Heimberg
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La alteridad y el multiculturalismo
en el seno de la historia enseñada
Charles Heimberg (Instituto de formación de profesores de la enseñanza secundaria y
Universidad de Ginebra)
Hoy día es una banalidad afirmar que el carácter cada día más multicultural de nuestras sociedades
asigna a la enseñanza pública nuevas responsabilidades que deberían conducir a tomar en cuenta esta
dimensión en su manera de transmitir conocimientos sobre el mundo. Lo que es menos importante es
saber por medio de qué cauce y qué marco abordar estas problemáticas en el ámbito escolar. La
cuestión de la relación con el otro, ya se trate de extranjero, subalterno, del otro sexo o incluso de
pueblos lejanos, se plantea en realidad en el seno mismo de los modos de pensamiento y de los
interrogantes de las ciencias sociales y de la historia en particular. Por esta razón no parece deseable
abordarlo con prioridad en el colegio en forma de programas o actividades específicas, demasiado
desligados de las formas de pensamiento de las disciplinas de ciencias sociales. Es esto lo que voy a
intentar demostrar referido a la historia escolar.
¿Cómo definir la historia , aquella que desarrolla sus investigaciones en los archivos y las
universidades, pero también la que se enseña en los centros de secundaria? Sobre esto las posibles
concepciones son evidentemente diversas, de ahí la necesidad de precisar bien en qué perspectivas y
con qué orientaciones se desarrollan las reflexiones que siguen.
Para esto, primero me gustaría precisar, refiriéndome a dos grandes autores que no pretendo desarrollar
aquí ni una historia de los “anticuarios”, ni una historia de los vencedores. Lo que forzosamente habría
tenido consecuencias en cuanto a la manera de plantear la cuestión de la relación con el otro en el seno
de la problemática de la historia crítica.
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La distinción entre historia de los “anticuarios” e historia investigadora nos viene del historiador
italiano Arnaldo Momigliano. “Toda mi vida, nos dice, he estado fascinado por una categoría
profesional sorprendentemente cercana a la mía, dotada de una vocación cuya sinceridad es tan
transparente, de un entusiasmo tan comprensible y, sin embargo, cuya finalidad ultima es
profundamente misteriosa: se trata de estos hombres que muestran su interés por los hechos históricos
sin interesarse por la historia. [...] Así [nos es dada] una introducción a la comprensión de la
mentalidad de los “antigüistas”. [...] La interpretación de los objetos aislados era su ejercicio
favorito. Tenían una capacidad de apreciar los hechos sin unión entre ellos que no nos parece una
investigación seria”
Pero otra cuestión se plantea también, la de saber desde qué punto de vista se escribe la historia que se
escribe y si somos verdaderamente capaces de incluir la multiplicidad de puntos de vista posibles, en
particular los de las gentes sin historia, los dominados, los vencidos. “Todos los que hasta este día
obtuvieron la victoria participan en este cortejo triunfal en el que los profesores de hoy marchan sobre
los cuerpos de los que hoy yacen bajo tierra exclamó Walter Benjamín en un texto redactado en
circunstancias dramáticas que iban a conducirlo a la muerte. El botín, según los usos habituales se lleva
en el cortejo.[...] Tales bienes deben su existencia no solo al esfuerzo de los grandes genios que los
crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. [...]Por esto el historiador
[...] asume como tarea desbrozar la historia a contrapelo.
Para el historiador Reinhart Koselleck, cinco categorías de preguntas fundamentales, de naturaleza
antropológica, expresadas en forma de elementos que se encuentran bien en oposición, bien en
interacción, hacen posible la historia. Poniendo así en cuestión la convivencia, en todas las sociedades
humanas, éstas se sitúan por encima de la narración histórica. Mejor aún la hacen posible sugiriéndoles
temas de reflexión y de investigación.
Se pueden identificar estas preguntas fundamentales:
1. Entre lo inexorable de la muerte y la posibilidad de matar a otros, entre deber morir y poder
matar.
2. Entre las nociones de amigo y enemigo, una oposición formal que queda abierta a todos los
contenidos posibles.
3. Entre dentro y fuera, lo incluido y lo excluido, una oposición que crea formas de espacialidad
terrestre, pero que puede ser prolongada por la que existe entre lo secreto y lo público, lo opaco
y lo transparente.
