Los Aportes de Ernst Kretschmer

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IV

Los aportes de Ernst Kretschmer

En este capítulo nos proponemos delimitar con precisión la concepción de la paranoia que Lacan
construye en sus escritos psiquiátricos a partir de la noción de personalidad, para examinar su posi-
ción en cuanto a la discusión imperante en la psiquiatría de la época sobre si la psicogénesis de las
psicosis es constitucional o reaccional. Para ello, examinaremos su tesis doctoral y otros escritos en
los que se ocupa del tema y algunos de los antecedentes psiquiátricos fundamentales en los que se
sustenta. Especialmente, señalaremos su posición respecto de la teoría del carácter paranoico de
Génil-Perrin y del concepto de reacción tal como lo formula Ernst Kretschmer. Ambos son antece-
dentes ineludibles para revisar el camino por el que Lacan inicia la construcción de una concepción
de paranoia formalizada de diversos modos a lo largo de su enseñanza.

I. Paranoia y Personalidad1
En la Introducción de la tesis Lacan establece un vínculo entre psicosis y personalidad fundándose
en la oposición psiquiátrica entre demencias y psicosis construida alrededor de la presencia o au-
sencia de una lesión orgánica objetivable que explique los diferentes déficits capacitarios. Puesto
que en las psicosis no se encontraban tales lesiones, sus trastornos mentales eran caracterizados co-
mo “trastornos específicos de la síntesis psíquica”.2 Para Lacan dicha síntesis psíquica es un con-
cepto técnico que refiere a lo que se conoce comúnmente como personalidad. Pero ¿qué significa
“personalidad”? En su tesis Lacan se ocupa de precisarlo para luego exponer sus relaciones con la
paranoia.

1. Un estudio de la estructura de la personalidad


Lacan lleva adelante un minucioso y atento estudio de la noción de personalidad tal como fue pen-
sada desde las perspectivas más disímiles (creencias populares, especulaciones metafísicas, expe-
riencia común, psicología científica y psiquiatría, entre otras), para poner de manifiesto su relación
con las psicosis y demostrar que los trastornos de estas solo se comprenden a partir de aquella, pues
de lo contrario “la psicosis seguirá siendo siempre un enigma: el enigma expresado sucesivamente
por las palabras locura, vesania, paranoia, delirio parcial...” (los destacados son suyos).3
En la primera parte de la tesis -”Posición teórica y dogmática del problema”- agrupa cuatro capítu-
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los. En el primero presenta una breve historia del grupo de las psicosis paranoicas -que luego reto-
maremos- y en el segundo -”Crítica de la personalidad psicológica”-, analiza la noción de persona-
lidad. La justificación está en la discusión que mantendrá con las opiniones psiquiátricas más co-
rrientes según las cuales los hechos de que la paranoia no evolucione hacia la demencia, que no
salte a primer plano el factor orgánico y que sea dificultoso de explicar el delirio como un trastorno

1. Este capítulo fue publicado con anterioridad bajo en título “Psicogenia de la paranoia en la obra psiquiátrica de J.
Lacan, ¿constitución o reacción?”, en XI Anuario de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Bue-
nos Aires, Secretaría de Investigaciones, Buenos Aires, 2003.
2. Lacan, J. (1932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 1998, pág.
15.
3. Ibíd.

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intelectual o afectivo, permitirían concluir que su génesis corre por cuenta de un trastorno evolutivo
de la personalidad.
Lacan comienza por definir los tres atributos esenciales que la creencia común le otorga a la perso-
nalidad: síntesis, intencionalidad y responsabilidad. Así, entendida como “un hecho de experiencia
psicológica ingenua”4, la personalidad es percibida por el sujeto como lo que sintetiza su experien-
cia interior en el sentido de otorgarle una unidad que armoniza sus tendencias, armonía que les es
dada al jerarquizarlas y otorgarles un ritmo de acción. En este sentido asevera que su compleja ope-
ración se presenta al modo del juicio pero referido a una realidad “intencional” y no meramente
efectuada. En consecuencia, la personalidad es orientadora: proyecta la acción hacia un futuro. Y
son estos dos atributos -síntesis e intencionalidad- los que justifican el tercero: la tendencia a la
síntesis sumada a la intencionalidad permite al sujeto pensarse como continuo en el tiempo, garanti-
zando ciertas constantes que hacen entonces de la personalidad el fundamento de la “responsabili-
dad personal”, propia y de sus semejantes, más allá de todo cambio de situación vital o variación
afectiva.
A continuación descarta las definiciones de la metafísica tradicional y de la psicología científica5
por las dificultades que estas no pueden resolver y porque las considera fruto de una experiencia
ingenua que se formula en un pensamiento espontáneo:

