Este documento discute los desafíos y complejidades involucrados en la desinstitucionalización y cierre de los hospitales psiquiátricos. Señala que cerrar los manicomios no es una tarea simple y que requiere considerar múltiples perspectivas e intereses, incluyendo las representaciones sociales y fantasías asociadas con la locura, los roles de los profesionales, y las funciones terapéuticas y de contención que cumplían estas instituciones. El autor argumenta que enfocarse sólo en cuestiones administrativas
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Este documento discute los desafíos y complejidades involucrados en la desinstitucionalización y cierre de los hospitales psiquiátricos. Señala que cerrar los manicomios no es una tarea simple y que requiere considerar múltiples perspectivas e intereses, incluyendo las representaciones sociales y fantasías asociadas con la locura, los roles de los profesionales, y las funciones terapéuticas y de contención que cumplían estas instituciones. El autor argumenta que enfocarse sólo en cuestiones administrativas
Descripción original:
Se hace un recorrido sobre la obra de Armando Bauleo
Este documento discute los desafíos y complejidades involucrados en la desinstitucionalización y cierre de los hospitales psiquiátricos. Señala que cerrar los manicomios no es una tarea simple y que requiere considerar múltiples perspectivas e intereses, incluyendo las representaciones sociales y fantasías asociadas con la locura, los roles de los profesionales, y las funciones terapéuticas y de contención que cumplían estas instituciones. El autor argumenta que enfocarse sólo en cuestiones administrativas
Este documento discute los desafíos y complejidades involucrados en la desinstitucionalización y cierre de los hospitales psiquiátricos. Señala que cerrar los manicomios no es una tarea simple y que requiere considerar múltiples perspectivas e intereses, incluyendo las representaciones sociales y fantasías asociadas con la locura, los roles de los profesionales, y las funciones terapéuticas y de contención que cumplían estas instituciones. El autor argumenta que enfocarse sólo en cuestiones administrativas
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Armando Bauleo. Desalambrar. Nota para un Debate sobre Desmanicomialización.
Zona Erógena. Nº 12. 1992.
NOTA PARA UN DEBATE SOBRE DESMANICOMIALIZACION DESALAMBRAR ARMANDO BAULEO Armando Bauleo es un reconocido psicoanalista argentino, residente hoy en Venecia, Italia. Discípulo de Pichon Riviére y de Bleger se interesó rápidamente en el trabajo psicoanalítico en grupos, área en la que es uno de los principales especialistas "locales". Fundó y dirigió el grupo Plataforma Internacional que rompió (con) la A.P.A. en 1972. Su militancia política de izquierda lo llevó al exilio durante la última dictadura, época en la cual conoció y trabó relación con Franco Basaglia, así también como con Loureau y Felix Guattari, entre otros. "La crisis de angustia en la que cae inevitablemente una institución en el momento en que se rompe la rigidez de los roles institucionalizados debe ser caracterizada como una contradicción constante, teniendo el grupo médico no sólo la responsabilidad de la liberación de la institución sino también la de la gradual reapropiación de la libertad por parte de los internados destruidos en el pasado por la segregación". "La contradicción entre liberación y administración de la institución es entonces la primera que se debe tener en cuenta" (Segregación y Control Social F. Basaglia). Después nuestro autor hablará de los "compromisos con el poder", los apuros de los "jóvenes revolucionarios", las problemáticas de los diversos roles institucionales. y mostrando que es necesario "clarificar los términos de una lucha de clases” que en el interior de la lógica institucional, resultan a menudo vagos y desenfocados" (documento programático de "Psiquiatría Democrática"). Entonces, la problemática de la transformación del manicomio partiría del estudio de la "lógica institucional" en nuestro medio; de la "crisis de angustia" que despierta la ruptura de los roles institucionales; de la contradicción entre liberación y administración de la institución; y de trazar el camino posible para salir no sólo de la "segregación” sino también del "control social": Así planteada la problemática es claro que los sujetos á "movilizar" y Ios registros a tener en cuenta son