechos que fue compartiendo
con su Hijo a lo largo de aquellos treinta años.

REVISIÓN DE LA
JORNADA A LA
MANERA DE MARÍA
En la evolución de la escena
del Anuncio del Ángel a María
desarrolla los pasos de la revisión
de la jomada. Siente que Ella está
junto a ti y que se debate en tus
mismas preguntas y experiencias.

a) Entra en tu habitación
Elige un momento para entrar en ti mismo. Recuerda que,
aunque sea difícil rezar, es el Espíritu quien ora en ti.
Olvida toda preocupación y sentimiento particular.

b) Se le apareció un ángel
Dios está presente en toda tu jornada. Piensa en su
fidelidad. Haz venir a tu espíritu los acontecimientos del
día.
¿Ha habido momentos o lugares en los que has sentido
especialmente la presencia de Dios? ¿Ha habido entre las
personas con las que has convivido algún ángel que te ha
desvelado la Palabra y el amor de Dios?
c) Llamada: Alégrate, María, el Señor está contigo
Dios te conoce como eres, te habla al corazón y te llama
por tu nombre. Estás en el reino de la alegría porque él te
ama infinitamente.
93
¿Cuáles han sido tus gozos en el día de hoy? ¿Y tus
sufrimientos? ¿Has sentido alguna llamada especial de
Dios a crecer?

d) Muerte: María se turbó mucho


¿Cuál ha sido hoy tu sentimiento más profundo? ¿Has
tratado de reprimir algún sentimiento?
Elige una palabra o imagen en que resumas tu día. Y Dios
¿qué palabra elegiría para describir tu jornada? ¿Hay
algo que te turba en la manera como Dios te invita a
crecer? ¿Qué es lo que te da fuerzas?

e) Fruto: Concebirás y darás a luz... ¿Cómo puede ser


esto?
Ahora que has reflexionado sobre tu jornada, sobre los
acontecimientos, sobre las personas encontradas, sobre tus
pensamientos y sentimientos ¿cómo definirías tú la
invitación que Dios te hace en este momento? ¿Qué te
dice Dios de tu propia vida? Lo que te pide Dios ¿está más
claro para ti cada día?
¿Consideras su invitación como una llamada a un nuevo
impulso, o como una llamada a morir, a abandonar una
parte de ti mismo, o como una llamada a vivir un tiempo
de gracia y plenitud? Formula ante Dios tus preguntas y
tus sentimientos ante la nueva vida a la que te invitan.

f) El Espíritu de Dios te cubrirá con su sombra


Acuérdate de que Dios no sólo te llama sino que también
te da la gracia para responder y orientar tu vida. Pide a
Dios que te bendiga y que te dé confianza; pide la ayuda
de Jesús, de María, de Marcelino y de todos tus
hermanos. Dedica algunos minutos a la presencia de Dios
y deja al Espíritu de Jesús que te llene con su fuerza.

g) ¡Sí, Señor! Que se haga en mí lo que has dicho

94
Este último momento de tu oración no ha de centrarse en
tus propias fuerzas. Cultiva, más bien, una actitud como la
de María y da un paso más hacia la donación total. Pon de
nuevo en Dios tu corazón, tu espíritu, todo tu ser. Recita
unas palabras de confianza y abandono. Pídele que te
ayude a vivir tu abandono en él, tu "si" a la nueva
llamada que te hace para el día de mañana.

OTROS HÁBITOS PARA LA REVISIÓN


DE LA JORNADA

Primero
Me pongo en presencia de Dios.
• Le doy gracias por los
beneficios que me ha concedido.
• Reviso el día ante Dios: oración,
estudio, misión, responsabilidad,
relaciones, temperamento,
deficiencias...
• Pido perdón por las faltas y
doy gracias por los aciertos.
Me propongo una meta concreta.
Segundo
• Hago un acto de fe en Dios.
• Reviso la "película del día", sin
aprobar ni condenar
nada de lo ocurrido. Dejo que la realidad me hable.
• Pongo mi esperanza en la ayuda del Señor y prometo
superar algo.
Tercero
• Me pongo en la presencia de Dios.
• Me pregunto si las personas con las que he tratado hoy
han sido mejoradas con mi encuentro.
• Pienso en las personas que me han ayudado y en sus

95
actitudes. Doy gracias.
• Veo a Dios en las personas que he encontrado, y le
manifiesto mi amor.
Cuarto
• Me pongo en la presencia de Dios.
• Recuerdo todo lo bueno que he hecho en el día.
• Miro cómo he servido a los demás.
• Doy gracias a Dios por todas las cualidades que tengo y
las oportunidades de servir que me ha dado.
Quinto
• Me pongo en la presencia de Dios.
• Me fijo en un hecho que me ha ocurrido, y observo, sin
analizarlo, los gestos, palabras, reacciones, actitudes...
• Busco a Cristo en ese hecho, como conductor de mi
historia.
• Acepto el hecho ante Dios y formulo el propósito de
corregir algún punto negativo
Sexto
• Me pongo en la presencia de Dios.
• Respondo a estas preguntas: ¿Hay algo en el día de hoy
por lo que debo dar gracias a Dios? ¿Hay algo por lo que
debo pedirle perdón? ¿Cómo quiero que sea el día de
mañana?
Séptimo
• Hago un acto de fe en Dios.
• Miro hacia el futuro, por ejemplo, el día de mañana, y
contemplo los acontecimientos como quisiera que
sucedieran.
• Observo cómo quisiera verme en ellos.
• Busco a Cristo en ellos y miro cómo actuaría Él en esos
• acontecimientos.
• Me fijo en las personas con quienes voy a tratar, y veo a
Cristo en ellas.
Octavo
• Hago un acto de fe en Dios.

96
• Recuerdo los puntos de la meditación.
• Me contemplo viviendo las mociones de la meditación a
lo largo del día.
• Doy gracias a Dios por su amor y le pido perdón si no
correspondí.
Noveno
• Me pongo en la presencia de Dios.
• Retomo un punto de mi Proyecto Personal de Vida.
• Analizo cómo lo he vivido a lo largo del día (de la
semana).
• Termino pidiendo ayuda al Señor y a la Buena Madre
para ser más fiel.

EXAMEN EN

RECONOCIMIENTO –
ADORACIÓN, GRATITUD

El Apóstol es aquel o aquella que se ensucia los pies de


polvo, que se mezcla entre la gente, que se deja impactar
por la realidad del mundo que le rodea.
El día está poblado de ruidos, de movimientos, de
correrías, de luchas por la vida, de conquistas y de
pérdidas, de experiencias de alegría y de tristeza. Muchas
veces, con todo, no resulta fácil estar atento, tener una
mirada limpia y transparente y un corazón abierto y
sencillo, para ver el mundo con la mirada misericordiosa
de Dios. Son las contradicciones y las limitaciones propias
de nuestra naturaleza humana. Sin embargo, no por ello
Dios habló menos. Este es el momento de mirar para atrás
97
y percibir los pasos de Dios en el transcurso del día que
viví. Delante de Jesús, hago como los discípulos que le
contaron todo lo que había sucedido (Le 10, 17-20). Así...
Hago un tiempo prolongado de silencio. Dejo que mi
corazón y toda mi capacidad de pensar y reflexionar se
aquieten. Rezo: "Quédate conmigo, Señor; porque es
tarde y está anocheciendo " (Lc 24, 29).
Invoco la presencia amorosa del Espíritu Santo de Dios, el
mismo Espíritu que caminó conmigo durante la jornada.
"No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el
camino? (Le 24, 32). ¿Dónde y cuándo sentí mi corazón
arder en el transcurso de este día? Repaso las experiencias
vividas: los rostros, los encuentros, los desencuentros,
todos los acontecimientos... Recuerdo, agradecido, las
experiencias vividas. Dejo que mi corazón exprese
gratitud, alabanza, acción de gracias.
Reconozco mi cerrazón y mi dificultad para dejarme tocar
por todo lo que Dios puso en mi camino. Experimento su
misericordia.
¿Las experiencias vividas en este día me ayudaron a hacer
la experiencia de trascendencia? ¿Me llevaron a salir de
mí mismo, me ayudaron a crecer a mí y a los demás?
¿Ellas animaron mi esperanza y alimentaron mi
espiritualidad?
¿Qué llamadas de Dios siento en este momento? ¿Las
experiencias de este día qué me invitan a hacer mañana?
Repito el gesto del inicio del día: me coloco con confianza
en las manos de Dios y le pido que él haga fructificar las
buenas semillas lanzadas en tierra en este día.

Rezo un salmo de acción de gracias (Sal 135, Sal 145, Sal


146), o hago una oración como el Padre Nuestro, Ave
María, Consagración etc.

EL DISCERNIMIENTO FRANCISCANO
(Ramón Morillo)
98
Criterios Franciscanos para
el Discernimiento

San Francisco no establece un


sistema de pensamiento
organizado sobre el
discernimiento, pero con su
experiencia en la búsqueda de
conocer los planes de Dios
para su vida, nos deja su
enseñanza. Francisco usa la
palabra "Discreción" para
expresar y designar la actitud
del hombre que se somete a juicio en la voluntad de
Dios y que sabe decidir y elegir según la voluntad de Dios,
que es medir según el amor.
Ahora bien, en el proceso dinámico del seguimiento de
Jesús, San Francisco va descubriendo, viviendo y abriendo
un camino de experiencia personal, intentando conocer la
voluntad de Dios para cumplirla lo más fielmente posible.
En su proceso vocacional y en toda su vida encontramos
unas características, elementos o criterios por medio de los
cuales busca descubrir lo que Dios quiere para él y sus
hermanos.

1. Una primera característica que encontramos en San


Francisco es la valoración y respeto por las personas.
La persona en sí misma es para Francisco un lugar donde
descubrir a Dios. Para él todo hombre es un ser con
posibilidades y limitaciones, pero este hombre concreto es
el lugar donde Dios se revela para comunicarle su
llamada. Según San Francisco, el discernimiento se debe
hacer en la realidad concreta de cada uno, en lo que cada
uno es, no en un ser imaginario, ideal evasivo. Dios se da
a conocer El y su plan en todo hombre, dentro de sus
99
potencialidades y limitaciones.

2-. Otro elemento, el cual podemos considerar clave en el


discernimiento de San Francisco, es la palabra del santo
Evangelio. "Después que el Señor me dio hermanos,
nadie me mostraba qué debía hacer sino el Altísimo
mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo
Evangelio. El Evangelio será para Francisco la clave para
descubrir la voluntad de Dios. Por ese motivo al inicio de
su conversión cuando escucha el relato del envío de los
Apóstoles (Mt 10, 5-14), exclama: "Esto es lo que yo
buscaba y quería saber". Francisco descubre que en la
Palabra de Cristo se encuentra el camino del Padre, porque
Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida: en el Evangelio
está toda la enseñanza que Dios Padre quiere dar a sus
hijos. Consciente de esta realidad, dice a su primer
compañero de aventura Bernardo de Quintavalle: Si
quieres demostrar con hechos prácticos el querer seguir a
Cristo, entremos a la Iglesia y pidamos a Cristo su
consejo con el Evangelio en las manos". La Regla va a
resumir diciendo que, la vida del hermano menor es vivir
según el santo Evangelio.

3-. Otra característica propia de la vida de San Francisco


es la apertura al Espíritu. No se puede hacer un
discernimiento sino existe la inspiración, la moción y la
gracia del Espíritu Santo, porque El es el principio de
todo discernimiento. A nivel espiritual Francisco está a
la escucha del Espíritu para discernir la voluntad del
Dios Padre en su vida. Es consciente de que el Espíritu es
quien lo impulsa a la soledad hacia el leproso, a San
Damián, etc. Francisco está tan imbuido en la vida del
Espíritu que lo siente como principio de todo, a tal punto
que lo designará "Ministro General de la Orden" Este
Espíritu quien lo lleva a vivir grandes momentos de
experiencia espiritual y quien le permite realizar una
100
lectura espiritual de las mediaciones humanas. En
definitiva es el Espíritu y su disponibilidad al mismo lo
que lo lleva a concretizar en su vida el proyecto de Jesús.

4-. Un nuevo elemento que vive san Francisco como clave


para el discernimiento es el seguimiento de Jesucristo.
Primero porque tiene a Cristo como referencia, Francisco
es el fiel enamorado y el seguir a su Maestro es fruto de
una profunda relación de amor y de deseo de asemejarse a
la persona que ama. El Poverello busca vivir las huellas de
Jesús, que es quien le guía en su elección y en los
momentos importantes y claves de su vida (1RJ, 2-4; Adm
6, 1-2). Segundo, porque de este seguimiento escoge
Francisco la pobreza, la humildad-minoridad y el amor—
caridad. Las primeras como criterios que guían para las
elecciones exteriores y la segunda para las interiores.

5-. Otra característica que Francisco ve como necesaria


para descubrir la voluntad de Dios, es llevar una vida
penitencial. La penitencia es quien ayudará a corregir las
pasiones y afecciones desordenadas que se tienen en la
vida. Francisco describe su conversión como fruto de la
penitencia: "El Señor me dio, el comenzar mi vida de
penitencia" La vida de penitencia es una fuente para vivir
en el amor de Dios y del prójimo, porque ayuda a
separarse del camino pecaminoso y de los vicios. Lo
contrario sucede a quienes no viven en un ambiente y
espíritu de penitencia. Francisco comprende que para tener
una relación verdadera con Dios y para escuchar lo que
Dios quiere para cada uno de nosotros es necesario
purificarse de todo impedimento o atadura esclavizante.
Por eso una vida penitencial es imprescindible para poder
alcanzar el nivel espiritual que requiere el discernimiento.

6-. El otro criterio que nos presenta San Francisco es la


Oración, porque por medio de ella se puede descubrir la
101
voluntad de Dios. Sin momentos de soledad, de silencio y
de reflexión no se puede hacer un claro, profundo y
maduro discernimiento. Estos momentos son para
Francisco muy necesarios e importantes, porque la oración
mantiene la mente y el corazón centrados y dirigidos hacia
Dios. La oración es la luz que ilumina a hacer aquello que
se debe y para evitar el maligno. La oración es el lugar
para madurar una decisión o elección y la fuente de donde
se puede alimentar el amor con el cual se puede obedecer
a Dios.

7-. Otro lugar que San Francisco ve como ayuda e


iluminador para descubrirla voluntad de Dios, es la
fraternidad. La fraternidades el lugar de los hermanos
concretos y por lo tanto un ambiente favorable para el
discernimiento. En primer lugar porque la fraternidad se
reúne, vive y se dinamiza por la presencia del Espíritu
Santo, porque los hermanos vienen a la fraternidad
inspirados e iluminados por el Espíritu: "Si alguno,
queriendo por divina inspiración, abrazar esta vida, sea
recibido benignamente" En segundo lugar porque es en la
fraternidad donde se viven los valores del Evangelio: "La
Regla y Vida de los hermanos menores es ésta. Guardar el
santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo". Es el lugar
donde la presencia del Espíritu Santo lleva a vivir
espiritualmente. Además todo hermano es camino hacia el
Padre y juntos, se puede buscar mejor lo que Dios quiere
para todos. Francisco sabe que se puede discernir entre
todos, pues todos miran la realidad, todos leen y analizan
los acontecimientos con limitaciones y entre todos se
puede alcanzar una mejor claridad y elección. Francisco
consulta a los hermanos para tener un mayor criterio de
juicio:
"No se avergonzaba como verdadero menor de consultar
sobre cosas minuciosas a los más pequeños. En efecto, su
mayor preocupación consistía en averiguar el camino y el
102
modo de servir más perfectamente a Dios conforme a su
beneplácito. Envía a un compañero a consultar al hermano
Silvestre, consagrado a la oración, qué cosa quiere el
Señor para su vida. Idéntico encargo confió a la virgen
Clara, encareciéndole le averiguase la voluntad del Señor
sobre él. Tanto el venerable sacerdote como la virgen
consagrada a Dios, coincidieron de modo admirable en lo
mismo. A saber; que era voluntad de Dios, que saliese
afuera a predicar.

8-. Otro elemento donde San Francisco discierne la


voluntad de Dios es entre los pobres. El Señor me dio de
ésta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar mi
vida de penitencia; en efecto, como estaba en pecados,
me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor me
condujo en medio de ellos y practiqué con ellos la
misericordia. Los leprosos, los mendigos, los pobres son
para Francisco el lugar privilegiado donde se discierne
la voluntad de Dios, porque son sacramentos de la
presencia de Cristo entre nosotros. El desamparo, la
miseria y la inseguridad son para Francisco lugar de
conversión y discernimiento, porque permiten salir de
sí mismo, para entrar en comunión con los hermanos
necesitados, los cuales son los predilectos amados de
Dios.
9-. Un último elemento que ve San Francisco como
iluminador para descubrir la voluntad de Dios es la Iglesia
y sus animadores. San Francisco no separa nunca a
Cristo, el Evangelio y la Iglesia. Todas sus decisiones
están tomadas y orientadas dentro de la Iglesia, dialoga
con sacerdotes, obispos y el Papa. Sabe encauzar las
inspiraciones recibidas y la orientación de la Iglesia, por
eso siempre buscará vivir en la obediencia y fidelidad a la
Iglesia y sus representantes.
En este proceso de búsqueda todas estas características o
elementos los ha vivido San Francisco integrados y unidos
103
entre sí pues ellos son frutos de una experiencia de vida
espiritual y al mismo tiempo un sistema pedagógico. En
primer lugar porque enseña a abrirse a la gracia de Dios
para superar tantas deficiencias y limitaciones de una vida
centrada en el egoísmo de la dimensión humana. En
segundo lugar nos dispone a dar un mayor espacio a la
acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, para elevarnos
a una vida espiritual, en la que se ha de realizar el
discernimiento espiritual.

DIFICULTADES EN EL CAMINO DE
ORACIÓN
Las dificultades de los orantes
no están sólo en los
comienzos; aparecen también
en la espesura del camino.
Son de muchos tipos y no en
todas las personas se
manifiestan de la misma
manera y con la misma
intensidad.
La intención de este
"palparnos el alma" es recuperar el oído para
el misterio de Dios y educar la mirada para seguir
entendiendo la historia de amor de Dios con nosotros.

¿Qué pasa cuando la sensación de estar en sus brazos se


desvanece, y cuando la certeza de estar protegidos y
abrigados se debilita? Es el momento de bajar al corazón
donde están nuestras raíces
secretas y nuestro tesoro (cf Mt
6,21) y encontrar allí al Señor
que nos mira (cf ISam 16,7).

104
Dos peticiones del padrenuestro

Llama la atención que Jesús coloque dos peticiones de


ayuda para las dificultades al final del Padrenuestro.
¿Cómo es posible que se asome la oscuridad después de
haber dicho "Padre nuestro" y de haber saboreado la
belleza de su Nombre, de su Reino y de su Voluntad?
Jesús, que nos conoce, sabe que sí es posible y nos invita a
orar.
No nos dejes caer en la tentación. Hay muchas tentaciones
en la vida del orante: superficialidad en las motivaciones,
el desánimo, una entrega a medias, poca confianza en la
eficacia de la oración, vivencia de la oración al margen del
bien de los otros... Pero sobre todo, hay una: que alguien o
algo nos arrebate lo que se nos ha concedido como el más
hermoso regalo, nuestra condición de hijos y de hermanos,
y que nos quedemos en terreno de nadie.
Líbranos del mal. O del Malo, que es quien divide,
separa, rompe la comunión, mina el edificio por dentro.

Huidas de Dios

El abandono, la soledad, el sufrimiento, el hastío, la


alegría... todo en nuestra vida puede distanciarnos de Dios,
pero puede ser también oportunidad para volvemos a Él.

- Moisés, un hombre que se escondió (cf Ex 3). Había


querido salvar a su pueblo con sus fuerzas, pero cuando se
vio perseguido, se escondió en el desierto en una vida
tranquila. Ahí lo buscó el Señor y lo envió de nuevo a
salvar a su pueblo. No fue fácil aceptar; brotaron las
quejas y él "manda a otro". Al final pudo más el fuego de
la zarza que no se consumía, el encuentro profundo y
duradero con el Señor.

105
- Elias, un hombre que no quería vivir más (cf IRe 19). Se
había enfrentado a los sacerdotes de Baal, había
denunciado como nadie las injusticias, había vivido
siempre con el corazón puesto en el Dios vivo. Pero a
cambio de todo, recibió la persecución. Y huyó. No quiso
vivir ni cambiar de camino. Se sentó debajo de un
pequeño arbusto y esperó que le viniera la muerte. Ahí le
salió al encuentro el Señor y le dijo: "Levántate y come,
que el camino es superior a tus fuerzas... Desanda el
camino".
-
- Juan Bautista, el hombre que buscaba luz (cf Le 7,18ss).
Le han encarcelado porque su palabra molesta a los
poderosos. En medio de la oscuridad entra en crisis. Al
final no sabe si ha merecido la pena todo su esfuerzo.
Busca a Jesús y éste le responde con las obras del Reino,
que empiezan a llenar de vida nueva la primavera del
mundo.

106
¿Qué hacer en la prueba?

Esperar al Señor. El nunca abandona la obra de sus manos.


En nuestra debilidad e incapacidad para continuar el
camino con alegría, El siempre nos sale al encuentro.
Recordar los momentos de luz vividos junto al Señor;
tener presente el amor primero que nos puso en camino.
Buscar la ayuda de la Iglesia y preguntar: ¿Qué me pasa?
¿Está todo tan oscuro como yo lo presiento? ¿Dónde está
la salida? Los hermanos de la comunidad cristiana han
recibido el encargo de despejar en nosotros el camino que
lleva al Señor.
Ponerse de parte de Jesús, afirmarlo en la vida de cada día
con una vida coherente y comprometida, a pesar de las
tentaciones.
Ofrecer la luz y las sombras. Porque todo, incluso nuestro
mal, se transforma cuando se lo entregamos como ofrenda.
"Conservo aversiones en mi corazón hasta que se
convierten en flores, que un día ofreceré sobre el altar".

