Guia Participante Modulo Bs20 PDF
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El módulo está dirigido a todos los servidores públicos y población en general que
culminaron los tres módulos previos a objeto de que puedan identificar, describir y
explicar tanto la importancia de las imágenes incluidas en el nuevo billete de 20,
como las características de seguridad de este corte.
Consideraciones generales
Anverso
En el reverso, siguiendo el diseño se observa un sitio natural, un elemento de
flora y otro de fauna.
Reverso
Genoveva Ríos
(Litoral, 1865 – s/f)
Pedro Ignacio Muiba y otros guerreros lograron sobrevivir a esta masacre; sin
embargo, días después fue apresado y asesinado. Su cuerpo fue puesto en la
horca en la misma plaza de San Pedro para escarmiento de los indígenas. La
muerte de Muiba permitió establecer un gobierno indigenal en Moxos hasta
1822.
b) Sitio patrimonial y natural
Fuerte de Samaypata
El Fuerte de Samaypata, cuyo nombre proviene del quechua Samay que significa
descansar y pata, altura; fue un centro ceremonial, administrativo y habitacional,
único en su género que se materializó en un solo monumento lítico y en un
entorno natural donde confluyeron culturas prehispánicas.
Caimán Negro
Es uno de los reptiles más grandes de la Amazonía que habita en aguas dulces
zonas pantanosas y bosques inundables del norte de La Paz, Beni, Santa Cruz y
Pando.
Puede llegar a pesar más de 400 kilos, vivir alrededor de 40 años y sobrepasar
los 6 metros de largo. Tiene el dorso oscuro y vientre claro, conformación
robusta y su cola le permite nadar en ríos y lagunas.
Es una especie ornamental, tradicional del oriente y sudeste del país, de gran
altura (6 a 12 metros) que se caracteriza por tener un tronco abultado y florecer
en otoño.
El tallo en forma de botella sirve para conservar agua en las épocas secas del
año; además, está protegido por gruesos aguijones. Otra característica singular
es que florece en otoño, mes donde la mayoría de los árboles pierden sus hojas,
acentuando su belleza y colorido con tonos rosados, blancos y amarillos.
MIRE
Con la acción MIRE se
pueden identificar las
siguientes medidas de
seguridad:
TOQUE
Con la acción del TOQUE puede
sentirse el material en el que están
impresos los billetes, un papel especial
de 100% algodón, cuyo grosor, calidad
y textura son fáciles de apreciar al
tacto.
Por otro lado, existen muchas zonas del billete que están IMPRESAS EN ALTO
RELIEVE. Dicha impresión se siente al tacto y se encuentra en los personajes
históricos, textos y el número “20”. Además, en los bordes izquierdo y derecho
del anverso del billete se sienten al tacto 2 bloques de 6 líneas cortas diagonales
en alto relieve y -al igual que en el corte de Bs20 de la anterior familia de billetes-,
3 barras horizontales en la parte superior izquierda.
En el reverso la impresión en alto relieve se presenta en las franjas horizontales
de los bordes superior e inferior del billete, el texto «BANCO CENTRAL DE
BOLIVIA – ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA», el número «20» y el texto
«VEINTE BOLIVIANOS».
INCLINE
Tres medidas de seguridad,
posiblemente las más
importantes, pueden
identificarse cuando se realiza
la acción INCLINE.
La primera es el HILO DE
SEGURIDAD, que está ubicado
en el anverso del billete, tiene 4
milímetros de ancho, lleva la
imagen de Genoveva Ríos y el
número “20”. Al inclinarlo
cambia de color de naranja a
verde.
GENOVEVA RÍOS
El contexto previo:
En la década de 1870, el auge en la explotación del salitre hizo que el Litoral boliviano fuera ocupado
progresivamente por una gran cantidad de población chilena a la par que la presencia de población boliviana
era baja. Así en noviembre de 1878 cuando la municipalidad de Antofagasta realizó un censo, 6554
pobladores eran chilenos mientras que solamente 1226 pobladores eran bolivianos, entre estos habitantes
bolivianos estaban Genoveva Ríos y su familia.
Antofagasta se recuperaba de un gran desastre, ya que el 9 de mayo de 1877 tuvo lugar un gran terremoto
que provocó asimismo un tsunami que afectó a las poblaciones del Litoral boliviano. Cobija fue devastada al
igual que Mejillones y Tocopilla. En el caso de Antofagasta muchos edificios fueron destruidos por el
terremoto y por las olas del mar que llegaron hasta la propia plaza principal; aunque la población logró
ponerse a salvo al escapar a los cerros vecinos.
