Unidada 6 Los Adolescentes en La Familia
Unidada 6 Los Adolescentes en La Familia
Unidada 6 Los Adolescentes en La Familia
J: (Joven): ¿Prohibirme algo? Caray, no creo que haya nada. La casa es tan mía
como lo es de ellos... Bueno, que no chifle, que no ande aventando papeles al
aire, que no toque el radio o el fonógrafo demasiadofuerte. Reglas de la casa;
eso le sucede a cualquiera, no solamente a mí..
La pregunta natural que hay que hacer aquí es si ciertos problemas son más
característicos de los adolescentes que de otros grupos de distinta edad.
Evidentemente que es siempre un error generalizar indebidamente y atribuir a la
población general lo que es propio de muestras especiales. No obstante, los problemas
con que tropiezan los adolescentes bien pueden ser realmente una parte y una
consecuencia de ser precisamente adolescentes. Sin embargo, los jóvenes resuelven
estos problemas de muy diversas maneras, así como sus padres varían mucho en el
modo como resuelven los problemas desarroilistas de la edad adulta. Además, el
mismo problema conductual suele manifestarse de muy diversas maneras y de
maneras características entre los individuos de diversas edades. Por ejemplo, según la
teoría de Erikson, el conflicto principal que se tiene que resolver durante la
adolescencia es el de la identidad contra la difusión o ambigüedad de identidad. Se
puede suponer pues, que el modo como los adolescentes manejan el problema,
digamos, de agresión, refleja la preocupación típica que tienen por su identidad.
Pueden echar mano de la agresión para afirmar lo que son y lo que no son. Por el
contrario, un niño de dos años suele usar la agresión de una manera típica de un niño
de dos años -para afirmar su sentido de autonomía con respecto a sus padres. También
es de suponer que la agresión de un adulto joven y la de una persona que envejece
refleja las preocupaciones de desarrollo propias de cada una de esas edades.
Fig. 5-1. Las identificaciones de grupo son una parte muy importante de la adolescencia
Síntesis de la teoría
Identificación e imitación
Uno de los cambios que ocurren en las relaciones entre los padres y el hijo
durante la adolescencia es el conflicto que surge por el control de los recursos que el
joven quiere o considera como suyos. Con una autonomía e independencia cada vez
mayores, al niño se le hace cada vez más difícil someterse a la autoridad de los padres.
No obstante, en muchos sentidos materiales, los padres controlan los recursos que los
adolescentes juzgan necesarios para su bienestar psicológico, social y físico. Bajo este
título caen cosas como cierta cantidad de dinero para gastar libremente, el uso del
automóvil familiar, el tener comida a la mano para cuando se tiene hambre y el derecho
de entrar y salir a gusto del sujeto. Inclusive cuando ya se encuentran en la
adolescencia tardía o en la adultez temprana, muchos hijos e hijas sienten que sus
padres todavía los controlan demasiado e insisten en pedir razones cada vez que los
padres quieren ejercer su autoridad. Uno de los autores de esta obra ha estado
enseñando psicología a adolescentes durante los últimos diez años, y ha advertido que
para los estudiantes de bachillerato es muy difícil desvincular sus propios sentimientos
o separarse a sí mismos de la situación real de su adolescencia para ser objetivos o
neutrales en el estudio de este tema. Esta dificultad nace con mayor frecuencia cuando
se toca la cuestión de las relaciones entre padres e hijos que en ningún otro tema. Las
quejas de los estudiantes de bachillerato, muy parecidas a las de sus correlativos más
jóvenes de escuela secundaria, giran alrededor de que "no se les trata como adultos" y
de que "no se les dan razones" de las decisiones de sus padres.
¿Cuál de los dos progenitores "es el que manda" a juicio de la mayoría de los
adolescentes? En un estudio sobre los efectos del control parental de los recursos,
Grinder y Spector (1965) sometieron a prueba a 19 mujeres y a 19 varones de cada uno
de los años 9, 10 y 12 de una escuela secundaria pública. Pidieron a sus sujetos que
respondieran a 29 preguntas acerca de cuál •de los dos progenitores tenía el control
sobre una gran cantidad de situaciones y circunstancias. Estas incluían cosas como
conceder permiso a los jóvenes para salir de noche, ayudarlos a escoger una carrera,
consolarlos y animarlos cuando estaban intranquilos, y planear el uso del tiempo de
descanso en la familia.
