Va Yerá

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¿Quién fue la

Esposa de Lot?
“Acordaos de la mujer de Lot”
(Lucas 17:32)

“Él dio vuelta [destruyó] aquellas ciudades y


toda la planicie, con todos los habitantes de las
ciudades y toda la vegetación de la tierra. Pero su
mujer miró por detrás de él y se convirtió en un
pilar de sal.”
(Bereshit/Génesis 19:25-26)

El ángel enviado por el Eterno para aplicar Su rigor (guevurah) en


la Pentápolis encabezada por Sedom (Sodoma), liberó a Lot y su
familia poco antes del amanecer. Enseguida llegaría la
destrucción, justo en el momento de la mañana en el que tanto
el sol como la luna son visibles de forma simultánea. Dicho de
otra forma, la aniquilación sucede mientras la luna y el sol
gobiernan en lo alto. Rashi dice que esto era significativo ya que
la costumbre religiosa de Sodoma era la adoración al sol y a la
luna, por lo que ninguno de los dos cultos podría afirmar
posteriormente: “¡Si mi dios hubiera estado ahí, nos habría
salvado!”
El Midrash advierte además que la palabra “Rabbá” ha sido
empleada ya anteriormente a propósito del diluvio, de lo que se
entiende que los habitantes de Amorá eran reincidentes, que
cometieron las mismas iniquidades que la generación del diluvio;
ésta fue castigada por un diluvio de agua; y aquellos por un
diluvio de fuego. El Eterno destruyó S’dom con rayos solares y
azufre hirviente. Todo lo que contenían las ciudades ardió;
personas, cosas, así como lo que crecía del suelo.

“¡No mires detrás de ti!”, fueron las palabras de advertencia para


Lot y su casa (19:17), pero su esposa desobedece la orden. El
pasado malsano debe quedar atrás, para salvación y bendición
nuestra, de lo contrario las consecuencias nos alcanzarán.
Evidentemente en el peregrinar de la vida, la familia necesita la
unanimidad del matrimonio que la ha fundado. Por eso, en cierta
oportunidad, el apóstol Pablo exhortó a los creyentes de Corinto
acerca del peligro de enyugarse en alianzas con incrédulos:
“No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues
¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué
comunión la luz con las tinieblas?”
(2 Corintios 6: 14)

Pues bien, este consejo es simplemente la síntesis de la verdad


surgida de las mismas historias relatadas en la inspiración
escritural. Uno de los ejemplos en el que el apóstol está
pensando al hablar de yugo desigual es el del justo Lot.

El texto hebreo nos muestra que los hombres dijeron que Lot
había venido sólo a Sedom soltero, puesto que tenía muchos
siervos y siervas. Esto lo prueba lo que se tradujo en el capítulo
19 versículo 9 como “… este vino como extranjero” (–
hebreo haejad ba lagur – ‫)– האחד בא לגור‬, en realidad debería
decir literalmente: “… este vino a vivir siendo uno”, considerado
así, esto nos enseña que Lot había tomado una mujer de Sedom
(Sodoma), que respondía al nombre de Adit (o Idit), según
distintos manuscritos históricos. Ella era descendiente de
Kenáan (Canaán) quien había tratado tan perversamente a Noaj
su padre cuando este se había emborrachado, y por lo tanto fue
maldecido. La depravación de las mentes de los descendientes
de Kenáan causó su entrega a toda clase de inmoralidades,
especialmente la sexual.
Adit, no convencida del propósito de esta huida, quería ver lo
que había sido de sus otras dos hijas que habían quedado en
Sodoma junto a sus esposos, entonces se detuvo en el camino
para ver si ellas venían, pero al igual que el suelo y los habitantes
de Sodoma, fue víctima del fenómeno de petrificación sulfuro
salino que se produjo en toda la región, [Midrash, pág 154]. El
historiador judío Flavio Josefo narra que, antes de salir, ella
quiso echar una última mirada:

“…La mujer de Lot, llena de curiosidad se volteó mirando atrás,


a pesar que Dios lo había prohibido. Al momento fue
convertida en un pilar de sal. Yo la he visto, todavía está ahí…”
[Antigüedades de los judíos, Tomo I, Pág 33].

