SABER 5 - Lenguaje
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EL ASNO
Un día, un buen hombre de esos que son el hazmerreír de los demás, marchaba al
mercado llevando tras de sí un asno atado mediante una sencilla cuerda alrededor
del cuello del animal. Un ladrón, muy práctico en el arte de robar, lo vio y decidió
quitarle el borrico. Se lo dijo a uno de sus amigos, que le preguntó:
- ¡Sígueme y verás!
Se acercó entonces por detrás al hombre, y muy suavemente quitó la cuerda del
cuello del asno y se la puso él mismo, sin que el dueño se diera cuenta del cambio,
yendo como una bestia de carga, mientras su compañero se marchaba con el asno
robado.
- Soy tu asno, ¡oh dueño mío! Mi historia es asombrosa. Has de saber que yo fui en
mi juventud un pícaro entregado a toda clase de vicios.
Pero yo, estando como estaba, llegué hasta pegarle. Ella, indignada, me maldijo, y
el efecto de su maldición, fue que yo cambié al momento de forma y me convertí en
un borrico.
Entonces, tú, ¡oh dueño mío!, me compraste en el mercado de los asnos, y me has
conservado durante todo este tiempo y te has servido de mí como animal de carga,
y me has azotado cuando me negaba a marchar dirigiéndome una serie de palabras
que no me atrevería a repetirte. Mientras yo, no podía ni siquiera quejarme, pues no
me era posible hablar. En fin, hoy mi pobre madre me ha debido recordar de buena
voluntad y la piedad ha debido entrar en su corazón implorando para mí
misericordia. No dudo que ha sido el efecto de esa misericordia el que hace que tú
me veas como mi primitiva forma humana.
Al oír estas palabras, el pobre hombre exclamó:
- ¡Oh, perdóname por los agravios recibidos de mí, y olvida los malos tratos que te
haya hecho sufrir al ignorar estas cosas!
Después de decir esto, se apresuró a quitar del cuello del ladrón la cuerda y se fue
muy arrepentido a su casa en donde no pudo dormir en toda la noche de tanto
remordimiento y pesar que tenía. Pasados unos días, el pobre hombre fue al
mercado de los asnos a comprar otro borrico y ¡cuál sería su sorpresa al encontrar
al muchacho bajo el aspecto de animal de carga!
Y dijo para sí, indudablemente ese bribón ha debido cometer un nuevo delito. Y
acercándose al asno que se había puesto a rebuznar al conocerle se inclinó sobre
su oreja y le gritó con todas sus fuerzas: “¡Oh sinvergüenza incorregible, otra vez
debiste golpear a tu madre para verte convertido en un asno! Mas no, ¡no seré yo
el que te compre otra vez!”
Y furioso, le dio con un palo que llevaba y marchó a comprar otro asno,
asegurándose antes de que su padre y su madre lo fueran también.
B. el ladrón y su amigo.
C. el ladrón y el asno.
A. La madre.
B. El asno.
C. Su amigo.
D. resaltar la maldad del dueño del asno y terquedad del amigo del ladrón.
[…] Mientras se ponía en pie advirtió que no chorreaba agua ni le faltaba el aliento,
como habría sido de esperar tras un buen chapuzón. Tenía la ropa perfectamente
seca y estaba de pie junto al borde de un pequeño estanque —no había más de
tres metros de un extremo a otro— en el interior de un bosque. Los árboles crecían
muy juntos y eran tan frondosos que no se podía entrever ni un pedazo de cielo. La
única luz que le llegaba era una luz verde que se filtraba por entre las hojas: pero
sin duda existía un sol potente en lo alto, pues aquella luz natural verde era brillante
y cálida. Era el bosque más silencioso que se pueda, imaginar. No había pájaros ni
insectos, ni animales, y no soplaba viento. Casi se podía sentir cómo crecían los
árboles. El estanque del que acababa de salir no era el único. Había docenas de
estanques, uno cada pocos metros hasta donde alcanzaban sus ojos, y creía
percibir cómo los árboles absorbían el agua con sus raíces. Era un bosque lleno de
vida y al intentar describirlo más tarde, Digory siempre decía: «Era un lugar
apetitoso: tan apetitoso como un pastel de ciruelas».
9) En el texto, la expresión que permite sospechar que todo ocurrió a medio día es:
A. un pedazo de cielo.
C. un apetitoso pastel.
D. un pequeño estanque.