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Lógica, matemática y racionalidad

Por: Mg. Ariel Charry Morales

Resumen: Los sistemas matemáticos, particular la geometría de Euclides, durante


mucho tiempo se consideraron válidos, ciertos y en relación directa con la realidad
física, sin embargo lo que quedará claro es que en dichos sistemas subyace un
problema de orden lógico. Ahora bien, el problema de la consistencia desemboca en
un problema más general de la filosofía matemática que hace necesario enjuiciar la
lógica aristotélica y el absoluto parmenídeo del Ser, que se convierte en condición
natural de la racionalidad humana. La racionalidad clásica se sustenta sobre principios
lógicos que en ningún momento constituyen una verdad única y absoluta. La
aplicación de la axiomática a la lógica y matemática generó varias corrientes
filosóficas: el logicismo, el formalismo y el intuicionismo. El desenlace de estas
corrientes va a permitir ratificar la superioridad de la pluralidad del pensamiento sobre
la univocidad racional como de los sistemas cerrados. Desde aquí se pasa a justificar
una epistemología y racionalidad compleja.

Palabras clave: geometrías no-euclídeas, axiomática, razón clásica, racionalidad,


epistemología compleja.

Summary: The mathematical systems, individual Euclid's geometry, for a long time
were considered to be valid, certain and in direct relation with the physical reality,
nevertheless what will remain clear it is that in the above mentioned systems there


Magíster en filosofía, Pontificia Universidad Javeriana de Colombia; Especialista en Docencia Universitaria,
Universidad Cooperativa de Colombia; Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia; Lic. En Ciencias
Sociales y Económicas de la Universidad Libre. Docente e investigador de la Universidad Cooperativa de
Colombia, campus de Villavicencio. [email protected] Grupo de investigación Prometeo.
sublies a problem of logical order. Now then, the problem of the consistency ends in
a more general problem of the mathematical philosophy that it makes necessary to
judge the logic aristotélica and the absolute parmenídeo of the Being, who turns into
natural condition of the human rationality. The classic rationality is sustained by the
logical beginning that never constitute the only and absolute truth. The application of
the axiomatic one to the logic and mathematics generated several philosophical
currents: the logicismo, the formalism and the intuicionismo. The conclusion of these
currents is going to allow to ratify the superiority of the plurality of the thought on the
rational univocidad as of the closed systems. From here it passes to justify an
epistemología and complex rationality.

Key words: non-Euclidean geometries, axiomatic, classic reason, rationality,


epistemología complex.

Sustento lógico de la racionalidad dominante

El primer gran intento de crítica de la razón clásica se presenta con Kant; pero,
éste no cuenta con una actitud favorable hacia la lógica y tampoco con los elementos
adecuados para llevar a cabo una crítica radical de aquella. Kant en polémica con los
empiristas la emprende en crítica arrolladora contra la razón empírica pura, sin
embargo, por cuanto parte de la validez de la ciencia misma, sólo llega a establecer la
existencia de juicios sintéticos a priori. Pero, la ciencia de la geometría no se basa en
la intuición a priori del espacio, las geometrías no-euclidianas no nacen allí, de
manera tal que, el espacio, al igual que el tiempo, como formas a priori de la intuición,
no constituyen el fundamento adecuado de las matemáticas; lo que subyace es un
problema lógico.

Entre los postulados de Euclides había uno que llamaba de manera especial la
atención. Era el quinto postulado de su famoso libro Los elementos, que hacía
referencia a su concepción de las paralelas, dando por sentado que, por un punto
exterior a una recta sólo se puede trazar una paralela y sólo una. Este postulado trató
de demostrarse como teorema en función de los cuatro postulados restantes y no fue
posible. Fue Gauss el primero que tuvo una visión clara de una geometría distinta a la
tradicional a partir de la independencia del quinto postulado. Pero no es sino hasta
1826 con N. Lobachevsky, y en 1832 con J. Bolyai que se publican los primeros
trabajos de geometría no-euclidiana. En la geometría no-euclidiana de Lobachevsky-
Bolyai se postuló que por un punto exterior a una recta, pasan dos rectas paralelas a
ella y, en caso extremo, infinitas paralelas a la recta dada. Por su parte, en el año de
1854, B. Riemann en su tesis doctoral consideró que no hay ninguna paralela a una
recta dada, y que la suma de los ángulos de un triángulo equilátero es mayor a dos
ángulos rectos (en la geometría de Euclides es igual y en la de Lobachevsky es menor).
De todo esto se desprendía una gran consecuencia: que las proposiciones
fundamentales de la geometría de Euclides no eran axiomas en su acepción tradicional
o sea, verdades evidentes, sino simples hipótesis que se eligen convenientemente y en
absoluto necesidades a priori del pensamiento, lo que dio al traste con la Estética
Trascendental de Kant y aún con toda su Crítica de la Razón Pura. Que la geometría
euclidiana no es la única representación posible del espacio lo atestiguan las
geometrías no-euclidianas, pues como bien afirma Dou (1970):

