Soulages Malestar en La Fotografía PDF
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Malestar en la fotografía
François SOULAGES
Director del equipo de investigación “Artes de las imágenes & arte contemporáneo”,
Université Paris 8 & Institut National d’Histoire de l’Art
[email protected]
Recibido 05/11/2008
Aceptado 09/01/2009
A Ivanka Stoïanova
Resumen
Abstract:
A primera vista, parece necesario analizar con cuidado el par de conceptos que
forman “estética y política”, tal vez incluso aclararlo o elucidarlo. En efecto, la esté-
tica procede en primer lugar de la teoría, mientras que la política, o lo político, vie-
nen de la práctica; entonces, más bien tendríamos que trabajar, en un primer
momento, sobre los conjuntos “estética y ciencia política”, o “estética y filosofía
política” por un lado, que son conceptos teóricos, y por otro “arte y política”, que
se refieren más bien a asuntos prácticos. Es cierto que hay relaciones dialécticas
entre la teoría y la práctica; esto resulta obvio, incluso si parece ingenuo o sospe-
choso asimilarlas, puesto que la teoría de las artes no equivale a su práctica –lo
mismo ocurre con la política– y recíprocamente, incluso si, como se decía hace
medio siglo, desde un cierto marxismo altusheriano, puede hablarse de práctica teó-
rica y de teoría práctica.
Entonces, ¿por qué reunir estos dos conceptos de estética y política? O, más
exactamente, cuando los asociamos en un mismo enunciado, ¿qué relaciones debe-
mos establecer entre ellos?, ¿Cómo pensar sus relaciones? ¿No estamos asumiendo
con ello que la estética debe cuestionar, directamente o no, lo político en el arte, o
en una o varias obras de arte? Esta tarea parece en efecto necesaria, pues no se
puede pensar el arte poniendo entre paréntesis su dimensión, sus efectos, sus desa-
fíos, sus causas e incluso sus supuestos políticos.
Pero entonces, una vez definida la problemática general ¿por qué querer tratar
el problema del malestar en la imagen? Es esta la cuestión a la que vamos a enfren-
tarnos estudiando un tipo particular de imágenes que están, por otra parte, en plena
metamorfosis con lo numérico, a saber, la fotografía: ¿por qué se genera un males-
tar tanto en su realización como en su exposición? ¿Cuáles son las implicaciones de
ese malestar para la pareja de conceptos “estética y política”?
1. Malestar en la realización
Pero, ¿por qué razones centrarnos en las fotos de guerra cuando reflexionamos
sobre la estética? Hay cuatro razones principales: en primer lugar, las fotos de
reportaje que vemos en la prensa siempre aparecen por razones formales y, en últi-
ma instancia, estéticas, pues aunque se tomen muchas fotos de un objeto, o de un
acontecimiento, la selección de las que van a mostrarse se hace siempre en función
de criterios estéticos; es cierto que esos criterios pueden ser escasamente estéticos
o incluso peligrosos desde el punto de vista ético, pues a menudo están relaciona-
dos con una estética de la violencia o del impacto emocional – el “shock de las
fotos” que tanto gusta en Paris Match –; de todas formas los hechos están ahí: mues-
tran una cierta estética, incluso si pueden provocar malestar. Luego esas fotos van
a alimentar un gran todo, el de las imágenes o del mundo de las imágenes, compues-
to de imágenes que proceden del “sin-arte”2, como en un principio las fotos de gue-
rra, y de imágenes procedentes del arte, pues las fronteras entre esos dos mundos no
están en absoluto delimitadas claramente, hasta el punto de que se produce una fuer-
te y fecunda interacción entre los dos mundos, lo que también puede provocar
malestar. Por otra parte, desde hace más de un siglo, la historia del arte muestra que
las fotos, como en el caso de las fotos de guerra, con el tiempo y los cambios ope-
rados en sus modalidades de presentación y recepción, pueden pasar de la esfera del
sin-arte a la del arte, lo que también puede provocar malestar. Por último, la natu-
raleza del arte contemporáneo es cuestionar y jugar con esas fronteras, con esas
diferencias de estatus haciendo pasar, por ejemplo, las fotos de guerra al ámbito del
arte. Por todas estas razones, si queremos pensar las relaciones entre estética y polí-
tica y el malestar de la imagen no sólo nos parece legítimo, sino también necesario,
estudiar estas imágenes particulares. Y aún con más motivo cuando se trata de imá-
genes políticas, pero no por las razones que pudieran hallarse en un primer nivel de
análisis: estas fotos son políticas no tanto porque muestran una guerra, y toda gue-
rra es política, sino por la manera en la que tratan de mostrar esa guerra; son políti-
cas no tanto por su objeto cuanto por su estética; si el objeto exhibido hace que su
imposición y las formas de mostrarlo resulten sospechosas, las modalidades utiliza-
das, conscientemente o no, para hacer las fotos, no se muestran sino que deben
reconstituirse para comprender la imagen.
