Ponencia Profesor Rafael Alvira

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XXI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE

PROFESORES DE POLÍTICA DE EMPRESA

Sevilla, 11 y 12 de noviembre de 2019

Título: LO NUEVO Y LA INNOVACION EN LA EMPRESA

Autor: Rafael Alvira

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XXI Encuentro Internacional de Profesores de Política de la Empresa
Instituto Internacional San Telmo
Sevilla, 11-12 de noviembre de 2019

Lo nuevo y la innovación en la empresa

Rafael Alvira

1. Introducción: ¿Qué significa nuevo?

Novedad es un concepto y una realidad muy atractivos, y aunque las personas se


dividen entre quienes gustan más de la novedad o de lo acostumbrado, a todo el
mundo le interesa la novedad en algún sentido. Un alimento “pasado” sienta mal; un
instrumento herrumbroso funciona mal; un libro viejo, cuando hay otro nuevo que trata
de lo mismo pero mucho más actualizado, se desecha; etc.

Al acercarnos a su estudio, encontramos que se trata de un concepto de gran riqueza,


y por tanto con muchos matices. Es curioso que no se haya puesto mucho interés en
examinarlos. Los estudios acerca de la “novedad” se refieren sobre todo al mundo del
arte. Al mundo empresarial le gusta la variante “innovación”, mientras que el del
comercio y el de los medios de comunicación usan más el de “novedades”.

2. Lo nuevo como aparición y sorpresa

En primer lugar, nuevo es lo que antes no era. En ese sentido, significa la aparición
absoluta de un ser. También se puede entender -lo recordaba Ortega y Gasset
aludiendo a la riqueza metafísica de la lengua castellana- como lo que no estaba.
Aquí se trata de una aparición relativa. Tanto en un caso como en otro, el resultado
en la persona que lo experimenta es la sorpresa. La vivencia de la sorpresa, si es
ante algo bueno y agradable, suscita la admiración. Sorpresa y admiración son
actitudes naturales de respuesta ante lo verdadera y profundamente nuevo.

3. Lo nuevo como lo vital

Pero lo nuevo se puede entender también por su contraposición con lo viejo, y por
eso se puede aplicar a la repristinación de algo que ya era y estaba, pero se había
avejentado o estaba a punto, de avejentarse. En este sentido el concepto de nuevo
se refiere a la vida temporal, pues tanto en una vida eterna como en una hipotética
inercia total, no hay vejez posible. Esa vida temporal tiene siempre un inicio absoluto
-primera novedad, “ser nuevo”-, seguida de un momento de plenitud, o juventud -
segunda novedad “estar nuevo”-, para acabar después en la vejez, por pérdida de
energía vital, y finalmente en la muerte.

El ser humano, gracias a su libertad, puede intentar el retraso del envejecimiento,


tanto propio como del mundo entorno. Para referirse a ello se suele usar en general
el término renovar, pero a su vez la renovación puede darse de diversos modos.
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Si se trata de una renovación más superficial, solemos decir que algo “ha quedado
como nuevo”, simplemente renovado; si es, por el contrario, profunda, cuyo efecto
es darle al sujeto unas virtualidades que antes no tenía, pero sin cambiarlo, hablamos
de transformación. Como es claro, los procesos de transformación son más hondos
que los de mera renovación, pero tanto unos como otros pueden ser llevados a cabo
con mayor o menor seriedad.

4. Lo nuevo como renovación

La renovación más superficial consiste en la limpieza, reparación y mejora del


instrumentario, del tipo que sea. Más seria es la que implica cambiar unos
instrumentos viejos por otros iguales o semejantes, aunque mejores. La renovación
es un proceso inevitable, dadas las huellas que el paso del tiempo deja marcadas
tanto en las personas como en las cosas.

5. Lo nuevo como transformación

En la Antigüedad fue un gran descubrimiento la aplicación del fuego para la


transformación de los metales. Transformación es la aparición de una forma nueva sin
que desaparezca la base sobre la que surge. Se trata de un fenómeno inesperado e
impresionante. La filosofía antigua, en particular el neoplatonismo de inspiración
cristiana, recoge esa idea uniéndola con otra, muy extendida entonces, según la cual
el fuego es un elemento divino. Y en la tradición cristiana el “fuego divino” es el Espíritu
Santo, identificado con el amor de Dios, que tiene la capacidad de “transformar el
alma”. Vemos que ese simbolismo aparece de modo real, por ejemplo, en las “lenguas
de fuego” del día de Pentecostés.

