La Montana de Los Cristaes
La Montana de Los Cristaes
La Montana de Los Cristaes
LA MONTAÑA
DE LOS CRISTALES
OCAÑA--2010
RESEÑAS
*“LA MONTAÑA DE LOS CRISTALES” presentada al VII Concurso ENKA de
Literatura Infantil y Juvenil, fue calificada por el jurado, como una obra muy meritoria
para la recomendación editorial por su buen contenido y forma literaria”
*
“LA MONTAÑA DE LOS CRISTALES es, sencillamente, una obra magistral en la
Literatura colombiana. Alfonso es un escritor que hace patria con las letras junto a la
ternura de sus cuentos para niños. Esta bellísima novela, ambientada en escenarios
ocañeros, instruye a los niños (y a lo grandes por igual) con mensajes repletos de valores
para un vivir en rectitud. Los educadores deberían hacer de este bello cuento una lectura
reflexiva en todos los colegios del país”.
TESTIMONIO
Las experiencias con los genios de la naturaleza aquí relatadas fueron reales;
me sucedieron cuando niño y pescaba lampreas y corronchos con sacos de
fique en el río “Algodonal “, por el lado donde ahora está el batallón militar;
igual, los elementales de la naturaleza abundan en el cerro de la Torcoroma,
en la Cerro de los Cristales, en La Pradera, en las Cuevas de Mesa Rica, en
La Tupia, en el Pozo de la Culeca y demás lugares que hacen de la provincia
de Ocaña un refugio ecológico en medio de tanta naturaleza virtual.
Índice de capítulos
advirtiéndome que no me moviera. El animal siguió avanzando por la mitad del puente.
Tomé aire y aguanté la respiración. Una serpiente de dos cabezas llegó hasta donde yo
estaba parado y se detuvo a mis pies; pensé que se iba a trepar por mi pierna izquierda, pero
siguió derecho; pasó por sobre mis zapatos y continuó arrastrándose en dirección adonde
aguardaba Pedro Julio. Enseguida el disparo certero le voló las dos cabezas; el cuerpo
quedó retorciéndose en forma repulsiva. Pedro Julio sacó la navaja para despellejar el
animal, pero éste, en nuestros propios ojos, se convirtió en un pez con patas que se fue
regresamos a casa".
De todos los relatos que el abuelo había contado a Cabeto, el que más le había
impresionado era el que hablaba de La Montaña de Los Cristales. El abuelo aseguraba que
en esa montaña existían las esmeraldas más grandes del mundo y con una sola de esas
piedras cualquier persona podría enriquecerse. El problema para llegar hasta allá radicaba
en atravesar El Valle de los Hacaritamas, habitado por los belicosos indios Motilones;
además, se decía que estaba embrujado. Estas misteriosas leyendas sobre el valle y la
estaba enfermo hacía mucho tiempo y no podía trabajar, Cabeto decidió ir a buscar las
valiosas piedras. Esa misma noche alistó el morral y lo ocultó en el patio de la casa. Se
acostó temprano, pero no pudo dormir pensando en el viaje. A las cuatro de la mañana se
levantó y salió por la puerta trasera, acompañado de Roco, un perro negro que lo seguía por
doquier. Se dirigieron a la plaza de mercado y se subieron a una volqueta que iba para el río
Algodonal a traer arena. Después de dos horas de viaje se bajaron y emprendieron a pie el
cuando se levantaron, vieron lejos de allí una columna de humo blanco que jugaba con el
Al llegar encontraron un muchacho campesino: tenía tal vez unos diez años de edad;
la misma de Cabeto. Estaba ocupado en una palizada donde había numerosos conejos de
--No sé, pero nació de un cruce que hizo mi primo Manuelito entre un cócker y un
bóxer --explicó Cabeto acariciando a Roco--. Mi perro es loco y feo, pero yo lo quiero
El perro tenía la mirada amistosa en sus ojos grises; con su boca podía agarrar sin
dificultad una pelota de fútbol. La piel lisa y suave, combinada con el negro azabache de
--Yo creo que sí --afirmó Cabeto--. en mi casa acabó con cinco gallinas y un gato.
Ahora la tiene cogida con una tortuga que trajo mi abuelo: Está empecinado en morderle la
cabeza.
rojos, blanco como un copo de nieve, pasó por su lado. De inmediato se inició la
persecución.
--Déjelo. No lo alcanzará. "Orejas" es el conejo más veloz que hay por aquí.
del perro.
sombrero.
-- Sí --contestó.
Roco interrumpió el diálogo. No había podido alcanzar el conejo de los ojos rojos.
En ese momento la noche se asomó tímida detrás de la montaña. Hugo Helí, el muchacho
de los conejos, invitó a Cabeto a pernoctar en su casa. Éste aceptó con agrado.
