Historia de La Enfermeria
Historia de La Enfermeria
Historia de La Enfermeria
En la comunidad primitiva los hombres daban solución a los síntomas que padecían sin
conocer ni imaginarse la enfermedad como una entidad. El hombre primitivo enriqueció su
experiencia observando a los animales; pero sobre todo observando su propia experiencia y
trasmitiéndola a otros hombres contemporáneos y a otras generaciones. Es esta característica
la que identifica a la práctica médica como fenómeno de la sociedad humana.
Por su parte, en Egipto (4.000 a.n.e.) surge la especialización, los médicos se agrupan en
cirujanos y los que se ocupan de las enfermedades internas. La higiene y las medidas de Salud
Pública que se practican en esta civilización son consideradas superiores a las que luego
fueron conocidas en la Edad Media. Otro elemento importante es que en la práctica médica
apenas se aprecian elementos religiosos, aunque las primeras Escuelas de Medicina se
crearon en los templos dedicados a Imhotep, padre de la medicina egipcia. A estos templos
acudían griegos, árabes y hebreos para estudiar.3
En China (3.000 a.n.e.), Muchos emperadores fueron médicos. Los conocimientos se trasmitían
de padres a hijos. El primer tratado de Farmacopea fue "El Gran Herbario", del emperador
Chen Nung, que ha contado con numerosas reediciones, de las cuales la última fue en 1911.
Se hacía operaciones torácicas y abdominales. Se relacionó la aparición de la peste con la
existencia de ratas. Se aplicó la vacuna contra la viruela. Se conoció que la contracción del
corazón era la causa del movimiento de la sangre. Se desarrolló la técnica de la acupuntura.4
Grecia (2 000 a.n.e.) Esculapio era un dios local en cuyo honor se construyeron los
Asclepiaeum o Asclepíades, templos dedicados a su culto. Sus sacerdotes eran los médicos
más distinguidos. Posteriormente surgieron las escuelas laicas, basadas en la observación,
punto de partida de la clínica real. Dentro de estas escuelas se destacaron las de Cnido (siglo
VII), cuyas enseñanzas giraban en torno al diagnóstico a partir de los síntomas de la
enfermedad, la de Cos (siglo VI), basada en el pronóstico y curso de las enfermedades -a la
cual perteneció Hipócrates, el padre de la medicina occidental-, y la de Crotona, que era la de
los pitagóricos, quienes utilizaban la disección de los animales para realizar sus
descubrimientos anatómicos (nervio óptico, trompa de Eustaquio).5
En la civilización griega, la mujer era considerada como menor de edad, no tenía libertad para
escoger a su marido, y con rarísimas excepciones tampoco participaba de las actividades
intelectuales del hombre. Sin embargo, en los relatos homéricos aparece la figura de Panacea,
hija de Asclepio y, por tanto, nieta del dios Apolo, seleccionando hierbas medicinales y
ayudando a los sacerdotes del templo en el cuidado de los enfermos, pero también de los
heridos. En la Odisea, se habla de Euriclea, esclava a quien Ulises llama "buena enfermera" y
le pide que traiga azufre para desinfectar la casa.6
En la India (100 a.n.e.) la higiene fue lo más desarrollado. Por su parte, en los libros sagrados,
especialmente el Ayurveda, aparecen descritos los síntomas clásicos de la inflamación (calor,
rubor, dolor), atribuidos posteriormente al médico romano, Celso. Se practicaba la operación
cesárea y la extracción de cálculos biliares. Se realizaba la cirugía estética de la nariz, con una
técnica que aun se utiliza hoy día (colgajo de la frente). Entre los procedimientos obstétricos
que se practicaban estaban la versión podálica y cefálica, la embriotomía y la craneotomía.8
En la lección IX del Charaka-Samhita, uno de los libros sagrados de la India Antigua, se ofrece
una interesante relación del concepto de trabajo en equipo para la atención al enfermo. "El
médico, las drogas, los enfermeros y el paciente constituyen un equipo cuyas virtudes para la
curación de las enfermedades deben conocerse".
El propio capítulo describe las funciones de cada uno de los integrantes del grupo de trabajo.
En el caso de los enfermeros dice: "Los enfermeros deben tener un conocimiento de la
preparación de las drogas, inteligencia, devoción al paciente y pureza de cuerpo y alma".
Las crónicas médicas de la India mencionan el trabajo de los enfermeros más veces que
ninguna otra crónica antigua.9
En Roma (750 a.n.e.) imperaban las ideas teístas, de manera que había dioses para las
enfermedades (Febris), dioses protectores de los órganos (Uterina) y dioses protectores de las
funciones (Lucina). El Pater Familia conservaba y transmitía los conocimientos. Había mucho
interés por la higiene, de ahí que construyeran grandes alcantarillados (Cloaca Máxima),
grandes acueductos y los cementerios fuera de las ciudades. Se practicaba la cesárea. Existía
una regulación de la conducta médica (contra el aborto, el envenenamiento y la negligencia con
los pacientes). Por sus características de pueblo guerrero y conquistador se desarrolló la
Sanidad Militar y, ya en el siglo I, surgieron los hospitales.10
El último gran representante de la medicina antigua fue Claudio Galeno, nativo de Pérgamo. De
él se conservan muchas obras, se cree que alrededor de 100 son originales. Gran parte de su
producción existe en traducciones árabes, hebreas y latinas hechas en el Medioevo. Su "Arte
Médica" fue durante mucho tiempo el manual clásico de medicina. En lo general, Galeno
continuó las gloriosas tradiciones materialistas de la medicina griega, siguiendo los principios
de Hipócrates; pero también se dejó influir por las tendencias mítico-religiosas y la creencia en
los sueños, con las que también impregnó sus obras.11
El papel de la mujer era más importante en Roma que en Grecia, gobernaba también la casa;
pero con mayor autoridad que la mujer griega, porque estaba más asociada a la vida de su
marido. Compartía los honores que se le brindaban a su esposo, compartía la mesa en
comidas y recepciones y aparecía con él en público. Evidentemente eso permitió que varias de
ellas practicaran labores como enfermeras, al prestarse a cuidar a los enfermos y heridos,
atender a las parturientas y cuidar a los niños enfermos. Muchas eran viudas; pero algunas
fueron matronas. Cuando surgió el cristianismo, varias mujeres se incorporaron a esta
humanitaria labor. Entre ellas se destacó una devota cristiana, Fabiola.12
Aquellos que carecían de hogar y se encontraban enfermos eran recibidos en casa del Obispo.
Muchos de esos trabajos eran realizados por los diáconos y diaconisas. La institución de los
diáconos (ministro eclesiástico de grado inmediato al sacerdocio: el diácono ayudaba al
sacerdote en el altar) fue establecida principalmente para ayudar a los Obispos y a los
Presbíteros en sus labores seculares (labores del siglo, del mundo, sociales). Las diaconisas,
por su parte, eran mujeres que sin profesar votos religiosos, se ofrecían voluntariamente a
prestar servicios al clero en la asistencia del pobre y el desvalido, así como otras tareas de la
iglesia (cuidado de los paños del altar, etc.).13
Durante los primeros cinco siglos de la Edad Media, los conocimientos médicos y sanitarios
fueron conservados y ejercidos en los monasterios, ya que el clero atesoraba a las personas
más instruidas. Por otra parte, durante ese período, los señoríos y los monasterios estaban
ubicados en lugares aislados, y las enfermedades no se propagaban fácilmente. Pero las
guerras eran muy frecuentes y los soldados recibían heridas. Las mujeres de los señores
feudales, ayudadas por sus siervas, curaban y atendían con gran habilidad e inventiva a los
soldados heridos.