Idit estaba muy allegada a su cultura sodomita, por ello su


castigo fue ser convertida en una columna de sal en Sodoma,
donde estaba su corazón. Mientras el Ángel exterminador no ve
el rostro del hombre, no tiene ningún poder sobre él. La mujer
de Lot cometió ese error y se convirtió en estatua de sal. Así
explicaesto el Zohar:

“…De detrás de Lot, dado que el Ángel destructor lo seguía. Pero su


mujer miró hacia atrás de él, volviendo así su rostro al Ángel
destructor, y se convirtió en una columna de sal, pues mientras el
ángel destructor no ve el rostro de un ser humano no lo daña…”.
Rashí sugiere en su comentario que ella fue con los vecinos a
pedir un poco de sal, pero que en realidad fue a chismear e
inconformarse por las acciones hospitalarias de Lot:

“…Ella había pecado por medio de la sal, y por eso mismo fue
también castigada por medio de la sal. Lot le había dicho: “Da
un poco de sal a estos huéspedes (los ángeles)”. Pero ella
respondió: “También esta mala costumbre de dar de comer a
forasteros deseas imponer en este sitio”?…”
[Torah Rashí].

Lo triste de esto es que la esposa de Lot no estaba dispuesta a


ser influenciada por su marido. Al leer los Evangelios notamos
que Yeshúa la usa como ejemplo cuando dijo:

“En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas dentro
de la casa, que no baje a buscarlas. Así mismo el que esté en el
campo, que no regrese por lo que haya dejado atrás.
¡Acuérdense de la esposa de Lot!”
(Lucas 17:31-32)

¿Por qué la mujer de Lot miraría hacia atrás?


Hay dos razones.

En primer lugar amaba la vida cómoda de Sedom, y no quería


abandonarla (Luc. 17:31, 32). Su cuerpo salió de la ciudad, pero
ella sin duda dejó su corazón allí. Todos tenemos cosas y
personas en esta tierra que no queremos dejar atrás. Pero
cuando el Señor regrese, sabemos que las dejaremos atrás. La
Palabra de Dios enseña que:
“El que procure conservar su vida, la perderá; y el que la
pierda, la conservará. Les digo que en aquella noche estarán
dos personas en una misma cama: una será llevada y la otra
será dejada. Dos mujeres estarán moliendo juntas: una será
llevada y la otra será dejada.”
(Lucas 17:33-35).

En segundo lugar, ella miró hacia atrás simplemente porque ella


no creía que el Eterno había dicho que salieran de la ciudad y no
miran hacia atrás. Lot creyó al Señor y no miró hacia atrás, lo
mismo que sus hijas solteras, pero la señora de Lot no creyó. Ella
no era creyente y no se sintió segura en la Palabra que Yahvéh
había dado por medio de sus mensajeros. Ella estaba atrapada y
superada por la caída de los materiales fundidos y se convirtió
en un pilar de sal (19:26). Esta es una imagen de los que dan la
espalda a Dios (Hebreos 10:38-39).
En honor a la verdad, esta es la situación de la mayoría de los
creyentes evangélicos que creen en el amor de Dios, en Su
compasión, misericordia y consideración, pero que no creen en
Su Justicia.

Piensan que el Eterno atenuará el rigor de Su Palabra con


respecto a su desobediencia. La mujer de Lot también pensaba
así.
Los rebeldes se olvidan de que la desobediencia es una clara
demostración de falta de fe en la Palabra.

A causa de eso, son verdaderas estatuas de sal dentro y fuera de


las iglesias.

Según los distintos intérpretes, la mujer de Lot permanecerá en


ese estado hasta la resurrección de los muertos. Los sabios
judíos conocen la zona donde ella quedó petrificada [Midrash,
pág 154]. El Zohar indica que las dos malvadas ciudades no
tendrán parte al mundo futuro, aunque sí resucitarán para el
Juicio Final. Rabí Abba añade: “…Todas las criaturas asistirán a
este Juicio, pues el Eterno es clemente. Cuando los pecadores han
sufrido su castigo, (la Justicia Divina) deja de perseguirlos con
excesivo rigor…”.

