MEDEA Hechicera y Madre Asesina PDF
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Mercedes Madrid
Doctora en Filología clásica
ABSTRACT
Despite the wide range of prominent female characters created by male Greek imagery, finding the
figure of the «witch» is not easy. Thus, the character of Medea is the closest to a magician that can be
found in Greek mythology. However the complexity of this figure goes far beyond that of the simple
sorceress, not only in the mythical tradition, but essentially in the recreation and ambivalence of the
character constructed by Euripides in the tragedy that takes her name. In this tragedy, we find, among
others, questions such as the different valuation of maternity and paternity in Greece, the impossible
feminine glory or the dangers of androgyny; when a woman, without resigning her femininity, acts as a
man. This paper tries to shed light upon the richness of this mythical figure and the multiple readings of
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Dossiers Feministes, 13, 2009, 29-44.
Medea that have been made in our time as a tragic heroine and murderer of her own children.
Key words: Medea, murderer mother, witch, androgyny, feminine glory.
SUMARIO:
– La figura de Medea en la tradición mítica. – La madre asesina de sus hijos. – La Medea de Eurípides.
– Ser madre en Grecia. – La compleja dualidad de Medea
En líneas generales, se puede afirmar que tanto la magia como los milagros son poco
frecuentes en la mitología griega. Es cierto que en ella existen seres fantásticos y no están
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ausentes los prodigios, pero su aparición va acompañada de una clara renuencia a violentar
las leyes de la naturaleza y siempre obedecen a un cierto tipo de lógica. El caso de Hefesto,
una de las pocas divinidades del panteón olímpico asociada con la magia, lo ilustra bien,
ya que sus prodigios están íntimamente asociados a su habilidad metalúrgica y su magia se
manifiesta sobre todo en su capacidad para crear autómatas (sirvientes, fuelles o trípodes),
que le ayudan en sus tareas de fragua y cuya movilidad obedece a la lógica del poder de
este dios para atar (inmovilizar) y desatar (poner en movimiento).
Esta escasa recurrencia a las prácticas mágicas probablemente está en relación con
dos hechos. Por una parte, con la temprana recreación literaria de que fueron objeto en
Grecia los relatos míticos y con la labor sistematizadora del mundo divino llevada a cabo
por los poetas épicos1; el resultado fueron unos dioses de personalidad claramente perfilada
y un ajuste del mundo religioso a la dimensión humana que alejó de los griegos la creencia
de que la naturaleza estaba regida por seres maléficos e incomprensibles que acechaban
con sus poderes malignos la vida de los humanos. Y por otra, con la circunstancia de que
en la religión griega convivan en una cierta armonía, aunque no exenta de tensiones, dos
estratos de religiosidad, una de carácter ctónico y otra de carácter celeste, gracias a lo
cual los poderes oscuros y maléficos, incluida la estirpe maldita de los hijos de la Noche,
aparecen sometidos e integrados en el orden olímpico impuesto por Zeus, de tal manera
que incluso Hécate es alabada por Hesíodo como una diosa benefactora de la humanidad
2. Tal es el caso también de Ariadna, hija del mítico rey de Creta Minos, que ayudó a Teseo a matar al Minotauro, huyendo con él
para ser abandonada por éste en la isla de Naxos. Ariadna, por otra parte, es prima hermana de Medea, puesto que su madre
Pasífae es hermana del rey Eetes.
3. Para la disociación del personaje de Medea en una bella joven enamorada y una bruja experta en pócimas y encantamientos, cf.
