Sobre Haití (Jean Louis Vastey)
Sobre Haití (Jean Louis Vastey)
Sobre Haití (Jean Louis Vastey)
Doctor en Historia (Universidad Pompeu Fabra, Barcelona), Becario Postdoctoral del CONICET-Instituto
Ravignani-Universidad de Buenos Aires. Docente del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad
Nacional de San Martín. Docente Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires. Coordinador del
Departamento de Historia del Centro Cultural de la Cooperación. Correo electrónico:
[email protected]
El manto de silencio que ha cubierto la revolución haitiana, no sólo ha ocluido la radical trascendencia de
aquel proceso, sino que además, ha invisibilizado la tradición intelectual que emergió allí al calor de dicho
acontecimiento. Este olvido resulta evidente cuando uno examina los estudios generales sobre la historia de
las ideas en América Latina y en especial los que abordan el período de la independencia. Haití generalmente
brilla por su ausencia y cuando se lo menciona, son escasísimas las referencias a la producción teórica-
ideológica haitiana. Tal omisión es sumamente lamentable, porque impide tener una mirada más amplia de los
debates político-intelectuales de aquella época. Y particularmente, porque fue en el Haití revolucionario donde
surgieron las corrientes teóricas más radicales, largamente más críticas que las del resto de la región.
Buscando subsanar esta miopía historiográfica, en este trabajo me propongo analizar brevemente la obra de
Jean Louis Vastey (1781-1820) el más destacado de los intelectuales haitianos de dicho período. Apenas
recientemente estudiado en el mundo académico angloparlante, sigue siendo casi un absoluto desconocido en
el ámbito latinoamericano. En tal sentido, mi intención es aportar a su redescubrimiento, subrayando su
relevancia como un precursor del anti-colonialismo radical en la región.
Palabras claves: Revolución Haitiana; Jean Louis Vastey; Anti-colonialismo; pensamiento crítico
latinoamericano.
Summary
The mantle of silence that has covered the Haitian Revolution has both occluded the radical importance of
the process, and the intellectual tradition that appeared in the island after its success. This omission is
noticeable when one examines the studies on the history of ideas in Latin America and especially those dealing
with the independence period. Haiti is generally absent, and when it’s mentioned very few references are made
to the intellectual currents in the island. This oblivion is extremely unfortunate because it has prevents us of
having a more complete idea of the political and cultural debates of that time. And, particularly because it was
in Haiti where the more radical intellectual currents appeared.
Attempting to fill this historiographical vacancy, in this article I intend to briefly discuss the ideas of Jean
Louis Vastey (1781-1820) the most prominent of Haitian intellectuals of that period. Only just recently studied
in the English-speaking academia, it is still almost an absolute unknown in the Latin American context. In this
regard, I intend to contribute to its rediscovery, underlining its importance as a pioneer of the radical anti-
colonial tradition of Latin America.
Keywords: Haitian Revolution; Jean Louis Vastey; Anti-colonialism; Latin American critical thought.
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Jean Louis Vastey, precursor del anticolonialismo en América Latina
Juan Francisco Martinez Peria
Introducción
La revolución de Haití fue la primera y única rebelión de esclavos triunfante en la historia
de la humanidad y la primera independencia de Nuestra América. Empero, a pesar de su enorme
importancia su historia ha sido sistemáticamente negada cayendo en el olvido. Según Michel
Rolph Trouillot este manto de silencio se impuso en el mismo momento en que aconteció, dado
que para la mayoría de la elite blanca del mundo atlántico aquel el era un fenómeno
“impensable” (1995: 72). Desde el punto de vista de aquellos sectores racistas y colonialistas, los
esclavizados rebeldes no habían protagonizado una genuina revolución, sino que habían
perpetuado. Una criminal hecatombe, una diabólica masacre de blancos. Dicha interpretación
negativa, se impuso rápidamente y se torno hegemónica en el mundo atlántico. Incluso después
de la independencia se reforzó debido a que Haití cayó presa del aislamiento en la arena
internacional. Con el correr del tiempo, el bloqueo desapareció y el país finalmente quedó
sometido al poder económico de las grandes potencias. Empero, el olvido continuó tanto a nivel
de los medios masivos de comunicación, como en el ámbito académico, y para peor se
impusieron nuevos estigmas para denigrar a la nación haitiana.
Ahora bien, si la revolución en si misma padeció este silenciamiento, idéntico destino trágico
sufrieron los intelectuales haitianos de la etapa post-revolucionaria. Esto puede verse claramente en
el ámbito del estudio de la historia de las ideas de Nuestra América. La mayoría de los especialistas al
abordar el período de las independencias se han concentrado en el análisis del pensamiento y de la
acción de una serie de figuras hispano criollas dejando de lado a sus pares de Haití. A lo sumo,
algunos analizan globalmente el proceso haitiano y su discurso ideológico, pero generalmente no
abordan las obras de los intelectuales haitianos de la etapa revolucionaria y post-revolucionaria.1 Este
desconocimiento es particularmente preocupante por dos motivos. En primer lugar, porque nos ha
impedido tener una imagen más cabal y completa del contexto político y cultural de aquella época. Y
en segundo lugar, debido a que fue en Haití donde se pensaron con mayor profundidad y criticidad
algunos de los problemas centrales de nuestra región: el colonialismo, el racismo y la esclavitud.
Claramente, en la isla, la revolución con su enorme radicalidad, dejo un fuerte legado que marcó a
fuego los debates políticos intelectuales del siglo XIX. Algo muy diferente a lo que sucedió en gran
parte del continente, donde las revoluciones inconclusas, produjeron una mayoría de intelectuales
elitistas, racistas, eurocéntricos e incluso en varios casos, promotores directos del neo-colonialismo.
Por todo esto, resulta imperioso revisitar y recuperar la historia y obra de aquellos intelectuales
haitianos para ampliar y complejizar nuestro conocimiento sobre la historia de las ideas de la región y
para fortalecer la tradición del pensamiento crítico latinoamericano. Justamente en este trabajo, me
propongo hacer un modesto aporte a dicha tarea analizando someramente las ideas de Jean Louis
Vastey, el más destacado y radical de los intelectuales haitianos de la etapa postrevolucionaria. Vastey,
además de ser el principal escriba del Rey Henri Christophe produjo una importante y enjundiosa
obra en la cual sometió a dura crítica a los pilares del sistema mundo/colonial del siglo XIX.
Lamentablemente, la misma ha sido escasamente estudiada. Más allá de algunas menciones parciales
en trabajos de historiadores haitianos (Vaval, 1933), solo en los últimos tiempos, autores del mundo
académico angloparlante y francoparlante como Nicholls (1990, 1996), Hoffmann (1995) Daut
(2009, 2012a, 2012b, 2014) Nesbitt (2013,2014), Bongie (2014a, 2014b), Quevilly (2014), Diudé
1Aunque con diferente intensidad esta ausencia puede verse por ejemplo en: Romero; Romero (1977), Zea (1976), Roig (
1981), Soler ( 1987), Beorlegui (2004), Altamirano ( 2008), Cerruti Gulberg ( 2011) Dussel; Mendieta; Bohorquez (
2009).
