El Senor Brecht - Goncalo M. Tavares

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Gonçalo M.

Tavares

El Señor Brecht

Gonçalo M. Tavares nació en Angola en 1970. Pasó su infancia en


Aveiro, en el norte de Portugal. Estudió Física y Arte, y en la actualidad
enseña Epistemología en la Universidad de Lisboa. En el año 2001 publico
su primer volumen de poesía, Livro da danza seguido de una serie de
libros agrupados bajo el nombre de Cadernos de Gonçalo M. Tavares.
Desde la publicación de sus primeros títulos, Tavares ha recibido varios
premios, entre los que destacan el Branquinho da Fonseca
(Expresso/Gulbenkian), el Ler/Millennium y el Premio Literário José
Saramago, que se concede a escritores portugueses menores de treinta y
cinco años. En Literatura Mondadori se han publicado Un hombre Klaus
Klump (2006), La máquina de Joseph Walser (2007), y los dos últimos de
la serie Barrio, El señor Valéry (2006) y El Señor Henri (2007). Aunque la
sala estaba prácticamente vacía, el señor Brecht empezó a contar sus
relatos.
UN PAIS AGRADABLE

Era un país muy agradable para vivir, pero Las personas eran tan
perezosas que cuando el presidente ordeno que defendieran las fronteras,
bostezaron. Fueron invadidos.
Los invasores también empezaron a volverse perezosos y, un día,
cuando el nuevo presidente ordenó que los hombres defendieran las
fronteras todos bostezaron.
Los invadieron de nuevo. Esta vez, hombres llegados de otro país.
Una vez más en poco tiempo los invasores se habían vuelto perezosos,
y cuando por tercera vez un nuevo presidente ordenó que los hombres
defendieran las fronteras, todos bostezaron. Una vez más, los invadieron.
El país estaba cada vez más poblado.
La situación se repitió hasta que todos los pueblos, incluso los llegados
del otro lado del planeta, habían invadido ya aquel país, y después,
sucesivamente, habían sido invadidos. Ya no había gente en ningún otro
sitio; se concentraban todos en aquel país agradable.
Fue entonces cuando el nuevo presidente ordenó la invasión del resto
del mundo, pues estaba completamente desierto, y por tanto a su merced.
Sin embargo, todos los hombres bostezaron.
Y entonces él, sin darse cuenta, avanzó a solas.
EL PARADO CON HIJOS

Le dijeron: «Solo te ofrecemos trabajo si te cortamos la mano».


Llevaba mucho tiempo en el paro, tenía hijos, aceptó.
Más tarde, lo despidieron y volvió a buscar trabajo.
Le dijeron: «Solo te ofrecemos trabajo si te cortamos la mano que te
queda».
Llevaba mucho tiempo en el paro, tenía hijos, aceptó.
Más tarde, lo despidieron y volvió a buscar trabajo.
Le dijeron: «Solo te ofrecemos trabajo si te cortamos la cabeza».
Llevaba mucho tiempo en el paro, tenía hijos, aceptó.
EL CANTANTE

Un pájaro fue alcanzado por un disparo en el ala derecha y, por ese


motivo, pasó a volar en diagonal.
Más tarde, lo alcanzó un disparo en el ala izquierda y se vio obligado a
dejar de volar y a utilizar solamente las dos patas para andar por el suelo.
Más tarde, lo alcanzó una bala en la pata izquierda, motivo por el que
pasó a andar en diagonal.
Otra bala lo alcanzó, semanas después, en la pata derecha, y dejó de
poder andar.
A partir de ese momento se dedicó a las canciones.
EL HOMBRE MALEDUCADO