Huellas En La Arena

Una noche en mis sueños vi que con Jesús caminaba


Junto a la orilla del mar bajo una luna plateada.
Soñé que veía en los cielos mi vida representada En
una serie de escenas que en silencio contemplaba.
Dos pares de firmes huellas en la arena iban quedando.
Mientras con Jesús andaba como amigos conversando.
Miré atento esas huellas reflejadas en el suelo. Pero
algo extraño observé y sentí grande desconsuelo.
Observé que algunas veces al reparar en las
huellas. En vez de ver los dos
pares veía solo un par de ellas. Observaba
también yo que aquel solo par de
huellas. Se advertía mayormente en mis noches sin
estrellas en los días de mi vida llena de angustia y
107
tristeza. Cuando el alma necesita más consuelo y
fortal ez a. Pre gunté tri ste a Jesús ¿Señor tú no has
prometido que en mis horas de aflicción Siempre
estarías conmigo p a r a mostrarme tu
a m o r ? P e r o noto con tristeza que en medio de
mis querellas. Cuando más siento el dolor solo veo un
par de ellas. ¿Dónde están las otras dos que indican tu
compañía. Cuando la tormenta azota sin piedad la vida
mía? Y Jesús mecontestó "Escucha bien hijo mío
Comprendo tu confusión; siempre t e a m é y t e
a m a r é . Y e n t u s horas de aflicción siempre
a tu lado estaré.
Mas si ves solo dos huellas y no ves las otras dos
Es que en tu hora afligida cuando flaquean tus
pisadas porque te llevo en mis brazos"

Testimonios para el camino

- De uno que se encontró de sopetón con el amor de


Jesús. "¿Quién nos separará del amor Cristo? ¿La
tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el
hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la
espada?... En todo esto salimos más que vencedores
gracias a aquel que nos amó"
(Rom 8,35-37).
- De una mujer, cansada de
tanto bregar. "Ya andaba mi
alma cansada... Acaecióme
que, entrando un día en el
oratorio, vi una imagen de Cristo
muy llagado... Fue tanto lo que
sentí de lo mal que había
agradecido aquellas llagas, que el
corazón me parece se me partía y
arrójeme cabe El, suplicándole
me fortaleciese ya de una vez
108
para no ofenderle" (Santa Teresa).
- De una mujer que murió en los campos de concentración.
"Esta noche, por primera vez, me he quedado despierta en
la oscuridad, con los ojos ardientes, mientras desfilaban
ante mí sin parar imágenes de sufrimiento. Voy a
prometerte una cosa, Dios mío, una cosa muy pequeña:
me abstendré de colgar en este día como otros tantos pesos
las angustias que me inspira el futuro" (Etty Hillerum).

Momento de oración
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Recuerda:
- los tramos delicados de tu camino como creyente.
- que Dios asumió el riesgo de crearte de fracaso y de
abandono.
- que ser sinceros con Dios es lo mejor que te puede pasar:
- "Te gusta un corazón sincero y en mi interior me
inculcas sabiduría" (Sal 50).
- que, cuando experimentas la tentación, Dios, como la
mujer cuando da a luz, sufre contigo esperando que la
criatura nueva le devuelva la sonrisa emocionada a los
ojos.
- que la oración es trato de amistad y que en la amistad
todo se comparte, las alegrías y sufrimientos.
*Escucha la palabra:
"Salió y, como de costumbre, fue al monte de los
Olivos; los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les
dijo: "Pedid que no caigáis en tentación". Se apartó de
ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba
diciendo. 'Padre, si quieres, aparta de mí esta copa;
pero no se haga mi voluntad sino la tuya'...
109
Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y
los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:
'¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad
para que no caigáis en tentación" (Le 22,39ss).
- Jesús nos invita a orar en los momentos importantes de
la vida, para entender que el designio de amor del Padre
está por encima de cualquier designio propio, no
sucumbir al miedo y la tristeza,
- y entrar en un silencio adorante como espacio
privilegiado para contemplar con respeto el misterio
inefable de Dios
- donde las palabras se retiren y enmudezcan ante el Amor
que nunca nos falla.

EN EL
DOLOR Y EN
EL GOZO
DIOS ESTA
CON
NOSOTROS

Distracciones en la oración:
Aunque el acto mismo de hacer oración no es difícil, con
frecuencia se pueden presentar dificultades. Es muy
importante saber esto, pues muchas personas que
comienzan el camino de la oración pueden sentir "que no
sirven para eso" o desfallecer fácilmente. Santa Teresa de
Jesús, que llegó a las cúspides espirituales más altas,
durante 20 años no pudo hacer oración mental
adecuadamente.

Uno de los obstáculos más comunes y continuos en la


oración es la distracción, esos pensamientos o
110
imaginaciones que desvían la atención del objeto propio
de la oración. Sus causas son muy variadas. Unas son
independientes de la voluntad: por el propio
temperamento del que está haciendo la oración
(inclinación hacia las cosas exteriores, incapacidad de fijar
la atención, pasiones vivas o no bien dominadas que
atraen continuamente la atención hacia otras cosas); la
salud precaria y la fatiga mental, que impide fijar la
atención; el demonio, etc.

"La dificultad habitual de la oración es la distracción. En


la oración vocal, la distracción puede referirse a las
palabras y al sentido de éstas. La distracción, de un modo
más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos,
tanto en la oración vocal [litúrgica o personal], como en la
meditación y en la oración contemplativa. Salir a la caza
de la distracción es caer en sus redes; basta volver a
concentrarse en la oración: la distracción descubre al que
ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta
humilde toma de conciencia debe empujar al orante a
ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se
decide cuando se elige a quién se desea servir."
Otras distracciones voluntarias son la falta de la debida
preparación en cuanto al tiempo, el lugar, la postura, poco
recogimiento, tibieza, etc.

Como remedios prácticos te recomendamos la lectura de


algún libro espiritual; fijar la atención en una imagen que
te facilite la devoción así como escribir o tomar notas
durante la oración en tu cuaderno de oración.
Como norma general es conveniente no impacientarse,
sino volver con suavidad al recogimiento interior, tantas y
cuantas veces sea preciso.

Es importante cuidar el silencio, la guarda de los sentidos


111
y del corazón, la mortificación de la imaginación, etc.
La sequedad espiritual también es un problema. El
Catecismo nos dice que "Otra dificultad, especialmente
para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad.
Forma parte de la contemplación en la que el corazón está
seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y
sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que
la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús
en su agonía y en el sepulcro. "El grano de trigo, si muere,
da mucho fruto" (Jn 12,24). Si la sequedad se debe a falta
de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay
éxito en el combate sin una mayor conversión." (CEC
2731)

La sequedad es un reflejo del combate de nuestras vidas.


Así como en la vida luchamos por hacer la voluntad de
Dios, por cumplir sus mandamientos a pesar de los
muchos obstáculos, tentaciones y debilidades que tenemos,
en la oración también debemos combatir y luchar.
"La oración es un don de la gracia y una respuesta
decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo.
Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo,
así como la Madre de Dios y los santos con El nos
enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién?
Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador
que hace todo lo posible por separar al hombre de la
oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive,
porque se vive como se ora. El que no quiere actuar
habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá
orar habitualmente en su Nombre. El "combate espiritual"
de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate
de la oración." (CEC 2725)

Una de las razones de la sequedad es la falta de humildad.


Creemos que solamente depende de nosotros mismos el
112
hacer oración y perseverar, sin darnos cuenta de que
frecuentemente solos no podemos nada. Escuna nueva
oportunidad para verse objetivamente y abandonarse en
Dios. A veces creemos que somos nosotros quienes
determinamos la oración o somos su motor y esto no es
así, es el Espíritu Santo el verdadero motor. De nuevo
revisemos el Catecismo "En el combate de la oración,
tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a
nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven
en ella una simple operación psicológica, otros un
esfuerzo de concentración para llegar a un vacío mental.
Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. En el
inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación
incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen
tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio de la
oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la
oración viene también del Espíritu Santo y no solamente
de ellos." (CEC 2726)

Tampoco te olvides de que a Dios le gusta nuestra


perseverancia y nos prepara. Cuando Dios permite nuestra
sequedad, o nuestras distracciones nos pone a prueba.
""No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque
pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras
pasiones" [St 4,23 .]. Si pedimos con un corazón dividido,
"adúltero", Dios no puede escucharnos porque El quiere
nuestro bien, nuestra vida. "¿Pensáis que la Escritura dice
en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho
habitar en nosotros" [St 4,5 .]? Nuestro Dios está "celoso"
de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor.

Entremos en el deseo de su Espíritu y seremos escuchados:


No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que
pides: es él quien quiere hacerte más bien todavía
mediante tu perseverancia en permanecer con él en
113
oración. El quiere que nuestro deseo sea probado en la
oración. Así nos dispone para recibir lo que él está
dispuesto a darnos. [San Agustín]" (CEC 2737)
La sequedad, las distracciones, la falta de tiempo son
dificultades, pero pueden vencerse, primero pidiéndole a
Dios que nos ayude y en segundo lugar procurando tener
una voluntad cada vez más firme.

"Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que


es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la
sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor,
porque tenemos "muchos bienes" [Mt 10,22 .]; decepción
por no ser escuchados según nuestra propia voluntad;
herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra
indignidad de pecadores, alergia a la gratuidad de la
oración... La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué
orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y
perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos."
(CEC 2728).

En alguna ocasión sentiremos que no tenemos deseo de


hacer oración, que simplemente "no tenemos qué decir" y
es precisamente en esos momentos cuando el estar
dirigiéndonos a Dios cobra un sentido especial. Una idea
clave en esto es pensar que somos como el guardia de un
castillo, y que el Señor del Castillo está en su habitación.
No sabemos si él quiere hablar con nosotros o no, o si nos
necesita para algo, pero nosotros estamos ahí al pie de su
puerta firmes, esperando y haciéndole saber que "ahí
estamos".

Una tentación muy frecuente es que al estar en pecado


mortal, no pudiéramos hacer oración por sentirnos
culpables o indignos. Con mayor razón debemos
acercarnos a Dios para rogar su misericordia y pedirle
114
perdón de nuestras faltas, con un firme propósito de ir a
confesarnos en cuanto nos sea posible. Debemos
reconocernos pecadores, y con gran Fe en la misericordia
de nuestro Padre, implorar su bondad y no permitir que
nuestra vida interior se haya visto turbada por una falta,
aún si es grave. Si no nos acercamos con un corazón
humilde, arrepentido, nuestra situación empeorará.
Necesitamos acercarnos a Dios, porque Él no se sorprende
de nuestras debilidades o caídas. Nuestro propósito debe
ser firme en no ofenderlo más, pero si cometimos una falta
debemos enmendar el error y volver a empezar la lucha.

Qué hacer con las distracciones

Al intentar orar de este modo, puede


pasar que la mente se llene de
preguntas y de aparentes
distracciones. ¿Cómo sé yo que no me
estoy engañando? ¿Cómo saber que
estas palabras son verdad, que Dios
realmente se me comunica a través de
ellas? ¿Realmente tengo fe en Dios?
Estas son preguntas válidas, pero de
momento vamos a dejarlas de lado.
Cuando un niño está asustado de noche, su madre va, lo
levanta en sus brazos y le dice: "No pasa nada", y el niño
poco a poco se tranquiliza. Pero si tiene un niño prodigio
entre las manos que le contesta: Mamá, ¿pero qué razones
epistemológicas tienes, y qué se asume metafísicamente
en esa frase, y qué evidencia empírica se puede añadir
para apoyar este caso?, entonces la madre tiene un gran
problema entre sus brazos. En la oración muchas veces
somos como ese niño imposible, nos negamos a escuchar
115
a Dios hasta que hemos medido y sopesado los criterios
que se nos ofrezcan por respuesta. Primero nos
comunicamos con él en nuestro corazón. El corazón no
está falto de sentido: tiene razones, mucho más profundas
de lo que podemos percibir a primera vista con nuestra
mente consciente.

Tras haber dejado de lado estas preguntas, ¿qué hago yo


con todas las demás distracciones que inundan mi mente?
Puede que empiece a preguntarme si me he dejado el gas
encendido, o recuerdo que se me ha olvidado enviar un E-
mail. Si es urgente, como lo del gas, lo más seguro es ir a
comprobarlo. Con otro tipo de cosas que pueden esperar,
quizás sea mejor anotarlas para más tarde. Todo lo demás
que nos venga a la mente, lejos de ser una distracción,
puede ser materia de oración.

TAU FRANCISCANA, ORIGEN


Y SIGNIFICADO
Bendición a fray León
San Francisco, dos años antes de su
muerte, hizo una cuaresma en el
monte de la Verna, en honor de la
B. Virgen María, Madre de Dios, y
del arcángel San Miguel, desde la
fiesta de la Asunción de Santa
María Virgen hasta la fiesta del
arcángel San Miguel; y la mano de Dios estuvo sobre él
mediante la visión y las palabras del Serafín y la
impresión de los estigmas de Cristo en su cuerpo;
entonces compuso estas alabanzas, que están escritas en
el reverso de esta hoja, y las escribió de su puño y letra,
dando gracias al Señor por el beneficio a él concedido.

116
EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE GUARDE. TE
MUESTRE SU ROSTRO Y TENGA
MISERICORDIA DE TI DIRIJA HACIA TI SU
MIRADA Y TE DE LA PAZ.
San Francisco escribió de su propio puño esta bendición
para mí, fray León:
FR. LEÓN "T" EL SEÑOR TE BENDIGA
Del mismo modo trazó él mismo, con su mano, el signo de
la Tau con su base.
San Francisco y la "Tau"
La primera vez que la Tau aparece relacionada con San
Francisco fue cuando fray Pacífico la vio marcada en su
frente, probablemente en vísperas del Concilio IV de
Letrán, que se abrió en Roma el 11 de noviembre de 1215,
con un memorable sermón de Inocencio III basado en las
Palabras de Cristo: "He deseado ardientemente comer esta
Pascua con vosotros" (Le 22, 15).
Recordando que Pascua significa "paso", el Papa
manifestaba su deseo de que el Concilio, nueva Pascua,
fuese ocasión de un triple paso, físico, espiritual y eterno,
refiriéndose, respectivamente, a la Cruzada, a la reforma
de la Iglesia universal y a la Eucaristía. La segunda parte
del discurso, que trata del paso espiritual, es un comentario
de Ezequiel 9, donde el papa hace suyas las palabras del
Señor al profeta: "Pasa por la ciudad, recorre Jerusalén, y
marca una tau en la frente de los hombres que gimen y
lloran por todas las abominaciones que se cometen dentro
de ella" (Ez 9, 4). Y luego añade: "Tau es la última letra
del alfabeto hebreo, y tiene la forma de cruz, como era la
cruz antes que le pusieran encima la inscripción de Piloto.
Tau es el signo que se lleva en la frente cuando el
esplendor de la cruz se manifiesta en toda nuestra
conducta, cuando, como dice el Apóstol, se crucifica la
carne con sus vicios y pecados. Entonces se afirma: Yo no
quiero gloriarme en ninguna otra cosa, si no en la cruz de
117
nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está
crucificado para mí y yo para el mundo..." Y concluye
diciendo: "¡Sed, pues, los paladines de la Tau y de la
Cruz!".
San Francisco de Asís, que participó en el Concilio en
calidad de superior general de una Orden aprobada por la
Iglesia, debió de tomarse muy en serio la invitación de
Inocencio III, pues, según los compañeros y sus primeros
biógrafos, amaba y veneraba la Tau (nombre de la letra T
en hebreo y griego) "porque representa la cruz y significa
una verdadera penitencia". Al comienzo de cualquier
actividad se santiguaba con dicha señal, la prefería a
cualquier otro signo y la pintaba en las paredes de las
celdas. En sus conversaciones y predicaciones la
recomendaba a menudo, y la dibujaba a modo de firma en
todas sus cartas y escritos, "como si toda su preocupación
fuese grabar el signo de la tau, según el dicho pro/ético,
sobre las frentes de los hombres que gimen y se lloran,
convertidos de veras a Cristo Jesús".

La "Tau" en tiempos de San Francisco

La devoción de Francisco por la tau no era ninguna


originalidad. Parece ser que la cruz de los romanos tenía
esa forma y así la representaron, a veces, los primeros
cristianos en las catacumbas. En tiempos del santo, al
menos desde 1191, la usaban profusamente, como signo de
pertenencia a la orden y de su vocación caritativa, los
Crucíferos o antonianos de San Antonio Abad, que en Asís
regentaban el hospital de San Salvador de las Paredes. Los
Valdenses, fundados por Pedro de Valdo, contemporáneo
de San Francisco, llegaron a declarar como dogma de fe
que la Cruz de Cristo tenía forma de T. La "Cruzada de
los niños" de 1212 la tomó por distintivo. En Jerusalén,
una orden caballeresca que tomó parte en la Segunda
118
Cruzada era conocida como Orden de la Tau y sus
miembros llevaban ese signo en el cuello de la capa. Por
tanto, lo que hizo el santo de Asís fue asimilar un signo
ya existente, que encajaba bien con su espiritualidad e
ideales, basados en la contemplación e imitación de Cristo
pobre y crucificado.

Algunas "reliquias" o testimonios

En la Basílica de San Francisco, en Asís, entre las


reliquias del Santo, se muestra un autógrafo suyo con la
bendición que le dedicó a su compañero fray León y el
dibujo de la tau. En el eremitorio de La Verna hay un
bastón usado por él, con la punta en forma de T. En
Fontecolombo, en la capillita de la Magdalena, se
descubrió no hace mucho una tau roja pintada en la pared,
que algunos atribuyen al santo. También se cuenta que,
después de su muerte, curó la pierna de un hombre,
tocándola con una varita en forma de T, cuya señal quedó
luego impresa en la parte curada. La Tau, por último,
es el emblema del Sacro Convento de Asís, donde se
encuentran representaciones de la misma de todos los
siglos.Las más destacadas son las que pintaron
Cimabúe, Giotto y Lorenzetti en la Basílica Inferior
de San Francisco, entre los siglos Xm y XIV.

119
Oremos siempre

Frailes Menores Conventuales

Los Hermanos gustarán entretenerse en


coloquios con Cristo Señor, en la adoración
personal y en la visita común diaria a la
Santísima Eucaristía (Constit. 74,2).

120
ORACIONES COTIDIANAS

Los Hermanos, cuando visitan las iglesias, adoren al Ssmo. Sacramento como
enseñó nuestro Seráfico Padre en su Testamento, y digan:

Te adoramos, Santísimo Señor Jesucristo, aquí y en todas las


iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos porque
por tu santa cruz redimiste al mundo.
Ten piedad de nosotros.

¡Oh sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En él


se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia,
y se nos da una prenda de la futura gloria (Aleluya).
V. Les diste el pan del cielo (Aleluya).
R. Que contiene en sí todo deleite (Aleluya).
Oremos
Señor Jesucristo, que en este Sacramento admirable nos dejaste el
memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados
misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constante-
mente, en nosotros, el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
Amén.

Al salir de la iglesia

Bendita sea la Inmaculada Concepción de María, la Virgen


Madre de Dios.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa
cruz redimiste al mundo. Sagrado Corazón de Jesús, ten
piedad de nosotros.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a
los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo,
121
bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el


principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

El Ángel del Señor anunció a María.


Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios te
salve...
He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve...
El Hijo de Dios se hizo hombre.
Y habitó entre nosotros.
Dios te salve...

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.
Oremos
Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones. Y, al
reconocer, por el anuncio del Ángel, la Encarnación de tu Hijo
Jesucristo, conducidos por su pasión y cruz, lleguemos a la
gloria de su resurrección. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Gloria al Padre (3).

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de


noche, ni de día. No me dejes solo, que me perdería.

Dales, Señor, el descanso eterno.


Y brille para ellos la luz perpetua.
Descansen en paz.
Amén.

122
Tiempo pascual

Reina del cielo, alégrate, Aleluya, por que Cristo, a quien llevaste en tu
seno, Aleluya, ha resucitado según su palabra, Aleluya.
Ruega al Señor por nosotros. Aleluya.

V. Alégrate, Virgen María. Aleluya.


R. Porque ha resucitado el Señor, Ale-luya.

Oremos:
¡Oh Dios!, tú has alegrado al mundo por la resurrección de tu
Hijo, nuestro Señor Jesucristo: concédenos, por la intercesión
de la Virgen María, llegar a las alegrías eternas.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
Gloria al Padre (3)

Consagración a la Virgen Inmaculada: M.I.

Virgen Inmaculada, Madre mía María: yo renuevo a ti, hoy y


para siempre, la consagración de todo mi ser para que Tú
dispongas de mí para el bien de las almas. Sólo te pido, oh
mi Reina y Madre de la Iglesia, que coopere fielmente en tu
misión por el advenimiento del reino de Jesús en el mundo.
Te ofrezco, por lo tanto, oh Corazón Inmaculado de María,
las oraciones, las acciones y los sacrificios de este día (se
dice la intención del mes)...

“Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros que


recurrimos a Ti y por cuantos a ti no recurren,
especialmente por los alejados de la Santa Iglesia y por
cuantos te son encomendados”.
Antes de la meditación

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y


enciende en ellos el fuego de tu amor.

V. Envía tu Espíritu para darnos nueva vida.

123
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Oremos
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con la luz
del Espíritu Santo; concédenos saborear las cosas rectas según
este tu Espíritu, y gozar para siempre de sus consolaciones. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.

Después de la Meditación

V. No a nosotros, Señor, no a nosotros.


R. A tu nombre sea la gloria.
Oremos:
Recibe misericordiosamente, Señor, por las oraciones y
méritos de la Bienaventurada Virgen María, de nuestro
Padre san Francisco y de todos los Santos y Santas, el
homenaje de nuestra sumisión. Y si algo hemos hecho digno
de alabanza, míralo benignamente, y perdona
misericordiosamente lo que hemos hecho con negligencia.
Tú que vives y reinas en Trinidad perfecta, Dios, por los
siglos de los siglos.
R. Amén.

Toda bella eres, María


Toda bella eres, María.
No hay en Ti mancha de pecado original.
No hay en Ti mancha de pecado original.
Tú eres la gloria de Jerusalén.
Tú el gozo de Israel.
Tú eres el honor de nuestro pueblo.
Tú el refugio de los pecadores.
¡Oh María!
¡Oh María!
Virgen prudentísima.
Madre clementísima.
Ruega por nosotros.
Intercede por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.

124
V. En tu Concepción, oh Virgen, Inmaculada fuiste.
R. Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste a luz.
Oremos:
Señor, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen María
preparaste una digna mansión para tu Hijo; y que en virtud de
su muerte la preservaste de toda mancha de pecado, te pedimos
ser purificados por su inter-cesión para que podamos llegar a
Ti, por el mismo Cristo Nuestro Señor.
R. Amén.

Te saludamos, Padre san Francisco, luz para todos, modelo de


los Frailes Menores, espejo de todas las virtudes y camino de
los justos: llévanos de este exilio corporal al reino celestial.

