Resumen Empistemología para Principiantes 2019

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UNIVERSIDAD POPULAR DEL CESAR

LICENCIATURA EN ESPAÑOL E INGLÉS


HISTORIA Y EPISTEMOLOGÍA DE LA LINGÜÍSTICA

Resumen del libro Epistemología para principiantes: pensamiento Científico – Metodología de la


investigación. Najmanovich Denise. (2008). Buenos Aires: Era Naciente.

Para la lectura de este resumen es necesario leer a la par el texto en mención, de tal forma que algunos
apartes puedan ser comprendidos. Es importante tener en cuenta, tal como lo señala el texto, que “en
nuestro itinerario a saltos en el tiempo veremos hasta qué niveles subyacentes todas las historias
se entrelazan y retroalimentan”

Epistemológica: disciplina que se ocupa del conocimiento.


Grecia: la polis – democracia
Sofista o maestro de retórica
Sócrates (470 – 399 a.C): “solo sé que no sé nada” – hallar la “idea”. Saber práctico vs Saber universal
(Pitágoras).
Platón (427 – 348 a.C)
Aristóteles (384 – 322 a.C.)
Parménides (nació 540 a.C. aprox): escindir el universo en dos: el mundo aparente y el mundo real.
(sensibilidad e inteligencia)
▪ Episteme: conocimiento garantizado, absoluto, verdadero.
▪ Doxa (opinión).
El acceso a la verdad: Oscuridad de la caverna, Platón.
SUPERSTICIÓN- MITO- RAZÓN- EPISTEME (conocimiento verdadero y garantizable).
Platón: mundo de experiencias (sentidos) vs mundo de las ideas > anamnesis: el recuerdo
Dos concepciones: Aristotélica y Platónica.
Aristotélica: explicaciones causales, no se conforma sólo con modelos abstractos. Reconoce y valora la
observación y la experimentación.
Platón: destaca la importancia de las matemáticas, busca encontrar un modelo matemático para
comprender los fenómenos.

Aristóteles trabajó afanosamente para construir una visión de conjunto que no fuera sólo un esquema
verosímil en el que ubicar las observaciones sino también que permitiera comprender y explicar las causas
de su funcionamiento.
Aristóteles fue el pensador que logró imponer el sistema geocéntrico mayoritariamente aceptado por todas
las élites cultas de la Antigüedad y la Edad Media occidental.
Aristóteles planteaba que hay muchas propiedades de las cosas que no se pueden comprender en términos
geométricos o numéricos, ya que los cambios que podían ser expresados numéricamente eran solo unos
pocos frente a todos los tipos posibles.

Platón consideraba que un número infinito de teorías podía explicar cualquier observación y que a partir
de estudios empíricos nunca podríamos determinar exactamente cuál de ellas era la verdadera. Su postura
funda una concepción instrumentalista del conocimiento: las teorías son herramientas útiles, no
descripciones de la verdadera realidad.

Alejandro Magno > Periodo helenístico: museo y biblioteca.


Aparece el erudito o el experto.

Expansión del escepticismo: Pirrón de Elis (365 – 275 a.C)


La falta de garantías del saber lleva a Pirrón a desplazar el eje de atención de la cosmología al problema
del conocimiento. El término “escepticismo” deriva de sképtomai: “miro alrededor”, “indago” y esa es la
propuesta de esta corriente: examinar las posibilidades y límites, las formas y el valor del conocimiento.

El “escepticismo extremo” niega toda posibilidad de conocimiento, y es por lo general una postura estéril.
El “dogmatismo sin fisuras” afirma que el ser humano puede conocer con absoluta certeza.

Todo creador de doctrina, todo teórico o pensador productivo es simultáneamente un escéptico y un


dogmático débil: tiene que dudar de lo establecido para poner otra mirada y tiene que afirmar algo nuevo
para poder producirla.

En el año 168 a.C. la conquista de Macedonia puso a los romanos en contacto inmediato con Grecia. Sería
erróneo considerar que Grecia hubiera logrado efectivamente imponer a Roma su cultura. Su interés -el de
los romanos- se concentró exclusivamente en problemas jurídicos, dado su evidente interés en la
construcción de un estado eficiente.

Los filósofos griegos detestaban todo lo híbrido, solo consideraban perfecto a lo puro, lo definido, lo
homogéneo. En cambio, los romanos, no tuvieron problema alguno en mezclar todo aquello que les
resultara útil. Cicerón (106 – 43 a.C.) fue un pensador ecléctico orgulloso de serlo.

