Atlas II

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II. ATLAS
«Portar el mundo entero de los sufrimientos»

UN TITÁN DOBLEGADO POR EL PESO DEL MUNDO


El atlas Mnemosyne fue, en manos de Aby Warburg, como un gran poema vi-
sual capaz de evocar o de invocar con imágenes, sin por ello empobrecerlas, las
grandes hipótesis que proliferan en el resto de su obra: tanto en los artículos
publicados, con sus laberínticas notas infrapaginales, como en los innumera-
bles borradores manuscritos y, en general, en todas sus herramientas de tra-
bajo, cajas de fichas, esquemas, fototeca, y hasta en la clasificación de su biblio-
teca. El atlas de imágenes fue así el obrador de un pensamiento siempre
potencial –inagotable, poderoso e inconcluso– sobre las imágenes y sus desti-
nos. No sólo anamnesia de los problemas iconológicos planteados por Warburg
durante toda su vida, sino además matriz de cuestiones nuevas que cada afini-
dad de imágenes estaba –y continúa estando hoy, ante nuestros ojos, como en
espera– llamada a suscitar, en cada lámina y de láminas en láminas. Sabemos
asimismo que ese dispositivo abierto y fecundo no era, para Aby Warburg, sino
la ansiosa y genial respuesta a una situación psíquica que lo mantuvo recluso y
estéril entre las paredes del sanatorio de Kreuzlingen, de 1921 a 1924.
El atlas de imágenes debe su nombre a un género epistémico atestiguado desde
el Renacimiento, principalmente en el campo de la cartografía, muy en boga,
a través del enciclopedismo de la Ilustración, en las ciencias de la cultura
–arqueología, historia, antropología o psicología– a finales del siglo XIX.
Mas, antes de reflexionar sobre una tradición que Warburg a la vez recuperó
y deconstruyó, hemos de tener presente que la elección de tal palabra, en la
mente de un historiador tan preocupado por la mitología y astrología antiguas,
nada tenía, claro está, de fortuito. A semejanza del leitmotiv de Orfeo, perso-
nificación de la «tragedia de la cultura» según Warburg, el titán Atlas aparece
como una figura al mismo tiempo mitológica y metodológica, alegórica y au-
tobiográfica, del proyecto warburgiano en su totalidad. Y a imagen del titán
Atlas es como el atlas de Warburg puede ya aparecérsenos: la respuesta libre y
deflagradora –abierta y fecunda– a una situación de opresión cargante –cerrada
y estéril– como era la suya desde el final de la Primera Guerra Mundial. El pro-
yecto de Mnemosyne vendría a ser la respuesta de la gaya ciencia a una tragedia
o punición del destino.
En la lámina 2 del atlas warburgiano, justo después de la disposición visceral-
sideral de la lámina 1, es donde surge la figura de Atlas, en un contexto de re-
presentaciones cósmicas y escenas mitológicas proyectadas en el firmamento
para que sea dado a las estrellas el prestigio de los nombres divinos1 [fig. 23]. 1. A. Warburg, 1927-1929, pp. 16-17.

