Bloque - ¿Qué Es La Literatura
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BLOQUE TEMATICO I.
¿QUÉ ES LA LITERATURA?
Temario:
1. Conceptos de literatura.
2. Posiciones frente a la literatura (lúdica, sintonía, evasión, compromiso,
trascendencia).
3. El libro, el lector y la lectura.
1. CONCEPTOS DE LITERATURA.
Es preciso comenzar determinando qué es la literatura.
La palabra Literatura procede del latín LITTERA (letra). Pero esta etimología no
alcanza para averiguar qué es la compleja realidad estética que hoy
denominamos Literatura. Numerosas respuestas han tendido a determinarlo.
Mientras en una primera etapa estas respuestas eran dadas por los teóricos,
hoy tienden a formularlas también los escritores. Esta tendencia, acota
Castagnino, revela el deseo de hacer y verse hacer, de utilizar los instrumentos
y, al mismo tiempo, describirlos.
Coll y Vehí, en 1857 dijo que la literatura tiene por objeto el conocimiento de la
belleza realizada o realizable en las obras literarias. Aquí se introduce un
elemento estético: la búsqueda de la belleza. Pero acto seguido señala que, en
último resultado, por medio de esa belleza se persigue el bien de la especie
humana. Con este criterio, un tratado sobre la tuberculosis y Hamlet quedarían
hermanados, aunque el primero hablara principalmente a la inteligencia y el
segundo al sentimiento. Y el mismo Coll y Vehí señala que el adverbio
"principalmente" sólo quiere decir que la obra literaria va dirigida, sobre todo, a
una facultad, pero sin prescindir de las otras.
expresa que la literatura es un vehículo sinfrónico que borra las distancias y las
edades al conjuro de la emoción; así la creación literaria, cuando alcanza la
plenitud en lo estético y legitimidad en lo humano, se convierte en un lugar de
atemporal encuentro de dos almas sensibles. En su ensayo ¿Qué es la
literatura?, desarrolla su respuesta católica que, partiendo del concepto del
sinfronismo, se eleva de plano en plano hasta sostener en plena atmósfera
mística: "Literatura es la Encarnación, el Verbo que cobra vida y se sobrepone
al tiempo". Luego expresa: "En todo texto donde hay belleza, hay literatura;
donde no hay belleza podrá haber originalidad, profundidad, pero no literatura
en la sola acepción digna de tal nombre". Por último dice que la literatura es "la
vida tomando conciencia de sí misma cuando en el alma de un hombre de
genio halla su plenitud de expresión".
Oyuela distingue entre un sentido lato y uno más estricto. Para el primero,
"literatura es la expresión del espíritu por medio de la palabra, hablada o
escrita". No se le escapa que, aquí, encuadrarían también las obras científicas.
Señala por eso que, bien pronto, notamos como inseparable de este concepto
el de belleza. Por eso dice "la literatura o arte literario es el arte que tiene por
objeto la producción de obras esencial o accidentalmente bellas, por medio de
la palabra". Y "obra literaria se llama a una serie ordenada de pensamientos,
subordinados a un fin, y artísticamente manifestados por medio de la palabra".
Señala que también se da el nombre de literatura al conjunto de obras que el
hombre ha producido, y no sólo la producción práctica, sino asimismo su teoría.
Esto es, el estudio de su naturaleza, de los principios en que se funda, de sus
procedimientos comunes. Divide la actividad literaria en productiva y crítica. La
primera tiende a la creación de obras; la segunda, a la contemplación y análisis
de aquélla.
Para Juan Manuel Garzón, literatura "es la producción, por medio de la palabra,
de obras cuyo fin esencial o accidental es la expresión de la belleza" y señala
que habla de esencial o accidental para distinguirla de la poesía cuyo fin
esencial es la belleza. Obra literaria, a su vez, "es una ordenada serie de
pensamientos subordinados a un fin y artísticamente manifestados por medio
de la palabra, en cuyo conjunto se exprese esencial o accidentalmente la
belleza". El estudio de la literatura comprende una parte filosófica (estética),
que se refiere a la belleza en sí, su naturaleza y los efectos que produce; otra
preceptiva o teórica que señala las reglas seguidas por los buenos escritores y
medios para conseguir un buen fin artístico; y una histórico-crítica, que
comprende el examen de las obras literarias en las diferentes épocas,
civilizaciones, razas, autores, etc. En realidad, la primera sería una estética, la
segunda la literatura preceptiva y la tercera entraría dentro de la historia de la
cultura.
