Capitulo 6
Capitulo 6
Capitulo 6
En este capítulo, presentamos una estrategia de trabajo psicopedagógico con los niños
disléxicos y con retardo lector severo, derivada de un modelo cognitivo a partir de algunas
investigaciones sobre este tema. No se trata de una nueva metodología para enseñar a leer, ni para
rehabilitar en la lectura, sino de una estrategia cognitiva y psicolingüística integradora de los
distintos enfoques psicopedagógicos destinados a ayudar a los niños disléxicos. Ella no aborda
cómo enfrentar los numerosos problemas emocionales o de manejo familiar, que deben
acompañar siempre el trabajo con niños que tienen trastornos del aprendizaje, sino que se limita a
los aspectos cognitivos y psicolingüísticos más específicos.
Con respecto al diagnóstico de las dislexias, conviene recordar que en el primer capítulo
definimos operacionalmente, como dislexia a “un desorden específico en la recepción, en la
comprensión y/o en la expresión, de la comunicación escrita, que se manifiesta en dificultades
reiteradas y persistentes para aprender a leer.” El desorden especifico mencionado puede darse en
el reconocimiento fonológico de las letras y sílabas, en deficiencias para el reconocimiento visual-
ortográfico de las palabras o en la velocidad y fluidez para leer. En cuanto al CI., las investigaciones
de Stanovich muestran que no hay diferencias en la lectura entre niños de distinto CI, mientras se
mantengan los límites normales de inteligencia. En consecuencia, consideramos prudente tomar
como límite inferior el CI=75 en los niños chilenos de nivel socioeconómico bajo, debido a que el
promedio del CI observado en este NSE es alrededor de 90. También consideramos importante
hacer este diagnóstico solamente en niños que hayan mantenido las dificultades severas para
aprender a leer por un periodo superior a dos años de escolaridad normal, luego de un trabajo
pedagógico y que sean mayores de 8 años. Antes de esta edad, es fácil confundir una dislexia con
un déficit lector de orden sociocultural o metodológico.
Por otra parte, las diferencias cognitivas y verbales observadas entre niños de aprendizaje
lector normal y disléxicos, aparecen bastante coincidentes con los hallazgos obtenidos por las
investigaciones en las áreas cerebrales involucradas en los procesos requeridos para este
aprendizaje, como hemos visto en el capitulo 3. Como, por ejemplo. Suponer que las deficiencias
fonológicas para procesar el lenguaje escrito no son ajenas a las anomalías encontradas en algunas
áreas del hemisferio cerebral izquierdo, o que la lentitud en la decodificación, está verosílmente
ligada, en algunos disléxicos, a la disminución en la densidad de las neuronas, encontrada en
algunos puntos de este hemisferio o a una conexión insuficiente entre ellas.
El “modelo cognitivo” de la lectura, que planteamos tiene por objetivo facilitar el abordaje y la
comprensión de los trastornos disléxicos, en las distintas etapas del aprendizaje de la lectura,
desde una perspectiva de la interacción entre los diferentes procesos psicolingüísticos que
intervienen. Ese modelo no consiste solamente en una descripción de los procesos deficitarios, los
que ya hemos visto en capítulos anteriores, sino en un intento de integrarlos en un esquema
comprensivo del aprendizaje lector, desde el punto de vista de la psicología cognitiva.
Hemos visto que el desarrollo del aprendizaje normal de la lectura comprende tres
periodos estratégicos principales para la lectura: el logográfico, el alfabético y el ortográfico. Ellos
se caracterizan por una evolución en las estrategias que predominan para efectuar la
decodificación, en la medida que aumenta la complejidad del aprendizaje.
También es posible hacer una diferencia entre los términos decodificación y codificación,
en relación a la lectura inicial. Ambos términos pueden entenderse en dos sentidos: en el de
romper un código para penetrar en su significado o en el de mutar las características de una
información, para hacerla más compacta y accesible a la memoria o poder comunicarla mejor. En
el primer caso, decodificar se entiende como “traducir” la información, desde un tipo de claves o
de signos, a otras claves diferentes. Un ejemplo muy conocido es el uso del alfabeto Morse, en el
cual las secuencias de puntos y rayas son traducidas en letras. La decodificación fonográfica,
consiste en traducir los signos gráficos en secuencias de fonemas articulados. La secuencia
fonémica, a su vez, puede ser decodificada en significados, cuando se penetra en el sentido de las
palabras involucradas.
El término decodificación, por otra parte, ha sido definido por Downing y Leong, como un
proceso de “reorganización o reestructuración de la información, en su totalidad o en parte”, que
permite reducir varios componentes de una información en unidades más amplias, que faciliten su
retención y evocación. Un ejemplo de este proceso puede ser reorganizar la información contenida
en una secuencia de dígitos (2-3-6-7-8) reduciéndola a una cifra (23.678) o a dos subgrupos (23 y
678), lo que permite retenerla mejor. Esta reorganización se efectúa principalmente a través de la
memoria operacional o memoria de trabajo. En la lectura oral, las series de letras, portadoras de
fonemas diferentes, son articuladas en la pronunciación de sílabas o de palabras, lo cual permite
retenerlas, evocarlas y acceder al significado con mayor rapidez. En la lectura se alternan la
decodificación con la codificación en un proceso integrado que denominamos “decodificación
lectora”. Ella es el primer paso previo al reconocimiento visual-ortográfico de las palabras globales.
Algunos métodos de enseñanza de la lectura parten por favorecer una estrategia global, pero en
este caso la decodificación lectora no queda completa mientras los niños no aprendan a efectuar
los procesamientos fonológicos correspondientes. De otro modo, sólo son capaces de leer las
palabras previamente memorizadas.