Evidentemente y al contrario de lo que pensó Kant la geometría euclídea


tomada de un modo global y exclusivo, es decir, prescindiendo de las otras, no
puede considerarse como conjunto de juicios sintéticos a priori impuestos por
la mente en orden a la estructuración de toda la geometría. (1970: 43)

Otra de las consecuencias importantes que es posible deducir de la relatividad


de la geometría, o de la constitución de los diversos sistemas geométricos no-
euclidianos, se refiere a la indeterminabilidad de una geometría verdadera, puesto que
decidir sobre cuál de las geometrías se corresponde exactamente con la realidad
empírica exige de entrada unos parámetros (métodos e instrumentos) de referencia los
que habrían decidido la cuestión antes de la confrontación misma. La verdad empírica
de la geometría en el campo de las ciencias naturales, y en el de su uso cotidiano, no
es más que una cuestión de elección por comodidad. De este modo, la verdad de un
sistema geométrico se determina en razón de su coherencia lógica al interior del
sistema mismo. La geometría y el mundo físico son dos cuerpos teóricos distintos
entre los cuales no debe buscarse correspondencia de ningún tipo ya que esto sería no
distinguir entre geometría pura y geometría aplicada.

Gracias al formalismo y a la era de la axiomática de las ciencias matemáticas es


posible su caracterización como ciencias hipotético deductivas. Por su parte Dou,
considera que: “la consecuencia más importante del nacimiento de las geometrías no-
euclídeas, en el orden de fundamentos, es sin duda la aparición del problema de la
consistencia de la geometría y de la matemática toda” (Dou, 1970: 46). Antes de
Riemann este problema no se planteaba ya que la verdad de la geometría tradicional
se sustentaba sobre el mundo físico tanto como el de la matemática, pero al exigirse
la independencia de las matemáticas del mundo empírico surge la necesidad de
encontrar un sustento sobre el cual deban recaer dichos sistemas teóricos. Se impuso
así la condición categórica (fuerte) e ineludible de la no-contradicción o consistencia
de todo constructo racional que se emprenda y que es condición fundamental de toda
axiomática. En otras palabras, toda construcción formal es abierta a condición de
respetar el principio de contradicción, y aun así, en el caso expreso de sistemas
contradictorios (caso excepcional pero igualmente válido).

Existe una categoricidad más débil y consiste en el hecho de que si no es posible


demostrar o refutar una expresión cualquiera del sistema por lo menos se debe llegar
a decidir si es o no demostrable o refutable y así se califica a este sistema de decidible,
sin embargo, hay sistemas que a pesar de ser completos son indecidibles. De esta
manera Blanche (1975) afirma que:
La no-categoricidad y, con mayor razón, la no-decidibilidad son sin duda
imperfecciones, pero no faltas lógicas, como es el caso de la no-consistencia;
y por eso la exigencia de la integridad es, de ordinario, vistas como mucho
menos apremiante que la consistencia (1975: 40).

Pero, el problema de la consistencia nos conduce a un problema más general de


la filosofía matemática. Es más tarde, con el desarrollo de la lógica, junto con la
problematización lógica de las matemáticas lo que hace evidente y necesario enjuiciar
la lógica aristotélica y el absoluto parmenídeo del ser, que se ha infiltrado en la
racionalidad humana hasta convertirse en supuesta physis de continua e inviolable
permanencia. Pero, las empresas de fundamentación de la lógica y de la matemática,
al igual que el desarrollo de la ciencia en general, socavan y destruyen el ideal del
substancialismo así como la hipostatización de los sucesos, acontecimientos y
directrices de carácter necesario. Esta crítica es enteramente filosófica (radical) y va
más allá de la kantiana por cuanto se adentra en el juicio de la razón analítica, que
equivale a cuestionar la razón clásica como único criterio de toda razón.

