Módulo 5 La Familia Del Paciente Oncológico-3 PDF
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Módulo 05
LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
MÁSTER EN PSICOONCOLOGIA Y ASPECTOS PSICOLOGICOS EN CUIDADOS PALIATIVOS
Contenido
1 INTRODUCCIÓN...................................................................................................................3
2 LA FAMILIA Y LOS PROCESOS DE CAMBIO ANTE EL DIAGNÓSTICO ONCOLÓGICO 5
3 LA FAMILIA Y EL DIAGNOSTICO. .......................................................................................6
3.1 PROCESO DE DUELO ................................................................................................. 9
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MÓDULO 05: LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
MÓDULO 05: LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
MÓDULO 05
LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
Profesor: Bárbara González Lizama
1 INTRODUCCIÓN
El cáncer es una patología muy cotidiana y cada vez más común en nuestra sociedad. La gran
mayoría de las personas tienen o han tenido un familiar o un conocido que haya padecido
algún tipo de cáncer y es sabido que el impacto emocional desde el diagnóstico, pasando por
todos los procesos específicos hasta la cronicidad o el término de la enfermedad, no sólo es
para el que padecece directamente la enfermedad sino que para los más cercanos (que
generalmente son miembros de la familia).
Estas cifras nos indican que el cáncer es una enfermedad que continúa en aumento con menor
grado de mortalidad, sin embargo mayor grado cronicidad. De esta forma el impacto que causa
en la familia también aumenta desde el punto de vista de la temporalidad. Hay casos en que un
familiar debe hacerse cargo por mucho tiempo del paciente, acompañarlo en sus tratamientos
e incluso duplicar sus funciones cotidianas. Por lo mismo, si bien la supervivencia es mayor,
también es mayor y a largo el plazo los cambios en la dinámica familiar y la influencia de la
gravedad de la patología en el cuidador principal de este paciente.
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La OMS, define la familia como una unidad biopsicosocial integrada por un núcleo variable de
personas ligadas por vínculos de consanguineidad (parentesco) matrimonio y o pareja estable,
que viven en un mismo hogar (2)
Las reacciones que van de la mano de un diagnóstico de cáncer, pasan por impacto emocional
del entorno familiar, pero también en lo comunitario, en lo social, en lo laboral y en el
económico, por nombrar algunos.
La idea de ajuste, referente al grado de las exigencias psicológicas y del rol del enfermo y de
cuidar a la persona enferma concuerdan con las estructuras personales y sociales del sistema
familiar, ésta parece ser la clave. La influencia de la enfermedad en una familia no siempre es
negativa; hay familias que pueden verse fortalecidas por el cáncer y las demandas que éste
impone, pudiendo llegar a estabilizar la estructura de algunos sistemas familiares (4)
Los miembros que más se afectan con todo este proceso, pasan por períodos esperables de
rabia, enojo, frustración, falta de control, adaptación y readaptación entre otros. Se percibe
entonces la enfermedad, como un potencial de desintegración o bien una oportunidad para el
fortalecimiento familiar, readecuación de roles y crecimiento interno del núcleo (5)
Ciertas familias tienen una base más vulnerable a las crisis recurrentes de la enfermedad de
cáncer que otras y la confrontan con sentido de desesperación, ambigüedad, reflejando en una
interacción disfuncional y conflictiva dentro de los miembros de la familia (6)
Lo que queda de manifiesto sin duda es que la afectación del núcleo más cercano (que en la
mayoría de los casos es la familia cercana) es indudable. Y que en muchos casos, sino en la
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mayoría, las conductas reactivas de los miembros y el apoyo que se le brinde al paciente van
de la mano con el propio proceso de la enfermedad.
Está claro que uno de los pilares o las fuentes de apoyo más importantes del enfermo que
sufre una enfermedad oncológica es el núcleo familiar.
La teoría general de sistemas plantea que un suceso que le afecta a un miembro del sistema,
inevitablemente va a afectar los demás miembros del mismo sistema.
En el modelo del “Sistema de enfermedad familiar” desarrollado por Rolland se puede ver que
el efecto de la enfermedad sobre la familia, dependerá del tipo de enfermedad que se trate, de
la evolución, tipo de desenlace y tipo de incapacitación que se va produciendo en el paciente,
del significado que la familia atribuye a la enfermedad y de si existe o no experiencia previa al
respecto.
Sera diferente también según el momento del ciclo vital en que aparece la enfermedad y todo
esto se encontrará inmenso en un sistema de creencias y una cultura que marcará el
significado de las situaciones que se vayan aconteciendo.