Aquí, las palabras “estética” y “política” tienen diversos sentidos que pueden
articularse. En el caso de la estética hay que distinguir el sentido 1, la “estética”
espontánea de las fotos –estética que será necesario revelar y tamizar con la crítica
–, del sentido 2, la estética vista como interrogación sobre el arte y sus obras. Para
la política, hay que distinguir el sentido 1, es decir el aspecto automáticamente polí-
tico de una foto en la medida en que está marcada por una política, conocida o no
2 Calificamos como “sin-arte” una realidad o una cosa que se realiza sin proyecto ni voluntad artísti-
cas: cf François Soulages, Esthétique de la photographie, Paris, Nathan, 1998. Estética de la fotogra-
fía, Buenos Aires, Ediciones La marca, Biblioteca de la mirada, 2005.
por el fotógrafo, que es el reflejo o el producto, directo o no, del sentido 2, es decir,
una característica fundamental del enfoque estético que consiste en descifrar las
imágenes y, entre otras, revelar sus influencias políticas.
Así, la estética espontánea de las fotos –sentido 1 – es entonces política en el
sentido 1; la política en el sentido 1 segrega una estética en el sentido 1. Además,
la descodificación de las fotos revela una estética en el sentido 2 que tiene una
dimensión política en el sentido 2; frente a tales fotos y quizás frente a todo objeto,
la estética en el sentido 2 debe ser una política en el sentido 2. Entonces, las fotos
son políticas en el sentido 1; pero pueden ser políticas en el sentido 2 cuando son
críticas o suscitan un enfoque crítico (a partir) de ellas, como en el caso de las fotos
de Gattinoni3; entonces su estética no es espontánea, en el sentido 1 sino reflexiva
y crítica, sentido 2, y por tanto política, sentido 2. Hay también dos momentos dife-
rentes en que estética y política están ligadas: ya sea en una inmediatez pasiva, en
una espontaneidad condicionada –sentido 1– o bien en una meditación activa, en
una crítica reflexiva – sentido 2 –. Pasar del sentido 1 al sentido 2 es pasar de una
situación a su toma de conciencia bajo la modalidad primero del malestar y después
de su liberación razonada. La crítica juega entonces un papel fundamental: “La crí-
tica, explica bien Suzanne Bachelard4, tiene como fin el retorno a las cosas mismas,
de forma que veamos mediante el contacto con las cosas mismas si son efectiva-
mente como las pensábamos”.
2. Fotos de guerra
Para estudiar dentro de este marco las fotos de guerra, podemos examinar las
instructivas constataciones sobre este tema del fotógrafo alemán Horst Faas5, quien
fotografió guerras durante 50 años y cubrió la de Vietnam de 1962 a 1974, primero
como fotógrafo y después como responsable de fotografía en la agencia Associated
Press de Saigon.
