Marina Kabat
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Marina Kabat
Marina Rabat
El Congreso de la Productividad de 1955 – Un análisis desde los enfrentamientos en la
Industria del Calzado.
Introducción
El Congreso de la Productividad y Bienestar Social de 1955 constituye uno de los eventos más
significativos de la lucha de clases en la Argentina. Representa una primera ofensiva empresarial
contra los derechos adquiridos por los obreros a lo largo de dos décadas. Muchos de los reclamos
empresariales: la rigidez de los convenios en cuanto a escalafones, la posibilidad de cambiar
horarios o funciones de los empleados, despidos, etc., reaparecerán posteriormente cuando se
discuta la flexibilización laboral. Tres puntos fueron comunes a todas las industrias y fueron
centrales en el Congreso: Ausentismo, comisiones internas y el trabajo a destajo.
Horario continuo
El horario continuo se implementó a prueba en el verano de 1946-47 y según la Cámara, de las 52
firmas que ensayaron el sistema, 14 se expresaron a favor y 38 en contra. Entre los trabajadores, los
menores y los obreros que gozan de una remuneración fija se muestran partidarios del régimen, “no
así los destajeros que ven disminuir sus ingresos al reducirse su capacidad física”. Se afirma que los
obreros jóvenes prefieren este horario, no así los jefes de familia. En julio del ´48, la Cámara se
queja de que, tras haber conseguido el horario continuo, los obreros demandan la jornada de 7
horas con pago de 8. En enero del ´49 hay una nueva demanda obrera: la provisión por parte del
empleador de café y pan. Los empresarios dicen que es otra consecuencia del horario corrido. En el
Congreso, la Càmara plantea la necesidad de terminar con el horario continuo. En síntesis, los
obreros consiguen primero instalar el horario corrido, luego en ciertas fábricas reducir la jornada a 7
horas y finalmente la provisión de un desayuno (esto no sabemos si lo consiguen). Como dicen los
empresarios, sus reclamos parecen no tener fin.
Conclusiones
Los conflictos en la industria del calzado nos demuestran que los trabajadores argentinos no pueden
considerarse menos radicalizados que sus pares norteamericanos.
No se encuentran pruebas de que los obreros buscasen un efectivo control de la producción. Al
mismo tiempo creemos que se ha planteado una diferencia exagerada entre los reclamos salariales y
aquellos vinculados con el problema de la productividad, asignándole a los segundos una
radicalización mayor. En ambos casos se trata de negociaciones que atañen a las condiciones de la
compra y venta de fuerza de trabajo y no necesariamente conllevan un cuestionamiento al
sistema social capitalista.
Tampoco se verifica una ruptura entre los sindicatos y su base, los reclamos parecen ser llevados
tanto por las comisiones internas como por la dirección general del sindicato. Nos parece
importante señalar que las relaciones de fuerza favorables a la clase obrera, no surgen sólo de cada
fábrica, sino del peso político que los trabajadores adquieren en la sociedad. En ese sentido
planteamos como hipótesis a explorar, que los dos momentos históricos de mayor fortaleza de las
comisiones internas (bajo el peronismo, y del ´69 al ´76, su fuerza no se basó en una supuesta
autonomía o autoactividad de la clase, sino en su articulación con organizaciones políticas
mayores, de sesgo reformista en el primer caso, y revolucionaria, en el segundo.