(Español) Carta de Cuaresma 2020 - Familia Vicentina
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hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autori-
dad de hombres.
Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las
costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo
de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio
de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman
parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda
tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra
extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de
los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la
carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el
Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas
leyes.
Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da
muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen
de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren
detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen;
son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien,
y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran
como si se les diera la vida»7.
Los cristianos así descritos no habrían podido sobrevivir jamás, permanecer fieles, superar
increíbles sufrimientos y persecuciones y ser testigos hasta la muerte en todo tiempo si su vida
de oración no hubiera sido una relación profunda con el Amor de su vida. Jesús era su todo
y, así pues, ha guiado todas sus elecciones. Esto implica conocerlo y «entrar en su espíritu»,
según los consejos que san Vicente dio a sus cohermanos :
«Preguntándonos cuando se presente la ocasión: «¿Cómo juzgaba de esto nues-
tro Señor? ¿Cómo se comportaba en un caso semejante? ¿Qué es lo que dijo?»
Es preciso que yo ajuste mi conducta a sus máximas y a su ejemplo. Sigamos
esta norma, hermanos míos, caminemos con toda seguridad por este camino,
en el que Jesucristo será nuestro guía y nuestro conductor; y recordemos lo que
él ha dicho, que «el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán»
(cf. Mateo 24,35). Bendigamos a nuestro Señor y tratemos de juzgar como él
y hacer lo que él nos recomendó con su palabra y con su ejemplo. Y no sólo
esto; entremos en su espíritu para entrar en sus acciones. No basta con hacer
el bien, hay que hacerlo bien, a ejemplo de nuestro Señor, de quien se dice en
el evangelio que lo hizo todo bien: Bene omnia fecit (cf. Marc 7, 37). No basta
con ayunar, con cumplir las reglas, con trabajar para Dios; hay que hacer todo
eso con su espíritu, esto es, con perfección, con los fines y las circunstancias
con que él mismo lo hizo»8.
Un ejemplo de Jesús que yo debería adoptar concierne a su oración. Jesús oraba a menudo
retirándose a un lugar de soledad donde podía estar a solas con Dios Padre. A lo largo de la
7 Oficio de lecturas, miércoles de la V semana del Tiempo pascual, capítulo 5, «Los cristianos en el mundo»
8 SVP XI/3, 468 ; conferencia 124, « Sobre la sencillez y la prudencia »
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historia y todavía hoy, numerosos santos y otros cristianos han dedicado y dedican tiempo de
sus compromisos y sus servicios cotidianos para partir al «desierto» con el fin de estar solos
con Jesús.
Además de la oración, comunitaria o individual, que practico ya de mane-
ra cotidiana, semanal, mensual o anual, ¿puedo encontrar otros medios de ir al
«desierto» para profundizar mi relación íntima con Jesús? El desierto puede ser un lugar al
que yo voy físicamente o un estado de espíritu que no sea un lugar concreto. ¿Dónde puedo
encontrar este desierto? ¿Cuántas veces puedo ir? ¿Cuánto tiempo puedo quedarme?
Que nuestra oración se convierta en un regalo que nos ofrecemos los unos a los otros. Seamos
testigos de la «fuerza transformadora de la oración».
Su hermano en san Vicente,
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