Este documento es una respuesta de Mieke Bal a comentarios recibidos sobre un artículo anterior. En 3 oraciones:
Bal agradece las diversas perspectivas brindadas en las respuestas y reitera que su objetivo principal era fomentar un debate productivo sobre los estudios de cultura visual. Discute temas como el papel de la historia, las fronteras entre disciplinas, y la necesidad de analizar tanto el pasado como el presente. Finalmente, elogia las respuestas de Pollock y Bryson por plantear preguntas autoreflexivas importantes para el campo.
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ESTUDI OS VI SUALES # 2 DICIEMBRE 2004
RESPUESTA A LAS RESPUESTAS
MIEKE BAL Michael Holly se pregunta por qu escrib este artculo, y por qu en este momento. Bueno, ante todo, para provocar el tipo de reacciones que han surgido. Estoy feliz, realmente feliz, por todas ellas. Juntas ofrecen un espectro muy amplio de perspectivas, ideas y opiniones sobre lo que el campo al que se refiere esta publicacin debera de ser. Pero tambin senta que era el momento adecuado para este tipo de artculo. Hacia el final de la narracin de Pollock sobre el proceso que la llev a adoptar su posicin actual, encuentro la respuesta a la pregunta planteada por Holly: y es que en un momento determinado en la consolidacin de un movimiento y el segundo aniversario de una publicacin dedicada a la cultura visual es el momento oportuno la autoreflexin y el debate me parecen ms productivos que una actitud partidista, de autoindulgencia y autocomplacencia. El debate, ms que el deseo de arreglar las cosas como sugiere Holly, ha sido mi principal objetivo. Que mi artculo sea digno de respuestas por parte del que considero el cofundador e inspirador del movimiento (Mitchell), de compaeros de viaje (Holly, Bryson), de una feminista como yo (Pollock), de alguien que ha luchado junto a m y con el que he cruzado la espada alguna vez (Elkins), de alguien que conozco desde hace poco tiempo (Leech), y de alguien cuya forma de entender la cultura visual es lo que ha provocado el artculo (Mirzoeff), resulta verdaderamente gratificante. Esta representacin cubre todo el espectro de relaciones acadmicas dentro del que trabajamos, y dentro del cual cada uno intenta hacerlo lo mejor posible. Por ello, estas respuestas y la oportunidad de responder a ellas constituyen el principio mismo del debate que estaba deseando iniciar con este artculo. Slo espero que se genere ms debate, no para acabar ponindonos todos de acuerdo, sino, ms bien, para que las cuestiones en juego en lo referente al estudio de la cultura visual se debatan de una manera productiva. Esperaba que resultara evidente que, como miembro de la tribu con carn (como miembro del comit editorial de esta publicacin, colaboradora en sta y en otras publicaciones con objetivos similares y, por ltimo pero no por ello menos 98 MIEKE BAL importante, supervisora de las tesis de muchos estudiantes de este campo en el pasado y en el presente), he escrito este artculo desde dentro de los (estudios) de cultura visual. Paralelamente lo publiqu en una revista dedicada tambin a este campo. Y, como ya anunciaba claramente al principio de mi artculo, lo escriba con el objetivo de facilitar un acceso productivo a un debate sin el que, opino, se llevara a este campo al suicidio. As, lo que Mirzoeff hace en las primeras lneas de su artculo, afirmando que lo mo es un ataque contra la cultura visual y comparando mi artculo con el infame nmero de OCTOBER de 1996, es una distorsin de lo que he escrito, de mis intenciones y de m misma. Ms adelante me ocupar de esta errnea interpretacin. Antes, sin embargo, elaborar sobre algunas cuestiones planteadas por otros comentadores. Tendr que limitarme slo a algunos temas, especficamente aquellos que parecen que pueden preocupar ms a nuestros lectores. Responder a ciertas afirmaciones relativas al papel de la historia y