El principio de no-contradicción junto con el tercero excluido son puestos en


tela de juicio puesto que ellos son el fundamento de la racionalidad imperante; son los
principios lógicos que caracterizan la razón clásica o tradicional. Estos principios
sientan valores totales, unilaterales y unívocamente dirigidos que, por su naturaleza,
excluyen cualquier racionalidad fundamentada en principios lógicos distintos que
posibiliten un orden de cosas nuevas.

Desde el surgimiento de la física cuántica, ésta ha contribuido grandemente a


desmentir los valores de necesariedad biunívoca con el principio de indeterminación,
por una parte; y con el de complementariedad, por la otra. Al mismo tiempo, ha
revaluado las nociones de unidad, causalidad y determinismo. Por su parte, la física
relativista acabó con los absolutos independientes de espacio y tiempo y desterró la
simultaneidad cósmica.

La axiomatización que había comportado tan excelentes resultados en la


geometría se quiso aplicar, como era natural y necesario hacer, puesto que llenaban
todos los requisitos históricos y estructurales para ello, al conjunto de la lógica y la
matemática. Los grandes genios lógico-matemáticos desde mediados del siglo XIX
hasta comienzos del siglo XX se volcaron en la tarea de formalización y
fundamentación de estas dos disciplinas.

Este programa generó varias corrientes filosóficas entre las que se destaca el
logicismo, el formalismo y el intuicionismo. Los logicistas quisieron reducir la
matemática a un sistema de conceptos lógicos al considerar que la lógica es la más
general de todas las ciencias. Los primeros intentos de demostración de esta tesis se
deben a G. Frege y a J. Peano pero, son A. N. Whitehead y B. Russell quienes
realmente introducen y desarrollan la tesis de reducir la matemática a una rama de la
lógica en su ya famoso texto, Principia Mathematica.

Este intento de los logicistas es un gran aporte al desarrollo de la lógica-


matemática y a los fundamentos de la matemática en general; aunque tuvo grandes
alcances que nadie desconoce no por ello dejó de tener serios tropiezos. Una de esas
dificultades se presenta con el surgimiento de las paradojas en la teoría de conjuntos
y en el análisis, solo para mencionar el caso más conocido. Hoy se reconoce que el
intento original de sus autores ha fracasado, pero que no por ello deja de ser un sistema
de válida interpretación siempre que se tenga presente su naturaleza relativa.

Leibniz quiso reducir el razonamiento a la implacabilidad del cálculo.


En el siglo XIX, Boole realiza la algebratización de la lógica. En el alba del
siglo XX se efectúan sistemáticamente la logicización de la matemática y la
matematización de la lógica, de donde se desprende la doble idea de que el
fundamento de las matemáticas es lógico (Russell y Whitehead) y de que el
razonamiento lógico debe identificarse a la demostración matemática. De este
modo, Frege realiza la formalización de la lógica de predicados de primer
orden. (Morin, 1992: 182)

Por su parte, el formalismo (escuela axiomática por excelencia) fue desarrollado


por David Hilbert. Éste reduce la matemática a combinaciones de símbolos y formas,
condenando las axiomáticas genéticas o materiales (caso de los griegos y los
logicistas) ya que estas constituyen sus axiomas con base a la fundamentación del
mundo exterior, es decir, éstas responden a la realidad por cuanto poseen contenido y
sentido. Los formalistas por su parte pretenden evitar absolutamente la intuición y por
esta razón consideran su sistema simbólico como axiomático formal (carente de
sentido y contenido). Como bien observa Cacciari:

En consecuencia, Hilbert plantea el problema de una completa formalización


de la lógica matemática a través de una demostración combinatorio-finitista de
no-contradictoriedad. (…) No se produce ‘desencanto’ real de la relación
forma-intuición, signo-significado, demostración-verdad, si no se produce
crítica de los límites del formalismo mismo, es decir, si el formalismo no se
reconoce como proceso -y si sus demostraciones no abandonan la ilusión de lo
completo absoluto. Desde este punto de vista el programa hilbertiano está
todavía embebido de deber-ser. (1982: 79).