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(2013), Casimir (2013) la han comenzado a traducir, analizar y recuperar.2 Sin embargo, resta mucho
camino por andar, especialmente en el ámbito hispanoamericano dónde sigue siendo casi un
completo desconocido3, incluso para los estudiosos del pensamiento latinoamericano en general, y de
las tradiciones anti-colonial y post-colonial, en particular. 4 Por ello, con este breve trabajo me
propongo dar los primeros pasos en este sentido. De esta manera, en las líneas que siguen analizo la
vida y obra de Jean Louis Vastey, en su contexto histórico nacional, regional y atlántico. En
particular, estudio el rol que Vastey jugó en el proceso revolucionario y en el orden post-
revolucionario, y planteo que su obra puede ser pensada como una continuación en el plano teórico
del legado de la insurrección de los eslavos haitianos. Asimismo, que con ella Vastey intentó conjurar
las amenazas imperiales que acechaban al naciente estado buscando dar la batalla cultural en el
ámbito de la opinión pública internacional. En este sentido, examino aquella empresa teórico-
política, planteando que implicó un asalto frontal a la cosmovisión imperante de su época a partir de
la rediscusión de toda una serie de nociones claves (colonialismo, esclavitud, racismo, civilización,
barbarie, etc.) inherentes a dicho discurso hegemónico. A su vez, estudio las principales fuentes del
pensamiento de Vastey, examinando las formas en que este se re-apropió críticamente de la
ilustración, del cristianismo y del abolicionismo occidental para llevar adelante aquel combate de
ideas. Por último, me interesa leer la obra de Vastey en el contexto más amplio de la historia de las
ideas latinoamericanas, buscando demostrar que fue un autor sumamente original y radical que en
muchos sentidos puede ser definido como un precursor del anti-colonialismo en nuestra región y el
mundo periférico.
2Sin duda la más importante de las iniciativas de recuperación del pensamiento de Jean Louis Vastey es la edición y
traducción al inglés de Le Système Colonial Dévoilé a cargo de Chris Bongie. (2014) También merece resaltarse la reedición
del mismo libro en Haití con prólogo de Jean Casimir (2013).
3El único texto que he encontrado sobre el Barón de Vastey en castellano es un breve artículo periodístico de Juan
Gulberg (2011)..
5 “Carta del Baron de Vastey a Thomas Clarkson, 29 de noviembre de 1819”, (Griggs; Prator, 1952: 181)
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tentación del blanqueamiento típica de muchos mulatos como Vincent Ogé o Julien Raymond
(Martinez Peria, 2012: 50-53) que buscaban congraciarse con Francia y la casta dominante, en todo
momento negó su ascendencia francesa e hizo causa común con los cientos de miles de esclavizados.
Tanto es así, que durante su carrera política respaldo continuamente a los líderes negros ex esclavos.
A su vez, en sus escritos de la etapa post-revolucionaria, fue muy crítico con los affranchis y planteó
que la jefatura del estado debía recaer en un negro, dado que sólo uno de ellos podía representar
fielmente los intereses de la amplia mayoría de una sociedad que había vivido sistemáticamente los
horrores del racismo (Vastey, 1823:94, Bongie, 2014a: 19).
En 1789 la revolución estalló en Francia y la volcánica isla comenzó a entrar en erupción. Los
grandes plantadores, los blancos pobres y los affranchis empezaron a movilizarse produciendo
rápidamente una guerra civil. En ese contexto, los esclavos finalmente se rebelaron en 1791
cambiando el curso de la historia para siempre (Martinez Peria, 2012: 37-69). Según el propio Jean
Louis Vastey, este vivió con intensidad aquellos acontecimientos y en 1796, siendo aún muy joven,
se sumó a las fuerzas de Toussaint Louverture (Bongie, 2014a:15) 6 Se desconoce el protagonismo
que tuvo durante los años subsiguientes, pero a partir del triunfo de la revolución y de la declaración
de la independencia éste empezó una ascendente carrera política. 7 Así, ya para 1804, durante el
gobierno de Jean Jacques Dessalines, fue designado como secretario del Ministro de Finanzas e
Interior, André Vernet (Madiou, 1848: III, 240; Vastey, 1823: 137, Bongie, 2014a: 19). En octubre de
1804 Dessalines fue coronado como Emperador (Madiou, 1848: III, 171) y en 1805 se promulgó una
nueva constitución para regir en el naciente imperio (Madiou, 1848: III, 469-476). Esta situación
generó múltiples tensiones entre los líderes de los affranchis y de los ex esclavos, que en 1803 habían
concretado una estratégica alianza en pos de la definitiva expulsión de los franceses. Finalmente,
Dessalines perdió el apoyo de la mayoría de este sector y fue asesinado en octubre de 1806 (Madiou,
1848: III, 325). En aquel contexto, los rebeldes buscaron reorganizar el estado mediante una
asamblea constituyente e invitaron al gobernador del norte, Henri Christophe (ex esclavo negro y
lugarteniente de Toussaint Louverture) a participar promoviendo la elección de diputados en aquella
región. Los comicios se llevaron adelante en los meses subsiguientes y la Asamblea finalmente
empezó a debatir a fines de diciembre en Port au Prince (Madiou, 1848: III, 354-364). Sin embargo,
al poco tiempo surgieron diversos conflictos entre los diputados de la región del sur y oeste y los del
norte, que eran minoría, en torno al carácter que debía asumir la nueva carta magna (Lepkowski, 1969:
II, 45-46). Finalmente, la Asamblea estableció un régimen republicano liberal y eligió como
Presidente a Henri Christophe. No obstante, esta era una jugada maquiavélica, ya que el cargo tenía
un poder muy limitado frente al senado, verdadero centro del sistema político, que había quedado en
manos de los affranchis del oeste y el sur (Lepkowski, 1969: II, 47-50). La respuesta de Christophe no
se hizo esperar, dando comienzo a la guerra civil. Rechazó de plano la constitución y llevó adelante
una ofensiva poniendo bajo sitio a Port au Prince. A pesar de algunos éxitos parciales, las tropas no
lograron tomar la ciudad y regresaron al norte. Allí, Christophe decidió organizar su propia
Asamblea, que en febrero promulgó una constitución para lo que se llamó el estado de Haití. Está
fijó un régimen republicano, pero de corte más autoritario con una presidencia fuerte y vitalicia
encabezada por el propio Christophe. Mientras tanto, en el sur y oeste, la república liberal se
6 “Carta del Baron de Vastey a Thomas Clarkson, 29 de noviembre de 1819”, (Griggs; Prator, 1952: 181-182)
7 Marlene Daut ha planteado una mirada alternativa sobre la biografía de Vastey. En su opinión vivió en Francia durante
algunos años de la década de 1790 y comienzos del 180, educándose y escribiendo poesías en diferentes publicaciones
francesas (Daut, 2012b). Esta interpretación se basa en la existencia de una serie de artículos firmados bajo el nombre
Pompee Valentín de Vastey, un nombre con el cual históricamente se ha denominado a Jean Louis. Chris Bongie ha
puesto en discusión esta lectura señalando que no hay más pruebas que esta coincidencia de nombres y que incluso éste
no es el que él uso en sus publicaciones conocidas (Bongie, 2014a: 15-18).