la esttica, y la problemtica en torno a la relacin entre los estudios de la cultura visual y de la historia del arte; las fronteras entre disciplinas, la cuestin de definir el terreno, las tareas de los estudios de cultura visual. Como respuesta a Leech y Mirzoeff, reiterar mi desacuerdo con la asociacin que este ltimo establece entre la visualidad de lo sublime, y terminar el debate en torno a su postura con respecto al formalismo basado en el objeto. La respuesta de Pollock es un ejemplo de un encuentro productivo. El suyo ha sido un itinerario diferente al mo, que nos ha llevado hacer algunas elecciones similares para el anlisis cultural, porque no se debe aislar lo visual, y para la integracin de la esttica en un campo no elitista y abierto y algunas diferentes, como es su bsqueda continua de conocimiento y esclarecimiento en el pasado mientras que yo opto por concentrarme en el presente. Al cabo de los aos, la interaccin con esta colega ha sido tremendamente productiva y nos hemos influido la una a la otra y ayudado a articular visiones diferentes. Un resultado visible de este proceso es la existencia hoy de dos institutos dedicados a la investigacin del anlisis, la historia y la teora cultural, uno en Amsterdam y otro en Leeds. Mientras estos dos institutos tienen un perfil propio claro, tambin estn evidentemente relacionados. Y mientras ninguno de ellos habla especficamente de estudios de la cultura visual, el estudio de la cultura visual s ocupa un lugar importante e indispensable en ambos institutos. Nuestros orgenes diferentes, Pollock procedente de la historia del arte y yo del campo de la literatura ayuda ms que dificulta el intercambio. A Holly tambin le preocupa el lugar que ocupa la historia dentro de la cultura visual. Se pregunta si mi trabajo sobre la historia ridcula no ha contribuido al 99 RESPUESTA A LAS RESPUESTAS agotamiento de la historia. S que muchos otros comparten esta preocupacin. Pero me importa suficiente la historia como para combatir este anlisis. Parte de mi compromiso crtico continuo con (de nuevo, no es un ataque contra) la historia (del arte) es suplementario en un sentido polmico. Con el fin de equilibrar un nfasis excesivo que, en ocasiones, deja de ser autoreflexivo, puede parecer que estoy rechazando lo que, de hecho, estoy intentando salvar de s mismo (Holly no percibi el humor quizs la autoirona valga por ahora?). Entiendo a Holly cuando afirma que hemos de tener en cuenta la recepcin de obras de arte en el siglo XVII. Estoy de acuerdo en que esta recepcin me concierne menos (aunque slo un poco) de lo que le concierne a ella. De nuevo, encuentro que este carcter suplementario es necesario en cuanto que la historia del arte se ocupa de s misma. Tras leer algunos anlisis sobre recepcin histrica, a menudo me siento frustrada, porque no encuentro respuestas a ninguna de estas tres preguntas: qu dicen realmente los documentos (resultan a menudo tan superficiales y multismicos)? Nos preocuparamos de la recepcin de las obras de arte si no nos interesasen stas en s mismas? Qu significa esto para la cultura de hoy? Pero, al final, cuando los estudiosos de la cultura visual llenan las imgenes (incluidas las del siglo XVII) de intencionalidad postromntica, me alo sin dudarlo con Holly. Mi objetivo es dar la batalla en torno al historicismo desde dentro de los estudios de la cultura visual, sin dejar la cuestin de las diferencias temporales a la historia del arte, que ya tiene bastantes cosas entre manos. Si dejamos el anlisis cultural por completo a la historia del arte, estamos permitiendo de manera excesivamente eficaz que a la cultura visual le salgan autnticos enemigos. En lugar de ello, las mismas personas, los mismos proyectos deben analizar la historia a la vez que el presente, para que la diferencia temporal realmente importe. Aunque en un principio no lo parezca, a Bryson tambin le preocupa