A partir de ahí, con más claridad que antes, la tradición de Occidente ve al amor
verdadero siempre como el elemento transformador por excelencia. Él otorga una
nueva vida, sin destruir la anterior, pero llevándola “más allá”. La paradoja de ese “más
allá” consiste en que gracias a él, gracias a salir “fuera de ti”, logras encontrarte a ti
mismo. Eso es lo que habitualmente recibe el nombre de locura amorosa.

Todo el que se empeña de verdad -“vitam impendere vero”, que recordaba también
Ortega y Gasset- en realizar algo, es porque le ha “entrado” la locura. Y como ningún
ser humano puede vivir bien sin un cierto estar “fuera de sí”, todo el arte de vivir
consiste en “alocarse” estudiando a la vez hacia dónde y cómo hacerlo. Si aciertas
eres un “loco en sus cabales”, formas parte del escogido grupo de los “locos
razonables”, que son los grandes transformadores; en caso contrario, si apenas eres
loco tu vida es un aburrimiento por quedar fuera del ámbito de lo nuevo, y si eres un
mal loco fracasas.

6. Lo nuevo y el tiempo

Otro sentido de lo nuevo lo encontramos en relación con los momentos del tiempo:
pasado, presente y futuro. Aquí lo nuevo es lo mismo que lo presente, pues ni el
pasado ni el futuro -uno por defecto y otro por exceso- pueden calificarse de nuevos.
Sin embargo, en esto aparece una cierta dificultad: a veces parece que lo presente
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está “aviejado”, o que es incluso un cierto “muerto en vida”; otras veces, nos topamos
con un presente que parece ya “estar siendo” el futuro, lo que es el ideal de todo
“futurista”.

Esta dificultad está originada por el carácter peculiar del presente. No hay presente,
no puede existir, sin presencia. El presente se da y existe en la atención. En la
dispersión estoy “fuera de mi”, “alocado” en el mal sentido de la expresión, mientras
que “fijamos la atención” cuando somos “raptados” “arrebatados” por algo que,
aunque sea mínimamente, suscita nuestro afecto, y si el amor es vida en el más alto
grado, un auténtico presente no puede estar “aviejado” ni ser “futurista”. El verdadero
presente lo que hace es integrar en él el pasado y el futuro, lo cual es posible
precisamente porque es un “más allá del tiempo en el tiempo”, es “eterno”. Cuando
se pone el corazón desaparece la sensación de “paso del tiempo”, mientras que en
caso contrario el tiempo pesa terriblemente en el puro pasar del tiempo, que es el
aburrimiento. En él no hay presente alguno, sino pura dispersión.

El presente meramente temporal, por su parte, es un “punto” que divide pasado y


futuro, y es la decisión. De ahí que la clave del buen gobierno está en la relación bien
hecha entre el sabio “presente eterno” -tu saber de la verdad y el bien- y la sabiduría
de calibrar el momento oportuno, el famoso “tiempo cualitativo” griego -el “kairós”-,
el justo presente temporal, para ponerlos en práctica.

Un concepto fundamental en la relación nuevo-tiempo es también el de tradición.


Como diversos autores han puesto de manifiesto -por ejemplo, Eugenio d’Ors-,
tradición no significa un “arrastre y mantenimiento del pasado”, porque entonces la
“traditio” entregaría un muerto en vida. Tradición significa que una realidad tiene
riqueza, vida, interior tan grande, que le es posible conservar renovando, y
transformarse si es necesario en el momento adecuado.

7. Lo nuevo y la “creatividad”

Otro aspecto de la novedad es lo que se suele llamar creatividad. Se aplica a la


dimensión del saber relativa al futuro, precisamente porque se trata de saber “crear”
lo que todavía no está ni es. Desde antiguo, pero sobre todo desde tiempos modernos,
la división básica está aquí entre las “artes mecánicas” y las “bellas artes”. Tanto unas
como otras necesitan de un saber “técnico”, y de una base material como condición
sobre la cual “crear”. La diferencia está en que las mecánicas buscan como fin la
utilidad, y las bellas la expresión del “puro espíritu” y el gozo contemplativo. Ambos
aspectos son humanos y se relacionan. El producto técnico útil puede también ser
bello; y objeto bello puede también ser útil, por ejemplo en la decoración.

