Cartilla de Formación - Parte 1 PDF

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2020

SOMOS PROCLAMADORES
CARTILLA DE FORMACIÓN – PARTE 1

TOMADO DE: GUIAS DE FORMACIÓN PARA


PROCLAMADORES DE LA PALABRA – CALBAQ No. 01,
02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 10, 11, 12, 21, 23, 24, 29,
30, 36, 38, 44, 45, 46 y 47
LA NECESIDAD DE LECTORES

¿Qué es el equipo de lectores para la animación Litúrgica?


Dentro de la comunicad celebrante hay personas que animan y ayudan en los
diferentes momentos de la celebración. Esas personas podrán realizar mejor
su servicio a favor de la comunidad, si constituyen un “Equipo” que no
pretende ser protagónico, sino para ejercer un apostolado hermoso y
necesarios en la liturgia como es el del Lectorado.

Por lo tanto, el equipo de lectores es aquel constituido por un grupo de


creyentes que asumen la responsabilidad de prepararse constantemente para
proclamar la liturgia de la Palabra en las celebraciones.

Conformación:
Está presidido por el Párroco y el número de integrantes está dado por la
necesidad de cada parroquia de dinamizar la acción litúrgica. Se recomienda
que participen personas de los diferentes sectores de la comunidad.

Funciones:
Asumen desde el inicio la misión de preparar y Proclamar las lecturas en cada
una de las celebraciones, de modo que su voz y sus capacidades expresivas
se ofrezcan para que se realice una especial Encarnación de la Palabra de
Dios en la asamblea que la escucha.

Leer las moniciones y las intenciones de la oración de los fieles.

Cualidades de los miembros del equipo:

✓ Debe ser variado, es decir, debe reunir a los ministros ordenados,


religiosos, laicos, mayores y jóvenes, casados y solteros.

✓ El espíritu de servicio y colaboración es su nota característica. Es el


deseo de servir a la comunidad de los fieles lo que debe mover al lector
a participar de las celebraciones de manera activa y consciente.

✓ El amor y desinterés, permite que se esté buscando siempre el bien de


la asamblea, para su mayor crecimiento espiritual.
✓ La verdadera vocación se constituye en el espíritu de la liturgia, ya que
se hace no para cumplir sino como una necesidad para que las
celebraciones sean una verdadera fiesta, donde todos y cada uno
hagan lo que les corresponda

¿Qué hacen los miembros del comité?


Preparan, ensayan y proclaman las lecturas de la Sagrada Escritura, el salmo
responsorial, leen las intenciones de la oración de los fieles.

¿Sentido de lo que hace?


El lector, es servidor de la Palabra en la asamblea litúrgica; hace partícipe a
los fieles de la misa de la Palabra de Dios y les abre a ellos los tesoros de las
Sagradas Escrituras.
Por el lector, la Palabra de Dios encarna entre los hombres.

¿Quién es el Lector?
Un Lector es un ministro laico que proclama la Palabra de Dios durante la
celebración.
La PROCLAMACIÓN es un anuncio solemne, una declaración hecha delante
de personas.
Pueden ser instituidos según el rito, para presar este servicio.

RETRATO DE UN BUEN LECTOR

A) Experiencia de Dios:
No se trata, por tanto, sólo de una función material de lectura, el Lector
debe asumir su función sacramental, ya que a través de su servicio
<<es Dios mismo el que habla>>.
Puesto que Proclamar es llegar de viva voz al corazón del oyente,
interesa mucho la actitud empática (entrar dentro del otro). La
importancia de este servicio radica en que simplemente prestamos a
Dios, como lo hacían los Profetas, el cuerpo, el espíritu, la mente y los
sentidos, para transmitir lo que Dios quiere decir a su pueblo. Por tanto,
el mensaje que transmite el Lector, debe llegar primero a él, entender
qué quiere expresar el Señor, para así evitar cambiar el sentido de sus
palabras.
B) Conocimientos litúrgicos:
La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores una cierta
percepción del sentido y de la estructura de la Liturgia de la Palabra y
las razones de la conexión entre ésta y la liturgia Eucarística.
El Lector aunque sea laico, presta un servicio propio en la celebración
eucarística, servicio que debe ejercer él, <<aunque haya otro ministro
de grado superior >>

