Sherry Ortner
Sherry Ortner
Sherry Ortner
SHERRY B. ORTNER
Claves de Lectura
• Identifique los argumentos y estereotipos que la autora señala son utilizados para
establecer la relación mujer-naturaleza.
¿ES LA MUJER CON RESPECTO AL HOMBRE LO QUE LA NATURALEZA
CON RESPECTO A LA CULTURA?1 en Antropología y Feminismo, O. Harris y K.
Young (comp.), Ed. Anagrama, Barcelona, 1979. (pag. 109 a 116 y 126 a 130)
SHERRY B. ORTNER
Desde luego, mi interés por este problema es algo más que académico:
deseo ver cómo se produce un cambio genuino, cómo surge un orden social y
cultural en el que todo el abanico de las posibilidades humanas sea tan accesible
a las mujeres como a los hombres. La universalidad de la subordinación femenina,
el hecho de que ocurra dentro de todos los tipos de organización social y
económica, y con independencia del grado de complejidad de las sociedades, me
indica que nos enfrentamos a algo muy profundo, muy inflexible, algo que no se
puede extirpar mediante la simple reestructuración de unas cuantas tareas y
funciones dentro del sistema social, ni siquiera reordenando toda la estructura
económica. En este artículo trato de presentar la lógica subyacente al
pensamiento cultural que presupone la inferioridad de las mujeres; trato de
mostrar la gran capacidad persuasiva de esa lógica, pues si no fuera tan
convincente la gente no seguiría escribiéndola. Pero también trato de mostrar las
fuentes sociales y culturales de tal lógica, para señalar dónde radica la posibilidad
de cambiarla.
1
La primera versión de este artículo fue leída en una conferencia, en octubre de 1972, en el curso
de "Mujeres: mito y realidad", en Sarah Lawrence College. Recibí útiles comentarios de los
alumnos y de las profesoras del curso. Joan Kelly Gadol,Eva Kollisch y Gerda Lerner. Un breve
resumen se presentó en las sesiones de la American Anthropological Association en Toronto,
noviembre de 1972. Entretanto, recibí excelentes comentarios críticos de Karen Blu, Robert Paul,
Michelle Rosaldo, David Schneider y Terence Turner, y la presente versión del artículo, en la que
se ha cambiado sustancialmente el meollo de la argumentación, fue escrita en respuesta a tales
comentarios. Por supuesto, sigo siendo la responsable de su forma definitiva. El artículo está
dedicado a Simone de Beauvoir, cuyo libro El segundo sexo (1953), primera edición francesa en
1949, sigue siendo en mi opinión la mejor explicación global escrita por una sola persona del
"problema de la mujer".
Es importante distinguir los niveles del problema. La confusión puede ser
asombrosa. Así, por ejemplo, según cuál sea el aspecto que observemos de la
cultura china, podemos extrapolar suposiciones absolutamente distintas sobre la
situación de la mujer en ese país. En la ideología taoísta, el yin, el principio
femenino, y el yang, el principio masculino, tienen igual peso; «la oposición,
alternancia e interacción de estas dos fuerzas da lugar a todos los fenómenos del
universo (Siu,1968: 2). A partir de ahí podríamos suponer que lo masculino y lo
femenino son valorados por igual en la ideología general de la cultura China2. No
obstante, al observar la estructura social vemos con cuánta fuerza se subraya el
principio patrilineal en la filiación (descente), la importancia de los hijos varones y
la absoluta autoridad del padre de familia. Por tanto, podríamos concluir que la
sociedad china es el arquetipo de la sociedad patriarcal. Luego, observando los
verdaderos roles que se desempeñan, el poder y la influencia que se detentan, y
las aportaciónes materiales de las mujeres en la sociedad china -todo lo cual,
según vemos, es de gran importancia-, podríamos decir que las mujeres ocupan
dentro del sistema una situación de gran importancia (no explícita). Ahora bien,
también podríamos centramos en el hecho de que una diosa, Kuan Yin, sea la
deidad central (la más venerada y representada) del budismo chino, y en tal caso
podríamos sentir la tentación de afirmar como han hecho muchos con respecto a
las culturas que adoran diosas, sea en sociedades protohistóricas o prehistóricas,
que en realidad China es una especie de matriarcado. En resumen, debemos
tener perfectamente claro qué vamos a intentar explicar antes de explicarlo.
2
Desde luego, es cierto que el yin, el principio femenino, tiene una valencia negativa. Sin embargo,
en el taoísmo hay una absoluta complementaridad del yin y el yang, un reconocimiento de que el
mundo exige por igual el funcionamiento e interacción de ambos principios para poder sobrevivir.
Este artículo se ocupa sobre todo del primero de los tres niveles, el
problema de la desvalorización universal de las mujeres. No es, pues, un análisis
de datos culturales específicos, sino un análisis de la «cultura» entendida
genéricamente como una clase especial de manipulación del mundo. El
tratamiento del segundo nivel, el problema de la diversidad intercultural en cuanto
a concepción y valoración relativa de las mujeres, entrañaría una más extensa
investigación intercultural y debe posponerse para otra ocasión. En cuanto al
tercer nivel, mi perspectiva pondrá en evidencia que considero un esfuerzo mal
orientado centrarse únicamente en los poderes reales pero culturalmente no
reconocidos y desvalorizados de las mujeres en cualquier sociedad concreta, sin
haber comprendido antes la ideología abarcadora y los supuestos más profundos
de la cultura, que convierten tales poderes en trivialidades.