“Las creencias comunes sobre la personalidad, su sustancialización por la metafí-


sica, la imposibilidad de fundar sobre ellas una definición científica rigurosa, he
ahí el camino que nuestra presentación acaba de recorrer”.6

Es decir que no permiten distinguir con claridad la experiencia subjetiva de lo comprobable objeti-
vamente. Por ello busca entonces apoyo más firme en el método tradicional de la introspección dis-
ciplinada. Sin embargo, rápidamente señala lo decepcionante que resulta puesto que no hace otra
cosa que confirmar el fracaso de la supuesta intencionalidad de la personalidad, en tanto es inte-
rrumpida por algunos imprevistos que irrumpen desde el interior: “fuerzas interiores” que a veces
resultan completamente nuevas y otras demasiado conocidas pero que son “de naturaleza afectiva, y
su conflicto con nuestra personalidad organizada nos lleva a desaprobarlas, cualquiera que sea [...]
su valor real, perjudicial para nosotros o para los demás...”.7 En este sentido, aunque descarte el
método introspectivo, le reconocemos utilidad: le sirve para advertir que la creencia común le otor-
ga a la personalidad un atributo que no es más que mera apariencia: la intencionalidad es una ten-
dencia, una aspiración. Ello le permite concluir que se trata de “tentativas de síntesis, susceptibles
de fracasos y de renovación” [el destacado es mío].8 Concepción que hace tambalear toda idea de
continuidad y, por ende, de alguna atribución posible de responsabilidad. Por esta razón la intros-
pección no le conviene, pues no le permite zanjar una definición de personalidad que contribuya a
resolver el problema médico-legal que plantea la psicosis, el problema de si los psicóticos que co-
meten un delito son criminales o no, de si se los debe juzgar legalmente o son inimputables. Así, la
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cuestión de la responsabilidad está en la base de la búsqueda que emprende Lacan en estos años.
Propone entonces un análisis objetivo de la personalidad para evitar su desdibujamiento, fruto de
las vaguedades antes mencionadas. Punto con el que verifica el desarrollo de la personalidad como
un progreso que va desde la primera edad hasta la vejez, sobre la base de “estructuras reaccionales

4. Ibíd., 29.
5. La crítica que le hace a esta última es que hace del sujeto una nada, un simple “lugar” donde se suceden sensacio-
nes, deseos e imágenes, lo cual en consecuencia no posibilita atribución alguna de responsabilidad.
6. Ibíd., 33.
7. Ibíd.
8. Ibíd., 34.

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típicas y que tienen una sucesión fija”.9 De allí que el método para su estudio provenga de la psi-
quiatría, en tanto “tiene por objeto las reacciones totales del ser humano, [pues pone] en el primer
plano las reacciones de la personalidad”.10 Con esta concepción sustituye la tan mentada síntesis
psíquica por una ley evolutiva que abarca incluso aquellas interrupciones afectivas imprevistas que
discontinúan la totalidad de la personalidad, porque las concibe plenas de sentido; entonces, ruptu-
ras comprensibles. Así, a partir de las relaciones de comprensión, la personalidad deviene una uni-
dad cuyo desarrollo es regular y comprensible. Y esto es lo que para Lacan sostiene la suposición de
responsabilidad por sus actos en todo sujeto, sin olvidar que esta autonomía está en relación con un
grupo de pertenencia. Lo cual explica bien por qué supone que la personalidad tiene una “génesis
social”, fundamento de las tensiones propias de las relaciones humanas.
En este contexto, postula los requisitos necesarios para que una manifestación o producción humana
sea considerada un fenómeno de la personalidad. Propone entonces su definición objetiva de perso-
nalidad como una conjunción de tres elementos que constituyen su estructura: un “desarrollo bio-
gráfico”, una “concepción de sí mismo” definida como “actitudes vitales” y una “tensión de rela-
ciones sociales”. Si esta concepción no se confunde con la sustentada en psicología científica es
porque una definición objetiva de personalidad no se funda en ninguna concepción que incluya algo
del orden de una síntesis personal, de una unidad psicológica, ni de la memoria; la personalidad es
mucho más que la conciencia individual, funciona sobre mecanismos de naturaleza orgánica y, aún
más: “no es otra cosa que una organización de esos mecanismos”11, que es la que provee de sentido
a aquello que se llama psicogenia de un síntoma.
Ahora bien, para calificar de psicógeno a un síntoma físico o mental hace falta que se cumplan tres
condiciones: que sus causas sean articulables con los mecanismos de la personalidad, que estos sean
reflejados por dicho síntoma y que su tratamiento dependa de ellos. En ese sentido, la personalidad
es indispensable, tanto para considerar la etiología como la curación de un síntoma. Pero así for-
mulado es poco preciso pues casi cualquier síntoma podría caber en esa definición. Por eso precisa
tres requisitos que restringen esa posibilidad; para que un síntoma sea considerado psicógeno, pri-
mero, “el acontecimiento causal” debe ser determinante en función de la historia del enfermo, de su
concepción de sí y de su situación social; segundo, el síntoma formalmente debe poder ser signifi-
cado como sustitución de un acontecimiento vital, de una fantasía o un deseo; y tercero, el trata-
miento debe depender de una modificación en la vida del sujeto, ya sea en los hechos, en cómo
reacciona ante ellos o en cómo se los representa. Por otra parte, no deja de reconocer que si bien
estas condiciones son objetivas y demostrables, el síntoma de que se trata no deja por eso de des-
cansar sobre bases orgánicas, fisiológicas; lo que supone entonces que el análisis de un síntoma im-
plica deslindar ambas cadenas causales: su causalidad orgánica (lesional o funcional) y su causali-
dad psicógena.12 Estas consideraciones lo conducen por fin a culminar la construcción de una defi-
nición:

