Libro - Liderazgo Apostolico

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DOCTRINAS BASICAS II

HACIA UN LIDERAZGO APOSTOLICO


LIBRO ESCRITO POR APOSTOL BASILIO PATIÑO

ALEXANDER RIVERA

PRESENTADO POR:
JORGE PERALTA

CENTRO DE ALABANZA OASIS


ESCALA NIVEL III
DOCTRINAS BASICAS II
BOGOTA MARZO 2017
CAPÍTULO 1. COMPROMISO DE UN MINISTRO APOSTÓLICO

Compromiso es una obligación contraída voluntariamente. El amor más que un


compromiso es un sentimiento.
El compromiso que tengamos determinara nuestro destino. Aquellos que pierdan el
compromiso perderán el carácter.
Cuando se mantiene un compromiso se crea un carácter y se saca lo mejor que hay
en nosotros.
Este capítulo lo que nos enseña es que debemos estar totalmente comprometidos en
las cosas de Dios, desde adentro desde nuestro corazón. No debemos mostrar
grandeza ni tener ínfulas de jerarquía.
No caer en impresionar a los demás con las cosas de Dios, si no por el contrario
debemos trabajar en los asuntos de Dios con seriedad y compromiso sin buscar
engrandecernos a causa de ello.
Para algunos el objetivo de la vida es lograr el éxito, aunque para Dios ese éxito
represente un fracaso, no debemos caer en ello.
Otra causa de la falta de compromiso es que a veces nos preocupamos más por los
menesteres de la iglesia que por el señor de la iglesia. Dios nos mide no por lo que
hacemos sino por lo que somos.
Nosotros como líderes debemos entender que somos llamados y establecidos por
Dios y no por los hombres, para así ser libres de tanto yugo y prejuicio que viene del
hombre y su religiosidad.

CAPÍTULO 2. CARÁCTER DE UN MINISTRO APOSTÓLICO.


Carácter puede ser comprendido como el patrón de conducta, que persiste en el
tiempo y caracteriza o define a una persona.
El carácter se refiere al comportamiento moral de una Persona con relación a su
patrón de conducta que intenta hacer el bien o el mal a otras personas.
El carácter es algo que emana del interior del ser humano pero que se refleja con sus
actos exteriores aunque a veces sean mal interpretados.
La imagen moral de Dios en nosotros tiene que ver con las disposiciones y tendencias
que alojamos en nuestro corazón, y tienen que ver con nuestro carácter y calidad de
persona que debemos ser.
El carácter que Dios nos da trata de lo correcto e incorrecto con que hacemos uso de
los poderes que nos han sido otorgados. Esto hace que podamos tener santidad de
carácter.
Pienso que el carácter lo vamos formando a través de las pruebas que vivimos a diario
en donde nos fortalecemos aún más en Cristo y no nos dejamos llevar por las
circunstancias.
No importa el ambiente en el que hayamos nacido, lo que importa es la actitud y
determinación que asumimos frente a todas las circunstancias. No tenemos la culpa
de la cara que tenemos pero si la culpa de la cara que ponemos.
El carácter de un ministro debe ser tal que no solamente predique para salvar y ganar
personas para el cielo, sino que predique para capacitar y crear personas funcionales
y efectivas en la tierra.
Nuestro carácter como líderes debe ser agradable a Dios. Debemos ser inofendibles,
nunca trasmitir un mensaje equivocado a alguien que necesita una palabra de aliento
por causa de un carácter inadecuado, porque podemos no salvar sino por el contrario
condenar a alguien.

CAPÍTULO 3. CONDUCTA DE UN MINISTRO APOSTÓLICO.

La manera de vivir de un buen ministro de Dios, es más influyente que su ministro.


La autoridad de Jesús no radicaba únicamente en lo que él decía sino en la forma
como él vivía. El primero hacia las cosas y luego las enseñaba.
Debemos siempre predicar la palabra de la verdad, debemos instruir a los demás con
la verdadera doctrina y no involucrar falsas doctrinas.
Debemos siempre instruir a los demás con un mensaje de aliento y llevándolos a
actuar en el mensaje de la verdad. Debemos ser profetas de Dios que prediquemos lo
que Dios pide sin considerar los resultados.
Si queremos ser verdaderos ministros de Jesús, debemos ser profetas de Dios y no
líderes de hombres, ese es el secreto del poder con Dios y con los hombres.
Debemos impartir la palabra como un mensaje de Dios y no como algo que está
escrito en un libro llamado La Biblia.
Debemos trabajar duro ya que sabemos que este esfuerzo trae recompensa, y
debemos entender que no es en nuestras fuerzas sino en las fuerzas de Dios. El
llamado de Dios no es para buscar seguidores, sino para formar sucesores.