Los médicos eran pocos; en general, lo que se desarrolló más fue la cirugía, derivada de la
propia necesidad que generaban las guerras y sus consecuencias, los heridos. De otra parte,
de la propia necesidad que provocaba la insuficiente cantidad de cirujanos enrolados en las
tropas guerreras, surgió la habilidad de las mujeres de los señoríos y, bajo su responsabilidad
quedó la curación de los heridos y la atención durante la convalecencia de aquellos
guerreros.14
A partir del siglo VI, en que comienzan a fundarse los hospitales, muchos de estos monjes y
monjas se convierten en los enfermeros y enfermeras que atienden a los enfermos internados.
En este caso se destaca la Orden fundada por Benito de Nursia, en Montecassino, Italia, en el
año 529, que recomienda profundamente la atención a los enfermos16 (Fig. 1).
Con todo, el bagaje médico es pobre. La terapéutica y la cirugía sufren un marcado retroceso.
La asistencia hospitalaria se limita casi exclusivamente a los hospicios y enfermerías, anexas a
los monasterios, aunque en esta época se fundan dos hospitales, sin influencia religiosa ni
asociados a ningún monasterio, que alcanzarán su mayor auge en la época siguiente: los de
Lyon (siglo VI) y París (siglo VII), ambos en Francia.17 Sus primeras enfermeras eran viudas y
mujeres que se dedicaban al cuidado de los enfermos, como penitencia.18
En el siglo X declinó la medicina monástica. La Iglesia publicó edictos prohibiendo a los monjes
tratamientos que consideraba como perjudiciales para los enfermos y negando el permiso para
que practicaran la cirugía19
Muchos de los peregrinos que iban a visitar Jerusalén enfermaban en el viaje o al llegar al
Oriente. La Iglesia había fundado allí posadas, mucho antes de las Cruzadas. La primera de la
cual se tiene noticias se inauguró como una simple hostería. Posteriormente, en 1048, fue
cedida a los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, para la atención de los
enfermos. Esta Orden estaba integrada por caballeros, presbíteros y legos, y no sólo atendía a
los enfermos, sino que defendía con las armas a los peregrinos. De ahí su nombre de
Caballeros Hospitalarios, porque actuaban como enfermeros y soldados, según la necesidad. A
imitación de esta primera Orden se fundaron algunas más. La Orden de los Hospitalarios fue la
de mayor influencia y duración. Retuvieron el mismo título hasta el siglo XIV, en que adoptaron
el de Orden de los Caballeros de Rodas y, luego, en 1530, lo cambiaron por el de Caballeros
de Malta, con cuyo nombre existen todavía22 (Fig. 3).
En 1118, los Cruzados franceses fundaron la Orden de los Caballeros Templarios (junto al
Templo) para el cuidado y defensa de los peregrinos, y, en 1190, los alemanes fundaron la
Orden Teutónica, con los mismos fines.
En el siglo XII, fueron fundadas también órdenes Militares en España, para la defensa contra la
invasión árabe y la ayuda a los peregrinos que iban a Compostela, a visitar la tumba del
Apóstol Santiago. Entre las órdenes más famosas se encuentran las de Calatrava, Alcántara y
Santiago.23
A fines del siglo XII, en 1198, el Papa Inocencio III estableció una institución que se proponía
como modelo para la atención de los enfermos. En Roma se le llamó "Hospital del Santo
Espíritu"; en Alemania, "Heilige Geist" (Espíritu Santo); y en Francia, "Hotel de Dieu" (Casa de
Dios). El Papa Inocencio IV (el mismo que destituyó a su gran oponente, el Emperador del
Sacro Imperio Germánico, Federico II, excomulgándolo) interesado en la gran obra que estas
instituciones abarcaban, y que no estaban controladas por la Iglesia, invitó a las enfermeras
francesas de los Hospitales de Lyon y París a organizarse bajo una regla monacal, sugerencia
que muchas aceptaron y fundaron la Orden de las "Agustinas", en 1264. Estas monjas
Agustinas de Francia son las primeras que tomaron con su "especial misión" el cuidado de los
enfermos24
Durante los siglos XII y XIII, muchos de los hospitales de la Europa continental, que dependían
del poder eclesiástico, pasaron a manos del poder secular. En ellos no faltaba nunca el servicio
de enfermería durante las 24 horas, y los informes de la época prueban que se daba atención a
las medidas de higiene, según las normas reinantes en esos momentos (bastante deficientes,
por cierto), además de procurar medios de comodidad para el paciente, aunque no faltaban los
abusos y la torpeza en el manejo de los bienes del hospital.25
Famosos fueron los hospitales: del Espíritu Santo (1204), de Roma; San Bartolomé (1123) y
Santo Tomás (1213), de Londres; y los de Santiago, Dominus Dei y del Rey (siglo XII), Santa
Cruz de Barcelona y el de Valencia (siglo XIII), Santa Cruz de Toledo (siglo XIV), San Juan de
Burgos y el Real de Santiago (siglo XV), además de otros en Valencia, Granada, Salamanca y
el de Cinco Llagas en Sevilla, todos en España.26
En el siglo XIII hubo muchos "beguinajes" (nombre de la comunidad donde vivían, sin
pronunciar votos), en Bélgica, Suiza y Alemania. Su misión consistía en cuidar niños y atender
enfermos en las casas, cuando sus servicios eran solicitados. En ocasiones se les daba el
encargo de un hospital. Parecida a la institución de las beguinas; pero dependiendo
directamente de órdenes religiosas, es justo mencionar a las ordenes Terciarias, como las de
Francisco de Asís y Domingo de Guzmán. En estos tiempos medievales las instituciones
religiosas y sociales de hombres y mujeres adoptaron la costumbre de un hábito distintivo de su
grupo.27
Los Dominicos y los Franciscanos eran órdenes mendicantes. Los primeros, llamados "frailes
negros" por un manto de este color con capucha que incluía su uniforme y, los segundos
"frailes grises" por los tonos pardos o grisáceos de sus túnicas.
En Bizancio, en el siglo IX, la clase dominante protegió a los hombres sabios. Se organizó una
escuela superior y se crearon hospitales y farmacias civiles. Recientes descubrimientos hablan
del valioso aporte bizantino al surgimiento del hospital moderno.
En el Mundo Árabe, 28 la clase dominante también protegió a los hombres sabios y se
tradujeron muchas obras helénicas a la lengua árabe, especialmente en Medicina. La materia
médica alcanzó gran desarrollo y los médicos gozaron de gran estima. Durante la existencia del
Imperio Musulmán se distinguieron dos Califatos: el de Bagdad (siglos VIII y IX) y el de
Córdoba (siglo X).
En el Califato de Bagdad, se destacaron los sirios, quienes habían sido fundadores de grandes
hospitales y escuelas, desde el siglo IV. Tras los hospitales surgieron las farmacias, con el
consiguiente desarrollo de la química. Se aprecian ya en este período construcciones de
hospitales especializados para determinadas enfermedades (Bagdad, año 786, el primer
manicomio), así como hospitales ambulantes con carácter esencialmente militar.
