28 DOSSIER 02 ASPIAZU ELIANA Enfermeras PDF
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Las condiciones laborales de las y los enfermeros en Argentina: entre la
profesionalización y la precariedad del cuidado en la salud
Nursing working conditions in Argentina: between professional and precarious
health care
Condições de trabalho das e os enfermeiros em Argentina: entre a profissionalização
e a precariedade do cuidado na saúde
Eliana ASPIAZU 1
Recibido: 23.06.16
Aprobado: 01.10.16
RESUMEN
La enfermería es de una de las “ocupaciones del cuidado” dentro del complejo entramado de las y los
trabajadores de la salud. En este contexto, tiene la particularidad de ser la actividad con más alto nivel de
feminización (85% de mujeres) y mayor carga de cuidado directo en sus tareas. Las problemáticas que
afectan a las y los enfermeros en Argentina son diversas, e impactan negativamente tanto en sus
condiciones laborales como en la calidad de la atención en salud. La sobrecarga laboral, el pluriempleo,
las deficiencias en infraestructura e insumos y los bajos salarios de las y los enfermeros son correlato de la
situación general del sector de la salud. Pero la enfermería también presenta particularidades que la
colocan en una posición de mayor vulnerabilidad. El déficit en la cantidad de enfermeros/as y en los
niveles de calificación, junto con la relativa situación de desventaja y desvalorización de la enfermería
dentro de los equipos de salud, agregan complejidad al panorama laboral de esta ocupación. El presente
artículo analiza, a partir de datos estadísticos disponibles y entrevistas en profundidad, los cambios en los
últimos años en la enfermería, tanto en los roles al interior de los equipos de salud como en la
visualización de la ocupación y de los significados del cuidado asociados a ella. Particularmente, en el
impacto de la profesionalización de la ocupación, en los cambios socio-demográficos asociados a la mayor
participación de varones y a los niveles de calificación, en el rol de los sindicatos, y en aspectos subjetivos
y culturales, tales como las percepciones acerca de la ocupación y de las condiciones laborales, las
1
Becaria postdoctoral, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas / Grupo de Estudios del
Trabajo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Nacional de Mar del Plata. Correo:
[email protected]
ABSTRACT
Nursing is one of the "care occupations" within the complex framework of the health sector’s workforce.
In this context, nursing has the distinctiveness of being the activity with the highest level of feminization
in the health system (85% are women). It is also the occupation that carries the heaviest burden of direct
care in its tasks. The issues affecting nurses in Argentina are diverse and have a negative impact both on
their working conditions and on the quality of the care provided. Work overload, multi-employment,
deficient infrastructure, lack of inputs and low salaries are part of the general situation the health sector.
But nurses also present peculiarities that place them in a position of greater vulnerability. The deficit in
the amount of nurses and their skill levels, together with the devaluation of their skills within health teams,
add complexity to the employment outlook for this occupation. This article analyzes, based on available
statistics and in-depth interviews, the changes that occurred in recent years in nursing, in terms of their
role within health teams, the visualization of the occupation, and the meanings of care associated with it.
Particularly, the article analyzes the impact of professionalization in the occupation, the socio-
demographic changes associated with increased participation of men, the role of trade unions, as well as
subjective and cultural aspects, such as perceptions about working conditions, motivations for choosing
this profession, and its linkage with other health workers.
Key words: Work conditions - Gender – Care occupations – Health Sector –nurses
RESUMO
A enfermaria é de uma das “ocupações do cuidado” dentro da complexa malha das e os trabalhadores da
saúde. Neste contexto, tem a particularidade de ser a atividade com mais alto nível de feminizassem (85%
de mulheres) e maior ônus de cuidado direto em suas tarefas. As problemáticas que afetam às e os
enfermeiros em Argentina são diversas e impactam negativamente tanto em suas condições de trabalho
como na qualidade da atenção em Saúde. A sobrecarga trabalhista, o pluriemplego, as deficiências em
infra-estrutura e insumos e os baixos salários das e os enfermeiros são correlato da situação geral do sector
da Saúde. Mas a enfermaria também apresenta particularidades que a colocam numa posição de maior
vulnerabilidade. O déficit na quantidade de enfermeiros/as e nos níveis de qualificação; junto com a
relativa situação de desvantagem e desvalorização da enfermaria dentro das equipas de Saúde agregam
complexidade ao panorama trabalhista desta ocupação. O presente artigo analisa, a partir de dados
estatísticos disponíveis e entrevistas em profundidade, as mudanças que teve nos últimos anos na
enfermaria, tanto nos papéis ao interior das equipas de saúde como na visualização da ocupação e dos
significados do cuidado associados a ela. Particularmente, no impacto da profissionalização da ocupação;
nas mudanças sócio-demográficos sócios à maior participação de varões e aos níveis de qualificação; no
papel dos sindicatos; e em aspectos subjetivos e culturais, como as percepções a respeito da ocupação e
das condições de trabalho, as motivações para a eleição desta profissão e a vinculação com o resto dos
trabalhadores da saúde.
