Bibliografía de Jeremy Bentham......
Bibliografía de Jeremy Bentham......
Bibliografía de Jeremy Bentham......
El lapso de vida de Jeremy Bentham (1748 – 1832) no solo fue un entusiasta partidario de la
escuela clásica, sino que también hizo algunas contribuciones originales a la filosofía y a la
economía.
UTILITARISMO:
(Introducción a los principios de moral y legislación – 1780)
El pensamiento de Bentham se ha llamado utilitarismo, Bentham parte de un supuesto
psicológico que no discute por parecerle evidente. Según él, el hombre se mueve por el
principio de la mayor felicidad: este es el criterio de todas sus acciones, tanto privadas como
públicas, tanto de la moralidad individual como de la legislación política o social. Una acción
será correcta si, con independencia de su naturaleza intrínseca, resulta útil o beneficiosa para
ese fin de la máxima felicidad posible. Una felicidad que concibe, además, de modo
hedonista; se busca en el fondo y siempre aumentar el placer y disminuir el dolor. el principio
de la mayor felicidad. Su filosofía fundamenta el hedonismo, esta noción es que las personas
buscan las cosas que proporcionan placer y evitan las cosas que producen dolor, todos los
individuos tratan de maximizar su placer total. La sociedad tienes sus propios métodos para
obligar a los individuos a promover la felicidad general. La ley establece sanciones para
castigar a los individuos que en su propia búsqueda del placer causan un daño excesivo,
sanciones como el ostracismo y sanciones teológicas. Bentham reconocía que las
evaluaciones del placer y el dolor son subjetivos, varían de una persona de otra, quería
aumentar la felicidad total de la comunidad, Bentham concluía que el dinero es el instrumento
que mide la cantidad de placer o de dolor.
UTILIDAD MARGINAL DECRECIENTE
La idea de Bentham de la utilidad marginal decreciente respaldaba la redistribución del
ingreso. Bentham argumentaba que la riqueza es una medida de la felicidad, pero que la
riqueza tiene una utilidad marginal decreciente a medida que se incrementa.
La utilidad marginal cae de forma directamente proporcional al incremento del consumo.
Esto significa que, si bien la primera vez que se consume un producto la satisfacción del
cliente es grande, a medida que se repita la acción el grado de satisfacción descenderá,
motivado por una disminución de la utilidad o el valor que extraigan de ella
Para una persona de mayor felicidad, la cantidad de felicidad no se incrementa en la misma
proporción que la riqueza. El efecto de la riqueza en la producción de la felicidad disminuye,
a medida que la cantidad por la cual la riqueza de un hombre excede a la de otro se incrementa
A medida que vamos satisfaciendo nuestras necesidades, la utilidad marginal que me reporta
una unidad adicional de consumo es cada vez menor (piensa en un vaso de agua: el primer
vaso reporta mucha satisfacción, siguientes consumos reportan satisfacción menor: su
utilidad marginal decreciente).
SALARIO
Al aumentar el salario su felicidad del individuo incrementara buscaran demandarían más,
Como resultado, cuanto mayor es la utilidad del mismo, el deseo de consumirlo será mayor.
Aumentando su consumo de bienes, dándose la utilidad marginal decreciente.
Si el gobierno toma el ingreso de alguien que es de 10.000 al año y se le entrega a quien solo
gana 1.000 la persona pobre obtendrá más felicidad de lo que pierde la rica. Bentham no
sugería que se pusiera en práctica esa teoría. Pensaba si se regulaba el ingreso, se destruiría
la felicidad, alarmaría a los ricos y los privaría de un sentimiento de seguridad al despojarlos
del gozo de los frutos de su trabajo, lo que destruiría el incentivo para trabajar.
Resumen
El salario influye mucho en la capacidad adquisitiva de bienes ya sea mayor o menor, el
ingreso hace que la persona demande más bienes y así incrementar su felicidad y al consumir
más bienes la utilidad marginal es decreciente ya que decrece al darse el incremento de
bienes.
Utilitarismo
Autor: Sergio Sánchez-Migallón Granados
Índice
1. El utilitarismo clásico: Jeremy Bentham y John Stuart Mill
4. Bibliografía
Por lo demás, hay que destacar también el importante influjo del utilitarismo
en el pragmatismo americano (aunque no es directamente una corriente
ética), que imprimió una huella tan profunda en la cultura estadounidense y
que vino representado especialmente por Charles S. Peirce (1839-1914),
William James (1842-1910) y John Dewey (1859-1952). En las doctrinas de
estos autores, aunque poseen sus respectivas características peculiares,
destaca un rasgo común: el pensamiento es en el fondo una intervención
activa sobre la realidad y su validez se justifica por su utilidad práctica. Peirce
se dedicó más a la lógica con el fin de fundamentar el conocimiento; James
profundizó en la psicología; y Dewey aplicó el pragmatismo a la educación.