Dice Julio Cortázar en Realidad y literatura en América Latina: “Me parece más
lógico y más necesario que vayamos a la literatura como se va a los
encuentros más esenciales de la existencia, como se va al amor y a veces a la
muerte, sabiendo que forman parte indisoluble de un todo, y que un libro
empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y última
palabra”.
Para Piglia: “La literatura es una forma privada de la utopía”, Prisión perpetua,
Bs. As., Sudamericana, 1988, p. 13.
“Porque yo concibo la novela, o más bien la ficción, como un tipo de trabajo
particular con la lengua, que supone la posibilidad de elaborar los materiales
más variados. Me parece que todo se puede ficcionalizar: historias de amor,
teorías, batallas, silogismos... No es un problema que dependa de los
contenidos sino del tipo de tratamiento” Piglia, R. y Saer J. J., Diálogos, p. 15.
“La literatura no es solamente un conjunto de usos de lenguaje con ciertos
elementos específicos, también ha sido siempre un lugar donde la sociedad ha
discutido otras cosas, con un criterio distinto de la discusión cotidiana” Piglia,
R., Criterio, año LXXII, p. 621.
Delacroix prefiere destacar que el arte se diferencia del juego en que éste
supone una creación momentánea, mientras que la del arte aspira a
permanecer.
¿Qué motivos puede haber para esta necesidad de evasión? Cabe señalar
éstos:
Se pregunta luego para quién se escribe y contesta sin vacilar que para los
contemporáneos, los compatriotas, los hermanos de raza o clase, aunque el
escritor aspire a laureles eternos. Para fundar esta afirmación acude al medio
expresivo, es decir, al lenguaje. Todo lenguaje que funciona como tal, se
comunica, supone un ámbito común entre los comunicantes. Hay un conjunto
de alusiones, de contraseñas, que los lectores y el autor, vinculados por sus
lazos, conocen, pero que se diluyen a través del tiempo o del espacio. "Todas
las obras literarias contienen en sí mismas la imagen del lector a quien están
destinadas". El escritor arranca del mundo circundante y a él debe llegar. Todo
lo que en él le desagrada debe ser el blanco de su protesta. Es mentira esa
posibilidad de escribir para el futuro. De quienes así proceden dice que "se han
dejado robar sus vidas por la inmortalidad". Nadie se hace absoluto (y el
hombre lo es) combatiendo por unos principios descarnados. Lo consigue
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La literatura, confiesa, ha vuelto a ser lo que nunca debió dejar de ser: una
función social. El escritor es un mediador por excelencia y su compromiso es la
mediación.
Se pregunta Robbe-Grillet cuál puede ser el objeto de la novela (el género que
Sartre precisamente considera más proclive al compromiso). Puesto que narra
para distraer, es fútil; y si lo hace para convencer, es sospechoso; queda narrar
para enseñar. Pero ello no satisface. Hoy en día el problema del arte se plantea
desde posiciones extremas: o bien no es nada de por sí, y en ese caso todas
las artes pueden ser creadas como medios para la causa revolucionaria, meros
instrumentos equiparables a los tractores o a los ejércitos; o bien continúa
existiendo en tanto que es arte y, entonces, para el artista por lo menos, es la
cosa más importante que existe. En este caso, aparecerá frente a la acción
política como inútil, francamente reaccionario. De ahí el desdén inicial por la
literatura del realismo socialista, en especial por la novela burguesa,
preocupada por crear seres verosímiles y por resolver los problemas de la
forma. Para tal realismo, simplemente se trataba de ilustrar por medio de la
literatura problemas sociales, económicos o políticos. Pero esta posición inicial
fue desmentida por los hechos; ni siquiera servía para alcanzar sus objetivos. A
esa posición "moralizadora" opuso Sartre una posición "moral", es decir, un
despertar de la conciencia política presentando los problemas de la sociedad,
pero escapando al espíritu de propaganda y restableciendo al lector en su
libertad. La experiencia, señala Robbe-Grillet, ha demostrado que tal
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En el alma del artista, para Camus, se libra una lucha entre el rechazo de este
mundo incompleto y fugitivo, en que le toca actuar, y un inextinguible afán de
establecer en él unidad y fijeza. Toda obra de arte es una estabilización artificial
sobre tembladerales, una selección inmovilizada del mundo, es decir, la
creación de otro mundo. Toda obra de arte es una victoria sobre el devenir. El
arte es una forma superior de rebeldía del hombre. La rebelión es una actitud
metafísica, es decir, más esencial y entrañable que la revolución. En el artista
se da el impulso inicial del rebelde, sin adulteraciones ni concesiones más o
menos revolucionarias. Así se explica el repudio por el arte de los grandes
revolucionarios como Platón, Lutero o Marx. No es casual que las épocas de
rebeldía más pujante sean conmovidas por el arte primitivo, es decir, aquel que
más obsesivamente tiende a la unidad.