En este tiempo se distinguieron muchos médicos judíos, tales como Maimónides, cuya fama
como médico igualaba a la que gozó como filósofo y autoridad en la ley judía. Llegó a ser
médico de Saladino I, sultán de Egipto y Siria. Sólo al final del siglo IX empezaron a aparecer
los médicos árabes.
Dentro de las figuras más relevantes de la medicina árabe es preciso citar a Rhazés de
Bagdad, quien cultivó magistralmente la clínica, y Avicena, con su Canon de la Ciencia Médica,
que reúne todos los conocimientos médicos de la época. En 1258, Bagdad fue destruida por la
invasión de los mongoles.
El Califato de Córdoba, en 1256, estaba limitado a Granada y finalmente fue reconquistado por
Fernando el Católico, en el siglo XV. Los árabes perduran en la historia universal por sus
valiosos aportes a las ciencias y, en especial, a la medicina.
En este Califato, entre los médicos más destacados figuran: Avenzoar, que cuestiona la
anatomía de Galeno; Averroes, quien deja como legado su gran obra "Kitab el Coliyat o Libro
Universal de la Medicina", libro galénico y aristotélico que se mantendrá vigente por muchos
años; y Abulcasim, cuyo Vademecum de cirugía se constituye en uno de los clásicos hasta el
siglo XVIII. De todos los aportes de la medicina árabe conviene resaltar el uso de las suturas y
el opio. En cuanto a las prácticas de enfermería, estas eran realizadas por enfermeros
hombres para las salas de hombres, y mujeres para las salas de mujeres y de niños. El
personal de enfermería no sólo prodigaba cuidados al cuerpo, sino también al espíritu,
proporcionándoles lecturas y música a los enfermos.
3. Enfermería en la Edad Moderna
A partir del siglo XV ocurren cambios importantes en el mundo occidental, que permiten
diferenciar este siglo y el subsiguiente del mundo feudal. El sistema feudal comienza a ser
reemplazado en numerosos reinos por la aparición paulatina de estados nacionales (Inglaterra,
Francia, España, Alemania, etc.). Al propio tiempo existe un importante crecimiento
demográfico, con una afirmación en los centros urbanos y el consiguiente desarrollo de la
burguesía.
Las propias necesidades materiales, derivadas del desarrollo del intercambio comercial, obligan
a la búsqueda de nuevas vías marítimas, lo que a su vez genera la necesidad de desarrollar los
conocimientos científicos, entre las cuales se encuentra también la medicina, pues los hombres
no sólo continuaban enfermando de enfermedades conocidas, sino que surgían nuevas en
correspondencia con los cambios en el modo de vida de este período.29
La cirugía, al igual que la terapéutica, aporta algunas innovaciones trascendentales, todas ellas
encaminadas a un mayor humanitarismo en el trato de los pacientes y a combatir la gran
mortalidad de los pacientes quirúrgicos. El aseo cuidadoso de las heridas, la hemostasia por
compresión o taponamiento, el manejo incruento de las fracturas, el uso de los fórceps y el
mayor conocimiento de las distocias en el parto traen consigo una notable disminución de la
mortalidad. Los hospitales no sólo aumentan en número, sino que mejoran sus servicios y se
vuelven semilleros de la intelectualidad médica. Muchos de ellos son los escenarios docentes
de las Universidades.
Ya en el siglo XIX las ciencias naturales habían avanzado mucho y los médicos, como sus
representantes, eran aun más estimados, contando con ingresos satisfactorios que les
permitían tratar gratuitamente a los pobres.
A comienzos del siglo, las nuevas máquinas alteran la estructura de la sociedad, se produce un
gran crecimiento de la población y, cada vez mayor cantidad de personas viven en condiciones
de extrema pobreza. Las grandes epidemias amenazan de nuevo y cuando ocurre la del cólera
de los años treinta, la burguesía reconocerá que las malas condiciones de salud del
proletariado industrial amenazan su propia existencia.
La concentración de los obreros en lugares inhóspitos e insalubres provocaba la aparición del
bacilo de la tuberculosis. Es también en esos lugares donde aparece incrementada la
mortalidad infantil, fundamentalmente por enfermedades infecciosas (neumonía, meningitis,
disenterías) y también por la desnutrición. Se produce igualmente un mayor número de
enfermos de malaria y fiebre tifoidea. Los pobres son de este modo las mayores víctimas de las
enfermedades.
Es así que, en 1843, se establece en Inglaterra una Comisión para estudiar el estado sanitario
del país, cuyos resultados condujeron a que se dictara la primera Ley de Salud Pública, en
1848. Este nuevo movimiento higiénico comenzó en Inglaterra y ello no fue casual. Allí se había
producido la Revolución Industrial y el gobierno inglés era fuerte y estable en el plano interno.
Por otra parte, en la educación humanística inglesa se reflejaba fielmente el viejo ideal griego
del hombre bien equilibrado. La armonía del cuerpo requería tanto de la belleza como de la
limpieza. A ello ayudó mucho la práctica deportiva en la educación británica.33
Pero el cuidado de los enfermos, especialmente los pertenecientes a las clases más humildes,
descansaba en manos no sólo inexpertas, sino en muchos casos inescrupulosas. Una imagen
de ello lo ofrece el novelista inglés, Charles Dickens (1812-1870), uno de los escritores más
conocidos de la literatura mundial, en su obra Martin Chuzzlewit (1843-1844), en la que
inmortalizó a Sairey Gamp y a Betsy Prig, dos viejas, sucias, descuidadas, perezosas, como
una "fiel representación del tipo de personas que se contrataban para atender a enfermos
pobres".
Por su parte, en la Europa católica, hasta el siglo XIX la enfermería había estado casi por
completo relacionada con las órdenes Religiosas, fundamentalmente femeninas, y bajo su
cuidado. A pesar de que estas mujeres, con frecuencia, no tenían apenas instrucción,
acababan por aprender su arte por experiencia práctica, sin conferencias ni exámenes y, por
otra parte, se ocupaban más de las necesidades del alma que las del cuerpo de sus pacientes.
De este modo, y a pesar de las limitaciones evidentes de su formación, muchas de ellas
llegaban a ser excelentes enfermeras, según las exigencias de aquellos tiempos.34
En Alemania, las prisiones estaban en el estado más deplorable, e inspirado por lo que había
visto en Inglaterra, organizó la primera Sociedad de Prisiones en su país natal.
"En la Iglesia cristiana, mujer dedicada a trabajos religiosos. Entre los cristianos primitivos, las
diaconisas cuidaban a los enfermos, además de realizar otras actividades de carácter religioso.
En la Iglesia occidental el oficio cayó en desuso en el siglo VI; fue restablecido por el
luteranismo."36
En los primeros años de la década del 40 del siglo XIX, una joven dama inglesa, nombrada
Florence Nightingale, visitaba la Escuela Fliedner, y esta visita cambiaría radicalmente su vida.
¿Quién fue en realidad esta mujer, de cuya vida y personalidad se ha hecho un mito por parte
de muchos historiadores, críticos y hasta novelistas?
