Estructura de La Industria Automotriz Argentina
Estructura de La Industria Automotriz Argentina
Estructura de La Industria Automotriz Argentina
Oportunidades y
perspectivas para México
Resumen
Este trabajo enmarca la relevancia de las jerarquías en las redes de producción transnacionales
de la industria automotriz; el papel de México en el espacio económico del TLCAN en la etapa
de reacomodo de la localización espacial de las grandes firmas automotrices de Estados
Unidos, y sus perspectivas frente a un horizonte de dominio de las corporaciones y de los
espacios de producción de la región Asia-pacífico.
Abstract
This paper frames the relevance of the hierarchies in the transnational production networks of
the automotive industry; the role of Mexico in the economic space of the NAFTA in the
recomposition stage of the spatial localization of the great automotive firms from the United
States, and their perspectives when confronting a horizon of dominance by corporations and
production spaces from the Asia pacific region.
Introducción
La competencia entre los tres grandes bloques comerciales del orbe se explica como un efecto
de la organización trasnacional para la producción que estrecha la relación entre firmas,
industrias y países e impone esquemas regionales a las redes de producción globales, al mismo
tiempo que los sectores económicos se integran a escala planetaria. En este marco, bajo la
premisa que los sectores industriales tienen comportamientos distintos, se examinan los trazos
de la mundialización de la industria automotriz (IA), la cual responde a una lógica distinta a la
de las redes transnacionales de las industrias ligeras que no dependen de la misma manera del
costo del transporte, o de los procesos demográficos vinculados al consumo creciente de
bienes durables.
El sector automotor, al igual que otras ramas manufactureras de alto dinamismo internacional,
ha experimentado un desenvolvimiento persistente de impacto favorable para la región Asia-
Pacífico y de efectos socioeconómicos menores en otras zonas emergentes, como es el caso de
las economías del continente americano. En México, la IA ha crecido como ninguna otra rama
industrial en los últimos años y ha generado relaciones dinámicas con países productores que
le disputan a Estados Unidos (EU) la primacía en el liderazgo mundial o la conquista de los
nuevos mercados de consumo de estos productos.
Finalmente, con base en lo anterior, se plantean hipótesis sobre las oportunidades para México
en escalamiento industrial en un marco de transición mundial de esta industria.
Marco analítico
En el proceso reciente de descentralización, los capitales industriales no sólo optaron por las
ventajas de localización en zonas de bajo costo salarial, mecanismo por el cual se forjó la
interdependencia del capitalismo actual, sino que dieron paso a un régimen de acumulación
transnacional cuyo rasgo sobresaliente es la innovación en la forma de asociación de países de
diverso grado de desarrollo.
Por un lado, consolidan sistemas regionales y/o locales cuyo rasgo prominente es el desarrollo
continuo de la innovación. Esto ocurre en países donde el capital productivo que reemplaza a la
inversión tradicional se consolida con el avance de sistemas de innovación asociados a la
inversión en investigación y desarrollo que apuntala los sistemas locales de redes explícitas
entre empresas y de alianzas estratégicas con industrias innovadoras (Vazquez Barquero, 2000).
A nivel global, se crean tejidos planetarios de diseño cambiante que privilegian el avance de
ciertas regiones y ciudades en detrimento de otras, y cuyo sustento es la inseparabilidad de los
sistemas regionales innovadores de regiones desarrolladas con los sistemas regionales truncos
que no superan su etapa formativa y que se asientan principalmente en regiones emergentes.
No obstante, la descentralización no consigue eliminar del todo las diferencias entre regiones
en lo que concierne al desarrollo de facetas de los conglomerados fabriles que tienen que ver
con la consolidación de segmentos de creación de valor sustentados en el uso intensivo del
conocimiento.
