Ransanz - La Esencia Del Dodecafonismo
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Revista mensual de publicación en
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Número 71º Diciembre 2.005
Secciones: La esencia del dodecafonismo
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Por Pablo Ransanz Martínez. Estudiante de la Univ. Autónoma de Madrid.
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Schönberg y Berg
Los orígenes
Desde su génesis hasta su desarrollo definitivo durante la segunda mitad del
siglo XX, el sistema dodecafónico ha supuesto una ruptura respecto al
sistema musical occidental tradicional basado en la tonalidad. El
dodecafonismo se sustenta sobre el sistema atonal, y aparece en la
denominada “segunda escuela de Viena”, siendo sus principales impulsores
Arnold Schönberg (Viena, Austria, 13/09/1.874 – Los Ángeles, EE.UU.,
13/07/1.951) y sus discípulos, amigos y compañeros Anton Webern (Viena,
03/12/1.883 – Mittersill, 15/09/1.945) y Alban Berg (Viena, 09/02/1.885 –
24/12/1.935)
Esta nueva corriente musical surgida a comienzos del siglo XX supone el
cambio más espectacular en la historia de la música desde Ludwig van
Beethoven. El sistema tonal, que había regido las composiciones desde
inicios del siglo XVI, veía concluidas sus reservas, en opinión de algunos
compositores tales como Schönberg y Webern.
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La necesidad de un cambio radical
Conviene aclarar a nuestros lectores que estas pautas tonales se basaban en el
“principio de atracción”, según el cual unas notas debían repetirse más que
otras por atracción a la tónica o nota fundamental dentro de una determinada
armonía. Según este principio, en un mismo acorde se podían introducir
notas, siempre que éstas mantuviesen una relación fija con la tónica de ese
acorde. Durante el romanticismo, y especialmente de la mano de Richard
Wagner en el terreno operístico, se había empleado profusamente el
cromatismo, llegándose a ampliar el número de notas en un determinado
acorde, puesto que en esta ampliación se basaba la riqueza armónica que se
pretendía conseguir.
Schönberg se cuestionó todas las reglas de la armonía vigentes hasta
entonces, tratando a la consonancia y la disonancia como parientes más o
menos alejados de la nota básica (o tónica), siendo tan válidas la una como la
otra. Él mismo plasmó en su “Teoría de la armonía” estas conclusiones:
“Cualquier combinación de notas es posible, pero yo empiezo a advertir que
son también leyes absolutas y condiciones que me impulsan a hacer uso de
esta o aquella disonancia”.
De la música tonal al atonalismo
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En 1.899, Schönberg ya había escrito un sexteto para cuerda, seguido de
“La noche transfigurada” – obra de cámara con espíritu de poema
sinfónico . En el año 1.900 comenzó a componer su obra más ambiciosa, los
“Gurrelieder”, versión musical impresionante de unos poemas del danés
Peter Jacobsen (1.8471.885) para solista, coro y orquesta. El compositor
vienés tardaría diez años en terminar esta partitura. Sirva como dato
interesante para nuestros lectores que Schönberg precisó de unas hojas de
papel pautado de dimensiones mayores que las normales, debido a la
complicada escritura de la obra y a las minuciosas anotaciones que tuvo que
realizar.
Con el estreno de su poema sinfónico “Pelleas et Melissande” en 1.905, se
pusieron de manifiesto las abismales diferencias entre el compositor y la
crítica musical de la época. Un crítico manifestó: “Uno tiene que habérselas
aquí con un hombre que, o está loco, o toma a sus oyentes por idiotas”.
El estreno de un Cuarteto dos años después tuvo unas consecuencias todavía
peores. Los críticos fueron implacables con él, y en los estrenos de muchas
de sus obras tuvieron lugar acaloradas discusiones entre los espectadores. En
ciertos rotativos vieneses podían leerse comentarios destructivos tales como:
“Sus composiciones son sólo sonidos incoherentes en perpetua disonancia”,
o “Si esto es Música, ruego a mi Creador no me permita escucharla nunca
más”.