Palavras-chave: Condições de Trabalho, género, ocupações do cuidado, Sector Saúde, enfermaria
SUMARIO:
1.Introducción. 2. La inserción de la enfermería en el complejo entramado del sector salud. 2.1. Un
contexto sectorial heterogéneo, descentralizado y segmentado. 2.2. La precariedad en las condiciones
laborales del sector salud en su conjunto. 2.3. Las mujeres trabajadoras de la salud, una mayoría con más
1. Introducción
Las y los enfermeros forman parte del grupo de “trabajadores y trabajadoras del cuidado”, definidos
como tales porque realizan actividades que contribuyen a la salud, a la seguridad física y al desarrollo de
habilidades cognitivas, físicas o emocionales de las personas, interactuando directamente con los
recipientes del servicio en cuestión (England, Budig y Folbre, 2002). Se trata de ocupaciones que se
caracterizan por su composición mayoritariamente femenina, y por tener condiciones de trabajo más
precarias y salarios más bajos que aquéllas no relacionadas con el cuidado (Esquivel, 2010).
La enfermería se inserta también dentro del complejo entramado del sectorsalud, con la particularidad
de ser la actividad con más alto nivel de feminización del sector y la mayor carga de cuidado directo en
sus tareas. La salud es un sector con una estructura altamente segmentada - por la división en subsistemas
y la descentralización jurisdiccional- y, a la vez, fragmentada - por la coexistencia de gran diversidad de
establecimientos no integrados en una misma red sanitaria asistencial (OPS, 2007). Este rasgo le otorga a
la enfermería una configuración heterogénea en términos de ámbitos de inserción, regulaciones,
representación gremial y calificaciones, que se traducen en diferentes condiciones laborales dentro de la
propia ocupación.
Las problemáticas que afectan a las y los enfermeros en Argentina son diversas e impactan
negativamente tanto en sus condiciones laborales como en la calidad de la atención en salud. La
sobrecarga laboral, el pluriempleo, las deficiencias en infraestructura e insumos y los bajos salarios de las
enfermera/os son correlato de la situación general del sector. Pero la enfermería también presenta
particularidades que muestran su mayor vulnerabilidad. Por un lado, la multiplicidad de normas que
regulan la ocupación y una estructura sindical amplia y compleja, fragmenta la representación de las y los
trabajadores de enfermería, limitando la posibilidad de incluir demandas específicas de la ocupación en las
negociaciones paritarias. Por otro lado, el déficit en la cantidad de enfermeras/os, su sobre-representación
en las categorías de menor calificación, y la relativa situación de desventaja y desvalorización de la
enfermería dentro de los equipos de salud, agregan complejidad al panorama laboral de esta ocupación y
la colocan en una situación de mayor precariedad respecto de los demás trabajadores/as del sector.
El presente artículo busca dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cuáles son los factores que
inciden en la configuración de las particulares condiciones de trabajo de las y los enfermeros? ¿Qué lugar
juegan en dicha configuración los factores estructurales, vinculados a las características del sector de la
salud, a la estructura normativa y a la configuración de las relaciones laborales del sector? ¿Qué
importancia tienen cuestiones subjetivas y culturales, asociadas a las percepciones sobre la enfermería, su
valoración como profesión y el significado que adquiere el cuidado como el componente esencial de la
ocupación?
A fin de encontrar una respuesta a estas preguntas, se analizan los cambios habidos en los últimos
años en la enfermería, tanto en los roles al interior de los equipos de salud como en la visualización de la
ocupación y de los significados del cuidado asociados a ella. Particularmente, se indaga en el impacto de
la profesionalización de la ocupación, en los cambios socio-demográficos asociados a la mayor
participación de varones y a los niveles de calificación, en el rol de los sindicatos, y en aspectos subjetivos
y culturales, como las percepciones acerca de la ocupación y de las condiciones laborales, las
motivaciones para la elección de esta profesión y los modos cómo piensan las y los enfermeros su
vinculación con los demás trabajadores/as del sector.
Las ocupaciones del sector salud se diferencian del resto de las ocupaciones por el tipo de servicio
que brindan. A grandes rasgos, es un sector que se caracteriza principalmente por ser una actividad de
mano de obra intensiva, especialmente en el empleo de profesionales, por prestar un servicio de alta
repercusión social y por poseer recursos humanos altamente calificados, con un peso importante de
profesionales, técnicos/as y enfermeros/as (Novick y Galín, 2003).
En su conjunto, el sistema de salud emplea alrededor de 831 mil personas en todo el país, número que
representa el 5% del total de ocupados (Fuente: EPH – INDEC del 2do semestre de 2013). La salud
privada concentra al 60% de los trabajadoras/es de la actividad, con un crecimiento del empleo del 43%
entre los años 2003 a 2013, mientras que la salud pública incrementó un 31% sus ocupados (MTEySS,
2014). En comparación con otros sectores, el de la salud en Argentina se caracteriza por poseer una fuerza
de trabajo altamente calificada: el 70% de los trabajadores cuenta con un nivel de calificación entre
técnica y profesional. La distribución de ocupados por nivel de calificación y por categoría ocupacional
muestra que los profesionales representan el 36% de la fuerza de trabajo del sector, los técnicos el 34%,
los puestos operativos el 21% y los trabajadores sin calificación el 9% (MTEySS, 2014). Por este motivo
es que los procesos educativos y de profesionalización tienen gran importancia en el sector salud.
Las condiciones laborales de la actividad fueron ampliamente analizadas por diversos autores (Acuña
y Chudnoski, 2002; Belmartino, 2005; Lanari, 2006; Maceira y Cejas, 2010; Novick y Galín, 2003), los
cuales señalan que durante la década de 1990, a partir de las reformas del sistema, se inició un proceso de
deterioro de las condiciones de trabajo, que se profundizó con el progresivo aumento de la demanda de
servicios de salud, que en el caso de la salud pública no fue acompañado por un incremento del empleo y
de la inversión que lo compense. Los principales efectos negativos sobre la calidad del empleo fueron el
sobre-empleo, la extensión de las jornadas de trabajo, la precarización de las formas de contratación, las
remuneraciones variables, la flexibilidad laboral y el empleo no registrado.