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consolido presidida por Alexandre Petión y hegemonizada por los affranchis. De esta manera, Haití
quedó dividió en dos estados enfrentados en pie de guerra (Lepkowski, 1969: II, 47-54). Vastey, a
pesar de ser un affranchis, siguió este segundo camino y continuó trabajando como secretario de
André Vernet, quien fue designado Ministro de Finanzas del nuevo gobierno (Vastey, 1823: 137,
Bongie, 2014a: 19). En 1811 sobrevino un nuevo cambió cuando la república del norte se transformó
en un reino y Christophe fue coronado como Henri I. Asimismo, para darle estabilidad al sistema se
creo una nueva nobleza que incluyó a la vieja guardia revolucionaria. (Cole, 1967:191-193).
Así, los dos estados haitianos asumieron formas políticas muy diferentes, que representaban
los intereses de diversos grupos sociales. Además, establecieron proyectos económicos divergentes.
Mientras la monarquía de Christophe apostó por un modelo agroexportador basado en el sistema de
plantación y en el trabajo obligatorio de los cultivadores, la república de Petión llevo adelante una
reforma agraria que buscaba establecer una economía de pequeños campesinos (Dubois, 2012, 57-
67).
Este nuevo contexto fue muy favorable para Vastey ya que en poco tiempo logró escalar
posiciones y acercase al monarca. Tempranamente, en 1811, participó como secretario de la comisión
legislativa que promulgó el Code Henry, el cuerpo normativo que vino a regir los destinos del estado
(Vastey, 1823:115, Bongie, 2014a: 19). Posteriormente en 1813 recibió el título de Barón y comenzó
a trabajar estrechamente con el Rey. (Bongie, 2014a: 20). Al año siguiente, como fruto de esta nueva
relación, Vastey fue enviado junto con Prézeau, en una misión secreta que tenía como objetivo
negociar el reconocimiento de la independencia haitiana con Napoleón Bonaparte, algo que Francia y
el resto de las potencias se habían negado sistemáticamente a hacer (Bongie, 2014b 44). Esta
comisión fracasó, ya que a que apenas llegó a Londres se vio obligada a regresar debido a la caída de
Napoleón y la restauración de los Borbones. Empero,
aquel traspié fue momentáneo. A partir de ese momento Vastey se convirtió en el principal
intelectual del estado y el más importante de los escribas de Christophe. Además, empezó a cumplir
diferentes funciones políticas y educativas. Con el correr de los años fue nombrado Secretario del
Rey, miembro del Concejo Real, Mariscal de Campo, tutor del Príncipe y finalmente en 1819
Canciller del reino.
La llegada de Louis XVIII al trono francés generó inicialmente algunas modestas esperanzas en
el gobierno haitiano. Siendo ambos enemigos de Napoleón, era esperable algún tipo de acuerdo. No
obstante, quedaron de inmediato claras las verdaderas intenciones del nuevo monarca al nombrar a
Pierre Victor Malouet como Ministro de Marina y Colonias. Esta designación era tremendamente
grave para Haití, dado que Malouet tenía una larga y trágica historia en la isla. Durante el antiguo
régimen había sido administrador y plantador en Saint Domingue y para peor, en el transcurso de la
revolución había sido uno de los cabecillas de la alianza entre la elite blanca y los ingleses que había
luchado en contra de los esclavos rebeldes y la república francesa. Por último, en 1802 había sido
uno de los voceros del lobby colonial que había impulsado la realización de la expedición
reconquistadora. A tal fin, en aquel contexto escribió un libro intitulado Collection de mémories sur les
colonies et particuliermente sur Saint Domingue (1802) en el cual promovía el fin de las experiencias
democráticas y reformistas en el Caribe y postulaba abiertamente la necesidad de fortalecer el
colonialismo y restaurar la esclavitud y el racismo en dicha región (Bongie, 2014b, 45-48). Proyecto
que fracasó estrepitosamente y derivó en la independencia de Haití.
Apenas arribado al cargo en 1814, Malouet retomó su viejo proyecto y mando una misión
compuesta por Dauxion Lavayesse, Agostino Franco Medina y Draverman para intentar restablecer
la soberanía imperial sobre la isla. Desde Jamaica el primero entabló un diálogo epistolar con
Alexandre Petión, quien acordó su llegada a Port au Prince, mientras tanto el segundo entró de
incógnito a la monarquía a través de Santo Domingo. Éste fue rápidamente descubierto por las
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autoridades quienes lo apresaron bajo el cargo de espionaje (Vastey, 1823: 139-146). Al ser requisado
e interrogado, Henri Christophe, el Barón de Vastey y el resto de las autoridades se enteraron de que
el verdadero plan de la metrópoli era no sólo restablecer el dominio colonial sino también re-
imponer la esclavitud a los negros y quitarle derechos a los mulatos, otorgándoles una ciudadanía de
segunda categoría (Vastey, 1823: XXXIII-XXIX). Frente aquella amenaza, el gobierno puso en pie
de guerra al reino y dio aviso de lo sucedido a Alexandre Petión. Éste había estado negociando con el
primer delegado y aunque desde el comienzo se rehusó a aceptar la dominación francesa, sí se
mostró dispuesto a pagar una indemnización a la ex metrópoli a cambio del reconocimiento de la
independencia. No obstante, las negociaciones se vinieron rápidamente abajo cuando Alexandre
Petión supo acerca de las instrucciones ocultas del comisionado y lo expulsó de la isla. (Brière, 2008:
64-68)
La misión generó estupor entre los haitianos y particularmente en el Barón de Vastey, quien de
inmediato escribió dos libros: Le Système Colonial Dévoilé (1814a) y Notes à M. le Baron de V. P. Malouet
(1814), en los cuales denunció sus objetivos y mostró el verdadero rostro del antiguo sistema
colonial. Asimismo, al año siguiente llevó adelante una intensa campaña escrita en contra de
Alexandre Petión, por considerar que el Presidente y los mulatos del sur estaban traicionando los
principios de la revolución al haber abierto la puerta a la reconquista mediante la indigna propuesta
de indemnizar a Francia.
En 1816, Luis XVIIII despachó una nueva misión diplomática-militar a cargo del Vizconde de
Fontagnes y el Consejero de Estado Esmangart, acompañados por varios grand blancs y affranchis
exiliados. Bajo la amenaza de esta escuadra, los comisionados se reunieron con Alexandre Petión y
volvieron a insistir con el sometimiento de Haití al imperio. El Presidente se opuso tajantemente y
los delegados buscaron probar suerte con Henri Christophe, quien directamente ni los recibió
(Vastey, 1823: 212-213; Ardouin: VIII: 226-232).
Este nuevo fracaso generó ciertos debates en Francia y surgieron algunas voces que plantearon
la necesidad de reformular la estrategia frente a Haití. Una de ellas fue la de Leborgne de Boigne, ex
delegado del gobierno en la isla, quien en 1817 escribió un libro intitulado Noveau Systéme de
Colonisation pour Saint Domingue, en el que postulaba la creación de una compañía comercial para
someter a aquel estado díscolo mediante el neocolonialismo económico. Vastey respondió a esta
nueva ofensiva publicando dos valiosos trabajos. En 1816 escribió Réflexions sur une lettre de Mazères:
ex-colon français, adressée à M. J.C.L. Sismonde de Sismondi, un fuerte y lúcido alegato en contra de la
esclavitud y el racismo que todavía persistían en el mundo atlántico. Al año siguiente, publicó
Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti en el cual hizo una
encendida defensa de la revolución haitiana exaltando su originalidad y universalidad frente a otros
procesos como el francés y el estadounidense. Asimismo, abogó por el reconocimiento de la
independencia defendiendo la legitimidad de la lucha anti-colonial y de la soberanía del pueblo
haitiano. Por último, denunció con claridad meridiana el nuevo peligro imperial que acechaba a la
isla: el del neo-colonialismo económico promovido por Francia mediante la firma de tratados
comerciales que buscaban estrangular la autonomía nacional.