La etapa atonal de Schönberg
Las “tres piezas para piano”, Op. 11 (1.909) son por primera vez totalmente
atonales, e incluso en parte absolutamente innovadoras. Su obra “Pierrot
Lunaire”, Op. 21 (1.912), incluye veintiún melodramas para recitadora e
instrumentos, en algunos de ellos con estructuras establecidas (cánones). En
esta composición, el canto se convierte en declamación y gritos. Marion
Bauer ofrece una definición muy clara respecto a la música escrita por
Schönberg durante el año 1.912:
trascendental junto a ásperos efectos armónicos y melódicos”.
Schönberg compuso dentro de este marco atonal durante varios años, hasta
que se dio cuenta de que era necesario dotarlo de un cuerpo teórico más
definido. Los ataques continuos hacia su música, tildada de arbitraria y
caótica, le hicieron reflexionar y propiciaron el origen de la revolucionaria y
controvertida teoría dodecafónica.
La presentación en Viena de sus “Gurrelieder” en 1.910 constituyó un éxito
apoteósico, aunque el compositor se negó a saludar y agradecer al público
sus aplausos. Las causas de un comportamiento tan arisco fueron las
continuas polémicas que habían generado otros estrenos precedentes.
El nacimiento del sistema dodecafónico
El dodecafonismo fue desarrollado por Schönberg durante la Primera Guerra
Mundial (1.914–1.918), utilizando para ello unos cauces matemáticos que
impidieran que el atonalismo ya vigente se sumiese en una anarquía. El
sistema dodecafónico se basa en la música atonal, de la que toma los mismos
principios ya expuestos; es decir, en la organización sistemática de los doce
sonidos de la escala cromática, partiendo de la igualdad absoluta de los
mismos y, por consiguiente, de la negación de la jerarquía entre notas basada
en la atracción. En el dodecafonismo – más restrictivo que el atonalismo ,
los doce sonidos de la escala se suceden en un orden previamente fijado por
el compositor, y ninguno de ellos puede ser repetido hasta que no hayan
aparecido los once restantes.
Para el dodecafonismo, recurrir a la tonalidad es una opción, pero no es lo
corriente: prima la cacofonía y abunda la disonancia en el sentido clásico.
El concepto de la música dodecafónica es en principio muy sencillo: ninguna
nota posee superioridad tonal o armónica sobre otra.
Las series dodecafónicas. Relaciones internas y funcionamiento
El compositor ha de fijar a priori una serie, denominada serie de base u
original (P), que tiene tres variantes principales: la primera de ellas es la
serie recurrente o retrógrada (R), construida a partir de la lectura de las
notas de la serie de base desde la última hasta la primera. La segunda serie,
denominada inversa de la original (I), se construye al imitar los intervalos
entre notas de la serie básica, pero invirtiendo el sentido de éstos, por lo que
se constituye como simétrica de la original. Por último, la serie recurrente
(retrógada) de la inversa (RI) se establece al leer la serie inversa desde la
última nota hasta la primera.
Como ejemplo ilustrativo, tómese como serie de base (P) a la siguiente,
constituida por doce notas del mismo valor (en general, redondas) en clave
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de sol en 2ª línea:
mi, fa, sol, re bemol, sol bemol, mi bemol, la bemol, re, si, do, la, si
bemol.
Utilizando un sistema aritmético para realizar operaciones sobre esta serie
original, se numera cada nota según su orden posicional, partiendo desde do
= 0 hasta si (do bemol) = 11. La serie base, en el ejemplo que nos ocupa, se
expresaría numéricamente así:
4 5 7 1 6 3 8 2 e 0 9 t (donde t = 10, e = 11)
La serie retrógrada (R) quedaría formada de la siguiente manera:
si bemol, la, do, si, re, la bemol, mi bemol, sol bemol, re bemol, sol,
fa, mi.
Y numéricamente:
t 9 0 e 2 8 3 6 1 7 5 4 (donde t = 10, e = 11)
Invirtiendo el sentido de los intervalos de la serie básica y manteniendo las
distancias entre notas sucesivas, se obtiene la serie inversa (I):
mi, re sostenido, do sostenido, sol, re, fa, do, fa sostenido, la, sol
sostenido, si, si bemol.