El maleducado no se quitaba el sombrero jamás. Ni ante las señoras


que pasaban, ni en una reunión importante, ni cuando entraba en la iglesia.
Poco a poco, la gente empezó a repudiar la grosería de aquel hombre, y
con los años esta agresividad fue en aumento hasta llegar a su extremo; el
hombre fue condenado a la guillotina.
El día de la ejecución, colocó la cabeza en el cepo, como siempre y
orgullosamente, con el sombrero calado.
Todos aguardaban.
La hoja de la guillotina cayó y la cabeza rodó.
Sin embargo, el sombrero permaneció en la cabeza.
Se acercaron entonces para quitarle por fin el sombrero a aquel
maleducado. Pero fue en vano.
No era un sombrero. Era su propia cabeza, que tenía una forma
extraña.
GATOS QUE CHILLAN

Un gato que chillaba como los ratones aprovechaba esa característica


para cazarlos.
Primero los engañaba y luego se los comía, uno tras otro.
Sin embargo, un día, confundido por los chillidos, un segundo gato se
comió al que chillaba, en una comida que, de tan copiosa, perduró
largamente en su memoria. Era un ratón como jamás he visto ninguno, les
contaba a sus amigos maulladores.
EL JARDÍN

Un jardín tenía veinticinco árboles.


Veinticuatro eran pequeñitos, y uno era enorme, con un tronco grueso y
orgulloso, la copa alta como si quisiera tocar el cielo. Visto desde arriba,
el jardín parecía tener un solo árbol.
Sin embargo, aquel árbol creció tanto que sus frutos se los comían los
pájaros, en las alturas, o bien caían convertidos en auténticas bombas, tal
era la velocidad con la que alcanzaban el suelo.
El dueño del jardín, viendo que no aprovechaba nada de aquel árbol, y
que la caída de los frutos se hacía cada vez más peligrosa, decidió cortarlo.
En adelante, quien viera el jardín desde arriba tendría la sensación de
que este había aumentado, pues distinguiría claramente veinticuatro
árboles.
CAMBIOS

Había sido manicura en una peluquería.


Después de los grandes cambios que habían tenido lugar en el país, y
aprovechando su anterior experiencia profesional, era ahora una de las
funcionarias que amputaba dedos a los criminales.
EL NAUFRAGIO

Solo el hipopótamo y su amo escaparon al naufragio, saltando al


interior de un pequeño bote.
El hipopótamo era el medio de subsistencia del hombre, y por eso,
cuando el pequeño bote empezó a escorarse hacia el lado en el que estaba
el animal, el hombre se preocupó por que pudiera ahogarse. Para evitar
que la pequeña embarcación se desequilibrara del todo, el hombre cortó un
trozo del hipopótamo y se lo comió, lo que también resultó oportuno
porque empezaba a tener hambre. El pequeño trozo quitado al hipopótamo
permitió que el bote recuperara el equilibrio entre los dos lados, como una
balanza. Pero por poco tiempo. El bote no tardó en volver a escorarse por
el lado del hipopótamo. Pese al trozo que le había quitado su amo, seguía
pesando más que él. El hombre decidió entonces comerse otro trozo del
hipopótamo. Tras hacerlo, comprobó el estado de la embarcación y vio que
aún no era suficiente; le quitó otro buen trozo al animal y se lo comió. El
bote recuperó el equilibrio.
La travesía duró todavía algunas semanas, en las que el hombre se vio
obligado a cortar un nuevo trozo del animal cada seis horas.
Quizá no fuera la solución perfecta, pero no podía arriesgarse a perder
al hipopótamo.
PROYECTOS

El bosque se desarrollaba lentamente, como era su hábito desde hacía


siglos, hasta que llegó un hombre y presentó un proyecto.
Durante tres días, echaron abajo los árboles.
Al cuarto día descansaron del esfuerzo.
Al cabo de un año vino otro hombre, miró hacia lo que ahora era una
llanura desierta y dijo:
- Aquí faltan árboles.
En los tres días siguientes, plantaron árboles.
Al cuarto día descansaron del esfuerzo.
Doce años después, el bosque se había recuperado.
Entonces llegó otro hombre.
INTERRUPCIÓN

Un hombre muy viejo, casi ciego, sin memoria, que temblaba y apenas
podía caminar, tropezó y cayó de bruces sobre la afilada hoja de un
cuchillo que le atravesó el corazón.
Antes de morir, aún acertó a decir:
Justo ahora que…
ESTÉTICA