¿Qué quiero decir cuando afirmo que en todas partes, en todas las culturas
conocidas, las mujeres son consideradas de algunas maneras inferiores a los
hombres? Antes que nada, debo resaltar que estoy hablando de valoraciones
culturales; digo que todas las culturas, a su manera y en sus propios términos,
hacen esta valoración. Pero ¿cuáles podrían ser las pruebas de que una cultura
en concepto considera inferiores a las mujeres?
3
Algunos antropólogos podrían considerar que esta clase de pruebas (ordenamientos
socioestructurales que, explícitamente o de tacto, excluyen a la mujer de determinados grupos,
roles o status) constituye un subtipo del segundo tipo de pruebas (formulaciones simbólicas de
inferioridad). No discrepo de este punto de vista, aunque la mayor parte de los antropólogos
distinguirían probablemente dos tipos.
cual siempre se dispone, hasta donde he podido comprobar en mis
investigaciones.
En suma, que probablemente los indios cuervos son un caso muy típico. Sí,
las mujeres tenían ciertos poderes y ciertos derechos, que en este caso concreto
las situaba en una posición muy elevada. Sin embargo, en último término se traza
una línea: la menstruación es una amenaza para la guerra, una de las
instituciones más preciadas de la tribu, una institución central para su
autodefinición; y el objeto más sagrado de la tribu es tabú para la visión directa y
el tacto de las mujeres.
4
Mientras somos objeto de toda clase de injusticias, podríamos señalar que Lowie compró en secreto esta muñeca, el
objeto más sagrado del repertorio tribal, a su custodio, la viuda de Cararrugada. Ella pedía 400, pero ese precio estaba
"mucho más allá de los posibles" (de Lowie), y al fin la consiguió por 80 $ (p. 300).
Naturaleza y cultura5
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El tratamiento de Ingham es bastante ambiguo, puesto que las mujeres también son asociadas
con animales: "La contraposición hombre/animal y hombre/mujer son evidentemente similares... la
caza es el procedimiento para adquirir mujeres así como animales" (p, 1095). Una cuidadosa
que las mujeres eran guardianas de la cultura y de la moral; el amor cortesano
europeo, donde el hombre se considera a sí mismo bestia y la mujer es el objeto
prístino y exaltado (pauta que persiste, por ejemplo, entre los actuales campesinos
españoles (véase Pitt-Rivers, 1961; Rosaldo). Y, sin duda, hay otros casos de este
tipo, incluyendo algunos aspectos de nuestra propia concepción de la mujer. Cada
uno de estos ejemplos de alineación de la mujer con la cultura y no con la
naturaleza requiere un detallado análisis de los datos históricos y etnográficos
concretos. Pero al indicar cómo la naturaleza en general, y en particular la forma
femenina de las relaciones interpersonales, desde determinados puntos de vista
pueden parecer situados ambos por encima y más allá (pero en realidad
simplemente fuera) de la esfera de la hegemonía de la cultura, hemos sentado por
lo menos los cimientos para tales análisis.
Conclusiones
Por último debemos volver a subrayar que todo este esquema es una
construcción de la cultura y no un hecho de la naturaleza. La mujer no está «en
realidad» en absoluto más próxima (o más alejada) de la naturaleza que el
hombre: ambos tienen conciencia, ambos son mortales. Pero sin duda hay
razones para que la mujer aparezca de esta forma, y eso es lo que he tratado de
mostrar en este artículo. El resultado es un (tristemente) eficiente sistema de
feedback: los distintos aspectos (físicos, sociales, psicológicos) de la situación de
la mujer colaboran a que sea vista como más próxima a la naturaleza, mientras
que la concepción de ella como más próxima a la naturaleza es a su vez
incorporada en formas institucionales que reproducen su situación. Las
interpretación de los datos indica que tanto hombres como mujeres y animales son, en esta
tradición, mediadores entre la cultura y la naturaleza.
consecuencias para el cambio social son igualmente circulares: una concepción
cultural distinta sólo puede surgir de una realidad social distinta; una realidad
social distinta sólo puede surgir de una concepción cultural distinta.
Está claro, pues, que la situación debe ser atacada por ambos flancos. Los
esfuerzos dirigidos exclusivamente a cambiar las instituciones sociales -mediante
el establecimiento de cuotas de empleo, por ejemplo, o mediante la aprobación de
leyes de igual-salario-para-igual-trabajo- no pueden tener efectos de largo alcance
si la imaginería y el lenguaje cultural siguen suministrando una concepción
relativamente desvalorizada de la mujer. Pero, al mismo tiempo, los esfuerzos
únicamente orientados a cambiar los supuestos culturales -mediante grupos
masculinos y femeninos de concienciación, por ejemplo, o mediante la revisión de
las disciplinas educativas y de la imaginería de los mass-media- no pueden
conseguir su objetivo a no ser que cambie el fundamento institucional de la
sociedad para apoyar y reforzar la modificada concepción cultural. Finalmente,
hombres y mujeres pueden y deben participar igualmente en los proyectos de
creatividad y trascendencia. Sólo entonces se considerará a las mujeres alineadas
junto a la cultura, dentro de la dialéctica entre cultura y naturaleza.
BIBLIOGRAFIA
BAKAN, DAVID 1966, The Duality of Human Existence. Boston. CARLSON, RAE
1971, «Sex Differences in Ego Functioning: Exploratory Studies of Agency and
Communion». Journal of Consulting and Clinical Psychology 37: 267-77.