Así, el intento de Hilbert de una demostración directa de la consistencia de la


teoría formal de números, sin recurrir a la interpretación matemática y a sus métodos
se ve envuelto en serias contradicciones. Su intento por una demostración de la
absoluta veracidad de la matemática se vino a tierra y quedó al descubierto que la
consistencia de cualesquiera sistema formal es posible sólo dentro de parámetros
flexibles. Esta es la gran obra de K. Gödel. Este eminente matemático llegará a la
significativa conclusión de la imposibilidad de que pueda presentarse
simultáneamente, dentro de un sistema axiomático determinado, los caracteres de
consistencia y completitud, hecho que le lleva a formular su famoso teorema de
incompletitud que lleva su nombre. Para decirlo con palabras de Morin:

Desde que, en el campo cerrado de la metamatemática, se disputaran el


intuicionismo de Brouwer (…) y el formalismo de Hilbert, ya se había
observado en múltiples ocasiones que es imposible llevar hasta su término final
la obra de axiomatización, es decir la reducción de lo intuitivo mediante la
reabsorción final en la lógica; siempre subsiste <algo anterior, un intuitivo
previo>. (…) Arend Hayting, matemático <intuicionista>, sostuvo en 1930 la
imposibilidad de una completa formalización, por la razón profunda y esencial
de que <la posibilidad de pensar no puede reducirse a un número definido de
reglas construidas con anterioridad>. (Morin, 1992: 190, 191)

El teorema de Gödel, es “algo así como el principio de indeterminación de


Heisenberg en mecánica cuántica, pero aquí, al parecer en el plano mucho más
abstracto y profundo de la matemática o lógica pura” (Dou, 1970: 110). Resumiendo,
podríamos decir con Blanche, que con la trayectoria de la lógica pasa:

Lo que algunos decenios antes, había pasado con la geometría. Así como
ésta había dejado de ser única, por la aparición de las geometrías no-
euclidianas, después de ser intuitiva, por la puesta en forma axiomática,
asimismo la lógica se pluraliza y se axiomatiza. Era inevitable que la lógica,
convertida en deductiva, se transformara también en el sentido de una
axiomática abstracta. (Dou, 1970: 55).
Es gracias a esta propiedad de abstracción de la lógica que podemos formular
proposiciones formales en dichas disciplinas, esto es, carente de contenido, por cuya
razón la nueva lógica –al igual que la matemática- será considerada una ciencia
analítica o tautológica de donde deriva su necesariedad y universalidad. Esta
interpretación de la lógica es la que permite el surgimiento de las lógicas divergentes,
plurivalentes o no-clásicas, puesto que la lógica clásica no es más que un sistema
formal que reduce su evidencia a una permanente confrontación empírica. Hay dos
consecuencias que debemos destacar: las nuevas lógicas no se reducen a la estructura
de sujeto y predicado (s es p) sino que consideran básicamente relaciones; por otra
parte, los valores de verdad de verdadero y falso son trascendidos en más de tres
valores, haciendo posible estas dos características una interpretación más adecuada de
la realidad del mundo como de la sociedad.

Queda claro, que la axiomática cuenta con limitantes y que los grandes avances
de las ciencias lógicas y matemáticas más recientes han tenido que admitir que la
intuición no se puede desterrar de una vez y por siempre, lo que más que un defecto,
se traduce en un alcance que ratifica que no hay ninguna dualidad en el marco de la
ciencia en tanto que ciencias formales o racionales de una parte, y ciencias fácticas o
empíricas de otra; algo así como el mundo sensible y el mundo inteligible de su
clasificación, sino que sencillamente las ciencias participan de una doble naturaleza,
o mejor, de una “doble lectura” como consecuencia de sus diferentes grados de
abstracción. No son más que dos estados distintos del pensamiento científico, como
bien lo considera Blanché (1965: 79 - 81).