C) Condiciones personales:

• Prepárese:
Espiritualmente: Orando la Palabra de Dios en las manos.
Debe tener cualidades espirituales basadas en:
• LA PIEDAD: Vivir, la gracia de Dios en nosotros, es la fe
llevada coherentemente con su vida.
• EL ESTUDIO: Preparación que hace el lector para poder
conducir a otros.
• LA ACCIÓN: Es el ejercicio del amor de Dios y al prójimo.

Litúrgicamente: Conociendo y dando razón teológica de cada uno


de los signos que giran en torno a la Palabra de Dios: el libro mismo,
su cuidado y trato que se le da, etc.

Técnicamente: Adiestrándose en el uso del micrófono y en las


reglas de vocalización y dicción.
Es conveniente ejercitar el uso del micrófono con ejercicios de taller
antes del servicio, como los siguientes:
➢ Ejercicios de respiración: Inhalar y exhalar.
➢ Ejercicios de vocalización: a, e, i, o, u.
➢ Ejercicios de articulación: Como el del lápiz debajo de la
lengua y leer frente al espejo.
➢ Ejercicios de modulación
➢ Situarse a distancia adecuada al micrófono para que se oiga
bien.

• No se presente vestido de cualquier manera (traje informal): ni


sudadera (menos pantaloneta) ¿Por qué? Por el respeto tan grande
que se merece ser transmisores de la voz misma de Dios.
RECOMENDACIONES PRACTICAS PARA EL EJERCICIO DEL SERVICIO
DEL LECTOR

• El Lector forma parte de la asamblea litúrgica. Es un servidor Laico


que proclama la Palabra de Dios durante la celebración, pero sin
ocupar puesto de honor dentro de la misma. Al momento de
proclamar la Palabra de Dios, se levanta de supuesto en la asamblea,
ojalá lo más cercano al Presbiterio, y se dirige al ambón. Debe
avanzar en forma discreta, evitando ruidos y sin ser motivo de
distracción para la asamblea.

• Permita que quien preside la celebración, además de la asamblea,


se siente, y cuando haya silencio, empiece a proclamar.

• El secreto de un buen lector está en leer despacio, claro y con buen


volumen de voz. Considere que nadie lo está apresurando; quizá
sean los nervios, nada más. Hay que aprender a dominarlos.

• Como previamente ha preparado la lectura, prácticamente debe


saber de memoria el título que va a proclamar: “Carta a los
Romanos, etc.”. Por eso, la frase del título debe hacerla mirando a la
Asamblea. No olvide mirar de vez en cuando al pueblo reunido, pues
al proclamar, esta comunicando el mensaje de Dios.

• Evite “tics”, posturas incorrectas, balanceos o movimientos que


distraigan y las muletillas.

• No lea aquello que parece en rojo. Así, por ejemplo, no diga:


“Primera lectura, ni segunda, ni mencione las citas bíblicas”, ni
diciendo “salmo”.

• No pase la cinta que indica la hoja de un lado a otro. Déjela en un


solo lugar.

• Al terminar la lectura haga una pausa de tres segundos antes de


decir “Palabra de Dios” No deben usarse frases como “Esto es
palabra de Dios” o “Es palabra de Dios” u otras frases. Esto se debe
a que el lector se identifica tanto con aquello que anuncia como que
el mismo se hace palabra de Dios. Además, es fundamental la
entonación que se le da: no hacerla como pregunta o en otro
sentido.

• Es fundamental que exista un instante de silencio entre la primera


lectura y el salmo responsorial, para que el mensaje anunciado
resuene en el corazón de los oyentes.

EL SALMO RESPONSORIAL es una de las principales aclamaciones que se


contiene en la Liturgia. Por eso, se ha de recitar en forma poética o lírica.

El ideal es cantar versículo y estrofas.