“Todo sistema de la personalidad tiene que ser estructural, con lo cual queremos
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decir que en él la personalidad debe estar compuesta a partir de elementos, que


son primitivos con respecto a su desarrollo...”.13

9. Ibíd., 35.
10. Ibíd., 241.
11. Ibíd., 41.
12. Dentro de la jerarquía de las ciencias del hombre, esta concepción de la Psicología en la que se inscribe Lacan
considera que deben tenerse en cuenta siempre sus vínculos con la fisiología y la neurofisiología pero sin confun-
dirse con ellas. Aclaramos esto porque otras perspectivas –sobre todo médicas- han pretendido reducir la psicolo-
gía a la fisiología, y otras a la sociología. Con Lacan queda puesto de manifiesto el error en que se fundan y su ca-
rácter evidentemente reduccionista.
13. Ibíd., 45.

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Así, la personalidad empieza a adoptar rasgos que la acercan a la noción de estructura entendida
como un conjunto de elementos que conforman un sistema con leyes propias y que se conserva co-
mo tal. Pero a la vez revela que Lacan empieza a distanciarse del innatismo: la personalidad tiene
que ser compuesta a partir de elementos, que no son innatos sino primitivos en relación con su desa-
rrollo, desarrollo ligado a la historia del individuo y no a su constitución. La personalidad es:

“el conjunto de las relaciones funcionales especializadas que constituyen la origi-


nalidad del animal-hombre, aquellas que lo adaptan al enorme predominio que en
su medio vital tiene el medio humano, o sea la sociedad”. 14

Estas puntualizaciones preliminares sobre la concepción de la personalidad que forja Lacan nos in-
troducen al problema de su relación con las psicosis paranoicas. El primer punto sobre el que llama
la atención es el inconveniente de pretender encontrar una relación unívoca entre forma de psicosis
y tipo de personalidad, cuestión que no es un dato anecdótico en la tesis sino que está planteado en
el título y es alrededor del cual ella se elabora.

2. De la personalidad a la paranoia
Partiendo de aquella distinción opositiva entre demencia y psicosis Lacan postula la existencia de
una relación entre psicosis y personalidad: “Lo que planteamos es, pues, el problema de las relacio-
nes de la psicosis con la personalidad”15; problema que propone resolver tomando como modelo a
la paranoia. El subrayado intenta destacar cómo procede Lacan: estudia la relación entre psicosis y
personalidad a partir de establecer la relación entre paranoia y personalidad. Así planteada sin más
justificación que la de una elección, la paranoia representa al gran grupo de las psicosis, por su ine-
ludible relación con la personalidad. Y para concretarlo, propone la exploración exhaustiva de un
único caso clínico.
Presenta a continuación una breve historia del grupo de las psicosis paranoicas a partir de las tres
grandes escuelas de la psiquiatría (francesa, alemana e italiana), resume sus definiciones más cono-
cidas y señala el momento en que el término paranoia hizo aparición en cada una de ellas. Allí
muestra que el grupo recibe su nombre del empleo que se hizo por primera vez en Alemania del
término paranoia, en 1818, pero cuyo uso era notablemente distinto al moderno -en ese entonces
sinónimo de delirio y trastorno intelectual; recuerda a E. Kraepelin quien critica la generalización
del diagnóstico en los asilos de aquella época: entre el 70 y el 80% de los enfermos eran diagnosti-
cados como paranoicos. Reconoce que su definición produce un reordenamiento muy importante
que le aporta “claridad [a] las concepciones alemanas”16 a partir de la definición que formula en la
sexta edición de su Tratado de Psiquiatría en 1899, al acentuar el eje evolutivo de la enfermedad,
con lo cual le da mayor precisión y limitación a su extensión durante el siglo XX.17 Veremos más
adelante el problema que -paradójicamente- le suscita a Lacan este importante efecto de la concep-
ción kraepeliniana sobre la noción de paranoia.
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Respecto del caso seleccionado, el caso Aimée, se trata de una locura criminal femenina que le pa-
rece “particularmente demostrativo”. Este énfasis puesto en lo demostrativo a partir de algo que le