A la distancia, Abraham alzaba su vista hacia las regiones de


Sedom y Amora (Sodoma y Gomorra), advirtiendo un humo muy
denso que se elevaba hacia las nubes. Estas ciudades estaban
situadas dentro de la Tierra Prometida. Precisamente por eso, la
corrupción y la perversión de sus habitantes acarrearon su
destrucción. Al contemplar la región desolada del Mar Muerto y
sus aguas de elevada densidad en sal, el observador advertirá la
naturaleza volcánica del lugar donde estaban emplazadas
aquellas ciudades tan prósperas en su época.

Ahora bien, al meditar el relato, notamos que Abraham era muy


cuidadoso en la administración del linaje. Él procuraba que su
descendencia no entremezclara su simiente con los
descendientes de Kenáan por la baja moral que estos tenían (ver
24:3). Sin embargo, Lot no tenía esa fuerza interior para decir no
a los valores del mundo que le rodeaba. Esto le hizo ceder poco
a poco ante las presiones de su esposa y los demás
conciudadanos de Sedom (Sodoma). Era cierto que su alma justa
sufría por causa del pecado de los hijos de Kenáan (Canaán):
“… si rescató al justo Lot, abrumado por la conducta sensual de
hombres libertinos (porque ese justo, por lo que veía y oía
mientras vivía entre ellos, diariamente sentía su alma justa
atormentada por sus hechos inicuos)” (2 Pedro 2:7-8). Pero él
no tenía fuerza espiritual para dirigir a sus hijos por el camino de
la moral alta, como lo tenía Abraham nuestro padre (18:19). Esa
era una de las razones por las que Abrahán tenía que apartarse
de Lot.
El Eterno tenía misericordia de Lot a causa de la intervención
intercesora de su amigo Abraham avinu. Por ello, lo salvó de la
destrucción, pero lamentablemente Lot perdió la mayoría de su
familia. El relato cuenta que su esposa se convirtió en una
estatua de sal por haberse vuelto atrás, posiblemente por su
instinto materno, pensando en aquellos hijos que se habían
quedado y por su amor al sistema cultural en el que había vivido
desde su nacimientos.

Lot perdió también todos sus bienes y todo lo que le quedaba


fueron dos hijas solteras, hijas de Sedom, cuya moral no era
mejor que el resto de los descendientes de Kenáan.

Avraham rehusó dirigirse por los valores del mundo que le


rodeaba, y por eso fue escogido y bendecido. Su fuerza moral
sigue bendiciendo al mundo entero hoy. Pero Lot cedió ante la
moral baja y perdió prácticamente todo. Sin embargo el Eterno
tuvo misericordia de él y le salvó con sus hijas, porque tenía un
plan maravilloso para el futuro de ellas dentro de su proyecto
mesiánico.

Al meditar este relato, debemos aceptar que la vida de Lot


transcurría tan en despropósito, tanto como la vida de Abraham
estaba llena de promesas para el devenir perfecto del propósito
eterno de Dios. El capítulo anterior (18) terminó con Abraham
intercediendo como profeta por los justos de Sodoma y sus
ciudades aliadas, mientras que este capítulo termina con el
incesto de un borracho en una cueva, y la manifestación de la
simiente de la serpiente en los dos hijos que nacieron de este
pecado.

pilar de sal que los judíos señalan como la esposa de Lot

Lamentablemente, debemos aceptar que este contraste lo


vemos hoy en la asamblea gozosa de hijos primogénitos. Nos
damos cuenta que contamos con dos tipos de creyentes hoy.
Por un lado están aquellos que viven una vida fructífera, y por
otra parte, encontramos a los que viven una vida de completa
sequedad, sin fruto alguno. Creyentes infructuosos son los que
realmente han hecho un lío de sus vidas; que han seguido
enteramente fuera de la voluntad de Yahvéh, y han visto renacer
las iniquidades ancestrales en sus descendientes. Yo no me
atrevo a asegurar, ni por un momento que han perdido su
salvación, pero sí que no conocen lo que significa disfrutar del
gozo que da la misma. Como dijo el apóstol Pablo, son salvos,
pero, tal como Lot lo descubriría, serán salvos, pero como quien
pasa por el fuego (1 Corintios 3:15).