CAPÍTULO 4. CONVICCIÓN DE UN MINISTRO APOSTÓLICO.


Enfrentamos una era donde se negocian las convicciones por asuntos de
conveniencia, y tristemente muchos ministros han caído en ello, y prefieren ser
aceptados por el hombre aunque sean rechazados por Dios.
Nunca debemos olvidar las verdaderas motivaciones para hacer las cosas cuando
Dios nos ha dado una palabra para así cumplir con el llamado de Dios en nuestra vida.
Debemos alimentarnos de la palabra, hay que escudriñar hasta que el mensaje nos
traiga una revelación. Si no nos nutrimos en la palabra caemos en el error de crear
una generación sin fundamento en la fe.
La palabra la debemos enseñar con autoridad, es decir, con la impartición de lo que
hemos recibido de Dios. Esa impartición debe ser transmitida en forma de ejemplo.
Tenemos que ser ministros fieles, desafiando el pecado de frente, confrontando la falta
de fe la desobediencia y la falta de compromiso para liberar en el pueblo el potencial
que Dios le ha dado para cumplir su propósito.
Debemos permanecer firmes en nuestras creencias, guardando firmemente la palabra
de Dios en nuestro corazón así ella nos apartara del pecado.
Algo fundamental que debe tener todo ministro de Dios, es tener la firme convicción de
la unción divina impartida a su vida y comprometerse a valorar, activar y avivar el don
de Dios confiado a él.
Es importante conocer que el fuego lo pone Dios, pero mantenerlo ardiendo es nuestra
responsabilidad. Así mismo es nuestra responsabilidad quitar las cenizas para que no
ahoguen la llama. No debemos enfrentar los desafíos de hoy con la experiencia de
ayer.

CAPÍTULO 5. CARACTERÍSTICAS DE UN MINISTRO APOSTÓLICO.


El ministro como embajador.
Lo que son los ángeles en el plano espiritual son los embajadores en plano natural.
Ellos son enviados con un mensaje. Ellos son el claro ejemplo de embajador de Dios,
ellos ejecutan lo que se les encomienda.
Un embajador de Cristo es alguien que se ha entregado por completo a la voluntad del
maestro.
Dios nos ha llamado a ser embajadores, mensajeros especiales y ministros
apostólicos del mensaje de él.
El ministro como administrador.
Debemos administrar uno de los más preciosos tesoros del reino de Dios: las
personas.
Un verdadero ministro apostólico debe administrar a sus discípulos tal como lo hacía
Pablo, el sabia donde estaba cada uno de ellos y con quien ya no podía contar.
Muchos ministros que no tienen dirección apostólica, cuando encuentran gente con
gran potencial los ven como un peligro y los alejan en vez de discipularlos, perdiendo
un valioso don que Dios quiere regalar a su Cuerpo.
Debemos ser administradores de misterios, la creación entera está llena de misterios,
los cuales son tesoros que han quedado bajo la administración apostólica desde que
fue establecido por el señor Jesús.
Los secretos son cosas ocultas y clasificadas a las que la creación no tiene acceso,
pero los misterios son cosas ocultas desclasificadas, que en la actualidad Dios las ha
revelado a sus santos apóstoles y profetas por el espíritu. (Efesios 3:5).
Los misterios de Cristo, del Reino, de la Iglesia y del evangelio de la gracia, son uno
de los valiosos tesoros que nos toca administrar y para ello debemos conocerlos
primeramente.
Hay otros misterios que están escritos pero nadie los ha visto, estos son misterios que
de ninguna manera deben salirse del parámetro de la palabra escrita, pues de otra
manera no sería revelación divina sino especulación humana y finalmente se
convertirían en una herejía.
Estos misterios espirituales deben ser predicados y enseñados con valor y sabiduría.
Administradores de la Gracia.
Cada uno de nosotros ha recibido de parte de Dios un don especial, y El mismo nos
ordena utilizarlo, sirviendo a los demás en la actitud correcta y en el propósito correcto.
La gracia de Dios es un regalo entregado a la humanidad en tres grandes periodos:
Pasado dada por el Padre.
Presente dada por el Padre a través del Hijo
Futuro dada por el Padre a través del Espíritu.
Sin la Gracia la Iglesia puede correr hacia dos extremos peligrosos.
El libertinaje inmoral y el legalismo doctrinal.
Sin la Gracia los ministros apostólicos no pueden edificar conforme al diseño de Dios.
Administradores de bienes materiales.
La administración de los bienes del Reino debe ser responsabilidad de los ministerios
apostólicos, quienes lo deben hacer con sabiduría y efectividad a causa de la unción
que les ha sido dada.
Jamás debe usarse el ministerio como medio para lucro personal; tampoco debe
traficarse con el llamado como lo hizo Balaam, quien termina como un profeta
mercenario que vende sus servicios ministeriales al mejor postor.
Ministro apostólico como edificador.
No todos los ministros son apóstoles, pero si todos los ministros deben ser
apostólicos. Ellos comprenderán mejor la naturaleza y dimensión de su llamado de
edificar la Iglesia conforme al diseño divino.
Si vamos a edificar la Iglesia según el diseño de Cristo debemos someternos a las
directrices que El estableció para lograrlo; y aceptar el orden de funciones que Dios
mismo puso en la Iglesia para que se hiciera tal labor.
Dios estableció un orden jerárquico para edificar la Iglesia para que cada uno
complemente la obra de edificación, según el don y oficio que Cristo mismo nos
concede.
De esta manera, la Iglesia es transformada por las verdades reveladas, y se comienza
a establecer en la sociedad como columna y baluarte de la verdad de Dios y también
como instrumento de transformación.