La actividad económica en Antofagasta, ciudad en la que vivía Genoveva Ríos, giraba en torno a las
actividades de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta que estaba formada por capitales
chilenos e ingleses. En 1878 el gobierno boliviano determinó aplicar un impuesto de 10 centavos por cada
quintal de salitre exportado por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. La compañía rechazó la
medida y en vez de interponer una demanda en los tribunales bolivianos, como correspondía, recurrió al
gobierno de Chile que reclamó a Bolivia por la aplicación del impuesto. El gobierno boliviano respondió
reivindicando la adopción de una medida soberana; pero al mismo tiempo mostró su disposición a dialogar y
someter esta controversia al arbitraje establecido por el Protocolo Complementario de 1875 firmado entre
Bolivia y Chile. En el entretanto la medida debía ser aplicada y ante el rechazo de la compañía a obedecer
las leyes bolivianas se determinó la rescisión del contrato que existía con la Compañía de Salitres y
Ferrocarril de Antofagasta y el embargo de sus bienes e instalaciones.
La invasión de Antofagasta:
El 14 de febrero de 1879, sin una previa declaración de guerra, tropas chilenas invadieron el puerto de
Antofagasta. La invasión fue preparada con mucha antelación, pues unos días antes ancló en el puerto el
vapor blindado “Blanco Encalada”. El día 14 de febrero aparecieron otros dos buques y el comandante
chileno Emilio Sotomayor exigió mediante una nota la rendición de la pequeña guarnición boliviana. El
Prefecto del Litoral, el coronel Severino Zapata, respondió así al mensaje:
“Mandado por mi Gobierno a ocupar la Prefectura de este Departamento, sólo podré salir de él por
la fuerza. Puede Usted emplear ésta, que encontrará ciudadanos desarmados, pero dispuestos al
sacrificio y al martirio. No hay fuerzas con que poder contrarrestar a los tres vapores blindados
chilenos, pero no abandonaremos este puerto sino cuando se consume la invasión armada”.
Acto seguido, las tropas chilenas desembarcaron y ocuparon el puerto y la ciudad. Su labor fue facilitada por
la acción de la población chilena residente en Antofagasta que fue agitada por el cónsul de Chile. Grupos de
civiles chilenos recorrieron las calles del puerto agrediendo a la población boliviana y asaltando los edificios
públicos como la Aduana y la Prefectura, donde se dedicaron a ultrajar los símbolos nacionales bolivianos.
El rescate de la bandera:
Fue en estas circunstancias que Genoveva Ríos que por entonces tenía 14 años decide rescatar la bandera
boliviana que flameaba sobre la Intendencia de Policía de Antofagasta y la ocultó entre sus ropas salvándola
de ser ultrajada por la turba. El relato del rescate heroico de la bandera fue consignado por el periódico
paceño El Comercio en su edición del 28 de febrero de 1879 bajo los siguientes términos:
Lo trascendental de todo cuanto ocurrió ese infortunado día, protagonizó la niña Genoveva Ríos,
muchachita de 14 años de edad, hija del Comisario Don Clemente Ríos, quien aprovechando el
desorden de aquellos instantes, salvó la bandera que se hallaba izada en la Intendencia de Policía,
escondiéndola dentro de la ropa que vestía, burlando así que cayera en manos de la rotería
enfurecida, que momentos antes había roto el escudo y arrastraba la bandera de la Prefectura.
Luego de la ocupación de Antofagasta por parte de las tropas chilenas, pobladores y autoridades bolivianas
fueron embarcadas rumbo al norte hacia los puertos peruanos de Arica e Iquique. El rastro de Genoveva
Ríos se pierde a partir de entonces.
La entrega de la bandera:
La figura de Genoveva Ríos vuelve a aparecer en diciembre de 1904 en Iquique. Para entonces era una
mujer que contaba con 39 años, Ríos vivía en este puerto peruano que también fue anexionado por Chile
durante la Guerra del Pacífico y aún conservaba entre sus pertenencias la bandera que había rescatado en
Antofagasta.
La noticia de la existencia de esta bandera llegó a conocimiento del cruceño Arístides Moreno quien era
hermano menor del afamado historiador Gabriel René Moreno y que ocupó varios cargos entre ellos el de
Cónsul de Bolivia en Iquique, oportunidad en la que conoció a Genoveva Ríos que vivía en la misma ciudad.
Genoveva Ríos entregó a Arístides Moreno la bandera y recibió de parte de él, la suma de veinticinco pesos
como reconocimiento. Como constancia de esta entrega Genoveva Ríos firmó un recibo, cuyo tenor es el
siguiente:
Recibí del Señor Arístides Moreno la cantidad de veinte i cinco pesos (25) como recompensa de una
Bandera que le entregué, la cual libré de manos del enemigo el año 1879 y para constancia le firmo
el presente.
