Aculturación en El Brasil

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IGLESIA Y SOCIEDAD COLONIZADORA EN EL BRASIL DEL SIGLO XVI

“Aculturación en el Brasil colonial: la conversión de los indígenas bahianos”, 1970

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

HISTORIA SOCIOCULTURAL DE COLOMBIA

PROFESOR AUGUSTO GOMEZ LÓPEZ

CLAUDIA MILENA MORALES MEDINA

1018509865

26 / SEPTIEMBRE / 2019

Este artículo da un compendio sobre la “aculturación” a la que fueron sometidas


las comunidades indígenas bahianas en el siglo XVI, ubicadas en lo que va desde
la desembocadura de del río Amazonas hasta el sur de Sao Paulo y que están
configuradas por los Tapuia y los Tupi, por parte de la empresa colonial
portuguesa que estuvo mayoritariamente bajo la administración y autoridad
eclesiástica Jesuita, que como fin primario y exclusivo tenía la evangelización y
conversión de estas poblaciones al cristianismo por medio de figuras como los
misioneros. El padre Manuel de Nóbrega es uno de estos ejemplares y es citado
por el autor, Darío Fajardo, en diversas ocasiones pues es una fuente documental
etnográfica importante para entender el contexto en el que desarrolló dicho
acontecimiento colonizador, aunque su postura haya sido netamente eurocéntrica.
Fajardo plantea algunos factores que facilitaron y “entorpecieron” el proceso de
conversión del cristianismo a los indígenas tales como el comportamiento
demográfico, geográfico e histórico, la lengua, la organización social, y
especialmente, las ideologías y la cosmovisión de los aborígenes. Estos
problemas, según el autor, fueron matizados por los misioneros estableciendo
estrategias que proporcionaron regulación y control sobre el comportamiento
“inadecuado” de estas poblaciones. De esta manera, visitaban y hacían un
pequeño reconocimiento del terreno, y da a entender que para poder penetrar
inicialmente en estas comunidades era de vital importancia para los misioneros
tener conocimiento sobre las culturas que iban a evangelizar.

Cabe aclarar que en este artículo, Fajardo habla de la sociedad colonizadora y las
empresas comerciales, preocupadas por la participación de los indígenas en el
proceso de producción como un ente secundario opacado por la solidez y la
militancia de la compañía de Jesús. Señala que aunque entre estas dos
autoridades había contradicciones, ambas perspectivas lograban coincidir en
querer incorporar a los indígenas en su propia cultura.

Para entender mejor bajo qué entorno se dieron las circunstancias


evangelizadoras y colonizadoras, Fajardo opta por contextualizar sobre el área
cultural que se mencionará a lo largo de este texto: la de los pueblos Tupinamba y
Tapuia como principales grupos. Estos primeros, considerados como la cultura
“silval” o “selvas” ocupaban lo que era la región selvática, y los segundos el área
abierta, configurando la cultura “sertanera”. En este artículo se hace una
comparación entre estos grupos en cuanto a su cultura material con relación a la
geografía de ambos y se hace mayor énfasis en la población de los “selvas”.

“Los antiguos pobladores Tapuias, al parecer miembros de la familia lingüística


Ge, nómadas, recolectores, cazadores y pescadores, habían sido desplazados en
gran medida, por grupos tribales Tupi, caracterizados por una mayor tendencia al
sedentarismo y usufructuantes de una técnica de producción más ventajosa”.
(Fajardo: 1970, p. 6)

Los Tapuia, al vivir en una región con poca vegetación, tenían pocas posibilidades
para cultivar. En cambio, los Tupinamba pudieron sacar provecho de las
condiciones selváticas en las que convivían, facilitando en gran medida la
producción de diferentes alimentos de sus cosechas en cultivos realizados con el
método de la “coivara”, -que el autor menciona como un sistema que empobrece
el suelo- y de mariscos y pescado, además de las ventajas que este medio ofrecía
para tener una tecnología más avanzada con un suministro de artefactos para la
pesca, la caza, la guerra y las labores domésticas.

