Libro Blanco Sobre Anatomía Patologica
Libro Blanco Sobre Anatomía Patologica
Libro Blanco Sobre Anatomía Patologica
RESUMEN
El progreso científico y tecnológico en ciencias de la salud que tuvo lugar durante el siglo XX
llevó a la necesidad de responder a problemas éticos y médico-legales previamente inéditos, bus-
cando la protección de las personas y de la sociedad. De esta preocupación nació la bioética.
A raíz de trascender a la opinión pública algunas investigaciones, el Congreso de EEUU encar-
gó a la National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral
Research (1974-78) que desarrollara los principios a que atenerse en la investigación con sujetos
humanos. Esta comisión llegó a la formulación de tres principios éticos básicos: respeto a las per-
sonas, beneficencia y justicia, que se recogieron en el Informe Belmont y que, inicialmente desti-
nados a la investigación, derivaron de forma natural a la práctica clínica.
Estos principios nos obligan como patólogos a tratar el tejido que nos remiten de acuerdo a la
finalidad con que fue obtenido y asegurar la calidad en todas las etapas de su procesamiento y diag-
nóstico, manteniendo la confidencialidad y emitiendo informes correctos, que deben hallarse a dis-
posición del paciente en el lugar y momento adecuados. La trascendencia del tema aumenta cuan-
do se trata de información genética, por la especial sensibilidad con que es percibida por la
sociedad, que ha motivado la reciente Ley de Investigación Biomédica.
El hecho de que nuestra actividad, asistencial e investigadora, deba orientarse al bien del
paciente, respetando su dignidad y sus decisiones, hace aconsejable consensuar a través de la
sociedades científicas actitudes y procedimientos.
Qué es la bioética
Los progresos científicos y tecnológicos de la segunda mitad del siglo XX llevaron consigo un cre-
ciente interés por la clarificación conceptual acerca de qué es el bien en los problemas que se iban
planteando. En la década de los 60 surgió un interés creciente por los problemas que planteaba el
desarrollo tecnológico y la preocupación por los derechos de los pacientes: la recuperación de pacien-
tes con traumatismo craneoencefálico, la diálisis, los transplantes y el diagnóstico de muerte cere-
bral, el aborto, la reproducción asistida, la biología molecular, el ADN recombinante, los mecanismos
de acción genética y de su influencia, y el temor a la acumulación de poder en pocas manos plante-
aban serios interrogantes ¿Hasta donde podemos llegar? ¿Hemos de hacer todo lo que somos capa-
ces de hacer? ¿Debemos ponernos límites? Las nuevas tecnologías han llevado y siguen llevando a
situaciones inéditas y a la necesidad de hallar respuestas satisfactorias a problemas médicos, bus-
cando la protección de las personas, de la sociedad humana y, finalmente, de la especie humana. De
esta preocupación surgió la bioética.
La bioética es de hecho un neologismo que acuñó en 1971 el oncólogo Van Rensselaer Potter
en su libro “Bioethics: bridge to the future”, definiéndola como la “disciplina que combina el
conocimiento biológico con el de los valores humanos”. En 1972 André Hellegers creó el Institu-
to Kennedy de Bioética, en la Universidad de Georgetown (Washington DC), siendo la primera vez
que una institución académica recurre al nuevo término. Según la definición de Francesc Abel i
Fabre (1), la bioética es el estudio interdisciplinar de los problemas creados por el progreso médi-
co y biológico y su repercusión en la sociedad y su sistema de valores, tanto en el momento pre-
sente como en el futuro. Refleja la nueva relación que se establece entre las ciencias de la vida y
los valores humanos, que utiliza el diálogo interdisciplinar como metodología de trabajo, exclu-
yendo los fundamentalismos, para abordar las nuevas situaciones que van surgiendo a medida que
avanza el progreso tecnológico.
A diferencia de la Deontología que se ocupa de las normas de conducta que se deben seguir en
el ejercicio de la profesión, la Bioética no es normativa, busca un consenso moral entre los interesa-
dos a través de la fuerza y razonabilidad de los argumentos, lo que se conoce como el diálogo bioé-
tico. La pregunta que se planteó en los años 60 y se sigue planteando es la misma: todo lo que se
puede hacer, ¿se debe hacer? ¿Por qué?