La sociedad inglesa de inicios del siglo XIX estaba caracterizada por una estructura social de
abismal disparidad. De un lado, unas clases viviendo en un estado de aislamiento poderoso e
influyente (la aristocracia y la burguesía); de otro, las clases víctimas de su opresión y vasallaje
(los obreros y los campesinos). Por su parte, la mayoría de la clase obrera estaba
caracterizada a su vez por la depauperación, el hambre, el alcoholismo y las deplorables
condiciones de trabajo, todo lo cual engendraba enfermedades, incapacidades y hasta la
muerte.38
El bisabuelo materno de Florence se había enriquecido en el comercio y había sido alabado por
sus ideas y actividades humanitarias. Su abuelo ocupó un escaño en la Cámara de los
Comunes durante casi 50 años, luchando a favor de los débiles, los desfavorecidos y los
oprimidos. Por el contrario, su padre fue un rico diletante, aficionado a las artes, indolente,
encantador, con gran ingenio, cultura y amante de los viajes.39
Justamente en uno de los numerosos viajes realizados por el matrimonio Nightingale, nacieron
sus hijas Parthénope (Grecia) y Florence, en la ciudad de igual nombre, cuna del Renacimiento
italiano, el 12 de mayo de 1820. 40
En ese contexto familiar, fuertemente caracterizado por el amor a las artes, ideas religiosas
anglicanas ortodoxas, sentimientos filantrópicos y desarrollo intelectual, Florence recibió una
esmerada educación, especialmente dirigida por su padre, quien rápidamente se sintió
orgulloso de su bella e inteligente hija.
"...un mundo mejor... no se nos ha dado; comencemos entonces, sin demora, a hacer uno".41
Mientras realizaba estas actividades, tiene que enfrentar la fuerte oposición familiar a su idea
de convertirse en enfermera. Tanto su madre -una dominante mujer que le perdonaba apenas a
su hija su inteligencia y encanto- como su padre -que sentía perder la agradable e inteligente
compañía de la mejor dotada de sus hijas- se mostraron francamente en contra de esta idea.
Ambos estaban esperando a que Florence se decidiera a elegir, entre sus numerosos
pretendientes, a su futuro esposo 44.
Por su parte, Parthénope, la hermana que siempre sintió un poco de envidia hacia la
inteligencia y belleza superior de su hermana - que la hacía mucho más atractiva a los hombres
y seducía con su carisma a los amigos de la familia, e incluso a su abuela y a sus tías-
reclamaba, sin embargo, con gran sentido posesivo, la compañía de Florence.45
En 1854, cuando estalla la Guerra de Crimea, a punto de partida de las armas empuñadas por
el nuevo Napoleón contra Rusia, en la que Francia tiene como aliada a Inglaterra, ésta se
encuentra frente al gran problema de que sus tropas se ven diezmadas, no por las balas
enemigas, sino por las epidemias de tifus y cólera que producen más bajas por el inadecuado
servicio médico del ejército.
La incompetencia de los jefes militares y altos funcionarios se vieron reflejados en las noticias
que el Times exhibía ante la opinión pública, en las que se daba cuenta de las terribles
condiciones en que se encontraban los enfermos y heridos de la campaña de Crimea. Las
noticias ponían de manifiesto, además, la completa desorganización y fracaso de los servicios
médicos, provocando la alarma y la indignación popular. Todo ello dio origen a una importante
colecta con el objetivo de enviar material de medicina y enfermería a los campos de batalla.47
Sir Sydney Herbert, íntimo amigo de Florence, era miembro del gobierno y ocupaba en esos
momentos el cargo de Secretario de Guerra, y le ofrecía a ella el puesto de Superintendente de
Enfermeras en Crimea, en momentos en que ella misma -desafiando las opiniones de su
familia e incluso de algunos amigos- le enviaba una misiva ofreciendo sus servicios,
cruzándose así las cartas de la solicitud y el ofrecimiento, que permitieron a Florence desplegar
una labor de 20 meses en el frente de guerra de Crimea, hecho que -aunque constituyó sólo un
corto incidente en su carrera- la colocó en posibilidades de influir notablemente en el desarrollo
ulterior de la enfermería 48.
Nadie mejor que Florence en aquella época, quien era muy instruida y de una buena familia
burguesa, para emprender la cruzada de la reforma de la enfermería. Nunca antes una inglesa
con tantas cualidades había soñado con hacerse enfermera. Poseía un carácter y una energía
especiales. Sus magníficas relaciones con funcionarios ubicados en las altas esferas de los
servicios administrativos le proporcionaron apoyo material y moral para el ejercicio de sus
funciones.
Unido a todo lo anterior, Florence tuvo el don de conquistar el favor de la opinión pública y de
explotar el sentimiento de vergüenza que invadía a Inglaterra cuando supo que Francia
disponía de un buen número de religiosas, Hermanas de la Caridad, para curar a los soldados
enfermos y heridos, mientras que la Inglaterra anglicana no contaba con esos servicios, pues
esa Orden apenas tenía representación en el país.
Después de reclutar un grupo de 38 enfermeras, partió para Scutari, en Turquía, donde estaban
ubicados los hospitales militares ingleses. Desde su llegada al teatro de operaciones, retira la
dirección de los cuidados a los heridos de manos de las autoridades militares para confiarlos a
las mujeres que había traído con ella.
A pesar de ocupar un puesto oficial en Scutari, hubo de enfrentarse con fuertes prejuicios. El
primero de todos, los obstáculos que debía vencer se correspondía con el propio desarrollo de
la sociedad a la que pertenecía: su condición de mujer le impedía la paridad social con el
hombre, y los médicos que estaban en el campo de batalla eran todos, hombres. La mayoría de
ellos se mostraron hostiles y desconfiados; pero poco a poco, demostrando en el trabajo su
capacidad organizativa, sus cualidades de administradora eficiente y el don de haber sabido
elegir a las enfermeras que le estaban subordinadas, y que había traído al Frente, desde
Inglaterra, le hicieron ganar el respeto y la consideración de los hombres que ocupaban
responsabilidades médicas y militares 50.
Todos sus biógrafos coinciden en que constantemente dio muestras de dedicación, valor y
desvelo en el ejercicio de sus funciones. No sólo sacó orden del caos que reinaba antes de su
llegada a las barracas de Scutari, sino que su educación, su nivel intelectual, sus dotes
organizativas y de dirección, sus virtudes de abnegación y sacrificio, su valentía y seguridad en
sí misma, así como la suavidad y dulzura que acompañaban a su firmeza, resultaron fuente de
ánimo para sus pacientes y motivo para consolidar su prestigio y autoridad entre sus colegas,
médicos y oficiales del ejército. 51
Todo parece indicar que Florence poseía un gran carisma. Hasta sus biógrafos han recibido su
efecto. Todo lo anterior ha motivado, más de una vez, que se cree una impresión falsa
alrededor de la figura de Florence, aureolada por elementos míticos.
Regresó de la Guerra como una Heroína Nacional. La Reina Victoria la condecoró con la Cruz
de Honor.
Pero el trabajo de su vida comenzó en realidad después de la guerra. Sus experiencias en esta
última le habían dejado huellas indelebles en la mente. Reunió a su alrededor un enjambre de
trabajadores, capitaneados por Sydney Herbert, su gran amigo y Secretario de la Guerra.