Con respecto a su organización social, Fajardo explica específicamente sobre la


“aldeia” como unidad política de este pueblo: las llamadas malocas. Estas son
expuestas como un elemento integrativo fundamental que propicia el vínculo entre
miembros con una proximidad espacio-temporal y que está modelada por grupos
familiares con una estructura patrilineal. Se hace alusión a un sistema económico
basado en la división sexual del trabajo y una orientación comunitaria del
producto. Fajardo da una connotación positiva sobre la ampliación del marco de
relaciones comerciales con la llegada de los europeos, y lo justifica arguyendo
que:

“Los Tupinamba tenían una baja sofisticación en técnicas de almacenaje y, como


rasgo más importante, una baja actividad de intercambio entre los distintos grupos
locales”. (Fajardo: 1970, p. 12)

Un aspecto sumamente importante de los Tupinamba y que el autor va a


encaminar en la otra mitad del artículo como un problema para la conversión, es la
ideología de este pueblo basada en conocimientos sobre los fenómenos naturales.
Se habla también de la especulación supranatural como “los primeros sistemas de
representaciones con los cuales el hombre ha retratado tanto al mundo como a sí
mismo” (Fajardo: 1970, p. 13), y se representa como una parte religiosa. Este
sistema lógico religioso entrará a convertirse en una perturbación para la labor
evangelizadora de los misioneros junto con la práctica de antropofagia y guerras
inter-tribales que generarían una preocupación en la institución eclesiástica.

Ahora bien, como propósitos para la colonización, Fajardo realiza una cita donde
se explica que, primero que todo, “la política económica europea asumió
diferentes patrones, de acuerdo a las condiciones de las áreas ocupadas” (Como
se cita en Fajardo: 1970, p. 15), siendo las cuestiones culturales y geográficas las
que determinaban el proceder de las empresas coloniales, al igual que el de la
institución eclesiástica. La nueva organización económica se dividía en la colonia
granjera y de explotación, teniendo esta última como fin la acumulación de riqueza
a costa de la esclavitud de los indígenas y en su mayoría africanos importados por
la casi inexistencia de los indígenas por su poca capacidad para laborar.

Más concretamente, el autor hace un énfasis en que la labor de los jesuitas estaba
mayoritariamente vinculada al sistema administrativo colonial y como ya se
mencionó renglones antes, la iglesia tenía mayor militancia en lo que respectaba
la “capacitación” de los aborígenes. Fajardo plantea que los misioneros buscaron
convertir a los indígenas al cristianismo mediante “sistemas de catequesis” y que
lo hicieron bajo la estrategia de reconocer el entorno visitando las aldeas y
acercándose a los niños para que los adultos en medio de su curiosidad, se fueran
acercando espontáneamente. De esta manera, los comenzaron a concentrar en
aldeas para introducir lo que era la enseñanza metódica con el catecismo
difundido mediante la enseñanza diaria. Además, el autor mencionaba que los
niños eran el objetivo principal en el proceso de evangelización.

Como métodos posteriores a los mencionados anteriormente, los misioneros


optaron por iniciar a los indios en un proceso de aproximación a su cultura a través
de la música, con el apoyo de jesuitas huérfanos de Lisboa. Esto resultó, según
este artículo, ser una afición para los aborígenes, posibilitando de esta manera la
edificación del cristianismo, que también se difundió por medio de actividades
artísticas y litúrgicas. Sin embargo, los problemas no se hicieron esperar en este
proceder evangelizador. Fajardo cuenta que los indios percibieron una
“transformación” en las migraciones al no entender lo que era una procesión
cristiana y, además, que su animismo no entendía las connotaciones del “bien” y
del “mal” del maniqueísmo cristiano. A esto se le sumó que los misioneros estaban
lejos de comprender el sistema aborigen de pensamiento. Nóbrega, citado por el
autor, añadió al respecto: “Trabajé por poner en su lengua las oraciones (…) y no
puedo hallar lengua que uno sepa decir, porque son ellos tan brutos que ni
vocablos tienen” (como se cita en Fajardo: 1970, p. 23).

Sin embargo, el autor expresa que el éxito que la administración eclesiástica tuvo
durante los primeros cincuenta años no se siguió manteniendo y que la
“aculturación” fue derrumbada antes de dar sus frutos, pues la expansión colonial
impactó fuertemente en las aldeas en cuanto a que los colonos no quisieron seguir
esperando la “capacitación” de la mano de obra que necesitaban para su
organización económica.

Por todo lo anterior, se puede decir que Fajardo proporciona una visión amplia del
proceso de incorporación del cristianismo en los Tupinamba. Sin embargo, siento
que da una definición a grandes rasgos de lo que es la organización social de este
pueblo y no lo contrasta con el desarrollo de la conversión como un punto
facilitador o distorsionador de este. El autor habla de aculturación, pero no tiene en
cuenta que si tiene por significado la asimilación de una cultura dentro de otra,
debía también mencionar aspectos de la cultura portuguesa que vayan más allá
de que practicaban el cristianismo. Por otro lado, el artículo estuvo muy bien
apoyado con citas de académicos de diversas ramas del conocimiento:
antropología, sociología, filosofía, historia, entre otras, por documentos históricos
de Brasil y las cartas de uno de los misioneros jesuitas, que aportó veracidad al
artículo.

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