Fama Fraternitatis Texto PDF
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Fraternitatis
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que se parece a una colección de leyes e instrucciones cuando, sin
ninguna duda, estos mismos autores tendrían sumo gusto en revisar
sus conocimientos si vivieran. Sin embargo, nadie está a la altura de
tan elevadas palabras y el antiguo enemigo, pese a la fuerte oposición
de la verdad en teología, en física y en matemáticas, manifiesta abun-
dantemente su astucia y su rabia entorpeciendo una evolución tan
hermosa mediante el espíritu de fanáticos y vagabundos.
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Cuando llegó sólo tenía 16 años aunque era un mozo fornido, de raza
alemana.
Los árabes y los africanos se reúnen cada año para examinar las dife-
rentes artes, para saber si se han hecho descubrimientos mejores y
para averiguar si las hipótesis han sido depreciadas por la experiencia.
Los frutos que cada año producen estas discusiones sirven al progreso
de las matemáticas, de la física y de la magia, que son las especialidades
de la gente de Fez. Hoy no faltan en Alemania los hombres de ciencia:
magos, cabalistas, médicos y filósofos. ¡Dios quiera que deseen actuar
por amor al prójimo y que la gran mayoría no desee acapararlo todo
para sí!
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En Fez tomó contacto con los que suelen llamarse los habitantes ele-
mentales, quienes le confiaron numerosos secretos. Si entre nosotros
los alemanes reinase un entendimiento parecido y si nuestras averi-
guaciones se caracterizaran por la mayor seriedad posible, podríamos
igualmente poner en común una parte de nuestro saber. Sospechó a
menudo que la magia de los habitantes de Fez no era enteramente
pura y que su religión también había mancillado la cábala. Sin embar-
go supo sacar de ello un gran provecho, que afirmó aún más su fe en
la presencia concordante de la armonía en el universo, armonía que
marca con su sello maravilloso periodis seculorum. Llegó a la hermosa
síntesis siguiente: al igual que cualquier semilla contiene por entero el
árbol o el fruto que aparecerá dichosamente en el momento oportuno,
el microcosmos encierra íntegro al gran número. La religión, la política,
la salud, los miembros, la naturaleza, la lengua, la palabra y los actos del
microcosmos están en acuerdo musical y melódico con Dios, con los
cielos y con la tierra.
Todo lo que contradice esta tesis es error, falsedad, obra del diablo,
causa última y primer instrumento de la confusión, la ceguera y la ne-
cedad de este mundo.
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Capítulo 2
Tras permanecer dos años en Fez, Fr. C.R. partió para España llevando
numerosos objetos preciosos en su equipaje. Puesto que su viaje le
había sido tan provechoso, alimentaba la esperanza de que los hom-
bres de ciencia de Europa le acogerían con una profunda alegría y,
a partir de ahora, cimentarían todos sus estudios sobre tan seguras
bases. Discutió también con los sabios de España sobre las imperfec-
ciones de nuestras artes, sobre los remedios que había que poner
a ello, sobre las fuentes de las que se podían sacar signos seguros
concernientes a los tiempos venideros y sobre su necesaria conco-
mitancia con los pasados, sobre los caminos a seguir para corregir las
imperfecciones de la Iglesia y de toda la filosofía moral. Les enseñó
plantas nuevas y frutos y animales nuevos que la antigua filosofía no
determina.
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forzaran en encontrar una axiomática precisa e infalible estudiando las
diversas enseñanzas científicas y artísticas y la naturaleza entera. Dicha
axiomática debía orientarse por su centro Único al igual que una es-
fera y, como era costumbre entre los árabes, sólo los sabios deberían
servirse de ella como regla. Así pues era preciso fundar en Europa una
sociedad que poseyese bastante oro y piedras preciosas para prestar-
las a los reyes y que también se encargara de la educación de los prínci-
pes que conociera todo lo que Dios ha permitido saber a los hombres
para que, en caso de necesidad, estos pudieran dirigirse a ella, como
los paganos a sus ídolos. Debemos confesar en verdad que el mundo,
embarazado ya en la época con una gran perturbación, sentía los dolo-
res del parto: engendraba héroes gloriosos e infatigables que rompían
violentamente las tinieblas y la barbarie, mientras que nosotros, débiles
como éramos, no podíamos sino parodiarlos.
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viajes impartiendo diligentes enseñanzas, frecuentemente con malos
resultados, volvió a Alemania.
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Las palabras pronunciadas, dotadas de un amplio vocabulario, sirvieron
para componer la lengua y la escritura mágicas que continuamos mane-
jando para gloria y honor de Dios, y en las que bebemos una sabiduría
profunda. Igualmente ellos compusieron la primera parte del Libro M.