Durante más de dos horas estuvieron relatando cuentos: Cabeto refirió las historias
que le había escuchado a su abuelo y Hugo Helí habló de espantos y aparecidos. Cuando la
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2.--La Serpiente de Metal
A la mañana siguiente, Cabeto se levantó temprano. Hugo Helí ya le había preparado el
Después de roer huesos, Roco salió a perseguir conejos. Cabeto tomó el morral y se
lo echó a la espalda. Luego llamó al perro. Acto seguido se metió la mano al bolsillo del
el norte y el sur.
Hugo Helí, prometiéndole que al regreso de la montaña se estaría con él otra noche.
El muchacho y el perro se fueron por el camino que les había señalado Hugo Helí.
Habían avanzado un largo trecho cuando tropezaron con una serpiente que permanecía
inmóvil atravesada en el camino. Cabeto se asustó y Roco se puso a ladrar como si hubiera
visto un fantasma.
perro continuó ladrando y mostrando sus poderosos colmillos. Cabeto sujetó al perro por la
sin sentido. Cabeto, al ver abatido a su inseparable amigo, creyó que lo habían matado, se
llenó de furia y atacó al reptil. Primero le arrojó la navaja de cacha de nácar, pero el arma
se partió en dos al dar contra el cuerpo del animal. Luego le lanzó una piedra, pero esta
rebotó como una pelota de goma. Admirado, le tiró con la cantimplora llena de agua y la
vasija al contacto con el cuerpo del animal se partió en varios pedazos. Entonces sucedió
metal.
animal volvió en sí, aún aturdido por el golpe. Iban a huir del lugar cuando una voz de
--No tengas miedo; no te haré daño. No puedo morder. No tengo dientes --Ella
Cabeto cedió a las súplicas de la serpiente. Sacó la toalla del morral y comenzó a
secarla.
Resentido por el fuerte golpe que había recibido, Roco se retiró al pie de un árbol y
El ofidio medía, por lo menos, unos diez metros de longitud. Entre más se
lamentaba el animal, más se apresuraba Cabeto en secarla. Para terminar le secó la cabeza y
los ojos.
La serpiente quedó como una porcelana lustrada y comenzó a volverse amarilla. Sus
Ella hizo varias poses, y Cabeto se quedó maravillado pensando en lo que podía
Él trató de levantarla. Primero la agarró por la mitad, pero no pudo moverla; luego
--Porque la riqueza es pesada: --aclaró ella con su voz metálica-- Todo el que anda
con mucho oro lleva una carga muy pesada y limita los movimientos. Además, hay que ser
La serpiente se calló. Un silencio denso como neblina se extendió por todo el lugar.
sitio se iluminó con un resplandor de varios soles. Cabeto se sintió extraño. En su interior
día: un hermoso rayo de sol. Roco corrió y ladró, pero esta vez el ladrido llevaba el tono
particular de la despedida.
3.-- Las Kalas
El chico y el perro reanudaron la marcha. Atravesaron una pradera y llegaron a las orillas
del río “Algodonal”, donde diminutos peces de blancas escamas y ojillos negros subían y
bajaban.
Roco se puso a ladrar a su propia imagen, reflejada en la superficie del agua. Cabeto
halló nada. "A lo mejor era una iguana" --pensó-- "Mi abuelo dice que por estos lugares
estupefacto: una graciosa niña, del tamaño de una muñeca de treinta centímetros, le sonreía.
--¡Hola! --saludó sin dejar de sonreír--, y al momento se trepó a un arbusto y quedó
frente al chico.
--¡Hola! --respondió Cabeto sin salir de su asombro--.¿Quién eres tú? ¿Qué haces
aquí?
--Mi nombre es Devi, pero soy una Kala. ¿Nunca habías oído hablar de las Kalas?
--No; nunca. No sabía que existían. Sólo he visto iguanas y perezosos. ¿Tú dónde
vives?
-- No; no quise decir eso. Yo desenredo las raíces de los árboles para que se puedan
extender por debajo de la tierra, distribuyo las ramas y pinto las hojas de verde. Mezclo los
colores para las flores y estoy atenta de que las semillas se caigan a tiempo. También doy
forma a los frutos y a los pétalos. Finalmente preparo los diferentes aromas.
--Sí, y en primavera preparo las fragancias y desenrollo los capullos. ¡Ah! también
-- Las que hacen los hombres con sus hachas, machetes y con las sierras con dientes
de tiburón.
Cabeto se incomodó con la respuesta de la Kala, pues se acordó de los árboles que
--Tengo que estar muy atenta porque en diciembre vienen los hombres de la ciudad
escuchó cerca.
leñadores. Colocaron sus herramientas en el suelo y comenzaron a medir el árbol que iban a
derribar.