Iquique, 14 de diciembre 1904
Jenoveva Ríos
Resulta interesante que Genoveva Ríos haya entregado la bandera a fines de 1904; ya que fue precisamente
en octubre de ése año que Bolivia firmó bajo presión el Tratado de Paz y Límites por el cual cedió el territorio
del Litoral a Chile. Al parecer Genoveva Ríos guardó la bandera desde 1879 hasta 1904 con la esperanza de
que volviera a flamear en un puerto boliviano. Luego de la firma del tratado esta esperanza se postergó de
manera indefinida; de ahí que haya considerado que el lugar de la bandera era estar en suelo boliviano por lo
que la habría entregado a Arístides Moreno.
Señor: En mi última visita al puerto de Iquique, recibí encargo del Cónsul de Bolivia, señor Arístides
Moreno, para repatriar la bandera que flameó en la Intendencia de Antofagasta el memorable día en
que las fuerzas chilenas ocuparon ese puerto y remitirla, como una donación histórica, a la prestigiosa
sociedad que usted preside.
Cumpliendo con tan grata comisión, me es altamente honroso remitir a usted por conducto del H.
Diputado por Chayanta, Señor Juan 2º Alvarado, aquella gloriosa bandera, que fue milagrosamente
salvada de caer en manos del enemigo, por la señora Genoveva Ríos, cual hace constar del recibo
adjunto.
La bandera rescatada por Genoveva Ríos fue entregada a la Sociedad Geográfica de Sucre y actualmente se
conserva en el Museo de la Casa de la Libertad en la ciudad de Sucre. En cuanto a Genoveva Ríos no hay
mayores detalles acerca de lo que ocurrió con ella luego de 1904, desconociéndose por el momento el lugar
y la fecha de su muerte.
BIBLIOGRAFÍA
Gantier, Joaquín (1964). Bandera de Antofagasta. Anhelo al mar. Boletín de la Sociedad Geográfica e
Histórica de Sucre. 448, 57-71.
Prieto, Carlos (1981). Manual de alocuciones para el maestro rural. La Paz: Librería Crispín.
Querejazu, Roberto Guano, salitre y sangre. Historia de la Guerra del Pacífico. La Paz: Editorial Juventud
Relato de la invasión de Antofagasta publicado en El Comercio, La Paz 28 de febrero de 1879, p. 1.
TOMÁS KATARI
Tomás Katari, líder de la rebelión indígena en el Norte de Potosí en 1780, nació probablemente hacia 1740,
sus padres se llamaban Santos Katari y Mauricia María. Tomás Katari era natural del pueblo de San Pedro
de Macha y vivió en la comunidad de Faracachi donde poseía un pedazo de tierra. En 30 de abril de 1770
contrajo matrimonio con Curusa Llave (Kurusa Llawi) natural de la estancia Hancocaime con quien se sabe
llegó a tener una hija. Tomás Katari fue asesinado en la cuesta de Chataquila el 8 de enero de 1781 mientras
era trasladado a la ciudad de Chuquisaca (conocida también como la Ciudad de la Plata, hoy Sucre); su
cuerpo fue enterrado en el pueblo de Quilaquila el 10 de enero de 1781.
La situación previa:
A mediados del siglo XVIII las extorsiones y abusos a la población indígena por parte de los españoles y las
autoridades coloniales se habían incrementado. Así, los corregidores de las provincias que compraban sus
puestos en España querían pagar sus deudas y enriquecerse lo más rápido posible exaccionando a los
indígenas. Igualmente, la corona española había autorizado que los corregidores pudieran repartir diversas
mercancías a los indígenas (herramientas, mulas, adornos, etc.), las cuales eran entregadas a precios
elevados y muchas eran inservibles. Peor aún, varios corregidores repartían más mercancías de las que
estaban autorizados; así por ejemplo, Joaquín de Alós el corregidor de la provincia de Chayanta estaba
autorizado a repartir mercancías por valor de 150.000 pesos, pero de manera abusiva repartió hasta alcanzar
un valor de 400.000 pesos.
De la misma forma, en varios lugares se había elevado de manera arbitraria los tributos que pagaban los
indígenas con la complicidad de caciques mestizos que actuaban en acuerdo con los corregidores; peor aún
a pesar de recaudar elevadas sumas por los tributos, los corregidores y caciques se apropiaban de parte del
tributo defraudando a la propia corona española. A ello se sumaba otro abuso, y es que en distintos lugares
se había obligado a tributar a los indígenas que volvían de realizar el servicio de la mita de Potosí siendo que
estaban exentos de ello.
