Mecanismos de Defensa en Niños y Adolescentes

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Mecanismos de defensa en niños y adolescentes

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 EL CONCEPTO “MECANISMO DE DEFENSA” DESDE LAS DIFERENTES TEORÍAS


PSICOLÓGIGAS

o Psicoanálisis Freudiano.

o Psicoanálisis Kleiniano

o Gestalt

 EVOLUTIVA DE LOS MECANISMOS DE DEFENSA

o Mecanismos de defensa típicos en niños

o Mecanismos de defensa típicos en adolescentes

 CÓMO TRABAJAR EN TERAPIA LOS MECANISMOS DE DEFENSA CON NIÑOS Y


ADOLESCENTES

o Evaluación

o Intervención

 BIBLIOGRAFÍA

Desde que Freud lo definiera, el concepto de mecanismo de defensa (MD) ha sido tan
estudiado y extendido que hoy en día cualquier persona que no esté relacionada con el ámbito
de la psicología tiene una idea bastante aproximada de lo que significa. Podríamos decir, para
dar una definición sencilla y coloquial, que se trata de estrategias que todos usamos en mayor
o menor medida de forma inconsciente, para evitar o rebajar el dolor.

Sin embargo, es precisamente esta gran extensión del concepto la que dificulta la tarea de
analizarlos y clasificarlos. Son tantas las corrientes psicológicas desde las que se han estudiado,
y tantas las clasificaciones que se han hecho en cada una de ellas, que resultaría casi imposible
hacer un recuento de todos los procesos que se consideran actualmente como MD. Mi
intención no es explicar todos los mecanismos que se citan en la literatura, pero sí creo
necesario, antes de centrarme en las defensas de los niños y los adolescentes y su trabajo
terapéutico, detenerme a explicar las principales concepciones y clasificaciones que existen.

EL CONCEPTO “MECANISMO DE DEFENSA” DESDE LAS DIFERENTES TEORÍAS PSICOLÓGIGAS

Psicoanálisis Freudiano.

El término “mecanismo de defensa” fue definido por primera vez por Sigmund Freud en su
obra Las Neuropsicosis de Defensa (1984) como los rechazos instintivos que realiza el Yo a
representaciones intolerables, y hablaba de tres mecanismos: la conversión, la transposición
del efecto y las psicosis alucinatorias. Posteriormente se refirió a ellos con el término
“represión”, y no fue hasta 1926 en Inhibición, síntoma y angustia cuando retomó el concepto
de MD para designar a “todas las técnicas de que el Yo se sirve en conflictos eventualmente
conducentes a la neurosis”, pasando a considerar la represión como uno más de estos
mecanismos. Freud consideraba estos mecanismos como la parte inconsciente del Yo, que
actúa pues de forma inconsciente contra los instintos del Ello cuando percibe que éstos
pueden ser peligrosos.

Posteriormente, Anna Freud amplió y profundizó el estudio sobre los MD. En su obra El Yo y
los Mecanismos de Defensa (1936) realizó su primer estudio sistemático, clarificando y
diferenciando diez tipos de mecanismos y explicando las diferentes vías por las que se pueden
generar. Además, dedicó la mayor parte de esta obra a los MD típicos de los niños y de los
adolescentes.

Desde entonces hasta la actualidad, han sido muchos los autores que han continuado el
estudio de los MD desde esta corriente. Resulta complicado enumerar los MD que se
describen desde esta perspectiva porque no todos los autores coinciden a la hora de hacerlo y
porque además existen mecanismos que se solapan con otros o son difíciles de diferenciar. Sin
embargo, los mecanismos en los que más coinciden los distintos autores son los siguientes:

Represión. Consiste en mantener alejados de la conciencia ciertos recuerdos, deseos o


sentimientos que son considerados como desagradables o amenazantes. Se produce en dos
fases: primero se rechaza la experiencia de la consciencia y después se realiza un esfuerzo
constante para mantenerlo en el inconsciente. Para los psicoanalistas este esfuerzo supone un
gran gasto de energía y muchas veces conlleva la necesidad de utilizar más MD para evitar que
lo reprimido regrese a la conciencia. Por tanto, es un mecanismo que suele coexistir y estar en
la base de otros.

Regresión. Es un proceso que supone retornar a formas de comportamiento propias de etapas


del desarrollo anteriores que ya se creían superadas. Suele tratarse de etapas en las que el
sujeto se sentía más seguro y protegido.