Como se puede ver en el cuadro 5-1, los datos demuestran que se dio una
fluctuación mucho más significativa entre los sujetos experimentales que en los sujetos
de control. Es decir, los sujetos de control, a quienes se les dio la misma versión en
ambas ocasiones, fueron más constantes en sus respuestas que los sujetos
experimentales, a quienes se les administraron las versiones con grupos de referencia
invertidos. Por consiguiente, los cambios de una postura a otra necesariamente se
tuvieron que deber al cambio de grupo de referencia. Los datos que aduce Brittain no
confirman la postura tradicional de que los jóvenes de edad de escuela secundaria
cambian de un comportamiento de conformidad con los padres a un comportamiento de
conformidad con los compañeros. Tampoco refuerzan plenamente la postura de que los
adolescentes siempre acuden a sus padres cuando necesitan consejo. Por el contrario,
dice Brittain en una forma nada inesperada, que a qué persona acudirán los
adolescentes en busca de consejo dependerá del tipo de consejo que busquen (véase
cuadro 5-2). Por ejemplo, cuando se trataba de tomar decisiones menos importantes,
las muchachas por lo general se inclinaban por pedir consejo a sus amigas. Estas
decisiones podían incluir cosas como, qué vestido ponerse para un juego de fútbol o
para una fiesta, o qué vestido comprar. Por el contrario, para decisiones más
importantes, como la de buscar empleo de medio tiempo, o avisar que algún adulto
había causado algún daño a la propiedad ajena, por lo general acudían a sus padres en
busca de consejo. Es muy importante advertir que todos los sujetos de Brittain eran
chicas de noveno año. Valdría la pena obtener datos parecidos para varones y para
sujetos mayores y menores de edad. Una vez más, deberá tenerse muy en cuenta al
analizar estos datos que la conformidad que revelan es relativa; es decir, a los sujetos
se les interrogó de tal manera que sus respuestas reflejaran conformidad con sus
padres o con sus compañeros. Sin embargo, a base de estos datos no podemos saber,
en sentido absoluto, qué tan conformistas sean los jóvenes. Se puede dar el caso en
que tomen sus decisiones sin pedir consejo ni a sus padres ni a
Fuente: C.V. Brittain, "Adolescent choices and parent-peer cross pressures", American Sociological
Review, 1963, 28, 385-391. Con permiso del autor y de la American Sociological Association.
sus compañeros. También sería muy útil saber algo acerca de los cambios
desarrollistas que se dan en la cantidad de confianza en sí mismo al tomar decisiones.
Hay ciertos datos sobre esta cuestión.
† x2 para las diferencias entre columnas P y C está computada a base de un supuesto 50/50, df = l ; *p <
O5 ; **p < .O l ; * * *p < .001.
Fuente: C.V. Brittain, "Adolescent choices and parent-peer cross-pressures", American Sociological
Review, 1963, 28, 385-391. Con permiso del autor y de la American Sociological Association.
Se ha visto que el tipo de control que ejercen los padres, si es que ejercen
alguno, influye notablemente en el desarrollo de la personalidad del adolescente y en su
desarrollo social.
Baumrind aboga una vez más por prácticas democráticas de crianza infantil y
destaca las ventajas del control autoritativo legítimo, por oposición a la pasividad y a la
falta de interés que se dan en la así llamada crianza infantil permisiva o laissez-faire.
Examina los argumentos que se aducen en contra del control parental y por su parte
aduce datos contrarios para apoyar el control autoritativo. Por ejemplo, muchos
rechazan el uso del castigo como un recurso ineficaz y capaz de producir efectos
secundarios nocivos. Baumrind sostiene que con demasiada: frecuencia se ha
confundido el castigo con las actividades punitivas y de rechazo que suelen
acompañarlo. Además, el castigo suele reducir los sentimientos de culpabilidad y hacer
que el niño imite la firmeza del progenitor de varias maneras socialmente constructivas.
Baumrind aduce datos provenientes de la investigación sobre delincuentes y no
delincuentes que demuestran que la delincuencia nace en contextos familiares de
exigencias laxas, no firmes (Bandura y Walters, 1968; Glueck y Glueck, 1950; McCord y
Howard, 1961), y que la hostilidad en los niños se relaciona con la rigidez parental, no
con el firme control de los mismos (Finney, 1961).