En general se conoce que los efectos del cáncer y de todo el proceso que implica la
enfermedad causa un impacto profundo en el paciente que lo padece.
Así mismo como existe un claro indicador de influencia en él, también es cierto que la
enfermedad causa sin duda una incidencia en la dinámica familiar, impacto en los roles, las
interacciones entre los miembros, niveles de poder, de jerarquía, autonomía o dependencia de
alguno de los miembros, entre otros.
De acuerdo a cómo se comporte el apoyo y el soporte familiar, podremos predecir cómo será la
adaptación del enfermo, así como la aceptación del tratamiento y las complicaciones que
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puedan ir surgiendo. Sin duda, este grupo social tiene un poder de amortiguación de todas las
tensiones que se van generando a lo largo del proceso.
3 LA FAMILIA Y EL DIAGNOSTICO.
Las enfermedades como el cáncer, que implican un deterioro físico, una cronicidad inherente a
la patología y que pueden conllevar un riesgo de muerte, causan sin duda un remezón en todo
el núcleo familiar.
La sensación negativa inicial ante el diagnóstico en muchos casos detona una gran cantidad de
demandas que van a estar relacionadas principalmente al grado de gravedad o severidad del
propio cáncer.
Tanto la estructura organizativa de la familia como los procesos interaccionales que tienen
lugar en ella son en gran medida determinados por los sistemas de creencias, valores y mitos
que poseen sobre la enfermedad del cáncer y que se han ido construyendo a través de las
generaciones de los miembros que la componen, desarrollando historias y narrativas alrededor
de la enfermedad.
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el acompañante pueda tomar en cuenta aspectos del diagnóstico o de los tratamientos que el
propio paciente (por su estado emocional reactivo) en ese preciso momento no pueda percibir
en su totalidad.
Tanto la persona que recibe el diagnóstico, como los familiares cercanos, pueden asimilar o
adaptarse a este nuevo proceso de enfermedad de forma muy personal y diferente.
No todos van a experimentar las mismas emociones ni tampoco van a afrontar la enfermedad
de la misma manera, es por eso que será necesario tener en cuenta los rasgos de
personalidad, la dinámica familiar subyacente y el estilo de afrontamiento de cada uno para
poder empatizar con el proceso, entre otros factores además propios de la enfermedad.
Inseguridad general frente al futuro, temores de invalidez o/y muerte, miedo al dolor,
ansiedades de separación y de soledad, responsabilidades excesivas son algunas de las
principales preocupaciones.
Otros como, explosiones de ira buscando culpables de la enfermedad (un Dios injusto, los
médicos tardos en realizar pruebas, el jefe por sobrecargar de trabajo, el otro cónyuge por su
incompetencia o por fumar o por realización de comportamientos infantiloides y búsqueda de
refugio y seguridad excesiva en la familia de origen (vuelta a vivir como un adolescente con el
papá y la mamá), establecimiento de "conspiraciones de silencio" por parte de la familia
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alrededor del enfermo para no verle sufrir, establecimiento entre los familiares de grupos
secretos de alianzas o competición por controlar el proceso de tratamiento del cáncer, etc.
Todas estas reacciones particulares y personales pueden amortiguarse dentro del núcleo
familiar con una comunicación y con acceso a la información más clara posible.
Por lo mismo, se ha encontrado que una forma eficaz de evitar o minimizar tales reacciones
desadaptativas tiene relación con el desarrollo de programas bien estructurados para informar
a los afectados y sus familiares (incluyendo el cómo "dar malas noticias").
Estos programas determinan y crean la necesidad de que los médicos y sanitarios sean
entrenados adecuadamente y supervisados con frecuencia (10) (11)
Se hace imprescindible que las políticas públicas de salud incorporen dentro de sus sistemas
de atención un acompañamiento profesional integral, de carácter bio-psico-social para
pacientes y sus familias, que permita la contención, educación y acompañamiento del proceso,
en miras a la mejora de su calidad de vida, y, generar y potenciar mayores espacios para la
prevención desde edades temprana
Dado que cualquier enfermo, (no solo el que padece cáncer) no vive en aislamiento, parecería
en principio lógico y obvio que los centros hospitalarios deberían interesarse por la familia (que
es lo más inmediato al paciente).
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La familia, por conclusión sería la que le conoce mejor, la que pasa más tiempo con él, con la
que mantiene vínculos emocionales más intensos, y de la que se puede obtener mayores y
mejores recursos de sostén para el enfermo (13) (14).
La noticia de un diagnóstico difícil es uno de esos acontecimientos que genera una crisis y un
estado de duelo en pacientes y familiares, con un consecuente curso patológico o un
afrontamiento saludable, según las características de cada uno de estos individuos y de sus
grupos familiares correspondientes. (15).