14. Lacan, J. (1933): “Presentación general de nuestros trabajos científicos”. En De la psicosis paranoica en sus rela-
ciones con la personalidad, “Apéndice”, op. cit., pp. 347-353, pág. 348.
15. Lacan, J. (1932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 1998, pág.
16.
16. Ibíd., 23.
17. La conocida definición de Kraepelin a la que hacemos referencia es la siguiente: “desarrollo insidioso, bajo la
dependencia de causas internas y según una evolución continua, de un sistema delirante duradero e imposible de
romper, que se instaura con una conservación completa de la claridad y del orden en el pensamiento, la voluntad y
la acción”.

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sería muy particular impone dos preguntas: primero, ¿qué es aquello por lo cual el caso Aimée es
demostrativo, es decir en qué este caso es demostrativo de algo? Del texto mismo podemos extraer
la respuesta: es una paranoia de la que deben delimitarse precisamente tanto su tipo clínico como su
mecanismo y pareciera que en ello radica su particularidad y valor demostrativo. Pero, segundo,
¿qué es aquello que con él se puede demostrar? Pregunta que ya no interesa al caso mismo -como la
anterior- sino a la doctrina general. Dice Lacan que este caso, por las particularidades arriba men-
cionadas, ofrece la clave de algunos problemas nosológicos y patogénicos de la paranoia, y parti-
cularmente de sus relaciones con la personalidad, es decir vale en tanto prototipo de la paranoia de
autopunición, pero no como un fin en sí mismo sino porque revela las relaciones de la paranoia con
la personalidad. De este modo se perfila con precisión el objeto de la tesis: no se orienta a aislar un
nuevo tipo clínico –así lo dice Lacan:

“de ninguna manera tenemos, en efecto, la ambición de aumentar con una entidad
nueva la nosología ya tan voluminosa de la psiquiatría” [ibídem, 241], y con más
vehemencia aún: “declaramos que nos repugna la idea de añadir, según la cos-
tumbre, a los marcos existentes una nueva entidad mórbida” (el destacado es
mío).18

No es este su interés sino que la relación entre paranoia y personalidad evidenciada en la paranoia
de autopunición permita deducir esa estructura más general que vincula la paranoia, sea cual fuere
su tipo clínico en cada caso, con la personalidad.

II. Paranoia y psicogénesis


La psiquiatría, lejos de presentar una concepción unívoca de la causalidad de la psicosis, contiene
una multiplicidad de posiciones teóricas y escuelas que, no obstante, pueden agruparse en grandes
corrientes. Cada una define un tipo de doctrina que orienta los diversos movimientos psiquiátricos.
Hemos indicado ya que el período psiquiátrico de la obra de Lacan, anterior a su enseñanza en el
campo del psicoanálisis, es complejo y pueden reconocerse en él diferentes momentos. En cada uno
de ellos Lacan toma referencias de autores que responden a corrientes diversas como la psicogéne-
sis y el organicismo. La psicogénesis reúne las teorías constitucionalistas y las reaccionales, mien-
tras que en la corriente organicista (donde se agrupan las teorías que parten del postulado general de
que las enfermedades mentales son de etiología orgánica) se pueden distinguir diferentes posiciones
(organicistas puros, discontinuistas, etc.).
En este capítulo dejaremos de lado la discusión que Lacan mantiene con los representantes de esta
última corriente y nos centraremos en el estudio de las referencias que toma de los autores psicoge-
netistas. En primer lugar, examinaremos su posición respecto de la teoría que sostiene que la causa-
lidad de la psicosis se debe hallar en la constitución y, a continuación, respecto de algunos autores
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que la entienden como un fenómeno reaccional -discusión que se despliega en los escritos de los
años 1932-33.