M. García Teijeiro, «La figura de la maga…». 31
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dragón que custodia el vellocino de oro. Pero, cuando ya en su huída de la Cólquide en la
nave Argos, están a punto de ser alcanzados por Eetes, Medea no recurre a la magia, sino
a un crimen terrible: da muerte a su hermano Apsirto que se había llevado como rehén, y va
arrojando al mar los trozos de su cadáver despedazado para poder escapar mientras Eetes
lleno de dolor se ve obligado a demorarse al tener que recogerlos y darles sepultura. En el
camino de regreso a Grecia, Medea sigue prestando su ayuda a Jasón al desactivar, por
ejemplo, a Talo, el gigante de bronce que protegía la isla de Creta e impedía que ningún
extranjero desembarcara en ella. Cuando finaliza el viaje y llegan a Iolco, Jasón recurre de
nuevo a la magia de Medea para vengarse de su tío Pelias que no solo se niega a cumplir
su promesa de devolver el trono a Esón, padre de Jasón, a cambio del vellocino, sino que
había sido el causante del suicidio de éste4. Medea, en presencia de las hijas de Pelias (y
del mismo Pelias en otras versiones), tras matar y trocear un viejo carnero, lo hierve en un
MEDEA: HECHICERA Y MADRE ASESINA
caldero del que milagrosamente lo saca convertido en un joven cordero, tras lo cual les
promete aliviar los achaques de Pelias y rejuvenecerlo de igual modo. Confiadas en ello las
Peliades, con el consentimiento de su padre, le dan muerte, lo trocean y hierven sus pedazos
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en el caldero, pero el milagro no se repite ante el espanto de éstas. Los habitantes de Iolco,
horrorizados por este crimen, expulsan a Medea y Jasón que se refugian en Corinto. Allí
tienen varios hijos y viven unos años tranquilos y felices hasta que a Jasón se le presenta la
oportunidad de casarse con Glauce (Creúsa en otras versiones), la única descendiente del
rey Creonte. Ante este ventajoso matrimonio, puesto que conlleva la expectativa de suceder
a Creonte en el trono de Corinto, Jasón repudia a Medea y, a continuación, Creonte decreta
su expulsión por miedo a que cause algún mal a Glauce. Medea, despechada, reacciona y
logra con sus hechizos la muerte del rey y de su hija, lo que tiene como consecuencia que
sus hijos sean lapidados por los corintios, si bien ella consigue huir a Atenas. Allí Medea se
casa con el rey Egeo del que tiene un hijo, Medo. Pero por tratar de envenenar a Teseo, hijo
de una relación anterior de Egeo con Etra, es desterrada regresando a la Cólquide, donde
consigue devolverle el trono a su padre que le había sido arrebatado y allí acaba su vida
como mortal5.
Como se ve, en la tradición mítica la figura de Medea va adquiriendo complejidad
conforme se van acumulando en torno a su personalidad elementos contradictorios: es
una hija que traiciona a su padre, una hermana fratricida, una extranjera que pretende el
status de una esposa griega, una mujer que actúa como un peligroso oponente para sus
4. Ovidio da otra versión, según la cual Esón no murió sino que fue rejuvenecido por Medea.
5. Sobre la inmortalidad de Medea hay varias versiones. Una de ellas cuenta que, tras su muerte, es llevada a la isla de los
32 Bienaventurados donde se casa con Aquiles.
6. Píndaro califica su sabiduría de métis (Ol. XIII, 18-22), término griego que designa la inteligencia astuta, capaz de imponerse,
mediante tretas e ingenio, en cualquier situación y de encontrar la salida para cualquier adversidad, si bien en el caso de Medea
el ingenio y el recurso al engaño son sustituidos por sortilegios, pócimas y otros poderes oscuros. Para lo referente a los valores
de la mêtis cf. M.Detienne - J.P.Vernant Las artimañas …. Para lo referente a la sabiduría de Medea cf. Juan Antonio López Férez
«Nueva lectura…».
7. Ésta es la afirmación que Tucídides (II,45) pone en boca de Pericles en su famoso Epitafio.
8. Para esta cuestión, cf. Jennine Carlier, «Los Argonautas», en I.Bonnefoy, Diccionario… II, p.329.
9. Diodoro, IV 45 y ss.
10. Sobre esta cuestión, cf. M.Detienne y J.P.Vernant, «La cuisine …» pp. 189-190.
11. Píndaro, Ol. XIII, 54. 33
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varones y que en todas se vea privada de ellos, bien porque perezcan o bien porque los
pierda, lo que en cierta medida se puede ver como un equivalente al rechazo sistemático
de los hijos varones que caracteriza a las Amazonas. En este mismo sentido, es de destacar
el que los actos de hechicería de Medea casi siempre estén relacionados con la capacidad
procreadora de sus oponentes varones, lo que hace que el personaje de Medea resulte tan
amenazador para los padres y su descendencia masculina. No en vano Jasón la compara
con Escila, un monstruo femenino metamorfoseado por Circe y rodeada de perros nacidos
de sus ingles que devoran todo lo que está a su alcance, una imagen terrible del riesgo de
castración que una feminidad poderosa puede acarrear para los hombres. Y, en efecto, para
Jasón las acciones de Medea equivalen a una castración ya que lo privan de sus hijos y de
toda posibilidad de una nueva descendencia.