Conversión o somatización. A través de la conversión, la persona transforma los deseos o


sentimientos que considera amenazantes en manifestaciones de tipo somático, como dolores
o problemas sensoriales.

Formación reactiva. Consiste en hacer exactamente lo opuesto a lo que dicta el deseo


percibido como amenazante, y muchas veces se encuentra en la base de rituales obsesivos. Un
ejemplo sería que una persona con deseos de ensuciarse se obsesionara con la limpieza.
También puede llevar a conductas muy valoradas socialmente, como cuando una persona con
deseos de quemar cosas se alista como bombero voluntario.

Desplazamiento. Con este mecanismo se separa el afecto considerado amenazante o doloroso


del objeto que lo causa, y se asocia con otro objeto. Éste suele ser un objeto neutro pero que
de alguna manera guarda alguna relación simbólica con el primero. Freud describió con detalle
este mecanismo en Análisis de la fobia de un niño de cinco años (1909), en la que presentaba
el caso de Hans, un niño que como no podía tolerar sentir miedo a su padre, al que al mismo
tiempo quería, desplazó este miedo a los caballos.

Proyección. La proyección como MD consiste en atribuir de forma incorrecta pensamientos,


sentimientos, deseos o cualidades propias a otras personas. Lo proyectado no se reconoce
como propio porque resulta inaceptable en uno mismo.

Introyección. Se puede considerar lo contrario a la proyección, ya que implica atribuir


erróneamente a uno mismo cualidades, deseos, sentimientos, etc. de otras personas.
Negación. Aunque puede confundirse con la represión, con este mecanismo no se “olvida” la
realidad sino que se niega. La negación no tiene por qué afectar a todo el aspecto de la
realidad amenazante, sino que puede limitarse sólo a su significado o a sus consecuencias.

Anulación retroactiva. Suele tratarse de rituales obsesivos mediante los cuales la persona cree
que anula el significado de otra conducta que considera amenazante y que ha realizado
anteriormente o ha deseado hacer. Se considera que está en la base de las supersticiones y
trastornos obsesivo-compulsivos.

Racionalización. Supone buscar razones lógicas que justifiquen los deseos, acciones o
sentimientos considerados inaceptables. Los razonamientos no suelen ser del todo
convincentes y son algo forzados, pero consiguen aliviar el malestar y hasta cierto punto son
creíbles. Algunos autores lo llaman también intelectualización, pero otros diferencian este
mecanismo del anterior en que se utiliza la razón y la lógica no para justificar nada sino para
evadirse de ello.

Aislamiento. Es el mecanismo contrario a la represión. En él no se aleja de la consciencia lo que


se considera amenazante o doloroso sino que lo que se mantiene inconsciente es el
sentimiento que genera. Un ejemplo sería alguien que al morir un ser querido es incapaz de
sentir dolor.

Punición. Se trata de conductas que la persona realiza para paliar el sentimiento de culpa por
haber llevado a cabo conductas, pensamientos o sentimientos no aceptados moralmente. Se
diferencia de la anulación retroactiva en que no se trata de rituales sino de conductas
compensatorias que suelen ser positivas.

Sublimación. Este mecanismo suele considerarse el más adaptativo de todos y consiste en


derivar la energía que procede de los instintos no tolerados a la consecución de fines
socialmente reconocidos.

Fantasía. La fantasía no siempre es un MD, pero a veces puede actuar como tal. En estos casos,
la persona la utiliza para evadirse o para realizar imaginariamente ciertos deseos que de otra
forma no podrían ser satisfechos.

Psicoanálisis Kleiniano

Melanie Klein adoptó el concepto de MD para darle un nuevo enfoque. Subdividió las etapas
del desarrollo psicosexual de Freud y a cada una de estas subetapas le adjudicó unos
determinados MD, ofreciendo un enfoque evolutivo de éstos. En su clasificación recuperó
algunos mecanismos de la concepción anterior y aportó además los siguientes:

Escisión. Consiste en mantener los objetos persecutorios alejados del ideal.

Idealización. Mantener el objeto ideal lejos del persecutorio y hacerlo invulnerable.

Identificación Proyectiva. Se escinden partes del Yo y se proyectan en un objeto externo, que


queda entonces poseído y controlado por las partes proyectadas y se identifica con ellas.

Desintegración. Surge cuando los anteriores no han dado resultado. El Yo se fragmenta y se


hace pedacitos para evitar sentir el dolor.

Defensas maníacas. Se trata de mecanismos para no sentir la culpa y la pérdida. Se consideran


defensas maníacas la reparación maníaca (reparar el objeto sin que sentir la culpa y la
pérdida), el control (negar la dependencia del objeto), el triunfo (negar los sentimientos
depresivos) y la desvalorización (negar el valor del objeto).