En el año 285 el emperador Diocleciano dividió al Imperio Romano en dos partes: Oriente (se extendió
hasta 1453) y Occidente (cayó en 476). Al caer el Imperio Romano de Occidente gran parte de nuestra
herencia cultural se conservó en el Imperio Oriental.

En el año 324 d.C. Constantino I, el grande, impuso el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano
(de occidente).

Mientras el legado griego era preservado en el imperio Oriental, en Occidente comenzó a desarrollarse la
teología cristiana. San Agustín (354 – 430 d.C) tuvo una importancia fundamental en la conformación del
modo peculiar en que el cristianismo concibió el conocimiento: “un cristiano debe estar interesado en
conocer a Dios y al alma y absolutamente nada más”.

La incorporación del pensamiento de Aristóteles que se produjo en la doctrina cristiana en el siglo XIII tiene
como figura central a Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274) quien realizó una síntesis magistral entre la
doctrina cristiana y la cosmovisión aristotélica. Para este sabio el conocimiento abrevaba en dos fuentes:
la fe y la razón, pero estas no pueden contradecirse.

El renacimiento fue una época turbulenta en todas las áreas de la vida humana. Una profunda crisis
religiosa llevó al cisma a la iglesia, y la dividió en católicos y protestantes, dando lugar a los procesos de
Reforma y Contrarreforma. El desarrollo del movimiento humanista y el nacimiento de la ciencia moderna
resultan centrales para la historia de nuestros modos de conocimiento.

El humanismo fue ante todo un movimiento relacionado con el arte y, a través de él, con la imagen que el
hombre tenía de sí mismo, de su potencia y de su lugar en el mundo. Supuso una ruptura cultural con la
tradición medieval. Su característica central fue la de conceder una gran importancia al estudio de la
Antigüedad y considerarla el modelo a seguir en toda la actividad cultural. Se estudiaron los textos clásicos
griegos y romanos y se los valoró por sí mismos sin necesidad de referirlos al dogma cristiano. El estudio
de la literatura antigua, de la historia y de la filosofía moral, contribuyó decisivamente a forjar una nueva
concepción del hombre como ser libre y civilizado, dotado de gusto y juicio. Los nuevos modos de vida en
las ciudades fueron gestando las condiciones que permitirían pensar al hombre como un ciudadano, no
solo como criatura de Dios.
Época (renacimiento) marcada por la exploración de mares y tierras, por la revolución en los cielos iniciada
por Galileo (1564 - 1642) y Giordano Bruno (1548 - 1600). Algunas novedades fueron rechazadas hasta
el punto de llevar a la hoguera a quienes las promovían, como a Giordano Bruno que se atrevió a cuestionar
la cosmología aristotélico-tomista.

Gracias a la imprenta el saber se propagó velozmente en todas las direcciones.

Los filósofos naturales desarrollaban nuevas teorías, los médicos comenzaban a estudiar la anatomía
disecando cadáveres y los inventores producían máquinas de toda clase, se expandió la Inquisición.

Los hombres del renacimiento no fueron “especialistas”. Leonardo da Vinci se impone como un ejemplo
exquisito de esta nueva sensibilidad renacentista: fue pintor, inventor, mago-alquimista, anatomista,
geómetra, físico, cartógrafo, inventor, ingeniero y un extraordinario cocinero. Para Leonardo la ciencia y el
arte no estaban separados.

Los mandamientos divinos fueron sustituidos por otros nuevos: las exigencias cuadriculadoras del naciente
método científico.

Galileo consideraba que la matemática era el lenguaje clave para comprender la creación.

En la época en que Galileo presentó el telescopio ante el Senado de Venecia (1609), las observaciones
que este permitía realizar estaban más cerca del milagro y la magia que de la ciencia.

Para comprender la polémica entre Galileo y la Iglesia, y las dificultades que tenían los pensadores
revolucionarios como Francis Bacon para reconocer y distinguir entre diversos modos de conocer y validar
el conocimiento, conviene tener en cuenta la sensación de incertidumbre y caos que se vivió en este
periodo.

Bacon proponía la observación rigurosa como la llave maestra de un nuevo método de conocimiento que
debía imponerse al saber tradicional: el conocimiento debía basarse en una observación y experimentación
precisas.
Bacon: SABER ES PODER

La primer gran conmoción se produjo al publicarse la obra de Copérnico (1473 - 1543) Sobre el movimiento
de las esferas celestiales, en la que se exponía su concepción sobre del sistema heliocéntrico, que
cuestionaba la verdad expresada en el texto bíblico y la autoridad de Aristóteles.

