Módulo3 4 Garcia Lorca y La Vanguardia
Módulo3 4 Garcia Lorca y La Vanguardia
Módulo3 4 Garcia Lorca y La Vanguardia
Cuando se habla de la relación de la obra de García Lorca con las vanguardias estéticas suele
pensarse en los poetas visuales y en todas las revistas en las que Lorca contribuyó, de cerca o de
lejos, y que constituyeron en España un momento muy importante de la creación vanguardista.
Pero Lorca también se interesó por la pintura, y allí está la conferencia Sketch de la nueva pintura
o las opciones de lo moderno que pronunciara en 1928, donde define lo que el poeta consideraba
como los grandes hitos de la pintura cubista. Y al cubismo precisamente se deben muchos de los
hallazgos de García Lorca, por ejemplo en el Romancero gitano, en «Reyerta»: «Una dura luz de
naipe / recorta en el agrio verde, / caballos enfurecidos /y perfiles de jinetes».
La poesía de Lorca es una poesía de aristas, de diagonales, «de geometría y de angustia», diría
en la conferencia sobre Poeta en Nueva York, una poesía hecha de planos que se superponen y
se cruzan. Así sucede en el «Romance de la Guardia Civil», cuyos primeros versos, «Los caballos
negros son./ Las herraduras son negras», inician un poema en el que se superponen diferentes
planos de negro, como capas de negro, unas encima de otras. Sería abusivo ver en este poema
una fuente de inspiración para el Guernica de Picasso, pero desde luego mucho debe al cubismo
el «Romance de la Guardia Civil», así como el conjunto del libro Romancero gitano.
Del mismo modo, el propio Rafael Alberti en ese mismo momento escribiría en Cal y canto lo que
llamaría una poesía «de perfil recordado que metería en una blanca y dura urna», según lo
confiesa el poeta años más tarde en La arboleda perdida.
La relación de Lorca con las vanguardias cobra especial importancia en un momento de su poesía
que es el surrealismo. El surrealismo supuso para los poetas españoles un nuevo punto de partida
con el que renovar formas y versos. Entre 1929 y 1930, ahí están, por ejemplo, Pasión de la tierra,
de Vicente Aleixandre; Un río, un amor y Los placeres prohibidos, de Luis Cernuda; Sobre los
ángeles y Sermones y moradas, de Rafael Alberti, y por fin, inédito hasta pocos años después de
su muerte, Poeta en Nueva York, de García Lorca. Todos esos poemas dan fe de lo que los poetas
españoles de 1930 aportaron al surrealismo universal, y con él a una nueva fuente de inspiración
para la poesía y a una renovación de las formas poéticas.
El surrealismo fue para todos estos autores no un objetivo en sí sino más bien un detonador, un
punto de partida, para lo que iban a ser las obras más personales y creativas de nuestro primer
tercio de siglo, que junto con los nuevos temas que tocan y las nuevas temáticas que abren dentro
de la poesía española de 1930, iban a ser también obras extraordinariamente innovadoras desde
el punto de vista formal. Y a Cernuda, Lorca, Alberti o Vicente Aleixandre iba a incorporarse
también Pablo Neruda con Residencia en la tierra, una de las obras capitales de la España de
1930.