Cabeto adivinó las intenciones de los hombres; salió del escondite y los increpó para
--¡Largo!.. ¿No escuchaste? ¿Quieres que te amarremos a uno de estos cedros hasta
que te pudras?
El golpe del hacha sobre el árbol, como un eco lastimoso, se escuchó por gran parte
Cabeto sintió que el golpe le partía el alma. Como cuando a uno le dicen que un
Roco apareció y entró en acción; pero con tan mala suerte que le asestaron dos
parecía ser el jefe--. Hoy tenemos que tumbar, por lo menos, cuatro docenas de árboles para
venderlos en Ocaña. Esta vez si vamos a tener una Navidad bien jugosa.
Cabeto se acordó del panal de avispas negras que había visto en un arbusto cerca del
Con todas sus fuerzas, Cabeto estrelló el panal contra la cabeza del jefe de los
leñadores. Centenares de avispas atacaron a los hombres, quienes, hinchados por las
Cabeto alzó las hachas y los machetes, fue hasta el río y los tiró en la parte más
profunda. Cuando volvió, todas las Kalas del bosque lo estaban esperando.
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4.-Togos, Aritas, Yaris, Gunas, Netis
Las Kalas llevaron a Cabeto a un lugar secreto del bosque y le mostraron lo que ocultaban.
Tendidos sobre un lecho de hojas y musgo tosían y se quejaban los Genios del Aire. Ellos
mantenían el aire limpio, pero de tanto respirar gases tóxicos, las Yaris y las Aritas habían
enfermado. Se encontraban allí los Yaris del norte, los Yaris del sur, los del oriente y los
del occidente.
Las más enfermas eran las Aritas, las bellas protectoras del aire.
El rosado de sus mejillas lo habían cambiado por el verde pálido de los moribundos.
Las Kalas de los árboles y los Togos de la tierra, afanados, corrían de aquí para allá y de
allá para acá, llevando esencias de eucalipto y paños calientes elaborados con pétalos de
rosas. Los enfermos inhalaban los vapores de las esencias, mientras que los Togos
abrigaban sus pechos con los paños; pero a pesar de todos los cuidados, la tos persistía en
Todos estos personajes parecían conocidos para Cabeto, pues el abuelo se los había
descrito con tanta precisión que cuando los vio por primera vez tuvo la sensación de
--¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... ¿Por qué los hombres nos hacen esto? --gemían y se lamentaban
Un Togo, con una peineta tallada en cristales de zafiro, hacía incesantes esfuerzos
por quitar el hollín de los cabellos de las Aritas. Esos relucientes cabellos de sol se habían
El humo negro de las chimeneas de todas las fábricas del mundo estaba intoxicando
--El Togo sonrió. Al instante llegaron más Togos e hicieron una larga fila, torcida
apellidos.
gente le aplaude.
--¡Ónix! ¡Ónix! --exclamó otro que traía dos Toguitas tomadas de las manos--
Alejandra y Amatista sonrieron al mismo tiempo. Cabeto creyó que era una sola
sonrisa.
--¡Yo Granate!
--¡Y yo Diamante!
Las Kalas llevaron a Cabeto a otro lugar del bosque donde los eucaliptos crecían
En medio de los aromáticos árboles, en pequeños pozos que habían construido los
Togos, descansaban las protectoras de las aguas. Eran las Netis y las Gunas, encargadas de
limpiar las aguas de cuanta suciedad encontraban. Ellas no tosían como las Yaris y las
Aritas, pero lloraban en silencio. Las lágrimas rodaban por sus mejillas hasta el río donde
se convertían en pececillos.
Las Netis y las Gunas estaban cubiertas de una pasta negra y viscosa. Adherida a
esa masa de petróleo se veía toda clase de basura: Latas vacías, neumáticos, hierro
retorcido, placas de automóviles, vidrios, zapatos viejos, tapas y plásticos. Las basuras les
--¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!.. ¿Por qué los hombres nos hacen esto? --clamaban al unísono
Cabeto se sintió triste. Su tristeza era honda y sincera. Se sentía impotente ante el
basura y del petróleo derramado por los barcos transportadores; los ríos, igualmente, están
contaminados también con todo tipo de detritus y de residuos químicos producidos por las
grandes industrias; talan los árboles de los bosques y queman los cerros para adecuar los
terrenos para las siembras y el aire casi no se puede respirar por la saturación de la gran
--Y ustedes ¿Por qué no se defienden? --insinuó Cabeto, invadido por un confuso
mantener limpias las aguas de los mares, ríos, lagos océanos y demás fuentes hídricas que
abundan en este hermoso planeta --explicó una Guna, doblando su cuerpo de pez sobre una
--Porque este río y este bosque son de los pocos lugares en el mundo que el hombre
todavía no ha dañado ni contaminado con sus grasas, sus aceites, sus basuras y su codicia.