Todo lo anterior nos permite atestiguar que una vez más, la historia y el
conocimiento científico demuestran que es irrefutablemente superior la pluralidad del
pensamiento y de las formas a la univocidad lineal de los sistemas cerrados. La
efectiva construcción de lógicas no-clásicas (lógicas polivalentes) utilizadas en el
ámbito matemático permiten prever modificaciones profundas en el modo de razonar
cotidiano y por consiguiente en el comportamiento humano. Esto dará como
consecuencia una revolución de la conciencia, tan indispensable en la comprensión
de la vida actual reducida al maniqueísmo de blanco y negro. Así como las geometrías
no-euclidianas refutaron el absoluto de la creación de la geometría euclidiana o el a
priori sintético, la construcción de lógicas polivalentes refutó a su vez el a priori
analítico, es decir, el carácter apodíctico y absolutista de una determinada constitución
de la razón. No cabe la menor duda que la vida ha de trascender las vacuas formas
tautológicas por la re-creación de una realidad aleatoria y, por consiguiente, de una
re-presentación de la misma en el marco de una indeterminación y, de una lógica de
racionalidad distinta: la racionalidad compleja.

Epistemología y conocimiento del conocimiento

La filosofía desde su origen propició el conocimiento científico y su avance es


paralelo al de las ciencias de la naturaleza de las que siempre ha bebido para aportar
nuevas ideas o para cuestionar los diversos planteamientos que se puedan dar en una
etapa histórica dada. Ciertamente el conocimiento científico y el avance tecnológico
de los dos últimos siglos –XIX y XX- nos ha sorprendido a todos a tal punto que el
mundo dejó de ser lo que era. Hoy hablamos de nuevas áreas de conocimiento, tales
como la geometría fractal, la teoría de las catástrofes, la teoría del caos, la teoría de
los conjuntos borrosos, las neurociencias, la inteligencia artificial, la ingeniería
biológica, entre otras ciencias. Todo esto ha llevado a replantear los campos teóricos
tradicionales y a tomar en consideración una re-fundamentación de las ciencias. Por
esto, hablar del conocimiento del conocimiento es hablar de múltiples conocimientos
científicos.

La epistemología como rama de la filosofía se ocupó del estudio fundante de la


ciencia en general y más recientemente la psicología se ha dedicado en detalle al
estudio de los procesos cognitivos y neurocerebrales lo que ha implicado que la
epistemología se complemente o se convierta a su vez en objeto de estudio de las
ciencias cognitivas. Al respecto Morin puntualiza que:

El problema de las posibilidades y límites del conocimiento ha dejado de


limitarse desde hace un siglo al terreno únicamente filosófico, como lo indican
los desarrollos de las neurociencias, las psicologías cognitivas y, en sus
contextos propios, las historias y sociologías del conocimiento (2006b: 28)

Este planteamiento de Morin se ha convertido en una verdad a todas luces y


por eso mismo se habla de una psicología de la ciencia, incluso otros autores se
refieren a la metaciencia o al estudio científico de la ciencia. Hoy sabemos que se han
llevado a cabo grandes avances y descubrimientos en lo que respecta al conocimiento
del cerebro, en lo que tiene que ver con la estructura y función de los procesos
biológicos y cerebrales que producen y que permiten la emergencia del conocimiento
como tal, sin olvidar de ninguna manera la influencia directa en el proceso del conocer
de la sociología del conocimiento y de todos los factores ambientales y culturales que
hacen posible que se produzca el conocimiento. Es preciso dejar claro que sobre este
punto no se ha dicho la última palabra. También es justo reconocerle a Morin que se
requiere de una nueva epistemología; lo que se complementa muy bien con lo que
expresa Romo Santos (2008):

Junto al análisis filosófico conviven (…), otras disciplinas que abordan


estudios sistemáticos desde el enfoque de las ciencias sociales (Antropología,
Historia, Psicología y Sociología de la Ciencia), o desde las ciencias cognitivas
y la Inteligencia Artificial. Han nacido, en el estudio de la ciencia, la nueva,
compleja y no bien integrada –por el momento- disciplina de la metaciencia
(2008: 76)

La ciencia ha cambiado, la teoría de la ciencia ha cambiado, fenómeno en el cual


jugó papel preponderante Thomas Kuhn con sus planteamientos epistemológicos, sin
desconocer desde luego los aportes ya positivos o ya negativos de autores que le
fueron contemporáneos, caso de Feyerabend, Lakatos, Hanson, Toulmin, Laudan. En
esta perspectiva cada vez es más amplio el consenso por parte de científicos,
investigadores y gente del común que no duda en aceptar y conceder que el interior
de la ciencia cambió. Una mirada de este orden implica una revisión de fondo, revisión
a la que apunta Morin en cuanto a proponer una nueva fundamentación de las ciencias,
lo que sucede y pasa es que la revolución científica del siglo XX es tan amplia que es
una empresa difícil de abordar y mucho más difícil de sistematizar. Muchos autores
están esperando una nueva concepción epistemológica pero se trata de una empresa
bastante complicada para no caer en lo mismo. Morin se atreve a decir que,