En tan solo medio siglo, la libertad de los reporteros gráficos se ha visto drásti-
camente reducida, hasta el punto de que no es ilegítimo ni retórico preguntarse si
aún es posible hablar de libertad. La comparación entre las modalidades de ejerci-
cio de esta actividad en dos tipos de guerras llevadas a cabo por el mismo país, los
Estados Unidos, resulta interesante: durante la guerra del Vietnam, la libertad de los
reporteros gráficos era relativamente importante; durante la guerra del Golfo o la de
es aún mayor si tenemos en cuenta que la mente del ejército, es decir, su ideología
en actividad, hace todo lo posible para condicionar al reportero compartiendo con
él la vida cotidiana y mediante los puntos de prensa y comunicación cuya función,
como toda propaganda, es manipular primero la mente de los periodistas y luego la
de la opinión mundial. El tanque se convierte entonces, en último análisis, en un
inmenso aparato fotográfico donde la función del fotógrafo queda reducida, no a
apretar el disparador – el ejército podría fácilmente hacer sus propias fotografías –
sino a garantizar la objetividad o la neutralidad de las fotos que se fabrican. Sin
decirlo, el ejército está empleando el mismo eslogan que Kodak cuando comercia-
lizó su primer modelo destinado al gran público, en septiembre de 1888: “You press
the button, we do the rest”8; de hecho, el reportero aprieta el botón y el ejército hace
el resto, todo el resto, y esto desde una lógica de guerra –guerra material de destruc-
ción masiva, guerra ideológica de manipulación masiva, guerra de imágenes.
¡Qué diferencia, en efecto, y qué enormes consecuencias para el fotógrafo, la
fotografía y las fotos9, entre utilizar voluntariamente una máquina del ejército para
circular a tener que hacerlo por obligación! Así viajaba Faas en Vietnam: “Iba a ver
a los conductores de helicópteros y trataba de convencerles de que me llevaran. Les
decía que tenía mi propia comida, mi casco y, en general, funcionaba”10. Una mane-
ra de moverse totalmente opuesta a la de los fotógrafos de la guerra de Irak, obliga-
da y obligatoria a la vez: era Faas quien tenía la iniciativa del dispositivo; el heli-
cóptero era una prolongación de la cámara fotográfica, pero a diferencia del tanque
que, en Irak, instrumentaliza al fotógrafo, el helicóptero instrumentalizaba al solda-
do que lo conducía en beneficio del fotógrafo y de las fotos. También la relación
con los oficiales era totalmente distinta: “Nos dejaban asistir a las reuniones”11; el
fotógrafo era testigo de las reuniones internas, mientras que en Irak el fotógrafo era
el objetivo de las reuniones externas de comunicación.
Por tanto, lo frecuente hoy en día es que al fotógrafo no se le permita fotogra-
fiar más que el antes y el después del combate, no la propia batalla: ni una sola foto
de las decenas de millares de muertos en la guerra del Golfo; pocas imágenes de sol-
dados americanos muertos, ni de sus ataúdes, teniendo en cuenta el choque emocio-
nal que estas fotos podrían causar en la opinión mundial y en particular, en la opi-
nión americana.
También se instaura una censura preventiva en las áreas de combate: está prohi-
bido fotografiar tal cosa, o tal otra, o hacerlo de una u otra manera; por ejemplo, está
12 In Walter Benjamín, L’oeuvre d’art à l’ère de sa reproductibilité technique, in Oeuvres III, trad
Gandillac, Rochlitz et Rusch, Paris, Gallimard, folio essays, 2000, pp.111-2.
13 Idem, p.113.
14 Idem.
3. Malestar en la exhibición
18 Idéntica referencia
19 Idem
Miller en el Jeu de paume, en 2008: mientras que la mayor parte de las 150 fotos se
colgaron en serie en las molduras del museo, como es habitual, las fotos de la libe-
ración de los campos de concentración de Dacha y Buchenwald en 1945, se presen-
taron en los números de la revista Vogue donde se publicaron por primera vez,
números que se mostraban en unas vitrinas. A primera vista pueden comprenderse
las razones de esta presentación, que quieren expresar la dificultad de admirar y
contemplar estéticamente las fotos de un montón de huesos. Marta Gili, responsa-
ble del museo, justifica así su decisión: “la maquetación y el texto original son fun-
damentales para leer y comprender estas fotografías. Es importante diferenciar entre
estas imágenes de guerra, destinadas a ser publicadas, y la experimentación formal
a la que Miller se ha dedicado.”20. ¿Significa esto que el arte se caracteriza por la
experimentación formal y por su renuncia al problema de la reflexión sobre la rea-
lidad?. Extraña afirmación que nada tiene que ver ni con el arte contemporáneo ni
con el arte en general.