Con todo, su aporte sobrepasa el campo de la economía por su vínculo estrecho con la
geopolítica. En este sentido, la manufactura de automóviles es considerada emblemática de la
centuria norteamericana (Silver, 2005: 88) y se le describe como una actividad que entraña la
modernidad del siglo XX, la cual no sería comprensible sin la producción en serie, sin el
automóvil y sin el auge estadounidense.
En este sentido, el declive de EU como potencia hegemónica debiera ligarse a la caída del
fordismo y al ascenso del sistema de producción Toyota o posfordismo japonés, el cual aporta
la combinación de la lógica de la producción artesanal con la de la producción en serie que
sirve para estimular a nivel mundial la expansión de los sistemas de fabricación transnacionales
que favorecen el ascenso de la era del pacífico.
En el libro "La segunda ruptura industrial", se apunta que la razón del éxito de la producción en
serie no fue la lógica de la eficiencia industrial sino la de los intereses de productores y
consumidores expresados en una propensión a invertir en plantas industriales, que "dependía
de las perspectivas sobre el grado de utilización de la capacidad y no de la variación del coste
de los factores" (Piore y Sabel, 1988).
De esta suerte, el auge estadounidense que se asocia a los estilos de vida del consumo de
masas, es el punto de partida para entender el declive del liderazgo de EU y contextualizar la
recomposición de la IA en la zona del TLCAN. Para ello es importante diferenciar dos períodos
de empuje histórico de la industria automotor, el primero con el fordismo y el segundo con el
posfordismo.
Para concebir la fase expansiva de la IA, debe establecerse que el posfordismo ampara el
regreso del obrero especializado que había sido desplazado por el fordismo y, con ello, empuja
la revalorización del personal calificado que al combinarse con necesidades de mayores
cantidades de trabajo obrero abre camino a la configuración de un orden capitalista que
desplaza lo nacional por lo global.
Las primeras son aquellas que dejan ver la parte virtuosa de la oposición capital-trabajo y las
segundas las que revelan el uso continuo y creciente del ejército de fuerza laboral
internacional, al que se acude para mantener el control obrero minado por el avance del
sindicalismo de los países desarrollados (Silver, 2005: 52).
De esta manera, el desplazamiento de los capitales a zonas emergentes no se explica solo por
la existencia de ventajas comparativas en países rezagados, sino también por la introducción de
innovaciones en tecnologías de información y comunicación que eliminan costos de tiempo y
distancia. Así, la evolución de la IA, del fordismo al posfordismo, rompe el supuesto genérico de
que una actividad consolidada en un paradigma determinado tiene en su futuro una caída
inexorable por efecto de la ola tecnológica subsiguiente.
Los diez países que sobresalen en la producción de automóviles a la llegada del siglo XXI son:
Japón, Estados Unidos, China, Alemania, Corea, Francia, España, Brasil, Canadá y México. En
ese momento, el más fuerte es Japón, con una producción de 12 millones de automóviles al
año ya había superado a EU, en tanto que México, con una producción de 2 millones se ubica
en el número diez de los países productores (OICA, 2011; Maldonado, 2009:371).
Para el año 2010, después de las medidas de rescate de la industria estadounidense de parte
de Obama, México avanza al lugar número nueve de producción mundial y a la posición
número ocho en 2012 (cuadro 1), en tanto que Canadá recupera su sitio entre los diez
primeros productores. Estados Unidos, por su parte, recobra el segundo lugar que había
perdido frente a Japón años antes. En este período de ajuste, España y Francia dejan de
pertenecer a las diez primeras potencias de la IA.
En la jerarquía de los diez productores de inicio de siglo sobresalen cuatro países considerados
pioneros en el impulso y desarrollo del sector automotor (Japón, EU, Alemania y Francia) y, seis
economías de la semiperiferia, con China a la cabeza, además de Canadá, España, Corea del
Sur, Brasil y México. Dicha estructura cambia para el año 2012, quedando sólo tres países
pioneros (EU, Japón y Alemania) y China, Corea del Sur, India, Brasil, México, Tailandia y
Canadá. En este proceso, China se consolida como el gran productor del siglo XXI, con un
aporte mayor en volumen al que suman los líderes del siglo XX.