V. Ruega por nosotros, bienaventurado Padre san Francisco.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos:
Señor, Tú que, a través de las abundantes virtudes de nuestro
padre s. Francisco, enriqueces a tu Iglesia con una nueva
familia, concédenos imitarlo en el desprendimiento de las cosas
temporales a fin de participar para siempre en los bienes
celestiales. P.C.N.S. Amén

Bendición al Hermano León

El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su rostro y


tenga piedad de ti; vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor + te bendiga.

Oración de la mañana

Acto de adoración

Te adoro, Dios mío, Te amo con todo mi corazón. Te


doy gracias por haberme creado, hecho cristiano (y
125
religioso) y guardado esta no-che. Te ofrezco las obras de
este día: que sean según tu agrado y para tu mayor gloria.
Guárdame del pecado y de todo mal. Tu gracia esté siempre
conmigo y con todos mis seres queridos.
Dígnate, Señor, recompensar con la vida eterna a los
que nos ayudan por amor a Tu Nombre. Convierte a los
pecadores, consuela a los enfermos, a los tristes y presos en
sus tribulaciones. A los que morirán este día, dales la
salvación. Y que los difuntos, por tu misericordia,
descansen en paz.

Oración de la noche

Acto de adoración

Te adoro, Dios mío, Te amo con todo mi corazón. Te


doy gracias por haberme creado, hecho cristiano (por
haberme dado también la vocación religiosa) y guardado en
este día. Perdona el mal que he cometido hoy. Y acepta las
buenas obras que he realizado. Guárdame en el descanso, y
líbrame de todo mal. Tu gracia esté siempre conmigo y con
todos mis seres queridos.
A los que morirán esta noche, dales la salvación. Y
que los difuntos, por tu misericordia, descansen en paz.

Acto de Fe

Dios mío: yo creo firmemente cuánto tú, Verdad


infalible, has revelado y la santa Iglesia nos propone para
creer. Y expresamente creo en Ti, único Dios verdadero, en
tres Personas iguales y distintas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo, y en tu Hijo encarnado y muerto por nosotros,
Jesucristo, el cual dará a cada uno, según sus méritos, el
premio o la pena eterna. Conforme a esta fe quiero vivir
siempre. Señor, aumenta mi fe.

Acto de Esperanza

Dios mío: espero de tu bondad, por tus promesas y


126
por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor, la vida eterna y
las gracias necesarias para merecerla con las buenas obras
que debo y quiero hacer. Señor, no quede yo confundido
para siempre.
Acto de Caridad

Dios mío: te amo con todo mi corazón, sobre todas


las cosas, a Ti, Bien infinito y nuestra eterna felicidad. Y
por amor a Ti, amo a mi prójimo como a mí mismo, y
perdono las ofensas recibidas.
Señor, haz que te ame cada vez más.
Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los


pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo el
corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que,
por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón
de mis culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Antes del trabajo o del estudio

Tu gracia, Señor, inspire nuestras obras las sostenga y


acompañe; para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su
fuente, y tienda a ti, como a su fin. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Después del trabajo o estudio

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios. Tú que vives y


reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Por los Bienhechores

¡Oh Señor! te suplicamos por cuantos confían en nuestras


oraciones, por cuantos nos han dado la caridad y por amor a
tu Nombre nos ayudan.
127
Tú, que conoces todas sus necesidades y las ansiedades de
sus corazones, atiende a sus peticiones.
Santifica, Señor, su voluntad, bendice su trabajo, guárdales
la salud, sana y alienta a los enfermos, aleja de ellos toda
clase de peligro espiritual y material, y guárdalos siempre en
tu paz, en el amor y en tu sano temor.
Concede el descanso eterno a todos sus Familiares difuntos.
Amén

Oraciones Vocacionales-Sacerdotales

1.- Lleva a cumplimiento la obra

Espíritu Santo Paráclito, lleva a cumplimiento en nosotros


la obra que Cristo comenzó: da firmeza y continuidad a la
oración que hacemos en nombre del mundo entero; activa en
nosotros el momento de una profunda vida interior; da vigor
a nuestro apostolado, que quiere alcanzar a todos los
hombres y naciones, redimidos todos por la Sangre de Cristo
y todos su heredad.
Doblega nuestra natural presunción y condúcenos a la santa
humildad, al verdadero temor de Dios, a la entrega generosa.
Ningún apego terrenal estorbe honrar nuestra vocación;
ningún interese, por cobardía nuestra, entorpezca las exigencias
de la justicia; ningún conjetura impida las infinitas
posibilidades de la caridad en medio de las angustias de los
humanos egoísmos.
En nosotros todo sea grande: la búsqueda y también el culto
de la verdad, la disponibilidad al sacrificio hasta la cruz y la
muerte y todo, en fin, sintonice con la última oración del Hijo al
Padre celestial y con la efusión que de Ti, oh Santo Espíritu de
amor, el Padre y el Hijo desearon para la Iglesia y sus
instituciones, para cada una de las almas y sus pueblos.
(Juan XXIII)

2.- Como el apóstol Pedro

128
Señor, nosotros, como el apóstol Pedro, hemos escuchado
en lo profundo de nuestro ser, tu invitación a abandonar las
tranquilas riberas y seguirte mar adentro, a abandonar las
redes de un oficio humano para ser pescadores de hombres.
Por medio de la Iglesia tú nos has llamado, consagrado,
ungido con tu Espíritu, y enviados por Ti a actuar en tu nombre,
a servir a todos y a cada uno de los miembros del pueblo de
Dios, a fin de que reciban en plenitud tu mensaje y tu vida
divina.
Concédenos, Señor, perseverar incesantemente en la acción
de gracias y atentos a conformar nuestra vida entera a la
santidad de este ministerio.
Señor Jesucristo, Tú nos has dado tu vida para que todos los
hombres se salven y tengan vida en abundancia: mantén en
nosotros el deseo de la salvación de todos aquellos que has
encomendado a nuestro ministerio.
Renueva nuestra disponibilidad a brindar a todos la
reconciliación con Dios y con los hermanos.
Te damos gracias por tu Cuerpo y tu Sangre que nos
concedes ofrecerte cada día por la salvación del mundo,
recibirlo nosotros mismos, darlo a nuestros hermanos y
hermanas y venerar en nuestras iglesias.
No permita, Señor, que nuestro corazón se habitué a este
don: concédenos ver en él tu Amor supremo.
(Juan Pablo II)

3.- Dame la palabra sincera

Tú me has llamado, Señor, para servir a tus discípulos.


No conozco las razones que te han llevado a hacerlo: sólo Tú lo
sabes.
Purifica mi mente y mi corazón; guíame por el camino recto
como lámpara luminosa; dame la palabra sincera cuando
abro la boca; dame lengua clara y desembarazada por medio de
la lengua de fuego de tu Espíritu, y tu presencia me asista
siempre.
Guíame, Señor, y guía conmigo a los demás, de modo que
mi corazón no me desencamine ni a la derecha ni a la izquierda,
sino que tu Espíritu bueno me guíe por el sendero justo para
129
que mis obras se ajusten a tu santa voluntad y así perseveren
hasta el último.
(S. Juan Damasceno)
4.- Agradecimiento por el Sacerdocio

“Te Deum laudámus, Te Dóminum confitémur...”


Te alabamos y Te damos gracias, Señor: la tierra entera Te
adora.
Nosotros, tus ministros, junto con los Profetas y el coro de los
Apóstoles, Te proclamamos Padre y Señor de la vida, de toda
clase de vida que proviene de Ti.
Te reconocemos, oh Trinidad Santísima, cuna y raíz de
nuestra vocación: Tú, Padre, desde la eternidad nos has
pensado, querido y amado; Tú, Hijo, nos has elegido y
llamado a participar de tu único y eterno Sacerdocio;
Tú, Espíritu Santo, nos has colmado con tus dones y nos has
consagrado con tu santa unción.
... Te imploramos: nunca falten sacerdotes santos al servicio del
Evangelio; resuene en todas las Catedrales y en cada rincón del
mundo el himno “Veni, Creátor Spíritus”.
¡Ven, oh Espíritu Santo! Ven a suscitar nuevas generaciones
de jóvenes, dispuestos a trabajar en la viña del Señor, para
difundir el Reino de Dios hasta los extremos confines de la
tierra.
Y Tú, María, Madre de Cristo, que a los pies de la cruz nos
acogiste como hijo predilectos junto con el apóstol Juan, no
dejes de velar por nuestra vocación.
... ¡Oh Cristo, Tú esperanza nuestra!
(Juan Pablo II)

5.- Señor, Padre nuestro!, te pedimos con confianza: bendice


y favorece a nuestra Diócesis y a nuestra Orden Franciscana
con muchos y santos Religiosos y Sacerdotes que te amen
con todo el corazón y que generosamente consagren su vida
entera al servicio de la Iglesia para hacerte conocido y
amado.
Bendice a nuestras familias, bendice a los niños y a los
jóvenes. Escoge en nuestros hogares aquellos que se
necesitan para esta altísima misión.
130
María, Reina del Clero, ruega por nosotros.
San Francisco de Asís, ruega por nosotros.

6.- Ven, y sígueme

Señor Jesús, así como llamaste un día a los primeros


discípulos para hacerles pescadores de hombres, continúa,
también ahora, haciendo resonar tu dulce invitación: ¡Ven, y
sígueme!
Da a los jóvenes y a las jóvenes la gracia de responder
prontamente a tu voz.
Sostén, en sus fatigas apostólicas, a nuestros obispos,
sacerdotes y personas consagradas.
Da la perseverancia a nuestros seminaristas y a todos los
que están realizando un ideal de vida totalmente consagrado
a tu servicio. Suscita en nuestra comunidad el espíritu
misionero. Manda, Señor, operarios a tu mies y no permitas
que la humanidad se pierda por falta de pastores, de
misioneros, de personas entregadas a la causa del Evangelio.
María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación,
ayúdanos a decir sí al Señor que nos llama a colaborar en el
designio de salvación. Así sea. (Juan Pablo II)

EUCARISTÍA

“Mientras Moisés tenía alzadas las manos (para orar), prevalecía


Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec” (Ex. 17,11).

“Besándoos los pies y con la caridad que puedo, os suplico a todos


vosotros, Hermanos, que tributéis toda reverencia y todo honor,
cuanto sea posible, al santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor
Jesucristo, en quien todas las cosas que hay en cielos y tierra han
sido pacificadas y reconciliadas con el Dios omnipotente” (S. Francisco:
Carta a toda la Orden)

Alma de Cristo, santifícame.


Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
131
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame, y mándame ir a ti,
para que con tus Santos te alabe por los siglos de los
siglos. Amén.

Aquí me tienes, mi amado y buen Jesús, postrado en tu


presencia: te ruego, con todo el fervor de mi alma, que te
dignes grabar en mi corazón vivos sentimientos de fe,
esperanza y caridad, verdadero arrepentimiento de mis
pecados, y firme propósito de enmienda. Mientras tanto, yo
considero dentro de mi alma, y contemplo tus cinco llagas
con gran afecto y dolor, teniendo presente lo que en tu boca,
buen Jesús, ponía el profeta David: “Han abierto mis manos
y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos” (Salmo 21,17).
Estupor de s. Francisco ante la Eucaristía
(Carta a toda la Orden)

¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el


mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios
vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote!
¡Oh celsitud admirable, y condescendencia asombrosa! ¡Oh
sublime humildad, oh humilde sublimidad: el Señor del
mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el
punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una
pequeña forma de pan!
Después de la Comunión - Transfige (s. Buenaventura)

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor, lo más íntimo de mi


alma con el dardo suavísimo y saludable de tu amor, con la
más pura y verdadera caridad, tal como la que llenaba el
corazón de los Apóstoles, a fin de que desfallezca y se
derrita sólo en amor hacia ti y en el deseo de poseerte. Haz
132
que suspire por tu gloria y desee verme libre de este cuerpo
de corrupción, y unirme a ti íntimamente.
Concédeme que mi alma tenga sed de ti, ¡oh Pan de los
Ángeles!, alimento de las almas santas, pan nuestro de cada
día, lleno de fuerza, de dulzura y suavidad, que hace sentir
las delicias de su celestial sabor a cuantos con él se
alimentan
¡Oh Jesús!, a quien los Ángeles desean siempre
contemplar, haz que mi corazón tenga sin cesar hambre de
ti, que se alimente de ti y que lo más íntimo de mi alma sea
regalado con la dulzura de tus celestiales delicias. Que mi
corazón tenga siempre sed de ti, ¡oh fuente de vida,
manantial de sabiduría y de ciencia, río de eterna luz,
torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios!
Haz, Señor, que mi alma no ambicione otra cosa que
poseerte, que te busque y que te encuentre, que a ti se dirija
y a ti llegue; que no piense sino en ti, que no hable sino de
ti, y todo cuanto haga lo encamine a honra y gloria de tu
santo Nombre.
Otórgame la humildad y discreción que necesito; que
desee tus bienes hasta llenarme de ellos; que sea generoso y
ardiente en mis buenos propósitos y que así persevere hasta
el fin de mi vida.
Seas siempre solo tú, ¡oh Jesús!, mi única esperanza, la
fuente de mi confianza, mi tesoro, mi encanto, mi amor, mi
alegría, mi descanso, mi tranquilidad, mi paz y suavidad, el
delicado perfume de mi alma, mi dulzura, mi refugio y mi
sostén, mi ayuda, mi sabiduría, mi herencia, mi bien y mi
riqueza. Que solo en ti, oh Jesús, estén siempre fijos mi
espíritu y mi corazón, afianzados y arraigados en ti. Así sea.

Acción de gracias (s. Tomás de Aquino)

Te doy gracias, Señor, Dios todopoderoso y eterno,


porque, aunque yo sea un siervo pecador y sin mérito
alguno, has querido alimentarme misericordiosamente con
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

133
b)- Que esta sagrada Comunión no se torne para mí motivo
de castigo, sino causa de perdón y de salvación. Que sea
para mí armadura de fe, escudo de buena voluntad; que me
libre de todos mis vicios y me ayude a superar mis pasiones
desordenadas; que aumente mi caridad y mi paciencia, mi
obediencia y mi humildad y mi capacidad para hacer el
bien; que sea defensa inexpugnable contra todos mis
enemigos, visibles e invisibles, y guía de todos mis
impulsos y deseos.
Que me una más íntimamente a Ti, el único y verdadero
Dios, y me conduzca con seguridad al banquete del cielo,
donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres luz
verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable y
felicidad perfecta. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

c)- María Virgen y Madre santísima : he recibido a tu Hijo


Jesucristo, a quien concebiste en tu seno inmaculado, diste a
luz, amamantaste y arrullaste en tu seno inmaculado. Ahora
vengo a ti, con él dentro de mi corazón, para pedirte
humildemente que me enseñes a amarlo como tú lo amas, y
para que sepa ofrecerlo, como tú, al Padre eterno por mis
necesidades y las de todo el mundo.
Intercede por mí, Madre llena de amor, para que obtenga
yo el perdón de todos mis pecados, la gracia de servir a
Cristo con mayor fidelidad, de ahora en adelante, y el don
de la perseverancia final, para que pueda alabarlo, en tu
compañía, por todos los siglos. Amén.
Oración (Clemente XI, Papa)

Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza;


espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianzas; te
amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero;
estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
Te adoro, Señor, porque eres mi creador, y te anhelo,
porque eres mi fin; te alabo, porque no te cansas de hacerme
el bien y me refugio en ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija, y tu justicia me

134
reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me
defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos: ayúdame a pensar
en ti; te ofrezco mis palabras: ayúdame a hablar de ti; te
ofrezco mis obras: ayúdame a cumplir tu voluntad; te
ofrezco mis penas: ayúdame a sufrir por ti.
Todo lo que tú quieres, Señor, lo quiero yo, precisamente
porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el
tiempo que lo quieras.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que
fortalezcas mi voluntad, que purifiques mi corazón y
santifiques mi espíritu.
Hazme llorar, Señor, mis pecados, y rechazar las
tentaciones, vencer mis inclinaciones al mal y cultivar las
virtudes.
Dame tu gracia, Señor, para amarte y olvidarme de mí,
para buscar el bien de mi prójimo sin tenerle miedo al
mundo.
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores,
comprensivo con mis inferiores, solícito con mis amigos y
generoso con mis enemigos.
Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer, con
generosidad la avaricia, con amabilidad la ira, con fervor la
tibieza.
Que yo sepa tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor
en los peligros, paciencia en las dificultades, sencillez en los
éxitos.
Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer,
responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza del alma, a ser modesto
en mis actitudes, ejemplar en mi trato con el prójimo y
verdaderamente cristiano en mi conducta.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para
fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus
mandamientos y obtener tu salvación.
Concédeme, Señor, una buena preparación para la
muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno
y obtener tu gloria.
135
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Preparación para la Misa

1. Madre de piedad y de misericordia , bienaventurada Virgen


María, estoy consciente de ser indigno y muy pecador:
acudo a ti con toda mi alma y con toda mi devoción, e
invoco tu piedad para que, así como estuviste presente al pie
de la cruz en la agonía de tu Hijo predilecto, también
dígnate asistirme a mí, indigno siervo de Dios, y a todos los
sacerdotes que hoy ofrecerán el sacrificio eucarístico aquí y
en toda la santa Iglesia, para que, asistidos con tu
benevolencia, podamos ofrecer una hostia digna y agradable
a la suma y santísima Trinidad. Amén.

2. Oh bienaventurado san José, a ti fue concedido no


solamente ver y escuchar a Dios, a quien los reyes desearon
ver y no pudieron ver, desearon escuchar y no pudieron
escuchar; pero tú pudiste abrazarlo, besarlo, vestirle y
custodiarlo. Ruega por nosotros.
Dios mío, tú que nos has otorgado el sacerdocio regio,
atiende a nuestra súplica, para que, así como el
bienaventurado s. José mereció tocar y cargar con
reverencia a tu Hijo Unigénito, nacido de la Virgen María;
concédenos acercarnos con corazón puro y conducta
intachable a tu santo altar para recibir hoy dignamente el
Cuerpo y la Sangre de tu sacratísimo Hijo, y merezcamos
recibir en el futuro el premio eterno.
3. Quiero hoy celebrar la santa Misa, y consagrar el Cuerpo
y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, según la fe y el rito
de la santa Iglesia Romana, en alabanza de Dios
omnipotente y de todos los santos y ángeles del cielo, y
también para mi provecho y el de todos mis hermanos los
bautizados, por aquellos que se han encomendado a mis
oraciones en general o directamente, y por toda la Iglesia
santa de Dios

* Cuerpo humano verdadero, de la Virgen María nacido.


136
En la cruz has padecido por el hijo del pecado.
Agua y sangre ha emanado el costado traspasado.
Tu cuerpo florecido alimente nuestra vida antes de la partida.
¡Oh Jesús amable!
¡Oh Jesús piadoso!
¡Oh Jesús, Hijo de María!

* ¡Hostia de salvación, que abres las puertas del cielo!


Fortalece y socorre nuestras almas, asediadas por fuerzas
enemigas.
Glorificada sea para siempre la eterna Dei-dad, que es una y
trina, y que ella finalmente nos conceda, en la patria sin fin,
vida infinita. Amén.

* Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo


estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo y se rinde totalmente al
contemplarte.
2. Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta
con el oído para creer con firmeza: creo todo lo que ha dicho el Hijo
de Dios. Nada es más verdadero que esta palabra de verdad.

3. En la cruz se escondía sólo la divinidad. Pero aquí también se


esconde la humanidad: yo creo y confieso ambas cosas, y pido lo que
pidió el ladrón arrepentido.
4. No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi
Dios; haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere, que te ame.
5. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que da la vida al
hombre: concédele a mi alma que de ti viva, y que siempre saboree tu
dulzura.
6. Señor Jesús, bondadoso pelícano: límpiame, a mi inmundo, con tu
sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al
mundo entero.
7. Jesús, a quien ahora veo oculto: te ruego que se cumpla lo que tanto
ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.
* Jesús, dulce nombre, que alegra el alma: pero tu real presencia es
137
más dulce que toda potencia.
Nada se canta mejor, nada se oye con más ardor, nada se piensa con
más dulzura que no sea Jesús, hijo de Dios.
Jesús, esperanza de los penitentes, ¡cuán piadoso con los suplicantes,
cuán bondadoso con los inquirentes! Pero, ¿qué reciben los que te
encuentran?
La lengua no puede decirlo ni la escritura expresarlo: sólo el experto
puede sentir lo que es amar a Jesús.
Seas, Jesús, nuestro gozo, tú nuestra recompensa: en ti nuestra gloria
por los siglos futuros. Amén.

BENDICIÓN EUCARÍSTICA

[Se introduce siempre con un canto eucarístico]

Tántum ergo Sacra-méntum venerémur cérnui, et antíquum


documentum novo cédat rítui, praéstet fides supplementum sénsuum
deféctui. Genitori Genitóque láus et iubilátio, sálus, hónor, vírtus
quóque sit et benedíctio: procedénti ab utróque cómpar sit laudátio.
Ámen.

V. Les diste el pan del cielo. (Aleluya).


R. Que contiene en sí todo deleite. (Aleluya).

Oremos
Señor Jesucristo: que en este Sacramento admirable nos dejaste el
memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los
sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que
experimentemos constante-mente en nosotros el fruto de tu
redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
138
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la gran Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, virgen y madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Señor, danos sacerdotes.
Señor, danos santos sacerdotes.
Señor, danos muchos santos sacerdotes.
Señor, danos religiosos y religiosas santas.
Señor, danos hogares santos.

(Canto eucarístico)
Adoración

[Textos para interiorizar las palabras de Jesús sobre el misterio del Pan de
vida eterna, y para tomar conciencia de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, necesitamos un tiempo para descubrir y acoger la
presencia de Cristo en la eucaristía: Jn. 6,27-35; Jn. 6.53-58; Lc. 24,13-35]

Sigue un tiempo prolongado de adoración silenciosa, que se concluye con las


siguientes aclamaciones y súplicas a Cristo.

Cuerpo de Cristo, engendrado por nosotros de María


Virgen:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Cuerpo de Cristo, sacrificado en la cruz:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Cuerpo de Cristo, resucitado del sepulcro:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Sangre de Cristo, precio de nuestro rescate:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Sangre de Cristo, precio de la nueva alianza:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Sangre de Cristo, bebida de vida eterna:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
139
Corazón de Cristo, traspasado por la lanza:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Corazón de Cristo, rico en misericordia:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Corazón de Cristo, fuente de caridad:
R. a ti alabanza y gloria por los siglos.
Pan vivo bajado del cielo:
R. danos tu salvación.
Palabra viva del Padre:
R. danos tu salvación.
Manantial del Espíritu Santo:
R. danos tu salvación.
Esposo de la santa Iglesia:
R. danos tu salvación.
Redentor del mundo:
R. danos tu salvación.
Amigo de los humildes y de los pobres:
R. danos tu salvación.
El día de tu última venida:
R. danos tu salvación.