1. El problema de la constitución paranoica: el “carácter paranoico”


En 1932 Lacan intenta demostrar el valor fecundo de las investigaciones psicógenas en psicología
que orientan el estudio de las formas de los mecanismos de la personalidad. Destaca en este campo
la importancia del psicoanálisis y se pregunta si sobre sus investigaciones podrá alguna vez fundar-
se un “sistema de la personalidad” que se corresponda con la complejidad de los hechos. Menciona
a grandes rasgos las dificultades con que se encontrarán quienes lo intenten pero reconoce que

18. Ibíd., 242.

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“no obstante, muchos autores se han arriesgado a hacerlo [y que] han esbozado las
líneas generales de una ciencia nueva a la cual se le plantea ante todo el problema
de las diferencias individuales de la personalidad”, esa nueva ciencia es la carac-
terología.19

Es decir que el estudio de la personalidad en la psiquiatría ha adoptado la forma de un estudio ca-


racterológico en el que habría que reconocer y distinguir los rasgos que definen sus particularidades
y caracteres más salientes. Pero si bien reconoce el valor problemático de estos sistemas caractero-
lógicos, a la vez señala que algunos pueden ser útiles para ordenar las investigaciones y la práctica
clínica. Intentará entonces deslindar y resolver en principio el problema planteado por la noción de
constitución paranoica tal como la había forjado Génil-Perrin, psiquiatra francés que basado en la
concepción de la determinación de factores constitucionales en la producción de la psicosis introdu-
ce la concepción del “carácter paranoico”. Se trata para él de una:

“disposición especial, caracterizada por una asociación de orgullo, susceptibilidad,


falsedad del juicio e inadaptabilidad”. 20

Lacan cuestionará fuertemente esta doctrina en su tesis. Sin embargo, no es esa su primer referencia
pues ya lo había hecho en su artículo de 1931, Estructura de las psicosis paranoicas, pero con un
sentido diverso y aún no crítico. En esa oportunidad, se ocupa de caracterizar la constitución para-
noica definiéndola como uno de los “tres tipos de psicosis paranoicas”21 donde ya pueden encon-
trarse los rasgos de un delirio, junto con el delirio de interpretación descrito por Sérieux y Capgras y
los delirios pasionales descritos por De Clérambault. Allí detalla los “cuatro signos cardinales”22 en
los mismos términos que Génil-Perrin:
1) el orgullo como sobrestimación de la propia persona (“sobrestimación patológica de sí mis-
mo”);
2) la susceptibilidad como desconfianza hacia los otros; Lacan utiliza aquí el término “recelo” que
caracteriza bien sus relaciones con el mundo y al que define como “basal”;
3) la falsedad del juicio como carácter primario de la personalidad que tiende a que los juicios se
organicen en un sistema; y
4) la inadaptabilidad social. Las características con que presenta la constitución paranoica son:
ciertas actitudes del sujeto respecto del mundo exterior, “bloques ideicos” que en sus desvia-
ciones precisas connotan el tinte con el que se conoce el temperamento paranoico y reacciones
del medio social.
Lo vemos entonces considerar la constitución paranoica como una forma de psicosis paranoica de
pleno derecho, adoptar una posición claramente hegemónica en su época: el constitucionalismo, se-
gún la cual la paranoia es innata. La misma caracterización se desplegará año más tarde en su te-
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sis23, pero con una diferencia: el objetivo con el que retoma el tema allí es el estudio detallado de la
relación de estas supuestas constantes caracterológicas con la génesis de las psicosis paranoicas pa-
ra constatar, por un lado, si su evolución y semiología ponen en juego la personalidad y, por otro, si
se relacionan con una predisposición constitucional. Estas dos variantes en un primer abordaje se

19. Ibíd., 44.


20. Génil-Perrin, G. (1926): Les paranoïaques, París, Maloine, 1926, pág. 175.
21. Lacan, J. (1931): “Estructura de las psicosis paranoicas”, El Analiticón Nº4, Barcelona, 1988, pp. 5-22, pág. 5.
22. Ibíd., 7.
23. Donde definirá la constitución paranoica como un complejo clínico que se destaca por las “fijaciones instintivas”,
de los “temperamentos” y de los “caracteres”; y reencontraremos allí los mismos cuatro signos delimitados por
Génil-Perrin.

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nos aparecen como opuestas; sin embargo, queda en pie la posibilidad de que ninguna constitución
caracterológica determine una psicosis paranoica y que igualmente predominen mecanismos de la
personalidad, pero también su contraria, es decir que una predisposición constitucional vinculada a
la enfermedad no implique en sí ninguna determinación psicógena. En consecuencia, la diferencia
sustancial está en la posición de Lacan en uno y otros textos: en 1931 considera la constitución pa-
ranoica como un tipo de psicosis paranoica; en 1932 la relativiza y desplaza a un segundo plano.
Esto se pone de manifiesto cuando habla de las “supuestas constantes caracterológicas”. Leamos
allí su posición enunciativa: si esas constantes son supuestas, deja ya lugar para que no sean tan
constantes.24 Pero al finalizar la tesis su posición es aún más radical:

“el uso vulgar del término ‘paranoico’, como designación de ese rasgo especial
del carácter, nos parece infinitamente más valedero que la definición oficial de la
constitución paranoica. La imposibilidad de encontrar nunca una aplicación clíni-
ca rigurosa de esta definición debe consistir, en efecto, en algún vicio radical de
semejante concepción, y nos la hace considerar como absolutamente mítica”. 25

De este modo, verificamos un primer viraje doctrinal en sus escritos psiquiátricos: en 1931 se ins-
cribe en el innatismo constitucional mientras que en 1932 se distancia de esta tendencia a punto tal
que su posición vira a su contraria –se vuelve anti-constitucionalista. Para dejarlo bien claro con-
cluyamos -con él- que:

“Los problemas de la relación de la psicosis con la personalidad y con la constitu-


ción no se confunden”. 26

Lo que significa que la personalidad no es constitucional. Y el caso que estudia en la tesis le da la


constatación clínica para esa afirmación:

“Nada nos permite hablar, en el caso de Aimée, de una disposición congénita, ni


siquiera adquirida, que se expresaría en los rasgos definidos de la constitución pa-
ranoica”. 27

No debe perderse de vista que en el modo en que aborda la constitución paranoica en el artículo so-
bre la Estructura de las psicosis paranoicas ya le deja reservado un importante lugar a la cuestión
de la evolución de la personalidad a la que nos referimos anteriormente en relación con el concepto
de desarrollo de la personalidad. Este lugar queda delimitado a partir del momento en que pone en
primer plano dos elementos que definen la constitución paranoica: el “trastorno de la afectividad” y
la “reacción a situaciones vitales”, ambas “para dar cuenta de esa huella evolutiva total sobre la per-
sona”.28 Esta concepción se traduce luego en el modo en que elabora su descripción, por ejemplo
cuando refiere lo “basal” del recelo:
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24. Otra cita demuestra este cambio de posición en Lacan de un año a otro; en la tesis se refiere al artículo de 1931 en
estos términos: “También nosotros, en un artículo de divulgación, hemos presentado una agrupación unitaria de
las psicosis paranoicas repartida en tres rubros: la pretendida “constitución paranoica”, el delirio de interpretación
y los delirios pasionales” [el destacado es nuestro] [ibídem, 26]. Vemos nuevamente la estratégica inclusión del
término “pretendida”, ausente en el escrito citado. Constatamos entonces que la constitución paranoica para La-
can, a partir de 1932, es una simple pretensión.
25. Lacan, J. (1932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 1998, pág.
305.
26. Ibíd., 49.
27. Ibíd., 220.
28. Lacan, J. (1931): “Estructura de las psicosis paranoicas”, El Analiticón Nº4, Barcelona, 1988, pp. 5-22, pág. 6.

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“molde bien dispuesto que se abre por la duda, dentro del cual se precipitarán los
impulsos emocionales y ansiosos, cristalizarán las intuiciones o las interpretacio-
nes, se endurecerá el delirio”.29

Respecto de lo que llama allí “reacción a las situaciones vitales”, indica en una nota al final del
texto su origen: es una noción introducida en la biología por Von Uxküll y luego retomada por mu-
chos autores en el campo de la psiquiatría. Veremos a continuación qué es lo que este concepto le
aporta.