la historia y una respuesta histrica a las imgenes. Plantea esta pregunta desde la complicada pero importante posicin estratgica del presente. Como demuestra su respuesta, esta historizacin de la interaccin con imgenes, tanto dentro del entorno cultural en general como dentro del anlisis acadmico, nos enfrenta a preguntas punzantes de carcter autoreflexivo. Este es el tipo de respuesta que esperaba cuando escrib mi artculo como ejemplo de esta autoreflexin. El texto de Bryson aporta una imagen mucho ms diferenciadora de las actitudes que la cultura actual tiene hacia las imgenes que el texto de Mirzoeff, simplemente porque este ltimo da por supuesto lo que Bryson analiza. La propuesta de Bryson supone un giro en la atencin crtica de las presunciones evidentes y eufricas de la sobredosis visual, a preguntas relativas al imperativo 100 MIEKE BAL visual el que nos obliga a disear y estilizar todo lo que creamos de acuerdo con el deseo de mirarlo, una contribucin crucial al estudio crtico de la cultura visual. En efecto, si el imperativo que nos obliga a historizar, usando una frase paralela, es tan importante para los estudios de la cultura visual como lo es para la historia del arte, es porque lo que considero digno de estudio, ms que las imgenes en s mismas, son los regimenes visuales, incluidos el dominante, el que nos domina. Si no lo hacemos, el rgimen dominante nos tendr a su merced mientras permanezca invisible y resistente a la crtica. Este es el peligro que yo percibo en las obras de los estudiosos de la cultura visual, y que he intentado criticar en mi artculo. Al igual que Pollock, Holly tambin quiere pensar sobre esttica, acerca de lo que las obras de arte cannicas tienen en cualquier caso que contribuir a ese terreno de confrontacin que es lo cultural en el sentido expuesto por Fabian, y sobre lo que la historia del arte en su concepcin tradicional no puede plantearse. Yo tambin. De hecho, slo dando un vistazo a mi currculum podemos ver que me he centrado muchsimo en el arte cannico: Rembrandt, Caravaggio, Bourgeois, junto con la Biblia, Proust y Flaubert. Tambin he reflexionado sobre los museos, la prensa popular y las postales. Sin embargo, dentro de los estudios culturales, este tipo de pensamiento no puede evitar reflejarse en los muros de separacin que la ideologa esteticista ha erigido entre el arte y el resto de lo visual. Y, esta reflexin, la autoreflexin que sigue siendo esencial a mis ojos, se siente ms a gusto en el campo de los estudios de la cultura visual. Y es que es aqu donde mejor se pueden examinar las fronteras (ver Mitchell). En lugar de rechazar de manera fcil una reflexin profunda sobre lo que es y sobre por qu la esttica no ha sido slo dominante como una preocupacin, sino tambin en el sentido poltico, es vital. As pues, no debe permitirse que los estudios de la cultura visual pasen por alto la cuestin esttica. Para tranquilizar a Holly, me referir a los anlisis que Silverman realiz sobre las instalaciones de James Coleman: teora convencional sobre arte establecido y sin embargo, una rara muestra de que la esttica tiene una importancia social, algo que an no he visto en las obras objeto de crtica en mi artculo. Holly cierra su contribucin con una mencin al tiempo que no es slo una reiteracin de la necesidad de historizar. De acuerdo, al menos, con la teora psicoanaltica, la melancola amenaza con paralizar a sus sujetos y nada ms lejano de la tendencia de Holly. Pero se puede mantener a raya si, bajo la antigua etiqueta de historia, el tiempo vuelve a convertirse en la dimensin central a costa de lo que ocurre entre las imgenes y los sujetos que las miran? Si el tiempo se convierte en el nico foco, el sujeto se encierra en l. He propuesto una temporalidad dual que 101 RESPUESTA A LAS RESPUESTAS pone en evidencia el lapsus, la brecha. Dentro de esta brecha otras temporalidades, diferencias temporales