Gestalt

Perls continuó con el estudio de los MD, a los que llamó “mecanismos neuróticos”,
entendiéndolos como una serie de mecanismos para permanecer ciego ante impulsos y
sentimientos dolorosos para el Yo.

Aludió específicamente a cuatro mecanismos, dos de los cuales coincidían con los descritos por
el psicoanálisis: introyección, proyección, retroflexión y confluencia. Posteriormente el estudio
de los MD desde la gestalt añadió algunos más. Al igual que ocurre con los psicoanalistas, los
distintos autores no coinciden a la hora de enumerar y clasificarlos, pero sí coinciden en incluir
los cuatro propuestos por Perls.

Los principales mecanismos descritos por la teoría gestalt son los siguientes:

Introyección.

Proyección.

Confluencia. Consiste en perder los límites entre uno mismo y el entorno, en fundirse con el
exterior.

Retroflexión. Podría considerarse el opuesto al anterior, porque consiste en marcar


excesivamente los límites entre uno mismo y el entorno hasta el punto de volverse hacia sí
mismo y hacerse lo que le gustaría hacer a los demás. Se consideran retroflexión las agresiones
contra uno mismo, las somatizaciones y la proflexión. A través de este último mecanismo la
persona hace al otro lo que le gustaría que el otro le hiciera a ella.

Deflexión. Es un mecanismo que tiende a enfriar el contacto directo con otra persona, creando
un espacio justo antes del contacto. Tiene aspectos positivos, como por ejemplo que los
deflectores suelen ser personas muy educadas, pero también implica el riesgo de evitar hacer
cosas.

Egotismo. Es un reforzamiento deliberado de la frontera de contacto a través de un ego inflado


en exceso. La persona no tiene en cuenta más necesidades que las suyas.

Desvalorización. Consiste en devaluar la experiencia proporcionada por el contacto, en negar


la utilidad del proceso y evitar la satisfacción.

Desensibilización. Este mecanismo tiene bastante que ver con el aislamiento de los
psicoanalistas, y se trata de una anestesia de la sensibilidad, de sus sensaciones.

Para los gestaltistas, los mecanismos neuróticos son los responsables de interrumpir y
bloquear el ciclo gestáltico. Cada mecanismo suele estar relacionado con la interrupción en
una fase determinada del ciclo. Así, el egotismo y la desensibilización lo interrumpen antes de
la primera fase, la de sensación; la proyección antes de la conciencia; la introyección puede
interrumpirlo tanto antes de la energetización como de la cuarta fase, la acción; la retroflexión
se encuentra antes de la acción; la deflexión antes del contacto; la desvalorización antes de la
consumación, y finalmente la confluencia interrumpe la fase de retirada.

EVOLUTIVA DE LOS MECANISMOS DE DEFENSA


Los MD pueden llegar a ser patológicos, pero en principio se trata de mecanismos adaptativos
para el ser humano, que le libran del dolor y le permiten vivir de una forma más adaptativa.
Son varios los criterios que marcan cuándo un MD deja de ser positivo para convertirse en algo
perjudicial. En general, se considera que son adaptativos cuando cumplen los siguientes
requisitos (Pallarés, 2008):

Reducen el dolor y las emociones negativas sin anestesiar ni suprimirlos.

Canalizan los sentimientos en lugar de bloquearlos.

Producen alivio a largo plazo y no sólo a corto plazo.

Se generan en situaciones muy específicas.

Resultan atractivas para los demás en lugar de desagradables.

Por el contrario, emplearlos de forma rígida, con un alto grado de distorsión de la realidad,
excesiva intensidad y de forma generalizada, los convierte en dañinos porque impiden
aprender otra forma de solucionar el problema y crean conflictos con otras personas.

Otro criterio muy importante para saber si un MD es adaptativo o no es la edad, ya que hay
mecanismos que son normales en una determinada edad pero resultan patológicos en otras.
En este sentido, se han relacionado distintos MD con cada una de las etapas del desarrollo.
Distintos autores han postulado que los mecanismos pueden ordenarse evolutivamente, entre
otros motivos porque cada uno de ellos implica distintos procesos cognitivos y no puede
llevarse a cabo antes de haber desarrollado determinadas capacidades.

