La Irracionalidad de Los Fines

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LA IRRACIONALIDAD DE LOS FINES

EN LA FILOSOFÍA DE DAVID HUME

Rodrigo Atehortúa Santamaría.


INTRODUCCIÓN
Es un asunto bien discutido en la filosofía el papel que juega la razón en nuestros actos. En
la vida ordinaria sentimos a menudo que existe un conflicto entre la razón y el deseo en
nuestras decisiones, por ejemplo, dicho en términos coloquiales, siento que ahora estoy
siendo racional en tanto que estoy sentado haciendo mi tarea en lugar de ir a una fiesta o
algo similar, pues estoy reprimiendo mis deseos y siguiendo a la razón; este es un
pensamiento muy común que al ponerlo bajo la lupa de la filosofía parece perder fuerza.
Interpretado el ejemplo anterior desde la filosofía humeana lo único que puede hallarse son
dos pasiones encontradas, una de mediato plazo que triunfó sobre la de plazo inmediato;
pero en las dos lo único que busco, en últimas, es placer y en un fin de esta naturaleza no
hay nada de racional. Veremos a lo largo del presente escrito que la postura de Hume es
perfectamente defendible y convincente. No obstante, no es la única postura con estas
características, existen puntos de vista que defienden un papel activo la razón en nuestras
acciones, es decir, la razón puede ser motivadora de nuestros actos en la medida en que
puede establecerse un fin racionalmente sustentable que impulse nuestro actuar; acerca de
esta postura que defiende la racionalidad de los fines resulta paradigmática la filosofía
kantiana, en la cual se arguye que sí existe un criterio que permite justificar racionalmente
los fines, y su argumentación tampoco resulta nada despreciable. Presentada someramente
esta oposición, me propongo contrastar en este escrito los dos puntos de vista para, al final,
reafirmar o apartarme total o parcialmente de la postura de Hume. Quiero aclarar que, en
virtud del tema del Seminario, el centro del presente escrito es Hume; en general, me valdré
del filósofo alemán para comprender mejor a Hume por contraste, dicho de otra forma, para
efectos de mi ensayo, Kant sólo es accesorio, Hume es el principal. Ahora bien, mi manera
de proceder será la siguiente: en primer lugar, expondré las propiedades esenciales de la
razón en la filosofía de Hume con el fin de hacer comprensible el papel de ella en nuestro
actuar; definidas las operaciones de la razón, buscaré explicar, en segundo lugar, cómo y
porqué seleccionamos tal o cual fin; en tercer lugar, presentaré los argumentos de la postura
que defiende la existencia de una racionalidad práctica irreductible a la racionalidad
instrumental, acudiendo a los argumentos de Kant (accesoriamente, como dije); finalmente,
concretaré los choques entre los dos puntos de vista y, según esto, definiré mi postura.

PROPIEDADES ESENCIALES DE LA RAZÓN EN HUME


El sentido en el que Hume utiliza el término razón en su filosofía no es unívoco. Sin
embargo, parece poder afirmarse en Hume que la razón puede, y de hecho es lo único que
hace, relacionar ideas y, en un sentido, impresiones; es notable anotar aquí que Hume
considera que un movimiento de una idea a otra en la imaginación jamás es aleatorio. Dicha
relación puede explicarse a partir de tres principios universales: por semejanza, en tanto que
hallamos en ellas algún tipo de similitud; por contigüidad espacial y temporal, en tanto que
un evento u objeto acontece o se presenta en un tiempo y/o lugar cercano a otro; por
causalidad, ésta relación se da cuando un evento A es seguido por B e inferimos que A es la
causa del efecto B; vale la pena recordar en este punto que la conexión entre A y B no es
necesaria, pues del acontecer de A no se puede inferir lógicamente que se siga B, tan solo
puede afirmarse la existencia de una unión constante o uniformidad de la naturaleza; lo que
hace que creamos que hay una necesidad allí es que la costumbre de ver que A siempre es
precedido por B nos hace imaginar que existe una conexión necesaria entre uno y otro; en
lo que respecta a las impresiones; acerca de la asociación de impresiones, el movimiento de
una a otra ocurre de manera similar que con las ideas, la diferencia radica en que con las
impresiones sólo actúa el principio de semejanza. No quiero entrar en detalles sobre los
principios descritos, lo que quiero hacer notar son dos aspectos acerca de la razón: en
primer lugar, la pasividad de la razón; en segundo lugar, el carácter eminentemente teórico
de ésta. Acerca del primer punto, he usado arriba las expresiones «propiedades esenciales
de la razón» y «la razón puede», lo que le otorga una connotación de facultad, esto es,
como un principio que, si bien se restringe a las operaciones mencionadas es, al fin y al
cabo, activo, pues sería el realizador de ellas; pero si reflexionamos sobre los siguientes dos
pasajes de Hume, el primero, que precede la explicación de la relación de impresiones e
ideas: “debemos reflexionar acerca de ciertas propiedades de la naturaleza humana”1; y, el