Una mujer gorda que quería perder peso se fue al médico y dijo:
- Córteme una pierna.
AVERÍA

Debido a un incomprensible cortocircuito eléctrico, el que se


electrocutó fue el funcionario que bajó la palanca y no el criminal que se
encontraba sentado en la silla.
Como no hubo manera de solucionar la avería, en las ejecuciones
siguientes el funcionario del gobierno se sentaba en la silla eléctrica y era
el criminal quien se encargaba de bajar la palanca mortal.
DIAMANTES

En lugar de uvas, los racimos del reino dejaban caer diamantes sobre la
tierra. -¡Diamantes, diamantes, diamantes! Hace años que no se ve otra
cosa -se quejaba el productor.
LA VIUDA

Midió al muerto y confirmó el hecho: la muerte le había acortado las


piernas. El resto del cuerpo permanecía igual, pero las piernas se habían
acortado quince centímetros, y en tan solo dos horas.
Más tarde, el fenómeno se aceleró.
Al día siguiente, el muerto ya solo se componía de unos zapatos negros
nuevos y la cabeza.
La mujer del difunto estaba sumamente molesta. Solo acertaba a
pensar en el dinero que había desperdiciado en un enorme ataúd de
madera. -¡Mi madera, mi querida madera! murmuraba sin que nadie la
oyera.
El día del funeral, la viuda no pudo contenerse y, delante de los
familiares, rompió a llorar agarrada a la madera del ataúd.
LOS POETAS

Los poetas, en una enorme fila que rebasa ya la esquina de la manzana


siguiente, aprovechan el momento de espera para rellenar cuidadosamente
el formulario.
MAL NEGOCIO

Empezaron a quitarle la piel al cerdo para después comérselo. Justo


antes de morir, el animal murmuró: -No-soy-un-cerdo-soy-unhombre.
La pareja se arrodilló y se puso a llorar.
Este cerdo habla. ¡Qué rentable habría sido!
EL EXTRANJERO

El hombre entró en el coro, pero insistía en cantar individualmente una


canción que solo él conocía.
El director, al que le gustaba integrar a todas las personas, con la mejor
de las voluntades, pidió al nuevo integrante que les enseñara la canción.
Sin embargo, la canción estaba escrita en una lengua que ningún otro
componente del coro dominaba.
El hombre explicó que, para cantar con él, primero tendrían que
aprender aquella lengua, pues solo así podrían asimilar completamente el
significado de cada palabra de la canción.
El hombre empezó así a enseñar su lengua a los demás integrantes del
grupo, desde las reglas gramaticales y las cuestiones etimológicas hasta la
manera correcta de entonar.
Dos años después, los integrantes del coro estaban por fin en
condiciones de cantar aquella canción en la lengua que con tanto esfuerzo
habían aprendido.
Ensayaron incontables veces. Todos los integrantes del coro estaban
entusiasmados.
Se programó el estreno, pero el hombre no compareció.
Y nadie volvió a verlo en la ciudad.
MEDIDAS ARITMÉTICAS

