Ariel Barría Alvarado es un importante escritor panameño ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en varias ocasiones. Disfruta escribir cuentos y novelas, aunque siente que el cuento es el camino hacia la novela. Se ha visto influenciado por escritores panameños como Gil Blas Tejeira y Mario Augusto Rodríguez, así como por autores universales como Mark Twain, Alejandro Dumas y Ernesto Galeano. Su última novela, titulada "Las canciones que el público nos pide", explora
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Ariel Barría Alvarado es un importante escritor panameño ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en varias ocasiones. Disfruta escribir cuentos y novelas, aunque siente que el cuento es el camino hacia la novela. Se ha visto influenciado por escritores panameños como Gil Blas Tejeira y Mario Augusto Rodríguez, así como por autores universales como Mark Twain, Alejandro Dumas y Ernesto Galeano. Su última novela, titulada "Las canciones que el público nos pide", explora
Ariel Barría Alvarado es un importante escritor panameño ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en varias ocasiones. Disfruta escribir cuentos y novelas, aunque siente que el cuento es el camino hacia la novela. Se ha visto influenciado por escritores panameños como Gil Blas Tejeira y Mario Augusto Rodríguez, así como por autores universales como Mark Twain, Alejandro Dumas y Ernesto Galeano. Su última novela, titulada "Las canciones que el público nos pide", explora
Ariel Barría Alvarado es un importante escritor panameño ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en varias ocasiones. Disfruta escribir cuentos y novelas, aunque siente que el cuento es el camino hacia la novela. Se ha visto influenciado por escritores panameños como Gil Blas Tejeira y Mario Augusto Rodríguez, así como por autores universales como Mark Twain, Alejandro Dumas y Ernesto Galeano. Su última novela, titulada "Las canciones que el público nos pide", explora
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LA LECTURA ES LA PUERTA DE TODAS LAS PU
ENTREVISTA A ARIEL BARRÍA ALVARADO
Ariel Barría Alvarado. Foto, cortesía: Carlos Atencio.
Ariel Barría Alvarado es uno de nuestros escritores panameños
más importantes. Su oficio escritural lo combina también con su labor pedagógica. Ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en varias ocasiones, tanto en cuento como en novela. Ariel es, además, algo que todo escritor debería ser, un apasionado por la lectura.
¿Qué se siente ganar el Miró tantas veces? ¿Se siente siempre
igual que la primera vez? Qué casualidad, esa pregunta se la hice al Maestro Neco Endara cuando completó la decena de premios, y desde entonces ha obtenido cinco más. Para mí no es igual; siento que el compromiso se hace mayor porque, a la vez, el reto es mayor. Entonces la emoción también. El hecho de que tengas un 66% de jurados internacionales te hace subir la mira, hablar como panameño para un público global, globalizado. Además está el hecho de que hay una generación emergente, lo cual aplaudo de pie, una generación con formas nuevas de expresarse, muchas veces alumnos a los que les dijimos que tienen que salir a foguearse, a competir, por lo que uno tiene que ser fiel a sus palabras y estar siempre a la altura de ese reto.
¿Escribir cuento o novela, cuál prefiere y por qué?
Son dos caras de una misma moneda. El cuento te da certeza al escribir, sentido de economía, aguza las competencias ante la plurisignificación, te ayuda a crear y eslabonar escenas. Cuando uno escribe cuento como que se le hace más fácil ir al terreno de la novela. En mi caso particular, considero que el cuento es el camino hacia la novela. En la Secundaria gané Cuento y Novela Corta en años consecutivos, en el Concurso Intercolegial de Literatura que organizaba Berta María Cabezas desde el Ministerio de Educación.
¿Y la poesía, le mete a le poesía, lee poesía?
Con la poesía me pasa lo mismo que con la guitarra; siempre he soñado con poder tocar una guitarra, y solo puedo hacer eso, “tocarla”. A veces, en ocasiones particulares de mi vida, sobre todo duras en lo emocional, me ha salido un ramalazo de poesía. Como dice un personaje de mis libros: “Es que todos, por dentro, somos poesía; basta que un latigazo nos abra una herida para que por allí brote”. He usado algunos de esos “ramalazos” para redondear o articular ciertos personajes o escenas de mis libros.
¿Qué escritores panameños han influenciado su literatura?
Crecí leyendo los cuentos panameños y universales en las selecciones publicadas por Miguel Mejía Dutary o Berta María Cabezas. Me asombré con El retablo de los duendes, de Gil Blas Tejeira, o con los cuentos de Mario Augusto Rodríguez. Cuando me llegó a las manos Pleniluinio, de Sinán; Estación de navegantes, de Dimas Lidio Pitty; El pez y el segundo, de Justo Arroyo, fue otra cosa. Advertí cómo era el asunto y por dónde había que seguir. Y en eso estoy hasta la fecha.