1
TNH, Libro I, Parte I, Sección IV.
segundo, que explica la principal operación de la razón: “la inferencia misma no es otra
cosa que el efecto de la costumbre de la imaginación”2, parece que las relaciones mentadas
no son producidas por algún tipo de agente interno, sino que se relacionan ellas solas entre
sí en nuestras mentes en virtud de principios naturales, pero no porque exista en nuestras
mentes una Razón que relacione las ideas; en este sentido la razón no puede ser considerada
una facultad, sino que sería mejor considerar que llamamos razón a ese tipo de operaciones
inferenciales que se producen en nuestras mentes. Acerca del segundo punto, es notorio que
la naturaleza de las operaciones referidas es claramente teórica. Las relaciones de ideas e
impresiones son incapaces de transformar la realidad3 por sí solas, de ejercer alguna
influencia en nuestros deseos, y, con esto, de afectar la selección de nuestros fines (salvo en
un caso, que presentaré en el siguiente punto). Para profundizar sobre este último aspecto,
continuemos con el siguiente punto, en el cual nos adentramos directamente en la
racionalidad instrumental humeana, pues allí explicó bajo la influencia de qué
seleccionamos tal o cual fin, ya que, como he afirmado, la razón carece aquí de poder.

DE LA SELECCIÓN DE LOS FINES EN LA FILOSOFÍA DE HUME


Antes de cualquier cosa, quiero hacer explícito un presupuesto de la filosofía humeana sin
el cual no sería comprensible la selección de nuestros fines, a saber: existe una naturaleza
humana universal cuya estructura fundamentalmente es el placer y el dolor, y según la cual
se tiende naturalmente a la búsqueda del primero y a la evasión del segundo. Lo que nos
motiva a actuar es siempre la tendencia mencionada, es decir, siempre estamos
empecinados en obtener aquello que nos genere placer o que contribuya a evitar el dolor.
Así, todos nuestros fines pueden justificarse a partir de pasiones que nos motivan a
conseguirlos. Hume señala tan sólo un aspecto en el cual la razón restringe la selección de
los fines, a saber, cuando no se cumplen los siguientes, digamos, requisitos: “(1) el fin
deseado existe realmente, es decir, es factible; y (2) los medios para la consecución o
realización de tal fin son adecuados y suficientes.”4 No obstante, aun cuando se

2
Ibid.., Libro II, Parte III, Sección I, p. 406 (de la paginación original).
3
Para efectos del presente ensayo, con «realidad» me refiero simplemente al mundo exterior a nuestras mentes.
4
HOYOS, Luis Eduardo. “Ética y Racionalidad Práctica” En: “Persona, razón y sociedad” (libro en preparación),
Universidad Nacional de Colombia, 2006. p. 1.
seleccionara un fin que superara esta prueba no se deduce de aquí que el fin es racional,
sino simplemente que no estamos actuando irracionalmente, pues los fines en sí mismos
siguen siendo motivados por pasiones. Dicho esto, es notorio que en Hume la manera de
operar de la razón no varía en la práctica, sino que continúa siendo teórica, pues aún allí, en
la prueba descrita, se restringe a las relaciones e inferencias referidas en el primer punto y,
por esto, es incapaz de motivarnos a actuar, es decir, de generar el impulso para que
persigamos uno u otro fin. De aquí que Hume formule el famoso «slave passage» “La
razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el
de servirlas y obedecerlas”5. La razón es aquí tan sólo un instrumento pasivo que orienta el
camino6 para la consecución de nuestros fines, los cuales nos motivan por el placer que nos
cause o por su contribución a la evitación del dolor, por la tendencia natural humana arriba
señalada, pero que por sí mismos carecen de justificación racional. Considero que con esto
queda claro por qué en Hume se puede hablar estrictamente de razón instrumental y no de
razón práctica.