En la medida en que por “crear” se entiende habitualmente el “sacar de la nada”, el


artista -de las “Bellas Artes”- se considera el creativo por excelencia, dado que,
aunque para él los materiales y las técnicas son imprescindibles, pone todo su énfasis
en producir algo cuyo valor de novedad sea la clave, y que logre el estupor de quienes
lo contemplan. De ahí la figura moderna, creación principal del Romanticismo, que es
el “genio”, el artista ha de ser “genial”.

8. Lo nuevo y la innovación
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Los que ahora son conocidos generalmente como “técnicos”, los “ingenieros”, tienen
quizás tanta o más “creatividad” que el puro artista, pero el tener que depender más
de lo material y obedecer más a la metodología científico-técnica, unido a que la
finalidad de su trabajo productivo es explícitamente utilitaria, les hace más “modestos”
en lo relativo a la apropiación de la figura de “genio”.

Con todo, el mundo de la ingeniería es sus diversas formas utiliza cada vez más la
idea y la expresión “creatividad”. Pero la palabra que ha pasado a ocupar el centro de
la moda ha sido aquí, como es sabido, la de “innovación”. El innovador es un creativo,
aunque no un “genio”, porque ha de atenerse a lo factible y viable.

Y es precisamente lo novedoso, sorprendente, factible, viable y útil, lo que se encierra


en el concepto de innovación, que ha sido hecho propio de manera central por el
mundo de la empresa. En un mundo en el que el mercado juega papel nuclear, y
donde la competencia es cada vez más fuerte, la innovación se ha convertido en el
alma empresarial, en su recurso por excelencia.

9. La degeneración de lo nuevo

Todos los elementos y los factores principales de nuestro mundo actual, impregnado
de la cultura “moderna” apuntan a dar el papel primero al futuro. Por tanto, a la
creatividad y la innovación. Es la llamada “filosofía del progreso”, en la que el Progreso
es ya un dios. A él, como a Moloch, se inmolan todas las vidas que haga falta.

Al respecto, es patente la exageración futurista de nuestro mundo, moderno y actual,


pero aparte y además de ello, un problema que nos afecta siempre más es que en la
creatividad se puede engañar mucho más que en lo relativo al pasado, que ya está
dado y, por tanto, es necesario.

El engaño en las Bellas Artes aparece por doquier, en obras que podrán ser
técnicamente buenas, e incluso con una cierta inspiración, pero que no significan ni
dicen nada, y son alimento para los capaces de dejarse engañar por ellos -que no son
pocos-. En las Artes Mecánicas, en el mundo de la Innovación, esto sucede menos,
porque si la utilidad no es real, se descubre pronto. Con todo, como es bien sabido,
también hay muchas “innovaciones” en las que se esconde una no pequeña cantidad
de engaño.

La máximo capacidad -hoy hecha real- de engaño, se da en el arte retórica, en los


medios de comunicación. En nuestros días, la mayoría de las “noticias” no nos
cuentan algo pasado como en realidad fue, sino que son fabricadas para generar
respuestas que interesa provocar. El periódico o la radio y la TV no están interesados
por lo que pasó -¿porqué habrían de estarlo si ya pasó?- sino en las acciones que el
modo de su relato van a generar.

10. La unidad de lo nuevo en la empresa

No es lo mismo viejo que antiguo, como no es lo mismo ocurrencia que innovación:


lo primero en ambos casos no tiene la fuerza de la vida, mientras que lo segundo la
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tiene. Sólo innova de verdad quien integra el pasado con el presente y el futuro. Eso
implica prudencia, sabiduría técnica y sabiduría política. El empresario innovador no
es un “genio ocurrente”, sino un “humanista práctico”.

Ese “humanista práctico” sabe que ofrendarse a la pura innovación sin cuidar que su
empresa viva una rica y verdadera tradición supone a medio y largo plazo la pérdida
de la propia empresa. Es imposible vivir de la mera innovación.

Como buena madre o buen padre de familia sabrá calibrar cuando ha de renovar y
cómo y cuando es el momento de transformar. Sabrá que engañar conduce al
desastre; sabrá que su empresa funcionará bien cuando se ha conseguido que todos
los “stakeholders” se sientan en ella “como en su casa”, con confianza, y que eso
implica el amor que les hace estar atentos, a renovar, a transformar y a innovar.

Es un error pensar que cada una de esas funciones de lo nuevo existen por separado,
y mayor aún considerar que lo único nuevo es la innovación. Un verdadero empresario
no lo cometerá.

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