MEDEA: HECHICERA Y MADRE ASESINA
12. Un escoliasta de Eurípides atribuye esta innovación al hecho de que los corintios habían pagado al poeta para que les eximiera
34 de la culpa de haber matado a los hijos de Medea e imputara el crimen a la misma.
13. En la perspectiva patriarcal todo acto femenino de autonomía y autoafirmación es atribuido a la desmesura, a la aberración o a
la locura. Así en ciertas teorías psicoanalíticas la feminidad es un continente negro, fuera del alcance de la razón.
14. Para esta cuestión, cf. N.Loraux, Las madres…, pp. 51-51
15. Los hijos son «obra» de las madres, ya que el amor materno tiene un carácter marcadamente físico: un hijo es para una madre
como un diente u otra excrecencia.
16. Eurípides, Fenicias 355-6.
17. En Las Euménides de Esquilo Apolo en su defensa del matricida Orestes hace la siguiente afirmación: «No es la que llaman
madre la que engendra al hijo, sino que es sólo la nodriza del embrión recién sembrado. Engendra el que fecunda, mientras
que ella sólo conserva el brote -sin que por ello dejen de ser extraños entre sí-, con tal de que no se lo malogre una deidad»,
(Euménides 658-61) Seguimos para la traducción de Esquilo el texto de B.Perea Morales). 35
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teoría de la concepción respaldada por el propio Aristóteles18, coherente, por otra parte, con
un sueño especialmente querido del imaginario masculino griego plasmado en los mitos que
hablan de una etapa de la humanidad en la que no existían las mujeres y los hombres nacían
directamente de la tierra.
En el último tercio del s.XX la imagen de Medea como madre asesina se difumina y
el referente para este personaje ya no va a ser la tragedia de Séneca, sino la de Eurípides
cuya complejidad se desvela en las múltiples versiones y lecturas de la que es objeto. Este
renacimiento del drama de Eurípides se debe a la modernidad del personaje de Medea en la
que se ha visto una figura capaz de encarnar un amplio abanico de personajes muy actuales,
desde la mujer que reivindica ser dueña de su propia sexualidad y se rebela contra el papel
social que la ideología patriarcal le asigna, hasta la inmigrante extranjera, humillada y
maltratada por la prepotencia de quien se cree superior culturalmente, por no mencionar
MEDEA: HECHICERA Y MADRE ASESINA
otras muchas cuestiones que despierta una lectura hecha desde las preocupaciones de nuestra
sociedad, tales como la utilización de las personas en provecho propio olvidando la gratitud
que se les debe, el final del amor en una pareja por parte de uno de sus componentes o
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el abandono de una esposa de edad madura por otra más joven. El resultado son muchas
Medeas que oscilan entre estos dos polos: en uno, la malvada hechicera y asesina en serie
sólo comparable con la castradora Escila y, en el otro, la esposa extranjera y enamorada,
víctima de su amor y de la dependencia de un hombre cuyo abandono la impele al asesinato
de sus propios hijos. Pero, como ocurre con el personaje de Antígona, todas ellas están ya
esbozadas más o menos en la tragedia griega. Por otra parte y desde un punto de vista
estrictamente teatral, la modernidad de esta tragedia se ha visto no sólo en la fuerza de esta
esposa que se rebela o en el horror de sus terribles crímenes, sino en poner en acción sobre
la escena y evidenciar con toda su crudeza deseos y pasiones que la moralidad imperante
en una sociedad obliga a ocultar, evitando potenciar y servir de engañoso espejo para las
convenciones sociales al uso19.
La Medea de Eurípides
18. Para Aristóteles la matriz femenina es sólo un receptáculo de la semilla masculina que imprime en ella su forma («Siempre la
hembra proporciona la materia y el macho lo que da la forma», Gen. Anim. 738 b 20).
36 19. Para esta cuestión cf. J.Monleón en Tragedia griega y democracia…, p.230.
20. En Grecia no existió el concepto del amor romántico y el único sentimiento amoroso que se consideraba noble y desinteresado
era la philía, la amistad, incompatible en la mayoría de las ocasiones con el deseo, éros.