Anna Freud estudió los distintos MD típicos tanto en niños como en adolescentes. Según ella,
tanto la infancia como la adolescencia son épocas en las que el Yo se presenta relativamente
débil contra un Ello poderoso, por lo que son dos etapas en las que los MD tienen una especial
importancia con respecto a otras etapas vitales. Sin embargo, en cada uno de estos periodos el
Yo “se diferencia en extensión, contenido, conocimiento, capacidad, grado de dependencia y
predisposición a la angustia” por lo que los MD que emplea para resolver los conflictos son
diferentes.

Mecanismos de defensa típicos en niños

A lo largo de toda la infancia se utilizan mucho los MD pero no siempre los mismos, sino que la
preferencia en su uso varía a lo largo de la etapa. También es frecuente que se utilicen varios
mecanismos al mismo tiempo o sucesivamente.

El primer MD que se aprecia en el niño es la confluencia. Es un mecanismo adaptativo y


necesario cuando se es bebé, ya que la confluencia entre éste y su madre es la que garantiza
su supervivencia. Según el niño va creciendo tiene que ir desprendiéndose de esta ausencia de
límites, creando su propia identidad y separándose de la madre, y la confluencia deja de ser
necesaria para convertirse en un mecanismo más desadaptativo.

La represión es para algunos autores el siguiente mecanismo en cuanto al momento de su


aparición. Sigmund Freud creía que era el más temprano y que estaba en la base de todos los
demás, mientras que Anna Freud lo consideraba posterior a otros ya que requería que se
hubiera producido ya una separación entre el Ello y el Yo. En cualquier caso, ambos pensaban
que el niño reprime ciertos sentimientos y deseos dirigidos a sus padres, especialmente los
relacionados con el complejo de Edipo. En la actualidad se considera que la represión ocurre
en grados mínimos en la vida diaria de los niños de forma normal, pero llega a incapacitar
cuando es excesiva. La represión es además un mecanismo al que se recurre en los primeros
años de la infancia cuando se producen experiencias traumáticas fuertes como pueden ser los
abusos sexuales o maltratos.

La negación es otro mecanismo muy empleado por los niños más pequeños. Aparece de forma
intensa hasta los seis años, y tiende a desaparecer a partir de esa edad. Sólo resulta realmente
eficaz durante esos años y suele implicar psicopatología en los adultos.

Durante la infancia es muy común la aparición de la regresión ante situaciones nuevas o de


cambios que suponen una fuente de estrés para el niño. Una de estas situaciones suele ser a
menudo la llegada de un nuevo hermano. El niño “destronado” tiene que compartir la
atención de sus padres, que antes era exclusivamente de él, con su nuevo hermano. Esto
supone para él un suceso muy estresante y suele responder con conductas regresivas tales
como volver a hacerse pis en la cama, hablar como un bebé o incluso no recordar cómo se
andaba. También el comienzo del colegio y la consecuente separación de la madre suele
provocar algún tipo de comportamiento regresivo como chuparse el dedo, dificultad para
dormir solo por las noches… Además hay un acontecimiento que suele conllevar conductas
regresivas tanto en niños como en adultos, aunque especialmente en los primeros, y es el de la
enfermedad. Las enfermedades son vividas como una amenaza general y si son graves o hay
episodios de hospitalización pueden llevar a niños ya no tan pequeños a querer tomar sólo
alimentos líquidos e incluso en biberón.

La presencia de la fantasía durante la niñez es señal de normalidad, también cuando hablamos


de fantasía como MD. Lo patológico en cambio sería no dar muestras de esta capacidad. El
juego es una de las vías por las que los niños desarrollan su fantasía, pero también pueden
emplearla a modo de ensoñaciones y con fines defensivos. Algunos niños, por ejemplo, llegan
a crear amigos imaginarios para compensar la insatisfacción en sus relaciones familiares o
sociales. Sigmund Freud hablaba también de la “novela familiar” como mecanismo bastante
común en los niños, consistente en imaginar que uno o los dos padres son personas muy
importantes mientras que los considerados como tales son sustitutos o impostores. Se trataría
de una defensa para apuntalar la autoestima del niño en los momentos críticos y proteger las
relaciones padre-hijo cuando existe un desengaño por parte de éste con sus padres.

Según Anna Freud los niños también emplean este mecanismo comúnmente solapándolo al de
desplazamiento. Más concretamente se refería a que los niños suelen tener muchas fantasías
sobre animales que en realidad representan fantasías relacionadas con su propia familia. La
autora ponía como ejemplo el caso de un niño de siete años que tenía la fantasía de ser el amo
de un león manso, que asustaba a todos los demás pero era dócil y cariñoso con él. Más tarde,
durante su análisis, se dio cuenta de que el león era en realidad su padre, al que el niño quería
pero también temía.