En generación de empleos se ratifica la alta participación de las diez naciones que aportan la
mayor producción mundial de automóviles (cuadro 3); y sobresale el dato de que varios de los
países que disminuyeron su producción relativa (Francia, Italia, Reino Unido y España), o bien,
que mantienen una producción menor a la mexicana (Rusia, Turquía, Tailandia y Suecia),
amparan una fuerza laboral superior a la de México.
Este indicador deja ver una buena posición relativa de la productividad mexicana, ya que
mientras Rusia produjo en 2012 dos millones 231 mil vehículos con una planta de 755 mil
trabajadores, México superó esa producción al rebasar los 3 millones de automóviles con una
fuerza laboral mucho más reducida de sólo 137 mil obreros automotrices.
Por otra parte, mientras los empleos generados por los diez principales productores asciende a
5 millones 634 mil 409 puestos de trabajo, los creados por los siguientes diez países, asciende a
sólo a 2 millones 183 mil puestos. Esto indica que las naciones fuertes en producción de autos
conjuntan la fuerza laboral más sólida con más de 200 mil obreros cada una. El caso de China
es especial por reunir una fuerza laboral equivalente a la de Estados Unidos y Japón juntos.
En conjunto, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ocupan los lugares 1, 3, 8, 9 y 18
entre los 20 países productores que más puestos de trabajo generaron en la rama automotriz
con un aporte de más de 3 millones de trabajadores, aspecto que revela su actual importancia
geopolítica y su coincidente estrategia de atraer inversión externa en producción de vehículos
para afirmar su fuerza económica.
Por tal motivo, la evaluación a futuro de la IA debe partir del lento desarrollo en la demanda
mundial de vehículos nuevos en mercados saturados de los países desarrollados, así como de
la expansión de la subcontratación y de la producción en red vinculada a las crecientes fusiones
de grandes empresas y considerar, al mismo tiempo, que el reordenamiento geográfico
obedece tanto a la competencia entre firmas de distinto origen nacional como al crecimiento
de los mercados de consumo en economías emergentes.
En este sentido, para avanzar en el conocimiento de esta realidad, es menester establecer los
temas básicos de la recomposición espacial desde la mirada de los ajustes regionales
considerando por un lado el predominio de las firmas corporativas y por otro el tipo de
asociación y las respuestas a la demanda en cada espacio de acumulación.
Corporaciones líderes
En los años sesenta, Estados Unidos era el líder absoluto a nivel global ya que cubría el 51.4%
de la producción mundial, a la vez que su principal competidor, Alemania, sólo aportaba el 14
por ciento. Treinta años después, en 1990, seis firmas controlaban el 54% de la producción
mundial: General Motors, Ford, Toyota, Volkswagen, Chrysler y Renault. Para el año 2004, el
86% de la producción se distribuía de la siguiente manera: General Motors 20%, Ford 13%,
Toyota 11%, Renault-Nissan 9%, Volkswagen 8%, Daimler-Chrysler 7%, Peugeot 6%, Honda 5%,
Hyundai 4% y Mitsubishi 2%. Lo anterior significó una recomposición que ubicó a las tres firmas
norteamericanas con el 40 por ciento de la producción mundial y a las 5 primeras firmas de
Asia, (incluyendo la fusión Renault-Nissan), con un sobresaliente 31 por ciento.
Para el año 2008, "Toyota ocupa ya el primer lugar en producción (9 millones); General Motors,
el segundo (8.9 millones); Ford, el tercero (6 millones); Volkswagen, el cuarto (5.6 millones);
Daimler Chrysler, el quinto (4.5 millones); Hyundai-Kia, el sexto (3.8 millones); Honda, el
séptimo (3.6 millones); PSA-Peugeot-Citroën el octavo (3.3 millones); Nissan, el noveno (3.2
millones), y Renault, el décimo (2.4 millones). En los lugares 11 al 15 figuran: Fiat, Suzuki,
Mazda, BMW y Mitsubishi; todas con más de un millón de autos producidos, y en los lugares 20
a 40 destacan 8 empresas chinas y dos de la India (Maldonado, 2009:372).