Sin embargo estaban abrumados de trabajo y muy angustiados ante el
increíble aflujo de enfermos por lo que, una vez terminada su nueva
morada que posteriormente se llamó del Espíritu Santo, decidieron
ampliar su sociedad y hermandad. Escogieron como nuevos miembros
al primo hermano del Fr. RosaCruz, a un pintor de talento, Fr. B., y a
G.C. y P.D. como secretarios, todos de nacionalidad alemana salvo I. A.,
en total ocho miembros solteros con voto de virginidad.
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Así pues y como habían convenido al principio, se dispersaron por todo
el país, no sólo para que los hombres de ciencia pudieran someter su
axiomática a un estudio secreto más profundo, sino también para que
pudieran informarles sobre si tales o cuales observaciones habían ori-
ginado errores en uno u otro lugar.
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Capítulo 3
Sus signos de reconocimiento eran los siguientes:
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sin embargo lo que pensaba al respecto así como el objeto de sus es-
peranzas y anhelos.
Aunque cada puesto fue ocupado por un sucesor de valía, los herma-
nos habían decidido ocultar el emplazamiento de su sepultura, lo que
explica que aun hoy ignoremos donde están enterrados algunos. Acti-
tud con la que, en honor de Dios, queremos testimoniar públicamente
que, aunque podamos imaginarnos la forma y constitución del mundo
entero, ignoramos sin embargo -y ésta es también la enseñanza se-
creta del Libro I., dónde la hemos bebido- tanto el infortunio que nos
amenaza como la hora de nuestra muerte. Dios en su grandeza se los
ha reservado para que estemos constantemente preparados, cuestión
que trataremos más explícitamente en nuestra Confessio.
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En ella enunciaremos también los 37 motivos por los que revelamos
ahora nuestra fraternidad ofreciendo libre, espontánea y graciosamen-
te, misterios tan profundos y la promesa de más oro que el que sumi-
nistran las dos Indias al rey de España; pues Europa está preñada y va
a parir un robusto retoño al que sus padrinos cubrirán de oro. Tras la
muerte de O., el Fr. C. no interrumpió su actividad: tan pronto como
pudo convocó a los demás miembros y nos parece probable que su
tumba fuera construida en su época. Aunque los más jóvenes ignorá-
bamos por completo hasta entonces la fecha de la muerte de nuestro
padre bienamado R. C. y sólo supiéramos los nombres de los fundado-
res y de todos los que les sucedieron hasta nosotros, guardábamos sin
embargo en la memoria un misterio que nos confió A., sucesor de D. y
último representante de la segunda generación que vivió con muchos
de nosotros, en enigmáticos discursos sobre los 100 años.
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He aquí pues la relación verídica y completa del descubrimiento del
muy iluminado hombre de Dios Fr. C. R. Después de la bienaventura-
da muerte de A. en la Galia narbonense, le sucedió nuestro hermano
bienamado N. N. Cuando se nos presentó para prestar el solemne
juramento de fidelidad y silencio, relató confidencialmente que A. ha-
bía asegurado lo que sigue: la fraternidad no seguiría siendo secreta:
dentro de poco serviría necesaria y gloriosamente en nuestra patria
común, la nación alemana. En su posición, la noticia no le confundió.
Como era un buen arquitecto, cuando al año siguiente terminó sus
tareas y se le presentó la ocasión de iniciar un viaje, abastecido con un
viático respetable y con la bolsa de un favorito de la Fortuna, pensó en
restaurar y modernizar la morada. Mientras realizaba este trabajo se
interesó por unas placas de cobre amarillo donde estaban grabados los
nombres de todos los miembros de la fraternidad y otras inscripciones
diversas. Quiso trasladarlas bajo otra cúpula más amplia puesto que
los Antiguos habían mantenido secreto tanto el lugar y la fecha de la
muerte de Fr. C. como, posteriormente, su sepultura, razón por la cual
no sabíamos nada de ella. Ahora bien, dicha placa contenía un enorme
clavo, más grande que los otros. Cuando lo arrancaron tirando con
fuerza, arrastró una piedra tallada primorosamente que se desprendió
del delgado revestimiento, mostrando una puerta que nadie había sos-
pechado.
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de tantos años, también deberá abrirse otra puerta en Europa cuando
se descombre el revestimiento: muchos son los que la esperan con
impaciencia).
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Capítulo 4
Por la mañana abrimos la puerta y apareció una sala abovedada en for-
ma de heptaedro.
Cada lado tenía siete pies de largo y su altura era de ocho pies. Aunque
los rayos del sol nunca llegasen a ella, estaba iluminada por otro sol
-copiado sobre el modelo del primero- que se encontraba en todo lo
alto, en el centro del techo. Como sepulcro habían levantado en medio
de la sala un altar en forma circular, con una placa de cobre amarillo
que tenía este texto:
A C.R.C.
1. El vacío no existe;
2. El yugo de la ley;
3. La libertad del Evangelio;
4. Intacta está la gloria del Señor.
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claro y puro. Nos arrodillamos todos a la vez para dar gracias a Dios,
único en su sabiduría, en su poder y en su eternidad y cuyas enseñan-
zas, bendito sea su nombre, son superiores a todas las invenciones de
la razón humana.