2. El problema de la reacción y el desencadenamiento de la psicosis.


Fundamentalmente son dos los autores en los que Lacan se sustenta para tomar posición respecto de
la escuela reaccional en psiquiatría: Karl Jaspers y Ernst Kretschmer. En el capítulo precedente nos
ocupamos del primero, en este examinaremos las ideas del segundo.
E. Kretschmer es un exponente importantísimo de la escuela alemana de psiquiatría que cuestiona la
noción kraepeliniana de paranoia. Teórico de una morfotipología muy precisa, discute tanto el
constitucionalismo como la idea del comienzo insidioso, del desarrollo precoz y progresivo y el
dogma de la cronicidad. En ese sentido, propone una “revisión total de la teoría de la paranoia”30 y
afirma que la escuela de Kraepelin, que estableció las definiciones clásicas de paranoia y delirio
querulante, describe en verdad casos extremos, excepcionales, casos límite que solo aparecen en
condiciones desfavorables, es decir que no son modelos apropiados para representar al grupo de las
paranoias. Por eso Kretschmer es un referente esencial en la tesis, pero aún antes, en el artículo de
1931 sobre las psicosis paranoicas, donde habla de “reacción a las situaciones vitales”. 31
Ahora bien, para retomar el problema de la relación entre psicosis y personalidad, señalemos que
Kretschmer también se inscribe en la vertiente que supone la paranoia como un desarrollo del ca-
rácter, pero su concepción se sitúa en las antípodas de la que conduce al “carácter paranoico” en
Génil-Perrin. Como representante de la escuela alemana, acentúa los factores reaccionales -por opo-
sición a la tradición constitucionalista- y propone una concepción psicógena de la paranoia como
reacción de la personalidad a situaciones vitales. Es decir que se trata del desarrollo, a partir de un
acontecimiento dado, de rasgos de personalidad que hasta ese momento permanecían latentes, cul-
minando en una reacción psicótica.
Para precisar la influencia de Kretschmer en Lacan, conviene delimitar qué entiende por reacción.
El delirio sensitivo de referencia constituye su contribución a la teoría de la paranoia. Se basa en
una primera caracterología psiquiátrica para establecer la relación entre personalidad y delirio: si
el delirio es interpretable psicológicamente entonces se vincula con la estructura de la personalidad,
la que a su vez se ancla en la biografía del enfermo. Es más, según esta concepción, a cada tipo de
personalidad corresponde un tipo de delirio. En ese sentido, para Kretschmer la personalidad cons-
tituye su predisposición. Este es el factor endógeno o, en su sistema, caracterógeno. Pero la novedad
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que introduce y que a Lacan le interesa es que también reconoce factores exógenos: las circunstan-
cias que favorecen el desencadenamiento del delirio. Es allí donde situamos la noción de reacción.
El objetivo del libro es describir una clase de formación delirante que surge de una constitución psi-
copática particular y tratar de estudiar detalladamente el papel de la base caracterológica y de las
acciones vivenciales. Analiza las formas de la paranoia a partir de esquemas caracterológicos de-
terminados por pares de opuestos, conceptos antagónicos que construye intuitivamente. Como bien

29. Ibíd., 7.
30. Lacan, J. (1932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 1998, pág.
36.
31. Lacan, J. (1931): “Estructura de las psicosis paranoicas”, El Analiticón Nº4, Barcelona, 1988, pp. 5-22, pág. 6.

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señala Lacan en la tesis, su análisis no se refiere más que a una variedad clínica de paranoia pero
Kretschmer lo considera un modelo válido para otras formas, tanto que incluso el caso Aimée po-
dría encuadrarse dentro de la delimitación del delirio sensitivo de relación e incluso muchos otros
casos conocidos en la bibliografía especializada. 32
En el capítulo 2 – “Para una teoría psiquiátrica del carácter”- intenta precisar las cualidades del ca-
rácter que se puedan separar claramente y así establecer una caracterología psiquiátrica:

“Llamamos carácter al conjunto de la personalidad individual en el aspecto de


sus sentimientos y de su voluntad, es decir, en el aspecto más esencial para todas
las desviaciones psicopáticas” (definición que se completa como) “imagen media
de la suma total de las reacciones de temperamento y de voluntad de una persona
frente a las sucesivas vivencias”. 33

Esta concepción hace del carácter algo objetivo pues deviene cognoscible por la contemplación di-
recta de la estructura psíquica anterior a la enfermedad, o sea por la observación de todas las reac-
ciones aisladas que presente el sujeto sea cual fuere el tipo de estímulos. Por eso intentará incluir
todas las peculiaridades del carácter en un sistema lógico sólido de modo que cada una tenga un lu-
gar fijo sin perder su singularidad.
Kretschmer observa que ante situaciones similares no todo sujeto responde del mismo modo, por
ello intenta establecer qué personalidad y qué tipo de inclinación reactiva conducen a los trastornos
sensitivos. Considera que es posible abordar científicamente todas las cualidades del carácter, es
decir todas sus posibilidades reactivas, ordenada y claramente, estudiando con detenimiento cómo
la vivencia desarrolla todo su trayecto, describiendo cómo es su paso desde el comienzo hasta el fin
por la vida de un individuo. Para ello propone cuatro conceptos básicos o funciones (capacidad de
impresión, capacidad de retención, actividad intrapsíquica y capacidad de conducción) necesarias
para la recepción, conservación, elaboración y resolución de las vivencias. En conjunto son la capa-
cidad total de rendimiento del carácter, es decir, constituyen la base de una tipología: a partir de
ellas se puede construir un sistema de tipos de carácter. A estas cuatro funciones hay que sumarle
dos tipos posibles en cuanto a la energía psíquica disponible en cada sujeto: el tipo asténico y el tipo
esténico. Estos son los recursos esenciales con los que Kretschmer establece su teoría general del
carácter. Las variadas combinaciones de estos elementos dan como resultado cuatro tipos básicos de
carácter: el carácter primitivo, el carácter expansivo, el carácter sensitivo y el carácter asténico pu-
ro. A su vez, de esta variedad se deducen cinco modos particulares de reacción psicopática (la reac-
ción primitiva, la desviación, la reacción expansiva, la reacción sensitiva o reactiva y la reacción
asténica pura). Esto constituye el factor caracterógeno de la causalidad de la patología, pero aunque
para Kretschmer es necesario, es aún insuficiente pues hace falta considerar el factor desencade-
nante:
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“en un carácter con diversas posibilidades reactivas, una reacción patológica de-
terminada es desencadenada de un modo específico por la vivencia clave corres-
pondiente”.34