Esto último deja ver que para el año de la crisis financiera mundial, la región de Asia-Pacífico
domina el horizonte de la producción de la IA, al mismo tiempo que las grandes firmas de
EEUU registran debilidad financiera y decaimiento en el peso relativo de la producción. Y
aunque ese año China muestra ser líder en volúmenes de producción y en contratación de
fuerza laboral, la mayoría de sus ensambladoras se enlistan como propiedad de General
Motors, de Toyota y de Volkswagen, con lo que se confirma que a la vez que las firmas asiáticas
dominan en crecimiento (Toyota, Hyundai-Kia, Honda, Nissan), la región en su conjunto, a
través de China e India, principalmente, se convierte en la mayor plataforma de producción de
las tres firmas más representativas de los países líderes de los tres bloques comerciales que le
imprimen dinamismo a la economía mundial.
Dentro de esta hipótesis se afina el argumento de que el principal corredor comercial del
TLCAN no solo ayuda a enlazar las zonas fabriles más avanzadas de las tres naciones: Toronto,
Canadá; Detroit, Estados Unidos; Coahuila, Distrito Federal, Toluca, Cuernavaca y Puebla,
México, sino que coadyuva a que Ontario, Canadá se constituya en la provincia de mayor
evolución fuera de EU, al alcanzar, en 2004, la cifra de 2.7 millones de automóviles producidos,
superior a la que logra México ese año (Maldonado, 2009: 372).
El teorema de soluciones tecnológicas a las crisis se revisa con detenimiento desde que el
modelo posfordista hizo surgir liderazgos de creación de valor en empresas de la periferia que
al evolucionar aprendieron a resolver problemas locales gracias a estrategias de
multinacionales que deciden transferir conocimiento y co-evolucionar con sus proveedores
locales (Contreras y Carrillo, 2011: 328).
En el caso de Estados Unidos, los estados situados al sur de los Grandes Lagos son de nuevo un
lugar preferente para el montaje de automóviles y la producción de componentes; sin
embargo, se evitan los antiguos bastiones sindicales, prefiriendo las pequeñas ciudades hasta
ahora ajenas a la producción automovilística (Rubinstein [1992], pp. 171-182 (Silver, 2005: 81).
Durante el período posterior a la firma del TLCAN, proliferan en México las plantas
automotrices orientadas a la exportación cuyo perfil principal son costos laborales favorables y
la adopción ascendente de relaciones posfordistas (reglas de trabajo flexibles, rotación de
puestos, formación de equipos de trabajo, círculos de calidad).
Sin embargo, prevalece la idea de que el acuerdo únicamente vino a institucionalizar una
práctica preexistente ya que los automóviles y las autopartes son bienes que desde antes del
convenio comercial representan el conjunto más comercializado entre Estados Unidos y
México, entre Estados Unidos y Canadá y entre Canadá y México (IILSE; 2003:57; Drache,
2010).
Con la firma del tratado, en 1994, las exportaciones se incrementan aún más, en una
proporción significativa de 134% entre 1993 y 1997 (IILSEN, 2003: 14). En esta década, y
durante el primer decenio del 2000 continúa la apertura de plantas en el centro y norte del
país. General Motors (GM) se asienta en Silao, Guanajuato en 1992; Honda en El Salto, Jalisco,
en 1995; Toyota en Tecate, Baja California Norte, en 2004; GM en San Luis Potosí en 2007 y
Volkswagen en Guanajuato en 2003. Además de que Ford y GM se expanden respectivamente
en Hermosillo y en Silao.