--Mi abuelo Euquerio me contó que muchas de ustedes habían muerto envenenadas
--Gracias a que somos unidas y nos ayudamos, todavía no hemos muerto todas.
--Y tú ¿qué haces aquí? ¿Vives en este lugar? --le preguntó ella.
--No. Yo no vivo aquí. Sólo vine a buscar esmeraldas. Mi abuelo me contó que en
La Montaña de los Cristales hay esmeraldas tan grandes como huevos de pato.
--El dinero es para el hombre su más importante riqueza. La fuente de toda felicidad
Guna.
--Con seguridad que sí --respondió el Togo sin dejar hablar a Cabeto--. Por ese tal
dinero, el hombre está destruyendo este bello planeta, y de paso, está acabando con
nosotros.
--Pero con dinero uno puede adquirir y comprar todo lo que quiera --intervino
Togo.
hermoso. Podrías comprar una bella casa pero no un hogar armonioso. Comprarías, tal vez,
comida exquisita pero no salud. Comprarías, igualmente, una gran empresa, pero no la paz
interior. El ser humano está equivocado, pues el dinero sólo puede dar comodidad al cuerpo
está en el poseer y por ello se ha vuelto posesivo. Un niño pequeño es feliz porque no es
dueño de nada. La felicidad no es otro cosa que estar contento con uno mismo y con los
En la distancia, Cabeto oyó la algazara de los Togos y de las Kalas que corrían hacía
el río. Pensó con temor en los leñadores. Se imaginó que habían regresado.
--¿Qué sucede? --preguntó a Topi, que en ese momento pasaba con un cubo lleno
de fragancias de eucalipto.
vidrio.
Los Togos y las Kalas tomaron a los enfermos y los llevaron hasta la orilla.
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5.--La Protectora de la Vida
En un barco de hielo, procedente del Polo Norte llegó la Protectora de la Vida: un hada de
indescriptible belleza.
Era el 21 de Marzo, día de equinoccio, es decir, cuando el sol está sobre la línea
recogiendo enfermos que habían sido víctimas de la contaminación del aire y de las aguas.
Alta y esbelta, el Hada de la Vida venía cubierta con un vestido de oro y plata con
iris; sus ojos verde-mar brillaban de alegría y su intensa sonrisa era un espejo recién pulido.
A pesar del fantástico diseño del barco de hielo, Cabeto había quedado deslumbrado
La tarea de subir los enfermos al barco fue una operación rápida. Una vez cargado,
Los ladridos del perro lo sacaron del éxtasis. Cabeto buscó a su fiel amigo con la
El perro salió, no tanto por acatar la orden del amo sino porque un cangrejo negro lo
amenazó.
Cabeto buscó las Kalas y los Togos, pero todos habían desaparecido. Sólo vio unas
iguanas tomando agua y un perezoso o perico ligero trepándose a un árbol con la lentitud de
Cabeto hizo una fogata con leños y hojas secas. Recordó que su abuelo siempre le
había dicho que el fuego ahuyentaba las alimañas del monte. Esa noche durmieron
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6.--Roco y los Micos
Subieron por un sendero intransitado desde hacía mucho tiempo. El camino era apenas una
Roco iba adelante, avanzaba oliendo todo, moviendo la cola. De vez en cuando se
caído y cogió varios de los cristales blancos que tapizaban el suelo; los pulió contra el
Cuando llegó, encontró una manada de micos de afiladas garras que habían
acorralado al perro contra los árboles y le arrojaban palos y frutos. Roco se defendía
Los pequeños micos saltaban de rama en rama y descendían por las lianas hasta
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7.--Yamurí
Traía Yamurí la cara pintada con cuatro franjas blancas a cada lado de la nariz y dos
círculos rojos al pie de las orejas. En su frente se apreciaban diferentes tatuajes de animales
y signos indígenas. Estos dibujos también se veían, pero más grandes, en su pecho. El torso
desnudo era cruzado por un potente arco de flechas. Sus ojos brillaban como carbones
encendidos.
--¡Soy Yamurí, el Espíritu de la Montaña! --aseguró con una voz de trueno, tan
fuerte que las ramas de los árboles se arquearon y centenares de hojas cayeron. Poco faltó
para que se formara un huracán. Las flores cerraron sus pétalos y se abrazaron, como para
El gigante se acercó unos pasos. Cabeto imaginó que el espíritu había crecido más.
-- ¡No acepto intrusos en mis dominios! --amenazó, y alargó el brazo para agarrar a
Cabeto.
