Huberman (Edited)
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DIALÉC TICA S DE L O SE N S IBL E
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PUEBLOS E N LÁ G RIMA S, PUEBLO S EN ARMAS
Georges Bataille) . Pero está claro que hasta en Aisthesis, su libro más re-
ciente, Ranciere procede a menudo por "escenas" que son otras tantas "his-
torias" singulares u objetos "mostrados con el dedo" según el gesto,
característico, de una aproximación tan descriptiva como problematizada .56
Si el último capítulo de ese libro está consagrado a James Agee y su ex-
traordinaria investigación en la Alabama miserable de los años '30 57 , es evi-
dentemente porque la posición filosófica que se reivindica es inseparable
de una posición literaria destinada a acercarse a los fenómenos sensibles
(como podría hacerlo un filólogo o un historiador ante un documento, como
podría hacerlo un etnólogo ante un gesto ritual) tanto como a discernir sus
líneas de fuerza o sus primeras líneas (como podría hacer un filósofo dia-
léctico ante una situación cualquiera).
Esta posición literaria tiene una larga historia. En los años '30, Walter
Benjamín y Ernst Bloch supieron comprender mejor que nadie todo su al -
cance, tanto político como poético. De El campesino de París de Louis Ara-
gon y Nadja de André Breton hasta Berlín Alexanderplatz de Alfred Doblin,
de los montajes brechtianos a la escritura en forma de guion de Moholy-
Nagy, de Blaise Cendrars o llya Ehrenbourg a Vladimir Maiakovski -pienso
por ejemplo en los extraordinarios "poemas-reportajes" de 1925-192958- , es
toda una constelación literaria la que, más allá de la escritura novelística del
S. XIX, adoptó el principio del montaje documental que encontraremos más
tarde en la obra de W. ~- Sebald, Charles Reznikoff o, más cerca de nosotros,
Jean-Christophe Bailly. 59
11 "
D IAL É C TI C A S D E LO SE N S I BL E
grafiar de perfil por El Lissitzky -que era también el maquetista del libro
con su Leica de frente, una manera de decir que la Leica, pronto fotogr,
fiada en primer plano, era quizá la autora principal de ese libro compu esto
por una admirable sucesión de imágenes que muestran los diversos pu eblo•,
de París. 65 Y finalmente, para interrumpir esta lista que bien podría s 1 1
mucho más larga, ¿cómo comprender el Diario de trabajo o el ABC de la gu1
rra de Bertolt Brecht sin sus montajes fotográficos, o la investigación dt•
James Agee sin las imágenes implacables de Walker Evans? 66
Implacables imágenes, en efecto.67 Pero no por ello "insensibles", 111
embargo. Lejos de eso, esas imágenes no nos dejan insensibles tampoco ,1
nosotros. Nadie llora, por cierto, en esas imágenes de miseria en las qu e o
rroe en todas partes la espera de un trabajo, el hambre, y también la mu crtt•
Una esposa parece casi mantener su labio inferior apretado entre los di 11
tes, como para no tener que llorar; un niño, aturdido, en cuclillas en el pbo,
incapaz de jugar, mira el vacío; si miramos bien, ¿llora ese otro bebé en br,1
zos de su madre? (fig. 73}? Hay también, en estas imágenes, todo el de 111
paro posible y, al mismo tiempo, toda la dignidad que habita la rel a 1(>11
establecida con el fotógrafo. Como en August Sander, nada es tomad o , l,1
ligera, todo resulta de una consideración compartida, de un respeto mutuo
que se ha tomado el tiempo de instaurarse. Y así es como Walker Evan '1,1
"hecho sensible" para nosotros algo crucial -y no solo aparente- en la 011
dición de los pueblos americanos durante la Gran Depresión, algo qu 11 •
su Ita inseparable del relato que nos dará de ellos James Agee .
¿Qué quiere decir entonces, en un contexto semejante, el gesto di'
hacer sensible? No quiere decir, por mucho que les pese a las estrech Vl'I
siones del platonismo o el racionalismo contemporáneos, hacer inintt·I HI
ble . Si Walter Benjamín construyó toda su aproximación a la "legibili d, el d1 •
llJ
PUEBLO S E N LÁ G RIMA S, PU EB L OS E N ARMA S
tra inteligencia, no siempre saben percibir como algo que "hace sentido",
algo que no aparece sino como falla en el sentido, indicio o síntoma. Pero,
en un tercer sentido, "hacer sensib le" quiere decir también que nosotros
mismos, ante esas fallas o esos síntomas, devenimos súbitamente "sensi-
bles" a algo de la vida de los pueblos -a algo de la historia- que se nos es-
capaba hasta entonces pero que nos "mira" a los ojos. Henos aquí pues
"hechos sensibles" o sensitivos a algo nuevo en la historia de los pueblos
que deseamos, en consecuencia, conocer, comprender y acompañar. He aquí
nuestros sentidos, pero también nuestras producciones significantes sobre
el mundo histórico, conmovidos por ese "hacer-sensible", conmovidos en el
doble sentido de una emoción y una puesta en marcha del pensamiento.
Ante la "declaración de impoder" de los pueblos, tal como puede ha-
berla hecho sensible para nosotros el montaje de los textos de James Agee
y las imágenes de Walker Evans, henos aquí confrontados a todo un mundo
de emociones dialécticas, como si la legibilidad de la historia necesitara esa
particular disposición afectiva que se apodera de nosotros ante las imágenes
dialécticas: la fórmula con el pathos que sin embargo la divide, lo inteligible
con lo sensible que, sin embargo, lo conmociona.
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