RACIONALIDAD PRÁCTICA: UN PUNTO DE VISTA ALTERNATIVO HUME


Con lo presentado hasta el momento parece difícil pensar en un principio enteramente
práctico racional que motive mis actos. Por más que pienso o reflexiono sobre los motivos
de mis acciones, no encuentro que mi razón allí sea algo diferente a las inferencias y
asociaciones de ideas e impresiones, lo único que me motiva es el placer que espero me
cause la realización del fin deseado. Preguntémonos entonces ¿qué nos permitiría hablar de
una racionalidad práctica irreductible a la racionalidad instrumental? La respuesta a esta
pregunta se encuentra en la filosofía práctica de Immanuel Kant; según ella existe un modo
de justificar racionalmente un fin y, con ello, una manera de la razón de motivarnos a actuar
independientemente de la influencia de alguna pasión. Profundicemos entonces un poco
más sobre esta respuesta.
5
Ibid.., Libro II, Parte III, Sección III, p. 415.
6
Para buscar una mayor comprensión del papel de la razón en relación con las pasiones quiero citar una analogía de
Schopenhauer: “El intelecto [razón] puede parecer que a veces conduce a la voluntad, pero sólo un guía conduce a su
amo; la voluntad, es el hombre ciego fuerte, que lleva sobre sus espaldas al cojo que puede ver.” El valor de esta cita es
estrictamente pedagógico y, como en toda analogía, debe ser leída sin rigor filosófico y con precaución para no confundir
lo dicho hasta ahora. SCHOPENHAUER, Arthur. “El Mundo Como Voluntad y Representación”, Porrúa Ed., Buenos
Aires, 2000, Libro II, p. 421.
En la estructura fundamental medio-fin, siempre visible en la vida práctica, Kant introduce
dos conceptos para su estudio y comprensión, a saber, los imperativos hipotéticos y el
imperativo categórico. El primero puede enunciarse del siguiente sentido: “si acepto –por
las razones que sea- el fin, debo aceptar los medios que conducen a él”7, hasta aquí no hay
contradicción con Hume y aún nos encontramos en el ámbito de la racionalidad
instrumental. La racionalidad práctica se hace irreductible a la racionalidad instrumental en
el momento en el cual Kant introduce su famoso imperativo categórico, este hace
referencia a la racionalidad intrínseca de un fin y está estrechamente vinculado a la
moralidad, en virtud de que cualquier acto humano que afecte a los demás tiene
significación moral, pues podría perjudicar o beneficiar a las personas que caigan bajo la
influencia de mi acción; debe anotarse que muchas de nuestras acciones son morales, por
ejemplo, si dejase de estudiar estaría tirando al traste el esfuerzo económico de mis padres
por mantenerme en la Universidad; aunque también hay muchas acciones que no son
morales, por ejemplo, peinarme. Esto es importante en la medida en que toda acción moral
pertenece forzosamente al ámbito de la racionalidad práctica. La racionalidad instrumental
resulta útil para explicar toda acción humana como un evento del mundo físico y natural;
pero es incapaz de abordar la explicación de una acción humana en tanto acción moral
humana. El imperativo categórico kantiano constituye un examen que certifica la
racionalidad moral de una acción. Realicemos la prueba con una acción: supongamos que
son la 12am y mi vecino tiene una música estruendosa que no me deja dormir, deseo
entonces asesinarlo. El imperativo categórico reza “obra según la máxima por la cual
puedas querer, al mismo tiempo, que se convierta en ley universal”. Al someter el ejemplo
anterior al imperativo categórico queda «siempre que un vecino ponga música fuerte a altas
horas de la noche debo querer asesinarlo». Cuál sería el resultado inmediato de semejante
forma de actuar: una masacre; y de una masacre tal no se puede esperar otra cosa que la
disolución de la sociedad. He aquí el tipo de juicio racional que es incapaz de ser realizado
por la razón instrumental. De tal manera que, reitero, cuando nos encontramos ante una
acción moral ésta pertenece forzosamente al ámbito de la racionalidad práctica, pues el
7
HOYOS, Luis Eduardo. “Ética y Racionalidad Práctica” En: “Persona, razón y sociedad” (libro en preparación),
Universidad Nacional de Colombia, 2006. p. 4.
imperativo categórico constituye un principio estrictamente racional. La argumentación
kantiana es mucho más detallada de lo que yo la presento aquí, pues involucra el problema
de la libertad y la distinción entre fenómeno y noúmeno, pero no profundizo en ellos porque
me desviaría de mi propósito. Lo que quería al acudir a Kant era mostrar que, si existen
argumentos a favor de la razón como elemento motivador de nuestros actos, lo cual sí
choca con el punto de vista humeano. El siguiente y último punto de mi escrito se centrará
entonces en el modo en que la filosofía humeana se ve afectada.