La anulación retroactiva es también un mecanismo que se considera completamente normal


en los niños pequeños pero suele asociarse a patología en adultos. Creer que una acción
mágicamente puede usarse para deshacer otra es algo característico en la etapa del
pensamiento mágico de los niños. En adultos, en cambio, este tipo de acciones suele estar más
relacionado con trastornos obsesivo-compulsivos, sobre todo si se realizan con mucha
frecuencia e intensidad.

La proyección es otro mecanismo típico de los niños pequeños. Anna Freud decía que “el
empleo de la proyección es inherente al yo del niño pequeño en la más temprana infancia. Lo
utiliza para repudiar sus propios deseos y actividades que devienen peligrosos, lo cual
permítele encontrar un autor responsable en el mundo exterior”.

Por último, es muy frecuente que los niños manifiesten sus conflictos psicológicos a través de
la somatización. Resulta de gran importancia ya que sirve para avisar de que existe un conflicto
interno en el niño cuando éste aún no es capaz de poner en palabras lo que le pasa. No es
exclusivo de la infancia ya que se trata de un mecanismo que se observa habitualmente, en
mayor o menor medida, en personas de todas las edades, si bien es verdad que a lo largo del
desarrollo se produce un proceso de de-somatización. El niño tiende a reaccionar ante los
conflictos con síntomas corporales (un ejemplo típico sería vomitar como manifestación de
ansiedad) y a medida que va alcanzando la maduración de su pensamiento y lenguaje va
reemplazando estos síntomas por otros de carácter psíquico.

Mecanismos de defensa típicos en adolescentes

La fantasía es bastante frecuente durante la adolescencia. Suele manifestarse a través de


ensoñaciones diurnas y suele perseguir compensar las insatisfacciones y la sensación de
inseguridad en las relaciones sociales o amorosas, en el rendimiento académico, etc. En
general las relaciones interpersonales suelen ser las protagonistas de estas ensoñaciones,
sobre todo las referentes al sexo opuesto. Además los adolescentes utilizan la fantasía para
ensayar conductas y acontecimientos futuros, lo que les permite adaptarse mejor a las
circunstancias posteriormente.

La idealización es también muy frecuente, sea de determinados adultos, compañeros o


personajes importantes como estrellas de la canción o el cine. Como MD, la idealización
consiste en considerar a una persona, grupo o institución como perfecta, sin tener en cuenta
los aspectos que no concuerdan con esta imagen. Las cualidades positivas se sobreestiman y
las negativas se ignoran, aunque en realidad se trata de idealizaciones poco consistentes y que
cambian con facilidad. Este mecanismo ejerce dos funciones importantes para el adolescente:
conduce a un aumento de la motivación para alcanzar determinados objetivos y ayuda a des-
idealizar y separarse de los padres.

Otro mecanismo que aumenta durante la adolescencia y que además se relaciona mucho con
el anterior es el de la identificación. Se asimilan características de otro y se busca ser
semejante a él ante un conflicto que amenaza a la autoestima para disminuir así la ansiedad
experimentada. Como consecuencia, el adolescente suele transformarse total o parcialmente y
llegar a una semejanza con el modelo. Este mecanismo tiene su función adaptativa en que
aumenta la autoestima y minimiza los sentimientos de impotencia. Algunos autores lo
consideran equivalente a la introyección debido a su parecido.

Al alcanzar la capacidad del pensamiento abstracto, aparecen en el adolescente con mucha


fuerza dos nuevos mecanismos: la racionalización y la intelectualización. El primero suelen
emplearlo habitualmente para justificarse cuando obtienen un rendimiento académico bajo o
inferior a lo esperado, utilizando frases como “el examen me ha salido mal porque el fin de
semana tenía que jugar un partido de fútbol y no he tenido tiempo para estudiar”. La
intelectualización suele manifestarse cuando el adolescente pasa por situaciones que le
producen ansiedad y opta por evadirse refugiándose en los libros. Anna Freud, relacionó este
mecanismo con el de la fantasía pues creía que “el intelectualismo del adolescente no parece
tener otra mira que la de contribuir a los ensueños diurnos”. Además observó que los temas
que solían ocupar el interés intelectual del adolescente solían coincidir con aquellos que
generaban el conflicto del cual defenderse.