El indio clamó de dolor y, de un manotazo, envió a Roco por los aires. El perro cayó
El indígena descolgó el arco del pecho y alistó una flecha para acabar con la vida
del animal, pero Cabeto reaccionó: Tomó un leño y se lo partió en una pierna. Yamurí soltó
--¿De modo que quieres pelear? --dijo en un tono burlón, olvidándose del perro.
bate de béisbol.
Con una habilidad de felino esquivó, de Yamurí, el primer golpe que se estrelló
El gigante se disponía a atacar de nuevo, cuando una voz descendió de las alturas y
los detuvo.
las cavernas.
El indio, majestuoso como un león africano, iba adelante abriendo trocha por entre
la maleza.
Unas flores grandotas parecidas a las campanas de las iglesias se veían por todos los
lugares. Roco metió la nariz en una de esas campanas hechas de pétalos, y una avispa
poco de saliva. Roco sacudió la cabeza, tal vez porque la nariz empezaba a pesarle. A lo
vegetación. Al pie de una de ellas, Yamurí hacía señas indicando que era la entrada a las
cavernas.
El Espíritu de la Montaña se convirtió en una brillante nube gris que se posó sobre
********************
8.--Las Cavernas
La entrada de las cavernas estaba iluminada por la claridad del mediodía, que alcanzaba a
filtrarse por la vegetación. Algunas estalactitas habían crecido al tiempo con las
Roco empezó de nuevo a olfatear todo lo que iba encontrando. Introdujo la cabeza
Extraños sonidos, como de granizos que caen sobre tejados de zinc, comenzaron a
salir del fondo de la caverna. Cabeto vio que una nube negra se acercaba a él. Era una
bandada de murciélagos que se habían asustado con los ladridos del perro.
Impresionados por la cantidad de bichos, Cabeto buscó a Roco y los dos se
medio de la más completa oscuridad, descendieron por una especie de tobogán. El túnel
estaba resbaloso por la acción del barro sobre las paredes. Bajaron como dos jabones por
entre un tubo.
¡Plas!, se escuchó cuando llegaron al final del recorrido. Cabeto no podía ver nada
ese momento se acordó de Canana (el cieguito del pueblo que pedía limosna en la puerta de
momento experimentó una deliciosa sensación de paz interior. Su mente quedó en blanco y
desaparecieron los deseos, por medio de los cuales la mente atormenta al hombre. Todo
miedo, todo temor también se esfumaron de su conciencia. Era como estar en un sueño
profundo, sin imágenes, pero al mismo tiempo despierto. Anheló, por un instante, quedarse
para siempre en ese estado de tranquilidad interior, pero este deseo lo hizo volver en sí.
9.-- La Estrella de la Amistad
-- ¡Hola! --dijo una voz, con un tono tan suave que parecía la caricia de un pétalo.
--¡Shissss!.. ¡Aquí!. ¡En lo alto!.. ¡Mira hacia arriba! --repitió la melodiosa voz.
El chico alzó la vista y quedó maravillado. Quien le hablaba era una estrellita blanca
-- Estoy descansando.
-- ¿Estás sola?
-- No, estoy con El Lucero del Amor.
--Él no se ve --le advirtió ella--, porque está convertido en la luz que nos ilumina.
--Lo que pasa, querido amiguito, es que nosotros vivíamos en el corazón del hombre
--¡No puedo ser! ¡Eso es absurdo! ¿Y por qué hizo eso el hombre?
--Sencillo: Para ceder el lugar a otros. A veces pienso que el hombre estaba
cansado de nosotros.
--En el ventrículo izquierdo, que era donde yo habitaba, ahora vive el egoísmo; y en
--Yo no sabía que el hombre había hecho eso. ¿Y qué piensan hacer? ¿Se van a
rememorando el último viaje que hicimos por todo el mundo buscando corazones para
vivir.
que el hombre en todas partes es el mismo: egoísta y codicioso, sólo piensa en estar bien él
Cabeto estaba ansioso por saberlo todo. No quería perderse un solo detalle.
Estuvimos en Europa, en Asia y en Oceanía; viajamos por toda América hasta llegar
acá, pero en ninguno de esos sitios encontramos nada. Pronto iremos a los polos.
preocupado.
--Mientras tanto, ¿por qué no se van a vivir a la mente del hombre? --insinuó
puede trabajar.
ayudarlo.
--Lo que tú buscas es posible que se encuentre al otro lado de esta caverna, pues por
aquí yo no he visto esas piedras verdes --le dijo ella haciendo una señal con unas de sus
puntas.
--Tienes que pasar por debajo de ese pozo que está al pie del muro de piedras.
oportunidad de hacer lo que más le gustaba: Ayudar a los demás, y de encontrar un amigo.
Por una pequeña puerta entraron los dos pasajeros. La burbuja comenzó a
sumergirse.
Cabeto, en silencio, observaba el lecho arenoso cubierto de brillo vítreo. Roco
ladraba cada vez que, frente a sus ojos, pasaban manadas de peces.