CONFESIÓN

La Penitencia es el sacramento del abrazo del Padre, y de la misericordia y


del amor de Dios. Así lo expresa la parábola del hijo pródigo: ‘Celebremos
una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
perdido y ha sido hallado’. (Lc. 15,11-32).

La Confesión y la contrición, son las dos alas del Águila que desde las
alturas ve los animalitos en la tierra. Cada ala tiene cuatro plumas.
Las plumas de la Confesión son: humillarse con la mente y con el cuerpo
delante el sacerdote; acusar completa y minuciosamente los propios
pecados; determinar las circunstancias de los pecados, en correspondencia
a estas preguntas: “¿Quién? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Por medio de quién?
¿Cuántas veces? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?”; aceptar respetuosa y
prontamente la penitencia. (S. Antonio)

Practica, pues, tu confesión muy a menudo, y prográmala con seriedad,


teniendo presente los cinco requisitos para que el Sacramento sea válido y
provechoso, es decir:

140
¿POR QUE ME CONFIESO?

‘Iré a mi Padre, y le diré...’


 me siento pecador,
 deseo recibir el perdón de Dios,
 quiero ser mejor y santificarme.

Examen: ¿Qué es que mueve tu vida: el amor de Dios


que te torna libre, o la búsqueda de tu egoísmo?
¿Cuánto tiempo dedicas a Dios durante el día para
orar, meditar, contemplar? ¿Rezas con devoción el
Oficio Divino? ¿Dejas de rezarlo?
¿Cómo te preparas para la Misa y cómo la vives? ¿Tu
Comunión, tiene consecuencias durante la jornada?
¿Eres lo suficientemente vigilante para escuchar la
voz de Dios que te habla a través de los horarios,
compromisos, pastoral, estudio y recreación?
¿Cultivas la semilla que está dentro de ti? ¿Te aceptas
a ti mismo y tus limitaciones? ¿Eres agradecido, o te
quejas con Dios y por todo? ¿Con que seriedad y
fidelidad llevas a cabo tus votos y tus
responsabilidades: vida de oración, formación
espiritual y santificación, pastoral, estudio, pobreza,
castidad, silencio, disciplina, deporte?
¿Tienes conciencia de que tú mismo debes ser el
autor de tu propia madurez y del cambio llevado
adelante con amor y con el apoyo de Cristo? Tu
comportamiento dentro de la Fraternidad ¿favorece a
la comunión, o a la división? ¿Eres amable, o quieres
sobreponerte? ¿Hasta qué punto te sientes
responsable por tus hermanos? ¿Criticas? ¿Te omites
frecuentemente?
¿Has aprendido a ser dueño de tu cuerpo entero, o
eres esclavo de tus apetitos, sentimientos y pasiones?
¿Qué objetivo le das a tus ‘miradas y pensamientos’?
¿Juegas con los sentimientos de las demás personas?
Si quieres ser fiel a tu castidad consagrada ¿estás
vigilando con prudencia y modestia religiosa acerca
de los espectáculos, conversaciones, miradas
ambiguas, falta de pudor en el vestir, deseos, y cosas
por el estilo?
141
¿Qué grado y que clase de purificación oblativa
practicas? ¿Sientes la necesidad de confrontarte a
diario con la Palabra de Dios, el Magisterio, la Regla y
las Constituciones? ¿Te cuestionas, o no le paras?
¿Los desconoces?
La obediencia ¿la practicas también cuando te parece
indebida y fuera de moda? Para practicar la
obediencia y la pobreza franciscana ¿pides siempre
permiso a los superiores o te sientes independiente en
todas tus iniciativas, hasta en las que te parecen
mínimas? ¿Te sientes fraternalmente responsable por
el crecimiento de la fe de los demás? ¿Estás
entregado a la Fraternidad? ¿Por qué no? ¿Hay en ti
algo que te amarra afuera y no te deja libre y
disponible?
Tu pastoral, ¿está motivada por el celo de ver a Cristo
vivir en cada corazón? ¿Te mortifica saber y ver que el
Pueblo de Dios no tiene urgencias ‘eternas’? ¿Te
interesas por las urgencias de la Orden, Provincia y
seminario y de la Iglesia?
En vista de tu consagración y voto de pobreza, y en
vista de las muchas carencias del pueblo en general,
¿tus exigencias y costumbres crees que son justas o
rebosan los límites del estilo franciscano? ¿Tienes
cuidado sumo de los útiles, comida, agua y luz,
teléfono, habitación y todo lo demás que San
Francisco te facilita con grande generosidad para que
tú seas santo?
¿No te preocupa el pensar encontrar a algún fraile o
sacerdote que no tenga suficiente conocimiento y
asimilación de la ‘Palabra’ que deberá transmitir?
¿Con cuánto celo estudias y te preparas para ejercer
bien tu ministerio apostólico?
¿Sientes mucha apatía? ¿Practicas a menudo tu
confesión para crecer en gracia? ¿Te aconsejas con tu
Padre espiritual?

Acércate al sacerdote, y dile:

Ave María purísima...


Padre, he pecado, quiero cambiar mi vida.
142
Mi última confesión la hice (...) días atrás.
Mis pecados son los siguientes...
Confiesa tus pecados, y escucha la orientación del sacerdote, el cual te da
también alguna penitencia por cumplir. Después puedes concluir con el
Acto de contrición u otra expresión de arrepentimiento.
--------------------------------------------------

[S. Bernardo asegura que examinándonos por la mañana y por la noche, y


estableciendo para nosotros mismos, mañana y noche, determinadas normas
de conducta, evitaremos toda clase de transgresión.

“El examen cotidiano de conciencia es el medio más eficaz para saber cómo
marcha la vida espiritual en el transcurso del día,- y para remover los
obstáculos que impiden o atrasan el progreso en la virtud, y también para
conocer cuáles son los medios más idóneos para alcanzar mayores y
mejores frutos y pedir del Padre Celestial indulgencia para nuestras
debilidades” (Pío XII)]
---------------------------------------------------------
Los 7 Salmos Penitenciales:
Salmo: 6 - 31 - 37 – 50 – 101 – 129 – 142

ORACIÓN DEL BUEN HUMOR

Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que


digerir. Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor
necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que
sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste
ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas
de nuevo en orden.

Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las


murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que
sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama
YO. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia
de comprender las bromas, para que conozca en la vida un
poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea.
(Santo Tomás Moro)

A CRISTO CRUCIFICADO

143
“No quiero gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por
la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el
mundo”. (Gal. 6,14).

Oración de san Francisco ante el crucifijo

¡Oh alto y glorioso Dios! Ilumina las tinieblas de mi


corazón, y dame fe recta, esperanza cierta y caridad
perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu
santo y veraz mandamiento.

¡OH ALTO Y GLORIOSO DIOS! Padre de toda


criatura, Tú que eres el Altísimo, el Absoluto, a cuyo
servicio y honor todo está directamente ordenado, y
también nuestras facultades humanas.
ILUMINA LAS TINIEBLAS DE MI CORA-ZON, dulce
luz del alma, que nos conduces a la unidad del origen
divino, Espíritu Santo, esplendor Eterno: aumenta en
mí tu claridad.
DAME FE RECTA, Verbo Eterno y Encarnado,
Revelador: concédeme creer sólo en Ti, y en Ti
solamente, Padre, Hijo y Espíritu Santo dirigir todo
mi pensamiento, y juicio, Tú, único y sumo bien, de
quien deriva todo bien, Sabiduría y Amor, fin y única
razón de mi vida.
ESPERANZA CIERTA de recibir de Ti solamente todo mi
gozo, solamente en Ti afecto, todo cálido deseo del
corazón y hacia Ti todos mis deseos, y frémitos...
CARIDAD PERFECTA en el obrar por amor de tu amor,
así como Tú te has dignado morir por amor de mi
amor: todo mi obrar se realice en Ti
DAME, SEÑOR, SENTIDO Y CONOCIMIENTO para
que todo mi entendimiento y juicio sean puros, es
decir, dirigidos hacia un único objetivo: vivir en Ti y
a Ti volver. ¡Me hace falta tu casa, Señor!
PARA CUMPLIR TU SANTO Y VERAZ
MANDAMIENTO y de esta manera conformarme
perfectamente a Ti, con mis pensamientos, afectos,
144
actitudes, y obras, sin distracciones, adulaciones,
desviaciones y compromisos para servirte, amarte,
adorarte, y honrarte con puro corazón y mente pura.
Súplica ‘Absórbeat’ (s. Francisco)
Adhesión a Dios

Te ruego, Señor, que la abrasadora y dulce


Fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que
hay bajo el cielo, para que yo muera por amor de tu amor,
así como Tú te dignaste morir por amor de mi amor.

De la ‘Carta a toda la Orden’ (s. Francisco)

Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios,


concédenos por ti mismo a nosotros, miserables, hacer lo
que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purgados, iluminados
interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en
perfecta Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y estás
revestido de gloria, Dios omnipotente, por todos los siglos
de los siglos. Amén.

Oración simple (s. Francisco)

Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:


Donde hay odio, que yo lleve el amor.
Donde hay ofensas, que yo lleve el perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la unión.
Donde hay duda, que yo lleve la fe.
Donde hay error, que yo lleve la verdad.
Donde hay desesperación, que yo lleve la esperanza.
Donde hay tristeza, que yo lleve la alegría.
Donde hay tinieblas, que yo lleve la luz.

Oh Maestro: haz que yo no busque tanto:


Ser consolado, sino consolar; ser comprendido, sino
145
comprender; ser amado, sino amar: porque es, dando que
se recibe; perdonando, que se es perdonado; muriendo,
que se resucita para la vida eterna.

Alabanzas a Dios altísimo (s.Francisco)


“Te Deum” franciscano

Tú eres Santo, Señor Dios único, el que hace maravillas.


Tú eres el fuerte, tú eres el grande, tú eres el altísimo,
Tú eres el rey omnipotente;
Tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses;

Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y


verdadero.
Tú eres el amor, la caridad;
Tú eres la sabiduría, Tú eres la humildad,
Tú eres la paciencia, Tú eres la hermosura,

Tú eres la mansedumbre, Tú eres la seguridad,


Tú eres la quietud, Tú eres el gozo,
Tú eres nuestra esperanza y alegría,
Tú eres la justicia, Tú eres la templanza,
Tú eres toda nuestra riqueza y abundancia...
Tú eres la hermosura, Tú eres la mansedumbre,
Tú eres el protector, Tú eres nuestro custodio y defensor,
Tú eres la fortaleza, Tú eres el refrigerio.

Tú eres nuestra esperanza, Tú eres nuestra fe,


Tú eres nuestra caridad, Tú eres toda nuestra dulzura,
Tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable Señor,
Omnipotente Dios, misericordioso Salvador.

Paráfrasis del Padrenuestro (s. Francisco)

Santísimo Padre Nuestro: creador, redentor, consolador y


salvador nuestro.
Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos;
146
iluminándolos para conocer, porque tú, Señor, eres la luz;
inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor;
habitando en ellos y colmándolos para gozar, porque tú,
Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien
procede, sin quien no hay bien alguno.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu


noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de la
majestad y la hondura de los juicios.
Venga a nosotros tu reino: para que reines tú en nosotros
por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde se halla la
visión manifiesta de ti, el perfecto amor a ti, tu dichosa
compañía, la fruición de ti para siempre.

Hágase tu voluntad como en el cielo, también en la tierra:


para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre
en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la
mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando
en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, empleando
todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo
en servicio de tu amor y no de otra cosa; y para que amemos
a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a
todos, según podamos, a tu amor, alegrándonos de los
bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en
los males y no ofendiendo a nadie.

El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor


Jesucristo. Dánosle hoy: para que recordemos,
comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto
por nosotros dijo, hizo y padeció.

Y perdónanos nuestras ofensas: por tu inefable misericordia,


por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos
e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden: y lo


que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que
plenamente lo perdonemos, para que por ti amemos de
147
verdad a los enemigos y a favor de ellos intercedamos
devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y
para que procuremos ser en ti útiles en todo.

Y no nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta,


imprevista o insistente.

Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.

Alabanzas para todas las horas (s. Francisco

Santo, santo, santo Señor Dios omnipotente, el que es, y el


que era, y el que ha de venir.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Digno eres, Señor Dios nuestro, de recibir la alabanza, la


gloria, el honor y la bendición.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Digno es el cordero que ha sido degollado de recibir el


poderío, y la divinidad, y la sabiduría, y la fuerza, y el
honor, y la gloria, y la bendición.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo:


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Bendecid al Señor todas las obras del Señor:


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que teméis a


Dios, pequeños y grandes.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Alaben al que es glorioso, los cielos y la tierra.


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

148
Y todas las criaturas del cielo y de la tierra, y las que están
bajo la tierra y el mar, y todo lo que hay en él:
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Como era en el principio y ahora y siempre por los siglos de


los siglos. Amén.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.
Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, todo bien,
sumo bien, bien total, que eres el solo bueno, a ti te
tributemos toda alabanza, toda gloria, toda gracia, todo
honor, toda bendición, y te restituyamos todos los bienes.
Hágase. Hágase. Amén.

Oración para dar las gracias (s. Francisco)

Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, Padre


santo y justo, Señor rey de cielo y tierra, te damos gracias
por ti mismo, pues por tu santa voluntad, y por medio de tu
único Hijo con el Espíritu Santo, creaste todas las cosas
espirituales y corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y
semejanza, nos colocaste en el paraíso. Y nosotros caímos
por nuestra culpa.
Y te damos gracias porque, al igual que nos creaste por
tu Hijo, así, por el santo amor con que nos amaste, quisiste
que El, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la
gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María, y quisiste
que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz, y
sangre, y muerte.
Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo ha de
venir en la gloria de su majestad arrojar al fuego eterno a los
malditos, que no hicieron penitencia y no te conocieron a ti,
y a decir a todos los que te conocieron y adoraron y te
sirvieron en penitencia: Venid, benditos de mi Padre;
recibid el reino que os está preparado desde el origen del
149
mundo.

Comunión de los Santos en la alabanza


(s. Francisco)

Padre santo, por tu amor, suplicamos humildemente


a la gloriosa y beatísima siempre Virgen María, a los
bienaventurados Miguel, Gabriel y Rafael y a todos los
coros de los bienaventurados serafines, querubines, tronos,
dominaciones, principados, potestades, virtudes, ángeles,
arcángeles; a los bienaventurados Juan Bautista, Juan
Evangelista, Pedro, Pablo y a los bienaventurados patriarcas,
profetas, inocentes, apóstoles, evangelistas, discípulos,
mártires, confesores, vírgenes; a los bienaventurados Elías y
Enoc y a todos los santos que fueron, y serán, y son, les
suplicamos humildemente, por tu amor, que, como te
agrada, por estas cosas te den gracias a ti, sumo Dios
verdadero, eterno y vivo, con tu queridísimo Hijo nuestro
Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén. ¡Aleluya!

Canto de la Criatura enamorada


(s. Francisco)

Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma,


con toda la mente, con toda la fuerza y poder, con todo el
entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño,
con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los
deseos y quereres, al Señor Dios, que nos dio y nos da a
todos nosotros todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida;
que nos creó, nos redimió y por sola su misericordia nos
salvará; que nos ha hecho y hace todo bien a nosotros,
miserables y míseros, pútridos y hediondos, ingratos y
malos.
Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra
queramos, ninguna otra nos agrade y deleite, sino nuestro
150
Creador, y Redentor, y Salvador, solo verdadero Dios, que
es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo bien;
que es el solo santo, justo, veraz, sano y recto: que es el solo
benigno, inocente, puro; de quien, y por quien nos viene, y
en quien está todo el perdón, toda la gracia, toda la gloria de
todos los penitentes y justos, de todos los bienaventurados
que gozan juntos en los cielos.
Nada, pues, impida, nada separe, nada se interponga;
nosotros todos, dondequiera, en todo lugar, a toda hora y en
todo tiempo, todos los días y continuamente, creamos
verdadera y humil-demente y tengamos en el corazón y
amemos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y ben-
digamos, glorifiquemos y sobre exaltemos, engrandezcamos
y demos gracias al altísimo y sumo Dios eterno, trinidad y
unidad, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo, creador de todas las
cosas y salvador de todos los que en El creen y esperan y lo
aman; que, sin principio y sin fin, es inmutable, invisible,
inenarrable, inefable, incomprensible, inescrutable, bendito,
loable, glorioso, sobresaltado, sublime, excelso, suave,
amable, deleitable y sobre todas las cosas todo deseable por
los siglos. Amén.

Cántico de las criaturas (s. Francisco)

Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas,


la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden y ningún hombre es digno
de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente


el señor hermano Sol, el cual es día y por el cual nos
alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor: de ti, Altísimo,
lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas: en


el cielo las has formado luminosas, y preciosas, y bellas.

151
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire, y
el nublado, y el sereno, y todo tiempo, por el cual a tus
criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy


útil, y humilde, y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego por el cual


alumbras la noche: y él es bello, y alegre, y robusto, y
fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,


la cual nos sustenta y gobierna y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierbas.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu


amor y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz, pues por ti,
Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte


corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!


Bienaventurados aquellos a quienes encontrará en tu
santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor y dadle gracias y servidle con


gran humildad.

Adhesión a Dios (s. Francisco)


Carta a todos los Fieles
¡Oh, cuán glorioso es tener en el cielo un padre santo
y grande! ¡Oh, cuán santo es tener un esposo consolador,
hermoso y admirable! ¡Oh, cuán santo y cuán amado es
tener un tal hermano e hijo agradable, humilde, pacífico,
dulce y amable y más que todas las cosas deseable! El cual

152
dio su vida por sus ovejas y oró al Padre por nosotros,
diciendo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me
diste. Padre, todos los que me diste en el mundo, tuyos eran
y me los diste a mí. Y las palabras que me diste, se las di; y
ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que de ti
salí y creyeron que tú me enviaste; ruego por ellos y no por
el mundo; bendícelos y conságralos. También yo me
consagro por ellos, para que ellos sean consagrados en la
unidad, como nosotros somos uno. Y quiero, Padre, que
donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean
mi gloria en tu reino. Amén.

A Dios Padre (s. Antonio)

1. Repara en nosotros, Padre, que hemos sido la causa de la


muerte de Jesucristo, tu Hijo. Por su nombre, como Él
mismo nos ha ensañado, te pedimos que vengas a nosotros,
porque sin ti no podemos vivir. Tú eres bendito por los
siglos. Amén.

2. No considera, Padre, nuestros pecados. Más bien, mira al


rostro de tu Cristo, cubierto de esputos por causa de nuestras
culpas, desfigurado por causa de las bofetadas y lagrimas,
para poder reconciliar contigo a nosotros, pecadores. Él te
muestra su rostro para que tú, mirándolo, seas propicio con
nosotros, que hemos sido la causa de su Pasión. Tú eres
bendito por los siglos. Amén.
Santísima Trinidad (s. Maximiliano Kolbe)

Te adoro, Padre nuestro celestial, porque has


engendrado a tu Hijo Unigénito en el seno purísimo de
María.
Te adoro, Hijo de Dios, porque te has dignado
habitar en el seno de María, y te has tornado Hijo suyo
verdadero y real.
Te adoro, Espíritu Santo, porque te has dignado
formar el cuerpo del Hijo de Dios en el seno inmaculado de
María.
153
Te adoro, Trinidad Santísima, Dios uno en la
Trinidad Santa, por haber enaltecido a la Inmaculada de una
manera tan divina.
Y yo, todos los días, desde mi despertar, no cesaré
jamás de adorarte humildemente, oh Trinidad divina,
postrado en tierra, repitiendo tres veces: Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Cristo, Mediador de nuestra alabanza


(s. Francisco)

Padre santo: porque todos nosotros, míseros


pecadores, no somos dignos de nombrarte, imploramos
suplicantes que nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo amado, en
quien has hallado complacencia, junto con el Espíritu Santo
Paráclito te dé gracias por todo como a ti y a Él mismo le
agrada, Él que te basta para todo y por quien tantas cosas
nos has hecho. ¡Aleluya!
(s. Antonio)
Señor Jesús, transfórmanos en tierra buena y fértil,
tierra que reciba la semilla de tu gracia y haga madurar
dignos frutos de penitencia, de tal modo que, con tu auxilio,
merezcamos vivir para siempre en tu gloria. Bendito eres
por los siglos. Amén.
(s. Antonio)
Señor Jesucristo, te suplicamos: concédenos el amor
a ti y al prójimo; tórnanos hijos de la luz, líbranos de las
caídas en el pecado y de las tentaciones del maligno, para
que podamos merecer ser admitidos en la gloriosa luz de tu
rostro. Con tu ayuda, tú que eres bendito y glorioso por los
siglos. Amén.

AL ESPÍRITU SANTO

Veni, Creátor Ven, Espíritu Santo creador,


Spíritus, méntes / ven a visitar el corazón: / y
tuórum vísita: llena con tu gracia, viva y

154
imple supérna grátia eficaz/ nuestras almas que tú
quae tu creásti péctora. creaste por amor.

2. Qui díceris
Tú, a quien llaman gran
Paráclitus, Altíssimi
Consolador, / don de Dios
donum Déi, Altísimo y Señor, / eres
fons vivus, ígnis, vertiente viva, fuego que es
cáritas, et spiritalis amor, / de los dones del Padre el
únctio. dispensador.