Lo menos indicado es cantar las estrofas y recitar versículos. Lo más


aceptable es cantar versículo y recitar estrofas.

• El salmista ha de ser una persona distinta a la que proclamó la


lectura. De esta forma el salmo es “eco o resonancia que se hace a
la Palabra de Dios”.

• Es incorrecto decir: “al salmo respondemos” o “nos unimos al salmo


diciendo”, o “repitan todos”. Cuando la Asamblea es poco
promovida o asisten poco a celebrar, se puede invitar a responder
diciendo: “Aclamar la Palabra de Dios, diciendo:…”.

• Si el versículo de respuesta es demasiado largo, conviene


abreviarlo, acordando con el celebrante que la frase tenga sentido.
De lo contrario, es mejor dejarlo como está.

• Permita que sea la Asamblea quien aclame con el versículo de


respuesta, para no estar repitiendo con ella. Si acaso olvida debe
recordarle.

• Si hay dos lectores para tres lecturas, el mismo que proclamó la


primera hará la segunda. La otra persona proclamará el salmo.

• El versículo antes del evangelio debe ser leído por el salmista, si hay
una sola lectura. Cuando hay dos, lo debe leer quien proclamó la
segunda lectura. En el leccionario aparece este versículo o al menos
la página donde se encuentra.
• Como norma, no se debe leer el término “Aleluya”. Debe dejar que
se cante.

• No se debe acaparar la proclamación de la Palabra. Hay otros que


quisieran tener la experiencia de este servicio,

• Importante mantener el Leccionario en buen estado. Se debe


proclamar del mismo y jamás de hojas sueltas o Misales populares.

• Es necesario el profundo respeto por la Palabra de Dios.

LA PALABRA PROCLAMADA EN LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

A. EL CONCILIO VATICANO II:


La constitución Sacrosantum Concilium en el No. 24 dice:
“Es trascendental la importancia de la Sagrada Escritura en la
celebración litúrgica: porque de ella se toman las lecturas que luego se
explican en la homilía, y los salmos que se cantan, las preces, las
oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su espíritu y de ella
reciben su significado las acciones y los signos.
Por tanto, para procurar la reforma, el progreso y la adaptación de la
sagrada liturgia, hay que fomentar aquel amor suave y vivo a la Sagrada
Escritura que atestigua la venerable tradición de los ritos tanto
orientales como occidentales”

B. SU VALOR SIMBÓLICO – SACRAMENTAL


La Eucaristía tiene una primera parte, la celebración de la Palabra, de
la que, en la reforma de los últimos años, la Iglesia ha redescubierto el
valor y las posibilidades pastorales.
Esta celebración de la Palabra, tanto en la Eucaristía como en los otros
sacramentos, tiene sus leyes dinámicas interiores propias, que
condicionan, lógicamente, la eficacia de la pastoral.
De ahí la importancia de que reflexionemos sobre la << línea – fuerza
>> que tiene la proclamación de la Biblia en la liturgia. Tenemos que
valorar esa primera parte de la celebración eucarística, la Liturgia de la
Palabra, que pastoralmente es tan difícil de potenciar en toda su fuerza.
a) Una primera <<ley>> o constante que encontramos en nuestras
celebraciones es el binomio Palabra – Sacramento.
Cuando la comunidad de cristianos se reúne para celebrar un
Sacramento, empieza siempre proclamando la Sagrada Escritura.
La Palabra de Dios ilumina el sacramento que se va a realizar. Nos
presenta, por ejemplo, el agua como signo de nacimiento a una
nueva existencia en toda la Historia de la Salvación. Y sólo entonces,
proclamando el plan de Dios, pasamos a celebrar el rito bautismal
bajo el signo del agua.
Ambos momentos, -palabra y sacramento-, forman una sola
celebración.
Cuando en la celebración de la Penitencia empezamos a leer los
pasajes bíblicos que nos invitan a la conversión y nos aseguran la
voluntad perdonadora de Dios, ya estamos celebrando el
Sacramento del Perdón, aun antes de que pasemos al rito concreto
de nuestra acusación personal y de la absolución.
En la Eucaristía sucede lo mismo. Primero concentramos nuestra
atención en el Libro Santo y escuchamos su proclamación. Para
luego entonar, en torno al Altar, nuestra acción de gracias sobre el
pan y el vino. Es un encuentro único, pero progresivo, con el mismo
Cristo.
Lo acogemos como Palabra viva del Padre. Y, luego, como Pan de
salvación.
En realidad, se puede decir que en la Eucaristía <<comulgamos>>
dos veces: con la Palabra y con el Cuerpo de Cristo.
Lo que proclamamos y creemos en la primera parte de la
celebración, lo <<realizamos>> sacramentalmente, con <<signos>>,
en la segunda.