Vivimos en una sociedad que se maneja en base a signos del dinero. Tal
sociedad fundada en signos, es, en su esencia, artificial y en ella la verdad
carnal del hombre está adulterada. A ese tipo de sociedad corresponde la
fórmula del arte por el arte, es decir, el arte de una sociedad abstracta. Pero, si
alguien no tiene derecho a la soledad, al aislamiento, como pretenden sus
cultivadores, es precisamente el artista. "El arte no puede ser un monólogo.
Hasta el artista solitario y desconocido, que apela a la posteridad, no hace sino
afirmar su vocación profunda. Al considerar imposible el diálogo con
contemporáneos sordos o distraídos, apela a un diálogo más vasto, al diálogo
con generaciones".
Critica la posición del realismo socialista, que sacrifica el arte para un fin
extraño a él, pero al que considera superior en la escala de valores. Parece
decir que, cuando el reino de la justicia se instaure, el arte resucitará. Pero,
apunta, la barbarie nunca es provisional. Si la mentira del arte por el arte
pretendía ignorar el mal, la del realismo (que reconoce la desdicha presente en
los hombres), traiciona esa desdicha para exaltar una felicidad futura de la que
nadie sabe nada. En una palabra, el arte puesto al servicio de ese fin, es
mentiroso.
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"El arte -dice- es en cierto sentido una rebelión contra el mundo, en lo que éste
tiene de fugitivo e inacabado". No es ni el repudio total ni la aceptación total de
lo que existe. Es al mismo tiempo repudio y aceptación. Y por eso no puede ser
sino un desgarramiento perpetuamente renovado. No puede el artista negar lo
real, pero debe discutirlo en cuanto tiene de inacabado. El profeta, el religioso o
el político pueden juzgar absolutamente; el artista no puede. "La meta del arte
no es legislar ni reinar, sino comprender. A veces reina a fuerza de
comprender". Ninguna obra de genio se fundó sobre el odio o el desprecio. Por
eso el artista, al término de su camino "absuelve en lugar de condenar. No es
juez, sino justificador; es el abogado permanente de la criatura viva porque ella
está viva".
"Todo muro es una puerta", dijo con razón Emerson. "No busquemos la puerta
y la salida, sino en el muro contra el cual vivimos. Busquemos en cambio el
paso donde éste se encuentra, quiero decir, en el centro mismo de la batalla".
Ana Benda.
LIBRO E IDENTIDAD
“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin
duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el
telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz;
luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es
otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.
En todo Oriente existe aún el concepto de que un libro no debe
revelar las cosas, un libro debe, simplemente, ayudarnos a descubrirlas. [...]
Yo diría que la literatura es también una forma de la alegría. Si
leemos algo con dificultad, el autor ha fracasado. [...]
Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que
ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros.”
. Jorge Luis Borges
de Borges oral
Nos preguntamos quiénes seríamos sin nuestras lecturas, sin los
textos incorporados (y olvidados) por nuestra memoria.
Qué y cómo pensaríamos y sentiríamos la realidad sin los libros que
constituyeron el fundamento de nuestras ideas y de nuestra percepción del
mundo, que tallaron nuestra sensibilidad y configuraron nuestra cosmovisión.
Si ordenamos en el imaginario individual la biblioteca que convive a
nuestro lado desde la primera infancia, desde el cuento oído, leído por la voz
materna, hasta el último libro comprado, el que estamos leyendo hoy, un
universo de imágenes, ideas, acciones, personajes, tiempos y espacios
desconocidos por nuestra experiencia organiza una secuencia vivencial en
nuestro interior muy difícil de separar de lo que somos. La biblioteca se trueca
en “enciclopedia”, en un solo gran libro que crece con los años, con las páginas
agregadas día por día, y que vive en el riñón más recóndito de nuestra
memoria, se consubstancia con nuestra vida intelectual, moral, estética,
práctica, se hace carne en nosotros y aparece en nuestra conducta tanto o más
que lo congénito.