Este proceso le permite al paciente y a su familia, estructurar una respuesta a los desafíos a
los cuales deberá enfrentarse.
3. Pacto: el paciente intenta hacer un trato con Dios o con el destino, prometiendo algún
voto a cambio de más tiempo. Trata de llegar a un acuerdo para intentar superar la
traumática vivencia o ganar tiempo. En el caso de los familiares, pudiese existir la
sensación (en muchos casos necesaria para el equilibrio intrapsiquico) de resguardo
emocional con el apoyo espiritual (sea o no religioso) o bien con el propio optimismo
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que le son funcionales para enfrentar personalmente el proceso y por ende apoyar a su
familiar.
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distintas fases. Cuando, por el contrario, la familia cumple con las nuevas funciones
parcialmente, la repercusión es más moderada, o incluso leve (17).
La familia necesita hacer un duelo por la pérdida de la identidad que tenía antes del
diagnóstico (“antes éramos alegres”, “siempre hemos sido una familia con suerte”). Con
el paso del tiempo, los miembros del sistema tendrán que ir situándose en una posición
de aceptación del cambio permanente, a la vez que mantiene el sentido de continuidad
entre su pasado y su futuro.
Existe una amplia gama de formas y estilos familiares en funcionamiento, lo que puede
indicarnos que existen también diversos modos de adaptarse y afrontar la enfermedad. Cada
familia tiene un sistema interdependiente, un ciclo de desarrollo vital, una historia común y un
futuro conjunto, que se manifiesta por un estilo particular de llevar las cosas y un
comportamiento diferente ante una misma circunstancia.
Los vínculos legales y las relaciones de consanguinidad, si bien son importantes ya no son los
pilares definitorios, entrando en juego otras variables como las metas, motivaciones y
sentimientos que aúnan a sus miembros. Habría que considerar miembros del sistema familiar
a todas aquellas personas afectivamente significativas y que participan en la vida familiar. La
familia entendida como sistema, se ve afectada cuando uno de sus miembros experimenta
algún cambio, reorganizándose tanto en su estructura como en sus funciones” (18)
La empatía dentro del sistema familiar es una parte esencial de la atención total que el enfermo
necesita, un elemento activo en el proceso terapéutico. Sus miembros son al mismo tiempo
cuidadores y receptores de cuidados, por lo que serán considerados colaboradores y
beneficiarios (19)
Tanto el paciente como su familia deben estar acompañados para poder aceptar y elaborar
esta realidad.
Se trata de que puedan superar la sorpresa y el impacto, enseñándoles a convivir con una
nueva imagen corporal, un lugar diferente en su medio social, familiar, cultural y laboral.
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La familia es quien debe acompañar al paciente enfermo sin perder su propio mundo, es quien
debe aprender a ver ese ser querido en situaciones difíciles y angustiosas, así como disfrutar
su recuperación.
Tras este impacto, se producen cambios en todos los miembros de la familia: comienza a
agrietarse el equilibrio existente, y al mismo tiempo se empieza a tener en cuenta que la familia
es el sostén del miembro enfermo.
Este sistema se ve obligado a renegociar roles y funciones que hasta ese momento venía
desempeñando el miembro enfermo. La negociación dependerá de la importancia de los roles y
funciones desempeñados por el paciente, y por la flexibilidad para el cambio, tanto de la familia
como del enfermo. Asimismo es muy importante cuidar al cuidador para que éste no claudique
en su tarea.
Una de las alteraciones frecuentes por lo tanto, es el cambio de roles (16). Por ejemplo, en una
familia en la que la mujer ha sido tradicionalmente quien se ha encargado de las tareas
domésticas, y es ella quien padece cáncer, su pareja o hijos tendrán que hacerse cargo de las
mismas, dando lugar, por un lado, a un sentimiento de culpabilidad por parte de la mujer que
siempre ha asumido tales funciones y que ahora no puede, y por otro, a posibles discusiones
entre quienes asumen tal responsabilidad por sentirlo como una obligación o por tener la
sensación de no estar haciéndolo como se espera de ellos.
A menudo se espera que cierto miembro sea quien se haga cargo del familiar enfermo (por
ejemplo, se espera que sea la hija mayor quien atienda a la madre con cáncer), o puede ocurrir
que un miembro que se ofrezca como único cuidador (por ejemplo, un hijo que nunca se sintió
aceptado y que busca la aprobación de su progenitor cuidándole) (20).
