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UNIVERSIDAD DE PAMPLONA

Facultad de Artes y Humanidades

Programa de Derecho

PROCESO DE CONTRATACIÓN EMPLEADO POR PARTE DE LA


ADMINISTRACIÓN DE PAMPLONA EN LA ADJUDICACIÓN DE
ESTABLECIMIENTOS DE COMERCIO QUE VERSAN SOBRE UN BIEN DE USO
PÚBLICO EN LOS AÑOS 2010 AL 2019.

Presentado por:
ROBINSON ALEJANDRO BONILLA SALAZAR

1118146611

Abogado en formación

Pamplona

2020
UNIVERSIDAD DE PAMPLONA

Facultad de Artes y Humanidades

Programa de Derecho

PROCESO DE CONTRATACIÓN EMPLEADO POR PARTE DE LA


ADMINISTRACIÓN DE PAMPLONA EN LA ADJUDICACIÓN DE
ESTABLECIMIENTOS DE COMERCIO QUE VERSAN SOBRE UN BIEN DE USO
PÚBLICO EN LOS AÑOS 2010 AL 2019.

Presentado por:
ROBINSON ALEJANDRO BONILLA SALAZAR

1118146611

Abogado en formación

JORGE DIAZ GIL

Abogado
1) Problema jurídico de la línea jurisprudencial en cuanto a la indebida ocupación
del espacio publico

se considera relevante abordar el tema de indebida ocupación de espacio público, desde la


perspectiva donde el Estado de alguna forma ha permitido esta situación, transformándose
en una relación de confianza percibida por los ciudadanos que estarían creando que el
fenómeno de la indebida ocupación del espacio público aumente, contrastado esto con el
deber del Estado de la protección del bien común sobre el interés particular en cuanto al uso
de los bienes de uso público. Y por consiguiente la relación del proyecto de investigación
haciendo énfasis en la potestad que dio la administración de la ciudad de pamplona al
permitir que particulares tengan derecho de dominio y propiedad sobre bienes que son de
uso público. Por eso es importante determinar bajo el siguiente problema jurídico:
¿Cuáles han sido los criterios que ha dado la corte constitucional en cuanto a la aplicación
del principio de confianza legítima en materia del espacio público al permitir que el estado
a través de sus entes administrativos reconozca a particulares derechos de dominio y
propiedad sobre bienes que son de uso público

2) Sentencia arquimédica:
 Sentencia T-424/17: principio de confianza legítima en materia de espacio público.

3) Similitud fáctica y ratio decidendi:


Similitud fáctica
En cuanto a la sentencia en mención la Corte Constitucional estudió una tutela que fue
presentada por una vendedora informal contra la alcaldía del municipio de Caldas
(Antioquia), por considerar que fueron vulnerados sus derechos fundamentales a la vida
digna, al mínimo vital y al trabajo. Y por consiguiente al hacer un análisis de la misma
encontramos que con referente al tema de investigación sobre la ocupación del espacio
público hay una similitud fáctica y que por consiguiente en lo que tiene que ver con el
concepto de espacio público, en la presente sentencia la Corte ha señalado que se trata de
“una garantía constitucional compuesta de bienes inmuebles públicos destinados a la
satisfacción del interés general y la utilización colectiva”.( sentencia T-257 de 2017) Tal
definición se acompasa con lo previsto en el artículo 63 de la Carta, de acuerdo con el cual
los bienes de uso público -pertenecientes al espacio público-, son inalienables,
imprescriptibles e inembargables, lo que implica que no pueden ejercerse derechos reales
sobre ellos, no se adquieren por el paso del tiempo, ni pueden ser objeto de uso comercial
para satisfacer intereses particulares.( Ley 9 de 1989 ).
Es entonces que referente al proyecto de investigación se considera relevante abordar el
tema de indebida ocupación de espacio público, desde la perspectiva donde el Estado de
alguna forma ha permitido que los ciudadanos se apropien de bienes que son de uso público
y que con forme a esta sentencia se estipula que el alcalde como primera autoridad del
municipio, le corresponde hacer cumplir por todos los ciudadanos las normas relativas a la
protección y acceso al espacio público. El ejercicio de dicha facultad debe realizarse
conforme a las normas constitucionales, legales y las que expidan los consejos municipales.
Así, por ejemplo, la Ley 388 de 1997 y el Decreto Reglamentario 1504 de 1998, disponen
que las autoridades municipales y distritales deben reglamentar la administración y
conservación del espacio público en los Planes de Ordenamiento Territorial. Así, cuando un
sector social incurra en el abuso del espacio público, le corresponde al alcalde su
recuperación. Al efecto, cuando se ha generado una invasión, se recurre a dar la orden de
desalojo, actuación que se desarrolla en colaboración con la fuerza pública.

Es por eso que hay que tener claro que el Estado es el responsable de “velar por la
protección de la integridad del espacio público y por su destinación al uso común, el cual
prevalece sobre el interés particular”. Tal salvaguarda a los espacios de uso común, se
relaciona con el cumplimiento de los fines del Estado (art. 2 C.P.), en la medida que busca
garantizar el goce y ejercicio de los derechos de todos los habitantes del territorio, tales
como la libre circulación, la seguridad, accesibilidad, medio ambiente, entre otros, y en este
caso para dar dar cumplimiento a dicho mandato, la Constitución asigna a las autoridades
administrativas municipales, concejos y alcaldes, la competencia para regular los aspectos
esenciales y protección del espacio público. Por un lado, el artículo 313 Superior establece
que los concejos municipales son competentes para reglamentar los usos del suelo (núm. 7)
y, por el otro, el artículo 315 constitucional consagra que los alcaldes tienen la obligación
de cumplir y hacer cumplir el ordenamiento jurídico, integrado por las normas que expida
el concejo municipal, lo que implica que deben hacer cumplir “las normas relativas a la
protección y acceso al espacio público.
Conforme a lo anterior, se concluye que el buen uso, el libre acceso y la preservación del
espacio público son aspectos que en una sociedad contribuyen a mejorar la calidad de vida
y “a garantizar la existencia de un escenario de convivencia libre que acerca a todos los
habitantes de una ciudad en condiciones de igualdad.” Por ello, la Constitución asigna a los
alcaldes la competencia para proteger la integridad del espacio público, a través de la
aplicación de medidas administrativas o policivas. Sin embargo, la Corte ha advertido que
el ejercicio de dicha facultad no puede operar de manera irrestricta y sin considerar las
circunstancias del caso concreto, dado que existen situaciones en que la ocupación del
espacio público obedece a las barreras de acceso al mercado laboral y a la necesidad que
tienen las personas en condiciones de pobreza de obtener recursos para garantizar su
subsistencia.