Al pasar por debajo del muro que separaba las cavernas, todo se oscureció, pero un
pegado a las piernas de su amo. De pronto, éste tropezó con un objeto, se inclinó y lo tomó.
Sus dedos se hundieron en pequeños orificios. Cabeto tuvo la sensación de haber agarrado
Durante un tiempo estuvo tratando de descifrar lo que tenía en sus manos. Se acordó
--¡Ay! --gritó asustado cuando comprobó que tenía en la mano una calavera.
Alumbró el lugar con la linterna y se dio cuenta que estaba repleto de esqueletos y
hombro derecho.
Fue tan grande el susto que quedó como petrificado y no pudo reaccionar.
derecha.
nada. Luego se dirigieron al niño, y por medio de señas le dieron a entender que los
siguiera.
El lugar en donde estaban los esqueletos era el cementerio de los indios motilones.
Era considerado, por ellos, como el lugar más sagrado de la región que habitaban. Pensaban
que allí vivían los espíritus de los muertos. Los indígenas habían interpretado el hecho de
haber encontrado al muchacho y al perro en ese sitio, como una señal de agrado por parte
de los espíritus de los difuntos, ya que a ese lugar sólo se podía llegar con la guía de Hadit,
la serpiente de luz, o con la ayuda de Yamurí, el Espíritu de la Montaña. Por ello habían
Los indios condujeron a Cabeto y a Roco por un túnel oscuro y silencioso. Después
de caminar por un largo trayecto lleno de huecos y recovecos salieron de las cavernas,
bordearon la montaña y llegaron a una hermosa planicie. Allí encontraron una hoya tapada
con varas, hojas y arbustos, Los aborígenes le indicaron a Cabeto para que examinara el
lugar. El chico quitó los arbustos y se paró al borde del misterioso hueco.
Cabeto quiso hablar con los indios, pero éstos habían desaparecido como por arte de
magia. Caminó y los buscó por los alrededores, pero no los halló por ninguna parte.
Mientras tanto, al pie del hueco, Roco olfateaba el aire que salía de él.
al vacío. Esperó el ruido que produciría el guijarro al estrellarse contra el suelo. Pero
pasaron los segundos y no se escuchó nada. Se inclinó un poco y sintió que se iba a caer y
Sin perder tiempo, Cabeto sacó el lazo que traía en el morral y lo desenrolló
volcán.
Las manos le ardían como si se hubiera quemado; pero eso no le importaba ante la
idea de salvar a su perro. Con una mano se sostenía y con la otra examinaba el fondo de la
--¡Los científicos!.. ¡Los científicos! --exclamó cuando vio los dos cuerpos inertes
El perro ladró, pero Cabeto no supo de donde provenía el sonido porque el eco lo
Dejó el morral y el lazo al pie del hueco y salió corriendo por el sendero que le
***********************
10.--El Hallazgo
Cabeto comenzó a bajar por la montaña como una gacela. Apenas sí se detenía para tomar
un poco de aire. Pasadas las dos de la tarde, llegó exhausto a la casa de Hugo Helí, el
muchacho de los conejos. El chico campesino, tan pronto vio a su amigo acercarse en
Hugo Helí trajo agua en una totuma. Cabeto tomó el líquido hasta saciarse; luego
refirió a su amigo lo que había sucedido. El muchacho de los conejos corrió a informar a su
con picas, azadones, lazos, machetes y canastos salieron al rescate de los científicos y de
sorprendió al encontrar a uno de los antropólogos, que esperaba con una linterna en las
manos.
amo. El otro hombre de ciencia estaba acostado sobre un colchón de hojas y musgo que le
trasladaron, en improvisadas camillas, a los dos hombres hasta la casa de Hugo Helí. Allí
Mohamed y Kazán, los dos antropólogos, relataron lo que les había sucedido.
Tres meses atrás habían llegado a La Montaña de los Cristales con la esperanza de
Al día siguiente de la llegada a la cima caía una tormenta tan fuerte que los dos
hombres apenas si se podían tener de pie. El ventarrón era tan violento que, de no abrazarse
a los árboles, se los habría llevado por los aires como cometas de papel. En medio de
semejante tempestad se oían aullidos y toda clase de ruidos fantasmales. Hasta llegaron a
Granizos, tan grandes como pedruscos, los obligaron a refugiarse en las cuevas, que
en ese momento estaban en la más completa oscuridad. Por eso resbalaron y cayeron al
vacío. Mohamed resbaló primero, pero antes de caer agarró por un brazo a Kazán y lo
arrastró con él. Se salvaron porque al final del foso había agua. Kazán se había fracturado
un omoplato.