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ardor y apuro. Queríamos vivir hasta la última gota lo que el libro nos daba de
vida.
En estas dos etapas iniciales de trato con el libro, la infancia y la
adolescencia, el lector experimenta, quizá inconscientemente, la función lúdica
de la lectura. El objeto libro es un juguete más, uno que se le enseña a no
romper, uno diferente, pero causa de tanto placer como otro. Este es un punto
crucial para su futura trayectoria de lector. El libro da placer o es descartado de
la categoría “juguete”. Sin función lúdica primigenia no hay edificación del
lector, no hay, en consecuencia, vínculo personal con el libro.
El texto informativo que puebla la escolaridad primaria opera a modo
de documental de la historia y la geografía del mundo, diciendo cómo es este
planeta que habitamos, y qué sabemos hoy del cosmos, qué pasó en la vida de
sus hombres y sus pueblos, y cómo eran y vivieron sus animales y se
desarrollaron hace millones de años sus bosques y selvas, trayendo a la
superficie lo oculto en sus mares y océanos y revelando en sus silencios
quiénes somos si para nosotros fue hecha tanta grandeza, tanta maravilla, y
abriendo la pregunta acerca del autor de tanta gloria que contemplamos en la
naturaleza y completamos en los libros. Porque un libro dice también mucho
que no dice. Está el espacio de “lo no dicho”, lo que el lector irá completando a
medida que su “enciclopedia” le dé armas y herramientas para hacerlo. La
lectura se irá tornando un proceso cada vez más creativo y personal, más
placentero y participativo.
Las ciencias exactas también llegan por los libros mostrando, desde
el misterio del número, un orden, un “cosmos” impreso en la naturaleza de las
cosas que desintegra, por su sola presencia, toda idea de “caos”, que funda la
experiencia de la creación como paternidad.
nos hemos enamorado del saber, que “el verdadero gozo está en el
conocimiento” (Chejov), para ir sabiendo, sobre el pilar de la sabiduría ajena,
históricamente cercana o lejana, quiénes, en realidad, somos. (“Si leemos un
libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el
día en que fue escrito y nosotros”, dice Borges).
Leer es vivir por sustitución. Mil vidas, mil historias, ser otros mil que
no seremos nunca pero, paradójicamente, somos en el tiempo de la lectura.
Es como decir: necesito leer para saber quién soy. Y para ser el que
quiero ser, necesito seguir leyendo.
Vivir sin libros es vivir poco, escasamente, es ser, apenas, éste que
somos, renunciando a la posibilidad, abierta en el libro, de ser todos. Somos
tan responsables de que a algunos les falten los libros como de que les falte el
pan. Condenar a la ausencia de libros es menoscabar la dignidad de la
existencia humana, es un modo perverso de la orfandad y el abandono cultural,
del sometimiento y la injusticia.
Si, como afirman la teología, la filosofía y la literatura desde los
tiempos más remotos, la gran pregunta humana es ¿quién soy yo?, el libro
viene, desde la memoria más remota de la cultura oral a responder por escrito
con la voz del oráculo: “conócete a ti mismo”.
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formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!”
Este encuentro con lo más propio de uno mismo es el lugar donde
reside la scintilla animae. Ella teje una íntima urdimbre con la vocación, que
siempre es fundacionalmente social, comunitaria, “comunional”, que está
mediada por la intervención de “otro”, el que, muchas veces, aparece en
nuestras vidas en la voz insepulta y redimida de la muerte de un libro.
EPÍLOGO
EL LIBRO: ETIMOLOGÍA Y SÍMBOLO.
La palabra “libro” deriva de la radical del sustantivo latino liber-libri,
que significa “parte viva e interior de la corteza segunda de los árboles”.
Resulta interesante, por un lado, esta denominación del objeto por
su materia; por otro, el hecho de que el término aparezca en uso hacia 1140,
en el segundo milenio de la historia de la civilización occidental; y por último, la
cualidad de “viva” puesta de relieve, induciendo la condición vital del texto
escrito.
El libro simboliza tradicionalmente la ciencia y la sabiduría. Pero, por
encima de esto, antiguas afirmaciones orientales lo muestran como símbolo del
universo, porque es y contiene la revelación. Tal Liber Mundi es, al mismo
tiempo, el mensaje divino y el arquetipo del que otros libros revelados no son
más que especificaciones, traducciones a lenguaje inteligible. En este sentido,
el Liber Mundi es la manifestación que se derrama desde su comienzo, la
inteligencia macrocósmica. Pero el corazón humano como microcosmos
sagrado, imagen , espejo de lo creado, es también, simbólicamente, un libro,
cuya cifra reside en la inteligencia individual.