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En una versión anterior de esa lámina, la figura de Atlas se hallaba junto a la se-
rie «informe» de los hígados adivinatorios, lo cual sugería una exégesis del bino-
mio Atlas-Prometeo, los dos hermanos castigados por los dioses, a los que sin
embargo tanto debe la humanidad… Sea como fuere, Atlas se presenta aquí con
las facciones del célebre Atlas Farnesio del Museo Arqueológico de Nápoles:
figura monumental de mármol descubierta y restaurada en el siglo xvi, escul-
pida entre el 50 y 25 a. C. aproximadamente, según un modelo griego al menos
dos siglos anterior2. Aby Warburg lo convertirá en el ammonitore, podríamos
decir, o figura emblemática, no sólo de la lámina en la que aparece, sino quizás
de todo su atlas, según el doble aspecto que reviste la figura: un cuerpo doble-
gado por la carga, un espacio desplegado, esférico, legible, del cielo astrológico es-
culpido en bajorrelieve sobre la esfera romana, y reproducido en un grabado del
siglo xviii que aclara perfectamente su profusión de motivos [fig. 24].
Atlas sería así la figura emblemática de una polaridad fundamental a través de
la cual Warburg nunca dejó de pensar la historia de las civilizaciones medite-
rráneas: por un lado, la tragedia con la que toda cultura muestra sus propios
monstruos (monstra); por el otro, el saber con el que toda cultura explica, re-
dime o desbarata esos mismos monstruos en la esfera del pensamiento (astra).
Recordemos que Atlas, hijo del Cielo y de la Tierra, estaba ya presente en el
panteón de los fenicios3. No cabe duda, pues, de que pese al carácter «tardío»
–o mejor, superviviente– de la escultura romana representada en la lámina,
Warburg quiso subrayar el carácter «primitivo» tanto de su iconografía como
de su significado4. Cualquiera que sea la genealogía mítica de Atlas –Jápeto y
Clímene según Hesíodo, Éter y Gea según Higino, Urano y Clito según Dio-
doro de Sicilia5–, todos coinciden en hacer de él, junto a sus hermanos Epime-
teo y Prometeo, tanto un ante-dios como un anti-dios.
Atlas pertenece, en efecto, a una generación anterior a la de los Olímpicos, ge-
2. Véanse C. Riebesell, 1989, neración de «seres monstruosos y desmedidos»6 que tomó la decisión de dis-
pp. 33-34. U. Korn, 1996, pp. 25-44. putar a los dioses su poder sobre el mundo. Hesíodo nombró a doce titanes,
3. Véase R. Dussaud, 1945, p. 358. como doce son los dioses del Olimpo: simetría, esto es, rivalidad. Los titanes se
4. Para una interpretación apoderan del mundo gracias a Cronos –¡el Tiempo sería un anti-dios!– y reina-
diferente, véase P. Sloterdijkh, 1999,
pp. 41-63. ron hasta que fue destronado por su hijo Zeus. Pero la guerra, la Titanoma-
5. Véase W. H. Roscher, 1884-1886, quia, duró diez años, hasta que los Olímpicos acaban por precipitar a sus ene-
col. 704-711. P. Lavedan, 1931, migos en el Tártaro7. No olvidemos que, en esa historia, los titanes serán
pp. 141-142.
asimismo castigados por querer dar a los hombres –una raza que ellos mismos
6. P. Grimal, 1951, p. 59.
formaron–, algo que los dioses deseaban guardar en privilegio: de ahí los supli-
7. Véanse P. Lavedan, 1931, p. 952.
J. Döring y O. Gigon, 1961. cios concomitantes de Prometeo al Este (suplicio visceral) y de Atlas al Oeste

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(suplicio sideral). De ahí estas palabras de Prometeo en la epónima tragedia de