CÓMO TRABAJAR EN TERAPIA LOS MECANISMOS DE DEFENSA CON NIÑOS Y ADOLESCENTES

Identificar y comprender las defensas es importante, porque su presencia nos indica que el
sujeto está en una situación emocional dolorosa o desagradable y que está empleando
mecanismos para afrontarla. De esta forma nos ayuda a saber que necesita un apoyo. Es
importante a su vez reconocer si los MD empleados son adaptativos o patológicos, ya que si
fueran éstos últimos habría que intervenir para cambiarlos por estrategias de afrontamiento
nuevas.

Sin embargo reconocer los MD no resulta demasiado fácil. Además de la dificultad que supone
que no sean conductas directamente observables, existe el riesgo de que al suponer
determinado mecanismo en un paciente estemos nosotros mismos realizando proyecciones.
Por eso, para identificar y concretar los MD de una persona hace falta tiempo, experiencia y
muchas observaciones.

Evaluación

Como los mecanismos no son directamente observables, para identificarlos hay que analizar
las conductas a través de las cuales se manifiestan. Para detectar la presencia de un MD tras
una conducta concreta se pueden tener en cuenta los siguientes criterios (Pallarés, 2008). En
primer lugar, la conducta suele ser rígida, exagerada y carente de espontaneidad. El sujeto
tiene poco control sobre ella y además se observa un aumento de la ansiedad cuando se le
impide llevarla a cabo. Finalmente, suele haber una falta de coherencia entre la comunicación
verbal y la no verbal.

En las últimas décadas se han desarrollado diferentes técnicas para evaluar los MD, aunque
prácticamente todas ellas generan mayor o menor controversia. Se han publicado pruebas de
autoinforme, escalas de observación… aunque las técnicas que más tienden a usarse,
especialmente en niños, son las proyectivas. Como su propio nombre indica, son pruebas en
las que el sujeto vuelca sus proyecciones, de forma que éstas pueden observarse y analizarse.

Por otra parte, en el caso de la somatización, es necesaria una evaluación médica para
descartar las posibles causas orgánicas. Sólo si no se encuentran causas médicas se puede
concluir que los síntomas responden a un MD ante algún tipo de conflicto interno.

Test proyectivos temáticos

Estas pruebas consisten en una serie de láminas con imágenes de diferentes escenas, que se le
presentan al paciente para que interprete lo que ve. El más utilizado en niños es el CAT (TAT
para jóvenes y adultos). Otros test proyectivos temáticos son el “Pata Negra” y el “Test de
Relaciones Objetales” (TRO).

El dibujo

En el dibujo, a diferencia de otras técnicas proyectivas, no hay nada dado previamente para
estructurar, por lo que las proyecciones y el material aportado por el niño son mayores. El
dibujo es siempre portador de contenido proyectivo, ya que en él se expresan la vida afectiva,
los conflictos con el entorno y la personalidad, incluyendo contenidos inconscientes.
Al ser el propio niño o adolescente el creador de sus dibujos, puede reproducir en ellos la
realidad de la forma que él quiera para que le resulte menos dolorosa. Tenderá a suprimir,
cambiar o deformar aquellos aspectos que le generen ansiedad. Por tanto, además de la
proyección, puede volcar en el dibujo otros muchos MD.

La negación suele aparecer en el dibujo cuando el niño decide hacer desaparecer de él la


fuente de ansiedad. Por ejemplo, un niño que tiene un conflicto con su hermano puede no
representar a éste en el dibujo de la familia. Este mismo niño podría haber respondido
dibujando a su hermano mucho más pequeño de lo que es en realidad o sustituyéndolo por un
personaje o animal cómico, lo cual manifestaría un mecanismo de desvalorización.

Otro mecanismo muy frecuente en los dibujos es el desplazamiento, aunque tiene el


inconveniente de que para ser observado hay que interpretarlo primero adecuadamente. Un
tipo de dibujo en el que el desplazamiento suele tener un gran protagonismo es el test del
animal, en el que el niño suele dibujar uno o más animales que en realidad tienden a ser
representaciones de él mismo y otros miembros de su familia.

La regresión puede aparecer también en el dibujo. Un ejemplo de esto sería que un


adolescente se dibujara a sí mismo como a un niño de siete años en un dibujo de la familia, o
que un niño se dibujara como un bebé.