El gobierno corregía los desequilibrios sociales mediante un


reequilibrio numérico: ponía dos centinelas alrededor de cada pobre.
LA REVUELTA

Para el rey era fundamental que toda la población, sin excepción


alguna, se sintiera satisfecha.
Cuando apareció aquel extranjero extremadamente feliz y con seis
dedos en cada mano, el rey ordenó que los médicos del reino implantaran
un dedo más a cada uno de sus habitantes. Y que los médicos se hicieran lo
mismo unos a otros. De este modo, nadie envidiaría los seis dedos de
aquel extranjero.
Así se hizo. Todos pasaron a tener seis dedos en cada mano.
Al año siguiente llegó otro extranjero, con un aire más feliz todavía,
que tenía siete dedos en cada mano.
De nuevo, el rey ordenó que los médicos del reino implantaran un dedo
más a cada uno de sus habitantes. Así se hizo.
Al año siguiente, un extranjero con ocho dedos por mano, que no
paraba de exhibir su felicidad, desencadenó un nuevo implante general: el
octavo dedo.
Al año siguiente, un extranjero con nueve dedos. Y más feliz aún.
La misma operación. Todos los del reino pasaron a tener nueve dedos
en cada mano.
Dieciocho en total.
Al año siguiente, sin embargo, llegó un extranjero con el rostro más
feliz que habían visto jamás, y con cinco dedos en cada mano.
Tras un momento de vacilación, el rey ordenó a los médicos que
cortaran cuatro dedos por mano a cada uno de los habitantes del reino.
Pero había un problema. Los nueve dedos en cada mano de los
cirujanos ya no sabían operar, se estorbaban los unos a los otros. Ya no era
posible; tendrían que quedarse todos con nueve dedos en cada mano.
Como el rey no logró dar a la población los cinco dedos de aquel
extranjero feliz, estalló una revuelta y fue destronado.
EL PROGRESO

Los caracoles participaban en carreras de cien metros. El hijo


empezaba a correr en el lugar exacto donde su madre había muerto.
Nunca terminaban los cien metros en menos de diez generaciones.
Como tardaban mucho, cuando llegaban a la meta se quedaban por allí.
DEMASIADO PRONTO

Empezó la guerra y los mapas aún no estaban listos. Inadvertidamente,


todo el ejército, con sus miles de soldados, sus cañones y tanques, entró en
un callejón sin salida.
LIBERTAD DE ELECCIÓN

Era una librería que vendía un solo libro.


Había cien mil ejemplares numerados del mismo libro. Como en
cualquier otra librería, los compradores se demoraban, dudando sobre qué
número escoger.
LA BELLEZA

En cierta ciudad, ocurrió un día que el arco iris apareció y ya no volvió


a marcharse.
Durante un año, permaneció en el mismo punto del cielo. Se hizo
monótono.
Un día, por fin, el arco iris desapareció y el cielo se volvió
completamente gris. Los niños de la ciudad, eufóricos, señalaban el cielo
gris y se gritaban unos a otros: «¡Mira qué bonito!».
PERFECCIONISMO

Un pájaro cayó abatido por un disparo.


Acababa de cruzar la frontera.
LA IMPORTANCIA DE LOS
FILÓSOFOS

El filósofo decía que solo los hombres hacían cosas importantes,


mientras que los animales solo disponían de acciones insignificantes.
Fue entonces cuando llegó el tigre y devoró al filósofo, confirmando
con sus colmillos la teoría anteriormente expuesta.
EL PELIGRO DE LA CULTURA

La gallina pensaba tanto, y era tan culta, que tuvo una obstrucción
interior y dejó de poner huevos. La mataron al día siguiente.
EL CASTILLO

Aquel rey tenía, como todos los reyes, un castillo y un ejército


numeroso. El único problema era que el castillo era muy pequeño, no
medía más de diez metros de largo por nueve de ancho. Los incontables
soldados, el rey, la reina, la princesa, el obispo y los sabios vivían
hacinadísimos en aquel castillo, sin poder apenas mover un codo. No era,
pues, de extrañar que el rey se pasara los días ordenando ataques a otros
reinos.
LA MUERTE EN L

Era un caballo que se movía exactamente como se mueven los caballos


del juego del ajedrez.
Dos pasos en una dirección, seguidos de un paso lateral. Acababa las
carreras cinco horas después de que el último espectador se hubiese
marchado.
Para las carreras estaba claro que no servía, y era demasiado grande
para que lo aceptaran en un tablero de dimensiones oficiales.
El dueño se vio obligado a sacrificarlo.
El animal era resistente. Hicieron falta tres tiros. Dos en una dirección,
y el tercero en sentido lateral respecto a estos.
EL AMIGO