Esquilo:
[…] bastante sufro (dustukhô) ya por la suerte de mi hermano Atlas, que
de pie, a poniente, sostiene con sus hombros la columna que separa el
cielo y la tierra, fardo penoso (akhthos ouk euagkalon) para los brazos que
lo estrechan8.
Este es Atlas, ser «sin medida», condenado a la inmovilidad supliciante de una
labor que consiste en llevar a hombros el eje del mundo y toda la bóveda ce-
leste. «Bajo una potente coerción, en los límites del mundo, frente a las Hespé-
rides de sonoro canto, sostiene (ékhei) el vasto Cielo, en pie, con cabeza y bra-
zos infatigables: es la suerte que le ha impartido el prudente Zeus», tal y como
escribía Hesíodo en su Teogonía9. Al igual que escribirá después Ovidio en Las
Metamorfosis: «He aquí a Atlas que sufre (laborat) y apenas puede sostener so-
bre sus hombros el eje del mundo»10. Pero ¿por qué se le castiga así? Higino
responde que por haber «tratado de ascender al cielo» (in caelum ascendere),
Atlas se halla justamente ahora –y hasta el fin de los tiempos– «sosteniendo el
cielo»11 (caelum sustinere). Sin duda cabría observar, con Theodor Reik, que
el mito debe aquí su forma a una estructura de culpabilidad12, siempre que se
añada que esa culpabilidad supone una verdadera dialéctica del pathos y de la
potencia: ¿acaso no padece Atlas un castigo que, bien mirado, no es sino la ac-
tualización de su fuerza titánica, esa que durante siglos le convierte en una per-
sonificación del pivote –eje y soporte– del mundo entero?13.
Warburg, sabido es, fue un gran lector de Hermann Usener, que no por casua-
lidad había dedicado, en su obra Los nombres de los dioses, un pasaje significa-
tivo al titán Atlas, «portador» o «soportador» del cosmos14. En griego, la pala-
bra atlas se forma combinando la a prostética (es decir, elemento no
etimológico que se añade al principio de una palabra sin modificar su sentido)
con una forma del verbo tlaô, que significa «portar», «soportar». Tlas o atlas es,
literalmente, el portante por antonomasia. Pero portar no es algo sencillo. Por-
tar sólo es posible mediante el encuentro de dos vectores antagonistas, la pesa-
dez por un lado, la fuerza muscular por el otro. Portar manifiesta, pues, la po-
tencia del portador y, asimismo, el sufrimiento que aguanta bajo el peso que
lleva. Portar es un acto de valor, de fuerza, y también de resignación, de fuerza
oprimida: son los vencidos, los esclavos, los que más intensamente sienten el
8. Esquilo, Prometeo, 347-348,
peso de lo que portan. p. 173.

Y eso es lo que de inmediato observamos en la figura del Atlas Farnesio dis- 9. Hesíodo, Teogonía, 517-520, p.
50-51. Véase Apollodore, Bibl., I, 2,
puesto por Aby Warburg en el rincón superior derecho de su lámina de atlas 2-3, p. 28.
[fig. 24]: la potencia del atleta va unida en la escultura al sufrimiento del gue- 10. Ovidio, Las metaformosis, II,
rrero vencido. En un dibujo del Codex Coburgensis que muestra el aspecto del 296-297, p. 47.

Atlas Farnesio en el momento de su descubrimiento arqueológico –y al cual co- 11. Higino, Fábulas, CL, p. 112.
12. Véase T. Reik, 1957, pp. 40-79.
rresponde bien la descripción que daba Ulisse Aldrovandi en 155615–, esa doble
13. Véase É. Tièche, 1945, pp. 65-86.
condición aparece con una nitidez sobrecogedora [fig. 25]: el héroe mitológico
14. H. Usener, 1896, pp. 39-40.
ni siquiera tiene brazos para sostener el peso que aplasta sus hombros; su ca- Véase P. Chantraine, 1968, I, pp.
beza es miserable, está vacía y rota, al tiempo que la esfera emerge lujosa, plena 133-134.
y perfecta; sus piernas quebradas lo hunden un poco más en la tierra, que 15. U. Aldrovandi, 1556, p. 230-231.

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Fig. 23
Aby Warburg
Bilderatlas Mnemosyne,
1927-1929. Panel 2
Warburg Institute Archive, Londres
Foto Warburg Institute
Fig. 24
Aby Warburg
Bilderatlas Mnemosyne,
1927-1929. Panel 2 (detalle)
Warburg Institute Archive, Londres
Foto Warburg Institute

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Fig. 25
Atlas (Farnese) porta la bola del
mundo, del «Codex Coburgensis»,
mediados siglo XVI
Dibujo en papel, 27,3 x 17 cm.
Kunstsammlung der Veste,
Coburgo
Foto DR
Fig. 26
Anónimo romano
Atlas Farnesio, hacia 150 a.C.
Mármol (rostro, brazos y piernas
restaurados en el siglo XVI) (detalle)
Museo Arqueológico Nacional,
Nápoles
Foto GD-H

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