de todo tipo, empiezan a brillar. Otra razn por la que insisto en mantener a Holly y a Pollock en el equipo se hace evidente al leer la respuesta de Elkins. He intercambiado ideas anteriormente con Elkins y, aunque aprecio su esfuerzo analtico en el til repaso que hace a lo que llama relaciones interdisciplinarias, mantengo mi oposicin contra la posicin central que da a la histoira del arte, como si fuera incapaz de ver desde una posicin externa, aunque slo sea de forma provisional, para ver mejor las estructuras de dominio que mantiene en su sitio. No pretendo sugerir que la historia del arte no merezca un lugar importante. Es cierto que la historia del arte es el lugar donde buscamos, tomando prestada la bella formulacin de Elkins, una de las mr ricas y profundas historias de encuentros con objetos enraizados en la historia. Pero el hecho de que, por ejemplo, los mejores estudiosos de Shakespeare, algunas interpretaciones de la Biblia y la musicologa nos proporcionan historias igualmente ricas y profundas no parece ocurrrsele a Elkins. Aprecio estas historias tanto como reconozco lo necesarias que son. Pero es un historiador del arte como Elkins capaz de ver que algunas personas pueden hacer algo diferente y que sus esfuerzos pueden ser tambin valiosos? Segn Mitchell, distinguirse de la historia (del arte) no es equivalente a rechazarla. No recuerdo haberme expresado a favor de eliminar el tipo de especializacin que describe Elkins en su primer modo de interdisciplinareidad para los estudios visuales. Empezar articulando modos interdisciplinarios distintos en una monodisciplina me parece sintomtico. No recuerdo tampoco haberme mostrado partidaria de la destruccin o la abolicin de las disciplinas en general, como parecen haber entendido tanto Elkins como Mitchell. Por el contrario, en el captulo siete de Travelling Concepts in the Humanities: A Rough Guide (Bal, 2002) un captulo dedicado a la relacin entre la historia del arte y el anlisis cultural en torno a la problemtica de la intencin me muestro a favor de un encuentro productivo entre las dos disciplinas y arguyo que la mejor situacin sera una academia con lugar explcito para las dos. Contino defendiendo el tipo de discusin que mi artculo en esta publicacin favorece, una discusin entre disciplinas y anlisis cultural, como una interdisciplina (como una disciplina que no existe ms all de las interconexiones con otras disciplinas. Lejos de desear la eliminacin de las fronteras entre disciplinas he propuesto desarmar a los guardas que las protegen con el fin de que las propias fronteras sean temas y herramientas de la articulacin y el debate. No me interesa desarticular la historia del arte. Como disciplina ha sido muy importante para m y ha 102 MIEKE BAL recibido mi trabajo con gran hospitalidad. Simplemente no creo que referirse a ella como su centro, fuente o punto de partida para los estudios de la cultura visual ayude mucho. Como tampoco, me doy prisa en aadir, ayuda considerarla su enemiga, por las muchas razones que cito en mi artculo. Vienen a cuento dos afirmaciones sobre la respuesta de Elkins. Su tipologa pasa de la monodisciplinaridad a la multidisciplinaridad a la interdisciplinaridad. Es una buena idea reflexionar nuevamente sobre las posibilidades de relacionarnos con los marcos disciplinarios que hemos heredado de la tradicin acadmica. Resulta de utilidad seguir reflexionando sobre dnde nos encontramos individualmente, ms all de las obligaciones que nos prescriben nuestros puestos. El anlisis de Elkins incluye todas las disciplinas precisamente donde yo prefiero mantener estos trminos especficos para las enseanzas metodolgicas que conllevan. Tambin deseo distanciarme de la forma en que introduce el trmino deskilling (prdida de habilidades) como una forma de interdisciplinaridad, ya que este trmino era parte de la retrica de OCTOBER. La prdida de habilidades siempre