*******************
11.-- Mohamed y Kazán
"Los primeros días nos alimentamos con la comida enlatada que habíamos traído--comenzó
a relatar Mohamed-- Teníamos alimento y vitaminas para dos o tres semanas de expedición.
Cuando se nos acabaron los alimentos, procedimos a comer cuanto animal iba cayendo al
foso: culebras, cangrejos, armadillos, conejos y hasta un venado, ¿Cierto Kazán?! --dijo,
dirigiéndose a su compañero.
vomitamos los hígados; pero uno se acostumbra a todo. Al fin y al cabo el hombre es un
animal de costumbres. Kazán siempre me decía que usara la psicología y que me imaginara
mente está distraída en otras cosas uno no se da cuenta de lo que pasa. Esto sucede cuando
se está hablando con alguien y este de pronto se queda mirando un punto en el vacío y no
escucha lo que se le está diciendo. A todos nos sucede. Bueno, sólo encendíamos la
linterna para cazar murciélagos, cuando oíamos ruidos y cada vez que un animal caía al
pozo. Era fácil atrapar los murciélagos porque quedaban encandelillados con la luz de la
linterna. Gasté todas las pilas que habíamos traído, pero yo tenía práctica y los cazaba en la
oscuridad"...
tiempo se nos hicieron familiares. Esto mismo pasa con los que cuidan los cementerios. Se
--Nosotros no tenemos miedo a los muertos; al fin y al cabo, no hacen nada, son
--Es un mineral, un sulfato de bario natural, que sirve para dar el color blanco a las
Cabeto dejó de preguntar. Tomó el morral y sacó varios piedras y cristales que había
le dijo:
vinieron al piso. Ahora tendría que regresar con las manos vacías. A lo mejor su padre lo
castigaría por haberse venido a aventurar sin su permiso. Metió los cristales en el morral,
Ocaña estaba enterada. Cabeto, Roco y los dos antropólogos fueron trasladados a la ciudad.
Cuando llegaron a la urbe, la población salió a las calles a darles la bienvenida como si se
Los vecinos del barrio El Carretero, donde vivía Cabeto, esperaban apretujados
frente a su casa. Habían periodistas, políticos, locutores, el alcalde y los compañeros del
colegio Caro, donde Cabeto cursaba el sexto grado, todos querían hablar con él.
Lubín, el padre de Cabeto, quien había prometido darle una paliza por haberse ido
de la casa sin permiso, se olvidó del juramento y convirtió el regreso de su hijo en una
medalla al valor y fue declarado mascota de la ciudad. Los ocañeros llegaron a saber su
nombre y en cualquier casa de la región donde entraba era atendido a cuerpo de rey. En la
dulces y emparedados.
rescate de los dos eminentes científicos. Parte de ese dinero fue distribuido entre el padre de
Hugo Helí y los demás campesinos que habían ayudado al salvamento de los dos hombres
de ciencia.
--¿Un caballo? ¿No será mejor una bicicleta? ¿Para qué quieres un caballo?
El niño campesino se quedó sin respiración. No podía creer que alguien le hiciera un
regalo tan costoso. En su cara había una alegría indescriptible. Sus pequeños ojos negros
brillaban radiantes y su sonrisa infantil aumentaba su felicidad. Volviéndose hacia Cabeto
le dijo:
-- ¡Claro, Hugo! ¡Lo traje para ti! --confirmó Cabeto lleno de satisfacción.
Los dos chicos se abrazaron durante un largo rato, luego montaron ambos en el
Hugo Helí fue a la palizada y trajo a "Orejas", el conejo blanco de los grandes ojos
rojos.
--Mira, Roco, ahora tenemos que cuidarlo --le explicó a su perro mientras le
enseñaba el conejo.
Roco pareció entender lo que su amo le decía: olfateó al animal, pero no le ladró.
Cabeto permaneció en silencio un buen rato con el conejo en las manos, observando la
Desde ese momento Cabeto, Roco y Hugo Helí han ido a La Montaña de los
Cristales todas las Navidades. Allí juegan con las Kalas, corretean a los Togos y nadan con
Las Yaris y las Aritas les enseñan el idioma del viento. Cabeto y Hugo Helí
disfrutan intensamente la música que los Genios del Aire producen cuando acarician los
FIN
ALFONSO LOBO AMAYA.
Por: Gabriel Ángel Páez Téllez
Segundo hijo, de diez hermanos, del hogar de Margarita Amaya (hija del poeta Adolfo
Milanés) y Lubín Lobo Quintero. Matemático, escritor y cuentista. Nació en Ocaña (N
de S), el 15 de mayo de 1946. En la literatura infantil: es uno de los escritores más
representativos de Colombia.
Obtuvo el título de bachiller en el Colegio Nacional José Eusebio Caro, en el año 1965.