Mediante esta influencia se nombró una Comisión con facultades para investigar los actos de la
Administración Médica del Ejército. La consecuencia fue una reorganización completa de dicho
departamento. Así se convirtió ella en una autoridad en lo referente a la construcción,
organización y dirección de hospitales y a su higiene.
Alcanzó tal fama que fueron procurados sus consejos para la reorganización de los hospitales y
departamentos sanitarios del ejército inglés en la India; también los estadounidenses del Norte
y del Sur los solicitaron durante la Guerra de Secesión (1861-1866), así como las dos partes
beligerantes en la Guerra Franco-Prusiana, de 1870.52
Su ejemplo personal tuvo una gran significación, no sólo para quienes trabajaron con ella, sino
también para futuras generaciones de enfermeros y otras personas con las que tropezó a lo
largo de su vida. Mucho antes de llegar a la vejez, Florence tuvo la oportunidad de ver
terminadas muchas de las reformas que había iniciado, y hasta última hora, y aun hoy, su
experiencia ha ejercido una gran influencia en el mundo de la administración de hospitales y en
la enfermería.
"Al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando se fundó la Organización de las Naciones
Unidas y éstas constituyeron sus organizaciones especializadas, entre las cuales se cuenta la
Organización Mundial de la Salud, una de las primeras acciones fue instituir el 12 de mayo, día
del natalicio de Florence Nightingale, como el Día de los Hospitales."55
Dos sucesos importantes ocurrirían en vida de Florence, en los que vería materializada parte
de la obra de su vida: la fundación de la Asociación de Enfermeras Inglesas (1877) y "la batalla
de las enfermeras inglesas", que culminó con la aprobación del Registro Oficial Profesional
(1893). En el ámbito internacional pudo conocer desde su lecho de enferma -en el que estaba
postrada hacía ya algunos años, aunque con su mente lúcida y todavía productiva- la fundación
del Consejo Internacional de Enfermeras (1899).
Florence Nightingale murió al año siguiente, a los 90 años de edad, el 14 de agosto de 1910,
en Londres.
Constitución del Concilio Internacional de Enfermeras: una de las expresiones del impacto
social de la obra de Florence Nightingale en la época contemporánea
En 1899, en el seno de una Conferencia convocada en Londres por el Consejo Internacional de
la Mujer, Ethel Bedford organiza una Sección de Enfermería, la cual celebra una reunión que
contó con una carta dirigida por Florence Nightingale, desde su lecho de enferma, a sus
"queridas, muy queridas enfermeras".60 De esta conferencia nace el acuerdo de constituir una
organización independiente para agrupar a las Asociaciones Nacionales de Enfermeras y crear
así un medio a través del cual compartieran sus intereses comunes, trabajando por el
desarrollo de la enfermería.
La idea de Ethel Bedford estaba basada en la necesidad, para enfermería, de estar organizada,
y para las enfermeras, de tener un sistema reconocido de educación de enfermería y un
método de control de la profesión.
El Comité Provisional eligió, en 1900, a Ethel Bedford como su primera Presidenta; a Lavinia
Dock, de EE.UU., como su primera Secretaria honoraria; y a Agnes Snively, de Canadá, como
su Tesorera honoraria.
El objetivo fundamental del CIE es mejorar la calidad de la enfermería para contribuir de una
manera más efectiva a la promoción de la salud de los pueblos y al cuidado de los enfermos.
En la sesión matinal del Congreso celebrado en 1912, en Colonia, Alemania, fue anunciado que
un hecho doloroso había ocurrido en el tiempo transcurrido desde el anterior Congreso,
celebrado en Londres, en 1909. Se trataba del fallecimiento de Florence Nightingale, la
fundadora de la enfermería moderna.
El último día del Congreso, la Señora Bedford, en su discurso, hizo una propuesta: "instituir un
Memorial apropiado a Florence Nightingale, algo como una fundación educacional que haría lo
posible por las futuras enfermeras.
Ethel Bedford no perdió la oportunidad en esa ocasión de hacer notar que el Congreso se
celebraba en Colonia, muy cerca de Kaiserswerth, donde Florence había dado sus primeros
pasos en el aprendizaje de los principios básicos de enfermería.
La crisis que amenazaba desde el umbral del siglo y que estalla en 1914 hiere en su base el
frágil equilibrio sobre el cual descansaba el enriquecimiento y la dominación de Europa. El
triunfo de la Revolución Socialista de Octubre, en Rusia, en 1917, provoca profundos cambios
no sólo en el orden político y económico, sino también en la esfera de las ciencias, de las ideas
y del arte. Estos acontecimientos, que cierran la época moderna para dar paso a los tiempos
actuales o época contemporánea, tienen amplias repercusiones en la medicina y la enfermería.
5. Enfermería en la época Contemporánea
Especialmente a partir de 1925 y hasta los años 60, la medicina aportó un gran número de
descubrimientos, demostrando que su progreso en esa etapa ha sido mayor que en todo el
tiempo anterior transcurrido. El perfeccionamiento de la quimioterapia; la introducción del uso
de las sulfamidas y los antibióticos; los aportes de la biología a las nuevas concepciones
acerca de la naturaleza de ciertas enfermedades; las nuevas técnicas e instrumentos para el
diagnóstico y la cirugía -incluyendo todos los órganos a cielo abierto; la experimentación en
animales; la masividad de la vacunación; la perfusión de sustancias por arterias y venas, con
fines diagnósticos y terapéuticos; el nuevo concepto de salud-enfermedad, en el que se toman
en consideración no sólo los componentes biológicos sino las determinantes sociales del
proceso, todo ello ha provocado una verdadera revolución en el campo de las ciencias
médicas. 63
En correspondencia con todos esos avances, se hacía cada vez más necesario un cuerpo de
enfermeros con mayores conocimientos teóricos y habilidades prácticas y, especialmente, con
un alto compromiso moral en el ejercicio profesional.
Con respecto a los problemas éticos y morales del ejercicio profesional, en el Congreso de
Montreal, Canadá, en 1929, se había presentado ya la primera propuesta de crear un Código
Internacional de ética de la Profesión, aunque no fue aprobado hasta 1953. No sería hasta
1973, veinte años más tarde, que ese Código fuera modificado, a la luz del desarrollo de la
profesión y especialmente en lo concerniente a la subordinación absoluta al médico.
Los aspectos teóricos de la enfermería fueron tratados, desde sus inicios, por la propia
Florence Nightingale, con su orientación filosófica acerca de la interacción paciente-entorno y
los principios y reglas sobre los que sustentó su ejercicio profesional. Es comprensible el
acento puesto por Nightingale en el entorno, en correspondencia con la preocupación
dominante en Europa y, especialmente en Inglaterra, sobre los problemas higiénico-sanitarios,
que le habían hecho dictar la primera Ley de Salud Pública, en 1848. Nightingale creía que la
enfermedad era un proceso reparador y que la manipulación del medio ambiente podía
contribuir a ese proceso reparador y al bienestar del paciente.64
Desde mediados de los años 50, varias teóricas de la enfermería habían comenzado a formular
sus consideraciones acerca del método de actuación profesional de las enfermeras: el Proceso
de Atención de Enfermería (PAE), el que fue realmente considerado un proceso, por primera
vez, por Lidia E. Hall, enfermera norteamericana, en 1955. Otras enfermeras, que se
desempeñaban en el campo de la docencia en distintas instituciones de gran prestigio, también
comenzaron a trabajar los aspectos teóricos de la enfermería, incluyendo su definición y las
consideraciones acerca del Proceso. Entre las más destacadas de la década de los 50 se
encuentran también Dorothea Orem (1958), con su definición y la teoría del déficit del
autocuidado; Hildegard E. Peplau, con sus aportes a la enfermería en general, y muy en
particular a la enfermería psiquiátrica, centró su atención en las relaciones interpersonales en
enfermería; y Faye Glenn Abdellah, quien definió 21 problemas clásicos de enfermería para el
diagnóstico de enfermería, término que se utilizó por primera vez en 1950.65
En 1959, en la reunión del Buró Ejecutivo del Concilio Internacional de Enfermeras, celebrada
en Helsinki, Finlandia, se aprobó para su publicación la famosa obra de la enfermera
norteamericana, Virginia Henderson, "Principios básicos de enfermería".