También las defensas descritas por Melanie Klein pueden observarse en los dibujos. La
desintegración se manifiesta con objetos desestructurados, desmembrados… y en su forma
más grave cuando el autor del dibujo dice no reconocerlo como propio y lo rompe. La
identificación proyectiva suele observarse en contenidos escatológicos y siniestros empleados
para agredir al terapeuta. La escisión se manifiesta alejando los objetos conflictivos, por
ejemplo alejando en el dibujo familiar a su hermano de él, y la idealización al dibujar una
persona más grande, centrada y adornada que al resto, por ejemplo a la madre con respecto al
resto de la familia. También puede ser que el niño se identifique en el dibujo con un
superhéroe. Las defensas maníacas se observan cuando se intenta adornar en exceso para
compensar los aspectos negativos. Un ejemplo de esto puede ser una adolescente deprimida
que cubre el dibujo de la figura humana de colores y adornos de forma poco natural y forzada.
Por último, el control obsesivo suele aparecer en muchos dibujos en los que el autor ha
empleado mucho tiempo para hacer todas las líneas rectas, mantener en todo momento la
simetría y no olvidar ningún detalle.

Las principales pruebas de dibujo que suelen emplearse son el Test de la Figura Humana, el
HTP, el test del animal y el dibujo de la familia, aunque también puede utilizarse el dibujo libre
como material diagnóstico. Si lo que se quiere es evaluar concretamente los MD que emplea la
persona, puede usarse cualquiera de ellos, aunque podría ser más indicado el Test de la
persona bajo la lluvia. Este test suele pasarse a personas de todas las edades, incluso en
entrevistas de trabajo, y su objetivo es analizar precisamente cómo reacciona la persona ante
situaciones estresantes.

Intervención

Debido a la función adaptativa que tienen los MD, es necesaria mucha cautela a la hora de
desmontarlos. Si los mecanismos son positivos y no generan síntomas, en mi opinión lo más
prudente es dejarlos estar. Pero si las defensas resultan ser patógenas, conviene señalarlas y
sustituirlas por estrategias más adaptativas. Sin embargo, despojar a la persona de su defensa
puede causarle un gran dolor y angustia, ya que se le está quitando el mecanismo que le
protege ante estos sentimientos. Por este motivo hay que ir muy despacio y no señalarle las
defensas hasta que esté preparada para ello.

Anna Freud decía que los MD en los niños suelen ser originados por angustias reales u
objetivas. Por tanto, señaló que una vez desenmascarada la defensa durante la terapia, es
importante intervenir en el entorno del niño para que esa fuente de angustia desaparezca. En
este sentido son muy importantes las sesiones con los padres. Por otro lado, cuando la
angustia del niño se debe a un acontecimiento que ya pasó, es importante hacerle a él
consciente de que realmente se trata de algo pasado y no tiene sentido mantener las
defensas.

Intervención específica en algunos mecanismos

A continuación se muestran algunas ideas sobre cómo se puede intervenir en algunos de los
MD más típicos en la infancia y adolescencia para cambiarlos por estrategias más adaptativas.

Idealización. Aunque se trata de un mecanismo normal en niños y adolescentes, cuando se


percibe excesivo se puede intervenir para ayudarle a realizar adecuadamente el paso a la des-
idealización. Un procedimiento adecuado puede ser combinar la idealización global y la
exactitud en lo específico (Pallarés, 2008). Es decir, se trata de considerar muy positivamente a
la persona/objeto, idealizándola de forma global, pero ser exacto en sus aspectos concretos,
sin idealizarlos y teniendo en cuenta tanto los rasgos positivos como los negativos. Así se
puede amar a la persona/objeto real y no a la idealización que de ella se ha hecho.

Fantasía. Al igual que el anterior, si es excesiva hay que moderar las ensoñaciones, pero nunca
eliminarlas. Para ello es necesario que quede clara siempre la diferencia entre fantasía y
realidad y evitar que se separen mucho de ésta última.

Represión. La represión se libera al recordar las escenas que han quedado en el inconsciente.
Existe cierta controversia con respecto a esto porque en algunas ocasiones se han generado a
través de la sugestión falsos recuerdos en los pacientes, especialmente sobre abusos en la
infancia. Freud ya observó este problema con la técnica de la hipnosis, por lo que dejó de
emplearla con sus pacientes para usar la asociación libre. Una técnica muy empleada en la
actualidad para recuperar recuerdos inconscientes es el EMDR. Se aplica tanto a niños y
adolescentes como a adultos y tras un intenso estudio científico ha demostrado ser bastante
eficaz.

Introyección. Se le puede ayudar a darse cuenta de su material introyectado a través de la


estimulación de la agresividad y la crítica.