3. Tu septifórmis
múnere, dígitus patérnae Tú, Dios, que plenamente te nos
déxterae, Tu rite das, / dedo de la mano
promíssum Pátris, paternal, / eres tú la promesa
sermóne díctans gúttura que el Padre nos dio; / tu
palabra enriquece hoy nuestro
cantar.
4.Accénde lúmen
sénsibus, infúnde
amórem córdibus, Los sentidos tendrás que
infírma nóstri córporis iluminar, / nuestro corazón
virtute fírmans pérpeti. infla-marás/ y nuestro cuerpo,
frente a toda tentación, / con la
5. Hóstem repellas fuerza constante ven a reinar.
lóngius, pacémque dónes
Aparta de nosotros la opresión, /
prótinus: ductóre sic te
tu paz danos pronto, sin tardar. /
praévio, vitémus ómne Y siendo nuestro guía, nuestro
nóxium. conductor, / evitemos, así
cualquier error o mal.
6.Per te sciámus
da Pátrem, noscámus Danos a nuestro Padre
atque Fílium, conocer, / a Jesús, al Hijo,
teque utriúsque Spíritus comprender, / y a ti, Dios
credámus ómni témpore. que procede del mutuo amor,
/ te creamos con sólida y
7.Déo Pátri sit glória, ardiente fe.
et Fílio qui a mórtuis
Alabemos al Padre, nuestro
surréxit, ac Paráclito, Dios, / y a su Hijo que
in saeculórum saécula. rescató; / también al Santo
155
Ámen. Espíritu consolador, / por los
siglos de los siglos gloria y
bendición. /Amén.

Veni, Sáncte Spíritus, * Ven, Espíritu Santo, manda de


et emítte caélitus los cielos un rayo de tu luz.
lúcis tuae rádium.
Ven, Padre de los pobres,
2. Veni, Páter páuperum, don en tus dones espléndido;
veni dátor múnerum, ven, luz que penetra el alma.
veni lúmen córdium.
Fuente de gran consuelo.
3. Consólator óptime, Ven, dulce huésped del alma,
dulcis hóspes ánimae, ven, dulce descanso.
dulce refrigérium.
Brisa en las horas de fuego,
4. In labóre réquies, gozo que enjuga las lágrimas
in aéstu tempéries, y reconforta en los duelos.
in flétu solátium.
Oh divina luz, entra hasta el
5. O lux beatíssima, fondo del alma, y
réple córdis íntima enriquécenos.
tuórum fidélium.
Mira el vacío del hombre si
6. Sine tuo númine, tú faltas por dentro, mira el
nihil est in homine, poder del pecado.
nihil est innóxium.
Lava las manchas, riega la
7. Láva quod est tierra en sequía, sana el
sórdidum, ríga quod corazón enfermo.
est áridum,
sana quod est sáucium.
Doma el espíritu indómito,
8. Flecte quod est calienta el corazón frio,
rígidum, fóve quod guía al que tuerce el sendero
est frígidum, Reparte a tus fieles, que en ti
rége quod est dévium. confían, tus siete dones.

156
9. Da tuis fidélibus, Dale al esfuerzo su mérito,
in te confidéntibus, salva al que busca salvarse y
sácrum septenárium. danos tu gozo eterno. Amén.
(Aleluya).
10. Da virtútis méritum,
da salútis éxitum,
da perénne gáudium.
Ámen. (Alleluia).
(s. Antonio)
Divino Espíritu Santo, te rogamos: derrama, como un
buen samaritano, la medicina de tu misericordia sobre las
heridas de nuestra alma.
Cúbrelas con las vendas de tu gracia; monta nuestro
espíritu sobre el jumento de la obediencia; condúcenos al
puerto de la conversión, sujétanos bajo la guía de la
contrición de espíritu, para que permanezcamos por mucho
tiempo bajo tus cuidados, a fin de que, con el dinero de la
verdadera penitencia, recuperemos la salvación perdida.
Y, después de haberla recuperado, haznos capaces de
volver al camino que nos lleva a ti, de donde nos hemos
alejado.
Con tu auxilio, tú que, con el Padre y el Hijo, vives y
reinas, único Dios, por los siglos sin fin. Amén.

(s. Antonio)
Divino Espíritu Santo, humilde y devotamente te
rogamos: infúndenos tu gracia, a fin de celebrar la fiesta del
Espíritu en la observancia de tus mandamientos y en la
mortificación de nuestros sentidos.
Llénanos de contrición sincera; enciende sobre nosotros
la llama del testimonio, para que, transformados en luz viva,
merezcamos contemplar en el esplendor de sus santos al
Dios altísimo, con tu ayuda.
Tú que eres trino y único Dios, bendito por los siglos.
Amén.

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

157
Promesas
1. A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias
para su estado. – 2. Daré paz a sus familias. – 3. Las consolaré en todas
sus aflicciones. – 4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y
principalmente en la hora de la muerte. – 5. Derramaré bendiciones
abundantes sobre sus empresas. – 6. Los pecadores hallarán en mi
Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia. – 7. Las almas
tibias se tornarán fervorosas. – 8. Las almas fervorosas se elevarán
rápidamente a gran perfección. – 9. Bendeciré las casas donde la imagen
de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada. – 10. Daré a los
sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos. – 11. Las
personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi
Corazón, y jamás será borrado. – 12. A los que comulguen nueve
primeros viernes del mes seguidos, el amor omnipotente de mi Corazón
les concederá la gracia de la perseverancia final.

Acto de confianza

Corazón de Jesús, Dios y hombre verdadero, delicia


de los santos, refugio de los pecadores y esperanza de los
que en ti confían; tú nos dices amablemente: Vengan a mí, y
nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía,
hijo, tus pecados te son perdonados; y a la mujer enferma,
también, dijiste: Confía, hija tu fe te ha salvado; también a
los Apóstoles: No teman, soy Yo.
Animados por estas palabras, acudimos a Ti con el
corazón lleno de confianza para decirte, desde el más
profundo de nuestra alma:
Corazón de Jesús, confío en Ti.

En mis alegrías y tristezas, Corazón de Jesús,


En mis logros y adversidades, confío en Ti.
En mis negocios y empresas, ““
En las tentaciones del demonio, ““
En las instigaciones de mis
pasiones, ““
En las persecuciones de mis
enemigos, ““
En los desprecios y calumnias, ““
En mis enfermedades y dolores, ““
““
158
En mis defectos y pecados,
En la santificación y ““
salvación de mi alma, ““
Siempre y en toda ocasión, ““
En la vida y en la muerte, ““
En el tiempo y en la eternidad, ““
En tu mismo tribunal, ““
Así sea.

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús


(León XIII)
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano:
míranos humildemente postrados ante ti. Tuyos somos, y
tuyos queremos ser. Y, a fin de poder vivir más
estrechamente unidos a ti, todos y cada uno,
espontáneamente, nos consagramos en este día a tu
Sacratísimo Corazón. Muchos, por desgracia, jamás te han
conocido; muchos, despreciando tus mandamientos, te han
desechado.
Oh Jesús benignísimo, compadécete de los unos y de los
otros, y atráelos todos a tu Corazón Sacratísimo.
Oh Señor, sé Rey, no sólo de los hijos fieles, que jamás
se han alejados de ti, sino también de los pródigos que te
han abandonado: haz que vuelvan pronto a la casa paterna,
para que no mueran de hambre y de miseria.
Sé Rey de aquellos que, por seducción del error o por
espíritu de discordia, viven alejados de ti; devuélvelos al
puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que, en
breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Concede, Señor, incolumidad y libertad segura a tu
Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el
orden; haz que, del uno al otro confín de la tierra resuene
esta voz:
Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a
Él cantemos himnos de honor y gloria por todos los siglos.
Amén.
Sagrado Corazón de Jesús:
¡Venga a nosotros tu Reino!
159
Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros. (Se repite)


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Ten piedad
Dios, Padre celestial, de
Dios, Hijo Redentor del mundo, nosotros
Dios, Espíritu Santo, ““
Santísima Trinidad, un solo Dios, ““
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno ““
Padre, ““
Corazón de Jesús, formado por
el Espíritu Santo en el seno de la
Virgen María, ““
Corazón de Jesús, unido
substancialmente al Verbo Divino, ““
““
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, templo santo “ “
de Dios, ““
Corazón de Jesús, tabernáculo
““
del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y
puerta del cielo, “ “
Corazón de Jesús, lleno de bondad
y de amor, ““
Corazón de Jesús, horno ardiente
Ten piedad
de caridad, de nosotros
Corazón de Jesús, mansión de justicia ”“
y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas ““
las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de todas ““
las alabanzas,
Corazón de Jesús, Rey y centro ““
de todos los corazones,
160
Corazón de Jesús, en quien residen ““
todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien habita ““
toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre
““
se agradó, ”“
Corazón de Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de ”“
los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y ”“
misericordioso, ““
Corazón de Jesús, que enriqueces
a todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida
y santidad, ““
Corazón de Jesús, propiciación ““
por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, colmado ““
de oprobios,
Corazón de Jesús, desgarrado ”“
por nuestros pecados,
Ten
Corazón de Jesús, hecho obediente piedad de
hasta la muerte, nosotros
Corazón de Jesús, traspasado
por una lanza,
”“
Corazón de Jesús, fuente de
toda consolación,
““
Corazón de Jesús, paz y
reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima de ”“
los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de ““
los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de ”“
los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, delicia de ““
161
todos los santos,

Cordero de Dios, que quitas el pecado ““


del mundo,
Cordero de Dios, que quitas el pecado ““
del mundo,
Cordero de Dios, que quitas el pecado
del mundo,
V. Jesús, manso y humilde de corazón.
R. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oremos:
Dios omnipotente y eterno, mira al Corazón de tu muy
amado Hijo; toma en consideración las alabanzas y
satisfacciones que te ofrece en nombre de los pecadores;
mitiga tu justicia y concede el perdón a los que imploran tu
misericordia en nombre de tu mismo Hijo Jesucristo, que
contigo vive y reina, en unidad con el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos.
Amén.

LA VIRGEN MARÍA

“En el día del juicio, delante de todos caminará María, la creyente:


sobre ella y sobre todos los creyentes, paz” (Rabi’a, mística musulmana
de Irak, del s. VIII).

Alabanzas y Antífonas

Madre del Redentor, virgen fecunda, Puerta del cielo siempre


abierta, Estrella del mar Ven a librar al pueblo que tropieza y
se quiere levantar. Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros,
pecadores.

162
* Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

* Salve, Reina de los cielos , y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve
puerta, que dio paso a nuestra luz. Alégrate, Virgen gloriosa, entre
todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por
nosotros.

* Dios te salve, Reina y Madre de misericordia vida, dulzura y


esperanza nuestra, Dios te salve. A ti clamamos los desterrados
hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle
de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a
nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente,
oh piadosa, oh dulce Virgen María!

A la Virgen de Coromoto

Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, haz que


nuestra Patria siga siempre, en sus leyes, en sus costumbres y en
sus empresas, los sabios y sanos principios del Santo Evangelio.
Protege nuestras instituciones; destierra el vicio, la
impiedad y la indiferencia religiosa: renueva la Fe en toda la
extensión de nuestra Patria. Suscita numerosas vocaciones para
el sacerdocio, la vida religiosa y el apostolado seglar. Bendice
todos los hogares para que en la fidelidad de los esposos los
niños encuentren padre y madre que los eduquen en la fe y les
guíen en la vida.
Promueve en nuestra Patria obras vivificadoras de salud,
adelanto moral y material para que, libres de toda corrupción,
nuestro pueblo goce de los beneficios de una paz tranquila, y
honremos y sirvamos fielmente, en la tierra, a tu Divino Hijo
Jesucristo, a fin de gozarle eternamente en el cielo. Amén.
Antífona (s. Francisco)
Oficio de la Pasión

Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las


mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del Rey sumo y
163
Padre celestial, madre de nuestro Señor Jesucristo, esposa del
Espíritu Santo: ruega por nosotros, junto con el arcángel San
Miguel y todas las virtudes del cielo y con todos los santos, ante
tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro.

Saludo a la Virgen (s. Francisco)

Salve, Señora, santa Reina, santa madre de Dios, María


virgen hecha iglesia, y elegida por el santísimo Padre
celestial, consagrada por Él con su santísimo Hijo amado y
el Espíritu Santo Paráclito, que tuvo y tiene toda la plenitud
de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
¡Salve, tabernáculo de Dio!
¡Salve, casa de Dios!
¡Salve, vestidura de Dios!
¡Salve, esclava de Dios!
¡Salve, Madre de Dios!
(S. Francisco Antonio Fasani)

Oh gloriosa Reina, el Señor me ha bendecido con la


gracia de llamarme en la Orden del glorioso Seráfico, y
amigo suyo, san Francisco: Orden bendecida copiosamente
por Él con privilegios y gracias especiales; [...] y también,
Madre Santa, el Señor concedió a esta Orden la gracia de
defender y manifestar el brillo original de aquel primer
instante de tu Concepción inmaculada.
Por eso, Madre amable buena, yo me glorío
profundamente, y mi corazón rebosa de alegría, por haber
sido formado, criado y educado en la doctrina y devoción
de tu Concepción inmaculada.
Virgen gloriosa, yo, el más indigno entre los alumnos
de la Orden Seráfica: por la veneración incesante que te
debo, como nuestra principal Patrona, y bajo ningún otro
título más que el de tu Inmaculada concepción, te ofrezco y
te obsequio mi obra, y mi apostolado.
Oh, ‘Ave’ precioso
164
(S. Francisco Ant. Fasani)

Oh María, que por tu sublime singular merecimiento,


fuiste digna de ser saludada por Gabriel con aquel dulcísimo
saludo: AVE, nosotros, pecadores, aunque con la frialdad en
el corazón y la falta de pureza en nuestros labios, repetimos
con el Arcángel del cielo, diciendo: ¡Ave!
Oh ¡Ave!, que iluminas nuestra mente, inflamas nuestro
corazón, y sacias nuestro amor.
Oh ¡Ave! precioso, que unes nuestros corazones a el de
María.
Oh ¡Ave! amable, que llenas de amor puro a los que tu
amas.
Oh, ¡Ave! angelical, que nos transformas en María.
Oh, ¡Ave! mariano, que nos transformas en ángeles.
Por este motivo, repetimos: ¡Ave, oh, Clemente! ¡Oh,
Piadosa! ¡Oh, Dulce Virgen María!

Virgen Fiel (s. Francisco Ant. Fasani)

¡Oh María, Virgen fiel!, por la fidelidad de tu santo


espíritu por la cual nunca dejaste de cumplir la promesa
hecha a Dios: te rogamos, oh Madre amante de nuestras
almas, concédenos un rayo de tu luz divina, para poder
conocer mejor el compromiso eterno que tenemos con Dios,
y serle fiel a través de la total observancia de nuestros votos.
Amén.

Y tendrás... (Santa Clara: Carta a s. Inés)

De la misma manera que la gloriosa Virgen de las


vírgenes llevó a Cristo en su seno, tú también, siguiendo sus
huellas, especialmente su humildad y pobreza, podrás, sin
duda alguna, llevarlo espiritualmente en tu cuerpo casto y
virginal.
Y tendrás dentro de ti a Aquel que te contiene a ti y a todas
las criaturas, y poseerás el más duradero y definitivo tesoro

165
en comparación con todos los demás tesoros transitorios de
este mundo.

Alabanzas (s. Maximiliano Kolbe)

Concédeme alabarte, Virgen Santísima.


Concédeme alabarte con mi compromiso y mi sacrificio
personal.

Concédeme vivir, trabajar, sufrir, gastarme y morir por ti,


tan sólo por ti.
Concédeme traer a ti el mundo entero.

Concédeme colaborar para un siempre más grande


engrandecimiento de ti, al más engrandecimiento posible de
ti.
Concédeme tributarte una gloria tan grande como nadie al
mundo, hasta hoy, te ha dado.
Concédeme que otros se me adelanten en el celo por tu
engrandecimiento, y que yo me adelante a ellos, así que,
mediante tan noble emulación, tu gloria crezca cada día más
en profundidad, cada vez más rápidamente, cada vez más
intensamente según el deseo de Aquel que te enalteció en
manera tan inefable sobre todas las criaturas.

En ti solamente Dios ha sido adorado sin comparación más


que en todos sus Santos.
Por ti Dios ha creado el mundo.
Por ti Dios me ha llamado a existir.
¿Cuál habrá sido el motivo para yo merecer tal suerte?

Concédeme alabarte, Virgen Santísima.

Consagración solemne (s. M. Kolbe)

Virgen Inmaculada, Reina del cielo y de la tierra,


refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a
166
quien Dios quiso confiar la economía de su misericordia:
yo, indigno pecador, me postro a tus pies, suplicando que
me aceptes total y completamente como cosa y propiedad
tuya.
A ti, Madre, ofrezco todas las facultades de mi alma y mi
cuerpo, toda mi vida, mi muerte y mi eternidad.
Dispón, también, de todo mi ser como tú quieras, sin
ninguna reserva, para cumplir lo que de ti se ha dicho: -Ella
te aplastará la cabeza (Gen.3,15); y también: -Tú solamente
has derrotado todas las herejías en el mundo : haz que en tus
manos purísimas y misericordiosas yo me torne un
instrumento útil para introducir y multiplicar, lo más que se
pueda, tu gloria en muchas almas tibias e indiferentes; y, de
este modo, extender, lo más posible, el Reino bendito del
Sacratísimo Corazón de Jesús.
Donde tú llegas, oh Virgen, obtienes la conversión y la
santificación, ya que toda gracia fluye, a través de tus manos
benditas, desde el Corazón dulcísimo de Jesús hacia
nosotros.
Ayúdame a alabarte, Virgen Santísima.
Dame valor contra tus enemigos.
(s. Antonio)
Te rogamos, Señora nuestra, esperanza nuestra:
tú, estrella del mar, ilumina a tus hijos sumergidos en esta
mar tormentosa del pecado; condúcenos al puerto seguro del
perdón, y, animosos por tu protección, logremos felizmente
llevar a buen término nuestra vida, auxiliados por Aquel que
llevaste en tu seno y que tú santo pecho amamantó.
A él, el honor y la gloria por todos los siglos. Amén.
(s. Antonio)
Señora nuestra, única esperanza nuestra, te rogamos:
ilumina nuestras mentes con el resplandor de tu gracia,
purifícanos con el candor de tu visita y reconcílianos con tu
Hijo, a fin de merecer llegar al esplendor de tu gloria.
Auxiliados por Aquel que, a través del anuncio del ángel,
tomó de ti su gloriosa carne, y quiso habitar por nueve
meses en tu seno.
167
A él, el honor y la gloria. Amén.
Oración (s. Bernardo)

Acuérdate, Madre Santa, que jamás se ha oído


decir que ninguno de los que han acudido a tu protección e
implorado tu socorro, haya sido desamparado.
Yo, pecador, animado por tal confianza, acudo a ti, ¡oh
Madre Virgen de las vírgenes! A ti vengo, y delante de ti me
presento gimiendo bajo el peso de mis pecados. No
desprecias, ¡oh Madre de Dios!, mis súplicas, antes bien
óigalas benignamente, y cúmplelas.

ROSARIO
“El Rosario, mediante la repetición de las ‘Ave-Marías’, lleva a la
contemplación de los misterios de la fe.
Esta sencilla oración, que alimenta el amor del pueblo cristiano hacia la
Madre de Dios, orienta con mayor claridad la oración mariana hacia su
objetivo: la glorificación de Cristo” (Juan Pablo II)

Dios mío, ven en mi auxilio,


- Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre.
Jesús, mi Señor y Redentor...

MISTERIOS DE GOZO (lunes y jueves)

1. El ángel lleva el anuncio a María (Lc. 1,28-31; Jn.1, 14).


2. María visita a su parienta Isabel (Lc. 1, 40-42).
3. Jesús nace en Belén (Lc. 2, 6-7).
4. Jesús es llevado al templo (Lc. 2, 22.34-35).
5. Jesús es hallado entre los Doctores y vive en Nazareth
(Lc. 2, 46-48).

MISTERIOS DE DOLOR (martes y viernes)

1. Jesús ora en el Getsemaní (Lc. 22, 42-44).


2. Jesús es azotado (Mt. 27,17-18.26).
168
3. Jesús es coronado con espinas (Mc. 15, 16-19).
4. Jesús lleva la cruz al Calvario (Mc. 15, 20-22).
5. Jesús muere en la cruz (Jn. 19, 26-30).

MISTERIOS DE GLORIA
(Miércoles-sábado-domingo)

1. Jesús resucita (Mc. 16, 5-6).


2. Jesús asciende al cielo (Hch. 1, 9-11).
3. El Espíritu Santo sobre los Apóstoles (Hch. 1,14; 2,1-4).
4. Asunción de María al cielo (Lc. 1, 46-49).
5. Gloria de María Reina de los Ángeles (Ap.11, 19-12,1).

MISTERIOS LUMINOSOS
(Los Jueves)

1- Su bautismo en el Jordán, (cf. Mt 3, 17 par)


2- Su auto revelación en las bodas de Caná, (cf. Jn 2, 1-12)
3-.Su Anuncio del Reino de Dios, invitando a la conversión (cf. Lc 9,35)
4- Su Transfiguración, (cf. Mc 1, 15)
5- Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. (cf.
Mc 2. 3-13; Lc 47-48)

Dios te salve, Reina (pág. 84).

LETANÍAS LAURETANAS

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad


Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos

Dios, Padre celestial, ten piedad de nosotros


Dios Hijo, redentor del
mundo, ten piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros
Santísima Trinidad, un solo
Dios, ten piedad de nosotros
169
Santa María, ruega por nosotros
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros
Santa Virgen de las vírgenes, ruega por nosotros
Madre de Jesucristo, ruega por nosotros
Madre de la Iglesia, ruega por nosotros
Madre de la divina gracia, ruega por nosotros
Madre purísima, “
Madre castísima, “
Madre siempre virgen, “
Madre inmaculada, “
Madre digna de amor,

Madre admirable,
Madre del buen consejo, “
Madre del Creador, “
Madre del Salvador, “
Virgen prudente, “
Virgen digna de honor, “
Virgen digna de alabanza, “
Virgen poderosa, “
Virgen clemente, “
Virgen fiel, “
Espejo de perfección, “
Trono de la sabiduría,

Fuente de nuestra alegría,
ruega por nosotros
Templo del Espíritu Santo,
Tabernáculo de eterna gloria, “
Casa consagrada a Dios, “
Rosa mística, “
Torre de la ciudad de David, “
Fortaleza inexpugnable, “
Arca de la alianza, “
Puerta del cielo, “
Estrella de la mañana, “
Salud de los enfermos, “
Refugio de los pecadores, “
Consuelo de los afligidos, “
Auxilio de los cristianos, “
170
Reina de los ángeles,
Reina de los patriarcas, “
Reina de los profetas, “
Reina de los Apóstoles, “
Reina de los mártires, “
Reina de los confesores “
de la fe, ”
Reina de las vírgenes, “
Reina de todos los santos, “
Reina concebida sin “
pecado original, “
Reina asunta al cielo, “
Reina del santísimo Rosario, “
Reina de la Familia “
Reina de la paz, “
Reina de la Orden
Franciscana, “
Cordero de Dios, que quitas
el pecado del mundo, Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas
el pecado del mundo, Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el ten piedad y misericordia de nosotros.
pecado del mundo.