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4. Entre el hombre y la mujer, una relación de alteridad, pero también una relación necesaria para
la vida y la descendencia, que recae sobre la paternidad, la maternidad así como la existencia de
generaciones.
5. Entre el señor y el servidor, entre el patrón y el empleado, entre el dominante y el dominado,
tantas formas de dependencia y jerarquización de las relaciones humanas que señalan
categorizaciones jurídicas y sociales.
Estas cuestiones pre-narrativas me parecen también válidas para las otras ciencias sociales, la
especificidad de la historia consistente desde entonces en interrogar su evolución en el tiempo, en la
diacronía, para poner en evidencia las rupturas y las continuidades que son observables desde una
perspectiva comparativa. De hecho, estas categorías me parecen plantear las cuestiones más esenciales
que se puedan plantear a una sociedad cualquiera, de aquí o de allí, de ahora o de ayer. Nos
proporcionan de alguna manera una especie de parrilla de lectura temática, una manera de plantear las
preguntas más adecuadas a situaciones históricas en la sincronía. Esto permite definir mejor los
criterios de elecciones temáticas que parecen los más indispensables en la programación del relato de la
historia como en la de su enseñanza.
Es revelador constatar que es justamente la relación con el otro lo que une a estas diferentes categorías.
A fin de cuentas un cierto hilo conductor los conduce a una cuestión fundamental planteada hace
algunos años por Denis Rétaillé. Evocando una geografía escolar ampliamente concebida , “por
herencia”, es decir como “un discurso de evidencia, una descripción-nominalización de lo que esta
aquí” apelaba con sus mejores intenciones al desarrollo de un “aprendizaje de la ciudadanía que no se
limita a la norma común”. Por esto su insistencia en definir la geografía escolar alrededor de las dos
preguntas siguientes: “¿de quién soy yo solidario? Y “¿existe distancia?”. En la práctica, la historia
escolar, para la que estas ideas se aplican de la misma forma que para toda ciencia social, se plantea
evidentemente estas cuestiones para añadir algunas más. Por ejemplo, ¿ha habido ruptura? ¿qué ha
cambiado en realidad?. Por otra parte Rétaillé distinguió “dos maneras de habitar el mundo: inscrito
en una genealogía o immerso en la copresencia. Son las dos respuestas cardinales a una cuestión
vertiginosa: ¿de quién soy solidario, no en el sentido de los moralistas sino desde el punto de vista de
la vida?¿soy solidario con mi linaje, con los que han muerto o los que están por nacer, con el azar
biológico de mi nacimiento que me impone a la vez una deuda y la gestión del usufructo? ¿o soy
solidario con mis contemporáneos, incluso por encima de los limites de identidad que me han sido
asignados por la otra forma de ser [...]?”. En efecto estas dos formas de habitar el mundo existen
alrededor nuestro. Dividen a los hombres continuamente, de igual manera que la actualidad nos lo
recuerda todos los días. Nos devuelven a nuestros valores, pero también a nuestra implicación en el
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campo de las ciencias sociales y en el de la educación. Para conducirnos finalmente a tener en cuenta la
comunidad del destino de la humanidad, pero también la copresencia, en una misma sociedad,
identidades y universos mentales que pueden ser diferentes.
Señalemos también que Reinhart Koselleck propuso otra tipología que se refería a la temporalidades.
Nos incita a tomar en consideración la relación al tiempo, entre pasado y futuro, que es sustentado por
cada actor, individual o colectivo, de toda situación histórica. Esta tipología esta formada por un campo
de experiencia, relativo al pasado, y de un horizonte de expectativas, con vistas al futuro. Pero entre las
dos, en el presente de cualquier situación, es decir en este “presente del pasado”que el historiador debe
esforzarse en la medida de lo posible en reconstruir, el filósofo Paul Ricoeur sitúa además lo que llama
un espacio de iniciativa que corresponde al margen de maniobra, más o menos grande, del que dispone
cada individuo entre su pasado y su futuro, entre su percepción del pasado y su visión del futuro.
Dicho esto, la construcción de un relato histórico problematizado hace que sea necesario saber
movilizar los modos de pensamiento fundamentales que reconstruyen la ciencia histórica. Pienso aquí,
en particular, en todo lo concerniente a la comparación -del pasado al presente o en el sentido inverso-,
para tomar la medida de las especificidades de una época diferente, de un contexto con cierta forma de
alteridad, la toma de conciencia de la pluralidad de las temporalidades –los tiempos y las duraciones-
así como los procesos de periodización; pero también los usos públicos de la historia, su presencia en el
espacio público, para lo mejor y para lo peor, en términos de tratamientos mediáticos o de prácticas
commemorativas, especialmente en las obras artísticas.