Por todo esto, los invito a rechazar la conducta de Lot y seguir el


ejemplo de Abrahán avinu (nuestro padre). Rehusemos como él,
manchar nuestras almas con el pecado del sistema reptiliano que
nos rodea. Mandemos y exhortemos todo el tiempo a nuestros
hijos y nietos a guardar el camino del Eterno, haciendo justicia y
juicio para que ellos puedan seguir dentro de la línea de
bendición otorgada en el Mesías desde el cielo. Por esto último,
este consejo divino no es solamente para los que son
descendientes físicos de Abrahán, sino también para todos
aquellos que siguen su fe, porque todos los que son del Mesías
son simiente de Abrahán y herederos según la promesa
(Romanos 4:9-13; Gálatas 3:29).

Por esto te aconsejo que escuches el mensaje celestial; “¡No


mires detrás de ti!” Recuerda que mirar atrás nos estanca. Mirar
atrás nos produce pérdidas. Mirar atrás produce dolor en las
relaciones familiares. Mirar atrás expresa el anhelo de no
abandonar el pasado que desagrada a Yahvéh. Es fundamental
avanzar sin temor y sin mirar atrás, pues al otro lado hay un
mejor nivel de vida esperándote esperándote.
Anhelo que seas fuerte y bendecido (Jazak uvaruj) con estas
palabras.
Como siempre en amor y amistad de servicio: P.A. David Nesher
¿Se Debe
Interceder por las
Ciudades de
Maldad?
“Vayomer YHVH za’akat Sdom va’Amorah ki-rabah vechatatam
ki chavedah me’od…
Ulay yesh chamishim tsadikim betoch ha’ir ha’af tispeh velo-
tisa lamakom lema’an chamishim hatsadikim asher
bekirbah. Chalilah lecha me’asot kadavar hazeh lehamit tsadik
im-rasha vehayah hatsadik karasha chalilah lach hashofet kol-
ha’arets lo ya’aseh mishpat.”
Dijo Yahvéh [a Abraham]:
“Puesto que el clamor contra Sedom y Amorá
[Gomorra] es grande y su pecado es tan grave…
Quizás haya 50 justos dentro de la ciudad,
¿igualmente la destruirías y no perdonarías al
lugar en virtud de los 50 justos que pudiera haber
allí? Sería sacrilegio para Ti hacer una cosa como
ésta, que hagas morir al justo con el malvado y
que el justo sea tratado como el malvado! ¡Sería
sacrilegio para Ti! ¿¡Acaso el Juez de toda la
tierra no ha de hacer justicia!?”
(Génesis/Bereshit 18: 20, 24-25)
En esta perícopa podemos apreciar que el Supremo había
ordenado la aniquilación de los habitantes de Sedom y Amorah
(Sodoma y Gomorra). El juicio divino sucedería en pocas horas.

Así mismo en estos versículos aparece la revelación de un


asunto yahvista importantísimo: el Eterno no quiere que
Avraham conozca por terceras personas la terrible catástrofe
que acontecerá a esta alianza de cinco ciudades del Valle de
Sidim (Sedom, Amorah, Adma, Zoar y Zeboim), Por el contario, Él
mismo desea darle la noticia de ella, ya que lo ha llamado a
entrar en una relación de íntima confianza (hebreo yéda`tiv: “le
he hecho un íntimo“) a fin de que le sea también revelada la
acción exterior de Dios en la historia, habitualmente oculta a los
seres humanos.
¡Avraham debe comprender lo que acontecerá en Sedom y toda
la Pentápolis maldita! El motivo de esta sorprendente intención
de Yahvéh nos viene dado de modo particular en el versículo 19:
Avraham ha sido investido por el Cielo de una función
magisterial respecto a sus descendientes, y en ese sentido el
suceso de Sedom conserva un valor ejemplar para todas las
épocas (2Ped. 2:6)