La precarización de las formas de contratación es una de las deficiencias más apremiantes que afectan
a todo el sector, tanto en el subsector público como en el privado. Dentro de la gran heterogeneidad en las
modalidades de contratación, las tres formas principales son: la planta permanente del Estado, que otorga
garantía de estabilidad en los cargos, a los que se accede por concurso; los regímenes de contratación
periódicos, con protección social y garantías, tanto amparados en normas de empleo público como en la
Ley de Contrato de Trabajo; y los regímenes de contratación sin relación de dependencia, efectivizados
por medio de locaciones de servicio o bien como locaciones de obra (Maceira y Cejas, 2010). Además, en
2
Información de la DGEyEL – SSPTyEL- MTEySS (2014) en base a datos de EPH-INDEC del año 2012.
3
Correspondientes a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, para el II semestre de2013.
Si nos preguntamos ¿cómo afectan particularmente las problemáticas laborales sectoriales sobre el
subconjunto de las y los enfermeros?, podemos comenzar a advertir que se trata de una ocupación con una
vulnerabilidad mayor en comparación con el resto de las ocupaciones de la salud.
Las y los enfermeros representan una porción considerable de la fuerza de trabajo sectorial. Según la
última información disponible de la Red Federal de Registros de Profesionales de la Salud (REFEPS) 4
para el año 2013, la enfermería explica algo más del 20% del empleo de la actividad, con 179.175
enfermeras/os en edad activa. No hay datos precisos sobre la distribución de las y los enfermeros/as por
subsectores, pero podemos suponer que la misma reproduce la distribución general del sector.
Se trata de una ocupación que reproduce la heterogeneidad de calificaciones que caracteriza el empleo
en el sector salud, el cual se divide en ocupaciones profesionales, técnicas y operativas, pero con la
particularidad de invertir la pirámide sectorial en la que predominan los trabajadores más calificados. La
fuerza de trabajo con menor calificación representa un gran porcentaje en la ocupación, dado que el 48%
son auxiliares en enfermería, el 41% tienen formación técnica y el 11% poseen título de licenciados/as en
enfermería (Observatorio Federal de Recursos Humanos en Salud,2015) 5 .
Las condiciones de trabajo identificadas para el sector, atraviesan de similar forma a los tres niveles
de calificación de la enfermería, sin embargo, quienes poseen calificación auxiliar y ejercen tareas de
asistencia, suelen cargar con una alta carga de trabajo, menores salarios y mayor vulnerabilidad que el
resto, por encontrarse en los niveles más bajos del escalafón.
Además, la precariedad laboral de la enfermería reproduce la situación descripta para el conjunto del
sector y se agudiza en los establecimientos más pequeños, principalmente en la rama geriátricos, donde la
falta de registro (con su consecuente precariedad contractual, laboral y desprotección en relación con la
seguridad social) es una de las problemáticas más acuciantes y difíciles de enfrentar, tanto desde las
políticas de fiscalización estatal como de las inspecciones sindicales.
4
Perteneciente a la Dirección Nacional de Regulación Sanitaria y Calidad en Servicio de Salud del Ministerio de
Salud de la Nación.
5
En Argentina, la Ley de Ejercicio de la Enfermería (Nº 24.004) distingue 2 niveles en el ejercicio de la de
enfermería: auxiliar (formado a nivel preuniversitario) y profesional (éstos últimos pueden tener formación de
tecnicatura o licenciatura universitaria). El artículo 3 define el ejercicio Profesional como “consistente en la
aplicación de un cuerpo sistemático de conocimientos para la identificación y resolución de las situaciones de salud-
enfermedad sometidas al ámbito de su competencia”, y el Auxiliar como “consistente en la práctica de técnicas y
conocimientos que contribuyen al cuidado de enfermería, planificados y dispuestos por el nivel profesional y
ejecutados
bajo su supervisión”.
“[A] nosotros, por ejemplo, llegar a los establecimientos y ver las condiciones de trabajo, el tema del trabajo
en negro, nos cuesta. Eso que estamos encima. Nosotros en geriátricos por ejemplo tenemos mucama
asistente y auxiliar de enfermería. Salvo que sea un geriátrico importante. Suele pasar que tiene para hacer
figurar en el geriátrico una enfermera y por ahí es auxiliar. O directamente no está registrada. Es una lucha
permanente” (Enfermera, Dirigente ATSA Buenos Aires, 2014).
A esta situación se suma una observación recurrente respecto de los salarios de quienes ejercen tareas
técnicas y, principalmente, de las enfermeras auxiliares: en este segmento la carga de trabajo, la intensidad
y el desgaste superarían ampliamente el salario que perciben, tanto en el subsector público como en el
privado. Las entrevistadas lo atribuyen a las características propias de la ocupación que requieren “mayor
entrega” desde “lo físico, por el contacto cuerpo a cuerpo con el paciente” y desde “lo mental, por la carga
afectiva que implica el trabajo”, y que se vincula a la mayor carga de cuidado directo de la enfermería.