Este dato se relaciona con el efecto positivo inercial de la integración al modelo de redes
manufactureras de Norteamérica que aunque no le rinde a México para colocarse como el
primer centro manufacturero automotriz de América Latina, si le da material suficiente para
avanzar posiciones en el ranking de los principales productores de automóviles en el mundo.
En contraste con los BRICS, que aceleran el crecimiento de la inversión automotor durante la
expansión mundial de esta industria, México muestra una participación declinante de las ramas
de automóviles, camiones y autopartes en la década 1999-2009, justamente en el período en
que dichas actividades pasan de ocupar los lugares 1 y 2 (primera etapa del TLCAN) a los
lugares 3 y 4 (segunda fase del TLCAN) en la posición jerárquica de la industria manufacturera
de México (Tabla 2).
El débil comportamiento de México, en comparación con Brasil, India y China que avanzan muy
rápido en esta etapa, responde al rol que EU demandó de su vecino del sur, toda vez que
durante el período de expansión, la nación líder siguió inyectando inversión a su territorio con
el objetivo de consolidar las capacidades de producción en los segmentos y componentes de
mayor contenido tecnológico y reservó para México algunos de los segmentos de ensamble. En
ese marco, Estados Unidos consigue administrar sus procesos de descentralización hacia
México con una lógica acumulativa de largo plazo.
Lo anterior impide al país desarrollar a plenitud los elementos virtuosos del clúster automotriz,
esto como resultado del precario papel de los sectores basados en ciencia y tecnología. El
análisis de conglomerados por regiones arroja un predominio en México del clúster "tipo
enclave", o de integración incipiente, dedicado al ensamble de motores y de automóviles, con
insumos importados y sin encadenamientos locales. En segundo lugar, el clúster vinculado a la
industria de recursos naturales e industria siderúrgica de Coahuila y Nuevo León. De estos dos
tipos emerge la principal ventaja competitiva del país que se constriñe en la intensidad de
producción en escala y a la especialización regional.
Este rasgo explica la supresión de las diferencias de base salarial entre las zonas fabriles de la
Frontera, las del Centro y del Bajío, cuya equivalencia define que sean las causaciones
acumulativas de los entornos laborales de ensamble y de autopartes los que marquen los
alcances de la especialización en producción automotriz. De esta manera, Sonora, Coahuila y
Guanajuato cultivan el ensamble de autos; Coahuila y Nuevo León se especializan en laminados
de acero; Aguascalientes se perfila como fabricante de motores y Chihuahua en autopartes
(Unger, 2010: 152-226).
Con todo ello, a partir de la crisis del 2009 y especialmente desde el 2011, la IA muestra nuevos
signos de crecimiento que la colocan con el 20% de la producción manufacturera de México y
con una tasa de crecimiento de las exportaciones del 15 % anual. Esto da pie para que el
Gobierno de la República, defina a la IA como un sector estratégico del país y ponga énfasis en
"generar condiciones para asegurar una presencia destacada de la industria en el largo plazo",
"amplias áreas de oportunidad para la proveeduría de la industria" y "fomentar la innovación y
el desarrollo tecnológico".
Conclusiones
Entre los aspectos a desarrollar como elementos que marcan la diferencia entre las regiones
mundiales en competencia, está la combinación del recurso de competitividad laboral con
aprendizaje tecnológico y la expansión de la demanda de las regiones más dinámicas. En este
sentido, la principal oportunidad para México está en aprovechar el auge de la IA que responde
a la reactivación de la demanda norteamericana y definir una estrategia nacional de política
industrial de orientación de la producción hacia el mercado externo con otra que precise
mecanismos para cubrir el mercado interno con diseños tecnológicos de energías alternativas y
nuevos tipos de automóviles que permitan un crecimiento paralelo del poder adquisitivo del
ingreso nacional con un aumento del consumo de vehículos producidos en México para el
mercado nacional.
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