CAPÍTULO 6. PELIGROS DEL MINISTRO APOSTÓLICO.

Los peligros a los que debe tener cuidad un ministro son aquellos de tipo espiritual.
Síndrome de Nabucodonosor.
Casi siempre cuando una persona logra alcanzar una posición de liderazgo tiende a
llevar al auto felicitación secreta y orgullo. Si esto no es controlado será descalificado
de crecer en el servicio de la obra de Dios, ya que Dios detesta a los orgullosos.
El orgullo es un pecado del cual la víctima no toma conciencia fácilmente de que lo
sufre. Para ello hay tres pruebas que nos ayudan a evaluar si hemos caído o no.
La prueba de la precedencia.
Como reaccionamos cuando otro es promovido y nosotros permanecemos en el
anonimato.
Como actuamos cuando los dones y logros de otros son más evidentes que los míos.
La prueba de la sinceridad.
Como nos sentimos cuando otros, especialmente nuestros rivales, dicen exactamente
las mismas cosas de nosotros?
Ser honestos con nosotros mismos es lo más confrontativo que debemos asumir,
puesto que es ante nuestra conciencia que tenemos que responder por las
motivaciones de nuestras acciones, ya que ante otros podemos fingir lo que no somos.
La prueba de la crítica.
Despierta hostilidad y resentimiento en nuestros corazones y nos lleva a la auto
justificación.
Si alguien nos critica debemos preguntarnos qué tanta razón hay en lo que se dice, si
es verdad lo que se nos critica, es motivo para corregirnos.
Síndrome de Saúl.
Los celos son parientes cercanos del orgullo. La persona celosa es aprehensiva y
sospechosa de los rivales.
Los celos acompañados de la envidia llevaron a Saúl en una carrera desenfrenada
para borrar del escenario al hombre que Dios había puesto para ayudarle.
Síndrome de Diótrefes.
Este personaje era un líder destacado de la iglesia, a quien se le acusa de cuatro
terribles errores:
Le gustaba tener el primer lugar.
No respetaba la autoridad apostólica.
Se negaba a recibir a los hermanos.
Era autoritario y despótico, expulsaba arbitrariamente de la iglesia a quienes brindaban
hospitalidad.
Síndrome de Aarón.
La auto justificación y tolerancia de algunos ministros se hace notoria ante sus errores,
y en lugar de admitirlos, hacen como Aarón, se excusan culpando a los demás. La
espiritualidad no equivale a la infalibilidad.
El camino a la autoridad espiritual y al ministerio apostólico no se logra por promoción,
sino por formación, lograda en medio de muchas oraciones y lágrimas.
El desánimo nos puede llevar r a cometer errores fatales en la vida como el suicido,
evadir responsabilidades, se siente que la oportunidad de triunfar se ha ido, nos
volvemos egoístas, no tenemos éxito en lo que hacemos, carecemos de propósito,
caemos en inactividad.