Ratio decidendi
La Corte Constitucional ha estudiado los problemas jurídicos y sociales que genera la
ocupación del espacio público por parte de personas que ejercen el comercio informal. Ello,
en mayor medida, al revisar acciones de tutela que han sido interpuestas por vendedores
informales contra las decisiones que ha adoptado la Administración para lograr la
recuperación del espacio público. 
En lo referente a esta sentencia la corte ha identificado que entran en colisión dos valores
de rango constitucional, por un lado, el deber del Estado de proteger el espacio público, con
el fin de garantizar que su utilización efectiva sea para el uso común, y por otro, la
efectividad de los derechos fundamentales de los vendedores informales, que se ven
obligados a ocupar el espacio público para obtener los recursos básicos para subsistir. Para
resolver esta tensión, la jurisprudencia constitucional ha señalado que se deben analizar de
manera conjunta, cuando menos, dos aspectos: la situación de vulnerabilidad en la que se
encuentran los vendedores informales, y el principio de confianza legítima aplicado a las
actuaciones tendientes a la restitución del espacio público. En razón a ello, la jurisprudencia
constitucional ha acudido al principio de confianza legítima como instrumento para
conciliar los derechos y deberes constitucionales en tensión.
Con relación al principio de confianza legítima, en lo referente a esta sentencia la Corte ha
reiterado que es una manifestación de los principios de buena fe (art. 83, C.P.), de respeto
por el acto propio y de seguridad jurídica. Puntualmente, la Sala Plena de esta Corporación
ha establecido que la confianza legítima se refiere a que: “el Estado no puede súbitamente
alterar unas reglas de juego que regulaban sus relaciones con los particulares, sin que se les
otorgue a estos últimos un periodo de transición para que ajusten su comportamiento a una
nueva situación jurídica. No se trata, por tanto, de lesionar o vulnerar derechos adquiridos,
sino tan sólo de amparar unas expectativas válidas que los particulares se habían hecho con
base en acciones u omisiones estatales prolongadas en el tiempo, bien que se trate de
comportamientos activos o pasivos de la Administración pública, regulaciones legales o
interpretaciones de las normas jurídicas. De igual manera, como cualquier otro principio, la
confianza legítima debe ser ponderada, en el caso concreto, con los otros, en especial, con
la salvaguarda del interés general y el principio democrático”.

La corte también ha identificado unos parámetros para que se dé el principio de la


confianza legítima en este caso (i) la necesidad de preservar de manera perentoria el interés
público; (ii) la demostración de que el particular ha desplegado su conducta conforme el
principio de la buena fe; (iii) la desestabilización cierta, razonable y evidente en la relación
entre la Administración y el particular y, finalmente; (iv) la obligación de adoptar medidas
transitorias para que el particular se pueda acomodar a la nueva situación creada por el
cambio intempestivo de actitud por parte de la administración”.
La corte también estipula que la confianza legítima nace de situaciones jurídica en la que el
Estado crea, promueve o tolera la estabilidad de manera prolongada, continúa y permanente
de los vendedores informales. Estas situaciones crean expectativas legítimas al vendedor
informal de que su situación era jurídicamente aceptada y que no iba a ser modificada
intempestiva o bruscamente.
Concluye la providencia que dicha medida de recuperación atiende un fin
constitucional que, como en el caso objeto de estudio, no desconoció el principio de
confianza legítima invocado por la peticionaria. Finalmente, recordó que la defensa del
derecho al espacio público es jurídicamente exigible, advirtiendo que la competencia para
tal efecto es de las autoridades administrativas y judiciales, quienes tienen la obligación de
ejercer vigilancia y garantizar su protección. Sin embargo, concluyó que la facultad de
adelantar acciones tendientes a la recuperación de un espacio ocupado irregularmente no es
ilimitada, pues debe ejercerse mediante un proceso en el que se respeten, de un lado, las
reglas del debido proceso administrativo y, de otro, el principio de confianza legítima (M.
P. Alejandro Linares).
Es por esto que, a partir de los elementos probatorios allegados al proceso de tutela, la Sala
determinó que no existieron actos u omisiones atribuibles a la Administración que
propiciaran el surgimiento de una expectativa legítima en la accionante, que le permitiera
confiar en que la ocupación del espacio público para el ejercicio de comercio informal era
una situación jurídicamente aceptada y, por lo tanto, que no iba ser interrumpida por las
autoridades en el futuro. Por esta razón, se concluye que la medida de recuperación del
espacio público atiende a un fin constitucional, que no desconoció el principio de confianza
legítima invocado por la accionante. Sobre esta base, la Sala de Revisión confirmará, por
las razones expuestas en esta providencia, el fallo de tutela proferido en única instancia por
el Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de Caldas (Antioquia), que negó el amparo
solicitado.

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