¿Qué escritores universales han influenciado su literatura?
Entre los 4 y los 6 años, pedacito a pedacito a la hora de dormir, mi padre me leía Tom Sawyer; acabé leyéndolo yo mismo para evitar más dilaciones. Estaba en primaria cuando El Conde de Montecristo ya era un viejo conocido. Tenía pocos libros, pero eran buenos. Fui un voraz lector de paquines, de esos sí podía decir que tenía suficientes porque eran baratos y se conseguían mediante canje, eran un tipo de lectura muy criticada en las escuelas, decían que nos llenaban la cabeza de aire; a mí me enseñaron el lenguaje icónico, el empleo de onomatopeyas, me afianzaron la descripción gestual, la cromática, la de paisajes, me ayudaron con la concisión del lenguaje, fundamentaron el concepto de estereotipos y me ayudaron a universalizar mi lenguaje literario. La televisión era un lujo de pocos y no se veía como amenaza. Por esos días complementaba lecturas con una Biblia casera y el almanaque Escuela para todos era como mi regalo de Año Nuevo con sus historias centroamericanas. Me ayudó el hecho de que tenía una tía en Secundaria y a ella siempre le compraban al inicio del año todos los libros del curso.; sin que se diera cuenta iba sacándolos de donde los guardaba a buen recaudo, así que debía darme prisa. Cuando luego leí a Galeano, a Carpentier, a Rulfo, a Benedetti, supe, de nuevo, por dónde había que seguir.
Háblenos un poco sobre su última novela
Sale en agosto (se presentará en XI Feria Internacional del Libro de Panamá). Se llama Las canciones que el público nos pide. Habla de esos días que toqué en las preguntas anteriores. Es la época de las radionovelas, en una provincia llamada Ugarte que está entre Panamá y Costa Rica, que tiene un valle y un volcán, y una sola emisora que en 1970 ha cedido el espacio de las radionovelas, afectadas por la llegada de la televisión, a un programa de complacencias musicales, cuyo locutor (DI le llamarían ahora) es el que daba voz al “Rayo de la Llanura” el héroe de la radionovela más popular que tuvo la emisora. Sobreviene un golpe de Estado y los finqueros y sus peones se meten a la montaña para combatir a los militares, y usan los mensajes y las canciones como medio de comunicación entre los guerrilleros y sus familiares. Eso es apenas un 10% de la trama. Hay acción, amor, odio, música, reflexión, un poeta del más allá, algo de humor y mucha labor por parte del lector, porque la estructura es caleidoscópica.
Dígale a las nuevas generaciones por qué es importante la
lectura. Lo digo siempre: la lectura es la puerta de todas las puertas. Cuando lees, cuando tomas por costumbre leer, todo conocimiento es sencillo, todo esquema es muy claro, toda idea es fácil de enunciar; cuando no lees es lo contrario. La lectura es el ser humano lo que el agua al organismo, nos mantiene vivos en todo sentido, despiertos, capaces de recibir y procesar la información del entorno.
¿Qué literatura NO le gusta?
La que viene del exterior con campañas costosísimas, las que se venden como pan caliente precisamente por lo anterior, las que son “modas” en el ruido mediático; no me gustan ese libros que la gente te pregunta si ya lo leíste y se asombran cuando dices que no. Leí una buena parte de los clásicos en mis días de formación porque sentía que era una responsabilidad, y aún lo siento así; quien no ha leído los clásicos puede incurrir en el gravísimo error de creer que está diciendo algo por primera vez. Después de eso no hay lecturas “obligatorias”, y cuando puedo me inclino por los descubrimientos personales, mejor si son de los nuestros, los del patio.
¿Por qué le gustaría ser recordado, por su obra literaria, o por su
labor pedagógica? Siempre he pensado que una no puede contradecir la otra. En el caso mío, que soy docente, mis libros, lo quiera yo o no, deben mostrar algún trazo de mi pensamiento. Claro que no se trata de pontificar sobre doctrinas o pensamientos, pero la base ideológica de las acciones o de los personajes debe reflejar eso. Creo que uno trasciende a través de lo que enseña. Antes mencioné a Mejía Dutary, a Berta María Cabezas… algo de ellos influyó en mí y sigue vivo de esa manera. Igual pasa con la obra literaria: Cervantes echa a andar a su Quijote y a su Sancho cada vez que abrimos el libro, sigue vivo en su obra. Alguna vez dije que sospecho que hacemos arte o escribimos por la misma razón por la que procreamos hijos: para no morirnos del todo, para sacarle la lengua a la muerte mientras le preguntamos dónde está su aguijón. Enseñar es también sembrar una semilla en otros, una semilla más perdurable que el lapso de vida que nos toca.