En los establecimientos públicos dependientes de la Ciudad de Buenos Aires, tal como muestran
Pereyra y Micha (2015), el personal de enfermería puede llegar a duplicar la cantidad de horas de la
jornada laboral a través de los “módulos”, que son el equivalente a las horas extra, y se pautan en forma de
bloques horarios de 6 horas cada uno. Las autoras sostienen que se trata de un componente precarizado de
la remuneración que implica el recurso sistemático a las horas extra y que se encuentra naturalizado entre
quienes desempeñan la ocupación, tanto en el ámbito público como el privado de la Ciudad. En el caso de
los trabajadores hospitalarios no médicos dependientes de la Provincia de Buenos Aires, debido al cambio
en la regulación por el cual las tareas de las y los trabajadores se declararon como “insalubres”, se redujo
la jornada laboral de 8 a 6 horas diarias, con la posibilidad de jubilación anticipada, así como la restricción
de la cantidad de horas extra que pueden trabajarse. En la práctica, esta regulación limita la extensión de la
jornada laboral para un mismo empleador, aunque no el pluriempleo.
En la enfermería, el pluriempleo adquiere diversas variantes. Una forma es la doble jornada laboral en
distintos establecimientos y otra muy frecuente es la extensión de las jornadas laborales en un mismo
establecimiento a través de las horas extras. Ambas funcionan como los mecanismos “compensadores” de
los bajos salarios (Pereyra y Micha, 2015).
De las entrevistas surge que entre las y los trabajadores de menor calificación, en los que la carga
horaria no es muy alta y donde suelen predominar las mujeres que son jefas de hogar, tener más de un
empleo aparece como una salida frecuente para aumentar los ingresos:
E: ¿Hay muchas enfermeras que trabajan más de un empleo? e: “Y la mayoría. Los hombres y las mujeres
también, que trabajan en dos establecimientos es común. Para complementar el salario. Y, a veces aunque
tengan un buen sueldo, que hay clínicas importantes que tienen muy buenos sueldos, igual hacen extras,
guardias. Ocurre en todos lados” (Enfermera, Dirigente ATSA Bs.As., 2014).
En resumen, el estrés y el desgaste laboral no responden a una sola causa: las condiciones y medio
ambiente laboral, la falta de recursos materiales y de personal, la intensidad de las tareas y la sobrecarga
laboral contribuyen a crear un ritmo laboral intenso y desgastante, que repercute fuertemente en la salud
de quienes se desempeñan en el sector y en su percepción sobre el trabajo, así como impacta
negativamente en la atención y la calidad del servicio brindado.
La situación descripta se complejiza aún más cuando se analiza la dimensión de género en el empleo
sectorial, y particularmente en la enfermería, dado que al mismo tiempo que se trata de una actividad
6
En referencia a las y los dirigentes sindicales entrevistados pertenecientes a la Federación de Asociaciones de
Trabajadores de la Sanidad Argentina (FATSA) y sus distintas asociaciones de primer grados (ATSAs).
2.3. Las mujeres trabajadoras de la salud, una mayoría con más desventajas
“La diferencia es bastante, en enfermería son muchas más mujeres. Incluso ahora que se ha profesionalizado
también. Igual ahí hay mucho también del cuidado directo, por eso siguen siendo mayoría las mujeres. Y
tenés otras áreas, ya te digo las quirúrgicas siguen siendo masculinas” (Médico, referente de CICOP, 2014).
La segregación por sexo en el sector salud fue señalada por varios estudios que identifican
inequidades a partir de diversas situaciones (Wainerman y Geldstein, 1990; Novick y Galín, 2003;
Pautassi, 2006). Por ejemplo, más allá de la feminización de la medicina, las mujeres aún se concentran en
especialidades asociadas a lo típicamente femenino y asociado al cuidado, como pediatría, nutrición,
neonatología, tocoginecología, entre otras, y son pocas en especialidades hegemonizadas por médicos
varones, como traumatología, cardiología y cirugía (Williams, Duré y Dursi, 2013), que suelen ser las
especialidades más valoradas en términos económicos y de prestigio social. En este sentido, el sistema de
salud opera como un marco normativo que estructura prácticas y discursos que han construido a nivel
simbólico, subjetivo e institucional las desigualdades entre mujeres y varones en el ámbito de actuación
médica y funciona como reproductor de dichas desigualdades, en la medida que sostiene y refuerza la
construcción diferencial de roles de género en la incorporación de las mujeres en tanto trabajadoras (Duré,
Cosacov y Dursi, 2009: 4).
El acceso diferencial por sexo a posiciones que implican algún grado de responsabilidad, decisión o
poder es otra de las situaciones de desigualdad más evidentes, que profundiza la segregación vertical
existente en el mercado laboral en general. En el sector salud donde las mujeres son amplia mayoría, la
proporción de mujeres que trabajan en el sector no se ve reflejada porcentualmente en los cargos de mayor
jerarquía o en las jefaturas de área. En la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, según datos del gremio
de profesionales CICOP, en 2011 el 80% de los directores ejecutivos y el 72% de los directores asociados
de hospitales públicos eran varones. En coincidencia, información sobre la distribución de cargos de
conducción en la salud pública de la Ciudad de Buenos Aires – GCBA – muestra que la gran mayoría de
los cargos de conducción de la rama asistencial están ocupados por profesionales médicos varones: el 81%
de los cargos de dirección de hospitales, el 70% de las subdirecciones y el 68% de las jefaturas de
unidades eran varones en el año 2008 (Duré, Cosacov y Dursi, 2009).