Su primera intervención:
En 1775 se nombró como cacique de Macha a un mestizo llamado Blas Bernal que en complicidad con el
corregidor de la provincia de Chayanta, Ursainqui y su sucesor Joaquín de Alós se dedicó a extorsionar a los
indígenas. A principios de 1778, cansados de los abusos un grupo de indígenas se dirigió a la Villa Imperial
de Potosí para exigir la remoción de Blas Bernal, entre ellos estaba Tomás Katari. En marzo del mismo año
Tomás Katari que había logrado la designación de cobrador de los tributos de Macha, se presentó ante el
corregidor Alós para que diera cumplimiento a esas órdenes; Alós decidió arrestarlo y le quitó sus
documentos, y ordenó que fuera azotado por Blas Bernal ante la vista de todos los indígenas a quienes
amenazó que “…él era su corregidor y visitador absoluto y que no había Audiencia ni Oficiales Reales, que
donde se fuesen a quejar otra vez los ahorcaría del estribo de su caballo”.
No logrando obtener justicia por parte de las autoridades de Charcas, Tomás Katari decidió viajar hasta la
propia capital del Virreinato del Río de la Plata, la ciudad de Buenos Aires. El 4 de diciembre de 1778;
después de semanas de viaje a pie y más de 600 leguas recorridas, que son unos 2.300 kilómetros, los
caciques (o curacas en la lengua indígena) Tomas Katari y Tomás Acho llegan a la ciudad de Buenos Aires
donde solicitan una entrevista con el Virrey Juan José Vértiz. El Virrey recibió a Katari y escuchó de sus
labios todos los abusos que los indígenas sufrían a manos de los españoles y de las autoridades coloniales.
Asimismo Vértiz firmó varios despachos para las autoridades coloniales en los que ordenaba hacer justicia a
los indios. El virrey ordenó asimismo a la Audiencia que designara un juez comisionado que investigase la
conducta del corregidor Alós y la designación de Tomás Katari como cacique cobrador de tributos.
Persecución y prisiones:
Cuando Tomás Katari regresó al territorio de Charcas en marzo de 1779 se dirigió a la ciudad de Chuquisaca
con la esperanza de que la Audiencia de Charcas nombrara al comisionado exigido por Vértiz lo que no fue
cumplido por ése tribunal. Peor aún, otras autoridades, entre ellas el Corregidor de Chayanta, no sólo que no
cumplieron las órdenes del Virrey sino que pusieron en prisión a Tomás Katari.
Así en mayo de 1779 Tomás Katari fue arrestado por el corregidor Alós quien lo acusó de haber falsificado la
firma del virrey y de exhortar a los indígenas a no pagar los tributos, lo cual era absolutamente falso. Los
indígenas no sólo liberaron a Katari sino que lograron que Blas Bernal dejara el cargo de cacique aunque
Alós se aseguró que su sucesor fuera también uno de sus allegados.
Un mes después, en junio, cuando Tomás Katari le exigió al corregidor Alós que le devolviera unos
documentos que le había quitado, Alós lo volvió a poner preso. Mientras era conducido al asiento minero de
Aullagas, los indígenas rodearon a la comitiva que lo llevaba prisionero y lograron liberarlo. Una vez libre,
Tomás Katari recaudó los tributos de las comunidades y se dirigió a la Villa Imperial de Potosí para
depositarlos directamente en las Cajas Reales, el dinero depositado por Katari demostró la defraudación
cometida por el corregidor con sus cómplices.
En cuanto a Tomás Katari, en vez de recibir el reconocimiento de las autoridades fue nuevamente apresado
en Potosí, donde estuvo encarcelado entre septiembre de 1779 hasta abril de 1780 en que fue enviado con
una escolta hacia la provincia de Chayanta donde debía ser juzgado por Alós su encarnizado enemigo;
enterados los indígenas interceptaron al grupo en cercanías del pueblo de Pocoata y lograron una vez más la
liberación de su líder.
A principios de junio de 1780, Tomás Katari buscó justicia por última vez, junto a otras autoridades indígenas
de Macha se dirigió a la ciudad de Chuquisaca para denunciar los reiterados abusos del corregidor Joaquin
de Alós y exigir a la Audiencia el cumplimiento de las órdenes dadas por el virrey Juan José Vértiz. Aunque
fue advertido por amigos que podía ser apresado, Katari insistió en presentarse en la ciudad diciendo: “…que
desde luego lo prendiesen, pues estando inocente quería se declarase su verdad y su justicia, por lo cual no
se movía de la puerta de la Audiencia”. El 10 de junio de 1780, Tomás Katari fue llevado de la puerta de la
Audiencia a la cárcel.
La sublevación:
La noticia de la prisión de Katari avivó la llama de la rebelión en la provincia de Chayanta e hizo ver a los
indígenas que nada podían esperar de las autoridades e instituciones coloniales. A fines de julio de 1780, las
comunidades advirtieron al corregidor que si no se liberaba a Tomás Katari “habría guerra”. La sublevación
estalló finalmente el 26 de agosto de 1780 en el pueblo de Pocoata mientras se hacía el reclutamiento de los
contingentes de mitayos que debían asistir a la Mita de Potosí.