En el Apocalipsis, el “libro de la vida” está en el centro del paraíso,
donde se identifica con el “árbol de la vida”.
Pareciera que aquí se pone en juego el abanico semántico que abre
la etimología. Las “hojas” (palabra de doble o único significado según se aúne o
diferencie árbol-libro) del árbol, como los caracteres del libro, representan la
totalidad de los seres, y también la totalidad de los decretos divinos.
Curiosamente, en ciertas versiones de la “Búsqueda o Demanda del Graal”, el
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2) EL LECTOR
a) Algunas ideas sobre el lector de Eco, Umberto, Lector in fabula, Barcelona,
Lumen. (Cap. El lector modelo).
* El lector modelo
El papel del lector.
- Un texto está incompleto en la medida en que deba ser analizado.
El destinatario (lector) se postula siempre como un operador capaz de "abrir el
diccionario de cada palabra que encuentra y de recurrir a una serie de reglas
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- Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar. Se emite para que alguien lo
actualice, incluso cuando no se espera que ese alguien exista concreta y
empíricamente.
- Para realizarse como Lector Modelo, el lector empírico tiene cierto deber
"filológico": el de recobrar con la mayor aproximación posible los códigos del
emisor.
3) LA LECTURA
a) VER: KOVADLOFF, Santiago, “Releer” (Ver fotocopia)
BIBLIOGRAFIA.
* Textos recomendados.
Bloque I. Qué es la literatura.
AGUIAR E SILVA, V. M. Teoría de la literatura. Madrid: Gredos, 1981.
ALAIN. Veinte lecciones sobre las Bellas Artes. Buenos Aires: Emecé.
ALVARADO, Maite. Paratexto. Buenos Aires: Eudeba, 1994.
AMAR SÁNCHEZ, Ana María. El relato de los hechos. Rosario: Beatriz Viterbo
Editora, 1995.
AMORÓS, Andrés. Introducción a la literatura. Madrid: Castalia, 1987.
BARTHES, Roland. El placer del texto, Madrid: Siglo XXI, 1986.
BRATOSEVICH, Nicolás. Métodos de análisis literario, 2 vol. Buenos Aires:
Hachette.
CAMUS, Albert. El hombre rebelde. Buenos Aires: Losada, 1970.
CASTAGNINO, Raúl. ¿Qué es la literatura? Buenos Aires: Nova, 1960.
CASTELLI, Eugenio. El texto literario. Buenos Aires: Castañeda.
DOLEZEL, Lubomír. Estudios de poética y teoría de la ficción. Murcia:
Universidad de Murcia, 1999.
DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, José. Teoría de la literatura. Madrid: Centro de
Estudios Ramón Areces, 2002.
DU BOS, Charles. Qué es la literatura. Buenos Aires: Troquel, s/d.
EAGLETON, Ferry. Una introducción a la teoría literaria. Madrid: Fondo de
Cultura Económica, 1994.
ECO, Umberto. Lector in fabula, Barcelona: Lumen, 1987.
ERLICH, V. El formalismo ruso. Barcelona: Seix barral, 1989.
FOKKEMA D. W. y Elrud Ibsch. Teorías de la literatura del siglo XX. Madrid:
Cátedra, 1990.
GÓMEZ REDONDO, Fernando. El lenguaje literario. Madrid: Edad, 1996.
OYUELA, Calixto. Estudios literarios. Buenos Aires: Coni.
PICON, Gaetän. Panorame des idées contemporaines. Paris: Gallimard.
ROBBE GRILLET, Alain. Pour un nouveau roman. Paris: du Minuit.
SARTRE, J. P. Qué es la literatura, Buenos Aires: Losada, 1970.
STEINER, George. Presencias reales. Barcelona: Destino, s/d.
TORRE, Guillermo de. Problemática de la literatura. Buenos Aires: Losada.
________________. Nuevas direcciones de la crítica literaria. Madrid: Alianza.
VILLANUEVA, Darío [compilador]. Avances en Teoría de la Literatura. Santiago
de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, 1994.
WELLEK, R. y Warren A. Teoría literaria. Madrid: Gredos, s/d.
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