En 1819, Vastey escribió su último libro Essai sur les Causes de la Révolution et des Guerres Civiles en
Haïti. En este trabajo ensayó una historia crítica de la revolución haitiana e intentó dar cuenta de los
diversos factores que llevaron a los conflictos intestinos en la etapa post-independencia. En ese
mismo año alcanzó el pico de su carrera al ser nombrado Canciller. Sin embargo, todo se vino abajo
poco tiempo después. En 1820, Henri Christophe sufrió un ataque de apoplejía y quedó postrado.
Esa situación, junto con el creciente malestar popular debido al trabajo en las plantaciones, fue
aprovechada por un grupo de oficiales que se levantó en contra del Rey. Viendo que todo estaba
perdido Christophe se suicidó. Vastey sin protección fue asesinado pocos días después por los
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rebeldes. La monarquía se derrumbó rápidamente y Jean Pierre Boyer (Presidente del sur que había
sucedido a Alexandre Petión tras su muerte en 1818) logró unificar a Haití bajo su mando (Cole,
1967: 268-274). De esta manera, la muerte de Vastey coincidió con el fin de las guerras civiles y del
experimento monárquico.
Empero, los problemas del país continuaron y muchas de las amenazas imperiales que había
denunciado finalmente se cumplieron. La peor de todas, el neo-colonialismo económico, se
concretó en 1825. Dicho año, Carlos X le impuso al gobierno haitiano mediante una expedición
diplomática militar, una ordenanza por la cual se le reconocía la independencia a cambio del pago de
una indemnización fastuosa de 150.000.000 de francos y un tratado de libre comercio preferencial.
Jean Pierre Boyer se vio obligado a aceptar la medida coaccionada por la flota que había traído la
ordenanza. Para colmo de males, el desembolso de las cuotas resultó inmediatamente impagable y las
autoridades haitianas se vieron en la necesidad de tomar un impresito de Francia para sobrellevar
aquella carga. Nació así la doble deuda externa de Haití y el país empezó a caer nuevamente bajo las
garras del imperialismo galo, ahora en su variante financiera y comercial (Brière, 2008: 111-118).
Vastey mediante su obra no sólo predijo este peligro, sino que cuestionó seriamente la cosmovisión
imperante en su época. Veamos entonces, este tema con mayor detalle, analizando tres de sus
trabajos más relevantes.
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En su primera obra, tal como lo anuncia el título, Vastey se propuso develar el rostro oculto
del colonialismo, mediante un estudio histórico y analítico de aquel fenómeno en Haití, en conexión
con el mundo altántico. Como primer paso en ese sentido, señaló con claridad meridiana, que era
necesario someter a una aguda crítica a las narraciones históricas tradicionales, ya que sus autores,
eran todos colonos blancos profundamente interesados en legitimar ideológicamente el orden que
describían. De esa manera, aquellos trabajos venían a presentar una lectura celebratoria del sistema,
ocluyendo tanto la violencia sobre la que se sustentaba como la voz de los oprimidos que lo sufrían.
En su opinión:
La mayoría de los historiadores que escribieron sobre las colonias eran blancos, hasta
colonos; entraron en los detalles más pequeños sobre la producción, el clima, la economía
rural, pero se pusieron sobre aviso de no develar los crímenes de sus cómplices; muy
pocos tuvieron la valentía de contar la verdad, y aun diciéndola, buscaron disfrazarla y
atenuarla con expresiones, la enormidad de esos crímenes. Así, por motivos pusilánimes,
miras interesadas, estos escritores velaron los atroces crímenes de los colonos. Desde
hace siglos la voz de mis desafortunados compatriotas no podía ser escuchada más allá
de los mares; Cuando en los lugares, teatros de sus opresiones, estaban ahogados por la
influencia y la colaboración unánime de nuestros verdugos (1814a: 38-39).
Frente a aquella estrecha relación entre saber y poder, Vastey propuso un relato alternativo que
permitiese develar el rostro oculto del colonialismo y hacer emerger las voces de las víctimas
atrapadas en el horror de la esclavitud y el peso de las narrativas tradicionales. Anunciando la
magnitud de su empresa, Vastey señalaba:
Por fin llegó el tiempo, en el cual la verdad tiene que aparecer a plena luz; a mí que no
soy ni blanco, ni colono, sin tener la misma erudición, no me faltarían citaciones; mi
pluma haitiana carecerá de elocuencia sin duda, pero será verídica (…) pero no importa,
yo seré escuchado, entendido, por el europeo sensible e imparcial, y el colono arisco se
estremecerá, temblará, viendo sus crímenes sacados a plena luz. No es una novela lo que
escribo, es la exposición de las desgracias, de los largos sufrimientos y de los increíbles
suplicios que padeció un pueblo desafortunado durante siglos (1814a: 39).
Ahora bien, uno de los aspectos más sobresalientes y radicales de esta nueva historia sobre el
colonialismo es que se baso no sólo en fuentes textuales (cartas, estadísticas, documentos, etc) sino
en el testimonio directo de las propias victimas. De forma pionera Vastey promovió una historia oral
y desde abajo, mediante la cual intentó dar cuenta del sufrimiento y la voz rebelde de los sectores
subalternos, poniendo en tensión la veracidad del archivo y el relato imperial (Daut, 2014: 193).
Los hechos que voy a relatar (…) los obtuve de las familias aún existentes, cuyos padres
padecieron los suplicios que voy a intentar garabatear, y de los desafortunados que
sobrevivieron a esas torturas; estos testigos son irrecusables; me mostraron, con el apoyo
de sus testimonios, miembros mutilados por el hierro o quemados por el fuego. Los
tengo de una infinidad de personas notables y fidedignas; por cierto cito por sus
nombres a los colonos autores de estos crímenes; les desafío a desmentirme (1814a:40).
De esta manera, llevó adelante una revolución metodológica. Si la historia imperial negaba la
humanidad y la voz de los oprimidos, sepultándola bajo el peso de los documentos escritos por los
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colonos blancos, Vastey la puso en el centro de la escena valiéndose de aquellos testimonios como
pilares de su contra relato.