Sin embargo, en una segunda mirada, es preciso plantear algunas cuestiones:
¿por qué dar un estatus a parte a estas imágenes y no a otras?. ¿hay que generalizar
esto en todas las exposiciones? ¿siguiendo esta lógica, no sería necesario utilizar la
misma presentación para numerosas fotos? Por otra parte, ¿en nombre de qué se
puede prohibir la recepción estética de la fotografía de un horror ético y político?
El malestar sigue creciendo. Para la historia del arte, la distinción y la separación
realizadas en el Jeu de paume resultan problemáticas, lo que no quiere decir nega-
tivas. El mismo malestar se había producido con estas fotos en el Victoria and
Albert Museum de Londres en 2007. Mark Haworth-Booth, el comisario de la
exposición dijo sobre ellas: “No me sentía cómodo con la idea de mostrar esas fotos
tan horribles desde un enfoque estético, junto a las obras maestras surrealistas”21.
Para Clément Chéroux, estas diferencias en la presentación, “permiten evitar que el
referente, en este caso los campos de concentración y su potencia emocional, lle-
guen a ocultarlo todo”22. Esto no es falso; se pretende entonces distinguir la emo-
ción estética de la emoción que procede del sin-arte; pero ¿es tan sencillo?. En todo
caso, que la segunda no aplaste a la primera. Pero se puede sentir el malestar que se
produce al defender esta distinción, que para Michel Frizot es una manera de “liqui-
dar la estetización y la descontextualización”23. Este historiador sugiere que la
mejor solución tal vez hubiera sido mostrar a la vez las series y las revistas; una pro-
puesta que muestra como esta situación problemática , mal gestionada, solo puede
provocar malestar y confusión.
Ya en 1995 se había planteado el mismo problema y provocado un malestar con
grafía podría dar no sólo imágenes del mundo sino cuestionar a la vez el mundo, las
imágenes del mundo y el mundo de las imágenes. Es toda la cuestión del documen-
to y de su posible estética. Estamos aquí en el centro de la tensión entre estética y
política.
Detrás de esta postura se está jugando la propia concepción de la estética de la
fotografía. Recordemos que en ningún caso la fotografía puede apoyarse sobre su
pretendida captación de la realidad, del acontecimiento, de la sociedad, etc...para
afirmar que es arte –esto sería absurdo y ridículo. ¿Deberíamos en consecuencia
tomar la posición inversa, pero simétrica, según la cual la fotografía no accede al
arte más que por la forma?. Debemos ser condenados a elegir entre un realismo
materialista (captación de la realidad material de un “esto ha sido” ya sea político o
privado) y un formalismo desencarnado (la única carne que existe es la de lo foto-
gráfico, poniendo entre paréntesis la carne de lo real, al menos en el sentido feno-
menológico del término)?. Para comprender el arte fotográfico no deberíamos optar
más bien por una “estética del a la vez”, estética que permitiría explorar y explotar
las tensiones y la tirantez existente entre el material fotográfico y el objeto que se
fotografía, entre el resultado fotográfico y el acontecimiento que ha tenido lugar,
entre el sujeto que fotografía y los sujetos fotografiados, entre lo imaginario y lo
real, entre el presente y el pasado, entre la cosa y la existencia, entre la forma y la
realidad, entre el arte y la sociedad, etc... Entonces se podría salir del malestar entre
la estética y la política o en todo caso, disponer de un instrumento para trabajarlo.
Solo una estética del a la vez puede dar cuenta de la complejidad específica que
es la fotografía y de las diferentes investigaciones que imperan hoy en día en el arte
fotográfico. Este “a la vez” no debe ser el signo de un universalismo blando, sino
el instrumento de un pensamiento dialéctico que encuentra la razón de la totalidad
diferenciada de la investigación fotográfica en la esencia misma de la fotografía: en
efecto, toda fotografía es a la vez fotografía autónoma y fotografía de algo que está
por imaginar y por pensar –el arte fotográfico es la presentación y sobre todo la inte-
rrogación de uno de los dos componentes del “a la vez”, o de su problemática arti-
culación. Los trabajos fotográficos nos lo muestran y lo demuestran.
27 Cf François Soulages, L’homme effacé, con las fotos de Terézia Golasova, texto en francés y en eslo-
vaco, Bratislava, Ediciones Albert Marencin – Vydavatel’stvo PT, 2007.