Entrevista A Ariel Barría Alvarado

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LA LECTURA ES LA PUERTA DE TODAS LAS PU

ENTREVISTA A ARIEL BARRÍA ALVARADO


 
Ariel Barría Alvarado. Foto, cortesía: Carlos Atencio.

Ariel Barría Alvarado es uno de nuestros escritores panameños


más importantes. Su oficio escritural lo combina también con su
labor pedagógica. Ganador del Premio Nacional de Literatura
Ricardo Miró en varias ocasiones, tanto en cuento como en
novela. Ariel es, además, algo que todo escritor debería ser, un
apasionado por la lectura.

¿Qué se siente ganar el Miró tantas veces? ¿Se siente siempre


igual que la primera vez?
Qué casualidad, esa pregunta se la hice al Maestro Neco Endara
cuando completó la decena de premios, y desde entonces ha
obtenido cinco más. Para mí no es igual; siento que el
compromiso se hace mayor porque, a la vez, el reto es mayor.
Entonces la emoción también. El hecho de que tengas un 66% de
jurados internacionales te hace subir la mira, hablar como
panameño para un público global, globalizado. Además está el
hecho de que hay una generación emergente, lo cual aplaudo de
pie, una generación con formas nuevas de expresarse, muchas
veces alumnos a los que les dijimos que tienen que salir a
foguearse, a competir, por lo que uno tiene que ser fiel a sus
palabras y estar siempre a la altura de ese reto.

¿Escribir cuento o novela, cuál prefiere y por qué?


Son dos caras de una misma moneda. El cuento te da certeza al
escribir, sentido de economía, aguza las competencias ante la
plurisignificación, te ayuda a crear y eslabonar escenas. Cuando
uno escribe cuento como que se le hace más fácil ir al terreno de
la novela. En mi caso particular, considero que el cuento es el
camino hacia la novela. En la Secundaria gané Cuento y Novela
Corta en años consecutivos, en el Concurso Intercolegial de
Literatura que organizaba Berta María Cabezas desde el
Ministerio de Educación.  

¿Y la poesía, le mete a le poesía, lee poesía?


Con la poesía me pasa lo mismo que con la guitarra; siempre he
soñado con poder tocar una guitarra, y solo puedo hacer eso,
“tocarla”. A veces, en ocasiones particulares de mi vida, sobre
todo duras en lo emocional, me ha salido un ramalazo de poesía.
Como dice un personaje de mis libros: “Es que todos, por dentro,
somos poesía; basta que un latigazo nos abra una herida para
que por allí brote”. He usado algunos de esos “ramalazos” para
redondear o articular ciertos personajes o escenas de mis libros.   

¿Qué escritores panameños han influenciado su literatura?


Crecí leyendo los cuentos panameños y universales en las
selecciones publicadas por Miguel Mejía Dutary o Berta María
Cabezas. Me asombré con El retablo de los duendes, de Gil Blas
Tejeira, o con los cuentos de Mario Augusto Rodríguez. Cuando
me llegó a las manos Pleniluinio, de Sinán; Estación de
navegantes, de Dimas Lidio Pitty; El pez y el segundo, de Justo
Arroyo, fue otra cosa. Advertí cómo era el asunto y por dónde
había que seguir. Y en eso estoy hasta la fecha.

¿Qué escritores universales han influenciado su literatura?


Entre los 4 y los 6 años, pedacito a pedacito a la hora de dormir,
mi padre me leía Tom Sawyer; acabé leyéndolo yo mismo para
evitar más dilaciones. Estaba en primaria cuando El Conde de
Montecristo ya era un viejo conocido. Tenía pocos libros, pero
eran buenos. Fui un voraz lector de paquines, de esos sí podía
decir que tenía suficientes porque eran baratos y se conseguían
mediante canje, eran un tipo de lectura muy criticada en las
escuelas, decían que nos llenaban la cabeza de aire; a mí me
enseñaron el lenguaje icónico, el empleo de onomatopeyas, me
afianzaron la descripción gestual, la cromática, la de paisajes, me
ayudaron con la concisión del lenguaje, fundamentaron el
concepto de estereotipos y me ayudaron a universalizar mi
lenguaje literario. La televisión era un lujo de pocos y no se veía
como amenaza. Por esos días complementaba lecturas con una
Biblia casera y el almanaque Escuela para todos era como mi
regalo de Año Nuevo con sus historias centroamericanas. Me
ayudó el hecho de que tenía una tía en Secundaria y a ella
siempre le compraban al inicio del año todos los libros del curso.;
sin que se diera cuenta iba sacándolos de donde los guardaba a
buen recaudo, así que debía darme prisa. Cuando luego leí a
Galeano, a Carpentier, a Rulfo, a Benedetti, supe, de nuevo, por
dónde había que seguir.    