diversos. Seria útil distinguir entre fragmentación y transformación, es decir no una mirada unilateral (los pacientes o los técnicos o los empleados del manicomio o la población) sino múltiple; en varios planos; no sólo un registro visible y manifiesto (sociológico y administrativo) sino incluir un registro latente sobre las significaciones, afectos, prejuicios que puede suscitar un pasaje de una psiquiatría manicomial a una psiquiatría sin manicomio. Tuve temor de decir una psiquiatría de la comunidad; porque una de los peligros que puede provocarla fragmentación del recinto de esta institución es el de "manicomializar" una comunidad, convertirla en gran recinto de los esqueletos de la no - elaboración. Reincorporar los pacientes a la comunidad, o devolverlos a la sociedad de la cual partieron, no significa continuar con la Iógica social anterior, sino instalar una interrogación en el pensamiento social, en el lenguaje en uso y en las acciones cotidianas; sería dado él trabajo de puesta en cuestión, en la red de significaciones de esa comunidad, alguna de las representaciones sociales que transformada en "signo" aparecían como un emblema de ciertos valores. Las locuras de una sociedad van más allá dé la psiquiatría, por lo tanto. no habría que confundirlas con la enfermedad mental, resultado de la dialéctica entre acontecimiento y estructura, en la cual aquellas "locuras" explican una parte pero no el "todo" de la enfermedad. A su vez, una psiquiatría sin manicomio engloba una serie de cuestiones y significaciones. No se trataría solamente de reformular una psicopatología sobre la base de los estudios actuales en psicoanálisis, en historia social y en los vínculos entre cultura y eco- nomía; sino reflexionar sobre los alcances de los "instrumentos" de cura, de los cuales el manicomio era una instancia no sólo de segregación sino también de contención. Más allá de las implicaciones jurídicas y políticas de la noción de contención, debemos atender a su función terapéutica como fue enunciada en el campo psiquiátrico y con mayor amplitud en el psicoanálisis contemporáneo (Bion, Winnicott). En las circunstancias de una desinstitucionalización deberemos contemplar que otras características adquiere este elemento terapéutico. La sociedad, o, la población, depositaba en el manicomio no sólo aquello que segregaba sino también una fantasía de protección frente a la locura cotidiana. Las ansiedades diarias, los "stress" de la vida sin sentido, los desasosiegos por trabajos sin perspectivas, los malestares en la familia no tendrían nada que ver con la locura y la psicosis allá encerradas. El muro del psiquiátrico era la pared y además la muralla inexpugnable que nuestra economía psíquica necesitaba para atenuar las ansiedades cotidianas, ya que así éstas resultaban de "poca importancia", La psicopatología de la vida cotidiana se estrellaba contra aquel muro provocando un cortocircuito en las determinaciones de la enfermedad mental, resultando esta última un "designio de la suerte". La institución se concebía como una` cápsula para "átomos": La idea individualista realizada al extremo. En esta institución entraban individuos a los cuales se les había "cortado" los vínculos. sociales, por lo cual debían rehacer, a partir de un resto vincular, una comunidad de parcialidades, una sobrevivencia con las ruinas de un naufragio. Devolverlos a la comunidad es elaborar el proceso de cicatrización de aquellas heridas y deshacer las falsas relaciones defensivas, establecidas para ocultar el sufrimiento. El manicomio era y es un esquema de referencia; como tal es un punto de anclaje; no, solamente manifiesto sino también latente. Para la población es el soporte para las fantasías y los prejuicios ya enumerados. Para los equipos es parte del bagaje instrumental. Es decir, en la historia de la psiquiatría, el manicomio surge como un lugar, dentro de lo social, en el cual instalar la locura. Locación que correspondía no sólo al pensamiento científico sino también a una perspectiva moral sobre la situación de los pacientes (Pinel). La problemática sobre las vicisitudes de "ese lugar" comienza, en sentido metafórico, cuando los cambios en el pensamiento psiquiátrico (de una psiquiatría descriptiva a una dinámica, y de ésta a sus diversas corrientes) "toca", pero no transforma esa situación asilar. Como punto esencial del esquema de referencia, el hospital psiquiátrico servía para