Síndrome de Jonás.
No debemos caer en las crisis que invadieron a Jonás. Por evadir el propósito de Dios.
Crisis de identidad ministerial.
Cuando huyes de Dios, probablemente te suceda esto.
Todo a tú alrededor te habla de Dios.
Otros te preguntaran lo que tú quieres evadir
Los paganos tienen más sentido común que los cristianos rebeldes
Te conviertes en un tropiezo para las personas.
Crisis de incapacidad espiritual.
Cuando no estamos plenamente identificados con la misión que Dios nos ha
encomendado, la oración carece de importancia. Si no tenemos entusiasmo en
nuestra alma para hacer algo en la obra del señor, si no nos apasiona establecer el
reino de Dios, nunca vamos a orar por eso.
Cuando se pierde nuestra centralidad en Dios se pierde el deseo de orar.
Crisis de incompatibilidad teológica.
Jonás ve a Dios como un ser ineficiente en el proceso histórico de su pueblo Israel.
Para el, Dios no es capaz de castigar a los paganos que han venido a saquearlos.
Jonás parece no entender la soberanía y sabiduría de Dios para dirigir todos los
asuntos de la historia humana.
Crisis de inseguridad existencial.
Jonás culpa a Dios de su situación.
Justifica su proceder incorrecto.
Alimenta ideas suicidas.
Mantiene falsas expectativas.
Síndrome de Absalón.
Absalón encarga una de las tácticas del enemigo, con una influencia contaminante,
destructiva, sutil, divisionista, desleal, y traidora, por eso no debemos ser ignorantes
de sus confabulaciones y descubrir su modus operandi.
Características de este síndrome que debemos tratar de evitar y no caer en ellas.
Pretender defender causas justas
Seducir el alma de la gente
Usar la hipocresía para manejar los conflictos
Ser persistente para doblegar la voluntad ajena
Obrar con una actitud de venganza
Utilizar los demás para el logro de sus planes
Huir del conflicto y no enfrentar las responsabilidades
Refugiarse en otros no importa si son extraños
Aislarse de la gente, sin reconciliarse por orgullo
Chantajear a la gente para que se una a su causa
Usar la diplomacia para sus intereses oscuros
Buscar gente que promuevan su imagen
Ser astuto y seductor en su proceder
Usar un vocabulario conveniente
Poner en tela de juicio la integridad de la autoridad
Presumir ser el Mesías salvador
Manifestar una falsa humildad
Manipular las emociones de la gente
Promover por cualquier medio la traición
Aprovecharse de la ignorancia e ingenuidad de la gente
Proyectar una falsa espiritualidad.

CAPÍTULO 7. CRECIMIENTO DE UN MINISTRO APOSTÓLICO


El crecimiento y desarrollo de un ministro se realiza mediante un proceso formativo en
el cual Dios ha gestado la creación de un hombre que le representa.
Discípulo es un partidario o imitador de su maestro o líder, es alguien que fija su
mirada en su maestro para aprender de su doctrina y de su estilo de vida. La carrera
de un apóstol empieza siendo un discípulo.
En el sentido espiritual, vemos que los siervos de Dios siempre tenían un ayudante y
quizás antes ellos también fueron ayudantes.
Es importante recalcar que así como tenemos padres biológicos, también tenemos
padres espirituales. Un padre provee a sus hijos seguridad, y por medio de la
cobertura adecuada le brinda el espacio y recursos para que ellos se puedan
desarrollar libremente en su destino profético.
Debemos recordar que la enseñanza es para la multitud, la sabiduría para los
discípulos, pero la herencia es para los hijos.
Uno no tiene el mismo nivel jerárquico con un padre que con un hermano. El nivel de
autoridad no es el mismo.
Lamentablemente, muchos ministros apostólicos en la actualidad dejan su
entrenamiento a medias y aunque son llamados a ser apóstoles, como no terminaron
su formación les cuesta mucho más sufrimiento y lágrimas llegar a la plenitud.
No obstante para Pablo ser apóstol no era un título de grandeza ni jerárquica, sino una
función ministerial que desarrollaba como siervo de Cristo.
Debemos vivir con una mentalidad de Reino, pero conservar un corazón de siervo.
El evangelismo más eficaz no consiste en ofrecer campañas, sino que la efectividad
de una incursión evangelista es el resultado del ministerio cara a cara hecho
personalmente por creyentes apasionados.

CAPÍTULO 8. CONTUNDENCIA DE UN MINISTRO APOSTÓLICO.


Pablo estaba tan motivado por terminar bien que desafiaba a los creyentes de Corinto
a correr de tal manera que obtengan el premio.
La trascendencia de nuestra carrera ministerial consiste en comenzar bien, pero
igualmente, terminar bien.
Pablo nos enseña a ser disciplinados en las áreas importantes de la vida. Para
desarrollar nuestros dones, habilidades y destrezas y que lleguen a ser verdaderos
valores para lograr las metas de la vida, se necesita disciplina.
Debemos de ser constantes en Cristo, para saber enfrentar los desafíos presentes o
futuros. La mayoría se queda con lo que ya sabe, olvidando que la revelación de Dios
es progresiva.
La salvación de Dios viene a través de la revelación de Cristo, no a través de una
presentación a la motivación del predicador.
Todo lo bueno o lo malo en la vida nos llega por medio de personas, por eso es
importante saber con quienes nos unimos.

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