La década de los años 60 es muy rica en trabajos teóricos de enfermería. Entre las autoras
más destacadas se encuentran: Myra Estrin Levine, quien sin intenciones de redefinir la
enfermería o elaborar ninguna teoría, aportó el enfoque holístico; Martha E. Rogers,
considerada como una de las más creativas, centra su atención en sus reflexiones acerca de
los seres humanos unitarios; Betty Neuman, elaboró un modelo de sistemas para los servicios
de salud mental; Nancy Roper, trabajó sobre los principios en los cuales descansa la
enfermería y las actividades vitales; Joyce Travelbee, enfatizó en que la enfermería debía
basarse en las relaciones persona a persona; Kathryn E. Barnard, activa investigadora sobre
los cuidados a niños discapacitados, diseñó un modelo para evaluar la salud de los niños;
Dorothy E. Jonson, diseñó un modelo de sistema conductual; Sor Callista Roy, centra su
atención en la identidad del hombre y su entorno y su capacidad de adaptación; Madeleine
Leininger, elaboró la teoría de los cuidados transculturales; Imogene King, ha elaborado su
modelo a partir del reconocimiento de la existencia de tres sistemas: el personal, el
interpersonal y el social; Margaret A. Newman ha trabajado sobre la teoría del desarrollo en
enfermería e Ida Jean Orlando (Pelletier), formuló la teoría de la respuesta profesional en la
relación recíproca enfermero-paciente.
La década de los años 70 contó con el aporte continuo de estas estudiosas de las teorías y
modelos de enfermería. A ellas se sumarían otras tales como: Jean Watson, con su magnífico
libro titulado "Enfermería: la filosofía y la ciencia del cuidado", quien concentró su atención en
los problemas de la atención sanitaria, con un enfoque social; Patricia Benner, con su teoría
fenomenológica acerca de los cuidados de enfermería; Joan Riel-Sisca, con sus trabajos sobre
interaccionismo simbólico; Ramona T. Mercer, con su estudio acerca del rol maternal de la
enfermera; Joyce J. Fitzpatrick, con su modelo de la perspectiva vital, quien ha escrito además
acerca del envejecimiento y el suicidio; y Nola Pender, quien a partir de su estudio de cómo las
personas toman las decisiones sobre su propia salud ha elaborado un modelo de promoción de
salud.
El CIE tiene una publicación que cuenta con 4 números anuales. La sede de la organización
estuvo en Londres hasta 1925 en que se trasladó a Ginebra, Suiza. De aquí regresó a Londres,
en 1947, y, finalmente, desde 1966 radica de nuevo en Ginebra.67
Los últimos veinte años del concluido siglo XX han resultado muy fructíferos para la enfermería,
como ciencia y como profesión. Se han elaborado nuevas teorías y modelos y, en
consecuencia, han sido modificados planes de estudio, programas de la disciplina y
asignaturas y se ha diseñado un nuevo sistema de educación posgraduada que incluye la
especialización, los diplomados, las maestrías y los doctorados.
En el campo de la gerencia en salud, los enfermeros han ocupado cada vez más cargos de
responsabilidad, no sólo en el ámbito de enfermería propiamente dicho, sino en la gestión
sanitaria en general. Otro tanto ha ocurrido en la elevación del respeto a la profesión por el
aporte que ha proporcionado un trabajo multi e interdisciplinario en salud, donde el
protagonismo de la enfermería se ha reforzado.
La medicina del siglo XX se universaliza, es decir, los conocimientos y práctica son semejantes
en casi todos los países. Sin embargo, la medicina adopta modalidades especiales en
dependencia de la base económica que la sustenta y el sustrato social en el que se aplica. La
distinción del grado de desarrollo alcanzado por la medicina en los diferentes países se debe
más al monto de los recursos y sistemas socioeconómicos existentes en cada uno de ellos.
De forma general, la organización social más frecuente que encontraron era que en una misma
comunidad existía un jefe y sus integrantes estaban relacionados, de una u otra forma,
genéticamente. Sin embargo, había diferencias notables en cuanto al desarrollo cultural de
esas comunidades, en correspondencia con las distintas zonas geográficas que habitaban. Tal
es el caso de las primeras tierras ocupadas por los españoles en la parte caribeña, central y sur
del continente, y por los propios españoles, franceses e ingleses en la parte norte. En las
referidas zonas, los mayas y aztecas en México y Yucatán, y los incas, en el Perú, eran las
culturas de mayor desarrollo en el continente americano. 77
Los tratamientos que aplicaban: los relacionaban con las cuestiones sobrenaturales y
les ofrecían soluciones empíricas, a partir de los efectos de determinadas plantas que
empleaban (baño purificado con vapor para bajar la fiebre mediante la sudación, sangrías
utilizando las puntas coriáceas de las hojas del magüey, variados ungüentos y cocimientos o
tizanas para aliviar dolores y malestares diversos). En el caso de los aztecas, tenían muy
desarrollada la medicina herbolaria (prácticas curativas con plantas). Tenían identificadas unas
1.200 especies de plantas donde los principios curativos estaban presentes, pues las
sustancias tales como la quinina, el riano, la coca, estaban presentes en toda o en partes de
algunas de estas plantas, lo que se tradujo en un aporte a la medicina europea, dado el valor
terapéutico de muchas de estas sustancias. También utilizaban sustancias de origen animal o
mineral. Estaban presentes además prácticas quirúrgicas, tales como la trepanación de
cráneo, amputación de miembros, sutura de heridas, en las cuales utilizaban cuchillos,
lancetas, cabellos y algodón.
En todos estos años, de los siglos XVI al XVIII, tanto durante la conquista como durante la
colonización del continente americano, la situación epidemiológica se agudiza, pues tanto
españoles como franceses e ingleses traen consigo numerosas enfermedades infecciosas:
viruela, sarampión, paludismo, gripe, que afectan sensiblemente a estas poblaciones del norte,
centro y sur del continente pues su espectro inmunológico no estaba preparado para esta
variedad de enfermedades que no conocían. De ahí que las diferentes órdenes religiosas,
fundamentalmente las dedicadas a la atención de los enfermos, que acompañaron a los
colonizadores, desempeñaran una función fundamental con los enfermos en estos hospitales.