Las primeras declaraciones sobre bioética surgieron tras la Segunda Guerra Mundial, con el escán-
dalo que supuso para la opinión pública el descubrimiento de los atroces experimentos llevados a
cabo por médicos del régimen hitleriano en los prisioneros de los campos de concentración. En la
década de los setenta trascendieron a la opinión pública investigaciones que provocaron alarma
social: el “Jewish Chronic Disease Hospital Study”, 1963 (se inyectaron células cancerosas a 22
pacientes crónicos y debilitados con el fin de estudiar la naturaleza del rechazo a los trasplantes, sin
comunicarles la composición de las mismas), el “San Antonio contraceptive Study” 1971 (ensayo a
doble ciego con anticonceptivos orales, administrados a 76 mujeres la mayoría chicanas, pobres y
multíparas; 11 quedaron gestantes, 10 de les cuales tomaban placebo y no se había comunicado la
naturaleza del estudio a las participantes), y la publicación “Racism and -research: The case of the
Tuskegee Syphilis Study”, 1978 (estudio que comienza el año 1932 con 440 pacientes de raza negra
afectos de sífilis; aunque el año 1940 se podrían haber tratado con penicilina, no se trataron en nom-
bre de la ciencia, hasta que el año 1972 trascendió el caso y se terminó el experimento). A raíz de
ello, el Congreso de los Estados Unidos encargó a la National Commission for the Protection of
Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research (1974-78) que desarrollara los principios a
que atenerse en la investigación con sujetos humanos y que examinara los problemas éticos plante-
ados por la investigación con fetos humanos, niños, prisioneros y enfermos mentales. Después de un
largo proceso de discusión de casos los miembros de la comisión llegaron a la formulación de tres
principios éticos básicos: de respeto a las personas, de beneficencia y de justicia, que forman el
cuerpo doctrinal del informe que redactó la National Commission y que recibió el nombre de Infor-
me Belmont (2). Estos principios se han generalizado (3, 4).
El respeto a la dignidad de las personas, conocido como principio de Autonomía incluye dos con-
vicciones éticas: en primer lugar que todos los individuos deben ser tratados como agentes autóno-
mos y en segundo que las personas con autonomía reducida tienen derecho a ser protegidas. Res-
petar la autonomía significa dar valor a las consideraciones y opciones de las personas autónomas
y abstenerse de poner obstáculos a sus acciones, a no ser que sean claramente perjudiciales para
terceros. Ello significa que el paciente tiene derecho a ser informado correctamente y a rehusar el
tratamiento que se le propone si no es compatible con su escala de valores. En el principio de Bene-
ficencia se entiende la obligación de evitar o disminuir el posible perjuicio para el paciente y maxi-
mizar los posibles beneficios. El principio de Justicia exige la equidad en la distribución de cargas
y beneficios.
Confidencialidad
Un aspecto fundamental es el de la confidencialidad: es necesario establecer mecanismos que
aseguren la confidencialidad en el acceso a las muestras y a los diagnósticos en todo momento,
durante y después del procedimiento diagnóstico, para proteger la intimidad del paciente y evitarle
un posible perjuicio. El hecho de que los servicios de anatomía patológica sean custodios de las
muestras almacenadas, en beneficio del paciente, nos obliga a establecer mecanismos de control
para poder responder de ellas en todo momento. En la práctica supone controlar el acceso a las mues-
tras y a los informes del personal del servicio y del personal externo, estableciendo los perfiles de
quién debe tener acceso a qué información y en qué etapa del proceso. Lo mismo sucede con los
archivos de bloques y de muestras. La entrega de informes debe hacerse al propio paciente o a la
persona autorizada por él mismo en el caso de pacientes externos, y siguiendo el circuito aprobado
por el centro sanitario en los pacientes del propio centro.
La transferencia de muestras a terceros para realizar pruebas diagnósticas es responsabilidad del
servicio y debe ser registrada y autorizada expresamente por el patólogo responsable. Cuando el
paciente solicita sus muestras o la cesión a terceros de las mismas, debe constar por escrito su soli-
citud debidamente firmada y las muestras deben entregarse al propio paciente o a la persona que él
autorice. Se recomienda que también conste en el documento la firma del patólogo que autoriza la
salida de la muestra y establecer un protocolo de actuación para estos casos.
