Etica y Moral de Colombia

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ETICA Y MORAL DE COLOMBIA

La ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana, esta palabra
está muy relacionada con la moral y las buenas costumbres, es decir con lo que se cree
correcto dependiendo de la cultura y el medio en donde se estudie.
La moral se refiere al conjunto de creencias, practicas, valores y normas aceptadas por una
sociedad y que se constituyen en guías para el obrar de las personas.
Se observa que Colombia vive sitiada por el cruento problema de la violencia armada. Los insólitos
escandalo políticos. Las descaradas economías de origen delincuencial. También se palpa el
agobiante abandono estatal de la población mayoritaria por estructuras sociales, políticas y
económicas pesadamente injustas. El cumulo de problemas que sacuden al país en estos
momentos, manifiesta una evidente descomposición moral y un patente proceder contra la ética.

En Colombia la ética varia bastante, ya que de extremo a extremo de nuestro país


encontramos diversidad de culturas y creencias, las cuales no nos permitirán hablar de una
ética colombiana en general, sin embargo a grandes rasgos y teniendo en cuenta las
normas mundiales de convivencia ciudadana, podríamos decir que nuestro país, a pesar
de poseer gran conocimiento, no es ético, ya que por todos lados vemos como se violan
los derechos humanos, aun desde el núcleo mismo de la sociedad “La Familia”
La ética y la moral de nuestro país, no es un problema actual, sino que has transcendido
durante los siglos. Con los cambios perpetuados el tiempo, el desprendimiento de
nuestras costumbres y tradiciones; se ha dado origen a la más horrible y sanguinaria
guerra entre el estado y grupos al margen de la ley. Fenómenos como el narcotráfico,
movimientos como la guerrilla, los paramilitares y el descaro de los políticos corruptos han
originado las mayores condiciones de desigualdad social, económica y cultural en nuestro
país. Como colombianos que somos y como miembros de una sociedad resquebrajada por
la violencia, la desigualdad y el irrespeto por los derechos del ser humano; debemos
empezar por considerar que la práctica tanto de la ética como la moral tiene que hacer
posible la convivencia. La institucionalización de la ética en todas las áreas del saber; pues
el futuro de las personas, las organizaciones y las sociedades depende de nuestra
capacidad para discernir entre lo que está bien y lo que está mal. LA MORAL
La ética colombiana casi no existe, somos pocas las personas que aun pensamos en los
demás antes de dar un paso, somos pocos los que creemos van hasta donde comienzan los
derechos de los demás. Comenzando desde la política, una corriente de corrupción, día
tras día vemos como como compiten unos entre otros, no por beneficiar a nuestro país,
sino por desangrar los pocos recursos económicos que aún nos queda.
Ser un ciudadano de bien en Colombia, se ha convertido en un difícil ejercicio. Es claro que
la vida cotidiana de los colombianos correctos y apegados a las reglas no es fácil en
absoluto. Son muchas las barreras que enfrentan quienes entienden que hacer la fila,
pagar el pasaje del bus y tratar bien a quienes los rodean son algunos de los ingredientes
para construir una sociedad funcional y democrática.
Lo paradójico es que en Colombia parecen tenerla más fácil quienes prefieren colarse en
las filas y pasar los semáforos en rojo, como resultado de la penetración de la cultura de la
corrupción en todas las instituciones, y peor aún, en lo más profundo de la mentalidad de
millones. A diario escuchamos noticias de criminales de todos los niveles que logran salirse
con las suyas para volver a delinquir de inmediato. Es el caso del ladrón de celulares que
aterroriza y amenaza con matar a quienes apunta de trabajo duro han conseguido lo suyo.
A pesar de ser capturado en plena flagrancia, de manera insólita es dejado en libertad en
cuestión de horas. Y es también el caso del político corrupto, que luego de robar una
millonada imposible de alcanzar por la mayoría de colombianos honrados y trabajadores,
consigue un conveniente arreglo con la justicia, dos años de cárcel, cuando mucho, para
luego terminar su condena desde la comodidad del hogar, disfrutando de los recursos
robados.
Lo trágico es que mientras los avivatos evaden la ley o insisten en encontrarle atajos, pocos
son los incentivos que reciben quienes le apuestan a cumplir a la legalidad.
Hoy en día la sociedad se encuentra hastiada de tanta corrupción, no se salva ningún
sector; empresarios, políticos, gobiernos, jueces, magistrados, docentes, medios de
comunicación, entidades de control fiscal y administrativo, en fin todo el estamento y la
sociedad. Por eso existe la sensación y percepción generalizada que la situación es
preocupante y caótica, queda muy poco margen para que se arregle el mal que nos
aqueja, porque cada vez se profundiza más y los escándalos son diarios. Sin embargo hay
que decir que las reformas tendrán validez, servirán y se podrán aplicar, siempre y cuando
se recuperen los valores éticos y los valores morales que necesita toda sociedad para
comportarse de manera civilizada y respetuosa de los derechos y deberes que se deben
observar tener como referente para vivir en paz y construir un tejido social basado en la
tolerancia, la solidaridad y el interés general como lo plantea el articulo primero de
nuestra constitución.
En Colombia superar los casos de corrupción como el caso de odebrecht, el engaño de David
Murcia a través del lavado de dinero y esquemas pirámides, son actuaciones criminales que
generan desconfianza y un vínculo de invitación social en la población que incrementa la cadena de
crímenes, sobornos y de violencia cotidiana en todo el país.

Colombia está políticamente limitada, por no decir atrasada. La ciudadanía está ávida en las nuevas
prácticas y liderazgos en los que a los gestores políticos se le exija públicamente responder,
respetar y ceñirse al cumplimiento de los derechos humanos, sociales y constitucionales en la
perspectiva de ampliar el panorama de lo que se conoce como democracia participativa.

El voto no solo es un derecho, sino una responsabilidad indelegable del ciudadano, ejercer el
derecho a votar es un acto moral de participación democrática y de virtud pública.
Hay que despertar el interés público y de reflexión por el derecho constitucional a votar libre y
soberanamente elegir y ser elegido. De tal forma que sufragar, no se convierta en un interés
privado capitalizado por los que hacen de la democracia electoral un festín económico y un poder
perpetuo. El reto es hacer del ejercicio político un principio de dignidad, de libertad y
responsabilidad social, para hacer de una política de lo ético y una ética de lo político.

Indiscutiblemente aunque el colombiano se caracteriza por ser pujante (“echao pa’ delante”),
creativo, amable, autocrítico, rápido para reaccionar y controvertir es también cierto que es de
mente cortoplacista y con poco “ego nacional”, lo que no le permite emprender proyectos colectivos
a largo plazo enfocados a cambiar la mentalidad tercer mundista y la copia de otras culturas de
consumo masivo que con lleva consigo el ideal de conseguir cada día más bienes materiales sin
importar el medio necesario para alcanzarlos dejando de lado la moral y la ética. A los colombianos
les falta PASIÓN y VALORES ÉTICOS fortalecidos que impliquen la búsqueda del bien común y lo
anhelado desde hace muchos años: LA PAZ.

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