Por todo lo anterior el apoyo, la redistribución de roles, la búsqueda de una nueva homeostasis
familiar y la empatía con el paciente (y entre los miembros) es fundamental, no sólo por la
necesidad de contención sino para el logro del afrontamiento más sano ante esta nueva
realidad.
Frente a esta situación de crisis, surgen sentimientos de empatía y aflora el apoyo al paciente
oncológico o al familiar que en ese momento se encuentre más afectado.
El apoyo ofrecido puede tener diferentes dimensiones: apoyo emocional o afectivo, referente a
la proporción de empatía, amor, estima y cariño; apoyo confidencial en referencia a la
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posibilidad de contar con personas a quienes poder comunicar los problemas y sentimientos
surgidos; y apoyo informacional, el cual se refiere a las personas a través de las que se recibe
información y pautas más prácticas (21).
En este sentido, Muñoz Cobos, Espinosa, Portillo y Rodríguez (2002), inciden en la necesidad
de reflexionar sobre la llamada “especificidad de apoyo” y sugieren que “el apoyo será efectivo
cuando se ajuste a las tareas que sea preciso solucionar”.
Los mismos autores destacan que es el apoyo percibido el que marca la calidad de éste y
solamente será efectivo cuando tal apoyo se percibe como adecuado, siendo cada familia la
que priorice unos elementos del mismo sobre otros, empatía que se ofrezca, tiempo dedicado,
tipo de ayuda, número de visitas, sinceridad, entre otros.
Para poder analizar a las familias como sistemas interrelacionados y dejar entrever la
capacidad que pudiesen tener para afrontar y adaptarse a cambios tan fuertes como la
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enfermedad oncológica de uno de sus miembros, es necesario tener en cuenta cómo funcionan
y que rasgos las caracterizan.
En general los sistemas se ven sometidos a dos fuerzas contrarias: el movimiento al cambio al
que se le denomina morfogénesis y el que promueve la estabilidad, al que se le llama
morfoestasis (22)
Los extremos en esos dos procesos marcarían la morbilidad: familias caóticas o desconectadas
(cuando hay déficit de expresión de emociones y comunicación entre sus miembros, tendencia
excesiva a la morfogénesis) y las familias enmarañadas, rígidas, frágiles o aglutinadas
(cuando el exceso de expresión emocional conduce a la sobreidentificacion de unos miembros
con otros y por lo tanto se impide la autonomía de los mismos, exceso de morfoestasis).
Ambos extremos son patológicos y por tanto poco sanos para vivenciar un proceso oncológico.
En contraposición con esto existen familias en las que los roles están confundidos, las normas
explícitas e implícitas no son claras, existe una gran confusión entre las generaciones. Este tipo
de familias se adaptará con mayor dificultad a la enfermedad.
Los patrones de respuesta que la familia desarrolla ante una crisis, como es la enfermedad
oncológica nos darán muchos datos de la familia. Estos patrones pueden ser clasificados
como: evitación, distorsión, inflexibilidad o amplificación (23)
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La familia que evita puede rehusar a enfrentar la enfermedad y sus implicaciones, aferrándose
a la esperanza de que nada cambie. El encubrimiento del desajuste familiar psicológico puede
impedir la intimidad y posiblemente genere una sensación de abandono que impida el soporte
mutuo necesario. Éstas suelen ser familias rígidas. Las familias que distorsionan pueden
desplazar su furia hacia otros, como por ejemplo al equipo sanitario. También podrían idealizar
a la persona enferma como un intento desesperado de mantenerla viva. El contacto con la
realidad por ende es pobre.
Las familias inflexibles tienen poca capacidad para manejarse ante el cambio constante que
implica una situación médica oncológica. Tratan de mantener las soluciones encontradas en
otros momentos para que nada cambie.
Existen también unas familias que se comunican bien, promueven el soporte mutuo y pueden
enfrentar demandas del paciente y las suyas son ninguna complicación psicológica.
Cuando pasa la primera fase de shock o impacto inicial, comienzan a aflorar los mecanismos
de afrontamiento tanto del paciente como de la familia. Una vez que se tiene un poco más claro
el futuro próximo, se comienza la preparación interna para activarse ante los tratamientos
curativos o paliativos relativos a la enfermedad oncológica.
Las fortalezas y/o vulnerabilidades propias de cada sistema familiar facilitarán o debilitarán la
adaptación en esta fase.
Es frecuente que la persona con cáncer se vea obligada a interrumpir su actividad laboral, con
las dificultades que esto puede acarrear y la ansiedad que puede generar, así como sus
responsabilidades domésticas (16), teniendo que delegar en el resto de la familia, quienes a su
vez tendrán que hacer frente a un número mayor de responsabilidades.
