Triduo Jesús Nazareno

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TRIDUO A JESÚS NAZARENO

Reflexión para cada día:

Día Primero:

Jesús ponía una misma condición a cuantos se acercaban a El: fiarse


de su persona, entregársele en profundidad. Exigía la fe.

Recuerda a la cananea, a la hemorroísa, a los ciegos, a los leprosos, a


las multitudes. "Todo es posible para el que cree". Cuando contempla la
miseria y la desgracia humanas, pide el acto de fe como condición previa
para realizar el milagro.

También hoy nos exige esa fe.

La fe se entiende desde una experiencia de amistad y entrega. Es oír,


escuchar, aceptar. Es elegir entre distintas voces que atraen. Es fiarnos,
entregarnos, seguirle. Es la respuesta viva de un ser consciente. Es colocar
a Cristo como tu todo: amigo, salvador, guía, camino, verdad, vida y meta.

Esa fe debe dejar sellada toda tu vida. La fe verdadera tiene que


marcar a las personas. Una fe que no trascienda a la vida es falsa. La vida
de las personas siempre será la proyección de sus convicciones.

Una fe viva y firme tiene que producir una vida limpia y santa.

¿Cómo es mi fe? ¿Cómo vivo mi fe? ¿Es mi vida conforme con lo


que creo?

Se deja un tiempo de silencio para la reflexión, y después el


sacerdote introduce la petición de cada día y el padrenuestro.

Se termina con la oración, rezada por todos.


Día Segundo:

Para creer de verdad, para ver a Cristo y optar por Él es preciso


vaciarnos de nuestro orgullo, de nuestra autosuficiencia.

Vivimos en un mundo saturado de vanidades. Damos una gran


importancia al parecer, al escaparate. Los hombres se apoyan en sí mismos,
los sabios en su ciencia, los ricos en su dinero, pero Jesús nos dejó otra
categoría de valores: bienaventurados los pobres, los libres, los despegados,
los que se apoyan en Dios, los humildes... Es que éstos son los que están
dispuestos a aceptar y seguir a Jesús. Él se manifiesta a los humildes y nos
invita a aprender especialmente esa virtud: "aprended de Mí que soy mano
y humilde de corazón".

Realmente la humildad es lo que mejor cuadra a nuestra condición de


creaturas. Somos una sumisión que ha tomado cuerpo. Somos una
obediencia andando. Santa Teresa decía que "humildad es andar en
verdad". La humildad no nos exige que nos juzguemos en menos de lo que
somos y tenemos, pero sí que pensemos con sinceridad qué fuimos, qué
somos y qué vamos a ser.

Es humilde quien sabe el puesto que Dios le asignó, lo acepta


incondicionalmente y sabe que vive de prestado.

¿Cómo valoras tu vida? ¿Reconoces que todo cuanto eres y tienes es


un don gratuito de Dios?

Se deja un tiempo de silencio para la reflexión, y después el


sacerdote introduce la petición de cada día y el padrenuestro.

Se termina con la oración, rezada por todos.


Día Tercero:

El mundo se ha vuelto profano. Dios suena en él cada vez menos y


parece influir cada día menos en las vidas de los hombres. Como si hubiese
pasado de moda: "los hombres han abandonado a su Dios, le han dado la
espalda". ¿Es el retrato de nuestra sociedad?

Si aceptas a Dios, Él debe ser el centro de tu vida, y te verás forzado


a proclamarlo, a darle a conocer, a celebrarlo. Estará en tu mente, en tus
labios, en tu corazón.

Los grandes santos vivían esa presencia confesión de Dios. Francisco


de Asís se figuraba todas las cosas colgando de la mano divina. Santa
Teresa veía a su Dios hasta "entre los pucheros". Juan de la Cruz
contemplaba la hermosura del Creador en todas las obras: "mil gracias
derramando pasó por estos sotos con premura, y, yéndolos mirando, son
sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura..."

Nuestros mayores repetía constantemente el nombre de Dios: en el


saludo, en la despedida, en la mañana, en el atardecer.

¿Y nosotros? Si lleváramos a Dios en nuestras mentes y en nuestro


corazón, luego lo llevaríamos a la vida, seríamos testigos suyos en una
sociedad que quiere olvidarlo.

¿Qué valor tiene Dios en tu vida? ¿Cómo te preocupa? ¿Te


avergüenzas de confesar tu amor y tu fe en Él?

Se deja un tiempo de silencio para la reflexión, y después el


sacerdote introduce la petición de cada día y el padrenuestro.

Se termina con la oración, rezada por todos.


Oración final para todos los días:

Oh Jesús Bueno, hijo de María y José, manso Cordero, Jesús


nazareno:
Postrados ante ti queremos adorar el misterio de tu Pasión, por el que
devolviste al hombre la primitiva hermosura que perdió en el paraíso por el
pecado.
Pero, ¿quién te llamará hermoso, si estás en el colmo del
sufrimiento? ¿Quién dirá que nazareno significa florido, si eres toda una
llaga, donde el odio y la maldad de los hombres se ha descargado? ¡Oh
Jesús, cuán maltratado eres! Y sin embargo, no se oye de ti ni una queja, ni
un reproche contra los que así te tratan. Han sido tus propios hermanos los
que te han desfigurado, hasta hacer de ti no un hombre, sino un gusano.
Déjanos mirar tu rostro, y ver en tu mirada la luz del amor inmenso
que arde en tu Corazón, pues si en el primer árbol Adán desconfió del
Padre y quiso hacerse dios, Tú, siendo Dios, te haces esclavo, fiado en la
voluntad del Padre.
¡Jesús, que aprendamos a abrazar nuestras cruces, y llevarlas por
amor! ¡Jesús, que sepamos confiar en Dios y ser humildes, pacientes y
llenos de amor, para ser en verdad discípulos tuyos! Amén.

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