La revolución Copernicana fue un largo proceso de transformación conceptual que llevó varios siglos.

El triunfo del modelo heliocéntrico y de la física newtoniana no fue el resultado de un debate racional, sino
una ardua conquista en un juego de poder-saber-hacer de altísima complejidad que incluyó múltiples
prácticas e instituciones y se extendió varios siglos, construyendo un nuevo mundo.

Se fundaron academias ya que las universidades estaban completamente bajo el control de la Iglesia. Ej.
La que se constituyó en Roma en 1603 bajo el nombre de “Accademia dei Lincei” (Academia de los Linces)
de la que fue miembro Galileo.

La ciencia moderna eliminó de su mundo las transformaciones que fueron consideradas meras apariencias
de una realidad esencial inmutable.

La ciencia moderna no brotó de un solo hombre, ni fue el producto de la concepción inmaculada de un


método universal. Fue una criatura engendrada por una multiplicidad de progenitores.
La concepción aristotélico-tomista no fue abandonada en un día.

Descartes (1596 - 1650) (considerado como el padre de la filosofía moderna) inició el camino de la
duda conmovido profundamente por la crisis del universo aristotélico-tomista y de la iglesia.

Descartes consideraba que la pluralidad de opiniones era sinónimo de crisis del pensamiento que dejaba
entrever la falta de fuerza y de claridad del saber de su tiempo. Su propuesta fue que la fuente de
legitimidad había de ser el Método. Afirma que la razón no tiene dueño privilegiado, nos pertenece a todos
por igual, y que es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales. Esta
democratización de la razón iguala al siervo y al señor, al noble y al campesino, al rico y al pobre.
Descartes no era un escéptico, al contrario, lo que pretendía era volver a fundar el mundo, pero sobre unas
bases más firmes que las de aquel que se hundía bajo sus pies. La duda fue solo un camino que recorrió
metódicamente con el deseo de arribar a la certeza. Buscándola, imaginó que un genio maligno podría
estar engañándolo respecto a cualquier cosa que pensara, excepto del hecho de que estaba pensando. Su
existencia como sujeto pensante era una certeza inconmovible. A partir de ese momento, su principal
ocupación fue conseguir una certidumbre semejante respecto al conocimiento del mundo.
Descartes juzgó que aquellas cosas de las que podía hacerse una idea “clara y distinta” tenían
necesariamente que existir. ¿Cuáles eran esas cosas? Los objetos matemáticos, los únicos de los que él
(y muchos de sus contemporáneos y sucesores) no podía dudar. Así nació el mundo cartesiano de
entidades o idealizaciones matemáticas: REPRESENTACIÓN ABSTRACTA.
Descartes hace una distinción entre mundo externo y mundo interno (teatro de la mente). Dividió al universo
en dos sustancias completamente diferentes la “res extensa” (sustancia material) y la “res cogitans”
(sustancia pensante). En adelante el conocimiento fue concebido como la imagen de una naturaleza
externa “objetiva” (totalmente independiente) que se refleja en el interior del sujeto.
El representacionalismo supone la objetividad, es decir, la pretensión de que la mente puede funcionar
como un espejo.
El siglo XVII vino a gestarse el enfrentamiento entre los empiristas y los racionalistas. Recién a finales del
siglo XX comenzó a prestarse atención al terreno común a esos enfrentamientos: la concepción
representacionalista, común a ambas posiciones.
El empirismo se desarrolló fundamentalmente en Inglaterra. Francis Bacon (1561 - 1626) lanzó el puntapié
inicial y su postura fue tomada, transformada y enriquecida por Thomas Hobbes (1588 - 1679), John
Locke (1632 - 1704) y luego, en el siglo XVIII, por George Berkeley (1685 - 1753).
En su primer libro, Ensayo acerca del entendimiento humano (1690), Locke se ocupó de demostrar que
todo conocimiento proviene de la experiencia y que no existen ideas ni principios innatos, como sostenían
los racionalistas.
Un famoso lema de los empiristas afirma que la mente de cada hombre es como una “tabla rasa” o “papel en
blanco” que solo se va llenando de contenido a través de las experiencias vividas.
Según Locke las cualidades primarias (solidez, extensión, figura, forma, movimiento o reposo y número)
existen en las cosas mismas, mientras que las secundarias (gusto, color, sabor, sonido, calor, etc) existen
solo en el sujeto.
Berkeley y Locke estaban de acuerdo en que el conocimiento se adquiere a partir de la experiencia. Sin embargo,
sus diferencias en lo demás eran tan grandes como la de cada uno de ellos con Descartes. Por otra parte, los tres
coincidían en que en el teatro del conocimiento había un nuevo protagonista ineludible: el Sujeto.
En la modernidad las cuestiones del origen, fundamento y forma de validación del conocimiento se
convierten en el problema central de la nueva filosofía.
Hume (1711 - 1766) reaccionó de un modo diferente a Locke y Berkeley pues no creía que fuera posible
obtener un conocimiento cierto, garantizado y absoluto del mundo. Fue capaz de sostener la incertidumbre
de todo conocimiento humano sin renunciar al saber, que aunque sea falible puede aun ser potente y
productivo.
Hume dividió todo el conocimiento en dos clases: el conocimiento de la relación de las ideas (el
conocimiento hallado en las matemáticas y la lógica, que es exacto y certero pero no aporta información sobre
el mundo externo) y el conocimiento de la realidad que se deriva de la percepción.
Hume planteó que todo razonamiento sobre la experiencia se basa en la suposición de que la naturaleza
transcurre de un modo uniforme. Pero ese supuesto no se funda en una demostración sino que es fruto de
la costumbre y las creencias.
Kant (1724 - 1804) consideraba (criticismo o filosofía crítica) que la experiencia humana sería caótica si
no tuviéramos alguna forma de ordenar la infinidad de impresiones que recibimos del mundo exterior.
Según Kant no percibimos impresiones sino objetos organizados por las categorías a-priori del sujeto
trascendental. Esta respuesta al problema del origen del conocimiento produjo un cambio tan radical que
suele hablarse de ella como de un “giro copernicano” en la filosofía. Nuestro conocimiento es objetivo pero
no describe ni refleja el mundo en sí, sino el mundo como se nos representa gracias a la actividad del
sujeto trascendental: el mundo fenoménico. El fenómeno, para Kant, no es una ilusión o un engaño de los
sentidos, sino todo cuanto podemos conocer por la experiencia y, por lo tanto, aquello a lo que se aplica el
conocimiento científico.