Es decir que la reacción es un estado psíquico y no el desarrollo de una predisposición y, en ese


sentido, cuando un tipo de delirio, ligado a determinado tipo de carácter, es favorecido por determi-

32. Esto se verifica en el texto mismo de Kretschmer, cuando expresa su interés de poder diferenciar esta variedad
delirante de la paranoia abortiva de Gaupp y la paranoia leve de Friedmann. Véase también el modo en que Lacan
las compara en la tesis.
33. Kretschmer, E. (1918): Delirios sensitivos de referencia, Madrid, Triacastella, 1966, pág. 58.
34. Ibíd., 257.

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nada situación vital, este factor externo no es secundario o indiferente sino que en el proceso de
constitución del delirio tiene una importancia decisiva. Para él entonces lo concluyente es la situa-
ción vital externa, mientras que la personalidad es lo que constituye la predisposición pero no como
factor determinante sino -dice- como factor coadyuvante. El acento está puesto en lo reactivo y no
en la base caracterológica, constitucional. Pero la reactividad psíquica no depende solamente del
concepto de “vivencia” sino que los despega y propone que hay reacción cuando un factor externo
contribuye causalmente a lo que llama allí “desencadenamiento de una psicosis”. 35 Es decir que
puede ser tanto una vivencia única como un factor crónico permanente que se encuentra en el medio
ambiente vital del paciente. Por eso relativiza la discusión sobre si la vivencia es en sí misma un
factor etiológico de pleno derecho y propone una definición más general. La definición de “viven-
cia” que propone es muy elocuente: “grupo de sensaciones y representaciones susceptibles de pro-
ducir un afecto”.36 En este sentido, la noción de reacción no queda ligada estrechamente a un suceso
traumático:

“Llamamos reactivo a un estado psíquico cuando la situación vivencial o ambien-


tal de la que procede no parece haber sido creada solo por la propia personali-
dad”.37

Es decir que el factor desencadenante, el punto de partida del delirio se sitúa en una experiencia co-
tidiana, como por ejemplo agravios derivados de la injusticia o de la derrota, producto de la insegu-
ridad moral, que es la que genera una serie de vivencias en las que el autor establece una gradación:
de la vivencia de ser observado, a la de ser menospreciado y luego rechazado. En ese sentido, ini-
cialmente no es un delirante pero puede ir agravándose y llegar a desarrollar un delirio; aunque con
esta característica, delirios reactivos, es decir que según cambien las condiciones pueden empeorar
o mejorar.
Destacamos así que la reacción en Kretschmer marca una discontinuidad, un antes y un después pa-
ra la personalidad del sujeto: se reacciona ante situaciones vitales no solo por sus rasgos de perso-
nalidad sino por no disponer de medios necesarios para responder a ellas. La reacción consiste en el
rechazo de la realidad y en la atribución de su fracaso -que siempre corresponde a la esfera sexual y
profesional- a una “maldad” exterior. En conclusión, si la expresión “desencadenamiento de la psi-
cosis” aparece en su teoría vinculada a la reactividad, entendida como respuesta ante un elemento
externo a la personalidad, verificamos que para él el desencadenamiento se liga a un factor externo,
es decir que no corresponde a ningún producto de la personalidad, no se trata del desarrollo de la
personalidad. En este sentido, la reacción en Kretschmer es muy diferente de la reacción en Jaspers,
para quien supone exclusivamente un desarrollo de la personalidad.
Para concluir, Kretschmer establece una “disposición sensitiva”, compuesta por la tríada carácter,
entorno y vivencia, es decir que se trata de una convergencia de múltiples factores causales. El fac-
tor desencadenante queda del lado de lo social, de la tensión que el medio provoca. Y debemos se-
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ñalar que es en estos factores en que es útil a lo que Lacan está intentando delimitar en su tesis: la
paranoia como reacción de acuerdo a determinados rasgos de personalidad, pero destacando la im-
portancia del medio social.

3. La crítica a la caracterología
Lacan critica las definiciones caracterológicas, cuestiona el valor del desarrollo de toda teoría del
carácter en el sentido de que no existe correlación entre el tipo de paranoia y el carácter del enfer-

35. Ibíd., 30.


36. Ibíd., 59.
37. Ibíd., 31.

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