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padre, tan meticuloso, prudente y reflexivo. Así que desplazamos el al-
tar y levantamos una gruesa placa de cobre. Entonces vimos un cuerpo
perfecto y glorioso, todavía intacto, sin la menor huella de descompo-
sición y coincidente por completo con el retrato que lo representaba
engalanado con todos sus adornos y vestiduras. Tenía en la mano un
libro en pergamino con letras de oro llamado T., nuestro tesoro más
preciado después de la Biblia y que no conviene someter a la opinión
del mundo de manera imprudente.
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1. Fr. A. Fr. ch., jefe electo de la fraternidad.
2. Fr. G.V., M.P.G.
3. Fr. R.C. el más joven heredero del Espíritu Santo.
4. Fr. F. B., M.P.A., pintor y arquitecto.
5. Fr. G.G., M.P.I., cabalista.
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Capítulo 5
En este tiempo ya habían desaparecido Fr. O. y Fr. D. ¿ Dónde se en-
cuentran sus sepulturas? No nos cabe ninguna duda que el mayor de
los hermanos fue objeto de cuidados especiales en el momento de su
muerte y que también tiene una sepultura oculta.
Casi todos ellos fueron célebres y apreciados entre las antiguas gene-
raciones por su arte médico y pueden contribuir a acrecentar nuestro
tesoro o, al menos, a que lo comprendamos mejor. En cuanto al peque-
ño mundo lo encontramos conservado en otro altar de talla pequeña,
cuya belleza no puede ser imaginada por ningún hombre razonable, y
que no reproduciremos en tanto no se haya testimoniado confianza
a nuestra Fama. A continuación volvimos a poner la placa en su sitio,
la cubrimos con el altar y después cerramos la puerta colocamos en
ella todos nuestros sellos, antes de descifrar algunas obras basándonos
en las orientaciones de nuestro tratado sobre los ciclos (entre otras,
en el libro M. hoh. que sirve como tratado de economía doméstica y
cuyo autor es el dulce M. P.). Después según nuestra costumbre, nos
dispersamos de nuevo abandonando nuestros tesoros a sus herederos
naturales y esperando la respuesta, el juicio y el veredicto de sabios e
ignorantes sobre nuestras revelaciones.
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Aunque seguramente conozcamos la amplitud de la reforma general
divina y humana que no sólo satisfará nuestros deseos sino también la
esperanza de otros hombres, no es malo en efecto que el sol, antes de
salir, proyecte en el cielo una luz clara u oscura; no es malo que algunos
se den a conocer y se reúnan para promover nuestra fraternidad con
su número y con el prestigio del canon filosófico que deseaba y que
dictó Fr. C., o incluso para disfrutar humildemente y con amor nues-
tros inalienables tesoros, dulcificando así las miserias de este mundo
y utilizando las maravillas divinas sin tanta ceguera. Sin embargo, para
que cada cristiano pueda apreciar nuestra piedad y nuestra integri-
dad, confesamos públicamente la certeza en Jesucristo en los términos
claros y netos con los que ha sido proclamada en Alemania en estos
últimos tiempos, y con los que la mantienen y la defienden todavía hoy
algunas provincias célebres, contra los fanáticos, los heréticos y los
falsos profetas.
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No debe poner en duda ni refutar teorías diferentes. Porque la verdad
es única, sucinta, siempre idéntica a sí misma; porque en consonancia
con Jesús en todas sus partes y en todos sus miembros, es la imagen
del Padre al igual que Jesús es su retrato; es falso afirmar que lo que
es verdad en filosofía no es cierto en teología. Lo que establecieron
Platón, Aristóteles o Pitágoras; lo que confirmaron Henoch, Abraham,
Moisés y Salomón; allí donde la Biblia coincide con el gran libro de las
maravillas, corresponde y describe una esfera o un globo en el que
todas las partes están a igual distancia del centro, ciencia de la que tra-
taremos con más detalle y con más amplitud en la Colección cristiana.
El gran éxito actual del arte impío y maldito de los hacedores de oro
incita a una multitud de bribones escapados de la horca a cometer
grandes canalladas abusando de la buena fe y de la ingenuidad de nu-
merosas personas. Algunas de ellas están honestamente convencidas
que la transmutación metálica es la cima de la filosofía y su resultado,
y que hay que consagrarse enteramente a ello porque la fabricación
de grandes masas de lingotes de oro agrada a Dios especialmente
(esperan conquistar a un Dios cuya omnisciencia penetra todos los
corazones, mediante oraciones irreflexivas y con caras sufrientes y
derrotadas). Lo que proclamamos al respecto es lo siguiente: estas
concepciones son erróneas.
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esté inscrito en el Libro de la Vida. Igualmente atestiguamos que, en el
terreno químico, se han publicado libros e imágenes que mancillan la
gloria de Dios.
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www.rosacruziniciatica.org
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