El filósofo francés Auguste Comte (1798 - 1857) fue el fundador de la corriente positivista. Según su
concepción, la humanidad evolucionó desde estadios en que estuvo dominada por la imaginación y la
superstición hasta llegar a su madurez en la era de la razón en la que sólo admite explicaciones
“positivistas” (no sobrenaturales).

El proceso que permite pasar de los enunciados singulares a las leyes universales se denomina inducción.
El gran problema de los empiristas era el de conseguir una demostración de la validez del razonamiento
inductivo.

Para salvar su proyecto de fundamentar la ciencia en la experiencia, los filósofos positivistas siguieron la
propuesta de Reichenbach de dividir la actividad científica en dos momentos completamente separados e
independientes: el “contexto del descubrimiento” y el “contexto de justificación”. En el primero, todo está
permitido. En esta etapa, aún no puede hablarse de “leyes”, sino tan sólo de hipótesis que deben ser luego
verificadas empíricamente. Los procesos de invención, si bien eran fundamentales, no pertenecían ya al
campo de la verdadera ciencia y desaparecieron del foco de interés de los filósofos empiristas y positivistas.
La lógica deductiva entró en escena y comenzaron a desarrollarse las ideas que desembocaron en la
formulación del “método Hipotético - deductivo”.

Carl Hempel (1905 - 1997), otro de los más destacados exponentes del positivismo lógico del siglo XX
propuso que para saber si una hipótesis es verdadera o no, es preciso deducir de ella consecuencias
experimentales y proceder a su contrastación.

A medida que el programa de investigación del positivismo y el empirismo lógico avanzaba fue encontrando
cada vez más dificultades para lograr su objetivo: mostrar que la ciencia tenía un único método y que este
permitía arribar a un conocimiento verdadero y universal. Por un lado, hipótesis que bien establecidas que
han pasado la prueba experimental con gran éxito resultan rechazadas por la comunidad científica y, a su
vez, hipótesis que se muestran endebles y cuyos resultados en la contrastación experimental son dudosos
pueden ser aceptadas.