fue empobrecedora. Esto, subrayo, fue una de las razones que me llevaron a escribir mi artculo no en contra sino dentro de los estudios de la cultura visual. Las habilidades y la especializacin siempre han sido indispensables, pero no tienen que ser necesariamente las que marcan las disciplinas establecidas. Otras habilidades como el anlisis detallado de las imgenes y detectar su relacin con cuestiones sociales de importancia actual, son tambin indispensables, as como ms fciles de desarrollar en el campo que Elkins caracteriza como abierto y que yo concibo mejor como un viaje entre fronteras. 2 Para dejar clara mi postura, cuando Elkins afirma que desea fronteras, algunas pureza y competencias que ofrezcan una oposicin resistente al cido de los espacios abiertos de la interdisciplinaridad, encuentro que sus trminos no nos ayudan. Fronteras, s; pureza, no; competencia, s: de nuevo son tres temas aislados. Rechazar la pureza porque es una ideologa de la exclusin no supone rechazar fronteras ni una prdida de competencias. Tanto Mitchell como Elkins se oponen a mi rechazo de la pureza (visual). Sin embargo, ninguno de ellos ofrece un argumento para explicar cmo la pureza nos puede ayudar a entender la cultura visual. La afirmacin de Elkins de que la interdisciplinareidad puede ser antagnica hacia la competencia no se sostiene. Su acritud en relacin con lo abierto me sorprende. Al sugerir esto pierde valor su, por otra parte, muy til anlisis de las posibles relaciones ente disciplinas. Pese a nuestras diferencias, es hacia la obra de Mitchell hacia la que siento mayor afinidad. Quizs se deba a que l tambin lleg a los estudios visuales desde la literatura. Muchas de las cosas que escribe en su 103 RESPUESTA A LAS RESPUESTAS respuesta resultan de utilidad y coinciden con la postura que expreso en mi artculo. En particular me gusta su frase: se puede estudiar una frontera sin vigilarla. Exacto. Incluso creo que podemos sustituir el puede con un debe. Creo que Mitchell estara de acuerdo con una formulacin ms fuerte que determinase que estudiar una frontera y vigilarla son actividades incompatibles. Al vigilar un frontera crees en ella, en la necesidad evidente de mantenerla. Ya no se puede cuestionar, del mismo modo que la polica no puede cuestionar la ley. Por contraste, cuando estudias una frontera la pones en riesgo, la desnaturalizas y quizs la modificas o quizs la mantienes por motivos estratgicos, no esencializadores. Lo mismo sucede con la fantasa especfica de la pureza ptica en la pintura modernista con la que Mitchell dice se defiende la nocin de pureza visual: la estudiamos, pero no podemos defenderla. Para historizarla, debemos des-esencializarla 3 . Algunas respuestas a algunas otras preguntas que Mitchell plantea son legtimas y las apoyo precisamente porque comparto de todo corazn su postura y porque deseo reconocer cunto me ha influido su obra. La razn por la que soy un poco aprensiva frente a las definiciones es que, a pesar de su utilidad como medio para especificar, tienden a confundirnos, como he explicado en el artculo. Definir la cultura visual como una coleccin de objetos ha causado todos los males de los que he hablado desde la pgina 7 y luego durante todo el artculo (Bal, 2003). A lo que yo quera llegar es a que las definiciones o bien excluyen o sobregeneralizan dnde el dominio del objeto consta de algo ms que cosas. Citaba los estudios literarios (ya fueran comparados o en ingls) como ejemplo de un campo que histricamente ha cristalizado en torno a ciertas presunciones y enfoques, no porque est en posesin de una coherencia inmanente. Con todos los respetos, la definicin general que Mitchell hace de la cultura visual es tan general que incita a preguntarse a dnde nos lleva: qu seleccin de enfoques, objetos, eventos, sujetos e historias son las ms apropiadas para hacer justicia a un territorio tan amplio? Cmo y