“Sobre todo en los hospitales más antiguos hay más varones que mujeres en los cargos de conducción. En
los hospitales un poco más nuevos está más pareja la participación. Si bien hay concursos, está el famoso
techo ése que no vemos, y es que aunque entramos juntos a la carrera profesional, después nos
embarazamos, nos quedamos en la casa y no siempre todas las mujeres están en igualdad de oportunidades
que los varones para acceder a los cargos de concurso. En los cargos de dirección de hospital, ¡olvídalo! son
absolutamente mayoritarios los varones (Médica, Dirigente de CICOP, 2014).
“Sí. Identifico la desigualdad ya que por lo general el hombre asciende a cargos jerárquicos más rápido y
[es] mejor remunerado, mientras que a la mujer le cuesta más llegar y por supuesto siempre con una menor
remuneración. Predominan las mujeres en el sector, básicamente, por la profesión enfermería” (Enfermera,
Dirigente de Sanidad, 2014).
Los mencionados déficits en las condiciones laborales son dificultades que enfrentan los trabajadores
de la salud en general. No obstante, hemos ido resaltando cómo muchos afectan en mayor profundidad a la
enfermería: por su sobreexposición a determinadas problemáticas como el pluriempleo, los bajos salarios
y la débil posición relativa en los equipos de salud; además, las inequidades vinculadas a la desigual
distribución de puestos y jerarquías entre varones y mujeres afectan particularmente a la enfermería, por
ser la ocupación más feminizada del sector y la que tiene mayor carga de cuidado directo en sus tareas.
A continuación, se analizan algunos factores propios de la ocupación que inciden en la configuración
particular de las condiciones de trabajo de la enfermería: los marcos regulatorios de la ocupación en
relación con la heterogénea composición del sector; su correlato en la fragmentada estructura de
representación sindical y las dificultades de inserción y representación específica para la enfermería; los
cambios en los niveles de capacitación y preparación formal para el cuidado de la salud que se han
producido en los últimos años y su relación con la escasez de personal calificado, el pluriempleo y la
insalubridad de la ocupación.
3.1. Las diversas normas que regulan la ocupación, las diferencias y los vacíos legales
Las profundas diferencias entre subsectores público, privado y de la seguridad social del sector salud,
sumada a la descentralización de la salud pública que divide su gestión entre municipios, provincias y
nación, marcan la complejidad de su configuración. A ésta se suma la diversidad de ocupaciones,
calificaciones y especializaciones de la fuerza de trabajo del sector. Este heterogéneo mapa se traduce en
múltiples normas que regulan el trabajo sectorial y marcan inequidades al interior de la actividad.
La enfermería, inserta en este complejo conglomerado de ocupaciones, posee un marco regulatorio
constituido por las diversas normas que regulan el empleo sectorial y la normativa propia de la ocupación.
El resultado son situaciones diferenciales en materia de derechos y obligaciones laborales según se trate de
enfermeros/as privados o públicos, nacionales, provinciales o municipales, profesionales o no
7
La brecha salarial entre varones y mujeres se calcula como la unidad menos el cociente del salario promedio de las
mujeres sobre el salario promedio de los varones. Cuando la brecha es 0 significa igualdad entre salarios, cuando la
brecha es positiva y elevada significa una mayor desigualdad, en términos de déficit del salario de las mujeres
respecto del de los varones. Cuando la brecha es negativa significa que las remuneraciones de las mujeres son más
elevadas que las de los varones.
Otro factor que incide fuertemente sobre la configuración de las condiciones de trabajo y de la
valorización de la ocupación se vincula a la sindicalización de las y los trabajadores de enfermería: la
estructura sindical, los niveles de afiliación, la fuerza de los gremios y la participación sindical directa de
las y los enfermeros influyen sobre la posibilidad de estos de mejorar sus condiciones laborales a través de
la defensa gremial de sus derechos.
El sector de la salud tiene una compleja estructura sindical, que se corresponde con la heterogeneidad
propia del sistema a nivel nacional. Se compone por numerosas asociaciones, uniones y federaciones
sindicales de distinto tipo, a los que se suman los colegios y las asociaciones médicas con fuerte anclaje
entre los profesionales del sector.
“Las mujeres ponemos lo propio en el sindicalismo y eso se ve en cómo trabajamos dentro de lo sindical,
somos más de escuchar, de acompañar, y los muchachos son más del choque, de ir a enfrentar digamos”
(Enfermera, Referente de SSP, 2014).
“Resistencias... montones. Discusiones, montones. Me parece que nos pasa lo mismo que pasa siempre, que
cuando es una mujer la que está en ese lugar tan alto, esa exposición tan alta, no solamente la alaban,
también la critican y también le critican cosas que le adjudican al género... Y no solamente que se puede
haber equivocado, no estoy de acuerdo con lo que pensás, varón o mujer, no, hay cosas que se las adjudican
por ser mujer” (Médica Referente de CICOP, 2014).
A pesar de que cada vez son más y participan de más actividades, las mujeres no terminan de
conquistar los espacios de poder en los sindicatos del sector, salvo excepciones. En los modos de describir
los avances logrados en términos de mayor participación, en las palabras utilizadas por parte de los
dirigentes varones y en los discursos de las propias mujeres, siguen marcándose diferencias que
posicionan a los varones como los dirigentes “naturales”, a la vez que niegan esa distinción (Aspiazu,
2014).