Karl Popper (1902 – 1994) propuso un cambio de óptica que consistió en “invertir” la perspectiva
tradicional. En lugar de interrogarse sobre cómo se verificaban las hipótesis se preguntó cómo se podían
“falsar”, de allí que su posición se conozca como “Falsacionismo”. Popper fue muy audaz para su tiempo y
se atrevió a plantear que la ciencia no podía comenzar con observaciones porque toda observación, para
tener un sentido, depende de una teoría: la ciencia no comienza con observaciones sino con problemas. A
partir de sus hallazgos se abrió una compuerta que llevó las aguas de la investigación a alejarse cada vez
más del purismo logicista y el empirismo estricto, y a considerar en la ciencia como una compleja actividad
social humana que debía estudiarse en su contexto de producción.
Imre Lakatos (1922 - 1974) planteó que la actividad científica no consistía en contrastar hipótesis aisladas
sino en elaborar y poner a prueba teorías que eran estructuras organizadas de hipótesis que no tenían sentido
en sí mismas sino en relación al lugar que ocupaban en un amplio “programa de investigación científica”.

La epistemología de Lakatos permitía considerar que, en las prácticas reales de investigación, existe un núcleo
central que se mantiene a toda costa y que resulta infalsable. En el caso de la filosofía positivista, son las
nociones de racionalidad y del progreso de la ciencia las que no son negociables.

Lakatos denominó a estos procedimientos tendientes a salvar el núcleo central de un programa “Heurística
Negativa” y planteó que su utilización no solo era evidente en la historia de la ciencia sino también necesaria.
La “Heurística positiva”, es la denominación que le dio a las líneas maestras que guían la investigación y que son
las responsables de los nuevos hallazgos. El desarrollo del conocimiento depende de ambas estrategias, pero
un programa es considerado “progresista” por Lakatos cuando predomina la producción de nuevo
conocimiento más que el mantenimiento de lo ya obtenido.

En 1962, Thomas Kuhn (1922 - 1996) publicó La estructura de las revoluciones científicas. En este texto
planteó que el desarrollo de la ciencia es una producción humana sujeta a revoluciones.
Los trabajos pioneros de Koyré y Kuhn dieron inicio a una gran actividad de investigación histórica a lo
largo del siglo XX que condujo a una concepción completamente diferente del pasado, reconociendo la
belleza, la racionalidad y la potencia de la cosmovisión aristotélica y considerando la complejidad del
proceso revolucionario que llevó a la aceptación del paradigma newtoniano.

Kuhn acuñó la palabra “paradigma”: es una teoría ejemplar aceptada por una comunidad científica como
guía de investigación (Ej. La dinámica newtoniana). En una acepción más amplia, engloba métodos, los
presupuestos, los estilos de investigación de una disciplina.
Las revoluciones científicas son aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo
paradigma es reemplazado por otro nuevo e incompatible.

De acuerdo con Kuhn, el cambio de un paradigma por otro, a través de una revolución, no ocurre debido a
que el nuevo paradigma responde mejor las preguntas que el viejo. Ocurre más bien, debido a que la teoría
antigua se muestra cada vez más incapaz de resolver las anomalías que se le presentan, y la comunidad
de científicos la abandona por otra a través de un cambio global de la percepción y de la concepción del
mundo, que Kuhn ha planteado como una especie de “conversión”.
La actividad científica ha comenzado a pensarse como una tarea comunitaria guiada por un paradigma.

A principios del siglo XX se produjo una explosión de nuevas concepciones: primero la relatividad y luego
la teoría cuántica en la física desplazaron al paradigma newtoniano.

La ciencia moderna ha dado grandes cosas a la humanidad, pero nos ha separado en dos culturas que
raramente intercambian entre sí: la cultura científica y la cultura humanista.

El siglo XXI ha comenzado bajo el signo de la complejidad, tanto en la ciencia como en la epistemología.
Cada día son más los científicos y estudiosos interesados en el conocimiento del conocimiento que están
dispuestos a abandonar la idea del conocimiento como la descripción de un mundo completamente
independiente del observador: el conocimiento no es un producto sino una producción siempre abierta que
transforma el mundo y a nosotros mismos en él. Especialmente destacables en este sentido han sido los
aportes de Edgar Morin (1921 - ).
Las concepciones representacionalistas y positivistas, que han reinado desde los inicios de la modernidad hasta
mediados del siglo XX hoy están en franca declinación.

Hoy, como ayer y mañana, vale la pena recordar las palabras de Marcel Proust (1871 - 1922): “el
acto real de descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos”.

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