b) Ya dentro de la Liturgia de la Palabra, la línea dinámica de su


celebración fluye así: palabra – canto – oración:
✓ ante todo, Dios habla a su pueblo, dirigiéndole la Palabra;
✓ esta Palabra, al resonar en medio de la comunidad de los
creyentes, suscita en ellos como un eco, una primera
respuesta de <<meditación y acogida>>, que puede ser
unos momentos de silencio, o bien, un canto;
✓ y entonces el mismo Pueblo, que ha escuchado la Palabra
y ha meditado en ella con fe, eleva su propia palabra a Dios,
su oración, presentándole las intenciones de la humanidad
y de la Iglesia y pidiendo que la salvación se cumpla hoy
para todos.
Este rito hace resaltar muy claramente el esquema teológico de la salvación:
la iniciativa viene siempre de Dios, que nos transmite su Palabra; está suscita
en nosotros la acogida de la fe y nos mueve a dirigirnos a Él con nuestra
oración.

Tanto la Palabra de Dios a nosotros (sentido descendente) como nuestra


palabra a Dios (sentido ascendente) se hace a través de nuestro único y sumo
Mediador: Cristo Jesús.

No leemos, sino que celebramos la Palabra.

Con la Sagrada Escritura podemos hacer muchas cosas:

• podemos leerlos personalmente, haciéndolos objeto de nuestra


meditación o de nuestra oración;

• o bien, estudiarlos, dedicándonos a análisis e interpretación,


ayudados por los autores peritos en la materia;

• o reunimos en grupo con otros cristianos, parea revisar de modo


sistemático nuestra vida a la luz de esa Palabra de Dios;

• o anunciar su mensaje a los que lo desconocen (evangelización) o


ayudarles a entender cada vez más profundamente su contenido
(catequesis)…

Pero hay un momento en que su lectura se hace en un clima de fe y eficacia


especiales: en el seno de una comunidad cristiana que celebra un sacramento
o se reúne para la oración.

En la celebración litúrgica, la proclamación de la Palabra de Dios no es objeto


de estudio, ni de catequesis, ni tampoco de análisis o discusión. Ni siquiera se
puede decir que sea sólo una <<lectura pública y oficial>> de la Escritura, por
solemne y respetuosa que sea.

Aquí la Biblia no la <<leemos>>, sino que la celebramos, o sea, la


<<decimos>> acogiéndola en la fe común, la consideramos como dicha hoy
para nosotros, la festejamos más como acontecimiento que sucede hoy, que
como palabra que se dijo ayer.
RECUERDEN QUE TODO LECTOR DEBE:

• Olvidarse de sí mismo y convertirse en instrumento para que, a


través de él o ella, Dios anuncie su mensaje de salvación al pueblo
reunido.
• Prepararse espiritualmente a través de la oración y la meditación
profunda de la Palabra de Dios.
• Tener conocimiento sobre la liturgia propia de la celebración
eucarística para poder vivirla y comunicarla plenamente.
• Contar con una buena voz, entonación y manejo del micrófono, para
que la proclamación de la Palabra llegue a todos con claridad.
• Vestirse decorosamente por el respeto que se merece el ser
transmisores de la Palabra de Dios. No indica que se necesite
uniforme.
• Mantener una postura adecuada y correcta en la proclamación de la
Palabra.