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.

Oremos
Señor Dios nuestro: tu Hijo Unigénito nos mereció el
premio de la eterna salvación por medio de su vida, muerte y
resurrección: concédenos, te pedimos, que al recordar los
misterios de la bienaventurada Virgen María contenidos en
el santo Rosario, imitemos lo que contienen y consigamos lo
que prometen.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

171
Recemos según las intenciones del Sumo Pontífice: Padre
Nuestro, Ave, Gloria.

Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues todo un


Dios se recrea en tan grandiosa belleza. A ti, celestial
princesa, Virgen sagrada, María, te ofrezco desde este día,
alma, vida y corazón. Mírame con compasión. No me dejes,
Madre mía.

CORONA FRANCISCANA

El Rosario seráfico o Corona Franciscana, está conformado por 7


decenas de Ave-Marías: contemplan y meditan los 7 Gozos de María
Inmaculada, Patrona de la Orden Franciscana.
Se concluye con 2 Ave-Marías, y se reza un Padre y Ave, según las
intenciones del Sumo Pontífice.

Dios mío, ven en mi auxilio.


- Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre.

1. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que llenó


tu corazón el anuncio del Ángel Gabriel.
2. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que
experimentaste al visitar a santa Isabel.
3. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que
tuviste cuando nació Jesús.
4. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que
experimentaste en la adoración de los Reyes-Magos.
5. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que llenó
tu corazón cuando encontraste a Jesús en el templo.
6. Me alegro contigo, Virgen María, por el gozo que llenó
tu corazón cuando viste a Jesús Resucitado.
7. Me alegro contigo, virgen María, por el gozo que
inundó tu corazón en tu Asunción al cielo y
Coronación.

2 Avemarías, Dios te salve Reina (pág.) y Letanías (pág.


94).

172
V. Ruega por nosotros, Reina de los Franciscanos.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oremos
Oh Dios: que llenaste de gozo inefable el corazón de tu
Santísima Madre: concédenos, por sus merecimientos,
experimentar en plenitud los gozos celestiales. Tú, que vives
y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

A S. JOSÉ ESPOSO
Oración por la Iglesia (León XIII)

Glorioso san José, a ti acudimos en nuestra tribulación


y, después de implorar el auxilio de tu santísima Esposa,
pedimos confiadamente tu patrocinio.
Por el amor que, con la Inmaculada Virgen María, Madre
de Dios, los tuvo unidos, y por el paternal amor con que
abrazaste al Niño Jesús: humildemente te suplicamos: mira
benignamente a la herencia que, con su sangre, adquirió
Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorre nuestras
necesidades.
Protege, oh providentísimo custodio de la divina Familia,
a la bendita descendencia de Jesucristo: aparta de nosotros
toda mancha de error y de corrupción; asístenos propicio,
desde el cielo, oh fortísimo libertador nuestro, en esta lucha
contra el poder de las tinieblas; y, así como en otros tiempos
libraste al Niño Jesús de inminente peligro de vida, defiende
ahora a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus
enemigos y de toda adversidad; y protege a cada uno de
nosotros con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo tuyo y
sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir,
piadosamente morir, y alcanzar, en los cielos, la eterna
bienaventuranza. Amén.
(Juan XXIII)

173
Oh San José, custodio de Jesús y casto esposo de
María: tú que has vivido en el cumplimiento perfecto del
deber, sustentando con el trabajo de tus manos, a la Familia
de Nazaret, escucha a nosotros que, con fe y confianza,
acudimos a ti.
Tú conoces nuestras preocupaciones, nuestras angustias,
nuestras esperanzas. Acudimos a ti porque confiamos
encontrar un Protector. Tú también has experimentado las
pruebas, fatigas y cansancio.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro
trabajo; a mantenernos, en todo momento, unidos a
Jesucristo, como tú lo hiciste.
Santifica nuestras familias; ayúdalas a crecer en caridad y
comprensión, en paciencia, en justicia y en la búsqueda del
bien verdadero. Amén.
A S. MIGUEL

Arcángel San Miguel: defiéndenos en la lucha.


Ampáranos contra la adversidad y asechanzas del demonio.
Reprímele Dios, te lo suplicamos.
Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con
el poder de Dios, a Satanás y demás espíritus malos que
andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.

A S. FRANCISCO
(Juan Pablo II)

Francisco de Asís, tú, que acercaste Cristo a tu


época, ayúdanos a acercar Cristo a nuestra época, a nuestros
difíciles y críticos tiempos. Ayúdanos.
Nuestros tiempos suspiran por Cristo con mucha
ansiedad. ¡Quizás ellos estén preparándonos para un
renacimiento de Cristo, para un nuevo Adviento!
Todos los días, en la oración eucarística, proclamamos
nuestra espera en Él, Redentor y Salvador nuestro, Él que es
el cumplimiento de la historia del hombre y del mundo.

174
Ayúdanos, san Francisco de Asís, a acercar Cristo a la
Iglesia y al mundo de hoy.
Tú, que llevaste en el corazón las vicisitudes de tus
contemporáneos, ayúdanos, con el corazón cerca al corazón
del Redentor, a asumir los altibajos de los hombres de
nuestro tiempo.
Los difíciles problemas sociales, económicos y
políticos, los problemas de la cultura y de la civilización
contemporánea, todos los sufrimientos del hombre de hoy,
sus dudas, sus negaciones, sus desbandadas, sus tensiones,
sus complejos, sus inquietudes...
Ayúdanos a traducir todo eso en sencillo y fructuoso
lenguaje del Evangelio. Ayúdanos a resolver todo en clave
evangélica, para que tú mismo puedas ser ‘vía-verdad-vida’
para el hombre de nuestros tiempos. Amén.

FRANCISCO, LLÉVANOS A BELÉN (Comunidad de Asís)


Francisco, muchas veces el orgullo nos aleja de Belén. Y
es verdad ¡cuando estamos alejados de Belén, también
estamos alejados de Cristo!

Francisco, tú amabas a Belén. Pero tú no amabas la pobreza


de Belén solo por querer estar en la onda, ni por espíritu de
contestación, ni por rebeldía, tampoco por exhibición: tú
amabas a Belén, porque amabas a Cristo que nació en Belén.

Tú amabas a Cristo: éste es el secreto y la razón de tu opción


y de tu vida. Llévanos a Belén, Francisco de Asís, así como
llevabas a fray León por los caminos de Umbría y de Italia
y, mientras los dos caminaban juntos, le confiabas los
secretos de tu alma y le enseñabas el camino de la perfecta y
verdadera alegría.
Francisco, el dinero, hoy día, ha sido elevado al rango de
ídolo monstruoso: muchos, por dinero matan sin piedad en
una guerra que no tiene fin; muchos, por dinero secuestran a
los hermanos y también a los niños, y así manifiestan una
crueldad más feroz que la del lobo de Gubbio; muchos, por
175
dinero despachan drogas y, de esta manera, destruyen a la
juventud en el auge de su vida, esa juventud siempre
maravillosa sembrando desesperación entre los padres que
ya han quedado sin lágrimas; muchos, por dinero venden su
propio cuerpo, pisoteando la dignidad y la belleza de una
vida creada y programada para las cumbres del Amor;
muchos, por dinero...

Pero tú escogiste la pobreza, amaste la pobreza, porque


entendiste que el Bien, el sumo Bien de la vida es Cristo
Jesús, nacido en la pobreza de Belén para entregarnos el don
de la riqueza, del Espíritu Santo, el cual es Amor, amor
verdadero, amor pleno.

Francisco, ¡necesitamos volver a Belén!


Necesitamos encontrar la plenitud de la libertad, la alegría
de dar, la disponibilidad para caminar en este mundo hacia
los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva.

Francisco, mirando al Belén no queremos acercarnos a él


luciendo descaradamente trajes lujosos y de última moda, y,
al mismo tiempo, atrevernos a depositar unos pocos
céntimos de limosna o de caridad que nos sobra del orgullo
para tranquilizar nuestra conciencia.

Queremos pisotear nuestro egoísmo y empezar, finalmente,


no a simular la celebración de la Navidad, sino a vivirla de
verdad, con el corazón, como tú, para seguir a Cristo en la
alegría del amor verdadero, en la fiesta del Espíritu Santo.
Así sea.
¡Así debe ser nuestra Navidad!

SUPLICA DE LOS FRAILES A S. FRANCISCO (2Cel.224)

Acuérdate, Padre san Francisco, de todos nosotros


hijos tus. Sabes muy bien tú cuán de lejos seguimos tus
huellas. Ruega que el Señor nos dé fortaleza, para que
176
nuestra vida sea coherente con los compromisos adquiridos
cuando nos tornamos discípulos tuyos, pureza de intención
en nuestras decisiones, fecundidad en el trabajo. Impetra que
se derrame sobre nosotros el espíritu de gracia y de oración,
para que tengamos, como tú, la verdadera humildad;
guardemos, como tú, la pobreza; merezcamos, como tú, la
caridad con que amaste siempre a Cristo crucificado, quien
con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.

BENDICIÓN Y EXHORTACIÓN
de N.P.S. Francisco
(Testamento, 40; 2Cel. 191)

Todo el que guarde estas cosas, sea colmado en el cielo


de la bendición del altísimo Padre, y sea colmado en la tierra
de la bendición de su amado Hijo, con el santísimo Espíritu
Paráclito y con todas las virtudes de los cielos y con todos
los santos. Y yo, el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo
siervo, les confirmo cuanto puedo, interior y exteriormente,
esta santísima bendición.
Amén.

Hermanos muy amados e hijos eternamente benditos,


escúchenme, escuchen la voz de su Padre. Grandes cosas
hemos prometido, mayores nos están prometidas;
guardemos éstas, suspiremos por aquéllas. El deleite es
breve; la pena, perpetua; el padecimiento, poco; la gloria,
infinita. De muchos la vocación, de pocos la elección, de
todos la retribución.
A S. ANTONIO

Padre bueno y de misericordia infinita, que escogiste a s.


Antonio como testigo del Evangelio y mensajero de paz en
medio de tu pueblo, escucha la plegaria que te dirigimos
confiando en su intercesión.

177
Santifica nuestra familia, ayúdala a crecer en la fe; conserva
en ella la unidad, la paz y la serenidad. Bendice a todos los
hijos, protege a nuestros jóvenes.
Concede tu ayuda a quienes padecen enfermedad o se
encuentran en el dolor y en la soledad.
Sé nuestro amparo en el trabajo de cada día y danos tu amor.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

RESPONSO A S. ANTONIO

Si buscas milagros, mira muerte y error desterrados, miseria y


demonio huido, leproso y enfermos sanos.

El mar sosiega su ira, redímanse encarcelados, miembros y bienes


perdidos recobran mozos y ancianos.

El peligro se retira, los pobres van remediados: cuéntenlo los


socorridos, díganlo los Paduanos.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, y gloria al Espíritu Santo.

V. San Antonio, ruega por nosotros.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.

Oremos
Oh Señor, concede que la devota conmemoración del
bienaventurado san Antonio, tu confesor y doctor, sea fuente
de gozo para tu Iglesia, para que ésta sea siempre fortalecida
con el auxilio espiritual y merezca gozar del premio eterno.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oh lengua bendita, que siempre bendijiste al Señor, e


invitaste a todos a bendecirlo, ahora se ve claramente cuantos
méritos acumulaste ante Dios.

178
A S. JOSÉ DE CUPERTINO

Súplicas

Mi querido s. José, purifica mi corazón, transfórmalo y


hazlo semejante al tuyo. Infúndeme fervor, sabiduría, y tu
misma fe. Muestra tu bondad ayudándome, para que yo me
anime a imitar tus virtudes.
Gloria al Padre...

Amable protector mío: el estudio, frecuentemente me resulta


difícil, duro y hasta aburrido. Tú puedes tornármelo más
fácil y agradable. Prometo un mayor esfuerzo de mi parte y
una vida más digna de tu santidad.
Gloria al Padre...

Mí querido s. José: sé generoso conmigo. Pide para mí la


misma gracia que la Virgen “Santa María de la Grottella” te
concedió a ti. Tú conoces muy bien cuáles son mis
necesidades, mis temores y mis deseos. Confío en tu
generoso corazón. Una sola palabra tuya me hará feliz.
Gloria al Padre...

S. José de Cupertino: tú, que eres el Protector de los


Examinandos, porque por la intercesión de la Santísima
Virgen María aprobaste los exámenes para poder ser
admitido a la ordenación sacerdotal, ayúdame.
Gloria al Padre...

A S. MAXIMILIANO KOLBE

San Maximiliano, escucha la oración de alabanza que te


dirigimos con fraternal devoción.
Honramos la santidad de tu vida guiada por una fe tenaz en
el misterio de Cristo, sostenida por una firme esperanza en
179
la eficacia de su gracia, animada por un ardiente amor hacia
Dios y el prójimo.
Concédenos vivir constantemente fieles a la dignidad
humana y cristiana.
Exaltamos tu actividad apostólica, en la cual te empeñaste
con grande celo para educar al pueblo de Dios en la fe de
nuestro Señor Jesucristo, y en la veneración a María
Inmaculada, Madre suya y Madre nuestra.
Admiramos el heroico sacrificio con el que ofreciste
espontáneamente la vida para salvar la de un hermano.
Concédenos creer firmemente que la fe en Cristo es el único
medio con el que se vence el mal, y trabajar con la fuerza de
los mártires para el triunfo de la justicia, de la caridad y de
la paz.
Así sea.

A S. FRANCISCO ANTONIO FASANI

Seráfico s. Francisco Antonio Fasani: tú, que


lograste experimentar mucha intimidad con Dios y con la
Virgen María; tú, que fuiste ejemplo vivo de la virtud de la
obediencia y del apostolado: ayúdanos en el camino de la
vida consagrada, para que, imitando tus esfuerzos y tu
entrega, consigamos más fácilmente la santidad.
Amén.
2- San Francisco Antonio Fasani, hermano nuestro,
te veneramos porque admiramos las sublimes virtudes que
han santificado tu vida, y el espíritu apostólico que te ha
constituido “maestro y padre” en la fe del pueblo de Dios:
confirma nuestra fe en Cristo Señor, y ayúdanos a
profundizarla para que alimente en nosotros una vida
inspirada en la sabiduría del Evangelio.
Fortalece nuestra voluntad, para corresponder más
prontamente a la gracia divina que nos ha regenerado en el
Espíritu, a fin de que en Cristo podamos amar con todo el
corazón al Padre Celestial, y por amor a Él a todos nuestros
hermanos.

180
Enséñanos a vivir la vida cristiana en comunión de
sentimientos con la Virgen María, confiados en su amor de
Madre de Dios y de la Iglesia.
Intercede por toda la humanidad a fin de que reine el don
divino de la justicia, de la caridad y de la paz. Amén.

A SANTA CLARA

Salve, Clara, esposa de Cristo y virgen consagrada,


flor seráfica, esplendor de pureza y modelo de las
Hermanas: guíanos siempre con tus oraciones y con tu
pobreza hasta el reino de los cielos, y que tu vida sea
modelo de nuestra consagración.

V. Ruega por nosotros, Madre Santa Clara.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos.
Señor Dios, Padre bueno, que haces resplandecer la Iglesia
con las admirables virtudes de la virgen Santa Clara, la
humilde plantita de s. Francisco, y la enriqueces con una
nueva familia de vírgenes consagradas; concédenos imitar el
ejemplo de su pobreza y de fidelidad en seguir a Cristo.
El que es Dios para siempre.
Amén.

SUFRAGIOS PARA LOS DIFUNTOS


“Y oren por los difuntos” (Regla, 3)

Antif. Creo que Cristo murió y resucitó; también a los que


han muerto, Dios los reunirá, por medio de Jesús,
junto a él.

Salmo 129

181
Desde lo hondo a ti grito, Señor, * Señor, escucha mi voz.
Estén tus oídos atentos* a la voz de mi suplica.
Si llevas cuentas de los delitos, Señor*¿quién podrá
resistir?
Pero de ti procede el perdón * y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, * espera en su palabra.
Mi alma aguarda al Señor * más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor* como el centinela la aurora:
porque del Señor viene la misericordia* la redención
copiosa; y él redimirá a Israel* de todos sus delitos.
Dales, Señor, * el descanso eterno; Brille para ellos* la luz
perpetua. Descansen en paz.* Amén.

Antif. Creo que Cristo murió y resucitó; también a los que


han muerto, Dios los reunirá, por medio de Jesús,
junto a él.
Oremos
Señor Dios, dador del perdón y amante de la salvación, por
la intercesión de la Virgen María y de todos los Santos,
concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores, que
ya han dejado este mundo, gozar de la alegría perfecta en la
patria celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

BENDICIÓN DE LA MESA

“Encuentro mayor placer en una mesa pobre abastecida de


pequeñas limosnas que en las suntuosas, provistas de viandas en
número casi incontable.” (2Cel. 73)

ANTES DE LA COMIDA

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.

Padre Nuestro
182
(Lectura de la Palabra de Dios) y...

Bendí+cenos, Señor, y bendice + los alimentos que, por tu


bondad, vamos a tomar; concédelos también a cuantos viven
en necesidad; favorece a nuestros bienhechores y tórnanos
dignos de participar, también, en tu mesa celestial.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
O bien esta:
Bendito seas, Señor, nuestro Padre, fuente de todo bien,
por tu Palabra y por el alimento que hoy nos regalas. Con
ánimo agradecido nos alegramos por la abundancia de tus
dones. Bendice a + cuantos lo han preparado, y a todos los
pobres. Te pedimos llevarnos hacia los bienes que no se
marchitan.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
O bien esta:

Bendito seas, Padre, porque te preocupas por


sustentarnos con generosidad cada vez más renovada.
Ayúdanos a abrirnos al don de tu Palabra y a recibir el +
alimento de cada día con espíritu de humildad y gratitud.
Tórnanos atentos a las necesidades de los que viven en
necesidad.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

O bien esta:

Bendito seas, Señor Jesucristo, porque multiplicas + los


panes para alimentar a quienes escuchan tu Palabra:
concédenos que, renovados en el cuerpo, aprendamos
también a alimentarnos en el espíritu escuchando tu divina
Palabra.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
O bien esta:

183
Dios, Padre nuestro, fuente de todo bien: te bendecimos por
estos + dones de tu amor, y sobretodo hoy, (por...) y te
pedimos transformar la alegría de este día en gozo eterno en
el cielo.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

EN DÍAS ESPECIALES

Días de alegría

Oh Dios, fuente de toda alegría, por medio de tu Hijo nos


haces partícipes de tus maravillas: te bendecimos por los +
dones de tu amor y sobretodo hoy, por....*, ayúdanos a
transformar la alegría de este día en gozo eterno en el cielo.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Presencia de un huésped

Oh Dios, que visitas siempre a los hombres, bendícenos,


pues queremos acoger a Jesucristo en el hermano(a) huésped
(...) que hoy comparte con nosotros la + mesa fraterna:
concédenos que, día a día, crezca más nuestra comunión
fraterna, y nuestra mirada, más limpia, descubra en el rostro
de los hermanos, sobretodo de los más necesitados, el
mismo rostro de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día Onomástico

Padre nuestro, que quieres la alegría de tus hijos, mira a esta


familia tuya que está de fiesta por el día onomástico de
nuestro hermano N.: (de nuestros hermanos NN): bendice +
esta mesa, signo de nuestra comunión, y haz que, por
intercesión de San N. (de los Santos NN.), nuestros nombres
estén escritos en el cielo.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

184
Cumpleaños

Oh Padre, que quieres la alegría de tus hijos, mira a esta


familia tuya que está de fiesta por el cumpleaños de nuestro
hermano N. (de nuestros hermanos NN.): bendice esta +
mesa, signo de nuestra comunión, y haz que en nuestro
caminar cotidiano experimentemos cada vez más el don de
la fraternidad y la fuerza de la amistad sincera.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

DESPUÉS DE LA COMIDA

V. Alabad y bendecid al Señor.


R. Alabémosle y sirvámosle con gran humildad.
V. Gloria al Padre...

Te damos gracias, Señor omnipotente, por todos tus


beneficios, y te rogamos recompensar con la vida eterna a
cuantos nos dan la caridad por amor de tu amor. Por C. N. S.
Amén.

O bien esta:

Reconocemos, Padre bueno, los dones que nos has


concedido; concédenos el Espíritu de tu caridad y conserva
unidos en tu amor a quienes has nutrido con un mismo
alimento.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
O bien esta:

Nosotros, que hemos participado juntos en la mesa, también


unidos te damos gracias, Señor (por...); concédenos que
nuestra vida fraterna sea signo de unidad en el misterio de
Cristo y de la Iglesia.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

185
DESPUÉS DE LA LECTURA DE LA REGLA
(2Cel.191)

Los días viernes, después de la Lectura de la Regla, o al terminar la comida (o en


otra oportunidad), el Superior dice:

Super:
Palabras de exhortación de N. Padre
s. Francisco a los Hermanos

Hermanos muy amados, e Hijos eternamente


benditos, oídme, escuchad la voz de vuestro Padre:
Grandes cosas hemos prometido, mayores nos están
prometidas.
Guardemos éstas, suspiremos por aquéllas.
El deleite es breve; la pena, perpetua; el
padecimiento, poco; la gloria, infinita.
De muchos la vocación, de pocos la elección, de
todos la retribución.
Hermanos, mientras tenemos tiempo, obremos el
bien.

CAPÍTULO DE LAS CULPAS

Es un acto penitencial al estilo franciscano.


Los días viernes, a fin de ejercitarse en la humildad y alcanzar,
comunitariamente, mayor grado de virtud, los Hermanos
practiquen la humildad a través del Capítulo de las Culpas, en el
cual deberán reconocer las faltas cometidas contra Dios y la vida
fraterna a través de la inobservancia de la Regla y Constituciones
(de la cual nadie está exento).
En el comedor, o en otro lugar del convento, o durante las
Completas, uno de los Hermanos, puesto de rodillas, públicamente
y en nombre de todos, dice:

Hermano: Padre, nos acusamos, ante Dios y ante Usted, de


haber faltado y pecado especialmente contra el Divino
Oficio rezado mal y con negligencia, contra el silencio

186
no guardado, y del mal ejemplo dado a los Hermanos y a
los seglares también.
Por todas estas y demás transgresiones, con las que
hemos ofendido a Dios, al prójimo y a nuestra Regla,
reconocemos nuestra culpa, y humildemente le pedimos
que, por amor a Jesucristo, se digne imponernos una sana
penitencia.