Estrechamente vinculado con este punto, otro rasgo absolutamente medular de esta obra es la
redefinición del concepto mismo de colonialismo. Para entender la centralidad de este punto es
menester realizar dos precisiones. En primer lugar, que el proyecto imperial contaba con un fuerte
respaldo en el mundo atlántico y que la noción del colonialismo estaba fuertemente asociada con la
idea de expansión de la civilización en los pueblos bárbaros y periféricos. En segundo lugar, que
dicho fenómeno era pensado fundamentalmente de manera unidimensional como la dominación
político-militar de un pueblo sobre otro. En este sentido, claramente predominaba una concepción
eurocéntrica, pro-colonial y simplista de aquel fenómeno. Vale la pena subrayar que, incluso, sectores
que uno podría definir como críticos, como los abolicionistas europeos y muchos de los principales
líderes de la independencia hispanoamericana, tendían a compartir una interpretación similar a la
expuesta. Los primeros atacaban la esclavitud (aunque no proponía su abolición inmediata y el
racismo, pero no denunciaban el colonialismo per se, al cual veían como una herramienta civilizatoria
legitima. Por su parte, lo sectores criollos, que lideraron el proceso independentista, estaban en
contra del imperio español, pero tampoco se oponían al colonialismo como tal. Por ello, se
dedicaron a atacar a la metrópoli que los subyugaba, pero no a las otras potencias que se expandían
en el Caribe, África y Asia, a las cuales, también veían como motores de la difusión del progreso a
nivel global. Asimismo, justamente por asumir esta mirada, buscaron expulsar a España de la región
sin alterar radicalmente las estructuras sociales y culturales creadas por la experiencia imperial.
En aquel contexto cultural Vastey rompió con esta noción hegemónica del colonialismo,
planteando que éste implicaba un orden sistémico, deshumanizador, violento y monstruoso que
estaba íntimamente vinculado con el racismo, el eurocentrismo y la esclavitud. De esta manera,
aportó un concepto más complejo del colonialismo que resulta analíticamente más consistente y
profundo que los que imperaban en aquella época.
El subtítulo de su obra resume estas ideas de manera magistral y contundente: “Helo ahí
conocido por fin el secreto lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es
la Masacre o la Esclavitud de los Negros (1814a)”
Con esta redefinición conceptual, Vastey se convirtió en un pionero (lamentablemente poco
conocido) del pensamiento anti-colonial y post-colonial que durante el siglo XX aparcería con fuerza
en el Sur Global. Así, por ejemplo, podemos ver claramente las similitudes con los análisis de Aimé
Césaire (2006) y Frantz Fanon (2007) quienes mucho tiempo después también subrayarían el carácter
estructural, multidimensional y cosificante del colonialismo (Daut, 2008: 52; Garraway, 2014:239;
Nesbitt: 2014, 285-286)
A partir de estas herramientas metodológicas y conceptuales, Vastey, reconstruyó la historia de
Haití, ya no como una celebración de la expansión europea en la isla, sino como un constante
desarrollo de la muerte y la dominación. Lucidamente su relato comienza allí donde el horror tuvo su
génesis, con la conquista de los pueblos originarios por parte de España. Desaparecidos estos,
prosiguió con el tráfico de africanos, la imposición de la esclavitud y la colonización de la isla por
parte de los franceses. De esta manera, Vastey mostró tanto la continuidad de la violencia y la codicia
imperial, como el río de sangre que unía a ambos pueblos víctimas. Con claridad denunció que:
Hace trescientos años que cometieron estas abominaciones, únicamente para amontonar
oro, y las cosas no cambiaron en nuestros días, vemos los mismos efectos, era para hacer
azúcar y café que nuestros opresores se mancharon con semejantes atrocidades; era para
satisfacer la avaricia y la sensualidad de los colonos que hemos sido tratados
inhumanamente, y del mismo modo, que los desafortunados indios. ¡Aquí esta el funesto
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origen de la Trata de esclavos! Era para ser substituidos a los desgraciados indios, para ser
condenados al igual que ellos, a los trabajos, a los suplicios, a los desprecios y a la
muerte, que los europeos emprendieron ese tráfico infame; siempre el crimen conduce al
crimen, es el paso ordinario del corazón humano, pertenecía en efecto a los verdugos, a
los perseguidores de esos desafortunados, la salvaje invención de la trata, ellos solos
podían inventar este abominable tráfico; Endurecidos al crimen, acostumbrados a
desgarrar y rajar hombres bajo el látigo, acostumbrados a deleitarse con las lágrimas y la
sangre de los indios; Ellos solos podían inventar tal monstruosidad (1814a:11-13).
Aniquilados los nativos, los africanos vinieron a correr un similar destino trágico en una isla
que se había convertido en un infierno para los no europeos. Así, la esclavitud y el racismo pasaron a
ser el corazón del sistema colonial. Civilización, progreso, cristianización, paternalismo eran las bellas
palabras con las cuales las elites blancas buscaron legitimar aquel orden. Para ellos la violencia era
algo excepcional y en todo caso justificable, en pos de valores superiores. Anticipándose a lo que
luego plantearía Enrique Dussel, Vastey señaló que para los colonizadores y esclavizadores la culpa
recaía ultima ratio en las víctimas, dado que éstas con su barbarie e inferioridad racial era quienes los
obligaba a usar la fuerza para llevar adelante su proyecto salvacionista (Dussel, 1994: 70). Vastey
decía que: “Es con (…) atroces medios que obtienen esclavos y aún se atreven a calumniar a las
desgraciadas victimas después de haberlas seducido en un abismo (1814a:14)”. Con lucidez, embistió
duramente contra estos argumentos mostrando que eran falsos oropeles utilizados para adornar al
horror. La violencia no era algo excepcional, sino la regla. El propio sistema colonial era un estado de
excepción permanente, donde las vidas de los esclavizados y racializados no tenía más valor que el de
ser sujetos para la producción y la muerte (Daut, 2014: 202). En ese mundo monstruoso la culpa era
colectiva ya que en su opinión: “todos cometieron, participaron y contribuyeron a estos horrores,
además el número de colonos que fueron buenos y humanos, es tan pobre que no vale la pena hacer
una excepción a la regla general (1814a:38)”. Cada uno de los amos: “era un déspota blanco que tenía
el bárbaro derecho de vida y muerte sobre los desgraciados en sus talleres (…) la muerte planeaba
sobre nuestras cabezas como las de los más viles animales (1814a: 63)”.
Como señala Garraway, con estos testimonios, construyó un archivo del horror en el cual
detalló uno por uno los sufrimientos y la sobreexplotación a los que eran sometidos los esclavos. En
un gesto sumamente original, no sólo describió las terribles formas que adquiría la violencia
colonial/esclavista, sino que denunció con nombre y apellido a cada uno de los perpetuadotes de
dichos crímenes. Así, procuró sintetizar una mirada sistémica del aquel fenómeno con un análisis
que subrayaba la responsabilidad individual de cada uno de los amos. Además, mediante esta
estrategia busco intervenir en el debate internacional deslegitimando y atacando directamente a los ex
colonos que en pose de victimas de la barbarie de los negros rebeldes hacían lobby en Francia a favor
de la reconquista imperial (Vastey, 1814a: 47-63; Garraway, 2014: 228-235).