Incluso en un sector tan feminizado como el de salud, las figuras metafóricas de la fuerza y la dureza
permean la masculinidad y operan a través de las más variadas formas de cultura del trabajo,
influenciando profundamente los modos de la práctica sindical. Las estructuras masculinas (Acker, 1990;
Ledwith, 2012), tanto conscientes como inconscientes, contribuyen a desarrollar una conciencia sindical
característica (con un sesgo de género profundamente escondido), en la que la masculinidad emerge como
un poder en sí mismo.
En ese contexto, las dificultades para acceder, hacerse oír e imponer demandas propias se agudiza en
relación con las enfermeras porque cargan una “doble feminización”: la primera por ser mujeres – lo que
las posiciona en desventaja frente a los varones-, y la segunda, por dedicarse a esta ocupación tan
vinculada a aspectos considerados femeninos como el cuidado, la abnegación y la entrega emocional, que
las posiciona en desventaja respecto de los representantes de las ocupaciones médicas más reconocidas.
La falta de personal es un problema grave en el sector salud, tanto para el ámbito público como para el
privado, en todas las calificaciones y particularmente en la enfermería. El déficit de enfermeras y
enfermeros en nuestro país representa uno de los principales problemas de la ocupación desde la década
de 1980. Dicho déficit se manifiesta tanto en la escasez en el número de enfermeras/os en ejercicio como
en la falta de profesionales (Wainerman y Geldstein, 1990; Maceira y Cejas, 2010; OPS, 2011). La
relación con la población total del país es de 4,24 enfermeros/as cada mil habitantes, mientras que la
relación entre médicos y población es de 3,94 médicos cada mil habitantes (Observatorio Federal de
Recursos Humanos en Salud, 2015).
En las entrevistas realizadas, la enfermería es el segmento donde la falta de personal aparece como
más preocupante, y cuya causa principal reside en que la demanda de personal es más alta que la oferta de
personas que se dedican a esta profesión. ¿Por qué sucede esto? Muchos argumentan que se trata de una
ocupación que requiere mucho esfuerzo y sacrificio, tanto físico como emocional, que no se corresponde
con el ingreso monetario percibido.
“Nos faltan enfermeros. Cuando nosotros pedimos que reemplacen a las compañeras que salen de
vacaciones para que el que queda no se recargue de trabajo, no podemos porque no hay. Y eso genera varios
problemas, y contribuye a una mayor sobrecarga porque las que se quedan compensan todo el trabajo”
(Enfermera, Referente de Sanidad CABA, 2014).
“Siempre sigue siendo un área critica la Enfermería porque faltan designaciones. ¿Por qué? Porque es uno
de los sectores más vulnerables porque está en contacto directo cotidianamente con toda la problemática de
la atención directa, no cualquiera se la banca, y si lo hacés tiene que haber un fuerte componente de
vocación porque el reconocimiento y el pago son muy pobres. (…) para mí sigue siendo el sector crítico
porque se ve sobre cargado de tareas, bueno, el déficit en el área de salud, es nacional"(Enfermera, dirigente
sindical de ATE)
“¿Tenemos la cantidad suficiente de enfermeras? No. Pero tampoco tenemos la cantidad suficiente de
auxiliares. Ahora queremos ir por…que pongan auxiliares. Porque si bien las enfermeras en un piso, ponele,
estamos, somos la cantidad suficiente de enfermeras, el trabajo nos excede. ¿Por qué? Porque no tenemos a
la auxiliar. Entonces la enfermera tiene que hacer de enfermera y de auxiliar y no…” (Enfermera, Referente
de Sanidad Bs. As, 2014).
La declaración de la ocupación como insalubre, ha sido una demanda histórica de las y los
enfermeros. En la Provincia de Buenos Aires, recientemente se han declarado como “insalubres” las tareas
de las y los trabajadores de la salud, lo cual implica entre otras cuestiones, la reducción de la jornada
laboral de 8 a 6 horas diarias, la posibilidad de jubilación anticipada, así como la restricción de la cantidad
de horas extra que pueden trabajarse. A partir del 2013 rige un régimen de insalubridad que estableció el
pase de 48 horas semanales de trabajo a 36 horas sin pérdida de ingreso (Modificación del Art.26, Ley
10.430). En el año 2014 se agregó la posibilidad de jubilación anticipada a los 50 años de edad con 25
años de servicio. No obstante, la aplicación de este último beneficio no es automática sino que, a partir del
2014 se plantea la baja progresiva de la edad jubilatoria y los aportes exigidos hasta el 2018, año desde el
que regirá de forma plena la nueva normativa (Pereyra y Micha, 2015: 12).
Pero más allá del acuerdo generalizado sobre el desgaste que genera la ocupación en las y los
enfermeros y cómo ello se ve agravado por la falta de personal, no hay acuerdo unánime sobre la solución
que brinda la declaración de insalubridad, en particular si ésta no es acompañada por una política de
incentivo a la formación e incorporación de más técnicos/as y licenciados/as en enfermería a los planteles
existentes.
Dentro del ámbito sindical existen posiciones contrapuestas al respecto. La gran mayoría apoya la
declaración de insalubridad para la enfermería porque reconocen el desgate físico y emocional que
acarrea. No obstante, muchos señalan que puede tener efectos negativos, dado que implicaría para las
trabajadoras de enfermería la imposibilidad de realizar horas extras (fundamentales para compensar los
bajos salarios) y la compulsión a jubilarse en una edad que consideran temprana, además de tratarse de
una medida insuficiente.