LA RAZÓN PRÁCTICA EN LA FILOSOFÍA DE HUME


Retomemos, se habla de racionalidad instrumental cuando la razón es incapaz de
motivarnos en la persecución de un fin y, se justifica entonces en virtud de relaciones entre
pasiones; se habla de racionalidad práctica cuando el fin puede ser él mismo justificado
racionalmente sin necesidad de envolver relaciones entre pasiones para su explicación y, de
esta manera, motivarnos en su consecución, en virtud de su naturaleza racional (en el
sentido moral referido).

Gracias al imperativo categórico se puede evaluar la naturaleza racional de un fin y Hume


tendrá que admitir que, ese tipo de prueba, no se puede realizar desde el ámbito de la
racionalidad instrumental de su filosofía. Sin embargo, me parece que un principio como el
imperativo categórico es demasiado abstracto como para llegar a influir en nuestros actos.
Al indagar sobre mis acciones no encuentro una sola en el que me haya visto motivado por
la naturaleza moralmente racional del fin, sino que en todas ellas he pretendido de una u
otra forma, en últimas, la obtención de placer y la evasión de dolor. De ser mi actitud
generalizable a los demás hombres, y creo que todos aceptaríamos de buena gana
generalizarla8, se pondría en duda la capacidad de la razón de motivarnos de alguna
manera. No niego con esto la veracidad y carácter independiente 9 del imperativo
categórico, pero si su capacidad para motivarnos, para convertirse en una fuerza que

8
De lo contrario, espero que se me presente al menos un solo caso en el que alguna persona se haya visto
guiada en su actuar única e indefectiblemente por la racionalidad moral del fin.
9
Con carácter independiente me refiero a su naturaleza estrictamente racional, con independencia de pasiones y, por
veracidad me refiero a su capacidad para definir si un fin y, con ello, una acción es moralmente racional o no.
impulse nuestros actos. De tal manera que, en virtud de lo expuesto, la irracionalidad de los
fines en la filosofía de Hume no es, a mi juicio, sostenible, pues, como se dijo, existe un
aspecto (el moral) desde el cual son por sí mismos racionalmente justificables y, así, no hay
que acudir a las pasiones o a algún otro recurso que no sea estrictamente racional. Pero,
expuestas las flaquezas del imperativo categórico, acojo el punto fundamental de la
racionalidad instrumental humeana, a saber, la razón es incapaz por sí misma de motivar
nuestros actos y, repito, siempre estamos movidos, en últimas por la búsqueda de placer y
la evitación del dolor. El imperativo categórico evalúa, pero no motiva, por lo cual puede
sostenerse la pasividad de la razón en la elección de nuestros fines.

BIBLIOGRAFÍA

 HOYOS, Luis Eduardo. “La Filosofía Práctica de Immanuel Kant”. En: “Lecciones
de Filosofía”, Luis E. Hoyos (ED), Bogotá, 2003, p. 223-248.
 HOYOS, Luis Eduardo. “Ética y Racionalidad Práctica” En: “Persona, razón y
sociedad” (libro en preparación), Universidad Nacional de Colombia, 2006.
 HUME, David. “Tratado de la Naturaleza Humana”, Ediciones Orbis, Madrid,
1984.
 HUME, David. “Disertación sobre las Pasiones y otros ensayos morales”,
Anthropos Ed., Barcelona, 1990.
 KORSGAARD, Christine. “Skepticism about practical reason”. En: “Creating the
Kingdom of Ends”, Cambridge University. S.F., p. 311-334.

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