Partimos de una crisis propia del conocimiento contemporáneo y que


sin duda es inseparable de la crisis de nuestro siglo. En el corazón de esta crisis,
ahondándola incluso, partimos del logro final de la modernidad, que concierne
al problema primero del pensamiento: el descubrimiento de que no existe
ningún fundamento cierto para el conocimiento y de que éste contiene sombras,
zonas ciegas, agujeros negros (Morin, 2006b: 24, 25).

Es obvio que dentro de todos los planteamientos que se puedan expresar no


congraciamos con muchos de ellos, nos inclinamos más por unos planteamientos que
por otros, en este caso lo que nos sugiere Morin es que lo mejor que podemos hacer
es abandonar esa idea que tenemos tan incrustada en la mente de considerar que la
ciencia y el conocimiento deben tener una estructura arquitectónica que es la que le
da validez científica a tal cuerpo de teorías (Morin, 2006b: 25). Postular una estructura
epistemológica es concebir la permanencia de unos criterios previamente dados y
aceptados como condición sine qua non para su acreditación como ciencia, a cambio
de lo cual Morin nos propone una construcción en movimiento, lo que ya de por sí es
bastante exigente en cuanto a cómo hacerlo. Esto de por sí requiere de una revolución
del pensamiento. En este sentido Morin apunta a una nueva epistemología y que él
llama epistemología compleja.

El estudio de la epistemología en tanto que no es privativo de la filosofía implica


de entrada un ejercicio interdisciplinario bastante complicado y, ya de entrada denota
la existencia de presupuestos determinados que han de contar a su vez con un acuerdo
previo.

La epistemología dejó de fundamentarse de manera expresa en la consistencia


lógica, influencia y exigencia dada por el positivismo lógico, lo que le permite a
Morin, entre otras razones, considerar que la epistemología ha perdido el lugar
privilegiado del que tradicionalmente gozó, (Morin, 2006b: 33). Sin embargo, la
epistemología seguramente continuará ocupando puesto en primera línea aunque ya
no sea la soberana de la ciencia, puede que deje de juzgar qué es y qué no es ciencia,
pero podemos observar que la ciencia se hace cada vez más rigurosa y complicada.
Es posible que se llegue a combinar rigurosidad con flexibilidad, pero lo más seguro
es que se seguirá contando con criterios de evaluación muy bien definidos para poder
establecer estándares de calidad científica. Continuará siendo cierto que todo
conocimiento no es ciencia, que en el futuro los parámetros de la ciencia pueden
cambiar, pero solamente unos criterios previamente determinados nos permitirán
distinguir unos saberes de otros. Morin observa que,

Si no hay un fundamento cierto para el conocimiento, evidentemente tampoco


lo hay para el conocimiento del conocimiento. (…). Debemos partir, en efecto,
del logro negativo que nos han aportado conjuntamente la lógica de Tarski y el
teorema de Gödel. En conformidad con la lógica de Tarski, un sistema
semántico no puede explicarse totalmente a sí mismo. En conformidad con el
teorema de Gödel, un sistema formalizado complejo no puede encontrar en sí
mismo la prueba de su validez (2006b: 25)
Esto implica afirmar que el conocimiento como tal de entrada se encuentra
limitado en su propio conocimiento, el conocimiento no puede explicarse a sí mismo
de acuerdo a los planteamientos de Tarski, de tal manera que es necesario un
metapunto de vista, esto implica como consecuencia adentrarse en un segundo nivel
de conocimiento lo que justifica la elaboración de un conocimiento del conocimiento,
o de un conocimiento que convertido en objeto de conocimiento sea estudiado por un
conocimiento más amplio que contenga al anterior y de esta forma reflexionar sobre
el primer nivel de conocimiento. Lo mismo sucede con el teorema de Gödel, es decir,
ningún sistema puede validarse a sí mismo, se precisa de un metasistema que abarque
el sistema para que lo pueda conocer.