“e: Nosotros creemos que el tema del stress está muy vinculado con el tema de las tareas. El tipo de trabajo.
Antiguamente, qué se hacía. En las áreas insalubres o te daban un poco más de plata. O se trabajaba menos
horas. E: ¿Entonces vos estarías de acuerdo de declarar a la enfermería en su totalidad como actividad
insalubre, justamente para reducir las horas? e: No, no tiene por qué ser precisamente así. Tienen que
generarse las condiciones para que ellas trabajen mejor, que cada una tenga menos pacientes. Limitar las
tareas. Bajar la intensidad. Y además las horas, pero por sí sola [la declaración de insalubridad] no resuelve”
(Referente sindical de Sanidad, 2014).
A esta situación, se añaden mayores dificultades en algunas áreas con menos control y más
precariedad, dentro de las cuales se identifican los geriátricos como los establecimientos más riesgosos,
cuyas precarias condiciones laborales afectan principalmente a las enfermeras/os menos calificadas:
“Por ejemplo, en los geriátricos ellas son habitualmente compañeras que no tienen mucha formación.
Asistentes, auxiliares. Entonces no tienen formación universitaria. Entonces de eso se abusan los
empleadores. Las condiciones de trabajo son terribles. Porque les dan muchos pacientes para atender. Por
ejemplo, es habitual que dejen a la noche una sola asistente con todos los abuelos. Mas la inseguridad de
estar a cargo solas de un lugar con abuelos, con medicación…” (Enfermera, Sindicalista Sanidad, 2015).
Micha (en prensa) indaga en el dilema que plantea si la declaración de la enfermería como insalubre
podría agravar el déficit de trabajadores, dada la organización actual de la ocupación, preparada para el
doble empleo y las dobles jornadas. La autora señala que, por un lado, un gran número de proyectos de ley
apuntan a incrementar el número de profesionales de la enfermería a través de declarar la emergencia de
recursos humanos. Por otro lado, la visión de muchos referentes de la ocupación es que el problema no
radica (únicamente) en la cantidad de profesionales sino en la falta de compromiso político y presupuesto
para incorporarlos en las plantas del personal de enfermería. “Estos señalamientos apuntan a las reformas
La profesionalización de la ocupación
“…como parte de un proceso dinámico e histórico en el que se ha luchado, no sin contradicciones, por el
reconocimiento del estatus profesional. Dentro de ese proceso se constituyó un espacio social de disputa por
‘ser reconocidos como profesionales’ en el interior del campo de la salud y en la sociedad. En ese espacio de
lucha se establecieron relaciones sociales y de poder entre los actores involucrados, principalmente
enfermeros, médicos y otros profesionales del equipo de salud. El “proceso de profesionalización” de la
enfermería puede definirse en dos sentidos. Por un lado, se refiere al proceso de cambios y de
transformaciones sociohistóricas que han contribuido al reconocimiento y a la legitimidad de la enfermería
como profesión a lo largo del tiempo. Por otro lado, se refiere al proceso formativo que en la actualidad
incluye los diferentes niveles de formación y desempeño profesional-laboral: auxiliares, profesionales,
licenciados, posgrados y especializaciones. Ambos significados sobre el proceso de profesionalización se
articulan para poder comprender de manera diacrónica y sincrónica a la enfermería dentro de un espacio de
“Sensibilidad”, “llevarlo en el alma”, “ganas de aprender”, “vocación de cuidado del otro”, “ser
humanitario”, “ser consciente que el paciente necesita que sepas atenderlo y que lo entiendas, comprendas
por lo que está pasando”, [la enfermería] “es poner el cuerpo y el alma” (Enfermeras, referentes sindicales
de CICOP y Sanidad).
“El modo médico se diferencia del modo enfermero por la firmeza con que reivindican la exigencia de
retribuciones económicas que reconozcan su estatus profesional, con argumentos que enlazan la vocación de
servicio con las capacidades laborales específicas. Este modo [el médico] se caracteriza también por
distanciarse emocionalmente de los pacientes y por adoptar una posición de desafiante paridad ante los
médicos. En cuanto al género, reproduce el modelo de dominación/subordinación entre médicos y
enfermeras en las relaciones internas de la Enfermería” (Arakaki, 2013: 163). .
“Acá somos muchas mujeres, la mayoría por enfermería. Y la enfermería es una vocación que se presenta
más en la mujer que en el hombre. Tenés que tener algo muy especial para dedicarte a la enfermería. El
hombre sí, trabaja, lo atiende, pero tiene su límite. Por eso digo que pienso que la vocación pasa en la mujer
por una cuestión de sentimiento, de vibra” (Enfermera, referente de SSP, 2014).
“La diferencia es bastante, en enfermería son muchas más mujeres. Incluso ahora que se ha profesionalizado
también. Igual ahí hay mucho también del cuidado directo, por eso siguen siendo mayoría las mujeres. Los
hombres empiezan a ser más, pero es una profesión de mujeres” (Médico, referente de CICOP, 2014).
“Bueno, claramente éste es un sector bastante feminizado. ¡Por suerte! Capaz que ahora te encontrás un poco
más de enfermeros pero la mujer tiene un 80% de la actividad. Además, muchos de los hombres que se
incorporan son gays, o sea tienen también algo femenino (…) Desde que nació la actividad siempre las
mujeres fueron mayoría, con lo cual diferencias no puede haber” (Secretario general, ATSA regional, 2014).