21. En la tragedia griega son frecuentes los coros de mujeres apiñados en torno a las heroínas para compartir sus fatigas (como el
coro de Helena), para ocultar los defectos que les son propios (como las mujeres de Ptía en Andrómaca), o para ayudar a vengar
una traición (como en Ión o Hécuba), confirmando con este propósito el temor del imaginario ciudadano sobre el potencial de
destrucción que encierra toda reunión de mujeres. 37
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que Jasón ha traicionado22, mientras que éste arguya en su defensa la superioridad de la
civilización helena frente a los bárbaros quienes por propia voluntad se guían por la violencia
ya que desconocen la justicia y la legalidad. En cuanto a las intenciones de Eurípides hoy
día se ha abandonado la interpretación tradicional demasiado simplista que veía en esta
tragedia la lucha entre la razón y la pasión y los perniciosos efectos que para la vida humana
tiene el triunfo de la segunda23 y más que buscar el sentido de lo que el poeta pretendió, se
prefiere ahondar en la dualidad y los valores contradictorios que mueven la conducta de los
personajes, así como en los temas que están presentes en el desarrollo de la acción, entre
los que destacamos aquí, el de los hijos y la descendencia, que, por otra parte recorre toda
la obra.
a ésta «¿Qué necesidad tienes tú de hijos?» (Med.565)24 y esta pregunta que hoy día puede
parecer retórica porque la respuesta para nosotros es obvia, resulta plenamente coherente
con una concepción de la paternidad profundamente arraigada en Grecia, porque, si bien
es cierto que se admite que las madres aman más a su hijos, son los padres los que los
necesitan para prolongar su estirpe, en el mundo de los relatos míticos, y para que la ciudad
perviva, en el ámbito de la realidad histórica. En Grecia, pues, el lazo que une a los padres
con sus hijos debe interpretarse no tanto en clave de amor como de necesidad, en el caso
de los varones25, y de exigencia o deber en el caso de las mujeres. De hecho a Jasón en
un primer momento no le importa que sus hijos vayan al destierro con su madre, ya que
espera que su nueva esposa le dé otros, esperanza, por otra parte, que enfurece a Medea
puesto que desde la perspectiva griega ella es consciente de haber sido y ser una esposa
sin tacha porque ha cumplido con su deber y le ha dado a Jasón dos hijos varones, lo que
priva de toda justificación su repudio. Por eso Jasón, ante la actitud tan poco «comprensiva»
de Medea, recurre al tópos esencial de la tradición misógina griega y se queja de que los
hombres necesiten a las mujeres para tener hijos: «Los hombres deberían engendrar hijos de
22. Esta traición de Jasón pone fin, según el coro, a la acusación de apistosyne («ausencia de lealtad») atribuida a las mujeres en
Grecia. Precisamente uno de los pilares de la misoginia griega es que las mujeres con sus artimañas pervierten los signos de la
pístis, la lealtad, que es precisamente la que permite a los varones entenderse, ya que la ciudad se funda en la claridad de la
palabra masculina, en la lealtad y en el respeto a sus leyes. Para esta cuestión cf. C. Nancy , «Euripide et le parti …».
23. Cf.B.Nox: «The Medea …».
24. Seguimos para la traducción de Eurípides el texto de A.Medina González y J.A. López Férez
38 25. Para esta cuestión, cf. Rosa Sala: «Mujeres míticas…».
26. El coro continúa así su razonamiento: los padres que no tienen hijos se libran de muchos pesares al desconocer si les
proporcionarán alegría o tristeza; en el caso de que los hijos proporcionen alegría, los padres viven atormentados por el
cuidado de criarlos, sin saber si se esfuerzan por hijos buenos o malos, y, en el caso de que resulten buenos hijos, puede que
le llegue el dolor de verlos morir.