La fundación de los hospitales en estos años permite brindar una mejor atención a los
pacientes, aunque la concepción inicial era que estas instalaciones atendieran a los militares y
soldados, fundamentalmente; pero también servían como hospicios a las personas sin
protección, por lo que estos lugares se consideraban como "casas santas" de la civilización y
de la doctrina religiosa, no sólo como instituciones de salud.84
Aunque el desarrollo científico que aportó España al llamado "Nuevo Mundo" fue el principal
resultado de la cultura renacentista en cuanto a los nuevos criterios astronómicos, físico-
matemáticos, geográficos y biológicos en general, en el plano filosófico perduraron por mucho
tiempo las concepciones escolásticas patrocinadas por la Iglesia.
A pesar de que Maquiavelo y otros pensadores italianos rompieron con la añeja relación entre
dos mundos: lo terrenal y lo divino, es decir, lo político y lo religioso, España mantuvo el
concepto de Estado-Iglesia en los siglos XVI y XVII, de modo que un número considerable de
adelantos científico-técnicos fueron traídos a Cuba de manera tardía.85
Este molde escolástico, que hasta muy entrado el siglo XVIII comprimió el pensamiento
español y lo alejó de las corrientes más dinámicas de la historia moderna, desde otro punto de
vista menos utilitario contribuyó también a dar a la vida hispánica su firme estilo moral.
A lo largo de la historia del continente, muchas mujeres se dedicaron a esta labor, aun sin estar
establecida esta profesión, tal y como había venido ocurriendo en diferentes latitudes hasta el
surgimiento de la Escuela Práctica de Diaconisas, en Alemania, en los años 30 del siglo XIX.
Ixchel, Itzamná, Cit Bolom Tun y Ahan Chamahles eran dioses de la medicina. Los médicos y
hechiceros eran los grupos que participaban en las ceremonias que se les dedicaban. Cuando
las personas enfermaban llamaban al sacerdote, al curandero o a un hechicero. La mayoría de
las veces una sola persona reunía las tres condiciones. Como Yucatán tiene muchas hierbas y
plantas medicinales, los hechiceros-curanderos contaban con una extensa farmacopea a su
disposición.89
La civilización azteca no era autóctona como la maya. Los Aztecas eran conquistadores
procedentes del norte, probablemente llegados en el siglo XII. Mal recibidos por los ocupantes,
toda su vida transcurrió en una perpetua guerra por el agua potable y las tierras de cultivo.90
Por su parte, los Incas constituían una aristocracia victoriosa que dominaba las sociedades
vencidas, a las que organizaron en un Imperio, constituido por el clan de los quechuas, quienes
extendieron su dominación sobre los aymarás y otras confederaciones de tribus, que tenían sus
civilizaciones particulares. La propiedad era colectiva y apenas existía la división del trabajo; sin
embargo, algunos indígenas se habían especializado, tradición que se transmitía de padres a
hijos. La especialización se manifestaba incluso en ciertas tribus. Los Kollaluraya
proporcionaban a los médicos.
Utilizaban diferentes plantas con propiedades medicinales, a las cuales les atribuían poderes
mágicos, tales como la coca, utilizada por sus propiedades narcóticas, o el tabaco, usado en
forma de rapé por sus propiedades medicinales. Sin embargo, la chinchona, de la cual se
deriva la quinina, apenas se usaba en el Perú Antiguo. Usaban fórceps y vendajes y algunos
cráneos fósiles muestran señales de haber sufrido operaciones en el seno frontal. En Perú se
ha encontrado el mayor índice de trepanaciones que se haya encontrado en los restos
arqueológicos del mundo antiguo. No tenían prácticas anticonceptivas y el infanticidio era muy
raro. A las mujeres les ayudaban en el parto vecinos expertos, no existían mujeres dedicadas a
esta actividad.91
En la América del Sur, los araucanos, que habitaban en el actual Chile, eran mucho menos
avanzados que los incas; sin embargo, practicaban la medicina y la cirugía. Sus "machis",
mujeres con una vida solitaria y austera, se dedicaban a cuidar la salud física y moral de los
enfermos.92
En las tribus indígenas de América del Norte existían mujeres hechiceras que cumplían
funciones médicas.
En Estados Unidos se destaca la figura de Elizabeth Ann Bayley Seton, más conocida por
Mother Seton, que en el siglo XIX favoreció la incorporación a la Congregación de las Hijas de
la Caridad de San Vicente de Paul, que atendieron de forma destacada hospitales y escuelas
de niños pobres y ricos, así como asilos. Posteriormente las Hermanas de la Misericordia, otra
Congregación religiosa, al frente de la cual se encontraba Catherine Mc Auley, logran ejercer
una gran influencia en el resto de los países del continente.93
En el caso de Canadá, la primera mujer que ejerció trabajos de enfermería fue Marie Hubou,
esposa de un cirujano que llegó a ese país en 1617. Más tarde se fortaleció la práctica de
enfermería con la llegada de los Jesuitas, quienes dieron un notable impulso a la fundación de
hospitales. En el siglo XIX, Francisca Gifford, fue la primera religiosa enfermera canadiense,
hija del primer médico del hospital. Por ese mismo tiempo, Marguerite Marie D'Youville, fundó la
Congregación de las Monjas Grises para el cuidado de los enfermos, ancianos y ni?os
expósitos. Estas fueron realmente el antecedente histórico de las actuales enfermeras de
distrito de Canadá. Otra figura destacada de este tiempo es Jeanne Mance, hija de una familia
francesa culta, radicada en Canadá, que se dedicó al cuidado de los enfermos.94
En México, país donde se había fundado uno de los primeros hospitales del continente, en
1524, y se había iniciado la enseñanza de la medicina en 1553, se asociaron prontamente los
servicios de salud y la enseñanza de la medicina, lo que evidenció muy rápidamente la
necesidad de asociar también al ejercicio de la enfermería, motivo por el cual se funda, en
1894, una de las primeras escuelas de enfermeras del continente.95
Las enfermeras prácticas que realizaban sus labores en los hospitales no sólo estaban
dedicadas al cuidado de los enfermos en las actividades relacionadas con el aseo, la
alimentación y la vigilancia, sino también al cumplimiento de los llamados "deberes médicos" o
"cumplimiento de las indicaciones médicas". En este sentido, las religiosas de la Congregación
"Hermanas de la Inmaculada Concepción", ayudadas por mujeres seglares, que no se
distinguían precisamente por su buena reputación, fueron las que se ocuparon de la atención a
los enfermos en los hospitales. La sociedad de la época no concebía que las mujeres de bien,
por demás atadas al hogar y la familia, se ocuparan de esos menesteres con personas
extrañas.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, tal y como aparece en las fuentes documentales
consultadas, junto a los capellanes y cirujanos aparecen los nombres de enfermeros y
practicantes, así como de mujeres que realizan prácticas de enfermería y que eran adiestradas
por médicos y cirujanos.96
No es hasta finales del siglo XIX que los conocimientos aumentan y se realizan notables
aportes por Florence Nightingale. Bajo este modelo, se funda, en 1894, la primera escuela de
enfermeras, en el Hospital Militar de México, para mujeres no religiosas.
Referencias bibliográficas
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Editor. Bogotá, 1974.
WALKER, KENNETH. Histoire de la Médecine. Marabout Université. Editions Gérard,
Verniers. Bélgique, 1962.
HERREMAN, ROGELIO. Historia de la Medicina. Editorial Trillas. México, 1987.