Pero quizá sea más provechoso exponer las objeciones al utilitarismo por
el orden en que se han presentado los argumentos en los que se apoya esa
doctrina.
Es verdad que justamente ese criterio es el que se aduce con el interés por
la felicidad general, con la benevolencia altruista universal. Como se ha
recordado de la mano del deontologismo, el problema no es sostener ese
principio (¿quién podrá negar su conveniencia?), sino sostenerlo como el
único. En particular, el sentido moral común advierte los peligros de un
principio de tal generalidad sin el complemento de otro principio que
salvaguarde la individualidad de la persona, no para perpetuar injustos
privilegios sino para respetarla, pues las personas humanas son en última
instancia individuales. En efecto, es fácil suponer que un utilitarista sacrificará
el bienestar de un inocente (quizá incluso su vida) si ello contribuye a
aumentar la felicidad del conjunto. De manera que la crítica al utilitarismo en
este punto no se basa tanto en lo que éste dice, sino en lo que calla. Dicho
de otra manera, la felicidad de todos ha de comprenderse como la felicidad
de todos y de cada uno, pues tratándose de personas, una no vale menos
que varias, ni varias más que una.
Esta peculiaridad de la persona humana, su dignidad absoluta, o sea,
irreductible a un conjunto, se apoya en una convicción común y es
proclamada tanto por la ética clásica como por autores modernos (por
ejemplo, se expresa en la famosa frase de Kant en su Fundamentación de la
metafísica de las costumbres: «Todas las cosas tienen ‘precio’, pero el
hombre tiene ‘dignidad’»). En efecto, todas las cosas son calculables y
canjeables, pero no las personas. Y no se trata sólo de una cuestión
cuantitativa (lo cual no tendría sentido, como piensa el utilitarismo), sino de
una raíz cualitativa. Únicamente la peculiar e irrepetible índole del ser humano
puede dar cuenta de esa dignidad de que goza; índole no sólo innata, sino
también cualificada por sus actos. Esto explica que, aunque el resultado sea
cuantitativamente el mismo (si es posible hablar así, tal como lo haría un
utilitarista), no es lo mismo que un castigo lo sufra un inocente o el
correspondiente culpable, que sea cualquiera quien perdone una ofensa o
precisamente el ofendido, que el agradecimiento se dirija a cualquier persona
o al respectivo benefactor, etc. Pero para poder percibir estas peculiaridades
cualitativas no precisamente sensibles se requiere ejercer un conocimiento
no sensible. Y como es así que el utilitarismo se aferra solidariamente —en
casi la totalidad de sus versiones— al empirismo, esa teoría no puede
hacerse cargo de tales datos morales y ontológicos. Lo cual se echa de ver
cuando los utilitaristas cifran las acciones malas en aquellas que producen
algún daño físico o psíquico a otros, o cuando miden la dignidad de la vida
humana por la llamada “calidad de vida” según baremos de bienestar material
y saludable. (Naturalmente, los partidarios del utilitarismo mostrarán acaso
gran pesar cuando el logro del mayor bien posible material acarree inevitables
sufrimientos de otra supuesta índole no deseados directamente, pero la teoría
exige desatender ese buen sentimiento y no profundizar en su naturaleza y
fundamento).
Pero dicha defensa no tarda en caer por sí misma. Primero, porque aunque
es verdad que la utilidad con vistas a la felicidad colectiva es un contenido
plausible para la intuición moral común, el utilitarismo anula todas las demás
convicciones. De manera que ya no puede hablarse de corregir algunos
posibles errores el sentido común, sino de sustituir o suplantar casi
completamente las convicciones irrenunciables de la conciencia moral
espontánea (especialmente las que se basan en el respeto a la dignidad de
cada persona humana, prohibiendo tratarla como mero medio para el fin que
sea). El utilitarismo resulta, pues, una teoría que se impone a las conciencias
(a veces racional y otras veces irracionalmente) y que les niega por principio
toda crítica moral: ¿hay alguna postura más arbitraria y, por consiguiente,
inmoral? En segundo lugar, además, la última defensa del utilitarismo se
desmorona por inconsecuente. En efecto, si su principio es intuitivo, es decir,
si se justifica por la evidencia intuitiva que comparece únicamente en la
conciencia, ¿por qué se rechazan de antemano otros principios (como los
que exigen respeto incondicionado a cada persona) que exhiben igualmente,
por lo menos, dicha evidencia intuitiva? De modo que, al final, el utilitarismo
acaba enarbolando el dogmatismo injustificado que achacaba a todo
deontologismo.
4. Bibliografía
BENTHAM, J., An Introduction to the Principles of Morals and
Legislation [selección], en MILL, J. S. - BENTHAM,
J., Utilitarianism and other Essays, Penguin, Londres 1987.