Era un chico pasivo. Aceptaba todo lo que decían los jefes. Sin
embargo, como era adulador, molestaba.
Le cortaron la lengua; dejó de elogiar.
Después le cortaron los dedos; dejó de escribir alabanzas. Uno de
aquellos días, golpeando la cabeza en una mesa, dijo a sus jefes en código
morse:
- Otra como esta y perderéis a un amigo.
LOS TURISTAS

La agencia de viajes se equivocó y los turistas aterrizaron justo en


medio de una guerra.
Como hacía sol, y ya que se habían llevado las cremas bronceadoras y
los trajes de baño, los turistas se sentaron en los balcones del hotel y se
bañaron en aquella luz templada mientras soñaban los ruidos de bombas y
disparos.
Ya que llevaban mapas y un plano de la ciudad, decidieron dar algún
que otro paseo y visitar las ruinas de los edificios, que compararon con las
desfasadas indicaciones del guía turístico.
Ya que llevaban cámaras fotográficas al cuello, decidieron sacar fotos
de los cadáveres esparcidos por la calle.
EL VIGÍA

Había un hombre sordo al que utilizaban como vigía, pues el general


consideraba que, por tener esa característica, se distraía menos que los
demás. Lo ideal, creían los estrategas, era que además de sordo el vigía no
tuviese olfato, paladar ni sentido del tacto, para que su atención no se viera
desviada hacia ningún asunto que no fuera el de vigilar las fronteras del
país.
El problema es que además de vigilar come, se decía a veces en voz
baja y en tono recriminatorio.
La preocupación por la vigilancia fue en aumento. Un buen día, el
general decidió: ¡Ni un trozo de pan más para el vigía! ¡Tiene que
concentrarse en ver, no dejar de ver!
Así se hizo.
Pasaron algunas semanas y el país fue invadido, poco después de que
el vigía atento se muriera de hambre.
LA TRANQUILIDAD

Un hombre que vivía preocupado por sus problemas y el modo de


resolverlos caminaba por la calle cuando encontró una moneda.
Con esto resolveré un problema, se dijo, satisfecho. Dio unos pasos
más y encontró otra moneda. Con esto voy a resolver otro problema, se
dijo. Unos pasos más y otra moneda en el suelo. ¡Es mi día de suerte! -
exclamó-. Con esto voy a resolver mi tercer problema. Siguió caminando
y, de vez en cuando, encontraba otra moneda. Con cada nuevo hallazgo, se
regocijaba: ¡Otro problema que voy a poder resolver!
Más tarde, después de coger otra moneda y guardarla en el bolsillo,
exclamó: ¡Ya no me caben más monedas en el bolsillo, pero tengo las que
necesito para resolver todos mis problemas! Por fin -murmuró, aliviado-
viviré tranquilo. Unos metros más allá, sin embargo, había otra moneda.
EL PRESIDENTE

Un pintor que no tenía talento para los colores pero manejaba bien el
pincel fue elegido director de la banda musical. Lo eligió el presidente de
la ciudad, que era prácticamente sordo pero apreciaba los minuciosos
gestos del pintor. Fue su primera y única decisión.
El presidente había sido elegido porque era muy indeciso, y así por lo
menos no molestaría a nadie. Sin embargo, cuando la población oyó el
primer concierto de la banda, se rebeló. ¡Que vuelva a sus pinceles!, gritó
alguien.
El presidente, satisfecho tras su primera decisión en cuatro años, y
creyendo que el público pedía un bis, decidió presentarse a un segundo
mandato.
Pese a la música, volvió a salir elegido.
LA JUSTICIA