Temiendo el descontento, el corregidor Joaquín Alós había llegado a Pocoata acompañado de una gran
escolta armada compuesta por 200 personas. En determinado momento, Tomás Acho, que había
acompañado a Tomás Katari en el viaje a Buenos Aires, se acercó al corregidor pidiéndole que se rebajaran
los tributos como había prometido y también la libertad de Tomás Katari, recibiendo como respuesta un
pistoletazo por parte de Alós que lo mató al instante. Este fue el detonante de la sublevación, librándose un
duro combate en las calles y plaza del pueblo saliendo triunfantes los indígenas. Cerca de 30 acompañantes
del corregidor resultaron muertos y el propio Joaquín de Alós fue tomado prisionero. Anoticiadas del suceso,
las autoridades de la Audiencia decidieron liberar a Tomás Katari y restituirlo en su cargo de cacique; a
cambio los indígenas liberaron a Alós
El gobierno de Katari:
El 30 de agosto de 1780 luego de ser liberado de la cárcel, hace su entrada triunfal en el pueblo de Pocoata
el caudillo Tomás Katari, acompañado por su esposa y su hija; siendo recibido como héroe y reconocido
como autoridad por una multitud de indígenas. A partir de entonces Katari se dedicó a cobrar los tributos y a
impartir justicia; ya que otras comunidades de la provincia de Chayanta se hicieron presentes en Macha
llevando a sus caciques para que fueran reprendidos y aconsejados por Tomás Katari; incluso
representantes de comunidades de la provincia de Paria como Condocondo, Challapata, Challacollo y Toledo
buscaron los consejos de Tomás Katari. Él se estableció en el pueblo de San Pedro de Macha y ejerció su
gobierno denominándose “Gobernador y cacique principal” del repartimiento.
El 13 de octubre de 1780, Tomas Katari escribe una carta al Rey de España en la que le explica las razones
que han llevado a los indígenas a sublevarse; entre ellas los abusos que sufrían por parte de los españoles y
los corregidores. En su carta Katari denuncia asimismo el reparto obligatorio de mercancías a los indios a
precios elevados, y muestra un tono de firmeza a la hora de pedir justicia al monarca español:
Que más pruebas quiere Vuestra Majestad del despecho de sus ministros…Don Tomás Katari y toda esta
comunidad de Chayanta piden rendidamente a Vuestra Majestad sean reprendidos los que fuesen culpados,
piden a Vuestra Majestad quite en el todo los repartos.
Captura y muerte:
Sin embargo, unos meses después de que Tomás Katari fuera liberado, las autoridades de la Audiencia de
Charcas giraron órdenes secretas para que Tomás Katari fuera apresado; la orden fue ejecutada por el
minero Manuel Álvarez Villarroel a mediados del mes de diciembre de 1780 en el ingenio del Rosario, muy
cerca del asiento minero de Aullagas, mientras Tomás Katari se hallaba recolectando los tributos. Álvarez
Villarroel, quien no tenía ninguna autoridad para detener a Katari, apresó asimismo a Isidro Serrano el
escribano de Katari y los llevó hacia Aullagas donde los entregó a Antonio de Acuña quien ocupó el cargo de
Justicia Mayor de Chayanta luego de la salida del corregidor Alós.
Acuña decidió llevar a los prisioneros a la ciudad de Chuquisaca con una escolta armada; pero el 8 de enero
de 1781 en la cuesta de Chataquila la comitiva fue rodeada por los indígenas que exigían la liberación de
Katari. Los españoles antes que liberar a Tomás Katari y a su escribano prefirieron asesinarlos y lanzarlos a
un barranco. Enfurecidos, los indígenas acabaron con Acuña y con la casi totalidad de sus acompañantes.
El 10 de enero de 1781 en la población de Quilaquila, el cura del lugar y los indígenas entierran a Tomás
Katari y a su escribano Isidro Serrano, cuyos cuerpos aún tenían los grillos de hierro que les fueron puestos
en los pies por sus captores. A diferencia de otros líderes indígenas que fueron descuartizados y sus restos
esparcidos por distintos lugares, en el caso de Tomás Katari existe la constancia documental de que fue
enterrado en la población de Quilaquila, al parecer en el cementerio anexo a la iglesia del pueblo.