Proyección. Existen muchas técnicas para que la persona se reapropie de lo que ha


proyectado. Los dibujos son muy útiles ya que, además de emplearse en la evaluación, pueden
utilizarse como material de intervención, ayudando a los niños o adolescentes a reconocer en
ellos todas sus proyecciones. También pueden usarse juegos de inversión de frases y roles. Un
ejemplo de este tipo de juegos es la siguiente técnica grupal. Cuando un miembro del grupo le
dice a otro, por ejemplo, que no puede confiar en él, se le pide que le explique los motivos por
los que siente eso. Después tiene que repetir lo que ha dicho pero en primera persona, y si
realmente se trataba de una proyección se dará cuenta.

Confluencia. Hay que deshacer la fusión de los límites y ayudarle a ver las diferencias entre él y
la otra persona con la que está en confluencia, pero sin que se sienta culpable.
Somatización. Los síntomas psicosomáticos son una alternativa que el cuerpo utiliza para
expresar emociones que están bloqueadas, en el caso de los niños pequeños porque no saben
ponerlas en palabras y más adelante porque resulta doloroso o vergonzoso hacerlo. La
expresión artística supone otra alternativa no verbal muy efectiva y beneficiosa. Podemos
pedirle al paciente que exprese a través del dibujo cómo se siente ante determinada situación
que veamos que le está causando malestar, o pedirle que dibuje una emoción concreta si ya la
tenemos identificada. De esta forma se expresa y se libera la emoción, y como consecuencia el
síntoma físico desaparece o disminuye. Sin embargo, tal y como afirma Ganim (2006), es
importante recordar que liberar el dolor no resuelve el problema que lo ha originado, aunque
nos ayuda a sentirnos mejor físicamente. Otra forma de trabajar con este mecanismo es el
“diálogo con el síntoma” (Stevens, 1971). El paciente cierra los ojos, piensa en su síntoma, y
con la ayuda de las preguntas que el terapeuta le va haciendo lo describe para acabar
poniéndose en su lugar y hablando de él en primera persona. El objetivo es que el paciente
descubra qué es lo que el síntoma le quiere decir y que le responda. Con adolescentes se
puede realizar la técnica de esta forma, pero para niños pequeños resulta complejo. Una
opción para esta población sería pedirle que haga un dibujo de su síntoma y ayudarle a que
converse con él de forma más sencilla.

Reconversión creativa de los mecanismos

Desde la Gestalt, se propone la reconversión creativa de los mecanismos como método de


intervención. A continuación se muestran dos formas de reconversión, basadas en la paradoja
(Peñarrubia, 1998).

Movilizar la energía entre opuestos.

Al considerar los mecanismos como patologías del contacto o de la retirada, resulta eficaz
dirigir la energía de un mecanismo concreto hacia su patología opuesta a través de un trabajo
de polaridades. Aunque pueda parecer carecer de sentido el cambiar un MD por otro, lo cierto
es que el hecho de movilizar la energía de un lado a otro resulta terapéutico, ya que
desbloquea y aporta flexibilidad.

Dos mecanismos considerados polares son la introyección y la proyección y por tanto pueden
trabajarse de esta forma. Así, discriminar entre introyectos y aquellos valores propios, ayuda a
reincorporar lo proyectado. También se consideran complementarias la retroflexión y la
confluencia y se utilizan como polaridades para el trabajo terapéutico, ya que al retroflector le
viene muy bien aprender a confluir y viceversa. La proyección y la retroflexión no se
consideran opuestas ya que ambas son patologías de la retirada, pero resulta beneficioso
trabajar con ellas de esta forma. Si exploramos el propio juez interior (retroflexión) podemos
detectar que muchos de sus reproches son en realidad quejas que habría que expresar para
afuera, y si logramos expresarlos en esa dirección, se desbloquea la energía y se facilita la
reconciliación interna. Por último, otra pareja de mecanismos con la que se puede intervenir
son la confluencia y la introyección, ya que su disolución es similar: discriminar y asimilar para
la introyección, y diferenciar e individualizar para la confluencia.

Aprovechar la estructura del mecanismo.

Este abordaje consiste en rescatar el aspecto saludable del mecanismo. Al hacer conscientes y
reconocer los aspectos positivos de los mecanismos que emplea el paciente, se aumenta su
autoestima y se asientan las bases para que él mismo vaya poco a poco siendo consciente y
desprendiéndose de otros aspectos más patológicos. Los aspectos saludables de los
mecanismos son la tradición (para la introyección), el conocimiento (proyección), disciplina
(retroflexión) y trascendencia (confluencia).

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