PREPARACIÓN DE LOS LECTORES

1) PREPARACIÓN BIBLÍCA

Los lectores deben estar capacitados para percibir el sentido de las


lecturas en su propio contexto y para entender a la luz de la fe el núcleo
central del mensaje revelado.
No se trata tanto de que conozcan los aspectos exegéticos de los textos
como de que adquieran un conocimiento profundo y vital de la Sagrada
Escritura a la luz de la tradición litúrgica.

En el Ordo Lectionum Missae (ordenamiento de las lecturas de la misa)


se disponen las lecturas bíblicas de manera que se dé a los fieles una
panorámica de toda la Palabra de Dios.
Durante todo el año litúrgico, pero especialmente en los tiempos de
Pascua, Cuaresma y Adviento, la escogencia de las lecturas y su
ordenación tienen la finalidad de profundizar el conocimiento de la
historia de la salvación.
2) PREPARACIÓN LITÚRGICA

Debe facilitar a los lectores una cierta preparación del sentido de la


estructura de la liturgia, de la Palabra y de su conexión con los ritos
sacramentales especialmente con la liturgia eucarística.

El lector debe conocer la composición del leccionario de la Misa de


acuerdo con los diferentes tiempos del año litúrgico y de los
leccionarios correspondientes a la celebración de los diferentes
sacramentos.
Así en tres años siguiendo los ciclos litúrgicos A, B y C, se da un
recorrido general y ordenado por la Biblia, haciéndose un repaso de
toda la historia de la salvación.

3) ENTRENAMIENTO Y FORMACIÓN CONTINUA

Cada parroquia debe tener un programa continuo y extensivo de


entrenamiento para aquellos que proclaman las Escrituras durante la
Liturgia. Por encima de todo la preparación y entrenamiento de cada
lector individualmente debe de ser espiritual.

Esta preparación puede incluir oportunidades de oración, de compartir


y estudiar las escrituras. El lector debe de tener la habilidad y la técnica
para leer en público, y hacer el uso debido de los micrófonos.

Los lectores, además deben de ser educados en los elementos básicos


de la Liturgia. Ellos deben de saber las diferentes temporadas litúrgicas,
los ritos y los libros, se les debe sugerir vestirse apropiadamente, y
llegar con el tiempo necesario antes de la misa para que reciban
instrucciones de cualquier circunstancia en particular que pueda
afectar su ministerio.

Los lectores deben estar siempre preparados a leer aun cuando no


estén asignados.
CONFRONTACIÓN CON NUESTRA VIDAS

Es momento de pensar en nuestras vidas y la preparación que vivimos para


acercarnos a la Eucaristía.

De la misma manera en la que Jesús preparó el momento de la última cena


con una vida de servicio y amor por quienes le rodearon, así nosotros estamos
llamados a traer a la Misa nuestro esfuerzo diario de vivir en el amor; más aún
en nuestra condición como Proclamadores de la Palabra de Dios. Sin este
esfuerzo por llevar una relación con Jesús, la Misa parecerá un rito vacío que
no afecta la vida en el corazón.

Cada uno de nosotros está llamado a traer sus gozos y esperanzas, sus luchas
ganadas y perdidas, sus preocupaciones y sus alegrías. Toda nuestra vida
está implicada en la Misa. No pretende ser un momento “separado” de
nuestra realidad. Cuando lo vivimos así, parecería que Cristo vino a
separarnos del mundo, de nuestras responsabilidades; que vino sólo para
darnos una paz que no nos compromete y una tranquilidad que no nos
corresponde.

ORACIÓN DEL PROCLAMADOR

Amado Jesús,
gracias por llamarme a servirte
como proclamador en tus
celebraciones eucarísticas.
Ayúdame a desempeñarme con
seriedad y diligencia.
Vacíame, Señor, para que sea tu
voz la que resuene en los
corazones de todos los que me
escuchen.
No permitas que nada de mi
distraiga o cierre los corazones de
los fieles a la acción de tu Espíritu.
Limpia mi mente, mi corazón y abre
mis labios para que pueda
proclamar dignamente tu Palabra.
Amen.
Continuará…

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