La rebelión continúa:
El asesinato de Tomás Katari hizo que la sublevación indígena fuera incontenible, siendo dirigida por los
familiares del fallecido líder Nicolás y Dámaso Katari. El 18 de febrero de 1781, milicias de la ciudad de
Chuquisaca fracasan en su intento de desalojar a las tropas indígenas que se habían asentado en el sector
de la Punilla amenazando con tomar la ciudad. A raíz de esta derrota, las autoridades coloniales enviaron
dos parlamentarios que ofrecieron el perdón a los indígenas además de devolver algunos de los documentos
que se habían quitado a Tomás Katari. Es en este punto que los indígenas cometieron un error fatal:
dividirse. Un grupo aceptó la propuesta de perdón de los españoles y se retiró en masa del lugar; mientras
que otro grupo decidió sostener la lucha. Debilitado, este último grupo fue destrozado por las milicias de
Chuquisaca en el segundo combate de la Punilla, que tuvo lugar apenas dos días después, el 20 de febrero
de 1781.
BIBLIOGRAFÍA
Andrade, Claudio (1994). La rebelión de Tomás Katari. Sucre: IPTK-CIPRES.
Barnadas, Josep (2002). Diccionario Histórico de Bolivia. Sucre: Grupo de Estudios Históricos.
Lewin, Boleslao (1967). La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la independencia de Hispanoamérica.
Buenos Aires: Sociedad Editora Latino Americana SELA.
Serulnikov, Sergio (2006). Conflictos sociales e insurrección en el mundo colonial andino. El norte de Potosí
en el siglo XVIII. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica FCE.
PEDRO IGNACIO MUIBA
Durante el periodo colonial los padres jesuitas establecieron una serie de Misiones en el territorio de los
llanos de Moxos (Santísima Trinidad, Loreto, San Ignacio, San Pedro, etc.) donde agruparon a las naciones
indígenas con el fin de inculcarles la fe cristiana. Estas misiones, que se gobernaban a través de cabildos
indigenales, prosperaron y destacaron en la producción de muebles, textiles de algodón, cera, etc., que se
llevaban a vender a ciudades como Potosí y Chuquisaca.
En 1767, temerosas de la autonomía que tenían las misiones jesuitas en todo el continente, las autoridades
españolas decidieron expulsar a los jesuitas de toda América. La provincia de Mojos fue puesta bajo la
autoridad de gobernadores españoles, mientras que cada uno de los pueblos era manejado tanto por un cura
del clero secular y por administradores coloniales. A lo largo de su vida Pedro Ignacio Muiba interactuó con
varios de los gobernadores españoles (Lázaro de Ribera, Miguel Zamora y Treviño, Antonio Álvarez de
Sotomayor y Pedro Pablo de Urquijo) y se enfrentó a varios de ellos.
Uno de los gobernadores españoles más conocidos fue Lázaro de Ribera, quien ejerció el gobierno de la
provincia de Mojos hasta 1792. Ribera diseño un plan de reformas para la administración de los pueblos
indígenas y lo puso en conocimiento de las autoridades indígenas de los pueblos de Mojos (caciques,
alcaldes, jueces indígenas, etc.) reunidas en el pueblo de San Pedro el 30 de enero de 1790. Es en ése
momento que se tiene una de las primeras menciones a Pedro Ignacio Muiba; ya que él fue el intérprete que
puso en conocimiento de las autoridades indígenas el extenso plan de Ribera. Esto demuestra que Pedro
Ignacio Muiba además de conocer el castellano y su propia lengua la mojeña, conocía también varias de las
otras lenguas de los pueblos de Mojos, región en la que además de los mojeños vivían otros grupos étnicos
como los canichanas, los cayubabas, los movimas, los itonamas, etc.
La rebelión de 1801:
Luego de la partida del gobernador Lázaro de Ribera, a la provincia de Mojos y sus pueblos llegaron otros
gobernadores españoles y administradores coloniales que lo único que querían era enriquecerse a costa de
los indígenas. A diferencia del periodo misional en el que los cabildos y autoridades indígenas tenían un
papel relevante en la administración de los pueblos, durante el periodo de los gobernadores españoles se
incrementaron las exacciones y los abusos contra las poblaciones indígenas a través de exigencias
desmedidas de recursos y trabajo, lo que dio lugar a varias sublevaciones.
En 1801, cansados de los abusos del gobernador español Miguel Zamora y Treviño, los indígenas se rebelan
teniendo como líderes a Juan Maraza, cacique canichana del pueblo de San Pedro, y Pedro Ignacio Muiba.
La rebelión concluyó con la expulsión del gobernador español del territorio de Mojos.
Muiba es apresado:
Sin embargo parece que Pedro Ignacio Muiba continuó denunciando los abusos que cometían los españoles
y exhortando a los pueblos a la insurrección; ya que en 1804 el nuevo gobernador de la provincia, Antonio
Álvarez de Sotomayor, recibió una instrucción desde la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río
de la Plata, en la que se le ordenaba poner en prisión a Pedro Ignacio Muiba. El gobernador apresó al líder
indígena con la intención de enviarlo a la ciudad de la Plata (Chuquisaca) sede de la Audiencia de Charcas
sin embargo tuvo que liberarlo en noviembre de 1804 luego de que los pueblos se alborotaran y amenazaran
con una sublevación. Destacado papel en la liberación de Muiba tuvo una hija suya que estaba casada con
un canichana.