En general, la calidad de vida de la persona enferma suele verse comprometida por los efectos
secundarios de los diferentes tratamientos que recibe, los cuales pueden ser físicos (como
nauseas, dolor, fatiga) o emocionales (como irritabilidad, alteración de la imagen corporal,
ansiedad), repercutiendo ambos en el funcionamiento general y su desenvolvimiento social
(24).
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5.1 CIRUGÍA
Las cirugías pueden ser quizás unos de los tratamientos que mayores temores suscitan. Tanto
el peligro que supone la cirugía en sí misma (miedo a la anestesia, a la posible amputación, a
la incisión, a las consecuencias de la cirugía, entre otros) como los efectos postoperatorios
(dolores, malestar, tiempo de ingreso en el hospital con la pérdida de intimidad y sentimiento de
indefensión que implica) afectan a la adaptación al proceso.
Bajo este contexto, la familia pasa evidentemente por un proceso interno de dolor, de miedo y
de mucha angustia.
Obviamente hay casos de mayor gravedad que van a suscitar en los miembros de la familia un
estado de ansiedad mayor. Pero ante cirugías que pudiesen ser de menor riesgo, igualmente
surgen temores que se hacen incluso del miedo colectivo del sistema familiar. De forma
paralela surge la esperanza que la enfermedad tenga su fin al finalizar la cirugía o que al
menos el pronóstico sea mucho más favorable que antes. Todos estos procesos lo vivencia el
sistema familiar, en especial aquellos miembros que han pasado a ser los cuidadores
principales o por alguna razón se han sentido más implicados en todo el proceso.
Una vez que la cirugía tiene lugar, la lógica incapacidad para reasumir los roles que hasta el
momento el paciente ha tenido (en cuanto a trabajo, tareas en el hogar, deberes familiares,
ocio, etc.) y los aspectos asociados al tratamiento a largo plazo (curas, registros de síntomas,
comienzo de otros tratamientos como quimioterapia, etc.) suponen también estresores que
influyen continuamente en la dinámica de la familia, haciendo que otros miembros asuman
tales responsabilidades (24).
La persona enferma puede sentirse enfadada y malhumorada, debido a no poder continuar con
su ritmo de vida habitual y por sentirse físicamente mal durante el tratamiento con
quimioterapia.
El enfado tiende a dirigirse contra los servicios de salud y el personal que les atiende, contra la
familia, o incluso contra Dios en las personas creyentes. La causa verdadera del enfado y la
hostilidad suele ser la propia enfermedad y el verse sometido a tratamientos agresivos, así
como la impotencia por no poder controlar la situación ni la evolución.
A menudo, también deja entrever una tristeza difícil de expresar (16). En estos momentos es
cuando el paciente realmente se enfrenta a una de las caras más duras de un cáncer; cuando
será necesario fomentar la empatía y la comprensión más profunda de los familiares cercanos.
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Es común que el hecho de ver a su ser querido con dolor, vivenciando cambios físicos
relevantes, con rabia y pena produzca en el cuidador una impotencia profunda y en muchos
casos la necesidad de apoyo en otro familiar, un amigo o en ayuda profesional.
Sin duda el cáncer y el tratamiento de la quimioterapia traen apareados una serie de variables
que tienen relación con malestar y con cambios o pérdidas de una imagen corporal hasta ese
entonces conocida por todos. En estos momentos el familiar debe hacer su propio duelo interno
por “perder” o “estar perdiendo” a su familiar tal y como lo conocía. Suelen surgir los
sentimientos antes mencionados que se potencian cuando el peso del cuidado lo tiene sólo un
familiar.
5.3 RADIOTERAPIA
Los tratamientos de radioterapia también traen consigo una serie de efectos secundarios, que
es muy importante que el paciente y su familia conozcan de antemano, tales como astenia (o
cansancio corporal intenso) y reacciones en la piel (epitelitis o radiodermitis) entre otros.
La familia puede vivir esto con sentimientos encontrados que van desde la impotencia, la rabia,
y la pena debido a que manifiesta un profundo dolor por ver así a su familiar, cierto miedo a
que el tratamiento no resulte eficaz e impotencia por no poder ofrecer alivio, así como acusar el
impacto en su dinámica habitual ya que es frecuente que se trate de un tratamiento diario.