Una de las dimensiones en las que se sabe que varían las prácticas de crianza
infantil es la dimensión de estado socioeconómico. Los efectos de la clase social sobre
las relaciones entre padres e hijos son simplemente un ejemplo concreto de los efectos
que tiene la estructura social en general sobre la conducta (Kohn, 1963). Kohn toma
una postura fenomenológica al interpretar los efectos de la clase social en las prácticas
de crianza infantil. Dice: "Los miembros de las diferentes clases sociales, por gozar (o
sufrir) de diferentes condiciones de vida, llegan a concebir al mundo en forma muy
diferente -desarrollan concepciones diferentes con respecto a la realidad social,
diferentes aspiraciones y esperanzas y temores, diferentes concepciones de lo
deseable" (pág. 471). Kohn sigue adelante y cita datos que indican que se dio un
cambio bastante ordenado en las prácticas de crianza infantil durante el segundo cuarto
del siglo XX. La crianza infantil de la clase media, durante el periodo entre los últimos
años de la década de los 20s y mitad de los 50s, se orientó más hacia el amor y se hizo
menos punitiva y menos disciplinaria. Kohn opina que este mismo cambio se verificó
entre la clase baja, pero hace notar que aunque "los padres de clase media de hace 25
años eran más `restrictivos' que los padres de clase obrera, en la actualidad los padres
de la clase media son más `permisivos'; y la brecha entre las diversas clases está
desapareciendo" (pág. 472). Sin duda alguna que los padres de clase media, teniendo
un nivel más elevado de educación y un mejor acceso a la literatura popular sobre
crianza infantil, han podido seguir más intensamente los consejos modernos, tanto
psicológicos como pediátricos. Por el contrario, los padres de clase baja han sido más
lentos, o están menos dispuestos, para aprovechar estos consejos que les brindan los
medios masivos de comunicación. Además, los padres de clase media tienen un
verdadero deseo de cambiar sus prácticas de crianza infantil conforme a los consejos
de los profesionales, mientras que los padres de la clase obrera se han mostrado
reacios a cambiar sus métodos tradicionales. La diferencia entre los criterios parentales
"tradicionales" de la clase obrera y los criterios parentales "desarrollistas" de la clase
media tienen su raíz en los estilos mismos de vida de estas clases.
Kohn (1959) encontró que los padres de clase media tienen en gran estima
ciertas cualidades, tales como la curiosidad, la felicidad, la consideración y el control de
sí mismos en sus hijos, mientras que los padres de la clase obrera estiman cualidades
tales como obediencia, aseo y limpieza. ¿Por qué existen estas diferencias? Kohn
encuentra la respuesta en las distintas ocupaciones que desempeñan estas dos clases
sociales. Los padres de clase media trabajan en cosas que les permiten manejar ideas
y tener relaciones interpersonales, y no se limitan a manejar objetos. Además, las
ocupaciones de la clase media dan lugar a una mayor dirección de sí mismos y
dependen mas de a conducta individual que de la conformidad con normas de grupo.
Esta interpretación se ve apoyada por datos más recientes sobre el motivo del
control en las personas de clase media, por oposición a las personas de clase baja
(Rotter, 1966; Lefcourt, 1966). Por ejemplo, Kohn hace notar que al castigar a sus hijos,
los padres de clase baja se fijan más en las consecuencias externas de la conducta del
niño, mientras que los padres de clase media se preocupan más por las intenciones o
finalidad de ese comportamiento. Volveremos a este tema de la diferencia de valores en
un capítulo posterior. Por ahora basta decir que estas diferencias de valores son indu-
dablemente la causa de las diferencias en la crianza infantil.
Implicaciones de la teoría y de los datos para las relaciones entre padres e hijos
y para las prácticas de crianza infantil
En una exposición bastante interesante acerca de los cambios que se han dado
en las relaciones familiares a lo largo de los diversos periodos históricos, Margaret
Mead (1970) menciona tres estilos familiares distintos -el postfigurativo, el cofigurativo y
el prefigurativo- los cuales también connotan tres estilos culturales distintos. Por estilo
familiar postfigurativo, Mead entiende la cultura tradicional de nuestros antepasados y
de muchos de nuestros contemporáneos, en la que la finalidad de la educación es
transmitir a los niños los valores y los conocimientos de la cultura dominante.
En la cultura cofigurativa, los valores del hogar y los valores de la cultura de los
compañeros suelen ser diferentes, y el niño suele aprender tanto de la cultura de los
compañeros como de la cultura doméstica. La situación de las familias inmigrantes es
un ejemplo de cultura cofigurativa. Los miembros más jóvenes de dichas familias
necesitan aprender el lenguaje, las tradiciones y las costumbres de su nuevo país para
poder progresar en la escuela y en la sociedad, pero también tienen que retener y
conservar hasta cierto grado la cultura de sus padres.
Por cultura prefigurativa Mead entiende la situación en que los padres aprenden
de sus hijos; es decir, la situación en la que el cambio se verifica a un ritmo cada vez
más acelerado y los niños están más expuestos al cambio que sus padres. Mead opina
que estamos avanzando rápidamente hacia este tipo de cultura.