El Superior dirige una breve exhortación instando a la observancia y


al fervor; impone alguna penitencia comunitaria.
Todos dicen: Yo confieso ante Dios..., u otra fórmula. Y después,
añade:

Superior: Dios todopoderoso les conceda la alegría con la


paz, la enmendación de vida, el tiempo necesario para
una verdadera penitencia, la gracia y la consolación del
Espíritu Santo, y la perseverancia en el bien obrar. Por
intercesión de Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Y la bendición copiosa de Dios Padre, + Hijo y Espíritu
Santo descienda sobre ustedes.
R. Amén.

CAPITULO CONVENTUAL

“Promuévase la caridad fraterna principalmente en el Capítulo


conventual, en el que los hermanos pueden tratar, en el Señor, todo lo
que hace referencia a la vida familiar, espiritual y apostólica” (Const.
88,2)

Al comenzar el Capítulo: Entre otros, se sugiere:

1.

Oremos:

Divino Espíritu Santo, estamos fraternalmente reunidos en


tu nombre.
Ven, y quédate con nosotros. Enséñanos lo que vamos a
tratar, cómo tratarlo, y muéstranos lo que debemos llevar a

187
cabo, a fin de que, con tu ayuda, podamos agradarte en todo.
Seas tú el inspirador de nuestros juicios: haz que, bajo
ningún motivo, nos alejemos de la verdad, ni que actuemos
tan sólo con miras humanas o personales.
Concédenos que, reunidos en tu nombre, podamos prestar
nuestro humilde servicio a la justicia y a la caridad, y tomar
decisiones del todo conformes a tu voluntad a fin de
merecer, después, el eterno premio celestial. Amén.
(De: ‘Adsumus’, del Pontifical Romano)

Después del Capítulo

V. Confirma, Señor, lo que has obrado en nosotros.


R. Desde tu monte santo en Jerusalén.

Oremos
Concédenos, Señor, el auxilio de tu gracia, para que
pongamos por obra lo que tú nos has inspirado. Por Cristo
nuestro Señor.
Amén.

O bien esta:

El ejemplo y la intercesión de nuestro Padre s. Francisco,


nos confirme, Señor, en el amor fraterno y en la fidelidad a
la santa Iglesia, para que observemos la pobreza, la
humildad y el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo,
que hemos firmemente prometido: en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

2.

Ven, Espíritu Creador: ayúdanos a “tratar en este Capítulo


las cosas que se refieren a Dios”, a ocuparnos en el
discernimiento de nuestra vida, y a hacer la experiencia de
vida fraterna.

Guía nuestra fraternidad hacia la renovación en la escuela


188
de nuestro Padre s. Francisco, para tornarnos proclamación
viviente de la santísima Trinidad y signo visible del amor
fraterno, a servicio de los hombres de nuestro tiempo.

Inspira tú nuestras opciones, para que sean manifestación de


la caridad y de la búsqueda del bien común.

Concede que la voz del Evangelio, tal como resonó


transparente a través de tu siervo Francisco, resuene
también a través de nosotros en la Iglesia y en el mundo.
Amén.

3.

Oración a s. Francisco (2Cel. 224).

Acuérdate, Padre s. Francisco , de todos nosotros, tus hijos.


Sabes bien tú cuán de lejos seguimos tus huellas. Otórganos
del Señor valor, para que nuestra vida sea consecuente con
el compromiso que asumimos al tornarnos tus discípulos,
pureza de intención en nuestras opciones, fecundidad en el
trabajo apostólico. Otórganos el espíritu de gracia y oración,
para que nos revistemos de tu humildad, observemos la
pobreza, resplandezca en nosotros aquella misma caridad
con que tú amaste siempre a Jesús crucificado, el cual con el
Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.

VÍA CRUCIS

El ejercicio del Vía Crucis ayuda a recorrer con Jesús la última etapa de
su peregrinación terrenal, deteniéndonos en oración en los distintos
momentos de su Pasión. Se introduce con Cantos y meditaciones.

Introducción: Se hace alguna oración.

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
189
Estación -1 Jesús condenado a muerte (Lc.27, 24-26).
Estación -2 Jesús cargado con la cruz (Lc. 9,23-24).
Estación -3 Jesús cae por primera vez (Is. 53,4-5).
Estación -4 Jesús encuentra a su Madre (Lc. 2,34-
35.51).
Estación -5 Jesús ayudado por el Cirineo (Lc. 23,26).
Estación -6 Jesús enjugado por la Verónica (Jn.12,
45).
Estación -7 Jesús cae por segunda vez (Mt.11, 28-
Estación -8 29).
Jesús consuela a las mujeres (Lc.23, 27-28).
Estación -9 Jesús cae por tercera vez (Lam. 1,12.14).
Estación -10 Jesús despojado de sus vestidos (Jn.19, 23).
Jesús clavado sobre la cruz (Lc.23, 33-34).
Estación -11 Jesús muere en la cruz (Jn. 19,26-27.30).
Jesús bajado de la cruz (Jn.19, 33-34.38).
Estación -12 Jesús en el sepulcro (Mt.14, 59-61).
Estación -13
Estación -14

Unos momentos de silencio para meditar.

V. Señor, ten piedad de nosotros.


R. Señor, ten piedad de nosotros.

Canto: Stabat Mater dolorósa u otro canto popular.

Padre Nuestro – Dios te salve, María – Gloria

V. Cristo por nosotros se humilló.


R. Y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte en una
cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el Nombre
que está sobre todo nombre.
V. Ruega por nosotros, Virgen dolorosa.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.
V. Marcaste, Señor, a tu siervo Francisco.
R. Con las señales de nuestra redención.

190
Oremos
(Se puede escoger una entre las siguientes)
1. Señor, Dios nuestro, que por medio de la gloriosa Pasión
de tu Hijo, nos has enseñado a alcanzar la eterna beatitud a
través de la cruz; concédenos, te rogamos, seguir también en
la gloria, a Aquel a quien nos unimos con nuestros
sentimientos en el camino del Calvario.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
2. Te rogamos, Señor Jesucristo, interceda en favor nuestro,
delante de tu clemencia, ahora y en la hora de nuestra
muerte, la bienaventurada Virgen María, tu Madre, cuya
alma fue traspasada en la hora de tu Pasión por la espada del
dolor.
Por Cristo nuestro Señor. Amén

3. Señor Dios, Tú que manifestaste en nuestro Padre san


Francisco, de una manera extraordinaria, los arcanos
misterios de la cruz; concédenos, te rogamos, seguir siempre
los ejemplos de su piedad, y fortalecernos con la meditación
asidua de la pasión.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

El Celebrante, rocía al pueblo con agua bendita, y lo bendice


diciendo:

Bendición final: Jesucristo Crucificado + les bendiga y


favorezca, + ahora y + siempre. Amén.

CORDA PIA
CORDA PIA, significa: CORAZONES PIADOSOS.
Es una para liturgia de la Pasión del Señor y de los Estigmas de s.
Francisco.

La CORDA PIA es la más antigua entre las devociones a Cristo Crucificado


practicadas en la Orden Franciscana Conventual; y se celebra
especialmente los viernes de Adviento y Cuaresma.

El Celebrante, revestido con roquete y estola de color morado,


acompañado por dos acólitos, hace reverencia al altar, y empieza:
191
1 Delante del Altar

Celebrante: En el nombre del Padre...


(s. Buenav. LM. 13, 2-3)

“Dos años antes de entregar su espíritu a Dios, el angélico


varón y amigo de Cristo, Francisco de Asís, fue conducido,
bajo la guía de la Divina Providencia, a un monte elevado y
solitario, llamado Alverna. Y, elevándose a Dios a impulsos
del ardor seráfico de sus deseos y, transformado por su
tierna compasión en Aquel que, a causa de su extremada
caridad, quiso ser crucificado, cierta mañana vio bajar del
cielo a un serafín que tenía seis alas. Apareció entonces
entre las alas la figura de un hombre crucificado, cuyas
manos y pies estaban extendidos a modo de cruz y clavados
a ella... El Santo se llenó de estupor y experimentó grande
gozo mezclado de dolor al verlo clavado a la cruz. Y esto
era como una espada que atravesaba su alma”.

2. Comienza la Procesión saliendo de la iglesia: la cruz, entre dos


ciriales encabezan la Procesión. Los demás, le siguen en doble fila.
Dos Cantores entonan el Himno, y todos responden, repitiendo la
primera estrofa.

HIMNO (Corda Pía)

Con el corazón piadoso los


estigmas de Francisco 3. En la Alverna el
celebremos con fervor. Pobrecillo da gemidos y
suspiros con pasión
Con el corazón insólita.
Piadoso... Con el corazón...

2. No queremos otra gloria que 4. Retirado en oración, él


la cruz del Salvador, siguiendo revive la pasión, vierte muchas
al Seráfico. lágrimas.
Con el corazón... Con el corazón...
192
Con el corazón...
5. Vino a él el Rey del
cielo ya clavado en el 9. Y su íntimo fervor le
madero de aspecto trasluce del cuerpo afuera por
pacífico. los cinco estigmas.
Con rel corazón... Con el corazón...

6. Mira el siervo al Redentor, 10. Jesucristo crucificado, a tu


de los siglos emperador, aun cruz nos conformemos con la
muerto, impasible ya. mente y hábitos.
Con el corazón... Son el corazón...

7. Está Francisco 11. En el Reino de luz


transformado, tiene el cuerpo beata, por la cruz a Cristo
persignado con fulgentes dada, recibamos méritos.
estigmas. Con el corazón...
Con el corazón...
12. A Cristo crucificado, y a
8. Desde entonces san Francisco
Francisco: muerte vida de su Pobrecillo, tributemos gloria.
Cristo contempla con
conmoción.
3. Llegados al altar, todos escuchan la Lectura.

LECTURAS (una de las siguientes u otras):

La Confórmitas con Cristo Crucificado, Francisco la alcanzó en


momento/ejercicio de:

Encuentro/Escucha: -N.T: 1Pe. 1,1-11.


2Cel. 10-11; 2Cel.104-
105.
Enseñanza/Formación: -N.T: Ef. 2,11-22.
Leyenda Per. 37.
Contemplación/Adoración: -N.T: 1Pe. 3,13-22.
Leyenda Mayor, 4,3.
Imitación/Solidaridad: -N.T: Filip. 2,1-11.
1Cel. 115; 112.

193
Apostolado/Misión: -N.T: Hch. 4,11-20.
1Cel. 98.
Leyenda May. 8,5.
Confortación/Consolación: -N.T: 1Cor. 15,1-28;
Flp. 4,10-20.
Leyenda Mayor, 14,2.

ORACIÓN
Señor Jesucristo: Tú que, enfriándose la caridad en el
mundo, quisiste renovar los signos de tu Pasión en el cuerpo
de nuestro beatísimo Padre San Francisco, para inflamar
nuestros corazones con tu amor; concédenos, por sus
méritos y preces, aprender a llevar con alegría nuestra cruz
de cada día, y hacer obras de sincera penitencia. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
4. Dos cantores cantan la Antífona y el Himno

Antífona: Dolorosa y lagrimosa eres, Virgen María: estás


junto a la Cruz de Jesús, Hijo tuyo, Señor
nuestro.

HIMNO: (Stabat Mater)

1. Está la Madre dolorosa con el Hijo, lagrimosa, en la cruz


muriendo ya.
(Se repite siempre)
2. Su alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, dura espada hiérela.
3. Oh cuán triste y afligida era la Madre bendita de Cristo Unigénito.
4. Ella, triste, contemplaba las heridas y miraba del Hijo Unigénito.
5. ¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en
suplicio?
6. ¿Quién no se entristeciera si a la Madre de Cristo viera sujeta a tanto
dolor?
7. Pro pecados de este mundo, vio a Jesús en tan profundo amargo
suplicio.

194
8. Vio morir al Hijo amado que rindió, desamparado, al Padre su
espíritu.
9. Santa Madre del amor, también quiero tu dolor, y contigo lloraré.
10. Me inflame consolado por mi dulce Cristo amado complacido por
amor.

11. Santa Madre que llorabas: de Jesús las cinco llagas graba en mi
corazón.

12. De tu Hijo, malherido por mi causa y afligido, los dolores llevaré

13. Hazme tú llorar contigo, por Jesús que está herido: hasta que me
muera yo.

14. Yo contigo estar deseo de la cruz junto al madero, derramando


lágrimas.

15. Virgen de vírgenes santa: no llores ya con ansias tantas: yo


contigo lloraré.

16. De su muerte y pasión, graba tú en mi corazón la cruenta


memoria.

17. De su cruz yo me enamore, y por ella viva y añore: de fe y amor


indicio.

18. Me inflame y encienda, y contigo me defienda, Virgen, del juicio.

19. Cristo Dios, cuando me muera, por la Madre, tú me dieras la eterna


gloria.

21. Cuando el cuerpo queda en calma, ruega para que mi alma


merezca la gloria. Amén.

Antífona: Dolorosa y lagrimosa eres,

195
Virgen María: estás junto a la Cruz de Jesús, Hijo
tuyo, Señor nuestro.

5. El Celebrante, de pié, proclama la Lectura Breve.


A las palabras “toda rodilla se doble...”, todos se arrodillan, y así
permanecen.

LECTURA BREVE (Filip. 2,5-11)

Celebr. Amadísimos Hermanos: tengan entre ustedes los


mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Él, que era de
condición divina, no se aferró celosamente a su igualdad con
Dios, sino que se rebajó a sí mismo hasta ya no ser nada,
tomando la condición de esclavo, y llegó a ser semejante a
los hombres. Y habiéndose comportado como hombre, se
humilló, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte en
una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el
Nombre que está sobre todo nombre, para que ante el
Nombre de Jesús todos se arrodillen en los cielos, en la
tierra y entre los muertos. Y toda lengua proclame que
Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Todos: Demos gracias a Dios.

6. Terminada la Lectura Breve, el Celebrante también se arrodilla.


Todos permanecen con los brazos extendidos en forma de cruz
Dos Cantores cantan las Preces, y el Coro responde...

PRECES

Cantores: Jesucristo crucificado: por esta llaga de tu mano


diestra, ten piedad de nosotros.
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de nosotros.

Cantores: Jesucristo crucificado: por esta llaga de tu mano


izquierda, ten piedad de nosotros.
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de nosotros.

Cantores: Jesucristo Crucificado: por esta llaga de tu pie


derecho, ten piedad de nosotros.
196
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de nosotros.

Cantores: Jesucristo Crucificado: por esta llaga de tu pie


izquierdo, ten piedad de nosotros.
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de
nosotros.
Cantores: Jesucristo Crucificado: por esta llaga de tu dulce
corazón, ten piedad de nosotros.
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de nosotros

Cantores: Jesucristo Crucificado: por las cinco llagas de


nuestro Padre san Francisco, ten piedad de
nosotros.
Todos: Jesucristo Crucificado, ten piedad de nosotros.

7. Todos permanecen de rodillas. El Celebrante, de pie, dice:

Celeb.: Padre Nuestro...

V. Han traspasado mis manos y mis pies.


R. Se pueden contar todos mis huesos.
V. Fue herido por causa de nuestros pecados.
R. Ha sido pisado por causa de nuestras culpas.
V. Resurge, Señor Jesucristo, socórrenos.
R. Y líbranos por el poder de tu Nombre.
V. Descienda, Señor, tu misericordia sobre nosotros.
R. Porque confiamos en ti.
V. Señor, atiende a mi súplica.
R. Y llegue a ti mi clamor.
V. El Señor esté con Ustedes.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS
Señor Jesucristo, nuestro misericordioso Salvador: te
damos gracias porque por tu santa cruz y por tu preciosa
sangre estableciste una nueva alianza eterna con nosotros.
Concédenos, te pedimos, aceptar generosamente todas las

197
cruces de nuestra vida, para seguirte fielmente por los
caminos del Evangelio.
Interceda por nosotros, Señor Jesucristo, la
bienaventurada Virgen María, tu Madre, que a los pies de la
cruz, fue asociada a tu pasión redentora. Concédenos, por
sus méritos, ser admitidos en tu gloriosa resurrección. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

8. Terminada la Oración, todos bajan los brazos.


Se cantan las siguientes Aclamaciones.

ACLAMACIONES

Cantores: Cristo, Amor mío, fue crucificado.


Todos: Viva Cristo, viva Jesús.
Viva Jesús, el Amor mío,
Viva Jesús, el Amor mío.

Cantores: Cristo, Esposo mío, fue crucificado.


Todos: Viva Cristo, viva Jesús.
Viva Jesús, el Esposo mío,
Viva Jesús, el Esposo mío.

Cantores: Cristo Nazareno fue crucificado.


Todos: Viva Cristo, viva Jesús.
Viva Jesús. El Nazareno,
Viva Jesús, el Nazareno.

Cantores: Cristo, amado mío, fue crucificado.


Todos: Viva Cristo, viva Jesús.
Viva Jesús, el amado mío,
Viva Jesús, el amado mío.
Cantores: Cristo, Salvador mío, fue crucificado.
Todos: Viva Cristo, viva Jesús.
Viva Jesús, Salvador mío,
Viva Jesús, Salvador mío.

198
9. Terminado el canto de las Aclamaciones, profunda-mente inclinados,
todos rezan con voz grave:

Celeb. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque


por tu santa cruz redimiste al mundo.
Todos: Ten piedad de nosotros.

10. Y, permaneciendo profundamente inclinados, rezan la Oración de s.


Francisco ante el Crucifijo de s. Damián:

Celeb. Oh alto y glorioso Dios


Todos: Ilumina las tinieblas de mi corazón. Y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y
conocimiento para que cumpla tu santo y veraz
mandamiento.

Celeb.: de pie, dice:


Mira, Señor, a esta familia por quien nuestro Señor
Jesucristo no titubeó en someterse a los
perseguidores y al tormento de la cruz. El que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por
todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

11. El Celebrante rocía al pueblo con agua bendita.


E imparte la bendición con la Cruz, diciendo:

Celeb.: Jesucristo Crucificado, por sus santas llagas y


pasión, les bendiga + y favorezca + ahora y +
siempre.
Todos: Amén.
Celeb.: Pueden ir en paz.
Todos: Demos gracias a Dios.
Todos se retiran en silencio, y rezan por los difuntos Salmo 141

TRANSITUS
199
o

CONMEMORACIÓN DE LA MUERTE
DE
N. P. S. FRANCISCO

[Puede entregarse un cirio a todos los presentes, el cual deberá ser prendido al
comienzo de la celebración.

Si es oportuno, sobre el altar colóquese un pan, que será bendecido en recuerdo de


la muerte de s. Francisco, y repartido entre los fieles como signo de participación
al ideal franciscano de vida.

Se puede preparar, también, dentro de la misma iglesia un ambiente acogedor,


mientras se ejecutan músicas significativas y suaves].

El Celebrante, revestido con roquete y estola de color morado,


acompañado por dos acólitos, después de hacer la reverencia al altar,
dice:

Cel. Los pocos días que faltaban para su muerte, Francisco


los empleó en la alabanza, animando a sus amadísimos
compañeros a alabar con él a Cristo”.

Acogiendo la invitación de nuestro Padre seráfico,


celebremos con devoción el recuerdo de su muerte,
dando gracias a Dios por el don de la vida, de la vida
renovada en la resurrección de Cristo, la cual comienza
en plenitud el mismo instante de “nuestra muerte
corporal”.

Cel.: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu


Santo.
Todos: Amén.

Cel.: Haciendo uso de las mismas palabras de san


Francisco, les deseo a todos Ustedes “salud y paz
santa en el Señor”.
Todos: Y con tu espíritu también.
Monición (se puede usar otra fórmula)
(Celano...)

200
“La tarde del sábado, 3 de octubre, del año 1226,
cuando ya litúrgicamente había comenzado el nuevo día,
cuando ya habían pasado veinte años de su conversión y dos
años de haber recibido la impresión de los Estigmas,
Francisco se apagaba cerca de la iglesita de Santa María de
la Porciúncula recibiendo a la muerte como a “hermana”, y
tomando él mismo el timón de su paso hacia Dios.
Como se había conformado con Cristo durante su vida, así
también anhelaba serle conforme en la muerte, cuando el
hombre hace la síntesis de su vida y la entrega como
testimonio y esperanza para los que se quedan. Es esta
muerte rebosante de vida, la muerte de Francisco de Asís, la
que vamos a revivir en esta celebración del Tránsito, es
decir, del paso desde la vida terrenal a la vida que no tiene
ocaso”.

HIMNO

Va el sol, llega la noche como esposo feliz.


Francisco la muerte esperaba desnudo sobre el suelo de
Asís.

Juglar de santa alegría, llamaba al fuego hermano; amor en


llamas tenía, todo abrasaba su mano.

Los hijos lloran a su lado, levantan triste clamor: -¿Por qué


tu pobre rebaño quieres dejar sin pastor?

Y él, las manos alzando responde, fijos los ojos:


“Mandaré mi bendición, la santa gracia de Dios”.

“Lleven amor donde hay odio, donde ofensa, perdón;


lleven verdad donde hay error, donde discordia,
unión”.
Esto diciendo, el espíritu deja su cuerpo mortal, y
pronto asciende al convivio del reino celestial.
201
Danos, Trinidad bendita, pues Cristo mucho sufrió,
seguir las santas huellas del Padre que El mismo
nos dio. Amén

Cel.: Oremos
Señor, Padre santo, que te has dignado acoger en la gloria de
los bienaventurados a tu humilde siervo Francisco;
concédenos, a los que recordamos su tránsito de este mundo
hacia ti, seguir sus ejemplos para ser admitidos también con
él en la gloria
Por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.

I- NARRACIÓN DE LA MUERTE DE S. FRANCISCO

Coment. Escuchemos el relato de los últimos momentos de


la vida de Francisco narrados en la Vida Segunda de
fray Tomás de Celano, el cual afirma que las obras del
hombre se manifiestan en la hora de la muerte, y que,
precisamente en la hora de la muerte de Francisco, se
vio claramente cómo el Santo había alcanzado la
cumbre más alta de todas las virtudes y, después de
haber descuidado los atractivos de esta vida terrenal,
se encaminaba, cantando, al encuentro de la hermana
muerte, dispuesto a volar libre al cielo.