En ocasiones, los médicos recomiendan ciertas medidas de seguridad para proteger a las
personas a su alrededor de la radiación sistémica en su cuerpo. Lo anterior, porque las
sustancias radiactivas pueden salir de su cuerpo por la saliva, el sudor, la sangre o la orina. En
la mayoría de los casos, las medidas de seguridad deben seguirse sólo durante los primeros
días tras el tratamiento. Con el tiempo, la radiación se debilita y eventualmente el cuerpo la
elimina. Por lo mismo, en todo este proceso es fundamental tener una relación cercana con el
equipo sanitario que encabeza el tratamiento de manera de sortear todas las dudas posibles y
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que el proceso de la terapia que ya es difícil de por sí, sea lo menos angustioso posible y con
el menor grado de incertidumbre posible tanto para el paciente como para los miembros de la
familia.
Respecto de todas las consecuencias de esta terapia, será fundamental crear un espacio en el
que compartir estos temores, aclarar las dudas en cuanto a la intensa fatiga, y hablar sobre el
peso que el tratamiento supone en la rutina diaria.
5.4 HOSPITALIZACION
El centro hospitalario, es uno de los primeros lugares en donde se proporciona el apoyo que
necesitan el enfermo y sus familiares. Los profesionales que ofrecen ayuda provienen de
distintas disciplinas con el objetivo de poder ofrecer una atención integral a la persona enferma.
En este lugar están a disposición del paciente y sus familiares los servicios de muchos
profesionales (médicos, profesionales de enfermería, dietistas, psicólogos, trabajadores
sociales, entre otros) que trabajan en equipo con el objetivo común de ayudar a los enfermos y
sus allegados. Por lo mismo es muy relevante aprovechar estas instancias de contar con todo
el apoyo que estos profesionales especializados puedan brindar.
Debido todo lo anterior y sumado a los conocidos efectos secundarios el paciente y su familia
sufren una alteración de su equilibrio emocional y por ende un deterioro de la calidad de vida.
6 LA FAMILIA Y LA SUPERVIVENCIA
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Todo ello repercute sobre la vida personal y familiar pudiendo verse afectadas entre otras las
relaciones familiares, laborales y sociales.
Los cuidados que precisa el paciente después de una operación o los efectos secundarios de
los tratamientos (vómitos, fatiga, dolor, etc.), pueden dificultar durante un tiempo el llevar a
cabo las actividades familiares que se realizaban hasta el momento.
El acompañar a los niños al colegio, hacer una compra, ducharse, salir a pasear, entre otros,
pueden ser tareas para las que necesite ayuda. En ocasiones y dependiendo de distintos
factores (edad, tratamiento, situación de salud, etcétera) algunos enfermos permanecen más
tiempo en su domicilio. Es probable que el paciente no se sienta con la misma energía, por lo
tanto no se sienta en las condiciones óptimas para llevar a cabo una serie de actividades.
Es esperable que a la persona que ha padecido cáncer y a su familia les cueste el retorno a lo
que en su momento era su vida cotidiana. Se puede vivir todavía ante la constante amenaza de
la muerte o de una recaída. Cuesta creer firmemente y de forma absoluta que el paciente se
encuentra en un estado de salud correcto y que ha pasado el peligro.
Este fenómeno, que recibe el nombre de ‘síndrome de Damocles’, hace referencia por lo tanto
a la permanencia del temor a que la enfermedad reaparezca o a que el tumor no haya
respondido con eficacia al tratamiento recibido.
Desprenderse de la incertidumbre y el miedo que surgen una vez finalizados los tratamientos
no resulta fácil para nadie. La familia hará cierta reevaluación de lo ocurrido durante el tiempo
de la enfermedad, el paciente superviviente iniciará un duelo por las limitaciones físicas que
hayan surgido
Die Trill, el año 2006, plantea que algunas familias sienten estar más unidas después de pasar
por esta enfermedad, y dicen que el cáncer les ha servido para compartir lo que sienten y para
apreciar más su vida compartida Viven la superación el cáncer como una oportunidad para
redefinir sus vidas en común y sus creencias y alores.
Puede darse un acercamiento entre los seres queridos, incluso retomar la relación con aquellos
con los que había diferencias. Hay quienes describen la experiencia como facilitadora de la
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En las familias desunidas en cambio, el cáncer puede suponer la ruptura definitiva al no haber
logrado adaptarse al proceso de enfermedad.
En muchos casos la ayuda terapéutica es fundamental para todo el entorno familiar, con el
objetivo de hacer esta transición lo más sana posible y sacar provecho de lo positivo que se
puede sacar de esta experiencia, trabajando los miedos a las revisiones, el cuidado que se
debe tener así como los sentimientos surgidos en el proceso de la enfermedad como en el alta
clínica.