Fue gracias a los tumultos de 1804 que se conocen más detalles sobre la vida de Muiba. Así el gobernador
Álvarez lo acusa a él, por su conocimiento del castellano, de ser uno de los principales agitadores en los
pueblos junto a otros intérpretes como Baltasar Cayube y Manuel Muiba. Igualmente, se decía que Pedro
Ignacio Muiba había estado en algún momento en el territorio del Virreinato del Perú y habría tenido
conocimiento de las sublevaciones indígenas de Túpac Amaru y Túpak Katari que tuvieron lugar entre 1780-
1782. Dado el ascendiente que Pedro Ignacio Muiba tenían entre los indígenas de Mojos, el gobernador
Álvarez accedió a liberarlo a condición de que delegara el cargo de cacique del pueblo de Trinidad en otra
persona. El elegido fue Gregorio Gonzales quien era hermano de madre de Pedro Ignacio Muiba y quien se
convertiría en uno de sus principales lugartenientes y portavoz de la rebelión.
En 1808 España fue invadida por los ejércitos franceses de Napoleón y los reyes Carlos IV y Fernando VII
fueron hechos prisioneros; este acontecimiento precipitó la crisis del sistema colonial en América y dio lugar a
las revoluciones de 1809 y 1810, en Chuquisaca, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Para octubre de 1810
los indígenas de las misiones de Mojos estaban bien enterados de lo que sucedía en Europa y lo que estaba
sucediendo en América, sabían que el rey español era prisionero de los franceses y muchos creían que
había muerto, con lo que se ponía en cuestionamiento la propia legitimidad de las autoridades coloniales que
insistían en mantener sus abusos y exacciones. Para entonces tanto Muiba como su hermano Gregorio
Gonzales buscaban la unión de los indígenas de todos los pueblos de Mojos para oponerse a las autoridades
españolas; lo demuestra la carta que Gregorio Gonzales envío el 6 de octubre de 1810 a Juan Maraza, el
cacique de los canichanas donde le comenta los sucesos de Europa pero también hace referencia a la
revolución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires y la revolución del 24 de septiembre de 1810 en Santa
Cruz, que sucedió apenas un par de semanas antes que enviara la carta que entre otras cosas decía lo
siguiente:
Mi cacique don Juan Maraza, mi taita te avisaré ahora y luego, nuestro rey ya murió en
Francia, ya mataron y Bonaparte está en el palacio donde estaba nuestro rey…el virrey de
Buenos Aires ya echaron para fuera…así también en Santa Cruz, don Pedro Toledo
subdelegado también ya quitaron los cruceños y por eso te aviso taita…y aquí no quieren
avisar la verdad engañando a nosotros…por eso te aviso taita para que lo sepa todo, pensarlo
bien todo, avisar todos los jueces y capitanes y tenientes y alféreces…el rey ya no hay, ya
murió.
La rebelión de Loreto
Enterado de la agitación existente, el gobernador español Pedro Pablo de Urquijo ordenó a los indígenas de
la Misión de Nuestra Señora de Loreto que alistaran canoas para transportar a su familia y sus bienes hacia
Santa Cruz. Para la época, el ser remeros en las canoas era uno de los servicios más oprobiosos para los
indígenas; pues estaban obligados a viajar grandes distancias, abandonando sus familias, sus cultivos y
proveyéndose su propio sustento para el viaje. Algunos indígenas morían durante la travesía, además que
los administradores coloniales solían programar viajes sucesivos no dando lugar a que los remeros
descansaran adecuadamente. De hecho, cuando el gobernador Urquijo ordenó a los loretanos que
transportaran a su familia, estos se enfurecieron porque habían regresado recién de un largo viaje y
consideraron esa orden como un abuso y decidieron desconocerla. Más aún, el 28 de octubre de 1810 se
produce la rebelión de los indígenas a la cabeza del cacique José Bopi que decidieron desconocer al
administrador de la Misión y organizaron su propio gobierno sobre la base del Cabildo Indigenal.
Decidido a castigar a los indígenas, el gobernador español Pedro Pablo de Urquijo se dirigió a la Misión de la
Santísima Trinidad (actual ciudad de Trinidad) adonde llegó el 9 de noviembre generándose toda clase de
rumores y tumultos. Al día siguiente, 10 de diciembre de 1810 por la mañana, los indígenas se declaran en
rebelión a la cabeza del cacique Pedro Ignacio Muiba.