en base a qu criterios podemos hacer esta seleccin y evitar caer en el todo vale que tanto Mitchell como yo aborrecemos? Mi artculo intentaba sugerir un nuevo paso sobre cmo enfrentarse a esta difcil pregunta. En particular, hay dos prrafos intermedios que son mi intento de continuar el pensamiento de Mitchell, The act of looking and its aftermath. La conclusin al final de esa breve definicin puede entenderse mejor a travs del artculo reciente de Douglas Crimp (1999) sobre Warhol. El anlisis integral de la obra de Warhol y cmo se ha enmarcado, las cuestiones culturales en esta clasificacin y el dao que hace a la obra en s, as como la posicin histrica 104 MIEKE BAL de la obra y su significado cultural son ejemplares dentro del tipo de estudio que defiendo en mi artculo. Mitchell no puede sino estar de acuerdo en que necesitamos algo ms especfico que su definicin; sus propios brillantes anlisis demuestran esta necesidad. Finalmente creo que Mitchell me malinterpreta cuando al expresar su desacuerdo con mi supuesta afirmacin de que la cultura actual es principalmente visual. Nunca he hecho tal afirmacin. No podra estar ms de acuerdo con que la visualidad en diferentes manifestaciones siempre ha tenido un papel protagonista en todas las culturas conocidas. Lo que escrib al parecer llamaba a engao: Juzgando por las apariencias, la [cultura visual] describe la naturaleza de la cultura actual como primordialmente visual (p.6). Precisamente con ello quera demostrar que la nocin de cultura visual no debe juzgarse por las apariencias. Es decir, estaba describiendo exactamente la posicin de Mirzoeff y aada una nota con una referencia a su obra. Todo esto me devuelve a la respuesta de Mirzoeff a mi artculo: confirma mis crticas a sus publicaciones (les remito a mis afirmaciones en el artculo). Permtanme referirme a dos cuestiones ms: lo sublime y el formalismo objetual. En lo referente a lo sublime, mi crtica se dirige a lo absurdo de calificaciones tales como lo visual y lo ftil que resulta utilizar estos conceptos fuera de contexto. Cito la esclarecedora frase de Mirzoeff: Como lo visual, lo sublime es sin duda aquello que ms le conviene al escritor en un momento dado. Criticaba la equiparacin entre lo visual y lo sublime. Encuentro que esta frase es sintomtica del tipo de eclecticismo que es incompatible con la obra intelectual que los estudios de la cultura visual deberan llevar a cabo en un compromiso con la poltica cultural. Con referencia a este ejemplo, como mencionaba en mi artculo, no existe lo sublime como tal, sino slo una experiencia que algunos filsofos, dentro de una teora rigurosamente razonada, han denominado sublime. El uso generalizado del trmino sugiere que, para Mirzoeff, el trmino s que significa lo que le conviene al escritor en un momento dado. Este subjetivismo generalizado obstaculiza el debate y protege a Mirzoeff de cualquier crtica o ataque como pensador. Por estas razones me preocupa que sus publicaciones vayan a ser utilizadas como libros de texto, y es por ello por lo que critico las obras de Mirzoeff, una crtica que mantengo y veo confirmada en su respuesta. Mirzoeff escribe que en su libro nunca ha ofrecido una definicin de lo visual en s mismo. Por el contrario, yo defiendo que s la ha ofrecido; una definicin poco satisfactoria. La definicin la daba, en mi opinin, en tres fascculos. Primero, cuando habla del elemento que hace a cualquier imagen visual diferente del texto, es decir, su inmediatez sensorial (1999: 15). 