Desde esa época comienza a destacarse y poner en alto el nombre de Ocaña, pues fue
distinguido como uno de los mejores bachilleres del país, en el concurso que, por esa época,
organizaba la empresa Coltejer (Actualmente este certamen lo realiza el ICFES) En
1966 viaja a Bogotá en donde cursa estudios de Matemáticas en la U. Libre y de
Ingeniería Electrónica en la Universidad Francisco José de Caldas. Sus palabras me
sirven de marco para iniciar esta sucinta biografía:
“Cuando era niño trepaba a un árbol que había en la casa de mis abuelos y, por horas,
miraba el cielo estrellado: Soñaba con ser científico, mago y astronauta. Sólo cuando
me convertí en escritor conseguí las tres cosas”
En casa de sus abuelos debió encontrar de niño algo más que un sitio solariego que
invitara a soñar; también la voz, en la viveza de la brasa; aquella energía siempre
despierta como el fuego, en la persona de Euquerio Amaya, su abuelo: ese inmenso
poeta, incorporado a la inmortalidad, con el nombre de ADOLFO MILANÉS. En Alfonso,
se observa la formación intelectual; y, especialmente: la actitud y la estrategia del
intelectual docente, que enseña y cautiva en la exposición razonada, con fundamento
científico. En varios de sus cuentos publicados: La Tortuga Desdentada; La Montaña de
los cristales; Pulpín, La Protectora de la vida, Cantarín el Arroyo Feliz, Camaleón
manchas, La Cometa Gigante, etc., y en múltiples artículos publicados en diferentes
medios impresos; entre otros: el periódico GOLPE DE OPINIÓN de la ciudad de Bogotá,
explica cómo aprender a vivir de forma sencilla e inteligente
En una entrevista para LIBROS & LETRAS, edición 60, agosto de 2006, página 8.
Exaltando la importancia del cálculo evoca la matemática en la seguridad del astronauta
que desde niño vive en él: ?Yo le digo a los estudiantes que las ecuaciones diferenciales
son las que llevan el cohete a la luna y no el combustible. Si los cálculos matemáticos son
errados, el cohete terminaría perdido en el espacio?
Si analizamos en Alfonso Lobo Amaya, al mago; tendremos que concluir que lo es, en
el amplio sentido del vocablo: No es fácil escribir para los niños. Se necesita ser: mago de
magos, para escribir con el éxito de Alfonso, llamado cariñosamente “LOBITO”, que
desde 1987 viene cautivando con sus escritos a los niños: ¡Los pequeños magos del
mundo! Para los que deseen escribir Literatura infantil, la expresión de Ernest
Hemingway, les define esta literatura en su justo contexto: “Es un arte difícil escribir
sencillo”
Del meritorio trabajo literario de Alfonso se han editado miles de libros en diferentes países
hispanoamericanos, especialmente en Argentina; en donde la editorial ERREPAR S.A.,
ha publicado algunas de sus obras. De su libro GOPI, EL NIÑO ÁNGEL; que consulto
en este momento por un buscador de Internet, los editores informan: Primera edición de
5000 ejemplares, mes de julio de 1987. La misma editorial publicó ECOCUENTOS,
primera edición 5000 ejemplares en el año 2000, de Alfonso, ilustrado por Ernesto
Spezzafune. Este texto contiene once cuentos en donde se contemplan prodigios de la
naturaleza y fenómenos naturales. Animalitos muy inteligentes entran en diálogos para
aclarar dudas en temas de actualidad: la capa de ozono, la lluvia ácida, importancia de los
bosques, entre otros temas de interés ecológico a favor del Medio Ambiente.
En esta obra el escritor Lobo Amaya, retoma de sus raíces más hondas y profundas, como
en los versos de Jorge Pacheco Quintero, el sentir poético de la herencia familiar. En el
cuento de la tortuga, utiliza el código ineludible de los recursos propios de la estructura del
lenguaje poético más antiguo del mundo: y, con dominio por lo que escribe mezcla
armoniosamente; composición, ritmo, discurso, dominio del espacio, especialmente el
trabajo de la palabra en el tema de imaginación e invención; técnica utilizada por nuestro
gran poeta nacional: RAFAEL POMBO.
1984. Primer puesto: Concurso Nacional de Cuento Academia Paciolo 50 años, Bogotá.
Cuento: Una Hormiga Menos
1987. Primer puesto. Primer Concurso Nacional de Literatura Infantil. Cámara del
Libro de Bogotá y Editorial Susaeta de Medellín. Medellín. Cuento. La Tortuga
Desdentada.
1989. VII Concurso Enka de Literatura Infantil. Medellín. Cuento. La montaña de los
Cristales?.
OBRAS EDITADAS
25.--Trece experiencias M. Novela sobre Sai Baba. 2003 Edit. Júpiter. Venezuela