Como los indígenas sabían que el Rey de España estaba prisionero en manos del emperador francés
Napoleón, decidieron desconocer la autoridad del gobernador español Pedro Pablo de Urquijo y formar su
propio gobierno indígena en base a su cabildo y con Muiba como máximo dirigente. Se dice que al momento
de la rebelión Pedro Ignacio Muiba arengó a los indígenas con las siguientes palabras:
“¡El Rey de España ha muerto! Nosotros seremos libres por nuestro propio mandato. Las
tierras son nuestras por mandato de nuestros antepasados, a quienes los españoles se las
quitaron”.
El 11 de noviembre, a la rebelión se unieron los indígenas de Loreto, que en número de 200 llegaron a
Trinidad a la cabeza del cacique José Bopi. Los rebeldes adoptaron como insignia una bandera colorada y
clavaron dos palmas gruesas en la plaza con la idea de ajusticiar al gobernador español por sus constantes
abusos. Sus deseos no pudieron cumplirse empero, ya que gracias a la ayuda de unos sacerdotes, el
gobernador español pudo refugiarse en la iglesia del pueblo y luego salir hacia el pueblo de San Pedro.
La represión
Una vez a salvo, el gobernador español Urquijo decidió reprimir la rebelión de Muiba reuniendo tropas. Muy
astuto, Urquijo decidió dividir a los indígenas aprovechando las diferencias étnicas existentes en Mojos y
propaló la noticia de que el propio rey español había emitido una cédula real el 24 de febrero de 1810
ordenando la captura de Pedro Ignacio Muiba lo cual era falso a todas luces. Todo esto le permitió contar con
contingentes indígenas de otros pueblos. En enero de 1811 los realistas lanzan el asalto sobre Loreto y
Trinidad. El 12 de enero ocupan Loreto luego de haber vencido a los loretanos y capturan a José Bopi.
La Masacre de Trinidad:
El 15 de enero de 1811 a las 9 de la mañana los realistas atacan Trinidad donde se produjo una verdadera
masacre, cerca de 115 personas entre hombres, mujeres y niños fueron asesinadas. Uno de los españoles
que lideró el ataque describió la crueldad de la escena de la siguiente forma:
…se puso la tropa en la plaza desaforadamente sin que nadie la pudiera contener y a
cuantos encontraban los mataban a palos, no obstante que aquellos huían
desarmados…asimismo le daban con el látigo a las mujeres sin apiadarse de sus criaturas
que traían en brazos…la iglesia desde el atrio hasta arriba estaba cubierta de sangre.
Muchos pobladores se escondieron en los tumbados de la iglesia de donde fueron sacados a golpes. Los
indígenas prisioneros fueron condenados a sufrir latigazos y en una gran hoguera en el centro de la plaza se
quemó los arcos, flechas y garrotes de chonta que los rebeldes habían escondido. Igualmente las casas del
pueblo fueron completamente saqueadas.
Captura y muerte:
Pedro Ignacio Muiba y otros guerreros lograron huir de Trinidad. Muiba se dirigió hacia las pampas cercanas
al río Mamoré con el objetivo de seguir luchando. Sin embargo, se habían enviado varias partidas en su
busca. Una de estas partidas logró apresarlo. En el camino hacia el pueblo de San Pedro, Muiba fue
asesinado y su cuerpo fue puesto en la horca en la misma plaza de San Pedro para escarmiento de los
indígenas. Estos hechos habrían tenido lugar entre fines de enero o principios de febrero de 1811,
desconociéndose hasta ahora la fecha exacta de la muerte de Pedro Ignacio Muiba.
Después de la muerte de Muiba, el cacique de mayor prestigio fue Juan Maraza el líder de los canichana
(que participó de la represión del movimiento de Muiba) que estableció una suerte de gobierno indigenal en
Moxos hasta 1822, cuando el gobernador realista Francisco Xavier de Velasco lo asesinó. En venganza, los
indígenas se levantaron en armas el 26 de abril de 1822 y asesinaron al gobernador en el pueblo de San
Pedro que por entonces era la capital de Moxos. El jefe realista de Santa Cruz, Francisco Javier Aguilera, el
mismo que había derrotado y asesinado a Ignacio Warnes y Manuel Ascensio Padilla se dirigió a Moxos a
sofocar en persona la insurrección. Aguilera, asimismo, decidió trasladar la capital a Trinidad.
BIBLIOGRAFÍA
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Lijerón Casanovas, Arnaldo (1998). Mojos-Beni. Introducción a la historia amazónica. Trinidad: CIDDEBENI.
Roca, José Luis (1992). Mojos en los albores de la Independencia boliviana (1810-1811). Historia y Cultura.
21-22, 187-244.