Necesitamos recordar que el Eterno, debido al Pacto de las


Mitades que estableció con Abraham avinu (nuestro padre),
consideraba al patriarca su amigo (Santiago 2:23). Por esta causa
Él no le ocultaría nada. Por eso, Yahvéh primero reforzó su
promesa en Abraham de convertirlo en padre de una gran
nación si él guardaba el camino revelado en Su Instrucción
(Torah), y se la transmitía a sus generaciones (Gn. 18: 17-
19). Abraham amaba a Yahvéh y la norma es que el que ama
devela sus cosas ocultas a la persona a quien ama, a fin de
garantizar la estabilidad del mundo que los dos comparten. Con
este fundamento firme el Eterno develará sus propósitos de
juicio a Abraham en esta oportunidad.

Avraham tenía que saber la razón de la terrible destrucción que


las ciudades estaban a punto de experimentar. Tendría que
explicárselo a sus hijos, y ellos a todos sus descendientes. La
desolada región de Sodoma, en los siglos venideros, sería una
advertencia permanente para Israel que, aunque Yahvéh es
clemente, misericordioso y paciente, Él también es un Dios de
justicia y rigor, por lo que no perdonará cuando llegue el
momento de Su juicio.

Así pues, Yahvéh compartió con Abraham Su Intención de ir a


supervisar a Sodoma, Gomorra y las ciudades aliadas. El Eterno
revela además su propósito de juicio contra dichas ciudades por
la extrema pecaminosidad de sus habitantes.

Cuando Avraham se coloca delante de Yahvéh condicionándolo


con la expresión “cincuenta justos”, estaba refiriéndose a la
posibilidad que existieran diez justos en cada ciudad, ya que
eran cinco las metrópolis condenadas. Pero ante la promesa
divina de no destruir a aquellos lugares caso de hallarse
cincuenta justos en ellos, Abraham implorando Su gracia, le pide
primero que salve a cuatro de las cinco ciudades, si encuentra
cuarenta justos en ellas. Luego que salve a tres ciudades, si el
número de justos asciende a treinta. Después a dos ciudades, si
el número de justos asciende a veinte. Y por último, pide que
salve a una sola ciudad por lo menos si el número de gente justa
asciende a diez. El Eterno le asegura a Abraham que la existencia
de diez justos tiene tanto valor como la de cincuenta (pasuk 32).
Por lo tanto, todas las ciudades quedarían en ruinas.

Avraham se acordó que Noaj había guardado silencio, que no le


había pedido nada al Eterno cuando se le anunció “el fin de toda
carne”. Por ello decidió interceder inmediatamente cuando
Yahvéh le comunicó su intención de aniquilar a las ciudades
perversas. Avraham era un gran tzadik, y solamente un tzadik
(justo) ora intercediendo por las personas malvadas. Es la
diferencia entre Noaj y Abraham; Noaj no elevó tefilah alguna
por los habitantes del mundo antiguo, solamente se remitió a
proclamar el oráculo de la destrucción, y construir el tevah
(arca). En cambio, en esta ocasión Avraham apela a la
misericordia divina en favor de esas perversas ciudades. Él tenía
compasión por Sodoma y le rogó al Eterno que los perdonara
por el mérito de diez personas justas que pudiesen hallarse ahí,
(18:32). La presencia de aquellos Sodomitas pervertidos y
depravados, que disfrutaban; sin embargo, de una vida opulenta
en medio de una naturaleza exuberante y paradisíaca (Ezequiel
16:49), constituía un desafío permanente para el patriarca que
predicaba la obediencia al Abba Kadosh, la bondad, la moralidad
y la virtud desinteresada.