Dos hermanos gemelos, muy envidiosos el uno del otro y que siempre
lo compartían todo dividiéndolo al milímetro porque amaban la justicia
por encima de todo, vieron un día nacer en su vulgar granja a un animal
extraño.
Dicho animal tenía la anatomía de un burro por delante y la de un
caballo por detrás.
Como estaban convencidos de que las dos patas traseras (de caballo)
eran mucho más veloces que las patas delanteras (de burro), ambos
gemelos querían montar la parte de atrás del animal, dejando la parte de
delante para el otro hermano. Cada uno de ellos estaba convencido de que,
en un viaje, llegaría primero el que fuera montado sobre las patas más
rápidas.
Como ninguno de los dos renunciaba a la mejor parte, para equilibrar
la balanza decidieron amputar una de las patas de caballo. De este modo,
uno de ellos montaría sobre una pata de caballo y el otro sobre dos patas
de burro. Así lo hicieron. Sin embargo, tras contemplar de nuevo al
animal, no llegaron a ningún acuerdo.
No lograban determinar qué era más ventajoso, pero resultaba evidente
que el animal aún no estaba equilibrado, y ninguno de los dos quería salir
perjudicado. Para ser justos, tenían que seguir cortando.
TORTÍCOLIS

Un día, la mujer del rey, a la que le gustaba pasearse por el reino para
ver cómo iba todo, se vio aquejada de una tortícolis que le impedía volver
la cabeza. Como el cuello de la reina no mejoraba, el rey ordenó que todo
el país empezara a funcionar en trayectorias circulares ante el balcón del
palacio.
EL LABERINTO

La ciudad lo invirtió todo en la construcción de una imponente


catedral. Oro, piedra tallada, techos pintados por los grandes pintores del
siglo.
Para valorizarla más aún, decidieron dificultar su acceso. Lo que se
alcanza con facilidad deja de tener valor, filosofaba con esfuerzo cierto
político.
Se construyó entonces un laberinto que era el único medio de llegar a
la catedral. El laberinto estaba tan bien concebido que nadie logró jamás
hallar el camino hasta la catedral.
El laberinto se convirtió en la gran atracción de la ciudad.
EL GATITO

Había un gato que todos los días, al caer la tarde, se acercaba al dueño
y le lamía los zapatos con su minúscula lengua. Venciendo cierta timidez y
cierta precaución higiénica, el hombre decidió un día descalzarse para
comprobar si el gato le lamía los pies como hacía con los zapatos.
Fue entonces cuando el tigre, que llevaba años disfrazado de gato,
decidió que había llegado su momento y, en lugar de lamer, comió.
EL FALSIFICADOR

En cierto momento de su vida, un hombre que siempre había


falsificado cuadros empezó a ver mal. Estaba enganchado: empezó a
falsificar músicas.
En el depósito de cadáveres, después de muerto, lo confundieron con
otro.
LA PREGUNTA

El día en que el presidente logró convencer a la población de que había


que defender la patria a toda costa, empezando por invadir el país vecino,
ese mismo día, en medio de la asamblea que había reunido a los hombres
más eminentes, y una vez tomada la decisión, aquel al que todos
consideraban el hombre más imbécil de la ciudad, que nunca había ido a la
escuela, que era analfabeto y que jamás había pronunciado una sola frase
sensata, levantó el brazo pidiendo permiso para hacer una pregunta.
Un murmullo recorrió entonces la asamblea, y a nadie pasó
desapercibido el gesto aterrado del presidente.
Por supuesto, nadie permitió que, en un momento tan importante, el
imbécil hiciera una pregunta.
EL MIEDO

Un hombre que les tenía mucho miedo a todos los animales que se
arrastraban decidió, por fin, irse a vivir a una montaña muy alta.
EL ARTISTA

El artista insultó a un cirujano diciendo que este solo salvaba el


cuerpo, mientras que él, en cuanto artista, salvaba el espíritu.
Un día, el artista tuvo un accidente, ingresó en el hospital y el cirujano
lo salvó.
Años más tarde, el cirujano se desmayó mientras conversaba con el
artista, y como este no conocía las técnicas de reanimación inmediata,
murió en sus brazos.
El muerto fue enterrado junto con una valiosa tela del artista, lo que
conmovió profundamente a los presentes.
EL DELITO MÁS GRAVE