4 WALKER, KENNETH. Obra citada. (2)
5 IBIDEM. (2)
6 HOMERO. La Odisea.
7 FRANK-ELIZONDO. Desarrollo histórico de la enfermería. Ediciones Capilco, S. A. México,
1987.
8 HERREMAN, ROGELIO. Obra citada. (3)
9 FRANK-ELIZONDO. Obra citada. (7)
10 HERREMAN, ROGELIO. Obra citada. (3)
11 KOVALIOV, S. I. Historia de Roma. Tomo II. Edición Revolucionaria. Instituto del Libro. La
Habana, 1968.
12 PYKE, ROYSTON. Diccionario de religiones. Fondo de Cultura Económica. México, 1960.
13 FRANK-ELIZONDO. Obra citada. (6)
14 CROUZET, MAURICE. Historia General de las Civilizaciones. La edad media. Editora
Revolucionaria. La Habana, 1968.
15 IBIDEM. (14)
16 PYKE, ROYSTON. Obra citada. (12)
17 MAURIAC PIERRE. Libre histoire de la médecine fran?aise. Librairie Stock. Paris, 1956.
18 DE MENA, JOSE MARÍA. Historia de la Medicina Universal. Ediciones Mensajero, Bilbao,
1987.
19 WALKER, KENNETH. Obra citada. (2)
20 ENCICLOPEDIA ENCARTA 2001.
21 FRANK-ELIZONDO. Obra citada. (7)
22 WALKER, KENNETH. (2)
23 ESEVERRI CHAVERRI, CECILIO. Historia de la enfermería española e
hispanoamericana. Salvat Editores. S. A., España, 1984.
24 FRANK-ELIZONDO. Obra citada. (7)
25 CROUZET, MAURICE. Historia General de las Civilizaciones. La edad media. Obra
citada. (14)
26 ESEVERRI CHAVERRI, CECILIO. Obra citada. (23)
27 PYKE, ROYSTON. Obra citada. (12)
28 G?MEZ GUTI?RREZ., A.LBERTO. Del macroscopio al microscopio. Historia de la
Medicina Científica. Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas. Bogotá D. C. 2002.
29 CROUZET, MAURICE. Historia General de las Civilizaciones. Siglos XVI y XVII. Editora
Revolucionaria. La Habana, 1968.
30 SIGERIST, HENRY E. Obra citada. (1)
31 WHITE MICHAEL. Leonardo, el primer científico. Plaza & Janés, Barcelona, 2001.
32 CARRILLO, JUAN LUIS. “La medicina en el siglo XVIII”, en: Historia de la ciencia y de la
técnica. T. 30 Akal, Madrid, 1992.
33 SIGERIST, HENRY E. (1)
34 DINGWALL, R. AND OTHERS. An Introduction to the Social History of Nursing. London:
Routledge, 1988
35 IBIDEM. (34)
36 PYKE, ROYSTON. Obra citada. (12)
37 MAGGS, C. J. Exploring history: An Introduction to Nursing’s Past. Nurse Education
Programme. London, 1989.
38 ENGELS, FEDERICO. La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844). Editora
Política. La Habana, 1963.
39 WOODHAN-SMITH, CECIL. Florence Nightingale. 1820-1910. Constable and Company
Ltd. London, Reprinted in 1992.
40 IBIDEM. (39)
41 TURKISH NURSES ASSOCIATION. Florence Nightingale Museum. Istambul, 1987.
(Tomado de Cook, E.T. The Life of Florence Nightingale. London, 1914.)
42 BALY, M. E. Florence Nightingale and the Nursing Legacy. London, 1986.
43 KOPF, E.W. “Florence Nightingale as a Statistician,” J. Amer. Statist. Assoc., 15 (1916),
388-404.
44 WOODHAN-SMITH, CECIL. Obra citada. (39)
45 IBIDEM. (39)
46 NUTTING, A. AND DOCK, L. A History of Nursing. G. P. Putnam’s Sons. London, 1907
47 WALKER, KENNETH. Obra citada. (2)
48 MARION JAMIESON, E. AND SEWALL, M. Trends in Nursing History (Their relationship
to world events). W. B. Saunders Company. Philadelphia and London, 1942.
49 PYKE, ROYSTON. Obra citada. (12)
50 SKEET, M. “Líderes de Salud. Florence Nightingale, una mujer con visión y empuje”, en:
Revista Internacional Foro Mundial de la Salud. 9 (2): OMS. Ginebra, 1988.
51 COOK, EDWARD. The life of Florence Nightingale. Macmillan and Co. London, 1913.
52 TOOLEY, SARAH. The life of Florence Nightingale. Cassell and Co., Ltd. London, 1910.
53 TURKISH NURSES ASSOCIATION. Obra citada. (41)
54 NIGHTINGALE, FLORENCE. Notes on Nursing. What it is and what it is not. Dover
Publications, Inc. New York, 1969.
55 BALY, M. E. Obra citada. (42)
56 SANTANA ALEM?N, JULIA. “La enfermera cubana y su evolución”, en: Revista Romances.
La Habana, agosto, 1952.
57 ENCARTA. “Elizabeth Blackwell.” Enciclopedia Microsoft 1993-2000 Microsoft
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58 LEDDY, S. AND PEPPER, J.M. Bases conceptuales de la enfermería profesional. 1?
edición en espa?ol. J. B. Lippincott Company filadelfia. OPS, 1989.
59 BRIDGES, DAISY. A History of the International Council of Nurses. 1899-1964.
60 QUINOS, DAME SHEILA. ICN Past and Present. 1964-1989.
61 IBIDEM. (60)
62 CROUZET, MAURICE. Historia General de las Civilizaciones. La época contemporánea.
Edición Revolucionaria. La Habana, 1966.
63 G?MEZ GUTI?RREZ., ALBERTO. Obra citada. (28)
64 MARRINER TOMEY, A. AND RAILE ALLIGOOD, M. Modelos y teorías en enfermería.
Ediciones Harcourt, S. A. Madrid, 2000. 4? edición.
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Interamericana Mc. Graw-Hill. 2da. Edición en espa?ol. México, 1989.
67 BRIDGES, DAISY. Obra citada. (59)
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Enfermeras en Cuba. (1899-1909). Tesis de grado Maestría de Historia. Universidad de La
Habana, 2000.
69 IBIDEM. (68)
70 S?NCHEZ RON, JOS? MANUEL. El siglo de la ciencia. Taurus. Madrid, 2000.
71 QUINOS, DAME SHEILA. Obra citada. (60)
72 FLEXNER, A. Medical Educations in United States and Canada. The Carnegie
Foundation for the Advancement of Teaching. New York, 1910.
73 ADAMS HAMPTON, ISABEL. Manual para Enfermeras. Departamento de Beneficencia.
Edición en espa?ol. La Habana, 1900.
74 MARION JAMIESON, E. AND SEWALL, M. Obra citada. (48)
75 MAGGS, C. J. Obra citada. (37)
76 FENTON TAIT, MAR?A. Testimonio oral ofrecido a la autora, en la FCM “Calixto García”,
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77 HERREMAN, ROGELIO. Obra citada. (3)
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México, 1990.
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80 PORTUONDO, FERNANDO. Historia de Cuba 1492-1898. Editorial Pueblo y Educación.
La Habana, 1965.