“DIEZ JUSTOS”
Vayomer al-na yichar l’Adonay va’adabrah ach-
hapa’am ulay yimats’un sham asarah vayomer lo
ashchit ba’avur ha’asarah.
“Y dijo:
Que no se enoje mi Amo, hablaré sólo una vez más. ¿Quizá haya
allí [solo] 10?”
Y respondió:
“No la destruiré, en consideración de los 10”.
(Génesis/Bereshit 18:32)

“Quizás haya ahí diez”, sugirió Avraham. Puede escucharse


extraño que nuestro patriarca rogase por la salvación de aquellas
ciudades de corrupción y de maldad, las peores del mundo (leer
verso 24). Pero Avraham entendía que, por muy malvada que
sea una persona, esta posee una chispa de Dios, por ser creada a
imagen (tzelem) divina, por lo tanto todo ser humano es un hijo
de la Creación, aunque no sea aún hecho hijo de Dios por medio
de Su redención (Juan 1: 12).
El ejemplo de Abraham nos enseña a orar por la salvación de
todo el género humano, no importa a qué raza o religión
pertenezca. Avraham conocía el secreto de que en las esferas
celestiales el mérito de un número importante de justos tiene
más alcance que el de un número de personas comunes. Por eso
Yahvéh le asegura que la existencia de diez justos tiene tanto
valor como la de un número de cincuenta.

En las Sagradas Escrituras el número diez representa la


totalidad. En el primer capítulo de Bereshit (Génesis) aparece la
frase “dijo Dios” diez veces, en relación con la creación de todo.
Diez justos representarían toda la ciudad de Sedom. Diez
expresiones o palabras (Decálogo) representan toda la Torah
toda. Diez espías representaban todo el pueblo. El diezmo
representa todos los ingresos de un justo, etc. Diez constituye el
número mínimo para que, en una congregación se asiente la
Shejiná del Eterno. Por todo esto, en la tradición de Israel se
necesitan diez varones justos para poder constituir un minyán,
una asamblea legal representativa para todo Israel. Tanto para la
oración en la sinagoga como para ciertos trámites legales se
considera necesario tener un minyán.
Avraham supuso equivocadamente que habían por lo menos
diez almas piadosas en Sedom, a saber: Lot con su esposa, sus
cuatro hijas y cuatro yernos. Rabí Shimón Bar Yojáy solía decir
que el mundo puede ser salvado por el mérito de un solo justo,
tal como está escrito: “…El justo es el fundamento del mundo…”
(Prov 10: 16, 21, 25). Sin embargo, este maestro aseguraba que
debe tratarse de un justo de una perfección y de una santidad
excepcional. Si hubiera habido diez justos en las ciudades
proscritas, la justicia divina no hubiera perdido la esperanza de
que sus habitantes pudiesen enmendarse y conocer un porvenir
mejor. Los hubiera preservado de la destrucción en
consideración a aquel porvenir.
Por ello, el Todopoderoso le asegura que no había diez personas
justas en esa ciudad, pues los yernos no eran meritorios, según
se advertirá en Gen 19:14. Una vez que Abraham se convence
de que la catástrofe es inminente, los malakim (mensajeros o
ángeles) se abrieron paso hacia Sedom. El Midrash registra:

«…En la generación del diluvio hubo ocho justos, Noaj, su


mujer, sus tres hijos y sus esposas. Sin embargo, su mérito no
fue suficiente para salvar a su generación. Aparentemente un
número menor a diez no es suficiente para salvar a otros.
Cuando los malakim llegaron a destruir Sedom rescataron a
Lot sobrino de Abraham, a su mujer y a sus dos hijas antes de
comenzar a ejecutar el juicio de El Eterno…».
Como el Señor estaba hablando con Abraham, los dos
ángeles partieron de las colinas de Hebrón, y fueron hacia
Sodoma. Sin embargo, Abraham, presintiendo lo que iba a
suceder, se quedó en el camino con vista a la llanura del Mar
Muerto para abogar por las personas inocentes que no habían
participado en la maldad allí abajo.

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