Todo ciudadano que no supiera respetar las jerarquías militares era


condenado a seis años de cárcel. Y todo ciudadano que asesinara a otro era
condenado a veinte años de cárcel.
El asesino, al ver que el general había asistido a su crimen, se lo jugó
todo a una carta y dijo: «¡No pasas de un miserable soldado!».
Funcionó.
Como los jueces castigaban siempre el delito más grave, el hombre fue
condenado a seis años de cárcel.
LA CHAQUETA

Como creía que tenía un ángel protector en su chaqueta, nunca se la


quitaba.
Cuando quisieron reclutarlo para la batalla, enseguida dijo que sí,
siempre que pudiera combatir con la chaqueta puesta. La chaqueta tiene un
ángel dentro que me protege, se justificó.
Por supuesto, las jerarquías militares no aceptaron. Nadie combate sin
uniforme. El hombre de la chaqueta insistió, pero fue en vano. No lo
aceptaron. Se quedó en casa.
Todos los soldados que participaron en la batalla murieron.
POESÍA

Levantaron una cárcel cuyos límites exteriores eran vallas metálicas en


las que, doblando los alambres, se habían escrito algunos de los más bellos
poemas de los principales poetas del país.
Aquella valla de versos que rodeaba la cárcel era eléctrica: cualquiera
que la tocara recibiría una descarga mortal.
SINTAXIS

Algunos errores de sintaxis en el texto que condenaba un hombre a


muerte lo convirtieron en el nuevo rey.
Aquel nuevo rey, que había estado en un tris sintáctico de ser
condenado a muerte, decidió utilizar otros medios para ordenar el
ahorcamiento del antiguo rey. Evitando escribir una sola línea, habló. Sin
embargo, se explicó mal.
Sus propios hombres, obedeciendo sus palabras, lo ahorcaron.
DUDA

En medio de la escalera, el hombre dudaba desde hacía varios días si


subir o bajar. Los años pasaban y el hombre seguía dudando: ¿subo o bajo?
Hasta que un día la escalera se cayó.
UN HOMBRE

En cierto país apareció un hombre con dos cabezas. Se le consideró un


monstruo, no un hombre.
En otro país apareció un hombre que siempre estaba feliz. Se le
consideró un monstruo, no un hombre.
EL MAESTRO

El maestro más importante de la ciudad quería dibujar una


circunferencia, pero se equivocó y acabó dibujando un cuadrado.
Pidió a sus alumnos que copiaran el dibujo.
Los alumnos lo copiaron pero, por error, dibujaron una circunferencia.
VERGÜENZA COLECTIVA

El ejército de diez mil hombres se detiene absorto ante una ecuación


escrita con números gigantes en un tablón frente al palacio enemigo.
El ejército se esfuerza por resolver la ecuación. Se oye el murmullo de
cien mil hombres pensando y comentando las posibles soluciones. Pero
nadie logra resolver la ecuación.
Desanimado, el ejército entero da media vuelta y, lentamente,
arrastrando las armas, los cien mil soldados regresan a su país,
avergonzados.
LOS SABIOS

Una gallina descubrió al fin el modo de resolver los principales


problemas de la ciudad de los hombres. Presentó su teoría a los principales
sabios, y era indudable: había descubierto el secreto para que todas las
personas pudieran vivir bien y tranquilas.
Después de escucharla con atención, los siete sabios de la ciudad
pidieron una hora para reflexionar sobre las consecuencias del
descubrimiento de la gallina mientras esta esperaba en una sala aparte,
ansiosa por oír la opinión de tan ilustres hombres.
En la reunión, los siete sabios decidieron, por unanimidad y antes de
que fuese demasiado tarde, comerse a la gallina.
Después de contar su último relato, el señor Brecht miró alrededor. La
sala estaba repleta.
Los asistentes eran tantos que tapaban la puerta. ¿Y ahora cómo iba a
salir de allí?
Después de contar su último relato, el señor Brecht miró alrededor. La
sala estaba repleta.
Los asistentes eran tantos que tapaban la puerta. ¿Y ahora cómo iba a
salir de allí?

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07/10/2009

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