105 RESPUESTA A LAS RESPUESTAS La inmediatez le niega el aspecto cultural de la cultura visual y mistifica el marco de las imgenes. Segundo, donde justifica tal generalizacin con tres ejemplos y haciendo referencias al Poder de las Imgenes de David Freedberg. Y por ltimo, cuando proclama: vamos a darle un nombre a este sentimiento: sublime (la cursiva es ma). Les aseguro que la definicin de lo sublime generaliza, banaliza y, al mismo tiempo especula sobre ese tan misterioso, lo visual. Djeme el lector apuntar a la respuesta de Leech, en la que lo sublime se destapa como ideologa. Este argumento llega casi a ser la razn por la que sent necesario expresar mi oposicin ante la generalizacin de Mirzoeff. La respuesta de Leech me hace querer eliminar la palabra movimiento de los estudios visuales culturales. Independientemente de lo que haga, este esfuerzo analiza y estudia ideologas, ms que apoyarlas. La segunda cuestin sobre la que quiero comentar algo el formalismo objetual se presenta de forma reveladora en la frase por supuesto: ya que nuestro desacuerdo no puede ser personal tiene que ser, por supuesto, poltico. (Para una feminista de la vieja escuela, lo personal es poltico y viceversa, pero olvidemos eso por ahora). A esta afirmacin le sigue una lista de fuentes polticamente correctas que, al parecer, faltan en mis referencias. Lo siento si Spivak, Bhabha y Butler ya no teorizan subjetividades diferentes a sus ojos. Tampoco deseo citar las abundantes partes de mi obra en las que me ocupo de estas subjetividades en detalle. Los que conocen mi obra estn familiarizadas con ellas. Pero, para nuestros fines, es ms relevante considerar cmo Mirzoeff expresa su postura. Primero, la acusacin de neoconservadurismo de izquierdas, basado en mi crtica hacia l, me parece un argumento ms narcisista que poltico. Segundo, se basa en una vulgar oposicin binaria: si te preocupan los objetos, debes ser formalista, ergo, la correccin poltica requiere una indiferencia hacia los objetos visuales. Tercero, al reclamar un estatus especial para cuestiones de raza y de sexualidad dentro de los estudios visuales, Mirzoeff con su acalorado discurso no hace sino confirmar nuevamente la ideologa de que la diferencia sexual y racial es una cuestin especficamente visual. Una consecuencia extremadamente preocupante de esta lnea de pensamiento es que, antes de que nos demos cuenta, los gays y los negros volvern a convertirse en espectculo. Con esta respuesta, Mirzoeff me obliga a reiterar que en su obra encuentro una concepcin de los estudios visuales mal documentada, partidista, polticamente correcta (de forma no poltica) y llena de palabras bonitas sobre las cuestiones que dice importarle pero exentas de un compromiso real a un nivel productivo. Prefiero unos estudios visuales que se comprometan tanto con los diversos campos que tocan, como con las problemticas sociales que puede traer al estudio de la visualidad y que en otros campos como el de la historia del arte en particular se tiende a (o incluso es preciso) dejar de lado. La visualidad como 106 MIEKE BAL prctica social en la que participen personas sobre las que se han proclamado demasiadas generalizaciones. No contribuyamos con ms generalizaciones. En su lugar, vamos a intentar, cada uno a su modo, hacer justicia a los encuentros que se producen entre personas e imgenes cuando ven cosas. Estos encuentros se producen en el marco del tiempo, de la historia. Tambin suceden en lugares especficos y tienen un efecto en las vidas de las personas. Este es el punto de partida que propongo. Finalmente la respuesta de Mirzoeff confirma mi crtica anterior sobre su obra, porque ha malinterpretado enteramente el argumento de mi artculo. Desde la primera a la ltima pgina, critico la nocin de que los estudios visuales deban contentarse con una autodefinicin basada en una coleccin de objetos. En su lugar expreso mi conviccin de que necesita inventar un objeto en el sentido de una finalidad y en el sentido de un territorio que no pertenezca a nadie (Barthes). La distincin entre estas dos acepciones de la palabra objeto, y un anlisis detallado de todas los sutiles significados de palabras como objeto, objetivo, territorio de objetos y objetividad estn ms o menos presentes en el ncleo de mi artculo. Esta es mi