La serie numérica sería la siguiente:
4 3 1 7 2 5 0 6 9 8 e t (donde t = 10, e = 11)
Finalmente, al leer esta serie inversa desde la última nota hasta la primera, se
obtiene la serie retrógrada de la inversa (RI):
si bemol, si, sol sostenido, la, fa sostenido, do, fa, re, sol, do sostenido,
re sostenido, mi.
Con lo que se obtendría la siguiente expresión numérica:
t e 8 9 6 0 5 2 7 1 3 4 (donde t = 10, e = 11)
La primera vez que Schönberg utilizó este sistema fue en su Suite para
piano, Op. 25 (1.921 – 1.923). Desde entonces, el maestro vienés nunca dejó
el dodecafonismo, sumándose a esta corriente transgresora para muchos los
ya mencionados Alban Berg y Anton von Webern, quienes antes habían
cultivado el mismo atonalismo anárquico de Schönberg.
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Sin profundizar excesivamente en este complejo sistema, sí es necesario
señalar para nuestros lectores que existen diversos modos para desarrollar
una serie: el desarrollo rítmico, en el cual el ritmo persiste, mientras que los
intervalos de la serie aumentan o disminuyen en proporciones idénticas; el
desarrollo melódico, que contempla la persistencia de la serie básica
mientras que el ritmo cambia, y, por último, el desarrollo armónico, en el
que los acordes de acompañamiento se mantienen, siendo los elementos
melódicos y rítmicos los que sufren modificaciones. Del mismo modo, las
notas de una serie pueden estar emplazadas en distintas octavas o ser
distribuidas entre diversos instrumentos.
La serie de base puede ser contemplada como una célula temática de doce
sonidos diferentes con una coherencia interna, añadiéndosele posteriormente
las variaciones: su retrógada, su inversa y la retrógrada de su inversa. De esta
manera, se confiere una unidad al conjunto de las cuatro células con un total
de 48 notas agrupadas en compases, las cuales guardan entre sí unas
relaciones interválicas predefinidas, ya que cada variación de la serie de base
se construye en virtud a unas reglas rígidas ya expuestas. Como cada una de
estas operaciones de permuta (variaciones) puede ser transpuesta, se generan
un total de 48 versiones posibles de la serie básica inicial (12 versiones de la
serie original transpuestas, 12 inversiones, 12 retrogradaciones y 12
inversiones de las retrogradaciones). La riqueza armónica es extraordinaria,
puesto que las posibilidades de combinaciones que se pueden realizar entre
las series dodecafónicas son enormes: han sido calculadas en 479.001.600.
De esta manera, puede entenderse mejor que el propio Schönberg dijese que
la serie dodecafónica representa un “ultratema”, el cual, sustituyendo al
tema de la música tonal, se erige en hilo conductor de la composición. Nótese
el paralelismo con el concepto de “Leitmotiv” de Wagner.
En la producción de Schönberg destacan como obras dodecafónicas, entre
otras, el concierto para violín, Op. 36 (1.934 1.936), el concierto para piano,
Op. 42 (1.942), el trío de cuerda, Op. 45 (1.946), los "Gurrelieder" (1.900 –
10) y la cantata “Un superviviente en Varsovia”, Op. 46 (1.947)
El dodecafonismo de Alban Berg y de Anton von Webern
La primera obra que estrenó siguiendo las enseñanzas de su maestro y amigo
fue titulada Cinco cantos orquestales. Dicho acontecimiento tuvo lugar en
Viena, en 1.913, con obras del propio Schönberg y de sus alumnos.
Desgraciadamente, la velada terminó en una batalla campal en la que tuvo
que intervenir la policía. Este incidente, lejos de desanimar al joven
compositor, le alentó a seguir en una línea alejada de las tradiciones.
Destacar para nuestros lectores como obras más notables de Berg su ópera
“Wozzeck” (1.914 – 1.921), el concierto de cámara para piano, violín y trece
instrumentos de viento (1.925) – donde Berg persiguió con enorme
intensidad los rigores formales de la “atonalidad libre” y la canción
“Schliesse mir die Augen beide” (“Ciérrame los ojos”, 1925), la primera obra
de Berg totalmente dodecafónica.