Ahora bien, para Vastey los culpables no eran únicamente los colonos y los esclavizadores. El
problema era mucho más amplio y profundo. Anticipándose a los análisis de Césaire (2006) y otros
autores del siglo XX, planteó la complicidad entre la ciencia europea y la explotación de los pueblos
coloniales. En uno de sus pasajes más penetrantes e irónicos planteó:
La posteridad no creerá nunca que fue en un siglo de luces, como el nuestro, que
hombres diciéndose sabios, quisieron bajar la condición bruta de los hombres,
protestando la unidad del tipo primitivo de la raza humana, únicamente para conservar el
atroz privilegio de poder oprimir una parte del género humano. Yo mismo, escribiendo
esto, no me puedo parar de reír de tanto absurdo, cuando pienso en que millares de
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volúmenes han sido escritos sobre tal sujeto; doctores escritores y científicos anatomistas
pasaron su vida los unos a discutir de los hechos que son claros como el día, los otros a
disecar cuerpos humanos y de animales, para probar que yo, quien escribe ahora, soy de
la raza del Pongo. Siempre me pregunto riendo (porque quién no se reiría de tales
tonterías), ¿seguimos estando en aquellos siglos de ignorancia y de superstición, en los
cuales Copérnico y Galileo pasaban por heréticos y brujos? (1814a: 30-31).
En fin, Vastey se interrogaba con lucidez cómo era posible que la tan mentada civilización en
vez de reconocer y promover la evidente igualdad y la libertad del género humano, sólo utilizase
aquellos conceptos de forma parcial y eurocéntrica para legitimar la dominación de los otros-
extraeuropeos.
Bajo este sutil y radical análisis el discurso imperante quedaba trastocado. Develado el
verdadero rostro del orden colonial, la revolución haitiana, considerada por los colonos como una
terrorífica masacre de blancos, se presentaba en todo su esplendor como un proceso legítimo y
genuinamente emancipatorio. Por ello, Vastey concluyó su obra no sólo con una fuerte
reivindicación de aquel acontecimiento, sino también con una enérgica apelación dirigida a sus
compatriotas. En aquel contexto, era urgente recordar los horrores del pasado y sobre todo el
glorioso ejemplo de la revolución para conjurar la amenaza imperial que, nuevamente, acechaba la
isla. (Vastey, 1814a: 92-96).
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jerarquías raciales, empero no siempre iban de la mano. Una minoría de autores, como los
abolicionistas europeos, combinaba una idea de igualdad racial con nociones de inferioridad
histórica-cultural. Esto implicaba que terminasen justificando medidas abolicionistas muy moderadas
y un colonialismo de corte paternalista (Brion Davis, 1988: 391-422; Sala Molins, 2006: 11-55;
Mbmebe, 2016: 134).
Vastey rompió totalmente con el racismo pero no logro zafarse completamente de las referidas
ideas ya que compartía los núcleos duros de la cosmovisión ilustrada. Empero, como pocos en su
época, los puso en tensión y en gran medida pudo trascenderlos planteando un análisis más universal
y radical. De esta manera, aunque aceptó la dicotomía civilización y barbarie y la lectura progresiva de
la historia, trató, aunque con ciertas dificultades, de desarticular la tradicional identidad entre
civilización y Europa (Garraway, 2012: 13-15). Para él ni Europa representaba la civilización per se, ni
mucho menos era la única locomotora de la historia. En contrapartida, África no era aquel reino de la
barbarie imaginado por el discurso imperial, sino un mundo con múltiples matices. Reconocía que
en aquella época África tenía innumerables problemas, sin embargo, argüía que no eran ni naturales
ni tan profundos como se decía. Además, no todos eran responsabilidad de los propios africanos.
Por otra parte, aquellos pueblos cobijaban grandes virtudes y contaba con todos los elementos
básicos que hacían a la civilidad humana. A su vez, contrariando a las tesis de autores como Hegel
que pensaba que África (2005:279)
No tiene interés histórico (…), sino el de que los hombres viven allí en la barbarie y el
salvajismo, sin suministrar ningún ingrediente a la civilización. Por mucho que
retrocedamos en la historia, hallaremos que Africa está siempre cerrada al contacto con
el resto del mundo (2005:279)
Vastey consideraba que éstos no sólo tenían una rica historia, sino que además habían jugado
un rol absolutamente clave en el devenir universal. Aquí, invirtiendo totalmente el relato eurocentríco
del progreso, planteó que África era la cuna de la civilización y que gracias a su influencia Europa
había logrado emerger de las tinieblas.
Aquel apogeo inicial africano devino tiempo después en decadencia, pero no por motivos
raciales, ni geo-culturales, sino por dificultades conjuntarles y, especialmente, por la intervención de
fuerzas externas. Las invasiones de los musulmanes produjeron los primeros signos de declive que
luego fueron consolidados por las incursiones y el tráfico esclavista impuesto por los europeos. De
esta manera, Europa lejos de civilizar a África y subirla al carro del progreso como argüía el relato
tradicional, la había sumido en la decadencia. En fin, la había barbarizado. Con vehemencia
denunciaba:
Los enemigos de África desean convencer al mundo que durante 5 mil años (…) África
ha estado siempre hundida en la barbarie y que (…) es esencial a la naturaleza de sus
habitantes. ¿Acaso se olvidaron que África es la cuna de las ciencias y las artes? Si se
olvidaron de esto es nuestro deber recordárselo (1816: 32).
Y polémicamente señalaba:
África civilizó Europa y es a la raza negra hoy en día esclavizada (…) que los europeos le
deben las ciencias y las artes, incluso el arte de hablar. Yo por mi parte me pregunte que
es lo que los europeos han hecho en pos de la civilización de África, desde que se han
civilizado, y desde que se han convertido en el centro de las artes y las ciencias e
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iluminada por la doctrina cristina que inculca la caridad y el buen trato hacia nuestros
vecinos (…). Esto es lo que Europa ha hecho: ha establecido el inhumano tráfico de
hombres que ha corrompido la población de África. El progreso en la vida social, la
agricultura, las morales, la literatura han sido aniquilados por aquel odioso tráfico,
ocasionado desolación, barbarie (1816: 47-48).
Para Vastey, era evidente aquello sistemáticamente negado por el discurso imperial: que la
violencia colonial constituía la verdadera barbarie y que no podría traer otra cosa que muerte y
destrucción:
Como se puede tener la cara de pretender que los hombres pueden ser civilizados por
instructores que comercian con carne human y miserias, instructores que en vez de
preceptos morales introducen en la mente de los africanos el asesinato, (…) el pillaje y en
vez de libros y educación los corrompen con (…) licores, armas (…) para destruirse uno
a otro. (…) (1816:43).
En su opinión Europa era como Jano, tenía dos caras totalmente contradictorias, una
civilizada, representada por sus avances científico-técnicos y otra bárbara, definida por su agresividad
colonial con respecto a otros pueblos. Nuevamente, con estas ideas Vastey se adelantó a su tiempo.
De forma pionera planteó una revisión de la historia eurocentrica y una serie de lucidas
conceptualizaciones que mucho después serían retomadas (en la mayoría de los casos sin conocer
este antecedente) por otros autores de la diáspora africana del siglo XIX y XX. Por ejemplo, la idea
de África como cuna de la civilización mundial aparecerá luego en Anténor Firmin (2002), Marcus
Garvey, W.E.B. Dubois, entre otros (Mbmebe, 2016: 155-156). Los planteos en torno a la
barbarización y el subdesarrollo de África por parte de la acción colonial y esclavista serán
posteriormente desarrollados por escritores claves como Aimé Césaire (2006) y Walter Rodney
(2011).