Si Mead tiene razón, entonces hay una implicación muy clara -los padres tienen
que estar preparados para el cambio y a la vez tienen que permanecer firmes en sus
convicciones. El poder mantener un equilibrio tan difícil y tan sutil, entre el autoritarismo
y la pasividad del "laissezfaire" -ser flexible y comprensivo, y al mismo tiempo fiel a los
principiosprobablemente constituye el sello inequívoco del padre excelente. Si los
jóvenes han de aceptar o rechazar acertadamente los valores de un ambiente que
cambia rápidamente, es muy importante que algunos aspectos de ese ambiente sean
relativamente estables. Si en la cultura prefigurativa, el ambiente****** del hogar fuera
tan inestable que no se pudiera delinear con toda claridad el movimiento libre de la
generación joven a la luz de un fondo relativamente firme, se perdería el valor de ese
movimiento libre.
Son muchos los pediatras y psiquiatras que han escrito obras muy profundas y
admirablemente equilibradas para los padres y para los maestros de adolescentes y de
gente más joven (Gesell y cols., 1956; Ginott, 1969). Uno de los temas principales de
estas obras es el tema del respeto mutuo -que es tan importante que los padres
respeten los derechos y sentimientos del niño, como lo es que el niño respete los
derechos y sentimientos de los padres. Cuando se logra esto, el padre está enseñando
al niño no solamente a respetar sus propios sentimientos, sino también los sentimientos
de los demás, ya que el respeto que aprende el niño en el hogar se extiende después
fuera del hogar.
El libro de Haim Ginott Between Parent and Teenager (1969), es una excelente
fuente de tipo popular para los padres. La tesis de Ginott no es nueva, pero parece que
nunca pasa de moda. Hace hincapié en el principio de que en cualquier situación
personal, tiene uno que reaccionar a la conducta; es decir, tiene uno que alabar o
castigar la conducta, no a la persona. El decirle a un jovencito que acaba de pintar un
hermoso cuadro, que es un excelente artista, equivale muy probablemente a
inmovilizarlo y a obligarlo a caer en la inactividad artística por miedo de no poder res-
ponder a esa alabanza tan elevada. Ginott quiere que mejor le digamos al niño que ha
pintado un cuadro magnífico. El sentido de la alabanza es claro; es un tipo de
gratificación o de premio que no está sujeto a ninguna condición.
Así como es muy importante que los padres no sean ni demasiado comprensivos
ni demasiado rígidos e inflexibles en su trato con los adolescentes, así también es muy
importante que los psicólogos se abstengan de tomar una postura muy categórica, ya
sea sosteniendo que la rebeldía de los adolescentes es un fenómeno universal o
sosteniendo que, absolutamente no existe ningún conflicto entre padres y adolescentes.
Si se logra que los padres se preparen para una autonomía naturalmente cada vez
mayor de sus hijos adolescentes, y para los constantes cambios en el estilo de vida que
eso supone, y si se logra que se preparen para el conflicto sin tener miedo de que dicho
conflicto degenere en catástrofe, entonces algunos de los estudios que hemos citado
habrán tenido no solamente una utilidad teórica y de investigación, sino también una
utilidad muy práctica.
RESUMEN
El control que los padres suelen ejercer sobre sus hijos suele ser autoritativo,
autoritario o permisivo. Citamos muchos estudios que demuestran que los adolescentes
son más independientes, están más motivados para el logro y son menos' hostiles
cuando los padres responden con explicaciones atingentes cuando los hijos ponen en
tela de juicio las decisiones de los padres. Las implicaciones prácticas de estos datos
son claras. La auténtica preocupación de los padres por los adolescentes es aquella
que se distingue no solamente por la comprensión y por la honestidad, sino también por
la disposición creciente a ser un apoyo para las decisiones del niño, y no convertirse en
autor de sus decisiones. El papel de los padres cambia necesariamente al irse
desarrollando el adolescente.
Aun cuando la imagen que hemos presentado aquí de la familia del adolescente
pudiera parecer a algunos idílica y poco realista, tiene que tenerse en cuenta que aquí
estamos hablando de los datos promedio, basados en datos de grupo. No hay ninguna
duda de que hay adolescentes que se rebelan, y de que muchos adolescentes
abandonan el hogar. En la adolescencia se presentan problemas que ni siquiera se
barruntaban en la niñez, y con mucha frecuencia estos problemas giran alrededor de la
cuestión de la formación de identidad. Muchos autores han observado que para muchos
adolescentes la rebeldía y el rechazo de los valores domésticos son una parte
necesaria del proceso mediante el cual se establece la identidad personal. Aunque no
hemos insistido mucho en esto, en el presente capítulo, reconocemos que la familia es
el campo de batalla en el que se libran muchas luchas de identidad. Estas cuestiones y
los datos pertinentes de investigación de que disponemos, se discutirán en el capítulo
9, en donde trataremos más específicamente de los problemas psicológicos de la
adolescencia.