La etapa final de la vida puede durar meses, semanas, días u horas. Es un momento en el que
se toman muchas decisiones sobre el tratamiento y la atención de los pacientes de cáncer. Es
importante que los familiares y los proveedores de atención de la salud conozcan con
anticipación los deseos del paciente y que hablen francamente con él sobre los planes para la
etapa final de su vida. Esto puede facilitar la toma de decisiones importantes de la familia
durante la etapa final de la vida del paciente.
Si bien el miedo a la muerte es habitual que se encuentre presente desde el mismo momento
en el que se diagnostica el cáncer, el paso a los cuidados paliativos en exclusividad supone un
nuevo suceso vital estresante que requiere nuevas demandas por parte de todos los miembros
del sistema familiar.
El sistema familiar ante la terminalidad del mismo modo que el enfermo, va pasando por una
serie de etapas de adaptación a la enfermedad (etapas de negación, cólera, pacto, depresión y
aceptación), suelen experimentar un proceso análogo y no menos duro y complicado que
además, comporta una situación de crisis en la estabilidad familiar.
Ninguna familia que haya tenido que convivir con una enfermedad fatal sale ilesa de esa
experiencia, pues debe de enfrentarse permanentemente a desgastes, exigencias y cambios,
él último es la muerte del ser querido y, cuando esto ocurre, cada miembro es diferente de lo
que era cuando aquel gozaba de salud.
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MÓDULO 05: LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
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Las respuestas de la familia ante esta situación dependerán entre otros factores, de la
estructura previa de funcionamiento, de las experiencias acumuladas de afrontamientos a
eventos importantes y de una serie de mitos, creencias y tradiciones que se desarrollan y
establecen en el tiempo histórico que les ha tocado vivir. Pero sin duda la reacción del sistema
familiar ante la comunicación del diagnóstico conlleva ansiedad y tristeza
Los familiares, por su parte, temen la soledad que la muerte va a suponerles (20). Los
familiares sienten, por un lado, la necesidad de intimidad con el paciente y que tal intimidad
permanezca, y por otro lado, el impulso de liberarse emocionalmente de él por el sufrimiento
que conlleva la situación. Mantener un equilibrio ante la ya mencionada ambivalencia es difícil.
El aislamiento social, tal y como explican Muñoz Cobos, Espinosa, Portillo y Rodríguez (26),
suele aparecer con frecuencia en las personas enfermas terminales y en sus familias. Conlleva
la restricción severa de actividades y la reducción de la red social de la persona enferma y del
resto de miembros del sistema familiar, y se encuentra asociada a la connotación socialmente
negativa que tiene el cáncer.
Este momento se suele interpretar como una despedida más íntima, volviendo a establecer las
relaciones más significativas e importantes tanto para el paciente como para la familia. Salen a
relucir la importancia de los ritos familiares, la despedida y el intento de hacer las cosas con
opinión crucial del enfermo.
Sale a relucir la necesidad de ayuda no sólo para el paciente terminal sino también para los
miembros de la familia. Este grupo que, en la mayor parte de los casos se ha dedicado al
familiar enfermo, descuida su propia salud mental y ahí es cuando surgen una serie de
síntomas o trastornos que requieren atención de un profesional especializado.
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Tampoco hay que desconocer el hecho de cuidar a un familiar cercano, trae beneficios muy
relevantes para el cuidador, que se ven reflejados principalmente en la satisfacción y la
gratificación que ellos sienten por realizar una labor que es comprometida y que trae consigo
un estado de bienestar significativo en la calidad de vida del enfermo.
Ser cuidador es una tarea difícil, ya que las actividades diarias, laborales y sociales del
cuidador sufren limitaciones y modificaciones importantes.
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La experiencia de muchos cuidadores ha demostrado que el cuidar es una tarea que les ha
hecho evolucionar de forma positiva, tanto como personas como en el aspecto emocional y
espiritual. Todos sabemos que el cuidado del enfermo es muy importante pero no se puede
olvidar que la salud física y emocional del cuidador lo es también. Por esto es importante
mantener unos hábitos de vida saludables que ayuden a mejorar la condición física y mental
tanto del cuidador como del paciente. Cuanto más se cuide mejor podrá ayudar.
Hay muchas veces en que pedir ayuda resulta muy difícil y más aún siempre se tiene la
errónea idea de que “para qué molestar”, siempre hay gente dispuesta a ayudarnos; todo va en
la forma y el momento en que lo solicitemos, no debemos ser exigentes u hostiles, no todos
(familiares, amigos) reaccionamos igual ante el diagnóstico de “cáncer”, algunos toman
distancia por un período y otros nos quieren ayudar en todo momento.