Del propio testimonio de las y los trabajadores del sector se desprende la naturalización del rol de
cuidadoras de las mujeres y, en consecuencia, la construcción de un estereotipo de enfermera, mujer, con
vocación y abnegación por las tareas de cuidado de los otros. Más allá de los cambios en la composición
demográfica de la ocupación, que año a año muestra la incorporación de más varones, la vocación de
enfermería no deja de ser femenina. Ellas aparecen como las más adecuadas, las más preparadas, y
paradójicamente, las más fuertes para enfrentar la ardua tarea de cuidar y asistir a un paciente en su pasaje
por el proceso de enfermedad. Y si bien la tarea es ardua, las credenciales exigidas para poder llevarla a
cabo no se asocian tanto con la formación profesional como con la capacidad “innata”, física y emocional,
de saber cuidar.
Muchas veces esa capacidad se sobredimensiona y se ubica por encima de la dimensión laboral y la
condiciona. Como plantea Nancy Folbre (2001), las enfermeras tienen una capacidad limitada para
declararse en huelga, porque las acciones laborales pueden amenazar el bienestar de sus pacientes y, por lo
tanto, son “prisioneras del amor” y miran desde atrás de las rejas sus derechos laborales, lo que representa
una dicotomía difícil de resolver.
La enfermería tiene un gran peso dentro del sector salud - en términos cuantitativos y de su relevancia
en el proceso de cuidado de la salud – pero la valorización que recibe, tanto al interior de la actividad
como en la sociedad en su conjunto, no refleja dicha importancia ni se traduce en condiciones laborales y
salariales justas.
Independientemente de las características propias de las personas que ejercen la enfermería o de los
aspectos vocacionales que las llevan a hacerlo, el reconocimiento de un saber profesional de la enfermería,
como una cualificación que se adquiere mediante la formación y la práctica, se podría sostener y
profundizar con mejores condiciones de trabajo para todos aquellos que la ejercen, de manera equitativa.
La falta de personal calificado, el pluriempleo, la intensidad y el desgaste físico y emocional de las
tareas, la heterogeneidad normativa, la fragmentación de la representación sindical y la desvalorización de
la ocupación vinculada al componente de cuidado y a su definición en términos vocacionales, son aspectos
distintos pero interrelacionados que actúan como determinantes de la mayor vulnerabilidad laboral de la
enfermería.
La multiplicidad de problemáticas sectoriales traba la posibilidad de un desarrollo de políticas que
compensen los déficits laborales de la enfermería. Y esa situación se evidencia en los discursos de las
enfermeras, enfermeros, médicas y médicos que trabajan en el sector y que, además, son referentes
sindicales. Los testimonios no muestran como urgente, o al menos como un problema prioritario, la
necesidad de jerarquizar la ocupación y dar respuesta a las múltiples desigualdades que generan una
mayor vulnerabilidad a la enfermería. Son tantas las dificultades que afectan al sector salud en su conjunto
que la cuestión puntual de esta ocupación aparece como un problema más a resolver, que se aborda casi
exclusivamente desde lo salarial, invisibilizando las dimensiones y problemáticas propias de la ocupación.
Por otra parte, las iniciativas sindicales orientadas exclusivamente a las y los enfermeros quedan
supeditadas a la resolución de conflictos inherentes al sector y dada la fragmentación de la estructura
sindical, el peso de los enfermeros/as dentro de cada sindicato es minoritario. A eso se suman las disputas
internas entre los miembros de los equipos de salud, donde la enfermería tiene una posición de
subordinación frente a los equipos médicos. Además de la dificultad adicional de las mujeres, mayoritarias
en la ocupación, de imponer sus propias demandas dentro del ámbito sindical y de enfrentar los prejuicios
y estereotipos que las colocan en una situación de debilidad frente a los varones.
En las últimas décadas se dio impulso a un proceso de “profesionalización” de la enfermería, cuyo
efecto fue positivo en la composición por calificación de la ocupación, por el aumento de las licenciaturas,
y tuvo su impulso tanto desde la esfera estatal como sindical. No obstante, su impacto aún dista de
modificar la estructura de calificaciones del sector y dar mayor peso a las y los profesionales, que siguen
siendo minoría entre las enfermeras/os.
Asimismo, existen múltiples proyectos legislativos que apuntan a mejorar las condiciones laborales
de la enfermería, pero su impulso y sostenimiento requiere que los actores intervinientes valoricen las
tareas, la formación, la dedicación y sobre todo la profesionalidad que exige el trabajo de cuidar la salud
de los demás. Más allá de iniciativas de algunos sectores políticos, y de algunos gremios, muchos de esos
proyectos no llegaron a tener tratamiento parlamentario, indicador de la falta de trascendencia y
valoración otorgada a las múltiples problemáticas de la ocupación, lo que reproduce su invisibilidad
dentro del entramado de situaciones complejas y precariedades que atraviesan al sectorsalud en nuestro
país.
Un cambio que implique una mejora real en las condiciones de trabajo de enfermeras y enfermeros
requiere abarcar un amplio abanico de acciones políticas, sindicales y de cambios culturales, dado el
carácter multidimensional de la problemática. En ese sentido, visibilizar los déficits en las condiciones de
trabajo y valorizar el saber enfermero y la práctica profesional de la enfermería, puede ser la base para
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