“Wozzeck” fue una ópera escrita a partir del texto de una obra teatral
expresionista del dramaturgo alemán Georg Büchner (1.8131.837), y que el
propio compositor arregló para su adaptación a la parte musical. Debido al
estallido de la Primera Guerra Mundial, Berg tuvo que esperar al año 1.920
para redactar la última página de esta composición. Esta ópera era tan
complicada de montar que hubo de ensayarse ciento treinta y siete veces
antes de su estreno en la Ópera de Berlín en 1.925. El escándalo fue tan
grande y las protestas alcanzaron tal nivel, que un crítico escribió al día
siguiente que “parecía que estaba en un manicomio en lugar del teatro”.
A pesar de estas vicisitudes, el público que acudía a escuchar esta ópera era
numeroso, por lo que los empresarios decidieron escenificarla en las
principales ciudades europeas. En tan sólo diez años, “Wozzeck” se
representó ciento cincuenta veces en veintiocho ciudades de Europa.
La última obra escrita por Berg fue su ópera “Lulú”, que tuvo un éxito
espectacular tras su estreno en el Teatro de la Ópera de Zurich en 1.937, dos
años después del fallecimiento del compositor. El público estuvo aplaudiendo
durante un cuarto de hora al finalizar la representación. Berg adoptó el
sistema dodecafónico, como ya se ha dicho, y lo aplicó a obras tales como la
citada “Lulú” (1.929 – 1.935), a la Suite lírica, a la cantata para soprano y
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orquesta “Der Wein” (“El vino”, 1.929) y al Concierto para violín y
orquesta (1.935)
Anton von Webern recibió una esmerada educación universitaria y musical.
Su tesis doctoral sobre los polifonistas del renacimiento no permitía adivinar
en él un músico de vanguardia, ni tampoco sus breves obras iniciales, como
la “Passacaglia”, Op. 1; pero su contacto con Arnold Schönberg (y Alban
Berg) fue decisivo, convirtiéndose en el más radical de los tres maestros
vieneses.
La música de Webern tiende a la brevedad del aforismo, especialmente en el
período de libre atonalidad. Ejemplos claros son las “Piezas”, Op. 9 y 11. A
partir del trío de cuerda Op. 20, Webern adoptó la técnica serial de
Schönberg, buscando un serialismo más depurado y más radical, y aplicando
para ello la dinámica en forma de series y la alternancia de registros. Para él,
la serie fue sólo un medio para encauzar la música. Huyendo del
racionalismo de Schönberg, empleó el dodecafonismo de un modo más
intuitivo y visceral, y se convirtió en un finísimo estilista.
El dodecafonismo en nuestros días
Acercar la música dodecafónica al gran público sigue siendo en la actualidad
una tarea difícil, puesto que se trata de una música “complicada” de escuchar
para muchos, donde el concepto de “sonar bien” desaparece al producirse la
ruptura con la armonía tradicional de occidente. El sistema matemático
musical en el que se base esta corriente puede parecer sencillo en una
primera aproximación, pero las inmensas posibilidades de combinaciones
entre distintas series convierten al dodecafonismo en un vasto terreno de
experimentación para las generaciones de compositores actuales. Además,
las composiciones dodecafónicas son valoradas por una comunidad musical
muy específica, y la música atonal carece de la difusión de la que goza la
basada en la tonalidad clásica.
No obstante, durante la segunda mitad del siglo XX, varios compositores
destacados han seguido en la línea de la escuela creada inicialmente por
Schönberg. Entre ellos destacan autores como el austríaco Ernst Krenek
(Viena, 1.900 – Palm Spring, California, EE.UU., 1.991), que adoptó la
nacionalidad estadounidense en 1.945, Pierre Boulez (Montbrison, Francia,
26/03/1.925), Luigi Nono (Venecia, Italia, 29/01/1.924 – id., 08/05/1.990) o
Karlheinz Stockhausen (KerpenMödrath, cerca de Colonia, Alemania,
22/08/1.928). Todos ellos han seguido investigando con las posibilidades de
la música dodecafónica y prolongando un campo en el que aún queda mucho
por descubrir.
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