A menudo se espera que cierto miembro sea quien se haga cargo del familiar enfermo (por
ejemplo, se espera que sea la hija mayor quien atienda a la madre con cáncer), o puede ocurrir
que un miembro que se ofrezca como único cuidador (por ejemplo, un hijo que nunca se sintió
aceptado y que busca la aprobación de su progenitor cuidándole) (20).
Esto puede generar discrepancias, resentimientos y angustia, tanto en el cuidador, como en los
miembros que no se ocupan de tal rol.
Es normal que los cuidadores tengan alteraciones emocionales de un momento a otro por la
dureza del cuidado continuado a una persona.
Es frecuente que el cuidador experimente las siguientes sensaciones:
Miedo: Tener miedo es normal, aunque sólo sea por la sensación de no tener control
sobre la situación o el simplemente por el hecho de desconocer qué esta pasando o
cómo evolucionará el tratamiento de la persona que está cuidando.
Enfado y frustración: Es frecuente que se tenga este sentimiento ante situaciones límite
en las que los cuidadores perciben que no se les reconoce el esfuerzo que realizan o
ven la situación como injusta por la falta de apoyo de los que le rodean. Otras veces el
cuidador actúa lo mejor que puede, y la persona a la que cuida en alguna ocasión no le
responde de la forma adecuada. En estos momentos juega un papel fundamental la
fortaleza interna y el equilibrio afectivo que pueda tener el cuidador. Será fundamental
su capacidad o tolerancia a la frustración ante los momentos en los que el paciente
terminal tenga esos episodios de altibajos. Sin embargo sentimientos como rabia,
enfado o frustración parecen ser esperables en este momento.
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MÁSTER EN PSICOONCOLOGIA Y ASPECTOS PSICOLOGICOS EN CUIDADOS PALIATIVOS
Es por todo lo anterior, que será fundamental el apoyo terapéutico y profesional para los
familiares que vivencien síntomas que no puedan manejar.
Será fundamental que el cuidador o el miembro de la familia que lo necesite sea capaz de
analizar su estado general para poder tener en cuenta si necesitará la ayuda profesional para
superar el agotamiento o estrés generado por todo lo que ha tenido que llevar a cabo.
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MÓDULO 05: LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
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económico, que hay que tratar de que se mantenga sin que llegue a la sobrecarga, ya que les
ayuda a dar un sentido a su lugar ante el progenitor enfermo. Cuando se trata de hijos
menores, ofrecerles explicaciones cortas y precisas, que sean verdaderas, para tranquilizar sus
preocupaciones que a menudo tienen más que ver con aspectos muy concretos (por ejemplo,
ante un cáncer de pulmón, pueden querer saber qué ha sucedido con el pulmón extirpado),
tratando de no restarles importancia (28).
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9 CONCLUSIONES
Así como el paciente que padece algún tipo de Cáncer pasa por distintas etapas o fases
relativas al sufrimiento físico y también al emocional, la familia del mismo también pasa por
varias transformaciones y por el enfrentamiento de la muerte. Esa interacción entre el paciente
y su familia es una relación compleja, donde el enfermo sufre con las alteraciones de la familia
y la familia sufre con las del enfermo.
El diagnóstico, la aceptación de éste, el tratamiento y los efectos secundarios son posibles
causas de una nueva adaptación tanto para el paciente como para la familia. A partir del
momento en que se conoce el diagnóstico se producen unos cambios en la vida del paciente y
su familia que dependen de las situaciones individuales.
El diagnóstico que recibe el paciente, y consecuentemente la familia, ponen un interrogante
sobre la continuidad de las rutinas y hábitos diarios durante algún tiempo.
Sería interesante una verdadera inclusión de la atención a la familia por parte de aquellos
profesionales relacionados con el mundo de la oncología, ya que el cáncer puede
comprometer de tal manera a la familia que se hace necesario atender también sus
necesidades, teniendo en cuenta cada caso no solo de manera individual, sino como parte del
sistema al que pertenece.
Toda familia que se enfrenta a la enfermedad debería tener la oportunidad, como
procedimiento de rutina, de hacer una consulta familiar en el momento en que ésta se
diagnostica, así como a poder disponer de un acceso ininterrumpido a tales servicios durante
el proceso de la enfermedad.
Como conclusión de las últimas investigaciones efectuadas se evidencia entonces la relevancia
fundamental que juega el entorno familiar dentro del proceso de la enfermedad oncológica. Por
lo tanto debe interesarnos no solo desde el punto de vista de la atención profesional que deben
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MÓDULO 05: LA FAMILIA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO
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10 BIBLIOGRAFÍA
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