San Ramón Nonato
San Ramón Nonato
San Ramón Nonato
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo centavo para rescatar cautivos
y predicar el cristianismo a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo
ante el llamado del Señor. Consciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto
a los cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia, ordenó que se
azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen los labios con un
hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la
daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho
meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a
rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en Africa, sin
embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no
le había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan
indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda
del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San
Ramón obedeció, pero emprendió el viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo
llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una violenta
fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años cuando murió
el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones. Fue
sepultado en la capilla de San Nicolás de Portell.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias
de su nacimiento.
SAN RAMÓN NONATO
San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de
Barcelona, España en el año 1200. Recibió el
sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre
murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con
el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de
los Mercedarios, que acababa de fundarse. San Pedro Nolasco, el
fundador, recibió la profesión de Ramón en Barcelona.
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo centavo para rescatar cautivos
y predicar el cristianismo a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo
ante el llamado del Señor. Consciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto
a los cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia, ordenó que se
azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen los labios con un
hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la
daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho
meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a
rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en Africa, sin
embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no
le había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan
indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda
del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San
Ramón obedeció, pero emprendió el viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo
llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una violenta
fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años cuando murió
el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones. Fue
sepultado en la capilla de San Nicolás de Portell.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias
de su nacimiento.