27. Heródoto (I, 30 2-5) cuenta que, cuando Creso le preguntó a Solón cuál era el hombre más feliz que había conocido, éste
nombró a Telo de Atenas, y lo justificó diciendo, entre otras cosas, que tuvo hijos y los vio prosperar como hombres de bien que
eran, y éstos, a su vez, tuvieron también hijos a los que Telo pudo ver crecer. 39
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Hay también otro aspecto de la concepción griega de la maternidad que Medea
rechaza: la incompatibilidad de la misma con el erotismo. Uno de los estereotipos más
arraigados en el imaginario griego es la avidez sexual de las mujeres y a él se alude
frecuentemente en la poesía trágica junto con las funestas consecuencias que esta lujuria
tiene casi siempre para los varones de la familia: hijos, padre o esposos28. En el imaginario
griego el deseo sexual desenfrenado es propio de la naturaleza femenina, y se considera al
matrimonio la institución encargada de domar y domesticar este deseo. En el matrimonio hay
periodo para el erotismo durante los primeros meses de la convivencia de los esposos cuando
el marido visita con asiduidad el lecho de su esposa y la recién casada recibe el nombre de
nymphe. Pero, una vez que los hijos han nacido y la mujer se convierte propiamente en una
gyné («mujer»), debe renunciar al erotismo y centrar todos sus esfuerzos en criar y cuidar
a sus hijos y la casa de su marido29. Medea pertenece a una estirpe de mujeres ardientes
MEDEA: HECHICERA Y MADRE ASESINA
y así se debate entre su amor de madre y sus celos de esposa abandonada y preterida por
otra más joven, lo mismo que le ocurre también a otras heroínas trágicas, como Deyanira o
Clitemnestra30, que, al verse desplazadas en el lecho por mujeres más jóvenes, acarrean la
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desgracia para sus maridos y sus nuevas concubinas. Esta perspectiva arroja luz sobre otra
razón más profunda y oculta31 de Medea para su crimen: matar a sus hijos es como una
forma de volver al status de nymphe, a ese tiempo en que la esposa es el objeto prácticamente
exclusivo del deseo de su marido, ya que para Medea sus hijos serían, de acuerdo con la
ideología patriarcal griega, el recordatorio permanente de que como madre debe renunciar
a la sexualidad y al amor de su marido.
32. Según A. Iriarte, Las redes…, p. 119, la palabra femenina es presentada en la tragedia, frente al carácter unívoco y firme del
logos masculino, como superficial, inquietante, seductora, ambigua, oscura y enigmática, y, en principio, no merece la atención
masculina, salvo cuando se convierte en «interlocutora» y entonces se vuelve peligrosa e inquietante.
33. Para esta cuestión, cf. N. Loraux, La voix…especialmente pp. 100-112.
34. La nodriza hace referencia a ello en numerosos pasajes: «Su alma es violenta y no soportará el ultraje» (38); «Niños queridos
[…] guardaos del carácter salvaje y de la naturaleza terrible de su alma despiadada» (103-4); «Lanza a sus criadas fieras
miradas de leona que acaba de parir, cada vez que alguno se acerca a dirigirle la palabra» (187-8).
35. «Yo misma con la espada en la mano, aunque vaya a morir, los mataré y recurriré a la audacia más extrema» (393-394). 41
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manifiesta cuando reclama que nadie la tenga por insignificante, débil o inactiva y defiende,
como lo haría un varón36, su honor ante la posibilidad de ser objeto de burla37, colocándolo
incluso por delante de su amor de madre, hasta el punto de acaba por destruir su feminidad,
al disponer de manera tan terrible y cruel de la vida de sus hijos. Hay, pues, una evolución
del personaje a lo largo de la obra de Eurípides: la mujer traicionada y abandonada que, al
inicio de la tragedia, actúa por los celos y el deseo de castigar a quien la ha traicionado en
lo que es más precioso para una mujer griega: la seguridad de su matrimonio, va adoptando
conforme avanza el drama las pautas de comportamiento de un héroe arcaico38, para
transformarse al final en una furia divina que castiga a los mortales por no haber reconocido
su verdadera naturaleza y autoridad. A este respecto, Helen Foley39 ve en esta tragedia una
crítica sobre la inadecuación de una ética heroica basada en hacer mal a los enemigos y
bien a los amigos, aun a costa del propio bien. Por ello, al no existir en Grecia un modelo
MEDEA: HECHICERA Y MADRE ASESINA
Bibliografía
AA. VV. (1991): Actas do Colóquio Medeia no Drama Antigo e Moderno. Coimbra: Instituto
Nacional de Investigação Científica.
AA. VV. (1997): Médée et la violence. Toulouse: Presses Universitaires du Mirail.
Barlow, Shirley A. (1990): «Stereotype and Reversal in Euripides’ Medea,» Hermes 118,
pp.502-505.
— «Euripides’ Medea: a subversive play?» (1995), BICS Supplement. A. Griffiths
Eurípides». En Aurora López & Andrés Pociña (eds.), Medeas. Versiones de un mito
desde Grecia hasta hoy, Granada, Universidad,vol. I, pp. 211-232.
Loraux, Nicole (1990): Les mères en deuil, Paris: Seuil (Trad. Abada, 2004)
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