Conclusión

Para Morin el conocimiento del conocimiento se transforma en una


metaepistemología y en una panepistemología al mismo tiempo. En una
metaepistemología ya que supera los marcos de la epistemología clásica sin dejar de
incluirlos y, además, se interesa por el conocimiento científico y por los
conocimientos que son distintos a este conocimiento; no se cierra a los conocimientos
no occidentales y, todavía va más allá, “no puede rechazar como no conocimientos
los conocimientos no racionales” (Morin, 2006b: 33). Nuestro autor considera que el
problema de la verdad no se resuelve de manera dogmática, por el contrario, éste es
un problema que debe permanecer abierto ya que hay circunstancias y eventos que
influyen en tal decisión, la verdad no permanece sino que se transforma a semejanza
de lo que acontece con los hechos de la realidad misma, en este sentido mal haríamos
en descalificar aquellos cocimientos que no se incluyen dentro de la categoría de
científicos, que son aquellos que se asumen como ciertos o verdaderos de entrada. En
este sentido podríamos decir que Morin no establece límites, más aún, que no
establece zonas o espacios de distinción del conocimiento, sino que todos los tipos de
conocimiento se articulan indistintamente, lo que sería una característica de la
epistemología compleja. Así podríamos afirmar, como lo hace Leyva Rodríguez
(2008), que de lo que se trata es, de una parte, de una postura anarquista y, de otra
parte, de un pensamiento científico inseparable del pensamiento religioso; por eso
“Morin no sólo no niega la importancia de las proposiciones extracientíficas en el área
del conocimiento científico, sino que encuentra convicciones religiosas y vívidos
mitos aún en las teorías y doctrinas más seculares” (Leyva Rodríguez, 2008: 2, 14).

Para Morin la epistemología compleja no está ni por encima ni por debajo del
conocimiento, y como la epistemología no se restringe al conocimiento científico en
tanto que conocimiento exclusivamente racional sino que reconoce a su vez los
conocimientos no racionales, la epistemología compleja se convierte en una pan-
epistemología lo que en sentido estricto implica hablar de un conocimiento del
conocimiento; pero al mismo tiempo la epistemología compleja es una meta-
epistemología por cuanto trasciende los criterios de demarcación establecidos por el
pensamiento neopositivista. Para Morin se trata de superar la fragmentación del
conocimiento producto de pequeñas parcelas de estudio o de objetos de estudio
restringidos que implican una división disciplinar que arroja a su vez diferentes
percepciones de la realidad, así mismo, del uso de métodos homogéneos y rígidos que
distorsionan la visión del mundo, que excluye saberes, que producen “ceguera” sobre
objetos de la realidad al tiempo que “iluminan” a otros objetos (Leyva Rodríguez,
2008: 2; Morin, 2006b: 33).

Por su parte, la psicología desde su nacimiento como ciencia no ha cesado de


incursionar en la búsqueda de un fundamento epistemológico más amplio en su
concepción científica, apuntándole a un alto nivel de rigurosidad que integre sus
diferentes componentes y consolide su objeto de estudio.
Referencias

Dou, A. (1970). Fundamentos de la matemática. Barcelona: Editorial Labor.

Blanché, R. (1965). La axiomática. México D. F.: Editorial UNAM.

Cacciari, M. (1982). KRISIS. Ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de


Nietzsche a Wittgenstein. México D. F.: Siglo XXI editores.

Kant, I. (1979). Crítica de la Razón Pura. Vol. I, II. Buenos Aires: Editorial Losada.

Morin, E. (1996). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa.

Morin, E. (1981). El Método I. La naturaleza de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Morin, E. (1983a). El Método II. La vida de la vida. Madrid: Cátedra.

Morin, E. (1992). El Método IV. Las ideas. Madrid: Cátedra.

Morin, E. (2006b). El Método III. El conocimiento del conocimiento. Madrid:


Cátedra.

Morin, E. (2005). La epistemología de la complejidad. En: Solana Ruíz, J. L. (Comp.)


(2005) Con Edgar Morin, por un pensamiento complejo. Implicaciones
interdisciplinares. Madrid: Universidad Internacional de Andalucía, Akal
Ediciones.

Leyva Rodríguez, J. K. (2008) El evangelio según San Morin. Una crítica a la


concepción religiosa del pensamiento complejo. En:
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/leyva59.pdf

Romo Santos, M. (2008) Epistemología y psicología. Madrid: Ediciones Pirámide.

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