contribucin a la claridad de pensamiento mnima que creo que tiene que reinar en cualquier debate. O es la claridad de pensamiento en s misma reaccionaria? Para m el compromiso con la claridad es una cuestin de respeto hacia los interlocutores que nos brindan tan generosamente su tiempo cuando hablamos, escribimos, debatimos. Para aclarar mi postura, esto es, mi descripcin de la visualidad como algo inherentemente sinestsico, as como de inherente especificidad de cada elemento visual vuelvo a la respuesta de Leech, donde cita una imagen de Japn, y de paso, e inconscientemente, El imperio de los signos de Roland Barthes (1983), devolviendo con ello la semitica al debate sobre lo sublime, la ideologa y la cultura visual. La imagen parece extremadamente ruidosa, pero es posible mirar esta escena urbana sin or el claxon de los coches y las voces entremezcladas? La imagen est inmvil, sin movimiento ni sonido, y, sin embargo, se mueve con las personas que en ella caminan y las luces de nen que brillan y percibo un sonido diferente, con gente hablando idiomas que no entiendo. Para conseguir claridad a la hora de comprender qu es la visualidad, es preciso reconocer los aspectos sinestsicos, afectivos y quinticos de esta fotografa. La especificidad requiere que describa hasta qu punto casi me sobrecoge con su tiempo y espacio y con mi ignorancia, mi ansiedad y mi sensacin de forastero. La claridad nos ayuda a comprender mejor la naturaleza de la visualidad; la especificidad protege esta visin de la banalidad generalizada. En lo que se refiere al objeto objetivo, territorio de los estudios de la cultura visual, hacia el final de mi artculo, escribo: los estudios visuales deberan tener como sus objetos principales de anlisis crtico las narrativas maestras que se presentan como naturales, universales, verdaderas e inevitables y desarticularlas de modo que otras narrativas se 107 RESPUESTA A LAS RESPUESTAS hagan visibles 4 . Esta visibilidad est pidiendo ser vista. Aqu es donde entran en juego los objetos visuales, como asuntos que, por derecho propio, ponen a prueba nuestra tendencia de ver slo lo que ya conocemos. Pero slo se manifiestan tras una autoreflexin crtica, si no se nos aparecen con una inmediatez sensual y nos golpean en la cabeza, dejndonos fuera de combate. 108 MIEKE BAL NOTAS 1. Para ahorrar espacio y no hacer distinciones entre gente que conozco personalmente y otros, utilizar los apellidos a partir de ahora. 2. Me refiero a Bal (2002), obra dedicada enteramente a estas cuestiones de itnterdisciplinareidad. 3. Ver el ensayo de Joan Scott (1991) sobre la experiencia e historizacin. Sigue siendo uno de los anlisis ms certeros acerca de la necesidad de historizar en inters del presente. 4. Citar slo unas cuantas referencias a fragmentos en los que precisamente arguyo que el objeto de los estudios visuales es el momento de la visin, es decir, sus objetos, con todas sus diferencias: pg. 8 (versin inglesa) ltimo prrafo; pg. 9, (versin inglesa) tercer prrafo; pg. 11 (versin inglesa), el ttulo against objects; pg. 14 (versin inglesa), donde apoyo la postura de que el objeto primario del anlisis visual es la ilusin (de transparencia) y ms adelante, que el objeto primario es el que ve, no el objeto visto o la pgina 19 (versin inglesa): la visualidad aislada, de acuerdo con los objetos que son visuales, participa en una estrategia de dominacin. REFERENCIAS Bal, Mieke (2002) Travelling Concepts in the Humanities: A Rough Guide. Toronto: University of Toronto Press. Barthes, Roland (1983) Empire of Signs. London: Jonathan Cape. Versin espaola: El imperio de los signos; traduccin Adolfo Garca Ortega; Madrid: Mondadori, 1990. Crimp, Douglas (1999) Getting the Warhol We Deserve, Social Text: 59. Mirzoeff, Nicholas (1999) Introduction to Visual Culture. London: Routledge. Scott, Joan (1991) The Evidence of Experience, Critical Inquiry 17(4): 7739.