Consentimiento Informado
Una de las aplicaciones prácticas del principio de respeto a la dignidad de las personas es el con-
sentimiento informado: después de una información completa, el paciente debe autorizar el procedi-
miento que se le propone. En las muestras diagnósticas que se reciben habitualmente consta (debe
constar) en la historia clínica la autorización para el procedimiento diagnóstico. En el caso de las
autopsias se recomienda obtener una autorización específica para realizarlas.
Un tema importante es el de la información y los análisis genéticos. Existe la percepción social
de que la información genética corresponde al tipo de información personal más sensible ya que iden-
tifica al sujeto fuente, contiene información que concierne al entorno familiar y poblacional y existe
el temor ante un posible mal uso de esta información que pueda llevar a una posible discriminación
del paciente o de su familia. La ley española 14/2007, haciéndose eco de esta inquietud social, regu-
la los análisis genéticos y la investigación con muestras biológicas.
Excedente de muestras
La utilización del excedente de las muestras, una vez finalizado el diagnóstico y conservados los blo-
ques y preparaciones necesarios, en beneficio del paciente para una posible reevaluación del caso, es
un tema de preocupación para muchos servicios de anatomía patológica. Este tejido excedente se eli-
mina o se conserva parcialmente para ser utilizado con posterioridad. Se trata de un material muy valio-
so para docencia e investigación y como control de pruebas diagnósticas, pronósticas y predictivas (de
respuesta al tratamiento). Para asegurar la precisión del diagnóstico (como control positivo o negativo
de técnicas de histoquímica e inmunohistoquímica) se utiliza de manera anónima el excedente de otros
casos y lo mismo ocurre en el caso de la docencia (7). El principio de solidaridad –de ayudar a otros en
la misma medida en que se ha recibido esta ayuda– para mantener la calidad en los procedimientos es
el que prevalece en este caso, si de ello no se deriva ningún perjuicio para el paciente.
En lo que se refiere a la investigación, en los últimos tiempos se ha ido considerando que el res-
peto a la dignidad de la persona (léase a la autonomía del paciente) exige el consentimiento del
paciente para esta reutilización. La Ley de Investigación Biomédica (8) establece en su título V capí-
tulo III que el consentimiento informado será siempre necesario cuando se pretendan utilizar con fines
de investigación muestras biológicas obtenidas con una finalidad distinta, se proceda o no a su ano-
nimización. También establece el recurso al Comité de Ética de la Investigación para autorizar la uti-
lización de estas muestras con fines de investigación biomédica sin el consentimiento del sujeto fuen-
te cuando la obtención de dicho consentimiento no sea posible o suponga un esfuerzo no razonable.
La ley enfatiza la información por escrito que debe recibir el sujeto antes de otorgar su consenti-
miento, el derecho del paciente a revocar su consentimiento con la consiguiente destrucción de la
muestra y regula también los biobancos como las entidades adecuadas para conservar muestras para
investigación. Considera un biobanco como “establecimiento público o privado sin ánimo de lucro,
que acoge una colección de muestras biológicas concebida con fines diagnósticos o de investigación
biomédica y organizada como una unidad técnica con criterios de calidad, orden y destino”.
Como conclusión, nuestra actividad, asistencial e investigadora, debe orientarse al bien del
paciente, respetando su dignidad y sus decisiones, tal como expresa la ley española: “La salud, el
interés y el bienestar del ser humano que participe en una investigación biomédica prevalecerán por
encima del interés de la sociedad o de la ciencia” Ley 14/2007.
Documentos:
1. Abel Fabre, F., Bioética: orígenes, presente y futuro. Instituto Borja de Bioética. 2001.
2. Informe Belmont. National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and
Behavioral Research, 1978.
3. Beauchamp, T.L., y Childress, J., Principios de Ética Biomédica. Barcelona, Masson, 1999.
4. Gracia, D., Fundamentos de Bioética. Eudema, 1989 Madrid.
5. Declaración de Helsinki. Asociación Médica Mundial. 1964-2004.
6. Convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto
a las aplicaciones de la Biología y de la Medicina. Convenio relativo a los derechos humanos y la
biomedicina. Consejo de Europa. Oviedo 1997.
7. Problemas éticos en el almacenamiento y utilización de muestras biológicas. Comité de Bioética
de Cataluña 2004.
8. Ley 14/2007, de 3 de julio 2007, de Investigación Biomédica.