reordenar la nosografía. Su "utilización. o no" establecía la gravedad de una crisis, era un puesto de observación de los procesos de la enfermedad (cómo llegó a la internación o las reacciones frente a las terapéuticas a las que se lo había. sometido, etc.) y la incurabilidad o/y cronicidad estaba marcada por la reiteración de las internaciones. Por lo tanto era - y en parte continúa siendo - el territorio "obligado" de una práctica. Los médicos, los psicólogos, los enfermeros, tenían funciones determinadas por la lógica institucional. Los campos de práctica estaban diseñados, organizados y jerarquizados de una manera tan clara, que algunos psicoanalistas llegaron a preguntarse sobre "su lugar" en ese organigrama. Es decir, el tablero estaba dibujado e iluminado por una sociedad que necesitaba un dispositivo para una "porción" de su marginalidad. Desde los años '60 hasta hoy mucho se ha hablado y escrito sobre la relación de este territorio con otros saberes, además del psiquiátrico, el jurídico, el histórico, el sociológico y de sus "otras utilizaciones" (Cooper, Laing, Basaglia, Foucault, Resean Alternative à la Psychiatrie, Castel, escritos de "Psichiatria nel Territorio", etc., etc., y algunos artículos y prácticas realizadas en Argentina). Lo que también en esos años comenzó a problematizarse eran los "efectos” de esas utilizaciones. Resumiendo, la función del manicomio justamente es el proceso de enfermarse, en la producción de la reiteración de la crisis o en el advenimiento de la cronicidad de un estado de sufrimiento, y sus vinculaciones nefastas con la institución familiar. Cuando se piensa en el hospital psiquiátrico - sobre todo para modificarlo - se lo está haciendo bajo una óptica reduccionista o localista. Se toma literalmente el cierre de la institución con el ponerle llaves a sus puertas. Se articula un modelo que va y viene entre lo biológico y lo sociológico, excluyendo la subjetividad. O se cree que desde el poder y la economía se puede eliminar una lógica que ese mismo poder y misma economía mantuvieron hasta hoy (recordemos que aunque Basaglia demostró que, pasado un cierto tiempo, el gobierno ahorraría en sus presupuestos, inclusive habiendo obtenido la promulgación de ley nacional - la 180-, no por ello "convenció" a diversos elementos del poder nacional y regional, a ciertas corporaciones profesionales, como a diferentes estratos de la población. Faltaría un balance de estas cuestiones. Señalemos que las ópticas reduccionistas y localistas, más allá de las estrategias políticas que las fundan, pueden ser resultado de una fantasmática ó de representaciones individuales y sociales que indicarían que "algo" debe salvaguardarse, que una defensa debe ser mantenida frente a temores cuyas motivaciones sean desconocidas. Cerrar el manicomio centrando este cierre sólo en algunos elementos, que hasta pueden ser importantes; ¿no es una manera sofisticada de ernpequeñecer la complejidad de la problemática? Creo que triste es un modelo de reducción de las cuestiones que involucra el cierre del hospital psiquiátrico, ya que ahí se ha lateralizado el movimiento dialéctico que ese acto conlleva; se ha colocado el peso mayor en la Administración. Así resulta que desde la gestión hasta la terapia son administrativas y aunque es cierto que deben ser "administradas", el sentido del término, debería desplazarse a inscribirse en varios registros. Podríamos decir que se ha configurado una psiquiatría de la administración, no digo administrativa porque se podría confundir con la corriente inglesa de los años '50 (Clark, Maxwell, Jones, Goffman, etc.). Al priorizar como núcleo esencial la administración y los elementos socio - presupuestarios, se "corre" la aguja de la balanza a uno de los extremos dejando al descubierto - sin discusión y profundización - el amplio espectro temático que alberga una estrategia de transformación, de una institución que "realizaba" (en el sentido de Luckas) un pensamiento psiquiátrico. El circunscribirse a esos elementos ¿no agregaría, dificultades al siempre complicado juego del traslado, y reinserción de un modelo, como puede verse en Sicilia -específicamente en Agrigento -, cuyo manicomio no fue modificado, y además ocurrieron situaciones horribles, a pesar de que en ese territorio existe todavía un grupo im- portante a inteligente de Psiquiatría Democrática? Mi crítica al reduccionismo se basa en que el cierre del