Ahora bien, si a África le correspondía el honor de haber sido la cuna de la civilización, Haití y
su revolución representaba un nuevo momento fundacional en la era moderna. Por un lado,
significaba el comienzo de la regeneración de los pueblos africanos y por el otro, el amanecer de una
civilización alternativa, post-racista y post-colonial. La revolución había demostrado que:
La capacidad de los blancos y negros para adquirir ciencias y artes es igual. Lean la
historia de la Humanidad, nunca hubo evento tan prodigioso en el mundo. (…) No sólo
los haitianos adquirieron con sus derechos inmortales la admiración del universo y de la
posteridad, pero adquirieron incluso mayor derecho a la gloria por haberse elevado desde
la ignorancia y la esclavitud al esplendor y la properidad (1816: 84-85).
Así, aquella isla tropical venía a encarnar una suerte de síntesis superadora de diversos mundos,
que incluía tanto el legado y la experiencia de los africanos como una apropiación universalista de lo
mejor de la tradición europea. (1816:82-86).
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Vastey era plenamente consciente de que, a pesar de haber conquistado la emancipación por la
fuerza, la lucha contra las potencias enemigas no cesaba, sino que continuaba en el campo de las
ideas: “Después de haber establecido nuestros derechos por la espada, adquirimos nuevo lustro ante
los ojos del mundo, cuando los defendemos con la pluma (1817: XIX)”. Una vez más su estrategia
argumental implicó mostrar las falacias del discurso colonial subrayando sus inconsistencias y
contradicciones lógicas. Discutiendo con aquellos que definían a Haití como una masacre
indiscriminada de blancos, les volvió a recordar los horrores del orden colonial/esclavista y las
prácticas genocidas llevadas adelante por la expedición napoleónica durante la última etapa de la
guerra. Ciertamente, los esclavos rebeldes habían tomado las armas, pero su lucha no había sido
motivada por la sed de dominación, sino por las ansías de libertad. Los haitianos no promovían un
racismo invertido anti-blanco, sino una política post-racial. El conflicto con Francia era estrictamente
político y fruto de una concepción anti-colonial basada en la terrible historia de subyugación
imperial. Decía: “Nosotros detestamos a los franceses, pero no por su color. Aquellos que han sido
nuestro azote son odiados, pero amamos a todos los hombres sin importar su color o su nación
(1817: 21)”.
A lo largo de toda su obra, Vastey desarrolla una teoría anti-imperial que, aunque postula una
afirmación nacionalista y afrocéntrica, evita caer en posiciones chauvinistas y racistas invertidas. En
este sentido, sus ideas podrían asimilarse a un humanismo cosmopolita crítico post-racista y post-
colonial construido desde la experiencia del mundo periférico. Por ello, en sus trabajos aparecen
constantes apelaciones a la necesidad de establecer alianzas transnacionales y transraciales en contra
de los sectores colonizadores que tenían la hegemonía cultural y política en el mundo atlántico. Así,
además de los pueblos subyugados, los abolicionistas blancos eran los principales interlocutores a los
cuales buscaba conquistar para su causa. Es en esta línea, que se comprende la admiración que
profesa en favor de Inglaterra. Aquella nación, era vista por él como una potencial aliada de Haití
dado su tradicional oposición a Francia y su ofensiva a favor de la abolición del tráfico esclavista.
Para Vastey, el derecho natural bien entendido estaba indiscutiblemente a favor de la causa
haitiana. Empero, las potencias no se avenían a aplicarlo debido a sus prejuicios racistas y
eurocentricos. Con ironía, volvió a mostrar las típicas contradicciones del discurso hegemónico
señalando que era insensato pensar que: “los europeos solo recibieron del Creador el privilegio
exclusivo de formar cuerpos políticos y autogobernarse (…) (1817:16)” y denunciando que:
De todos los prejuicios que afecta (…) a la raza humana no hay ninguno más odioso,
absurdo y fatal (…) que el (…) del color. ¿Quien va a gobernar sobre los negros, si un
negro no es su Rey? ¿Acaso es que la realeza es una prerrogativa exclusiva de los
blancos? (…) ¿Acaso vamos a determinar por las diferencias de complexión las
cualidades de físicas y morales de los hombres? (1817: 17-18).
Apropiándose del cristianismo en clave universalista, Vastey afirmaba que Dios era el creador
de la diversidad humana y provocativamente acusaba a sus interlocutores de herejes que se rebelaban
“en contra del (…) Creador por cuyo placer una variedad de humanos pueblan la tierra (1817:18)” A
su vez, era insensato pensar, que únicamente los europeos estaban preñados de potencia histórica.
Con la misma actitud inquisitiva, señalaba: “¿Por qué el vasto continente americano debe ser
condenado a inactividad? ¿Acaso estos habitantes han nacido sin los deseos que animan a los
europeos?” (1817:18) No sólo todos los pueblos extra-europeos poseían idéntica agencia histórica,
sino que como vimos, en particular África y Haití habían hecho aportes claves a la historia global.
Revisando y descentralizando el relato moderno tradicional, Vastey planteaba una revulsiva lectura
comparativa entre las revoluciones de Haití y la de Francia, mostrando las conquistas de la primera
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frente a las limitaciones de la segunda: “La Revolución en nuestro país nos ha llevado a la civilización
y a la luz del conocimiento, mientras que la Francesa los ha llevado a la barbarie y la oscuridad de la
ignorancia. (1817:25)”.
En fin, estaba claro que el no reconocimiento de la independencia haitiana era un acto
ilegitimo basado en los prejuicios coloniales. Tal vez el mejor contraejemplo era el de Estados
Unidos, quien en poco tiempo había obtenido de Inglaterra lo que ahora Francia le rechazaba a los
haitianos. Nuevamente haciendo gala de su acostumbrada ironía, Vastey denunciaba aquel absurdo:
“Los Americanos son blancos, nosotros (…) negros, y como no somos descendientes de la sangre
francesa, por lo tanto, no tenemos derechos a pedir (…) la benevolencia de los franceses.
Razonamiento admirable (1817: 15-16)”.
Empero, el no reconocimiento era uno sólo de los problemas que sufría el joven estado. El
más acuciante era la vocación re-colonizadora que mostraba la antigua metrópoli. Probablemente
uno de los elementos más interesantes de la obra de Vastey, fue haber reconocido tempranamente
que el colonialismo podía expresarse sutilmente a través de diversos medios, tan peligrosos como el
de la conquista militar. En este sentido, les advirtió a sus compatriotas que Francia estaba cambiando
su estrategia y que ya no buscaba someterlos “por la fuerza de las armas o intimidarnos con el terror
(…)” que ya no “adoptaba las características de un monstruo que amenaza con exterminar nuestra
raza hasta el último niño, ahora es una sirena que con su voz melodiosa y sus formas seductoras nos
invita a lanzarnos a sus brazos.” (Vastey, 1817, IV, Bongie, 2014, b, 61). Desde este punto de vista, el
proyecto M. de Boigne se presentaba pacífico y amigable, pero escondía una acuciante amenaza neo-
colonial contra el país. Por ello alertaba que: “El comercio es el único camino por el cual nuestros
enemigos tienen la esperanza de introducirse entre nosotros, corrompernos, desunirnos (…) y
finalmente oprimirnos. (…) Es necesario recordar la máxima “Que el negociador sea un mercader
inicialmente, al principio les gustara la mercancía y luego al mercader”” (1817:132-133). Empero,
para conjurar este mal no sólo alcanzaba con denunciarlo y con evitar las relaciones comerciales
draconianas que se buscaban imponer, sino que era necesario establecer una economía con sólidas
bases que garantizasen la independencia nacional (Nicholls, 1996:52). A tal fin, Vastey promovió un
incipiente industrialismo, ligado fundamentalmente a la esfera militar, y la producción de alimentos,
absolutamente necesarios en una isla que hasta ayer era casi monoproductora de azúcar (1817: 103-
112). De esta manera, entendió que sin diversidad productiva, sin soberanía alimenticia y sin algunas
industrias básicas la isla inevitablemente caería presa de las garras económicas del antiguo imperio.