Estos diferentes modos de pensamiento de la historia pueden también constituir un principio
organizador de la enseñanza de la disciplina por secuencias didácticas asociando bien uno u otro de
estos modos de pensamiento a temas históricos, a datos factuales. En otros términos, incluso si todos
estos enfoques pueden contribuir a aclarar un mismo tema de historia, podemos escoger no encender
todos los proyectores a la vez y poner así el acento sobre uno u otro de estos proyectores, de estos
modos de pensamiento, para la construcción de una situación de enseñanza-aprendizaje.
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los animales salvajes, e incluso con las hadas, los ninfos, los jabalíes, los cazadores furtivos y los
viajeros perdidos, no sé qué otras cosas más. Existe el bosque”.
Esta bella cita nos lleva a intentar percibir lo profundo de las sociedades, la pluralidad de los tiempos
que la componen y la determinan, la existencia en su seno de dimensiones a menudo olvidadas –
simbólicas, poéticas, folklóricas, etc..Nos une al reconocimiento de la complejidad del mundo, de la
intensidad de la mirada que debiéramos llevar hacia él, de las distintas preguntas que habría que
plantearse, de la percepción de los mecanismos sistémicos que lo caracterizan y cuyo análisis profundo
permitiría una acción ciudadana más reflexiva y más convincente. “No antes o después, sino al mismo
tiempo”,nos dice también Carlo Levi, evocando lo que debe ser observado, de tal manera que no se
trata únicamente de considerar las sucesiones de causalidad de la diacronía, sino tambien de corregir
igualmente los cuadros de la sincronía. Esta cita de Carlo Levi debe sin embargo inscribirse en su
contexto, sobre todo para tomar en cuenta las palabras que uno de los personajes mantenía en algunas
líneas preguntándose si podría darse una novela sobre Auschwitz y Buchenwald.
Algunos años más tarde en otro bello texto que acompañaba fotografías de la Italia de posguerra, el
mismo autor escribiría que “el peso del tiempo grava, como un cielo sin nubes, sobre la vida inmóvil de
una Italia menor de pobreza, de estrechez, de calor, cuando las innombrables moscas parecen fijas en
el aire y le pican con pereza y las cigarras coronan la blancura del verano y el lento paso de las horas,
y los lagartos duermen al sol sobre las piedras. Este tiempo se le aparecía en una Italia que presentaba
caracteres particulares derivados de su riqueza y de su historia. Era una incitación a considerar la
sociedad en todos sus componentes, a trasladar la atención hacia los menos visibles, los subalternos de
aquí, los que no ejercían el poder, que no dominaban la cultura, pero que estaban, sin embargo, bien
presentes, e incluso bien visibles para quien quería hacer el esfuerzo de tomarlos en consideración.
En Italia y en otros lugares, historiadores han desarrollado a partir de esto encuestas y trabajos por los
que distintas categorías subalternas de nuestras sociedades han podido ser tenidas en cuenta en los
relatos históricos. Pienso en particular en la historia del movimiento obrero, en la historia oral, más
recientemente en la historia de género y en la de las migraciones. No puedo señalar aquí todas las
investigaciones y publicaciones que han contribuido a esta evolución. Sólo señalaré dos ejemplos
estrechamente ligados. En un contexto que enfrenta el “hombre folcklórico” al “hombre histórico”, el
historiador italiano Gianni Bosio describía la presencia simultánea, sobre el territorio italiano
situaciones realzando manifiestamente imaginarios mentales de épocas diferentes. “El desarrollo del
capitalismo italiano, precisa, es desigual y no simultáneo: se desarrollo a través del país, donde
cohabitan aún numerosas situaciones contradictorias que se derivan de economías desfasadas y sin
embargo, todavía presentes”. Sobre esto citaba la situación agropastoral del centro de la Sardaigne o la
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economía familiar de la Calabre, des Pouilles y de la Basilicate donde las cosechas no estaban todavía
mecanizadas. Y, se trata de esta disponibilidad del investigador con la práctica de la historia oral como
nos lo precisa Alessandro Portelli,, en la medida en que amplía el campo de actividades de la historia
dándole la palabra a los que no la hubieran cogido espontaneamente.
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