manicomio significa no solamente la ruptura de una organización instituida, sino también efectuar un corte transversal en lo social, a través de una problemática importante como es la Salud Mental. Esa ruptura involucra la confrontación de diversos aspectos de las prácticas sociales. Es romper un símbolo que condensa un pensamiento sobre la enfermedad mental y una mitología social sobre la misma connota el cambio fundamental de una concepción disciplinaria, la psiquiatría. Sólo una estrategia global puede hacerse cargo de los diversos elementos constitutivos del "espectro de prácticas y mentalidades a tratar". Global en el sentido de articulación programática de los procedimientos a realizar. No hay uno primero y otro luego, la ofensiva debe ser abarcativa desde el comienzo sin dejar "algo" para después. El "después" sirve para la interpretación, pero no para la decisión de una confrontación. Las prioridades deben tomarse como emergentes de un proceso y no como jerarquías a priori surgidas, muchas veces, de tácticas ocultas o personales o de poder. El único primero tolerable es la comunicación, es decir todos los interesados (población, pacientes, técnicos, administrativos, familiares), deben conocer las finalidades de nuestro movimiento, dicho de otra manera, los porqué, los para qué y el cómo de nuestra acción. Además; como expresé anteriormente, es necesario entrar en esa red de significaciones, interrogar sobre los emblemas y valores de este momento histórico de lo social. Concretizando, nuestro, programa involucraría una labor en círculos, cuyo centro está desterritorializado a partir del cierre del manicomio. Transformar el espacio. manicomial no es venderlo como algunos ávidos pueden ambicionar. -Es cambiar el uso de sus instalaciones -modificándolas -introduciendo una dinámica vital. Esto contemplaría la caída de su muro; la creación de jardines; reestructuración de los pabellones que ahora tendrían poco acceso entre ellos, ya que cumplirían distintas funciones (residencias de ancianos, albergue nocturno para los sin familia, espacios de deportes y recreación, hospital de día, lugar para aprendizaje de oficios, talleres protegidos, etc.) pero sobre todo territorios libres"; de encuentro de “cualquiera con cualquiera", que deberían ser diseñados por la gente, urbanistas, escenógrafos. En una palabra, realizados en el papel o trazados por el tránsito espontáneo de quienes deseen ocuparse de esta cuestión que pienso debe tener una gestión colectiva. En algunas situaciones se utilizó el teatro o el cine - debate como lugares fronterizos de apertura entre lo que era dentro y lo que era fuera. Enuncié la necesidad de la comunicación. El proceso del cierre se debe publicitar por todos los medios posibles. Artículos, notas, referencias en los medios escritos, charlas o discusiones en radio y televisión; es decir amplia información, no restricción, libertad de opinión. Luego, la creación tan difícil de las "estructuras intermedias" y la utilización de recursos: Centros polivalentes, ambulatorios, servicios psiquiátricos en hospitales generales, hospitales de día; consultorios familiares de terapia o de ayuda, centro de crisis, lugares para la internación temporaria de pacientes. Finalizando, el espacio de la formación. El pensamiento de una psiquiatría sin manicomio está constituido de señalamientos, instituciones, conocimientos parciales, de saberes fragmentarios, producto de experiencias en su mayor parte frustradas sea por los presupuestos, sea por las resistencias al cambio de la población o del mismo equipo que la estaba realizando. Requiere esta formación un compromiso de ambas partes del aprendiz. Existe una característica del pensamiento psiquiátrico sin manicomio, la de no pertenecer a ninguno de los conocimientos actuales, ni a la psiquiatría, ni a la psicología social, ni a los psicoanalistas, ni a los sociólogos ni a los economistas. Es como una especie de rompecabezas al cual ingresan nuevas piezas con el paso del tiempo y que es necesario reorganizarlo en cada nueva ocasión. Es casi imposible modelarlo. Las nuevas ocasiones son un desafío a la sagacidad, a la libertad de pensamiento por lo tanto una provocación a las censuras internas. La formación en este caso, transita por todos esos lugares y agentes entre los cuales se desarrolla una dialéctica que es la del aprendizaje y experiencia recíproca. Armando Bauleo Venecia - Buenos Aires 1992