De la ‘Vida Segunda’, de Fray Tomás de Celano


(2Cel.214-217)
1 Lector: “Acabado con aquella enfermedad tan grave que
puso fin a todos los dolores, hizo que lo pusieran
desnudo sobre la desnuda tierra, para que en aquellas
horas últimas, en que el enemigo podía todavía
desahogar sus iras, pudiese luchar desnudo con el
desnudo. Puesto así en tierra, despojado de la túnica de
saco, volvió, según la costumbre, el rostro al cielo y,
todo concentrado en aquella gloria, ocultó con la mano
izquierda la llaga del costado derecho para que no se
202
viera. Y dijo a los hermanos: “He concluido mi tarea;
Cristo os enseñe la vuestra”.
El Santo alza las manos al cielo y canta a su Cristo, porque,
exonerado ya de todas las cosas, se va libre hacia El.
Pero, con el fin de mostrarse en todo verdadero imitador del
Cristo de su Dios, amó en extremo a los hermanos e
hijos, a quienes había amado desde el principio.
Mandó que llamasen a todos los hermanos que estaban en el
lugar para que vinieran a él, y, alentándolos con
palabras de consolación ante el dolor que les causaba su
muerte, les exhortó, con afecto de padre, al amor de
Dios. Habló largo sobre la paciencia y la guarda de la
pobreza, recomendando el santo Evangelio por encima
de todas las demás disposiciones.
Luego extendió la mano derecha sobre los hermanos que
estaban sentados alrededor, y comenzando por su
vicario, la puso en la cabeza de cada uno, y dijo:
“Conservaos, hijos todos, en el temor del Señor y
permaneced siempre en Él. Y pues se acercan la prueba
y la tribulación, dichosos los que perseveraren en la
obra emprendida. Yo ya me voy a Dios; a su gracia os
encomiendo a todos”. Y bendijo -en los hermanos
presentes- también a todos los que vivían en cualquier
parte del mundo y a los que habían de venir después de
ellos hasta el fin de los siglos”.

Antífona: (Todos)

Oh Francisco, Padre de los Pobres: por tu intercesión haz


prosperar el numero de tus hijos en el amor de Cristo, tú que, casi
ciego y moribundo, los bendijiste como Jacob con los brazos en
cruz.

2 Lector: “Como los hermanos lloraban muy amargamente,


ordenó el Padre santo que le trajeran un pan. Lo bendijo
y partió y dio a comer un pedacito a cada uno”.
[El Celebrante –si esto está previsto- bendice el pan y lo reparte entre los
presentes, que lo reciben con devoción, y comen. Después, el Lector sigue la
lectura]

203
2 Lector: “Ordenó que llevaran el códice de los evangelios,
pidió que le leyeran el evangelio según San Juan desde
el lugar que comienza Antes de la fiesta de la Pascua,
etc. Se acordaba de aquella sacratísima cena, aquella
última que el Señor celebró con sus discípulos. Todo
esto lo hizo, en efecto, en memoria veneranda de
aquélla y para poner de manifiesto el afecto del amor
que profesaba a los hermanos.
Así que los pocos días que faltaban para su tránsito los
empleó en la alabanza, animando a sus amadísimos
compañeros a alabar con él a Cristo. Él, a su vez,
prorrumpió como pudo en este salmo: Clamé al Señor
con mi voz, con mi voz supliqué al Señor, etc.”.
Cel.: Revivamos los sentimientos de Francisco orando
con el mismo salmo que él rezó en su lecho de muerte:
el Señor es su recompensa en la tierra de los vivientes;
el Señor libera su vida de la cárcel y lo conduce entre la
multitud de los bienaventurados.

SALMO 141
[Cantado a dos coros]

A voz en grito clamo al Señor, * a voz en grito suplico al Señor.


Desahogo ante él mis afanes, * expongo ante él mi angustia.
Mientras me va faltando el aliento, * pero tú conoces mis senderos.
En el camino por donde avanzo * me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha, y miro * nadie me hace caso.
No tengo adónde huir * nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor, te digo: “Tú eres mi refugio y mi heredad* en el país
de la vida”.
Atiende a mis clamores * que estoy agotado.
Líbrame de mis perseguidores * que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión, * y daré gracias a tu nombre.
Me rodearán los justos * cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre y al Hijo * y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre, * por los siglos de los siglos.
Amén.

204
1 Lector: “Invitaba también a todas las criaturas a alabar a
Dios, y con unas estrofas que había compuesto
anteriormente, él las exhortaba a amar a Dios. Aun a la
muerte misma, terrible y antipática para todos, exhortaba
a la alabanza, y saliendo con gozo a su encuentro, la
invitaba a hospedarse en su casa: “Bienvenida sea
-decía- mi hermana muerte”.

Todos: “Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte


corporal, de la cual ningún hombre viviente puede
escapar:
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encontrará en tu
santísima voluntad pues la muerte segunda no les hará
mal.
Load y bendecid a mi Señor y dadle gracias y servidle
con gran humildad.

1 Lector: “Después al médico le habló: ‘Ten valor para


pronosticar que está vecina la muerte, que va a ser para
mí la puerta de la vida’. Y a los hermanos: ‘Cuando me
veáis a punto de expirar, ponedme desnudo sobre la
tierra –como me visteis anteayer-, y dejadme yacer así,
muerto ya, el tiempo necesario para andar despacio una
milla’.
Llegó por fin la hora, y, cumplidos en él todos los
misterios de Cristo, voló felizmente a Dios”.

[Pausa y momentos de silencio]


Antífona:
Todos: Oh ánima santísima, que pasando de esta vida a la
otra, salen a tu encuentro los ciudadanos del cielo: alégrese la
multitud de los ángeles, pues la gloriosa Trinidad te invita,
diciendo: “Quédate con nosotros para siempre”.

II. TESTAMENTO DE S. FRANCISCO (1Cel.105)

205
Cel.: “Unos meses antes de la muerte, estando en la ciudad
de Siena, las condiciones de salud de Francisco
empeoraron sensiblemente, y se sospechaba su muerte
inminente. Fue en aquella oportunidad que el Santo dictó
un breve testamento, que ahora lo recibimos como su
preciosa herencia y nuestro compromiso de vida”.
(Testamento Breve de s. Francisco)

3 Lector: “Escribe que bendigo a todos mis hermanos, a


los que están en la Orden y a los que han de venir hasta
la consumación del siglo. Como a causa de la debilidad y
el dolor de la enfermedad, no me encuentro con fuerzas
para hablar, declaro brevemente a mis hermanos mi
voluntad en estas tres palabras, es decir:
- que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi
testamento, se amen siempre mutuamente;
- que amen siempre a nuestra señora la santa pobreza y la
guarden;
- y que vivan siempre fieles y sumisos a los prelados y a
todos los clérigos de la santa madre Iglesia.
Y todo el que guarde estas cosas, sea colmado en el cielo
de la bendición del altísimo Padre, y sea colmado en la
tierra de la bendición de su amado Hijo, con el santísimo
Espíritu Paráclito y con todas las virtudes de los cielos y
con todos los santos. Y yo, el hermano Francisco,
vuestro pequeñuelo siervo, os confirmo cuanto puedo,
interior y exteriormente, esta santísima bendición”.

III. ORACIÓN A S. FRANCISCO


(1Cel. 111; 2Cel. 221)
Cel.: Hermanos carísimos, la vida de s. Francisco es un don
para todos, y su muerte nos lo aproxima más. A él nos
dirigimos con las palabras de sus primeros compañeros,
pues estamos seguros que su paternidad se extiende
también hoy sobre nosotros sus hijos.
Digamos todos:
T. Francisco, pobre y humilde, entra rico en el cielo.

206
Lector: “Luz del mundo, que en la Iglesia de Cristo iluminas
más que el sol, nos has substraído los rayos de tu luz y
has pasado a aquella patria esplendente donde, en lugar
de nuestra pobre compañía, tienes la de los ángeles y
santos”.
T. Francisco, pobre y humilde, entra rico en el cielo.

Lector: “Oh insigne modelo de nuestra familia religiosa, no te


desentiendas del cuidado de tus hijos aunque te veas
despojado de su carne. Tú sabes, y bien que lo sabes, en
qué peligros has dejado a los que sola tu dichosa
presencia aliviaba siempre con mucha misericordia en
sus innumerables fatigas y frecuentes angustias”.
T. Francisco, pobre y humilde, entra rico en el
cielo.
Lector: “Oh Padre santísimo, lleno de compasión, siempre
pronto a la misericordia y a perdonar los extravíos de tus
hijos. A ti, Padre dignísimo, te bendecimos; a ti, a quien
bendijo el Altísimo, que es siempre Dios bendito sobre
todas las cosas”.
T. Francisco, pobre y humilde, entra rico en el cielo.

Lector: “Tu te nutres ya de la ‘flor de harina’, tú en otro


tiempo hambriento; te abrevas ‘en el torrente de
delicias’, tú que hasta ahora tenías sed. No te creemos,
con todo, saciado de la abundancia de la casa de Dios
como para que te hayas olvidado de tus hijos”.
T. Francis
co, pobre y humilde, entra rico en el cielo.
Lector: “Llévanos en pos de ti, Padre santo, para que
corramos tras el suave perfume de tus ungüentos,
nosotros a quienes ves tibios por la desidia, lánguidos
por la pereza, semivivos por la negligencia. Ya la
pequeña grey te sigue con paso vacilante, y la mirada
deslumbrada de sus ojos enfermos no aguanta los
destellos de tu perfección”.

207
T. Francis
co, pobre y humilde, entra rico en el cielo.

Lector: “Tú que eres espejo y modelo de perfectos, haz que


nuestros días sean como los primeros, y no consientas
que, siendo iguales a ti en la profesión, seamos
desiguales en la vida”.
T. Francis
co, pobre y humilde, entra rico en el cielo.

Lector: Oh Padre Francisco, acuérdate de todos tus hijos, que,


sabes muy bien tú, cuán de lejos seguimos tus huellas.
Danos fuerza, para que resistamos; haznos puros, para
que resplandezcamos; llénanos de alegría, para que
disfrutemos. Impetra para que se derrame sobre nosotros
el espíritu de gracia y de oración, para que tengamos,
como tú, la verdadera humildad; guardemos, como tú, la
pobreza; merezcamos, como tú, la caridad con que
amaste siempre a Cristo crucificado, quien con el Padre
y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los
siglos.
T. Amén.

IV. BENDICIÓN DE S. FRANCISCO


(A Fr. León)

Coment: El Señor inspiró a fray Francisco bendecir a sus


frailes con las palabras con que Aarón bendecía al pueblo
elegido. Por la intercesión de san Francisco, los beneficios de
esta misma bendición desciendan con abundancia sobre
nosotros y sobre el pueblo cristiano.

Presid.: El Señor les bendiga y los guarde.


Todos: Amén.

Presid.: Les muestre su rostro y tenga piedad de ustedes.


Todos: Amen.
208
Presid. Vuelva a ustedes su rostro y les conceda la paz.
Todos: Amén.

Presid. Y sobre todos ustedes que han participado en esta


celebración del tránsito del padre san Francisco, descienda la
bendición de Dios todopoderoso + Padre, e + Hijo, y Espíritu
+ Santo.
Todos: Amén.

CANTO FINAL

Salve, sancte Pater, Te saludamos, padre


pátriae lux, forma san Francisco, luz para
Minórum, virtútis todos, modelos de los
spéculum, recti vía, Frailes menores, espejo
régula morum: cárnis de todas las virtudes y
ab exílio dúc nos ad camino de los justos:
régna polórum. llévanos de este exilio
corporal para el reino
celestial.
U otro canto.

BENDICIÓN DE LAS CELDAS DEL CONVENTO


(En la Epifanía del Señor, o Pascua de Resurrección)

Preparar:

Roquete y estola blanca para el Superior, roquete para los


ministrantes; turíbulo, naveta y acetre con agua bendita e hisopo.
Cantos navideños, o pascuales.
Rito
A la hora fijada, los Religiosos se reúnen en la capilla o iglesia. El
Superior, delante del altar, dice:

Super. En el nombre del Padre...

Todos: Antífona:

209
Desde el oriente llegaron los Reyes a Belén para adorar
al Señor, y ofrecieron ricos tesoros: oro, al gran Rey;
incienso, al verdadero Dios; mirra, a aquel que debía
morir. Aleluya.

Super. Oremos
Señor, tú manifestaste a tu Hijo este día a todas las naciones
por medio de una estrella: concédenos, a cuantos ya te
conocemos por la fe, llegar a contemplar, cara a cara, la
hermosura infinita de tu gloria.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Los Religiosos salen cantando, y se dirigen hasta la primera celda.
El Superior reza la Antífona y las oraciones. Pone incienso en el
turíbulo, y rocía e inciensa la primera celda.
La Antífona y la Oración pueden ser rezadas en la primera celda de
cada pasillo o bloque o piso. En las demás celdas se puede incensar
o rociar.
Durante el recorrido de un sitio a otro, es conveniente ejecutar
cantos.

1. Esquema de Bendición del Convento

V. Paz a esta casa,


R. Y a todos nosotros aquí presentes.

Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,


porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti
brilla la gloria del Señor.

Super.: Oremos
Bendice, Señor, Dios todopoderoso, este lugar, para que
reine en él la salud, la castidad perfecta, la fortaleza, la
humildad, la bondad y la mansedumbre, la observancia de la
ley de Dios y la acción de gracias a Dios Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo. Y esta bendición permanezca siempre sobre
esta casa y sus habitantes.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

2. Esquema de Bendición del convento


210
A. Para las habitaciones
I - (Bendición inicial)

V. Paz a esta casa.


R. Y a todos nosotros aquí presentes.

Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,


porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti brilla
la gloria del Señor.

Super.: Oremos
Haz revivir en nosotros, Señor, en el signo de esta agua
bendita, el recuerdo del bautismo y nuestra adhesión a Cristo
Señor, crucificado y resucitado por nuestra salvación. Él es
Dios, y vive y reina por todos los siglos.
Amén.

El Dios de la esperanza los llene de toda clase de gozo y de


paz en la fe. La paz de Cristo reine en sus corazones. El
Espíritu Santo derrame sobre ustedes sus dones. Por Cristo
nuestro Señor.
Amén.

II - (Bendición inicial)

V- Paz a esta casa.


R.- Y a todos nosotros, aquí presentes.

Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,


porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti
brilla la gloria del Señor.

Super.: Oremos
Señor, Padre nuestro y santo, escucha la oración que con
confianza te presentamos en el nombre de Jesús, tu Hijo y
hermano nuestro.

211
Ayúdanos a crecer en la fe. Conserva en nosotros la unidad,
la paz fraterna y la serenidad.
Socórrenos en la hora de la prueba y de la necesidad.
Sostennos en la fatiga de cada día.
Tórnanos capaces para tu alabanza, como Comunidad que te
reconoce y te ama, en la espera de tu día glorioso.
Amén.

III. (Bendición inicial)

V. Paz a esta casa (a estos locales).


R. Y a todos aquellos que en ella habitan.

Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,


porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti
brilla la gloria del Señor.

Super.: Oremos
Acuérdate, Señor, de tu perenne misericordia, y dígnate
ayudarnos y escucharnos.
Bendice nuestra Comunidad: ayúdala a crecer en la fe,
consérvala en la unidad y la paz.
Ven en socorro de nuestra debilidad, alejando las
enfermedades, los peligros del alma y del cuerpo.
En el momento del dolor y de la prueba, ayúdanos a
permanecer firmes en la fe y en tu amor.
Escucha, Señor, nuestra oración. Te la presentamos con
confianza, apoyados en los merecimientos de nuestro Señor
Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por
todos los siglos de los siglos. Amén.

B - Para los lugares de trabajo

I. (Bendición inicial)
V. Paz a esta casa (a esta...).
R. Y a todos los que en ella habitan.

212
Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,
porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti
brilla la gloria del Señor.
Super.: Oremos
Quédate con nosotros, Señor, porque necesitamos tu ayuda,
tu fuerza, tu misericordia.
Quédate con nosotros, Señor, porque queremos amarte y
vivir en tu amor.
Quédate con nosotros, Señor, para santificar con tu
presencia y gracia nuestra fatiga, nuestras preocupaciones,
nuestro estudio, el trabajo de cada día.
Quédate con nosotros, Señor, ahora y siempre: seas tú
nuestra alegría, nuestra esperanza.
Amén.

II. (Bendición inicial)

U. Paz a esta casa (a este...).


V. R. Y a todos los que en ella habitan.

Todos: Ant. Despierta, Jerusalén, vístete de resplandor,


porque ya llega aquel que te ilumina: sobre ti
brilla la gloria del Señor.
Super.: Oremos
Señor, bueno y lleno de misericordia, concédenos, a
nosotros tus hijos, con benigna y paternal bondad, salud de
alma y cuerpo.
Bendice y santifica nuestro trabajo, nuestras búsquedas,
nuestro estudio...
Por la intercesión de la Virgen María y de todos los Santos,
líbranos de la equivocación, de la indisposición, y de todos
los males de la vida presente y llévanos a la salvación
eterna.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

213
EXTRACCIÓN DE LOS SANTOS
PROTECTORES (Epifanía)

Todos los Hermanos tomen parte en la Extracción de los Santos


Protectores y Máximas para el nuevo año; invoquen el auxilio divino y
canten el Veni, Creátor, o digan:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y


enciende en ellos el fuego de tu amor.

V. Envía tu Espíritu para darnos nueva vida.


R. Y se renovará la faz de la tierra.

Oremos
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con la luz del
Espíritu Santo, concédenos saborear las cosas rectas según este tu
Espíritu, y gozar para siempre de sus consolaciones.
Míranos benignamente, Señor, porque no ponemos nuestra confianza
en nuestras fuerzas, sino en ti: concede que tus Santos nos protejan
contra toda adversidad y nos acompañen para llegar a ti.
Por C. N. S. Amén.

Se procede a la extracción de los Santos Protectores y de las “máximas”


previamente preparadas. Es oportuno realizar, en este momento también, el
intercambio de sencillos presentes entre los Hermanos para estimular la
recíproca fraternidad y aprecio.
Después, el Superior concluye:

Super.: Oremos

Señor, tú quisiste salir al encuentro de nuestra debilidad


colocando en nuestro camino la presencia y ejemplo de tus
Santos, concédenos venerar sinceramente sus méritos, de
manera que podamos disfrutar de su protección, sobretodo
imitar su vida, caminando tras sus huellas. Por Cristo nuestro
Señor. Amén

Canto: Te, Déum, laudámus

214
RENOVACIÓN DE LOS VOTOS

En la fiesta de
TODOS LOS SANTOS FRANCISCANOS
(29 de noviembre)

[Sacado del: Ritual Romano-Seráfico de la Profesión Religiosa, p. 41]


1. El 29 de noviembre de 1223, día en que N.P.S. Francisco
obtuvo la confirmación de la Regla por parte del papa Honorio
III, todos los Frailes renuevan con devoción su profesión
religiosa.
2. La víspera de la fiesta, cada Hermano, dedicándose más
detenidamente a los necesarios ejercicios de piedad y a la
confesión, se prepare diligentemente para renovar sus Votos; y
el día de la fiesta, se acerquen a la Comunión los que no son
sacerdotes. Y no omitan orar según las intenciones del Sumo
Pontífice y por las necesidades de la Orden.
3. Después de la Misa Conventual, o después de Vísperas, todos
los Religiosos se acerquen al presbiterio, y se arrodillen.

El Superior entona el Himno al Espíritu Santo (pág. 69).


Después dice:

Super:
Recordando que Nuestro Padre San Francisco
acostumbraba repetir frecuentemente:
“Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, porque
hasta el presente nada o casi nada hemos progresado”;
oremos, hermanos carísimos, a Dios nuestro Padre, que da la
perseverancia en el bien, para que se digne conceder el
auxilio de su gracia a estos hijos suyos que renuevan hoy sus
votos.

Y todos oran en silencio. Después, el Superior dice:

Superior:
Mira benignamente, Señor, a estos hijos tuyos, que, en tu
divina providencia, llamaste a la perfección evangélica;
concede que perseveren con generosa y constante entrega en
el camino comenzado con grande fervor.
215
Todos: Amén.

Los Hermanos, todos juntos, renuevan su profesión religiosa, diciendo:

Honor y gloria a la Santísima Trinidad.


Yo, Fray N.N., llamado, por divina inspiración, a
seguir más de cerca el Evangelio y las huellas de
nuestro Señor Jesucristo, en presencia de todos los
hermanos aquí presentes, en tus manos, Padre (N.N.)
con fe y firme voluntad: prometo a Dios Padre Santo
todopoderoso vivir por todo el tiempo de mi vida (o:
por... año(s), en obediencia, sin nada propio y en
castidad, y prometo también observar fielmente la
vida y la Regla de los Frailes Menores aprobada por el
Papa Honorio, según las Constituciones de la Orden
de los Hermanos Menores Conventuales.
Por tanto, me entrego de todo corazón a esta
Fraternidad, para que, mediante la acción eficaz del
Espíritu Santo, el ejemplo de María Inmaculada, la
intercesión de nuestro Padre San Francisco y de todos
los Santos, y la ayuda de los Hermanos, pueda
alcanzar la perfección de la caridad al servicio de
Dios, de la Iglesia y de todos los hombres.

Superior:
Habiendo renovado nuestra consagración, invoquemos
a Dios todopoderoso para que nos conceda ser fieles
cumplidores de los votos religiosos, y generosos en su
servicio.
Supliquémosle, y digamos juntos:
Escúchanos, Señor.

- Por todos los consagrados, para que ofrezcan el canto


de los labios y del corazón, el trabajo de las manos y de la
mente, las alegrías y tristezas de la vida como una ofrenda
espiritual, Oremos:

216
- Por todos los jóvenes que sienten el llamado de Dios
para la vida religiosa: para que amen el servicio de Dios, y
acojan la invitación de Jesucristo a caminar rumbo a la
perfección, Oremos:

- Por todos los Religiosos franciscanos: para que, tras el


ejemplo del Seráfico Padre San Francisco, y viviendo en
plenitud y con amor su profesión de pobreza, de castidad y
de obediencia, reconstruyan siempre la Iglesia de Dios,
Oremos:

- Por todos nosotros, aquí presentes que hemos renovado


nuestra consagración a Dios: para que el Señor nos conceda
generosidad en su santo servicio, y que seamos luz y
fermento en el mundo dando fruto de santidad, Oremos:
Superior:
Señor Jesucristo, que nos llamaste a la vida
consagrada, ayúdanos a perseverar con fidelidad en nuestras
promesas, para que no vivamos ya para nosotros mismos,
sino para ti solamente. Te lo pedimos por la intercesión de
san Francisco y de todos nuestros Santos. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

217
GLORIA TIBI, TRINITAS

218

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