Con clarividencia planteaba que: “Una nación debe ser capaz de abastecerse de todo lo que necesita.
Si depende de los mercados extranjeros para su subsistencia no tiene más la independencia en sus
manos. (1817: 112)”.
Con estas ideas Vastey aparece nuevamente como un adelantado de su tiempo. Vale la pena
recordar, que en el resto de América Latina la mayoría de los sectores criollos independentistas
defendían teorías totalmente opuestas a las suyas. No sólo revindicaban el librecambismo sino que
además abrazaron con fuerza los tratados comerciales y los empréstitos que Inglaterra les ofreció
durante los años 20´s. El resultado fue el previsto, las jóvenes repúblicas quedaron enfeudadas a un
nuevo amo. Trágicamente algo similar ocurrió posteriormente en Haití con la ordenanza de Carlos
X. Sin embargo, en este caso no fue algo buscado por las elites haitianas, sino algo impuesto
coactivamente por la antigua metrópoli. Fuese como fuese, en ambos casos, los temores de Vastey se
terminaron cumpliendo y sus advertencias resultaron ser proféticas.
No obstante, el pensador haitiano no era una pesimista sino que abrigaba esperanzas en las
luchas por venir. Trascendiendo los estrechos márgenes insulares, profetizaba una revolución de los
pueblos periféricos contra las lógicas coloniales, esclavistas y racistas del sistema mundo/colonial. En
un tono que recuerda a la verba iracunda de Fanon y que preanuncia, ya no sólo el panafricanismo
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sino también al tercermundismo, advertía que, “500 millones de hombres negros, amarillos y rojos
distribuidos por todo el globo, claman de su gran Creador aquellos derechos y privilegios que ustedes
le han robado injustamente” (Vastey, 1816:14; Nicholls, 1990:120). Una revolución global
protagonizada por los condenados de la tierra contra aquel orden era necesaria, justa e inevitable.
¿Pero cómo podremos erradicar los absurdos prejuicios que siguen existiendo? ¿Cómo
se abolirá el tráfico de esclavos, la esclavitud, el perjuicio de color? (…) ¿De que manera
se le restauraran los derechos originales al hombre, si no es mediante una gran
revolución que sobresellara todos los obstáculos (…) y que se erradicare todos los
prejuicioso que se oponen a la felicidad y perfección de la humanidad?” (1817: 26).
En fin, sólo una revolución que continuase a escala planetaria con el legado igualitarista y
libertario del proceso haitiano podía restablecerle a la humanidad la armonía que el orden
colonial/esclavista/racista había quebrado.
Conclusión
Vastey fue, indudablemente, el primer teórico de la revolución haitiana. Un proceso que se
había caracterizado por carecer de intelectuales, tuvo en él a un lúcido exegeta que se dedicó a
estudiar, con ahínco, sus causas, sus consecuencias y sus implicancias sociales, políticas y culturales.
Vastey fue más que un mero escriba de Christophe o un simple propagandista de los logros de la
revolución. No sólo mostró al mundo lo justa de dicha causa, sino que fue más allá. Fue el primer
teórico de la revolución, porque además de hacer todo eso, procuró continuar el legado
revolucionario mediante la pluma, construyendo un pensamiento original con el cual asaltar la
hegemonía cultural sobre la que se asentaba el orden colonial/esclavista/racista. Pensamiento
mestizo y situado, hecho de retazos de teorías de origen europeo y las enseñanzas de la experiencia
sufriente y rebelde de los esclavos de Haití. Aquella compleja amalgama, le permitió trascender los
estrechos márgenes eurocéntricos y racistas que aprisionaban a las corrientes intelectuales de su
época y abordar conceptualmente problemas que desde la óptica tradicional resultaban
invisibilizados. En este sentido, no sólo eludió las típicas taras que obnubilaban al pensamiento
hegemónico, sino que a su vez superó en radicalidad política y lucidez conceptual a otras corrientes
críticas que pugnaban contra el orden establecido. Así, sus posiciones fueron mucho más lejos que la
de los abolicionistas europeos y la de los líderes de la independencia hispanoamericana al estudiar y
denunciar las múltiples formas de dominación que imperaban en el mundo atlántico.
Ahora bien, a pesar de todo es forzoso reconocer que su obra presenta contradicciones y
limitaciones. Por ejemplo, fue un decidido defensor de la monarquía de Christophe, de cierta
desigualdad política y social (recordemos que era noble) e incluso promovió una parcial difusión de la
cultura europea en el mundo periférico (aunque siempre en su versión más humanista y no
conquistadora). Su adopción sincrética del cristianismo y la ilustración, significó por un lado un
insumo clave para su ideario crítico y por el otro, un lastre ya que lo llevó a aceptar, parcialmente, la
tramposa dicotomía de civilización y barbarie y la aún más complicada noción de progreso
(Nicholls1990:120-121; Garraway 2012: 13-15). Sin embargo, resultan sumamente exagerados los
reproches de Nicholls, quien ha comparado su discurso político con la hipocresía ideológica de las
elites de la África post-colonial que usaban la negritud como forma de legitimar sus tiranías. Vastey,
nada tiene que ver con eso. Sus aspectos más conservadores, como la defensa de la monarquía,
deben ser pensados a la luz de las amenazas neo-coloniales que vivía el naciente estado. Entendía que
únicamente un gobierno fuerte, dirigido por un monarca con una reconocida tradición revolucionaria
como Christophe, podía hacerles frente a las acechanzas de las potencias y la ex – metrópoli. Por
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otro lado, los referidos lastres eurocentricos, son entendibles, cuando pensamos las dificultades, o
directamente la imposibilidad, de crear una teoría crítica desde cero. Uso las herramientas que tuvo a
mano y aunque las moldeó todo lo que pudo, no dejaron de tener una lógica propia.
Empero, aún con sus limitaciones, el balance resulta claramente positivo. En un mundo donde
las grandes luminarias filosóficas de Europa estaban enfrascadas en una perspectiva eurocéntrica y
colonial desde la cual negaban la humanidad a los pueblos extra-europeos por su color de piel y su
diversidad cultural, Vastey representó una fuerte voz discordante. Fue, como vimos, un precursor en
múltiples sentidos cuya mayor fortaleza radicó en haber expresado en términos teóricos el legado
subversivo de la revolución de Haití. Fue un pionero del anticolonialismo en América Latina y el
mundo períferico, que aún hoy está a la espera de ser redescubierto.
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