Háblenos un poco sobre su última novela


Sale en agosto (se presentará en XI Feria Internacional del Libro
de Panamá). Se llama Las canciones que el público nos pide.
Habla de esos días que toqué en las preguntas anteriores. Es la
época de las radionovelas, en una provincia llamada Ugarte que
está entre Panamá y Costa Rica, que tiene un valle y un volcán, y
una sola emisora que en 1970 ha cedido el espacio de las
radionovelas, afectadas por la llegada de la televisión, a un
programa de complacencias musicales, cuyo locutor (DI le
llamarían ahora) es el que daba voz al “Rayo de la Llanura” el
héroe de la radionovela más popular que tuvo la emisora.
Sobreviene un golpe de Estado y los finqueros y sus peones se
meten a la montaña para combatir a los militares, y usan los
mensajes y las canciones como medio de comunicación entre los
guerrilleros y sus familiares. Eso es apenas un 10% de la trama.
Hay acción, amor, odio, música, reflexión, un poeta del más allá,
algo de humor y mucha labor por parte del lector, porque la
estructura es caleidoscópica.  

Dígale a las nuevas generaciones por qué es importante la


lectura.
Lo digo siempre: la lectura es la puerta de todas las puertas.
Cuando lees, cuando tomas por costumbre leer, todo
conocimiento es sencillo, todo esquema es muy claro, toda idea
es fácil de enunciar; cuando no lees es lo contrario. La lectura es
el ser humano lo que el agua al organismo, nos mantiene vivos
en todo sentido, despiertos, capaces de recibir y procesar la
información del entorno. 

¿Qué literatura NO le gusta?


La que viene del exterior con campañas costosísimas, las que se
venden como pan caliente precisamente por lo anterior, las que
son “modas” en el ruido mediático; no me gustan ese libros que
la gente te pregunta si ya lo leíste y se asombran cuando dices
que no. Leí una buena parte de los clásicos en mis días de
formación porque sentía que era una responsabilidad, y aún lo
siento así; quien no ha leído los clásicos puede incurrir en el
gravísimo error de creer que está diciendo algo por primera vez.
Después de eso no hay lecturas “obligatorias”, y cuando puedo
me inclino por los descubrimientos personales, mejor si son de
los nuestros, los del patio.

¿Por qué le gustaría ser recordado, por su obra literaria, o por su


labor pedagógica?
Siempre he pensado que una no puede contradecir la otra. En el
caso mío, que soy docente, mis libros, lo quiera yo o no, deben
mostrar algún trazo de mi pensamiento. Claro que no se trata de
pontificar sobre doctrinas o pensamientos, pero la base
ideológica de las acciones o de los personajes debe reflejar eso.
Creo que uno trasciende a través de lo que enseña. Antes
mencioné a Mejía Dutary, a Berta María Cabezas… algo de ellos
influyó en mí y sigue vivo de esa manera. Igual pasa con la obra
literaria: Cervantes echa a andar a su Quijote y a su Sancho cada
vez que abrimos el libro, sigue vivo en su obra. Alguna vez dije
que sospecho que hacemos arte o escribimos por la misma razón
por la que procreamos hijos: para no morirnos del todo, para
sacarle la lengua a la muerte mientras le preguntamos dónde
está su aguijón. Enseñar es también sembrar una semilla en
otros, una semilla más perdurable que el lapso de vida que nos
toca.

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